Guerra Civil Española

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La 

guerra civil española o guerra de España,4567 también conocida por los españoles


como la Guerra Civil por antonomasia,89 o simplemente la Guerra, fue
un conflicto bélico —que más tarde repercutiría también en una crisis económica— que se
desencadenó en España tras el fracaso parcial del golpe de Estado del 17 y 18 de julio de
1936 llevado a cabo por una parte de las fuerzas armadas contra el Gobierno de
la Segunda República. Tras el bloqueo del Estrecho y el posterior puente aéreo que,
gracias a la rápida colaboración de la Alemania nazi y la Italia fascista, trasladó las tropas
rebeldes a la España peninsular en las últimas semanas de julio,1011 comenzó una guerra
civil que concluiría el 1 de abril de 1939 con el último parte de guerra firmado por Francisco
Franco, declarando su victoria y estableciendo una dictadura que duraría hasta su muerte,
el 20 de noviembre de 1975.
La guerra tuvo múltiples facetas, pues incluyó lucha de clases, guerra de religión,
enfrentamiento de nacionalismos opuestos, lucha entre dictadura militar y democracia
republicana, entre revolución y contrarrevolución, entre fascismo y comunismo.12
A las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y bando sublevado:

 El bando republicano estuvo constituido en torno al Gobierno, formado por


el Frente Popular, que a su vez se componía de una coalición de
partidos republicanos —Izquierda Republicana y Unión Republicana— con
el Partido Socialista Obrero Español, a la que se habían sumado los marxistas-
leninistas del Partido Comunista de España y el POUM, el Partido
Sindicalista de origen anarquista y en Cataluña los nacionalistas de izquierda
encabezados por Esquerra Republicana de Catalunya. Era apoyado por
el movimiento obrero y los sindicatos UGT y CNT, los cuales también
perseguían realizar la revolución social. También se había decantado por el
bando republicano el Partido Nacionalista Vasco, cuando las Cortes
republicanas estaban a punto de aprobar el Estatuto de Autonomía para el
País Vasco.
 El bando sublevado, que se llamó a sí mismo «bando nacional», estuvo
organizado en torno a parte del alto mando militar, institucionalizado
inicialmente en la Junta de Defensa Nacional sustituida tras el nombramiento
de Francisco Franco como generalísimo y jefe del Gobierno del Estado.
Políticamente, estuvo integrado por la fascista Falange Española, los carlistas,
los monárquicos alfonsinos de Renovación Española y gran parte de los
votantes de la CEDA, la Liga Regionalista y otros grupos conservadores.
Socialmente fue apoyado por aquellas clases a las que la victoria en las urnas
del Frente Popular les hizo sentir que peligraba su posición; por la Iglesia
católica, acosada por la persecución religiosa desatada por parte de la
izquierda nada más estallar el conflicto y por pequeños propietarios temerosos
de una «revolución del proletariado». En las regiones menos industrializadas o
primordialmente agrícolas, los sublevados también fueron apoyados por
numerosos campesinos y obreros de firmes convicciones religiosas.13
Ambos bandos cometieron graves crímenes en el frente y en las retaguardias, como sacas
de presos, paseos, desapariciones de personas o tribunales extrajudiciales. La dictadura
de Franco investigó y condenó severamente los hechos delictivos cometidos en la zona
republicana, llegando incluso a instruir una Causa General, todo ello con escasas
garantías procesales. Por su parte, los delitos de los vencedores nunca fueron
investigados ni enjuiciados, a pesar de que algunos historiadores14 y juristas1516 sostienen
que hubo un genocidio en el que, además de subvertir el orden institucional, se habría
intentado exterminar a la oposición política.c
Las consecuencias de la Guerra Civil han marcado en gran medida la historia posterior de
España, por lo excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto las demográficas —
mortandad y descenso de la natalidad que marcaron la pirámide de población durante
generaciones— como las materiales —destrucción de las ciudades, la estructura
económica, el patrimonio artístico—, intelectuales —fin de la denominada Edad de Plata
de las letras y ciencias— y políticas —la represión en la retaguardia de ambas zonas,
mantenida por los vencedores con mayor o menor intensidad durante todo el franquismo, y
el exilio republicano—, y que se perpetuaron mucho más allá de la prolongada posguerra,
incluyendo la excepcionalidad geopolítica del mantenimiento del régimen de Franco
hasta 1975.

Índice

 1Antecedentes
o 1.1El Gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936)
o 1.2La violencia política
 2El detonante: el golpe de Estado de julio de 1936
o 2.1La conspiración militar
o 2.2El golpe del 17 al 20 de julio
 3Las operaciones militares
o 3.1Los dos ejércitos
o 3.2Julio-octubre de 1936: avance sobre Madrid y campaña de Guipúzcoa
o 3.3Noviembre de 1936-marzo de 1937: la batalla de Madrid y la toma de
Málaga
o 3.4Marzo-noviembre de 1937: la campaña del Norte y las batallas de
Brunete y Belchite
o 3.5Diciembre de 1937-noviembre de 1938: de la batalla de Teruel a la
batalla del Ebro
o 3.6Diciembre de 1938-febrero de 1939: ofensiva sobre Cataluña
o 3.7Febrero-marzo de 1939: la vuelta de Negrín y la resistencia de la zona
Centro-Sur
o 3.8Marzo de 1939: derrota de la República
 4La guerra naval
 5La guerra aérea y los bombardeos sobre poblaciones
 6Evolución de la zona sublevada
o 6.1La Junta de Defensa Nacional
o 6.2El general Franco, «generalísimo» y «caudillo»
o 6.3El Decreto de Unificación de abril de 1937
o 6.4El nacimiento del «Nuevo Estado»
 7Evolución de la zona republicana
o 7.1La reacción del gobierno a la sublevación militar
o 7.2La revolución social de 1936 y el gobierno de José Giral (julio-
septiembre de 1936)
o 7.3El gobierno de Largo Caballero (septiembre de 1936-mayo de 1937)
o 7.4El gobierno de Juan Negrín (mayo de 1937-marzo de 1939)
 8La dimensión internacional del conflicto y la intervención extranjera
o 8.1La política de «no intervención» de Gran Bretaña y Francia
o 8.2La intervención extranjera en favor de los sublevados
o 8.3La intervención extranjera en favor de la República
o 8.4La financiación de la guerra y «el oro de Moscú»
 9La Iglesia y la guerra civil española
o 9.1La Iglesia católica en la zona sublevada
o 9.2La Iglesia católica en la zona republicana
 10La represión en las retaguardias
o 10.1Investigación de los crímenes
 11Consecuencias
o 11.1Económicas
o 11.2Víctimas de la Guerra Civil
o 11.3La represión franquista de la posguerra y el exilio republicano
o 11.4Relaciones internacionales
o 11.5Las regiones devastadas
 12Memoria histórica
 13La Guerra Civil en el arte
o 13.1Cine
o 13.2Novela
o 13.3Cuento y relato
o 13.4Literatura infantil y juvenil
o 13.5Teatro
o 13.6Poesía
o 13.7Música
o 13.8Revistas satíricas
o 13.9Historieta
o 13.10Pintura y escultura
o 13.11Artes gráficas, cartelismo y revistas
o 13.12Fotografía
o 13.13Videojuegos
 14Véase también
 15Notas
 16Referencias
 17Bibliografía
 18Enlaces externos

Antecedentes[editar]

Portada de la Constitución de 1931

Artículo principal: Segunda República Española

En enero de 1930 el general Miguel Primo de Rivera reconoce el fracaso de la


Dictadura que había instaurado en septiembre de 1923 con el apoyo del rey y
dimite.19 Alfonso XIII nombra entonces como presidente del gobierno al general Dámaso
Berenguer, pero este no consigue devolver a la monarquía la «normalidad constitucional»
(este período fue conocido como «Dictablanda») y es sustituido en febrero de 1931 por el
almirante Juan Bautista Aznar, quien convoca elecciones municipales para el domingo 12
de abril.20 Las elecciones son ganadas en las ciudades por las candidaturas republicano-
socialistas surgidas del Pacto de San Sebastián de agosto de 1930 y el martes 14 de abril
el rey Alfonso XIII, ante las dudas de la Guardia Civil y del Ejército a utilizar la fuerza para
frenar las multitudinarias manifestaciones prorrepublicanas que inundan las principales
ciudades, abandona el país. En Madrid el «comité revolucionario» republicano-socialista
proclama la República y asume el poder como Gobierno Provisional presidido por Niceto
Alcalá-Zamora.21
Durante el primer bienio de la Segunda República Española se aprueba la
nueva Constitución republicana y el gobierno de coalición de republicanos de izquierda y
de socialistas presidido por Manuel Azaña, formado el 15 de diciembre de 1931 tras
rechazar el Partido Republicano Radical su participación en el mismo por estar en
desacuerdo con la continuidad en el gobierno de los socialistas, profundiza las reformas
iniciadas por el Gobierno Provisional cuyo propósito es modernizar la realidad económica,
social, política y cultural españolas. El nuevo gobierno se formó tras la elección de Niceto
Alcalá Zamora como presidente de la República, quien confirmó a Manuel Azaña como
presidente del Gobierno.
No obstante, el amplio abanico de reformas que emprendió el gobierno «social-azañista»
encontró gran resistencia entre los grupos sociales y corporativos a los que se intentaba
«descabalgar» de sus posiciones adquiridas: los terratenientes, los grandes empresarios,
financieros y patronos, la Iglesia católica, las órdenes religiosas, la opinión católica, la
opinión monárquica o el militarismo «africanista». Este último organizó un fracasado golpe
de Estado en agosto de 1932 encabezado por el general Sanjurjo.22 Pero también existió
una resistencia al reformismo republicano de signo contrario: el del revolucionarismo a
ultranza, que encabezaron las organizaciones anarquistas (la CNT y la FAI). Para ellos, la
República representaba el «orden burgués» (sin demasiadas diferencias con los
regímenes políticos anteriores, Dictadura y Monarquía) que había de ser destruido para
alcanzar el «comunismo libertario».23 Así se produjeron una serie de levantamientos
anarquistas (en enero, como el de Casas Viejas, y en diciembre de 1933, circunscrito este
a Aragón y La Rioja) reprimidos con dureza.
La coalición encabezada por Azaña se deshace y se convocan elecciones para noviembre
de 1933, en las que votaron por primera vez las mujeres, que son ganadas por la derecha
católica de la CEDA y por el centro-derecha republicano del Partido Republicano
Radical de Alejandro Lerroux. Este forma gobierno con el objetivo de «rectificar» las
reformas del primer bienio, no anularlas, para incorporar a la República a la derecha
«accidentalista» (que no se proclamaba abiertamente monárquica, aunque sus simpatías
estuvieran con la Monarquía, ni tampoco republicana) representada por la CEDA y
el Partido Agrario, que le dan su apoyo parlamentario.24 Cuando la CEDA entra en el
gobierno en octubre de 1934 se desencadena una fracasada insurrección socialista que
solo se consolidó en Asturias durante un par de semanas (el único lugar donde también
participó la CNT), aunque finalmente también fue sofocada por la intervención del Ejército,
que trajo del Protectorado español de Marruecos a las tropas coloniales
de regulares y legionarios y, una vez finalizada, se produjo una fuerte represión. Lo mismo
sucedió con la proclamación por el presidente de la Generalidad de Cataluña Lluís
Companys del «Estado Catalán» dentro de la «República Federal Española» el 6 de
octubre.25
La Revolución de octubre de 1934 hizo aumentar en el gobierno radical-cedista los
temores a que un próximo intento de una «revolución bolchevique» acabara triunfando.
Esto acentuó la presión sobre el Partido Radical para llevar adelante una política más
decididamente legisladora o contrarrevolucionaria.26 En última instancia, los sucesos de
octubre de 1934 convencieron a la CEDA de que era necesario llegar a alcanzar la
presidencia del gobierno para poder dar el «giro autoritario» que el régimen, según ellos,
necesitaba.27 El líder de la CEDA, José María Gil Robles, encontró su oportunidad cuando
estallaron el escándalo del estraperlo y el del asunto Nombela que hundieron a Lerroux y
al Partido Republicano Radical, del que no se recuperaría.28 Pero el presidente de la
República Alcalá Zamora se negó a dar el poder a una fuerza «accidentalista» que no
había proclamado su fidelidad a la República y encargó la formación de gobierno a un
independiente de su confianza, Manuel Portela Valladares, quien forma el 15 de
diciembre un gabinete republicano de centro-derecha que aguanta el poder Ejecutivo hasta
que Alcalá Zamora convoca elecciones para el 16 de febrero de 1936.29
El resultado de las elecciones de febrero de 1936 fue un reparto muy equilibrado de votos
con una leve ventaja de las izquierdas (47,1 %) sobre las derechas (45,6 %), mientras el
centro se limitó a un 5,3 %. Pero como el sistema electoral primaba a los ganadores, esto
se tradujo en una holgada mayoría para la coalición del Frente Popular.30

El Gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936)[editar]


Artículo principal: Frente Popular (España)

El miércoles 19 de febrero, Manuel Azaña, el líder del Frente Popular, formaba un gobierno


que, conforme a lo pactado con los socialistas, solo estaba integrado por ministros
republicanos de izquierda (nueve de Izquierda Republicana y tres de Unión Republicana).31
Una de sus primeras decisiones fue alejar de los centros de poder a los generales más
antirrepublicanos: el general Manuel Goded fue destinado a la Comandancia militar de
Baleares; el general Francisco Franco, a la de Canarias; el general Emilio Mola al gobierno
militar de Pamplona. Otros generales significados como Luis Orgaz, Rafael
Villegas, Joaquín Fanjul y Andrés Saliquet quedaron en situación de disponibles.32
La medida más urgente que hubo de tomar el nuevo gobierno fue la amnistía de los
condenados por los sucesos de octubre de 1934, «legalizando» así el asalto a varias
cárceles por la multitud, pero dando cumplimiento también al punto principal del programa
electoral del Frente Popular.33 Otra de las medidas urgentes era reponer en sus puestos a
los alcaldes y concejales elegidos en 1931 y sustituidos durante el bienio conservador.34 El
28 de febrero el gobierno decretaba no solo la readmisión de todos los trabajadores
despedidos por motivos políticos y sindicales relacionados con los hechos de 1934, sino
que, presionado por los sindicatos, ordenaba a las empresas que indemnizaran a estos
trabajadores por los jornales no abonados.35 Asimismo, fue restablecido el gobierno de
la Generalidad de Cataluña, cuyos miembros habían salido de la cárcel beneficiados
también por la amnistía.33
La «cuestión agraria» fue otro problema que el nuevo gobierno tuvo que abordar con
urgencia a causa de la intensa movilización campesina que se estaba produciendo con el
apoyo decidido de las autoridades locales repuestas y que amenazaba con provocar
graves conflictos en el campo, especialmente en Extremadura.3637 Así el 19 de abril el
ministro de Agricultura, Mariano Ruiz Funes, presentaba varios proyectos de ley, entre
ellos uno que derogaba la Ley de Reforma de la Reforma Agraria de agosto de 1935, que
se convirtió en ley el 11 de junio, por lo que volvía estar en vigor plenamente la Ley de
Reforma Agraria de 1932. Gracias a varios decretos y a esta ley entre marzo y julio de
1936 se asentaron unos 115 000 campesinos, más que en los tres años anteriores.38 Sin
embargo, continuó la alta conflictividad en el campo, debida sobre todo a la actitud de los
propietarios y a la radicalización de las organizaciones campesinas, saldándose todo ello
con incidentes violentos. El caso más grave se produjo en Yeste (Albacete), donde a
finales de mayo de 1936 «la detención de unos campesinos que pretendían talar árboles
en una finca particular condujo a un sangriento enfrentamiento entre la Guardia Civil y los
jornaleros, en los que murieron un guardia y 17 campesinos, varios de ellos asesinados a
sangre fría por los agentes».39
La actividad del parlamento estuvo paralizada casi todo el mes de abril debido al proceso
de destitución del presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora, iniciado y aprobado
por la izquierda, y su sustitución por Manuel Azaña, que fue investido en su nuevo cargo el
10 de mayo de 1936, siendo sustituido al frente del gobierno por su compañero del
partido Izquierda Republicana, Santiago Casares Quiroga,4041 quien asumiría a su vez la
cartera de Guerra.
La proclamación de la independencia del Perú, el 28 de Julio de 1821, o la
posterior Batalla de Ayacucho, en 1824, que marcó la ruptura político
administrativa y que culminará con una resistencia española enraizada en la
sierra peruana, como último recurso para la permanencia de intereses
particulares de la metrópoli, dará paso a una etapa republicana caracterizada
por la inestabilidad política, donde el uso de la espada y la pólvora decidirán la
permanencia en el poder, y en la que los caudillos militares serán protagonistas
por largas décadas antes de la llegada del primer presidente civil en la historia
del Perú.

En la segunda mitad del siglo xix, las expediciones científicas enviadas por
España a los países sudamericanos tocaron tierra firme a fines de 1862 en
países como Uruguay y Brasil, mientras que en el Perú lo hicieron en julio de
1863. Al año siguiente, en abril de 1864, un incidente acontecido en la
Hacienda Talambo, donde falleció un trabajador vasco, fue considerado como
un motivo relevante para que las naves españolas tomaran posesión de las
islas Chincha. A partir de este último acto, las acciones de las autoridades por
encontrar una salida que evitara llegar a la guerra fueron rechazadas por la
población, dispuesta a dar batalla. La guerra a España se declaró recién en
1866, cuando el presidente Juan Antonio Pezet fue desplazado por Mariano
Ignacio Prado, quien asumió las riendas del país después de liderar la
revolución restauradora iniciada en la ciudad de Arequipa. Todo ello se sellará
con el desenlace victorioso del combate del 2 de mayo.

Las intenciones del gobierno español pasan por diversos enfoques


historiográficos, uno de ellos identifica como primordial las intenciones de
canalizar ganancias económicas, de cobrar deudas pendientes, sustentadas en
la información de que el Perú se encontraba en una coyuntura económica muy
favorable y próspera —debido al incremento fiscal proveniente de la
exportación de «guano» (Bonilla, 1974)— por lo que no tendría inconvenientes
para cumplir las peticiones españolas. En otra visión de análisis, se hace
hincapié en la restauración de la dominación española como eje de los
objetivos ibéricos, a partir del principio de reivindicación de la monarquía.

Sin embargo, no es prioridad en este trabajo el estudio de las verdaderas


proposiciones españolas en relación con sus ex colonias. Lo que sí es de suma
relevancia es el análisis de las representaciones discursivas ofrecidas por la
prensa sobre las relaciones entre España y los países sudamericanos,
particularmente con el Perú. En este sentido, las «expediciones
científicas»1 intentarán ser un caballo de Troya que, con el transcurrir de los
meses, visibilizará los verdaderos anhelos españoles y tendrá como desenlace
el combate del 2 de mayo, que contó con la cooperación de peruanos y de
otros países sudamericanos como Chile, Ecuador y Bolivia.

Los estudios realizados sobre la guerra entre España y los países


sudamericanos han sido tratados con mayor recurrencia por historiadores
peruanos y chilenos. Sin embargo, pese a la fructífera realización de trabajos
académicos, no se ha utilizado la prensa como una fuente histórica que brinde
nuevos alcances sobre cómo una acción determinada, en este caso el combate
del 2 de mayo, que es el desenlace de la guerra, tuvo un telón de fondo que se
fue construyendo a partir de un discurso, de una representación de la realidad
política y social vehiculadas por la prensa.

De esta forma, la pregunta que se busca responder en este trabajo es:


¿cuáles fueron las representaciones discursivas que sirvieron para construir
una realidad sobre la guerra contra España? Mecanismo de construcción de un
imaginario, en el que la opinión pública se vio referenciada y fue persuadida, en
este caso, por el discurso que se manifiestó en El Comercio. Sin embargo, para
alcanzar una comprensión mayor del papel fundamental que cumplió la prensa
en la sociedad limeña del siglo xix también es preciso tener en cuenta:
¿quiénes se encontraban a cargo del diario El Comercio? ¿Cuál era el alcance
que la publicación tenía en la población limeña?

Para comprender una acción determinada, en este caso, el porqué de la


participación de la población capitalina en la guerra contra los peninsulares, se
tiene que considerar qué incentivó tal acción. A modo de hipótesis, se entiende
que la información que se transmitía en los espacios públicos jugó un papel
importante en la difusión de la realidad política que afrontaba el país y permitió
continuar con la ejecución de las decisiones de la opinión pública, pero esto
tiene como origen las representaciones discursivas que la prensa transmitió a
sus lectores en un primer momento. En palabras de Pierre Bourdieu (2001), «el
poder simbólico es un poder de construcción de la realidad» (p. 91), de ahí la
importancia del estudio de la prensa en una determinada coyuntura histórica.

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