BENDICIONAL

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BENDICIONAL

BENDICIÓN DE LOS ANCIANOS QUE NO SALEN DE CASA

A. RITO DE LA BENDICIÓN

RITOS INICIALES
Reunida la familia o la comunidad de fieles, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los ancianos y a los demás
presentes, diciendo:

P. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión el


Espíritu Santo estén con ustedes.

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.

A. Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

Si el ministro es laico, saluda a los ancianos y a los demás presentes, diciendo:

L. Hermanos, bendigamos a Jesús, el Señor, que, al ser tomado en brazos por


Simeón, el anciano lo llevaba a él, y él guiaba al anciano.

A. Bendito seas por siempre, Señor.


O bien: Amén.

El ministro dispone a los ancianos y a los presentes a recibir la bendición, con


estas palabras u otras semejantes:

P. El tiempo de la vejez es un don de Dios, que ha de recibirse con gratitud. Estos


hermanos nuestros, de edad ya avanzada, pueden transmitirnos un verdadero
tesoro de experiencia y de vida cristiana. Unidos a ellos, demos gracias a Dios y
pidámosle su ayuda en favor suyo, para que su esperanza y confianza cobren
nuevo impulso.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS


Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la
sagrada Escritura.

+ Lc 2, 25-32. 36-38: Aguardando el consuelo de Israel

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que


aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido
un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del
Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto
por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
—«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu servidor irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los
pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
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Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una
mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda
hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a
Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a
Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Palabra del Señor.

Pueden también leerse: Si 3, 2-8; Si 25, 6-8. 13-16; Sb 4, 8-9; Flp 3, 20-4, 1.

Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro


canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 125 (126), 1-2b. 2d-3. 4-5. 6 (R.: 3)

R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,


nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.

Hasta los gentiles decían:


El Señor ha estado grande con ellos.
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.

Que el Señor cambie nuestra suerte,


como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.

Al ir, iba llorando,


llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.

O bien:
Sal 70 (71), 1-2. 3-4. 5-6. 14-15
R. (12b) Dios mío, ven aprisa a socorrerme.
El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,
explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la
celebración.

PRECES
Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el
ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras
más directamente relacionadas con las circunstancias de los ancianos o del
lugar.

P. Invoquemos a Dios, Padre todopoderoso, que en cualquier edad nos rejuvenece


con la fuerza de su gracia, y digámosle suplicantes:

A. No nos abandones, Señor.


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Oh Dios, que por tu misericordia revelaste a tu Hijo a Simeón y Ana, que


aguardaban la liberación de Israel,
— haz que estos servidores tuyos vean con los ojos de la fe a tu Salvador y se
alegren con el consuelo del Espíritu Santo. R.

Tú que, por medio de tu Hijo, prometiste alivio y paz a todos los que están
cansados y agobiados,
— haz que estos servidores tuyos carguen con Paciencia su cruz cada día. R.

Tú que eres la misma bondad,


— haz que a estos servidores tuyos nunca les falte el debido consuelo de sus
familiares y amigos. R.

Tú que a nadie privas de tu amor de padre y muestras un cariño especial por los
más débiles,
— haz que en nuestra sociedad se reconozca y respete la dignidad y derechos de
los ancianos. R.

ORACIÓN DE BENDICIÓN
El ministro, si es sacerdote o diácono, extendiendo, según las circunstancias, las
manos sobre todos los ancianos a la vez o sobre cada uno en particular, o
haciendo la señal de la cruz en la frente de cada uno, de lo contrario con las
manos juntas, dice la oración de bendición:

P. Señor, Dios nuestro, que has concedido a estos fieles tuyos la gracia de esperar
en ti y de experimentar tu bondad, en medio de los vaivenes de la vida, te
bendecimos por haberles concedido abundantemente tus dones a lo largo de tantos
años, y te pedimos que vivan siempre con la alegría de una juventud de espíritu
constantemente renovada, que tengan el necesario vigor corporal y que su
conducta sea un hermoso ejemplo para todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

A. Amén.

O bien:
P. Dios omnipotente y eterno, en quien vivimos, nos movemos y existimos, te
damos gracias y te bendecimos porque has dado a estos servidores tuyos largos
años de vida, junto con la perseverancia en la fe y en las buenas obras; concédeles
ahora, Señor, que, confortados por el afecto de los hermanos, estén alegres en la
salud, no se depriman en la enfermedad, y, reanimados con tu bendición, empleen
en tu alabanza el tiempo de su ancianidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

A. Amén.

O bien:
P. Señor, Dios todopoderoso, que has dado a estos servidores tuyos una dilatada
ancianidad, concédeles tu bendición, para que sientan la dulzura de tu compañía;
que al recordar el pasado tu misericordia los consuele, y al mirar hacia el futuro la
esperanza los sostenga. Por Jesucristo, nuestro Señor.

A. Amén.

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CONCLUSIÓN DEL RITO
El celebrante, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo, vuelto hacia
los ancianos, la invitación: Inclínense para recibir la bendición, u otra y
añadiendo, con las manos extendidas:

P. Jesucristo, el Señor, esté siempre a su lado para defenderlos.


A. Amén.

P. Que él vaya delante de ustedes para guiaros y vaya tras de vosotros para
guardaros.
A. Amén.

P. Que él vele por ustedes, les sostenga y les bendiga. .


A. Amén.

Finalmente bendice a todos los presentes, diciendo:

P. Y a todos ustedes, que están aquí presentes, les bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
A. Amén.

Si el ministro es laico, implora la bendición del Señor sobre los ancianos y todos
los presentes, santiguándose y diciendo:

L. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
A. Amén.

Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.

BENDICIÓN DE LOS TRABAJOS QUE PREPARAN LA ESTRUCTURA DE UN


NUEVO EDIFICIO

RITO DE LA BENDICIÓN

RITOS INICIALES

Reunido el grupo de personas asistentes en el lugar donde se proyecta construir


el edificio, se entona un canto adecuado, por ejemplo, el salmo 126 (127), 1-2.

Terminado el canto, el celebrante dice:

P. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


A. Amén.

Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:

P. La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, fuente de todo bien, estén con
ustedes.
A. Y con tu espíritu.

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.

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Según las costumbres del lugar, después del saludo, unos representantes de los
responsables de la construcción pueden hacer de algún modo la presentación de
la obra.

Luego el celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición,


con estas palabras u otras semejantes:

P. La obra que hoy comenzamos debe animar nuestra fe y ser para nosotros
ocasión de expresar nuestra gratitud. Nos son bien conocidas aquellas palabras
del salmo: Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles.
Somos en cierto modo cooperadores de Dios siempre que con nuestro trabajo
atendemos y servimos a los hermanos o a la comunidad. Con esta celebración,
imploremos, pues, hermanos, la ayuda de Dios, para que esta construcción llegue
felizmente al término deseado, y para que proteja a los constructores y los guarde
de todo mal.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la


sagrada Escritura.

1 Co 3, 9-11: Son edificio de Dios

Escuchen ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

Nosotros somos colaboradores de Dios, y ustedes, campo de Dios, edificio de


Dios. Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el
cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye. Nadie puede
poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo.
Palabra de Dios.

Pueden también leerse: Is 28, 16-17b; 1P 2, 4-10; Lc 6, 47-49.

Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro


canto adecuado.

Salmo responsorial 89 (90), 12-14. 16-17 (R.: cf. 17c)

R. Haz prósperas las obras de nuestras manos.

Enséñanos a calcular nuestros años,


para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo. R.

Que tus siervos vean tu acción,


y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R.

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526. O bien:

Sal 120 (121), 1-2. 3-4. 5-6. 7-8


R. (cf. 2) Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

El celebrante, según las circunstancias, puede hacer una breve homilía,


explicando la lectura bíblica, para que los presentes perciban por la fe el
significado de la celebración.

PRECES
Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras
más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del
lugar.

P. Invoquemos, queridos hermanos, a Dios, Padre todopoderoso, para que la obra


que hoy comenzamos contribuya a la edificación del reino de Dios y nos una a
Cristo, piedra angular, en la fe y en la caridad.

A. Bendito seas por siempre, Señor.

Tú que nos has dado la inteligencia y la fuerza para ser colaboradores de tu obra.
R.

Tú que por tu Hijo, nuestro Señor, has querido edificar tu santa Iglesia sobre
piedra firme. R.

Tú que, por el Espíritu de tu Hijo, nos haces entrar en la construcción del templo
espiritual en el que quieres hacer morada. R.

Tú que pones en nosotros la firme esperanza de llevar a buen término, con tu


ayuda, la obra que hoy comenzamos con tu bendición. R.

Tú que, como piedras vivas, nos labras y pulimentas golpe a golpe, para formar
parte de la Jerusalén celestial. R.

ORACIÓN DE BENDICIÓN

El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración bendición:

P. Dios todopoderoso, Padre de misericordia, que creaste todas las cosas por tu
Hijo, y lo estableciste como sólido fundamento de tu reino, atiende nuestra petición
y haz que esta obra que iniciamos para gloria de tu Nombre y para nuestro
provecho, con la ayuda de tu sabiduría, vaya creciendo de día en día hasta su feliz
culminación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
A. Amén.

O bien:

P. Dios, creador de todas las cosas, que has confiado al hombre el deber de
trabajar, haz que la obra que comenzamos signifique progreso en nuestra vida y,
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por tu bondad, sirva para extender el reino de Cristo. Que vive y reina por los
siglos de los siglos.
A. Amén.

El celebrante, según las circunstancias, puede rociar con agua bendita el solar
donde se va a levantar el nuevo edificio, y la primera piedra. Luego se coloca la
piedra en los cimientos, mientras el pueblo entona un canto adecuado.

CONCLUSIÓN DEL RITO

Luego el celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, concluye el
rito, diciendo:

P. Dios todopoderoso les bendiga y acoja favorablemente sus deseos.


A. Amén.

P. El Señor les conceda que cuanto realicen sea todo en su Nombre.


A. Amén.

P. El Señor mire con agrado su trabajo y guarde sus vidas de todo mal.
A. Amén.

Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

BENDICIÓN DE UNA NUEVA CASA

RITO DE LA BENDICIÓN

RITOS INICIALES

Reunidos en el lugar adecuado los miembros de la familia con sus parientes y


amigos, el ministro dice:

P. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


A. Amén.

El ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:

P. La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes.


A. Y con tu espíritu.

O de otro modo adecuado.

Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo:

L. Que Dios, al que unánimes alabamos nos conceda, por su Espíritu, estar de
acuerdo entre nosotros, según Jesucristo.
A. Amén.

Luego dispone a los presentes para la celebración, con estas palabras u otras
semejantes:
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P. Queridos hermanos, dirijamos nuestra ferviente oración a Cristo, que quiso


nacer de la Virgen María y habitó entre nosotros, para que se digne entrar en esta
casa y bendecirla con su presencia.
Cristo, el Señor, esté aquí, en medio de nosotros, fomente su caridad fraterna,
participe en sus alegrías, les consuele en las tristezas. Y ustedes, guiados por las
enseñanzas y ejemplos de Cristo, procuren, ante todo, que esta nueva casa sea
hogar de caridad, desde donde se difunda ampliamente la fragancia de Cristo.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Luego uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada


Escritura.

Lc 10, 5-9: Paz a esta casa

+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

Dijo el Señor a sus discípulos:

—«Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz en esta casa.” Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos, su paz; si no, volverá a ustedes. Quédense
en la misma casa, coman y beban de lo que tengan, porque el obrero merece su
salario. No anden cambiando de casa en casa. Si entran en un pueblo y les
reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan:
“Está cerca de ustedes el reino de Dios.”»
Palabra del Señor.

Pueden también leerse: Gn 18, 1-10a; Mc 1, 29-30; Lc 10, 38-42 Lc 19, 1-9; Lc
24, 28-32.

Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro


canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 126 (127), 1. 2. 3-4. 5 (R.: cf. 1)

A. El Señor nos construya la casa.

Si el Señor no construye la casa,


en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas. R.

Es inútil que madruguéis,


que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen! R.

La herencia que da el Señor son los hijos;


su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud. R.
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Dichoso el hombre que llena


con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza. R.
O bien:

Sal 111 (11.2), 1-2. 3-4. 5-6. 7-8. 9


R. (1a) Dichoso quien teme al Señor.

Sal 127 (128) 1-2. 3. 4-6a


R. (4) Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.

El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,


explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la
celebración.

PRECES

Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el


ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras
más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del
lugar.

P. Con ánimo agradecido y gozoso invoquemos al Hijo de Dios, Señor de cielo y


tierra, que, hecho hombre, habitó entre nosotros, y digamos:

A. Quédate con nosotros, Señor.

Señor Jesucristo, que con María y José santificaste la vida doméstica,


— dígnate convivir con nosotros en esta casa, para que ti reconozcamos como
huésped y te honremos como cabeza. R.

Tú, por quien todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar
un templo consagrado,
— haz que los habitantes de esta casa se vayan integrando en la construcción,
para ser morada de Dios, por el Espíritu. R.

Tú que enseñaste a tus fieles a edificar su casa sobre piedra firme,


— haz que la vida de esta familia se apoye firmemente el tu palabra y, evitando
toda división, te sirva con generosidad y de todo corazón. R.

Tú que, careciendo de morada propia, aceptaste con el gozo de la pobreza la


hospitalidad de los amigos,
— haz que todos los que buscan vivienda encuentren, con nuestra ayuda, una
casa digna de este nombre. R.

ORACIÓN DE BENDICIÓN

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El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, de lo contrario,
con las manos juntas, añade:

P. Asiste, Señor, a estos servidores tuyos que, al inaugurar (hoy) esta vivienda,
imploran humildemente tu bendición, para que, cuando vivan en ella, sientan tu
presencia protectora, cuando salgan, gocen de tu compañía, cuando regresen,
experimenten la alegría de tenerte como huésped, hasta que lleguen felizmente a la
estancia preparada para ellos en la casa de tu Padre. Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
A. Amén.

O bien, para una casa sacerdotal:

P. Señor y Dios nuestro, al reunirnos gozosos para inaugurar esta casa sacerdotal,
queremos unir nuestra alegría a la. acción de gracias por tus beneficios. Bendito
seas, Señor; tú elegiste a la tribu de Leví para el servicio mediador de la antigua
Alianza y le diste como herencia el servicio religioso de tu pueblo; tú revelaste la
plenitud del sacerdocio en Jesucristo, tu Hijo, que tomó, de las entrañas obedientes
de la Virgen María, la carne y la sangre del sacrificio de la nueva Alianza; tú has
llamado al nuevo pueblo a participar del único sacerdocio de Cristo, derramando
sobre todos tus fieles la fuerza de tu Espíritu. Recibe nuestra alegría y nuestro
gozo, recibe nuestra alabanza y nuestra acción de gracias y continúa derramando
tu gracia y tu bendición sobre nosotros. Bendice + esta casa sacerdotal que hoy
inauguramos; bendice a cuantos la han hecho posible y a cuantos la han de
habitar; que sea para ellos descanso merecido, después de un trabajo largo y
creador al servicio de tu reino, lugar de fraternidad entre compañeros en la gracia
del ministerio, centro de recuerdos y envíos misioneros, lugar de servicio a los más
necesitados, acercamiento a Dios y experiencia creciente de su amor, que prepare
al encuentro definitivo del que nada ni nadie nos podrá separar; que María, Madre
del único Sacerdote, los proteja y acompañe hasta el fin. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
A. Amén.

O bien, para una casa social católica:

P. Dios todopoderoso y eterno, realmente es necesario alegrarnos en este día y


darte gracias en este lugar, porque no dejas de manifestar tu amor por nosotros.
Tú nos creaste para superar el aislamiento y vivir en sociedad; tú escogiste a la
casa de Israel como fermento de unidad entre los pueblos, que cantara
eternamente tu misericordia. Enviaste a tu Hijo, para que pusiera su casa entre
nosotros y llevara adelante tu obra de fraternidad, constituyendo la Iglesia y
dándole el mandato del amor, y el Espíritu Santo para cumplirlo. Bienhechor de los
hombres, bendice + esta casa que inauguramos; que sea hogar abierto a cuantos
acudan a ella y signo permanente de la misión de la Iglesia en la tierra, que sea
estímulo y desarrollo de vocaciones seglares para la consagración del mundo.
Derrama tu Espíritu sobre todos los socios, para que, superada la ética
individualista, tiendan a su fin en comunión con los demás; que los niños y los
jóvenes encuentren aquí ayuda para crecer hasta la estatura de Jesús, en el
cumplimiento de la voluntad de Dios y en el amor a los demás; que todos se
sientan reconocidos en su esfuerzo y más libres en su servicio a la dignidad y
destino del hombre, mejorando sus condiciones de vida. Así, la gracia de Dios

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seguirá derramándose sobre nuestra ciudad, y brotará incesante la acción de
gracias, hasta que llegue la consumación del reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
A. Amén.

O bien, para una residencia de pensionistas:

P. Señor, Dios nuestro, tú quieres que todas tus criaturas vivan unidas bajo el
mismo cielo, iluminadas por el mismo sol, y nos has manifestado, por tu Hijo
Jesucristo, que quieres ser reconocido como Padre de la familia humana. Al
reunirnos gozosos para inaugurar esta residencia, queremos unir nuestra alegría a
la acción de gracias por tus beneficios. Nuestra fe nos mueve a reconocer la huella
de tu presencia, en todos los acontecimientos de la vida; por eso elevamos hacia ti
nuestro espíritu agradecido, porque participamos de tu bendición. Te bendecimos,
Padre, porque hoy podemos ofrecer públicamente esta residencia a los
pensionistas. Te bendecimos, Padre, porque en esta residencia va a ser posible
construir unas relaciones vivas, amistosas y fraternas, que contribuyan al
desarrollo y bienestar de todos. Junto con la alabanza, hacemos también nuestra
súplica: Derrama sobre nosotros, sobre nuestras preocupaciones y trabajos, la
bendición + abundante de tu gracia, para que, viviendo según tu voluntad, seamos
dignos de vivir un día, con todos tus hijos, en tu casa del cielo. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
A. Amén.

El sacerdote o el diácono pueden utilizar también las oraciones de bendición que


se indican anteriormente en el Rito de la bendición anual de las familias en sus
propias casas, fuera del tiempo pascual, capítulo I, núms. 86-87.

Después de la oración de bendición, el ministro rocía con agua bendita a los


presentes y la casa, diciendo, según las circunstancias:

P. Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo, que nos redimió con su
muerte y resurrección.
A. Amén.

CONCLUSIÓN DEL RITO

El ministro concluye el rito, diciendo:

P. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en nuestro corazón, la palabra de Cristo


habite entre nosotros en toda su riqueza, para que todo lo que de palabra o de obra
realicemos, sea todo en Nombre del Señor.
A. Amén.

Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

BENDICIÓN DE LOS ANIMALES

I. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES

Reunida la comunidad, puede entonarse un canto adecuado, terminado el cual,


el ministro dice:
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En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


Amén.

Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:

Dios, que es admirable en todas sus obras, esté con todos vosotros.

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.

Todos responden:

Y con tu espíritu.

O de otro modo adecuado.

Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo:

Proclamemos la grandeza del Señor, nuestro Dios, que todo lo hizo con sabiduría.
Amén.

El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u


otras semejantes:

Los animales, creados por Dios, habitan el cielo, la tierra y el mar, y comparten la
vida del hombre con todas sus vicisitudes. Dios, que derrama sus beneficios sobre
todo ser viviente, más de una vez se sirvió de la ayuda de los animales o también
de su figura para insinuar en cierto modo los dones de la salvación. Los animales
fueron salvados en el arca de las aguas del diluvio y, después del diluvio,
quedaron asociados al pacto establecido con Noé; el cordero pascual recordaba el
sacrificio pascual y la liberación de la esclavitud de Egipto; un gran pez
salvaguardó a Jonás; unos cuervos alimentaron al profeta Elías; los animales
fueron agregados a la penitencia de los hombres y, junto con toda la creación,
participan de la redención de Cristo.
Al invocar, pues, (por intercesión de san N.) la bendición de Dios sobre estos
animales, alabemos al Creador de todo démosle gracias por habernos elevado por
encima de las de más criaturas y pidámosle que, conscientes de nuestra dignidad,
vivamos siempre al amparo de su ley.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la


sagrada Escritura.

Gn 1, 1. 20-28: Dominad los vivientes que se mueven sobre la tierra

Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. Y dijo Dios:


— «Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra
frente a la bóveda del cielo. »

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Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular
según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era
bueno. Y Dios los bendijo, diciendo:
—«Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en
la tierra.»
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto. Y dijo Dios:
—«Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y
fieras según sus especies.»
Y así fue. E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos
según sus especies y los reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Y
dijo Dios:
—«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del
mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.»
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los
creó. Y los bendijo Dios y les dijo:
—«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar,
las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra. »
Palabra de Dios.

O bien:

Gn 2, 19-20a: El hombre puso nombre a todos los animales

Escuchad, ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.

El Señor modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del
cielo y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo
llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos
los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo.
Palabra de Dios.

Pueden también leerse: Gn 6, 17-23; Is 11, 6-10.

813. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u


otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 8, 2. 4-5. 7b-9 (R.: 10)

R. Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu Nombre en toda la tierra!

Señor, dueño nuestro,


¡qué admirable es tu Nombre
en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. R.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,


la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R.

Todo lo sometiste bajo sus pies:


rebaños de ovejas y toros,
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y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R.

814. O bien:

Sal 103 (104), 1-2a. 10-12. 25. 27-28


R. (27) Todos aguardan a que les eches comida a su tiempo.

Sal 146 (147), 5-6. 7-8. 9-11


R. (1a) Alabad al Señor, que la música es buena.

El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,


explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la
celebración.

PRECES

Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria


común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el ministro puede
seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente
relacionadas con las circunstancias del momento.

Dios creó al hombre y lo colocó en la tierra para que, ejerciendo el dominio sobre
todos los animales, profesara la gloria del Creador. Proclamemos su alabanza,
diciendo:

R. Cuántas son tus obras, Señor.

Bendito seas, Señor, que creaste a los animales y los pusiste bajo nuestro
dominio, para que nos ayudaran en nuestro trabajo. R.

Bendito seas, Señor, que para rehacer nuestras fuerzas nos das como alimento la
carne de los animales. R.

Bendito seas, Señor, que, para entretenimiento de tus hijos, nos das la compañía
de los animales domésticos. R.

Bendito seas, Señor, que en las aves del cielo alimentadas por ti nos das una
señal de tu providencia paternal, según las palabras del mismo Jesús. R.

Bendito seas, Señor, que nos has dado a tu Hijo como Cordero y has querido que
en él nos llamáramos y fuéramos de verdad hijos tuyos. R.

Bendito seas, Señor, que por medio de las más humildes criaturas nos atraes
también a tu amor. R.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el ministro dice:

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BENDICIONAL
Oremos.

Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego
dice la oración de bendición.

ORACIÓN DE BENDICIÓN

El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con


las manos juntas, dice la oración de bendición:

Oh Dios, autor y dador de todos los bienes, que has hecho que también los
animales sirvan de ayuda al hombre en sus necesidades y en su trabajo, te
pedimos (por intercesión de san N.) que utilicemos debidamente estos seres,
necesarios para nuestra subsistencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

O bien:

Oh Dios, que todo lo hiciste con sabiduría, y que, después de crear al hombre a tu
imagen, le diste, con tu bendición, el dominio sobre todos los animales, extiende tu
mano con benevolencia y concédenos que estos animales nos sirvan de ayuda y
nosotros, tus servidores, ayudados con los bienes presentes, busquemos con más
confianza los futuros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a los presentes y a
los animales.

CONCLUSIÓN DEL RITO

El ministro concluye el rito, diciendo:

Dios, que creó los animales para nuestra ayuda, nos proteja y guarde siempre con
la gracia de su bendición.
R. Amén.

Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

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