Los masoretas fueron eruditos judíos que, entre los siglos VI y VII d.C., dividieron la Biblia hebrea en párrafos y añadieron marcas diacríticas y signos vocálicos para preservar la pronunciación y estructura del texto original. También establecieron reglas estrictas para la copia de nuevos manuscritos que aseguraran la exactitud de cada copia. Su trabajo ayudó a conservar un texto uniforme de la Biblia hebrea hasta la actualidad, como lo demuestran los hallazgos de
Los masoretas fueron eruditos judíos que, entre los siglos VI y VII d.C., dividieron la Biblia hebrea en párrafos y añadieron marcas diacríticas y signos vocálicos para preservar la pronunciación y estructura del texto original. También establecieron reglas estrictas para la copia de nuevos manuscritos que aseguraran la exactitud de cada copia. Su trabajo ayudó a conservar un texto uniforme de la Biblia hebrea hasta la actualidad, como lo demuestran los hallazgos de
Los masoretas fueron eruditos judíos que, entre los siglos VI y VII d.C., dividieron la Biblia hebrea en párrafos y añadieron marcas diacríticas y signos vocálicos para preservar la pronunciación y estructura del texto original. También establecieron reglas estrictas para la copia de nuevos manuscritos que aseguraran la exactitud de cada copia. Su trabajo ayudó a conservar un texto uniforme de la Biblia hebrea hasta la actualidad, como lo demuestran los hallazgos de
Los masoretas fueron eruditos judíos que, entre los siglos VI y VII d.C., dividieron la Biblia hebrea en párrafos y añadieron marcas diacríticas y signos vocálicos para preservar la pronunciación y estructura del texto original. También establecieron reglas estrictas para la copia de nuevos manuscritos que aseguraran la exactitud de cada copia. Su trabajo ayudó a conservar un texto uniforme de la Biblia hebrea hasta la actualidad, como lo demuestran los hallazgos de
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IGLESIA BÍBLICA BAUTISTA “FE”
SEMINARIO BÍBLICO BAUTISTA “FE”
SAN JUAN DE LOS MORROS, EDO. GUÁRICO BIBLIOLOGÍA
Docente: Ps. Guillermo Camejo.
Seminarista: José Troncoso.
HISTORIA Y OBRA DE LOS “MASORETAS”
Los “Masoretas” fueron judíos que, hasta el siglo VI de la era
cristiana, dividieron la Biblia en párrafos, grandes y pequeños, de la manera en que podemos encontrarlos hoy en los textos bíblicos hebreos.
El término “masoreta” es acuñado a partir de la expresión
“Masora” que es el término hebreo para “Tradición”, haciendo referencia a la forma correcta del texto de las Escrituras. Estos eruditos, además, introdujeron muchas marcas diacríticas para señalar ubicaciones de pasajes difíciles. Aunque no existen manuscritos de la Biblia de ese período, si hay evidencias de cómo estos hombres se esforzaron por asegurar la transmisión exacta del texto a las generaciones futuras y, además, consignaron los resultados de sus trabajos en monografías y en anotaciones hechas a la Biblia.
Estos judíos tuvieron que enfrentarse a una realidad que ponía en
peligro la tradición escritural y la transmisión exacta de la misma, y es que el hebreo de los tiempos bíblicos se había convertido en una lengua muerta para los tiempo del silgo VI y VII de la era cristiana. Por este motivo, los masoretas inventaron un sistema de signos vocálicos que se añadieron a las consonantes hebreas; de esta manera, simplificaron la lectura de la Biblia hebrea, conservando la pronunciación original. Por si eso fuera poco, crearon además un complejo sistema de acentos, para poder mantener la estructura poética, tanto para los libros en prosa, como para Salmos y Job. Lo interesante es que, cada vez que los masoretas consideraban que algo debía leerse de manera diferente a como el hebreo antiguo indicaba, ellos colocaban al margen sus consideraciones lingüísticas, pero no modificaban el texto original. Los acentos consistían en signos diferentes añadidos al texto que indicaban matices de pronunciación y énfasis,
Respecto a la distribución de nuevas copias de la Biblia, los
masoretas establecieron reglas detalladas y exactas que debían aplicarse durante dicha producción. Estos eruditos no iban a permitir esos detalles a la consideración de los escribas. Muy por el contrario, desde el largo de las líneas y columnas, hasta el color de tinta que debía emplearse, todo era regulado por estas normas masoréticas. Para poder aprobar las copias, contaban las palabras de cada libro, y se fijaban en la palabra que quedaba a la mitad de cada libro para así corroborar la exactitud de cada copia. Todos estos detalles se recogían a modo de información estadística y se añadía al final del libro en una hoja indicando la cantidad exactas de palabras por libro y cual palabra se encontraba en la mitad de cada uno de ellos, junto a otros detalles. Con el transcurrir del tiempo, los “soferim” o copista de la Tanaj, empezaron a introducir cambios a las Escrituras, tales como modificar el texto hebreo primitivo de 134 pasajes a fin de que se leyese “Adho- nái” en lugar de YHWH. En otros pasajes se utilizó la expresión “Elo- him”. Los masoretas se percataron de estas sutiles modificaciones, y decidieron registrar ese hecho en el margen o al final del texto hebreo. Esas anotaciones al final del texto fueron conociéndose como la “masoret” (lit. “Tradición”), definida como la doctrina de los rabinos que fija la interpretación de los textos sagrados judíos para conservar su pureza.
La fidedignidad de los textos masoréticos quedó en evidencia
cuando se descubrieron los rollos del Mar Muerto, y se comprobó que coinciden en una alta proporción con las versiones revisadas de estos eruditos, siendo inclusive superior a las nuevas copias que habían ido surgiendo por otras fuentes. La literatura corresponde un 60% de los rollos encontrados en Quemrán como versiones proto-masoréticas. Lo cierto es que, a partir del trabajo de los masoretas, se aseguró que cada copia del Tanaj fuera igual, y hasta se podían leer de la misma forma, gracias al exhaustivo trabajo lingüista que se propusieron.
Como recopilación de sus grandes obras, podemos resaltar el
Códex de Aleppo, que data del siglo X aproximadamente, siendo la versión más antigua conocida del texto masorético de la Biblia hebrea; aunque, lamentablemente, gran parte del mismo se quemó en 1947. Por otra parte, tenemos el Códice de Leningrado que data del año 1008, siendo la versión masorética completa más antigua que se conserva hasta la actualidad.