Ritual Confirmación

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Monición de entrada:

Hermanos: Nos hemos reunido para celebrar la confirmación de algunos


miembros de nuestra comunidad bautizados. La confirmación es uno de los
tres sacramentos de la iniciación cristiana. El obispo, como representante
principal de Jesucristo en la diócesis, preside esta asamblea, en la cual el
Espíritu Santo, que ya habita en el corazón de los bautizados, se infundirá con
mayor plenitud, a fin de hacerlos madurar y crecer como cristianos.

Renovemos nuestra fe en la presencia del Espíritu del Señor en medio


de su asamblea, y dispongámonos a recibir, tanto los que se han de confirmar,
como a los que ya lo estamos, una nueva efusión de sus dones.

Ritos iniciales:

C: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


R: Amén.
C: La gracia y la paz de parte de nuestro Señor Jesucristo, esté con todos
ustedes.
R: Y con tu espíritu.

_____________________________________________________________________

ACTO PENITENCIAL:

El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de


la Palabra y de la Eucaristía, nos llama
ahora a la conversión.
Reconozcamos, pues, que somos pecadores
e invoquemos con esperanza
la misericordia de Dios.

O bien:

Jesucristo, el justo, intercede por nosotros


y nos reconcilia con el Padre.
Abramos, pues, nuestro espíritu
al arrepentimiento,
para acercarnos a la mesa del Señor.

1
Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos dicen en común la fórmula de la confesión general:

Yo confieso ante Dios todopoderoso


y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra obra y omisión.
Y, golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a Santa María. Siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes hermanos,
que intercedan por mí ante Dios
nuestro Señor.

Sigue la absolución del sacerdote:


Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna.

El pueblo responde:
Amén.

2
_____________________________________________________________________________________________________

Siguen las invocaciones Señor, ten piedad (Kýrie, eléison), si no se han dicho ya en alguna de las
fórmulas del acto penitencial:

V: Señor, ten piedad. R: Señor, ten piedad.


V: Cristo, ten piedad. R: Cristo, ten piedad.
V: Señor, ten piedad. R: Señor, ten piedad.

A continuación, cuando está prescrito, se canta o se dice el himno:

Gloria a Dios en el cielo,


y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos,


te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso Señor,
Hijo único, Jesucristo.

Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;


tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
 

3
Oración Colecta:

Concédenos, Dios todopoderoso y clemente,


que el Espíritu Santo venga a habitar en nosotros
y nos transforme en templos de su gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
Les infundiré un espíritu nuevo

Lectura del libro profeta Ezequiel


36, 24-28

E sto dice el Señor: “Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de
todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y
quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e
idolatrías.

Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de


ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón carne. Les infundiré mi
espíritu y los haré vivir según mis preceptos, y guardar y cumplir mis
mandamientos. Habitaran en la tierra que si a sus padres; ustedes serán mi
pueblo y yo seré su Dios”.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 103

R. Envía, Señor, tu espíritu a renovar la tierra.


Bendice al Señor, alma mía.
¡Dios mío, qué grande eres!
¡Señor, qué numerosas son tus obras,
y en toda tu sapiencia resplandece!
4
Llena de ellas está la tierra toda. R.
(R. Envía, Señor, tu espíritu a renovar la tierra.)

Todos los seres vivos de ti esperan


que les des, a su tiempo, el alimento;
apenas se los das, ellos lo toman,
abres tu mano, y quedan satisfechos. R.

Cuando envías tu espíritu, lo creas


y renuevas la cara de la tierra.
Gloria a Dios para siempre,
que el Señor en sus obras se recree. R.

Al Señor cantaré mientras yo viva,


toda mi vida alabaré al Señor.
Que le sean agradables mis palabras,
y yo me alegraré con el Señor. R.

SEGUNDA LECTURA
Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas

Lectura del libro de los Hechos los Apóstoles


2, 1-6. 14. 22-23, 32-33

E l día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un


mismo lugar. De repente se oyó un gran un ruido que venía del cielo,
como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde
se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y
se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a
hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducia a expresar.

En esos días había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del
mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque
cada uno los oía hablar en su propio idioma.

5
Entonces Pedro, tomó la palabra junto con los Once, se presentó ante la
multitud, y levantando la voz, dijo: “Israelitas, escúchenme, Jesús de Nazaret
fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros,
prodigios y señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien
conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue
entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz.

Pues bien, a este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos
testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el
Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están
viendo y oyendo”.
Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu de verdad dará testimonio de mí, dice el Señor, y también ustedes
serán mis testigos.
R. Aleluya, aleluya.

EVANGELIO
Comieron todos y se saciaron

Lectura del santo Evangelio según san Lucas


4, 16-22

E n aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la


sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para
hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y
encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu Santo del Señor está
sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para
anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar
libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

6
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los
asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar,
diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes
acaban de oír”.

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que


salían de sus labios.
Palabra del Señor.

LITURGIA DEL SACRAMENTO

Presentación de los confirmandos

Después del Evangelio, el obispo se sienta en la sede preparada (y los presbíteros que van a
ayudarle en la administración de la Confirmación se sientan en los lugares preparados para ellos). A
continuación, los que han de ser confirmados son presentados al obispo por el párroco o por otro
presbítero o por un diácono o, también, por un catequista, según la costumbre de cada lugar. Cada
confirmando, si es posible, es llamado por su nombre, y cada uno avanza hasta el presbiterio; si los
confirmandos son niños, los acompaña uno de los padrinos o uno de los padres, y permanecen en
pie delante del obispo.
Si los confirmandos son muchos, no se les llama nominalmente, sino que se colocan en un
lugar adecuado ante el obispo.

El párroco o el catequista responsable puede decir estas o semejantes palabras:

Estos niños (jóvenes) fueron bautizados con la promesa de que serían


“educados en la fe” y de que “un día recibirían por la Confirmación la plenitud
del Espíritu Santo”. Ese fue el compromiso que sus papás y padrinos
adquirieron en el Bautismo. Como responsables de la instrucción catequética,
tengo la satisfacción de poder decir a toda la comunidad aquí presente (y
también a su pastor, nuestro padre y obispo) que estos niños (jóvenes) han
recibido la catequesis conveniente a su edad.

Homilía o alocución
7
Si el obispo, en vez de leer la exhortación hace una homilía, concluye siempre con estas o
semejantes palabras, que destacan la relación del Bautismo con la Confirmación:

Ahora, antes de recibir el don del Espíritu Santo, conviene que renueven
personalmente la profesión de fe, que sus papás y padrinos hicieron, en unión
con toda la Iglesia, el día de su Bautismo, y renuncien a todo lo que aparta del
Reino de Dios, prometiendo seguir a Jesucristo con la fidelidad de los
Apóstoles y los mártires.

Renovación de los compromisos bautismales

Después, el obispo pregunta simultáneamente a todos los confirmandos, que se han puesto de pie:

El obispo: ¿Renuncian ustedes al pecado para vivir en la libertad de


los hijos de Dios?

Los confirmandos: Sí, renuncio.

El obispo: ¿Renuncian ustedes a todas las seducciones del mal para


que el pecado no los esclavice?

Los confirmandos: Sí, renuncio.

El obispo: ¿Renuncian ustedes a Satanás, padre y autor de todo


pecado?

Los confirmandos: Sí, renuncio.

El obispo: ¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de


la tierra?

Los confirmandos: Sí, creo.

El obispo: ¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro, que


nació de Santa María Virgen, padeció, fue sepultado,
resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del
Padre?

8
Los confirmandos: Sí, creo.

El obispo: ¿Creen en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que


hoy, por el sacramento de la Confirmación, se les da de
manera excelente, como a los apóstoles en el día de
Pentecostés?

Los confirmandos: Sí, creo.

El obispo: ¿Creen en la Santa Iglesia católica, en la comunión de los


santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de
los muertos y en la vida eterna?

Los confirmandos: Sí, creo.

Asentimiento de la comunidad

El obispo: Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia, que nos


gloriamos de profesar, en Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén.

Si se parece conveniente, estas palabras de asentimiento pueden cambiarse por otras


semejantes, o bien se puede entonar un canto apropiado, con el que la comunidad exprese su fe.

Imposición de las manos

Monición:

El día de Pentecostés, los Apóstoles recibieron una presencia muy especial del
Espíritu Santo. Los obispos, sus continuadores, trasmiten desde entonces el
Espíritu Santo como un don personal por medio del sacramento de la
Confirmación, que ahora va a comenzar con la imposición de las manos del
obispo. La imposición de las manos es uno de los gestos que aparece
habitualmente en la historia de salvación y en la liturgia para indicar la
transmisión de un poder o de una fuerza o de unos derechos.

9
Luego, el obispo (teniendo a ambos lados a los presbíteros que van a ayudarle), de pie y con las
manos juntas, exhortan al pueblo, diciendo:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso,
por estos hijos suyos,
que renacieron ya a la vida eterna en el Bautismo,
para que envíe abundantemente sobre ellos
al Espíritu Santo,
a fin de que este mismo Espíritu
los fortalezca con la abundancia de sus dones,
los consagre con su unción espiritual
y haga ellos imagen fiel de Jesucristo.
Todos oran en silencio unos instantes.
Luego, el obispo (y los presbíteros que lo ayudan) impone las manos sobre todos los confirmandos.
El obispo, él sólo, dice:

Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo
que has hecho nacer de nuevo a estos hijos tuyos
por medio del agua y del Espíritu Santo,
librándolos del pecado,
escucha nuestra oración
y envía sobre ellos al Espíritu Santo Consolador:
espíritu de sabiduría y de inteligencia
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de ciencia, de piedad
y de tu santo temor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén.

Unción con el santo crisma

Monición:

Hemos llegado al momento culminante de la celebración. El obispo les


impondrá la mano y los marcará con la cruz gloriosa de Cristo para significar
que son propiedad del Señor. Los ungirá con óleo perfumado. Ser crismado es
lo mismo que ser cristo, ser mesías, ser ungido. Y ser mesías y cristo comporta
la misma misión que el Señor: dar testimonio de la verdad y ser, por el buen
olor de las buenas obras, fermento de santidad en el mundo.

10
Un diácono presenta al obispo el santo crisma. Cada uno de los confirmandos se acerca al obispo (o
a uno de los presbíteros), o, si parece más conveniente, el obispo (y los presbíteros) se acercan a
cada confirmando.

Quien presenta al confirmando le coloca la mano derecha sobre el hombro y dice el nombre de éste
al obispo o, si se prefiere, el mismo confirmando dice su nombre.

El obispo (y los presbíteros) moja el pulgar derecho en el crisma y traza el signo de la cruz en la
frente del confirmando, mientras dice:

N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo

El confirmando responde: Amén.

El obispo añade: La paz esté contigo.

El confirmando: Y con tu espíritu.

Mientras dura la unción, se puede entonar algún canto adecuado. Terminada la unción, el obispo (y
los presbíteros) se lava las manos.

Se omite el credo, pues ya se hizo la profesión de fe antes de la celebración del sacramento de la


Confirmación.

Oración de los fieles

Terminada la unción de los confirmandos, sigue la oración universal o de los fieles, para la cual se
puede usar la siguiente fórmula u otra adecuada:

El obispo invita a los fieles a orar, diciendo:

Queridos hermanos, oremos a Dios Padre todopoderoso, unidos en la misma


fe, en la misma esperanza, en la misma caridad, que proceden del Espíritu
Santo.

A cada invocación respondemos: TE ROGAMOS, ÓYENOS.

11
A continuación, el diácono, u otro ministro, propone las siguientes intenciones:

Por estos hijos de Dios,


que han sido confirmados
por el Espíritu Santo,
para que, arraigados en la fe
y fundamentados en la caridad,
den verdadero testimonio de Cristo,
roguemos al Señor.

Todos: Te rogamos, óyenos.

El diácono o ministro:

Por estos padres y padrinos,


responsables de su fe,
para que, con su palabra y ejemplo,
los ayuden a seguir fielmente a Cristo,
roguemos al Señor.

Todos: Te rogamos, óyenos.

El diácono o ministro:

Por la santa Iglesia de Dios,


congregada por el Espíritu Santo
en la unidad de la fe y de la caridad, para que,
en comunión con nuestro santo padre el Papa Francisco,
con nuestro cardenal Don Norberto Rivera Carrera,
su obispo auxiliar Don Jesús Antonio Lerma Nolasco
y con todos los obispos del mundo,
para que crezca y se difunda entre todos los pueblos,
roguemos al Señor.

Todos: Te rogamos, óyenos.

12
El diácono o ministro:

Por los hombres del mundo entero,


que tienen un solo Creador y Padre,
para que se reconozcan como hermanos
y, sin discriminación de raza o de nación,
busquen, con sincero corazón,
el reino de Dios,
que es paz de gozo en el Espíritu Santo,
roguemos al Señor.

Todos: Te rogamos, óyenos.


Finalmente, el obispo concluye con la siguiente oración:

Dios y Padre nuestro,


que enviaste el Espíritu Santo a los apóstoles
y estableciste que,
por medio de ellos y sus sucesores,
ese mismo Espíritu se trasmitiera a todos los fieles,
escucha benévolo nuestra oración
y concede a estos hijos tuyos,
que han sido confirmados
participar, también ahora,
de los dones que tu misericordia dispensara
al iniciarse la predicación del Evangelio.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos: Amén.

______________________________________________________________________________________________________

LITURGIA EUCARISTICA

Acabada la Oración de los fieles, sigue la Liturgia de la Eucaristía, en la que todo se realiza como
ordinario, excepto lo siguiente:
a) Algunos de los confirmandos pueden llevar al altar el pan, el vino y el agua para la
Eucaristía.
b) En las Plegarias eucarísticas téngase en cuenta las variantes propias.

13
Oración sobre las ofrendas

Recibe, Señor, la ofrenda de tu pueblo


y haz que tus hijos,
que acaban de recibir el don del Espíritu Santo,
sepan conservarlo fielmente
y lleguen a obtener los premios eternos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio II de la confirmación
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

EN verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación,
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque en este nuevo Pentecostés,
los que han renacido por el bautismo
reciben la plenitud del don del Espíritu Santo,
para ser en la Iglesia y en el mundo
testigos de Cristo, con la palabra y con las obras.
Es cumplimiento de la promesa,
el Espíritu del amor se derrama hoy en estos hijos tuyos,
para introducirlos en toda la verdad
y perfeccionar en ellos la imagen de tu Hijo único.
Por eso, con los ángeles y los santos,
movidos por el Espíritu de unidad
te cantamos un himno de alabanza,
diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...

14
PLEGARIA EUCARISTICA II
El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

CP Santo eres en verdad, Señor,


fuente de toda santidad;

Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

CC por eso te pedimos que santifiques estos dones


con la efusión de tu Espíritu,

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y cáliz conjuntamente diciendo:

de manera que se conviertan para nosotros


en el Cuerpo y la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor.
Junta las manos

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como lo requiere
la naturaleza de éstas.

El cual,
cuando iba a ser entregado a su Pasión,
voluntariamente aceptada,

Toma el pan y, sosteniéndole un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó pan,
dándote gracias,
lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco,

TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL


PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo
genuflexión.

15
Después prosigue

Del mismo modo, acabada la cena,

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó el cáliz
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco:

TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,


PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE OS PECADOS.

HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.


Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:

CP Este es el Misterio de la fe.


O bien
Este es el Sacramento de nuestra fe.

Y el pueblo, aclamando:

Anunciamos tu muerte
proclamamos tu resurrección
¡Ven, Señor Jesús!

16
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:

CC Así, pues, padre,


al celebrar ahora el memorial
de la muerte y resurrección de tu Hijo,
te ofrecemos
el pan de vida y cáliz de salvación,
y te damos gracias
porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.

Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo congregue en la unidad
a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.

C1 Acuérdate Señor de tu Iglesia extendida por la tierra;


y con el Papa Francisco
con nuestro Obispo, el Cardenal Norberto Rivera Carrera,
con su obispo auxiliar (N)
y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a la perfección por la caridad.

Acuérdate también de tus hijos que, regenerados


en el Bautismo, hoy has confirmado, marcándolos con el
sello del Espíritu Santo: custodia en ellos el don de tu amor.
C2 Acuérdate también de nuestros hermanos
que se durmieron en la esperanza de la resurrección,
y a todos los que se han muerto en tu misericordia
admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Ten misericordia de todos nosotros,
y así, con María, la Virgen Madre de Dios,
san José, su esposo,
los Apóstoles
y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos,
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo,
compartir la vida eterna
y cantar tus alabanzas
Junta las manos

17
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:

CP Por Cristo, con él y en él


a ti, Dios Padre omnipotente,
O
en la unidad del Espíritu Santo,
CC todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:

Amén.
Después sigue el rito de la Comunión.

18
PLEGARIA EUCARISTICA III

V. El Señor esté con ustedes.


R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

Sigue el prefacio que corresponda según las rúbricas, el cual concluye:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.


Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

CP SANTO eres en verdad, Padre,


y con razón te alaban todas tus creaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.

Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

CC Por eso, Padre, te suplicamos


que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y cáliz conjuntamente diciendo:

de manera que se conviertan


en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro.
Junta las manos
que nos mandó celebrar estos misterios

19
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como lo requiere
la naturaleza de éstas.

Porque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,

Toma el pan y, sosteniéndole un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó pan,
y dándote gracias te bendijo,
lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco,

TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL


PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo
genuflexión.
Después prosigue

Del mismo modo, acabada la cena,

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:


tomó el cáliz,
dándote gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco:

TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,


PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.


Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.

20
Luego dice una de las siguientes fórmulas:

CP Este es el Misterio de la fe.


O bien
Este es el Sacramento de nuestra fe.

Y el pueblo, aclamando:

Anunciamos tu muerte
proclamamos tu resurrección
¡Ven, Señor Jesús!

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:

CC Así, pues, padre,


al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo.

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,


y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos
con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y lleno de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.

C1 Que él nos trasforme en ofrenda permanente,


para que gocemos de tu heredad
junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo san José
los apóstoles y los mártires,
y todos los santos, por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.

C2 Te pedimos, Padre,

21
que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa Francisco
con nuestro Obispo, el Cardenal Norberto Rivera,
con su obispo auxiliar de esta Vicaria (N)
al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.

Ayuda a tus hijos, que hoy has confirmado marcándolos


con el sello del Espíritu Santo, custodia en ellos el don de tu amor.

Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,


a todos tus hijos dispersos por el mundo.

+ A nuestros hermanos difuntos


y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,

Junta las manos


por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes.

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:

CP Por Cristo, con él y en él


a ti, Dios Padre omnipotente,
O
en la unidad del Espíritu Santo,
CC todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Después sigue el rito de la Comunión.

RITO DE LA COMUNIÓN
22
Una vez depositado el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas dice:

Fieles a la recomendación del Salvador


y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
_____________________________________________________________________
O bien

Llenos de alegría por ser hijos de Dios


digamos confiadamente
la oración que Cristo nos enseñó:
O bien
El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
digamos con fe y esperanza:
O bien
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación
y vínculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
_____________________________________________________________________

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:


Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:

23
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.

Junta las manos.

El pueblo concluye la oración, aclamando:

Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor,

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:

Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.

Junta las manos

Tú que vives y reinas


por los siglos de los siglos.

El pueblo responde:

Amén.

El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:

La paz del Señor esté siempre con ustedes.

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:

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Dense fraternalmente la paz.
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O bien

Como hijos de Dios, intercambien ahora


un signo de comunión fraterna.
O bien
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
dense la paz como signo de reconciliación.
O bien
En el Espíritu de Cristo resucitado,
dense fraternalmente la paz.
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Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz, de comunión y de caridad. El
sacerdote da la paz al diácono o al ministro.

Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del cáliz, diciendo en
secreto:
El cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.
Mientras tanto, se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o
sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

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Después el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de
silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.
Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:

Oración después de la Comunión:


Bendice, Señor, sin cesar a estos hijos tuyos,
que has consagrado con la unción del Espíritu Santo
y alimentado con el sacramento de tu Hijo,
para que superen todas las adversidades,
alegren a tu Iglesia con la santidad de su vida,
y con su trabajo y con su amor
la extiendan por todo el mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

RITO DE CONCLUSIÓN
El obispo, con las manos extendidas sobre los recién confirmandos y sobre el pueblo, los bendice:
El Señor esté con ustedes.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
El celebrante dice:
Bendito sea el nombre del Señor.
Todos responden:
Ahora y por siempre.
El celebrante dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
Luego, el obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice:
Confirma, Señor,
lo que has realizado en nosotros
y conserva en el corazón de tus fieles
los dones del Espíritu Santo,
para que nunca se avergüencen
de dar testimonio de Jesucristo
y cumplan siempre con amor tu voluntad.
Todos: Amén.

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Entonces el celebrante, habiendo recibido el báculo, si lo usa, dice:
La bendición de Dios todopoderoso,
Y, haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo, añade
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.
Todos responden:
Amén.
Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Pueden ir en paz.
El pueblo responde:

Demos gracias a Dios.

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