Unidad 4 SOCIOLOGÍA Y AXIOLOGÍA DEL ARTE
Unidad 4 SOCIOLOGÍA Y AXIOLOGÍA DEL ARTE
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Para Kant lo estético se oponía a lo práctico y a lo moral. Y dado que el fin del arte era producir
cosas estéticas (bellas), el arte también se oponía a lo práctico y a lo moral. Por otro lado, en
esa época la excelencia artística se “explicaba” mediante la noción de genio: los genios eran los
que producían obras maestras de un modo que ni siquiera ellos mismos sabían explicar. La
genialidad era un misterio: simplemente ocurría o no ocurría. Esas ideas kantianas fueron el
fundamento de una tesis que más tarde se llamó “autonomía del arte”. Según esta tesis, el
arte es autónomo. La palabra “autónomo” (auto-nomos) significa “que se da normas a sí
mismo”; o sea, el arte no depende de cosas ajenas al arte. Concretamente, la tesis kantiana
consiste en que el arte es independiente de (no depende de) lo práctico ni de lo ético ni del
entorno social. También se lo puede decir así: lo estético no depende de lo extra-estético, y lo
artístico no depende de lo extra-artístico.
La tesis de la autonomía del arte, en los siglos 19 y 20, comenzó a ser criticada. Se empezó a
ver que el arte forma parte de lo social y no es un hecho independiente o autónomo. Se
empezó a hablar de la heteronomía del arte (hetero-nomos: que recibe normas de otro). Por
ejemplo, para Marx (siglo 19) y los marxistas (siglo 20), el arte no era más que un reflejo
“superestructural” de las características “infraestructurales” de la sociedad. Principalmente, el
arte depende de la economía. Si la estructura socio-económica determina el arte, la libertad
del artista (su autonomía) es casi una ilusión. No todos adoptaron una idea tan extrema.
Admitieron que el entorno social influye en el arte pero sostuvieron que el arte no es
determinado completamente por la sociedad, ya que si esto ocurriera todo el arte de una
misma época o lugar tendría que ser idéntico, lo cual no sucede: hay variaciones (a veces muy
grandes) de calidad, estilos y temas.6 En síntesis, hoy se piensa que el arte no es autónomo
pero tampoco es completamente heterónomo. Se dice que el arte es parcialmente autónomo.
Algunos, como Theodor Adorno, dicen que en toda obra hay un aspecto autónomo y un
aspecto heterónomo: lo autónomo es lo que la obra tiene de propiamente artístico, por
ejemplo sus características formales; lo heterónomo es su relación con la realidad social, más o
menos externa a la obra.
¿En qué medida el arte depende del entorno social? ¿Podría haber nacido un Shakespeare o
un Beethoven en una aldea africana? ¿Cómo operan el mercado o el mecenazgo? ¿Quiénes
van a los museos de arte?
Esas preguntas y muchas más son formuladas por la sociología del arte. La palabra
“sociología” fue creada por Auguste Comte (el fundador del positivismo) a mediados del siglo
19.
En la segunda mitad del siglo 19 la sociología se constituyó como ciencia que estudia la
sociedad: su estructura y su funcionamiento. Una de las diversas ramas de la sociología es la
sociología del arte, que es una disciplina relativamente nueva: nació a
6 Opino que en el problema de la autonomía del arte en realidad se mezclan varios problemas. Uno es el de si el arte es
autónomo. Otro es el de si el arte debería ser autónomo. El primero de esos problemas es descriptivo, en cambio el otro es
normativo. Algunos –como Kandinsky– han dicho que el artista debe ser autónomo, en el sentido de que debe crear a partir de su
propia necesidad interior, sin someterse a presiones externas de un partido político, de la Iglesia o del mercado. Otros han dicho
que el espectador de una obra de arte debe mirarlas haciendo omisión de las características contextuales de la obra: son los
llamados “formalistas”, que proponían observar el arte prestando atención solamente a sus características formales (composición,
líneas, colores, equilibrio…) y no al trasfondo histórico o psicológico de su producción. En esos casos, se dice que el artista o el
espectador deben ser autónomos (o, en todo caso, deben ser lo más autónomos que puedan). El otro problema, como se dijo, es
el de si el arte es o no es autónomo respecto de lo no artístico. Ése fue uno de los orígenes de la sociología del arte.
comienzos del siglo 20 y se convirtió en disciplina científica (en el sentido más riguroso de la
palabra) hacia 1960. El problema que estudia la sociología del arte (su objeto de estudio) es la
relación entre el arte y el entorno social. O, mejor, se puede decir que estudia el arte como
hecho social. Ese objeto de estudio se suele dividir en tres grandes partes: 1. la producción de
obras, 2. la mediación (o distribución) y 3. la recepción (o el consumo) de obras. La producción
es la actividad de los artistas (pintar, escribir…). El consumo es la actividad del público (mirar,
escuchar…). La mediación abarca todos los hechos, productos, instituciones y personas que
actúan entre la producción y el consumo: concursos de arte, museos de arte, galerías de arte,
escuelas de arte, revistas de arte, críticos de arte, asociaciones de amigos del arte, centros
culturales, marchands, curadores, restauradores, etc.
Según la socióloga Nathalie Heinich, la sociología del arte tiene tres grandes etapas:
1. Una primera etapa especulativa y no empírica, desde los años 20 y 30, que abordaba
problemas referidos al arte y la sociedad desde la estética y la filosofía. Los principales
representantes eran marxistas: Lukács, Plejánov, la escuela de Frankfurt (Walter Benjamin,
más tarde Theodor Adorno), Arnold Hauser.
2. Una segunda etapa, hacia los años 40 y 50, empírica pero orientada hacia el pasado (el
mecenazgo, los encargos del Vaticano, el nacimiento de los museos de arte). Un representante
es Ernst Gombrich.
3. La etapa científica, desde los años 60 en adelante, que estudia el problema del arte como
hecho social, pero no referido al pasado sino al presente. Para esto utiliza el método empírico
(estadísticas, etc.). El representante más famoso es Pierre Bourdieu.
Lo que caracteriza a la artesanía no es tanto cierto tipo de objetos sino los modos de
producción de esos objetos y la totalidad social en la que existen y circulan. Más
precisamente, para caracterizar la artesanía habría que describir tanto la producción de esas
piezas como su distribución y su consumo. Salvo que lo mismo vale para el arte: se caracteriza
por cierta producción, cierta distribución y cierto consumo.
4.4. Desarrollo del arte, la artesanía y el diseño en Latinoamérica según Juan Acha
Algo parecido ocurrió con los diseños. Por “diseño”, según Juan Acha, debe entenderse
“diseño gráfico”, “diseño arquitectónico”, “diseño audiovisual”, “diseño publicitario” y
similares. En el diseño hay una parte creativa (el proyecto) y una parte industrial o tecnológica
(la fabricación de lo diseñado, que puede ser un objeto material u otra cosa). Dado que la
finalidad es utilitaria, las distintas formas de diseño nacieron fuera del arte y para muchos
siguen fuera del arte. Acha sostiene que la etapa del proyecto (o diseño propiamente dicho) es
artística; la industrial no.
En Notas para una sociohistoria de nuestra realidad artística, Juan Acha considera que “lo
artístico” abarca tanto las artes cultas como las artesanías y diseños, y estudia el desarrollo de
esas tres ramas del arte en Latinoamérica, desde un punto de vista a la vez histórico y
sociológico. Su diagnóstico en general es pesimista. 1. Las artesanías en el pasado fueron
importantes pero hoy están decaídas. Antes (en la época precolombina) el artesano producía
todo lo utilitario para la comunidad –vestimenta, muebles, armas– y también todo lo simbólico
y “artístico”; en cambio hoy sigue trabajando manualmente con procedimientos pre-
industriales y ha sido desplazado por la industria, por la tecnología y por el mercado y se ha
convertido en un vendedor de souvenirs que frecuentemente repite la imaginería antigua pero
vaciada de su contenido simbólico original y fuera de contexto. Acha sugiere que en la
comunidad el artesano ya no es necesario y que ha perdido su “anclaje social”. Su actividad es
marginal y minoritaria.
En síntesis, las artesanías fueron desplazadas por las artes cultas, los diseños y la tecnología
industrial.
2. Las artes cultas (pintura, escultura) nacieron en América como un reflejo de lo que se hacía
en Europa. Al principio (siglo 19) eran poco más que un lujo de las clases sociales acomodadas.
Sólo en el siglo 20, con las corrientes americanistas (como el muralismo mexicano) se produjo
algo original y auténtico (en opinión de Acha). Después las vanguardias, sobre todo las
neoyorquinas de la segunda mitad del siglo 20, comenzaron a globalizarse (con nuevas
modalidades como instalaciones, performance, etc.) y desapareció aquel momento de
autenticidad. Ahora, dice, las artes están siendo desplazadas por los diseños. Además, las artes
cultas siempre han sido socialmente minoritarias.
3. Los diseños (publicitario, gráfico, industrial, audiovisual, etc.) nacieron hacia 1950 y son la
única forma de creación “artística” que llega a las mayorías demográficas, salvo que están al
servicio del capitalismo y del mercado, lo cual, para Acha, es repudiable.
7 En algunos casos ‘valorar’ significa ‘preferir’. En otros, en cambio, significa ‘discriminar entre
lo preferible y lo no preferible’. En el primer sentido, valorar es sinónimo de apreciar o estimar;
en el segundo, valorar es sinónimo de juzgar o criticar.
Una cosa importante es que al valorar se aprueba o desaprueba; o sea, nuestra opinión sobre
algo puede ser favorable o desfavorable. En los dos casos hay valoración, salvo que en el
primero la valoración es positiva y en el otro es negativa. (En algunos casos, “valorar” significa
“valorar positivamente”.)8 En filosofía, la disciplina que estudia los valores se llama axiología.
Se desarrolló desde fines del siglo 19 en adelante.
Dijimos que un juicio de valor (o enunciado valorativo) es una expresión verbal mediante la
cual una persona manifiesta sus preferencias o valoraciones. Por ejemplo “Juan es un
corrupto” o “Las meninas es una pintura maravillosa” son juicios de valor. Los enunciados
científicos (al menos hasta cierto punto) se pueden probar. ¿Y los enunciados valorativos? ¿Se
pueden probar, fundamentar o justificar? O sea, ¿se puede saber si son verdaderos o válidos?
Algunos teóricos del siglo 20 (los “emotivistas”) dijeron que los valores, en el fondo, responden
a preferencias puramente emocionales; por lo tanto, los valores no son ni verdaderos ni falsos.
Una consecuencia de esta postura es que afirmaciones por el estilo de “esto es valioso” o “esto
es repudiable” no se pueden demostrar. Podemos compartir o no determinada valoración,
pero no la podemos demostrar. En general, esa idea se acepta; pero también se acepta que
hay una posibilidad de demostrar valores basándose en valores más generales. Por ejemplo, si
se valora la salud humana y se prueba que cierto medicamento permite mantener la salud,
entonces se demuestra que ese medicamento es valioso. Si esto es verdad, algunos valores no
son totalmente emocionales sino que incluyen un componente racional.
Al comienzo se definió ‘valor’ como una cualidad por la que algo satisface una necesidad o
provoca algún placer. Yo no estoy seguro de que esa definición valga para todos los casos; en
particular no sé si vale para el arte. Se me ocurre que sería mejor decir que el valor de x es una
propiedad relacional de x por la que x le resulta preferible o deseable a alguien en alguna
circunstancia. Las causas por las que x le puede resultar preferible son varias. Una posible
causa es que x satisfaga alguna necesidad de esa persona; otra posible causa es que x brinde
placer a esa persona; pero esas causas no son las únicas. O sea, habría que distinguir, por un
lado, el hecho de que algo sea preferible y, por otro, las causas de ese hecho. Lo digo porque
en el arte a veces valoramos obras que aparentemente no satisfacen ninguna necesidad y que
tal vez no provocan ningún placer. Es una opinión mía, nomás. Dicho con mayor precisión,
justificar un juicio de valor singular es brindar una premisa general de la cual se deduce
lógicamente ese juicio de valor singular. Para seguir con el mismo ejemplo, yo puedo decir:
“Enfermex es un medicamento muy bueno, porque permite mantener la salud.” En esa oración
hay un juicio de valor (“Enfermex es un medicamento muy bueno”) y hay una justificación de
ese juicio (“porque permite mantener la salud”).
Esa justificación, en realidad, es un razonamiento tácito que se podría explicitar del siguiente
modo:
Premisa 2: Enfermex permite mantener la salud. Conclusión (juicio de valor singular): Por lo
tanto, Enfermex es bueno. En arte, cuando decimos “ese retrato es bueno porque se parece
mucho al retratado”, o “esa composición es buena porque está equilibrada”, o “esa película es
buena porque es hermosa y conmovedora”, estamos utilizando razonamientos tácitos como el
de ese ejemplo (Enfermex). En los razonamientos de esa clase, sin embargo, hay un problema:
el fundamento de un juicio de valor es otro juicio de valor. ¿Y este otro juicio de valor es
aceptable? Para fundamentarlo tendríamos que recurrir a un tercer juicio de valor, y para
justificar éste deberíamos recurrir a un cuarto juicio de valor… Y así llegaríamos a ciertos
valores fundamentales que sostienen a todos los demás y que no se pueden “demostrar” ni
justificar racionalmente. Por ejemplo, el valor de la vida humana.
Los fenomenólogos (Max Scheler, Nicolai Hartmann) intentaron a principios del siglo 20 una
clasificación general de los valores. Según Hartmann, por ejemplo, hay seis clases de valores:
Scheler incluía otros valores (como los valores religiosos). No sé si esas clasificaciones son
aceptables al pie de la letra; sobre todo no está claro si el valor artístico (como se lo entiende
en el arte contemporáneo) cabe en algún lugar de esas clasificaciones. Aparte de eso, los
fenomenólogos enunciaron algunas propiedades que supuestamente tienen todos los valores.
Dijeron que todos los valores son polares, porque admiten siempre una variante positiva y otra
negativa (lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo, etc.). Dijeron que los valores son graduales,
porque algo no es simplemente valioso o no valioso sino que puede ser más valioso o menos
valioso. Igualmente, dijeron, los valores son jerárquicos (para Scheler, por ejemplo, los valores
superiores son los religiosos). Pero ¿eso puede valer para una persona atea?
Actualmente se considera que los valores tienen una propiedad importante: son relacionales.
4.8. Modelo relacional de los valores “Relacional” significa “que depende de una relación” o,
mejor, “que consiste en una relación”. Una relación es un vínculo entre dos o más cosas. Por
ejemplo, los conceptos “mayor”, “paralela” o “padre” son relacionales, porque cada uno de
ellos implica por lo menos dos cosas interrelacionadas: una cosa es mayor que otra, una recta
es paralela a otra, alguien es padre de otra persona. No tiene sentido decir “esta mesa es
mayor que”.
4.9. Valores estéticos y artísticos. ¿Qué se valora en una obra de arte? ¿Qué son los valores
estéticos? ¿Qué se valora en arte? Esas dos preguntas son diferentes y no tienen la misma
respuesta. Lo estético no es lo mismo que lo artístico. Los valores estéticos en sentido
restringido son lo bello y similares (lo hermoso, lo lindo, lo agradable). Hay que tener en
cuenta que, según algunos filósofos, no todo lo agradable es bello. En especial, los placeres
sexuales, gustativos y olfativos no se consideran dentro de lo bello. Los valores estéticos en
sentido amplio abarcan otras propiedades, aparte de la belleza: el encanto, la gracia, el
misterio, lo conmovedor, lo bizarro… O sea, se puede valorar una cosa estéticamente (en
sentido amplio) por el hecho de que esa cosa nos parezca atractiva, divertida, dulce, graciosa,
encantadora, misteriosa, bizarra, conmovedora… Esos son motivos para valorar algo. Cuando
se habla de valores estéticos se excluyen los valores prácticos (o instrumentales). Si al mirar un
desierto al atardecer el lugar me parece desolado y triste y por eso me gusta, lo estoy
valorando estéticamente. Si al comprar un auto elijo el que tiene un diseño más hermoso y
desafiante, lo estoy valorando estéticamente. Los valores artísticos suelen ser los mismos que
los valores estéticos en sentido amplio, pero no siempre. ¿Qué cosa valoramos en arte?
Muchísimas cosas. Valoramos la creatividad (u originalidad), la destreza (o virtuosismo), el
carácter expresivo de una obra, su profundidad conceptual, la satisfacción o placer que
provoca, su compromiso social (por ejemplo en el arte de denuncia), la verdad de lo que
transmite, el esfuerzo que suponemos habrá realizado el autor, la coherencia interna en la
producción total de un artista, la variedad (o ausencia de repetición excesiva) en la producción
total de un artista, el descubrimiento de nuevos recursos expresivos o técnicos, el carácter
educativo de una obra, su defensa de ciertos valores éticos o políticos, su complejidad formal,
la unidad en la variedad, la relación entre la forma y el contenido, la audacia (el hecho de que
sea audaz o transgresora, y no complaciente), su eficacia funcional (como un relieve en un
edificio), su capacidad para representar la visión del mundo de una época o cultura. Un detalle
importante es que no todo lo que se valora en arte es sensorial o perceptual. La originalidad,
por ejemplo, no es perceptual. Desde luego, no se valora todo eso a la vez en una misma obra
y no todas las personas valoran lo mismo. Quizá un cristiano considera valioso defender
creencias cristianas y un ateo lo considera como un hecho cuasisupersticioso. Igualmente, se
puede valorar una obra por su carácter agradable y virtuosístico y no por su audacia o crítica
social. Una obra puede ser valiosa en relación con cierto aspecto y no con otro. Eso es lo que
ocurre con los premios o distinciones. Premiar es valorar. En algunos casos, el mero hecho de
ser seleccionado para un salón, encuentro, feria, exposición o bienal es una valoración. ¿Cuáles
obras deberían ser valoradas, elogiadas o premiadas? Eso depende de los criterios de cada
uno. Pongamos un ejemplo imaginario. Supongamos que en un certamen de pintura hay dos
obras: A y B, y el jurado tiene que dar un premio a la que se destaque más. Supongamos que A
es una pintura realista y virtuosística pero poco original, y que B es una pintura poco realista y
poco virtuosística pero muy original. ¿Cuál de las dos debería ser premiada? Eso depende del
criterio que tenga en cuenta el jurado. Si el jurado tiene en cuenta la destreza para obtener
realismo, la pintura más lograda va a ser A, muy realista, y no B, poco realista. Pero si el criterio
es la originalidad y no el realismo, la obra que merece el premio es B y no A. ¿Cuál criterio
habría que tener en cuenta? Eso depende del jurado… En ese ejemplo imaginario se
mencionan sólo dos criterios: destreza para el realismo y originalidad; pero de la misma forma
se podrían tener en cuenta los demás criterios o motivos de valoración mencionados más
arriba: expresión emocional, agrado, audacia, carga política… etc. En el libro El abuso de la
belleza, Arthur Danto sostiene la siguiente tesis: El valor artístico no es lo mismo que la belleza.
Si consideramos que la belleza se vincula con el gusto, entonces podemos decir que lo valioso
en arte no es necesariamente lo que gusta. Dicho de otro modo, algo desagradable puede ser
valioso. En líneas generales, ésa es la actitud que predomina en el arte contemporáneo
(posterior a la segunda guerra mundial): la mayoría de los artistas no busca hacer obras
estéticamente agradables o bellas. Algunos artistas, sin embargo, sí buscan agradar (según
modelos tradicionales de belleza o no tradicionales); y en artesanía y diseño el propósito de
agradar es lo más común. En síntesis, el principal problema de la valoración en arte es que no
se valora según un solo criterio sino según muchos criterios, lo cual hace que diferentes obras
puedan destacarse a la vez por diferentes criterios, pero no necesariamente por el mismo
criterio. Además, el grado en que se cumplen o no esos criterios suele ser algo subjetivo. Por
ejemplo, la “capacidad para agradar” depende de cada sujeto: quizá a mí me agrada una obra
que a otro le desagrada. Estos problemas, en realidad, hacen a la riqueza y variedad del arte.
La relación entre los valores estético/artísticos y los valores éticos (o morales) siempre ha sido
complicada. Se trata de valores diferentes pero que suelen presentarse juntos y a veces de
modo conflictivo. Hacia fines del siglo 19 se difundió el esteticismo, que sostenía que lo único
que debía importarle a un amante del arte era la belleza. (En ese momento el arte no se había
separado todavía de la belleza.) Un ejemplo de esa postura es el escritor Oscar Wilde, que en
el prólogo de su novela El retrato de Dorian Gray dice: El artista es el creador de cosas bellas.
(…) Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Eso
es todo. (…) La vida moral del hombre forma parte del tema para el artista; pero la moralidad
del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto. (…) Ningún artista tiene simpatías
éticas. Una simpatía ética en un artista constituye un amaneramiento imperdonable de estilo.
(…) Vicio y virtud son, para el artista, materiales de un arte. (…) La única disculpa de haber
hecho una cosa inútil es admirarla intensamente. Todo arte es completamente inútil. De ese
modo Wilde separa radicalmente, por un lado, lo moral y lo práctico y, por otro, lo estético. El
arte no debe moralizar ni tratar de ser útil; su única finalidad es el disfrute de la belleza. Sin
embargo, la postura contraria, que se podría llamar moralismo, ha sido quizá la más común.
Según los moralistas, el arte debe someterse a la moral. Eso significa que los valores éticos
tienen prioridad sobre los estéticos y/o artísticos. Esta postura tiene antecedentes remotos.
Platón la defendió cuando dijo que el arte debía servir al bien común: debían rechazarse, por
ejemplo, las melodías, danzas y poemas que incitaran a la blandura o los apetitos carnales. A
su modo, Platón es un antecedente de los partidarios de la censura. En toda la Edad Media y el
Renacimiento, el arte europeo estuvo sometido a los principios éticos del cristianismo (que
incluían, por ejemplo, el rechazo y castigo de toda forma de “herejía”). En el siglo 19 Tolstoi
dijo que el arte debía servir a la fraternidad universal. En el siglo 20 (a partir del “realismo” de
Courbet) se difundió la corriente artística del “realismo social”, cuya intención era testimoniar
y denunciar injusticias sociales. El “realismo socialista” (en la Unión Soviética, sobre todo)
sostenía que el arte debía servir al pueblo y a la Revolución. En Argentina, artistas como
Antonio Berni, Carlos Alonso o León Ferrari adoptan una postura completamente opuesta al
esteticismo: los valores éticos (la libertad, el rechazo de las dictaduras, el ataque a los
poderosos, el “compromiso social”) son más importantes que el placer de la belleza.
En síntesis: todo puede ser valorado desde el punto de vista ético y/o político, pero algunas
obras exigen esa clase de valoración y otras no. Además, esos criterios no son los únicos que
pueden ser tenidos en cuenta: los posibles criterios o motivos de valoración en arte son
muchos, dependen del contexto sociocultural y con el tiempo van cambiando.
Escuela Superior de Bellas Artes Martín Santiago / Deán Funes – Córdoba / Carrera:
Tecnicatura Superior en Artes Visuales / Unidad curricular: Estética General / Formato:
Asignatura / Curso: Segundo Año / Cantidad de horas cátedra semanales: 3 / Profesor: Andrés
Cabeza / Ciclo lectivo: 2019
Fundamentación: Estética General trata sobre los problemas y conceptos más generales del
arte, haciendo hincapié en el arte contemporáneo y su contexto. El programa se divide en
cuatro unidades, centradas en cuatro grandes problemas: 1) la propia noción e historia de la
disciplina llamada “estética” dentro de la historia mundial y argentina; 2) el problema de lo
estético en general (incluyendo la experiencia estética y los predicados estéticos); 3) los
problemas en torno a la noción de “arte”; 4) los problemas básicos de sociología y axiología
aplicados al arte. A grandes rasgos concuerdan con las cuatro etapas en que se divide el año,
salvo que a la unidad 3 se le dedica mayor tiempo que a las demás. La finalidad principal de la
asignatura es que el alumno, además de adquirir conocimientos acerca de esos contenidos,
cuestione su propio lenguaje, su actividad y sus creencias en torno del arte y de lo estético, y
que sea capaz de reflexionar por su cuenta acerca de tales problemas, teniendo en cuenta la
realidad en la que vive.
Objetivos:
- Que el alumno conozca los problemas principales de la estética y la filosofía del arte y sea
capaz de reflexionar acerca de ellos, cuestionándolos, utilizando correctamente el lenguaje y
defendiendo posturas personales.
Contenidos:
98
Unidad 4. Sociología y axiología. Sociología del arte: noción, objeto de estudio, etapas. Arte,
artesanía y diseño. Su desarrollo en Latinoamérica. La valoración en general y en el arte.
Problema de la justificación de los juicios de valor. Criterios de valoración en arte. Relación
entre el arte y la ética.
Metodología: La metodología que se utiliza varía según el problema que se aborde. Por parte
del docente: exposición teórica, proyección de presentaciones de imágenes, ejemplificación
con obras de arte. Por parte del alumno: investigación fuera del horario de clase, exposición
oral, escritura de trabajos personales. Entre todos: lectura grupal de textos, debates. El alumno
recibe un cuadernillo teórico elaborado por el docente con material propio y con fotocopias de
libros. Al final del año se exige que el alumno analice un artículo de una revista de
investigación actual.
Cantidad de clases previstas: Se prevé un ciclo lectivo de unas 30 semanas, sin incluir el receso
invernal, los exámenes de julio ni los recuperatorios. Dado que todos los años hay paros,
feriados, cambios de actividades (talleres docentes, muestras, etc.) u otros imprevistos, y en
función de la realidad de años anteriores, en un cálculo realista se prevén entre 20 y 25 clases
efectivas, incluyendo las instancias evaluativas.
Correlatividades: Según el anexo 11.a del RAI (Régimen Académico Institucional), que define
las correlatividades de la Tecnicatura Superior en Artes Visuales, para que el estudiante pueda
inscribirse en Estética General debe tener aprobado el seminario El arte en la historia de 1er
año. Ésa es la única correlatividad.
Sistema de evaluación y acreditación: Según el RAI, el estudiante que cumple con las
exigencias de correlatividades se puede inscribir en condición de regular o de libre. Estudiante
regular. 1) Asistencia. El estudiante regular debe asistir como mínimo al 75 % de las clases. Por
razones especiales, que deberá justificar con certificado médico, laboral o de otra índole,
podrá faltar hasta un máximo del 50 % de las clases. 2) Evaluaciones. A lo largo del ciclo lectivo
debe rendir cuatro instancias evaluativas (IE) y, de corresponderle, una instancia evaluativa
final integradora (IEFI). En todos los casos la evaluación es numérica. Para aprobar una IE, la
IEFI o un EF (examen final), el alumno debe obtener
99
100