27 Tazria

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Parashát Tazria (27)  

En la parashah previa, Moshé concluye dando las instrucciones con


respecto a los mamíferos para distinguir entre “lo impuro y lo puro”;
ahora, siguiendo el orden de Breshit, donde los animales aparecen
primero que el hombre, se tratan los asuntos de la pureza de la mujer

Fuentes de la Parashá Tazria:


 Toráh: Vayikrá 12:1-13:59 (Tazría – Concibe, concibiere)
 Haftará: 2 Reyes 4:42 – 5:19
 HaTsofen HaMaljutí: Matay 10:1 – 12:50

Resumen:
Básicamente la ley es que cuando una mujer judía atraviesa un embarazo
y da a luz, debe entrar en un proceso de purificación ritual que incluye la
entrada al mikvé y traer una ofrenda al Eterno en el Sagrado Templo. Si
es un varón, se considera impura ritualmente por siete días. Si da a luz
una niña, entonces está impura ritualmente, por 14 días. Si es varón,
luego de los primeros siete días, se cuenta 33. Si es niña, luego de los 14
días, se cuentan 66 días.

En el evento de dar a luz un varón, éste debe ser


circuncidado al octavo día. Por medio del brit milá
(pacto de la circuncisión) el varón judío entra en el
Pacto de Avraham que fue confirmado al pie del monte
Sinaí y es considerado oficialmente parte del pueblo
hebreo.
Después de dar a luz, la madre tenia prohibido entrar en el Tabernáculo
durante 40 días, si era hijo y 80 días si era hija.
A la conclusión de este período de tiempo, era
responsabilidad de la madre llevar las ofrendas y
sacrificios especiales (de pecado) y a partir de ese
momento, retomaba su estado de pureza ritual en
relación a los alimentos consagrados del Templo
En otras palabras, después de dar a luz, al cumplirse la primer semana, la
mujer baja al mikvé y restaura su pureza ritual, pero no en relación con
los alimentos consagrados que vienen de las ofrendas que se presentan en
el Templo.

La purificación ritual para tener acceso a esas


ofrendas consagradas, vendrá solamente cuando la
expiación haya sido efectuada, según los días
prescritos en la Torah por nacimiento de varón o de
hembra. Así que hay dos momentos de purificación
ritual, primero a la semana de haber dado a luz y
luego, dependiendo si fue hijo o hija, al concluir el
día 33 días o el 73. (La ofrenda se presenta al día
siguiente, no el mismo día 33 ó 73)
La primera purificación ritual viene por agua. La segunda, por expiación.
La no existencia del Templo impide el cumplimiento de estos procesos
litúrgicos por lo cual todo nuestro pueblo Israel en estos
momentos, halájicamente hablando, está ritualmente impuro.
Necesitamos agua limpia que nos lave y un sacrificio que nos
proporcione expiación. Damos gracias al Eterno porque hemos
encontrado esa agua y esa expiación, aun cuando no tenemos el Templo
en pie. El que lee entienda.

La parasháh nos introduce además a un tema que se


extenderá a la próxima, sobre cierta afección de la
piel, generalmente identificada con la lepra. En
realidad, esta afección de la piel no es la lepra
propiamente dicha, y esto será asunto que
estudiaremos la próxima semana.
Aquí se nos enseña que si una persona contraía una enfermedad cutánea
parecida a la lepra, debía presentarse delante del sumo sacerdote o
alguno de los sacerdotes oficiantes en el Templo, los cuales tendrían la
responsabilidad de examinar a la persona y verificar si era o no tzaárat,
para entonces declararlo puro (si no era) o impuro (si estaba
contagiado).

Se le colocaba en custodia de salud por siete días y


luego se le volvía a examinar. Si luego de los siete
días la afección cutánea se mantenía, debía ser
aislado otros siete días y luego, si la mancha en la piel
no se había profundizado o extendido por el resto del
cuerpo, entonces no era tzaárat y se le declaraba puro.
Esta enfermedad no solamente tenía que revisarse en el cuerpo de la
persona, sino incluso, en sus objetos personales como su ropa pues en el
evento que se detectaran tales manchas en la ropa, también tenía que ser
presentado al Cohén y aislarse por siete días y luego volver a mirar y
examinar cuidadosamente la ropa; en el evento que la mancha se hubiese
hecho visible en otros lugares de la ropa que la primera vez, entonces
definitivamente era tzaárat y la persona sería impura.

En estos casos positivos, la ropa había que quemarla.


De no ser así, la ropa se lavaba y se colocaba en
custodia por otros siete días para observarla de nuevo.
Si luego de ese tiempo, el Cohén la examinaba y veía
que la mancha no se había extendido o cambiado de
color, era limpia, de lo contrario, se ordenaba la quema
de la ropa.
Comentario
Nuestro comentario de hoy estará fundamentado en la instrucción más
importante que el Cohén Gadol debería tener en cuenta a la hora de
revisar a los afectados de Tazría. El deberá “mirar la mancha y verificar
si la mancha no cambió de color (aspecto)”. ( 13:55). Lo interesante aquí
es mirar el término hebreo traducido “color” o “aspecto”. La traducción
literal sería:: “ Y mirará el cohén que la llaga (mancha) no cambió su
ojo”.

Si traducimos esto así, literalmente, no se entendería


en su sentido natural (pashat). Por lo tanto, el sentido
es: “Y mirará el cohén que la llaga (mancha) no
cambió su aspecto”, es decir, sigue del mismo color,
mismo tamaño y misma estructura.
Sin embargo, como ya hemos aprendido, la Toráh tiene varios niveles de
interpretación. En un nivel más profundo, la expresión “Y mirará el
cohén que la llaga (mancha) no cambió su ojo”, nos enseña una gran
lección espiritual que debemos tener presente en nuestras vidas todo el
tiempo.

Para comprender bien el significado de esta frase,


recordemos las palabras de nuestro Santo Maestro, el
Maestro de Justicia de Israel y del mundo Su
Majestad, Yeshua HaMashiaj cuando nos dice en su
enseñanza: “El Reino de los Cielos es como un mujer
que perdió un dinero y luego de revisar bien toda su
casa y barrer y limpiar, lo encuentra, entonces invita a
sus amigas y les dice: Vengan y regocíjense conmigo
porque encontré el dinero perdido”.
Basado en esto, dirá luego el más aventajado estudiante del Ríbi que uno
debe, “gozarse con los que se gozan”, sin la más mínima forma de celos.
Esta es precisamente la gran lección que
contiene nuestra parashá, el saber interpretar bien los
hechos que ocurren en nuestras vidas sin permitir que
los celos o la envidia tomen presa de nuestros
pensamientos y emociones.
Lo que mas daño nos hace, no son los problemas que nos suceden, sino
cómo los interpretamos. Dependiendo de cómo sea tu visión de la vida,
así será tu interpretación de los hechos que suceden en tu experiencia.

Esta parashá dedica mucho tiempo a la explicación de


una enfermedad que tiene más repercusión espiritual
que material. ¿Qué aprendemos entonces? Si miras
con una lupa el texto, el Cohén tenía que saber “dónde
poner el ojo” para determinar si la prenda podía ser
considerada “pura” o “impura”.
Dependiendo de dónde pongas tu ojo, así será la manera cómo
interpretarás los hechos que ocurren en tu vida. El Maestro nos enseña
que los vecinos de la mujer que encontró su dinero perdido, debían
experimentar un gozo muy grande con ella por la bendición de haber
encontrado lo que se había perdido.

Lamentablemente hay muchas personas que se


“comen el hígado” cuando ven el éxito tocar la puerta
a los demás. No pueden resistir que a otros les vaya
bien y entonces se llenan de celos y envidias.
Una vez que “colocamos el ojo” en el lugar correcto, es decir, una vez
que “enfocamos” la vida de forma apropiada, las cosas cambiarán
definitivamente para ti. No es lo que te sucede, sino cómo lo interpretes
lo que hará una diferencia.
Ese “saber cómo interpretar bien” se dice en hebreo,
“colocar el ojo”, es decir, saber discernir
apropiadamente.
Yojanán HaCohén, quien tuvo el honor de introducir a Yeshua al pueblo
judío, hizo la siguiente declaración: “No puede el hombre recibir nada,
si no le es enviado del Cielo”. Una vez que “colocamos bien el ojo” en
esto, entonces aprendo que lo que Di-s decreta para una persona, es lo
que realmente le pertenece y por tanto, “Si Di-os no edifica, en vano
trabajan los que edifican” y “Si Di-os no cuida la ciudad, en vano vela
la policía”.

Una vez que aprendemos a “colocar bien el ojo”,


aprendemos que aunque es mi deber edificar y cuidar,
hay elementos en ese proceso que escapan a mis
cálculos por mis limitaciones humanas y por tanto
debo contar siempre con el Eterno en el ejercicio de mi
trabajo, no importa su naturaleza.
El hermano de nuestro Ribi, Ya’akov ben Yosef HaTzadik, decía en
nombre del Ríbi: “Todo regalo que el hombre pueda recibir, le es dado
del Cielo”. En otras palabras, como se decreta Arriba será Abajo y por
cuanto Di-s es un Di-os de amor y gracia, lleno de compasión y
misericordia, El no hará nada con la intención de hacerme daño, todo lo
contrario, como enseña el Ríbi, “¿qué padre si su hijo le pide pan le dará
una piedra?”, por tanto, debemos aprender a “colocar el ojo” en este
principio y esforzarnos por entender los hechos que ocurren en nuestras
vidas, buenos y malos y especialmente los que consideramos
“malos” con una óptica espiritual, “colacando bien el ojo”, es decir,
mirando las circunstancias que tienen lugar alrededor de mi vida, a
través de los lentes de la Toráh.

Al final del día comprenderemos que lo que nos ocurrió


era lo mejor que podía ocurrirnos y que en el ejercicio
de Su función como Supervisor del universo, Di-s
nunca se apartó un ápice de los más elementales
principios de la bondad y la justicia, en perfecto
balance.
¿Dónde tienes puesto tu ojo? Eso determinará cómo serás capaz de
discernir entre una mancha estable y una movible, entre lo que se puede
quedar contigo y lo que tienes que lanzar al fuego y destruirlo para
siempre.

Yosef, vendido a Egipto, supo “colocar bien el ojo” y


pudo decir a sus hermanos: “No les duela en su
corazón el haberme vendido acá, porque para
preservación de vuestras almas me envió el Eterno
delante de vosotros”.
La forma del envío y el sufrimiento en el proceso es la parte humana que
vemos, la “preservación de vuestras almas” es lo que el “ojo bien puesto
de Yosef” percibió y le dio la fortaleza para mantenerse firme en todo
momento.

Nuestro texto afirma: Y el Cohén mirará que la llaga


(mancha) no ha cambiado de aspecto”. “Llaga” es la
traducción del hebreo “nega” que se escribe con tres
letras, ֶ‫( נּ‬nun), ֶ‫( ג‬guimel ) y ‫( ע‬ayim), esto es,
‫( נּגע‬nega) que contiene las mismas letras que el
término hebreo “oneg”, que significa “gozo”, “alegría”,
“placer”, especialmente el “oneg” que viene como
resultado de saber discernir bien los momentos que
uno vive. La letra hebrea “‫( “ ע‬ayim) significa “ojo”, y
lo que determina si leemos “nega” u “oneg” es dónde
colocas la “‫( “ ע‬ayim), es decir, tu ojo. Si pones el ojo
en lo que ves, obtendrás un resultado, pero si colocas
tu “ayim” en lo que no se ve, lograrás otro
resultado.Rabino Shaul decía en su enseñanza en
nombre del Ríbi, “no poniendo el ojo en lo que se ve, si
no en lo que no se ve, porque lo que se ve es
temporal, pero lo que no se ve es eterno”.
Piensa en esas dos palabras con las mismas letras hebreas: “llaga” y
“gozo” ¿qué determina si leemos “llaga” o si leemos “gozo, placer”? El
lugar donde pongas “el ojo”, la “‫( “ ע‬ayim). De la misma manera tu vida
y los hechos que la circundan. Donde hasta hoy has visto solo “llagas”
podrás comenzar a ver “gozo”, si eres capaz de cambiar la “ayim” y
colocarla en el lugar apropiado.

Que tengas una semana alegre y bendecida.

. . Esta semana se estudian dos parshiot azría y


etzora. El te to de etzor se encuentra
en ayi r : -15:33 y la aftar : Reyes : - ,
mientras que el a sofen a aljutí: atay : –
15:39 .

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