Me Estresas
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May 9, 2013
Hoy les dejo la primer obra de teatro de Francisco Compañ Bombardó que publicaremos
en el sitio, la misma es una comedia en la que participa una joven pareja, espero la
disfruten y comenten. Es una obra en tono de comedia que aunque parezca más larga que
otras son textos en su mayoría cortos que aceleran la reproducción de la misma.
Titulo: Me estresas
Autor: Francisco Compañ Bombardó
Personajes:
ACTO ÚNICO
Al levantarse el telón la escena representa el salón de una casa de clase media. El CHICO
está sentado en el sofá leyendo un libro. La CHICA aparece cargada con unas diez bolsas,
pues viene de las rebajas.
COMIENZA LA ACCIÓN
– Chico: (Al ver aparecer a su mujer cargada de bolsas.) ¿Has encontrado lo que
querías?
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– Chica: (Acelerada) Cariño, ¿te parece a ti que haya encontrado lo que quería?
(Mostrando las bolsas.)
El CHICO sonríe cómplice, y vuelve a centrar su vista en el libro.
– Chica: ¿Me estás diciendo que no he mirado bien? ¿Me estás queriendo decir que no sé
buscar la prenda que yo quiero?
– Chico: No, no… Lo decía porque con el alboroto de gente… Pues tal vez no te hayas
fijado.
– Chica: O sea, lo que quieres decir es que yo voy como una loca por los sitios. Sin fijarme
ni nada.
– Chico: Simplemente hay días en que uno está más despistado que otros. Es algo normal.
– Chica: Será normal para ti. Que siempre estás despistado. Y con esa calma… ¡¡Qué
parece que no tienes sangre, hijo!!
– Chica: ¡¡Já!! Permíteme que me ría. Yo sí tengo días malos. Cada veintiocho días. Y no
sé aún a qué huelen las nubes. La regla duele, ¿sabes?
– Chica: ¿Te molesta que te lo diga? Ahora ya no le puedo decir a mi marido que me duele
cuando me viene. Vamos, que tendré que sufrir en silencio. ¡¡Esto es el colmo!!
– Chica: ¿Vas a decir que interpreto mal tus palabras? Siempre decías que con una
mirada me entendías; y ahora dices que interpreto mal tus palabras.
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– Chico: Ay cielo. Anda cuéntame, ¿qué te has comprado en las rebajas?
– Chica: ¿Por qué piensas que todo me lo he comprado para mi? ¿No se te pasa por la
cabeza que también he podido pensar en ti?
– Chica: ¿Tu crees, cariño, que teniendo solamente todo un sábado por la tarde para
comprar puedo acordarme de tus gustos? No hijo. Eso es ser muy egoísta por tu parte.
– Chica: ¿Me quieres volver loca? ¿Me quieres hacer luz de gas?
– Chica: ¿Y por qué lo sabes? ¿Es que me has seguido? ¿Qué pasa? ¿No te fías de mí?
– Chico: Pero, cielo, si tu me has dicho esta mañana que ibas a las rebajas.
– Chica: También te digo a veces que duele la cabeza y tú dale que te pego; que si quieres
arroz Catalina.
– Chico: Es distinto…
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– Chica: Ah, es distinto… Cuando a ti te da la gana me crees y cuando a ti te da la gana no
me crees. Esto no funciona así, cariño. Veo que hay ocasiones en las que dudas de mí.
– Chico: ¿Yo?
– Chico: No lo entiendo.
– Chica: Cuatro años de casados y me dices que no te he enseñado nada. Di más bien que
tú no has querido aprender nada.
– Chica: A nada. Para que tú aprendas algo tiene que venir escrito en esos libros que lees.
Hay más mundo fuera, ¿sabes?
– Chica: Lo dices como si tú fueses el único que trabajases. No te tienes que poner tan
machito; que yo también traigo un sueldo a casa.
– Chica: Que yo también ¿qué? ¿Me estás llamando machito? ¿No te parezco femenina?
¿No te gusto? Si es eso dímelo, ¿eh?
– Chica: Entonces ¿qué es? Porque, vamos, me has dicho que soy un tío en toda mi cara.
– Chica: Otra vez me quieres volver loca. Con lo contenta que he venido de las rebajas. Y
llego a casa y tú sólo quieres discutir.
– Chico: ¿Yo?
– Chica: Con eso crees que se arregla todo. Qué equivocado estás. El abracito es la
consecuencia de algo; no la solución a un problema.
– Chica: ¿No te das cuenta que tenemos un claro problema de falta de comunicación?
– Chica: Desde luego, tienes salidas para todo. Siempre haces las cosas sin darte cuenta.
Lo de la taza del váter, ¿también es sin darte cuenta?
– Chica: “Bueno yo” ¡¡No cariño!! Que los calcetines se guardan de dos en dos. Y que las
camisas cuando llegas a casa no se tienen que convertir en amasijos de tela
necesariamente. Y que los zapatos no se limpian solos… Que no soy tu madre para ir detrás
tuya limpiando por donde pasas.
– Chica: ¡¡Qué!! ¡¡Cómo!! Mira… (Poniéndose muy dramática.) Estás consiguiendo hacer
de este sábado el más triste de todos.
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– Chico: (Levantándose y dirigiéndose hacia ella para abrazarla.) Ay, mi niña.
– Chico: (Dándose cuenta del error de la frase anterior.) No, no, no… Lo que he querido
decir es que yo “no” no he querido saber nada de ti.
– Chica: Pero, cari, vamos a ver. ¿Tú crees que soy tonta?
– Chica: Qué razón siempre ha tenido mi madre. “Esos que son tan callados son los
peores”, me dijo. Y tú vas y me lo confirmas.
– Chica: Es lo que faltaba. Que ahora te metas con mi madre. ¿Qué te hemos hecho?
– Chico: A mí nada.
– Chica: Entonces, a qué vienen esos insultos hacia mi madre y hacia mí.
– Chica: ¡¡Qué cínico!! Eres el marido más cínico que he tenido en mi vida.
– Chica: Sí. El que más me quiere amargar la existencia. Con la de pretendientes que he
tenido.
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– Chico: (Sonriendo angelicalmente.) Pero al final te casaste conmigo.
– Chica: Ya estamos con las preguntas trampa, ¿no? Cada vez que tengo una pregunta
interesante me sales con lo de las preguntas trampa. ¿Sabes? Creo que eso de las preguntas
trampa es una milonga que os habéis inventado los hombres para no contestar.
– Chico: ¿Tú crees? (Se hace un silencio. Esta pregunta ha sido una pregunta trampa.)
– Chico: Tienes razón. ¿Me vas a enseñar algo de lo que te has comprado?
– Chica: ¿Flores? ¿Cuándo me vas a regalar flores, cari? Nunca me regalas flores; nunca
me regalas nada.
– Chica: No has parado desde que he entrado por esa puerta. Y llego a casa y qué me
encuentro. A mi marido con ganas de discutir.
– Chico: Que no, que no. Que no tenía antes y tampoco tengo ahora.
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– Chica: Entonces para qué me dices que tienes ganas de discutir.
– Chico: ¿A discutir?
– Chica: Ah muy bien. Me estás diciendo que desde que he llegado no me has escuchado
nada de lo que te he dicho. Tu único interés era el librito.
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– Chico: A la pregunta.
– Chico: Claro que no. Cómo voy a querer discutir contigo. (ELLA sonríe.) Es imposible.
– Chico: (Dándose cuenta del error al decir eso.) Pero de buen rollo, ¿eh?
– Chica: Sí. Todo el buen rollo que tú quieras, pero me das la razón como a las tontas.
¿Sabes que en algunos países eso es motivo de divorcio?
– Chica: ¿Pero tú te crees que soy tonta? (Se vuelve a hacer un silencio.)
– Chico: Bueno, cielo, ¿me vas a enseñar “todo” lo que te has comprado?
– Chica: No exactamente.
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– Chica: No exactamente, cariño. Las cosas son así.
– Chico: ¿Me estás diciendo que en esas diez bolsas que traes no está “exactamente” lo
que querías?
– Chica: Lo que “exactamente” quería voló los dos primeros días de rebajas.
– Chica: No exactamente.
– Chica: Sólo me gustó esta pulserita. (Saca de una de las bolsas una bolsita muy
pequeñita, y extrae una pulsera.)
– Chica: Ay cari, pareces tonto. Cuando compré la pulserita me dije: ¿y qué hago yo con
esta pulserita que no me combina con nada? Así que busqué rápidamente unos pendientes
a juego. Pero con unos pendientes y una pulserita, cariño, no se sale a la calle. Por lo
menos yo no. Hace falta algo más.
Y de repente se me presenta ante mí una blusa ideal; de ésas que la hacen a una más guapa
de lo que es. Y ya te imaginas, la blusa necesitaba unos pantalones crema preciosos. Y justo
en el expositor de los pantalones había un cinturón marrón precioso. Imagínate, cariño,
me llamó enseguida la atención; y claro, a mi me llaman y yo voy. Así que de repente me vi
con una pulsera, unos pendientes, una blusa, unos pantalones y un cinturón. ¿Crees que
hace falta algo más? (El MARIDO se encoge de hombros cariacontecido.) Claro que sí, cari.
Claro que sí. Ese cinturón marrón estaba llamando a gritos unos zapatos marrones. Así que
me dirigí a una zapatería en busca de unos zapatos marrones. ¿Y qué crees que hice en la
zapatería?
– Chica: Sí. Me compré unos zapatos marrones cerrados con cordón; con un taconazo que
te mueres. Pero pensé que tenía que darle una mayor variedad a la combinación de
zapatos. Así que me compré unos abiertos del mismo tono; una botas color café y uno
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botines. Y al salir de la zapatería me vino un flash. ¡¡Ay cariño!! Que se me había olvidado
comprarme la chaqueta de los pantalones; así que corrí y corrí hasta llegar a la tienda. Y
no encontraba la dichosa chaqueta. Así que pensé en devolverlo todo.
– Chica: Pero de repente colgada en una percha con un montón de chaquetas negras o
azules, o azules y negras. Es que nunca sé si son azules o negras. Que yo no sé por qué a ese
azul tan negro le llaman marino; si el mar no tiene ese color. En fin, para no hacerte larga
la película; cogí la chaqueta marrón de entre todas las negras. O azules. Pero cuando
estaba en caja para pagar se me pasó por la cabeza que también lo podría combinar con un
chaleco. Así que, cari, me traje también el chaleco.
– Chica: Y ya venía para casa cuando al salir de la tienda me vino un aire frío; de esos
helados que ha hecho estas navidades. Y me dije, Inma, tienes que comprarte un abrigo
bueno. Y he encontrado uno buenísimo, de piel de asno andino.
– Chico: El abrigo.
– Chica: ¿Cómo lo has sabido? (El CHICO pone cara de circunstancias.) Y ya puesta me
miré y me dije que cómo iban a desentonar unos guantes negros con tanto marrón; así que
fui a una peletería y me compré unos guantes de piel.
– Chico: Marrones.
– Chica: Sí, claro. Marrones. ¿De qué color si no? Y luego pensé que necesitaba el
complemento de los complementos. Un bolso.
– Chica: (Mientras ordena las bolsas.) Por cierto, cari, no encontré mi tarjeta y he usado
la tuya.
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– Chica: Pero no te preocupes, cielo. He vuelto en autobús para no hacer mucho gasto.
El CHICO se levanta y hace mutis hacia uno de los laterales. Desapareciendo de la escena.
Desde la escena se le escucha pegar gritos para desahogarse. Al poco tiempo vuelve a
aparecer por el mismo lateral que salió. Aparece con cara relajada; se siente y coge el libro.
Y ante la mirada asombrada de su mujer le pregunta.
Fin
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