Act III 4to A Y B
Act III 4to A Y B
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Preguntas iniciales
El mito definiciones
Según Mircea Eliade (filósofo, historiador de las regiones y novelista rumano) el mito es una
historia sagrada que narra un acontecimiento sucedido durante un tiempo primigenio, en el que el
mundo no tenía su forma actual.
Para el antropólogo estructuralista Claude Lévi-Strauss, todo mito tiene tres características:
Por su parte el antropólogo Bronislaw Malinowski afirmaba que no hay aspecto importante
de la vida que sea ajeno al mito. Por ello, existen mitos religiosos (como el nacimiento de los
dioses); políticos (como la fundación de Roma).
Para Malinowski, los mitos son narraciones fundamentales, en tanto que responden a las
preguntas básicas de la existencia humana: razón para existir, razón de lo que lo rodea.
Tipos de mitos
Mitos etiológicos: explican el origen de los seres, las cosas, las instituciones.
Mitos fundacionales: cuenta como se fundaron las ciudades por voluntad de los dioses.
Intertextualidad
La intertextualidad es la relación que un texto (oral o escrito) mantiene con otros textos
(orales o escritos), ya sean contemporáneos o históricos. El conjunto de textos con los que se
vincula explícita o implícitamente un texto constituye un tipo especial de contexto, que influye
tanto en la producción como en la comprensión del discurso.
El mito y el cuento, puntos de vista y construcción del héroe en “La casa de Asterión”
Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión. Apolodoro, Biblioteca, III,I
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones
(que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero
también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito 1) están abiertas día y noche a los
hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni
el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa
como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una
parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie
ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré
que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche
volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y
aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y
las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se
prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban
piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo
confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres;
como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y
triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he
retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que
yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las
galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de
un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me
dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos
cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color
del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión.
Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora
volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te
gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano
se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
1
∗ El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral
vale por infinitos.
No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la
casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un
abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La
casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios
con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de
las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también
son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero
dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo,
Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus
pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La
ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos.
Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro
quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría
mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se
levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus
pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?,
me pregunto.
¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?
Actividad I
Actividad II
Actividad III