La Culpa
La Culpa
La Culpa
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Lo primero que debes saber es que la culpa es una emoción más1, igual
que lo es el miedo, la tristeza y también la alegría. Se trata por tanto de
un sentimiento normal, común a todas las personas ¿Quién no ha dicho
alguna vez “me siento culpable por…”?. El problema surge cuando esta
culpa, que te adelantamos resulta sana y positiva, se experimenta con
demasiada frecuencia, intensidad o duración, e influye negativamente
en nuestro bienestar. Cuando esto pasa, pierde su función adaptativa y
se convierte en algo molesto, que nos bloquea para actuar y que daña
de manera importante nuestra autoestima.
Pero te has preguntado alguna vez ¿para qué nos sentimos culpables?
Las emociones cumplen una función adaptativa y ésta, en concreto,
puede traer consigo aspectos muy positivos si se convierte en
responsabilidad. Se trata de una emoción reguladora que nos invita a
evitar daños futuros. Podemos por tanto definir la culpa como ese
sentimiento incómodo, ocasionado por la percepción de que se ha
hecho, dicho, pensado o sentido algo que no debíamos. Se trata de un
patrón de respuesta emocional que surge de la creencia de haber
incumplido las normas (éticas o sociales), y con ello haber causado
algún daño a otra persona. Es difícil hablar de culpa sin nombrar otros
sentimientos vinculados a ella, tales como la tristeza, el remordimiento, el
lamento, la angustia, la impotencia o la frustración. Cuando nos
sentimos culpables, muchas personas nos dirán: “No debes sentirte así”.
Incluso nosotros y nosotras mismas nos lo diremos muchas veces. Sin
embargo, los sentimientos están ahí y sabemos que lidiar con ellos
puede ser especialmente difícil pero en ningún caso imposible.
1 ¿Quieres conocer más sobre las emociones? Consulta nuestro Cuaderno Técnico “Gestión Emocional:
Conocemos y reconocemos nuestra emociones”
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Lo primero que debes saber es que el
sentimiento de culpa surge de un proceso
subjetivo, es decir, está determinado por la
interpretación y valoración que hacemos de
las circunstancias en base a nuestro sistema
de valores.
Dicho sistema de valores nos ayuda a diferenciar el “bien del mal” y nos
permite establecer los límites a nuestra conducta y a nuestros
pensamientos. Ahora bien, cuanto más rígidas sean esas normas, más
fácil será considerar que hemos sobrepasado los límites y aparecerá
con más frecuencia el sentimiento de culpa.
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La responsabilidad percibida de tener que tomar las decisiones
“adecuadas” de cara a la atención y el tratamiento.
Inquietudes respecto del factor hereditario.
Preocupación por sentir que se pasa menos tiempo con otras
personas de la familia o con amigos o amigas.
Pasar tiempo lejos del familiar para encargarse del trabajo, el
hogar y las responsabilidades familiares, o bien para tomarse un
tiempo para sí mismos. Sentir que cuando estas lejos y estas
dedicando tiempo a cualquier otra persona o actividad, no estas
donde o con quien deberías estar.
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Lo habitual es que el sentimiento de culpa se exprese como
remordimiento consciente. Es decir, una persona hace algo que va en
contra de sus propios valores y principios, por lo que se arrepiente de sus
actos y busca reparar su acción. Sin embargo, hay ocasiones en las que
las cosas no son tan claras y muchas veces nos sentimos culpables sin
saber muy bien por qué.
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Crees ser el responsable si otras personas están de mal humor.
Usas habitualmente frases del tipo "debería haber..." o "podría
haber..."
Te generas expectativas demasiado elevadas y te culpas cuando
no las cumples.
Dejas que un pequeño detalle se convierta en un día de intensa
autocrítica.
Pensar que mereces sentirte mal.
Mantienes la creencia constante de que si las cosas no van bien,
de alguna manera se debe a algo que has dicho o hecho. O a
algo que no has hecho.
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Si partimos de la premisa de que toda emoción cumple una función y
tiene un por qué, debemos considerar la necesidad de abordar los
sentimientos de culpabilidad en lugar de ignorarlos.
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Como veíamos anteriormente, el origen de la culpa puede ser variado.
Por ejemplo, una discusión con tu pareja o la sensación de que no
tenemos tiempo para disfrutar con los nuestros. Recuerda que la
vivencia de la culpa va a depender de la interpretación o valoración
que cada uno hacemos de la situación vivida.
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Sabemos que mantener una actitud positiva en todo momento puede
resultar complicado cuando los sentimientos de culpa invaden nuestras
vidas y sentimos que todo lo hacemos mal. Sin embargo, esforzarnos por
centrar nuestra atención en aquellos aspectos positivos de nuestro día a
día, puede tener muchos beneficios. Así, por ejemplo, mejoraremos
nuestra salud, aumentaremos la confianza en nosotros mismos y
mejorará la calidad de vida de toda nuestra familia.
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Una buena forma de ello puede ser escribir un diario de gratitud de las
cosas buenas que pasaron durante el día.
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Cuando cometemos un error y con ello hacemos daño a otra persona,
a veces poco podemos hacer para remediarlo. Sin embargo, hay
muchas otras cosas que sí podemos hacer y que servirán para mejorar
la situación. Por ejemplo, podemos cambiar de actitud con esa
persona o ayudarla en aquello que esté en nuestras manos. Estas y otras
acciones resultan ejemplos de nuestro más sincero arrepentimiento.
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tan fuerte que incluso puede sentirse físicamente mal cuando realiza,
por ejemplo, otras tareas y recados.
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Para terminar, nos gustaría poder ofrecerte algunos consejos o pautas
que pueden ayudarte a la hora de gestionar tu culpa:
Cuando nos sentimos culpables podemos llegar a sentir que somos las
únicas personas en el mundo que cometemos errores, pero la realidad
es que todos y cada uno de nosotros lo hacemos y vamos a seguir
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haciéndolo. Los errores, si los tomamos como deberíamos hacerlo, nos
ayudan a seguir desarrollándonos como personas y nos impulsan a ser
cada vez mejores. Concédete el derecho a fallar.
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