Víctor García - Tur - Hipatia
Víctor García - Tur - Hipatia
Víctor García - Tur - Hipatia
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Genios de la Ciencia
Vegueta Unicornio
Ilustraciones: Mar Azabal
Diseño: Sónia Estévez
Maquetación: Sónia Estévez
(C) Vegueta Ediciones
Roger de Llúria, 82, principal 1ª
08009 Barcelona
General Bravo, 26
35001 Las Palmas de Gran Canaria
ISBN: 978-84-17137-40-3
Depósito legal: B-13.791-2019
La gran maestra de Alejandría
En una época en la que las mujeres no tenían acceso al conocimiento, Hipatia de Alejandría,
consiguió abrirse camino en la ciencia y llegar a ser respetada por su sabiduría.
Considerada por muchos la primera mujer científica de la historia, fue además una extraordinaria
maestra, filósofa e inventora. Sus logros son una fuente de inspiración para todos los que amamos
el saber.
"Comprender las cosas que nos rodean es la mejor preparación para comprender las cosas que
hay más allá."
Atenea
En la mitología griega, Atenea es la hija favorita de Zeus, el padre de todos los dioses. En el
Olimpo es considerada la diosa de la Sabiduría, de las ciencias, de la habilidad y de la guerra.
Siempre aparece con su casco de bronce, su lanza, un escudo protector y su inseparable mochuelo.
Para descubrir a nuestra protagonista debemos retroceder hasta mediados del siglo IV y pasear
por Alejandría, una ciudad egipcia que estaba considerada como el centro cultural del mundo. Allí,
cerca de la biblioteca, nació Hipatia, que era griega de educación y cultura, egipcia por ser de
Alejandría y romana porque Alejandría pertenecía al Imperio romano.
Alejandría
Alejandría la fundó Alejandro Magno a orillas del Mediterráneo, junto al río Nilo. El emperador
tenía tantas esperanzas de que se convirtiese en una gran ciudad que le puso su propio nombre.
Cuando Hipatia nació, era una gran ciudad bilingüe en griego y egipcio, en donde convivían colonos
griegos, romanos, egipcios, judíos y cristianos.
La biblioteca y el faro
En Alejandría había dos edificios que, aunque hoy ya no existan, perduran en nuestra memoria: el
faro y la gran biblioteca de Alejandría, ¡la más grande de todo el mundo antiguo! El faro iluminaba
a los navegantes y la biblioteca guardaba todo el saber del mundo en casi un millón de
manuscritos.
Como diosa de la Sabiduría que soy, ya te puedes imaginar que, igual que para Hipatia, la
Biblioteca de Alejandría era mi lugar preferido en la Tierra. Y allí, entre libros y pergaminos, era
fácil encontrar a Hipatia con su padre, Teón. Él era un reconocido maestro de matemáticas y de
astronomía y le transmitió a su hija todos sus conocimientos.
--Pierdes el tiempo enseñando ciencias a la niña -le repetían algunos estudiosos-, al final se
casará y no le servirá de nada tanto estudio.
Teón no les hacía caso porque no estaba de acuerdo con las costumbres de la época, que
limitaban la educación de las niñas a las labores domésticas. Él había decidido educar a su hija para
que fuese una mujer libre y, sobre todo, para que pensase por sí misma.
"Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no
pensar."
Teón de Alejandría
Este personaje, padre de Hipatia, fue un sabio matemático y astrónomo griego muy apreciado en
su ciudad. Se dedicó a la investigación y a la enseñanza y escribió textos muy interesantes sobre el
movimiento de las estrellas y los planetas.
Además, se le recuerda como director y conservador de la segunda Biblioteca de Alejandría. Teón
se encargó de darle a Hipatia una educación completa en matemáticas, astronomía y filosofía.
La infancia de Hipatia transcurrió entre la biblioteca y las calles de Alejandría. Teón también se
convirtió en su profesor de gimnasia, pues consideraba que además de cultivar la mente había que
cuidar el cuerpo. Cada día, después de estudiar, realizaban ejercicios físicos, se daban baños
relajantes y caminaban por los muelles de Alejandría.
Les gustaba contemplar cómo las embarcaciones empequeñecían y
desaparecían al dirigirse mar adentro. Para ellos esta era la mejor manera de constatar que la
Tierra no es plana, recordando de paso al gran maestro Eratóstenes.
Eratóstenes de Cirene
Teón e Hipatia admiraban la perspicacia con la que el célebre alejandrino Eratóstenes, seis siglos
antes -en torno al año 255 antes de Cristo-, había calculado, casi con exactitud, las dimensiones de
nuestro planeta.
La circunferencia de la Tierra
Que la Tierra es esférica, lo sabían muy bien tanto los griegos como los romanos. Eratóstenes fue
el primer científico en calcular que la circunferencia de la Tierra era de 5.000 estadios, una unidad
de medida antigua que equivale a 40.000 kilómetros.
Acostumbrada a conversar con sabios y estudiosos, Hipatia no tuvo una infancia normal. No tenía
amigas con las que jugar y los niños no dejaban de recordarle que las mujeres no tenían capacidad
para el estudio de las ciencias.
Por ejemplo, su vecino, un niño llamado Apolonio, no perdía ni una sola oportunidad para
increparla.
--¿Ya estás leyendo otra vez? -le decía, asomado a la ventana-.
Mi padre dice que seguro que no entiendes al gran Platón y que nunca te casarás porque no sabes
bordar. Serás una viejita solitaria.
Hipatia intentaba compartir con él sus conocimientos y, para despertar su curiosidad, a menudo le
planteaba preguntas:
--Apolonio, ¿sabes por qué se suceden los días y las noches?
--¿Cómo? ¿Los días y las noches? -preguntaba él, tragando saliva-. Esto... Bueno... Eh... Hoy no...
Llevo prisa...
Apolonio sabía bien lo que le esperaba en un duelo de intelectos contra Hipatia, así que prefería
esfumarse, como la mayoría de niños de su edad.
Grave error
En aquella época solía pensarse que las mujeres no tenían la misma inteligencia que los hombres.
Como diosa de la Sabiduría que soy, puedes imaginar lo que me indigna que los humanos hayan
estado tan equivocados.
Pasaban los años e Hipatia no solo crecía en conocimientos; también se convirtió en una mujer
muy admirada por su talento, inteligencia y belleza.
Su padre, Teón, recibía continuamente insinuaciones sobre la importancia de encontrar un buen
marido para Hipatia, tal y como mandaban las costumbres romanas. Sus pretendientes la
esperaban en la puerta de su casa o en la biblioteca y le enviaban cartas de amor, pero Hipatia no
mostraba ningún interés. En contra de lo que se esperaba de un padre alejandrino, el día de su
cumpleaños Teón le anunció:
--Hija, ya no eres una niña -titubeó un par de segundos, y a Hipatia no se le escapó que su padre
sufría por algo importante-. Creo que debemos pensar en tu futuro y que deberías hacer un largo
viaje y conocer Roma y Atenas.
Hipatia le dio un gran abrazo.
--Es el mejor regalo, padre. Mi ilusión es dedicar mi vida a la ciencia y a la filosofía. Conocer el
mundo, distintas costumbres y gentes, me abrirá la mente y me ayudará a comprender -le
contestó, emocionada.
Así comenzó un viaje que marcaría su vida.
"La vida es crecimiento y, cuanto más viajamos, más verdad podemos comprender."
Durante un tiempo Hipatia saltó de un puerto a otro: visitó ciudades grandes y pequeñas, se alojó
en posadas y en casas de antiguas amistades de Teón, recorrió caminos a pie y a veces en carreta.
En Atenas la Academia, que equivale a nuestra universidad, quedó tan impresionada por sus
conocimientos y su dedicación que le otorgó la corona de laureles, distinción que tenía reservada
para sus mejores estudiantes.
Pero, además de estudiar, Hipatia aprendía observando las distintas costumbres de los pueblos,
preguntando a los pastores los nombres de las aves y a las campesinas las características de ciertas
plantas medicinales. Durante las travesías, prestaba atención a los capitanes de los barcos y por
ellos supo cómo, estudiando el cielo nocturno y las estrellas, los navegantes podían orientarse en
alta mar.
La estrella Polar
Las constelaciones se mueven por el firmamento, pero hay una de todas estas estrellas que
siempre está en el mismo lugar: la Estrella Polar. Dado que es un astro fijo, resulta un punto de
referencia muy fiable.
Encuentra el Norte
Primero debes reconocer la constelación de la Osa Mayor (la que se asemeja a un cucharón) y
trazar una línea imaginaria que una la punta de la cuchara con la Osa Menor. En cuanto se tiene la
Estrella Polar a la vista, ya solo hay que recordar que esta señala el Norte. ¡No tiene pérdida!
Para cuando regresó a Alejandría, Hipatia había tomado una decisión sobre su futuro: sería
filósofa y le movería siempre el amor al conocimiento. Además, todo cuanto aprendiera lo
compartiría con aquellos dispuestos a escuchar.
Despejó una de las salas de casa, arrinconando muebles, y en menos de un mes esta se llenó de
alumnos de todo tipo. Como en aquella época no estaba bien visto que las mujeres superasen a los
hombres en conocimiento, se negó a usar ropa tradicional de mujer y vestía la túnica de maestro.
Su capacidad para enseñar era tan extraordinaria que sus alumnos la llamaban "la filósofa", que
en griego significa justamente eso: "quien ama el saber".
La escuela de Hipatia
El astrolabio
Con un astrolabio se puede determinar nuestra ubicación -la latitud- con arreglo a la posición y
altura de las estrellas. Asimismo, este aparato ayuda a localizar los astros y a observar su
movimiento. También permite determinar la hora a partir de la latitud y medir distancias. El
astrolabio se convirtió en el instrumento más sofisticado y útil para los astrónomos y lo fue durante
1.200 años, hasta la invención del telescopio en tiempos de Galileo.
¡Pero un momento! Que la cosa no termina con el astrolabio. A la incansable Hipatia le sobraban
las ideas. Entre otras ocurrencias prácticas, tuvo la de inventar el densímetro, un instrumento de
cristal semejante a un termómetro, que mide la densidad de los líquidos.
Hipatia cayó en la cuenta de que, dependiendo de las características del líquido en cuestión, su
densímetro se hundiría más o menos.
El densímetro
El densímetro se compone de un tubo hueco con una escala graduada (como una regla) y un
peso en un extremo para que pueda flotar en posición vertical. Este artilugio se introduce en un
líquido y, en función de si se hunde más o menos, se lee la medida de la densidad.
El Principio de Arquímedes
Según el Principio de Arquímedes, cualquier cuerpo sumergido en un líquido es impulsado hacia
arriba, con un empuje que es igual al peso del volumen del líquido que está desplazando.
¿Y qué hay de los muchos textos que escribió Hipatia? Desafortunadamente se perdieron todos.
En aquella época, los libros circulaban en forma de pergaminos y papiros manuscritos: ¡se
escribían a mano, uno a uno! Es decir, que cada vez que alguien necesitaba un duplicado de un
libro tenía que llamar al escriba para que lo copiara letra a letra. Tener tan pocos ejemplares de
una obra suponía correr el riesgo de que a la larga esta se perdiera, y que en el futuro no se
supiera nada de ella. Es justamente lo que le ocurrió a la obra de Hipatia.
No queda ni rastro. Triste pero cierto.
Lo que sí que ha resistido el paso del tiempo son los escritos de algunos de los discípulos de
Hipatia. Revisar la correspondencia con sus alumnos nos ha permitido conocer algunas de sus
contribuciones científicas.
Hipatia ayudó a su padre, Teón, a escribir nuevas versiones sobre tratados matemáticos y de
astronomía, eliminando las dificultades que podían encontrar los estudiantes en los libros. Además,
se sabe que realizó más de cuarenta escritos, la mayoría libros de texto para sus estudiantes.
Como ya sabes, la fama de Hipatia atrajo a alumnos de todas partes. Y, mientras que algunos
eran cristianos, otros se mantenían fieles a las tradiciones paganas de griegos y romanos. Hipatia
no hacía distinciones. Su único afán era enseñar a pensar.
Lo hizo tan bien que varios de ellos desarrollaron, ya de mayores, carreras envidiables y ocuparon
cargos importantes.
Fue para ella una gran alegría tener noticias de un Hesiquio ya entrado en años. Al recibir su
carta, se la llevó al pecho y pensó:
"¡Hesiquio! Con lo que se le resistió la gramática de pequeño y míralo ahora: ha compilado un
gran diccionario".
Algo parecido le ocurrió con Atanasio, que llegó a proferir largos discursos ante el senado.
Hipatia recordaba las caras, los nombres y hasta las manías de cada uno de los niños que habían
pasado por su aula.
Sinesio de Cirene
Las cartas que se enviaron Hipatia y su alumno preferido, Sinesio de Cirene, son algunos de los
pocos documentos que nos permiten acercarnos a la figura de Hipatia. En sus cartas, Sinesio se
dirige a Hipatia como su "madre, hermana y maestra".
Tan importante fue su labor como maestra que, a la muerte de Teón, Hipatia se convirtió en la
nueva directora de la Academia de Alejandría. Allí continuó impartiendo clases de matemáticas y
filosofía.
Sin embargo, en Alejandría una nube negra planeaba sobre el conocimiento y la libertad. La lucha
de poderes entre la Iglesia y el Gobierno puso a Hipatia en una situación peligrosa. Su forma de
pensar, unida a su gran prestigio y popularidad, la convirtieron en la enemiga de fanáticos
cristianos, que la asesinaron acusándola de bruja. Después de su muerte llegaron siglos de
oscuridad, en los que la ciencia quedó eclipsada.
Aquel fue un golpe muy duro para quienes la queríamos y para todos los amantes del saber, pero
afortunadamente nos quedan su ejemplo y su legado, que perviven más de quince siglos después.
Todo el que conoce su historia -como ahora tú- adquiere el compromiso de que Hipatia y sus
logros sean bien recordados. Así que ya sabes, ¡encárgate de ello y haz que tu humilde diosa de la
Sabiduría esté orgullosa de ti!
"El que influye en el pensamiento de su tiempo, influye en todos los momentos que siguen."
En una época en la que las mujeres no tenían acceso al conocimiento, Hipatia de Alejandría
consiguió abrirse camino en la ciencia y llegar a ser la primera mujer científica de la historia,
además de una extraordinaria maestra, filósofa e inventora. Para lograrlo, tuvo que renunciar al
matrimonio y a la maternidad y rebelarse contra el papel de las mujeres de su tiempo.
La mujer griega
La mujer romana
La mujer egipcia
En el Antiguo Egipto, la mujer podía elegir a su esposo y tras el matrimonio era nombrada Nebt-
Het, o "dueña de la casa".
Administraba el patrimonio y organizaba el hogar. La mujer y el hombre eran iguales ante la ley. El
marido debía garantizar el bienestar de su esposa y esta mantenía su independencia, podía
regentar su propio negocio o manejar su herencia. La mujer egipcia a veces desempeñaba el papel
de consejera, incluso en asuntos políticos.
La protagonista
Hipatia nació alrededor del año 355 dC, en la Alejandría egipcia, el mayor centro del saber de la
época. Su padre, Teón de Alejandría, fue un matemático y astrónomo griego muy apreciado en su
ciudad.
Teón se encargó de darle a Hipatia una educación completa en matemáticas, astronomía y
filosofía. Hipatia viajó a Italia y Grecia, donde entró en contacto con otros pensadores.
Regresó a su Alejandría natal para dedicarse a enseñar a los hijos de las familias influyentes,
tanto cristianas como paganas.
Destacó como máxima representante de la Escuela Neoplatónica en Egipto, mejoró el astrolabio,
inventó el densímetro y un aparato para destilar agua.
Murió a manos de un grupo de fanáticos que la culpaban de complicidad con las autoridades
paganas. Se sospecha que Cirilo, el obispo de la iglesia cristiana de Egipto, pudo ser el instigador
de su asesinato.
No ha sobrevivido ninguna de sus obras escritas, aunque se sabe que dejó un legado sobre
aritmética y geometría y que revisó las tablas astronómicas de Ptolomeo.
Fin