Material de Derechos Humanos y Del Prof Arnulfo 1
Material de Derechos Humanos y Del Prof Arnulfo 1
Material de Derechos Humanos y Del Prof Arnulfo 1
€Derechos humanos
https://es.wikipedia.org/wiki/Derechos_humanos-07-02-2017
Los derechos humanos son aquellas «condiciones instrumentales que le permiten a la persona su
realización»1 . En consecuencia subsume aquellas libertades, facultades, instituciones o
reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos2 que incluyen a toda persona, por el simple
hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna, «sin distinción alguna de raza,
color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social,
posición económica, nacimiento o cualquier otra condición».3
Para autores naturalistas los derechos humanos son independientes o no dependen
exclusivamente del ordenamiento jurídico vigente, por lo que son considerados fuente del
derecho; sin embargo desde el positivismo jurídico la realidad es que solamente los países que
suscriben los Pactos Internacionales de Derechos Humanos o Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos (PIDCP) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (PIDESC) y sus Protocolos –Carta Internacional de Derechos Humanos– están
obligados jurídicamente a su cumplimiento.4 Así, por ejemplo, en relación con la pena de muerte,
contraria a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Segundo Protocolo
Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, destinado a abolir la pena de
muerte no ha sido firmado por países como China, Irán, Estados
Unidos, Vietnam, Japón, India o Guatemala.5
Desde un punto de vista más relacional, los derechos humanos se han definido como las
condiciones que permiten crear una relación integrada entre la persona y la sociedad, que permita
a los individuos ser personas jurídicas, identificándose consigo mismos y con los demás.6
1Marco teórico
o 1.1Marco histórico
2Origen cultural
3Evolución histórica
o 3.1Antecedentes remotos
3.1.1Sociedad grecorromana
3.1.2Influencia del cristianismo
o 3.2Conformación del concepto
o 3.3Revoluciones burguesas y positivación de los derechos humanos
o 3.4Nuevas demandas e internacionalización de los derechos
4Naturaleza y fundamento
o 4.1Iusnaturalismo
o 4.2Iuspositivismo
o 4.3Tesis realistas
o 4.4Utilitarismo
5Aspectos institucionales y jurídicos
o 5.1Derechos humanos y derechos constitucionales
6Clasificación generacional
o 6.1Tres generaciones de derechos humanos
6.2Otras propuestas
Marco teórico
Habitualmente, se definen como facultades inherentes a la persona, irrevocables, inalienables,
intransmisibles e irrenunciables. Por definición, el concepto de derechos humanos es universal
(para todos los seres humanos) e igualitario, así como incompatible con los sistemas basados en
la superioridad de una casta, raza, pueblo, grupo o clase socialdeterminados.7 Según la
concepción iusnaturalista tradicional, son además atemporales e independientes de los contextos
sociales e históricos.8
La doctrina teórica de tales derechos ha realizado un importante esfuerzo por clasificar y
sistematizar los derechos humanos. Normalmente se dividen en dos categorías: derechos
positivos y derechos negativos. Los derechos negativos, como el derecho a la intimidad o a no
sufrir tortura, se definen exclusivamente en términos de obligaciones ajenas de no injerencia; los
derechos positivos, por el contrario, imponen a otros agentes, tradicionalmente –aunque ya no de
manera exclusiva– el Estado,9 la realización de determinadas actividades positivas.10 Otra
clasificación muy extendida es la que ordena los derechos humanos en tres o más generaciones,
atendiendo por lo general al momento histórico en que se produjo o produce su reivindicación.
Marco histórico
Los derechos humanos, herederos de la noción de derechos naturales, 11 son una idea de gran
fuerza moral12 y con un respaldo creciente.13 Legalmente, se reconocen en el derecho interno de
numerosos Estados y en tratados internacionales. Para muchos, además, la doctrina de los
derechos humanos se extiende más allá del derecho y conforma una base ética y moral que debe
fundamentar la regulación del orden geopolítico contemporáneo. La Declaración Universal de los
Derechos Humanos se ha convertido en una referencia clave en el debate ético-político actual, y
el lenguaje de los derechos se ha incorporado a la conciencia colectiva de muchas
sociedades.13 Sin embargo, existe un permanente debate en el ámbito de la filosofía y las ciencias
políticas sobre la naturaleza, fundamentación, contenido e incluso la existencia de los derechos
humanos;14 y también claros problemas en cuanto a su eficacia, ya que existe una gran
desproporción entre lo violado y lo garantizado estatalmente.15
De acuerdo con De Souza Santos, hoy es innegable la hegemonía de los derechos humanos como
lenguaje de la dignidad humana. Sin embargo, esta hegemonía debe convivir en una realidad
alarmante. La gran mayoría de la población mundial no es sujeto de derechos humanos, sino el
objeto de los discursos de derechos humanos.16
Origen cultural
Existe un importante debate sobre el origen cultural de los derechos humanos. Generalmente se
considera que tienen su raíz en la cultura occidental moderna, pero existen al menos dos posturas
principales más.17 Algunos afirman que todas las culturas poseen visiones de dignidad que se
plasman en forma de derechos humanos, y hacen referencia a proclamaciones como la Carta de
Mandén, de 1222, declaración fundacional del Imperio de Malí. No obstante, ni enjaponés18 ni
en sánscrito clásico,19 por ejemplo, existió el término derecho hasta que se produjeron contactos
con la cultura occidental, ya que estas culturas han puesto tradicionalmente el acento en
los deberes. Existen también quienes consideran que Occidente no ha creado la idea ni el
concepto de derechos humanos, aunque sí una manera concreta de sistematizarlos, una discusión
progresiva y el proyecto de una filosofía de los derechos humanos.20
De acuerdo a lo dispuesto en la Declaración adoptada por consenso de los 171 Estados reunidos
en Viena en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos en 1993: “todos los derechos
humanos son universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí”.
“Entonces, la universalidad, indivisibilidad e interdependencia son los pilares conceptuales en
que trata de sustentarse el reconocimiento y protección internacional de los derechos humanos”21
La universalidad es “inherente a los derechos fundamentales del hombre porque estos son
expresiones de la dignidad de todo individuo”22 y por lo tanto deberían ser aceptados, respetados
y garantizados por los Estados no importando el sistema político-ideológico, económico y socio-
cultural que expresen. Cuestión que viene a ser un tanto ambigua y complicada debido a las
distintas cosmovisiones regionales y localistas.
Las teorías que defienden la universalidad de los derechos humanos se suelen contraponer
al relativismo cultural, que afirma la validez de todos los sistemas culturales y la imposibilidad de
cualquier valoración absoluta desde un marco externo, que en este caso serían los derechos
humanos universales. Entre estas dos posturas extremas se sitúa una gama de posiciones
intermedias. Muchas declaraciones de derechos humanos emitidas por organizaciones
internacionales regionales ponen un acento mayor o menor en el aspecto cultural y dan más
importancia a determinados derechos de acuerdo con su trayectoria histórica. La Organización
para la Unidad Africana proclamó en 1981 la Carta Africana de Derechos Humanos y de los
Pueblos, que recogía principios de la Declaración Universal de 1948 y añadía otros que
tradicionalmente se habían negado en África, como el derecho de libre determinación o el deber
de los Estados de eliminar todas las formas de explotación económica extranjera. Más tarde, los
Estados africanos que acordaron la Declaración de Túnez, el 6 de noviembre de 1993, afirmaron
que no puede prescribirse un modelo determinado a nivel universal, ya que no pueden
desatenderse las realidades históricas y culturales de cada nación y las tradiciones, normas y
valores de cada pueblo.23 En una línea similar se pronuncian la Declaración de Bangkok, emitida
por países asiáticos el 22 de abril de1993, y la declaración de El Cairo, firmada por
la Organización de la Conferencia Islámica el 5 de agosto de 1990.24
Evolución histórica
Muchos filósofos e historiadores del derecho consideran que no puede hablarse de derechos
humanos hasta la modernidad en Occidente. Hasta entonces, las normas de la comunidad,
concebidas en relación con el orden cósmico, no dejaban espacio para el ser humano como sujeto
singular,25 concibiéndose el derecho primariamente como el orden objetivo de la sociedad.
La sociedad estamental tenía su centro en grupos como la familia, el linaje o las corporaciones
profesionales o laborales,26 lo que implica que no se concebían facultades propias del ser humano
en cuanto que tal, facultades de exigir o reclamar algo. Por el contrario, todo poder atribuido al
individuo derivaba de un doble Estatus: el del sujeto en el seno de la familia y el de esta en la
sociedad. Fuera del Estatus no había derechos.27
La existencia de los derechos subjetivos, tal y como se piensan en la actualidad, fue objeto de
debate durante los siglos XVI, XVII y XVIII.28 Habitualmente se dice que los derechos humanos
son producto de la afirmación progresiva de la individualidad29 y, de acuerdo con ello, que la idea
de derechos del hombre apareció por primera vez durante la lucha burguesa contra el sistema
del Antiguo Régimen.30 Siendo esta la consideración más extendida, otros autores consideran que
los derechos humanos son una constante en la Historia y hunden sus raíces en el mundo clásico.
Antecedentes remotos
Uno de los documentos más antiguos que se han vinculado con los derechos humanos es
el Cilindro de Ciro, que contiene una declaración del rey persa Ciro el Grande tras su conquista
de Babilonia en 539 a. C. Fue descubierto en 1879 y la ONU lo tradujo en 1971 a todos sus
idiomas oficiales. Puede enmarcarse en una tradición mesopotámica centrada en la figura del rey
justo, cuyo primer ejemplo conocido es el rey Urukagina, de Lagash, que reinó durante el siglo
XXIV a. C., y donde cabe destacar también Hammurabi de Babilonia y su famoso Código, que
data del siglo XVIII a. C. No obstante, el Cilindro de Ciro presenta características novedosas,
especialmente en lo relativo a la religión. Ha sido valorado positivamente por su sentido
humanista e incluso se lo ha descrito como la primera declaración de derechos
humanos.31 Numerosos historiadores, sin embargo, consideran que el término es ajeno a ese
contexto histórico.
Documentos medievales y modernos, como la Carta Magna inglesa, de 1215, y la
mandinga Carta de Mandén, de 1222, se han asociado también a los derechos humanos. En contra
de esta idea, José Ramón Narváez Hernández afirma que la Carta Magna no puede considerarse
una declaración de derechos humanos, ya que en esta época existen derechos pero solo entre
iguales, y no con carácter universal: 32 no se predica la igualdad formal de todos los seres
humanos. Lo mismo sucedía en el Imperio de Malí, cuya constitución oral, la KouroukanFouga,
refleja cómo la población se estructuraba según su tribu de origen. Estas consideraciones son
extrapolables a documentos como la Bula de Oro de Andrés II en Hungría en1222;
la Confirmatiofororum et libertartum de 1283 y el Privilegio de la Unión de1287,
de Aragón ambos; las BayerischeFreiheitsbriefeundLandesfreiheitserklärungen desde 1311 o
la JoyeuseEntrée deBrabante de 1356. En todos estos casos, los derechos y libertades reconocidos
pertenecen al ámbito de los pactos entre el monarca y los estamentos del reino: 33 no se trata, en
suma, de derechos humanos; sino de derechos corporativos o privilegios.
Sociedad grecorromana
En la Grecia antigua en ningún momento se llegó a construir una noción de dignidad humana
frente a la comunidad que se pudiera articular en forma de derechos, sino que se entendió que las
personas pertenecían a la sociedad como partes de un todo y eran los fines de esta los que
prevalecían.34 La única oposición a la tiranía se sustentaba en la apelación a la Ley divina como
opuesta a la norma, como se muestra en el mito de Antígona, plasmado por Sófocles en la obra
trágica del mismo nombre.
La sociedad griega se dividía en tres grupos principales: los ciudadanos, los metecos o
extranjeros y los esclavos. La esclavitud se consideraba natural, lo que se refleja en la afirmación
de Aristóteles, para quien "es evidente que los unos son naturalmente libres y los otros
naturalmente esclavos; y que para estos últimos es la esclavitud tan útil como justa". 35La
organización política se estructuraba en polis o ciudades-estado: para los griegos, la sociedad era
una consecuencia necesaria de la naturaleza humana. En este contexto, las teorías políticas
de Platón y Aristóteles hicieron un gran hincapié en el concepto de bien común. Para Platón,
agrupados los hombres en sociedad, esta se configura en la polis, cuyo bien común se sobrepone
al bien particular de los individuos que lo componen. La justicia, a su vez, es la salvaguarda del
bien común, y se expresa a través de las leyes, que son los instrumentos que permiten la
consecución del bien colectivo e individual. 36 No obstante, en su afán por alcanzar una sociedad
perfecta, Platón llegó a recomendar dar muerte a los recién nacidos deformes o enclenques, y
matar o desterrar a los insociables.37
Aristóteles también consideraba que el hombre era un ser social y que no podía realizarse fuera
de la familia y la sociedad, por lo que también subordinaba el bien individual al bien común.
Además, al definir la ciudad como una comunidad de ciudadanos libres, 38 redujo el bien común al
bien de un grupo social determinado39 que excluye a las mujeres, los extranjeros, los obreros y los
esclavos. Sobre esta visión se sustenta la idea aristotélica de la justicia que afirma que «es tan
justa la igualdad entre iguales como la desigualdad entre desiguales».40
Ya en la decadencia de la cultura griega, conquistada la Hélade por Roma, se extendieron
filosofías que ponían el acento en la búsqueda de la felicidad individual: entre ellos,
el epicureísmo y el estoicismo. El estoicismo consideraba la razón humana como parte de
un logos divino, lo que contribuyó a concebir al hombre como miembro de una familia universal
más allá de la polis. Séneca, Epicteto, Marco Aurelio o Cicerón fueron algunos de los que
extendieron la filosofía estoica por el mundo latino.
Influencia del cristianismo
La filosofía estoica, difundida en la sociedad grecorromana, concibió la idea de cosmopolitismo,
a la que el cristianismo dio un sentido más espiritual 41 para afirmar la igualdad de los hombres y
las mujeres en tanto que ciudadanos del Reino de Dios42 y su dignidad; no obstante, según Luis
de Sebastián, para los teólogos cristianos medievales la igualdad teológica era compatible con la
desigualdad social: las personas nacían con un estatus social que, de acuerdo con los designios
divinos, era el más adecuado para su salvación.43
El cristianismo, derivado de la religión judía, heredó de ella, entre otras, la tradición del mišpat,
un concepto jurídico de rica amplitud semántica. Indica las decisiones judiciales y el juicio legal
justo; en relación con el derecho, aquel que se manifiesta en la defensa de los pobres y oprimidos
y que se vincula a su vez con los bienes mesiánicos que se esperan.44Dado que, hasta la
modernidad, el término derecho se atribuía principalmente a "lo justo" como orden objetivo, en el
pensamiento cristiano antiguo o medieval no existió una referencia explícita a los derechos
humanos; pero sí un reconocimiento de exigencias de justicia que descendían de esta tradición
judía. Por ejemplo, el Nuevo Testamentocontiene enseñanzas contra la injusticia, el homicidio,
el robo, la calumnia o el egoísmo en el uso de los bienes. En laEpístola de Santiago, el apóstol
denunció a los empleadores que no pagan a sus empleados sus justos salarios. 45 El cristianismo
fue gradualmente derramando su doctrina en el derecho romano, mejorando la situación de los
esclavos, de los hijos y de las mujeres, cuyo estatus en la filosofía cristiana era mucho más alto
que en la grecorromana.46 En el plano económico, condenó la usura y la explotación,
estableciendo las bases de la doctrina del justo precio.
Tales ideas fueron desarrolladas por los Padres de la Iglesia, proclamando un sentido social y
limitado de la propiedad y de la ley. Pero fue Tomás de Aquino quien asentó las bases del orden
jurídico medieval, retomando ideas de Aristóteles yAgustín de Hipona y afirmando que existe,
además del derecho positivo determinado y establecido por los hombres, un derecho natural,
propio de la criatura racional, que ningún hombre ni ningún gobierno puede desconocer.
La doctrina cristiana postulaba la existencia de dos reinos, el temporal y el espiritual, siguiendo la
distinción hecha porJesús de Nazaret («Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios»). Ante el problema de la conciliación de los intereses individuales y los sociales, Tomás de
Aquino afirmó en su obra SummaTheologiae que si existía un conflicto entre lo social y lo
individual en el seno del mundo material, debía prevalecer el bien común. Pero, por el contrario,
si el conflicto afectaba a la esfera íntima del ser humano y a su salvación, en ese caso
prevalecería el bien del hombre frente al de la sociedad. 47 En este ámbito, de existir un conflicto
patente entre el derecho positivo y el derecho natural, del pensamiento tomista se desprende la
existencia de un derecho de resistencia contra el arbitrio de los gobernantes.48
Conformación del concepto
La idea del derecho subjetivo, básica para concebir los derechos humanos, fue anticipada en la
baja Edad Media porGuillermo de Ockham, que introdujo el concepto de iusfori o potestad
humana de reivindicar una cosa como propia en juicio. La escolástica española insistió en esta
visión subjetiva del derecho durante los siglos XVI y XVII: Luis de Molina,Domingo de
Soto o Francisco Suárez, miembros de la Escuela de Salamanca, definieron el derecho como un
poder moral sobre lo propio.49 Aunque mantuvieron al mismo tiempo la idea de derecho como un
orden objetivo, enunciaron que existen ciertos derechos naturales, mencionando tanto derechos
relativos al cuerpo (derecho a la vida, a la propiedad) como al espíritu (derecho a la libertad de
pensamiento, a la dignidad). El jurista Vázquez de Menchaca, partiendo de una filosofía
individualista, fue decisivo en la difusión del término iuranaturalia. Este pensamiento
iusnaturalista se vio auspiciado por elcontacto con las civilizaciones americanas y el debate
producido en Castilla sobre los justos títulos de la conquista y, en particular, la naturaleza de los
indígenas. En la colonización castellana de América, se suele afirmar, se aplicaron medidas en las
que están presentes los gérmenes de la idea de derechos humanos, debatidos en la
conocida Controversia de Valladolid que tuvo lugar en 1550 y 1551. No obstante, algunos
critican que, en la práctica, estas medidas fueron formuladas para lograr objetivos de
colonización.28 El pensamiento de la Escuela de Salamanca, especialmente mediante Francisco
Suárez y Gabriel Vázquez, contribuyó también al impulso del iusnaturalismo europeo a través
de Hugo Grocio.50
Durante la Revolución inglesa, la burguesía consiguió satisfacer sus exigencias de tener alguna
clase de seguridad contra los abusos de la corona y limitó el poder de los reyes sobre sus
súbditos. Habiendo proclamado la Ley de Hábeas corpusen 1679, en 1689 el Parlamento impuso
a Guillermo III de Inglaterra en la Bill of Rights una serie de principios sobre los cuales los
monarcas no podían legislar o decidir. Se cerró así el paso a la restauración de la monarquía
absoluta, que se basaba en la pretensión de la corona inglesa de que su derecho era de designio
divino.51 Según Antonio Fernández-Galiano y Benito de Castro Cid, la Bill of Rights puede
considerarse una declaración de derechos, pero no de derechos humanos, puesto que los mismos
se reconocen con alcance nacional y no se consideran propios todo hombre.52
Durante los siglos XVII y XVIII, diversos filósofos europeos desarrollaron el concepto de
derechos naturales. De entre ellos cabe destacar a John Locke y Voltaire, cuyas ideas fueron muy
importantes para el desarrollo de la noción moderna de derechos. Los derechos naturales, para
Locke, no dependían de la ciudadanía ni las leyes de un Estado, ni estaban necesariamente
limitadas a un grupo étnico, cultural o religioso en particular. La teoría del contrato social, de
acuerdo con sus tres principales formuladores, el ya citado Locke, Thomas Hobbes y Jean-
Jacques Rousseau, se basa en que los derechos del individuo son naturales y que, en el estado de
naturaleza, todos los hombres son titulares de todos los derechos. 53 Estas nociones se plasmaron
en las declaraciones de derechos de finales del siglo XVIII.
La causa directa del nacimiento de los Derechos Humanos, desde una perspectiva sociológica, ha
sido también un importante objeto de debate. Por una parte, Georg Jellinek ha defendido que los
derechos humanos estaban directamente dirigidos a permitir el ejercicio de la libertad religiosa;
por otra, Karl Marx afirmó que se deben a la pretensión de la burguesía de garantizar el derecho
de propiedad. Max Weber, en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, afirma
que existiría una conexión entre la ética individualista en que se basaron los derechos humanos y
el surgimiento delcapitalismo moderno.54
Revoluciones burguesas y positivación de los derechos humanos
Naturaleza y fundamento
Norberto Bobbio afirma la imposibilidad de encontrar un fundamento absoluto a los derechos
humanos y alega para ello cuatro razones. Primera, la ausencia de un concepto inequívoco y claro
de los mismos; segunda, su variabilidad en el tiempo; tercera, su heterogeneidad; y, cuarta,
las antinomias y conflictos que existen entre distintos derechos, como entre los civiles y políticos,
por un lado, y los sociales y culturales, por otro. En el Coloquio del Instituto Internacional de
Filosofía celebrado en L'Aquila en 1964, Bobbio propuso sustituir la búsqueda de un imposible
fundamento absoluto por el estudio de las diversas fundamentaciones posibles que las ciencias
sociales avalaban.63 Y, en cualquier caso, para el jurista italiano, el problema básico relativo a los
derechos humanos no es su fundamentación, sino su puesta en práctica y protección. 64 Pero son
muchos los juristas y filósofos que no comparten esta creencia sino que, por el contrario, la
fundamentación de los derechos humanos ha sido y es objeto de gran interés a lo largo del
tiempo, y la mayoría considera que es una labor teórica con gran incidencia en la práctica.65
Cada una de las numerosas teorías que los pensadores han desarrollado está influida por la
Filosofía dominante en el momento histórico en que se gestó y parte de muy
diferentes cosmovisiones y concepciones del ser humano, al que atribuyen o niegan determinadas
características inmanentes.66 Para algunos, el eje de los derechos humanos es una serie de
derechos concretos (según Herbert Hart, el derecho a la libertad; atendiendo a John Rawls,
determinados derechos fundamentales que corresponden a unos deberes fundamentales; de
acuerdo con Ronald Dworkin, el derecho a laigualdad ante la ley);67 para otros, los derechos
humanos son la traducción normativa de una serie de valores, aprehendidos de la realidad o
construidos socialmente. Un tercer grupo considera que los derechos humanos son criterios o
límites a los que debe adecuarse la actividad de los poderes públicos o el mercado, tesis
defendida tanto desde una axiología iusnaturalista (Luis Recasens Siches)68 como desde un
iuspositivismo crítico (Luigi Ferrajoli).69 Finalmente, diversas teorías sostienen que los derechos
humanos son la codificación de la conducta moral que, de acuerdo con David Hume, es un
producto social y humano que se desarrolla en un proceso de evolución biológica y social. Las
teorías sociológicas del derecho y los trabajos de Max Weber consideran que la conducta se
desarrolla como un patrón sociológico de fijación de normas.
En cuanto a su fundamentación, según qué tipo de concepción se tenga sobre el derecho –
iusnaturalista, iusracionalista,iuspositivista, vinculada al realismo jurídico o al dualismo jurídico,
entre otras– la categoría conceptual de derechos humanos puede considerarse derivada de
la divinidad, observable en la naturaleza, asequible a través de la razón, determinada por los
contextos en las muchas maneras que es posible entender la Historia, una síntesis de ideas de
estas u otras posiciones ideológicas y filosóficas o un mero concepto inexistente y sin validez.
Iusnaturalismo
Son tesis iusnaturalistas las que afirman la existencia del derecho natural. Aunque en cada época
se ha entendido este concepto de manera diferente, todas estas doctrinas coinciden en afirmar la
existencia de una juricidad previa y fundamentadora del derecho positivo: la positivación, por lo
tanto, se limitaría a declarar derechos ya existentes. En las declaraciones de derechos del siglo
XVIII se refleja esta concepción, y el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos afirma que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos", lo
que es considerado por juristas como Hans Kelsen una clara manifestación de la doctrina del
iusnaturalismo.70
Algunas teorías iusnaturalistas afirman que los derechos humanos se basan en aspectos
biológicos, tales como la conveniencia para la supervivencia de la especie, en el contexto de
la selección natural, de una conducta basada en laempatía y el altruismo. Otras los sustentan en el
orden moral natural tal y como se deriva de determinados preceptosreligiosos. Consideran que la
conducta moral es un conjunto de prescripciones objetivamente válidas y apelan a textos como
la Biblia o el Corán. Frente a estas, desde el siglo XVII, con Hugo Grocio, ha cobrado fuerza el
iusnaturalismo racionalista, de la mano de autores que se desvinculan progresivamente de la idea
de Dios, basándose únicamente en la razón pura,71 aunque si bien existen en la actualidad
diversas fundamentaciones iusnaturalistas de carácter o inspiración religiosa. Entre ellas se
encuentra la Doctrina Social de la Iglesia, que retoma las ideas de los Padres de la
Iglesia y Tomás de Aquino. Llegar a lo realmente humano es una de las críticas principales de las
ponencias de Juan Pablo II en su encíclica "Humanae vitae". La vida es un sentir desde una
divinidad al bien común expreso en la realidad cristiana, desde la moralidad del bienestar.
Según la Doctrina Social de la Iglesia, el fundamento sólido o inmediato de los derechos se
encuentra en la ley natural, la norma -de derecho natural- que es fuente equilibrada de derechos y
deberes de cada uno; a su vez, su fundamento último es Dios mismo: el orden con que Dios
gobierna el universo recibe el nombre de ley eterna, del que la ley natural es una participación o
derivación. Los derechos humanos son objetivos en tanto que no dependen de la subjetividad de
quien es su titular o está obligado por ellos. Por tanto, no quedan sujetos a los estados de ánimo,
las opiniones o la voluntad de nadie; tampoco el consenso, ni siquiera de la mayoría. Para la
Iglesia Católica, además, otra característica de los derechos humanos es su sociabilidad: siendo el
hombre naturalmente social, existen derechos naturales de la persona en cuanto individuo, pero
también en tanto miembro de diversos grupos sociales naturales; es decir, derechos naturales de
la familia, de las asociaciones o de las naciones. Por la misma razón, los derechos se ordenan al
bien común y están constitutivamente limitados. Concretando más en cuanto su precisión y
limitación, los derechos humanos remiten a lo justo concreto, por lo que no significan el
reconocimiento de una libertad para realizar cualquier cosa, en cualquier momento o de cualquier
manera.72
Uno de los teóricos de derechos humanos más relevantes e influyentes fue John Locke, que elevó
la defensa de los derechos naturales a la categoría de principio fundamental de legitimación del
gobierno y fin básico de la sociedad civil. Locke basó sus ideas en el concepto de propiedad, que
utilizó en un sentido amplio y en un sentido restringido. En sentido amplio, se refiere a un amplio
conjunto de intereses y aspiraciones humanas; más restrictivamente, alude a los bienes
materiales. Locke afirmó que la propiedad es un derecho natural y que se deriva del trabajo.
Además, dijo que la propiedad precede al Estado y que este no puede disponer de la propiedad de
los sujetos arbitrariamente. De acuerdo con Locke, negar el derecho de propiedad es negar los
derechos humanos. El filósofo británico tuvo una gran influencia en el Reino Unido y fue
decisivo en la filosofía en que se basó la fundación de Estados Unidos.
Algunos filósofos han considerado que los derechos humanos se derivan de un derecho o valor
fundamental determinado. Para muchos autores,73 entre los que se encuentra Samuel
Pufendorf,74 el sistema de derechos naturales del hombre se deriva de su dignidad; otros,
como Hegel o Kant, afirmaron que la libertad es fundamento de los derechos humanos y, al
mismo tiempo, el principal de estos. Kant representó la culminación de un proceso encaminado a
depurar las teorías iusnaturalistas de elementos históricos o empíricos, al fundamentar su teoría
del derecho natural en principios a priori, entendidos como exigencias de la razón práctica.
En la segunda mitad del siglo XX, y tras su decadencia en favor de las ideas iuspositivistas, el
derecho natural resurgió con fuerza con multitud de teorías muy diversas. De ellas, algunas
mantienen una fundamentación objetivista de los derechos humanos, en tanto que afirman la
existencia de un orden de valores o principios con validez objetiva y universal, independiente de
los individuos. Otras, las subjetivistas, sitúan a la autonomía humana como fuente de todos los
valores; basan los derechos humanos en la autoconsciencia racional de la dignidad, libertad e
igualdad humanas.75 Finalmente, las llamadas tesis intersubjetivistas, que surgen de un intento de
síntesis entre las dos tendencias anteriores, consideran los derechos humanos como valores
radicados en necesidades comunes y por lo tanto intrínsecamente comunicables.
Iuspositivismo
Las tesis positivistas se oponen frontalmente a las iusnaturalistas, ya que consideran que el único
conjunto de normas que tiene carácter jurídico es el derecho positivo.76 Afirman, por tanto, que la
positivización tiene carácter constitutivo, al negar la juridicidad del derecho natural o incluso su
existencia. John Austin consideró que los derechos humanos forman parte de las normas sociales
que influyen en el derecho, pero no son derecho: 77 para muchos positivistas, los derechos
humanos son ideas morales, pero sin valor jurídico por sí mismas. Para que tengan dicho valor,
deben incorporarse al ordenamiento jurídico: las leyes son la formulación jurídica de la voluntad
soberana del pueblo y obligan a su cumplimiento. No es necesario ni procedente acudir a otro
sustento que el legal.
La creciente aceptación del iuspositivismo a lo largo del siglo XIX produjo un arrinconamiento
del derecho natural y motivó la plasmación de los derechos humanos, como derechos
fundamentales, en las Constituciones de los países occidentales.78 El proceso se apoyó en la
categoría de los derechos públicos subjetivos, que surgió como alternativa a la de derechos
naturales, que los iuspositivistas consideraban de carácter ideológica. La teoría de los derechos
públicos objetivos reconocía la personalidad jurídica del Estado, que adquiría así la titularidad de
derechos y deberes.79 Tras el ascenso de regímenes totalitarios en los años 1920 y 1930 y
la Segunda Guerra Mundial se produjo un resurgimiento del iusnaturalismo que hizo que autores
como Hans Kelsen, Alf Ross, Herbert Hart y Norberto Bobbio reaccionaran clarificando los
conceptos fundamentales de las teorías positivistas. Ello provocó una diversificación del
iuspositivismo que produjo tesis a veces incompatibles entre sí.80
Algunas de estas tesis recientes dan cabida a la defensa de los derechos humanos. Una de ellas es
la teoría dualista de los derechos, formulada por Gregorio Peces-Barba y muy similar a la
articulada por Eusebio Fernández, que incorpora algunos elementos propios del iusnaturalismo,
en tanto que solo los derechos con un fundamento moral son fundamentales; pero al mismo
tiempo considera que la positivación es requisito necesario para que un derecho humano lo sea.
Por lo tanto, concibe los derechos como la encrucijada entre lo jurídico y lo ético; y como
traducción normativa de los valores de dignidad, libertad e igualdad, al tiempo que legitimadores
de los poderes públicos.81 La teoría del garantismo jurídico, defendida por Luigi Ferrajoli, afirma
que el Estado de derecho posee una legitimación formal y otra material. La legitimación formal
hace referencia al imperio de la ley; la material, a la vinculación de todos los poderes del Estado a
la satisfacción de los derechos fundamentales, 82 de los cuales, según el jurista italiano, los
derechos humanos son una subclase.
Ambas teorías superan un iuspositivismo puramente formal y, ciñéndose a los mecanismos
internos del ordenamiento jurídico, aportan criterios materiales para garantizar la estabilización
del orden jurídico y la garantía de los derechos fundamentales. María de Lourdes Souza considera
que es importante considerar su contexto: el garantismo, que se basa en el estado de derecho,
surge en un contexto socio-jurídico democrático que, aunque presenta tendencias regresivas, es
más o menos igualitario y justo.83 De la misma manera, el dualismo jurídico se inserta dentro de
un marco jurídico-político determinado, el del Estado social y democrático de derecho.81
Tesis realistas
Las tesis realistas pueden definirse como aquellas para las que la positivación es un requisito
más, junto con otros, que influye en la efectividad de los derechos humanos. Engloba un conjunto
de posiciones doctrinales muy diverso y heterogéneo, que afirman que es la práctica de las
personas los que dotan de significación a los derechos humanos.84Critican la concepción ideal que
de estos tiene el iusnaturalismo, así como la puramente formal del iuspositivismo, afirmando que
ambas corrientes son excesivamente abstractas y no tienen en cuenta las condiciones económicas
y sociales de las que depende el efectivo disfrute de los derechos. Con carácter general, las tesis
realistas insisten en alguno de los siguientes ámbitos: en el plano político, en las condiciones de
democracia política y económica necesarias para el disfrute real de los derechos humanos; en el
jurídico, en los mecanismos de garantía y protección; y en el sociológico, en la conciencia
colectiva sobre derechos humanos.
La postura realista se relaciona, en gran medida, con el socialismo.85 Ya en La cuestión judía, una
de sus primeras obras,Karl Marx criticó la noción burguesa de derechos humanos, que describió
como derechos del individuo egoísta y basados en una concepción abstracta de libertad y
emancipación. Para el filósofo alemán, los derechos humanos burgueses eran un conjunto de
protecciones legales para la defensa de la clase propietaria de los medios de producción. 86 Marx
afirmó que son las condiciones materiales las que determinan el alcance real de los derechos
humanos, y que para su realización efectiva es necesaria una auténtica emancipación política.
Helio Gallardo o Joaquín Herrera Flores afirman que los derechos humanos se sustentan en las
tramas sociales, en las relaciones y experiencias intersubjetivas. 87 Helio Gallardo considera que el
fundamento de los derechos humanos son las transferencias de poder que se producen entre los
grupos sociales, así como las instituciones en que se articulan y las lógicas que inspiran las
relaciones sociales.88 Estas transferencias de poder pueden positivarse o no, y ser más o menos
precarias. Para Joaquín Herrera, en una línea similar, los derechos humanos son las prácticas y
medios por los que se abren espacios de emancipación que incorporan a los seres humanos en los
procesos de reproducción y mantenimiento de la vida.89
La teoría consensual de la verdad, desarrollada por JürgenHabermas (perteneciente a la Escuela
de Fráncfort), propone una fundamentación intersubjetiva de los valores y derechos, a través de
un acuerdo racional alcanzado en unas condiciones ideales.90 En una línea similar,
para ChaïmPerelman los derechos humanos se fundamentan en la experiencia y la conciencia
morales de un consenso que se alcanza a través de un proceso determinado. Se trata de
fundamentos en los que coincidan los que denomina «espíritus razonables» y que serían
asimismo aprobados por «audiencias universales», los que se consideran interlocutores válidos
para cada asunto.91
Utilitarismo
En un principio, el utilitarismo surgió como una alternativa a la idea de los derechos humanos,
más que como una propuesta de fundamentación; aunque posteriormente John Stuart Mill y otros
autores han tratado de sustentar los derechos humanos desde esta filosofía. 92 El utilitarismo, como
doctrina ética, considera «la mayor felicidad para el mayor número como la medida de lo justo y
de lo injusto».93 Los utilitaristas parten del rechazo de la idea de derechos humanos como
derechos naturales: especialmente crítico con dicha idea fue Jeremy Bentham, que calificó como
un sinsentido la afirmación de que existen derechos previos al Estado: 94 los derechos, de existir,
son un producto social que se justifica desde el principio de la utilidad.95
Según John Stuart Mill, los derechos son reglas para la maximización de la felicidad; pero añade
que los derechos no son absolutos dado que, en determinadas condiciones excepcionales, su
cumplimiento nos aleja tanto del fin (maximización de la utilidad social) que no cabe compensar
la pérdida de felicidad con el peso, importante, que tienen.96
Esta fundamentación utilitarista ha sido objeto de críticas que enfatizan la falta de garantía de los
derechos humanos, que podrían ser violados para la consecución de la mayor felicidad para el
mayor número. En esta línea han incidido especialmente John Rawls92 o James Fishkin.97 Thomas
Nagel y muchos otros han denunciado el uso del enfoque utilitarista para justificar el uso de
violencia a gran escala contra la población civil o el uso de armas de destrucción
masivaentendidas como un mal menor, la forma más rápida de obtener la victoria en una guerra y
evitar, supuestamente, un mayor número de muertes.98 La reacción de los utilitaristas ante estas
críticas hicieron surgir teorías como la del utilitarismo de normas, el utilitarismo de normas
ideales o la integración de un principio de respeto a las personas. Richard Brandt define
el utilitarismo de normas como el que afirma que "un acto es obligatorio solo si la aceptación
uniforme de una regla correspondiente maximizará la utilidad esperable". 99 El utilitarismo de
normas, por lo tanto, no valora solo los efectos de un acto específico, sino los efectos de su
generalización.
Clasificación generacional
Aunque la mayoría de las doctrinas jurídicas distinguen varias generaciones de derechos
humanos, existen múltiples y diferentes clasificaciones. Todas suelen coincidir al describir la
primera generación, pero posteriormente se ramifican y se vuelven más complejas. Además,
existen al menos dos concepciones de esta visión generacional. Para una de ellas, son expresión
de una racionalidad que se realiza progresivamente en el tiempo; para otras, cada generación de
derechos humanos es expresión de una racionalidad diferente y puede entrar en conflicto con las
demás. Por otra parte, existen posiciones que evitan pronunciarse acerca de las categorías de
derechos humanos y más bien tienden a enfocarlos como un sistema unitario.
Cada nueva generación, que se clasifica cronológicamente en relación con las anteriores, ha sido
objeto de críticas. Si ya los derechos de la primera generación fueron criticados, también sucedió
con los derechos de la segunda durante el siglo XX, si bien en la actualidad la casi totalidad de
los juristas los aceptan. Hoy en día es objeto de debate la existencia de una tercera generación de
derechos humanos ya que, tanto desde el punto de vista jurídico como político, se critica la
indeterminación de esta categoría y su difícil garantía.104 No obstante estas objeciones, existen
teorías que hablan de cuatro e incluso cinco generaciones de derechos humanos.105
Tres generaciones de derechos humanos
Artículos principales: Tres generaciones de derechos humanos, Derechos civiles y
políticos y Derechos económicos, sociales y culturales.
La división de los derechos humanos en tres generaciones fue concebida por primera vez
por KarelVašák en 1979. Cada una se asocia a uno de los grandes valores proclamados en
la Revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad.
Los derechos de primera generación son los derechos civiles y políticos, vinculados con el
principio de libertad. Generalmente se consideran derechos de defensa o negativos, que exigen de
los poderes públicos su inhibición y no injerencia en la esfera privada. Por su parte, los derechos
de segunda generación son los derechos económicos, sociales y culturales, que están vinculados
con el principio de igualdad. Exigen para su realización efectiva de la intervención de los poderes
públicos, a través de prestaciones y servicios públicos. 106 Existe cierta contradicción entre los
derechos contra el Estado (primera generación) y los derechos sobre el Estado (segunda
generación). Los defensores de los derechos civiles y políticos califican frecuentemente a los
derechos económicos, sociales y culturales como falsos derechos, ya que el Estado no puede
satisfacerlos más que imponiendo a otros su realización, lo que para estos supondría una
violación de derechos de primera generación.
Por su parte, la tercera generación de derechos, surgida en la doctrina en los años 1980, se
vincula con la solidaridad. Los unifica su incidencia en la vida de todos, a escala universal, por lo
que precisan para su realización una serie de esfuerzos y cooperaciones en un nivel planetario.
Normalmente se incluyen en ella derechos heterogéneos como el derecho a la paz, a la calidad de
vida o las garantías frente a la manipulación genética,107 aunque diferentes juristas asocian estos
derechos a otras generaciones: por ejemplo, mientras que para Vallespín Pérez la protección
contra la manipulación genética sería un derecho de cuarta generación, 108 para Roberto González
Álvarez es una manifestación, ante nuevas amenazas, de derechos de primera generación como el
derecho a la vida, la libertad y la integridad física.109
Otras propuestas
Autores como David Vallespín Pérez,110 Franz Matcher,111 Antonio Pérez Luño,112 Augusto Mario
Morello,113 Robert B. Gelman114 , Javier Bustamante Donas115 y Juan Carlos Riofrío Martínez-
Villalba116 afirman que está surgiendo una cuarta generación de derechos humanos. No obstante,
el contenido de la misma no es claro, y estos autores no presentan una propuesta única.
Normalmente toman algunos derechos de la tercera generación y los incluyen en la cuarta, como
el derecho al medio ambiente o aspectos relacionados con la bioética. Javier Bustamante afirma
que la cuarta generación viene dada por los derechos humanos en relación con las nuevas
tecnologías117 , mientras Riofrío118 prefiere hablar dederechos digitales, donde se encontrarían
una nueva gama de derechos, como:
Derechos Humanos del siglo XXI: la Declaración Universal de Derechos Humanos Emergentes
La Declaración Universal de los Derechos Humanos Emergentes (DUDHE) surge de un proceso
de diálogo de diversos componentes de la sociedad civil, organizado por el Instituto de Derechos
Humanos de Cataluña en el marco del Foro Universal de las Culturas Barcelona 2004,
titulado Derechos Humanos, Necesidades Emergentes y Nuevos Compromisos.120 El 2 de
noviembre de 2007, en el marco del Forum de Monterrey (México) es aprobada la DUDHE.
Los derechos humanos emergentes suponen una nueva concepción de la participación de la
sociedad civil, dando voz a organizaciones y agrupaciones nacionales e internacionales que
tradicionalmente han tenido poco o ningún peso en la configuración de las normas jurídicas,
como las ONG, los movimientos sociales y las ciudades, frente a los retos sociales, políticos y
tecnológicos que plantea la globalización y la sociedad global. La DUDHE no pretende sustituir
ni quitar vigencia a la Declaración Universal de Derechos humanos de 1948, ni a los
instrumentos nacionales o internacionales de protección de los derechos humanos, más bien
pretende actualizar, complementar, responder a los retos de la sociedad global y actuar como
complemento desde el punto de vista de la ciudadanía participativa.
Nosotros, ciudadanas y ciudadanos del mundo, miembros de la sociedad civil comprometidos con
los Derechos Humanos, formando parte de la comunidad política universal, reunidos en ocasión
del Foro Universal de las Culturas en Barcelona 2004 y Monterrey 2007, e inspirados por los
valores de respeto a la dignidad del ser humano, libertad, justicia, igualdad y solidaridad, y el
derecho a una existencia que permita desarrollar estándares uniformes de bienestar y de calidad
de vida para todos […]
Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos Emergentes
DOCUMENTO 02
De acuerdo con diversas concepciones jurídicas, los Derechos Humanos podrían definirse como
aquellos que reconocen las libertades básicas y fundamentales inherentes a la persona por su
condición de ser humano y que resultan imprescindibles para garantizarle una vida digna.
La idea de que todos los seres humanos deben gozar de unos derechos esenciales y comunes ya se
podía encontrar en algunas de las antiguas civilizaciones, pues, de una u otra forma, estaba en la
base de muchas religiones, como por ejemplo en el cristianismo al proclamar que todos los
hombres son iguales ante Dios.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, además de enunciar una serie de
principios fundamentales de orden político, atribuye a los pueblos y a los individuos unos
derechos permanentemente actuales: el derecho a la resistencia contra la opresión (artículo 2), la
presunción de inocencia (artículo 9), la libertad de opinión y de religión (artículo 10), la libertad
de expresión (artículo 11) o el derecho a la propiedad (artículo 17), entre otros.
En el siglo XX, tras concluir la Primera Guerra Mundial, proliferaron nuevas declaraciones que,
de una manera u otra, proclaman y protegen los Derechos Humanos. Así, podemos citar la
contenida en la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos (México, 1917), la Declaración
pública de los derechos del pueblo trabajador y explotado (Rusia, 1918) o la que figura en la
Constitución de Weimar (Alemania, 1919).
Pero la vocación de dimensión internacional de los Derechos Humanos, aunque sea con
contenidos parciales, se adquiere con la Declaración de los Derechos del Niño, o Declaración de
Ginebra, adoptada en 1924 por la Sociedad de Naciones, germen de lo que posteriormente sería la
ONU.
Ahora bien, el impulso decisivo de los Derechos Humanos es una consecuencia directa de la
Segunda Guerra Mundial, pues la aparición de la Carta Atlántica, surgida de un encuentro entre
Churchill y Roosevelt en un barco de guerra, en 1941, da como fruto, en enero de 1942,
la Declaración de las Naciones Unidas, por la que veintiséis Estados aúnan sus esfuerzos para
luchar contra las potencias nazi-fascistas del Eje, comprometiéndose a crear, tras la conclusión de
la guerra, una organización internacional que trabaje por la paz mundial.
Terminado el conflicto bélico se firma la Carta de las Naciones Unidas, el 26 de junio de 1945 (el
primer tratado internacional cuyos objetivos se basan expresamente en el respeto universal de los
Derechos Humanos), a la que sigue el Acta constitutiva de la UNESCO (Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), en 1945.
A los tres años de la creación de la Organización de las Naciones Unidas sus miembros
consideraron necesario un reconocimiento universal y específico de estos derechos, de tal forma
que en su Asamblea General, celebrada en París el 10 de diciembre de 1948, se aprobó
la Declaración Universal de Derechos Humanos, que hoy es el texto fundamental en esta
materia.
La proclamación de esta Declaración se hizo en los términos siguientes: Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia,
deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
De esta forma los Derechos Humanos son reconocidos por primera vez sin distinción alguna de
raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Su carácter innovador no se
limitó a su mera proclamación, sino que incluyó el compromiso de promover el respeto universal
a los Derechos Humanos (...) y a la efectividad de tales derechos confiriendo para este fin una
serie de atribuciones a la ONU y exigiendo a todos los Estados miembros que publicasen y
divulgasen el texto de la Declaración Universal de Derechos Humanos, de forma que ésta
fuese distribuida, leída y comentada en las escuelas y otros establecimientos de enseñanza, sin
distinción fundada en la condición política de los países o de los territorios.
Los Derechos Humanos quedaron definidos internacionalmente en los términos y con el alcance
siguiente: Un ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse a fin de que
tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan,
mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren por
medidas progresivas de carácter nacional e internacional su reconocimiento y aplicación
universales y efectivos, tanto en los pueblos de los Estados miembros como entre los de los
territorios colocados bajo su jurisdicción.
El artículo 30, que cierra el texto de la Declaración, es el que le da el carácter que determina su
alcance mundial, cosa que no ha hecho mas que afirmarse y confirmarse a lo largo de los
años: Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho
alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar, actividades o
realizar actos tendentes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados
en esta Declaración. Desde la Declaración, será uno de los objetivos principales de la ONU
desarrollar sus contenidos, dotándose para ello de nuevos instrumentos a lo largo de los años.
Para asegurar la eficacia de estos dos Pactos se crearon varios mecanismos encargados del
control de su cumplimiento y de su aplicación por cada uno de los países firmantes de ellos
Una de las clasificaciones más habitualmente utilizada es la llamada generacional, concebida por
primera vez por el profesor y miembro del Instituto de Derechos Humanos de Estrasburgo,
KarelVasak, en 1979. Este autor consideraba que en la evolución histórica de los Derechos
Humanos pueden distinguirse tres generaciones, asociada cada una de ellas al desarrollo de los
tres grandes valores proclamados en la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad.
Siguiendo este criterio la clasificación seria:
Otros autores consideran que está surgiendo una cuarta generación de Derechos Humanos en la
que deberán incluirse los relacionados con las nuevas tecnologías, que tendrán como elemento
diferenciador con respecto a las tres primeras generaciones, el que contemplan al ser humano
como especie, mientras que los otros se refieren al ser humano como miembro de la sociedad.
También hay autores que apuntan otra posible clasificación, en función de las reivindicaciones
sustentadas en distintos momentos históricos por diferentes grupos sociales, que defienden la
existencia de cinco generaciones de derechos humanos.
En el primer caso estarán los derechos civiles y políticos, reclamados originalmente por la
burguesía.
En el segundo los económicos, sociales y culturales, propios originalmente de los
movimientos antiesclavistas y posteriormente del movimiento obrero.
En el tercero se ubicarán los derechos de los pueblos y de sectores diferentes, impulsados
en el primer supuesto por las luchas de descolonización y en el segundo por los colectivos
feministas.
La cuarta generación hacía referencia a los ambientales, que definen como derechos para
las generaciones futuras.
Por ultimo la quinta generación incluiría los derechos relativos al control del cuerpo y a la
organización genética de uno mismo, enfrentados a la mercantilización de la vida.
DOCUMENTO 03
Artículos de la Declaración
1 - La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales sólo
pueden estar fundadas en la utilidad común.
2 - El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e
imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos son la libertad, la propiedad, la
seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión.
3 - El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que no es más que la reunión
de la Mujer y el Hombre: ningún cuerpo, ningún individuo, puede ejercer autoridad que no emane
de ellos.
4 - La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el
ejercicio de los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua que el
hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y de la razón.
5 - Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben todas las acciones perjudiciales para la
Sociedad: todo lo que no esté prohibido por estas leyes, prudentes y divinas, no puede ser
impedido y nadie puede ser obligado a hacer lo que ellas no ordenan.
6 - La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben
participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma
para todos; todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser
igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades
y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos.
7 - Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en los casos
determinados por la Ley. Las mujeres obedecen como los hombres a esta Ley rigurosa.
8 - La Ley sólo debe establecer penas estrictas y evidentemente necesarias y nadie puede ser
castigado más que en virtud de una Ley establecida y promulgada anteriormente al delito y
legalmente aplicada a las mujeres.
9 - Sobre toda mujer que haya sido declarada culpable caerá todo el rigor de la Ley.
10 - Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; si la mujer tiene el
derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna con tal que
sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la Ley.
11 - La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más
preciosos de la mujer, puesto que esta libertad asegura la legitimidad de los padres con relación a
los hijos. Toda ciudadana puede, pues, decir libremente, soy madre de un hijo que os pertenece,
sin que un prejuicio bárbaro la fuerce a disimular la verdad; con la salvedad de responder por el
abuso de esta libertad en los casos determinados por la Ley.
12 - La garantía de los derechos de la mujer y de la ciudadana implica una utilidad mayor; esta
garantía debe ser instituida para ventaja de todos y no para utilidad particular de aquellas a
quienes es confiada.
13 - Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, las
contribuciones de la mujer y del hombre son las mismas; ella participa en todas las prestaciones
personales, en todas las tareas penosas, por lo tanto, debe participar en la distribución de los
puestos, empleos, cargos, dignidades y otras actividades.
14 - Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o por medio de
sus representantes, la necesidad de la contribución pública. Las Ciudadanas únicamente pueden
aprobarla si se admite un reparto igual, no sólo en la fortuna sino también en la administración
pública, y si determinan la cuota, la base tributaria, la recaudación y la duración del impuesto.
15 - La masa de las mujeres, agrupada con la de los hombres para la contribución, tiene el
derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente público.
16 - Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni la separación de los
poderes determinada, no tiene constitución; la constitución es nula si la mayoría de los individuos
que componen la Nación no ha cooperado en su redacción.
17 - Las propiedades pertenecen a todos los sexos reunidos o separados; son, para cada uno, un
derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser privado de ella como verdadero patrimonio de la
naturaleza a no ser que la necesidad pública, legalmente constatada, lo exija de manera evidente y
bajo la condición de una justa y previa indemnización.
Valor de la Declaración
La "Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana", constituye por sí misma un alegato
brillante y radical en favor de las reivindicaciones femeninas y una proclama auténtica de la
universalización de los derechos humanos.
DOCUMENTO 4
EL CONSEJO DE DERECHOS HUMANOS. UNA VISIÓN CRÍTICA
Resumen
Para ello utilizamos los métodos lógico -sistemático, metodológico -histórico, histórico- jurídico,
utilizando como técnica fundamental la revisión bibliográfica y otras no menos importantes como
la consulta de revistas, periódicos y materiales extraídos vía Internet.
Summary
The growing evolution of the Human rights along the history has imposed new challenges to its
protection, becoming necessary the installation of organs that take charge of its defence, it is the
case of the Council of Human rights created in the year 2005.
It is purpose of our investigation to analyze the challenges and perspectives of the Council of
Human rights in the international protection of the same ones, in the face of the joint and
complexities of the contemporary international politic relationships from the vision of the
International Public Right, after determining if this Council offers an effective and efficient
international protection to the Human rights.
We use the logical - systematic, methodological - historical, historical – juridical methods, using
as fundamental technique the bibliographical revision and other not less important as the
consultation of magazines, newspapers and materials extracted via Internet.
Starting from the analyses and carried out valuations we could arrive to concrete conclusions,
demonstrating the advantages and deficiencies, as well as the challenges and perspectives that the
Council of Human rights tributes in its function, many of which are vestiges from the old
Commission of Human rights to which came to substitute.
INTRODUCCION
Objetivo General: Analizar los retos y perspectivas del Consejo de Derechos Humanos en la
protección internacional de los mismos, ante la coyuntura y complejidades de las relaciones
política internacionales contemporáneas desde la visión del Derecho Internacional Público, en
pos de determinar si dicho Consejo brinda una protección internacional eficaz y efectiva a los
Derechos Humanos.
Objetivos específicos:
Primero: Exponer la evolución histórica de los Derechos Humanos con énfasis en su protección
en el plano del Derecho Internacional.
Hipótesis: El Consejo de los Derechos Humanos ve su función principal limitada por la creciente
politización en el análisis de situaciones internacionales y no escapa en su funcionamiento a
complejidades y manipulaciones por países miembros de la comunidad internacional, que
irrespetan reiteradamente las normas internacionales protectoras de los derechos humanos,
creando una ruptura en los compromisos contraídos en varios documentos internacionales para la
protección de los mismos.
Nos apoyamos para la elaboración de este trabajo en los métodos lógico- sistemático,
metodológico- histórico, histórico- jurídico, utilizando como técnica fundamental la revisión
bibliográfica y otras no menos importantes como la consulta de revistas, periódicos y materiales
extraídos vía Internet.
DESARROLLO
Evolución histórica de la protección de los Derechos Humanos en el plano Internacional.
No podemos comenzar la exposición de nuestro trabajo sin antes establecer un concepto sobre el
binomio Derechos Humanos, lo que sin dudas no es una tarea fácil si tenemos en cuenta que este
es un tema que aún no tiene una conceptualización uniforme en la doctrina constitucional. Se
debate si denominarlos Derechos Humanos o Derechos Fundamentales, sin entrar a realizar
ningún análisis a respecto ya que no es contenido de nuestra investigación.
Especificamos que nos acogemos a la definición de derechos humanos pues no nos afiliamos a
ningún tipo de jerarquización o distinción dentro de estos, como lo supondría el hecho de
denominarlos Derechos Fundamentales. A partir de este criterio pudiéramos entonces entender
por Derechos Humanos como aquellas exigencias y facultades inherentes a la dignidad humana
que constituye un limite al poder público y que garantiza la vida del hombre dentro de la
comunidad de forma digna, que se caracterizan por ser universales, progresivos, inherentes,
intransferibles, etc.
No podemos mirar la institución de los Derechos Humanos de una forma estática, su contenido y
protección internacional ha ido evolucionando a medida que lo ha hecho el hombre promovido
por el desarrollo científico y técnico, hasta llegar a mencionar hoy los denominados derechos
humanos de tercera generación, que se caracterizan por ser de naturaleza solidaria e
interplanetarios, dado que protegen derechos globales, sin los cuales el hombre no pudieran vivir,
como es el medio ambiente y la paz mundial, pero para llegar a este punto el camino a transitar
ha sido largo.
Las primeras referencias sobre ello la encontramos en la Biblia, en la época del Rey Hammurabi
en la Antigua Babilonia, en la antigua Grecia con Platón como opositor acérrimo del esclavismo
y en la Edad Media con San Agustín y Santo Tomás de Aquino, entre otros, quienes han dado fe
de que siempre se ha buscado la dignificación del ser humano.
A partir de este momento los derechos humanos entrarían a una nueva etapa, caracterizada por la
positivación en la mayoría de los textos constitucionales e incluso el reconocimiento de una
nueva generación de derechos como los fueron a principios del siglo XX, los derechos
económicos, sociales y culturales. Sin embargo el acaecimiento de los conflictos mundiales y
específicamente la segunda conflagración mundial, impondría una nueva disyuntiva en la práctica
internacional de los derechos humanos. La humanidad no se podría permitir volver a vivir hechos
parecidos al holocausto alemán, que significó la violación de los derechos más elementales del
ser humano.
El primer documento que marca esta nueva etapa de protección internacional, que se caracteriza
por el respaldo que comenzaba a tener la recién creada ONU, es la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, adoptada el 10 de diciembre de 1948 la cual constituyó un verdadero hito en
derechos humanos, ya que es aceptada por toda la comunidad internacional por medio de la
ONU. Consagró libertades fundamentales que han sido incluidas en los ordenamientos jurídicos
de todos los países del mundo como parte sustancial del ser humano. Entre los derechos citados
por la Declaración se encuentran el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad personal, a la
libertad de movimiento y resistencia, al asilo político, a la nacionalidad, a la propiedad, a la
libertad de pensamiento, de conciencia, de religión, de opinión y de expresión, a asociarse, a
formar una asamblea pacífica y a la participación en el gobierno, a la seguridad social, al trabajo,
al descanso y a un nivel de vida adecuado para la salud y el bienestar, a la educación y a la
participación en la vida social de su comunidad, los cuales solo se ven limitados por el
reconocimiento de los derechos y libertades de los demás, así como por los requisitos de
moralidad, orden público y bienestar general. La Declaración fue concebida como parte primera
de un proyecto de ley internacional sobre los derechos del hombre.
A partir de este instante la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU dirigió sus esfuerzos
hacia la incorporación de los principios más fundamentales de la Declaración en varios acuerdos
internacionales, como fueron la Declaración de los Derechos del Niño (1959), Declaración sobre
eliminación de toda forma de Discriminación racial (1963), Declaración sobre eliminación de
toda forma de Discriminación de la mujer(1967), Declaración sobe los Derechos de los
disminuidos mentales(1971), Declaración sobre la protección de todas las personas contra la
tortura y otra penas o tratamientos crueles, inhumanos degradantes(1975), Convención de los
Derechos políticos de la Mujer(Nueva York 1953), Convención Internacional de trabajo
concerniente a la abolición de trabajo forzado(Ginebra 195), sobresalen en esta etapa con el
carácter de regionales la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y la
Convención Europea de los Derechos del Hombre .
Asimismo con el fin de fortalecer el mecanismo de los derechos humanos en el seno de las
Naciones Unidas se establecen 1993 el puesto de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Derechos Humanos , y en 1998 se adopta el “Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional”, el cual establece la Corte, con sede en la Haya.
Todo lo cual se ha visto refrendado en la Carta de las naciones Unidas cuando plantea: “reafirmar
la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana,
en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas” , además
de buscar como uno sus propósitos lograr “el desarrollo y estímulo del respeto de los derechos
humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza,
sexo, idioma o religión” .
Los organismos internacionales de igual manera enmarcan entre sus funciones más importantes el
tema derechos humanos, dotándolos en dependencia de sus fines específicos de una protección
adecuada, entre ellos encontramos el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia UNICEF, la
cual tiene entre sus funciones proteger y promover los derechos de los niños de todo el mundo; la
Oficina del alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR, la misma
presta especial atención jurídica y asistencia humanitaria a millones de refugiados y desplazados
dentro de sus propios países, así como apoyo para el regreso a sus países o territorios de origen
cuando las condiciones son propicias; la Organización Internacional de Trabajo OIT, encargada
de promover y defender los derechos humanos de los trabajadores, entre los que se encuentran
emigrantes, mujeres y niños; el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD la
cual fomenta el desarrollo económico y social que no menoscabe los derechos humanos
individuales. Asimismo, la promoción del desarrollo social es una forma e prevenir la violación
de los derechos humanos; podemos mencionar también la Organización Mundial de Salud OMS
que se encarga de promover el derecho a la salud para todos; y con características muy
importantes el Fondo de Naciones Unidas para la Mujer UNIFEM y División de las Naciones
Unidas para el Adelanto de la Mujer, con funciones de promover la integración de los derechos
humanos de la mujer a nivel internacional en diversas áreas tales como el empleo, las mujeres
refugiadas y especialmente la lucha contra la violencia hacia la mujer.
Por último, como órgano más inmediato fue creado el Consejo de Derechos Humanos en busca
de nuevas vías para protección de dichos derechos. En el año 2005 en informes presentados ante
la Asamblea para el Seguimiento de la Cumbre de Milenio, celebrada en Nueva York entre el 14
y el 16 de septiembre, el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, propuso a los
Estados miembros una reforma en profundidad de la organización mundial, que incluía la
creación de este nuevo órgano, como necesidad imperante en ese momento, partiendo tanto de los
problemas de la Comisión de Derechos Humanos , órganos antecesor del Consejo y que contaba
hasta ese momento, con la misión de la protección de los derechos humanos, como de la estrecha
vinculación que existe entre la paz y la seguridad de los pueblos marcadas por las reiteradas
violaciones de los derechos humanos, como consecuencia del inoperante funcionamiento de la
Comisión.
El papel que desempeñó en su momento la Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos fue, a pesar de su posterior descrédito, una importante fuente de información para la
labor de las Naciones Unidas, desempeñando una función activa en relación con la labor de
cooperación y conciencia de los pueblos. Su presencia fue notable desde la redacción de la carta
de las Naciones Unidas, donde 40 organizaciones no gubernamentales y varias delegaciones,
especialmente de países pequeños presionaron para lograr la inclusión de los derechos humanos
en dicho documento.
La Comisión de las Naciones Unidas desempeñaba entre sus funciones fundamentales: ordenar
investigaciones por medio de mecanismos extra convencionales, tales como los grupos de trabajo
y los relatores especiales quienes se mantenían en contacto con grupos nacionales y autoridades
gubernamental; realizaban visitas en el terreno cuando los gobiernos lo permitían y hacían
recomendaciones acerca de cómo fortalecer el respeto a los derechos humanos. A pesar de que en
teoría las funciones y el desempeño de la comisión se cumplían, su verdadera labor era casi
inoperante, las violaciones de los derechos humanos eran cada vez más innegables y notorias por
parte de los propios Estados que conformaban dicha Comisión. Su descredito en el momento de
su desaparición era evidente.
En lo que respecta a su estructura, el Consejo está integrado por cuarenta y siete Estados
miembros elegidos en forma directa e individual en votación secreta por la mayoría de los
miembros de la Asamblea.
En lo relativo a la elección y a su tamaño, existe otra diferencia con la Comisión ya que se reduce
su composición a seis puestos, además de que en esta no se limitaba en modo alguno la
reelección de los miembros, por lo que determinados Estados tenían un asiento fijo en la
Comisión, sin embargo, en el Consejo sus miembros desempeñarán sus funciones durante un
período de tres años e impide que opten a la reelección inmediata después de dos períodos
consecutivos.
La composición del Consejo está basada en una distribución geográfica equitativa, en virtud de la
cual corresponden trece puestos a África; otros trece a Asia; seis a Europa Oriental; ocho a los
países de América Latina y el Caribe y siete al grupo de Europa Occidental y otros.
La Resolución dispone expresamente que “la participación en el Consejo estará abierta a todos
los Estados miembros de las Naciones Unidas”, de manera que no se excluye a priori la elección
de ningún Estado, ni siquiera de aquellos que hayan sido objeto de medidas sancionadoras por el
Consejo de Seguridad. Ello, unido a la distribución de los puestos, ha hecho saltar las alarmas
acerca de la autoridad moral de este órgano para promover y proteger los derechos humanos en el
plano universal.
Además regula que es la Asamblea General la facultada para suspender por mayoría de dos
tercios de los miembros presentes y votantes, los derechos inherentes a formar parte del Consejo
de cualquiera de sus miembros que cometa violaciones graves y sistemáticas de los derechos
humanos.
Consideramos que es importante detenernos en este punto, en primer lugar debe decirse que es la
Asamblea el órgano que elige a los miembros del Consejo, el que está legitimado para revocarlos,
no pudiendo hacerlo el resto de los miembros del Consejo, notando que se exige una mayoría
diferente para elegir a los miembros del Consejo que la prevista para suspenderles en su derecho
a ser elegidos. Argumentando, además que se trata de una sanción de tipo político, que no se
deriva necesariamente del resultado del examen del Estado de que se trate, sino que depende de la
apreciación discrecional de la Asamblea, por tanto de acuerdo con lo que recoge la Resolución,
los resultados del mecanismo de examen periódico universal no afectaran automáticamente a la
elección de un Estado como miembro del Consejo.
Cabe preguntarnos entonces, si el Consejo contará con todos los mecanismos y las condiciones
necesarias para dar cumplimiento a sus objetivos fundamentales que son los de proteger los
derechos humanos en todos los pueblos del mundo, un Consejo propuesto por Estados que
muchas veces violan sin compasión y conciencia los Derechos Humanos. Resulta evidente y clara
la respuesta a cada análisis y los hechos demuestran lo que verdaderamente sucede a respecto.
Muchos teóricos se han trazado la interrogante si acaso seria más conveniente crear un órgano
compuesto por una élite se Estados respetuosos con los derechos humanos, que se encarguen de
supervisar y si fuera necesario condenar a los demás Estados que violen dichos derechos. Esto
tampoco a nuestra consideración es una solución al problema, porque entonces ¿quiénes
supervisarían a los “Estados Elites”?, simplemente se escaparían del tal control.
En lo que respecta a las funciones resulta criticado en la doctrina si el Consejo tendrá capacidad
para desempeñar sus labores en los diez días que se le asignan. De hecho, uno de los principales
problemas a los que se enfrentó la Comisión fue la insuficiente duración de su único periodo de
sesiones anual, de tan solo seis semanas, lo cual le impedía abordar los temas con profundidad y
dificultaba notablemente la capacidad de respuesta ante las denuncias de violaciones graves de
los derechos humanos; de ahí la tendencia a extender la duración de sus períodos de sesiones o a
convocar períodos de sesiones extraordinarios. Por tanto, consideramos que hubiera resultado
más factible crear el Consejo como un órgano de carácter permanente, que pudiera en todo
momento realizar análisis y recomendaciones, por la importancia y trascendencia que tienen los
mismos en el mundo de hoy, donde se violan en gran medida los derechos humanos, y más aún
porque son los propios Estados miembros del Consejo los que comenten tales violaciones.
Los profesores BOSSUYT y DECAUX señalan que la prioridad no debería ser ampliar los
períodos de sesiones, sino lograr una mejor preparación y seguimiento de los trabajos. Por ello
entienden imprescindible que el órgano sea permanente, ya que, durante las semanas sin sesiones,
los miembros del Consejo podrían leer los documentos, intercambiar puntos de vista, recoger
informaciones suplementarias, preparar informes, redactar proyectos de resolución, negociar los
textos, etc.
Entre una de sus funciones más importantes tenemos la función normativa, la cual se evidencia
en dos modalidades. En primer lugar el Consejo ha de formular recomendaciones a la Asamblea
General para seguir desarrollando el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, en este
caso el Consejo se encarga de la elaboración de instrumentos internacionales de derechos
humanos, para su posterior adopción por la Asamblea, que como planteamos anteriormente
excluye el trámite del ECOSOC por el que tenían que pasar los informes de la Comisión.
En un segundo lugar el Consejo ha de servir de foro para el diálogo sobre cuestiones temáticas
relativas a todos los derechos humanos. Con vistas a intercambiar puntos de vista, profundizar en
el contenido de derechos específicos o analizar situaciones concretas de violaciones y, en última
instancia, formular recomendaciones a la Asamblea General tendentes al desarrollo ulterior del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Consideramos que en dichos debates es
importante que se le de participación a otros organismos como los especializados, organizaciones
intergubernamentales, instituciones nacionales de derechos humanos, así como a las
organizaciones no gubernamentales, dada el importante papel que las mismas desempeñan en el
ámbito internacional.
Por último y en tercer lugar, el Consejo realiza la función de protección de los derechos humanos,
la misma es considerada una de las más importantes, contando con vías principales de protección
reguladas en la Resolución 60/251, como es el caso del mecanismo de examen periódico
universal, los procedimientos públicos esenciales de la extinta Comisión, las atribuciones que
recibe el Consejo con respecto al ACNUDH y el mandato más genérico de ocuparse de las
situaciones en que se violen los derechos humanos incluidas las violaciones graves y
sistemáticas.
La tarea considerada como más novedosa que se encomienda al nuevo Consejo consiste en la
realización de un examen periódico universal del cumplimiento por cada Estado miembro de sus
obligaciones en materia de derechos humanos.
El Consejo, asume las funciones de la Comisión sobre los procedimientos públicos especiales,
con el mandato de examinarlos, perfeccionarlos y racionalizarlos. También lo hace en lo referente
a las atribuciones de la Comisión en relación con la labor de la oficina de la ACNUDH, con
arreglo a lo decidido por la Asamblea General en su Resolución 48/141, de 20 de diciembre de
1993. Esta resolución convirtió al Alto Comisionado en el funcionario de las Naciones Unidas
que asume la responsabilidad principal respecto de las actividades de la organización en materia
de derechos humanos bajo la dirección y la autoridad del Secretario General, y otorgó a este
órgano, dentro del marco general de la competencia, la autoridad y las decisiones de la Asamblea.
Según lo que establece la Resolución 60/251, el Consejo deberá ocuparse de las situaciones en
que se violen los derechos humanos, incluidas las violaciones graves y sistemáticas, y hacer
recomendaciones al respecto . Además la Asamblea General, por mayoría de dos tercios de los
miembros presentes y votantes, podrá suspender los derechos inherentes a formar parte del
Consejo de todo miembro de este que cometa violaciones graves y sistemáticas de los derechos
humanos.
Si todos los Estados son por definición miembros de la Comunidad Internacional en su conjunto
y como tales, se presupone su derecho a invocar la responsabilidad del Estado responsable, y si
las obligaciones de que se trata son, por definición, obligaciones colectivas que protegen
determinados intereses de la comunidad internacional, entonces el Consejo podría tomar carta en
el asunto, pero en este caso sus decisiones no son vinculantes por tanto no cuenta con la facultad
necesaria, la facultad sancionadora, y en este sentido no puede siquiera excluir de la posibilidad
de ser miembros del Consejo a los Estados que se demuestre que violan de forma grave y
sistemática los derechos humanos.
Es evidente que el Consejo de Derechos Humanos, a pesar del esfuerzo realizado porque el
mismo contara con una estructura más solida y un funcionamiento preciso en pos de controlar las
violaciones reiteradas de los derechos humanos, continúo arrastrando muchas de las
imprecisiones de la vieja Comisión, además de que los mismos Estados violadores de dichos
derechos fueron los que dieron nacimiento y continuación al Consejo.
No obstante a ello, no se puede negar el lugar que ocupa el Consejo dentro del Derecho
Internacional, al ser el órgano con que cuenta las Naciones Unidas encargado de la protección de
los Derechos Humanos, aunque muchas veces es inevitable que estos se violen, entre otros
factores por la carencia de la fuerza vinculante y por qué no, de la inobservancia por parte de los
Estados de las declaraciones que el mismo emite.
No es un misterio para todos que nuestro país se ha visto a lo largo de la historia marcado por las
seguidas acusaciones hechas por Estados Unidos de “violadora de los derechos humanos”, dichas
acusaciones no son consecuencia de la supuesta violación de los derechos humanos, ni de los
juicios y condenas a partidos, ni de las leyes en defensa de nuestra independencia, sino de la
obstinación patológica de los Estados Unidos hacia Cuba, que viene desde los comienzos del
siglo XIX. A pesar de todos los esfuerzos enmarcados en cambiar la imagen en el ejercicio
consecuente de los derechos humanos en Cuba, primero en la Comisión, luego en el Consejo de
Derechos Humanos, no han logrado sus objetivos de desacreditarnos. La motivación ilegitima de
esa maniobra y la magnitud de las presiones y chantajes que debe realizar directamente la
superpotencia para su injusta imposición, no le permiten hacer creíble la desbilateralizacion del
ejercicio.
El delegado cubano negó que sean los países en desarrollo, pobres y marginados los responsables
del descredito de la Comisión de Derechos Humanos: “Hemos sido siempre los eternos acusados
en este foro, convertido en tribunal inquisidor de los ricos” .
Con la creación del Consejo de Derechos Humanos fueron varios los motivos que acreditaron la
aspiración de Cuba de integrar dicho Consejo.
Cuba fue electa para su inserción en el Consejo de Derechos Humanos, con votaciones a favor
para miembro fundador con 135 votos, más de los dos tercios de las 191 naciones de la Asamblea
General. Esto constituye un reconocimiento a la labor de nuestro país en la defensa delos
Derechos Humanos. Además de ser una prueba de prestigio que ha alcanzado el pueblo cubano,
en las condiciones más difíciles, cuando la Unión Europea decidió secundar a Estados Unidos no
solo para no votar a favor de Cuba, sino para presionar a otros países del Tercer Mundo a fin de
impedir que Cuba fuera electa, pero los países a través del voto secreto decidieron apoyar a Cuba
haciendo un acto de justicia, que aunque la Unión Europea negó haber acordado votar por Cuba,
sí lo hizo.
Ante tal decisión nuestro país adoptó una posición favorable pero siempre precisando, que la
sustitución de la Comisión por el Consejo carecerá de todo valor si este próximo órgano no
enfrentaba las causas profundas que motivaron la crisis de credibilidad y confianza de su
predecesor. Sobre todo porque en la vieja Comisión nunca fue posible tratar uno de los temas más
importantes en materia de violación de derechos humanos como es el caso de los prisioneros de
Estados Unidos en la Base Naval de Guantánamo, tampoco a abordado numerosos casos de
tortura en que sean visto involucrados militares estadunidenses y, además, nunca se condenó por
violaciones de los derechos humanos a países desarrollados .
El hecho de ser miembro fundador del Consejo de Derechos Humanos (CDH) de Naciones
Unidas, es prueba de que al final la razón vence a la fuerza y los principios se imponen al poder y
al dinero .
Conclusiones
5. La composición del Consejo sigue estando determinada por la representación geográfica antes
que por el compromiso real con los Derechos Humanos.
7. En concordancia con los que establece la Resolución que crea el Consejo, el mismo solo puede
formular recomendaciones, no tiene carácter vinculante sus decisiones, por tanto no cuenta con la
facultad sancionadora, no puede siquiera excluir de la posibilidad de ser miembros a los Estados
que se demuestre que violan de forma grave y sistemática los derechos humanos.
BIBLIOGRAFÍA
I. Textos:
2. BORON ATILIO A.: Nueva Hegemonía Mundial, Editorial Buenos Aires: CLACSO, 2004.
3. BULTÉ FERNÁNDEZ, Julio: Teoría del Estado y del Derecho, Editorial Félix Varela, La
Habana, 2002.
4. CASTRO RUZ, Fidel: Cuba de los Derechos Humanos, Editorial Ciencias Sociales, 1990.
1. Juventud Rebelde, 15/3/05, Artículo: Comisión de Derechos Humanos, reclama nuestro país
reforma a fondo.
3. Tabloide Especial: Cuba y su defensa de todos los Derechos Humanos para todos, marzo 2004.
13. www.juventudrebelde.cu
DOCUMENTO 5
Herrera Flores, Joaquín. (2010). Premisas de una Teoría Crítica del derecho. Material
Mimeografiado.
El derecho es siempre el producto de un determinado orden de relaciones sociales, el cual, una
vez validado institucionalmente, condiciona y regula el acceso a los bienes desde el punto de
vista de quien detenta el poder. En este sentido, el derecho es siempre un proceso de creación y
reproducción de objetos: normas, reglas y procedimientos que está en estrecha relación con la
división social en clases sociales hegemónicas y subordinadas. En ese sentido, el derecho –
cuando reconoce y garantiza los resultados de las luchas sociales— no puede sostenerse por sí
mismo; necesita del apoyo (y de la crítica) de grupos de interés o de movimientos y
organizaciones sociales que defienden cada uno por su lado diferentes formas de regulación de
las relaciones sociales. Puede haber sociedades sin un derecho formalizado en códigos e
institucionalizado en un Estado (lo cual queda claro por la emergencia de los pueblos indígenas
en la arena internacional). Pero no puede haber derecho sin sociedad. Las relaciones sociales –
sean de sesgo emancipador o conservador— constituyen el motor que impulsa tanto a la creación
como a la transformación del orden jurídico. Por estas razones, se necesita una metodología
relacional que contemple lo jurídico en su contexto social, económico y cultural.
Son estas mismas razones, las que nos impulsan a defender que el Derecho en general y los
Derechos Humanos en particular, no pueden tratarse teóricamente desde el punto de vista
esencialista o formalista. Si el derecho es un proceso de reconocimiento y garantía de
expectativas sociales en función de una determinada configuración del poder, los derechos
humanos no pueden entenderse al margen de los procesos hegemónicos en los que –y para los
que— surgen. En ese sentido, los derechos humanos pueden servir de legitimación del orden
hegemónico (sobretodo, cuando son entendidos desde una perspectiva abstracta), o, por el
contrario, (si es que los contextualizamos y los relacionamos con las prácticas sociales que están
en su base) pueden convertirse en procesos de apertura y consolidación de espacios que permiten
a los oprimidos, subordinados y marginados por las relaciones de poder dominantes abrir
espacios para luchar por su dignidad humana.
Construir una visión crítica, dinámica y contextualizada del derecho, del pensamiento y de la
práctica jurídica contemporánea constituye el principal reto para la humanidad en los inicios del
siglo XXI. Sin embargo, los límites que a lo largo de la historia han impuesto a la “crítica
jurídica” tanto el liberalismo político como el económico, exigen una reformulación general que
la acerquen a la problemática por la que atravesamos hoy en día. La globalización de la
racionalidad de mercado, con todas las secuelas de situaciones de injusticias y desigualdades que
conlleva, nos coloca ante la necesidad de contraponer otro tipo de racionalidad más atenta a los
deseos y necesidades humanas que a los del capital. El derecho, el pensamiento y la práctica
jurídica comprometida con los derechos humanos de todas y todos, pueden convertirse en la
pauta política, ética y social que sirva de guía a la construcción de esa nueva racionalidad,
siempre y cuando los saquemos de la jaula de hierro en la que los tiene encerrados la ideología de
mercado y su correlato jurídico formalista.
Lo que hace universales a los derechos no radica, pues, en la adaptación a una ideología
determinada que los coloque como ideales más allá de los contextos sociales, económicos y
culturales, sino el ser ese marco que permita a todos ir creando las condiciones que hagan
factibles sus particulares concepciones de la dignidad.
Por esa razón, el derecho, el pensamiento y la práctica jurídicos no deben considerarse como
categorías previas ni a la acción política ni a las prácticas económicas. Las plurales y
diferenciadas luchas por la dignidad humana constituyen la razón y la consecuencia de la lucha
por la democracia y por la justicia. No estamos ante privilegios, meras declaraciones de buenas
intenciones o postulados metafísicos de una naturaleza humana aislada de las situaciones vitales.
Por el contrario, el derecho, visto de los presupuestos de la “crítica jurídica” debe constituirse en
la afirmación de la lucha del ser humano por ver cumplimentados sus deseos y necesidades en los
contextos vitales en que está situado. Para tener una visión más clara de esta teoría crítica de los
derechos, situemos el análisis en las siguientes 16 premisas:
1ª.- Reflexionar sobre los Derechos humanos en el mundo contemporáneo, nos obliga a
dedicar un importante esfuerzo a proponer y clarificar lo que entendemos críticamente por
“derecho”: es decir, por el rol que pueden jugar las garantías jurídicas a la hora de regular las
acciones y las conquistas de los individuos, movimientos y grupos sociales en sus respectivos
procesos de lucha en aras de la obtención del mayor grado de dignidad. El derecho, a partir de la
modernidad, puede considerarse como uno de los mecanismos más importantes a la hora de la
“racionalización” de las prácticas sociales. Dicha racionalización nunca es neutral en tanto que –
dada su estrecha relación con la política y con los intereses hegemónicos— “otorga un
determinado sentido y una determinada dirección” a la acción social. De ahí, que debamos hablar
del derecho como una técnica que debe servir para algo que está fuera de sí misma. El derecho,
como cuerpo normativo, no debe entenderse como un fin en sí mismo absolutamente separado de
dichas prácticas. Y, mucho menos, como un sistema que se reproduce formalmente sin necesidad
de impulsos externos. El derecho es, pues, una técnica de regulación y de garantía que está
siempre condicionada por el ambiente y el contexto del que surge y para el que surge.
2ª.- Para nosotros, los derechos humanos constituyen el resultado, siempre provisional, de
la puesta en práctica de procesos de lucha por la dignidad humana. En ese sentido, es una tarea
importantísima encontrar formas plurales de garantizar dichos resultados, si es que queremos
consolidarlos –y en su caso, institucionalizarlos—, bloqueando con ello la posibilidad de una
vuelta atrás de las luchas. De ahí que estos sistemas de garantías deban ser de muy diverso tipo:
políticos, económicos, culturales, sociales y, lo que nos debe preocupar en estos momentos,
jurídicos. De este modo, reforzamos lo expresado en la primera premisa en tanto que las normas
jurídicas no son el fin a conseguir por parte de las prácticas sociales, sino una de las técnicas que
podemos usar tanto para construir fines como para garantizar la efectividad de los mismos
(siempre en contacto con las prácticas sociales que están en su base)
3ª.- Una nueva cultura de derechos humanos requiere, pues, detenernos en cómo
garantizar los resultados, siempre provisionales, de tales luchas. Si no reflexionamos sobre esta
cuestión, corremos, por lo menos, tres tipos de riesgos.
3.1) El primer riesgo que corremos es el de la difuminación y/o pérdida de sentido de los
resultados de las luchas, con el consecuente peligro de retrocesos sociales provocados por el
desencanto o el cansancio a la hora de llegar a ver implementadas y garantizadas las
reivindicaciones sociales en cuanto al acceso a los bienes materiales e inmateriales.
3.2) El segundo riesgo que corremos es el de separar de un modo total las luchas sociales
(llevadas a cabo utilizando medios políticos), y las normas jurídicas (las cuales, como todos
sabemos, son positivizadas siguiendo procedimientos jurídicos legitimados, asimismo,
políticamente). Con ello, terminamos justificando el formalismo en el campo del derecho;
entendiendo por formalismo la puesta entre paréntesis de las “formas” del derecho con respecto a
los contextos de los que –y para los que— necesariamente surgen. El imperio del formalismo nos
puede inducir a abandonar el derecho a los juristas, entendidos estos como especialistas dotados
institucionalmente de la capacidad de decir y de aplicar las normas sin tener que contar con las
acciones sociales que están en el origen de las mismas. Este formalismo jurídico –producto de la
separación establecida entre lo normativo y las luchas—, no es unívoco. Puede adoptar diferentes
modalidades. Citemos dos: a) el carácter jerárquico y “puro” de la pirámide kelseniana; b) el
carácter de “textura abierta” de las normas dejadas al siempre incierto e ideológico proceso de
“decisión” judicial (tal y como defiende Hart). Nosotros debemos huir de dichas formas de
“formalismo” pues, al final, dejamos en manos de especialistas lo que nos corresponde a todos
como productores de garantías de nuestras luchas. Ahora bien, ello no quiere decir en absoluto
denigrar o abandonar la lucha jurídica, sino como venimos defendiendo, hay que considerarla
como lo que es: una técnica, un instrumento de garantía que, entre otros, pretenden asegurar la
efectividad de los resultados provisionales de las luchas por la dignidad.
4ª.- Una nueva cultura de “derechos”, pues, nos exige reflexionar, entre otras cuestiones,
sobre lo jurídico; es decir, sobre el marco en el que se sitúan las normas positivas y,
especialmente, sobre el papel que podemos cumplir los juristas (o las personas comprometidas
con el derecho) a la hora de afrontar el sufrimiento humano (cuya reproducción se debe, sobre
todo, a la “cosificación” del sistema de posiciones que ocupamos en el acceso a los bienes
exigibles para satisfacer las necesidades humanas materiales e inmateriales)
5ª.- Tanto los autores formalistas como los positivistas abstractos que hemos citado con
anterioridad, lo que pretenden, con toda su buena voluntad, es otorgar el máximo grado de
certidumbre a las decisiones judiciales. Constituyen un magnífico ejemplo de buenas intenciones
a la hora de presentarnos el “estado de derecho” como algo dado de una vez por todas. Pero, tales
“buenas intenciones” les induce a postular la “creencia” de que existen mecanismos (formales o
abstractos) internos a los ordenamientos jurídicos –y completamente autonomizados de las
prácticas sociales que están en su base— que permiten satisfacer las demandas de certeza y
seguridad interpretativas que exigen los conflictos entre derechos (o, como afirma Hart, las
“zonas de penumbra” de las normas jurídicas).
8ª.- A pesar de la invisibilidad material que supone toda posición formalista o idealista, en
dichos “contextos materiales” ocupamos posiciones diversas y/o desiguales con respecto al
acceso a los bienes, a partir de los cuales satisfacemos nuestras necesidades (lo cual es obviado –
o considerado como algo natural—por los juristas conservadores, proponiendo con ello una
aceptación ciega de tales sistemas de valores y tales sistemas de posiciones). Asimismo, los
conjuntos de valores que legitiman este o aquel conjunto normativo no surgen de la nada, sino
que son la expresión de la dialéctica entre conjuntos de intereses concretos que intentan
generalizarse como principios rectores de la acción social. De este modo, los valores que
legitiman un proceso de división del trabajo basado en los privilegios de unos y en la
subordinación de otros, darán lugar a normas jurídicas y a subjetividades políticas que lo
legitimen. Por el contrario, los valores que se opongan a tal proceso de división del hacer humano
desigual en aras de una mayor igualdad en el acceso a los bienes, darán lugar a normas jurídicas y
subjetividades antagonistas y rebeldes. La cuestión no reside, pues, en si el derecho sirve o no
sirve para la transformación social. La cuestión reside en si como actores y actrices sociales
generamos disposiciones alternativas a los valores y a las posiciones hegemónicas que hacen de
la mayoría de las normas jurídicas algo funcional a los intereses de los privilegiados.
9ª.- Es relativamente fácil determinar si una acción social es funcional a dichos sistemas
de valores y tales procesos dominantes de división del trabajo humano. El criterio más útil
consiste en hacerle preguntas a las teorías formalistas e idealistas en el sentido de si visibilizan u
ocultan la gramática hegemónica en la que se sustenta el ordenamiento jurídico: 1ª) ¿se visibiliza
el marco de referencia –es decir, los contextos materiales—para el cual (y desde el cual) las
normas surgen? 2ª) ¿O, más bien, se oculta el contexto del que surge el ordenamiento jurídico y
se lo propone como algo neutro y dado de una vez por todas? Usando un ejemplo conocido por
todas y todos, la 3ª cuestión sería ¿se parte de la aceptación de la división jerárquica y desigual
entre las garantías de acceso individual a los bienes inmateriales (expresión, religión…), y las
garantías de acceso colectivo a los bienes económicos, sociales o culturales, en beneficio de las
primeras? Una praxis jurídica “funcional” al orden hegemónico, siempre ocultará sus marcos de
referencia y apostará por la absolutaza separación entre las garantías jurídicas individuales y las
garantías jurídicas sociales, económicas y culturales. De un modo u otro intentarán refugiarse en
procedimientos lógicos o analíticos, siempre reacios a “impurezas” que contaminen el trabajo
“gramatical” del intérprete.
10ª.- Ahora bien, es mucho más complicado concretar, desde el derecho “reconocido” en
un ordenamiento jurídico, una acción antagonista y rebelde. Y ello por dos razones: 1ª) Porque
dicha acción antagonista no se queda en la mera formulación de una “gramática” interpretativa
interna, sino que tiende a incidir en los contextos materiales externos; y 2ª) Porque no puede
quedarse en el mero análisis lógico/jurídico de la situación e introduce una vez y otra las
“impurezas” rechazadas por las visiones funcionales al orden hegemónico. Una acción
antagonista que trabaje para que sus contenidos o sus fines sean reconocidos jurídicamente se
puede encontrar con tres obstáculos:
10.1) En primer lugar, el obstáculo de la traducción. Hay que saber (y poder) presentar
las reivindicaciones siguiendo las formas jurídicas aceptadas por los funcionarios
(administrativos o judiciales). Es decir, hay que saber/poder “traducir” las luchas a derechos, con
el consiguiente peligro de invisibilizar que algo que ha comenzado siendo producto de una praxis
política colectiva, se convierta en una norma que considera lo social como una suma de
individuos.
10.2) En segundo lugar, el obstáculo procedimental. Una vez conseguida tal traducción,
los funcionarios (administrativos o judiciales) intentarán “acoplar” las reivindicaciones
normativas –antes formuladas “políticamente”— al conjunto de derechos reconocidos
globalmente en el ordenamiento jurídico de que se trate y a los procedimientos reconocidos por
éste como los únicos legítimos para tal fin (de este modo, una norma que contradiga a otra ya
establecida y que pretenda el mismo rango o validez no podrá nunca entrar en vigor –sean cuales
sean los fines perseguidos por la misma— dados los mecanismos de pura técnica jurídica).
11ª.- ¿La cuestión reside entonces en abandonar la lucha por el reconocimiento jurídico?
En absoluto. Luchar por los derechos humanos, implica en sí mismo la lucha por las garantías de
su cumplimiento. Garantías que, como decimos, son plurales y variadas: políticas, económicas,
sociales, culturales y, por supuesto, jurídicas. Ahora bien, como juristas, si lo que pretendemos es
“conocer” en qué lugar material nos encontramos a la hora de luchar por los derechos humanos,
no tenemos más remedio que reconocer, primero, que toda norma jurídica positiva (y, del mismo
modo, toda “declaración” de derechos) surgen en un marco ya dado; y, segundo, que dicho
marco tiende a imponer socialmente un conjunto de mecanismos (axiológicos y de división del
trabajo) a partir de los cuales se concreta –y se legitima— la forma hegemónica a partir de la cual
los individuos y grupos sociales de una formación social dada acceden a los bienes que satisfacen
sus necesidades humanas. Es lo que llamamos el “contexto material hegemónico”.
12ª.- Por estas razones, cuando hablamos de “derechos” (o, más concretamente, de
normas jurídicas), lo hacemos de formas de acceso a los bienes que están condicionadas por los
contextos materiales (sistemas de valores y sistemas de posiciones con respecto a los bienes) de
los que –y para los que— surgen. Y, asimismo, si queremos “traducir” nuestra reivindicación de
derechos humanos al lenguaje del derecho, nunca debemos olvidar el hecho según el cual las
normas jurídicas no son neutrales, ni están divorciadas, de un marco de referencia material
concreto.
De este modo, la labor de “traducción” jurídica de los resultados de los procesos de lucha debe
estar atenta a tres cuestiones (relacionadas con los tres obstáculos arriba mencionados): a) cómo
se integran/traducen tales resultados en el ordenamiento jurídico; b) si se acomodan o no a los
principios y formas procedimentales hegemónicas, o fuerzan los procedimientos a favor de las
luchas sociales; y c) si, a la hora de su aplicación, el tratamiento individualizado que otorga el
derecho no difumina el carácter colectivo de la reivindicación. Es decir, el jurista debe admitir
que no es un lingüista ni un psicólogo, sino un “trabajador” que, en el sentido marxista del
término, a la vez que transforma los medios e instrumentos que usa, tiende a transformar el marco
de referencia para el cual tales medios e instrumentos (en nuestro caso, las normas y las
decisiones judiciales y administrativas) han sido creados.
14ª.- Por tanto, cuando reflexionamos sobre las garantías jurídicas de los resultados de las
luchas por la dignidad percibimos que no existe ni indeterminación global, ni determinación
esencial. Tanto una opción como la otra acaban esencializando algo: la “indeterminación”,
esencializa la función del poder judicial a la hora de admitir demandas y de construir
jurisprudencia; la “determinación”, el derecho positivo, como si éste fuera algo al cual hay que
llegar a través de un proceso cognitivo absolutamente determinado internamente por los
procedimientos internos del ordenamiento jurídico.
DOCUMENTO 07
DERECHOS HUMANOS Y GLOBALIZACIÓN EN AMERICA LATINA
http://heliogallardo-americalatina.info/index.php?option=com_content&task=view&id=43&Itemid=9
Los derechos humanos, de todos modos débiles o aleatorios en América Latina, corren el riesgo de ser
aún más frágiles con la globalización económica. Según Helio Gallardo*, la causa de que estos derechos
incidan muy poco en la vida real y tengan grandes dificultades para resistir las presiones del gran capital,
es que las sociedades latinoamericanas carecen de “una cultura, una sensibilidad generalizada hacia
derechos humanos y ello porque nuestra historia económico-social no es la historia europea”. Estima
necesaria para generar tal cultura una lucha social constante en la que “los sectores populares produzcan
su autonomía de identidad y cancelen las dominaciones y exclusiones que padecen”. Gallardo está
convencido de que esta lucha tendría un efecto humanizador que llevaría a Estados de derecho más
sólidos y, por lo tanto, a una mayor garantía de derechos humanos.
__________________________
¿Cómo juzga la situación del Estado de derecho en los países latinoamericanos en comparación con la
situación en Europa?
Gallardo: En los países europeos, el Estado de derecho tampoco es perfecto. Pero en general, allí hay más
reconocimiento de derechos humanos1 para la ciudadanía y se los puede reclamar de modo más efectivo
en los tribunales. Por supuesto, pueden existir grupos, especialmente inmigrantes, altamente
discriminados, La diferencia con Europa tiene que ver con nuestra historia. Mientras que las revoluciones
burguesas en Europa barrieron las clases sociales tradicionales, nuestras luchas por la independencia no
cambiaron prácticamente nada la estructura oligárquica y la cultura social discriminatoria.
¿Cómo se puede alcanzar un mayor respeto a los derechos humanos en América Latina?
Gallardo: Derechos humanos no se cumplen si en una sociedad no existe una cultura correspondiente. Los
europeos consiguieron esto hasta cierto punto a través de la economía dineraria y las revoluciones
burguesas. En nuestros países, en cambio, tal cultura o sensibilidad no existe. Por lo tanto, se requiere una
lucha social para darles legitimidad cultural a derechos humanos.
¿Una revolución?
Gallardo: El objetivo de largo alcance de esta lucha sería revolucionario. No sólo implicaría
transformaciones en el marco jurídico y la vida real, incluidos cuestionamientos sobre la propiedad y la
apropiación, sino también en el género humano. Estratégicamente, la lucha por una cultura de derechos
humanos sería sobre todo un proceso de humanización
¿Cómo puede la lucha del pueblo social, es decir, de sectores fragmentados, llevar a una cultura
generalizada de derechos humanos?
Gallardo: La gente ya no debe verse como individuos o perteneciente solo a un sector en especial, sino
como parte de un emprendimiento colectivo. Además, sus reivindicaciones sociales deben ser reconocidas
por otros como legítimas, aunque no compartan los mismos intereses. La burguesía europea consiguió
exactamente esto en su lucha por los derechos fundamentales y político-ciudadanos. Las luchas
tercermundistas, las luchas de los afroamericanos o de las mujeres, en cambio, nunca alcanzaron la misma
legitimidad cultural, ya que se restringieron demasiado a un sector específico y no tenían su fundamento
en la existencia civil y humana del otro. Además, obviamente, nadan culturalmente contracorriente y esto
torna más difícil la lucha política.
¿Qué incidencia tiene la lucha por una cultura de derechos humanos en el Estado?
Gallardo: Una cultura popular de derechos humanos contribuye a la democratización de la existencia y
también a reforzar los imaginarios de solidaridad o acompañamiento.. Los regímenes democráticos se
componen de instituciones democráticas, es decir, instituciones que apoderan el principio de agencia
humana, que potencian la autonomía del sujeto humano. Podríamos empezar a construir Estados
democráticos y republicanos. Pero nadie tiene o consigue este tipo de instituciones si no lucha. Es la lucha
popular la que genera mejores instituciones democráticas y compromisos republicanos.
Según la Constitución, Colombia es una de las democracias más perfectas de América Latina. Sin
embargo, la realidad es diferente.
Gallardo: Estoy convencido de que gran parte de la explicación de este fenómeno radica en el hecho de
que la Constitución no derivó de la lucha social efectiva, en la que la gente produjera su identidad y
autoestima. Probablemente se trata de una Constitución producida por “especialistas” y “expertos”.
¿Cuáles son los obstáculos más grandes que impiden la lucha social en derechos humanos?
Gallardo: En América Latina se entiende derechos humanos con una perspectiva de casos jurídicos
individuales y no como fenómenos sociales. Eso se debe a que nuestros circuitos judiciales y los grupos
dominantes se han criado en la sensibilidad católica y a que la Iglesia católica está profundamente
arraigada en la ideología del derecho natural clásico. A esta concepción se añade o sobrepone el
imaginario moderno que hace de derechos humanos algo individual e innato, o sea la concepción
iusnaturalista. Estos imaginarios se combinan de manera truculenta entre nosotros porque, estrictamente,
para la jerarquía eclesial ningún ser humano tiene derechos, o sea, fueros, ante la voluntad de Dios. Pero
esta perspectiva clerical choca con la sensibilidad moderna y popular. Entonces se pliega a regañadientes
a la concepción moderna inicial. Esta perspectiva individualista, iusnaturalista, es una concepción muy
cerrada e ideológica en tanto traslada la mirada jurídica propia de la producción de mercancías a las
identificaciones (propietaristas) de los individuos y no permite o facilita a los sectores populares producir
una cultura política hacia derechos humanos. El problema es que la población está atrapada
subjetivamente por las concepciones y prácticas dominantes. En parte esto se debe a que los sectores que
se han querido de izquierda han despreciado o relegado la lucha política por derechos humanos o los han
asumido únicamente mediante criterios reivindicativos. Tenemos poca tradición de pensamiento crítico en
este punto.
¿Qué concepción convendría a los sectores populares?
Gallardo: Derechos humanos no tienen ningún fundamento metafísico, no caen del cielo. Resultan más
bien de un proceso sociohistórico y su fundamento es la matriz social moderna según la cual el ser
humano es su autoproducción. Se tiene que asumir esta visión abierta y universal para crear una sociedad
en la que derechos humanos se cumplan.
¿Cómo juzga la posibilidad de que en América Latina se construye este tipo de sociedades?
Gallardo: Soy escéptico pero animoso.. Las perspectivas para América Latina no son muy alentadoras,
sobre todo, debido a los procesos de globalización.
¿Por qué?
* Helio Gallardo nació en Chile y emigró a Costa Rica después del golpe militar contra Salvador Allende
en 1973. Es catedrático de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, poeta, ensayista y autor
de varios libros sobre temas político-filosóficos. Hace poco, la casa editorial colombiana “Desde Abajo”,
que publicó sus libros Democratización y Democracia en América Latina y Derechos Humanos como
Movimiento Social, lo invitó a dirigir el seminario “Lucha Social, Democracia y Derechos Humanos”.
“Los seres humanos han llegado a la capacidad de destruir la vida –toda vida- es decir,
la fuente de toda ética.” (Houtart, F. 2006: 50) por esta razón en lo que corresponde, se
debe imperiosamente interpretar el momento histórico en el cual se encuentra el mundo
y muy especialmente la sociedad venezolana, inmersa en un proceso de agudización
de las contradicciones económicas, sociales y políticas cuya meta irreversible es el
forjamiento de una sociedad donde sea posible la reivindicación de lo humano,
siguiendo la ruta que marcó el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías al analizar los
problemas globales que aquejan a la humanidad, donde los mercaderes del odio nada
comprenden y afilan sus dientes en el mercado del venenoen contra de las mayorías
desposeídas, con acciones que vulneran su dignidad, por lo que se debe hacer causa
común en el rechazo de toda forma de imperialismo y colonialismo, situación que
amerita impulsar el crecimiento espiritual y material del pueblo en sus luchas de
liberación, aspecto que no puede ser ajeno a la educación venezolana.
Tal situación determina educar a partir de nuestra realidad histórica y los movimientos
que se generan al interior de la revolución bolivariana en una nueva visión de la
democracia desde su acepción originaria de gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo, y visualizar una compresión de los derechos humanos que sea garante de una
verdadera libertad de los sujetos sociales en los procesos sustantivos de sus vidas,
desmonte la falacia de libertad que vende el liberalismo y la manipulación de los medios
de comunicación que secuestran la información para privilegiar sus intereses de clase,
pontificando el egoísmo sustento de la propiedad privada y la democracia burguesa que
bajo la figura del contrato y su igualdad formal, legitima la explotación del hombre por el
hombre, soporte espiritual de la dominación y su enajenación.
En este contexto se hace necesario abordar un concepto que permita identificar a los
derechos humanos en el proceso de cambio y construcción de un nuevo paradigma que
oriente a profundizar la concreción de la democracia participativa y protagónica y
permita al ciudadano ser actor y protagonista en las necesarias transformaciones que
amerita la sociedad venezolana mediante la defensa de la diversidad social y cultural,
para entenderlos “como procesos de lucha, protagonizados por sectores específicos en
demanda de sus derechos (visión dinámica) en contraposición a su concepción como
normas jurídicas derivadas de acuerdos de élites políticas que permiten el
mantenimiento del sistema (visión estática)” (Guillén, M. 2009:9)
Esta tarea no es fácil, a veces el esfuerzo se diluye frente a los factores exógenos que
condicionan el comportamiento social, producto de largos años de conformación de una
estructura de poder y dominación que implementó los mecanismos necesarios para
perpetuarse en el tiempo, quizás por eso en nuestro país se hable de clase media y
empresarios socialistas, que lleva a diferenciar entre reforma y revolución, en el
entendido que “el reformismo se basa en la idea de que sólo es normal el cambio social
que puede ser normalizado”(De Souza, B. 2004:51) y nuestra revolución debe ir más
allá de simples cambios y profundizar con todas sus consecuencias la instauración de
una sociedad socialista y libre que tenga dentro de sus meta materializar una noción de
dignidad humana más allá del grosero asistencialismo.
En este orden de ideas surge la necesidad a desaprender el concepto de desarrollo en
el cual hemos sido formados y asumir un compromiso militante para integrar la
práctica a la teoría y la teoría a la práctica, como parte de un proceso dialéctico y
aprender en colectivo es decir, romper con la idea y los valores individualistas de la
construcción y apropiación del conocimiento para apropiarse del aprendizaje de una
manera dialógica y participativa que propicie asumir las distintas realidades de los
sectores populares, analizarlos desde una visión integral en pos de una ruptura con el
acondicionamiento en el cual han sumergido a nuestras conciencias en diferentes
planos y oponer desde los saberes ancestrales una alternativa de construir una
convivencia humana en lo mejor del término para la reivindicación del buen vivir, que
vincula al hombre con la naturaleza y el respeto a la diversidad frente a la banalización
de su contenido, como suele hacer el imperio frente a las propuestas de cambio que
surgen en nuestro continente.
Para tales fines es prioritario confrontar la visión hipócrita como los países hegemónicos
se apropian no sólo de los modelos de desarrollo que deben impulsar los pueblos en
atención a sus propias realidades, sino también del discurso de los derechos humanos
en cuyo nombre someten a todo país o grupo que no se subordine a sus intereses ni se
plieguen como súbditos al poder imperial, vale decir que “la obra maestra del cinismo
criminal del capitalismo de hoy es lo que tiene que ver con las guerras e invasiones que
los países dominantes desencadenan a cada paso para imponer su dominio sobre
áreas del mundo de valor estratégico, para saquear países o despojarlos de sus
materias primas…” (Acosta, V. 2011:23). Sin embargo pontifican sobre la protección a
la vida mientras la ofenden y destruyen con sus actos delictuales de “lesa humanidad”
que son callados con la complicidad de los países plegados a la omnipotencia del
imperialismo norteamericano.
Visión además que tiene génesis en la positivización del derecho idealista que se
constituye en el fundamento de la igualdad ante la ley pero que en su dinámica
cotidiana no permite un verdadero acceso a la justicia en ninguna de sus formas a los
grupos vulnerables, pues se constituye para justificar el orden opresor existente, al
establecer prioridad a los derechos individuales sobre los colectivos, ocultando que e l
derecho no es neutro, que su contenido formal y material está influenciado por el
contexto económico y las ideas hegemónicas de quienes se reservan para sí el control
social a través del orden normativo que ellos diseñan para tal fin.
El derecho a la vida vemos, es sólo un enunciado y la libertad de pensamiento se
constituye en una entelequia pues para los grupos vulnerables que han permanecido al
margen del sistema educativo formal difícilmente podrán acceder a los medios masivos
de comunicación, y la solidaridad un enunciado vacío y sin sentido cuando se
discriminan a los grupos vulnerables: mujeres, privados de libertad, extranjeros,
refugiados, niños, y otros; pero los países hegemónicos siguen marcando la pauta de
los derechos humanos…qué hipocresía.
De allí que otros actores desde el poder popular, deben participar en su concreción y
elaboración para, desde el conflicto social, impulsar propuestas que lo confronten con
el reconocimiento de la diversidad más allá de lo que a tal fin puedan señalar los textos
legales elaborados desde el positivismo jurídico. Esto permitiría una nueva cultura
socio-jurídica para las transformaciones del orden opresor que tiene sustento en valores
impuestos que afianzan y normalizan las desigualdades sociales desde las lógicas
individualistas y represivas del derecho institucionalizado.
Vista la situación desde esta óptica, los derechos humanos se presentan como
mecanismos que utiliza el poder constituido para mantener la colonialidad ya que
previamente establece los límites para la actuación de los sujetos sociales en sus
reclamos por un mundo más justo. En otras palabras, anticipadamente se dicta el
formato y la solución para que el sistema, en este caso el liberal burgués, no se fracture
en su rol dominador.
Es así como una educación y comprensión de los derechos humanos que vaya más allá
de los estereotipos impuestos tiene necesariamente que centrarse en la comprensión
de otros actores sociales que actúan como violadores de estos, dado que “el paradigma
de los derechos humanos es bastante “androcéntrico”, trabaja sobre el Estado y sobre
las instituciones y por eso no sabe dirigirse a otros actores que son grandes violadores
de los derechos humanos, pero que no son el estado.” (De Souza, B. 2004:2) Por tanto
se hace necesario la globalización contrahegemónica de estos derechos bajo una
nueva reconceptualización para que se integren como una de las vías de solución de
los problemas existentes, desde una visión del sur, sin dejar de incorporar la armonía
con la madre tierra que impulsan los pueblos oriTginarios tan vital en estos tiempos
cuando el capitalismo en nombre del progreso y desarrollo tiende al exterminio del
planeta en su afán de riqueza y poder.
Esto hace ineludible una efectiva organización de los sectores populares para afianzar
los derechos que en el orden interno se han logrado para su dignificación. La
democracia participativa y protagónica que determina nuestra constitución debe
materializarlos en todos los procesos de la vida venezolana para arraigar el respeto y la
tolerancia que a cada uno corresponde, pero igualmente ser un impulso permanente
para superar las vigentes desigualdades sociales presentes en el contexto venezolano,
y asumir la concreción de los derechos humanos más allá del texto legal donde muchas
veces se subsume el reclamo de los ofendidos sin lograr la respuesta oportuna y
restitutoria. En nuestro contexto pueden ser un instrumento que impulse el proceso
bolivariano en la medida que se identifiquen y corrijan las relaciones de poder en
sectores que revestidos tal vez, de buenas intenciones, actúan dentro de los
parámetros de la institucionalidad burguesa reproduciendo muchas veces su aparato de
dominación.
Sin embargo, la propuesta de educar en un conjunto de preceptos que surjan de la
participación ciudadana que tome en cuenta su realidad social y geográfica, entre otras,
es una referencia subversiva frente a la hegemonía que impone el orden burgués a
través de sus instituciones entre ellas las universidades tradicionales y privadas con su
currículo oculto, que con facilidad se filtra en los programas de estudios de aquellas que
pretenden formar estudiantes con sentido crítico y transformador como es el caso de la
Universidad Bolivariana de Venezuela, la UNEFA o las territoriales politécnicas en lo
que corresponde a la educación universitaria, por poner un ejemplo significativo.
Para educar en derechos humanos debe materializarse el acatamiento a la diversidad
cultural, de la cual se infieren diversos sistemas económicos, sociales y jurídicos que
deben considerarse en una visión distinta de los derechos humanos que confronte su
enfoque eurocéntrico y configure una manera de apreciarlos contrario al paradigma
liberal, que pretende establecer un conocimiento universal único, sin tomar en cuenta la
pluriculturalidad presente en las sociedades humanas que en nuestro continente se
revela en los pueblos originarios que luchan por visibilizarse en el contexto de naciones
latinoamericanas.
Esto requiere un trabajo de desaprender para aprender desde una lógica integracionista
para forjar nuevos ordenamientos que desde nuestras realidades constituyan un
derecho liberador, comprometido desde sus normas con las luchas de los pueblos
oprimidos, “legislación de alta calidad jurídica, coherente y armónica, con la necesaria
flexibilidad, a fin de permitir una adaptación fácil a nuevas situaciones, que sirva al
pueblo de manera efectiva. Para eso no existe sino un camino válido: que cada
legislador renueve su derecho interpretando jurídicamente el proyecto histórico social
de su pueblo” (Novoa, M. 1983: 60).
En el sistema capitalista se dificulta una clara visión de la justicia por cuanto en una
sociedad que reproduce relaciones injustas es muy difícil la concreción de un derecho
humano que no sólo tutele la vida desde lo formal sino que se concrete en lo real, cosa
lejana cuando en nombre de la paz se invaden pueblos y se destruyen legados
culturales de la humanidad como la Biblioteca de Alejandría o la invasión a Libia, Irak o
Afganistán. El fin de la vida en la destrucción de la naturaleza, la amenaza a la
autodeterminación de los pueblos y tantas situaciones que deben impulsar un
movimiento mundial por unos derechos de la humanidad que permitan la reconstrucción
de la vida. “¿Con qué moral pueden hablar de derechos humanos los gobernantes de
una nación donde conviven el millonario y el pordiosero, el indio es exterminado, el
negro es discriminado, la mujer es prostituida y grandes masas de chicanos,
puertorriqueños y latinoamericanos son despreciados, explotados y
humillados?”(Castro, F.1989: 7)
La progresividad de los derechos humanos plasmada en la constitución bolivariana es
esencia del modelo socialista y bolivariano que se construye, en ese sentido, su visión
crítica y la comprensión de otros actores sociales como violadores de éstos, debe servir
de alerta para entender que la contrarrevolución no descansa en su afán de poner fin al
sueño de los oprimidos, de lograr su plena dignidad, pero también tener claro
que“ocuparse hoy de la reconceptualización de los derechos humanos en
Latinoamérica y el Caribe, significa comprometernos con un programa de lucha que
incorpore como sujetos de derecho a los excluidos de siempre” (Guillén, M. 2009:10)
para actuar en una sociedad donde la justicia se erige como uno de los pilares de la
nueva realidad social que se construye.
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