La Historia de Los Virus
La Historia de Los Virus
La Historia de Los Virus
Ventana al Conocimiento
Periodismo Científico
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Vivimos en un planeta de virus. Esta afirmación pudo parecer demasiado provocadora cuando
en 2011 Carl Zimmer la utilizó como punto de partida para su libro Un planeta de virus. Ahora,
en 2020, puede parecer premonitoria, después de que el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 haya
logrado infectar a humanos y extenderse rápidamente por todo el mundo, provocando una
pandemia que ha cambiado nuestras vidas. Pero independientemente de que esta afirmación
suene provocadora o premonitoria, lo cierto es que cada vez tiene más fundamento científico.
“Los virus son unos actores invisibles pero dinámicos en la ecología de la Tierra. Mueven ADN
entre especies, proporcionan nuevo material genético para la evolución y regulan vastas
poblaciones de organismos — explica Judy Diamond, directora del proyecto “Un mundo de
virus”—. Cuando consideramos cómo cada animal, planta o microbio ha ido tomando forma a
lo largo de la historia de la evolución , debemos tener en cuenta el determinante papel jugado
por los diminutos y poderosos virus”. Según esta investigadora, la virología no solo nos puede
ayudar a luchar contra esta y futuras pandemias, sino a entender nuestra evolución.
Esa visión tradicional de la evolución de los virus ha tropezado recientemente con una potente
contradicción. La mayoría de las proteínas de los virus que conocemos no tienen su
equivalente en las células de los organismos vivos que conocemos, lo que sugiere que podrían
haberse originado en células muy primitivas, anteriores a LUCA (las siglas en inglés del “último
antepasado común universal”, del que descienden todos los seres vivos actuales). El origen de
los virus es muy complicado de aclarar, entre otras cosas, porque no forman fósiles. Así que lo
único que nos queda es aplicar técnicas de biología molecular para escrutar sus genes en busca
de pistas. Esos estudios han llevado a tres explicaciones principales:
Hipotesis de la reducción: los virus fueron originalmente un tipo de células pequeñas que
parasitaban células más grandes. Con el paso del tiempo fueron perdiendo genes, quedándose
con los imprescindibles para parasitar. Algo parecido sucede con algunas bacterias —de los
géneros Rickettsia y Chlamydia—, que solo pueden reproducirse dentro de células huésped.
Hipótesis del escape: los virus podrían haberse originado a partir de fragmentos de material
genético de células, que escaparon de ellas. El descubrimiento de los transposones (también
conocidos como “genes saltarines”) por Barbara McClintock en 1950 ayuda a entender los
mecanismos biomoleculares por los que esto podría producirse.
Hasta ahora no se ha podido demostrar que una de esas tres hipótesis sea la correcta, y todas
ellas contradicen de alguna manera la definición o la composición de los virus. El estudio
comparativo de los genomas de virus y células no ha logrado aún aclarar el origen de los virus,
pero sí empieza a consolidar la idea de que los virus son ancestrales y anteriores a la división
de la vida en tres dominios. También parece claro que —al contrario que la vida celular, que
proviene toda de LUCA—, los virus actuales no tienen un único antepasado común, sino que
habían aparecido varias veces a lo largo de la evolución por uno o varios de los mecanismos
expuestos en esas tres hipótesis.
Sea como sea, estos descubrimientos nos llevan a pensar en los virus como algo más que una
diminuta e invisible amenaza para nuestra salud y nuestro estilo de vida: mucho más que eso,
son esenciales para la vida en la Tierra y para su evolución. Son una rica fuente de diversidad
genética. Los virus evolucionan mucho más rápido que cualquier otro organismo, y por eso al
infectar a los seres vivos que parasita les proporciona también acceso a nuevo material
genético que puede ayudarles a adaptarse y sobrevivir. Los biólogos evolutivos están
empezando a asumir que los avances en la ciencia de la virología nos deberían traer, por tanto,
nuevas claves sobre el origen de la vida y sobre la evolución.
Francisco Doménech