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VIOLENCIA EN LAS COSTUMBRES Y CREENCIAS

Infanticidios disfrazados de rituales idólatras buscan la “prosperidad”

24 DE MARZO DE 2019 (06:21 H.)

La Red Ciudadana de Prevención del Infanticidio pide que organismos internacionales


investiguen seriamente los sacrificios humanos en Bolivia.

El 4 de agosto de de 2018, una pastora de ovejas halló un altar hecho de piedras en las faldas
del cerro Tata Sabaya, en Oruro. En un hueco, en medio de las piedras, encontró a un niño
recién nacido, ya sin vida. Estaba desnudo, aún tenía parte de su cordón umbilical y a su
alrededor habían decenas de hojas de coca rodeándolo, además de algunas botellas de alcohol
con el que había sido rociado. La pastora llamó a un pariente y este a la Policía.

Los agentes se conmovieron al ver la escena y uno de ellos se atrevió a verbalizar su impresión.
“Es un altar de sacrificio”. Las fotos del hallazgo se viralizaron con horror en las redes sociales y
las autoridades prometieron: “Vamos a investigar”.

Han pasado más de siete meses y no se sabe nada más del caso. El cerro Tata Sabaya es, en
realidad, un volcán de 5.430 metros de altura, sin actividad desde hace 6.000 años. En una
mezcla de quechua y aymara, su nombre, Tata Sabaya, significa Padre Diablo o Padre
Demonio.

La comunidad, cercana a la frontera con Chile, es conocida porque recibe a grandes


contrabandistas. Y allí, hace unas décadas, surgió la creencia de que para garantizar riquezas,
éxito en los negocios, y prosperidad, era necesario ofrendar las primeras crías de los animales.

Con el tiempo, según testimonios recogidos por periodistas que cubrieron el hallazgo del altar
de sacrificios, el Tata Sabaya “pidió sacrificios de primogénitos humanos, y los monumentos de
piedras comenzaron a aparecer” los primeros días del mes de agosto de cada año, porque “ese
es el mes de diablo”.

Melisa Ibarra, representante de la Red Ciudadana de Prevención del Infanticidio en Bolivia,


está preocupada y sorprendida. Faltan 130 días para que empiece agosto y que otros niños se
conviertan en ofrendas a demonios.

“Y nadie hace nada. La promesa de ‘Vamos a investigar’, se ha convertido en una frase cliché
para calmar a la gente en el momento, pero no investigan nada. Es un secreto a voces que en
Bolivia se hacen sacrificios humanos de borrachitos y mendigos, pero las ofrendas de niños
recién han empezado a difundirse, a salir a la luz. Pero, sale a luz y no hacemos nada”, declaró
en una entrevista con OPINIÓN.

ESTADO INFANTICIDA Sin embargo, apuntó, la actitud del avestruz en las autoridades es
entendible desde su visión de poder. “Es una estrategia política. ¿Acaso el Estado se va a
mostrar a sí mismo como un Estado infanticida? No quieren investigar los sacrificios de niños
porque no conviene a la imagen de Bolivia. Sería un escándalo internacional”.

Por ello, en opinión de Ibarra, otra es la instancia que debe encargarse de la pesquisa. “Yo
pido, yo ruego, a través de OPINIÓN,  que alguna institución no gubernamental de defensa de
los derechos humanos haga una investigación seria en la zona del altiplano. “Investigar este
tema se ha vuelto peligroso hasta para los periodistas, nos matan en Sabaya si husmeamos.
Pero, hay que indagar porque las creencias y costumbres no pueden atentar contra un derecho
universal que es la vida y menos contra el de inocentes que ni siquiera pueden defenderse”.

EL CASO DE JOEL Otro caso que conmocionó a la población, pero que ha quedado sin resolver
e impune es de Joel Condori Aliaga, un niño de ocho años que desapareció el 14 septiembre de
2018 y que supuestamente fue sacrificado al Tío (diablo) en una mina de la provincia Muñecas
de La Paz para hallar más mineral.

Tras dos días de búsqueda, a la casa de los padres del menor llegó una carta diciéndoles: “El
niño perdido de don Norberto Condori Chambi, los mineros lo han traído para hacer wajtacha
o ritual en la mina y lo enterraron el viernes 21 de septiembre por la noche”.

“Una comisión, con pompa y sonaja, buscó al niño en la mina y no lo halló. Dijo que quizás
habría sido víctima de trata y tráfico, pero varias personas dijeron que había sido sacrificado.
Esas personas han sido identificadas, pero hoy ya no quieren decir nada porque allá, si hablas
demás, te matan”, lamentó Ibarra, quien conversó durante tres horas con los padres de Joel
Condori.
“El abuelo paterno del niño fue a una fiesta de la comunidad y ahí se le acercó un señor con los
ojos llenos de lágrimas. Le dijo: ‘Tu nieto tiene que estar con mi nieta en la mina. Mi hija
ofrendó a mi nieta de ocho meses para ser socia de la mina. Estoy seguro que tu nieto está con
mi nietita’. Sin embargo, nadie declara ante las autoridades. Y los padres de Joel, después de
tanta bulla, ahora están en silencio. Sus abogados son del Ministerio de Justicia, pero no hay
avances. El grito de la Red Ciudadana es ¿Dónde está Joel?. No podemos seguir disfrazando de
rituales estos infanticidios. Es una atrocidad, es un primitivismo salvaje lo que está pasando en
nuestro país”. Y así se lo ha dicho a Telemundo y a otras cadenas internacionales que
difundieron la noticia de los sacrificios de niños en Bolivia.

Según datos de la OEA, cada año desaparecen 2,100 niños en Bolivia.´

EL NIÑO CON DOWN Otro caso que preocupó a la Red Ciudadana de Prevención del
Infanticidio es el de un pequeño de tres años que tiene Síndrome de Down. “Sus padres
estaban separados y la mamá no estaba recibiendo ninguna pensión para mantener a la
criatura. Entonces, ella fue a dejarle por una semana con el padre, un militar, para que él se
ocupe. El progenitor fue quien mandó a abandonar a su hijo en la boca de una mina de Oruro”,
describe Ibarra.

En la zona altiplánica, el nacimiento de algunos niños con cualquier tipo de discapacidad, es


considerado un castigo de la Pachamama. “Y vamos a decirlo de frente. En muchas
comunidades rurales, así como matan a los animales defectuosos, asesinan a los niños con
discapacidad, o los dejan morir. Las familias se averguenzan de ellos, creen que serán una
carga económica y se deshacen de ellos”.

La defensora de los derechos de los niños, cree que el padre del niño con Síndrome de Down
quisodeshacerse de él y mandó a dejarlo en una mina. “Pero, bendito Dios, el cuidador de esa
mina actuó con lucidez y en apego a la ley. Llamó a la Defesoría de la Niñez y lo salvó”. El caso
provocó indignación social porque aún estaba fresca la desaparición de Joel. “La justicia
patriarcal encarceló a la madre por haber dejado al niño con el padre. ¿Acaso eso es delito? Lo
dejó con el padre, con otro responsable legal, no con un extraño. Pero ella está encerrada y él
está prófugo, feliz e impune”, protestó la activista.

Según Melisa Ibarra “es difícil ver en el campo un niño en silla de ruedas, con muletas, autista
o con Síndrome de Down. “Si nacen, los matan de inmediato, los venden, los regalan, los
esconden y dejan morir”.
La organización mundial Child Rights International Network (CRIN) estableció, mediante una
publicación de 2011, que estudios realizados en la población aymara de ambos sexos de los
Andes bolivianos mostraron una tasa más elevada de infanticidio de niñas y la explicación fue
tanto biológica (malformaciones y partos múltiples) como social (nacimientos ilegítimos,
pobreza y gran tamaño de la familia). La organización CRIN mencionó en su análisis que las
comunidades no condenan este tipo de asesinatos “cuando las razones son de tipo biológico”.

Casos en “pesquisa”

Desde agosto de 2018, tres casos son investigados en Bolivia. El del bebé asesinado en el altar
al Tata Sabaya; el del niño Joel Condori de ocho años, que desapareció y según testigos fue
raptado por mineros para sacrificarlo al Tío de una mina; y el de un niño con Síndrome de
Down que fue abandonado en una mina, presuntamente, para que los mineros lo sacrifiquen.

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