Brujeria
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Para otros usos de este t�rmino, v�anse Bruja (desambiguaci�n) y Brujer�a
(desambiguaci�n).
Si bien este es el concepto m�s frecuente del t�rmino bruja, desde el siglo xx el
t�rmino ha sido reivindicado por sectas ocultistas y religiones neopaganas, como la
Wicca, para designar a todas aquellas personas que practican cierto tipo de magia,
sea esta mal�fica (magia negra) o ben�fica (magia blanca), o bien a los adeptos de
una determinada religi�n. La brujer�a es considerada una forma de espiritismo.
Un uso m�s extenso del t�rmino se emplea para designar, en determinadas sociedades,
a los magos o chamanes.
�ndice
1 Terminolog�a: brujer�a, hechicer�a, magia
1.1 La �bruja�
1.2 Diferencias entre brujer�a y hechicer�a
2 Historia de la brujer�a en Occidente
2.1 La Antig�edad cl�sica
2.2 La brujer�a en el Antiguo Testamento
2.3 Brujer�a y cristianismo en la Edad Media
2.4 Brujer�a y cristianismo en los inicios de la Edad Moderna
2.5 La brujer�a en Europa durante la Edad Moderna
2.5.1 El concepto de brujer�a. Or�genes y desarrollo
2.5.1.1 El Malleus Maleficarum y la pol�mica sobre la realidad de la brujer�a
2.5.2 Pr�cticas atribuidas a las brujas
2.5.2.1 Pacto con el Diablo
2.5.2.2 El aquelarre o sabbat
2.5.2.3 El vuelo
2.5.2.4 La metamorfosis
2.5.2.5 Magia negra
2.5.2.6 La definici�n del delito de brujer�a
2.5.2.7 La persecuci�n de las brujas
2.6 La crisis de la brujer�a (siglo XVII)
2.7 Brujer�a en la Am�rica espa�ola
2.8 La Ilustraci�n y la cr�tica final de la brujer�a (siglo XVIII)
2.9 Edad Contempor�nea
3 Interpretaciones de la caza de brujas
3.1 Teor�a del origen pagano
3.2 Teor�as psicol�gicas y psiqui�tricas
3.3 Teor�as esc�pticas
3.4 Teor�as sociol�gicas y antropol�gicas
3.5 Interpretaciones socio-econ�micas
4 La brujer�a en otras culturas
5 Las brujas en el folclore europeo
5.1 Su reflejo en la literatura infantil
5.2 La belleza y la fealdad
6 Brujer�a en la cultura popular
6.1 La Brujer�a en el Folklore chileno
7 V�ase tambi�n
8 Notas
8.1 Referencias
8.2 Bibliograf�a
9 Enlaces externos
Terminolog�a: brujer�a, hechicer�a, magia
Aunque en castellano o idioma espa�ol se utiliza en ocasiones la palabra �brujo�,
en masculino, como sin�nimo de mago, con independencia del tipo de magia que
practique, el uso m�s frecuente del t�rmino en la actualidad y casi siempre en
femenino hace referencia a las personas que practican la magia negra, pero no
siempre fue as�. Esto se debe a que hist�ricamente tanto en Europa como en �frica y
Oriente, las artes adivinatorias, la magia y la hechicer�a fueron siempre
practicadas por varones, excepto en la �poca en que la �brujer�a demon�aca� fue
perseguida en Europa durante la Edad Media, momento en el cual las brujas fueron
consideradas en su mayor�a del sexo femenino. Es con el cristianismo, que la
manipulaci�n de las fuerzas ocultas, tradicionalmente en manos masculinas ?las
�nicas con el poder suficiente como para realizar hechizos ben�ficos?, pasan a ser
consagradas a las manos femeninas, las �nicas capaces de realizar maleficios
malignos para los padres de la �Iglesia�.1?
Seg�n Guy Bechtel, en todos los tiempos ha habido varones y mujeres que dec�an
tener poderes y practicar la magia. Desde sacerdotes hasta emperadores se arrogaban
el t�tulo de mago. Hab�a funcionarios estatales que trabajaban de adivinos o
augures y se dedicaban a augurar quien ser�a el vencedor en la batalla. Eran los
magos. La brujer�a, en cambio, ejercida por gente de menor nivel cultural y
econ�mico, era vista como un subproducto de la magia. La gente recurr�a a los
brujos y brujas para ahuyentar la mala suerte o mejorar las cosechas. En los
principios se trataba de una brujer�a ben�fica. Las brujas o brujos practicaban la
llamada magia blanca. Esto se ve�a en Occidente tanto como en Oriente: en la
Antigua Roma, en la Antigua Atenas, en el Antiguo Egipto e incluso en �frica
exist�an talismanes contra el mal de ojo, amuletos, hierbas m�gicas y pociones.
Reci�n con el cristianismo aparece el concepto de brujer�a como herej�a religiosa
ligado principalmente a las mujeres, y el mago (magus) va dejando lugar al brujo
(maleficus), con lo que el combate contra la magia se convierte en sin�nimo de
lucha contra el paganismo.1?
Mientras que la magia fue una ceremonia practicada en la corte papal o real por los
llamados nigromantes que utilizaban el conjuro para el control de los demonios, los
poderosos magos eran del sexo masculino. Pero cuando los te�logos escol�sticos
condenaron estas pr�cticas al sostener que si los demonios proporcionaban servicios
al mago era porque esperaban algo a cambio, fue cuando el mago-se�or se transform�
en bruja- servil, el sexo del malhechor cambi� y los brujos se convirtieron en su
gran mayor�a en mujeres.2?
La �bruja�
La palabra espa�ola �bruja� es de etimolog�a dudosa, posiblemente prerromana, del
mismo origen que el portugu�s y gallego bruxa y el catal�n bruixa. La primera
aparici�n documentada de la palabra, en su forma bruxa, data de finales del siglo
xiii.3? En 1396 se encuentra la palabra broxa, en aragon�s, en las Ordinaciones y
paramientos de Barbastro. Carmelo Lis�n Tolosana considera que el origen de la
palabra puede encontrarse en el �rea pirenaica. En Gascu�a y B�arn era tambi�n
corriente el uso de una palabra etimol�gicamente relacionada, brouche. Debe tenerse
en cuenta que en esta �poca el Languedoc y la Corona de Arag�n eran �reas
culturalmente muy relacionadas.4?
En lat�n, las brujas eran denominadas mal�ficae (singular mal�fica), t�rmino que se
utiliz� para designarlas en Europa durante toda la Edad Media y gran parte de la
Edad Moderna. T�rminos aproximadamente equivalentes en otras lenguas, aunque con
diferentes connotaciones, son el ingl�s witch, el italiano strega, el alem�n Hexe y
el franc�s sorci�re.
As� se puede decir tambi�n que tenemos dos tipos de brujer�a: la antigua, que
todav�a subsiste y es la de los filtros amorosos y la adivinaci�n (o hechicer�a), y
la demon�aca, vinculada a los aquelarres y el diablo (o brujer�a). En la mayor�a de
los idiomas se utilizan t�rminos diferentes para cada una menos en el franc�s,
idioma en el cual solo existe sorcellerie para ambas. En ingl�s existe sorcery y
witchcraft, en portugu�s feiti�aria y bruxaria, en italiano fattucchieria y
stregoneria, en alem�n se dice Kunst o Zauberei y Hexerei, mientras que en
castellano se dice �hechicer�a� a la primera y �brujer�a� a la segunda.1?
Seg�n los textos cl�sicos, se cre�a de estas hechiceras que ten�an la capacidad de
transformarse en animales, que pod�an volar de noche y que practicaban la magia
tanto en provecho propio como por encargo de terceras personas. Se dedicaban
preferentemente a la magia er�tica, aunque tambi�n eran capaces de provocar da�os
tales como enfermedades o tempestades. Se reun�an de noche, y consideraban como sus
protectoras e invocaban en sus conjuros a diosas como H�cate, Selene, Diana entre
otras deidades.7?
Probablemente, las brujas m�s conocidas de la literatura cl�sica son dos personajes
mitol�gicos, Circe8? y Medea. Las habilidades m�gicas de ambas residen sobre todo
en su dominio de las p�cimas o filtros m�gicos (ph�rmakon, en griego). Medea, que
se presenta a s� misma como adoradora de H�cate,d? se convirti� en el arquetipo de
la hechicer�a en las literaturas griega y romana. Hay menciones de brujas en las
obras de Te�crito, Horacio, Ovidio, Apuleyo, Lucano y Petronio, entre muchos otros.
Estos autores hacen especialmente referencia a brujas que realizan magia de tipo
er�tico.
Sin embargo, el C�digo Teodosiano promulga, por primera vez, una ley en contra del
ejercicio de la magia, en 429. En 534, el segundo C�digo de Justiniano proh�be
consultar a los astr�logos y adivinos por ser una �profesi�n depravada�. El
Concilio de Ancira o Concilio de Elvira, en 306, declara que matar a trav�s de un
conjuro es un pecado y la obra del demonio. El Concilio de Laodicea solicita, en
360, la excomuni�n de todo aquel que practique la brujer�a, la adivinaci�n, la
astrolog�a o la magia.
En la Alta Edad Media abundan los testimonios de eclesi�sticos que denuncian como
ilusiones las viejas creencias sobre las brujas, conden�ndolas como cultos
paganos.10?
Los obispos se preocupaban de los hechizos, de las viejas que pretend�an haber
hecho viajes nocturnos maravillosos, de los fabricantes de filtros y
encantamientos, de cl�rigos eruditos adeptos a la magia y a la astrolog�a, de los
invocadores de los demonios.11?
En la segunda mitad del siglo xiii d. C. la percepci�n de la brujer�a cambia y se
acent�a la preocupaci�n por ella a causa de la difusi�n de textos herm�ticos y de
la idea mantenida por ciertos cl�rigos eruditos de que los cristianos a veces
dejaban que el diablo se apoderara de ellos o de una parte de su ser. As� se pasa
de la visi�n de la brujer�a como una superstici�n o como el resultado de ilusiones
demon�acas, a pensar que los que la practican lo que buscan es establecer pactos
con el diablo, por lo que se cree necesario clasificar muy bien sus pr�cticas e
interrogarlos con detenimiento. A partir de entonces la creencia en las
intervenciones directas del diablo en la vida del hombres se hace m�s real, m�s
evidente, m�s repetida, como nunca antes en la historia medieval. Esta preocupaci�n
llega al papa que consulta a los te�logos, cuya opini�n queda plasmada en la bula
Super illius specula (de 1326), que equipara la brujer�a a la herej�a. As� las
pr�cticas m�gicas se convierten
...en un gran peligro para el g�nero humano al desafiar los lazos de obediencia, al
suscitar la rebeli�n, convirti�ndose tambi�n, como la herej�a, en un crimen de lesa
majestad humana y divina, justificando el procedimiento m�s duro, m�s excepcional,
puesto que es la majestad misma la que aparece amenazada por este crimen atroz.12?
Los eclesi�sticos comienzan a creer seriamente en la realidad del fen�meno de la
brujer�a, que ya no es considerado como una mera superstici�n, y Tom�s de Aquino,
el te�logo m�s importante de su tiempo, formula la teor�a de los demonios �ncubos y
s�cubos que utiliza para precisar la casu�stica que se puede dar en las relaciones
sexuales entre los humanos y los demonios.10?
El cambio aparece reflejado en las Partidas de Alfonso X el Sabio ?quien por otro
lado era muy aficionado a las pr�cticas hechiceras?, aunque ponen bajo la
jurisdicci�n real a la magia y a la adivinaci�n, y no de la eclesi�stica, porque no
son consideradas como herej�as.10?
El primer caso de la quema de una bruja data de 1275 en Toulouse ?epicentro del
catarismo?. El inquisidor Hugo Baniol conden� a una mujer enajenada mental a la
hoguera luego de que �sta confes� haber procreado un monstruo con un demonio.
Doctores de la iglesia como San Buenaventura y Tom�s de Aquino cre�an posible el
encuentro carnal entre mujeres y demonios.14?
Quema de brujas.
A finales de la Edad Media empez� a configurarse una nueva imagen de la bruja, que
tiene su principal origen en la asociaci�n de la brujer�a con el culto al Diablo
(Demonolog�a) y, por lo tanto, con la idolatr�a (adoraci�n de dioses falsos) y la
herej�a (desviaci�n de la ortodoxia).
El libro fue el resultado de las experiencias que tuvieron estos dos frailes, Krame
y Sprenger, que fueron enviados a ocuparse de las supersticiones en el norte y el
centro de Alemania. En �l recopilaron una enorme cantidad de historias, que eran
presentadas no como supersticiones, sino como hechos reales de comercio con Sat�n y
los poderes de las tinieblas:
Las brujas com�an y devoraban realmente a los ni�os, copulaban con demonios,
volaban por los aires para acudir en sus encuentros en el sabbat, atacaban al
ganado, provocaban tormentas y conjuraban los poderes del rayo. Ning�n otro libro
de su �poca promovi� m�s una materia que trataba de combatir
Henry Kamen.21?
Adem�s el libro muestra una obsesi�n sobre el tema sexual en relaci�n con las
brujas al que alude constantemente:
Imperio Germ�nico
El Malleus... tuvo una r�plica inmediata por parte de un abogado de Constanza,
Ulrico Molitor, que public� De lamiis et phitonicis mulieribus, en el que negaba la
realidad de los vuelos de las brujas y otros prodigios atribuidos a ellas,
inspir�ndose en la doctrina del Canon Episcopi. El libro tuvo varias ediciones y
fue muy apreciado por sus grabados en los que se mostraban las supuestas acciones
de las brujas. Sin embargo, el abogado opinaba que �stas deb�an ser castigadas por
su apostas�a y corrupci�n.25?
El aquelarre o sabbat
Art�culo principal: Aquelarre
Se cre�a que las brujas celebraban reuniones nocturnas en las que adoraban al
Demonio. Estas reuniones reciben diversos nombres en la �poca, aunque predominan
dos: sabbat y aquelarre. La primera de estas denominaciones es casi con seguridadh?
una referencia antisemita, cuya raz�n de ser es la analog�a entre los ritos y
cr�menes atribuidos a las brujas y los que seg�n la acusaci�n popular comet�an los
jud�os. La palabra �aquelarre�, en cambio, procede del euskera aker (�macho
cabr�o�) y larre (�campo�), en referencia al lugar en que se practicaban dichas
reuniones.
Adem�s, casi todos los documentos de la �poca hacen referencia a op�paros banquetes
(con frecuencia tambi�n a la antropofagia) y a una gran promiscuidad sexual. Una
acusaci�n muy com�n era la del infanticidio, o los sacrificios humanos en general.
El vuelo
Con respecto a los vuelos de las brujas, las opiniones de los te�logos de la �poca
estuvieron muy divididas. Para algunos, ten�an lugar f�sicamente, en tanto que
otros consideraban que se trataba de ensue�os inducidos por el Diablo. Modernamente
se han relacionado con el consumo de ciertas drogas conocidas en la Europa rural,
tales como el bele�o, la belladona y el estramonio.
La metamorfosis
La cultura popular del norte de Europa atribuye a las brujas la transformaci�n
preferente en un gato negro.
Magia negra
Art�culo principal: Magia negra
Se acusaba a las brujas de la realizaci�n de hechizos mediante la magia negra, esto
es, con fines mal�ficos. Mediante estos hechizos, lograban supuestamente hacer
morir o enfermar a otras personas o al ganado, o desencadenar fen�menos
meteorol�gicos que arruinaban las cosechas.
Grabado del Compendium maleficarum (1608) de Francesco Maria Guazzo que muestra la
preparaci�n del banquete del sabbat.
Dos a�os despu�s Pi�rre Gr�goire publica un tratado en el que compendia las leyes
civiles y eclesi�sticas sobre la brujer�a y da noticia de la caza de brujas llevada
a cabo en el Languedoc donde en el a�o 1577 fueron quemados cuatrocientos brujos y
brujas. Pero los que acabaron de perfilar el delito de brujer�a fueron tres jueces
civiles. El primero, Nicolas R�my, public� en Lyon en 1595 su experiencia como
magistrado en el ducado de Lorena que durante los quince a�os que actu� all�, entre
1576 y 1591, mand� quemar a unas novecientas personas, acusadas de ser brujos o
brujas. El segundo fue Henri Boguet, "gran juez de la ciudad de Saint Claude", que
escribi� un libro en 1602 en el que cuenta su actuaci�n en la zona del Jura, y en
el que describ�a c�mo descubr�a a los brujos buscando se�ales caracter�sticas en
sus cuerpos o en sus cabezas, que mandaba rapar, y a los que no dudaba en aplicar
la tortura para que confesaran. El tercer juez fue Pierre de Lancre que mand�
quemar a unas ochenta brujas en el pa�s del Labourd, en el pa�s vasco franc�s, y
cuya actuaci�n tuvo sus consecuencias al otro lado de la frontera con el famoso
proceso de las brujas de Zugarramurdi, y que tambi�n public� su experiencia en dos
libros muy famosos.31?
Contra lo que suele creerse, la mayor parte de los procesos por brujer�a los
llevaron a cabo tribunales civiles, y la Inquisici�n tuvo un papel mucho menor. Los
procesos tuvieron lugar por igual en pa�ses cat�licos y protestantes. En los
territorios de religi�n ortodoxa, en cambio, las cazas fueron de intensidad mucho
menor.
Este c�digo indicaba c�mo reconocer a las brujas (las manchas en la piel eran un
signo, por ejemplo) y ense�aba contra ellas diversas formas de tortura (por
ejemplo, meter a una bruja en el agua: si flotaba, se trataba de una bruja).
Tambi�n instru�a sobre c�mo realizar interrogatorios intencionalmente confusos y
contradictorios para desconcertar a las acusadas y lograr que finalmente se
traicionaran y traicionaran a otras.
En Espa�a, la Inquisici�n dej� de perseguirlas a ra�z del proceso contra las brujas
de Zugarramurdi (1610), en el que los inquisidores se encontraron ante la
posibilidad de tener que quemar a varios miles de mujeres si resultaban condenadas.
Resolvieron la cuesti�n declarando que no ten�an pacto con el diablo y desde
entonces no se quem� a ninguna otra.
Spee conoc�a la obra del jesuita Adam Tanner (Innsbruck, c. 1572-Unken, 1632),
profesor de la Universidad de Ingolstadt, quien en su libro Theologia scholastica
se opon�a a los juicios por brujer�a.35?
Spee asisti� a los Juicios de W�rzburg y actu� como confesor de muchos acusados,
concluyendo que ninguna de las personas llevadas a la hoguera era culpable de
brujer�a. Spee fue un rebelde que tuvo que publicar su obra Cautio criminalis como
autor an�nimo, para protegerse, y sin autorizaci�n de los superiores de su orden.
Sppe se neg� a renunciar a la orden cuando se lo pidieron. El objetivo de Spee era
desacreditar el Malleus maleficarum.36?
Spee no negaba la intervenci�n del demonio en la vida humana, pero denunciaba, como
ya lo hab�a hecho el inquisidor Salazar, los abusos que se produc�an en los
procesos por brujer�a. Ya desde el momento de su detenci�n la persona acusada era
tratada como culpable cuando era interrogada y cuando se le buscaban marcas o
se�ales diab�licas en su cuerpo. Las confesiones eran conseguidas mediante la
tortura y no se hac�a caso a las retractaciones posteriores. Adem�s en Alemania se
segu�a recurriendo a las ordal�as para determinar la inocencia o la culpabilidad
del acusado, una pr�ctica medieval que ya se hab�a abandonado en la mayor parte de
Europa. Una de las ordal�as consist�a en la inmersi�n en agua de una acusada y si
quedaba flotando era culpable, si se hund�a era inocente. Tambi�n se pinchaba con
una aguja a las presuntas brujas y aquellas que ten�an partes insensibles quedaba
demostrado que lo eran.37?
El Cautio criminalis fue le�do por el jesuita e inquisidor Francesco Albizzi quien
qued� muy impresionado por la obra y se convenci� de la brutalidad de las cacer�as
de brujas. Extremadamente duro con los seguidores del astr�nomo Galileo Galilei, a
quienes persigui�, Albizzi tom� una dura postura en contra de la caza de brujas.
Sin embargo, entre 1648 hasta 1651 se desata una cacer�a de brujas en la monta�osa
y aislada regi�n de los Grisones. Los juicios se llevaron en la ciudad de Vaduz,
actual Liechtenstein donde cerca de 100 �brujos� fueron ejecutados en la
hoguera.39?
En 1655, Albizzi logr� rescatar a quince ni�os, hijos de los ajusticiados en los
Juicios de Vaduz, acusados de practicar brujer�a. Los ni�os fueron amenazados ?sin
que ning�n sacerdote confesor los asistiera? con que si no confesaban que eran
brujos les har�an padecer executio bestialis(ejecutados como animales). Refugiados
en Mil�n y bajo la protecci�n de Albizzi, todos los ni�os llevaron vidas
normales.40?
Entre 1679 hasta 1682 se conforma un nuevo tribunal que condena a muerte a 200
personas por brujer�a. Una comisi�n enviada por Leopoldo I de Habsburgo y precedida
por el Pr�ncipe-obispo de Kempten, determin� que los juicios fueron llevados a cabo
por el se�or local, el conde Franz Carl von Hohenems, para quedarse con las
propiedades de los acusados.41?El total de 300 personas ejecutadas en los dos
juicios representaba el 10 % de la poblaci�n del condado de Vaduz. El conde fue
apresado y luego de su muerte el obispo de Kempten vende las tierras a Juan Ad�n
Andr�s de Liechtenstein, cuya familia da nombre a la regi�n.
As� pues, las nuevas ideas sobre la brujer�a "no ejercieron a�n influencia sobre
muchos jueces y otras personas responsables de la administraci�n de justicia que no
solo durante el siglo xvii d. C., sino tambi�n durante el XVIII, condenaron a la
hoguera a brujos y brujas... [aunque] las causas no fueron casi nunca tan
sensacionales como las de los viejos tiempos".42?
Uno de esos procesos tard�os, m�s abundantes en los pa�ses protestantes que en los
cat�licos, tuvo lugar en 1670 en Suecia. Unos ni�os y muchachos del pueblo de Mohra
denunciaron a unas supuestas brujas que seg�n ellos les hab�an llevado a un
"Sabbat" presidido por el Demonio, que les oblig� a renegar de Dios, siendo
"bautizados" a continuaci�n por un sacerdote infernal. Se abri� un proceso y fueron
quemadas setenta mujeres y azotadas cincuenta. De los ni�os acusadores quince, los
que ten�an diecis�is a�os, fueron quemados y cuarenta fueron azotados.43?
La brujer�a era una actividad digna de reconocerse, ya que los hombres de mayor
importancia como lo eran los Tlatoanis, en muchas ocasiones las decisiones que
tomaban y por lo tanto que afectaban a la comunidad, las tomaban con base a la
informaci�n obtenida por parte de los brujos. En algunas ocasiones tambi�n
recurr�an a los brujos con el fin de curarse de alguna enfermedad.[cita requerida]
Para realizar los actos de brujer�a, las personas especializada tomaban elemento de
la naturaleza para realizar sus distintos trabajos; estos fueron evolucionando con
el paso de los a�os hasta el punto de convertirse en una creencia por parte de los
pobladores, esto con la ayuda de los escribanos provenientes de Espa�a al comenzar
la conquista, los cuales en algunas ocasiones exageraban lo que ve�an y de ah�
deviene gran parte del pensamiento m�gico � religioso que en la actualidad se
mantiene.[cita requerida]
Con las primeras huestes espa�olas no solo llegaron numerosas creencias acerca de
la brujer�a, sino que tambi�n diversas pr�cticas de adivinaci�n y hechicer�a, tanto
de los hispanos como de sus esclavos, pertenecientes a diversas etnias africanas,
que pronto se fusionaron con las creencias m�gico-religiosas de los pueblos
abor�genes.[cita requerida]
De acuerdo a los procesos judiciales de la �poca colonial, la mayor�a del pueblo
ten�a la convicci�n que brujos y brujas se reun�an durante la noche de los viernes
en cuevas secretas habitadas por seres de caracter�sticas sobrenaturales, para
beber, comer, bailar y celebrar su trato con el demonio (lo que antes era bien
visto, ahora se tomaba como algo sumamente negativo). Adem�s, se pensaba que
quienes practicaban este rito ten�an la capacidad de transformarse en animales;44?
a este tipo de personas se les comenz� a llamar nahuales, de los cuales a lo largo
de la historia fueron una fuente primordial de leyendas sobrenaturales, tomando
mayor peso en M�xico.
Asociadas a la hechicer�a estaban las artes adivinatorias. Entre las m�s conocidas
y practicadas durante el per�odo colonial estaban la nigromancia (adivinaci�n
mediante la invocaci�n de los muertos), la geomancia (adivinaci�n trav�s de l�neas,
c�rculos o puntos hechos en la tierra), la hidromancia (adivinaci�n trav�s de la
observaci�n del agua), la onomancia (adivinaci�n mediante c�lculos num�ricos y
anagram�ticos a partir del nombre de la persona) y la quiromancia (lectura de las
l�neas de la mano).44?
Las autoridades eclesi�sticas castigaban a las personas que realizaban estos actos
mediante una copiosa legislaci�n can�nica emanada de sucesivos concilios y s�nodos.
�En este escenario, el proceso judicial estaba a cargo de jueces eclesi�sticos y,
en casos excepcionales, del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisici�n que
condenaba con penas que inclu�an la excomuni�n, los azotes, las multas pecuniarias,
la c�rcel y el destierro�.44?
Casi veinte a�os despu�s, en 1710, apareci� un libro an�nimo escrito en franc�s que
abord� el tema de la brujer�a de forma humor�stica y que tuvo un gran �xito. Se
titulaba L'histoire des imaginations extravagantes de Monsieur Oufle, y era una
s�tira de los libros de brujer�a y de magia, siguiendo el ejemplo de Cervantes en
el Quijote respecto de los libros de caballer�a. En 1725 se publicaron unas cartas
del m�dico St. Andr� en las que denunciaba que las declaraciones de los supuestos
brujos estaban muy influidas por toda la literatura que se hab�a publicado sobre el
tema.50?
El �ltimo juicio por brujer�a en Alemania tuvo lugar en W�rzburg en 1749, pero en
Suiza Anna G�ldin fue ejecutada por bruja en el cant�n protestante de Glarus en
1782.
Edad Contempor�nea
Siglo xix d. C.
Siglo xx d. C.
En 1944, las m�dium Helen Duncan y Jane Rebecca Yorke fueron las �ltimas mujeres en
ser procesadas y encarceladas por la Ley de Brujer�a de 1735, aunque no por ser
brujas, sino por enga�ar a la gente haci�ndoles creer que pod�an invocar esp�ritus.
La ley fue derogada en 1951.55?
Seg�n Murray, que escribi� tambi�n God of the Witches (1933) y The Divine King in
England (1954), la brujer�a derivaba de una antigua religi�n neol�tica, en la que
se practicaban sacrificios humanos. As�, las �noches de brujas�" o sabbat
corresponder�an a las �pocas del a�o en que, en el Neol�tico, se realizaban ritos
de fertilidad para lograr que la naturaleza no muriera en el invierno y concediera
buenas cosechas en el verano, el 31 de julio y el 1 de febrero. De este modo, la
brujer�a permanec�a subterr�neamente ligada a las �religiones pante�stas�,
concretamente de influencias germ�nicas y celtas. Estas reuniones ser�an el residuo
de los ritos femeninos griegos y romanos al dios Baco y otros ritos de origen
tracio. Y las denominadas brujas ser�an las herederas de las sacerdotisas Bacantes
tras la entrada del cristianismo. El macho cabr�o parece corresponder m�s al �dios
de la fertilidad� Pan y los �s�tiros�.
La represi�n sexual del puritanismo acentuado en los siglos xvi y xvii propiciar�a
la floraci�n de m�ltiples desviaciones. Los sabbats ser�an sue�os motivados por
ardientes deseos sexuales reprimidos por la moral dominante. [...] La represi�n
mitific� la sexualidad en relaci�n directamente proporcional a la persecuci�n del
placer generado por histerias y locuras penosas.
Un buen ejemplo de esto podr�a ser el Malleus maleficarum en el que abundan las
alusiones al tema sexual.59?
Teor�as esc�pticas
A principios del siglo xx d. C., H. Ch. Lea afirm� que la brujer�a hab�a sido un
invento de la Inquisici�n, de los legos y de los te�logos al servicio del poder
temporal de la Iglesia cat�lica, una idea compartida por el can�nigo Dollinger. En
la segunda mitad del siglo el dan�s G. Henningen afirm� que efectivamente la
brujer�a hab�a sido el producto de la elaboraci�n teol�gica de los intelectuales y
nunca lleg� a formar parte de la tradici�n popular. As� que no habr�a habido sectas
paganas de culto a la fertilidad sino que la brujer�a se habr�a difundido a trav�s
de las reuniones y sugestiones propaladas por los sermones de los predicadores.22?
Interpretaciones socio-econ�micas
Silvia Federici (Italia, 1948), en su libro Calib�n y la bruja61? defiende la
teor�a seg�n la cual �La caza de brujas est� relacionada con el desarrollo de una
nueva divisi�n sexual del trabajo que confin� a las mujeres al trabajo
reproductivo� y en concreto con los inicios del capitalismo que requer�a aumentar
el mercado de trabajo ?potenciar el trabajo asalariado? y eliminando la agricultura
de subsistencia y cualquier otra pr�ctica de supervivencia aut�noma ligada en
ocasiones a tareas agr�colas en terrenos comunales. Federici sostiene que la
irrupci�n del capitalismo fue �uno de los periodos m�s sangrientos de la historia
de Europa�, al coincidir la caza de brujas, el inicio del comercio de esclavos y la
colonizaci�n del Nuevo Mundo. Los tres procesos estaban relacionados: se trataba de
aumentar a cualquier coste la reserva de mano de obra.62?
Referente a la forma de vuelo que se les atribu�a en el resto del mundo, en M�xico
cre�an en el nahualismo, acto por medio del cual las brujas practicantes de
antiguos ritos prehisp�nicos pod�an convertirse o metamorfosearse en aves nocturnas
como lechuzas o b�hos; en el caso de Chile destacaba la creencia de que el brujo
chilote contaba con un macu� (del mapudungun maku�: �manto� o �chaleco�) hecho con
la piel del pecho de un cad�ver humano. Igualmente en este pa�s se le atribu�a la
capacidad del vuelo transformados en aves de �mal ag�ero� (�mala suerte�), ejemplo
de ello es la leyenda de la Voladora.
La belleza y la fealdad
Tradicionalmente se asocia la imagen de la bruja a una mujer anciana, fea y
especialmente desagradable. Sin embargo, se cre�a que entre sus poderes estaba el
de poder modificar su aspecto a voluntad, mostr�ndose como una joven hermosa y
deseable. La bruja utilizar�a esta apariencia para seducir a los hombres y
llevarlos a la perdici�n.
La buena imagen de las brujas tambi�n apareci� en los c�mics, una de las m�s
conocidas es Wendy, la brujita buena, qui�n apareci� en los c�mics de C�sper. Las
brujas buenas tambi�n aparecieron en muchos trabajos literarios, siendo
particularmente determinante Harry Potter y toda su serie, si bien no es ni la
primera ni la �ltima obra literaria que toca el tema de la brujer�a. Terry
Pratchett, el autor de Mundodisco tiene entre sus sagas la de las Brujas de Lancre,
donde si bien todas y cada una son peculiares y extra�as, act�an como una suerte de
juezas, m�dicos, parteras y psic�logas (�cabez�logas�) en unas zonas rurales
depauperadas y duras aunque con mucha �vida�. Estas brujas tampoco son exactamente
buenas, ni malas. Son justas y siempre dicen que a la gente hay que darles lo que
necesitan, no lo que quieren ni lo que creen necesitar. Y esto es una de las
razones de que no acaben de contar con las simpat�as de todos que las tratn con una
mezcla de miedo y respeto.
Pel�culas sobre brujas hay muchas, tanto como villanas en Brujas y Hocus Pocus,
glamorosas como en Las Brujas de Eastwick, o en calidad de hero�nas en las
versiones filmicas de Harry Potter y La Br�jula Dorada. Tambi�n se toc� el tema
desde el punto de vista del teen-drama en J�venes y brujas, aunque la pel�cula hace
una visi�n negativa de la Brujer�a, curiosamente la actriz Fairuza Balk,
protagonista de la pel�cula se convirti� a la Wicca en la vida real tras filmar
J�venes y Brujas.
Tambi�n se cita a las brujas en varias series anime (dibujo animado japon�s) como
h�roes o villanos dando como ejemplo la serie de anime Soul Eater donde los
protagonistas de la serie tienen como tarea la misi�n de eliminar demonios y
brujas, confiscando sus almas para el Dios de la Muerte o Shinigami y as� evitar el
caos que estas causan al mundo y convertir a sus armas en Death Scythe (Guada�a
Mortal)un tipo de arma exclusiva para el Shinigami. Otra de las historias
relacionadas con las brujas en el �mbito del anime y el manga es Umineko no Naku
Koro ni. Originalmente una Sound Novel, cuenta la historia de Battler Ushiromiya,
miembro de la acaudalada familia Ushiromiya que cada a�o realizan una reuni�n
familiar en su isla privada Rokkenjima. Cuando una serie de macabros asesinatos
comienzan a ocurrir en la isla, todos culpan a la maldici�n de Beatrice La Bruja
Dorada, que seg�n cuenta la leyenda hab�a otorgado el capital inicial al patriarca
de la familia, sobre el cual este amas� su fortuna. En un par de d�as todos en la
familia, incluyendo a Battler, son asesinados. En una especie de �purgatorio�,
Battler conoce a la Bruja Dorada Beatrice en persona, la que lo reta a un juego. En
este juego de ingenio, Battler debe probar la inexistencia de la magia y de las
brujas usando su razonamiento l�gico para probar que los asesinatos no fueron
cometidos por una bruja usando magia, sino por un humano com�n y corriente. De no
lograr desacreditar la existencia de la magia, los asesinatos en la isla se
perpetuar�n por toda la eternidad.
V�ase tambi�n
Aquelarre
El Brujo de Bargota
Brujer�a en Espa�a
Brujer�a vasca
Brujo chilote
Bruxa
Calcu
Caza de brujas
Magia
Martillo de brujas
Meiga
Inquisici�n y brujer�a
Paganismo
Pensamiento m�gico
Santer�a
Strigoi
Vid'ma
Vud�
Palo (religi�n)
Wicca
Notas
Cfr. Lewis, John: Antropolog�a simplificada. Selector, 1985. ISBN 978-968-403-041-
1; p�g. 81: �Brujer�a es la asociaci�n de s� mismo con poderes sobrenaturales para
fines destructivos y antisociales. Tambi�n se llama magia negra�. V�ase tambi�n
Delgado Ruiz, Manuel: La magia: la realidad encantada, 1992, p�g. 67: �La magia
negra o mal�fica, habitualmente agrupada en sus expresiones bajo el difuso ep�grafe
de �brujer�a��.
Han alcanzado gran popularidad las teor�as de Margaret Murray, expuestas en tres
libros ?The Witch Cult in Western Europe (1921), The God of the Witches (1933), The
Divine King in England (1954)?, seg�n las cuales las brujas eran realmente miembros
de un culto precristiano, de or�genes prehist�ricos. Sin embargo, existen fuertes
argumentos contra estas teor�as: entre ellos, el hecho de que no hay prueba alguna
de que las brujas llegaran realmente a realizar reuniones nocturnas, como se les
atribuye generalmente. Levack (1995, p. 43)
La prohibici�n de la magia antisocial se encuentra ya en la T�bula VIII de la Ley
de las XII Tablas. En la �poca de Sila se promulg� la Lex Cornelia de Sicariis et
Veneficiis, que insiste en esta prohibici�n. Es interesante el hecho de que el
delito de brujer�a (maleficium) se relaciona con el de envenenamiento (veneficium),
sin duda porque en ambos se manipulaban drogas nocivas.
No, por la soberana a la que yo venero por encima de todas y a la que he elegido
como c�mplice, por H�cate, que habita en las profundidades de mi hogar, ninguno de
ellos se reir� de causar dolor a mi coraz�n.Eur�pides, en Medea, en Tragedias I.
Madrid: Gredos, 2000; p�g. 87
Seg�n Norman Cohn, el estereotipo negativo de la bruja tiene estrechos puntos de
contacto con las im�genes igualmente negativas adjudicadas hist�ricamente a herejes
y a jud�os. Para Cohn, el estereotipo puede incluso remontarse a la caracterizaci�n
negativa que de los cristianos hac�an en el siglo ii d. C. escritores grecolatinos,
que tambi�n los acusan de antropofagia, infanticidio y promiscuidad sexual (ref:
Norman Cohn, Los demonios familiares de Europa).
Al tratarse de un libro relativamente temprano, algunas caracter�sticas propias de
la imagen de la bruja no est�n todav�a reflejados en �l. No hay referencias, por
ejemplo, al osculum infame o a la marca del diablo. Levack (1995, p. 84)
La creencia en la marca de la bruja se desarroll� tard�amente, a partir del siglo
xvi d. C., y fundamentalmente en el �mbito protestante. Levack (1995, p. 80)
Aunque se inclina por la citada, Julio Caro Baroja menciona una segunda etimolog�a
posible para la palabra: podr�a derivar de Sabacio, uno de los sobrenombres de
Dioniso. Caro Baroja (1968, p. 120)
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Enlaces externos
Wikcionario tiene definiciones y otra informaci�n sobre brujer�a.
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Mar�a de Zozaya y el proceso de 1610, Euskonews N.� 577.
Realidades de la brujer�a en el siglo xvii d. C.: entre la Europa de la caza de
brujas y el racionalismo hisp�nico, Anna Armengol, Tiempos Modernos: Revista
Electr�nica de Historia Moderna, Vol. 3, N�m. 6 (2002). ISSN 1699-7778.
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