Liturgia - Ministerios - Lectorado y Diaconado 2021

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ARQUIDIÓCESIS DE MÉRIDA – VENEZUELA

SEMINARIO SAN BUENAVENTURA


PARROQUIA EL SAGRARIO CATEDRAL
MÉRIDA - VENEZUELA

SOLEMNE EUCARISTIA
Rito de institución de Lector
y
Rito de la Ordenación
Diaconal

Por imposición de manos y oración consecratoria del

S. E. R. Baltazar Enrique Cardenal


Porras Cardozo.
Arzobispo de la Arquidiócesis de Mérida y
Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Caracas.
I

AGOSTO 2021
MINISTERIO DEL LECTORADO

Luis Alejandro Salas Araque


De la Parroquia Santuario San Buenaventura de Ejido.

MINISTERIO DEL DIACONADO


Jhon Jairo Dávila Calderón
De la Parroquia San Jacinto del Morro.

Eudes Ovidio Puentes Matheus


De la Parroquia Santuario Inmaculada Concepción de La Azulita.

“La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien Él


ha enviado”.
Jn 6,30.

1
MONICIÓN DE ENTRADA.
El monitor, dice:
Queridos hermanos, con inmensa alegría nos reunimos en el Domingo, Día del Señor,
para celebrar juntos, el banquete eucarístico. Hoy como Iglesia Arquidiocesana, nos
sentimos llenos de júbilo, pues en el marco del 54° aniversario sacerdotal de nuestro
Padre y Pastor, S.E.R. Baltazar Enrique Cardenal Porras Cardozo, serán ordenados
diáconos, dos hijos de nuestra Iglesia merideña: Jhon Jairo Dávila Calderón y Eudes
Ovidio Puentes Matheus; al mismo tiempo que será instituido para el Ministerio del
Lectorado, el seminarista Luis Alejandro Salas Araque.
Orando por estos hijos de nuestra Iglesia emeritense, que dan un paso en su deseo de
seguir y servir al Maestro, y por el ministerio de nuestro querido Arzobispo, iniciemos
con el corazón agradecido, nuestra celebración.

R I T O S IN C IA L ES .
Reunido el pueblo, el Cardenal se dirige al altar, con los Ministros, mientras se entona el canto de entrada. Cuando
llega al altar, el Cardenal habiendo hecho con los Ministros una inclinación profunda, venera el Altar con un beso y,
si es oportuno, inciensa la cruz y el Altar. Después se dirige con los Ministros a la Sede. Terminado el Canto de
Entrada, el Cardenal y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el Cardenal, vuelto hacia el
pueblo, dice:

 En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


El pueblo responde:
Amén.
SALUDO
Después el celebrante, extendiendo las manos, saluda al pueblo, diciendo:
La paz, la caridad y la fe,
de parte de Dios Padre,
y de Jesucristo, el Señor,
estén con todos ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Acto penitencial
A continuación se hace el acto penitencial con la siguiente formulario:
El Obispo invita a los fieles diciendo:
Humildes y penitentes, como el publicano en el templo,
acerquémonos al Dios justo,
y pidámosle que tenga piedad de nosotros,
ya que también nosotros reconocemos
que somos pecadores.
2
Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos dicen en común la fórmula de la confesión general:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios,
nuestro Señor.
Sigue la absolución del Obispo:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna.
El pueblo responde:
Amén.

Si se ha usado la primera o segunda fórmula del acto penitencial, siguen las invocaciones Señor, ten piedad.
V. Señor, ten piedad R. Señor, ten piedad.
V. Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.
V. Señor, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.

Acabado el canto del “Ten Piedad”, se canta el Gloria.

3
R I T O D E L LE C T O R A D O
PRESENTACIÓN DEL ASPIRANTE
Todos se sientan y se disponen a vivir el rito del electorado.
MONICIÓN DE PRESENTACIÓN
El monitor, dice:
Nos podemos sentar.
A continuación se dará inicio a la presentación del aspirante al ministerio del
Lectorado. El Pbro. Ricardo Vielma, llama al aspirante.

Pbro. Ricardo Vielma:


Acérquese el que va a ser instituido para el ministerio del lectorado:
Luis Alejandro Salas Araque, de la Parroquia Santuario San Buenaventura de Ejido.

Breve pausa: Dice en voz alta:


Presente

Pbro. Ricardo Vielma:


Reverendísimo Padre, este hijo de la Santa Madre Iglesia, hoy se acerca libremente
para pedir se le confiera el ministerio del Lectorado.

El Cardenal:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo nuestro Salvador le aceptamos y en señal de
contento le recibimos con un aplauso.
Concluida la presentación, el candidato permanece en el mismo lugar.

INSTITUCIÓN DEL LECTOR


MONICIÓN DE LA INSTITUCIÓN
El monitor, dice:
A continuación, se le conferirá el Ministerio del Lectorado a nuestro hermano Luis
Alejandro. El Lectorado es un ministerio conferido por la Santa Madre Iglesia para la
proclamación de la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica, en este caso, en el camino
de preparación a las sagradas órdenes del diaconado y presbiterado, con el deseo de
animar y robustecer la fe de sus hermanos mediante el anuncio de esta misma Palabra
con su testimonio de vida.
El Sr. Arzobispo, bendice en nombre de Dios a este hermano nuestro, mientras todos
nos unimos en oración y recogimiento.
El candidato se pone de rodillas delante del Cardenal.

4
BENDICIÓN DEL LECTOR
Todos se levantan; el Cardenal, sin mitra, invita a los fieles a orar, diciendo:
Pidamos queridos hermanos, a Dios Padre,
que bendiga a este siervo suyo,
destinado al oficio de lector,
para que, cumpliendo fielmente
el ministerio que se le confía,
proclame a Jesucristo ante los hombres,
y dé así gloria al Padre que está en el cielo.
Se hace un instante de silencio y luego, el Cardenal concluye:

O
h Dios, fuente de toda luz y origen de toda bondad,
que nos enviaste a tu Hijo único, Palabra de vida,
para que revelara a los hombres
el misterio escondido de tu amor,
bendice † a este hermano nuestro,
elegido para el ministerio de lector;
concédele que, meditando asiduamente tu palabra,
se sienta penetrado y transformado plenamente por ella,
y sepa anunciarla, con toda fidelidad,
a sus hermanos.
Por Jesucristo nuestro Señor
El pueblo responde:
Amén
ENTREGA DEL LIBRO DE LA SAGRADA ESCRITURA
MONICIÓN DE ENTREGA
El monitor, dice:
Seguidamente el Sr. Arzobispo, entrega al aspirante el leccionario, libro que contiene
la Palabra de Dios revelada al hombre de todos los tiempos y que es proclamada ante
la asamblea reunida en nombre del Señor.
El nuevo lector se acerca al Cardenal, quien le entrega el libro de la Sagrada Escritura, diciendo:

L
uis Alejandro,
recibe el libro de la Sagrada Escritura,
y transmite fielmente la palabra de Dios,
para que sea más viva y eficaz
en el corazón de los hombres.
El lector responde:
Amén.
5
MONICIÓN
El monitor, dice:
A partir de ahora, nuestro hermano Luis Alejandro Salas Araque, es Lector de nuestra
Santa Madre Iglesia. Por ello, le damos un fuerte aplauso.

ORACIÓN COLECTA
Seguidamente el Cardenal, con las manos juntas dice:
Oremos.
Y todos junto con el Cardenal, oran en silencio unos instantes. Luego el Cardenal con las manos extendidas
pronuncia la oración colecta.

A yuda, Señor, a tus siervos,


que imploran tu continua benevolencia,
y ya que se glorían de tenerte como su creador y guía,
renueva en ellos tu obra creadora,
y consérvales los dones de tu redención.

O h Dios,
que enseñaste a los ministros de tu Iglesia
no a ser servidos, sino a servir a sus hermanos,
concédeles diligencia y afabilidad en su acción ministerial
y perseverancia en la oración.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.

6
L I T U RG IA D E L A PA LA B RA
Todos se sientan y se disponen a escuchar atentos la Palabra de Dios.
MONICIÓN DE LA PRIMERA LECTURA.
El monitor, dice:
Por amor, Dios envía a su pueblo un alimento para salvarlo del hambre física.
Escuchemos.
PRIMERA LECTURA (EX 16, 2-4. 12-15)
“Voy a hacer que llueva pan del cielo”
El lector va al ambón y lee la primera lectura, que todos escuchan sentados.
LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO

En aquellos días, toda la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y
Aarón en el desierto, diciendo: “Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en
Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta
saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta
multitud”.

Entonces dijo el Señor a Moisés: “Voy a hacer que llueva pan del cielo. Que el pueblo
salga a recoger cada día lo que necesita, pues quiero probar si guarda mi ley o no. He
oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles de parte mía: „Por la tarde
comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el
Señor, su Dios‟ ”.

Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana


siguiente había en torno a él, una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo
cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha. Al ver eso, los
israelitas se dijeron unos a otros: “¿Qué es esto?”, pues no sabían lo que era. Moisés les
dijo: “Este es el pan que el Señor les da por alimento”.
El lector concluye.
Palabra de Dios.
La asamblea responde.
Te alabamos Señor.

7
SALMO RESPONSORIAL (SAL 77)
“Dios le dio de comer en abundancia”

Seguidamente el salmista o el cantor proclama el salmo, y el pueblo intercala la respuesta.


El Señor les dio pan del cielo.
El salmista invita al pueblo a invocar la antífona

L. Cuanto hemos escuchado y conocemos,


del poder del Señor y de su gloria,
cuanto nos han narrado nuestros padres,
nuestros hijos lo oirán de nuestra boca. /R.

L. A las nubes mandó desde lo alto


que abrieran las compuertas de los cielos;
hizo llover maná sobre su pueblo,
trigo celeste envió como alimento. /R.

L. Así el hombre comió pan de los ángeles;


Dios le dio de comer en abundancia
y luego los condujo hasta la tierra
y el monte que su diestra conquistara. /R.

8
MONICIÓN DE LA SEGUNDA LECTURA
El Monitor, dice:
Pablo nos invita a superar los deseos más espontáneos y dejarnos renovar
interiormente: que los que nos mueva a actuar no sea el instinto sino el amor.
Escuchemos.
SEGUNDA LECTURA (EF 4, 17. 20-24)
“Llevamos un tesoro en vasijas de barro”

LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS


Hermanos: Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como
los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que
ustedes han aprendido de Cristo; han oído hablar de él y en él han sido adoctrinados,
conforme a la verdad de Jesús. Él les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de
vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos de placer.
Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de
Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad.
El lector concluye.
Palabra de Dios.
La asamblea responde.
Te alabamos Señor.

MONICIÓN AL EVANGELIO
El Monitor, dice:
Muchas veces vemos a Jesús como un hacedor de milagros. Hoy Jesús nos invita a
reconocer en Él el alimento que el Padre nos envía para salvarnos de nuestra hambre
de Amor. Abramos los oídos, la mente y el corazón, y pongámonos de pie para acoger
el Santo Evangelio.
Seguidamente el canto del evangelio. Mientras tanto, si se usa incienso, el Cardenal lo pone en el incensario.
Después el diácono o el concelebrarte, inclinado ante el Cardenal, pide la bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.
El Cardenal en voz baja dice:
El Señor esté en tú corazón y en tus labios,
Para que anuncies dignamente su Evangelio;
En el nombre del Padre, y del Hijo,
Y del Espíritu Santo.
El diácono o el concelebrarte responde:
Amén
Después el diácono o el concelebrarte, va al ambón, acompañado eventualmente por los acólitos que llevan el
incienso y los cirios; ya en el ambón dice:
El Señor esté con ustedes
El pueblo responde:
Y con tu espíritu
9
EVANGELIO ((JN 6, 24-35)
“Les dio a comer pan del cielo”
 PROCLAMACIÓN DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
El pueblo responde:
Gloria a ti Señor.
Prosigue el ministro ordenado:
En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni
sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste
acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber
visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No
trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida
eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado
con su sello”.
Ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió
Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien Él ha enviado”.
Entonces la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué señal vas a realizar tú, para que la veamos
y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el
desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.
Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi
Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja
del cielo y da la vida al mundo”.
Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el
pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá
sed”.
El ministro concluye cantando.
Palabra del Señor.
El coro y la asamblea responden cantando.
Gloria a ti, Señor Jesús.

10
R I T O D E L D IA C O N A D O
Proclamado el Evangelio, el Cardenal, sentado, con mitra, atiende a la presentación de los candidatos.

PRESENTACIÓN DE LOS CANDIDATOS AL DIACONADO


Seguidamente comienza la Ordenación de los diáconos. El Cardenal se acerca si es necesario a la sede preparada para
la ordenación, y se hace la presentación de los candidatos.
MONICIÓN DE LA PRESENTACIÓN
El monitor, dice:
A partir de este instante se inicia el Rito de la Ordenación diaconal. El Pbro. Ricardo
Vielma, formador del Semanario San Buenaventura de Mérida, llama a los aspirantes
al diaconado.

El Pbro. Ricardo Vielma, llama al ordenando, diciendo:


Acérquense los que van a ser ordenados diáconos:
Jhon Jairo Dávila Calderón, de la Parroquia San Jacinto del Morro.
Y se acerca al Cardenal, a quien hace una reverencia. Dice en voz alta:
Presente.

Eudes Ovidio Puentes Matheus, de la Parroquia Santuario Inmaculada


Concepción de La Azulita.
Y se acerca al Cardenal, a quien hace una reverencia. Dice en voz alta:
Presente

MONICIÓN
El monitor, dice:
El Pbro. Ricardo Vielma, presenta ante el Arzobispo a los candidatos, pidiendo en
nombre de la Iglesia, que se les conceda el Orden del diaconado.
El Pbro. Ricardo Vielma, prosigue:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes diáconos, a estos
hermanos nuestros.

El Cardenal le pregunta:
¿Sabes si son dignos?

El Pbro. Ricardo Vielma, responde:


Para confirmar la pregunta que nos hace nuestro Pastor, escucharemos el testimonio
de algunos hermanos de la comunidad, que han compartido con los acólitos Jhon
Jairo y Eudes Ovidio.

11
MONICIÓN
El monitor, dice:
Escuchemos, ahora, el testimonio del Sr. Alfonso Morales.
Y el Pbro. Ricardo Vielma, añade:
Según el parecer de quienes los presentan y después de consultar al pueblo cristiano,
doy testimonio de que han sido considerados dignos.

El Cardenal concluye:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos
nuestros, para el Orden de los Diáconos y en señal de aceptación, le damos un
aplauso.

Todos manifiestan su aceptación, diciendo:


Te damos gracias, Señor.

MONICIÓN A LA HOMILIA
El monitor, dice:
Ahora nos disponemos a escuchar la homilía de nuestro Pastor, S. E. R. Baltazar
Enrique Cardenal Porras Cardozo.
Terminada la homilía, todos se levantan; y se continúa a la ordenación diaconal.
Examen
MONICIÓN AL EXAMEN
El monitor, dice:
Dentro del Rito del Orden del diaconado, los acólitos Jhon Jairo Dávila y Eudes
Ovidio Puentes, serán interrogados para asumir el compromiso de entrega al Pueblo
de Dios y en presencia del Arzobispo y de todos los fieles, manifiestan la voluntad de
cumplir su Ministerio, según el deseo de Cristo y de la Iglesia bajo la autoridad del
Obispo.

El Cardenal pregunta a los elegidos, de pie ante ellos, diciendo:


Queridos hijos: Antes de entrar en el Orden del diaconado deben manifestar ante el
pueblo su voluntad de recibir este ministerio. Por tanto les pregunto:
¿Quieren consagrarse al servicio de la Iglesia por la imposición de mis manos y la
gracia del Espíritu Santo?

Elegidos:
12
Sí, quiero.

El Cardenal:
¿Están dispuestos a desempeñar, con humildad y amor, el ministerio del diaconado,
como colaboradores del Orden sacerdotal y en bien del pueblo cristiano?

Elegidos:
Sí, estoy dispuesto.

El Cardenal:
¿Están dispuestos a vivir el misterio de la fe con alma limpia, como dice el Apóstol, y
proclamar esta fe de palabra y obra, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia?

Elegidos:
Sí, estoy dispuesto.

El Cardenal:
¿Quieren ante Dios y ante la Iglesia, como signo de su consagración a Cristo, observar
durante toda tu vida el celibato por causa del Reino de los cielos y para servicio de
Dios y de los hombres?

Elegidos:
Sí, quiero.

El Cardenal:
¿Quieren mantener y fomentar el espíritu de oración, que corresponde a su manera de
vida y, en este espíritu, cumplir fielmente con la celebración de la Liturgia de las
Horas, en nombre de la Iglesia, más aun, en nombre de toda la humanidad?
Elegidos:
Sí, quiero.

El Cardenal:
¿Quieren imitar siempre en su vida, el ejemplo de Cristo, cuyo cuerpo y sangre
servirán con sus propias manos en el altar?

Los elegidos:
Sí, quiero hacerlo, con la ayuda de Dios.

13
MONICIÓN
El monitor, dice:
Seguidamente, nuestros hermanos, se acercan a la sede y de rodillas ante el Pastor de
esta Iglesia Arquidiocesana, ponen las manos juntas entre las del Arzobispo. Así,
manifiestan públicamente su compromiso y configuración a Cristo cabeza y esposo de
la Iglesia, para estar unidos y de todo corazón al servicio de Dios y de los hombres.
Seguidamente, los elegidos se acercan al Arzobispo y, arrodillados ante él, ponen sus manos juntas entre las manos del
Arzobispo.
¿Prometes respeto y obediencia a mí y a mis sucesores?

El elegido:
Prometo.
El Arzobispo concluye:
Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término.

El elegido:
Amén.

Súplica litánica (letanías)


MONICIÓN A LA SUPLICA LITANICA
El monitor, dice:
Viene el momento de la postración, signo de humildad y pequeñez del hombre ante
Dios. Mediante este gesto, nuestros hermanos, piden la fuerza y la protección de Dios
Padre, para ejercer el Ministerio que hoy la Iglesia les confiere. Nosotros, como
partícipes de esta celebración, nos unimos en oración, cantando las letanías de los
Santos, pidiendo que Dios consagre; bendiga y santifique a estos hermanos nuestros,
elegidos para el Orden del diaconado.
Seguidamente, todos se levantan. El Cardenal, dejando la mitra, de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, hace
la invitación.
Oremos, hermanos,
a Dios Padre todopoderoso,
para que derrame bondadosamente
la gracia de su bendición sobre estos siervos suyos
que ha llamado al Orden de los diáconos.
Los cantores comienzan las letanías
Entonces los elegidos se postran en tierra y se cantan las letanías
14
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
Santa María, Madre de Dios Ruega por nosotros
San Miguel Ruega por nosotros
San Rafael Ruega por nosotros
San Gabriel Ruega por nosotros
Santos Ángeles de Dios Rueguen por nosotros
San Juan Bautista Ruega por nosotros
San José Ruega por nosotros
Santos Pedro y Pablo Rueguen por nosotros
San Andrés Ruega por nosotros
San Juan Ruega por nosotros
Santos Felipe y Santiago Ruega por nosotros
San Bartolomé Ruega por nosotros
San Mateo Ruega por nosotros
San Simón Ruega por nosotros
Santiago Apóstol Ruega por nosotros
Santo Tomás Ruega por nosotros
San Judas Tadeo Ruega por nosotros
San Matías Ruega por nosotros
Santa María Magdalena Ruega por nosotros
San Esteban Ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquía Ruega por nosotros
San Lorenzo Ruega por nosotros
Santas Perpetua y Felicidad Rueguen por nosotros
Santa Inés Ruega por nosotros
Santa Lucía Ruega por nosotros
San Gregorio Ruega por nosotros
San Agustín Ruega por nosotros
San Atanasio Ruega por nosotros
San Basilio Ruega por nosotros
San Martín Ruega por nosotros
San Benito Ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo Rueguen por nosotros
Santo Tomás de Aquino Ruega por nosotros
San Buenaventura Ruega por nosotros
Santa Rosa de Lima Ruega por nosotros
San Alberto Hurtado Ruega por nosotros
San Francisco Javier Ruega por nosotros

15
San Juan Eudes Ruega por nosotros
San Efrén Ruega por nosotros
San Juan María Vianney Ruega por nosotros
Santa Catalina de Siena Ruega por nosotros
Santa Teresa de Ávila Ruega por nosotros
San Juan de la Cruz Ruega por nosotros
San Benito de Palermo Ruega por nosotros
San Martín de Porres Ruega por nosotros
San Juan XXIII Ruega por nosotros
San Pablo VI Ruega por nosotros
San Juan Pablo II Ruega por nosotros
San Juan Bosco Ruega por nosotros
San Oscar Romero Ruega por nosotros
Santo Toribio de Mogrovejo Ruega por nosotros
Santa Teresita del Niño Jesús Ruega por nosotros
San Pio de Pietrelcina Ruega por nosotros
Santa Teresa de Calcuta Ruega por nosotros
Beata María de San José Ruega por nosotros
Beata Candelaria de San José Ruega por nosotros
Beata Carmen Rendiles Ruega por nosotros
Beato José Gregorio Hernández Ruega por nosotros
Todos los Santos y Santas de Dios Rueguen por nosotros
Muéstrate propicio Líbranos Señor
De todo mal Líbranos Señor
De todo pecado Líbranos Señor
De la muerte eterna Líbranos Señor
Por tu encarnación Líbranos Señor
Por tu muerte y resurrección Líbranos Señor
Por la efusión del Espíritu Santo Líbranos Señor
Nosotros que somos pecadores Te rogamos óyenos
Para que gobiernes y conserves
Te rogamos óyenos
a tu santa Iglesia
Para que asistas al Papa y a todos
los miembros del clero en Te rogamos óyenos
tu servicio Santo
Para que concedas paz y concordia
Te rogamos óyenos
a todos los pueblos de la tierra
Para que nos fortalezcas y asistas
Te rogamos óyenos
en tu Servicio Santo

16
El Arzobispo:
Para que bendigas
Te rogamos óyenos
a este elegido

Para que bendigas


y santifiques
Te rogamos óyenos
a este elegido

Para que bendigas,


santifiques
Te rogamos óyenos
y consagres
a este elegido
Continúa el coro:
Te rogamos óyenos
Jesús, Hijo de Dios vivo
Cristo, óyenos Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos Cristo, escúchanos

Acabadas las letanías, el Cardenal (de pie), con las manos extendidas, dice:

S eñor y Dios nuestro,


escucha nuestras súplicas,
confirma con tu gracia este ministerio que realizamos
y santifica con tu bendición a este siervo tuyo,
a quien elegimos para tu servicio.
Por Jesucristo nuestro Señor.
El pueblo responde:
Amén.

Imposición de manos
MONICIÓN DE IMPOSICIÓN
El monitor, dice:
La imposición de manos y la oración consecratoria son el centro de la Ordenación
diaconal. Con este gesto es invocado el Espíritu Santo en su plenitud, ya sea para
realizar una curación, transmitir una gracia, un carisma o consagrar a un elegido para
una función determinada.
Este gesto era utilizado por las primeras comunidades cristianas, especialmente por los
apóstoles; así, este poder se ha ido transmitiendo de generación en generación.
Los elegidos se levantan; se acercan al Cardenal, que está de pie delante de la sede, y se arrodillan ante él. El Cardenal
le impone en silencio las manos sobre la cabeza.

17
Oración Consecratoria
Después de la imposición de manos del Arzobispo, estando los elegidos arrodillados ante él, sin mitra, con las manos
extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:

A
sístenos, Dios todopoderoso,
de quien procede toda gracia,
que estableces los ministerios
regulando sus órdenes;
inmutable en ti mismo, todo lo renuevas;
por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro
Palabra, sabiduría y fuerza,
con providencia eterna todo lo proyectas
y concedes en cada momento cuanto conviene.

A tu Iglesia, cuerpo de Cristo,


enriquecida con dones celestes variados,
articulada con miembros distintos
y unificada en admirable estructura
por la acción del Espíritu Santo,
la haces crecer y dilatarse
como templo nuevo y grandioso.
Como un día elegiste a los levitas
para servir en el primitivo tabernáculo,
así ahora has establecido tres órdenes de ministros
encargados de tu servicio.

Así también, en los comienzos de la Iglesia,


los apóstoles de tu Hijo,
movidos por el Espíritu Santo,
eligieron, como auxiliares suyos en el ministerio cotidiano,
a siete varones acreditados ante el pueblo,
a quienes, orando e imponiéndoles las manos,
les confiaron el cuidado de los pobres,
a fin de poder ellos entregarse con mayor empeño
a la oración y a la predicación de la palabra.

18
Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio
a estos tu siervos,
a quienes consagramos humildemente
para el Orden del diaconado
y el servicio de tu altar.

ENVÍA SOBRE ELLOS, SEÑOR, EL ESPÍRITU SANTO,


PARA QUE FORTALECIDOS
CON TU GRACIA DE LOS SIETE DONES,
DESEMPEÑE CON FIDELIDAD EL MINISTERIO.

Que resplandezca en ellos


un estilo de vida evangélica, un amor sincero,
solicitud por pobres y enfermos,
una autoridad discreta,
una pureza sin tacha
y una observancia de sus obligaciones espirituales.

Que tus mandamientos, Señor,


se vean reflejados en sus costumbres,
y que el ejemplo de su vida
suscite la imitación del pueblo santo;
que, manifestando el testimonio de su buena conciencia,
perseveren firmes y constantes con Cristo,
de forma que, imitando en la tierra a tu Hijo
que no vino a ser servido sino a servir,
merezca reinar con él en el cielo.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,


que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.

19
Imposición de la estola y la dalmática
Acabada la plegaria de ordenación, el Cardenal, con la mitra puesta se sienta. Los ordenados se ponen de pie. Los
padrinos les colocan la estola según el modo diaconal y los revisten con la dalmática.

MONICIÓN DE LAS VESTIDURAS LITURGICAS


El monitor, dice:
Desde este momento, nuestros hermanos, Jhon Jairo y Eudes Ovidio, son Diáconos,
por ello reciben los ornamentos propios de este Orden. Los diáconos son ayudados a
revestirse por sus padres y padrinos.

LA ESTOLA: Es una banda larga y estrecha que cuelga del cuello, utilizada por los
diáconos en forma diagonal para la celebración de los sacramentos.
LA DALMÁTICA: Vestidura que representa el reinado de Cristo, y que el diácono se
coloca sobre la estola para el ejercicio de su ministerio.

Entrega del libro de los evangelios


MONICIÓN DE ENTREGA
El monitor, dice:
A continuación, el Arzobispo, hace entrega del Libro de los Evangelios a los nuevos
Diáconos para la proclamación de la Palabra de Dios, como signo del ministerio que
han de vivir.
Los diáconos, se acercan y arrodillan ante el Cardenal, quien les entrega, el libro de los Evangelios, diciendo:
N. recibe el Evangelio de Cristo,
del cual has sido constituido mensajero;
esmérate en creer lo que lees, enseñar lo que crees,
y vivir lo que enseñas.
El diacono responde:
Amén.
Abrazo de paz
MONICIÓN DE ENTREGA
El monitor, dice:
Con el abrazo de la paz, el Arzobispo manifiesta su alegría al recibir a estos hermanos
nuestros al ministerio del diaconado; el Clero con un gesto, también les manifiesta su
alegría y bienvenida.

El Cardenal dice:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
20
LITURGIA EUCARÍSTICA
OFERTORIO
Terminado todo lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras, los acólitos colocan sobre el altar el
corporal, el purificador, el cáliz, y la palia. Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea
llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la
Iglesia o de los pobres. El Cardenal, de pie junto al altar, toma la patena con el pan y, teniéndola con ambas manos
un poco elevada sobre el altar, dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros pan de vida.
Después deja sobre el corporal la patena con el pan.
El diácono, vierte vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:
Por el misterio de esta agua y este vino,
haz que compartamos la divinidad
de quien se ha dignado participar de nuestra humanidad.
Después, el Cardenal toma el cáliz y, teniéndolo con ambas manos un poco elevado sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros bebida de salvación.
Después deja sobre el corporal el cáliz.
Luego, el Cardenal, inclinado profundamente, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde;
que éste sea hoy nuestro sacrificio
y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.
Y, si es oportuno, inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro ministro, inciensa al Cardenal, a
los sacerdotes y al pueblo. Se coloca el Misal sobre el altar.
Luego el Cardenal, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Después, de pie en el centro del altar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice:
Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos
dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo se pone de pie y responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

21
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Luego el Cardenal, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas.

S
antifica, Señor,
por tu piedad, estos dones
y al recibir en oblación este sacrificio espiritual,
conviértenos para ti en una perenne ofrenda.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El pueblo responde:
Amén.
Prefacio
Ordenaciones I

V. El Señor esté con ustedes R. Y con tu espíritu.


V. Levantemos el corazón R. Lo tenemos levantado hacia el Señor
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario

CPEn verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo, Dios Todopoderoso y Eterno.

Que constituiste a tu único Hijo


Pontífice de la Alianza nueva y eterna,
por la unción del Espíritu Santo,
y determinaste, en tu designio salvífico,
perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.

Él no sólo confiere el honor del sacerdocio real


a todo su pueblo santo,
sino también, con amor de hermano,
eliges a los hombres de este pueblo,
para que, por la imposición de manos,
participe de su sagrada misión.

Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención,


preparan a tus hijos el banquete pascual,
presiden a tu pueblo santo en el amor,
lo alimentan con tu palabra y los fortaleces con los sacramentos.
22
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti
y por la salvación de los hermanos
van configurándose con Cristo,
y han de darte así testimonio constante de fidelidad y amor.

Por eso, nosotros, Señor


con los ángeles y los Santos cantamos tu gloria diciendo:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.


Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

Plegaria Eucarística I
Canon Romano
El Cardenal, con las manos extendidas, dice:
Padre misericordioso, te pedimos humildemente
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
Junta las manos y dice:
que aceptes y bendigas
Traza, una sola vez, el signo de la cruz sobre el pan y el vino conjuntamente, diciendo:
estos dones,
este sacrificio santo y puro que te ofrecemos,
Con las manos extendidas, prosigue:
ante todo, por tu Iglesia santa y católica,
para que le concedas la paz, la protejas,
la congregues en la unidad
y la gobiernes en el mundo entero,
con tu servidor el Papa Francisco.,
conmigo, indigno siervo tuyo,
con mi Obispo Auxiliar Luis Enrique,
y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad,
promueven la fe católica y apostólica.

23
CONMEMORACIÓN DE LOS VIVOS
C1 Acuérdate, Señor, de tus hijos:
Rosaelena Matheus, Analia Calderón, Teodora Dávila
familiares, amigos, formadores, seminaristas y de todos los aquí reunidos,
cuya fe y entrega bien conoces;
por ellos y todos los suyos,
por el perdón de sus pecados
y la salvación que esperan,
te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen,
este sacrificio de alabanza,
a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.

CONMEMORACIÓN DE LOS SANTOS


C2 Reunidos en comunión con toda la Iglesia,
veneramos la memoria,
ante todo de la gloriosa siempre Virgen María,
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor;
la de su esposo, San José; la de los santos apóstoles y
mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiago y Juan, Tomás, Santiago, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio,
Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y la de todos los
santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo su protección.

El Cardenal:
Acepta Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus siervos
y de toda la familia Santa,
por estos tus hijos: Jhon Jairo y Eudes Ovidio
a quienes te has dignado llamar
al orden de los Diáconos,
conserva en ellos, la gracia que les has concedido,
para que, con tu ayuda, ejerciten fielmente
el misterio que les has confiado.
Junta las manos:
[Por Cristo nuestro Señor. Amén.]
Los sacerdotes, con las manos extendidas sobre las ofrendas

24
El Cardenal:
Bendice y Santifica, oh Padre, esta ofrenda,
haciéndola perfecta, espiritual y digna de Ti,
de manera que sea para nosotros
Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado,
Jesucristo, nuestro Señor.
Juntan las manos
Todos los sacerdotes dicen:
El cual, la víspera de su Pasión,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan en sus santas y venerables manos,
Eleva los ojos
y, elevando los ojos al cielo,
hacia Ti, Dios Padre suyo todopoderoso,
dando gracias te bendijo,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco
TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES
Todos los sacerdotes dicen:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice:
tomó este cáliz glorioso
en sus santas y venerables manos,
dando gracias te bendijo,
y lo dio a sus discípulos diciendo:
Se inclina un poco
TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA
Arzobispo
Este es el Sacramento de nuestra Fe.
Pueblo:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
25
Los con-celebrantes con las manos extendidas, dicen en voz baja, siguiendo al Arzobispo:
Por eso, Padre,
nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo,
al celebrar este memorial de la muerte gloriosa
de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor;
de su Santa resurrección del lugar de los muertos
y de su admirable ascensión a los cielos,
te ofrecemos, Dios de gloria y majestad,
de los mismos bienes que nos has dado,
el sacrificio puro, inmaculado y santo:
pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación.
Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala,
como aceptaste los dones del justo Abel,
el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec.

Todos los sacerdotes, inclinados con las manos extendidas, prosiguen:


Te pedimos humildemente,
Dios todopoderoso,
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
hasta el altar del cielo,
por manos de tu ángel,
para que cuantos recibimos
el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
al participar aquí de este altar,
Se enderezan y se signan, diciendo:
seamos colmados de gracia y bendición.

CONMEMORACIÓN DE LOS DIFUNTOS


C3 Acuérdate también, Señor, de tus hijos:
Mons. Miguel Antonio Salas, Hermano Evaristo Jerez,
Ovidio Puentes, Adán Calderón, Esperanza Peña,
Gilberto Urbina, Domitila Rondón,
que nos han precedido con el signo de la fe
y duermen en el sueño de la paz.
Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención de orar.

26
Después, con las manos extendidas, prosigue:
A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo,
concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz.

ORACIÓN POR LA ASAMBLEA


Junta las manos.
Con la mano derecha se golpea el pecho, diciendo:

C4 Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,


Con las manos extendidas prosigue:
que confiamos en tu infinita misericordia,
admítenos en la asamblea de los santos Apóstoles y mártires
Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé,
Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro,
Felicidad y Perpetua, Águeda, Lucía,
Inés, Cecilia, Anastasia, y todos los santos;
y acéptanos en su compañía, no por nuestros méritos, sino conforme a tu bondad.

El Cardenal junta las manos y prosigue:


Por Cristo, Señor nuestro,
por quien sigues creando todos los bienes,
los santificas, los llenas de vida,
los bendices y los repartes entre nosotros.
Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
CP Por Cristo, con él y en él,
o a ti, Dios Padre omnipotente,
CC en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
Después sigue el rito de la comunión.

27
RITO DE LA COMUNIÓN
Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el Cardenal, con las manos juntas, dice:
El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
digamos con fe y esperanza:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Solo el Cardenal, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el Cardenal con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.

28
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El Cardenal da la paz al diácono y a los ministros. Mientras tanto
se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
Después, el Cardenal, toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del cáliz, diciendo
en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.
A continuación, el Cardenal con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que, por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.
El Cardenal hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el
cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
El Cardenal, vuelto hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
Después toma la patena o la píxide y se acerca a los que van a comulgar. Muestra el pan consagrado a cada uno,
sosteniéndolo un poco elevado, y le dice:

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El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga. El Cardenal, si distribuye la sagrada Comunión, lo realiza de la misma manera. Si se comulga bajo las dos
especies, se observa el rito descrito en su lugar. Después el Cardenal puede volver a la sede. Si se considera oportuno
se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza. En este momento
se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Luego, de pie en el altar o en la sede, el Cardenal, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos
Y todos, junto con el Cardenal, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
Después, el Cardenal con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión.

A
compaña, Señor, con tu permanente auxilio,
a quienes renuevas con el don celestial,
y a quienes no dejas de proteger,
concédeles ser cada vez más dignos de la eterna redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
El pueblo responde:
Amén.
RITO DE BENDICIÓN
Después tiene lugar la despedida. El Cardenal extiende las manos hacia el pueblo y dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El Maestro de ceremonia coloca la mitra y entrega el Báculo al Cardenal.
El diacono u otro ministro dice:
Inclínense para recibir la bendición:
El Cardenal con las manos extendidas hacia el pueblo dice:

Que Dios, que les ha llamado


al servicio de los hombres en su Iglesia,
les conceda un gran celo apostólico hacia todos,
especialmente hacia los pobres y afligidos.
El pueblo aclama:
Amén.

Que Él, que les ha confiado la misión


de predicar el Evangelio de Cristo,
les ayude a que, viviendo según su Palabra,
sean testigos suyos sinceros y convencidos.
El pueblo aclama:

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Amén.

Que Él, que te hizo dispensador de sus sacramentos,


les conceda ser imitadores de su Hijo Jesucristo,
para ser en el mundo, ministros de la unidad y de la paz.
El pueblo aclama:
Amén.
El Cardenal bendice al pueblo, diciendo:
Y que a todos ustedes, que están aquí presentes, los bendiga Dios Todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y les acompañe siempre.
El pueblo aclama:
Amén.

Luego el diácono con las manos juntas, despide al pueblo con la siguiente fórmula:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Pueden ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Después el Cardenal besa con veneración el altar, como al comienzo, y, hecha la debida reverencia con los ministros,
se retira a la sacristía

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