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A. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Reunida la familia o la comunidad de fieles, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los ancianos y a los demás
presentes, diciendo:
A. Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
Pueden también leerse: Si 3, 2-8; Si 25, 6-8. 13-16; Sb 4, 8-9; Flp 3, 20-4, 1.
O bien:
Sal 70 (71), 1-2. 3-4. 5-6. 14-15
R. (12b) Dios mío, ven aprisa a socorrerme.
El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,
explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la
celebración.
PRECES
Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el
ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras
más directamente relacionadas con las circunstancias de los ancianos o del
lugar.
Tú que, por medio de tu Hijo, prometiste alivio y paz a todos los que están
cansados y agobiados,
— haz que estos servidores tuyos carguen con Paciencia su cruz cada día. R.
Tú que a nadie privas de tu amor de padre y muestras un cariño especial por los
más débiles,
— haz que en nuestra sociedad se reconozca y respete la dignidad y derechos de
los ancianos. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
El ministro, si es sacerdote o diácono, extendiendo, según las circunstancias, las
manos sobre todos los ancianos a la vez o sobre cada uno en particular, o
haciendo la señal de la cruz en la frente de cada uno, de lo contrario con las
manos juntas, dice la oración de bendición:
P. Señor, Dios nuestro, que has concedido a estos fieles tuyos la gracia de esperar
en ti y de experimentar tu bondad, en medio de los vaivenes de la vida, te
bendecimos por haberles concedido abundantemente tus dones a lo largo de tantos
años, y te pedimos que vivan siempre con la alegría de una juventud de espíritu
constantemente renovada, que tengan el necesario vigor corporal y que su
conducta sea un hermoso ejemplo para todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
A. Amén.
O bien:
P. Dios omnipotente y eterno, en quien vivimos, nos movemos y existimos, te
damos gracias y te bendecimos porque has dado a estos servidores tuyos largos
años de vida, junto con la perseverancia en la fe y en las buenas obras; concédeles
ahora, Señor, que, confortados por el afecto de los hermanos, estén alegres en la
salud, no se depriman en la enfermedad, y, reanimados con tu bendición, empleen
en tu alabanza el tiempo de su ancianidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
A. Amén.
O bien:
P. Señor, Dios todopoderoso, que has dado a estos servidores tuyos una dilatada
ancianidad, concédeles tu bendición, para que sientan la dulzura de tu compañía;
que al recordar el pasado tu misericordia los consuele, y al mirar hacia el futuro la
esperanza los sostenga. Por Jesucristo, nuestro Señor.
A. Amén.
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CONCLUSIÓN DEL RITO
El celebrante, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo, vuelto hacia
los ancianos, la invitación: Inclínense para recibir la bendición, u otra y
añadiendo, con las manos extendidas:
P. Que él vaya delante de ustedes para guiaros y vaya tras de vosotros para
guardaros.
A. Amén.
P. Y a todos ustedes, que están aquí presentes, les bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
A. Amén.
Si el ministro es laico, implora la bendición del Señor sobre los ancianos y todos
los presentes, santiguándose y diciendo:
L. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
A. Amén.
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
P. La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, fuente de todo bien, estén con
ustedes.
A. Y con tu espíritu.
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Según las costumbres del lugar, después del saludo, unos representantes de los
responsables de la construcción pueden hacer de algún modo la presentación de
la obra.
P. La obra que hoy comenzamos debe animar nuestra fe y ser para nosotros
ocasión de expresar nuestra gratitud. Nos son bien conocidas aquellas palabras
del salmo: Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles.
Somos en cierto modo cooperadores de Dios siempre que con nuestro trabajo
atendemos y servimos a los hermanos o a la comunidad. Con esta celebración,
imploremos, pues, hermanos, la ayuda de Dios, para que esta construcción llegue
felizmente al término deseado, y para que proteja a los constructores y los guarde
de todo mal.
Escuchen ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.
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526. O bien:
PRECES
Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras
más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del
lugar.
Tú que nos has dado la inteligencia y la fuerza para ser colaboradores de tu obra.
R.
Tú que por tu Hijo, nuestro Señor, has querido edificar tu santa Iglesia sobre
piedra firme. R.
Tú que, por el Espíritu de tu Hijo, nos haces entrar en la construcción del templo
espiritual en el que quieres hacer morada. R.
Tú que, como piedras vivas, nos labras y pulimentas golpe a golpe, para formar
parte de la Jerusalén celestial. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
P. Dios todopoderoso, Padre de misericordia, que creaste todas las cosas por tu
Hijo, y lo estableciste como sólido fundamento de tu reino, atiende nuestra petición
y haz que esta obra que iniciamos para gloria de tu Nombre y para nuestro
provecho, con la ayuda de tu sabiduría, vaya creciendo de día en día hasta su feliz
culminación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
A. Amén.
O bien:
P. Dios, creador de todas las cosas, que has confiado al hombre el deber de
trabajar, haz que la obra que comenzamos signifique progreso en nuestra vida y,
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por tu bondad, sirva para extender el reino de Cristo. Que vive y reina por los
siglos de los siglos.
A. Amén.
El celebrante, según las circunstancias, puede rociar con agua bendita el solar
donde se va a levantar el nuevo edificio, y la primera piedra. Luego se coloca la
piedra en los cimientos, mientras el pueblo entona un canto adecuado.
Luego el celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, concluye el
rito, diciendo:
P. El Señor mire con agrado su trabajo y guarde sus vidas de todo mal.
A. Amén.
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
L. Que Dios, al que unánimes alabamos nos conceda, por su Espíritu, estar de
acuerdo entre nosotros, según Jesucristo.
A. Amén.
Luego dispone a los presentes para la celebración, con estas palabras u otras
semejantes:
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—«Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz en esta casa.” Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos, su paz; si no, volverá a ustedes. Quédense
en la misma casa, coman y beban de lo que tengan, porque el obrero merece su
salario. No anden cambiando de casa en casa. Si entran en un pueblo y les
reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan:
“Está cerca de ustedes el reino de Dios.”»
Palabra del Señor.
Pueden también leerse: Gn 18, 1-10a; Mc 1, 29-30; Lc 10, 38-42 Lc 19, 1-9; Lc
24, 28-32.
PRECES
Tú, por quien todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar
un templo consagrado,
— haz que los habitantes de esta casa se vayan integrando en la construcción,
para ser morada de Dios, por el Espíritu. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
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El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, de lo contrario,
con las manos juntas, añade:
P. Asiste, Señor, a estos servidores tuyos que, al inaugurar (hoy) esta vivienda,
imploran humildemente tu bendición, para que, cuando vivan en ella, sientan tu
presencia protectora, cuando salgan, gocen de tu compañía, cuando regresen,
experimenten la alegría de tenerte como huésped, hasta que lleguen felizmente a la
estancia preparada para ellos en la casa de tu Padre. Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
A. Amén.
P. Señor y Dios nuestro, al reunirnos gozosos para inaugurar esta casa sacerdotal,
queremos unir nuestra alegría a la. acción de gracias por tus beneficios. Bendito
seas, Señor; tú elegiste a la tribu de Leví para el servicio mediador de la antigua
Alianza y le diste como herencia el servicio religioso de tu pueblo; tú revelaste la
plenitud del sacerdocio en Jesucristo, tu Hijo, que tomó, de las entrañas obedientes
de la Virgen María, la carne y la sangre del sacrificio de la nueva Alianza; tú has
llamado al nuevo pueblo a participar del único sacerdocio de Cristo, derramando
sobre todos tus fieles la fuerza de tu Espíritu. Recibe nuestra alegría y nuestro
gozo, recibe nuestra alabanza y nuestra acción de gracias y continúa derramando
tu gracia y tu bendición sobre nosotros. Bendice + esta casa sacerdotal que hoy
inauguramos; bendice a cuantos la han hecho posible y a cuantos la han de
habitar; que sea para ellos descanso merecido, después de un trabajo largo y
creador al servicio de tu reino, lugar de fraternidad entre compañeros en la gracia
del ministerio, centro de recuerdos y envíos misioneros, lugar de servicio a los más
necesitados, acercamiento a Dios y experiencia creciente de su amor, que prepare
al encuentro definitivo del que nada ni nadie nos podrá separar; que María, Madre
del único Sacerdote, los proteja y acompañe hasta el fin. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
A. Amén.
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seguirá derramándose sobre nuestra ciudad, y brotará incesante la acción de
gracias, hasta que llegue la consumación del reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
A. Amén.
P. Señor, Dios nuestro, tú quieres que todas tus criaturas vivan unidas bajo el
mismo cielo, iluminadas por el mismo sol, y nos has manifestado, por tu Hijo
Jesucristo, que quieres ser reconocido como Padre de la familia humana. Al
reunirnos gozosos para inaugurar esta residencia, queremos unir nuestra alegría a
la acción de gracias por tus beneficios. Nuestra fe nos mueve a reconocer la huella
de tu presencia, en todos los acontecimientos de la vida; por eso elevamos hacia ti
nuestro espíritu agradecido, porque participamos de tu bendición. Te bendecimos,
Padre, porque hoy podemos ofrecer públicamente esta residencia a los
pensionistas. Te bendecimos, Padre, porque en esta residencia va a ser posible
construir unas relaciones vivas, amistosas y fraternas, que contribuyan al
desarrollo y bienestar de todos. Junto con la alabanza, hacemos también nuestra
súplica: Derrama sobre nosotros, sobre nuestras preocupaciones y trabajos, la
bendición + abundante de tu gracia, para que, viviendo según tu voluntad, seamos
dignos de vivir un día, con todos tus hijos, en tu casa del cielo. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
A. Amén.
P. Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo, que nos redimió con su
muerte y resurrección.
A. Amén.
I. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Dios, que es admirable en todas sus obras, esté con todos vosotros.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Proclamemos la grandeza del Señor, nuestro Dios, que todo lo hizo con sabiduría.
Amén.
Los animales, creados por Dios, habitan el cielo, la tierra y el mar, y comparten la
vida del hombre con todas sus vicisitudes. Dios, que derrama sus beneficios sobre
todo ser viviente, más de una vez se sirvió de la ayuda de los animales o también
de su figura para insinuar en cierto modo los dones de la salvación. Los animales
fueron salvados en el arca de las aguas del diluvio y, después del diluvio,
quedaron asociados al pacto establecido con Noé; el cordero pascual recordaba el
sacrificio pascual y la liberación de la esclavitud de Egipto; un gran pez
salvaguardó a Jonás; unos cuervos alimentaron al profeta Elías; los animales
fueron agregados a la penitencia de los hombres y, junto con toda la creación,
participan de la redención de Cristo.
Al invocar, pues, (por intercesión de san N.) la bendición de Dios sobre estos
animales, alabemos al Creador de todo démosle gracias por habernos elevado por
encima de las de más criaturas y pidámosle que, conscientes de nuestra dignidad,
vivamos siempre al amparo de su ley.
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Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular
según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era
bueno. Y Dios los bendijo, diciendo:
—«Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en
la tierra.»
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto. Y dijo Dios:
—«Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y
fieras según sus especies.»
Y así fue. E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos
según sus especies y los reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Y
dijo Dios:
—«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del
mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.»
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los
creó. Y los bendijo Dios y les dijo:
—«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar,
las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra. »
Palabra de Dios.
O bien:
El Señor modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del
cielo y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo
llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos
los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo.
Palabra de Dios.
814. O bien:
PRECES
Dios creó al hombre y lo colocó en la tierra para que, ejerciendo el dominio sobre
todos los animales, profesara la gloria del Creador. Proclamemos su alabanza,
diciendo:
Bendito seas, Señor, que creaste a los animales y los pusiste bajo nuestro
dominio, para que nos ayudaran en nuestro trabajo. R.
Bendito seas, Señor, que para rehacer nuestras fuerzas nos das como alimento la
carne de los animales. R.
Bendito seas, Señor, que, para entretenimiento de tus hijos, nos das la compañía
de los animales domésticos. R.
Bendito seas, Señor, que en las aves del cielo alimentadas por ti nos das una
señal de tu providencia paternal, según las palabras del mismo Jesús. R.
Bendito seas, Señor, que nos has dado a tu Hijo como Cordero y has querido que
en él nos llamáramos y fuéramos de verdad hijos tuyos. R.
Bendito seas, Señor, que por medio de las más humildes criaturas nos atraes
también a tu amor. R.
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Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego
dice la oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Oh Dios, autor y dador de todos los bienes, que has hecho que también los
animales sirvan de ayuda al hombre en sus necesidades y en su trabajo, te
pedimos (por intercesión de san N.) que utilicemos debidamente estos seres,
necesarios para nuestra subsistencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
Oh Dios, que todo lo hiciste con sabiduría, y que, después de crear al hombre a tu
imagen, le diste, con tu bendición, el dominio sobre todos los animales, extiende tu
mano con benevolencia y concédenos que estos animales nos sirvan de ayuda y
nosotros, tus servidores, ayudados con los bienes presentes, busquemos con más
confianza los futuros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a los presentes y a
los animales.
Dios, que creó los animales para nuestra ayuda, nos proteja y guarde siempre con
la gracia de su bendición.
R. Amén.
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