Moniciones - Alas para Volar
Moniciones - Alas para Volar
Moniciones - Alas para Volar
Ellos no tienen miedo, el miedo lo tenemos nosotros, los padres que ya no podemos, ni debemos ni nos toca protegerlos, ya es
momento de soltar y podéis creerme sí os digo que se me encoge el estómago, se me acelera el corazón y me dan sudores no fríos,
helados!! La caída libre se queda corta con lo que yo siento, aún sabiendo que no hay otra, que la verdadera protección viene de
dejar que lleguen a ser lo que son y que la única manera, como hemos hecho todos, es andando el camino. Pero sí, tengo miedo de
que les hagan daño, tengo miedo de que sufran desamores, de que se queden perdidos, de que les duela, de que no sepan, de que
sepan mucho, de que se vayan, de que no vuelvan….Pero…. Todo eso es la VIDA no? Es como si dijera que tengo miedo a que
vivan, cuando cualquier padre y cualquier madre daría la vida por ellos. Por qué entonces se la negamos? Por qué nos cuesta tanto
confiar en esos valores que les hemos transmitido? No les vemos capaces? O es simplemente que no podemos gestionar nuestros
miedos?
Y a todo esto, leo un artículo en La Vanguardia del domingo pasado, “Educar sin miedos” de Eva Bach y Rafael Bisquerra (os
recomiendo su lectura), en el que además de hablar de los miedos de los padres dicen cosas como que estos miedos ejercen de
obstáculos para su pleno desarrollo, que no tenemos que preparar el camino para los hijos, sino a los hijos para el camino, que no se
trata de hacerles la vida fácil, sino de hacerlos aptos para la vida, que la sobreprotección lejos de ser ayuda es un impedimento que
los deja sin lo más importante que es la confianza en sí mismos y la aventura de vivir, creando adultos débiles, dependientes e
inseguros. Que el poder del amor es mayor que el del miedo.
Y sé que amor no les ha faltado ni les faltará y sé que saben que siempre pueden volver a casa, que es su lugar seguro, su lugar de
confiabilidad, donde se les quiere por lo que son y sé que en realidad nunca se irán ….y me acuerdo de la frase del Dalai Lama que
dice “A quien amas dale alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarse”
Oriente Medio.
esta triste a causa de vuestros sufrimientos y lutos. Él no se olvida de Siria en sus oraciones, es una de sus preocupaciones.
«A vosotros gracia y paz abundantes por el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor» (2 P 1,2). El pasaje de la carta de San
Pedro que acabamos de escuchar expresa bien el gran deseo que llevo en el corazón desde hace mucho tiempo. Gracias por vuestra
calurosa acogida, gracias de todo corazón por vuestra presencia tan numerosa esta tarde. Agradezco a Su Beatitud el Patriarca Bechara
Boutros Raï sus palabras de bienvenida, a Mons. Georges Bou Jaoudé, Arzobispo de Trípoli y Presidente del Consejo para el
apostolado de los laicos en el Líbano, y a Monseñor Elie Hadda, Arzobispo de Sidón de los Griegos melquitas y Vicepresidente de dicho
Consejo, así como a los dos jóvenes que me han saludado en nombre de todos vosotros. ?????? ???????? (Mi paz os doy) (Jn 14,27),
Queridos amigos, vosotros vivís hoy en esta parte del mundo que ha visto el nacimiento de Jesús y el desarrollo del cristianismo. Es un
gran honor. Y es una llamada a la fidelidad, al amor por vuestra región, y especialmente a ser testigos y mensajeros de la alegría de
Cristo, porque la fe transmitida por los Apóstoles lleva a la plena libertad y al gozo, como lo han mostrado tantos santos y beatos de este
país. Su mensaje ilumina la Iglesia universal. Y puede seguir iluminando vuestras vidas. Entre los Apóstoles y los santos, muchos
vivieron periodos difíciles, y su fe fue la fuente de su valor y de su testimonio. Que encontréis en su ejemplo e intercesión la inspiración y
Conozco las dificultades que tenéis en la vida cotidiana, debido a la falta de estabilidad y seguridad, al problema de encontrar trabajo o
incluso al sentimiento de soledad y marginación. En un mundo en continuo movimiento, os enfrentáis a muchos y graves desafíos. Pero
ni siquiera el desempleo y la precariedad deben incitaros a probar la «miel amarga» de la emigración, con el desarraigo y la
separación en pos de un futuro incierto. Se trata de que vosotros seáis los artífices del futuro de vuestro país, y cumpláis con vuestro
Tenéis un lugar privilegiado en mi corazón y en toda la Iglesia, porque la Iglesia es siempre joven. La Iglesia confía en vosotros. Cuenta
con vosotros. Sed jóvenes en la Iglesia. Sed jóvenes con la Iglesia. La Iglesia necesita vuestro entusiasmo y creatividad. La juventud es
el momento en el que se aspira a grandes ideales, y el periodo en que se estudia para prepararse a una profesión y a un
porvenir. Esto es importante y exige su tiempo. Buscad lo que es hermoso y gozad en hacer el bien. Dad testimonio de la grandeza y la
dignidad de vuestro cuerpo, que es «para el Señor» (1 Co 6,13b). Tened la delicadeza y la rectitud de los corazones puros. Como el
beato Juan Pablo II, yo también os repito: «No tengáis miedo. Abrid las puertas de vuestro espíritu y vuestro corazón a Cristo». El
encuentro con él «da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus caritas est, 1). En él encontraréis la fuerza
y el valor para avanzar en el camino de vuestra vida, superando así las dificultades y aflicciones. En él encontraréis la fuente de la
alegría. Cristo os dice: ?????? ???????? (Mi paz os doy). Aquí está la revolución que Cristo ha traído, la revolución del amor.
Las frustraciones que se presentan no os deben conducir a refugiaros en mundos paralelos como, entre otros, el de las drogas de
cualquier tipo, o el de la tristeza de la pornografía. En cuanto a las redes sociales, son interesantes, pero pueden llevar fácilmente a una
dependencia y a la confusión entre lo real y lo virtual. Buscad y vivid relaciones ricas de amistad verdadera y noble. Adoptad iniciativas
que den sentido y raíces a vuestra existencia, luchando contra la superficialidad y el consumo fácil. También os acecha otra tentación, la
del dinero, ese ídolo tirano que ciega hasta el punto de sofocar a la persona y su corazón. Los ejemplos que os rodean no siempre son
los mejores. Muchos olvidan la afirmación de Cristo, cuando dice que no se puede servir a Dios y al dinero (cf. Lc 16,13). Buscad
buenos maestros, maestros espirituales, que sepan indicaros la senda de la madurez, dejando lo ilusorio, lo llamativo y la mentira.
Sed portadores del amor de Cristo. ¿Cómo? Volviendo sin reservas a Dios, su Padre, que es la medida de lo justo, lo verdadero y lo
bueno. Meditad la Palabra de Dios. Descubrid el interés y la actualidad del Evangelio. Orad. La oración, los sacramentos, son los medios
seguros y eficaces para ser cristianos y vivir «arraigados y edificados en Cristo, afianzados en la fe» (Col 2,7). El Año de la fe que está
para comenzar será una ocasión para descubrir el tesoro de la fe recibida en el bautismo. Podéis profundizar en su contenido
estudiando el Catecismo, para que vuestra fe sea viva y vivida. Entonces os haréis testigos del amor de Cristo para los demás. En él,
todos los hombres son nuestros hermanos. La fraternidad universal inaugurada por él en la cruz reviste de una luz resplandeciente y
exigente la revolución del amor. «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn 13,35). En esto reside el testamento de Jesús y el
Por tanto, Cristo os invita a hacer como él, a acoger sin reservas al otro, aunque pertenezca a otra cultura, religión o país. Hacerle sitio,
respetarlo, ser bueno con él, nos hace siempre más ricos en humanidad y fuertes en la paz del Señor. Sé que muchos de vosotros
participáis en diversas actividades promovidas por las parroquias, las escuelas, los movimientos o las asociaciones. Es hermoso trabajar
con y para los demás. Vivir juntos momentos de amistad y alegría permite resistir a los gérmenes de división, que constantemente se
han de combatir. La fraternidad es una anticipación del cielo. Y la vocación del discípulo de Cristo es ser «levadura» en la masa,
como dice san Pablo: «Un poco de levadura hace fermentar toda la masa» (Ga 5,9). Sed los mensajeros del evangelio de la vida y de
los valores de la vida. Resistid con valentía a aquello que la niega: el aborto, la violencia, el rechazo y desprecio del otro, la injusticia, la
guerra. Así irradiaréis la paz en vuestro entorno. ¿Acaso no son a los «artífices de la paz» a quienes en definitiva más admiramos? ¿No
es la paz ese bien precioso que toda la humanidad está buscando? Y, ¿no es un mundo de paz para nosotros y para los demás lo que
deseamos en lo más profundo? ?????? ???????? (Mi paz os doy), dice Jesús. Él no ha vencido el mal con otro mal, sino tomándolo
sobre sí y aniquilándolo en la cruz mediante el amor vivido hasta el extremo. Descubrir de verdad el perdón y la misericordia de Dios,
permite recomenzar siempre una nueva vida. No es fácil perdonar. Pero el perdón de Dios da la fuerza de la conversión y, a la vez, el
Queridos amigos, muchos de vosotros se preguntan ciertamente, de una forma más o menos consciente: ¿Qué espera Dios de mí?
¿Qué proyecto tiene para mí? ¿Querrá que anuncie al mundo la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el
matrimonio? ¿Me llamará Cristo a seguirlo más de cerca? Acoged confiadamente estos interrogantes. Tomaos un tiempo para pensar
en ello y buscar la luz. Responded a la invitación poniéndoos cada día a disposición de Aquel que os llama a ser amigos suyos. Tratad
de seguir de corazón y con generosidad a Cristo, que nos ha redimido por amor y entregado su vida por todos nosotros. Descubriréis
una alegría y una plenitud inimaginable. Responder a la llamada que Cristo dirige a cada uno: éste es el secreto de la verdadera paz.
Ayer firmé la Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente. Esta carta, queridos jóvenes, está destinada también a vosotros, como a
todo el Pueblo de Dios. Leedla con atención y meditadla para ponerla en práctica. Para que os ayude, os recuerdo las palabras de san
Pablo a los corintios: «Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todo el mundo. Es evidente que
sois carta de Cristo, redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino
en las tablas de corazones de carne» (2 Co 3,2-3). También vosotros, queridos amigos, podéis ser una carta viva de Cristo. Esta carta
no estará escrita con papel y lápiz. Será el testimonio de vuestra vida y de vuestra fe. Así, con ánimo y entusiasmo, haréis
comprender a vuestro alrededor que Dios quiere la felicidad de todos sin distinción, y que los cristianos son sus servidores y testigos
fieles.
Jóvenes libaneses, sois la esperanza y el futuro de vuestro país. Vosotros sois el Líbano, tierra de acogida, de convivencia, con una
increíble capacidad de adaptación. Y, en estos momentos, no podemos olvidar a esos millones de personas que forman la diáspora
libanesa, y que mantienen fuertes lazos con su país de origen. Jóvenes del Líbano, sed acogedores y abiertos, como Cristo os pide y
Quiero saludar ahora a los jóvenes musulmanes que están con nosotros esta noche. Agradezco vuestra presencia que es tan
importante. Vosotros sois, con los jóvenes cristianos, el futuro de este maravilloso País y de todo el Oriente Medio. Buscad construirlo
juntos. Y cuando seáis adultos, continuad a vivir la concordia en la unidad con los cristianos. Porque la belleza del Líbano se encuentra
Es necesario que todo el Oriente Medio, viéndoles, comprenda que los musulmanes y los cristianos, el Islam y el Cristianismo, pueden
vivir juntos sin odios, respetando las creencias de cada uno, para construir juntos una sociedad libre y humana.
He sabido además que están entre nosotros jóvenes venidos de Siria. Quiero deciros cuanto admiro vuestra valentía. Decid en vuestras
casas, a vuestros familiares y amigos, que el Papa no os olvida. Decid en vuestro entorno que el Papa esta triste a causa de vuestros
sufrimientos y lutos. Él no se olvida de Siria en sus oraciones y es una de sus preocupaciones. No se olvida de ninguno de los que
sufren en Oriente Medio. Es el momento en que musulmanes y cristianos se unan para poner fin a la violencia y a la guerra.
Para terminar, volvámonos a María, la Madre del Señor, Nuestra Señora del Líbano. Ella os protege y acompaña desde lo alto de la
colina de Harissa, vela como madre por todos los libaneses y por tantos peregrinos que acuden de todas partes para encomendarle sus
alegrías y sus penas. Esta tarde, confiamos a la Virgen María y al Beato Juan Pablo II, que me precedió aquí, vuestras vidas, las de
todos los jóvenes del Líbano y de los países de la región, especialmente de los que sufren la violencia o la soledad, de los que
necesitan consuelo. Que Dios os bendiga a todos. Y ahora, todos juntos, la imploramos: