LECTURAS LA PRÁCTICA CALIFICADA INDIVIDUAL Subrrayado

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 5

1.

Diversidad y variedad
https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/diccio_ele/diccionario/variedadlinguistica.
htm

2. Diglosia

https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/diccio_ele/diccionario/diglosia.htm

3. ¿ES EL SPANGLISH UN IDIOMA?


Roberto González Echevarría
(2003)

El spanglish, el híbrido callejero de español e inglés que se ha extendido a los debates


televisivos entre hispanos y las campañas de publicidad, constituye un grave peligro para la
cultura hispana y para el avance de los hispanos en la corriente hegemónica de la cultura
estadounidense. Aquellos que lo condonan e incluso promueven como un aglomerado inocuo
no se dan cuenta de que estamos ante una relación fundada en la desigualdad. El spanglish
representa una invasión del español por el inglés. La triste realidad es que el spanglish es
principalmente el idioma de los hispanos pobres, que en muchos casos son casi analfabetos
en ambos idiomas. El que incorporen palabras y construcciones del inglés a su habla
cotidiana se debe a que carecen de la educación y el léxico español que podría ayudarles en
el proceso de adaptación a la cambiante cultura que les rodea. Los hispanos cultos que lo
emplean lo hacen movidos por otros impulsos: algunos están avergonzados de sus
antecedentes familiares y se sienten enaltecidos al usar palabras inglesas y modismos
traducidos literalmente del inglés. Su idea es que al actuar así están afirmando su pertenencia
al centro dominante de la cultura estadounidense. En el plano político, sin embargo, el
spanglish es una capitulación: constituye un acto de marginalización, no de emancipación. El
spanglish trata al español como si la lengua de Cervantes, Lorca, García Márquez, Borges y
Paz no tuviera una esencia y una dignidad propias. No es posible hablar de física o metafísica
en spanglish, mientras que el español posee un vocabulario más que adecuado en estas
disciplinas. Es verdad que, dada la preeminencia del inglés en campos como la tecnología,
algunos términos han de ser incorporados al español (es el caso de "beeper", que ha sido
traducido por "bíper"). Pero ¿por qué ceder cuando podemos recurrir a palabras y
expresiones españolas perfectamente correctas? Si, como sucede con muchas de las modas
de los hispanos en Estados Unidos, el spanglish se extendiera a Latinoamérica, ello
constituiría el golpe definitivo del imperialismo, la imposición final de un estilo de vida que,
con todo y ser dominante en el plano económico, no es en modo alguno superior
culturalmente. Latinoamérica es rica en términos que no pueden ser medidos por las
calculadoras. Sin embargo, me invade la preocupación cada vez que oigo los programas en
español de las cadenas norteamericanas de televisión que trasmiten para todo el hemisferio.
El idioma de los informativos suena a español, pero, si uno escucha atentamente, se da
cuenta de que se trata de un inglés transpuesto (ni siquiera traducido) al español. Los que
reciben estas emisiones en México D.F. o San Juan, ¿las escuchan atentos o riéndose? La
misma suerte de rendición tiene lugar cuando las compañías norteamericanas tratan de
abrirse paso en el mercado hispano. Me estremezco cuando oigo a un dependiente preguntar:
"¿Cómo puedo ayudarlo?" (¿una transposición literal de la expresión inglesa “How can I help
you?”), en vez de la frase "¿Qué desea?", que es la apropiada. En un reciente vuelo a México,
un sobrecargo leyó una declaración en "español" que resultaba 120 incomprensible para
cualquier mexicano, español o hispano no originario de su misma región. Los anuncios que
se exhiben en la televisión hispana y en las calles de Nueva York están llenos de errores
garrafales. Me pregunto incluso si los inmigrantes latinoamericanos más recientes pueden
comprender tales expresiones. Imagino que mis colegas medievalistas dirán que sin la
contaminación del latín por las lenguas locales no existiría el español (ni el francés ni el
italiano). Ya no vivimos en la Edad Media, sin embargo, y es ingenuo pensar que podemos
crear un nuevo idioma que sea funcional y culturalmente rico. La literatura en spanglish solo
puede aspirar a una ingeniosidad de tintes rebeldes que se agota pronto. Aquellos que lo
emplean están condenados a escribir, no una literatura de minorías, sino una literatura menor.
No pido disculpas por mi parcialidad profesoral: pienso que la gente debería aprender bien
un idioma y que aprender buen inglés tendría que ser algo prioritario en la educación de los
hispanos en Estados Unidos si aspiran, como deberían, a ocupar posiciones de influencia.
Pero debemos recordar que somos un grupo especial de inmigrantes. Mientras que la cultura
original de otros grupos étnicos en Estados Unidos está lejos en el tiempo o en el espacio, la
nuestra se halla muy próxima. La inmigración proveniente de Latinoamérica mantiene nuestra
comunidad en un estado de renovación perpetua de sus raíces. Lo último que necesitamos
es que cada grupo se forje su propio spanglish, creando una Babel de idiomas híbridos. El
español es nuestro vínculo más fuerte, y es vital que lo preservemos.

Extraído de https://www.letraslibres.com/mexico-espana/es-el-spanglish-un-idioma

4. EL ESPANGLISH Y SU CIRCUNSTANCIA
Francisco Moreno Fernández
(2003)

En Brasil, frente a Manaus, el río Solimões se une al río Negro y sus aguas no se mezclan:
es el «encuentro de las aguas». Las diferencias de temperatura, densidad y composición son
tan grandes que solo al cabo de varios kilómetros de curso las aguas comienzan a
entreverarse, hasta fundirse en un gran caudal, conocido como río Amazonas. El contacto de
dos lenguas tiene algo de «encuentro de las aguas»: al principio pueden permanecer
aisladas, pero antes o después acaban por transferirse rasgos muy variados. Si los contactos
han de abocar en una nueva variedad entremezclada o en una mera anécdota, dependerá
de sus hablantes y no tanto de las lenguas. La historia y la geografía del español son un
muestrario rico y vivo de los contactos que ha tenido con otras lenguas, de las influencias que
ha recibido o ejercido de y sobre las vecinas. Tratándose de una lengua de dominio tan
extenso e historia tan dilatada no es extraño que tal cosa haya ocurrido; lo imposible sería lo
contrario. El propio castellano en su origen no fue más que el fruto de un juego de influencias:
las de la lengua vasca y las variedades romances del norte de la Península Ibérica. Pero los
ejemplos son numerosísimos y sabrosos: el español salpicado por el árabe en Argelia sabe
a Mediterráneo, la mixtura con el quechua o el aimara en los Andes estimula como la hoja de
coca, la mezcla con el cebuano en Filipinas fascina como una orquídea, el gambeteo con el
italiano en la Argentina de hace un siglo sabe como la pasta al dente. Las lenguas arias no
existen: de un modo u otro, todas las lenguas naturales son producto de un acriollamiento.
Creo que para bien. Las mezclas y alternancias de lenguas tienen en ocasiones tanta
personalidad que acaban recibiendo el agua del bautismo. En el panorama internacional del
español destacan, por la fuerza de los números y la importancia de los contactos, dos ámbitos,
con sus respectivos nombres: en Brasil, el portuñol; en los Estados Unidos, el espanglish. No
son casos comparables, pero no por ello dejan de obedecer a unos resortes lingüísticos
comunes. De ambas situaciones se han comentado, por cierto, cosas parecidas: dentro de
cien años toda Sudamérica hablará portuñol, dicen unos; el futuro en los EE.UU. es del
espanglish, dicen otros. Pero el futuro no será más que de los hablantes y de lo que quieran
hablar. El cómo es otra cosa. A la hora de valorar la importancia y la difusión del llamado
espanglish —que incluiría desde el uso del ya internacional aerobic, hasta el empleo
americano de guachimán (de watchman), pasando por el manejo cotidiano en los EE.UU. de
vocablos como jonrón, troca y (los viles) biles o la alternancia de lenguas en una misma
oración gramatical («¡Ave María, which English!»)— habría que preguntarse no solo si esos
usos son correctos o no, si merecen condena o aplauso; habría que plantearse también qué
intentan hablar las personas que utilizan —utilizamos— muchas de esas expresiones.
¿Quieren hablar inglés? ¿Tratan de hablar español? ¿Realmente pretenden hablar
espanglish? Para mí que los hablantes a los que he oído utilizar esos rasgos los han
empleado no solo hablando español, sino queriendo hablar español. Lo que ocurre es que
luego sale el español que sale, por geografía, por sociología, por cultura, por conciencia. Cada
hablante es fruto de su circunstancia. 122 Lejos de mi intención está afirmar que todo vale
para todo. Las lenguas, incluido el español, tienen que contar con unos referentes de cultura,
de uso cuidado, que garanticen su mantenimiento y utilidad, a la vez que su enriquecimiento,
y a los que todos los hablantes deberían tener acceso. ¿Qué español vamos a enseñar a los
niños en las escuelas del mundo hispánico? ¿Cada pueblo el de su variedad local? ¿A quién
le conviene la babelización de una comunidad idiomática como la hispanohablante? Sería un
suicidio cultural colectivo. Pero la unidad no está reñida con la diversidad. Se quiera o no, la
comunidad hispánica tiene un aire de familia que se percibe de inmediato, como también se
reconoce la multiplicidad de orígenes, entre los que se encuentra el que ha llevado a la
efervescencia del espanglish en los EE.UU. El espanglish sigue teniendo el aire de la familia
y lo puede tener mientras los hablantes no quieran convertirlo en otra cosa. Nada impide que
el español general pueda adoptar formas del jenízaro espanglish y nada impide que los
usuarios de la mezcla reciban la influencia de otras formas de usar español. No sería extraño
que muchos de los usos que hoy son mezclados se reorientaran en el futuro hacia soluciones
más generales. Las actitudes visionarias y los juicios contundentes me parecen sospechosos,
por eso debo reconocer que en esto de las lenguas soy bastante orteguiano: las lenguas son
las lenguas y sus circunstancias. En esa clave interpreto la partitura.

Extraído de https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/julio_03/15072003_01.htm

5. JANGUEANDO’ EN SAN JUAN DE PUERTO RICO


Ilan Stavans
(2017)
Al llegar al aeropuerto de San Juan, lo primero que escuché fue este diálogo: —¿Cómo estás,
brother? —¡Muy cool! —¿Y la situación? —Ya tú sabes, stinky. Durante esa visita a Puerto
Rico, la evidencia de la grave recesión —123 mil millones de dólares de deuda y obligaciones
de pensiones que dieron como resultado que el gobierno solicitara acogerse a la ley de
bancarrota en la corte federal— se veía por todas partes: avisos de ejecución hipotecaria,
escaparates vacíos, escuelas públicas cerradas y un creciente número de gente sin hogar.
Desde luego, los puertorriqueños estaban divididos drásticamente en torno a cómo abordar
la crisis. Pero algo los unía a todos: el elocuente spanglish que se habla para comunicar la
consternación colectiva. En efecto, los viajeros de inmediato reconocen que esa alternancia
de código es verdaderamente democrática en la isla. Sin importar adónde vayas, el spanglish
no discrimina en términos de edad, clase o etnia. Lo escuché en la marketa (el mercado), en
la guagua (el autobús) y en el bloque (en la manzana del barrio). En la radio, escuché
spanglish constantemente en las letras de la música de salsa, la bomba, la plena y el
reguetón. Y lo leí en el grafiti omnipresente que, más que en cualquier otro lugar que haya
visitado en el mundo de habla hispana, parece prestarse al doble sentido. El spanglish
puertorriqueño no apareció de la nada. Ha existido desde la guerra hispanoestadounidense
de 1898. O, de manera más concreta, desde que el presidente Woodrow Wilson firmó la Ley
Jones-Shafroth en 1917, cuando la isla entró al dilema que la mantiene vencida. Pero en
épocas difíciles, “la lengua misma te ayuda a bregar”. Me topé con este diálogo afuera de un
restaurante: —¿Vas al coffee break ahora? —No, porque si no doy overtime el boss me coge.
—Careful y tómatelo suave. Así como el spanglish de Puerto Rico no es del todo nuevo, la
isla no es el único ecosistema donde esta forma híbrida de comunicación prospera
actualmente. La frontera entre México y Estados Unidos es otro campo fértil, aunque su
spanglish tiene un vocabulario y rasgos sintácticos diferentes. Al igual que las muchas
variedades de español en la civilización hispana —el español argentino es distinto del
mexicano, del colombiano, del venezolano, del cubano, etcétera— en los últimos cien años o
más, el spanglish ha evolucionado lo suficiente como para establecer una serie de dialectos
disímiles y claramente definidos. El dominicanish, cubonics, tex-Mex y el spanglish chicano
de California deben considerarse en sus propios términos. Dentro de esos grupos definidos
por su nacionalidad, los jóvenes usan el spanglish de manera desemejante que sus mayores,
así como los inmigrantes utilizan una modalidad que no es igual a la que hablan los latinos
de primera o segunda generación. Incluso hay una diferencia palpable entre el spanglish de
Puerto Rico y el “neoyorriqueño”, es decir, el que hablan los puertorriqueños en el territorio
continental de Estados Unidos. Cada 124 una de esas variedades está permeada de un léxico
diverso, un acento e incluso cierto estilo; “su propio revolú”, su propia algarabía. Durante
mucho tiempo, los puristas han buscado estrategias para detener la propagación del
spanglish. Lo han descrito como una peste y han buscado maneras de “corregir” la jerga
incivilizada de sus hablantes. En 1991, por ejemplo, el codiciado Premio Príncipe de Asturias,
quizá el galardón cultural más importante en el mundo de habla hispana, le fue otorgado a
Puerto Rico en reconocimiento a la decisión de las autoridades que “con decisión ejemplar,
han declarado el español único idioma oficial de su país”. De igual forma, la edición número
23 del Diccionario de la lengua española, que publicó en 2014 la Real Academia Española,
incluyó 19.000 americanismos, que son términos utilizados por los hispanohablantes de
América Latina. Un gran porcentaje de esas palabras son anglicismos. Ejemplos comunes
son “congresional” (congressional), “dron” (drone) y “nube informática” (cloud). Puerto Rico
fue campo fértil en la recolección de estos ejemplos lexicográficos. Es hora de acabar con
esta actitud de desdén respecto del spanglish. Los puertorriqueños son prueba de la
durabilidad de este fenómeno y de su asombrosa habilidad de enfrentar la adversidad. De
hecho, debemos considerar al spanglish una nueva lengua mestiza. Aunque aún no está
estandarizada, millones de hablantes la usan a diario, y crean sus propias reglas sintácticas.
Menospreciarlo como algo bárbaro dice más de quien así lo hace que de quien lo habla. El
spanglish actualmente está pasando de la etapa oral a la escrita, conforme se utiliza para
escribir novelas, obras de teatro, películas, poesía, programas de televisión, traducciones,
sermones y discursos. Como tal, ya está definiendo el futuro del continente americano. Al
menos para los puertorriqueños, es el mejor antídoto ante la crisis que jamás termina,
sentimiento que, sobra decirlo, es parte esencial del ADN hispanoamericano. No me
sorprendería que se otorgara un Premio Nobel en el siguiente par de décadas a un autor que
escriba en spanglish y cuya obra deba traducirse al español y al inglés para que quienes no
lo hablan puedan entenderla por completo. Ilan Stavans es profesor de Humanidades y
Cultura Latinoamericana y Latina en Amherst College y director de Restless Books. A
principios de este año, tradujo "El principito", de Antoine de Saint-Exupéry al "spanglish".

Extraído de https://www.nytimes.com/es/2017/07/20/espanol/opinion/puerto-rico-spanglish-san-juan.html

También podría gustarte