Brujeria

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Brujer�a

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Para otros usos de este t�rmino, v�anse Bruja (desambiguaci�n) y Brujer�a
(desambiguaci�n).

El aquelarre por Francisco de Goya (1798)


La brujer�a es el conjunto de creencias, conocimientos pr�cticos y actividades
atribuidos a ciertas personas llamadas brujas (existe tambi�n la forma masculina,
brujos, aunque es menos frecuente) que est�n supuestamente dotadas de ciertas
habilidades m�gicas.a?

La creencia en la brujer�a es com�n en numerosas culturas desde la m�s remota


antig�edad, y las interpretaciones del fen�meno var�an significativamente de una
cultura a otra. Algunas teor�asb? relacionan la brujer�a europea con antiguas
religiones paganas de la fertilidad, aunque ninguna de ellas ha podido ser
demostrada. Las brujas tienen una gran importancia en el folclore de muchas
culturas, y forman parte de la cultura popular.

Si bien este es el concepto m�s frecuente del t�rmino bruja, desde el siglo xx el
t�rmino ha sido reivindicado por sectas ocultistas y religiones neopaganas, como la
Wicca, para designar a todas aquellas personas que practican cierto tipo de magia,
sea esta mal�fica (magia negra) o ben�fica (magia blanca), o bien a los adeptos de
una determinada religi�n. La brujer�a es considerada una forma de espiritismo.

Para el cristianismo, la brujer�a se ha relacionado frecuentemente con la creencia


de un esp�ritu mal�volo, especialmente durante la Edad Moderna, cuando se desat� en
Europa una obsesi�n por la brujer�a que desemboc� en numerosos procesos y
ejecuciones de brujas (lo que se denomina �caza de brujas�).

Un uso m�s extenso del t�rmino se emplea para designar, en determinadas sociedades,
a los magos o chamanes.

�ndice
1 Terminolog�a: brujer�a, hechicer�a, magia
1.1 La �bruja�
1.2 Diferencias entre brujer�a y hechicer�a
2 Historia de la brujer�a en Occidente
2.1 La Antig�edad cl�sica
2.2 La brujer�a en el Antiguo Testamento
2.3 Brujer�a y cristianismo en la Edad Media
2.4 Brujer�a y cristianismo en los inicios de la Edad Moderna
2.5 La brujer�a en Europa durante la Edad Moderna
2.5.1 El concepto de brujer�a. Or�genes y desarrollo
2.5.1.1 El Malleus Maleficarum y la pol�mica sobre la realidad de la brujer�a
2.5.2 Pr�cticas atribuidas a las brujas
2.5.2.1 Pacto con el Diablo
2.5.2.2 El aquelarre o sabbat
2.5.2.3 El vuelo
2.5.2.4 La metamorfosis
2.5.2.5 Magia negra
2.5.2.6 La definici�n del delito de brujer�a
2.5.2.7 La persecuci�n de las brujas
2.6 La crisis de la brujer�a (siglo XVII)
2.7 Brujer�a en la Am�rica espa�ola
2.8 La Ilustraci�n y la cr�tica final de la brujer�a (siglo XVIII)
2.9 Edad Contempor�nea
3 Interpretaciones de la caza de brujas
3.1 Teor�a del origen pagano
3.2 Teor�as psicol�gicas y psiqui�tricas
3.3 Teor�as esc�pticas
3.4 Teor�as sociol�gicas y antropol�gicas
3.5 Interpretaciones socio-econ�micas
4 La brujer�a en otras culturas
5 Las brujas en el folclore europeo
5.1 Su reflejo en la literatura infantil
5.2 La belleza y la fealdad
6 Brujer�a en la cultura popular
6.1 La Brujer�a en el Folklore chileno
7 V�ase tambi�n
8 Notas
8.1 Referencias
8.2 Bibliograf�a
9 Enlaces externos
Terminolog�a: brujer�a, hechicer�a, magia
Aunque en castellano o idioma espa�ol se utiliza en ocasiones la palabra �brujo�,
en masculino, como sin�nimo de mago, con independencia del tipo de magia que
practique, el uso m�s frecuente del t�rmino en la actualidad y casi siempre en
femenino hace referencia a las personas que practican la magia negra, pero no
siempre fue as�. Esto se debe a que hist�ricamente tanto en Europa como en �frica y
Oriente, las artes adivinatorias, la magia y la hechicer�a fueron siempre
practicadas por varones, excepto en la �poca en que la �brujer�a demon�aca� fue
perseguida en Europa durante la Edad Media, momento en el cual las brujas fueron
consideradas en su mayor�a del sexo femenino. Es con el cristianismo, que la
manipulaci�n de las fuerzas ocultas, tradicionalmente en manos masculinas ?las
�nicas con el poder suficiente como para realizar hechizos ben�ficos?, pasan a ser
consagradas a las manos femeninas, las �nicas capaces de realizar maleficios
malignos para los padres de la �Iglesia�.1?

Seg�n Guy Bechtel, en todos los tiempos ha habido varones y mujeres que dec�an
tener poderes y practicar la magia. Desde sacerdotes hasta emperadores se arrogaban
el t�tulo de mago. Hab�a funcionarios estatales que trabajaban de adivinos o
augures y se dedicaban a augurar quien ser�a el vencedor en la batalla. Eran los
magos. La brujer�a, en cambio, ejercida por gente de menor nivel cultural y
econ�mico, era vista como un subproducto de la magia. La gente recurr�a a los
brujos y brujas para ahuyentar la mala suerte o mejorar las cosechas. En los
principios se trataba de una brujer�a ben�fica. Las brujas o brujos practicaban la
llamada magia blanca. Esto se ve�a en Occidente tanto como en Oriente: en la
Antigua Roma, en la Antigua Atenas, en el Antiguo Egipto e incluso en �frica
exist�an talismanes contra el mal de ojo, amuletos, hierbas m�gicas y pociones.
Reci�n con el cristianismo aparece el concepto de brujer�a como herej�a religiosa
ligado principalmente a las mujeres, y el mago (magus) va dejando lugar al brujo
(maleficus), con lo que el combate contra la magia se convierte en sin�nimo de
lucha contra el paganismo.1?

Mientras que la magia fue una ceremonia practicada en la corte papal o real por los
llamados nigromantes que utilizaban el conjuro para el control de los demonios, los
poderosos magos eran del sexo masculino. Pero cuando los te�logos escol�sticos
condenaron estas pr�cticas al sostener que si los demonios proporcionaban servicios
al mago era porque esperaban algo a cambio, fue cuando el mago-se�or se transform�
en bruja- servil, el sexo del malhechor cambi� y los brujos se convirtieron en su
gran mayor�a en mujeres.2?

La �bruja�
La palabra espa�ola �bruja� es de etimolog�a dudosa, posiblemente prerromana, del
mismo origen que el portugu�s y gallego bruxa y el catal�n bruixa. La primera
aparici�n documentada de la palabra, en su forma bruxa, data de finales del siglo
xiii.3? En 1396 se encuentra la palabra broxa, en aragon�s, en las Ordinaciones y
paramientos de Barbastro. Carmelo Lis�n Tolosana considera que el origen de la
palabra puede encontrarse en el �rea pirenaica. En Gascu�a y B�arn era tambi�n
corriente el uso de una palabra etimol�gicamente relacionada, brouche. Debe tenerse
en cuenta que en esta �poca el Languedoc y la Corona de Arag�n eran �reas
culturalmente muy relacionadas.4?

En el Pa�s Vasco y en Navarra se utiliz� tambi�n el t�rmino sorgin (/sorgu�n/ en su


pronunciaci�n en espa�ol), ocupaban un papel an�logo al de otras chamanas ind�genas
de distintas latitudes. Ellas eran las que conoc�an los secretos de la procreaci�n
y el nacimiento y, por tanto, hac�an las labores de parteras y matronas. Igualmente
conoc�an los secretos de las plantas y sus usos medicinales, por lo que tambi�n
desempe�aban el papel de curanderas. Tambi�n debido a su conexi�n con el mundo
espiritual hac�an las veces de consejeras, or�culos y sacerdotisas.5? En Galicia,
la voz meiga.

En lat�n, las brujas eran denominadas mal�ficae (singular mal�fica), t�rmino que se
utiliz� para designarlas en Europa durante toda la Edad Media y gran parte de la
Edad Moderna. T�rminos aproximadamente equivalentes en otras lenguas, aunque con
diferentes connotaciones, son el ingl�s witch, el italiano strega, el alem�n Hexe y
el franc�s sorci�re.

Diferencias entre brujer�a y hechicer�a


El antrop�logo espa�ol Julio Caro Baroja propone diferenciar entre �brujas� y
�hechiceras�. Las primeras habr�an desarrollado su actividad en un �mbito
predominantemente rural y habr�an sido las principales v�ctimas de las cazas de
brujas entre los a�os 1450 y 1750. En cambio, las hechiceras, conocidas desde la
antig�edad cl�sica, son personajes fundamentalmente urbanos: un ejemplo
caracter�stico en la literatura espa�ola es la protagonista de La Celestina de
Fernando de Rojas. La distinci�n entre bruja y hechicera es adem�s frecuente en la
literatura espa�ola del Siglo de Oro: en El coloquio de los perros, Cervantes hace
decir al perro Berganza (ref:El coloquio de los perros):
[...] he querido dejar todos los vicios de la hechicer�a, en que estaba engolfada
muchos a�os hab�a y s�lo me he quedado con la curiosidad de ser bruja, que es un
vicio dificultos�simo de dejar.
Carmelo Lis�n Tolosana diferencia asimismo entre hechicera y bruja, pero seg�n este
antrop�logo espa�ol, aquella se basa en la distinta relaci�n que mantienen una y
otra con el poder oculto y maligno, con el poder demon�aco. La hechicera es tan
antigua que "en realidad en toda cultura pueden encontrarse pr�cticas de magia
hechiceril o mal�fica, realizadas con intenci�n de causar da�o a otros, por medio
de t�cnicas apropiadas e invocaci�n de poderes misteriosos o demon�acos". As� la
hechicera invoca y se sirve del poder demon�aco para realizar sus conjuros,
mientras que la bruja hace un pacto con Sat�n, renuncia a su fe y rinde culto al
diablo. "La fuente del poder oculto no es ahora la fuerza de la palabra ni la
invocaci�n al diablo ni la ceremonia m�gica, sino que aqu�lla proviene de la
adoraci�n personal y voluntaria al demonio por parte de la bruja hereje y ap�stata;
su poder es vicario pero diab�lico, adquirido a trav�s de pacto expl�cito, personal
y directo con el mism�simo Sat�n en concili�bulo nocturno y destructor que anuncia
el aquelarre". El paso de la hechicera a esta "bruja sat�nica", "bruja
aquel�rrica", como las llama tambi�n Carmelo Lis�n, se produjo en Europa a lo largo
de los dos siglos finales de la Edad Media.6?

La idea de que la distinci�n principal entre brujer�a y hechicer�a es que en esta


�ltima no existe un pacto con el diablo es compartida por otros autores. As�,
mientras que la brujer�a utiliza hierbas, ung�entos y alucin�genos para producir
sugesti�n en sus v�ctimas, la hechicer�a usa materiales emp�ricos.2?

As� se puede decir tambi�n que tenemos dos tipos de brujer�a: la antigua, que
todav�a subsiste y es la de los filtros amorosos y la adivinaci�n (o hechicer�a), y
la demon�aca, vinculada a los aquelarres y el diablo (o brujer�a). En la mayor�a de
los idiomas se utilizan t�rminos diferentes para cada una menos en el franc�s,
idioma en el cual solo existe sorcellerie para ambas. En ingl�s existe sorcery y
witchcraft, en portugu�s feiti�aria y bruxaria, en italiano fattucchieria y
stregoneria, en alem�n se dice Kunst o Zauberei y Hexerei, mientras que en
castellano se dice �hechicer�a� a la primera y �brujer�a� a la segunda.1?

Historia de la brujer�a en Occidente


La Antig�edad cl�sica

Circe ofreciendo un brebaje a Ulises, por J. W. Waterhouse.


En las antiguas Grecia y Roma, estaba extendida la creencia en la magia. Exist�a,
sin embargo, una clara distinci�n entre distintos tipos de magia seg�n su
intenci�n. La magia ben�fica a menudo se realizaba p�blicamente, era considerada
necesaria e incluso exist�an funcionarios estatales, como los augures romanos,
encargados de esta actividad. En cambio, la magia realizada con fines mal�ficos era
perseguida.c?Se atribu�a generalmente la magia mal�fica a hechiceras (en lat�n
mal�ficae), de las que hay numerosas menciones en numerosos autores cl�sicos.

Seg�n los textos cl�sicos, se cre�a de estas hechiceras que ten�an la capacidad de
transformarse en animales, que pod�an volar de noche y que practicaban la magia
tanto en provecho propio como por encargo de terceras personas. Se dedicaban
preferentemente a la magia er�tica, aunque tambi�n eran capaces de provocar da�os
tales como enfermedades o tempestades. Se reun�an de noche, y consideraban como sus
protectoras e invocaban en sus conjuros a diosas como H�cate, Selene, Diana entre
otras deidades.7?

Probablemente, las brujas m�s conocidas de la literatura cl�sica son dos personajes
mitol�gicos, Circe8? y Medea. Las habilidades m�gicas de ambas residen sobre todo
en su dominio de las p�cimas o filtros m�gicos (ph�rmakon, en griego). Medea, que
se presenta a s� misma como adoradora de H�cate,d? se convirti� en el arquetipo de
la hechicer�a en las literaturas griega y romana. Hay menciones de brujas en las
obras de Te�crito, Horacio, Ovidio, Apuleyo, Lucano y Petronio, entre muchos otros.
Estos autores hacen especialmente referencia a brujas que realizan magia de tipo
er�tico.

Relacionada con la creencia grecorromana en las brujas est� la figura de la


estirge, un animal nocturno que es mitad p�jaro mitad ser humano que se alimenta de
sangre (y que resulta tambi�n un precedente de la moderna figura del vampiro).

Los escritores antiguos fueron a menudo esc�pticos acerca de las presuntas


facultades de las brujas.

La brujer�a en el Antiguo Testamento

Sa�l y la bruja de Endor.


En la Torah (el Antiguo Testamento cristiano) no aparece el concepto de �brujer�a�,
con el significado y las connotaciones que se desarrollar�an en el medioevo
europeo. En el �xodo lo que se proh�be concretamente es la magia o hechicer�a (en
hebreo kash�f, �la que susurra�), es decir la pr�ctica de, mediante invocar dioses
o esp�ritus, o mediante f�rmulas m�gicas obtenidas gracias al conocimiento y la
sabidur�a supuestamente sobrenaturales, tratar de influir sobre personas y
acontecimientos futuros. En esto difiere la magia de la adivinaci�n, pues esta
�ltima solo trata de descubrir acontecimientos futuros, no de influir en ellos o
cambiarlos. En suma, los hechiceros mencionados en la Biblia no son satanistas sino
sacerdotes m�s o menos formales de cultos de esa �poca. Se llama as� tanto a los
sacerdotes de Egipto, como a los de Babilonia y Persia.

En la Torah se establece que la hechicer�a debe ser castigada con la pena de


muerte: �A la hechicera no la dejar�s que viva� (�xodo). Es de notar que, al igual
que en la Grecia y Roma cl�sicas, la brujer�a aparece como una actividad
mayoritariamente femenina.

De otras citas b�blicas (Lev�tico, Deuteronomio 18:11-12), se desprende que la


principal actividad de estas hechiceras era la necromancia o invocaci�n a los
muertos. En el Primer libro de Samuel (1Samuel 28:1-25) se relata la historia de la
bruja de Endor, a la que Sa�l, contraviniendo sus propias leyes, recurri� para
invocar al difunto profeta Samuel antes de una batalla con los filisteos.

Brujer�a y cristianismo en la Edad Media


Los padres de la Iglesia se mostraron esc�pticos sobre la realidad de la brujer�a.
Agust�n de Hipona dudaba de la posibilidad de la metamorfosis y desarroll� la
teor�a de que los delirios de los brujos eran creados por el diablo.9?

Sin embargo, el C�digo Teodosiano promulga, por primera vez, una ley en contra del
ejercicio de la magia, en 429. En 534, el segundo C�digo de Justiniano proh�be
consultar a los astr�logos y adivinos por ser una �profesi�n depravada�. El
Concilio de Ancira o Concilio de Elvira, en 306, declara que matar a trav�s de un
conjuro es un pecado y la obra del demonio. El Concilio de Laodicea solicita, en
360, la excomuni�n de todo aquel que practique la brujer�a, la adivinaci�n, la
astrolog�a o la magia.

En la Alta Edad Media abundan los testimonios de eclesi�sticos que denuncian como
ilusiones las viejas creencias sobre las brujas, conden�ndolas como cultos
paganos.10?
Los obispos se preocupaban de los hechizos, de las viejas que pretend�an haber
hecho viajes nocturnos maravillosos, de los fabricantes de filtros y
encantamientos, de cl�rigos eruditos adeptos a la magia y a la astrolog�a, de los
invocadores de los demonios.11?
En la segunda mitad del siglo xiii d. C. la percepci�n de la brujer�a cambia y se
acent�a la preocupaci�n por ella a causa de la difusi�n de textos herm�ticos y de
la idea mantenida por ciertos cl�rigos eruditos de que los cristianos a veces
dejaban que el diablo se apoderara de ellos o de una parte de su ser. As� se pasa
de la visi�n de la brujer�a como una superstici�n o como el resultado de ilusiones
demon�acas, a pensar que los que la practican lo que buscan es establecer pactos
con el diablo, por lo que se cree necesario clasificar muy bien sus pr�cticas e
interrogarlos con detenimiento. A partir de entonces la creencia en las
intervenciones directas del diablo en la vida del hombres se hace m�s real, m�s
evidente, m�s repetida, como nunca antes en la historia medieval. Esta preocupaci�n
llega al papa que consulta a los te�logos, cuya opini�n queda plasmada en la bula
Super illius specula (de 1326), que equipara la brujer�a a la herej�a. As� las
pr�cticas m�gicas se convierten
...en un gran peligro para el g�nero humano al desafiar los lazos de obediencia, al
suscitar la rebeli�n, convirti�ndose tambi�n, como la herej�a, en un crimen de lesa
majestad humana y divina, justificando el procedimiento m�s duro, m�s excepcional,
puesto que es la majestad misma la que aparece amenazada por este crimen atroz.12?
Los eclesi�sticos comienzan a creer seriamente en la realidad del fen�meno de la
brujer�a, que ya no es considerado como una mera superstici�n, y Tom�s de Aquino,
el te�logo m�s importante de su tiempo, formula la teor�a de los demonios �ncubos y
s�cubos que utiliza para precisar la casu�stica que se puede dar en las relaciones
sexuales entre los humanos y los demonios.10?

El cambio aparece reflejado en las Partidas de Alfonso X el Sabio ?quien por otro
lado era muy aficionado a las pr�cticas hechiceras?, aunque ponen bajo la
jurisdicci�n real a la magia y a la adivinaci�n, y no de la eclesi�stica, porque no
son consideradas como herej�as.10?

El dominico catal�n Nicholas Eymeric incluye la brujer�a en su famoso manual para


inquisidores Directorium inquisitorium de 1376. En �l establece tres tipos de
brujer�a: la de los que adoran a los demonios, arrodill�ndose ante ellos,
encendiendo cirios y quemando incienso, cantando oraciones, etc; los que les dan un
culto mezclando los nombres de los demonios con los de los santos, rogando que los
mismos demonios hagan de mediadores ante Dios, etc.; y los que invocan siempre a
los demonios trazando figuras m�gicas, colocando un ni�o en medio de un c�rculo,
etc. A continuaci�n Emeric advierte que si el brujo o la bruja se dirige al demonio
en un tono imperativo (te mando, te ordeno) la herej�a no est� bien marcada, en
cambio si dice 'te ruego' o 'te pido', eso significa oraci�n ?y adoraci�n? lo que
tiene que ser severamente castigado.10?

En el siglo xv d. C. la ofensiva antibrujer�a se acent�a y el aumento de los


procesos por esta causa aumenta de forma extraordinaria en toda Europa ?la misma
Juana de Arco fue condenada y quemada en la hoguera por �bruja�?. El papa Inocencio
VIII promulg� en 1484 la bula Summis desiderantis affectibus en la cual reconoce
formalmente el hecho de la brujer�a. Mayor impacto tendr� la publicaci�n dos a�os
despu�s del libro Malleus maleficarum de dos dominicos alemanes, en el que se
presenta la brujer�a como una secta diab�lica que hay que exterminar.10?

Una de las primeras representaciones del "sabbat". Miniatura del siglo xv d. C.


Es precisamente en el siglo xv d. C. cuando aparecen las representaciones en
im�genes del sabbat, y es significativo que una de las primeras sea una miniatura
aparecida en un tratado contra los herej�a valdense en la que se imita la
iconograf�a utilizada en el Cordero m�stico, el famoso cuadro de Jan van Eyck,
cambiando el cordero por el macho cabr�o.13?

El primer caso de la quema de una bruja data de 1275 en Toulouse ?epicentro del
catarismo?. El inquisidor Hugo Baniol conden� a una mujer enajenada mental a la
hoguera luego de que �sta confes� haber procreado un monstruo con un demonio.
Doctores de la iglesia como San Buenaventura y Tom�s de Aquino cre�an posible el
encuentro carnal entre mujeres y demonios.14?

Otros tempranos y escasos informes sobre la persecuci�n de brujas datan de 1360,


ejecutadas por la justicia civil en Suiza y Croacia.15?Sin embargo, en esa �poca el
poder judicial civil no estaba separado del poder religioso. De los once
territorios del Sacro Imperio Romano Germ�nico donde la persecuci�n fue m�s intensa
en t�rminos de cantidades de brujas condenadas, siete eran cat�licos: Colonia,
Maguncia, W�rtzburg, Bamberg, Tr�veris, Eichst�tt y Ellwangen, y all� mataban en
nombre de dios y las autoridades cat�licas estuvieron implicadas.1?

En 1829, el novelista franc�s Lamothe-Langon sostuvo que la tolerancia hacia las


brujas por parte de la Iglesia cambi� cuando la Iglesia comenz� a perseguir las
herej�as c�tara y valdense. Ambas conced�an una gran importancia al Demonio. Para
combatir estas herej�as fue creada la Inquisici�n pontificia en el siglo xiii d.
C.. En el siglo siguiente comienzan a aparecer en los procesos por brujer�a las
acusaciones de pacto con el Diablo, el primer elemento determinante en el concepto
moderno de brujer�a.

La primera persona en estar en desacuerdo con el cambio de pensamiento respecto de


la brujer�a fue el matem�tico y cardenal Nicol�s de Cusa, quien insist�a en la no
existencia de las brujas como seres que se transformaban en animales.16?

Brujer�a y cristianismo en los inicios de la Edad Moderna


Con la Reforma Protestante la situaci�n de las brujas no cambi�; al contrario,
Mart�n Lutero era un convencido sobre las existencia de los brujos e insist�a en su
persecuci�n, aunque no fue responsable de las hogueras como Juan Calvino (1509-
1564).
Detalle del Tr�ptico de las Tentaciones de san Antonio (hacia 1501) de El Bosco en
el que aparece una imagen sat�rica de una pareja que se traslada por los aires al
Sabbat montada en un pez volador. �l, delante, porta colgado de una p�rtiga el
caldero de las cocciones m�gicas; ella, detr�s, con una falda de cola larga.
La primera persona que alz� su voz en contra de la cacer�a de brujas fue el m�dico
protestante Johann Weyer (1515-1588). En 1563, Weyer concluy� que las principales
acusadas de brujer�a eran mujeres ancianas que seg�n �l sufr�an de �melancol�a�.16?
Contra la existencia de brujas se sumaron los tambi�n protestantes Johann Jacob
Wecker (1528-1586), Herman Witekind (1524-1603) y Johannes Ewich (1525-1588).

Dentro de la Iglesia cat�lica, dos figuras destacaron en la lucha contra la caza de


brujas: el espa�ol Alonso de Salazar y Fr�as y el jesuita alem�n Friedrich Spee.

En el a�o 1610, en la localidad de Logro�o se lleva a cabo el enjuiciamiento de


presuntas brujas, episodio que se conoce como el Juicio a las Brujas de
Zugarramurdi. De entre los tres inquisidores encargados del proceso se destac� la
figura de Alonso de Salazar y Fr�as. Salazar se opuso a sus dos colegas, que
estaban convencidos de la culpabilidad de las supuestas brujas. En su informe al
inquisidor general, Salazar concluy�: �No hubo brujos ni embrujados hasta que se
empez� a hablar y escribir de ellos�. Dicha investigaci�n contribuy� a la
definitiva abolici�n de las quemas de brujas en todo el Imperio espa�ol.

Entre 1626 y 1631, en el paroxismo de la Guerra de los Treinta A�os, per�odo en el


cual se produjeron grandes matanzas, saqueos y terribles hambrunas y en el cual se
llegaron a darse episodios de canibalismo, los pr�ncipes cat�licos que
reconquistaban territorios luteranos llevaron adelante juicios masivos contra
personas acusadas de brujas en la ciudad de W�rzburg y en las que fueron ejecutadas
m�s de 1000 personas, hombres, mujeres y ni�os, acusados de ser brujos.

La brujer�a en Europa durante la Edad Moderna


Los siglos xvi y xvii constituyen el per�odo culminante de la caza de brujas,
especialmente en el centro de Europa y las islas brit�nicas. En el sur de Alemania
fueron quemadas 3229 brujas entre 1560 y 1670; en Escocia 4400 entre 1590 y 1680;
en Lorena, m�s de 2000 entre 1576 y 1606. Ricardo Garc�a C�rcel se�ala que la mayor
incidencia en estas regiones se debi� a que �hab�an sufrido guerras de religi�n y
que, en muchos casos, eran zonas de tensi�n pol�tica y social, que padec�an las
consecuencias de la Reforma�. En el mundo cat�lico, en la primera mitad del siglo
xvii los jesuitas tomaron el relevo de los dominicos en la �caza de brujas�.17?

Las matanzas fueron acompa�adas de una extraordinaria proliferaci�n de libros sobre


el tema, con Alemania a la cabeza. Del Malleus maleficarum se hicieron entre 1486 y
1669 un total de 34 ediciones, lo que equivale de 30 000 a 50 000 ejemplares. El
an�nimo El teatro de los diablos (1569) y Instrucciones sobre la tiran�a y el poder
del diablo de Andr� Musculus, fueron algunos de estos libros dedicados a la
brujer�a y a la demonolog�a, que en total sumar�an m�s de 200 000 ejemplares, solo
en el mercado alem�n. En Francia la obra de mayor �xito fue la Demonoman�a de
Bodino (1580).18?

Incluso algunos de los protagonistas de la revoluci�n cient�fica del siglo XVII,


como Francis Bacon o Robert Boyle, cre�an en las brujas y en los esp�ritus
malignos. Boyle lleg� a proponer que se interrogara a los mineros para determinar
�si han visto alg�n demonio subterr�neo; y si es as�, qu� apariencia y aspecto
presentan�. Sin embargo, hubo otros intelectuales que buscaron una explicaci�n
racional al fen�meno de la brujer�a, como Ulrico Melitor, Johann Wier o el ingl�s
Reginald Scot con su Discoverie of Witchcraft (1584).17? Seg�n Julio Caro Baroja,
"este libro, y alg�n otro en que se hac�an invocaciones a la prudencia, encoleriz�
de tal manera al rey Jacobo I que se consider� obligado a refutarlo condenando las
opiniones da�inas expuestas en �l, que no eran sino la de considerar que los
esp�ritus malignos, s�lo en excepcionales circunstancias, ten�an comercio con los
hombres... El libro de Scot, pese a que fue quemado por el verdugo, tuvo sus
lectores y a�os despu�s se volvi� a publicar, m�s o menos adulterado".19?

Con la Ilustraci�n desaparece la obsesi�n por la brujer�a, y en el siglo xviii d.


C. tienen lugar las �ltimas condenas. En Inglaterra y en Escocia en 1722, en
Francia en 1746, en Alemania en 1775, en Espa�a en 1781, en Suiza en 1782 y en
Polonia en 1793. Sin embargo, todav�a hubo una oleada de quema de brujas en
Sudam�rica a lo largo del siglo xix d. C..17?

El concepto de brujer�a. Or�genes y desarrollo

Quema de brujas.
A finales de la Edad Media empez� a configurarse una nueva imagen de la bruja, que
tiene su principal origen en la asociaci�n de la brujer�a con el culto al Diablo
(Demonolog�a) y, por lo tanto, con la idolatr�a (adoraci�n de dioses falsos) y la
herej�a (desviaci�n de la ortodoxia).

Aunque el primer proceso por brujer�a en que est�n documentadas acusaciones de


asociaci�n con el Diablo tuvo lugar en Kilkenny (Irlanda), entre 1324 y 1325,20?
solo hacia 1420-1430 puede considerarse consolidado el nuevo concepto de brujer�a.
Existen variantes regionales, pero puede describirse una serie de caracter�sticas
b�sicas, reiteradas tanto en las actas de los juicios como en la abundante
literatura culta sobre el tema que se escribi� en Europa durante los siglos xv d.
C., xvi d. C. y xvii d. C..

Las principales caracter�sticas de la bruja, seg�n los te�ricos del tema en la


�poca, eran las siguientes:

el vuelo en palos, animales, demonios o con ayuda de ung�entos,


encuentros nocturnos con el Diablo y otras brujas en el sabbat o aquelarre,
pactos con el Diablo,
sexo con demonios (en forma de �ncubos y s�cubos) y
la magia negra.
Esta idea de la brujer�a, predominante en la Edad Moderna y base de las cazas de
brujas, era alarmante en la �poca, ya que se extendi� la idea de que las brujas
conspiraban para extender el poder del Diablo. La caracterizaci�n negativa de las
brujas comparte algunas caracter�sticas con el antisemitismo (expresiones como
�synagoga satanae�, �sinagoga de Satan�s� o �shabat�, para designar las reuniones
nocturnas de las brujas), y tiene un fuerte car�cter mis�gino.e?Aunque no todos los
sospechosos de brujer�a eran mujeres (hubo un significativo porcentaje de hombres
procesados y ejecutados por delitos de brujer�a), se consideraba a la mujer m�s
inclinada al pecado, m�s receptiva a la influencia del Demonio, y, por tanto, m�s
proclive a convertirse en bruja.

La misoginia de la Iglesia tuvo gran influencia en la creaci�n de este imaginario


social sobre la bruja. La Iglesia no torturaba ni quemaba a las brujas
directamente, pero colabor� en gran medida en las persecuciones al exaltar la
imagen demon�aca de la mujer y avivar el sentimiento de odio mis�gino que predomin�
hacia todo lo femenino en esa �poca. La Iglesia acusaba a las mujeres de lascivas y
sosten�a su inferioridad moral e intelectual. El poder judicial y el poder
religioso no estaban separados. La Iglesia no hizo nada para oponerse a la
persecuci�n de las brujas, asist�a a las ejecuciones y reci�n en 1657 conden� las
persecuciones, cuando ya hab�an sido torturadas y asesinadas miles de mujeres.1?

El Malleus Maleficarum y la pol�mica sobre la realidad de la brujer�a


Art�culo principal: Malleus Maleficarum

Portada del Malleus maleficarum en una edici�n de 1669.


La definici�n de la brujer�a como adoraci�n al Diablo se difundi� por toda Europa
mediante una serie de tratados de demonolog�a y manuales para inquisidores que se
publicaron desde finales del siglo xv d. C. hasta avanzado el siglo xvii d. C.. El
primero en alcanzar gran repercusi�n fue el Malleus maleficarum (�martillo de las
brujas�, en lat�n), un tratado filos�fico-escol�stico publicado en 1486 por dos
inquisidores dominicos, Heinrich Kramer (Henricus Institoris, en lat�n) y Jacob
Sprenger. El libro no solo afirmaba la realidad de la existencia de las brujas,
conforme a la imagen antes mencionada,f? sino que afirmaba que no creer en brujas
era un delito equivalente a la herej�a: �Hairesis maxima est opera maleficarum non
credere� (�la mayor herej�a es no creer en la obra de las brujas�).

El libro fue el resultado de las experiencias que tuvieron estos dos frailes, Krame
y Sprenger, que fueron enviados a ocuparse de las supersticiones en el norte y el
centro de Alemania. En �l recopilaron una enorme cantidad de historias, que eran
presentadas no como supersticiones, sino como hechos reales de comercio con Sat�n y
los poderes de las tinieblas:

Las brujas com�an y devoraban realmente a los ni�os, copulaban con demonios,
volaban por los aires para acudir en sus encuentros en el sabbat, atacaban al
ganado, provocaban tormentas y conjuraban los poderes del rayo. Ning�n otro libro
de su �poca promovi� m�s una materia que trataba de combatir
Henry Kamen.21?
Adem�s el libro muestra una obsesi�n sobre el tema sexual en relaci�n con las
brujas al que alude constantemente:

Cuesti�n VIII: �pueden los diablos impedir la impotencia genital?


Cuesti�n IX: �Pueden crear las brujas ilusiones hasta el punto de hacer creer que
el miembro viril ha sido separado del cuerpo?;
Cap�tulo VI: sobre la manera como las brujas suelen impedir la capacidad genital;
Cap�tulo VII: sobre la manera como suelen untar a los hombres el miembro viril,
etc.22?
Tanto el Malleus maleficarum como otros muchos libros que se publicaron en la �poca
constituyeron el fundamento de la caza de brujas que se dio en toda Europa durante
la Edad Moderna, especialmente en los siglos XVI y XVII y que caus� la muerte,
seg�n algunos c�lculos de unas 60 000 personas.

Los renacentistas italianos


Algunos fil�sofos renacentistas como Marsilio Ficino creyeron en la realidad de la
brujer�a, pero hubo otros, como Pietro Pomponazzi que la cuestionaron. M�s
contundente en su impugnaci�n del Malleus... fue el jurisconsulto Gian Francesco
Ponzinibio, quien partiendo del Canon Episcopi niega los vuelos de las brujas y
otras fantas�as atribuidas a ellas. Sus cr�ticas a la creencia en las brujas fueron
rechazadas por el inquisidor Bartolommeo de Spina que lo acus� de hereje. El
eclesi�stico Samuele de Cassinis en un op�sculo publicado en Mil�n en 1505 tambi�n
neg� la realidad de los actos de los que se acusaba a las brujas, que fue
respondido inmediatamente por el dominico de Pav�a Vicente Dodo. La misma l�nea
inquisitorial de Sipina y de Dodo fue defendida por Paolo Grillandi en un libro
sobre sortilegios, herej�as y c�pulas carnales, en el que contaba casos de brujer�a
en los que hab�a ejercido como juez en el sur de Italia, como en el ducado de
Spoleto, y de las supuestas reuniones que manten�an las brujas en Benevento. Pero
la obra de Gillandus y la de otros que defend�an la realidad de la brujer�a fue
criticada por Andrea Alciato, Gerolamo Cardano, Andrea Cesalpino y Giambattista
della Porta.23?

La experiencia del doctor Laguna en Metz

Andr�s Laguna, m�dico de c�mara del emperador Carlos V, fil�sofo y humanista


c�lebre.
En Metz el doctor Andr�s Laguna llev� a cabo una experiencia hacia 1545 para
demostrar que la acusaci�n de brujer�a a una pareja de ancianos acusados de haber
causado una grave enfermedad al duque de Lorena, del que Laguna era su m�dico, no
ten�a fundamento. Cogi� el ung�ento de color verde y fuerte olor que se descubri�
en el lugar donde viv�an los dos supuestos brujos y se lo aplic� a una paciente
suya que padec�a de insomnio. Entonces la mujer cay� en un profundo sopor durante
el cual so�� cosas disparatadas, lo que convenci� al doctor Laguna de que lo que
dec�an los brujos y brujas era producto de alucinaciones. Sin embargo, su
"experimento" no logr� convencer a los jueces, y la supuesta bruja fue quemada y el
marido muri� poco despu�s en circunstancias misteriosas. Al poco tiempo muri� el
duque y Laguna se march� de Metz.24?

Imperio Germ�nico
El Malleus... tuvo una r�plica inmediata por parte de un abogado de Constanza,
Ulrico Molitor, que public� De lamiis et phitonicis mulieribus, en el que negaba la
realidad de los vuelos de las brujas y otros prodigios atribuidos a ellas,
inspir�ndose en la doctrina del Canon Episcopi. El libro tuvo varias ediciones y
fue muy apreciado por sus grabados en los que se mostraban las supuestas acciones
de las brujas. Sin embargo, el abogado opinaba que �stas deb�an ser castigadas por
su apostas�a y corrupci�n.25?

Por su parte los reformadores Lutero, Melachton y otros cre�an firmemente en el


poder de los maleficios, en la presencia del Demonio y en la realidad de los vuelos
y metamorfosis de las brujas.26?

El m�dico Johann Wier, disc�pulo de Heinrich Cornelio Agrippa, escribi� en franc�s


un libro editado en Par�s en 1579 en el que recogi� todas las opiniones contrarias
a la realidad de los actos atribuidos a las brujas, e incluso a los demonios. Seg�n
Caro Baroja, Wier "niega que el mismo Demonio ponga su poder al servicio de �stas
[las supuestas brujas] y que, por lo tanto, se verifiquen realmente sus prop�sitos
y que tenga lugar el pacto de mutuo acuerdo. El Demonio lo �nico que hace es
enga�arlas, apoder�ndose de su esp�ritu. Ahora bien, se comprende que para esto
escoja a la gente m�s propicia, o sea los d�biles, melanc�licos, ignorantes,
maliciosos, etc. Y como �stos abundan m�s entre las mujeres que entre los hombres,
es natural tambi�n que entre ellas haya m�s captadas".27?

Pr�cticas atribuidas a las brujas


V�ase tambi�n: Brujas
Pacto con el Diablo
Art�culo principal: Pacto con el Diablo
Se atribu�a a los acusados de brujer�a un pacto con el Diablo. Se cre�a que al
concluir el pacto, el Diablo marcaba el cuerpo de la bruja, y que una inspecci�n
detenida del mismo pod�a permitir su identificaci�n como hechicera.g?Mediante el
pacto, la bruja se compromet�a a rendir culto al Diablo a cambio de la adquisici�n
de algunos poderes sobrenaturales, entre los que estaba la capacidad de causar
maleficios de diferentes tipos, que pod�an afectar tanto a las personas como a
elementos de la naturaleza; en numerosas ocasiones, junto a estos supuestos poderes
se consideraba tambi�n a las brujas capaces de volar (en palos, animales, demonios
o con ayuda de ung�entos), e incluso el de transformarse en animales
(preferentemente lobos).

La supuesta capacidad de volar tambi�n se asienta sobre algunos informes remitidos


por los inquisidores a Felipe II tras su misi�n en Galicia. Tanto Felipe II como
sus antecesores solicitaron a la Santa Inquisici�n investigaciones sobre la
veracidad de las leyendas populares en lo que a la capacidad de volar se refiere.
En los primeros informes se afirmaba no haber encontrado nada que pudiera confirmar
las historias populares, pero las investigaciones posteriores cambiaron
radicalmente y en los siguientes escritos los inquisidores afirmaron haber visto
volar a las brujas y salir por las chimeneas con sus escobas.28?

El aquelarre o sabbat
Art�culo principal: Aquelarre
Se cre�a que las brujas celebraban reuniones nocturnas en las que adoraban al
Demonio. Estas reuniones reciben diversos nombres en la �poca, aunque predominan
dos: sabbat y aquelarre. La primera de estas denominaciones es casi con seguridadh?
una referencia antisemita, cuya raz�n de ser es la analog�a entre los ritos y
cr�menes atribuidos a las brujas y los que seg�n la acusaci�n popular comet�an los
jud�os. La palabra �aquelarre�, en cambio, procede del euskera aker (�macho
cabr�o�) y larre (�campo�), en referencia al lugar en que se practicaban dichas
reuniones.

El aquelarre. Ilustraci�n del libro de Anton Praetorius.


Seg�n se cre�a, en los aquelarres se realizaban ritos que supon�an una inversi�n
sacr�lega de los cristianos. Entre ellos estaban, por ejemplo, la recitaci�n del
Credo al rev�s, la consagraci�n de una hostia negra, que pod�a estar hecha de
diferentes sustancias, o la bendici�n con hisopo negro.29?

Adem�s, casi todos los documentos de la �poca hacen referencia a op�paros banquetes
(con frecuencia tambi�n a la antropofagia) y a una gran promiscuidad sexual. Una
acusaci�n muy com�n era la del infanticidio, o los sacrificios humanos en general.

La principal finalidad de los aquelarres era, sin embargo, siempre seg�n lo


considerado cierto en la �poca, la adoraci�n colectiva del Diablo, quien se
personaba en las reuniones en forma humana o animal (macho cabr�o, gato negro,
etc). El ritual que simbolizaba esta adoraci�n consist�a generalmente en besar el
ano del Diablo (osculum infame). En estas reuniones, el Diablo impon�a tambi�n
supuestamente su marca a las brujas, y les proporcionaba drogas m�gicas para
realizar sus hechizos. Se cre�a que los aquelarres se celebraban en lugares
apartados, generalmente en zonas boscosas. Algunos de los m�s c�lebres escenarios
de aquelarres fueron las cuevas de Zugarramurdi (Navarra) y Las G�ixas (cerca de
Villan�a, en la provincia de Huesca) en Espa�a, el monte Brocken (mencionado en el
Fausto de Goethe), en Alemania, Carnac en Francia; el nogal de Benevento y el paso
de Tonale, en Italia. Se cre�a tambi�n que algunos aquelarres se celebraban en
lugares muy lejanos de la residencia de las supuestas brujas, que deb�an por tanto
hacer uso de sus poderes sobrenaturales para desplazarse volando: por ejemplo, se
acus� a algunas brujas del Pa�s Vasco franc�s de asistir a aquelarres en Terranova.

Algunas fechas se consideraban tambi�n especialmente propicias para la celebraci�n


de aquelarres, aunque var�an seg�n las regiones. Una de ellas era la noche del 30
de abril al 1 de mayo, conocida como la noche de Walpurgis.

El vuelo

Linda maestra (1799), de Francisco de Goya.


Se atribu�a a las brujas la capacidad de desplazarse volando a los aquelarres. Esta
creencia se remonta, al menos, a la Antig�edad cl�sica, aunque a menudo fue vista
con escepticismo (por ejemplo, en el Canon episcopi se afirma la absoluta falsedad
de esta idea). Los procedimientos empleados para volar var�an seg�n los diferentes
testimonios: en el Canon episcopi, por ejemplo, se hace referencia a la creencia de
que las brujas se desplazaban en animales voladores. Sin embargo, el medio de
locomoci�n m�s frecuente, y que como tal ha perdurado en la imagen actual de la
bruja, es la escoba.

El simbolismo de la escoba se ha interpretado de diversas formas. Para algunos


autores se trata de un s�mbolo f�lico �wicca�., lo que se relacionar�a con la
supuesta promiscuidad sexual de las brujas. Otras teor�as mencionan que la escoba
pudo haber sido utilizada para administrarse determinadas drogas.

Con respecto a los vuelos de las brujas, las opiniones de los te�logos de la �poca
estuvieron muy divididas. Para algunos, ten�an lugar f�sicamente, en tanto que
otros consideraban que se trataba de ensue�os inducidos por el Diablo. Modernamente
se han relacionado con el consumo de ciertas drogas conocidas en la Europa rural,
tales como el bele�o, la belladona y el estramonio.

La metamorfosis
La cultura popular del norte de Europa atribuye a las brujas la transformaci�n
preferente en un gato negro.

En la cultura guatemalteca se dice que algunas brujas realizan un ritual en el cual


con unos pocos movimientos del cuerpo vomitan el alma, logrando as� el poder de
convertirse en cualquier tipo de animal.

Magia negra
Art�culo principal: Magia negra
Se acusaba a las brujas de la realizaci�n de hechizos mediante la magia negra, esto
es, con fines mal�ficos. Mediante estos hechizos, lograban supuestamente hacer
morir o enfermar a otras personas o al ganado, o desencadenar fen�menos
meteorol�gicos que arruinaban las cosechas.

La definici�n del delito de brujer�a


El delito de brujer�a tom� su forma definitiva en Francia gracias fundamentalmente
a la obra de Jean Bodin De Demonomanie des Sorciers editada en Par�s en 1580 y en
la que se determina que los brujos y brujas son culpables de quince cr�menes:
renegar de Dios; maldecir de �l y blasfermar; hacer homenaje al Demonio, ador�ndole
y sacrificando en su honor; dedicarle los hijos; matarlos antes de que reciban el
bautismo; consagrarlos a Santan�s en el vientre de sus madres; hacer propaganda de
la secta; jurar en nombre del Diablo en signo de honor; cometer incesto; matar a
sus semejantes y a los ni�os peque�os para hacer cocimiento; comer carne humana y
beber sangre, desenterrando a los muertos; matar, por medio de venenos y
sortilegios; matar ganado; causar la estirilidad en los campos y el hambre en los
pa�ses; tener c�pula carnal con el Demonio.30?

Grabado del Compendium maleficarum (1608) de Francesco Maria Guazzo que muestra la
preparaci�n del banquete del sabbat.
Dos a�os despu�s Pi�rre Gr�goire publica un tratado en el que compendia las leyes
civiles y eclesi�sticas sobre la brujer�a y da noticia de la caza de brujas llevada
a cabo en el Languedoc donde en el a�o 1577 fueron quemados cuatrocientos brujos y
brujas. Pero los que acabaron de perfilar el delito de brujer�a fueron tres jueces
civiles. El primero, Nicolas R�my, public� en Lyon en 1595 su experiencia como
magistrado en el ducado de Lorena que durante los quince a�os que actu� all�, entre
1576 y 1591, mand� quemar a unas novecientas personas, acusadas de ser brujos o
brujas. El segundo fue Henri Boguet, "gran juez de la ciudad de Saint Claude", que
escribi� un libro en 1602 en el que cuenta su actuaci�n en la zona del Jura, y en
el que describ�a c�mo descubr�a a los brujos buscando se�ales caracter�sticas en
sus cuerpos o en sus cabezas, que mandaba rapar, y a los que no dudaba en aplicar
la tortura para que confesaran. El tercer juez fue Pierre de Lancre que mand�
quemar a unas ochenta brujas en el pa�s del Labourd, en el pa�s vasco franc�s, y
cuya actuaci�n tuvo sus consecuencias al otro lado de la frontera con el famoso
proceso de las brujas de Zugarramurdi, y que tambi�n public� su experiencia en dos
libros muy famosos.31?

Tratadistas de otras partes de Europa tambi�n contribuyeron a la definici�n del


delito de brujer�a. Destacan el flamenco Peter Binsfeld, que en 1591 public�
Tractatus de confessionibus maleficorum et sagarum; el castellano-flamenco Mart�n
del R�o con su Disquisitionimum magicarum libri sex publicado en 1599 �seg�n Julio
Caro Baroja, "da una versi�n del Sabbat, tomando elementos de aqu� y all�, citando
ora a R�my, ora a Binsfield mismo, ora a los inquisidores antiguos franceses e
italianos, etc."�; y el milan�s Francesco Maria Guazzo con su Compendium
maleficarum.32?

La persecuci�n de las brujas


Entre los siglos xv d. C. y xviii d. C. se dio una persecuci�n particularmente
intensa de la brujer�a, conocida como caza de brujas. Esta persecuci�n afect� a la
pr�ctica totalidad del territorio europeo, si bien fue particularmente intensa en
Centroeuropa, en los estados semiindependientes bajo la autoridad nominal del Sacro
Imperio Romano Germ�nico, y en la Confederaci�n Helv�tica. Los estudiosos actuales
del tema dan una cifra aproximada de 110 000 procesos y 60 000 ejecuciones,[cita
requerida] a pesar de que c�lculos anteriores arrojaban cifras mucho m�s elevadas.

Escala de brujas, Oudewater, Pa�ses Bajos.


La principal acusaci�n contra las brujas era la de demonolatr�a, o adoraci�n del
Diablo, concretada ya en una obra cl�sica sobre el tema, el Malleus maleficarum
(�martillo de brujas�). Entre los siglos xvi d. C. y xviii d. C. aparecieron
numerosas obras de eclesi�sticos y juristas acerca de este tema.

Contra lo que suele creerse, la mayor parte de los procesos por brujer�a los
llevaron a cabo tribunales civiles, y la Inquisici�n tuvo un papel mucho menor. Los
procesos tuvieron lugar por igual en pa�ses cat�licos y protestantes. En los
territorios de religi�n ortodoxa, en cambio, las cazas fueron de intensidad mucho
menor.

Durante estos procesos, se aplic� con frecuencia la tortura para obtener


confesiones, por lo cual los investigadores actuales suelen manifestar cierto
escepticismo acerca de lo manifestado en los juicios por brujer�a.

Algunos procesos se han hecho especialmente c�lebres, como el de los Juicios de


Salem, en los Estados Unidos, tema de la c�lebre obra Las brujas de Salem, del
dramaturgo Arthur Miller publicada en 1953, que populariz� la expresi�n �caza de
brujas� en relaci�n con el Comit� de Actividades Antiestadounidenses del senador
Joseph McCarthy (la �poca conocida como macartismo). Desde entonces, la expresi�n
�caza de brujas� se aplica metaf�ricamente a cualquier persecuci�n de tipo
ideol�gico.

Este c�digo indicaba c�mo reconocer a las brujas (las manchas en la piel eran un
signo, por ejemplo) y ense�aba contra ellas diversas formas de tortura (por
ejemplo, meter a una bruja en el agua: si flotaba, se trataba de una bruja).
Tambi�n instru�a sobre c�mo realizar interrogatorios intencionalmente confusos y
contradictorios para desconcertar a las acusadas y lograr que finalmente se
traicionaran y traicionaran a otras.

En Espa�a, la Inquisici�n dej� de perseguirlas a ra�z del proceso contra las brujas
de Zugarramurdi (1610), en el que los inquisidores se encontraron ante la
posibilidad de tener que quemar a varios miles de mujeres si resultaban condenadas.
Resolvieron la cuesti�n declarando que no ten�an pacto con el diablo y desde
entonces no se quem� a ninguna otra.

En el siglo xvi d. C. Anton Praetorius (1560-1613), un pastor y te�logo calvinista


alem�n, luch� contra la persecuci�n de brujas y la tortura en su obra Gr�ndlicher
Bericht, un informe completo acerca de la brujer�a y las brujas.

La crisis de la brujer�a (siglo XVII)


Seg�n el antrop�logo e historiador espa�ol Julio Caro Baroja en la "�poca del
Barroco" "sobreviene la gran crisis de la brujer�a", que se manifiesta de dos
maneras. La primera es que son cada vez m�s abundantes y fuertes "las voces de los
que niegan la realidad de los actos de brujos y brujas". La segunda es que "la
Brujer�a en s� deriva con frecuencia a formas distintas y se complica con los
llamados estados de posesi�n demon�aca".33?

Friedrich Spee von Lagenfeld.


El pionero en cuestionar la realidad de la brujer�a fue el inquisidor espa�ol
Alonso de Salazar y Fr�as en el demoledor informe que present� en 1612-1613 al
Consejo de la Suprema Inquisici�n con motivo del famoso proceso de las brujas de
Zugarramurdi, y que marc� la relativamente benigna pol�tica sobre la brujer�a de la
Inquisici�n espa�ola. Sin embargo, su informe no se hizo p�blico, por lo que quien
es reputado como el primer autor que habl� de la falsedad de la brujer�a es el
jesuita alem�n Friedrich Spee (1591-1635).34?

Spee conoc�a la obra del jesuita Adam Tanner (Innsbruck, c. 1572-Unken, 1632),
profesor de la Universidad de Ingolstadt, quien en su libro Theologia scholastica
se opon�a a los juicios por brujer�a.35?

Spee asisti� a los Juicios de W�rzburg y actu� como confesor de muchos acusados,
concluyendo que ninguna de las personas llevadas a la hoguera era culpable de
brujer�a. Spee fue un rebelde que tuvo que publicar su obra Cautio criminalis como
autor an�nimo, para protegerse, y sin autorizaci�n de los superiores de su orden.
Sppe se neg� a renunciar a la orden cuando se lo pidieron. El objetivo de Spee era
desacreditar el Malleus maleficarum.36?

En su libro comienza diciendo que no discute la existencia de las brujas pero de


los condenados que confes� �l mismo ninguno resultaba culpable de brujer�a por lo
que abogaba por el fin de los juicios por brujer�a �de hecho, �stos comenzaron a
declinar en la Alemania del xvii�.

Spee no negaba la intervenci�n del demonio en la vida humana, pero denunciaba, como
ya lo hab�a hecho el inquisidor Salazar, los abusos que se produc�an en los
procesos por brujer�a. Ya desde el momento de su detenci�n la persona acusada era
tratada como culpable cuando era interrogada y cuando se le buscaban marcas o
se�ales diab�licas en su cuerpo. Las confesiones eran conseguidas mediante la
tortura y no se hac�a caso a las retractaciones posteriores. Adem�s en Alemania se
segu�a recurriendo a las ordal�as para determinar la inocencia o la culpabilidad
del acusado, una pr�ctica medieval que ya se hab�a abandonado en la mayor parte de
Europa. Una de las ordal�as consist�a en la inmersi�n en agua de una acusada y si
quedaba flotando era culpable, si se hund�a era inocente. Tambi�n se pinchaba con
una aguja a las presuntas brujas y aquellas que ten�an partes insensibles quedaba
demostrado que lo eran.37?

El Cautio criminalis fue le�do por el jesuita e inquisidor Francesco Albizzi quien
qued� muy impresionado por la obra y se convenci� de la brutalidad de las cacer�as
de brujas. Extremadamente duro con los seguidores del astr�nomo Galileo Galilei, a
quienes persigui�, Albizzi tom� una dura postura en contra de la caza de brujas.

En 1631 Albizzi, por entonces nuncio apost�lico en la ciudad alemana de Colonia,


presencia con horror una quema de brujas:38?
Nuestros ojos hubieron de contemplar un espect�culo terrible. A las afueras de
muchas ciudades y aldeas vimos numerosas estacas a las que hab�an atado a pobres y
desgraciadas mujeres para quemarlas por brujas.
Francesco Albizzi
En 1636, como inquisidores, Francesco Albizzi y el cardenal Marzio Ginetti se
opusieron a la cacer�a de brujas desatada por el pr�ncipe elector Fernando de
Colonia.

Sin embargo, entre 1648 hasta 1651 se desata una cacer�a de brujas en la monta�osa
y aislada regi�n de los Grisones. Los juicios se llevaron en la ciudad de Vaduz,
actual Liechtenstein donde cerca de 100 �brujos� fueron ejecutados en la
hoguera.39?

En 1655, Albizzi logr� rescatar a quince ni�os, hijos de los ajusticiados en los
Juicios de Vaduz, acusados de practicar brujer�a. Los ni�os fueron amenazados ?sin
que ning�n sacerdote confesor los asistiera? con que si no confesaban que eran
brujos les har�an padecer executio bestialis(ejecutados como animales). Refugiados
en Mil�n y bajo la protecci�n de Albizzi, todos los ni�os llevaron vidas
normales.40?

Entre 1679 hasta 1682 se conforma un nuevo tribunal que condena a muerte a 200
personas por brujer�a. Una comisi�n enviada por Leopoldo I de Habsburgo y precedida
por el Pr�ncipe-obispo de Kempten, determin� que los juicios fueron llevados a cabo
por el se�or local, el conde Franz Carl von Hohenems, para quedarse con las
propiedades de los acusados.41?El total de 300 personas ejecutadas en los dos
juicios representaba el 10 % de la poblaci�n del condado de Vaduz. El conde fue
apresado y luego de su muerte el obispo de Kempten vende las tierras a Juan Ad�n
Andr�s de Liechtenstein, cuya familia da nombre a la regi�n.

As� pues, las nuevas ideas sobre la brujer�a "no ejercieron a�n influencia sobre
muchos jueces y otras personas responsables de la administraci�n de justicia que no
solo durante el siglo xvii d. C., sino tambi�n durante el XVIII, condenaron a la
hoguera a brujos y brujas... [aunque] las causas no fueron casi nunca tan
sensacionales como las de los viejos tiempos".42?

Uno de esos procesos tard�os, m�s abundantes en los pa�ses protestantes que en los
cat�licos, tuvo lugar en 1670 en Suecia. Unos ni�os y muchachos del pueblo de Mohra
denunciaron a unas supuestas brujas que seg�n ellos les hab�an llevado a un
"Sabbat" presidido por el Demonio, que les oblig� a renegar de Dios, siendo
"bautizados" a continuaci�n por un sacerdote infernal. Se abri� un proceso y fueron
quemadas setenta mujeres y azotadas cincuenta. De los ni�os acusadores quince, los
que ten�an diecis�is a�os, fueron quemados y cuarenta fueron azotados.43?

Brujer�a en la Am�rica espa�ola


Desde la �poca prehisp�nica, los antiguos habitantes ten�an una concepci�n de la
brujer�a distinta a la que se tiene actualmente. Las personas que lograban tener
poderes sobrenaturales, o en este caso tener el don de hacer hechizos, era
concebidos como habitantes distinguidos y sumamente respetados por los habitantes
de las localidades en las que se encontraran.

La brujer�a era una actividad digna de reconocerse, ya que los hombres de mayor
importancia como lo eran los Tlatoanis, en muchas ocasiones las decisiones que
tomaban y por lo tanto que afectaban a la comunidad, las tomaban con base a la
informaci�n obtenida por parte de los brujos. En algunas ocasiones tambi�n
recurr�an a los brujos con el fin de curarse de alguna enfermedad.[cita requerida]

Para realizar los actos de brujer�a, las personas especializada tomaban elemento de
la naturaleza para realizar sus distintos trabajos; estos fueron evolucionando con
el paso de los a�os hasta el punto de convertirse en una creencia por parte de los
pobladores, esto con la ayuda de los escribanos provenientes de Espa�a al comenzar
la conquista, los cuales en algunas ocasiones exageraban lo que ve�an y de ah�
deviene gran parte del pensamiento m�gico � religioso que en la actualidad se
mantiene.[cita requerida]

Con las primeras huestes espa�olas no solo llegaron numerosas creencias acerca de
la brujer�a, sino que tambi�n diversas pr�cticas de adivinaci�n y hechicer�a, tanto
de los hispanos como de sus esclavos, pertenecientes a diversas etnias africanas,
que pronto se fusionaron con las creencias m�gico-religiosas de los pueblos
abor�genes.[cita requerida]
De acuerdo a los procesos judiciales de la �poca colonial, la mayor�a del pueblo
ten�a la convicci�n que brujos y brujas se reun�an durante la noche de los viernes
en cuevas secretas habitadas por seres de caracter�sticas sobrenaturales, para
beber, comer, bailar y celebrar su trato con el demonio (lo que antes era bien
visto, ahora se tomaba como algo sumamente negativo). Adem�s, se pensaba que
quienes practicaban este rito ten�an la capacidad de transformarse en animales;44?
a este tipo de personas se les comenz� a llamar nahuales, de los cuales a lo largo
de la historia fueron una fuente primordial de leyendas sobrenaturales, tomando
mayor peso en M�xico.

Asociadas a la hechicer�a estaban las artes adivinatorias. Entre las m�s conocidas
y practicadas durante el per�odo colonial estaban la nigromancia (adivinaci�n
mediante la invocaci�n de los muertos), la geomancia (adivinaci�n trav�s de l�neas,
c�rculos o puntos hechos en la tierra), la hidromancia (adivinaci�n trav�s de la
observaci�n del agua), la onomancia (adivinaci�n mediante c�lculos num�ricos y
anagram�ticos a partir del nombre de la persona) y la quiromancia (lectura de las
l�neas de la mano).44?

Las autoridades eclesi�sticas castigaban a las personas que realizaban estos actos
mediante una copiosa legislaci�n can�nica emanada de sucesivos concilios y s�nodos.
�En este escenario, el proceso judicial estaba a cargo de jueces eclesi�sticos y,
en casos excepcionales, del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisici�n que
condenaba con penas que inclu�an la excomuni�n, los azotes, las multas pecuniarias,
la c�rcel y el destierro�.44?

El amor juega un papel importante a lo largo de la historia, y en el tema de la


brujer�a no queda fuera, ya que con la evoluci�n de estos actos, los nuevos
pobladores comenzaron a recurrir a los brujos para que les realizaran un trabajo
para el amor. Se han hecho estudios plasmados en libros, en los cuales se habla de
que existen registros de la utilizaci�n de una planta de nombre doradilla, la cual
fue utilizada para realizar trabajos amorosos, de los cuales, algunos fueron
denunciados ante el Santo Oficio; pero este tipo de trabajos solamente se tiene
registro que ocurrieron como tal en la Colonia y no en la �poca prehisp�nica.45?

La Ilustraci�n y la cr�tica final de la brujer�a (siglo XVIII)


Algunos "fil�sofos naturales" del siglo xvii d. C., como Gassendi y Malebranche, se
ocuparon en demostrar emp�ricamente la irrealidad de la brujer�a, lo que puso las
bases de la cr�tica definitiva que se realiz� durante la Ilustraci�n, y que
Voltaire resumi� con una frase contundente:46?
S�lo la acci�n de la Filosof�a ha curado a los hombres de esta abominable quimera,
y ha ense�ado a los jueces que no hay que quemar a los imb�ciles.
Gassendi recurri� al m�todo experimental para desacreditar la creencia en la
brujer�a. Hizo tomar un narc�tico a varios aldeanos de los Bajos Alpes dici�ndoles
que iban a asistir a un aquelarrey cuando se despertaron contaron que en efecto
hab�an asistido a una reuni�n de brujos y de brujas. Malebranbre, por su parte, en
su famoso tratado De la recherche de la verit�, atribuy� "la mayor parte de las
brujer�as a la fuerza de la imaginaci�n".47? Para demostrar su tesis puso el
siguiente ejemplo:48?

Un pastor en su hogar cuenta despu�s de cenar, a su mujer e hijos, las aventuras


del �Sabbat�... El pastor repite lo mismo en d�as diferentes. La imaginaci�n de la
mujer y de los hijos recibe, poco a poco, impresiones m�s profundas. Se
acostumbran, los miedos pasan, queda la convicci�n, sin embargo. Al fin, la
curiosidad les instiga a ir. Se frotan con cierta droga con tal intenci�n y se
acuestan: esta disposici�n de su �nimo caldea a�n m�s su imaginaci�n, y las marcas
que el pastor hab�a formado en su cerebro se abren en grado suficiente como para
hacerles juzgar, durante el sue�o o ensue�o, presentes o reales todos los
movimientos de la ceremonia de que les hab�a hecho una descripci�n. Al levantarse
se hacen preguntas mutuas y se cuentan lo que han visto. [...] He aqu� a unos
brujos cabales que ha hecho el pastor. Y ellos har�n otros a su tiempo si,
poseyendo imaginaci�n fuerte y viva, no les impide el miedo contar historias
semejantes. Se han encontrado varias veces brujos de buena fe que dec�an a todo el
mundo en general que iban al �Sabbat� y que estaban tan persuadidos que, aunque
varias personas los velaran y aseguraran que no hab�an salido de sus camas, no
pod�an rendirse al testimonio de �stas
Un libro clave para la demolici�n del mito de la brujer�a fue Betoorverde weereld
('El mundo encantado') del neerland�s Baltasar Bekker, publicado en Leuwarden en
1691. La importancia de esta obra radica en que se propuso demostrar una idea que
contradec�a una creencia de siglos: que el demonio no interven�a en la vida de los
hombres. Por eso la obra fue condenada por un s�nodo y Bekker perdi� el cargo que
ostentaba, "llevando hasta su muerte una vida errante y poco segura", afirma Caro
Baroja.49?

Casi veinte a�os despu�s, en 1710, apareci� un libro an�nimo escrito en franc�s que
abord� el tema de la brujer�a de forma humor�stica y que tuvo un gran �xito. Se
titulaba L'histoire des imaginations extravagantes de Monsieur Oufle, y era una
s�tira de los libros de brujer�a y de magia, siguiendo el ejemplo de Cervantes en
el Quijote respecto de los libros de caballer�a. En 1725 se publicaron unas cartas
del m�dico St. Andr� en las que denunciaba que las declaraciones de los supuestos
brujos estaban muy influidas por toda la literatura que se hab�a publicado sobre el
tema.50?

Voltaire en su Diccionario filos�fico ironizaba sobre la brujer�a m�s propia de


otros tiempos.51?
Es pena grande que hoy no haya ya ni pose�dos, ni magos, ni astr�logos, ni genios.
No puede concebirse lo que hace cien a�os supon�an todos estos misterios como
recurso. [...] Cada aldea ten�a su brujo o su bruja, cada pr�ncipe ten�a su
astr�logo; todas las damas se hac�an decir la buena ventura; los pose�dos andaban
campo traviesa; la cuesti�n era saber qui�n hab�a visto al Diablo o qui�n lo hab�a
de ver; y todo esto era objeto de inagotables conversaciones que manten�an los
�nimos suspensos.
El ilustrado espa�ol Benito Feijoo tambi�n se ocup� de desacreditar la creencia en
la brujer�a:52?
Hubo en los tiempos y territorios en que reyn� esta plaga, mucha credulidad en los
que recib�an las informaciones, mucha necedad en los delatores y testigos, mucha
fatuidad en los mismos que eran tratados como delinq�entes. Los delatores y los
testigos eran, por lo com�n, gente r�stica, entre la cual, como se ve en todas
partes, es comun�simo atribuir a la hechicer�a mil cosas, que en ninguna manera
exceden las facultades de la Naturaleza o del Arte. El nimio ardor de los
procedimientos y freq�encia de los suplicios trastornaba el seso de muchos
miserables, de modo que luego que se ve�an acusados, buenamente cre�an que eran
brujos o hechiceros y cre�an y confesaban los hechos que les eran imputados, aunque
enteramente falsos. �ste es efecto natural del demasiado terror, que desquicia el
cerebro de �nimos muy apocados. Algunos jueces eran poco menos cr�dulos que los
delatores y delatados. Y si fuesen del mismo car�cter los de hoy, hoy habr�a tantos
hechiceros como en otros tiempos.
Por otro lado, durante el siglo de las Luces aparecieron historiadores europeos que
acusaban a la Iglesia y a la Inquisici�n, de la caza de brujas porque las
persecuciones hab�an sido en nombre de Dios y hab�an sido sacerdotes quienes
inventaron la imagen de la bruja mal�fica. Autores cat�licos, posteriormente,
reivindicaron el papel de la Iglesia aduciendo que la creencia en las brujas no fue
una invenci�n de la Iglesia. La controversia se mantiene.1?

El �ltimo juicio por brujer�a en Alemania tuvo lugar en W�rzburg en 1749, pero en
Suiza Anna G�ldin fue ejecutada por bruja en el cant�n protestante de Glarus en
1782.
Edad Contempor�nea
Siglo xix d. C.

Brujas yendo al Sabbath (1878) por Luis Ricardo Falero.


Con el romanticismo, excepto Goethe, el tratamiento de la brujer�a experimenta un
"retroceso", pues el tema se banaliza al tratarlo con un criterio efectista y
teatral y al darle un toque de "color local", como Merim�e cuando escribe sobre las
brujas espa�olas, o de "color hist�rico", como todos los imitadores de Walter
Scott. Un ejemplo de esto podr�a ser la descripci�n del "Sabbat" que hace Th�ophile
Gautier en Albertus ou l'�me et le p�ch� (1832) en el que, seg�n Caro Baroja, "el
�color� domina sobre todo lo dem�s, un �color� brillante a veces, oscuro otras",
que recuerda a los grabados de Gustave Dor� y otros dibujantes y pintores de la
�poca.53?

La banalizaci�n de la brujer�a continua a lo largo del siglo xix d. C. y principios


del siglo xx d. C.. "La bruja sale hasta en las zarzuelas y operetas, en dramas y
novelones... La literatura regional hace amplio uso de ella. Los poetas
finiseculares, los modernistas y otros afines, explotan su silueta".54?

Siglo xx d. C.
En 1944, las m�dium Helen Duncan y Jane Rebecca Yorke fueron las �ltimas mujeres en
ser procesadas y encarceladas por la Ley de Brujer�a de 1735, aunque no por ser
brujas, sino por enga�ar a la gente haci�ndoles creer que pod�an invocar esp�ritus.
La ley fue derogada en 1951.55?

En 1950, en la Alemania de posguerra, en la zona rural cercana a Luneburgo, el


pr�spero granjero Johannes Bading denunci� que sus animales mor�an a causa de un
extra�o gas que sal�a de la casa de un vecino. Bading atribuy� esto a vecinos
envidiosos que practicaban la brujer�a y el propio Bading asesin� a una vecina con
un instrumento de labranza crey�ndola bruja. Cerca de 15 casos de brujer�a se
denunciaron ante los tribunales de la regi�n, ante la sorpresa e incredulidad de
los jueces.56?

Interpretaciones de la caza de brujas


Al principio el debate sobre la brujer�a se produjo entre �realistas� y
�nominalistas�, es decir, entre los que cre�an que lo dec�an las brujas era cierto,
y los que pensaban que era producto de su imaginaci�n o simplemente mentiras. Hoy
en d�a de lo que se trata no es de juzgar a las brujas sino de interpretar la
brujer�a en funci�n del an�lisis de la �l�gica� de su discurso. As� una de las
primeras tareas de los estudiosos ha sido delimitar lo que las brujas dec�an de lo
que la gente cre�a de ellas, para establecer claramente la frontera entre la
brujer�a �objetiva� y la prefabricada por la opini�n.57?

Teor�a del origen pagano


Una de las interpretaciones que m�s arraigo han conseguido en medios neopaganos, es
la que hace a las brujas representantes de antiguos cultos anteriores al
Cristianismo, que sus perseguidores habr�an identificado, err�nea o
malintencionadamente, con la adoraci�n al Diablo.

El precursor de esta interpretaci�n fue el alem�n Ernest Jarcke, profesor de la


universidad de Berl�n, que en 1828 plante� la brujer�a como una forma de religi�n
natural que habr�a sido la de los pueblos germ�nicos paganos. Esta idea fue
ampliada en 1839 por Franz Joseph Mone al afirmar que la brujer�a ten�a bases
precristianas que proced�an de un culto subterr�neo, esot�rico, que practicaban los
sectores populares adorando a un dios nocturno en forma de cabra y celebrando
org�as, magia y envenenamientos. La teor�a de que la brujer�a no era otra cosa que
la pervivencia de una religi�n anterior al cristianismo fuera formulada finamente
por James George Frazer en su famoso libro La rama dorada (1907-1915), en el que
formul� las dos �leyes� en las que se basar�a la brujer�a: la �ley del parecido�,
seg�n la cual la bruja deduce como puede producir el efecto que desee solo
imit�ndolo; y la �ley de contacto�, seg�n la cual la bruja cree que todo lo que
haga con un objeto material afectar� de la misma forma a la persona que est� en
contacto con el mismo. Pero fue sobre todo Margaret Murray con su libro The Witch-
Cult in Western-Europe (1921), la que desarroll� esta teor�a centr�ndose en el
culto a Diana y la fertilidad.57?

Seg�n Murray, que escribi� tambi�n God of the Witches (1933) y The Divine King in
England (1954), la brujer�a derivaba de una antigua religi�n neol�tica, en la que
se practicaban sacrificios humanos. As�, las �noches de brujas�" o sabbat
corresponder�an a las �pocas del a�o en que, en el Neol�tico, se realizaban ritos
de fertilidad para lograr que la naturaleza no muriera en el invierno y concediera
buenas cosechas en el verano, el 31 de julio y el 1 de febrero. De este modo, la
brujer�a permanec�a subterr�neamente ligada a las �religiones pante�stas�,
concretamente de influencias germ�nicas y celtas. Estas reuniones ser�an el residuo
de los ritos femeninos griegos y romanos al dios Baco y otros ritos de origen
tracio. Y las denominadas brujas ser�an las herederas de las sacerdotisas Bacantes
tras la entrada del cristianismo. El macho cabr�o parece corresponder m�s al �dios
de la fertilidad� Pan y los �s�tiros�.

El punto de vista de Murray sobre la brujer�a result� muy atractivo por el


destacado papel que conced�a a la mujer y a su sexualidad, y por lo que implicaba
de resistencia contra la opresi�n de la Iglesia. Durante los a�os 30, surgi� en el
Reino Unido un movimiento de recuperaci�n de la brujer�a, en gran medida basado en
las teor�as de Murray. Tuvo tambi�n una gran influencia en Gerald Gardner, autor
del que puede considerarse el texto fundacional de la Wicca, Witchcraft today
(1954), cuyo pr�logo fue escrito por Murray.

Los seguidores de Murray se dedicaron al estudio comparativo de la brujer�a con los


cultos del Antiguo Egipto y de Mesopotamia, buscando un hipot�tico origen com�n,
partiendo del supuesto de que la brujer�a ser�a una cultura antigua poco
evolucionada. Sin embargo, esta teor�a ha sido muy criticada porque pretende
aplicar los esquemas mentales de la �cultura erudita� a un fen�meno como el de la
brujer�a que forma parte de la cultura popular.57?Las tesis de Murray tambi�n han
sido muy cuestionadas,58? por basarse en fuentes poco dignas de cr�dito, como son
las confesiones de las propias brujas, a menudo realizadas bajo tortura.

Teor�as psicol�gicas y psiqui�tricas


Desde el siglo xix d. C. han abundado las explicaciones psicol�gicas y
psiqui�tricas de la brujer�a, y otros investigadores tambi�n han se�alado el
paralelismo que existe entre la sintomatolog�a de las drogas alucin�genas con las
expresiones f�sicas y emocionales de las brujas. Sobre todo han insistido (como
Michel Foucault) en el componente de histeria sexual de la brujer�a:

La represi�n sexual del puritanismo acentuado en los siglos xvi y xvii propiciar�a
la floraci�n de m�ltiples desviaciones. Los sabbats ser�an sue�os motivados por
ardientes deseos sexuales reprimidos por la moral dominante. [...] La represi�n
mitific� la sexualidad en relaci�n directamente proporcional a la persecuci�n del
placer generado por histerias y locuras penosas.
Un buen ejemplo de esto podr�a ser el Malleus maleficarum en el que abundan las
alusiones al tema sexual.59?

Teor�as esc�pticas
A principios del siglo xx d. C., H. Ch. Lea afirm� que la brujer�a hab�a sido un
invento de la Inquisici�n, de los legos y de los te�logos al servicio del poder
temporal de la Iglesia cat�lica, una idea compartida por el can�nigo Dollinger. En
la segunda mitad del siglo el dan�s G. Henningen afirm� que efectivamente la
brujer�a hab�a sido el producto de la elaboraci�n teol�gica de los intelectuales y
nunca lleg� a formar parte de la tradici�n popular. As� que no habr�a habido sectas
paganas de culto a la fertilidad sino que la brujer�a se habr�a difundido a trav�s
de las reuniones y sugestiones propaladas por los sermones de los predicadores.22?

Teor�as sociol�gicas y antropol�gicas


El historiador franc�s Jules Michelet en su obra La Sorci�re (1862) situ� la
brujer�a en el contexto de la lucha de las clases oprimidas contra el orden social
establecido. As�, seg�n Michelet, la brujer�a fue la respuesta desesperada del
pueblo que encontr� en ella la �nica posibilidad de poner remedio a sus males
f�sicos y morales. A este planteamiento se sum� el soci�logo Emile Durkheim (1912)
quien describi� la brujer�a como la expresi�n de la conducta anti-social e
individualista primitiva. Y el antrop�logo Malinowski (1955) destac� que la
brujer�a es una respuesta a la desesperanza que produce en el hombre o en la mujer
un mundo que no pueden controlar. Este enfoque sociol�gico y antropol�gico ha sido
desarrollado por numerosos historiadores que han estudiado el tema de la brujer�a
en el paso del mundo medieval al mundo moderno. Para algunos de ellos, �el caldo de
cultivo de la brujer�a ser�an las tensiones de la aldea cuando se pasa de la
comunidad org�nica y solidaria medieval al individualismo del capitalismo agrario�,
a lo que habr�a que a�adir �el defectuoso proceso de cristianizaci�n de Europa,
destacado por Delumeau, que origin� la subsistencia de costumbres paganas� y �la
incidencia catastr�fica de la muerte generadora de la b�squeda de explicaciones
satisfactorias por parte del campesinado ?�castigo de Dios o amenaza del diablo??
�.60?

Interpretaciones socio-econ�micas
Silvia Federici (Italia, 1948), en su libro Calib�n y la bruja61? defiende la
teor�a seg�n la cual �La caza de brujas est� relacionada con el desarrollo de una
nueva divisi�n sexual del trabajo que confin� a las mujeres al trabajo
reproductivo� y en concreto con los inicios del capitalismo que requer�a aumentar
el mercado de trabajo ?potenciar el trabajo asalariado? y eliminando la agricultura
de subsistencia y cualquier otra pr�ctica de supervivencia aut�noma ligada en
ocasiones a tareas agr�colas en terrenos comunales. Federici sostiene que la
irrupci�n del capitalismo fue �uno de los periodos m�s sangrientos de la historia
de Europa�, al coincidir la caza de brujas, el inicio del comercio de esclavos y la
colonizaci�n del Nuevo Mundo. Los tres procesos estaban relacionados: se trataba de
aumentar a cualquier coste la reserva de mano de obra.62?

La brujer�a en otras culturas


Entre las diversas manifestaciones del chamanismo en el norte del continente
americano, est� el nagualismo (o nahualismo) mexicano, seg�n el cual el brujo o
bruja puede transformarse en su animal protector, que puede ser tanto volador como
terrestre, dom�stico como salvaje. En Am�rica del Sur, seg�n la tradici�n de Chile,
la transformaci�n de las brujas era principalmente en aves, aunque tambi�n se
mencionan otros animales; destaca un tipo de bruja o brujo al que, al igual que los
Calcu en la tradici�n Mapuche, se supon�a la capacidad de convertirse en un m�tico
p�jaro conocido como Chonch�n. En Per� los chamanes suelen convertirse en animales
de granja, como por ejemplo transformarse en cerdo o cabra.

Referente a la forma de vuelo que se les atribu�a en el resto del mundo, en M�xico
cre�an en el nahualismo, acto por medio del cual las brujas practicantes de
antiguos ritos prehisp�nicos pod�an convertirse o metamorfosearse en aves nocturnas
como lechuzas o b�hos; en el caso de Chile destacaba la creencia de que el brujo
chilote contaba con un macu� (del mapudungun maku�: �manto� o �chaleco�) hecho con
la piel del pecho de un cad�ver humano. Igualmente en este pa�s se le atribu�a la
capacidad del vuelo transformados en aves de �mal ag�ero� (�mala suerte�), ejemplo
de ello es la leyenda de la Voladora.

Las brujas en el folclore europeo


Su reflejo en la literatura infantil
Ilustraci�n de The Lancashire witches, de William Harrison Ainsworth.
La bruja tiene un papel esencial en los cuentos infantiles, como los recopilados
por los Hermanos Grimm, en donde es el personaje malvado arquet�pico. Las brujas de
cuento m�s famosas son:

La madrastra de Blancanieves, que intenta asesinar a esta con una manzana


envenenada;
La bruja de La Sirenita (el relato de Hans Christian Andersen), que realiza un
pacto por el cual le dota de unas piernas a cambio de su voz;
La bruja de la casita de chocolate de Hansel y Gretel;
La Baba Yaga del folclore ruso, reflejada en el relato hom�nimo de Aleksandr
Nikolaievich Afanasiev, una vieja bruja que habita en una casa m�gica que es capaz
de caminar sobre patas de ave;
En la reciente literatura estadounidense tambi�n se recoge el mito de la bruja,
pero ya no tienen por qu� ser malvadas. As�, en El Mago de Oz aparecen dos brujas
malvadas y dos bondadosas.

La belleza y la fealdad
Tradicionalmente se asocia la imagen de la bruja a una mujer anciana, fea y
especialmente desagradable. Sin embargo, se cre�a que entre sus poderes estaba el
de poder modificar su aspecto a voluntad, mostr�ndose como una joven hermosa y
deseable. La bruja utilizar�a esta apariencia para seducir a los hombres y
llevarlos a la perdici�n.

Brujer�a en la cultura popular


En la mayor�a de las series de televisi�n que tratan el tema de la brujer�a, las
brujas son presentadas como hermosas, buenas y hero�nas. Una de las primeras series
televisivas en tocar el tema fue Hechizada, con Elizabeth Montgomery, seguida de
series como La peor bruja, Sabrina, la bruja adolescente, Buffy la cazavampiros,
63?Charmed y la brit�nica Hex.

La buena imagen de las brujas tambi�n apareci� en los c�mics, una de las m�s
conocidas es Wendy, la brujita buena, qui�n apareci� en los c�mics de C�sper. Las
brujas buenas tambi�n aparecieron en muchos trabajos literarios, siendo
particularmente determinante Harry Potter y toda su serie, si bien no es ni la
primera ni la �ltima obra literaria que toca el tema de la brujer�a. Terry
Pratchett, el autor de Mundodisco tiene entre sus sagas la de las Brujas de Lancre,
donde si bien todas y cada una son peculiares y extra�as, act�an como una suerte de
juezas, m�dicos, parteras y psic�logas (�cabez�logas�) en unas zonas rurales
depauperadas y duras aunque con mucha �vida�. Estas brujas tampoco son exactamente
buenas, ni malas. Son justas y siempre dicen que a la gente hay que darles lo que
necesitan, no lo que quieren ni lo que creen necesitar. Y esto es una de las
razones de que no acaben de contar con las simpat�as de todos que las tratn con una
mezcla de miedo y respeto.

H. P. Lovecraft escribi� muchos cuentos sobre brujer�a, generalmente en el estilo


cl�sico grotesco de bruja malvada y fea. Tambi�n es malvada la Bruja Blanca en la
serie literaria cat�lica Las cr�nicas de Narnia, no obstante las brujas son buenas
y hero�nas valientes que luchan contra un gobierno opresor en la serie de libros La
materia oscura, que comienza con La br�jula dorada. Tanto la serie de Harry Potter,
como La br�jula dorada y Las cr�nicas de Narnia han sido llevadas al cine.

La literatura juvenil actual se suele desmarcar de esta visi�n, m�s basada en La


Celestina, para recrear otro bruja m�s agradable a la vista, pero igual de
peligrosa. Varios dibujantes han representado a las brujas como mujeres j�venes y
dotadas de un enorme atractivo innato. Buenos ejemplos son las numerosas damas que
tratan de hechizar, utilizar o contratar a Conan el B�rbaro o la deslumbrante y
turgente Reina Bruja de Anubis, que trat� de seducir y hechizar al Capit�n Trueno y
al final, siguiendo la l�nea de no mostrar a la bruja como un ser malvado, dio su
vida por la de la reina Sigrid, para verlos juntos antes de morir.

Pel�culas sobre brujas hay muchas, tanto como villanas en Brujas y Hocus Pocus,
glamorosas como en Las Brujas de Eastwick, o en calidad de hero�nas en las
versiones filmicas de Harry Potter y La Br�jula Dorada. Tambi�n se toc� el tema
desde el punto de vista del teen-drama en J�venes y brujas, aunque la pel�cula hace
una visi�n negativa de la Brujer�a, curiosamente la actriz Fairuza Balk,
protagonista de la pel�cula se convirti� a la Wicca en la vida real tras filmar
J�venes y Brujas.

Tambi�n se cita a las brujas en varias series anime (dibujo animado japon�s) como
h�roes o villanos dando como ejemplo la serie de anime Soul Eater donde los
protagonistas de la serie tienen como tarea la misi�n de eliminar demonios y
brujas, confiscando sus almas para el Dios de la Muerte o Shinigami y as� evitar el
caos que estas causan al mundo y convertir a sus armas en Death Scythe (Guada�a
Mortal)un tipo de arma exclusiva para el Shinigami. Otra de las historias
relacionadas con las brujas en el �mbito del anime y el manga es Umineko no Naku
Koro ni. Originalmente una Sound Novel, cuenta la historia de Battler Ushiromiya,
miembro de la acaudalada familia Ushiromiya que cada a�o realizan una reuni�n
familiar en su isla privada Rokkenjima. Cuando una serie de macabros asesinatos
comienzan a ocurrir en la isla, todos culpan a la maldici�n de Beatrice La Bruja
Dorada, que seg�n cuenta la leyenda hab�a otorgado el capital inicial al patriarca
de la familia, sobre el cual este amas� su fortuna. En un par de d�as todos en la
familia, incluyendo a Battler, son asesinados. En una especie de �purgatorio�,
Battler conoce a la Bruja Dorada Beatrice en persona, la que lo reta a un juego. En
este juego de ingenio, Battler debe probar la inexistencia de la magia y de las
brujas usando su razonamiento l�gico para probar que los asesinatos no fueron
cometidos por una bruja usando magia, sino por un humano com�n y corriente. De no
lograr desacreditar la existencia de la magia, los asesinatos en la isla se
perpetuar�n por toda la eternidad.

Una tercera serie de anime es la de El cazador de la bruja (??�???, Eru Kazado?),


La historia se desarrolla de M�xico a Per� y narra como Nadie, una
cazarrecompensas, encuentra a Ellis, una chica sospechosa del asesinato de un
prestigioso f�sico, de lo cual parece no acordarse. Nadie acepta acompa�ar a Ellis
en su viaje al sur, junto a una misteriosa piedra que guiar� su camino, y as�
encontrar la Wi�ay Marka (Ciudad Eterna). De cerca las sigue L. A, un joven que
esp�a a Ellis porque la ama.

A lo largo de la historia Ellis descubrir� los secretos de su pasado junto a Nadie,


que tambi�n guarda los suyos propios. Mientras, el Proyecto Leviathan contin�a en
pie presidido por Douglas Rosenberg el cual quiere acabar con las brujas. Cerca de
�l trabaja Jody Hayward (apodada Blue-Eyes), quien quiere destruir ese proyecto, y
contrata a Nadie para proteger a Ellis. En el juego de intrigas tambi�n parte
Ricardo, que es contratado por Rosenberg, y Lirio, una peque�a ni�a que no habla y
est� bajo la protecci�n de Ricardo.

El 40 % de los casos judiciales de �frica central est�n relacionados estrechamente


con la brujer�a.64?

La Brujer�a en el Folklore chileno


El autor chileno Julio Vicu�a Cifuentes, en su libro Mitos y Supersticiones
recogidos de la tradici�n oral chilena, en el cap�tulo de Mitos , dedica un
apartado a los "Brujos" a los que tambi�n se�ala que en Chile se les llama
Mandarunos o Mandarunas, los que se re�nen para sus aquelarres en la cueva de
Salamanca.65?

V�ase tambi�n
Aquelarre
El Brujo de Bargota
Brujer�a en Espa�a
Brujer�a vasca
Brujo chilote
Bruxa
Calcu
Caza de brujas
Magia
Martillo de brujas
Meiga
Inquisici�n y brujer�a
Paganismo
Pensamiento m�gico
Santer�a
Strigoi
Vid'ma
Vud�
Palo (religi�n)
Wicca
Notas
Cfr. Lewis, John: Antropolog�a simplificada. Selector, 1985. ISBN 978-968-403-041-
1; p�g. 81: �Brujer�a es la asociaci�n de s� mismo con poderes sobrenaturales para
fines destructivos y antisociales. Tambi�n se llama magia negra�. V�ase tambi�n
Delgado Ruiz, Manuel: La magia: la realidad encantada, 1992, p�g. 67: �La magia
negra o mal�fica, habitualmente agrupada en sus expresiones bajo el difuso ep�grafe
de �brujer�a��.
Han alcanzado gran popularidad las teor�as de Margaret Murray, expuestas en tres
libros ?The Witch Cult in Western Europe (1921), The God of the Witches (1933), The
Divine King in England (1954)?, seg�n las cuales las brujas eran realmente miembros
de un culto precristiano, de or�genes prehist�ricos. Sin embargo, existen fuertes
argumentos contra estas teor�as: entre ellos, el hecho de que no hay prueba alguna
de que las brujas llegaran realmente a realizar reuniones nocturnas, como se les
atribuye generalmente. Levack (1995, p. 43)
La prohibici�n de la magia antisocial se encuentra ya en la T�bula VIII de la Ley
de las XII Tablas. En la �poca de Sila se promulg� la Lex Cornelia de Sicariis et
Veneficiis, que insiste en esta prohibici�n. Es interesante el hecho de que el
delito de brujer�a (maleficium) se relaciona con el de envenenamiento (veneficium),
sin duda porque en ambos se manipulaban drogas nocivas.
No, por la soberana a la que yo venero por encima de todas y a la que he elegido
como c�mplice, por H�cate, que habita en las profundidades de mi hogar, ninguno de
ellos se reir� de causar dolor a mi coraz�n.Eur�pides, en Medea, en Tragedias I.
Madrid: Gredos, 2000; p�g. 87
Seg�n Norman Cohn, el estereotipo negativo de la bruja tiene estrechos puntos de
contacto con las im�genes igualmente negativas adjudicadas hist�ricamente a herejes
y a jud�os. Para Cohn, el estereotipo puede incluso remontarse a la caracterizaci�n
negativa que de los cristianos hac�an en el siglo ii d. C. escritores grecolatinos,
que tambi�n los acusan de antropofagia, infanticidio y promiscuidad sexual (ref:
Norman Cohn, Los demonios familiares de Europa).
Al tratarse de un libro relativamente temprano, algunas caracter�sticas propias de
la imagen de la bruja no est�n todav�a reflejados en �l. No hay referencias, por
ejemplo, al osculum infame o a la marca del diablo. Levack (1995, p. 84)
La creencia en la marca de la bruja se desarroll� tard�amente, a partir del siglo
xvi d. C., y fundamentalmente en el �mbito protestante. Levack (1995, p. 80)
Aunque se inclina por la citada, Julio Caro Baroja menciona una segunda etimolog�a
posible para la palabra: podr�a derivar de Sabacio, uno de los sobrenombres de
Dioniso. Caro Baroja (1968, p. 120)
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Enlaces externos
Wikcionario tiene definiciones y otra informaci�n sobre brujer�a.
Wikcionario tiene definiciones y otra informaci�n sobre bruja.
Mar�a de Zozaya y el proceso de 1610, Euskonews N.� 577.
Realidades de la brujer�a en el siglo xvii d. C.: entre la Europa de la caza de
brujas y el racionalismo hisp�nico, Anna Armengol, Tiempos Modernos: Revista
Electr�nica de Historia Moderna, Vol. 3, N�m. 6 (2002). ISSN 1699-7778.
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