Resumen Fenomenologia Del Espiritu
Resumen Fenomenologia Del Espiritu
Resumen Fenomenologia Del Espiritu
El desarrollo
dialéctico del espíritu humano
Ideas fundamentales
La Fenomenología del espíritu de Hegel es una de las obras filosóficas
más importantes e influyentes del idealismo alemán.
Trata de las diferentes manifestaciones del espíritu humano: percepción,
entendimiento, conciencia, autoconciencia, razón y saber, entre otras.
Al principio, está la certeza sensible, que permanece atrapada en la
materialidad burda del mundo de los sentidos.
La percepción funciona en el continuo conflicto entre lo general y lo
particular.
La autoconciencia se duplica en un señor y un siervo que luchan entre sí,
pero que también dependen el uno del otro.
Después de la razón, el espíritu y la religión, el proceso llega a su apogeo
en el “saber absoluto”, es decir la filosofía.
Todas estas manifestaciones del espíritu no solo existen en el individuo,
sino también en la humanidad en su conjunto.
El método de Hegel es la dialéctica, los tres pasos de la tesis, la antítesis y
la síntesis.
Pero es más que un método de pensamiento: la realidad misma pertenece
a la dialéctica.
La obra de Hegel trajo tras de sí una larga lista de interpretaciones y
escuelas.
Una repercusión especial es la parte del sistema de Hegel desarrollada en
la interpretación de Karl Marx, quien, para su propia filosofía, “le da la
vuelta” a Hegel para “ponerlo de pie”.
Filósofos del siglo XX recibieron una fuerte influencia de la
Fenomenología. Sin embargo, hoy algunos consideran la dialéctica de
Hegel y la idea del espíritu mundial como un error.
Resumen
La certeza sensible
Si queremos analizar cómo la conciencia humana obtiene saber y conocimiento,
debemos empezar con el saber inmediato. Este es un saber puramente sensible.
Lo que asimilamos con los sentidos nos parece ilimitado: entramos en el bosque
y vemos, escuchamos, olemos y saboreamos una diversidad incontenible. Por
eso, este saber nos proporciona el conocimiento más rico, ya que, sin importar
cuánto nos esforcemos, no encontramos un principio ni un final en la
abundancia que se nos ofrece cuando confiamos en nuestros sentidos. El saber
intermedio es verdadero porque, para entenderlo, no necesitamos un saber
previo. Simplemente está ahí, sin restricciones y sin comprensión previa. El
conocimiento de que algo es, es el comienzo del conocimiento.
“El saber, que es ante todo o de modo inmediato nuestro objeto, no puede ser
otro que aquello que es él mismo saber inmediato, el saber de lo inmediato o de
lo que es””.
La percepción
El objeto, el tiempo y el espacio son algo general y, por tanto, poseen mayor
verdad y validez que todas las particularidades. El lenguaje humano opera con
esas frases y conceptos generales. Cuando hablamos de objetos individuales
(por ejemplo, un árbol, un animal o una mesa), nuestro lenguaje se refiere
siempre a lo general. Entonces, si estamos hablando de una silla muy concreta
frente a una mesa muy concreta, no podemos evitar pensar en lo general con los
conceptos “mesa” y “silla”. Así que nuestro lenguaje es más general de lo que
nos gustaría. Esto tiene como consecuencia que nunca podemos decir
exactamente lo que pensamos, que somos incapaces de expresar nuestras
impresiones sensibles concretas. Lo general y lo particular están, por tanto, en
constante conflicto entre sí.
“En el pensamiento yo soy libre, porque no soy en otro, sino que permanezco
sencillamente en mí mismo, y el objeto que es para mí la esencia es, en unidad
indivisa, mi ser para mí; y mi movimiento en conceptos es un movimiento en mí
mismo””.
De todo esto se deduce que el objeto está, al principio, “en sí mismo”. Pero está
dotado “para otros” a través del sujeto que observa y con características
generales. Estas características son verdaderas negaciones del “ser en sí
mismo”. Sin embargo, de la negación surge una nueva verdad: el objeto es “para
sí mismo”. Solo ahora se puede pensar y, en el siguiente paso del conocimiento,
deviene en un concepto con características. Esta interacción entre “ser” y su
negación (la dialéctica) está, hasta cierto punto, condicionada estructuralmente.
La negación forma parte de la comprensión de la verdadera esencia de las cosas.
Fuerza y entendimiento
Tampoco estamos satisfechos con la percepción. Se pone en funcionamiento una
tercera forma del conocimiento: el entendimiento. Mientras que la certeza
sensible capta un objeto en su totalidad y la percepción lo subdivide en
características, la tarea del entendimiento es crear un concepto de él. Esto
significa que el entendimiento pone orden en la multiplicidad de características
y “piensa en el concepto”. El entendimiento debe reconocer la cosa detrás de las
características para poder crear un concepto de ella.
“Para que la autoconciencia sea razón, su relación hasta ahora negativa con la
alteridad se convierte en positiva””.
La autoconciencia duplicada
Cuando nuestro entendimiento mira detrás del mundo sensible y descubre la
fuerza detrás de él (por ejemplo, cuando identifica la gravedad que permite que
la manzana caiga del árbol o el desequilibrio eléctrico en las nubes que conduce
a una tormenta), ha ganado algo decisivo: nuestro entendimiento sabe acerca de
su saber. Deviene en autoconciencia, en saber de sí misma. Este es el cuarto
plano del espíritu. La autoconciencia es impulsada por el deseo. Por ejemplo,
sentimos el deseo de ingerir alimentos cuando tenemos hambre o el deseo de
descubrir algo nuevo porque tenemos curiosidad. Entonces sobreviene una
duplicación de la autoconciencia. Una de las autoconciencias es autosuficiente;
quiere ser solamente autoconciencia y no que la distraigan las cosas de este
mundo. La otra autoconciencia aspira, por así decirlo, al mundo y quiere ser
reconocida por la primera.
“La razón es la certeza de ser toda realidad; así expresa el idealismo el concepto
de la razón””.
Ambas también pueden ser descritas como señor y siervo. Solo luchando una
con otra ambas pueden reconocerse como verdaderas, en la disociación de una
respecto de la otra. Si la lucha termina con la muerte de una de ellas, la otra no
vence. Por el contrario, la muerte de una de ellas es la pérdida del “compañero
de disociación” de la otra. Esta pérdida pesa mucho en la autodeterminación de
la sobreviviente, porque ya no puede seguir desarrollándose mediante la
confrontación con la otra. El señor necesita al siervo para ponerse en contacto
con las cosas. El siervo es la “conciencia activa” que es dependiente al principio
y sirve al señor solo como “proveedor”, pero que se independiza mediante el
trabajo y se conoce y se encuentra a sí misma.
La conciencia desventurada
El mayor problema de la autoconciencia es encontrar su unidad. Porque las dos
partes de la autoconciencia se enfrentan a un dilema: el señor es conciencia del
pensamiento puro. Por consiguiente, es absolutamente libre. En cambio, la
autoconciencia servil está orientada al mundo, y aquí experimenta un engaño y
una desilusión tras otra. Vaga por el mundo, que cambia constantemente, y no
puede encontrar una verdad real y duradera. Se ahoga en la negación y
experimenta una contradicción entre la transitoriedad de los fenómenos
individuales y la inmortalidad del concepto que la convierte en una
contradicción entre lo particular y lo general. Ante este desgarramiento, la
conciencia deviene en una conciencia dividida y desventurada. Esta situación
insatisfactoria puede llegar a un nivel superior solo mediante la actuación de la
razón porque, mientras tanto, la razón reconoce que el desgarramiento forma
parte de la unidad y que el mundo no está determinado por los fenómenos
individuales, sino por el pensamiento.
La razón
Como quinto nivel, la razón controla, por así decirlo, el timón. Explica la
conciencia respecto al origen de toda la realidad. Por consiguiente, el ser está
determinado por la conciencia. Para que la razón sea plenamente consciente de
sí misma, debe llevar a cabo un “viaje de expedición” al mundo. Percibe todo y
busca lo general en los fenómenos, para los conceptos y leyes (por ejemplo, la
gravitación) en lo inorgánico y, para los objetivos y metas, en la naturaleza
orgánica. En la autoconciencia y la psicología humana, la razón encuentra un
mecanismo de negación: el espíritu humano puede adaptarse a las
circunstancias externas (es decir, se niega a sí mismo) o rebelarse contra las
circunstancias (es decir, niega la realidad encontrada). El individuo humano, así
lo descubre la razón, está igualmente “en sí mismo” porque existe como ser
humano en el mundo, pero también es “para sí mismo”, porque puede actuar de
manera autónoma; finalmente está “en y para sí”. Las acciones externas y las
motivaciones internas pueden corresponderse, pero no es necesario. El espíritu
y la conciencia son igualmente capaces de lo alto y de lo bajo, al igual que el
órgano sexual humano es capaz de realizar el acto más elevado de la
procreación, así como también el humilde acto de orinar.
“La profundidad que el espíritu extrae del interior, pero que solo empuja hasta
llegar a su conciencia representativa y la deja en esta; y la ignorancia de esta
conciencia acerca de lo que es, de lo que dice, es la misma conjunción de lo
elevado y de lo bajo que la naturaleza expresa ingenuamente en lo viviente al
combinar el órgano de su más alta perfección, el de la procreación, con el
órgano urinario””.
El espíritu
Puesto que el individuo está absorbido por el pueblo, su individualidad se
mezcla con el público en general y solo de esta manera logra la verdadera
individualidad, reconocemos en el pueblo la actuación del espíritu. El espíritu es
el punto de partida de todas las actividades del pueblo.
Planteamientos de interpretación
La palabra “fenomenología” se deriva de las palabras griegas
“phainomenon” (aparición) y “logos” (estudio, tratado). Así que la
Fenomenología de Hegel es un intento de describir sistemáticamente las
manifestaciones del espíritu.
El elemento más importante de la filosofía de Hegel es la dialéctica. Por
lo general se describe con las palabras clave “tesis – antítesis – síntesis”.
Sin embargo, sería erróneo entender la síntesis como un compromiso.
Más bien, la dialéctica se trata de una doble negación: una condición
(tesis) se niega (antítesis). En un paso más se niega la negación y se
restablece el origen, pero se le da una nueva calidad (síntesis). La doble
negación causa un mayor desarrollo.
Para Hegel la dialéctica no es solo un método de pensamiento, sino que
es verdaderamente el principio al que también obedece la
realidad, por ejemplo, la evolución histórica de la humanidad. Sin
embargo, con frecuencia esto es refutado por los críticos de Hegel. Al fin
y al cabo el principio de la dialéctica es tan elegante que todavía hoy se
utiliza con frecuencia.
La filosofía de Hegel es teleológica (del griego “telos” = fin), es una
teoría del desarrollo metódico del espíritu. Esto contradice la opinión de
las ciencias naturales que se basan en un desarrollo causal (de A sigue B).
A lo largo de su vida Hegel no se interesó en las ciencias naturales. Un día
que se mencionó la contradicción entre la realidad empírica y su teoría,
respondió secamente: “¡Tanto peor para la realidad!”
En una de las partes más conocidas de la Fenomenología se encuentra el
párrafo sobre la división de la autoconciencia en señor y siervo. Hegel
asigna a las dos partes las características de dos escuelas filosóficas
antiguas, la del estoicismo (señor) y la del escepticismo (siervo). Este
punto clave muestra que Hegel considera el desarrollo del espíritu no
solo en términos de la psicología individual, sino también en términos de
la historia humana.
Antecedentes históricos
El idealismo alemán
Alemania es la patria del idealismo, una doctrina basada exclusivamente en el
espíritu como fuente de la realidad y que se convirtió en la orientación filosófica
decisiva entre 1780 y 1830. Puesto que el idealismo reconoce el espíritu como
primacía del mundo, se opone a filosofías como el materialismo, que considera
la materia como un factor determinante, o el empirismo, que explica el mundo a
partir de hechos sensibles. Un importante precursor del idealismo fue
Immanuel Kant, quien llegó a la conclusión de que nuestro proceso cognitivo
es más bien subjetivo que objetivo, que nuestros conocimientos dependen de las
posibilidades –limitadas– de nuestro aparato cognitivo. Tres filósofos
continuaron perfeccionando y modificando este “idealismo crítico”. Johann
Gottlieb Fichte acuñó el “idealismo subjetivo” y llevó al extremo los
enunciados de Kant: toda la realidad se convierte en creación del yo. Friedrich
Schelling, con su “idealismo objetivo”, suponía una fuerza espiritual
totalmente independiente de los seres humanos a la que llamó Dios.
Finalmente, Hegel le puso la corona al movimiento del idealismo: en su
“idealismo absoluto”, el espíritu y la materia son sencillamente idénticos y –
según su teoría dialéctica de la evolución– al mismo tiempo, no son idénticos.
Hoy hay voces que opinan que el idealismo fue solo un gran error.
Origen
Ya después de sus primeras publicaciones sobre las filosofías de Fichte y
Schelling, Hegel hace planes para un escrito sobre lógica y metafísica. La
realización de esta obra tantas veces anunciada por él probablemente no
comenzó antes de 1805. En ese momento, ya estaba en Jena, donde quería
capacitarse para obtener una cátedra. Tenía en mente la publicación de una
extensa obra con el título de El sistema de la ciencia. En febrero de 1806 al
editor de Hegel en Bamberg le llegaron los pliegos de una primera parte titulada
Fenomenología del espíritu, junto con una solicitud del autor para un pago por
adelantado. La obra se completó el 14 de octubre de 1806, un día políticamente
explosivo en el que Napoleón le asestó un golpe devastador a Prusia muy cerca
de la ciudad de Jena. La Fenomenología se hizo cada vez más extensa y, en una
carta a Schelling fechada el 1 de mayo de 1807, admitió abiertamente: “Siento
que entrar en los detalles ha perjudicado la visión del conjunto; pero este
conjunto por sí mismo es, de acuerdo con su naturaleza, un tal entrecruzado ir y
venir que, aunque quisiera mejorarlo, me tomaría aun más tiempo para que
estuviera más claro y más acabado”. En enero de 1807 Hegel le envió a su editor
el prólogo como la última parte. El libro apareció a principios de abril. Poco
después de la publicación Hegel expresó el deseo de “quitar el lastre de aquí y
allá del barco y hacerlo más ágil”.
Sobre el autor
Georg Wilhelm Friedrich Hegel nació en Stuttgart el 27 de agosto de 1770.
El padre pietista y devoto previó una educación teológica para su hijo. Después
de la escuela latina, el joven Hegel se cambió al instituto de enseñanza media de
Stuttgart. Fue un excelente estudiante. En 1788 ingresó en el seminario
protestante de Tubinga. Aquí estudió teología y filosofía durante cinco años, se
hizo amigo de Friedrich Hölderlin y Friedrich Schelling y disfrutó de la vida
estudiantil. Al final de sus estudios decidió que no quería ser sacerdote.
Mientras que su compañero y amigo Schelling tuvo éxito rápidamente y ya
obtuvo un puesto de catedrático a los 23 años, Hegel se afanaba desde
1793 como profesor privado en Berna y posteriormente en Fráncfort. En
1801 llegó a Jena, donde Schelling y más tarde también Goethe ayudaron a que
su carrera despuntara. En 1805 obtuvo su primera cátedra no remunerada en
Jena, que solo se alimentaba de oyentes. En Jena salieron a la luz del mundo
tanto la Fenomenología del espíritu como su hijo ilegítimo. Después de la
invasión francesa, Hegel huyó de Jena. Su camino lo llevó de Bamberg a
Nuremberg, donde se hizo cargo de la dirección del Ägidiengymnasium. Aquí
apareció su libro de texto Ciencia de la lógica (1812-1816). En 1811 se casó con
Marie von Tucher, con quien tuvo tres hijos. Heidelberg representó otra
estación de paso para el gran éxito de Hegel: en 1816 aceptó la cátedra de
filosofía en la universidad de esa ciudad y publicó la Enciclopedia de las
ciencias filosóficas (1817). Finalmente, siguió a Fichte en la cátedra de la
Universidad Humboldt de Berlín. Aquí ascendió a “filósofo del Estado prusiano”
y daba clases magistrales en aulas abarrotadas. Su reputación se extendió por
toda Europa. Hegel murió el 14 de noviembre de 1831 en Berlín a causa de una
epidemia de cólera que se extendió en esa ciudad.