Acercamiento y Transformación Aportaje Con Luis María de Nicola Parte 2
Acercamiento y Transformación Aportaje Con Luis María de Nicola Parte 2
Acercamiento y Transformación Aportaje Con Luis María de Nicola Parte 2
(segunda parte)
—Al finalizar la parte primera del "aportaje" decís que el E.C.P. es una descripción
transpersonal de la experiencia de ser persona. ¿Qué significa esto?
—Es una afirmación que resume lo conversado en todo el aportaje, y especialmente en
la última parte. Pero diré algo más. En 1983, en el primer encuentro latinoamericano del
E.C.P en Petrópolis, Brasil, presenté mi trabajo "Una forma de coparticipación en los,
ritmos vitales del universo". En él me refería a la búsqueda de un conocimiento del
hombre y del universo en el contexto de las nuevas aproximaciones en ciencias, dentro
de las cuales situaba al E.C.P como emergente y contribuyente a estas nuevas visiones.
Allí partía de nuestra metáfora central: la tendencia formativa -hoy la llamamos
tendencia transformativa-como hipótesis que funda y sostiene la relación centrada en la
persona, y al A.C.P como modelo alternativo dentro de los nuevos paradigmas
"organísmicos", dando a luz una visión diferente de la establecida sobre nuestro
universo, la vida y el hombre y, por consiguiente, sobre las formas de practicar la
"ayuda" entre personas. Presentaba aportes de las nuevas teorías en física, biología,
teoría general de los sistemas, teoría holográfica, etc. Las asociaba con el arte, tomando
en particular la música y la danza como metáforas reflejo de la forma creativa, artística,
del ser del propio mundo, del ser que es relación, y de las relaciones como creadoras de
formas.
En aquel trabajo examinaba la noción de participación y planteaba la coparticipación
como fenómeno básico de lo viviente, siendo la vida el tema nuclear del paradigma, a
diferencia del modelo anterior, basado en la máquina y los mecanismos automáticos.
Situaba la problemática de la enfermedad y la salud como efectos y trascendencia de los
''dualismos" implícitos en nuestras creencias y suposiciones sobre la realidad: cuerpo-
mente, parte-todo, individuo-universo, oyente-hablante, terapeuta-cliente. Replanteaba
la noción de "persona", desidentificándola de la de individuo, reubicándola como
proceso de personalización, de convergencia hacia el todo cósmico, y también señalaba
las limitaciones del planteo exclusivamente psicológico centrado en el sujeto como
entidad aparte de la totalidad del mundo.
Centraba la visión, la tarea del E.C.P., en el interés por la experiencia de ser, ser que es
en relación y relación que es creadora de forma, transformadora. Planteaba la
importancia de un pensar de las transformaciones y de un conocimiento que, surgiendo
de las relaciones, no atentara contra ellas sino que las preservara, un conocimiento-amor
íntegro, en el cual superar la dualidad conocimiento-afecto, teoría-vivencia, ciencia-
sabiduría de lo sagrado.
Formulaba una tarea de "superar la represión de! ser", recuperando para el hombre la
capacidad de resonancia, del latido en cooperación con todo lo viviente. Abordaba el
despliegue de la personalización como trabajo del universo, de expansión desde una
conciencia y una psicología centrada en el ego, en el sujeto fragmentado, a otras formas
expandidas de conciencia, ya no individual sino cósmica.
Resignificaba la descripción de la comprensión empalica, consideración incondicional y
congruencia como formas propias del universo -no sólo del hombre en términos de
resonancia y acoplamiento rítmico que "les crecen" a los seres humanos sino como
capacidad de vibración simultánea a la presencia del otro en un mismo campo de fuerza,
y como fuerza cósmica de creación de estructuras de vida, más complejas-.
El trabajo de terapeutas, consultores y consultantes surgía allí como colaboración y
expresión de esta fuerza, de este poder inherente a la vida. Me refería a la importancia
de la experiencia del terapeuta escuchándose a sí mismo en el consultante, en la
resonancia de aquel a su presencia y al "objetivo terapéutico" en el nuevo paradigma
como un compartir con el consultante nuestra experiencia de la interacción con él y del
"cambio" como simultaneidad de experiencia compartida, entendido esto como
trascendencia del ego, del sí mismo.
Se configura así el trabajo de la consulta y la terapia en el hábito de la disolución de las
dualidades propias de la existencia -sea que se la considere normal o no-, que dan origen
al estado de desintegración, de enfermedad. Ahora, a veinte años de entonces, me doy
cuenta de que en ese trabajo estaba proyectado el camino que hemos venido
recorriendo, y al cual se van sumando nuevos caminantes con sus propios aportes. Un
trayecto-proyecto centrado en la persona y claramente transpersonal.
—Al escucharte me parece reconocer algunas expresiones tradicionales del A.C.P.,
pero también formulaciones nuevas ¿es así?
—Sí; por una parte, corroboro con entusiasmo que aquellas intuiciones fundantes
formuladas por Carl Rogers siguen enriqueciéndose y cobrando fuerza e inteligibilidad
en nuestro trabajo actual. Por otra, hay transformaciones que provienen de una visión
diferente y permiten aclarar malentendidos y confusiones sobre cuestiones básicas. Hay
transformaciones que resultan de una ampliación y recontextualización dentro de la
avanzada del pensamiento actual en el! que nos hallamos insertos, y de las experiencias
que estamos viviendo como humanidad. Y hay transformaciones surgidas de nuestra
creación, de nuestra construcción de práctica-teoría formulando cuestiones antes no
formuladas, o refutando otras, y a menudo adelantándonos a investigaciones
emprendidas en otros países.1
—¿Cuáles serían entonces las valoraciones para la práctica congruente del A.C.P?
—La práctica del A.C.P es arriesgada, aventurada. Es un juego muy serio que requiere
atención, presencia, entrega. No es para cobardes ("para pusilánimes", decía Rogers). Es
asumir la vida y una forma de vida. Es una vocación mis que una profesión, es escuchar
el llamado de las cosas y responder con lo que somos. Es, como ya dije, una práctica
subversiva, conversiva, que en su entrega a la inconsciencia pierde la ingenuidad y
escucha, ve, comprende, abre, inquieta, conmueve. Y entonces, no buscando amenazar,
sin embargo amenaza a lo que nos amenaza en nuestro ser. Diría, en términos
nitzcheanos, que es una práctica de transmutación, de creación, de valor, al afirmar la
validez de que lo que es sin tener que justificarse en otra realidad que la misma realidad.
Planteamos el pasaje de la noción de "proceso" -que fue fecunda a! destacar el carácter
móvil de los fenómenos y la experiencia- a la noción de "suceso", que abre nuevas
miradas y posibilidades.
Surge también toda una transformación en la concepción de lo que llamamos "relación"
desde la perspectiva transpersonal transformacional, y de lo que es para nosotros "ser en
relación" o "ser relación", que viene a ser justamente ser persona.
Damos de baja el planteo directividad -no directividad (que mantiene su interés
histórico, pero que corresponde a un paradigma en decadencia) y nos centramos en la
direccionalidad inherente a la transformación, al acontecer.
Estamos desarrollando otra concepción del fenómeno que llamamos "poder",
"autoridad", del liderazgo la política y las formas de organización de las relaciones entre
personas, de las personas como relaciones, y de los poderes y actividades humanas.
Comprendemos "poder" fundamentalmente como fuerza y capacidad de manifestación
de lo que es, de lo que existe, como afirmación de la vida, de su valor por darse: el
irrenunciable poder ser. Y se trata de garantizar el reconocimiento y el respeto a ese
poder. Una actitud diferente, incluso en nombre del amor, del "por tu bien", es una
forma más de la violencia. El A.C.P es una alternativa a la violencia, a la violación de
nuestra experiencia de ser persona, y es también un modo de trato posible con el mundo
en su totalidad, lo cual no implica felicidad o armonía aseguradas. El A.C.P no es una
manera de ser buenos o de no ser malos: es una forma posible de ser y de proteger la
experiencia de ser y estar, pero no se identifica con mandatos de "mejora" moral,
religiosa, espiritual o científica. Nada tiene que ver con "hay que" o "deberías". Nos
deja libres, con poder y sin mandatos, nos enfrenta a la asunción de lo que somos y sus
consecuencias.
En el A.C.P no necesitamos ser preceptores o correctores, No estamos para cambiar a
nadie, ni a nosotros mismos, no porque seamos virtuosos o bienintencionados, sino
porque eso es imposible: solo podemos, ni más ni menos, asistir a la transformación,
colaborar, y dejarnos transformar.
Por eso también nuestro deseo de incondicionalidad nada tiene que ver con una postura
de "no debo juzgar"; una postura caritativa y bondadosa implica aceptar que, cuando en
nuestra mente condicionada y acondicionadora estamos juzgando, lo que hacemos es
prejuzgar, implica ver y asumir las consecuencias de eso, volvernos conscientes de este
condicionamiento que se mantiene gracias a una mente (no individual pero incrustada
en nosotros) movida prejuiciada-mente en términos de toda clase de supuestos y
creencias que organizan y distorsionan nuestra experiencia. El deseo y la real
posibilidad consisten en la observación directa, rigurosa del acontecer de la existencia
que en sí mismo está libre, vacante, vacío de presupuestos: esto es para mí el núcleo de
lo que llamamos comprensión empalica. La existencia es, está, y es inocente, no es
juzgable como existencia. £s damos cuenta de eso: somos vacío creador, fecundo,
originario, pero vacío, silencio, escucha, visión. Esa es nuestra naturaleza
transpersonal, la que sostiene nuestra condición de personas, y con la que entra en
resonancia esta concepción del A.C.P