Apuntes Tema 13 Neoclásico
Apuntes Tema 13 Neoclásico
Apuntes Tema 13 Neoclásico
Arte Neoclásico
a. La maja desnuda
b. Los fusilamientos del 3 de mayo
c. La familia de Carlos IV
El estilo neoclásico aparece en Italia a mediados del siglo XVIII como un rechazo a los excesos
cometidos en la última etapa del barroco. El motor de arranque fue el descubrimiento de los
restos arqueológicos de Pompeya y Herculano:
Sus ruinas se ponen de moda y se convierten en lugar de destino de las vacaciones que
pasa en el extranjero la aristocracia europea.
Coleccionistas ingleses y franceses compran estampas y relieves antiguos que
muestran luego en sus gabinetes de París y Londres.
Primera. Tiene su centro en Roma y está representada por dos teóricos alemanes:
Segunda. Se abre a partir de 1770 y viene marcada por la labor de las academias, que
difundieron sus principios a escala internacional.
LAS ACADEMIAS
Estas instituciones estaban acogidas a la protección del estado y regidas por un claustro de
profesores-académicos pertenecientes a las diferentes disciplinas artísticas.
Su labor contribuyó a que la pintura, la escultura y la pintura dejaran de ser oficios mecánicos
para convertirse en “nobles artes liberales”, y a que los artistas se convirtieran de artesanos en
profesionales independientes.
Realizar reuniones periódicas en las que sus miembros discutían los problemas
técnicos de la profesión.
Inculcar a los alumnos la correcta educación neoclásica, sin que tuvieran que trabajar
de aprendices en el taller de un maestro.
El primero se impartía en la “sala de principios”. Eran admitidos todos los alumnos que
lo solicitaban y en ella aprendían a soltar la mano mediante la copia de partes
anatómicas simples (ojos, nariz, boca, orejas) según patrones recogidos en cartillas.
Un segundo escalón estaba en la “sala del yeso” y en la “sala del maniquí”, donde se
copiaban estatuas antiguas en moldes de escayola y aprendían el manejo de los
ropajes.
El último nivel estaba en la “sala del modelo vivo”, al que solo accedían los alumnos
más aventajados. En ella, se pintaba a partir de modelos desnudos. Los que superaban
esta última prueba eran considerados artistas y la academia correspondiente le
expedía el diploma acreditativo.
Por otra parte, los arquitectos se formaban proyectando edificios según las normas de los
teóricos romanos (Vitrubio) y renacentistas (Vignola y Palladio).
Se crearon academias de Bellas Artes en las principales ciudades. Las más prestigiosas fueron:
la Academia de San Lucas, en Roma; la Académie Royal, en París; la Royal Academy, en
Londres; y la Academia de San Fernando, en Madrid.
Las obras fueron del agrado del rey, lo que llevó a ser ascendido a director general de la
Academia de San Fernando. Villanueva realiza entonces tres importantes obras en Madrid
capital:
El italiano Canova es el más importante escultor del neoclásico y uno de los más brillantes de la
historia de la escultura.
Hijo y nieto de canteros, desde muy pronto rechazó la idea de que era un artesano sometido a
las normas del gremio, y defendió su categoría de artista creador. Así lo acredita su obra
Dédalo e Ícaro: una alegoría de la escultura, donde, bajo los pies de Dédalo, descansan las
herramientas del oficio, mientras Ícaro se pega las alas de cera que le permiten volar.
A continuación, desarrolla cuatro obras que muestran su interés por la escultura antigua:
Teseo y el Minotauro, Amor y Psiquis abrazados, Hércules y Licas, y Perseo con la cabeza de
Medusa.
Otra clave de su estilo es la calidad sensorial que transmite a las estatuas, apoyada por un
lustroso acabado que luego patinaba con piedra pómez. Demuestra Canova que la frialdad que
tradicionalmente se ha adjudicado a la estatuaria neoclásica es falsa.
A la caída de Napoleón, regresará a París, como enviado del Papa, para recuperar las obras de
arte que había expoliado el emperador de los franceses.
En 1815, los ingleses lo llaman para pedirle opinión sobre los mármoles del Partenón que
recientemente habían sido trasladados al Museo Británico. Le impactaron tan vivamente que
llegó a declarar que “los mármoles de Fidias son verdadera carne”. Bajo este efecto, realiza Las
Tres Gracias.
El último gran encargo internacional le llega, nada menos, que de Carolina del Norte. Se trata
de una escultura de G. Washington, entrega en 1821, poco antes de morir. El primer
presidente norteamericano aparece, vestido como un emperador romano, en el momento de
su renuncia al poder; es un homenaje a la honestidad y virtud el pueblo americano. Un
incendio destruyó la obra, que se conoce por una copia en yeso conservada en el Gipsoteca de
Possagno.
David (París, 1748 – Bruselas, 1825) representa al pintor político comprometido con la
Revolución francesa y con Napoleón.
En 1785, pinta en Roma El juramento de los Horacios, que se convierte en modelo para la
pintura neoclásica posterior:
Representa la promesa que hacen los tres hermanos Horacios, designados a suerte
entre los romanos, paras enfrentarse a otros tantos albanos y decidir en combate el
futuro de Alba y Roma, que se encontraban en guerra.
David se centra en el momento en que los Horacios reciben las espadas de su padre,
comprometiéndose a defender la patria con la vida.
El cuadro glorifica las virtudes del patriotismo y sacrificio, pero lo que llamó la atención
de sus contemporáneos fue el abandono de la narración literaria de la historia para
centrarse en la expresión pasional de un momento dramático.
Técnicamente, abusa del claroscuro; y coloca a los personajes en un mismo plano, lo
que puede verse como una influencia de los bajorrelieves clásicos.
Vuelve a París convertido en un héroe. Y pinta otro cuadro de inspiración clásica, esta vez
griega, La muerte de Sócrates, en la que el filósofo aparece a punto de beber la cicuta rodeado
Cuando estalla la Revolución, David es elegido diputado, lo que lleva a estar en la sesión que
decidió la condena a muerte de Luis XVI. Su pintura comienza a verse como signo de los
nuevos tiempos. De 1793, es su cuadro Marat asesinado.
Sus pinturas sirven también para que se vayan imponiendo las nuevas modas: peinados cortos
y sueltos en los hombres, túnicas a la romana para las mujeres y muebles de diseño clásico. Es
significativo, en este sentido, el retrato de Madame Récamier, que anticipa la Paulina
Borghese de Canova.
Caído Robespierre, fue encarcelado. Tras su liberación, puso su arte al servicio de Napoleón:
3. Francisco de Goya.
Nació en Fuendetodos (Zaragoza) en 1746; y murió en Burdeos en 1828.
Goya es un artista difícil de situar. Vivió un periodo convulso y sirvió a cuatreo reyes (Carlos III,
Carlos IV, José I y Fernando VII). Y su arte escapa a los estilos y a las modas. Fue neoclásico y
romántico, pero su producción es tan variada que ninguna clasificación es adecuada para el
conjunto de su producción.
Dominó todas las técnicas (pintura mural y de caballete, cartones para tapices y grabado) y se
atrevió con todos los géneros (retratos, bodegones, cuadros religiosos, históricos y
costumbristas).
Sus comienzos fueron difíciles: dos veces fue rechazado por la Academia de San Fernando para
obtener una beca que le permitiera estudiar en Roma. Decide, por tanto, costearse él mismo el
viaje a Italia. En Parma, opta al premio convocado por su academia (con el cuadro Aníbal
cruzando los Alpes) pero de nuevo fracasa.
Regresa a Zaragoza, trabaja en la basílica del Pilar y se casa con Josefa Bayeu. Su cuñado,
Francisco Bayeu, un artista de éxito que triunfa en Madrid, le facilita su instalación en la
capital.
Tiene ya treinta años cuando lo contrata la Real Fábrica de Santa Bárbara para que pinte
cartones para los tapices que allí se fabricaban. Eran tapices que debían servir para decorar los
salones de las residencias de la familia real. Está de moda lo pintoresco y Goya pinta toreros,
tonadilleras, actrices y gente del pueblo de Madrid (lavanderas, jugadores de naipes, etc.) El
cacharrero, El quitasol, La gallina ciega o La pradera de San Isidro son buenos ejemplos.
La poderosa casa de Osuna le hace también un encargo religioso: cuadros con la vida de San
Francisco de Borja para la Catedral de Valencia. Posteriormente, volverá a los temas religiosos
con los frescos de la ermita de San Antonio de la Florida (Madrid).
Goya es también autor de una amplia galería de retratos, el género que más fama le daría:
En 1792, viaja a Sevilla, donde contrae una penosa enfermedad que le dejará sordo. Se
recuperará en Cádiz, en la Casa de su amigo Sebastián Martínez, dueño de una espléndida
colección de obras antiguas. Cuatro años después, vuelve a Andalucía para pintar el oratorio
de la Santa Cueva gaditana.
En 1796, marcha a Sanlúcar de Barrameda, donde vivirá seis meses como invitado de la
Duquesa de Alba, que acaba de enviudar.
En los años del cambio de siglo, cumple con el encargo de Godoy de pintar dos retratos
femeninos de cuerpo entero: La maja desnuda y La maja vestida. Los instala en su gabinete
privado, a pesar de que el primero hubiera llevado a cualquiera con menos poder que él a las
cárceles de la Inquisición.
a) LOS CAPRICHOS. Esta serie fue concebida en forma de libro ilustrado con grabados
para ser comentados en las tertulias.
El conjunto es una sátira cruda de los vicios y debilidades sociales: la concentración del
poder, el abuso de los débiles, la ignorancia y la superstición.
d) PINTURAS NEGRAS. Tras recuperarse de una nueva enfermedad, en 1819 compra una
finca a la orilla del Manzanares (a la que llamarán “la quinta del sordo”, en honor a su
ocupante). Allí, de noche, a la luz de unas velas que coloca sobre su sombrero, decora
las paredes con un mundo de brujas, aquelarres y machos cabríos. Destaca El duelo a
garrotazos, que muestra su odio por el intento de Fernando VII de acabar con los
liberales.
De 1814, datan dos de sus obras más importantes, relacionadas ambas con la actuación de los
franceses en mayo de 1808: La carga de los mamelucos y Los fusilamientos de la Moncloa.
En 1823, una nueva invasión francesa (Los cien mil hijos de San Luis) acaba con el Trienio
liberal y devuelve el poder absoluto a Fernando VII. Goya retrata al rey pero siente miedo,
sobre todo cuando le recuerdan que había pintado una Alegoría de la villa de Madrid en la que
aparecía el rey José I. Además, la Inquisición le acusa de obsceno por haber pintado La maja
desnuda. Marcha al exilio y se instala en Burdeos. Antes de morir, tuvo tiempo de pintar La
lechera de Burdeos, el antecedente más claro del Impresionismo.
a. La maja desnuda
Ficha técnica
El artista y su época
Análisis
La Maja desnuda es la primera figura femenina de la historia de la pintura que muestra el vello
púbico, poniendo de manifiesto su originalidad.
Sobre ella se ha escrito una ingente cantidad de líneas que no han hecho sino aumentar la
incógnita de su realización.
En 1800 aparece citada en el gabinete de Godoy, por lo que sería anterior a esa fecha.
Los tonos verdosos y blancos empleados por Goya corresponden a los utilizados en las
obras de los últimos años del siglo XVIII, como el retrato de Jovellanos.
Pero ahí no quedan las incógnitas, ya que también desconocemos quién las encargó.
Todo hace apuntar a que ambas Majas fueron encargadas por Godoy para decorar su
despacho junto a la Venus del espejo de Velázquez y otra Venus de la Escuela
veneciana del siglo XVI, manifestando el gusto del valido de Carlos IV por las pinturas
de desnudos femeninos, así como su poder, debido a la persecución que conllevaban
estas obras; pero Godoy no tenía nada que temer pues era el hombre más poderoso
del país.
La postura provocativa de la Maja podría incluso sugerir que se trata de una prostituta
de alto postín, que se ofrece al mejor postor. La mirada pícara y atrayente puede
reforzar esta idea.
Pictóricamente, es una obra en la que destacan los tonos verdes, en contraste con los
blancos y los rosas.
Y, junto a esa luminosidad, la típica expresividad que Goya sabe dar a los ojos.
Comentario
La Inquisición mandó comparecer a Goya ante sus tribunales por haber pintado las Majas y los
Caprichos, pero curiosamente el asunto fue sobreseído gracias a la intervención de un
personaje poderoso, quizá el Cardenal don Luis de Borbón o, en último término, el
propio Fernando VII, con quien el pintor no mantenía muy buenas relaciones, todo sea dicho.
Ficha técnica
El artista y su época
Nació en Zaragoza y, tras una breve instancia en Italia y casarse con Josefa Bayeu –de una
familia de importantes pintores-, se instala en Madrid.
Análisis
La obra fue pintada seis años después de que ocurrieran los acontecimientos que narra. En
1807, España había sido invadida por las tropas de Napoleón. Tras la ocupación del territorio,
nombró a su hermano José como rey. Goya vive la situación de forma contradictoria: él, un
hombre partidario del progreso y de la modernidad que llegaban de Francia, no puede estar de
acuerdo con la crueldad y las arbitrariedades que acarrea la invasión.
El 2 de mayo de 1808, con las tropas francesas instaladas en Madrid, se produce un incidente
en la puerta del Palacio Real que acabó con enfrentamientos entre los soldados de Napoleón y
los ciudadanos de Madrid. La venganza del emperador llegó de forma inmediata: el general
Murat ordena detener y ejecutar a todos los hombres armados. Al día siguiente, en la colina
del Príncipe Pío, se producen más de cuatrocientos fusilamientos. Es el comienzo de la Guerra
de Independencia, que durará cinco años y que terminará con la marcha del ejército francés.
Terminada la guerra, Goya toma este tema para un cuadro destinado, según él, a ilustrar el
triunfo contra el tirano. El momento que elige es cuando unos hombres indefensos están
siendo aniquilados sin piedad:
Los soldados que disparan sus fusiles son figuras sin rostro que se reconocen por las
armas y el uniforme. Frente a ellos, vemos a las víctimas, unas muertas y otras a punto
de morir.
Destaca el personaje de la camisa blanca, que recibe casi toda la luz del farol cuadrado
que hay en el centro. Este hombre, que tiene los brazos extendidos mientras espera la
muerte, se ha visto como una crucifixión moderna.
Entre los soldados y el grupo a punto de ser fusilado, hay condenados que se llevan las
manos a la cara por miedo a lo que les espera.
No hay ningún interés por el detalle. Se trata más bien de un estilo abocetado, útil
para mostrar la idea principal de unos hombres que, convertidos en bestias, aniquilan
a otros.
La diagonal que se cruza con la línea de los soldados sugiere el emplazamiento de la
acción, al pie de una colina.
La escena es completamente oscura y los colores fríos, lo que ayuda a representar la
escena de forma descarnada.
Conviene comparar este cuadro con la serie de grabados Los desastres de la guerra. Sin
embargo, estos últimos hay que interpretarlos más como un alegato contra la crueldad
humana, sin distinguir entre los bandos. La época en que pinta Los desastres es distinta: ha
vuelto Fernando VII, ha implantado la monarquía absoluta y se dedica a perseguir a los
afrancesados. Goya también está entre los sospechosos, incluso es llamado por la Inquisición
para que responda por haber pintado La maja desnuda, considerada una blasfemia. Para
congraciarse con el rey, le hace varios retratos y se ofrece para pintar dos grandes lienzos que
simbolicen la tiranía de los invasores: este que comentamos y La carga de los mamelucos, en la
que se representa la lucha desigual ocurrida el 2 de mayo entre los poderosos soldados del
ejército francés, a caballo y armados con poderosos sables, y gente a pie luchando con
pequeños cuchillos. Ninguno de los dos fue expuesto en su momento.
c. La familia de Carlos IV
Ficha técnica
1800-1801
Óleo sobre lienzo. 228 x 336 cm.
Museo del Prado
El artista y su época
Análisis
El cuadro fue un encargo del propio rey Carlos IV. Y lo realizó a partir de los esbozos que
realizó de cada uno de sus miembros. La gran incógnita que plantea el lienzo es la
intencionalidad del artista: ¿quiso retratar a los miembros de la familia real tal y como eran o
pretendía caricaturizarlos? ¿O le salió una caricatura cuando pretendía ser fiel a la realidad?
Tanto el rey, presentado con la energía propia de un rey absoluto, como su hijo y heredero, el
futuro Fernando VII, aparecen en primer plano.
Tampoco es casual, que la reina, conocida por su vanidad y capacidad para la intriga, ocupe el
centro de la escena con una actitud casi desafiante.
En el centro, aparecen el rey y su esposa María Luisa con sus dos hijos pequeños,
María Isabel y Francisco de Paula.
A la izquierda, el futuro Fernando VII acompañado de su futura esposa (al
desconocerse quién sería, tiene la cara vuelta); completan el cuarteto el infante Carlos
María Isidro y la hermana del rey.
A la derecha, Antonio Pascual, hermano del rey, dos hijas más de los reyes (Carlota
Joaquina y María Luisa Josefina), el marido de la segunda (Luis de Borbón) y el infante
Carlos Luis, hijo de este matrimonio.
Comentario
Goya siempre admitió que había tenido tres maestros: Velázquez, Rembrandt y la naturaleza.
Del pintor sevillano, podemos señalar la influencia que pudo recibir para este cuadro de Las
meninas, tanto por la naturalidad de la escena como por el hecho de autorretratarse.
De Rembrandt, pudo tomar la técnica del claroscuro. Aunque es más clara en los grabados,
aquí está presente en la mitad izquierda del lienzo.