Diezmos y Ofrendas Según La Biblia

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 11

Diezmos y ofrendas según la Biblia

Introducción

Aunque numerosos tratados ya han señalado que el Nuevo Testamento no manda a los creyentes
a continuar con la costumbre del diezmo, usualmente, las controversias sobre el diezmo se han
enfocado demasiado en refutar la vigencia del diezmo por medio de debates que solo se dedican a
cuestionar si las leyes israelitas siguen vigentes para nosotros los cristianos, o bien, en escritos que
tratan de explicar las diferentes cualidades y naturaleza de ciertas leyes del pueblo judío (civiles o
espirituales), y, que de esa forma, tratan de determinar cuáles son las leyes que sí aplican para los
conversos gentiles de Cristo en la actualidad.

Muchos de estos estudios bíblicos expresan importantes cuestiones bíblicas y representan valiosas
interpretaciones sobre este y otros asuntos relacionados. Sin embargo, bastantes estudios, no solo
resultan largos y pesados de leer, difíciles de comprender, y poco efectivos al momento de
convencer al creyente que ha sido indoctrinado en una denominación con pocos conceptos
bíblicos.

La tendencia de convertir los debates sobre el diezmo en debates sobre la Ley, desvía en parte la
atención del verdadero corazón del problema, y por ello, todavía deja con algunas dudas a
aquellos que ni si quiera han llegado comprender la verdadera esencia espiritual y el «concepto
bíblico» y la razón social y espiritual por la cual Dios estableció del diezmo.

Parece que todos hemos escuchado el “concepto moderno” del diezmo: dar el 10% de tu dinero a
los líderes religiosos de tu iglesia o congregación. Lo lamentable es que muchísima gente, tanto
creyentes como incrédulos, ni siquiera conocen el concepto del diezmo tal y como es presentado
en la Biblia. Por esta ignorancia, muchos simples son engañados y muchos paganos blasfeman
contra Dios sin si quiera conocer sus leyes. Sin embargo, soy de la opinión que la mejor manera de
refutar la asquerosa doctrina del “diezmo moderno”, es diferenciarlo, contrastarlo, contraponerlo
con el «concepto bíblico del diezmo».

Este breve escrito recopila las citas bíblicas que hablan sobre el diezmo, con la esperanza de que
los corazones ingenuos que han sido engañados por pastores asalariados, puedan abrir sus ojos a
la verdad cristiana, y poder entender, con Biblia en mano, las terribles desviaciones,
manipulaciones, tergiversaciones y falsificaciones de los líderes religiosos modernos que proponen
y enseñan una práctica moderna y anti-bíblica del diezmo.
1. ¿Qué era el diezmo?

El Antiguo Testamento explica que los diezmos establecidos por Dios eran una porción de los
mejores alimentos producidos en Israel: frutos (Deuteronomio 26:12), productos agrícolas,
comestibles como aceite y harina, hortalizas y semillas. La palabra significa “la décima parte de
algo”, y el diezmo incluía “las primicias de grano, vino, aceite, miel, y de todos los frutos de la
tierra” (2 Crónicas 31:5).

Estos también eran llamados “diezmos de la tierra,” o “diezmos de la semilla de la tierra como del
fruto de los árboles,” y las Escrituras dicen que debía ser separado para la causa de Dios (Levítico
27:30). Incluso los fariseos, que seguían las leyes civiles israelitas de forma legalista y rigurosa,
diezmaban especias como la menta, el eneldo, la ruda y el comino (Mateo 23:23; Lucas 11:42).

Diezmos de otro tipo podían incluir ganado y rebaño (vacas y ovejas) que son mencionados como
“diezmo del ganado o del rebaño” (Levítico 27:32) y también cosas que la gente hubiera
prometido a Dios (2 Crónicas 31:6).

En la Torah, Dios estableció el diezmo así: “Diezmarás fielmente todo el producto de tu siembra...
el diezmo de tu grano, de tu mosto [zumo de uva] y de tu aceite, y los primogénitos de tus vacas y
de tus ovejas, para que aprendas a temer siempre al Señor tu Dios” (Deuteronomio 14:22-23).

A pesar de que el dinero ya circulaba desde los tiempos de Abraham (Génesis 20:16; y ya se
practicaba el comercio (Génesis 43:12) la Biblia en ninguna parte dice que los diezmos se dieran en
forma de dinero. Los diezmos eran alimentos y productos; nunca dinero.

2. ¿Cada cuando se daban los diezmos?

Por Deuteronomio 14:22, sabemos con seguridad que el diezmo de la cosecha se daba una vez al
año. Durante el tiempo de recaudación, la gente iba a llevar sus alimentos, y se iban acumulando
en montones de diezmos que tardaban varios meses en terminar de recolectarse. En el Segundo
Libro de Crónicas 31:7, por ejemplo, se habla de montones de diezmos que tardaron cuatro meses
en recaudarse, probablemente por la capacidad del alfolí. En Deuteronomio 14:28 y Amos 4:4
también se habla de diezmos que se daban cada tres años.

Los diezmos NO se aportaban semanalmente, mensualmente, ni cada vez que se asistiera al


templo. Los alimentos se ofrendaban anualmente.
3. ¿Quiénes diezmaban?

Dios estableció los diezmos dentro de “los mandamientos [civiles] que el SEÑOR ordenó a Moisés
para los hijos de Israel en el monte Sinaí” (Levítico 27:30-34).

La Biblia registra que los diezmos se daban por agricultores, labradores, ganaderos, viñadores,
pastores, etc. Eran gente de las 12 tribus de Israel la que diezmaba (incluyendo de la Tribu de Levi,
Números 18:25-29), sin embargo, las demás personas con profesiones distintas no se mencionan
diezmando. No hay pruebas bíblicas de que gente de otras profesiones en Israel estuviera obligada
a diezmar.

Absolutamente en ninguna parte la Biblia habla de gentiles que diezmaran, ni antes, ni durante, ni
después de la ley de Moisés.

4. ¿Dónde se guardaban los diezmos?

Los diezmos se llevaban al alfolí. Un alfolí era semejante a un depósito de alimentos o almacén (2
Crónicas 31:4-12), bodega, silo, o granero dentro del templo. Otros pasajes lo identifican como
cuartos o “cámaras de diezmos.” Allí se llevaban los granos, cereales, y se guardaban otros frutos
de la tierra, de manera que se formaban montones que se volvían abundantes provisiones de
alimento (2 Crónicas 31:6-7; 31:10), que servirían de reservas alimentarias.

En el libro de Nehemías se habla explícitamente de “cámaras del almacén” (Neh. 10:38), y se


menciona que “todo Judá trajo el diezmo del cereal, del mosto y del aceite a los almacenes” (Neh.
13:5).

Cuando en el Libro de Malaquías, Dios acusa a su pueblo de Israel de haberle robado por no
haberle entregarle los diezmos, Dios les dice que vuelvan a dar las aportaciones de alimento,
exhortándoles a “traer todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa” (Malaquías 3:10).

Los diezmos NUNCA fueron para guardarse en el bolsillo, la billetera, o la cuenta bancaria de los
líderes religiosos. El uso de bandejas o sobres es una práctica moderna, no-bíblica.

5. ¿Para quiénes eran los diezmos y para qué se usaban?


La Biblia enseña que Dios quiso que el propósito de los diezmos era consagrarse más a Dios;
proporcionar alimento a un grupo del pueblo desposeído, compartirse en momentos de
convivencia israelita, y a compartirse con los vulnerables…

5.1. Para levitas y sacerdotes levitas

De las 12 Tribus de Israel, el grupo desposeído eran los levitas, quienes no tenían ni tierras, ni
herencias (Josué 18:7). Dios quiso, por lo tanto, el levita recibiera primeramente el diezmo
“porque ellos no tenían parte ni heredad” (Dt. 14:27), y los diezmos serían su herencia.

Los diezmos establecidos por Dios NUNCA se destinaron a construir templos más grandes, ni a
pagar “la renta del templo”, ni a enriquecer a los sacerdotes, ni a llenarlos de tesoros

Dios también quiso que la misma gente de la tribu de Leví se encargase de dirigir las actividades
del Templo de Jerusalén: el sacerdocio, los sacrificios, la adoración y la alabanza. Los sacerdotes y
levitas que fuesen considerados dignos de confianza, se encargaban de reguardar los diezmos
según la ley (Hebreos 7:5), y era su mandato el resguardarlos en el alfolí para luego repartirlos en
raciones justas a los demás levitas (Nehemías 13:12-13).

En Nehemías se dice claramente que “los levitas son los que recibían los diezmos en todas las
ciudades” donde trabajan los judíos, y que los levitas llevaban la décima parte de los diezmos al
templo (Nehemías 10:37; 10:38). El Libro de Judit (aceptado en el canon bíblico por los ortodoxos),
incluso menciona que el diezmo era “apartado y reservado como cosa sagrada para los sacerdotes
que ofician en Jerusalén ante nuestro Dios, cosas que ninguna otra persona del pueblo podía
siquiera tocar con las manos” (Judit 11:13).

Los diezmos estaban destinados a la alimentación: a cubrir las necesidades de alimentación y


prevenir hambre o pobreza entre los levitas, no a fomentar su riqueza material.

Los levitas y sacerdotes levitas estaban dedicados de tiempo completo a ministrar en el templo, y
por lo tanto, los comestibles del alfolí servían primeramente para su sustento alimenticio, aunque
también se entiende que ocupaban ganado, incienso y aceite para los sacrificios y ritos religiosos.

Sin embargo, Dios mismo ordenó que los mismos levitas debían dar diezmos:

“Cuando recibáis de los hijos de Israel los diezmos que de ellos os he dado por vuestra heredad,
ofreceréis de ello una ofrenda al SEÑOR: el diezmo de los diezmos... Así también vosotros
presentaréis al SEÑOR una ofrenda de vuestros diezmos que recibís de los hijos de Israel... todos
los dones que recibís presentaréis las ofrendas que le pertenecen al SEÑOR, de lo mejor de ellas, la
parte consagrada de ellas" (Números 18:25-29).

5.2. Para los mismos israelitas que diezmaban y para sus prójimos
Los diezmos anuales también estaban reservados a que se consumiesen por los mismos
trabajadores que los habían cosechado (Deuteronomio 14:23; Deuteronomio 12:27).

“Entre vuestras tribus, el Señor escogerá un lugar como residencia de su nombre, y a ese lugar
podréis ir a adorarle. Allí sacrificaréis y quemaréis animales en su honor, y le llevaréis vuestros
diezmos, contribuciones, promesas y ofrendas voluntarias, así como las primeras crías de vuestras
vacas y ovejas. Comeréis allí, delante del Señor vuestro Dios, y en compañía de vuestras familias os
alegraréis del fruto de vuestro trabajo con que el Señor vuestro Dios os haya bendecido.”

Los judíos consumían sus propios diezmos (alimentos) en el templo, en la presencia de Dios, y
compartiendo un momento de convivencia junto con sus familias y los levitas.

Dios mandó a que estas reuniones para consumo el diezmo fuesen dentro del templo, donde los
judíos, sus familias y sus sirvientes, comerían todos juntos los alimentos, acompañándose y
conviviendo fraternalmente en ese día con los levitas:

“No comeréis dentro de vuestra ciudad el diezmo de vuestro trigo, de vuestro vino o de vuestro
aceite, ni las primeras crías de vuestras vacas y ovejas, ni nada de lo que hayáis prometido al
Señor, ni de vuestras ofrendas voluntarias. Solo podréis hacerlo delante del Señor vuestro Dios, en
el lugar que él escoja; allí, en presencia del Señor vuestro Dios, y en compañía de vuestros hijos,
vuestros criados y los levitas que vivan entre vosotros, os alegraréis del fruto de vuestro trabajo.
Mientras viváis en el país, no abandonéis jamás a los levitas” (Deuteronomio 12:17-18).

Si la casa de algún judío quedaba muy lejos del alfolí como para que se cargaran y llevaran los
alimentos, el judío tenía permiso de vender sus productos, guardar el dinero, y luego comprar en
algún lugar más cerca, otros productos cuales quisieren, para finalmente consumirlos en aquel
momento especial en la presencia de Dios, en el lugar que Dios les indicase:

“Si el camino es tan largo para ti, que seas incapaz de llevar el diezmo por estar lejos el lugar
donde el Señor tu Dios escoja para poner allí su nombre, cuando el Señor tu Dios te haya
bendecido, entonces lo cambiarás por dinero, y atarás el dinero en tu mano e irás al lugar que el
Señor tu Dios escoja. Y podrás gastar el dinero en todo lo que tu corazón apetezca: en vacas u
ovejas, en vino o sidra, o en cualquier otra cosa que tu corazón desee; allí comerás en presencia
del Señor tu Dios, y te alegrarás tú y tu casa” (Deuteronomio 14:24-26).

La Biblia dice que cuando se celebraban estas reuniones, “era grande el gozo de Judá con respecto
a los sacerdotes y levitas que servían” (Nehemías 12:44).
5.3. Para los extranjeros, los huérfanos y las viudas

Cuando Dios estableció los diezmos como mandato a los israelitas, también reservó una época en
que estos se compartieran con los desposeídos, los inmigrantes, los huérfanos y las viudas.
Mandó, pues, a que cada tres años los diezmos debían repartirse entre estos habitantes
vulnerables de la nación. Tal como está escrito en la Torah, donde Dios les ordenó:

“Al fin de cada tercer año, sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año y lo depositarás
en tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni herencia contigo, y el forastero, el
huérfano y la viuda que habitan en tus ciudades, y comerán y se saciarán, para que el SEÑOR tu
Dios te bendiga en toda obra que tu mano haga” (Deuteronomio 14:28-29).

Parientes y no parientes, judíos y no judíos eran partícipes del tercer consumo del diezmo dentro
de Israel:

“Cuando hubieres acabado de diezmar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del
diezmo, darás también al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda; y comerán por dentro de
tus puertas, y se saciarán” (Deuteronomio 26:12).

Siglos más tarde, el libro de Malaquías habla de un pueblo rebelde y desobediente que se habían
vuelto duros con estos grupos vulnerables, por lo cual Dios les declaró:

"Me acercaré a ustedes para el juicio, y seré un testigo veloz contra los hechiceros, contra los
adúlteros, contra los que juran en falso y contra los que oprimen al jornalero en su salario, a la
viuda y al huérfano, contra los que niegan el derecho del extranjero y los que no Me temen," dice
el SEÑOR de los ejércitos” (Malaquías 3:5).

Las ofrendas bíblicas

Habiendo revisado la práctica del diezmo bíblico tal y como Dios lo estableció para el pueblo de
Israel, falta hablar de un tema relacionado que son las ofrendas en el Nuevo Testamento y los
tiempos en que vino Jesús.

En tiempos de Jesucristo
Primero que nada hay que saber que ni Jesús (de la tribu de Judá), ni Pedro, ni Pablo (de la tribu de
Benjamín) recibieron diezmos para sus ministerios. Ninguno de ellos era de la tribu de Levi, y por
lo tanto, según la ley, no lo requerían. No obstante, ellos recibieron otro tipo de ayuda.

Los creyentes y los que querían conocer más sobre el Cristo, les ofrecían cosas voluntariamente,
dándose cuenta de sus necesidades materiales. Generalmente esto es equiparable a ofrendas
hacia otros hermanos. Las ofrendas son precisamente ofrecimientos voluntarios que apelan a la
conciencia que Dios nos dio. No son mandatos, sino compromisos de caridad que sentimos hacia a
la gente y hacia los siervos de Dios, en suplir ciertas necesidades que tienen.

Las ofrendas ya habían ocurrido en la antigüedad. Muchas son ofrendas exclusivas a Dios, pero
también hay ejemplos de ofrendas al prójimo en el Antiguo Testamento, como cuando Abraham
invita a los ángeles a quedarse en su casa y les da algo que comer. A Jesús mismo también le
ofrecieron comida en numerosas ocasiones durante su ministerio.

Nuestro Señor, por su parte, exaltó el gesto de una viuda pobre que llevó todo lo que tenía – un
par de monedas – a un “arca de la ofrenda” (Marcos 12: 41-44).

Al enseñar sobre el perdón y la reconciliación entre hermanos, Jesús también enseñó que “si traes
tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda
delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu
ofrenda” (Mateo 5:23-26).

Jesús también mandó a los doce discípulos a que fueran a predicar y a sanar enfermos, y les dijo
que se despojaran a sí mismos de toda cosa, de toda muda de ropa, y de todo dinero (Lucas 9:2-3),
pues habiéndose hecho pobres para predicar, y viviendo por el Evangelio, eran dignos de “recibir
su salario” en especie, de tal manera, habían creyentes que les ofrecían alimento, bebida,
hospitalidad, y albergue (Lucas 10:6-8; Mateo 10:8-11).

En tiempos de Pablo

Los cristianos de la ciudad de Filipos, también apoyaron al Apóstol Pablo cuando éste fue como
misionero a Macedonia. Pablo, a la par de su labor evangelista allí, trabajaba duramente como
hacedor de tiendas junto a otros creyentes (Hechos 18:3; 1 Cor. 4:12; 1 Cor 15:10). Con todo, el
reconoció la responsabilidad que tenemos todos los cristianos en ayudar a otros apóstoles o
predicadores que se han despojado y se han entregado de tiempo completo a proclamar la Verdad
de Cristo.
Pablo redactó un escrito en donde expresa que ellos en verdad tienen “derecho a comer y beber”,
y a tomar “comida del templo" (1 Corintios 9:1-18), y no deberían tener necesidad de padecer
hambre. Asimismo, nos instruyó a que debemos ayudar especialmente a los ancianos que predican
y enseñan el Evangelio (1 Timoteo 16-18). Siguiendo su responsabilidad, los cristianos en
Macedonia y Acaya hicieron una colecta para hacer una ofrenda para los pobres en Jerusalén
(Romanos 15:26).

Después de Pablo

Los eventos que rompieron con la práctica del diezmo entre judíos fueron más por causas
históricas. Por un lado, desde hace casi dos milenios que las Tribus de Israel se dispersaron como
resultado de la Primera Guerra Judeo-Romana contra el imperio de Tito. El Templo de Jerusalén
fue destruido en el año 70 d.C., y desde la Rebelión de Bar Kojba (135 d.C.), los judíos fueron
echados de Jerusalén. Se sabe de importantes diásporas de judíos a otras partes del mundo ya
desde el siglo VI. Actualmente hay sinagogas donde los judíos pagan mensualmente una
membresía o una contribución a organizaciones de caridad, pero este ya no es el diezmo bíblico.

Por otro lado, multitudes de gentiles hemos sido agregados a la paternidad de Abraham por medio
de la fe en Cristo. Actualmente Jesucristo ha venido a ser nuestro supremo y sumo sacerdote
(Hebreos 4:14) y las cosas en cuestiones de leyes civiles han cambiado, no solo por el Nuevo Pacto
en sí, sino también “porque cuando se cambia el sacerdocio, necesariamente ocurre también un
cambio en la ley” (Hebreos 7:12).

El Nuevo Testamento registra que las primeras comunidades de cristianos conversos tenían «todas
las cosas en común». Los que tenían tesoros terrenales y posesiones privadas, se desligaban de
eso, y se repartían todo conforme a lo que la necesidad real de cada creyente, de tal manera que
nadie se quedara con necesidad alguna (Hechos 4:32-36). Estos fueron los primeros cristianos
bíblicos, que obedecían al Señor y proclamaban el Evangelio. ¿Cuándo se ha hecho esto en tu
congregación? o ¿Cuándo fue la última vez que siguieron este Evangelio enseñado en la Biblia?

Los falsos diezmos

Tengan cuidado con los pastores asalariados y con los falsos maestros que “por avaricia, harán
mercadería de ustedes con palabras fingidas” (2 Pedro 2:3). Los falsos líderes religiosos reclaman
los “diezmos modernos” que no tienen nada que ver nada que ver con el diezmo bíblico que ya
hemos revisado en el Antiguo Testamento. El falso concepto moderno del diezmo es
malentendido como el 10% de tu dinero destinado exclusivamente para los líderes religiosos,
pastores, o sacerdotes. Esto comenzó a finales del siglo VI, época en la que el Concilio de Tours II
(567 d.C) y el Concilio de Macon (585 d.C.) empezaron a proponer un diezmo tergiversado. La
práctica se extendió en la Edad Media donde la Iglesia Católica controlaba el gobierno en muchos
países. Más tarde, también llegó a ser incorporado por sectas y denominaciones pseudo-cristianas.

Actualmente se practica mucho en las Iglesias de la Prosperidad y en mega-iglesias, al igual que


por Mormones y Adventistas. Muchos llegan a citan versos bíblicos fuera de contexto para
justificar su doctrina mundana. Muchos lo exigen como una obligación de los creyentes, y otros
asustan a la gente ingenua, haciéndoles creer que si no les das el 10% de tu dinero, Dios te va
“maldecir con maldición.” Otros, prefieren predican prosperidad, y con palabras lisonjeras,
hacerles creer a la gente que si les dan su dinero, Dios va a abrir derramar “fuentes de
prosperidad.” Estos líderes quisiesen tomar la camiseta de Levitas, aunque en realidad, ni son
judíos, ni viven en Israel, ni son de la tribu de Leví, ni son desposeídos, ni lo reparten con los
hermanos, ni con los necesitados. De gente así, Pablo escribió, que “no sirven a nuestro Señor
Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de
los ingenuos” (Romanos 16:17-18).

Debes tener en cuenta que la Biblia habla de “falsos apóstoles, obreros estafadores, que se
disfrazan de apóstoles de Cristo” (2 Corintios 11:13). Muchos son “pastores asalariados”, que no
predican, si no se les paga, o más bien, que sólo predican porque se les paga, así que predican lo
que vaya a satisfacer al cliente. Aparentan ser pastores apaciguando ovejas, pero en realidad solo
están fingiendo y manipulando a simples que escuchan lo que quieren escuchar. Está descrito en
el Evangelio de Cristo…

Jesús es el Buen Pastor que ha dado su vida por ovejas como tú, pero los asalariados, que piden
una paga monetaria por predicar, NO son pastores del Señor, y porque no son dueños de las
ovejas, cuando ven venir al lobo, abandonan las ovejas y huyen, de modo que el enemigo las
arrebata y las dispersa (Juan 10:12).

Los asalariados también se olvidan por completo de repartir lo que tienen con la gente marginada,
que, de cierta forma, sigue necesitando actos de caridad por parte de los cristianos. Si en la
congregación a la que asistes te dicen que continuamente tienes que dar dinero a los religiosos
adinerados para que construyan un templo más grande, para pagar la renta del templo, o para que
tú o el pastor tengan una casa más lujosa, un carro más moderno, o más prosperidad, debes
reconocer que tal gente se está enriqueciéndose a sí misma, acumulando riquezas y tesoros
materiales.

Las ofrendas verdaderas


Si ya no tenemos que dar diezmos, ¿nos quedaremos entonces con todo lo que tenemos? ¡De
ninguna manera! Dios permite que algunos de nosotros tengamos más de lo necesario no para
engrandecernos sino para darlo con los que tienen menos. El Evangelio enseña que si tenemos
más de lo que necesitamos, no solo podemos, sino que tenemos la obligación de dar a otros.

Dios desea la equidad y la igualdad, como escribió Pablo al escribir en su carta a los cristianos de
Corintios, sobre una colecta que se hacía para los pobres en Jerusalén:

“Ustedes, que sobresalen en todo: en fe, en facilidad de palabra, en conocimientos, en buena


disposición para servir y en amor que aprendieron de nosotros, igualmente deben sobresalir en
esta obra de caridad. No les digo esto como un mandato; solamente quiero que conozcan la buena
disposición de otros, para darles a ustedes la oportunidad de demostrar que su amor es
verdadero. Porque ustedes ya saben que nuestro Señor Jesucristo, en su bondad, siendo rico se
hizo pobre por causa de ustedes, para que por su pobreza ustedes se hicieran ricos.Por el bien de
ustedes les doy mi opinión sobre este asunto… dentro de sus posibilidades, terminen lo que han
comenzado con la misma buena disposición que mostraron al principio, cuando decidieron
hacerlo. Porque si alguien de veras quiere dar, Dios le acepta la ofrenda que él dé conforme a sus
posibilidades.Dios no pide lo que uno no tiene. 1No se trata de que por ayudar a otros ustedes
pasen necesidad; se trata más bien de que haya igualdad. Ahora ustedes tienen lo que a ellos les
falta; en otra ocasión ellos tendrán lo que les falte a ustedes, y de esta manera habrá igualdad.
Como dice la Escritura: «Ni le sobró al que había recogido mucho, ni le faltó al que había recogido
poco.” (2 Corintios 8:13-14).

Dios dijo que defendieras a los pobres, a los débiles, y a los marginados (Proverbios 31:8-10).
¿Cuándo fue la última vez que tú o tu congregación ayudaron todos juntos a los extranjeros,
huérfanos o viudas? ¿Cuándo fue la última vez que repartieron lo que tienen con los necesitados?

Juan el Bautista enseñó que compartieras la mitad de lo que tienes con los que no tienen (Lucas
3:11). ¿Cuándo fue la última vez el pastor de tu congregación y los que diezman allí compartieron
la mitad de lo que tienen con los que no tienen?

El Señor nos enseñó que debes dar de comer al hambriento, dar agua al sediento, alojo al que no
tiene casa, ropa al desprotegido, etc. (Mateo 25:35; Ec. 11:1-2). ¿Cuándo fue la última vez que le
llevaron alimentos, fruta, agua, o ropa a los necesitados en tu congregación?

Conclusiones

Debemos acercarnos con discernimiento espiritual a estos asuntos de dar. Por un lado, no
podemos negar la incontable cantidad de falsos sacerdotes, falsos maestros, y falsos apóstoles que
reclaman una lucrativa administración de “diezmos modernos.” Por otro lado, tampoco podemos
negar que hay hermanos necesitados, pobres y desposeídos, o predicadores de sana doctrina, y
misioneros entregados al Evangelio que verdaderamente necesitan ayuda del cuerpo de Cristo
para suplir sus necesidades básicas.

Por un lado, hay que apegarnos a rechazar la idea del diezmo moderno, y alejarnos de los falsos
maestros que manipulativamente mezclan los conceptos de “diezmos y ofrendas” sin reconocer
las diferencias entre estas palabras, y entre el mismo diezmo bíblico y el diezmo moderno. Uno fue
establecido por Dios, el otro fue una costumbre hecha por hombres y su avaricia. Por otro lado,
hay que reconocer la enseñanza de la ofrenda bíblica, y tomar en cuenta que también hay
discípulos y servidores de Cristo que caminan por el camino angosto, y han dejado todo atrás.

Asimismo, hay que reconocer que hay hermanos y hermanas en todo el mundo que tienen
necesidad de ofrendas. Desde los predicadores de la verdad de Cristo, hasta los pobres y
marginados de la sociedad, que Dios también ama y a quienes también desea la salvación. Hay
multitud de organizaciones cristianas de caridad en todo el mundo, que tienen a servidores de
Cristo que sí requieren ayuda en especie (me atrevo a decir que incluso de forma monetaria).
Ejemplo de esto son orfanatos, centros de asistencia social, y muchas clases de organizaciones de
misioneros.

Sabemos que ya nadie requiere diezmo en el Nuevo Pacto, pero también sabemos saber que hay
quienes siguen y seguirán necesitando ofrendas. Quienes las necesitan no son los pastores
asalariados, sino toda clase de necesitados. Quienes las necesitan no son los enriquecidos que
quieren más riqueza, sino los desposeídos y los que no tienen heredad en su escasez. Eso incluye a
los que han dejado todo para proclamar el cuerpo de Cristo. Por lo tanto, es esencial e
imprescindible pedir a Dios la guía de Su Espíritu Santo para tener un discernimiento espiritual
para saber quién realmente está sirviendo al Señor y quién no, quién es obrero del Señor, y quién
es obrero del diablo, quién es un lobo rapaz, y quién es una oveja perdida, quien sirve al pecado, y
quien sirve a Cristo.

También podría gustarte