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NOAM CHOMSKY : TODAVÍA NO SE PUEDE INSINUAR QUE HAYA OTRAS OPCIONES APARTE DEL
CAPITALISMO

Inicio Filosofía Noam Chomsky Noam Chomsky : todavía no se puede insinuar que haya otras opciones
aparte del capitalismo

Noam Chomsky : todavía no se puede insinuar que haya otras opciones aparte del capitalismo" Si no se
sabe lo que se está buscando, si no se tiene idea de lo que es relevante, dispuestos a cuestionarse esta
idea, si no se tien...

Bloghemia agosto 18, 2021

Noam Chomsky : todavía no se puede insinuar que haya otras opciones aparte del capitalismo
"Si no se sabe lo que se está buscando, si no se tiene idea de lo que es relevante, dispuestos a
cuestionarse esta idea, si no se tiene eso, explorar en internet es sólo tomar al azar hechos no
verificables que no significan nada." - Noam Chomsky

Entrevista al filósofo y Lingüista Noam Chomsky, realizada por Victor Pickard* para el semanario
estadounidense The Nation

Para todo crítico con los medios de comunicación y la política a finales del siglo pasado y principios de
este, Los guardianes de la libertad, de Edward S. Herman y Noam Chomsky, era una lectura
imprescindible. El “modelo de propaganda” del libro ofrecía un marco de referencia útil para entender
cómo la cobertura informativa típica filtra cierto tipo de datos mientras que enfatiza otros, lo que a la
larga favorece el discurso dominante. La lección clave de este análisis estaba clara: para cambiar el
mundo, primero hay que cambiar los medios de comunicación.

A principios de la década de los 2000, esa idea me llevó hasta el movimiento de reforma de los medios y
al campo académico de la comunicación, donde esperaba aprender sobre las limitaciones y las
alternativas al hiper mercantilizado sistema mediático estadounidense. Sin embargo, me resultó
descorazonador encontrar en la escuela de postgrado una mezcla de hostilidad e indiferencia hacia el
análisis crítico de los medios. Con los años, encontré círculos de corriente radical, sobre todo en el
subcampo de la economía política, que se centra en los análisis críticos e históricos de los medios, pero
este trabajo seguía siendo marginal. Hoy en día, con el auge de los nuevos monopolios digitales, el
miedo al fascismo y el hundimiento del periodismo, hay un renovado interés en los análisis estructurales
de nuestros sistemas informativos, aunque con demasiada frecuencia carece de crítica radical.

Chomsky aporta desde hace tiempo una voz radical firme en estos temas. He hablado con él sobre la
importancia actual de la crítica a los medios que escribieron Herman y él y le he preguntado por qué se
centró en los medios de comunicación como un lugar importante de conflicto. Me preguntaba si había
cambiado su análisis, si algo le había sorprendido a lo largo de las décadas y, sobre todo, si creía que un
sistema de medios democrático era concebible y alcanzable.

A sus 92 años, Chomsky sigue haciendo gala de una crítica aguda y un análisis sagaz. En nuestra
conversación por Zoom, sacó en repetidas ocasiones el New York Times del día para ilustrar los diversos
temas que íbamos tratando. Lo que más me impresionó fue su optimismo con matices: si bien considera
que las mismas patologías estructurales siguen aquejando a nuestros sistemas de medios de
comunicación comerciales, hoy en día, también percibe un avance significativo en la cobertura
informativa, sobre todo a la hora de enfrentarse a atrocidades históricas que los relatos de los
principales medios de comunicación ignoraban o tergiversaban en el pasado.

El subtítulo [original] de su famoso libro junto con Ed Herman es “La economía política de los medios de
comunicación”, pero la economía política es marginal dentro de los estudios de comunicación. Viniendo
de fuera del campo, ¿qué le llevó a centrarse en el análisis crítico de los medios?

A mí lo que más me interesa es la cultura intelectual general y es sobre lo que más he escrito. Una de
sus manifestaciones son los medios de élite. Te lees The New York Times y no estás muy lejos del
Harvard Faculty Club. Viene siendo el mismo ambiente cultural. Ahí tenemos de manera clara y
manifiesta, un día tras otro, una recopilación de datos fácil de estudiar que refleja bastante bien la
cultura intelectual general y ofrece la posibilidad de asomarse a ella. Ed Herman y yo discrepábamos un
poco sobre este orden de prioridades. A él le interesaban más concretamente los medios de
comunicación y a mí me interesaban más los medios de élite como reflejo de la cultura intelectual
general. Esta discrepancia no tuvo repercusión alguna, nos resultó muy fácil colaborar. Pero esa es
básicamente mi entrada en el tema. Por eso, por ejemplo, no me molesto en escribir sobre las noticias
de la Fox.

Es verdad, las noticias de la Fox ofrecen la posibilidad de asomarse a otro discurso. Me gustaría ahondar
en esa diferencia: ¿su objetivo es examinar el discurso de élite mientras que el de Ed estaba más
centrado en las estructuras económicas de nuestro sistema de medios de comunicación?
Eso es, esa parte del libro es suya por entero. Y era también lo que le interesaba profesionalmente. Por
ejemplo, uno de sus libros más importantes fue Corporate Control, Corporate Power (Control
corporativo, poder corporativo).

Sin embargo, las estructuras económicas de los medios, como el poder monopolístico y el
mercantilismo, suelen favorecer los discursos dominantes.

¿Hay alguna diferencia en la manera en que las instituciones de los medios de comunicación perpetúan
los discursos de élite hoy en día? Sé que ya le han preguntado esto otras veces, pero ¿sigue siendo
relevante el modelo de propaganda en nuestra era digital?

Herman y yo actualizamos el libro para tener en cuenta el auge de internet, pero llegamos a la
conclusión de que no había cambiado gran cosa. Las fuentes de información siguen siendo las mismas. Si
quieres saber qué está pasando en Karachi, no encuentras información fiable en Facebook ni en
Instagram que no sea la que se filtra de los principales medios de comunicación. Por eso, lo primero que
hago por las mañanas es leer The New York Times, Washington Post, Financial Times, etcétera. De ahí es
de donde viene la información.

O sea, que aunque por encima parezca que disponemos de diversos tipos de información, buena parte
todavía proviene de las mismas fuentes mayoritarias.

Así es. Puedes obtener información de otras fuentes, internet te permite leer la prensa extranjera si te
interesa. Pero creo que el efecto principal de internet es limitar la variedad de información a la que
accede la mayoría de la gente a fuerza de empujarlos a las burbujas de las redes sociales. El modelo de
propaganda es básicamente el mismo.

Pero bueno, ha habido otros cambios de diversa índole. Uno de ellos, por supuesto, no es más que el
declive de los medios. Por ejemplo, yo he vivido buena parte de mi vida en Boston, y The Boston Globe,
cuando estaba allí, era un periódico de verdad. Tenía una de las mejores coberturas del país sobre
Centroamérica, por ejemplo. Ahora ni siquiera merece la pena suscribirse. Es básicamente una agencia
de noticias. Lo mismo ocurre con The San Francisco Chronicle y muchos otros periódicos. Hay mucha
limitación en las principales fuentes de información.
Por otra parte, si se analiza un periódico como The New York Times, se nota que le han afectado
considerablemente los cambios en el nivel general de concienciación y sensibilización. El efecto
civilizador del activismo de los años sesenta y sus repercusiones ha afectado a los periodistas, a los
editores, al contenido y a todo. Mucho de lo que aparece hoy en el Times habría sido impensable hace
un par de décadas. Mire el de esta mañana: el artículo principal es sobre la destrucción de Gaza.

El cambio en la cobertura mediática ha sido impresionante.

No nos habríamos encontrado con algo así hace un par de años, ¿verdad? Es uno de los efectos que ha
tenido el activismo popular a la hora de cambiar la forma en la que el país entiende las cosas. Pero claro,
genera una reacción negativa, así que también obtenemos todo lo contrario. El Proyecto 1619 [proyecto
periodístico de largo alcance, publicado por el New York Times en agosto de 2019, cuyo objetivo es
replantear la historia de EE.UU. “colocando las consecuencias de la esclavitud y las contribuciones de los
estadounidenses negros” en el centro de la narrativa nacional] recibió su correspondiente aluvión de
quejas de historiadores: que si había una nota al pie que estaba mal y eso. Pero fue un auténtico avance
el hecho de poder analizar 400 años de atrocidades en un periódico de gran tirada. Si nos remontamos a
la década de los sesenta, por ejemplo, sería inconcebible. Ahora estamos empezando a enfrentarnos a
parte de esa historia.

Resulta que el periódico de hoy también trae un artículo importante acerca de las atrocidades
canadienses cometidas contra la población indígena: el asesinato en unos internados dirigidos por la
Iglesia católica de cientos de niños, puede que de miles, a los que básicamente los secuestraban y los
obligaban a entrar en estas escuelas de reeducación. En los años sesenta ni siquiera se podía hablar de
algo así. Hasta historiadores profesionales e importantes antropólogos nos decían: “Bueno, aquí no
había más que unos pocos cazadores-recolectores rezagados deambulando por el país, no había
prácticamente nada”. Todo ha cambiado radicalmente, y es así con un tema tras otro. Tampoco quiero
exagerar. Sigo emitiendo el mismo tipo de críticas que he formulado durante años, pero el marco ha
cambiado. El activismo ha abierto oportunidades importantes.

Yo también comparto parte de ese optimismo, pese a todo. Sin embargo, también sufrimos claramente
las consecuencias de la desinformación y la propaganda en nuestros medios de comunicación, cada vez
más degradados. ¿Hay otras formas de censura que expliquen la limitación de nuestro imaginario
político?
Oh, claro, hay una profunda labor de censura. Mire otro artículo de esta mañana: el gobernador de
Florida está promoviendo leyes para investigar las opiniones de los estudiantes en las universidades del
estado y asegurarse de que hay lo que él llama “diversidad”, es decir, suficiente ideología de derechas.
Quiere asegurarse de que las opiniones de extrema derecha tienen un papel primordial, en vez del papel
importante que ya tienen. Es control del pensamiento al más puro estilo estalinista.

Mientras tanto, siguen inventando villanos imaginarios de izquierda y delitos de pensamiento.

Un ejemplo llamativo es el ataque que sufre en los estados republicanos la denominada “teoría crítica
de la raza”. Está claro que no tienen la menor idea de qué es la teoría crítica de la raza, pero para ellos
supone cualquier tipo de debate sobre temas como el Proyecto 1619, la voluntad de enfrentarnos a la
historia real del país y al terrible legado que dejó. No se puede permitir porque puede acabar con el
dominio de la supremacía blanca. Hay que asegurarse de que no ocurra con una labor directa de censura
en colegios y universidades. Así mismo, la derecha ha desenterrado acusaciones sobre una pequeña
escuela no sé dónde, no me acuerdo, que adoctrinaba a alumnos de tercero para que apoyasen los
derechos de las personas transgénero, y ahora invaden las redes de ultraderecha. No cabe duda de que
este tipo de censura ocurre y es importante, pero es un complemento a la iniciativa más amplia de
dificultar el derecho al voto y asegurarse de que dominen las doctrinas de la supremacía blanca
cristiana, tengan el apoyo popular que tengan.

Aparte de esta descarada forma de censura, ¿hay otros medios más sutiles de limitar el debate?

Sí, los ves cada vez que abres el periódico. Mire, volvamos al New York Times de esta mañana: informan
sobre la última votación de la ONU, 184 votos a favor y dos en contra, de terminar con el embargo
estadounidense que está oprimiendo a Cuba y que es un escándalo internacional. Es interesante analizar
la redacción. Dicen que es la manera de marcar distancia por parte de “los críticos con Estados Unidos”.
Los críticos con Estados Unidos resulta que son el mundo entero menos Israel, que tiene que seguirle la
corriente a Estados Unidos porque es un Estado cliente. Así que, en esencia, según el Times, no es más
que la oportunidad de que el mundo entero demuestre su crítica irracional hacia Estados Unidos. La
narrativa no puede ser que Estados Unidos está cometiendo un delito grave que el mundo detesta y
rechaza. No es censura directa, pero instruye sobre cómo se supone que tenemos que ver las cosas: que
el mundo no está en sintonía con Estados Unidos, no se sabe por qué.

O sea, que sigue habiendo una frontera tácita. Creo que también entra en juego cuando hablamos del
papel del capitalismo y de cómo funcionan nuestros medios de comunicación dentro del sistema
capitalista. Apenas se oye hablar de esas conexiones en los medios… ni en buena parte del discurso
académico, siquiera.

Eso es indiscutible. De hecho, resulta interesante echarle un vistazo a la historia del debate en torno al
capitalismo. Incluso en los años sesenta, al contrario de lo que se cree, no había muchas inclinaciones
anticapitalistas, ni siquiera entre la izquierda radical. Me acuerdo de una charla espectacular que dio el
presidente de los SDS [Estudiantes por una Sociedad Democrática, por sus siglas en inglés], Paul Potter,
en 1965, en la que defendía que había que “nombrar el sistema” cuando hablábamos de problemas
sociales importantes. Sin embargo, él no lo hizo, no mencionó ni una vez la palabra capitalismo. Eran los
sesenta. Hoy es distinto. Podemos hablar de capitalismo, pero solo un poco. En realidad, todavía no se
puede insinuar que haya otras opciones aparte del capitalismo.

Hablando de alternativas al capitalismo, desde la izquierda somos rápidos a la hora de criticar los medios
corporativos, pero no tanto cuando se trata de discutir alternativas sistémicas. Como ha apuntado, hay
menos periodismo de verdad hoy en día y lo que queda se va degradando cada vez más. ¿Tiene alguna
idea de cómo podría ser un sistema de medios de comunicación no capitalista?

Me hago alguna idea después de leer su libro, así que voy a venderle miel al colmenero si le cuento lo
que usted ha escrito. Pero bueno, usted analizaba cómo los fundadores de la República de Estados
Unidos creían que el Gobierno debía subvencionar con fondos públicos la difusión de medios
informativos variados. En este sentido, debería entenderse que la Primera Enmienda proporciona lo que
se denomina “libertad positiva”, no solo “libertad negativa”. Debería crear oportunidades para la
información libre e independiente. Subvencionar los medios informativos era una de las funciones
principales de la oficina de correos. La inmensa mayoría del tráfico del servicio postal se componía de
periódicos.

De modo que esa es una alternativa. De hecho, prácticamente todos los países democráticos tienen un
sistema público de medios de comunicación con fondos suficientes, excepto Estados Unidos. Su obra y
las de Bob McChesney analizan la historia de cómo el sistema de medios estadounidense pasó a estar
más manejado por las empresas en comparación con otros sistemas del mundo. En Estados Unidos, el
interés comercial y sus aliados destruyeron y acabaron con iniciativas de radio y televisión para crear un
mayor sistema público de medios como contrapartida al sector privado, por eso no llegó a consolidarse
aquí.
Resulta instructivo oír que apoya la subvención de los medios para construir un sistema democrático y
de propiedad pública al margen del mercado (algo que evidentemente comparto), pero ¿hay otros
enfoques? ¿Cómo sería un modelo socialista libertario?

Está claro que las subvenciones públicas a los medios son una posibilidad dentro del marco actual de
instituciones, sin siquiera cambiarlas, simplemente recuperando las ideas que se supone que
veneramos, los famosos fundadores. Pero hay mucho más. Como a finales del siglo XIX, que teníamos
una prensa obrera muy diversa, independiente y con inquietudes. Publicaba artículos muy interesantes,
entre ellos crónicas, análisis y debates serios escritos por trabajadores, muchos de los cuales tenían poca
o ninguna educación formal, pero producían obras tremendamente destacadas (por ejemplo, el trabajo
de las denominadas factory girls, las mujeres jóvenes que trasladaron del campo a las fábricas). Esa
dinámica prensa obrera duró mucho tiempo en Estados Unidos, llegando a adentrarse en la década de
1950 y condenando el “sacerdocio comprado” que servía al poder privado en los principales medios de
comunicación. Pero terminó arrollada por la concentración de capital y la dependencia de los
anunciantes.

Todo eso puede recuperarse, todas esas posibilidades para los medios de comunicación liberados del
control corporativo o estatal. Y en cuanto a los medios de comunicación públicos, hasta cierto punto
pueden tener más libertad que los medios comerciales. La medida de su libertad depende en gran parte
del nivel de democracia en la sociedad en general. Si están controlados por el Estado bajo el mando de
la Rusia estalinista, obviamente no van a ser libres, pero si es la BBC del Reino Unido, entonces sí,
pueden ser razonablemente libres (no totalmente libres, para nada, pero razonablemente libres).

Una última pregunta que no tiene que ver con los medios directamente, pero que se me antoja
pertinente, sobre todo dados los recientes ataques a académicos progresistas. En el imaginario popular,
la academia está plagada de enconados izquierdistas. Sin embargo, sabemos que es
predominantemente una institución liberal, donde los de izquierdas son una pequeña minoría. ¿Tiene
algún consejo para los radicales que actualmente están intentando hacerse un hueco en el sistema y ser
eficaces activistas académicos?

Es difícil porque hay muchas barreras. El mundo académico es básicamente de centro. Dicen que es
liberal, que para los estándares internacionales significa más o menos de centro. Puede que esté
alineado con el Partido Demócrata, pero ni siquiera es socialdemócrata. Si intentas desligarte y ser más
radical, encuentras trabas. Suelen ser sutiles, comentarios como “este no es el tipo de tema en el que
quieres trabajar”, que es otra forma de decir “más te vale espabilar y hacer otra cosa”. Hay que
enfrentarse a la realidad del sistema doctrinal e intentar ampliar los límites. A veces se encuentran
compañeros que te apoyan y te permiten superar esas limitaciones, pero muchos no lo van a hacer. Así
que hay que entender la naturaleza de la institución, la naturaleza de los factores que la llevan a
funcionar así, y luego, intentar encontrar una vía a través de la maraña de dificultades.

--------------------

*Victor Pickard es profesor de políticas de medios de comunicación y economía política en la Escuela de


Comunicación Annenberg de la Universidad de Pensilvania, donde codirige el Media, Inequality &
Change Center (Centro de medios, desigualdad y cambio).

Esta entrevista se publicó en The Nation.

Texto traducido por Ana González Hortelano para CTXT

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Byung-Chul Han: La cultura digital hace que en cierto modo el hombre se atrofieIlustración: Avery Kua.
"La sociedad de la transparencia elimina todos los rituales y ceremonias, en cuanto que estos no pueden
hacerse...

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Byung-Chul Han: La cultura digital hace que en cierto modo el hombre se atrofie

Ilustración: Avery Kua.

"La sociedad de la transparencia elimina todos los rituales y ceremonias, en cuanto que estos no pueden
hacerse operacionales, porque son un impedimento para la acelaración de los ciclos de la información,
la comunicación y la producción." - Byung-Chul Han
Texto del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que forma parte de un extracto de su libro ‘Loa a la
tierra’, publicado por la editorial Herder el 15 de marzo del 2019. Traducción de Alberto Ciria.

Por: Byung-Chul Han

Desde que trabajo en el jardín percibo el tiempo de manera distinta. Transcurre mucho más lentamente.
Se dilata. Me parece que falta casi una eternidad hasta que llegue la próxima primavera. La próxima
hojarasca otoñal se distancia hasta una lejanía inconcebible. Incluso el verano me parece infinitamente
lejano. El invierno se me hace ya eterno. El trabajo en el jardín invernal lo prolonga. Jamás me resultó
tan largo el invierno como en mi primer año de jardinero. Sufrí mucho a causa del frío y la helada
persistente, pero no por mí, sino sobre todo por las flores de invierno, que mantenían su floración
incluso con la nieve y en plena helada persistente. Mi mayor preocupación eran las flores, y por eso les
brindaba mi asistencia. El jardín me aleja un paso más de mi ego. No tengo hijos, pero con el jardín voy
aprendiendo lentamente qué significa brindar asistencia, preocuparse por otros. El jardín se ha
convertido en un lugar del amor.

El tiempo del jardín es un tiempo de lo distinto. El jardín tiene su propio tiempo, sobre el que yo no
puedo disponer. Cada planta tiene su propio tiempo específico. En el jardín se entrecruzan muchos
tiempos específicos. Los azafranes de otoño y los azafranes de primavera parecen similares, pero tienen
un sentido del tiempo totalmente distinto. Es asombroso cómo cada planta tiene una conciencia del
tiempo muy marcada, quizá incluso más que el hombre, que hoy de alguna manera se ha vuelto
atemporal, pobre de tiempo. El jardín posibilita una intensa experiencia temporal. Durante mi trabajo en
el jardín me he enriquecido de tiempo. El jardín para el que se trabaja devuelve mucho. Me da ser y
tiempo. La espera incierta, la paciencia necesaria, el lento crecimiento, engendran un sentido especial
del tiempo. En Crítica de la razón pura, Kant describe el conocimiento como una actividad remunerada.
Según Kant, el conocimiento trabaja por una “ganancia realmente nueva”. En la primera edición de
Crítica de la razón pura, Kant habla de “cultivo” en lugar de “ganancia”. ¿Qué motivo pudo haber tenido
Kant para reemplazar “cultivo” por “ganancia” en la segunda edición?
Acaso “cultivo” le recordara demasiado a Kant la amenazadora fuerza del elemento, la tierra, la
incertidumbre y la imprevisibilidad inmanentes a ella, la resistencia, el poder de la naturaleza, que
habrían incomodado sensiblemente el sentimiento de autonomía y libertad del sujeto kantiano. El
asalariado urbanita podrá desempeñar su trabajo independientemente del cambio de las estaciones,
pero eso le resulta imposible al campesino, que está sujeto a su ritmo. Posiblemente el sujeto kantiano
no conozca la espera ni la paciencia, que Kant rebaja a “virtudes femeninas”, pero que son necesarias en
vista del lento crecimiento de aquello que fue encomendado a la tierra. Quizá a Kant le resultara
insoportable la incertidumbre a la que queda expuesto el campesino.

En su obra Amor y conocimiento, Max Scheler señala que, “de una forma extraña y misteriosa”, san
Agustín atribuye a las plantas la necesidad “de que los hombres las contemplen, como si gracias a un
conocimiento de su ser al que el amor guía ellas experimentaran algo análogo a la redención”. El
conocimiento no es una ganancia, o al menos no es mi ganancia, ni es mi redención, sino la redención de
lo distinto. El conocimiento es amor. La mirada amorosa, el conocimiento al que el amor guía, redime a
la flor de su carencia ontológica. El jardín es, por tanto, un lugar de redención (…)

Me gustan mucho las flores que aman la sombra. Byung-Chul significa “luz clara”. Pero sin sombra la luz
ya no es luz. Sin luz no hay sombra. Luz y sombra van juntas. La sombra da forma a la luz. Las sombras
son sus hermosos contornos.

El nombre en latín de la dedalera es Digitalis. La palabra digital se refiere al dedo, en latín digitus,
término con el que también está emparentada etimológicamente la palabra índice, que designa el dedo
que se emplea sobre todo para contar. La cultura digital hace que en cierto modo el hombre se atrofie
hasta convertirse en un pequeño ser con carácter de dedo. La cultura digital se basa en el dedo que
numera, mientras que la historia es una narración que se cuenta. La historia no numera. Numerar es una
categoría poshistórica. Ni los tuits ni las informaciones componen una narración. Tampoco el timeline
narra una biografía, la historia de una vida. Es aditivo y no narrativo. El hombre digital maneja los dedos
en el sentido de que constantemente está numerando y calculando. Lo digital absolutiza el número y la
numeración.

También lo que más se hace con los amigos de Facebook es numerarlos. Pero la amistad es una
narración. La época digital totaliza lo aditivo, el numerar y lo numerable. Incluso los afectos se cuentan
en forma de likes. Lo narrativo pierde enormemente relevancia. Hoy todo se hace numerable para poder
traducirlo al lenguaje del rendimiento y la eficiencia. Además, el número hace que todo sea comparable.
Lo único numerable es el rendimiento y la eficiencia. Así es como hoy todo lo que no es numerable deja
de ser. Pero ser es un narrar y no un numerar. El numerar carece de lenguaje, que es historia y recuerdo.
(…)

Hoy tenemos mucho que decir, mucho que comunicar, porque somos alguien. Hemos perdido el hábito
tanto del silencio como de callarnos. Mi jardín es un lugar del silencio. En el jardín yo creo silencio. Estoy
a la escucha, como Hiperión:

Todo mi ser enmudece y se pone a la escucha cuando la tierna ola de aire revolotea por mi pecho.
Perdido en el vasto azul, a menudo lanzo mi mirada fuera, hacia el éter, y la adentro en el mar sagrado,
sintiendo que un espíritu afín me abre sus brazos, como si el dolor de la soledad se desvaneciera en la
vida de la divinidad. Ser uno con todo: esa es la vida de la divinidad y ese es el cielo del hombre.

La digitalización aumenta el ruido de la comunicación. No solo acaba con el silencio, sino también con lo
táctil, con lo material, con los aromas, con los colores fragantes, sobre todo con la gravedad de la tierra.
La palabra humano viene de humus, tierra. La tierra es nuestro espacio de resonancia, que nos llena de
dicha. Cuando abandonamos la tierra nos abandona la dicha.

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