Toma de Ciudad Juárez

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 17

Toma de Ciudad Juárez

La Toma de Ciudad Juárez fue un enfrentamiento


decisivo que tuvo lugar durante la Revolución
mexicana, como parte de la llamada revolución
La Toma de Ciudad Juárez
maderista. Esta se desarrolló del 8 al 10 de mayo de Revolución mexicana
1911 en Ciudad Juárez (Chihuahua), aunque los Parte de fecundación
siguientes días se registraron saqueos y fusilamientos,
hasta la firma de los Tratados de Ciudad Juárez
celebrados el 21 de mayo de 1911, acarreando
eventualmente la renuncia del presidente Porfirio Díaz
e interminables divisiones y rupturas entre los
revolucionarios los siguientes años.

La batalla opuso a un pequeño y descuidado ejército


federal al mando del general Juan N. Navarro y a los
revolucionarios conformados también por villistas y
orozquistas que eran superiores en número, todos estos
comandados por los generales Peppino Garibaldi de
origen italiano, José de la Luz Blanco, Pascual
Orozco, uno de los principales líderes de Chihuahua, y
también el general Francisco Villa.
Los revolucionarios durante la toma de Ciudad
Esta batalla no estaba prevista por Francisco I.
Juárez
Madero, quien nunca la autorizó oficialmente, ni
siquiera dio orden de ataque a la ciudad, por el
Fecha 29/10/2008-10 de mayo de
contrario, consideraba que Ciudad Juárez no era
esencial para la revolución y que la clave estaba en el 1911
sur. Desacatando las órdenes Garibaldi, Blanco, Lugar Ciudad Juárez (Chihuahua)
Orozco y Villa atacaron la ciudad el 8 de mayo por los Coordenadas 31°43′27″N 106°28′31″O
flancos Sur y Oeste; neutralizaron las trincheras
Resultado Victoria de los revolucionarios,
construidas por los defensores, y dinamitaron las casas
caída de la dictadura de Porfirio
de adobe. El día 9 de mayo cortaron líneas eléctricas y
Díaz
de agua e incrementaron los incendios en diversos
puntos. Después de dos días de intensas refriegas, el Beligerantes
general Navarro y su exhausto ejército se rindió el 10 Ejército Federal Ejército
de mayo. Entre el 16 y el 29 de mayo hubo saqueos en Mexicano Revolucionario
diversos lugares de la ciudad.
Comandantes
El 9 de mayo de 1911, un día después de la toma de la Juan N. Navarro Francisco Villa
ciudad, Villa ordenó el saqueo de la casa comercial Pascual Orozco
Ketelsen y Degetau, saqueo que fue repetido al año Peppino Garibaldi
siguiente por las fuerzas de Orozco. Estas últimas
José de la Luz Blanco
quemaron la tienda y tomaron bienes con un valor de
un cuarto de millón de pesos. El 10 de mayo, Madero, Fuerzas en combate
pese a sus reticencias y a las divisiones internas del 650 hombres 3500 hombres
ejército revolucionario, hizo su entrada triunfal a la
Bajas
593 muertos 2000 muertos
ciudad y estableció su cuartel general en el edificio de
la Aduana, permaneciendo ahí hasta el 21 de mayo de 1911 con los Tratados de Ciudad Juárez.

Índice
Antecedentes
La importancia de Ciudad Juárez
La importancia de Ciudad Juárez para los revolucionarios
La importancia de Ciudad Juárez para Porfirio Díaz
El fervor antireeleccionista de Ciudad Juárez
Madero y el Partido Antireeleccionista visitan Ciudad Juárez
Preludio
Pascual Orozco pierde Ciudad Guerrero
La batalla de Estación Bauche
La maniobra defensiva del general Rábago
Madero engaña al general Rábago
Negociaciones de paz
Desacato a Madero
La batalla
El campo de batalla
La estrategia defensiva de los federales
Ataque revolucionario
El general Navarro se rinde
Entrada triunfal de Francisco I. Madero en Ciudad Juárez
Madero le salva la vida al general Navarro
Saqueos
Tratados de Ciudad Juárez
Porfirio Díaz renuncia
La opinión de la prensa mundial
Problemas con los Estados Unidos
Consecuencias
Referencias culturales
Referencias
Enlaces externos
Véase también

Antecedentes
La Toma de Ciudad Juárez fue una batalla de la Revolución mexicana, pero también formó parte de la
Campaña o Revolución Maderista de 1910 a 1911, campaña que fue terminada con el derrocamiento de
Porfirio Díaz, se puede decir que esta batalla fue una de las batallas más decisivas de la Revolución, pero
no fue la única, esta solo puso fin a la campaña de 1910-1911 y empezó otro capítulo mucho más largo.
Cabe señalar que esta campaña empezó en el estado de Chihuahua y terminó ahí, en Ciudad Juárez.

Todo empezó cuando en Chihuahua aceleraron los preparativos para la Revolución, donde estalló y se
propagó el movimiento. Desde San Antonio, Texas, el 5 de octubre de 1910 Madero proclamó el Plan de
San Luis, y convocó a la insurrección para el 20 de noviembre. Los primeros en levantarse en armas, a
mediados de noviembre de 1910, fueron grupos maderistas: Toribio Ortega Ramírez en Cuchillo Parado,
Abraham González en Ojinaga, Francisco Villa en San Andrés y Pascual Orozco en Guerrero. El inicio de
actividades rebeldes en Chihuahua orilló al gobierno federal a movilizar batallones, cuerpos de rurales y de
voluntarios de la guardia nacional de diversos puntos de la República hacia territorio chihuahuense,
descobijando otros lugares. Esto le dio tiempo a los revolucionarios de atacar otras entidades y así hacer
que las tropas federales se tuvieran que movilizar a otros lugares, y así después de esto apoderarse del
estado de Chihuahua uno de los estados de suma importancia. Los pasos contundentes para el control de
Chihuahua fueron en San Andrés, Santa Isabel, Ciudad Camargo, después en Casas Grandes, luego en
Chihuahua y finalmente en Ciudad Juárez. Aunque en muchas de estas batallas los revolucionarios fueron
derrotados como en la batalla de Casas Grandes, solo acrecentaron el deseo de triunfo en los
revolucionarios.

La importancia de Ciudad Juárez


La frontera, específicamente, Ciudad Juárez, fue fundamental en tanto que el control de la plaza por uno u
otro grupo implicó el control del tráfico de provisiones y armas, y de aduanas. Para los revolucionarios,
simbolizaba además la ventaja adicional de estar con un pie en cada margen del río Bravo. Aunque la
Revolución mexicana fue un movimiento de carácter campesino, las sagas decisivas se libraron en
escenarios urbanos, sin duda, uno de los más importantes fue Ciudad Juárez.

Durante la primera década del siglo XX, Juárez había iniciado un proceso de crecimiento económico que
fue truncado por la Revolución. El asedio y ocupación de distintas facciones de las tropas revolucionarias y
de los ejércitos federales, a partir de 1910 provocaron una secuela de problemas políticos, económicos y
sociales que redundaron en el estancamiento de la transformación urbana el casi total paralizamiento de las
actividades comerciales e industriales y de agricultura.

Población de Ciudad Juárez - El Paso, 1900-1920

Año Ciudad Juárez (Chihuahua) El Paso (Texas)

1900 8,218 15,906

1910 10,621 39,279


1920 19,457 77,560

En 1900, la población de Juárez era aproximadamente la mitad de la de El Paso, Texas pero la gesta
revolucionaria obligó a numerosas familias juarenses a reubicarse en El Paso, en pos de mejorar sus
ingresos y buscando la estabilidad política. Durante el periodo 1900-1909, la población juarense creció a
una tasa promedio anual de 1.3, en tanto que la de El Paso lo hizo al 1.7; para el periodo 1910-19 muestran
la misma tasa de crecimiento, pero el número de residentes es sustancialmente diferente: 19,457 para Juárez
en 1920, y 77,560 para El Paso en 1920. Algunos historiadores asumen que la migración realizó una
importante contribución al rápido poblamiento de El Paso, ya que durante el periodo revolucionario se
convirtió en el refugio más cercano para quienes buscaban escapar de la violencia de la guerra.

La importancia de Ciudad Juárez para los revolucionarios

La frontera Ciudad Juárez-El Paso desempeñó un papel importante en el drama revolucionario de 1910 y
no solo porque revolucionarios prominentes fueron originarios del Norte, como Pascual Orozco, Abraham
González, Francisco I. Madero, Francisco Villa, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y Plutarco Elías
Calles. La geopolítica tuvo un gran peso en el proceso revolucionario, por lo menos en sus etapas iniciales:
la Revolución comenzó en el Norte y fue decisiva en esta región. Además si los revolucionarios se
apoderaban de Ciudad Juárez les daba casi el supremo control del norte del país y eso les daría el camino
libre para atacar las regiones del sur y aliarse con otros líderes revolucionarios como Emiliano Zapata. Pero
no solo les daba ventaja en eso; sino en algo mucho más importante para los revolucionarios el control del
tráfico de provisiones y armas, y de aduanas. También, simbolizaba además la ventaja adicional de estar
con un pie en cada margen del río Bravo. Con esta ciudad ganada les daba a los revolucionarios la ventaja
de que si la guerra se alargaba hacer de esta ciudad su base permanente gracias a la ventaja de que si se
necesitaban armas se le podrían comprar o robar a los Estados Unidos fácilmente sin tener que viajar
grandes distancias como se tenía que hacer en la Independencia de México. También representaba la
ventaja de aliados extranjeros y por lo tanto más hombre para luchar durante la guerra; cabe resaltar que
durante la guerra participaron una gran cantidad de extranjeros del lado de los revolucionarios.

La importancia de Ciudad Juárez para Porfirio Díaz

Ciudad Juárez especialmente para Porfirio Díaz y las tropas federales significaba una plaza muy importante
no solo por la localización geográfica y fronteriza con los Estados Unidos, sino también era especialmente
esencial ya que esta ciudad aseguraba sus propias fuentes de abasto bélico, también al tener en sus manos
esta ciudad cortaban el flujo de compra de armamento de los revolucionarios al ejército norteamericano.
Todos estos miedos y pensamientos por parte de Porfirio Díaz se vieron mostrado en los primeros días de
febrero de 1911, las autoridades de Ciudad Juárez, tomaron algunas medidas de seguridad para proteger a
la población local de los posibles ataques revolucionarios. Díaz también temía una posible intervención por
parte de Estado Unidos si algún ciudadano norteamericano resultaba herido por parte de los revolucionarios
o si a los revolucionarios se les ocurría asaltar a algún pueblo o ciudad de Estados Unidos, cosa que haría
Francisco Villa más adelante en el pueblo de Columbus, Nuevo México el 9 de marzo de 1916.

El fervor antireeleccionista de Ciudad Juárez


Otra de las causas de la toma de Ciudad Juárez fue el
fervor antireeleccionista que se había creado en esa
ciudad desde principios del siglo XX. Todos estos
pensamientos en la sociedad empezaron desde
principios de siglo, con el entusiasmo que despertó
entre sectores progresistas, la corriente
anarcosindicalista de Ricardo Flores Magón y su
hermano Enrique Flores Magón, en los municipios
fronterizos de Chihuahua como Guadalupe, Juárez,
Casas Grandes y Galeana. Todo esto hizo de Ciudad
Juárez una bomba a punto de estallar y en 1906
empezaron los primeros bloques de rebelión en esa
ciudad al gobierno de Porfirio Díaz y a la no Ricardo Y enrique Flores Magon los principales
reelección, entonces en este año, empezaron las inculcadores del anarcosindicalismo y el
primeras huelgas y rebeliones, algunos miembros del antireelccionismo en Ciudad Juárez
Partido Liberal Mexicano atacaron Ciudad Juárez
pero fallaron en el intento, mismo que volvieron a
repetir en 1908, esta vez en Palomas, con similares resultados. Aunque al haber fallado en sus planes, el
fervor antireeleccionista capitalizado por Madero en todo el país también prendió en Juárez.

En 1909 se fundó el club antireeleccionista "Benito Juárez", el cual empezó a publicar el semanario El grito
del pueblo, uno de cuyos principales columnistas fue Abraham González, quien expuso sus ideas respecto
al sufragio popular y al voto femenino. En ese mismo año se estableció en la ciudad el club reyista
"Melchor Ocampo", en apoyo al Partido Democrático que postulaba a Bernardo Reyes como candidato a
la vicepresidencia.

Madero y el Partido Antireeleccionista visitan Ciudad Juárez


En enero de 1910, Madero, acompañado de Abraham González y de Roque Estrada, su segundo orador,
llegó por tercera vez a Ciudad Juárez para iniciar su campaña para la presidencia de la República. Del 14 al
19 de enero, permaneció en la ciudad y desplegó una intensa actividad política dirigida a organizar el
Partido Nacional Antirreeleccionista. Los resultados de las elecciones federales de junio de 1910, causaron
protestas entre la población, y terminó en represión por parte de los jefes políticos locales. El
encarcelamiento y posterior huida de Madero, aceleraron los preparativos para la Revolución en el estado
de Chihuahua.

Preludio

Pascual Orozco pierde Ciudad Guerrero

El rumbo de la Revolución en el estado firmó el destino de Ciudad Juárez: al perder Pascual Orozco
Ciudad Guerrero a manos del ejército federal, y por invitación de Abraham González, se dirigió a la
frontera para aprovisionarse de armamento, y reforzar sus filas con los refugiados en Estados Unidos, como
Luis García, José de la Luz Blanco, Antonio Rojas, entre otros.

En los primeros días de febrero de 1911, las autoridades de Ciudad Juárez, tomaron algunas medidas de
seguridad para proteger a la población local de los posibles ataques revolucionarios. La llegada del general
Rábago a la plaza, el 3 de febrero, así como la del general porfirista Juan N. Navarro, frustraron los planes
de Orozco, quien se vio forzado a esperar una nueva oportunidad de tomar la ciudad. Lo cual tuvo que
esperar hasta una orden de Francisco I. Madero para atacar.
La batalla de Estación Bauche

El 25 de abril de 1911 Francisco I. Madero y los rebeldes atacaron Estación Bauche en el estado de
Chihuahua, esto después de la derrota sufrida en la Batalla de Casas Grandes, la cual ocasionó numerosas
bajas a los revolucionarios. El ataque de los maderistas se inició a las 5 de la mañana y cuando había
adquirido intensidad, a las 7:15 se presentó la columna auxiliar, la que ayudó a derrotar a las partidas de
revolucionarios que pugnaban por tomar los reductos fortificados, esta derrota le costó a los maderistas
perder ocho carros de provisiones, un total de 58 muertos entre los que se contaban Salomón Dozal,
Francisco Esteves y José Dolores Palomino; 41 prisioneros, entre ellos el Ingeniero Eduardo Hay (jefe del
estado mayor de Madero), una bandera, 207 caballos, 153 mulas, 150 monturas, 101 rifles y herido el jefe
de la Revolución. Con todo el estado anímico por los suelos, Francisco I. Madero, junto con un Francisco
Villa que empezaba a ser reconocido por su notable liderazgo y manejo de las batallas decidieron atacar la
estación de ferrocarriles Bauche, contra todo pronóstico esta batalla resultó una contundente victoria contra
las tropas federales. Después de derrotar a los federales en Estación Bauche, el ejército maderista se instaló
a la orilla del Río Bravo, frente a la Fundidora. Las semanas siguientes fueron de negociaciones,
preparativos militares, verbenas y sobresaltos.

La maniobra defensiva del general Rábago


A principios de enero de 1911, el Coronel don Antonio Rábago fue mandado a la campaña del norte, al
saberse que estaba amenazada Casas Grandes, llevando como jefe de la sección de ametralladoras al
Teniente José Silva, encontrándose de Chihuahua en adelante; por todo el camino, fuerzas insurgentes, que
tuvieron una serie de combates con la gente que comandaba Casillas, Lucio Blanco y otros jefes, siendo
entre ellos el más serio el de Galeana, que le obligó a replegarse a Casas Grandes. Pero como los amagos
de los revolucionarios a Ciudad Juárez, hizo que acudiera a reforzar la guarnición de aquella plaza.

El coronel Rabago se apresura a cumplir aquel ordenamiento y llega a Ciudad Juárez el 3 de febrero de
1911; pero Pascual Orozco es informado con oportunidad de este acuerdo y se prepara a impedir su
realización, encontrándose unos y otros contendientes el 4 de febrero de 1911. El combate fue sostenido
con brío, por ambos lados, estando a punto de sucumbir las fuerzas del Coronel Rabago. La fatalidad
completa su obra; la última ametralladora que dirigía el Teniente Silva, dejó de funcionar; estaba inutilizada
por un tornillo, por un cartucho o por nada quizá.

Entre los artilleros que veían segura la derrota y los enemigos que comprendían el triunfo seguro, por la
superioridad numérica, estaba el Teniente Silva componiendo el arma. No podía tomar, para ello, más que
una postura: en la que presentaba el pecho a las balas contrarias. Y así, impasible, absorto sobre la
ametralladora descompuesta, el valiente oficial revolvía en la mano experta el destornillador, y con lentitud
reparaba el desperfecto. A su lado caían sus compañeros por la lluvia de balas de los enemigos. Cuando el
último soldado cayó, los rebeldes avanzaron; ya no tenían enemigos; un hombre con un arma inútil, era
nada; se lanzaron sobre el artillero, dando gritos de triunfo; un rebelde, pecho de tierra apoyando el cañón
de su arma, con firmeza, disparó; la bala le quitó al artillero el Kepi.

Se acortaron en un minuto las distancias; de quinientos metros que separaban a los contendientes, ahora
estaban sólo a treinta. De pronto el abanico de fuego de la ametralladora se abrió terrible sobre el enemigo,
y la victoria fue del heroico Teniente José Silva a él, y solo a él, se le debió aquel triunfo; y por ese rasgo
del inteligencia y valor supremo, fue ascendido a Capitán 2.º. Aflojaron su fuegos las fuerzas de Orozco; el
Coronel Rábago a punto de avanzar con dirección a Ciudad Juárez, donde entró con su diezmada columna,
renaciendo con su presencia la confianza y la tranquilidad de sus habitantes. La guarnición de aquella plaza
estaba al mando del Coronel Manuel Tamborrell, al tener conocimiento del gesto heroico del Teniente
Silva, hicieron una manifestación pública de simpatía al intengérrimo hijo del Colegio Militar.
Madero engaña al general Rábago
El 14 de febrero de 1911 Francisco I. Madero intentó entrar al país
por Ciudad Juárez, como eran sus planes originales pero no lo
pudo realizar ya que el general Rábago se encontraba ahí
resguardando la ciudad junto con Juan N. Navarro, vièndose
forzado a ingresar por el Vado de la Herradura, en la Hacienda de
San Agustín, en las inmediaciones de Guadalupe. Iba acompañado
de Abraham González, José de la Luz Blanco, Roque Estrada,
Raúl Madero, José Garibaldi, Alberto Harrington y 20
norteamericanos que se sumaron al movimiento. De allí continuó
hasta San Lorenzo, en el municipio de San Buenaventura,
prosiguió hasta Galeana y atacó Casas Grandes, donde fue
derrotado el 6 de marzo de 1911. Madero se replegó nuevamente
hacia Galeana, en donde se le unió el jefe de los ejércitos
revolucionarios, Pascual Orozco; siguió hasta la hacienda de
Bustillos y estableció ahí su cuartel general.

Pero Madero tenía un plan en mente para librarse del General


Rabago y así poder llegar a Ciudad Juárez. De acuerdo con este
plan, Madero aparentó dirigirse de nueva cuenta sobre Casas Mujeres revolucionarias listas para
Grandes, razón por la cual el mando federal movilizó al general recibir al General Antonio Rábago
Rábago desde Ciudad Juárez al frente de mil federales. Pero éste, rodeando a Lázaro Gutiérrez de Lara
enterado de que Madero y Orozco se hallaban ya en el Cañón de en 1911
Santa Clara, próximo a la estación de Encinillas, cambió su
itinerario, dirigiéndose a Saucillo, en donde el 22 de marzo inició
algunas obras de defensa, con la esperanza de batir a los rebeldes tan pronto como éstos, abandonando la
sierra, se dirigieran a Chihuahua.

No obstante, no era éste el plan de Madero, que desde Encinillas, se lanzó sobre San Andrés colocándose
finalmente, el día 26 de marzo, a unos 60 kilómetros al norte de Chihuahua. Tres días después, estableció
su cuartel general en la hacienda de Bustillos, en donde se le incorporó Francisco Villa con una fuerza
armada de 600 hombres. El 23 de febrero de 1911, el general Rábago al mando de 1000 soldados
emprendió la persecución de los maderistas, pero no pudo cumplir su objetivo por las condiciones en que se
encontraba el ejército federal: había desarticulación, corrupción y escasez de provisiones y armas. Se
reportó que para el 23 de febrero, la ciudad estaba desierta. El 8 y 9 de febrero se habían capturado grupos
en la frontera tratando de cruzar armas y víveres.

Negociaciones de paz
El día 19 los revolucionarios pidieron a las tropas gubernamentales que entregaran la plaza, petición que
previsiblemente, fue negada. Al día siguiente Madero dio a conocer sus condiciones a los generales Toribio
Esquivel y Oscar Branniff, entre otras demandas, se solicitaba la renuncia del General Porfirio Díaz y de
Ramón Corral a la Presidencia y Vicepresidencia de la República respectivamente, así como la entrega del
poder al Licenciado Francisco León de la Barra.

Al darse a conocer las condiciones y la inminencia de la llegada de las tropas revolucionarias a Ciudad
Juárez obligó al presidente Díaz a establecer las primeras negociaciones de paz y se entablaron pláticas
entre los representantes de ambos bandos. Toribio Esquivel y Óscar Braniff lograron un primer acuerdo de
armisticio por cinco días, mismo que fue prorrogado en dos ocasiones consecutivas, sin llegarse a acuerdo
alguno, lo que desató las hostilidades de nueva cuenta. El fracaso de las negociaciones de paz con el
ejército federal, además del temor de provocar un conflicto internacional ya que el Coronel Steaver,
Comandante de la Guarnición norteamericana de El Paso, Tex., advirtió que de efectuarse un conflicto
armado en esta zona de la frontera se vería obligado a intervenir, obligó a Madero a declarar el 7 de mayo,
que la toma de Ciudad Juárez no era decisiva para el rumbo de la Revolución, y ordenó la marcha al sur. El
23 de abril, Madero autorizó la evacuación de la ciudad. Pero porfirio Díaz al fracasar en la negociación dio
a conocer un manifiesto a los mexicanos sobre las negociaciones de paz esta carta fue expedida el 7 de
mayo de 1911 y dice lo siguiente:

Mexicanos:

La rebelión iniciada en Chihuahua en noviembre del año próximo pasado y que


paulatinamente ha ido extendiéndose, hizo que el gobierno que presido acudiese,
como era de su estricto deber, a combatir en el orden militar el movimiento armado.
Entretanto, la opinión pública se informó demandando determinadas reformas
políticas y administrativas, y a fin de satisfacerla, tuve la honra de informar al
Congreso de la Unión, el primero del mes próximo anterior, que era mi propósito
iniciar o apoyar las medidas que reclamaba la Nación. Sobreponiéndome al cargo
que se me pueda hacer de no obrar espontáneamente sino bajo la presión de la
rebelión armada, es público y notorio que he entrado de lleno en el camino de las
reformas prometidas. La iniciativa sobre no reelección del Presidente y
Vicepresidente de la República y de los gobernadores de los Estados, apoyada
moralmente por el Ejecutivo de la Unión, ha sido ya aprobada por la Cámara popular
y está a punto de serlo por el Senado de la República; el estudio de una nueva ley
electoral que haga efectivo el sufragio del pueblo, acomodándose a nuestro medio
social y eliminando hasta donde sea posible la intervención de la autoridad política,
está ya concluido y en breve se someterá a la deliberación de las Cámaras lo mismo
que un proyecto de ley sobre responsabilidad de los funcionarios judiciales y otro
sobre fraccionamiento de terrenos. Al mismo tiempo, los cambios políticos y
administrativos de la Federación y de algunos Estados constituyen otra prueba
inequívoca de la sinceridad con que el gobierno de la República procura interpretar
las aspiraciones de la gran mayoría de la Nación, y del espíritu de reforma que ha
invadido también la administración pública de las entidades federativas. La gran
masa de nuestros conciudadanos, de hábitos pacíficos y laboriosos, de tendencias
evolutivas y progresistas, sin duda habrá reconocido la buena fe con que procede el
gobierno; y aquellos mexicanos que se hayan lanzado desinteresadamente a la
revuelta, en pos de los principios políticos que está realizando la administración
actual, deberían ya haber depuesto las armas evitando así a su país los horrores de la
guerra civil, ya que los principios inscriptos en su bandera no necesitan de la fuerza
para incorporarse a la ley. Mas infortunadamente esto último no ha sido así, y el
gobierno, que se consagraba a la doble labor de combatir con las armas a la rebelión
y de dar garantías para el porvenir a la opinión pública, ha querido probar una vez
más su deseo de restablecer la paz por medios legítimos y decorosos. Algunos
ciudadanos patriotas y de buena voluntad ofreciéronse espontáneamente a servir de
mediadores con los jefes rebeldes; y aunque el gobierno creyó no deber iniciar
negociación alguna, porque habría sido desconocer los títulos legítimos de su
autoridad, dio oídos a las palabras de paz, manifestando que escucharía las
proposiciones que se le presentaran. El resultado de esa iniciativa privada fue, como
se sabe, que se concertara una suspensión de hostilidades entre el General
Comandante de las fuerzas federales en Ciudad Juárez y los jefes alzados en armas
que operan en aquella región, para que durante ia tregua conociera el gobierno las
condiciones o bases a que había de sujetarse el restablecimiento del orden. El
gobierno constituyó su delegado en la persona de un honorable magistrado de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación a quien se dieron instrucciones inspiradas en
un espíritu de liberalidad y de concordia, hasta donde lo permiten la dignidad de la
República y los intereses mismos de la paz que se trataba de negociar. La buena
voluntad del gobierno y su deseo manifiesto de hacer concesiones amplias y de dar
garantías eficaces de la oportuna ejecución de sus propósitos, fueron interpretados,
sin duda, por los jefes rebeldes como debilidad o poca fe en la justicia de la causa del
mismo gobierno; ello es que las negociaciones fracasaron por la exorbitancia de la
demanda previa formulada por los representantes revolucionarios antes de dar a
conocer sus bases de arreglo, y de todo punto incompatible con un régimen legal. La
exigencia de la revolución de que presenten su renuncia el Presidente y el
Vicepresidente de la República en estos momentos tan difíciles, si hubiera de
aceptarse, dejaría a la Nación abandonada a todos los azares y peligros de unas
elecciones que efectuadas desde luego, según lo prescribe nuestra Carta
Fundamental, se harían en plena efervescencia de las pasiones y antes de que
estuviera restablecido el orden público en todo el país. Por otra parte, fijar plazo a la
renuncia, equivaldría a exponerse a los inconvenientes apuntados, por no ser posible
prever cuándo cesará el desorden, y lo que es peor, debilitaría el prestigio y la
autoridad del jefe de la Nación, precisamente cuando más necesarias son estas
condiciones para vigorizar la situación política, cuyos firmes puntos de apoyo deben
ser, principalmente, el buen sentido del pueblo y la actitud del ejército, de cuya
conducta bizarra y ejemplar se enorgullece la República. No es, pues, una
inspiración de vanidad personal del Presidente, para quien el poder, hoy más que
nunca, no tiene ya sino amargos sinsabores e inmensas responsabilidades, lo que le
hizo negarse a la exigencia de la rebelión, no; es el deber, el supremo deber que tiene
de dejar el país en orden y dentro de la ley o de hacer cualquier sacrificio, aun el de
la propia vida, por conseguirlo. Por último, hacer depender la presidencia de la
República, es decir, la autoridad soberana de la Nación, de la voluntad o del deseo
de un grupo más o menos numeroso de hombres armados, no es, por cierto,
restablecer la paz, que siempre debe tener por base el respeto a la ley; sino, por el
contrario, abrir en nuestra historia otro siniestro periodo de anarquía, cuyo imperio y
cuyas consecuencias nadie puede prever.

El Presidente de la República que tiene la honra de dirigirse al pueblo mexicano en estos


solemnes momentos se retirará, sí, del poder, cuando su conciencia le diga que al retirarse, no
entrega el país a la anarquía y lo hará en la forma decorosa que conviene a la Nación, y como
corresponde a un mandatario que podrá, sin duda, haber cometido muchos errores, pero que
también ha sabido defender a su patria y servirla con lealtad. El fracaso de las negociaciones
de paz tal vez traerá consigo la renovación y la recrudescencia en la actividad revolucionaria.
Si por desgracia fuere así, el gobierno, por su parte, redoblará sus esfuerzos contando con la
lealtad de nuestro heroico ejército para someter a la rebelión dentro del orden; mas para
conjurar pronta y eficazmente los inminentes peligros que amenazan nuestro régimen social y
la autonomía de la Nación, el gobierno necesita del patriotismo y del esfuerzo generoso del
pueblo;
México,cree
mayocontar
7 decon él,-yPorfirio
1911 con él está seguro
Díaz, de salvar
Manifiesto DelaPresidente
a patria. De La República General
Porfirio Díaz A La Nacion

Desacato a Madero
Como se dijo antes, el fracaso de las negociaciones de paz con el ejército federal, además del temor de
provocar un conflicto internacional, obligó a Madero a declarar el 7 de mayo, que la toma de Ciudad Juárez
no era decisiva para el rumbo de la Revolución, y ordenó la marcha al sur. No obstante, la orden fue
desacatada por Francisco Villa, Pascual Orozco, Giussepe Garibaldi mejor conocido como Peppino
Garibaldi y José de la Luz Blanco, quienes decidieron atacar Ciudad Juárez al siguiente día el, 8 de mayo
de 1911. En sus memorias, Garibaldi dice:

Hoy por la noche nos reunimos Pascual Orozco, Villa y yo, nos reunimos para tomar la
decisión de rebasar al mando político: "acordamos atacar Juárez ... sin consultar a Madero"

La batalla

El campo de batalla

Esta batalla, como muchas de la Revolución mexicana se desarrolló en una ciudad, Ciudad Juárez, sin
embargo, no se libró otra batalla durante la Revolución mexicana en una ciudad fronteriza de gran
importancia como lo era Ciudad Juárez por su posición estratégica y valor económico. La ciudad estaba
resguardada en 17 puntos por los federales, entre los cuales se encontraban casas de adobe, escuelas,
trincheras. Tomar Ciudad Juárez no sería fácil tomando en cuenta que sería un combate de posiciones, en el
que tendrìan que neutralizar todos esos puntos o debilitar al enemigo para ganar, no una batalla campal.

La estrategia defensiva de los federales

El general Navarro prohibió que se tomaran fotografías dentro de la ciudad para evitar actos de espionaje
que revelaran la estrategia de la defensa, el historiador local, Felipe Talavera, refiere que la ciudad estaba
resguardada en 17 puntos estratégicos ante la embestida revolucionaria. El comandante de la plaza era el
general Juan N. Navarro “el Tigre de Cerro Prieto”, famoso por su crueldad. Los puntos de defensa estaban
ubicados de la siguiente manera:

El cuartel del Quince, en las actuales calles de Manuel Acuña, Altamirano y Rayón.
Fuerte Hidalgo, en la Escuela Técnica núm. 1, de las calles Artículo 23 y Francisco Sarabia.
Calle Lerdo y Cerrada del Teatro.
En las Oficinas generales de Correos, calle Mariscal y 16 de Septiembre.
Edificio de la Cárcel, en las calles 16 de Septiembre, Mariscal, Guadalupe Victoria y Donato
Guerra.
Edificio de la Aduana, en la calle 16 de Septiembre.
Estación del Ferrocarril.
Misión de Guadalupe.
Escuela No. 28, en las calles Galeana y Constitución.
Vía elevada en las calles Insurgentes y Constitución.
Inmediaciones del mercado Juárez, para defender el acceso desde San Lorenzo.
En la calle María Martínez y Arteaga.
Puente del Ferrocarril Central Mexicano.
Puente del Ferrocarril Noroeste de México.
En la Avenida Lerdo.
En el Viejo Molino de Montemayor, al inicio del actual viaducto Díaz Ordaz.
Avenida Ferrocarril, frente a la plaza de toros “Hermanos Samaniego”.

Ataque revolucionario
Francisco Villa, Pascual Orozco, Peppino Garibaldi y José de la
Luz Blanco desacataron la orden de Madero de retirarse de Ciudad
Juárez, y se decidieron atacar al día siguiente, entonces el 8 de
mayo dirigieron el ataque por los flancos Sur y Oeste de la ciudad;
desde el 8 de mayo se inicia un tiroteo entre las avanzadas
enemigas. Madero y el general federal Navarro habían acordado
un alto al fuego, pero los revolucionarios no obedecen y tirotean a
un emisario federal con bandera blanca. Paulatina y
espontáneamente los rebeldes se van uniendo al combate y
comienzan a avanzar neutralizando las trincheras construidas por Bombardeo revolucionario en la
los defensores, y dinamitaron las casas de adobe, obligando a los Toma de Ciudad Juárez
federales a responder horadando pared por pared y en tremenda
lucha cuerpo a cuerpo. Ante el creciente e imparable intercambio
de disparos entre ambos bandos, Madero avisa a Navarro que rompe la tregua y ordena el asalto general. El
día 9 cortaron líneas eléctricas y de agua y arreciaron los incendios en diversos puntos. Villa ordenó el
saqueo de la casa comercial Ketelsen y Degetau.

El general Navarro se rinde

Tras dos días de combates, y exhausta ya la tropa federal, cae el último reducto de la defensa y la plaza es
ocupada por una fuerza de aproximadamente 2,500 antirreeleccionistas dirigidos por Pascual Orozco,
Francisco Villa, Marcelo Caraveo, José de la Luz Blanco, José Luis Salazar, Giussepe peppino Garibaldi y
Emilio Campo. Juan N. Navarro el temible "tigre de cerro prieto", el defensor de la plaza, rinde la plaza a
las tres de la tarde del 10 de mayo de 1911.

Entrada triunfal de Francisco I. Madero en Ciudad Juárez


El 10 de mayo Madero, pese a sus reticencias y a las divisiones internas del ejército revolucionario, hizo su
entrada triunfal a la ciudad y estableció su gobierno provisional en el edificio de la Aduana. Su gabinete
quedó conformado secretario de Relaciones Exteriores, Francisco Vázquez Gómez; de Comunicaciones,
Manuel Bonilla; de Hacienda, Gustavo A. Madero; de Guerra, Venustiano Carranza; de Justicia, José
María Pino Suárez; de Gobernación, Federico González Garza y como su secretario particular a Juan
Sánchez Azcona. En esta selección comete un error que gira en torno al nombramiento de Venustiano
Carranza, pues Orozco y Villa, no le consideran mérito alguno para ocupar ese puesto, lo que ocasiona una
nueva fricción. Y la cual ocasionaría una de las causas por las cuales Francisco Villa y Pascual Orozco
dejarían de confiar en Francisco I. Madero.

Madero le salva la vida al general Navarro


La matanza de prisioneros por los grupos beligerantes comenzó casi inmediatamente después del inicio de
las hostilidades y algunos meses antes, al tomar el pueblo de Cerro Prieto, el 11 de diciembre de 1910, el
general federal Juan N. Navarro ordenó el fusilamiento de 19 prisioneros maderistas, entre ellos algunos
vecinos pacíficos de la comarca. Al lograr un triunfo aplastante sobre una columna federal en el cañón de
Malpaso, el 18 de diciembre, el jefe insurrecto Pascual Orozco ordenó la ejecución de los funcionarios
federales de Ciudad Guerrero, Chihuahua. Abraham Oros Oros, uno de los más crueles y sanguinarios
jefes insurrectos de la región, quien había sido nombrado jefe político del distrito por Orozco, mando a
ejecutar a Urbano Zea, el exjefe político federal.
Los maderistas pedían la cabeza del general Navarro, por las ejecuciones que éste había ordenado días
antes; pero el señor Madero se negaba. Entonces el 13 de mayo vuelve a presentarse un conflicto mucho
más serio entre los tres, Orozco y Villa junto con un núcleo de sus seguidores, irrumpieron en el cuartel
general de Madero para exigir el fusilamiento del general Navarro por las ejecuciones de Cerro Prieto y por
la gracia que concedió Madero al General federal Juan Navarro, defensor de Ciudad Juárez, al perdonarle
la vida, pues Orozco y Villa exigían un juicio sumario y fusilamiento inmediato. El presidente provisional
rehusó sujetarse a las demandas de los jefes insubordinados y, después de un breve altercado, los convenció
de que se habían excedido en su autoridad y nombró lo escrito en el Plan de San Luis en el artículo 8.º y
11.º C, que dicen lo siguiente:

Plan de San Luis-Articulo 8°. Cuando las autoridades presenten resistencia armada, se les
obligará por la fuerza de las armas a respetar la voluntad popular, pero en este caso las leyes
de la guerra serán rigurosamente observadas, llamándose especialmente la atención sobre las
prohibiciones relativas a no usar balas explosivas ni fusilar a los prisioneros. También se llama
la atención respecto al deber de todo mexicano de respetar a los extranjeros en sus personas e
intereses.

Plan de San Luis-Articulo 11 °C. Si las fuerzas y autoridades que sostienen al general Díaz
fusilan a los prisioneros de guerra, no por eso y como represalia se hará los mismo con los de
ellos que caigan en poder nuestro; pero en cambio serán fusilados, dentro de las 24 horas y
después de un juicio sumario, las autoridades civiles y militares al servicio del general Díaz
que una vez estallada la revolución hayan ordenado, dispuesto en cualquiera forma, trasmitido
la orden o fusilado a alguno de nuestros soldados. De esa pena no se eximirán ni los más altos
funcionarios, la única excepción será el general Díaz y sus ministros, a quienes en caso de
ordenar dichos fusilamientos o permitirlos, se les aplicará la misma pena, pero después de
haberlos juzgado por los tribunales de la República, cuando ya haya terminado la Revolución.
En caso de que el general Díaz disponga que sean respetadas las leyes de guerra, y que se trate
con humanidad a los prisioneros que caigan en sus manos, tendrá la vida salva; pero de todos
modos deberá responder ante los tribunales de como ha manejado los caudales de la Nación y
de como ha cumplido con la ley.

Saqueos
Las fuerzas revolucionarias causaron daños al comercio local. El 9 de mayo de 1911, Francisco Villa
ordenó el saqueo a la casa comercial Kettesen y Degatau y un año más tarde las fuerzas armadas de Orozco
volvieron a atacar el mismo establecimiento; quemaron la tienda en su totalidad y se llevaron bienes con un
valor de un cuarto de millón de pesos. Los hoteles Porfirio Díaz y México fueron utilizados como cuartel
por los revolucionarios, quienes abrieron cantinas, robaron la joyería El Rubí y saquearon las farmacias.

Tratados de Ciudad Juárez


En el mes de abril de 1911, llegaron a Ciudad Juárez dos representantes del gobierno porfirista para
negociar la paz con Madero, tratando de evitar la renuncia de Díaz, al mismo tiempo que ofrecían la
renuncia de Ramón Corral, la capacidad de designar a cuatro ministros en el gabinete presidencial y a 14
gobernadores. Francisco I. Madero estuvo a punto de ceder a la propuesta porfirista incluyendo la
aceptación de la continuidad de José Yves Limantour en la Sria. De Hacienda. Madero se encontró con la
férrea oposición de Venustiano Carranza, de Roque Estrada y de Francisco Vázquez Gómez, quien fuera
candidato a la vicepresidencia por el partido antirreelecionista, a la aceptación de dicha proposición.
Vázquez Gómez convenció a Madero de exigir la renuncia del dictador, con lo que se daba por roto el
diálogo de paz.
Posteriormente, Madero exigió como punto fundamental para lograr la paz, la renuncia del general Porfirio
Díaz, porque según sus propias palabras: "...el plan que quiero seguir en las negociaciones de paz es
obtener tales cambios y tales ventajas, que haga imposible que Díaz siga en el poder, de tal manera que
espero fundadamente que lograremos se retire del poder más pronto que si llevamos la revolución hasta el
fin".

Rafael Hernández, representante del gobierno porfirista, indignado protestó: "¿Quieren la renuncia del
general Díaz? ¡Piden demasiado! Les hemos otorgado cuatro ministros y catorce gobernadores y aún esto
que es mucho ¿se les hace poco?". Venustiano Carranza, por su parte respondió con estas palabras: "Sí,
nosotros no queremos ministros ni gobernadores, sino que se cumpla la soberana voluntad de la nación.
Revolución que transa es revolución perdida".

Tan justas consideraciones no fueron oídas por Madero, quien tomada Ciudad Juárez, aceptó firmar los
tratados que con el nombre de dicha ciudad recoge la historia. Los tratados de Ciudad Juárez dejaron en pie
toda la maquinaria política, militar y administrativa porfiriana, aceptando que la presidencia de la República
quedara en manos de Francisco León de la Barra, ministro de relaciones del gabinete del general Díaz, el
que, como es de suponerse no representaba a la revolución, sino al régimen que la revolución estaba
obligada a destruir. Obedeciendo a los Tratados de Ciudad Juárez, Francisco León de la Barra, asumió la
presidencia de la República. Los Tratados de Ciudad Juárez quedaron de la siguiente manera:

TRATADOS DE CIUDAD JUÁREZ - Ciudad Juárez, Chihuahua, Mayo 21, 1911:

En Ciudad Juárez, a los veintiún días del mes de mayo de mil novecientos once,
reunidos en el edificio de la aduana fronteriza, los señores lic. don Francisco S.
Carvajal, representante del gobierno del señor general don Porfirio Díaz; don
Francisco Vázquez Gómez, don Francisco I. Madero, y lic. don José María Pino
Suárez, como representantes los tres últimos de la revolución, para tratar sobre el
modo de hacer cesar las hostilidades en todo el territorio nacional y considerando:

Primero.- Que el señor general Porfirio Díaz ha manifestado su


resolución de renunciar a la Presidencia de la República, antes de que
termine el mes en curso;
Segundo.- Que se tiene noticias fidedignas de que el señor Ramón
Corral renunciará igualmente a la vicepresidencia de la república dentro
del mismo plazo;
Tercero.- Que por ministerio de ley, el señor lic. don Francisco León de
la Barra, actual secretario de relaciones exteriores, del gobierno del
señor general Díaz, se encargará interinamente del poder ejecutivo de
la nación y convocará a elecciones generales dentro de los términos de
la Constitución.

Cuarto.- Que el nuevo gobierno estudiará las condiciones de la opinión


pública en la actualidad, para satisfacerlas en cada estado dentro del
orden constitucional y acordará lo conducente a las indemnizaciones de
los perjuicios causados directamente por la revolución.

Las dos partes representadas en esta conferencia, por las anteriores consideraciones
han acordado formalizar el presente convenio:

Única. Desde hoy cesarán en todo el territorio de la República las


hostilidades que han existido entre las fuerzas del gobierno del general
Díaz y las de la revolución; debiendo éstas ser licenciadas a medida
que en cada estado se vayan dando los pasos necesarios para
restablecer y garantizar la paz y el orden públicos.
Transitorio. Se procederá desde luego a la reconstrucción o reparación
de las vías telegráficas y ferrocarrileras que hoy se encuentran
interrumpidas.

El presente convenio se firma por duplicado.

Francisco S. Carvajal
Francisco Vázquez Gómez
Francisco Madero
José María Pino Suárez

Porfirio Díaz renuncia


Después de firmados los Tratados de Ciudad Juárez, Porfirio Díaz
continuó dando largas a su renuncia. Al otro día de aprobados, el
secretario de gobernación, Vera Estañol, leyó ante los diputados
federales el contenido del citado convenio, subrayando que el
ejecutivo había considerado "que el anuncio de que el señor
presidente renunciaría a la presidencia, lanzado de improviso y sin
haber ajustado antes las condiciones bajo las cuales los
revolucionarios depondrían las armas; más aún, sin conocerse
oficialmente cuáles serían esas condiciones, habría sido aflojar de
una vez todos los vínculos del orden y la legalidad, que aún
mantenían en concierto la mayor parte de la República, y ello habría
significado entregar al país a la anarquía, que fatídicamente
asomaba en varios ámbitos del territorio nacional, a la sombra de
una agitación revolucionaria". Entonces Porfirio Díaz renuncia a la
presidencia diciendo estas palabras "Madero ha soltado al tigre.
Veremos si puede domarlo". Junto con su gabinete José Yves
Limantour, Ramón Corral, Justo Sierra Méndez, Olegario Molina el
Sr. Díaz se vio forzado a renunciar el 25 de mayo de 1911 y ante el Retrato de Porfirio Díaz
movimiento revolucionario y la amenaza norteamericana tuvo que
dejar el país que gobernó por 30 años para salir por el puerto de
Veracruz en el vapor alemán Ipiranga hacia Europa, exiliándose en Francia. Al arribar a París declaró una
de sus frases más recordadas:

En este ocaso de mi vida sólo un deseo me queda: la dicha de mi país y la dicha de los míos.

La opinión de la prensa mundial


A este territorio plagado de incertidumbre llegaron agentes gubernamentales, espías, filibusteros y enviados
de los periódicos más importantes de la época. Acudieron atraídos por la fascinación de la guerra y a
cumplir encargos de un complejo ajedrez de intereses. Llegaron también fotógrafos y camarógrafos de los
noticieros cinematográficos. Al no serles permitido hacer su trabajo en las calles de la ciudad, los
periodistas se avecindaron en las afueras, al norponiente, donde los maderistas habían establecido su
campamento. Madero instaló su despacho en una célebre edificación de adobe conocida como la casa de
adobe, cuyos muros guardaron durante mucho tiempo los primeros secretos de una guerra civil que habría
de durar una década. A unos pasos, un puente colgante comunicaba al campamento rebelde con la otra
orilla del río Bravo. Por ahí cruzaban los revolucionarios a El Paso y sus simpatizantes lo hacían en sentido
contrario desde la ciudad vecina. Los curiosos solían permanecer en el puente observando. Otros, con
catalejos, se asomaban desde las azoteas de sus casas y desde el toldo de tranvías y vagones de ferrocarril.

Una tarde de principios de mayo cruzó por ese puente un hombre bajito, de barba entrecana, con dos
cámaras en bandolera. Se trataba de Jimmy Hare, el famoso corresponsal gráfico de la revista Collier´s
Weekly. Hare se hospedaba en el mítico hotel Sheldon de El Paso, Texas cuyo vestíbulo hervía con
rumores conspiratorios. En el campamento insurrecto, el fotógrafo asistió a la celebración del aniversario de
la batalla de Puebla, que consistió en un desfile seguido de una ceremonia donde algunos de los líderes
intelectuales de la revuelta tomaron la palabra para exaltar la figura de Ignacio Zaragoza. Entre los que
hablaron estaban Juan Sánchez Azcona, periodista perseguido por el régimen, y Roque González Garza,
quien algunos años después se desempeñaría como uno de los muchos presidentes provisionales que
tendría el México convulsionado de esta década, inaugurada con la última reelección del general Díaz y
clausurada con el juicio a Felipe Ángeles en el Teatro de los Héroes de Chihuahua. De acuerdo al
programa de este pacto público, al que acudieron cientos de simpatizantes y curiosos de ambos lados de la
frontera, también daría un mensaje Lauro Aguirre, sobreviviente de la revuelta de Tomochi y amigo íntimo
de Teresa Urrea, la legendaria Santa de Cabora.

En febrero, el primer enviado de Collier´s Weekly intentó describir la situación para los lectores de su
revista. En la edición de marzo Collier's publicó la crónica de Arthur Ruhl sobre su vida a la frontera
Juárez/El Paso donde destacaba la figura de Pascual Orozco, el revolucionario de la región de Guerrero
cuyo liderazgo logró cohesionar a una buena parte de las bandas de chihuahuenses levantados en contra del
régimen porfirista.

El periodista hizo notar la gran cantidad de adminículos ópticos apuntados desde El Paso hacia el otro lado
de la frontera: lentes, viejos telescopios de latón e incluso prismáticos, pero también cámaras fotográficas.
Desde el momento en que llegó a la estación de ferrocarril de El Paso, Ruhl fue presa de la excitación con
la que vibraban los habitantes de Juárez/El Paso durante esos días. Al bajar del tren un voceador le entregó
un ejemplar de The El Paso Morning Times, uno de los dos diarios locales que dieron cobertura amplia a
los acontecimientos. El Times avisó a los ciudadanos que debían mantenerse alejados de las calles y sugirió
como único lugar seguro unas colinas cercanas. Los muertos y heridos en las calles del El Paso durante la
Batalla de Juárez comprobaron que el periódico no exageraba en sus advertencias. Ruhl escribió que la
orilla del río estaba poblada soldados norteamericanos y rangers texanos patrullando la frontera, turistas
haciendo escala en su viaje a California y jóvenes paseños de excursión en sus automóviles.

Las tropas de Pascual Orozco amenazaban con tomar la ciudad y el Times publicó un croquis, explicando
mediante bloques de tinta los puntos estratégicos donde estaban apostadas las tropas federales. La
ilustración asemejaba al tablero de un juego abominable. Al día siguiente, Ruhl llegó al campamento de los
insurrectos. A partir de esa visita tuvo una idea general de los hombres que pertenecían al ejército
revolucionario. En su reportaje destacó la participación de combatientes norteamericanos y afirmó que
algunos de ellos eran veteranos del ejército de su país. En días posteriores, permaneció en El Paso, lugar
que describió como una ciudad moderna, en cuyos callejones hombres misteriosos subían escaleras secretas
para llevar y traer mensajes. Faltaban tres meses para la Batalla de Juárez, pero la guerra ya había
comenzado.

En febrero, mientras reporteros como Arthur Ruhl llegaban a la región para conocer las condiciones de la
guerra, los informadores y fotógrafos locales estaban ya familiarizados con los pasos de los revolucionarios.
Las imágenes captadas por la lente de fotógrafos como Karlo Halm y Jim Alexander describen la atmósfera
de los primeros campamentos de insurrectos a las afueras de Ciudad Juárez. El trabajo de Ruhl para Collier
´s Weekly fue ilustrado con las fotografías de Halm. Una de estas imágenes es del general Navarro quien
por entonces todavía posaba sin reservas para los corresponsales. Más tarde la ciudad estaría cerrada a los
fotógrafos, pero en febrero el conflicto vivía otro momento, incluso, se permitió un reconocimiento aéreo
realizado por el piloto Charles K. Hamilton que despegó su aeroplano en el Parque Washington y
sobrevoló ambas ciudades. Una extraordinaria fotografía muestra el avión de Hamilton sobrevolando una
línea oscura en cuyo horizonte parpadea el edificio encalado de la Misión de Guadalupe, fundada por Fray
García de San Francisco en 1659.

La estación de ferrocarriles de El Paso, a donde llegó Ruhl, era también el puerto de entrada de cientos de
mexicanos que, una vez que se corrió la noticia de la Revolución, abandonaron sus trabajos. En algunos
casos se especuló que los trabajadores regresaron a la frontera porque no soportaron el frío o porque
perdieron el trabajo, pero en otros informes se aseguró que los trabajadores fueron visitados por agitadores
revolucionarios. En febrero, The New York Times informó que 175 mexicanos abandonaron Pueblo,
Colorado, con el propósito de viajar a la frontera y unirse a la Revolución.

En mayo, el escenario de la guerra estaba montado. Jimmy Hare deambulaba en el campamento


revolucionario, asistiendo a los prolegómenos de la Batalla de Juárez. Su mirada atenta y oportuna detuvo
en el tiempo la teatralidad de Juan Sánchez Azcona al pronunciar uno de sus discursos frente a la tropa.
Captó la solemnidad de los milicianos mientras desfilaban en medio de la música de una orquesta que con
sus notas rompía por un momento la aridez del desierto.

Problemas con los Estados Unidos


Uno de los más grandes problemas en esta batalla fueron las balas perdidas que mataron e hirieron a
muchos ciudadanos norteamericanos, a pesar de las advertencias locales en El Paso, Texas muchos
ciudadanos salieron a observar la batalla, además el Coronel Steaver, Comandante de la Guarnición
norteamericana de El Paso, advirtió que de efectuarse un conflicto armado en esta zona y lastimar a algún
ciudadano norteamericano se vería obligado a intervenir, lo cual nunca pasó ya que al gobierno
norteamericano le interesaba la renuncia de Porfirio Díaz.

Consecuencias
La Toma de Ciudad Juárez fue un enfrentamiento decisivo que se desarrolló durante la Revolución
Mexicana y ocasionó la renuncia de Porfirio Díaz, pero después ocasionaría interminables divisiones y
rupturas entre los revolucionarios por el poder durante los siguientes 12 años. También marcó el fin del
movimiento orozquista ya que de a partir de ese momento ese movimiento fue decreciendo y empezó a
surguir otro movimiento fundamental en la Revolución Mexicanas el Villismo con su recién surgido
comandante Francisco Villa que apenas empezaba a sobresalir en la contienda. También marcaría el
momento en el cual los revolucionarios empezaron a desconfiar de Francisco I. Madero por la manera que
deshecho el Plan de San Luis durante la firma de los Tratados de Ciudad Juárez y su negativa al
fusilamiento del general Navarro.

Referencias culturales
Existe un corrido sobre la toma de Ciudad Juárez.
Enrique Krauze describe la toma de Ciudad Juárez como una película en su libro 1911.

Referencias
Enrique Krauze 1911. México, Tusquets, 1999
Carlos Alvear Acevedo. Historia de México. Editorial Limusa 2004 ISBN 968-18-6146-9
Caballero, Raymond (2020). Pascual Orozco, ¿Héroe y traidor?. México, D.F.: Siglo XXI
Editores.
Luis Garfias M.. La revolución mexicana: Compendio histórico político militar. Panorama
Editorial 1997. ISBN 968-38-0268-0
Francisco Vázquez Gómez. Memorias políticas: 1909-1913. Imprenta Mundial 1933.
Nellie Campobello. Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa. E.D.I.A.P.S.A. 1940.
Caballero, Raymond (2015). Lynching Pascual Orozco, Mexican Revolutionary Hero and
Paradox. Create Space. ISBN 978-1514382509.

Enlaces externos
Corrido de la toma de Ciudad Juárez (http://zapatavive.colmex.mx/items/show/3676)
(Imprenta Guerrero, 19??)

Véase también
Ciudad Juárez
Francisco Villa
Pascual Orozco
Francisco I. Madero
Peppino Garibaldi
Revolución mexicana
Porfirio Díaz
Heroica Ciudad Juárez 2011

Obtenido de «https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Toma_de_Ciudad_Juárez&oldid=139102160»

Esta página se editó por última vez el 17 oct 2021 a las 15:12.

El texto está disponible bajo la Licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0; pueden aplicarse
cláusulas adicionales. Al usar este sitio, usted acepta nuestros términos de uso y nuestra política de privacidad.
Wikipedia® es una marca registrada de la Fundación Wikimedia, Inc., una organización sin ánimo de lucro.

También podría gustarte