Mundanidad Espiritual 2

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Mundanidad espiritual

Se entiende por mundanidad espiritual, la forma subjetiva en la que muchos cristianos viven
su catolicidad o espiritualidad, es decir, vivir la religión a su manera o a su antojo,
acomodándola a su propio pensamiento e interés.
Todo bautizado tiene un compromiso y una misión, así mismo, este compromiso lo debe
llevara a desacomodarse para llevar ese mensaje de Dios que ya hemos recibido en los
sacramentos.
El Papa Francisco en muchas ocasiones nos hace la invitación de salir de nuestra zona de
confort para cumplir con nuestra misión, y sobre todo el compromiso nos exige ir a aquellos
que aún no conocen a Dios.
Todo esto nos ayuda a acrecentara nuestra fe, pues de estos sacrificios se alimenta nuestro
espíritu y nuestra comunicación con Dios, de lo contrario corremos el riesgo de caer en lo el
mismo Papa llama “mundanidad espiritual”.
“Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su
encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier
persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir
francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La
enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar
encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo
que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide
experimentar “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”1.
Si realmente queremos cumplir esta misión, debemos experimentar la Cruz, y
experimentándola, seremos verdaderamente felices. La felicidad cristiana no consiste en vivir
un cristianismo a medias, es decir, cumplo con ir a la Eucaristía, con los sacramentos, pero
se nos olvida la misión principal, que es llevar a Cristo con nuestro ejemplo, es ser testimonio,
y más aún ayudar y servir a los que nos necesitan, por eso se nos hace la invitación de salir
de nuestro encierro, de nuestras Iglesias, para ir a mostrar aquello que hemos conocido y
vivido en la Eucaristía en los sacramentos.
Aunque todos los laicos, sacerdotes, estamos invitamos a esta misión, es precisamente a los
obispos los que les compete con mayor interés esta tarea, ya que son aquellos que legislan y
guían las Iglesias particulares, son quienes deben dar ejemplo y enseñara a través de la
catequesis lo que es la misión.
Dice el Papa Francisco a los obispos: “. Que el Señor nos libre de maquillar nuestro
episcopado con los oropeles de la mundanidad, del dinero y del “clericalismo de mercado”.
La Virgen nos enseñará el camino de la humildad y ese trabajo silencioso y valiente que lleva

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Carta del Papa a obispos argentinos en asamblea plenaria, 25 de marzo de 2013
adelante el celo apostólico. Les pido, por favor, que recen por mí, para que no me la crea y
sepa escuchar lo que Dios quiere y no lo que yo quiero. Rezo por Ustedes”2.
Es importante tener en cuenta, que todo misionero debe optar por la pobreza, revestida de
humildad, pues debe saber que es Cristo a quien debe mostrar, además su estilo de vida debe
ser como el de Cristo Pobre, que se entrega y se dona a los demás, porque también podremos
caer en el riesgo de llenarnos de muchas cosas, de acumular bienes, pero esto nos dificulta
para llevar a término el mensaje de Dios, y al contrario nos hace mundanos.
El mundano espiritual es el que acumula riquezas, y olvida de su misión, del encargo, incluso
de olvida de Dios.
“Debe desnudarse, hoy, de un peligro gravísimo, que amenaza a toda persona en la Iglesia, a
todos: el peligro de la mundanidad. El cristiano no puede convivir con el espíritu del mundo.
La mundanidad, que nos lleva a la vanidad, a la prepotencia, al orgullo. Y esto es un ídolo,
no es Dios. ¡Es un ídolo! ¡Y la idolatría es el pecado más fuerte!
Cuando en los medios se habla de la Iglesia, creen que la Iglesia somos los curas, las monjas,
los obispos, los cardenales y el Papa. Pero la Iglesia somos todos nosotros, como he dicho.
Y todos noso-tros debemos desnudarnos de esa mundanidad: del espíritu contrario al espíritu
de las Bienaventuran-zas, del espíritu contrario al espíritu de Jesús. La mundanidad nos hace
daño. ¡Es tan triste encontrarse a un cristiano mundano, seguro –según él– de esa seguridad
que le da la fe y seguro de la seguridad que le da el mundo! No se puede trabajar en ambos
tajos. La Iglesia –todos nosotros– debe desnudarse de la mundanidad, que la lleva a la
vanidad, al orgullo, que es la idolatría”3.
El mismo Señor en el evangelio cuando nos habla del joven rico (Mt 19, 16-22), nos coloca
un ejemplo de lo complicado que es para una persona acumular riquezas, y ser apegado al
dinero o a lo material, pues esto nos hace incapaces de seguir sólo a Dios. El desnudarnos
del cual nos habla el Papa, es una invitación a despojarnos, a dejarnos guiar por Cristo y a
vivir su Palabra.
“Es completamente ridículo que un cristiano –un cristiano auténtico–, que un cura, que una
monja, que un obispo, que un cardenal, que un Papa, quieran ir por el camino de esta
mundanidad, que es una acti-tud homicida. ¡La mundanidad espiritual mata! ¡Mata al alma!
¡Mata a las personas! ¡Mata a la Iglesia!”4.
Todo lo que no está a favor de lo correcto, todo lo que va en contra del mensaje de Dios mata:
mata nuestra alma, mata nuestra vida, es decir, nos llena de un sin sentido, en vista de que no
estamos siguiendo el camino de Dios.
“Hay servicios pastorales que pueden ser más gratificantes desde el punto de vista humano,
sin ser malos ni mundanos, pero cuando uno busca en la preferencia interior al más pequeño,

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Carta del Papa a obispos argentinos en asamblea plenaria, 25 de marzo de 2013
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De qué tiene que desnudarse la Iglesia Papa Francisco en Asís - 4 de octubre 2013
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Íbidem
al más abandonado, al más enfermo, al que nadie tiene en cuenta, al que nadie quiere, el más
pequeño, y sirve al más pequeño, está sirviendo a Jesús de manera superlativa”5.
La verdadera misión está en el servicio, ya que es más efectiva cuando requiere de sacrificio,
cuando está revestida del desacomodarse, pues ese servicio tiene un verdadero mérito.
No se puede hablar de misión, si no hay entrega, no se puede hablar de misión, si no haya
salida, la verdadera misión nos exige cambiara nuestro entorno y construir en el mundo el
Reino de Dios, pero para eso debemos conocer y enamorarnos de Cristo.
En la actualidad hay muchos creyentes, religiosos, que se han dejado contagiara por la
mundanidad espiritual, y esto los ha llevado a tomar un nuevo punto de vista para con la
Iglesia y para su vida espiritual; en ocasiones tendemos a relativizar todo lo que dice o nos
manda la Iglesia, y nos creemos contenedores de la verdad.
El relativismo no es otra cosa que la misma mundanidad que nos llama a creer que todo es
igual, lo bueno o lo malo, que cada quien viva a su manera y a su antojo.
Caer en ello es perder la fe y el criterio de Dios, es caer en lo más bajo de nuestra vida, nos
vuelve legisladores de la mentira y al mismo tiempo nos convertimos en guías mediocres y
profetas del engaño.
Debemos seguir la enseñanza de la Iglesia, y propiciar espacios donde aprendamos cada día
más y nos llenemos de esa buena información.
“No obstante, como hijos de esta época, todos nos vemos afectados de algún modo por la
cultura globalizada actual que, sin dejar de mostrarnos valores y nuevas posibilidades,
también puede limitarnos, condicionarnos e incluso enfermarnos. Reconozco que
necesitamos crear espacios motivadores y sanadores para los agentes pastorales, «lugares
donde regenerar la propia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias
preguntas más profundas y las preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad
con criterios evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar
al bien y a la belleza las propias elecciones individuales y sociales”6.
La mejor elección que hace cualquier persona, es escoger a Cristo, es seguirlo, es anunciarlo;
más aún, cada bautizado debe seguir las huellas de Cristo, y nunca debe juzgar ni poner en
entredicho la Palabra de Dios, y mucho menos lo que nos enseña la Iglesia. El bautizado no
debe caer en idealismos presurosos que dañan la Imagen de nuestra madre la Iglesia, no debe
caer en el mundanismo actual.
“La mundanidad espiritual es un modo de abdicación pública de la fe; consiste en disolver el
elemento diferencial que la caracteriza para poder encajar, perfectamente, en la realidad. Esta
huida hacia adentro, hacia la espiritualidad, es contradictoria con el espíritu del cristianismo,

5
VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A CUBA, ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA Y VISITA A LA
SEDE DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS (19-28 DE SEPTIEMBRE DE 2015).
6
Evangelii Gaudium # 77
que es una religión encarnada, constitutivamente histórica, que se propone salvar al ser
humano de carne y huesos”7.
Todo ser humano tiene un espíritu (alma), y ese espíritu lo eleva a contemplar lo
Trascendente, o al menos a cuestionarse sobre este, pues todos tendemos a nuestro origen y
creador (Dios); sin embargo las nuevas tendencias gnósticas y espiritistas quieren hacer creer
al ser humano que son la respuesta a las incógnitas sobre lo trascendente.
En la actualidad pululan estas tendencias que confunden al hombre y lo alejan de la verdad,
es una mundanidad diabólica que quiere separar al hombre de Dios, quiere marginar lo que
es bueno y disfrazarlo como anticuado.
“La mundanidad es una cultura; es una cultura de lo efímero, una cultura de la apariencia,
del maquillaje, una cultura de “hoy sí, mañana no, mañana sí y hoy no”. Tiene valores
superficiales. Una cultura que no conoce la fidelidad, porque cambia según las circunstancias,
lo negocia todo. Esta es la cultura mundana, la cultura de la mundanidad. Y Jesús insiste en
defendernos de esto y reza para que el Padre nos defienda de esta cultura de la mundanidad.
Es una cultura de usar y tirar, según la conveniencia. Es una cultura sin lealtad, no tiene
raíces. Pero es una forma de vida, un modo de vivir también de muchos que se llaman
cristianos. Son cristianos pero son mundanos”8.
En la parábola de la semilla que cae en la tierra, Jesús dice que las preocupaciones del mundo
—es decir, de la mundanidad— sofocan la palabra de Dios, no la dejen crecer (cf. Lc 8,7). Y
Pablo dice a los Gálatas: “Eráis esclavos del mundo, de la mundanidad” (cf. Ga 4, 3).
“Es curioso: la mundanidad, alguien me puede decir: “Pero padre, esto es una superficialidad
de vida...”. ¡No nos engañemos! ¡La mundanidad no es superficial en absoluto! Tiene raíces
profundas, raíces profundas. Es como camaleónica, cambia, va y viene según las
circunstancias, pero la sustancia es la misma: una propuesta de vida que entra en todas partes,
incluso en la Iglesia. Mundanidad, hermenéutica mundana, maquillaje, se maquilla todo para
que sea así”9.
La mundanidad espiritual nos lleva a ser hipócritas con lo que vivimos y celebramos en la
Eucaristía, nos lleva a ser hipócritas con Dios, no nos deja ser sinceros y nos coacciona a una
verdadera libertad, la libertad del otro, pues nos vuelve subjetivistas e individualistas.
Así nos describe Henri De Lubac, lo que es la mundanidad espiritual:
• “Mundanidad espiritual es ganar el mundo y perder el alma, y con eso, perderlo todo.
• Mundanidad espiritual es convencerse en lo profundo del corazón de que somos
mejores que alguno.
• Mundanidad espiritual es vivir soñando con fama, dinero y comodidad y al mismo
tiempo decir que se es católico.
7
El Papa: “La mundanidad es el peor de los males en que puede caer el Iglesia”
8
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO "Cristo muerto y resucitado por nosotros: la única medicina contra
el espíritu de la mundanidad" Sábado, 16 de mayo de 2020
9
Íbidem
• Mundanidad espiritual es haber perdido de vista que el centro es Dios y haberlo
puesto en el hombre.
• Mundanidad espiritual es creer que se puede compaginar la santidad de Dios con el
éxito mundano.
• Mundanidad espiritual es creer que uno ha avanzado más que los demás.
• Mundanidad espiritual es confiar más en el sistema que en las personas, en las
prácticas espirituales más que en la gracia, en las ideas más que en el amor, en las
instituciones más que en Dios”10.
Siempre esta mundanidad nos va llevara al carrerísmo, incluso a pasar por encima de los
demás, pues siempre se nos va a olvidar el otro; es una carrera del sin sentido donde sólo
gano miradas y admiraciones, pero no gano lo más importante, que es la mirada de Dios.
Por eso todos los católicos deben estará muy cuidadosos de no caer en esto, y con católicos,
cabe tener en cuenta: sacerdotes, seminaristas, obispos, laicos, pues esta misión no es sólo
del consagrado, sino que nos compete a todos los que hemos sido llamados por Dios en el
bautismo.
No podemos caer en la insensatez de creer que Dios como es Padre y misericordioso, nos va
a permitir llevar una vida doble, es decir ser misioneros o guías, pero al mismo tiempo llevar
una religión a mi amaño, pues también hay que recordar que no se le puede servir a dos
señores, no podemos tener el corazón dividido y creer que viviendo así somos felices y que
nada va a pasar.
Debemos cuidar nuestra alma de todo peligro vagabundo, de ennegrecer nuestro corazón con
el pecado, de dudar de la gracia de Dios, y de optar por un Dios bombero que lo busco cuando
necesite algo, por ahora vivo la vida a mi manera. No! Siempre hay que tener la mirada fija
en lo alto, donde está Dios, y sembrar en el mundo y en lo mundano la semilla del amor, de
manera que de muchos frutos abundantes para el Reino de Dios.
Hay que pedirle a Dios, como nos lo recuerda insistentemente el Papa Francisco, en no caer
en la mundanidad, y más bien acercarnos a Él:
“Es Dios, recordó el Papa, «nuestro apoyo contra la mundanidad que destruye nuestra
identidad cristiana, que nos conduce a la doble vida». Sólo Él puede salvarnos. Y, así,
«nuestra oración humilde será: “Señor, soy pecador, de verdad, todos lo somos, pero te pido
tu apoyo, dame tu apoyo, para que de una parte no finja ser cristiano y por otra viva como un
pagano, como un mundano”». El Pontífice concluyó la homilía con un consejo: «Si hoy tenéis
un poco de tiempo, tomad la Biblia, el segundo libro de los Macabeos, capítulo sexto, y leed
esta historia de Eleazar. Os hará bien, os animará a todos a ser ejemplo y también os dará
fuerza y ánimo para vivir la identidad cristiana, sin componendas, sin doble vida”11.

10
Henri de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, Ediciones Desclee de Brouwer
11
PAPA FRANCISCO, MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLADE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE, Sin falsos
compromisos, Martes 17 de noviembre de 2015
Así pues, debemos orar y estar alertas ante algún indicio de esta enfermedad, ser conscientes
que con Dios nuestra vida es mejor, y que, sin Él caemos a la deriva.
No podemos servirles a dos señores, nos lo recuerda la Sagrada Escritura: “"Ningún siervo
puede servir a dos señores, porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y
despreciará al otro. No pueden servir a Dios y a las riquezas." Lucas 16,13. nuestro corazón no
debe estar divido, pues un corazón dividido no permite que tengamos una entrega total a
Dios, al mismo tiempo nos lleva a relativizar nuestra condición de pecador.
No nos debemos contagiar de esa mundanidad que nos lleva a vivir el cristianismo a nuestra
manera; debemos acoger lo que nos manda nuestra madre la Iglesia, pues ella en su sabiduría
nos brindará el apoyo para no caer en este pecado de la mundanidad, y al mismo tiempo nos
capacitará para ayudar a aquellos que aún se encuentran en este camino sin salida.
“Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente
emparentadas. Una es la fascinación del gnosticismo, una fe encerrada en el subjetivismo,
donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y
conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda
clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos. La otra es el
neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus
propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser
inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta
seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde
en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de
facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar. En los dos casos, ni Jesucristo
ni los demás interesan verdaderamente. Son manifestaciones de un inmanentismo
antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo
pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador”12.
El auténtico cristiano no se deja lleva por estas falsas doctrinas, y lleva su cruz con alegría.

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Evangeli Gaudium #94
Juan Camilo Zapata

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