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Universidad católica de Salta

Tesis
La Influencia de Socialismo del siglo XX en la
creación de UNASUR

Por: Maria Antonela Zilli

Facultad de Ciencias Jurídicas


Licenciatura en Relaciones Internacionales
Director: Belen Gauna
AUTORIDADES:

Rector:

Pbro. Licenciado Jorge Antonio Manzaráz

Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas:

Benjamín Pérez Ruiz

Secretaria Académica de Facultad de Ciencias Jurídicas:

Doctora Virginia María Diez Gómez Longarte

Jefe de Carrera de Licenciatura en Relaciones Internacionales:

Licenciada Carolina Romano Buryaile


Índice:
Agradecimientos:
Abreviaturas
Introducción
Capitulo l
El origen: Antecedentes
históricos
Introducción
Desarrollo

1. La constitución
1.1. Etapa l:

UN NUEVO "CICLO POLÍTICO" EN LA REGIÓN SURAMERICANA


Cuando finaliza la primera década del siglo XXI se vive un nuevo "ciclo político" en
gran parte de las democracias suramericanas, con partidos o coaliciones de izquierda
o centro izquierda en el poder, lo cual ha significado, en algunos casos, una total e
inédita renovación en el comando del poder político. 

El 23 de mayo del 2008 tuvo lugar en Brasilia la aprobación del tratado constitutivo
de la Unión de Naciones Suramericanas. Los países firmantes fueron Argentina,
Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay
y Venezuela. La organización tiene como objetivo promover la integración de sus
miembros en materia de energía, educación, salud, medio ambiente, infraestructura,
seguridad y democracia.

La formación de una comunidad suramericana surgió como propuesta en el transcurso


del sinnúmero de cumbres presidenciales que con frecuencia se realizan en toda
América Latina con propósitos integracionistas.  El 8 de diciembre de 2004 se
constituyó la Comunidad Sudamericana; y a partir de la Cumbre de Isla Margarita, en
abril de 2007, se le cambió el nombre por el actual, Unasur, lo cual quedó
protocolizado en el Tratado de Brasilia, firmado el 23 de mayo de 2008.  En el proceso
de formación de Unasur los dos principales impulsores han sido los gobiernos de Brasil
y Venezuela.  Esta unión integra 12 países: cuatro de la CAN: Bolivia, Colombia,
Ecuador y Perú; cuatro del Mercosur: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, más
Venezuela, que solicitó su membresía plena al Mercosur y está a la espera de
respuesta; Chile, que es miembro asociado de ambos grupos subregionales; Guyana y
Surinam.  El parlamento Suramericano tendrá su sede en Cochabamba-Bolivia.

El evento que abrió el camino definitivo a la constitución de UNASUR fue la creación


de la Comunidad Suramericana de Naciones, durante la tercera Reunión de
presidentes de América del Sur, el 8 de diciembre de 2004 en Cuzco, Perú. La CSN
nació para unir, por un lado el Mercado Común del Sur y por otro el bloque oeste
conformado por la Comunidad Andina.
Bloques regionales

Con la desilusión generada por la ineficiencia de la ALALC (en adelante,


Asociación Latinoamericana de Libre Comercio) como entidad integracionista
destinada a propiciar desarrollo económico en el continente sudamericano, por la falta
de consideración de las diferencias existentes entre sus miembros y de las constantes
crisis políticas que imperan en el continente[2], algunos países buscaron en la
formación de distintos bloques que atendían a sus peculiaridades regionales la
respuesta a sus problemas económicos para, posteriormente, pensar en la
incorporación a un Mercado Común Latinoamericano, como, por ejemplo, en 1966, la
Declaración de Bogotá «Bases de una Común Política Internacional» firmada por
Chile, Ecuador, Perú y Venezuela. Con vistas a la formación de un mercado común
entre esos países, que, al fin, se convirtió en una primera manifestación formal de
integración entre los países andinos. Algunos autores, como LUNA CAMPO, consideran
que la historia del Grupo Andino empieza a gestarse con la suscripción de la
«Declaración de Bogotá» en 1966, en que fue posible establecer las bases
preliminares del futuro pacto de integración subregional[3].

Posteriormente, la integración andina se profundiza con la subscripción del


Acuerdo de Cartagena en 26 de mayo de 1969 entre Bolivia, Colombia, Chile,
Ecuador, Colombia y Perú, que efectivamente crea el Pacto Andino, configurando una
unión aduanera entre los mencionados países. En sus bases originales, ese modelo
de integración era definido como un esfuerzo para fortalecimiento del poder de
negociación para mejor actuación en el comercio internacional y reducción de la
dependencia. Sobre la composición del grupo, cabe resaltar que en enero de 1971,
Venezuela notificó a la ALALC su intención de incorporarse al Acuerdo de Cartagena,
lo que efectivamente ocurrió en febrero de 1973.

Mercosur

Para tratar de entender un poco más el origen que se remonta a la constitución de


UNASUR es preciso establecer su conexión con dos grandes fuerzas regionales.

El 26 de marzo de 1991 la República Argentina, la República Federativa de Brasil, la


República del Paraguay y la República Oriental del Uruguay suscriben en la ciudad de
Asunción, el tratado por el cual se sientan las bases para la creación del Mercado
Común del Sur (MERCOSUR).
Inicialmente, el tratado prevé una estructura institucional provisoria, que es
posteriormente modificada el 17 de diciembre de 1994, con la firma del Protocolo
Adicional al Tratado de Asunción sobre la Estructura Institucional del MERCOSUR
(Protocolo de Ouro Preto), por el que se establece la estructura institucional
definitiva, compuesta por tres órganos decisorios y tres no decisorios.

La conformación de un Mercado Común es una respuesta adecuada a la


consolidación de grandes espacios económicos en el mundo y a la necesidad de
lograr una adecuada inserción internacional.

Su constitución tenía como principal objetivo, aumentar el grado de eficiencia y


competitividad de las economías firmantes ampliando los mercados y acelerando su
desarrollo económico. Eran indispensables el aprovechamiento eficaz de los recursos
disponibles, la preservación del medio ambiente, el mejoramiento de las
comunicaciones, la coordinación de las políticas macroeconómicas y la
complementación de los diferentes sectores de sus economías.

Durante la década del 70 se ve un profundo acercamiento económico y comercial


entre Brasil, Argentina y Uruguay que se consolidaron con el Protocolo de Expansión
Comercial y el Convenio Argentino Uruguayo de Cooperación Económica.

La idea de crear acuerdos sólidos entre Argentina y Brasil era una idea con historia,
pero por diversas circunstancias no concretada.
En 1985 los dos gobiernos, los primeros libremente electos después de períodos con
ausencia de democracia, enfrentaban la necesidad de reorientar sus economías.

Entre los años 1984 y 1989 Argentina y Brasil suscribieron veinticuatro protocolos
bilaterales, en los que se regulaban diversas áreas.

En 1990, con motivo de una visita del presidente brasileño Collor de Mello a Buenos
Aires, los gobiernos de Argentina y Brasil anunciaron el establecimiento de una
comunidad económica.  Poco tiempo después invitaron a Uruguay y Paraguay a
participar de la iniciativa

La creación de un mercado común en el cono sur era un esfuerzo por reformular los
intereses estratégicos de estos países en un contexto internacional que estaba en
transformación.
En 26 de marzo de 1991 se firma el Tratado de Asunción entre los cuatro países, que
no debe considerarse como un tratado final constitutivo del Mercosur, sino como el
instrumento de carácter internacional destinado a hacer posible su concreción.

Desde su constitución el Mercosur representó un proyecto que se fue desarrollando


y contó con una gran incidencia en el ámbito regional. Cuando empieza el siglo XXI el
Mercado Común del Sur es el proyecto de integración más representativo de la región
suramericana por sus antecedentes y por su legado, sin desconocer los percances
que ha vivido desde sus orígenes hasta nuestros días.

Desde el año 2006 los estados miembros fueron procurando conformar algo más que
una unión aduanera. Constituyeron al mismo tiempo una comunidad de valores que
se expresó en la defensa de la democracia, los derechos humanos y las libertades
fundamentales, la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible.  También
están comprometidos con la seguridad jurídica, la lucha contra la pobreza y el
desarrollo económico y social en equidad.

Los proyectos de integración regional o regionalismos en América Latina durante todo


el siglo XX se fundamentaron esencialmente en motivos políticos y económicos.  En
distintos momentos se pretendió consolidar una integración que permitiera desafiar las
influencias del entorno internacional, así como los factores económicos y políticos
internos de cada uno de los países latinoamericanos. (1)

Comunidad Andina

A finales de la década de 60, un grupo de países ubicados en la región andina


compuesta por Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú, decidió firmar un pacto por el
que pretendían, a través de la integración y de la cooperación económica, superar las
adversidades causadas por el subdesarrollo, empezando, así, el proceso de
integración andino conocido como Pacto Andino o Acuerdo de Cartagena.

El Acuerdo de Cartagena ha sido considerado como el cimiento de la “construcción


integracionista” de los países andinos.

 El Pacto Andino surge de la necesidad de preparar la economía de los países de la


región para las exigencias del mercado internacional, estimulando el comercio
interregional, la industrialización y el consecuente armónico desarrollo de sus
miembros. En ese sentido, al menos teóricamente, la integración impulsaría el acceso
recíproco a los mercados de los países miembros del grupo, dotándoles de mayor
poder de negociación para inserción en el plan internacional, la medida en que
permitiría una actuación con unidad y una base para tratar igualmente a todos los
países del continente. Constituía un esfuerzo conjunto para superar la condición de
subdesarrollo, especialmente, por la reducida dimensión de sus mercados internos
que no despertaban intereses del comercio internacional.

Durante finales de los ochenta e inicios de los noventa, fueron realizados diversos arreglos
institucionales y procedimentales con vistas a conferir mayor viabilidad al Pacto Andino.

En 1997, el bloque experimenta un giro institucional y estructural por intermedio de los


Protocolos de Trujillo (1996) y Sucre (1997), con la introducción de reformas en las bases
originales del Acuerdo de Cartagena, las cuales amplían el campo de actuación del Pacto
Andino. De ese modo, la integración pasa a ser no apenas técnica y comercial, sino
también de contenido claramente político, al insertar en su estructura el Consejo
Presidencial Andino y el Consejo Andino de Ministros de RR.EE., además de convertir
Junta del Acuerdo de Cartagena en un Secretaria General con funciones políticas,
originando, así, el Sistema Andino de Integración y la Comunidad Andina en reemplazo del
Pacto Andino.

A partir del nuevo arreglo institucional por la creación de la Comunidad Andina y del
Sistema Andino de Integración y también por la mayor complejidad y ambición de los
retos definidos para el bloque, en 2005, fue insertado en su agenda entre los objetivos
primordiales: la promoción de la integración latinoamericana, con la intención de
estimular su actuación política en el plan internacional, transformando la Comunidad
Andina en un canal de articulación entre Sudamérica, Centroamérica y el Caribe. En
ese mismo año, Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, países componentes del
MERCOSUR fueron convertidos en miembros asociados de la Comunidad Andina
(Decisión 613 del Consejo Andino).

La integración regional en Latinoamérica y sus consecuentes beneficios siempre


fueron comprendidos como un reto a ser logrado por los países de la región, que en
sus relaciones intergubernamentales siempre privilegiaran sus intereses nacionales en
perjuicio de una política comunitaria que posibilite el desarrollo conjunto en el
continente. Es cierto que en los procesos de integración es necesaria una preparación
previa por parte de las Naciones pactantes para no solo disfrutar de sus ventajas sino
también hacer cargo de los objetivos que deben ser concretados para proporcionar la
existencia harmónica del bloque, desafío que puede ser verificado en el desarrollo
histórico del regionalismo andino.

 Definir qué camino seguir como entidad supranacional o intergubernamental, para que la
cooperación e integración entre los países de la región pueda continuar existiendo.
Capitulo ll

Primera década siglo XXl:


Nuevo ciclo Político

Introducción
UN NUEVO "CICLO POLÍTICO" EN LA REGIÓN SURAMERICANA
Cuando finaliza la primera década del siglo XXI se vive un nuevo "ciclo político" en
gran parte de las democracias suramericanas, con partidos o coaliciones de izquierda
o centro izquierda en el poder, lo cual ha significado, en algunos casos, una total e
inédita renovación en el comando del poder político.  En América del Sur, ocho de los
diez países de la región (sin analizar a Guyana y Surinam) han llegado ha tener
gobiernos con este perfil político (o que llegaron al poder con dicho perfil): Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile(10), Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela; entre tanto, el
gobierno de Alan García en Perú, con medidas como la aprobación de un acuerdo de
libre comercio con Estados Unidos, se ha distanciado del perfil tradicional de la
izquierda latinoamericana.  Entre tanto, Colombia con el gobierno de Álvaro Uribe
Vélez se ha convertido en la excepción de la reciente tendencia regional (Borsani,
2008: 45). Vale agregar que a partir del 7 de agosto de 2010 asumió la presidencia de
Colombia Juan Manuel Santos (del partido de la U) y en sus primeros meses su
gobierno ha mostrado interés en restablecer las relaciones con Ecuador y Venezuela
(que estuvieron muy deterioradas en el último cuatrienio de la administración Uribe
Vélez).  Incluso el nuevo gobierno recientemente ha postulado a la ex canciller
colombiana Maria Emma Mejía como candidata para reemplazar en la Secretaría
General de la Unasur a Néstor Kirchner (ex presidente argentino, quien murió en
noviembre de 2010, víctima de un infarto).

El gobierno de Hugo Chávez en Venezuela es el que presenta con mayor claridad el


perfil de una izquierda nacionalista o "populista". Ha implementado el llamado "nuevo
socialismo". Por su parte, en Chile, Michele Bachelet (del Partido Socialista) presidió
hasta marzo de 2010 el cuarto gobierno consecutivo de la Concertación para la
Democracia, alianza de la izquierda chilena(11) con la Democracia Cristiana(12).  La
administración Bachelet continuó en materia económica con las grandes líneas del
modelo que caracterizó a los gobiernos chilenos desde la restauración de la
democracia, lo cual supone el mantenimiento del modelo de apertura económica
heredado de la dictadura militar, pero con un Estado más activo, especialmente en lo
referido a las políticas sociales (Borsani, 2008: 46).

La llegada al poder de Luiz Inácio Lula de Silva y el Partido de los Trabajadores (PT)
en Brasil, en el año 2002, constituyó un hecho de trascendencia histórica,
contribuyendo con el fortalecimiento del nuevo "ciclo político" de la democracia
latinoamericana y con el de la izquierda en particular.  Sin embargo, el fragmentado
sistema partidario brasileño hizo necesaria la formación de grandes coaliciones de
gobierno con partidos que se posicionaban ideológicamente más al centro, algunos
incluso próximos a la derecha y que ya habían participado de anteriores gobiernos
(Borsani, 2008: 46).  La primera coalición de gobierno de Lula da Silva, formada con
ocho partidos, fue la más amplia hasta entonces registrada en una democracia
presidencialista(13).

En Uruguay, el gobierno del Frente Amplio, que presidió Tabaré Vázquez hasta el 1 de
marzo de 2010(14) (el cual introdujo estilos y políticas que lo distinguieron de los
anteriores gobiernos de los partidos tradicionales) mantuvo en común con los
gobiernos de Bachelet y Lula da Silva una conducción política y económica atenta a
los condicionantes financieros y macroeconómicos de la economía global.  No
obstante, a diferencia de la izquierda brasileña y chilena, el Frente Amplio (en sí
mismo una coalición de partidos y grupos de izquierda) obtuvo la mayoría absoluta en
las elecciones nacionales del año 2004, sin necesidad de recurrir a alianzas con los
partidos representantes del centro y la derecha uruguaya (Borsani, 2008: 46).

Alan García y el Partido Aprista Peruano (PAP) volvieron al poder en Perú, con un
discurso diferente al de su primer gobierno (1985-1990), posicionándose en la centro-
izquierda y nítidamente diferenciado de otros sectores de la izquierda peruana más
radicales.  La gestión del gobierno de García, con medidas como la aprobación de un
acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, lo han distanciado aún más del perfil
tradicional de la izquierda latinoamericana y de su anterior gestión presidencial.

En Bolivia, Evo Morales llegó al poder al frente del Movimiento al Socialismo (MAS)
teniendo como bandera la defensa de los derechos de la población indígena,
sumándole, al igual que el presidente venezolano Hugo Chávez, las propuestas de
nacionalización y el discurso anti-imperialista.  En Ecuador, el país de mayor
inestabilidad política en la región, Rafael Correa también llegó al gobierno con un
discurso de marcado perfil nacionalista y anti-imperialista, y con apoyo mayoritario de
la población indígena, aspecto que tiene en común con el gobierno de Morales en
Bolivia (Borsani, 2008: 47).

Con respecto a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y a su


antecesor Néstor Kirchner, si bien en ambos casos se trata de gobiernos del Partido
Justicialista (Peronista), lo que siempre dificulta su clasificación en el eje izquierda-
derecha, debido a la tradicional amplitud del espectro político dentro de dicho partido,
sin duda ambos representan la izquierda dentro del Partido Justicialista, y la retórica y
algunas de sus posiciones políticas, en el ámbito nacional e internacional, han sido
próximas a las de sus homólogos de Bolivia, Ecuador y Venezuela (Borsani, 2008: 48).

Entre tanto el gobierno de izquierda de Fernando Lugo en Paraguay (asumió en


agosto de 2008) de la coalición Alianza Patriótica para el Cambio, terminó con
décadas de gobiernos del Partido Colorado y el predominio de dicho partido en la
escena política paraguaya.

En resumen, para Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, fue la primera vez en la


historia de dichos países que partidos y presidentes posicionados claramente en la
izquierda del espectro político llegaron al gobierno nacional, aunque como ya fue dicho
en el caso de Brasil, debido a la alta fragmentación de su sistema político, Lula da
Silva tuvo que incorporar en su gobierno partidos que ya habían participado del poder
en anteriores administraciones (PMDB, PTB, PL, PP).  Bolivia(15) y Ecuador(16) ya
habían contado con gobiernos de centro izquierda en el transcurso del período
democrático, y en Perú la izquierda había llegado al poder por primera vez, de forma
democrática, en 1985, con el primer gobierno de Alan García.

En términos generales, el triunfo electoral de los actuales presidentes de izquierda en


el área suramericana trajo una renovación política e ideológica que suponía una mayor
disposición para la integración regional.
En su origen, el socialismo estaba estrechamente ligado a la democracia. Fue, en sus
comienzos, un intento de radicalización de la democracia sobre la base de un proyecto
de «democracia social» que pretendía articular libertad política con bienestar
económico. El artículo argumenta que esto comenzó a cambiar con el auge del
marxismo y la Revolución Rusa, cuando el socialismo pasó a ser visto como algo
diferente de –e incluso opuesto a– la democracia. La cara más dramática de esta
mutación fueron los socialismos nacionales de tipo fascista y estalinista. Aunque en
buena parte de América Latina la democracia social ha ganado terreno, hoy se
enfrenta al socialismo del siglo xxi, un tardío intento de regreso a las ideas del
socialismo antidemocrático del siglo pasado.

El Socialismo es la doctrina política, económica y social que aspira la reforma radical


de la sociedad, mediante la solución prioritaria de los problemas que afectan a las
grandes mayorías de la población, esto es, a la clase trabajadora o proletaria;
primando, en virtud de la clase trabajadora, el interés de ésta sobre el interés privado o
particular.
Bases del Socialismo

Los puntos básicos del Socialismo, son los siguientes:

1. Transformación de la propiedad privada capitalista, es decir, de los medios de


producción (capitales, fábricas, tierras, maquinaria, materias primas, etc), en
propiedad colectiva, incorporada a la comunidad obrera.

2. Reparto equitativo tanto del trabajo como de sus frutos, entre los obreros, es
decir, entre la clase trabajadora.

3. Planificación del trabajo con criterio eminentemente científico y tecnológico y, a


su vez, humano.

4. Establecimiento de un gobierno dirigido por la clase proletaria.

Causas del Socialismo

Las principales causas que originaron la aparición de las ideas socialistas fueron:
– El maquinismo que, a la vez que esclavizó al obrero en el trabajo, provocó también
su desocupación.
– La explotación inhumana de la clase obrera en las más variadas formas (salarios
ínfimos, excesivas horas de trabajo, condiciones poco favorables de labor, etc.
– El estado de completo abandono en que se hallában los trabajadores o proletarios,
sin un presente ni un mañana asegurados.
– La extremada insensibilidad de los capitalistas o patronos, quienes actuaron llevados
solamente por una insaciable sed de exagerado lucro.
Según los socialistas la causa de la miseria es que la riqueza está mal repartida
entre los hombres: unos tienen demasiado, otros no tiene bastante, otros más, ni lo
necesario para subsistir; la sociedad está mal organizada, el Estado debe rehacerla a
fin de disminuir la desigualdad. En consecuencia, se necesita una revolución social.

Friedrich Engels describe en su proyecto de programa de la Liga Comunista de noviembre


de 1847 algunos representantes del socialismo temprano como «socialistas
democráticos». Al igual que los comunistas, trataron de superar la miseria y la abolición de
la sociedad de clases, pero se contentaron con una constitución democrática y algunas
reformas sociales posteriores.4

 Cuando los politólogos Adam Przeworski y John Sprague publicaron en 1986 su


clásico Piedras de papel, señalaron que ningún partido político ha ganado nunca una
mayoría electoral prometiendo una transformación socialista de la sociedad. “Dado el
estatus minoritario de los trabajadores –observaban– los líderes de los partidos
basados de clase deberán decidir entre la opción de un partido homogéneo en su
apelación de clase, pero destinado a perpetuas derrotas electorales, o un partido
competitivo electoralmente que asuma el costo de diluir su orientación de clase.” ¿Esto
significa que el socialismo democrático es algo imposible de alcanzar?
En los últimos 15 años la evidencia más instructiva de la transformación socialista no
ha emergido de los países escandinavos, sino de América Latina, que, dependiendo
de la definición de socialismo de cada uno, podría refutar parcialmente la tesis de
Przeworski y Sprague. Ahí, en lo que se ha llamado la “marea rosa”, muchos países
han sido gobernados por la izquierda. Los analistas han dividido usualmente los
gobiernos de izquierda de la región en “socialdemocracias” (como Brasil, Chile y
Uruguay) y “socialismos democráticos” (Venezuela, Ecuador, Bolivia y, algunas veces,
Argentina), entendiendo que entre estos países algunos han sido más democráticos
que otros. Si bien la izquierda mantiene el poder formal en buena parte de la región, el
punto más alto de la “marea rosa” ciertamente ya fue alcanzado en 2015 –cuando la
izquierda perdió las elecciones presidenciales en Argentina y las parlamentarias en
Venezuela. El mal desempeño económico en la región hace que la expansión de los
programas sociales sea imposible. En el balance final de los éxitos de la “marea rosa”,
no obstante, existe un rompecabezas particular con respecto a los “socialistas”. La
mayoría de los intelectuales socialistas democráticos del mundo han sido escépticos
frente a los ejemplos de América Latina, al señalar su carácter autoritario y sus
ocasionales cultos a la personalidad. Para sus críticos, la categoría correcta para estos
gobiernos no es “socialismo” sino “populismo”.

Para los socialistas democráticos que no les agradan, el desafío propuesto por estos
gobiernos “populistas” es que ambos grupos presumen representar los mismos
valores. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, por ejemplo, ha hablado de la
necesidad de construir sociedades “con mercados, pero no sociedades controladas
por los mercados”. Como el socialismo democrático, el “socialismo del siglo XXI” de la
izquierda de América Latina también promete ser radical, democrático y participativo
en su búsqueda para cambiar las relaciones de poder con la movilización del apoyo
popular y la construcción de grandes misiones sociales del Estado. Las experiencias
de estos países necesitan ser pensadas con detenimiento –en parte porque la historia
sugiere que existen tensiones reales e importantes entre los objetivos del socialismo
democrático de “radicalismo”, “democracia” y “participación”. Es tal vez el “radicalismo”
el tema que ha sembrado la mayoría de los conflictos. Si radicalismo significa agarrar
las cosas desde la raíz, entonces la política radical deberá seguramente de implicar la
reorganización de las instituciones nacionales. Esta ha sido la promesa fundamental
de los gobiernos más radicales de la izquierda de América Latina. Las constituciones
han sido rescritas en varias ocasiones y el poder ha sido redistribuido, generalmente a
las manos del Estado y el ejecutivo en particular. Este es un proceso necesariamente
divisivo, porque provoca que los beneficiarios del viejo sistema luchen por sus
privilegios perdidos. El arma política principal para combatir esto es la movilización
populista: se construye un “pueblo”, retóricamente, y se definen  los intereses de la
vieja élite como ajenos a los de éste. Y luego se utiliza esta mayoría, asumiendo que
es efectivamente una mayoría, para cambiar las reglas. Cualquier programa de la
izquierda en los Estados Unidos (o México) debería de atender seriamente el atractivo
de este planteamiento, porque las grandes reformas institucionales son precondiciones
necesarias para cualquier reforma significativa de nuestra política económica.
TRATADO

La República Argentina, la República de Bolivia, la República Federativa del Brasil, la


República de Colombia, la República de Chile, la República del Ecuador, la República
Cooperativa de Guyana, la República del Paraguay, la República del Perú, la
República de Suriname, la República Oriental del Uruguay y la República Bolivariana
de Venezuela, PREÁMBULO APOYADAS en la historia compartida y solidaria de
Nuestras naciones, multiétnicas, plurilingües y multiculturales, que han luchado por la
emancipación y la unidad suramericana, honrando el pensamiento de quienes forjaron
nuestra independencia y libertad a favor de esa unión y la construcción de un futuro
común; INSPIRADAS en las Declaraciones de Cusco (8 de diciembre de 2004),
Brasilia (30 de septiembre de 2005) y Cochabamba (9 de diciembre de 2006);
AFIRMAN su determinación de construir una identidad y ciudadanía suramericanas y
desarrollar un espacio regional integrado en lo político, económico, social, cultural,
ambiental, energético y de infraestructura, para contribuir al fortalecimiento de la
unidad de América Latina y el Caribe; CONVENCIDAS de que la integración y la unión
suramericanas son necesarias para avanzar en el desarrollo sostenible y el bienestar
de nuestros pueblos, así como para contribuir a resolver los problemas que aún
afectan a la región, como son la pobreza, la exclusión y la desigualdad social
persistentes; 8 SEGURAS de que la integración es un paso decisivo hacia el
fortalecimiento del multilateralismo y la vigencia del derecho en las relaciones
internacionales para lograr un mundo multipolar, equilibrado y justo en el que prime la
igualdad soberana de los Estados y una cultura de paz en un mundo libre de armas
nucleares y de destrucción masiva; RATIFICAN que tanto la integración como la unión
suramericanas se fundan en los principios rectores de: irrestricto respeto a la
soberanía, integridad e inviolabilidad territorial de los Estados; autodeterminación de
los pueblos; solidaridad; cooperación; paz; democracia; participación ciudadana y
pluralismo; derechos humanos universales, indivisibles e interdependientes; reducción
de las asimetrías y armonía con la naturaleza para un desarrollo sostenible;
ENTIENDEN que la integración suramericana debe ser alcanzada a través de un
proceso innovador, que incluya todos los logros y lo avanzado por los procesos de
MERCOSUR y la CAN, así como la experiencia de Chile, Guyana y Suriname, yendo
más allá de la convergencia de los mismos; CONSCIENTES de que este proceso de
construcción de la integración y la unión suramericanas es ambicioso en sus objetivos
estratégicos, que deberá ser flexible y gradual en su implementación, asegurando que
cada Estado adquiera los compromisos según su realidad; RATIFICAN que la plena
vigencia de las instituciones democráticas y el respeto irrestricto de los derechos
humanos son condiciones esenciales para la construcción de un futuro común de paz
y prosperidad económica y social y el desarrollo de los procesos de integración entre
los Estados Miembros; 9 ACUERDAN: Artículo 1 Constitución de UNASUR Los
Estados Parte del presente Tratado deciden constituir la Unión de Naciones
Suramericanas (UNASUR) como una organización dotada de personalidad jurídica
internacional. Artículo 2 Objetivo La Unión de Naciones Suramericanas tiene como
objetivo construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y
unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad
al diálogo político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura, el
financiamiento y el medio ambiente, entre otros, con miras a eliminar la desigualdad
socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la
democracia y reducir las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la soberanía e
independencia de los estados. Artículo 3 Objetivos Específicos La Unión de Naciones
Suramericanas tiene como objetivos específicos: a) El fortalecimiento del diálogo
político entre los Estados Miembros que asegure un espacio de concertación para
reforzar la integración suramericana y la participación de UNASUR en el escenario
internacional; 10 b) El desarrollo social y humano con equidad e inclusión para
erradicar la pobreza y superar las desigualdades en la región; c) La erradicación del
analfabetismo, el acceso universal a una educación de calidad y el reconocimiento
regional de estudios y títulos; d) La integración energética para el aprovechamiento
integral, sostenible y solidario de los recursos de la región; e) El desarrollo de una
infraestructura para la interconexión de la región y entre nuestros pueblos de acuerdo
a criterios de desarrollo social y económico sustentables; f) La integración financiera
mediante la adopción de mecanismos compatibles con las políticas económicas y
fiscales de los Estados Miembros; g) La protección de la biodiversidad, los recursos
hídricos y los ecosistemas, así como la cooperación en la prevención de las
catástrofes y en la lucha contra las causas y los efectos del cambio climático; h) El
desarrollo de mecanismos concretos y efectivos para la superación de las asimetrías,
logrando así una integración equitativa; i) La consolidación de una identidad
suramericana a través del reconocimiento progresivo de derechos a los nacionales de
un Estado Miembro residentes en cualquiera de los otros Estados Miembros, con el fin
de alcanzar una ciudadanía suramericana; j) El acceso universal a la seguridad social
y a los servicios de salud; 11 k) La cooperación en materia de migración, con un
enfoque integral, bajo el respeto irrestricto de los derechos humanos y laborales para
la regularización migratoria y la armonización de políticas; l) La cooperación
económica y comercial para lograr el avance y la consolidación de un proceso
innovador, dinámico, transparente, equitativo y equilibrado, que contemple un acceso
efectivo, promoviendo el crecimiento y el desarrollo económico que supere las
asimetrías mediante la complementación de las economías de los países de América
del Sur, así como la promoción del bienestar de todos los sectores de la población y la
reducción de la pobreza; m) La integración industrial y productiva, con especial
atención en las pequeñas y medianas empresas, las cooperativas, las redes y otras
formas de organización productiva; n) La definición e implementación de políticas y
proyectos comunes o complementarios de investigación, innovación, transferencia y
producción tecnológica, con miras a incrementar la capacidad, la sustentabilidad y el
desarrollo científico y tecnológico propios; o) La promoción de la diversidad cultural y
de las expresiones de la memoria y de los conocimientos y saberes de los pueblos de
la región, para el fortalecimiento de sus identidades; p) La participación ciudadana a
través de mecanismos de interacción y diálogo entre UNASUR y los diversos actores
sociales en la formulación de políticas de integración suramericana; q) La coordinación
entre los organismos especializados de los Estados Miembros, teniendo en cuenta las
normas 12 internacionales, para fortalecer la lucha contra el terrorismo, la corrupción,
el problema mundial de las drogas, la trata de personas, el tráfico de armas pequeñas
y ligeras, el crimen organizado transnacional y otras amenazas, así como para el
desarme, la no proliferación de armas nucleares y de destrucción masiva, y el
desminado; r) La promoción de la cooperación entre las autoridades judiciales de los
Estados Miembros de UNASUR; s) El intercambio de información y de experiencias en
materia de defensa; t) La cooperación para el fortalecimiento de la seguridad
ciudadana, y u) La cooperación sectorial como un mecanismo de profundización de la
integración suramericana, mediante el intercambio de información, experiencias y
capacitación. Artículo 4 Órganos Los órganos de UNASUR son: 1. El Consejo de Jefas
y Jefes de Estado y de Gobierno; 2. El Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones
Exteriores; 3. El Consejo de Delegadas y Delegados; 4. La Secretaría General.
Artículo 5 Desarrollo de la Institucionalidad Podrán convocarse y conformarse
reuniones Ministeriales Sectoriales, Consejos de nivel Ministerial, Grupos de Trabajo y
13 otras instancias institucionales que se requieran, de naturaleza permanente o
temporal, para dar cumplimiento a los mandatos y recomendaciones de los órganos
competentes. Estas instancias rendirán cuenta del desempeño de sus cometidos a
través del Consejo de Delegadas y Delegados, que lo elevará al Consejo de Jefas y
Jefes de Estado y de Gobierno o al Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones
Exteriores, según corresponda. Los acuerdos adoptados por las Reuniones
Ministeriales Sectoriales, Consejos de nivel Ministerial, los Grupos de Trabajo y otras
instancias institucionales serán presentados a consideración del órgano competente
que los ha creado o convocado. El Consejo Energético de Suramérica, creado en la
Declaración de Margarita (17 de abril de 2007), es parte de UNASUR. Artículo 6 El
Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno El Consejo de Jefas y Jefes de
Estado y de Gobierno es el órgano máximo de UNASUR. Sus atribuciones son: a)
Establecer los lineamientos políticos, planes de acción, programas y proyectos del
proceso de integración suramericana y decidir las prioridades para su implementación;
b) Convocar Reuniones Ministeriales Sectoriales y crear Consejos de nivel Ministerial;
c) Decidir sobre las propuestas presentadas por el Consejo de Ministras y Ministros de
Relaciones Exteriores; 14 d) Adoptar los lineamientos políticos para las relaciones con
terceros. Las reuniones ordinarias del Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de
Gobierno tendrán una periodicidad anual. A petición de un Estado Miembro se podrá
convocar a reuniones extraordinarias, a través de la Presidencia Pro Tempore, con el
consenso de todos los Estados Miembros de UNASUR. Artículo 7 La Presidencia Pro
Tempore La Presidencia Pro Tempore de UNASUR será ejercida sucesivamente por
cada uno de los Estados Miembros, en orden alfabético, por períodos anuales. Sus
atribuciones son: a) Preparar, convocar y presidir las reuniones de los órganos de
UNASUR; b) Presentar para su consideración al Consejo de Ministras y Ministros de
Relaciones Exteriores y al Consejo de Delegadas y Delegados el Programa anual de
actividades de UNASUR, con fechas, sedes y agenda de las reuniones de sus órganos
en coordinación con la Secretaría General; c) Representar a UNASUR en eventos
internacionales, previa delegación aprobada por los Estados Miembros; d) Asumir
compromisos y firmar Declaraciones con terceros, previo consentimiento de los
órganos correspondientes de UNASUR. 15 Artículo 8 El Consejo de Ministras y
Ministros de Relaciones Exteriores El Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones
Exteriores tiene las siguientes atribuciones: a) Adoptar Resoluciones para implementar
las Decisiones del Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno; b) Proponer
proyectos de Decisiones y preparar las reuniones del Consejo de Jefas y Jefes de
Estado y de Gobierno; c) Coordinar posiciones en temas centrales de la integración
suramericana; d) Desarrollar y promover el diálogo político y la concertación sobre
temas de interés regional e internacional; e) Realizar el seguimiento y evaluación del
proceso de integración en su conjunto; f) Aprobar el Programa anual de actividades y
el presupuesto anual de funcionamiento de UNASUR; g) Aprobar el financiamiento de
las iniciativas comunes de UNASUR; h) Implementar los lineamientos políticos en las
relaciones con terceros; i) Aprobar resoluciones y reglamentos de carácter institucional
o sobre otros temas que sean de su competencia; j) Crear Grupos de Trabajo en el
marco de las prioridades fijadas por el Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de
Gobierno. Las reuniones ordinarias del Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones
Exteriores tendrán una periodicidad semestral, 16 pudiendo convocar la Presidencia
Pro Tempore a reuniones extraordinarias a petición de la mitad de los Estados
Miembros. Artículo 9 El Consejo de Delegadas y Delegados El Consejo de Delegadas
y Delegados tiene las siguientes atribuciones: a) Implementar mediante la adopción de
las Disposiciones pertinentes, las Decisiones del Consejo de Jefas y Jefes de Estado y
de Gobierno, y las Resoluciones del Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones
Exteriores, con el apoyo de la Presidencia Pro Tempore y la Secretaría General; b)
Preparar las reuniones del Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores;
c) Elaborar proyectos de Decisiones, Resoluciones y Reglamentos para la
consideración del Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores; d)
Compatibilizar y coordinar las iniciativas de UNASUR con otros procesos de
integración regional y subregional vigentes, con la finalidad de promover la
complementariedad de esfuerzos; e) Conformar, coordinar y dar seguimiento a los
Grupos de Trabajo; f) Dar seguimiento al diálogo político y a la concertación sobre
temas de interés regional e internacional; g) Promover los espacios de diálogo que
favorezcan la participación ciudadana en el proceso de integración suramericana; 17
h) Proponer al Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores el proyecto
de presupuesto ordinario anual de funcionamiento para su consideración y aprobación.
El Consejo de Delegadas y Delegados está conformado por una o un representante
acreditado por cada Estado Miembro. Se reúne con una periodicidad preferentemente
bimestral, en el territorio del Estado que ejerce la Presidencia Pro Tempore u otro
lugar que se acuerde. Artículo 10 La Secretaría General La Secretaría General es el
órgano que, bajo la conducción del Secretario General, ejecuta los mandatos que le
confieren los órganos de UNASUR y ejerce su representación por delegación expresa
de los mismos. Tiene su sede en Quito, Ecuador. Sus atribuciones son: a) Apoyar al
Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, al Consejo de Ministras y Ministros
de Relaciones Exteriores, al Consejo de Delegadas y Delegados y a la Presidencia
Pro Tempore, en el cumplimiento de sus funciones; b) Proponer iniciativas y efectuar
el seguimiento a las directrices de los órganos de UNASUR; c) Participar con derecho
a voz y ejercer la función de secretaría en las reuniones de los órganos de UNASUR;
d) Preparar y presentar la Memoria Anual y los informes respectivos a los órganos
correspondientes de UNASUR; e) Servir como depositaria de los Acuerdos en el
ámbito de UNASUR y disponer su publicación correspondiente; 18 f) Preparar el
proyecto de presupuesto anual para la consideración del Consejo de Delegadas y
Delegados y adoptar las medidas necesarias para su buena gestión y ejecución; g)
Preparar los proyectos de Reglamento para el funcionamiento de la Secretaría
General, y someterlos a la consideración y aprobación de los órganos
correspondientes; h) Coordinar con otras entidades de integración y cooperación de
América Latina y el Caribe para el desarrollo de las actividades que le encomienden
los órganos de UNASUR; i) Celebrar, de acuerdo con los reglamentos, todos los actos
jurídicos necesarios para la buena administración y gestión de la Secretaría General.
El Secretario General será designado por el Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de
Gobierno a propuesta del Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores,
por un período de dos años, renovable por una sola vez. El Secretario General no
podrá ser sucedido por una persona de la misma nacionalidad. Durante el ejercicio de
sus funciones, el Secretario General y los funcionarios de la Secretaría tendrán
dedicación exclusiva, no solicitarán ni recibirán instrucciones de ningún Gobierno, ni
entidad ajena a UNASUR, y se abstendrán de actuar en forma incompatible con su
condición de funcionarios internacionales responsables únicamente ante esta
organización internacional. El Secretario General ejerce la representación legal de la
Secretaría General. En la selección de los funcionarios de la Secretaría General se
garantizará una representación equitativa entre los Estados 19 Miembros, tomando en
cuenta, en lo posible, criterios de género, idiomas, étnicos y otros. Artículo 11 Fuentes
Jurídicas Las fuentes jurídicas de UNASUR son las siguientes: 1. El Tratado
Constitutivo de UNASUR y los demás instrumentos adicionales; 2. Los Acuerdos que
celebren los Estados Miembros de UNASUR sobre la base de los instrumentos
mencionados en el punto precedente; 3. Las Decisiones del Consejo de Jefas y Jefes
de Estado y de Gobierno; 4. Las Resoluciones del Consejo de Ministras y Ministros de
Relaciones Exteriores; y 5. Las Disposiciones del Consejo de Delegadas y Delegados.
Artículo 12 Aprobación de la Normativa Toda la normativa de UNASUR se adoptará
por consenso. Las Decisiones del Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno,
las Resoluciones del Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores y las
Disposiciones del Consejo de Delegadas y Delegados, se podrán acordar estando
presentes al menos tres cuartos (3/4) de los Estados Miembros. Las Decisiones del
Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, las Resoluciones del Consejo de
Ministras y Ministros 20 de Relaciones Exteriores, que se acuerden sin la presencia de
todos los Estados Miembros deberán ser consultadas por el Secretario General a los
Estados Miembros ausentes, los que deberán pronunciarse en un plazo máximo de
treinta (30) días calendario, luego de haber recibido el documento en el idioma
correspondiente. En el caso del Consejo de Delegadas y Delegados, dicho plazo será
de quince (15) días. Los Grupos de Trabajo podrán sesionar y realizar propuestas
siempre que el quórum de las reuniones sea de mitad más uno de los Estados
Miembros. Los actos normativos emanados de los órganos de UNASUR, serán
obligatorios para los Estados Miembros una vez que hayan sido incorporados en el
ordenamiento jurídico de cada uno de ellos, de acuerdo a sus respectivos
procedimientos internos. Artículo 13 Adopción de Políticas y Creación de Instituciones,
Organizaciones y Programas Uno o más Estados Miembros podrán someter a
consideración del Consejo de Delegadas y Delegados una propuesta de adopción de
políticas, creación de instituciones, organizaciones o programas comunes para ser
adoptados de manera consensuada, sobre la base de criterios flexibles y graduales de
implementación según los objetivos de UNASUR y lo dispuesto en los Artículos 5 y 12
del presente Tratado. En el caso de programas, instituciones u organizaciones en que
participen Estados Miembros con anterioridad a la vigencia de este Tratado podrán ser
consideradas como programas, instituciones u organizaciones de UNASUR de
acuerdo a los 21 procedimientos señalados en este artículo y en consonancia con los
objetivos de este Tratado. Las propuestas se presentarán al Consejo de Delegadas y
Delegados. Una vez aprobadas por consenso se remitirán al Consejo de Ministras y
Ministros de Relaciones Exteriores y, subsecuentemente, al Consejo de Jefas y Jefes
de Estado y de Gobierno, para su aprobación por consenso. Cuando una propuesta no
sea objeto de consenso, la misma sólo podrá ser sometida nuevamente al Consejo de
Delegadas y Delegados seis meses después de su última inclusión en agenda.
Aprobada una propuesta por la instancia máxima de UNASUR, tres o más Estados
Miembros podrán iniciar su desarrollo, siempre y cuando se asegure, tanto la
posibilidad de incorporación de otros Estados Miembros, como la información
periódica de su avance al Consejo de Delegadas y Delegados. Cualquier Estado
Miembro podrá eximirse de aplicar total o parcialmente una política aprobada, sea por
tiempo definido o indefinido, sin que ello impida su posterior incorporación total o
parcial a la misma. En el caso de las instituciones, organizaciones o programas que se
creen, cualquiera de los Estados Miembros podrá participar como observador o
eximirse total o parcialmente de participar por tiempo definido o indefinido. La
adopción de políticas y creación de instituciones, organizaciones y programas será
reglamentada por el Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores, a
propuesta del Consejo de Delegadas y Delegados. 22 Artículo 14 Diálogo Político La
concertación política entre los Estados Miembros de UNASUR será un factor de
armonía y respeto mutuo que afiance la estabilidad regional y sustente la preservación
de los valores democráticos y la promoción de los derechos humanos. Los Estados
Miembros reforzarán la práctica de construcción de consensos en lo que se refiere a
los temas centrales de la agenda internacional y promoverán iniciativas que afirmen la
identidad de la región como un factor dinámico en las relaciones internacionales.
Artículo 15 Relaciones con Terceros UNASUR promoverá iniciativas de diálogo sobre
temas de interés regional o internacional y buscará consolidar mecanismos de
cooperación con otros grupos regionales, Estados y otras entidades con personalidad
jurídica internacional, priorizando proyectos en las áreas de energía, financiamiento,
infraestructura, políticas sociales, educación y otras a definirse. El Consejo de
Delegadas y Delegados es el responsable de hacer seguimiento a las actividades de
implementación con el apoyo de la Presidencia Pro Tempore y de la Secretaría
General. Con el propósito de contar con una adecuada coordinación, el Consejo de
Delegadas y Delegados deberá conocer y considerar expresamente las posiciones
que sustentará UNASUR en su relacionamiento con terceros. 23 Artículo 16
Financiamiento El Consejo de Delegadas y Delegados propondrá para su
consideración y aprobación al Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones
Exteriores el Proyecto de Presupuesto ordinario anual de funcionamiento de la
Secretaría General. El financiamiento del presupuesto ordinario de funcionamiento de
la Secretaría General se realizará en base a cuotas diferenciadas de los Estados
Miembros a ser determinadas por Resolución del Consejo de Ministras y Ministros de
Relaciones Exteriores, a propuesta del Consejo de Delegadas y Delegados, tomando
en cuenta la capacidad económica de los Estados Miembros, la responsabilidad
común y el principio de equidad. Artículo 17 Parlamento La conformación de un
Parlamento Suramericano con sede en la ciudad de Cochabamba, Bolivia, será
materia de un Protocolo Adicional al presente Tratado. Artículo 18 Participación
Ciudadana Se promoverá la participación plena de la ciudadanía en el proceso de la
integración y la unión suramericanas, a través del diálogo y la interacción amplia,
democrática, transparente, pluralista, diversa e independiente con los diversos actores
sociales, estableciendo canales efectivos de información, consulta y seguimiento en
las diferentes instancias de UNASUR. 24 Los Estados Miembros y los órganos de
UNASUR generarán mecanismos y espacios innovadores que incentiven la discusión
de los diferentes temas garantizando que las propuestas que hayan sido presentadas
por la ciudadanía, reciban una adecuada consideración y respuesta. Artículo 19
Estados Asociados Los demás Estados de América Latina y el Caribe que soliciten su
participación como Estados Asociados de UNASUR, podrán ser admitidos con la
aprobación del Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno. Los derechos y
obligaciones de los Estados Asociados serán objeto de reglamentación por parte del
Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores. Artículo 20 Adhesión de
Nuevos Miembros A partir del quinto año de la entrada en vigor del presente Tratado y
teniendo en cuenta el propósito de fortalecer la unidad de América Latina y el Caribe,
el Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno podrá examinar solicitudes de
adhesión como Estados Miembros por parte de Estados Asociados, que tengan este
status por cuatro (4) años, mediante recomendación por consenso del Consejo de
Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores. Los respectivos Protocolos de
Adhesión entrarán en vigor a los 30 días de la fecha en que se complete su proceso
de ratificación por todos los Estados Miembros y el Estado Adherente. 25 Artículo 21
Solución de Diferencias Las diferencias que pudieren surgir entre Estados Partes
respecto a la interpretación o aplicación de las disposiciones del presente Tratado
Constitutivo serán resueltas mediante negociaciones directas. En caso de no lograr
una solución mediante la negociación directa, dichos Estados Miembros someterán la
diferencia a consideración del Consejo de Delegadas y Delegados, el cual, dentro de
los 60 días de su recepción, formulará las recomendaciones pertinentes para la
solución de la misma. En caso de no alcanzarse una solución ésta instancia elevará la
diferencia al Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores, para su
consideración en su próxima reunión. Artículo 22 Inmunidades y Privilegios UNASUR
gozará, en el territorio de cada uno de los Estados Miembros, de los privilegios e
inmunidades necesarios para la realización de sus propósitos. Los representantes de
los Estados Miembros de UNASUR y los funcionarios internacionales de ésta, gozarán
asimismo de los privilegios e inmunidades necesarios para desempeñar con
independencia sus funciones, en relación con este Tratado. UNASUR celebrará con la
República del Ecuador el correspondiente Acuerdo de Sede, que establecerá los
privilegios e inmunidades específicos. 26 Artículo 23 Idiomas Los idiomas oficiales de
la Unión de Naciones Suramericanas serán el castellano, el inglés, el portugués y el
neerlandés. Artículo 24 Duración y Denuncia El presente Tratado Constitutivo tendrá
una duración indefinida. Podrá ser denunciado por cualquiera de los Estados
Miembros mediante notificación escrita al Depositario, que comunicará dicha denuncia
a los demás Estados Miembros. La denuncia surtirá efectos una vez transcurrido el
plazo de seis (6) meses desde la fecha en que la notificación haya sido recibida por el
Depositario. La notificación de denuncia no eximirá al Estado Miembro de la obligación
de pago de las contribuciones ordinarias que tuviere pendientes. Artículo 25
Enmiendas Cualquier Estado Miembro podrá proponer enmiendas al presente Tratado
Constitutivo. Las propuestas de enmienda serán comunicadas a la Secretaría General
que las notificará a los Estados Miembros para su consideración por los órganos de
UNASUR. Las enmiendas aprobadas por el Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de
Gobierno, seguirán el procedimiento establecido en el Artículo 26, para su posterior
entrada en vigencia. 27 Artículo 26 Entrada en Vigor El presente Tratado Constitutivo
de la Unión de Naciones Suramericanas entrará en vigor treinta días después de la
fecha de recepción del noveno (9ª) instrumento de ratificación. Los instrumentos de
ratificación serán depositados ante el Gobierno de la República del Ecuador, que
comunicará la fecha de depósito a los demás Estados Miembros, así como la fecha de
entrada en vigor del presente Tratado Constitutivo. Para el Estado Miembro que
ratifique el Tratado Constitutivo luego de haber sido depositado el noveno instrumento
de ratificación, el mismo entrará en vigor treinta días después de la fecha en que tal
Estado Miembro haya depositado su instrumento de ratificación. Artículo 27 Registro
El presente Tratado Constitutivo y sus enmiendas serán registrados ante la Secretaría
de la Organización de Naciones Unidas. 28 Artículo Transitorio Las Partes acuerdan
designar una Comisión Especial, que será coordinada por el Consejo de Delegadas y
Delegados y estará integrada por representantes de los Parlamentos Nacionales,
Subregionales y Regionales con el objetivo de elaborar un Proyecto de Protocolo
Adicional que será considerado en la IV Cumbre de Jefas y Jefes de Estado y de
Gobierno. Esta Comisión sesionará en la ciudad de Cochabamba. Dicho Protocolo
Adicional establecerá la composición, atribuciones y funcionamiento del Parlamento
Suramericano. Suscrito en la ciudad de Brasilia, República Federativa del Brasil, a los
veintitrés días del mes de mayo del año dos mil ocho, en originales en los idiomas
portugués, castellano, inglés y neerlandés, siendo los cuatro textos igualmente
auténticos.
PAISES

La historia demuestra que el capitalismo no se destruye a sí mismo. Analizar la


vigencia del Marxismo-Leninismo fundamentalmente en Latinoamérica; a la luz de los
procesos y contradicciones del mundo actual, desde la teoría sociopolítica, en pleno
Siglo XXI conduce a las interrogantes ¿Cómo se interpretan los aportes de los clásicos
a la lucha revolucionaria de los pueblos?; ¿Hasta dónde es creíble o qué vigencia
tienen?; ¿Realidad o utopía, los proyectos socialistas? En el mundo, el debate sobre el
marxismo como ideología, ciencia y método; y el socialismo como proyecto social en el
Siglo XXI, es parte de los temas que se analizan por académicos, estudiosos y
políticos. Interrogantes como las expresadas son comunes, sobre todo en quienes
defienden el pensamiento capitalista.

Surgimiento del socialismo. Labor de Carlos Marx, Federico Engels y V. I. Lenin

Derivado de las consecuencias sociales de la revolución industrial e intentando


solucionar los problemas de los obreros, surgen las ideas de carácter socialista. Este
socialismo Carlos Marx y Engels lo llaman utópico, sus representantes denunciaron los
abusos, los defectos del sistema capitalista y la explotación del hombre por el hombre.
Marx considera que no actúan como verdaderos representantes de los intereses del
proletariado porque no desciende a las condiciones reales de los obreros, utilizan
medios pacíficos, no se centran en el cambio social y no entienden la capacidad
revolucionaria de los obreros.

Son utópicos porque aceptan a la burguesía para el cambio social y atienden más a
los proyectos que a los medios necesarios para llevarlos a cabo. A decir de Marx en su
obra: Miseria de la filosofía (1847), rechaza, por inútil, el socialismo utópico. Al
respecto V. I. Lenin alertaba: “En política: utopía, es un deseo que en modo alguno
puede convertirse en realidad, ni en nuestros días, ni en los por venir, es un deseo que
no se apoya en las fuerzas sociales reales, ni está respaldada por el crecimiento y
desarrollo de las fuerzas políticas de las de clase... Cuanto menos libertad hay en el
país, cuanto más parcas son las manifestaciones de la potente lucha de clases, cuanto
más bajo es el nivel de instrucción de las masas, con tanta mayor facilidad suelen
surgir las utopías políticas y tanto más tiempo se mantienen”(1). Estos aspectos
metodológicos claves resumen las limitaciones históricas del utopismo; no obstante lo
importante de sus precisiones descansa en su vigencia.
A partir de los estudios realizados, Marx y Engels crean el socialismo científico. Es la
segunda parte del Socialismo. Sus principios básicos son:

• Método dialéctico: mediante él concluyen que el obrero, cuanto más trabaje, más
enriquece al patrón. Esta situación genera la lucha de clases.

• Concepción materialista de la historia: en ella la economía es el fundamento de la


historia: costumbres, instituciones, política y creencias. Permite dividir la historia en
etapas: primitiva, esclavista, feudal, capitalista y comunista. Referente a la lucha de
clases expresan la existencia de dos clases sociales antagónicas: explotadores y
explotados. Los explotadores tienen los medios de producción; no trabajan y viven a
costa de los explotados. Los explotados que son la mayoría, son los que trabajan. La
minoría vive a costa de la mayoría.

• Plusvalía: uno de los más grandes aportes de Marx, se manifiesta como la


apropiación por parte del capitalista del trabajo no remunerado. Se convierte así en
fuente de enriquecimiento del capitalista.

• Dictadura del proletariado, expresado como la forma de gobierno, donde el


proletariado su une como parte del Estado para desmontar el capitalismo.

En 1848 escriben, El Manifiesto Comunista.En él Marx y Engels plasman sus ideas


fundamentales. Su idea básica es librar al obrero de la opresión capitalista. Sobre esta
base orientan y preparan al obrero para la lucha a partir del conocimiento teórico sobre
las principales causas de la explotación; el papel e importancia de la lucha de clases y
en ella, la organización política que los aglutine y dirija. También enfrenta el
anarquismo y las corrientes que distorsionan el papel rector de la clase obrera.

Contexto histórico y características generales del debate actual sobre el socialismo en


América Latina

América Latina, insertada en estos problemas, muestra movimientos revolucionarios y


progresistas. Venezuela, Perú, Bolivia, Nicaragua, entre otros, dan fe de ello. No cabe
duda que el contexto histórico ha variado, así como su movimiento conceptual, por
ejemplo:

 “Un mundo mejor es posible”


 “Sociedad post-neoliberal“
 “Economía de mercado con orientación socialista”
 “Socialismo o barbarie”
 “Socialismo del Siglo XXI”
 La Revolución Bolivariana y otros procesos emancipadores en América Latina.
 La posición y declaraciones antimperialistas, latinoamericanista y con marcada
proyección socialista, del presidente Hugo Chávez.
 El “socialismo del Siglo XXI” y la práctica política.

La tendencia a la construcción del socialismo del Siglo XXI en nuestro continente,


tiene por base el rechazo al modelo de “socialismo real” y la necesidad de alcanzar la
síntesis creadora de lo mejor y más progresista de las diferentes corrientes del
pensamiento socialista, la creación de uno nuevo que rescate lo mejor en la historia
del pensamiento emancipatorio, y sea capaz de elaborar respuestas acertadas a los
desafíos que se presentan.

¿Cómo se piensa el socialismo del Siglo XXI en Latinoamérica?¿Se tienen en cuenta


los aportes de los clásicos del marxismo en la coyuntura actual?.Se preveé como
instrumento para construir la nueva sociedad, capaz de lograr igualdad, libertad,
bienestar, formación de nuevos valores, como la solidaridad, y que garantice los
derechos humanos fundamentales, como la Educación, la Salud, la Cultura además de
la sana y suficiente alimentación del pueblo. Su contenido central lo constituye la
reflexión teórica y política acerca del socialismo necesario, deseado y posible en las
condiciones históricas de los inicios del Siglo XXI. Lo expresado sintetiza las ideas
de Marx cuando escribió a Ruge ...no tratamos de anticipar dogmáticamente el
mundo, sino que queremos encontrar el mundo nuevo por medio de la crítica del
viejo..."(3).

Hoy confluyen y se enfrentan posiciones que reflejan diferentes corrientes del


pensamiento socialista contemporáneo: “socialismo bolivariano”, “socialismo
latinoamericano”, “socialismo democrático y participativo”, “socialismo indígena”,
“socialismo de lo pequeño” y “socialismo cristiano”, entre otros.
En el cuadro hay heterogeneidad en el debate sobre el tema. Los principales ejes
teóricos e ideológicos del debate son: teoría-práctica, propiedad social, tradiciones
nacionales revolucionarias, igualdad, equidad y justicia social, forma de gobierno,
democracia y participación popular, estilos de dirección, ética, política y valores. Esto
corrobora la tesis de que a pesar de los cambios progresistas y revolucionarios que
vive el continente, la lucha no debe llevar al socialismo como objetivo inmediato, tienen
que encontrarse los caminos autóctonos de reivindicaciones nacionales y sociales, las
mediaciones idóneas marxistas en cada caso concreto para poder aproximarse a la
totalidad deseada y necesaria, llámense a ello tareas presocialistas, o Democrático-
revolucionarias. El período de tránsito del Capitalismo al Comunismo constituye una
necesidad histórica. Lenin en este sentido reafirmó teóricamente, "no cabe duda de
que entre el capitalismo y el comunismo existe cierto período de transición. Este
período no puede dejar de reunir los rasgos o las propiedades de ambas formaciones
de la economía social, no puede menos de ser un período de lucha entre el
capitalismo agonizante y el comunismo naciente; o en otras palabras: entre el
capitalismo vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil
aun" (4)

La búsqueda del socialismo debe partir de los modelos que ha conocido la humanidad
para comprender así los puntos de contactos y diferencias entre las corrientes de
pensamiento, desde la óptica de la Filosofía Política y, por tanto; enriquecer el examen
universal sobre los problemas. Por consiguiente se hace un llamado a la viabilidad de
asimilar todo lo producido en los anales de la humanidad para aproximarnos a la
evaluación de las experiencias socialistas contemporáneas, para desentrañar la
naturaleza de las deformaciones y explicar de manera realista las causas de su
desaparición, por el régimen económico, político y espiritual que allí resultó de dicha
experiencia histórica.
A partir de tal balance es que se pueden buscar nuevas formas que tipifiquen un
accionar de poder que tienda al socialismo. En este sentido se hace perentorio revisar
nuevamente los puntos de vista de los pensadores marxistas en nuestro tiempo, pero
no sólo redescubriéndolos, sino superándolos desde la dinámica del mundo de hoy. El
marxismo pone énfasis en quiénes, cómo se debe gobernar y bajo qué condiciones
históricas puede alcanzarse la emancipación, qué identidad humana los cualifica, qué
conexiones activas de actividad vital son necesario ir instrumentando para un progreso
comunista real y no forzado. No propone para ello ni esquemas, ni principios rígidos.

A criterio de Roa “El socialismo se declara como el régimen de libertad inalienable en


cuanto a la determinación de la legitimidad o ilegitimidad de la autoridad política”. (6)
Apunta por tanto, a desentrañar la autoridad en el socialismo, cómo se legitima la toma
de decisiones de una manera nueva a la tradicional y qué fundamentos universales y
particulares se garantizan teniendo en cuenta los factores culturales y tradicionales de
cada experiencia. Pone en claro el protagonismo popular, su inclusión en la toma del
poder y en el desarrollo posterior. El planteo del problema en estos términos aleja toda
sospecha de utopismo o envejecimiento del marxismo.

Marx saca conclusiones y aporta elementos universales necesarios a cualquier


definición de socialismo o de lo humano. Considerando lo abordado se esclarece el
término política, como “la lucha por compartir el poder, ya sea entre Estados o entre
grupos dentro del Estado. Cuando se dice que una cuestión es política, lo que quiere
decirse siempre es que el criterio decisivo para resolverla son los intereses en la
distribución, conservación y traspaso del poder” (7). La Política socialista no puede ser
ajena a esto y debe propiciar el control social, para eso ha de esclarecer los medios,
las mediaciones políticas que utilizará para sortear las contradicciones Estado-
Sociedad civil, para prever las inevitables deformaciones burocráticas y para que el
individuo alcance su ser político.

Son los intereses estructurados en objetivos, envoltura ideológica y medios, los que
definen los actos en política. En este sentido Roa expresaba: “El acto político es moral
cuando traduce necesidades y aspiraciones esenciales de la vida de los pueblos. Es
inmoral, en cambio si las ignora o impide satisfacerlas” (8). Hablando en términos
concretos, es moral un acto político si se encausa a mermar o suprimir la injusticia, la
opresión, la miseria, y la ignorancia. La búsqueda de una multiplicidad de formas para
una auténtica participación social es un elemento inalienable de un Diseño político
socialista, que debe educar sus pasos en todas las esferas y muy en especial en la
correlación política-economía.
Engels, en su carta a Conrado Schmidt escribió: “La reacción del poder del Estado
sobre el Desarrollo económico puede efectuarse de tres maneras: puede proyectarse
en la misma dirección en cuyo caso este discurre más de prisa, puede ir en contra de
él (...) o puede finalmente cerrar al desarrollo económico ciertos derroteros, trazarle
imperativamente otros; caso este que se reduce en última instancia a uno de los
anteriores pero es evidente que en el segundo y tercer casos el Poder político puede
causar grandes daños al desarrollo económico y originar un derroche en masa de
fuerza y materia”(9). Con lo cual, las interrelaciones entre Economía y Política quedan
nítidamente develadas, al demandar la armonía imprescindible entre ambas esferas de
la actividad social en concordancia y coherencia con la totalidad social en las que
interactúan.

Siguiendo la línea de Engels para el desarrollo del Proyecto socialista, se sistematiza


la tesis Base económica determina, en última instancia, Superestructura; por tanto la
base económica del proyecto socialista es la anulación de la Propiedad privada. La
intención es analizar a partir de los presupuestos de los clásicos del marxismo qué
medidas son las que conducen paulatinamente al encauce de este aspecto tan
determinante para la reproducción ampliada de auténticas Relaciones sociales, al
atender las especificidades de las que parte cada país en cuestión.

En la anulación de la propiedad, lo que esencialmente determina, es la manera en que


los hombres van a participar en dicha anulación. La anulación positiva de la propiedad
privada materializa la inclusión del hombre en todo el proceso de toma de decisiones a
nivel productivo, distributivo, de cambio y consumo acorde a las necesidades e
intereses de cada hombre concreto y de la sociedad en su conjunto, todo lo cual
conlleva a acabar definitivamente con la lucha por la existencia al restaurarle su
esencia humana.

El Proceso de socialización no elimina de golpe la lucha por la existencia individual,


por lo que debe cuidarse cualquier manifestación de egoísmo controlando lo que
puede, debe producirse y cómo repartirse a partir de la incidencia de cada individuo en
las relaciones sociales que despliega. Este es el eje del asunto, medidas económicas
efectivas en la gestión política y absoluto control social sobre esa gestión política y
económica.

En El Capital, Marx analizaba: "El Sistema de apropiación capitalista que brota


del Régimen capitalista de producción, y por tanto la propiedad privada capitalista, es
la primera negación de la propiedad privada individual, basada en el propio trabajo.
Pero la producción capitalista engendra con la fuerza inexorable de un proceso
natural, su primera negación. Es la negación de la negación” (10).

El socialismo no restaura la propiedad privada sino una propiedad individual que


recoge los progresos de la era capitalista, una propiedad basada en la cooperación, en
la posesión colectiva de la tierra y los medios de producción producidos por el propio
trabajo, lo cual abre paso al establecimiento de la Propiedad social sobre los Medios
de producción. De esta forma la propiedad socialista ejerce los derechos colectivos a
la vez que se asienta en los progresos de la ciencia y la técnica.

Aquí radica la esencia de la dirección científica de la sociedad, por la sociedad y para


la sociedad, una vez que la planificación de los recursos y los procesos en general sea
la obra de todos, con incidencia de todos y para el bien de todos. Estas soluciones son
factibles a partir del activismo de los hombres inmersos en la experiencia transicional,
y de las fórmulas que encuentren para mejorar sus resultados. Sin ese motor es
imposible convertir lo irrealizable en realizable, lo posible en verdadero. De cada cual
según su capacidad a cada cual según su trabajo, abre el camino a una justicia social
que sólo será posible en un reino en que cada cual reciba según su necesidad, toda
vez que sea eliminada por siempre la lucha por la existencia cotidiana.

En síntesis, es la alerta económica del marxismo y el desafío que debe enfrentar


la Dirección política de cualquier País latinoamericano, si realmente quiere dar
respuestas a un mundo en crisis. Precisamente en los "Grundrisse" Marx sugiere y
argumenta su visión multilíneas de la historia, al hacer descansar todo su análisis en
una “variedad de alternativas en el desenvolvimiento histórico, natural y social” lo que
da textura a su concepción de progreso. (11)

Otro aspecto del pensamiento marxista que debe prestarse atención es el referido
al Proyecto desenajenador. En Los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844,
Marx deja sentado que: “La antitesis de no propiedad y propiedad, en tanto no sea
entendida como la antitesis de trabajo y capital, sigue siendo una antitesis de
indiferencia no aprehendida en su conexión activa, su relación interna: antitesis aún no
aprehendida como contradicción. (...) Pero el trabajo, la esencia subjetiva de la
propiedad privada como exclusión de propiedad y capital-trabajo objetivo como
exclusión de trabajo- constituyen propiedad privada como su estado de contradicción
desarrollado: de ahí una relación dinámica que avanza inexorablemente hacia su
resolución"(12).
La contradicción trabajo-capital es la clave de la comprensión e incomprensión, abarca
a toda la masa de trabajadores de las más variadas procedencias sociales. Dados los
niveles alcanzados en la internacionalización del capital en la actualidad, esta
contradicción se extiende a naciones y regiones enteras del mundo, como
contradicción desarrollada y dinámica en la generación de nuevas y cada vez más
sofisticadas conexiones activas y reproductivas de su modo enajenante de subordinar
a sus apetencias a la humanidad. No es casual que Marx y Engels en el sentido
político de la evaluación del régimen capitalista esclarecieran que: “... El Gobierno del
Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de
toda la Clase burguesa", (13) a lo que se agregar: de la poderosa burguesía
transnacional.

Tales cuestiones vitales, tampoco pueden verse de forma absoluta, las condiciones
extremas de lucha por la existencia y la diversidad de intereses, provocan multiplicidad
de intereses y de organizaciones de las masas asalariadas que dificultan en extremo
el alcance de una unidad de acción contra el capital, dado que: "Esta organización
del Proletariado en clase y, por tanto, en Partido político, vuelve sin cesar a ser
socavada por la competencia entre los propios obreros".(14)

Es decir, la competencia es un problema para la unidad de acción más allá, incluso,


del triunfo de una revolución encaminada a eliminar la enajenación. Por tanto, es un
asunto que no sólo debe de ser tenido en cuenta antes de la toma del poder político,
sino a todo lo largo del proceso transicional socialista. La unidad no se funda, se
alcanza en la creación de condiciones, y en el encauce múltiple de relaciones
humanas sostenidas en la actividad que reconozca al todo y a sus partes, y viceversa.

Estas razones hacen que Marx y Engels se concentran en el Partido comunista como


organización cualitativamente diferente a los. Al decir en El Manifiesto: este debe
encontrarse bajo el control consciente de esa masa que intenta redimir, en la misma
proporción en que se redimen a sí mismos y se liberan de los lastres del pasado, debe
ir incluyendo a los individuos inmersos en la transformación social a la dirección
política de los procesos, o lo que es lo mismo, al ejercicio del poder.

En tal sentido Marx y Engels proclaman en el Manifiesto del Partido Comunista; "Los
comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos” (15). El Partido
Comunista, es una organización nacida en el seno de la sociedad civil burguesa donde
existen intereses comunes y diversos, que pueden variar por las circunstancias. Debe
asumir la realidad de la sociedad y aprovechar cada experiencia de lucha. El partido
es una organización cambiante y alerta ante las imprescindibles modificaciones que
surgieran de la tierra a la que aferraba sus raíces.

Para Marx y Engels el partido era un producto necesario del desarrollo del movimiento
revolucionario y transformador de la clase obrera, expresión directa de su madurez
política, no de su rigidez política. Es una organización que se forma de manera
espontánea que reclama para sí "las libertades políticas, el derecho de reunión,
asociación y la libertad de prensa"(16), como sus armas más preciadas que garantizan
el desarrollo del movimiento.

Por otra parte, Marx y Engels en su teoría acerca del poder y las relaciones de los
hombres con respecto a éste, proponían como alternativa colocar los métodos de
dirección y los principios democráticos de participación directa como principal divisa.
Se precisa la relación del partido con las masas, con las organizaciones que existen y
accionan en su seno, así como, con la conservación de su espontaneidad, que
significa frescura, lozanía e independencia en su activismo.

Este aspecto ha sido uno de los más debatidos por el pensamiento marxista y, al
mismo tiempo, uno de los que peor suerte ha corrido en las experiencias socialistas
del Siglo XX, y en el proyecto latinoamericano del socialismo en Siglo XXI. Hoy a
pesar de la existencia de partidos revolucionarios y progresistas en diversos países
de Latinoamérica, no podemos afirmar que estos garantizan la unidad entre todos los
agentes implicados en el proceso social transformador. La polémica actual se torna en
la relación democracia y poder.

Es sugerente en nuestro continente, el ideal marxista referente a la necesidad de la


preparación previa, tanto de estrategias, como de acciones prácticas para
implementarlas. Ello a su vez contribuye a eludir las políticas imperiales que socavan y
pretenden destruir las revoluciones, además de los errores internos que se cometen.
Si se tiene en cuenta que son las masas precisamente quienes mediante la toma del
poder político destruyen el viejo aparato estatal e implantan y penetran en toda su
magnitud el nuevo, como resultado de su acción y voluntad política, entonces, el
socialismo expresa una interrelación dialéctica entre Estado, Democracia y Sociedad
civil.

De igual forma durante el período de transición al socialismo también se manifiesta la


contradicción inminente entre el estado y sociedad civil, esta última penetra cada vez
más en los atributos políticos del Estado, los hacen suyos y se transforma
gradualmente a sí misma en sociedad humana o humanidad socializada al decir de
Marx, en sus tesis sobre Feuerbach. Respecto a la participación real de las masas en
los asuntos del Estado, Marx deja bien claro que “La discusión y la resolución es la
afirmación activa del Estado…, el que todos los miembros estén relacionados con el
Estado como con un asunto suyo real, se comprende por sí mismo. (...) No solo ellos
son partícipes del Estado, sino que el Estado es partícipe de ellos… (17).

Sobre esta base se considera que la transición al socialismo en el Siglo XXI, debe
cuidar estos aspectos destacados por Marx para no caer en las trampas del lenguaje,
no sustituir la realidad por el buen deseo, para no errar e hipotecar el futuro, al creer
de buena fe que hacemos lo que debemos cuando aún no están claras las variables y
cambios que se precisan instrumentar en el modo de transformar y reorganizar al país,
para hacer a cada individuo realmente partícipe del proyecto y para salvar
fidedignamente todas las distancias. Es pertinente conocer el fundamento teórico
sobre el que descansa la alternativa por la que se opta, someterlo a evaluación y
crítica constante, la polémica y crecimiento perpetuo. Las esperanzas de un mundo
mejor siguen latentes, solo los hombres con su acción conjunta pueden alcanzarlo
como resultado de su propia transformación.

¿Cómo se materializan en nuestros pueblos latinoamericanos las ideas expuestas


sobre el socialismo y el marxismo?

A manera de ejemplo se expone la Concepción venezolana. El presidente de


la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, presentó
el Proyecto Nacional Simón Bolívar, Primer Plan Socialista que permitirá lograr el
establecimiento de una democracia profunda en el país y el desarrollo económico y
social de la nación en el período 2007-2013. Las líneas programáticas del plan
socialista definen una nueva Ética socialista, la suprema felicidad social,
la Democracia protagónica revolucionaria, el Modelo productivo socialista, nueva
geopolítica nacional e internacional y presenta a Venezuela como potencia energética
mundial. En el aspecto político precisa la Socialización del poder, que funde
una Democracia verdadera, transformadora, protagónica y participativa. Al decir
de Mariátegui no es calco, ni copia, sino creación heroica. Debe brotar de la mente y
de la fuerza creadora del pueblo para fundar una república con todos y para el bien de
todos.

Referencia bibliográfica

1. Lenin, Vladimir.I. 1977. “Dos utopías”. OE. en 12 tomos, T No 3. Edit.


Progreso. Moscú Pág. 448.
2. Castro, Fidel. 1992. Un grano de maíz. Oficina de Publicaciones del Consejo de
Estado. La Habana. P 54.

3. Marx, Carlos. 1843. En carta a Ruge. Editorial Progreso. Moscú. p 446.

4. Lenin, Vladimir. I. 1981. OE en tres tomos, T3. Economía y política en la época de la


dictadura del proletariado. Editorial Progreso. Moscú, p. 288.

5. Engels, Federico. 1974. OE en 3 T. T II. Acerca de la Cuestión Social en Rusia.


Editorial Progreso. Moscú. p 409.

6. Roa, Raúl. Mis Oposiciones. Alfa. La Habana. 1941. p. 35

7. Ruciman, W G. 1966. Sociología Política, México. p 51.

8. Roa, Raúl. 1953. En Pie. Lex. La Habana. p. 5.

9. Engels, Federico. 1973. Carta a Conrado Schmid. O. E. en 3T. T3. Moscú. p.519

10. Marx, Carlos. 1974. OE en 3 T. T II. El Capital. Editorial Progreso. Moscú. p 70.

11. Marx, Carlos. 1967. Grundrisse. Introducción. Ayuso. Madrid. 12. Marx, Carlos.


1989. Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. Editora Progreso. Moscú, p 60

13. Marx, C. y Engels, F.1975.OE en 2T.T1. El Manifiesto del Partido Comunista.


Editorial Progreso. Moscú p. 22

14. Ídem 10. p.28.

15. Ídem 10. p 31

16. Engels, Federico. 1974. OE en 3 T. T II. Sobre la Acción Política de la Clase


Obrera. Editorial Progreso. Moscú.p 261.

17. Ídem. Págs. 164-165.

18. Lenin, Vladimir I. 1964. Cuadernos Filosóficos. Resumen del libro de


Hegel Ciencia de la lógica, OC tomo 38, Editora Política. La Habana. p 145.
Paises:

Argentina

Historia del Partido Socialista

El 28 y 29 de junio de 1896, un grupo de delegados de agrupaciones socialistas y


gremiales encabezados por el «maestro» Juan B. Justo, se reunieron en el local de la
agrupación alemana «Vorwarts» en lo que fue el Congreso Constituyente del
Partido Socialista, que coronaba el proceso organizativo del socialismo argentino
cuyo origen se remonta a los primeros años de la década de 1890.

En aquellas históricas jornadas se aprobaron la Declaración de Principios, el Estatuto


y el Programa Mínimo de la nueva agrupación de los trabajadores, que funda en
nuestro país la acción política independiente de la clase obrera, constituyéndose en el
hito fundamental de la historia del proletariado argentino.

El Partido Socialista, que encontraría su centro ideológico y político en la figura de


Juan B. Justo, encarnó -en palabras de José Aricó- el «proyecto más coherente de
nacionalización de las masas, de incorporación de los trabajadores a la vida
nacional y de construcción de una democracia social avanzada». El socialismo
intentaba así encarnar la modernización democrática y la transformación social, en
una proyecto de sociedad en que ambos valores se entrelazaran en caminos
simultáneos.

Nacía así la primera organización política moderna de la República Argentina, decidida


a representar a la nueva clase que emergía de las entrañas del sistema capitalista, a
preparar su emancipación del yugo explotador y a fundar un nuevo orden económico y
social.

La fundación del Partido Socialista no sólo significó el surgimiento de la primera


organización política del proletariado, sino también el punto de arranque del proceso
de formación de los modernos partidos políticos en Argentina. El Partido Socialista es
así el primer partido moderno de la Argentina, antítesis de la «política criolla», y que
tuvo además -como señala Juan Carlos Portantiero- el mérito de haber colocado en el
horizonte ideológico de la política argentina el tema de la justicia social.
El predominio socialista era el resultado de la maduración de las condiciones de la
explotación capitalista en la Argentina. La década de 1890 había entregado a la
historia argentina un nuevo esquema de clases, con el que emergía el nuevo sustrato
social con base en el cual la transformación de la sociedad se tornaba un objetivo
posible.

Demostrando su aguda percepción de las nuevas características que adoptaba la


sociedad argentina, Justo escribía en el primer editorial de La Vanguardia en abril de
1894: «Este país se transforma (…), junto con esas grandes creaciones del
capital, que se ha enseñoreado del país, se han producido en la sociedad
argentina los caracteres de toda sociedad capitalista».

Los socialistas imprimirán desde entonces una impronta decisiva sobre la clase
obrera, sobre la política y la sociedad argentina, a través de una vasta actividad
política, cooperativa, sindical y cultural, que quedará plasmada en la saga fundacional
que emprenderá Justo desde finales del siglo XIX: el periódico La Vanguardia, en
1894; la Sociedad Obrera de Socorros Mutuos, en 1898; la Sociedad Luz, en
1899, para culminar en 1905 con la Cooperativa El Hogar Obrero.

En una recordada conferencia de 1902 Justo nos dará una definición del socialismo
que guiará a varias generaciones: «El socialismo es la lucha en defensa y para la
elevación del pueblo trabajador, que, guiado por la ciencia, tiende a realizar una
libre e inteligente sociedad humana, basada sobre la propiedad colectiva de los
medios de producción».

Cuando recién alumbraba la primera década del siglo, y las luchas obreras crecían
acompañadas por la represión brutal del régimen oligárquico, el Partido Socialista
logrará en 1904 su primer triunfo electoral en la persona de Alfredo Palacios, el primer
legislador socialista de América, que sintetiza el esfuerzo creador de los
parlamentarios socialistas, quienes mediante iniciativas y proyectos alumbraron el
Nuevo Derecho en la República Argentina. La aprobación de leyes como del descanso
dominical, y la protección del trabajo de mujeres y niños darían nacimiento y
andamiaje jurídico al Nuevo Derecho que surgía en la República Argentina.

La lucha por los derechos políticos llevó a que en 1912 se sancionara la ley Sáenz
Peña, que impuso el voto universal, secreto y obligatorio, poniendo fin a décadas de
fraude. A partir de entonces el Parlamento argentino será testigo de la presencia de
destacados socialistas, gigantes del pensamiento y de la acción.
En 1912, en las primeras elecciones en Capital Federal, bajo la ley Saénz Peña,
fueron electos Diputados Nacionales Juan B. Justo, Alfredo L. Palacios, obteniendo en
promedio más de 25.000 votos, aproximadamente el 20%.

En 1913 ingresaron a la Cámara de Diputados dos socialistas más: Nicolás Repetto y


Mario Bravo, elegidos por un año para completar sendos períodos que habían
quedado truncos. El Partido Socialista obtenía, además, por primera vez, una banca
en el Senado de la Nación, que habría de ocupar Enrique del Valle Iberlucea.

El 22 de Marzo de 1914 el Partido Socialista logró un histórico triunfo en la capital de


la República. Fueron elegidos diputados: Repetto, Bravo, De Tomasi, F. Cúneo, Angel
M. Giménez, Zaccagnini, y E. Dickmann. Los diputados socialistas eran nueve; luego
se redujeron a seis en los años 1918-1919. Empezaba a dar sus frutos también la
experiencia del ejercicio del poder a nivel municipal, que el Partido Socialista había
iniciado en 1914 en el Chaco, donde es electo con el 49% de los votos, Juan Govi,
primer concejal socialista de esa provincia. Luego, el 14 de noviembre de 1915, el
Partido obtuvo el 66% de los votos, ingresando todos los candidatos socialistas: Jesús
Alonso, Carlos Diez, Juan Govi y Alfredo Guerrero. A Govi le correspondió la
presidencia y a Guerrero la vice del Concejo. Esta experiencia se amplía al territorio
bonaerense, a principios de los años veinte.

A partir de 1920, año en que el socialismo contaba con diez bancas, la representación
socialista aumenta constantemente, llegando a contar con 19 diputados en los años
1928-1929. Con la escisión del «socialismo independiente» se reduce
considerablemente su presencia en el Parlamento, y para 1930 Repetto era el único
representante socialista.

Por esos años, las mujeres socialistas encabezadas por Alicia Moreau llevaron
adelante la lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres en nuestro país. El
4 de Agosto de 1903, se integra la primera mujer al Comité Ejecutivo Nacional del
Partido: María Cupayolo; y el 4 de Julio de 1904, la segunda: Gabriela Laperrieri de
Coni.

Al promediar la década del ’30, el Partido Socialista ganó un considerable número de


bancas en el Congreso Nacional, alcanzando en 1932 la máxima representación
parlamentaria de su historia: 43 diputados y dos senadores. El número se redujo a 42
en 1935, y 25 en 1937.
Recuperando en el parlamento el papel que las escisiones les habían quitado, entre
1932 y 1943, tiene lugar el segundo gran impulso legislativo dado por el Partido
Socialista en materia social. El Partido realiza una importante
actividad «fiscalizadora», donde la oposición al régimen se torna más frontal, en
particular con la denuncia del fraude, del cercenamiento de las libertades públicas y la
investigación de los escándalos de corrupción. Sufre además de manera directa las
consecuencias criminales de la década infame, empezando por el asesinato del
diputado provincial cordobés José Guevara, perpetrado por matones fascistas en
1933.

Los socialistas lograron además en esos años su mayor influencia en el movimiento


sindical. Luego de haber participado en la creación de la CGT en 1930, cinco años
después logran el control de la misma al desplazar al sector sindicalista.

La crisis de los años ’30 produce una apertura en las filas partidarias, que se
enriquecen con el ingreso de jóvenes formados por experiencias políticas o culturales
como la Reforma Universitaria. Se incorporan al Partido Socialista, Carlos Sánchez
Viamonte, Deodoro Roca, los hermanos Orgaz, Julio V. González, Alejandro Korn,
Ernesto Giudici, entre otros. Además, se produce el reingreso al partido de Alfredo
Palacios -quien había renunciado en 1915-, que rápidamente se convierte en senador
nacional.

A mediados de la década del ’40, el fenómeno peronista lograría capturar la realidad


económica y social que emergía de la nueva industrialización, dejando
progresivamente al socialismo al margen de las grandes convocatorias de masas y
planteando además discrepancias en el interior del partido respecto a las tácticas que
debían emplearse frente a los acontecimientos políticos nacionales.

En 1958 luego de un conflictivo Congreso partidario realizado en la ciudad de Rosario,


el Partido Socialista se fractura, dando lugar a dos agrupaciones a las que la justicia
electoral obligó a identificarse a través del agregado de un aditamento al nombre
partidario.

Nacieron entonces el Partido Socialista Argentino (Alfredo Palacios, Alicia Moreau de


Justo, José Luis Romero, entre otros) y el Partido Socialista Democrático (Nicolás
Repetto, Juan A. Solari, entre otros).
Mientras el Partido Socialista Democrático se caracterizará por su relativa estabilidad
organizacional, el Partido Socialista Argentino se caracterizó desde el comienzo por
una cierta heterogeneidad interna que no tardaría en estallar. Su grupo más juvenil,
influenciado por la experiencia de la Revolución Cubana, será el sostén de la
candidatura a Senador de Alfredo Palacios, quien se impone en las elecciones de
1961. Poco después se produce la expulsión de un grupo que constituyó el Partido
Socialista de Vanguardia, que se fraccionó posteriormente en Partido de Vanguardia
Popular (autodisuelto en 1972 para ingresar al justicialismo) y Partido de Vanguardia
Comunista. Otra escisión tendrá lugar en 1966, cuando un grupo expulsado de la
agrupación confluyó junto a grupos trotzkistas en el Partido Socialista de los
Trabajadores.

En 1972, una fracción del Partido Socialista Argentino, junto al Movimiento de Acción
Popular -MAPA- de Guillermo Estévez Boero y Ernesto Jaimovich, el Grupo Evolución,
y Militancia Popular, crearon el Partido Socialista Popular (PSP). El golpe militar de
1976 encontrará al PSP dividido en dos secretarias: el PSP Secretaria García Costa y
el PSP Secretaria Estévez Boero. En las internas partidarias de 1982, Estévez Boero
vence a García Costa, convirtiéndose en el secretario general de la agrupación. De
esta forma, el grupo proveniente del movimiento universitario consolidaba su
predominio partidario. En 1989 el PSP comienza una larga y fructífera trayectoria al
frente del gobierno municipal de Rosario -la segunda ciudad del país-, y en septiembre
de 1992, en Berlín, se incorpora como miembro pleno de la Internacional Socialista,
que había sido fundada en Frankfurt en 1951.

En mayo de 1975, se constituyó en una reunión realizada en Avellaneda la


Confederación Socialista Argentina -liderada por Alicia M. de Justo-, con la clara
intención de superar las divisiones. En 1981 se constituye la «Mesa de Unidad
Socialista» que logra alinear a la Confederación Socialista Argentina, al PSP y el
Partido Socialista del Chaco, ratificando como raíz histórica y doctrinaria la
Declaración de Principios de 1896 que fuera redactada por Juan B. Justo. Desde 1983
estos sectores confluyen electoralmente, y en 1985 se suma el Partido Socialista
Democrático, constituyéndose la Unidad Socialista.

En 1987, de la mano de Guillermo Estévez Boero, el socialismo retornaba tras


veinticinco años de ausencia al Congreso de la Nación. Pocos años después se le
sumaría Alfredo Bravo, en lo que sería ya el comienzo de una nueva etapa
parlamentaria en el seno del socialismo. En el año 2003, el socialismo retornaba
además al Senado de la Nación tras 42 años de ausencia: Rubén Giustiniani ocupa
por primera vez una banca socialista en el Senado en representación de una provincia
del interior del país.

Después de 44 años de divisiones y de rupturas, el Partido Socialista logra en el 2002


su unidad, comenzando a recorrer un camino de crecimiento que la historia juzgará en
el futuro.

1. Una visión más amplia para repensar la Argentina Para entender la Argentina actual


es necesaria una visión amplia y compleja que nos facilite  la comprensión de una
realidad que ha cambiado de manera significativa en los Últimos años. La  antigua
Argentina, en la que el trabajo y el esfuerzo posibilitaban el ascenso social,
ya no existe.  La pobreza y la marginación se han transformado en
elementos estructurales de la realidad. Esa  pobreza también  alcanza  a las propias
instituciones  estatales y a los partidos políticos que  ingresaron hace unos años
en una profunda crisis que aún no han podido superar.  Una situación  nacional  tan 
compleja requiere  de  una respuesta  igualmente,  compleja  con  capacidad  para dar 
cuenta  del todo. Para esto necesitamos: (1) ubicar el presente en  su  justo  contexto 
histórico,  a fin  de dimensionar  correctamente la  situación actual;  (2)  reconocer  las
alternativas de gestión política que nosotros mismos hemos construido en los años
recientes; y (3) pensar  los dispositivos organizacionales que  son  necesarios para  la
ambiciosa empresa  de  reconstruir el tejido social argentino, de construir, en fin,
una sociedad justa.  2. Pasado y presente A las puertas de  cumplir un  cuarto de  siglo
de recuperación de  la  institucionalidad  democrática y habiendo vivido en
este período acontecimientos y procesos que transformaron el rostro
de la Argentina (la sociedad, el Estado y el sistema político), es necesario revisar el
camino  recorrido, los logros y los fracasos, con el fin de precisar el punto en el
que estamos situados hoy y definir un horizonte deseable para nuestra sociedad que,
a la manera de agenda política, guíe nuestro accionar en los próximos años.  La
implosión del poder militar como consecuencia de la derrota de Malvinas en 1982,
abría  las puertas a una transición a la democracia que, más allá de las ilusiones y los
desencantos de  sus años iniciales, se revelaría como un verdadero parteaguas en el
proceso histórico argentino.  En efecto, con la agonía del poder militar se iniciaba una
etapa inédita en la historia nacional de  continuidad
institucional con democracia electoral y alternancia política.  Terminaba entonces
un largo proceso caracterizado por la presencia del poder militar en el
sistema político. El golpe de estado que el 6 de septiembre de 1930 derrocaba al
gobierno radical de Hipólito  Yrigoyen,  había  inaugurado una nueva época  en  la cual
las fuerzas armadas se  transformarían en un actor decisivo del
sistema político, presentándose como una alternativa a las organizaciones partidarias
e impidiendo la construcción de un sistema político estable y duradero  ..  En  esas
cinco décadas,  se irá configurando  un  poder militar que  en diferentes
combinaciones habrá de integrar a las fuerzas armadas con sectores civiles,
políticos, sindicales y religiosos.  La  presencia de este poder militar en la  política 
asumirá  diferentes roles, desde la  tutoría  ejercida  sobre  las organizaciones
partidarias circunstancialmente a cargo  del gobierno 
nacional, a la intervención directa. A partir del golpe de estado de 1966, bajo el
paraguas de la  Doctrina de la Seguridad Nacional, el poder militar
incrementará su involucramientoen el campo  político hasta llegar al
paroxismo del golpe de 1976 y la instalación del terrorismo de Estado.  Los golpes
de estado revelan en su desarrollo histórico una constante perversa: impedía la 
consolidación  de  la  participación popular  y de  la institucionalidad  democrática,
mientra  provocaban  drásticos cambios en la orientación de la economía,  en 
detrimento de los sectores populares, que afianzaban los procesos de concentración y
penetración del capital internacional Así, como Sísifo, el
proceso de construcción de una democracia institucional debía recomenzar de 
cero luego de cada golpe.  Así, bajo el imperio de la inestabilidad provocada por los
golpes de estado, se fue afectando  notablemente el desarrollo económico y social de
nuestro país, en especial en los últimos años del período. Como
consecuencia, la Argentina perderá esa privilegiada condición que le permitía 
destacarse en América Latina no sólo por el crecimiento económico, sino
también por el alto nivel de inclusión social y de desarrollo cultural.  A pesar de  esta 
larga participación  militar en  la  historia argentina,  el nivel de  violencia  y agresión
a la sociedad de la dictadura militar de 1976 resulta inédito. Partiendo de
un diagnóstico  que  considera  a la  sociedad  presa  de  una enfermedad
irrecuperable, el gobierno militar  encabezado por
Videla aplica una intervención sostenida en el ejercicio del terrorismo estatal, con  el
objetivo de paralizar a la sociedad y cualquier
respuesta posible de la misma ante sus políticas,  lo que le permitiría
avanzar en una drástica transformación del sistema económico con el propósito 
último de modificar radicalmente la conformación de la sociedad argentina.  El
resultado de tan brutal intervención militar es conocido: desaparecidos, exiliados
externo:  e  internos,  y una sociedad  desarticulada no  sólo por el temor ante la
arbitrariedad del poder  dictatorial sino también por la  crisis económica  que  jaqueaba
las certidumbres de la Argentina industrial.  Lo  que  implosionaba  en 1982,  bajo  la
sombra  patética de Galtieri,  era  la más brutal dictadura de la historia de la
Argentina moderna; y a la par caía un sistema político que durante  poco mas
de cincuenta años había funcionado con la centralidad de los hombres de armas y la 
subordinación  del poder civil. Esta coincidencia terminal entre la historia reciente de
los años de  la última dictadura, y la de más larga
duración, que remitía a 1930, contribuía a hacer más pesada  la tan de
reconstrucción de la sociedad y cargaba de dramatismo a la agenda de la transición a 
democracia.  2.1. Las promesas incumplidas de la democracia Desde  los primeros
años de  la transición,  pueden percibirse ya los principales temas q 
funcionarán como grandes ordenadores de la política del último cuarto de siglo. (1) La
política  derechos humanos y el poder militar residual, que encuentra sus luces en el
juicio a las juntas militares y sus sombras en las leyes de obediencia  debida y punto
final,  y poco después en I  indultos. (2) La política económica nacional frente al
fenómeno de la globalización y la crisis de  deuda externa, cuyos datos más duros
remiten a las crisis de 1989/1991 y 2001/2002. Y (3) la  crisis del Estado y las
alternativas de reforma, que luego de los intentos frustrados de los años
ochenta promovió en los noventa un verdadero desmantelamiento del aparato
estatal, a partir de  una política de privatizaciones que fue una de las marcas
principales del fenómeno menemista.  En definitiva, en este período y en especial
en los años noventa, tuvo lugar en la Argentina  una transformación de la sociedad
impensada apenas unos años antes. Impensada no sólo por la  dirección y
profundidad de los cambios, sino también por la rapidez y la falta de resguardos con 
que se produjeron. Se puso entonces en crisis una forma de entender la sociedad, la
economía y la política que había  sido la predominante a lo largo de la  mayor parte del
siglo XX, cuando  la  sociedad se organizaba sobre dos pilares fundamentales: el
modelo estatal de base keynesiano y el sistema fordista de producción.  Por  supuesto 
que  varios acontecimientos importantes de  la  historia argentina reciente  permiten
una mirada  optimista del proceso  de democratización  inaugurado  en  1983, 
aunque  pueden resultar insuficientes frente a la suma de los que justifican el
desencanto y el malestar.  Este desencanto y malestar ha  alimentado la  más severa
crisis de representación política,  que  encontró su  epicentro en  la  caída  del
gobierno de  De  la  Rúa y que  aún  no  ha concluido,  recorriendo un curso por
el momento más sereno.  La principal causa de este malestar
remite a las limitaciones de la democracia política frente  al deterioro  de  las
condiciones sociales de nuestro  país. Dicho  de  otra  manera, la  democracia  política
no  ha  sabido  modificar una tendencia al deterioro de  las condiciones sociales cuyos
indicadores actuales devalúan de manera notable el proceso  de  democratización.
Hasta  la  recuperación de la democracia en 1983  el deterioro de  las condiciones
sociales se asociaba  correctamente a los procesos dictatoriales; la incapacidad de
nuestro sistema democrático para  revertir esta situación en los últimos 25 años,
afecta directamente su legitimidad social.  No ignoramos que  estamos ante un 
problema que  en parte trasciende las fronteras nacionales: las limitaciones de  la
democracia  política  y de  los Estados nacionales frente a  los imperativos económicos
de la globalización. Precisamente uno de los cambios más importantes de la 
evolución reciente del capitalismo,  es la profunda  mutación  que  se  ha  producido
en  la  relación de la política con la economía, de los Estados nacionales con los
mercados. Desde el siglo XIX, la política (el Estado) funcionaba como ordenadora del
mercado. Esta capacidad de la  política para  ordenar al mercado se ve
seriamente limitada a  partir de las últimas décadas del siglo pasado, y es una de
las características decisivas del fenómeno de globalización.  Una de las marcas más
severas del proceso de recuperación democrática en Argentina (y en América Latina
en general) es que el mismo se ha producido bajo el imperio de esta nueva  realidad
signada por  la retracción  del Estado  ante el mercado.  Sin  embargo,  sobre ese piso 
común, cada caso nacional da muestras de claras diferencias que explican que esa
resignación  de la política ante la gestión es también una cuestión ideológica. Es el
resultado de una batalla  cultural en su momento ganada por el neoliberalismo, que
prohijó una verdadera  furia  antiestatista,  cuyos resultados con  respecto a  las
capacidades del Estado para cumplir sus funciones básicas aún estamos padeciendo
los argentinos.  En ese registro, que fue el del justicialismo en su larga
estación menemista, el Estado era  un mal necesario que  debía  adecuarse  al
modelo  económico  bajo el imperio  del mercado  y la  globalización. El brutal
desmantelamiento del Estado que se dio en esos años en Argentina (los casos de las
privatizaciones de YPF y de Ferrocarriles son emblemáticos), sólo fue posible por la
eficaz campaña de deslegitimación del Estado previo a las reformas; el viejo
Estado social criollo  cuyo disfuncional gigantismo e  incapacidad para  responder  a
los dilemas de la  modernización  facilitaron  enormemente  la  tarea  de los apóstoles
del Estado mínimo  y el endiosamiento del mercado. Bajo el paradigma del
Consenso de Washington, las tecnocracias de las instituciones
financieras internacionales imponían la necesidad de avanzar en la reformulación del 
Estado en lo  que llamaban la segunda ola de reformas
estructurales, luego de la primera ola de las reformas económicas neoliberales.  Las
consecuencias de este proceso de reforma estatal fueron dramáticas, tanto en
lo social como  en lo  político  y en lo  económico.  La radical transformación de la 
sociedad  argentina  del último cuarto de siglo ha provocado un inédito deterioro social
que configura una nueva Argentina  socialmente hablando. Esta
nueva realidad determina negativamente las condiciones sociales de 
la democracia y las posibilidades de construir ciudadanía no sólo civil y política
sino también social y cultural.  A lo  largo del siglo  XX,  más precisamente  hasta 
mediados de la  década del setenta,  la  Argentina  se recortaba  en América Latina 
como una  sociedad  donde la  desigualdad propia  del sistema capitalista  estaba 
disimulada  por una  fuerte  movilidad e integración social, lo que 
terminaba por conformar un entramado social más democrático que el de los países
vecinos.  En  ese período,  la  economía nacional atravesó  diferentes etapas sin  que 
se  detuviera el crecimiento económico  y social.  Por supuesto que algunos
fenómenos se presentaban  anticipadamente como  señales de  alarma. En  especial: 
(1) las dificultades para  encontrar  una  inserción eficaz en el mercado mundial luego
de la crisis del 30, lo que se verá confirmado una y otra  vez después de la  Segunda 
Guerra Mundial; y (2) lo  que hoy llamaríamos la falta  de 
sustentabilidad del desarrollo, que dará lugar a los rostros más duros de la economía a
rgentina de  los últimos 50 años: la inflación y la deuda externa. Más allá de esas
señales de advertencia de la  economía,  las tendencias a la  equidad  social y las
posibilidades de ascenso  no  se revirtieron  hasta mediados de la década de 1970. El
quiebre de esta  tendencia de  la economía  argentina se  produce  a  mediados de 
esa  década del setenta con lo que se conoce como
el Rodrigazo, el plan económico implementado por  Celestino Rodrigo en el
gobierno de Isabel Perón, que anticipó lo que luego, ya en la dictadura  militar, sería la 
política de  Martínez de  Hoz.  El rodrigazo es el huevo  de  la serpiente del
neoliberalismo en un gobierno de origen popular. Empezará entonces
un proceso que habrá de  cambiar el patrón  de  distribución de la  Argentina  y en 
pocas décadas logrará terminar con la  movilidad social que caracterizaba a
nuestro país como una sociedad inclusiva.  Lo sucedido en este aspecto en
las últimas décadas no puede ser más desfavorable.  Basta revisar los
índices de desempleo, pobreza e indigencia para comprender rápidamente  de
qué estamos hablando; y lo más grave es el nivel alcanzado por la desigualdad, que
resulta  más sorprendente en una sociedad con la riqueza y la historia de la Argentina.
Peor aún, hemos aprendido en estos últimos años que el deterioro de las condiciones
sociales tiene una notable  capacidad  de reproducción;  que  no estamos ante un 
fenómeno pasajero  que  podría  revertirse  gracias al mero crecimiento  económico, 
sino  que  se  transforma rápidamente en  un indicador  estructural que nos
revela una nueva Argentina.  En definitiva, en el
proceso de reconstrucción democrática vivido desde 1983 hasta la fecha,  la 
Argentina  ha  logrado  construir  un régimen político democrático, pero tiene  una 
importante asignatura pendiente si de lo que se trata es de construir una
democracia plena, que incluye como  un ingrediente fundamental el régimen
político pero que no se agota en él.  2.2. Las reorientaciones recientes Luego
de la crisis del 2001, la visión destructora del Estado característica de los noventa ha 
perdido  relevancia en la política  nacional, en una reorientación  más general de la
política  latinoamericana. Esto resulta alentador y facilita la reversión de la tendencia al
deterioro de las condiciones sociales, ya que reinstala la preocupación por las
capacidades estatales para definir
políticas públicas, en un momento económicamente favorable para nuestro país ante
el cambio de las condiciones del comercio internacional.  Sin
desconocer la importancia que tiene este proceso de reorientación del Estado, hay
que  señalar que, en general, se trata de reformas parciales, fragmentadas,
que buscan dar respuesta  a problemas puntuales sin una concepción
política de conjunto, sin una visión del Estado que es necesario reconstruir luego del
neoliberalismo. Estas reformas puntuales de los últimos años no  han  apuntado  a 
construir un  nuevo  modelo  de relación entre  Estado  y sociedad.  Se corrigen 
problemas parciales, generando un mínimo aparato de Estado ahí donde no existía, o
corrigiendo la relación con el mercado de acuerdo a las nuevas tendencias
económicas, pero sin plantearse un nuevo horizonte para lo estatal.  A su vez, el caso
argentino revela otras insuficiencias que es necesario señalar. En espe  cial,  la 
deficitaria calidad institucional de este  proceso de  reorientación  estatal,  en  el que
se  mantienen los peores vicios del decisionismo político que caracterizó a los años
noventa, cuyos signos más caros se reflejan en dos esferas de relaciones: del poder
ejecutivo y el parlamento,  por un  lado; y del poder nacional y los Estados
subnacionales, por otro.  Un  parlamento  subordinado  al poder ejecutivo  y el
deterioro del federalismo frente al poder central son  posiblemente dos caras
de la misma moneda. Es difícil pensar que la concentración de recursos por parte  del
Estado nacional en  detrimento de las Provincias,  en  una  magnitud que justifica 
hablar de federalismo invertido, hubiera sido posible sin la resignación del rol
constitucional por  parte del parlamento y en especial del senado de la nación.  Este
deterioro institucional es también una consecuencia de la crisis de los partidos
políticos argentinos. El universo de las organizaciones partidarias tiene en
la Argentina de hoy un centro  paradójico,  en tanto está ocupado plenamente  por 
una  fuerza  política,  el Justicialismo,  poco  permeable a  aceptar el formato del
partido  político  como su  dispositivo  de  organización. Antes
bien, el Justicialismo se revela hoy como una estructura política para-
estatal que va cambiando de  manos y contenidos
(de Menem a Kirchner, pasando por Duhalde) sin desafectar en lo esencial su 
relación con los sectores populares. Una relación con los sectores populares que es
electoral, por  cierto, pero es también identitaria.  Más allá del Justicialismo, tenemos
una miríada de pequeños actores. En especial algunos bloques con  cierta 
importancia que remiten  a retazos de la  tradición partidaria Radical. Estos grupos
fragmentados son resultado de  una lenta  pero  sostenida pérdida de  representación 
popular por  parte del Radicalismo, de  la mano  de  los fracasos institucionales
cuando  le tocó  gobernar y en especial de las dos grandes crisis recientes (1989 y
2001) que terminaron con los gobiernos de este partido. El Radicalismo mantiene
una relativamente importante representación  institucional (parlamento,  gobiernos
provinciales y municipales), pero  la fragmentación, la  vulnerabilidad frente  a la 
cooptación del Kichnerismo, y la falta  de credibilidad ante la opinión 
pública condicionan seriamente sus capacidades para ofrecer una alternativa a
la sociedad.  El ARI ocupó en los últimos años un espacio de cierta
importancia en la política argentina,  no tanto por su  fuerza institucional sino  por su
capacidad  de  llegada a  la opinión  pública,  en  especial a partir del liderazgo de
Carrió.  Los cambios de  su  principal referente  en  las últimas
elecciones, la creación de la Coalición Cívica y el alejamiento mismo de Carrió de las
filas del ARI,  tan puesto a esta fuerza política en una crisis cuyo resultado es difícil de
predecir en la actualidad. Paralelamente, en la ciudad de Buenos Aires ha crecido el
liderazgo de Macri a partir de su  triunfo en las elecciones municipales. Como en el
caso de Carrió estamos ante una fuerza política  sostenida casi exclusivamente
en un liderazgo personal. Seguramente el derrotero del macrismo  pasará por
construir una oposición por derecha al actual gobierno, tratando de ampliar su área de 
influencia más allá de la ciudad de Buenos Aires, en acuerdo con ciertos sectores
de la derecha  tradicional, tanto del Liberalismo como del Justicialismo.
En este horizonte partidario la situación del Partido Socialista es singular. Una de las
pocas
fuerzas con una larga tradición histórica, que tiene una importante base territorial y
que ha crecido  sostenidamente en los últimos años. A
su vez, esa base territorial, primero municipal, con Rosario y otras ciudades más
pequeñas, y ahora provincial, con la gobernación de la provincia de Santa  Fe, le
permiten al Socialismo un ejercicio de gobierno a partir del cual construir, paso
a paso, una alternativa para ofrecer a la sociedad.  Precisamente el Socialismo es hoy
el núcleo principal del Frente Progresista Cívico y Social que gobierna la provincia
de Santa Fe desde el11 de diciembre de 2007. Nuestra provincia no ha  sido una 
excepción  en el país en  las últimas décadas.  Por  el contrario, gobernada por  el
Justicialismo desde 1983 y hasta diciembre pasado, la provincia reprodujo más o
menos paso a  paso lo que sucedía en el plano nacional. Fundamental en lo que hace
a la política de abandono  del Estado  que  caracterizó  al neoliberalismo de  los años
noventa,  con las privatizaciones sin  resguardo de las principales empresas estatales
de la provincia.  Un  dato  diferente con el contexto nacional puede encontrarse en los
ajustes del sistema político ante el estallido de la crisis
de representación del 2001. En este sentido, las constricciones institucionales
operadas sobre  el sistema  electoral con  la ley de  lemas, permitieron  al poder
político imperante en la provincia  desde 1983 demorar la resolución  de la crisis por
un  período  gubernamental. El abandono de la ley de Lemas permitió en el 2007 el
triunfo electoral del Frente  Progresista como una respuesta demorada a la crisis
de representación del 2001.  3. El Socialismo en el gobierno En los últimos años se 
ha vuelto  casi un  lugar común afirmar que  Rosario es una ciudad  distinta, tanto en el
contexto provincial como nacional. Esta cualidad distintiva de Rosario es, en  gran
parte, resultado de políticas diferentes sostenidas en el
tiempo, a lo largo de más de 15 años de gobierno socialista. Políticas que se
acercan a lo cotidiano, porque sin cercanía no hay afecto;  y a la vez tienen
la distancia de la imaginación, porque sin imaginación no hay cambio. 
3.1. Rosario enciende la luz para cambiar Rosario  tiene, como todas las ciudades
latinoamericanas,  problemas de pobreza y desigualdad. Sabemos que  las políticas
públicas locales,  sociales o  urbanas,  son insuficientes para terminar con la
desigualdad, cuyas causas profundas remiten  al modelo económico.  Sin 
embargo, desde la experiencia de Rosario se pudieron revertir viejas prácticas de
personalismo y clientelismo y avanzar hacia una perspectiva de derechos.  El
descompromiso del Estado Nacional en los 90, se reveló sobre todo a través de su
retiro  de la intervención social. Las políticas
de ajuste estructural que desmantelaron las instituciones de  bienestar del Estado
Nacional,  obligaron a los municipios a  hacerse  cargo  de las protecciones
sociales, con los límites derivados de su
falta de autonomía y de recursos presupuestarios. En ese  marco, el gobierno
socialista de Rosario, lejos de achicar el Estado lo fortaleció, a través de una 
planificación estratégica que  promovió importantes transformaciones socioculturales, 
descentralización y proximidad  del Estado  local,  participación  de todos los sectores
sociales y potenciación de las capacidades de la comunidad.  Desde Rosario
entendimos que  no  puede  haber nuevos contenidos sin imaginar formas nuevas.  La
innovación  implica un  fuerte  ejercicio de  imaginación  y de  coraje para atreverse  a 
cambiar viejos paradigmas;  implica  además una  construcción  desde abajo,  un
cambio cultural asentado en valores. No hay buen gobierno posible sin compromiso
ético y social.  Por eso el camino lo abrió el modelo de salud, solidario y participativo,
con el compromiso  de acceso  universal a la salud pública, bien escaso  en aquellos
años de privatización del bienestar. Y pensar la ciudad a la medida de los
niños, porque lo que pensemos y hagamos por  los niños y los jóvenes
habla de quiénes somos y lo que esperamos como sociedad.  La  descentralización 
municipal, eje del gobierno  socialista en  Rosario, no  fue  sólo una  reforma  de 
carácter administrativo,  sino por sobre  todas las cosas una  excelente  oportunidad 
para  comenzar  a  revertir los grandes desequilibrios, abordar gradualmente las
situaciones de  carencia, potenciar las situaciones más favorables e impulsar nuevos
desarrollos. El proceso de  descentralización y modernización del Estado municipal
permitió marcar una tendencia: Rosario  una sola ciudad; haciendo más eficaz
la gestión para dar solución a los problemas comunitarios mediante
un acercamiento del ciudadano al Estado. Implicó también un cambio de cultura que
se  extendió a toda  la  estructura municipal y a los vecinos y vecinas de  la  ciudad. En
Rosario se  puede comprobar que la descentralización terminó con el viejo esquema
donde los funcionarios decidían las acciones de  gobierno  encerrados  en  su
gabinete,  dando  lugar  a  una nueva  modalidad  donde  los funcionarios, entendidos
como  verdaderos servidores públicos,  deben  recorrer el territorio y adoptar
decisiones en forma responsable y adecuada a la realidad y a las percepciones de
los ciudadanos.  La  descentralización  es,  además,  un  escenario indispensable 
para  promover  la  participación.  La experiencia realizada demuestra que siempre es
positivo abrir espacios, transmitir a la gente  que puede decidir y no sólo escuchar
o levantar la mano, que es posible recuperar la confianza.  Como  socialistas tenemos
la  obligación  de  impulsar procesos de  participación, abrir espacios,  invitar  a  la 
gente a compartir un  esfuerzo  social y solidario.  La  participación bien entendida 
distribuye poder,  no  anárquicamente ni de  cualquier forma,  sino con  reglas claras. 
Así  lo  demuestra la experiencia de Presupuesto Participativo en Rosario, que
no sólo permite que las políticas del gobierno incorporen las prioridades marcadas
por los propios vecinos, sino y aun  más importante marca un antes y Un después en
la conciencia de la ciudadanía que luego se  transmite al tejido social e institucional. 
En Rosario también hemos aprendido que los espacios públicos tienen un carácter
universal e  igualador. La  emblemática acción de recuperación  del espacio  público 
junto al río  o los edificios de  los Centros Municipales de  Distrito,  hacen palpable la 
idea de  que todos los ciudadanos,  aun  los más humildes,  tienen derecho a la 
belleza  y armonía  de esos espacios comunes.  El uso  del espacio  público  es
educativo,  nos permite  aceptar  obligaciones y
compromisos y practicar «el arte de vivir juntos unos con otros». 
La cooperación social y
la integración entre ciudadanos con el objetivo de la inclusión social han constituido el
eje de políticas verdaderamente trasformadoras, tales como el Rosario Hábitat
o la experiencia innovadora de la agricultura urbana. Estas son políticas que
apuntan a promover  las mejores capacidades de las personas,
a recuperar su dignidad a través del trabajo y la mejora  de las condiciones  de  vida,  y
no  a través de  dádivas que refuerzan  la  exclusión y la  vulnerabilidad. 
Todo esto hicimos desde la gestión socialista de una de las ciudades
más importantes de la  Argentina  y hoy tenemos  la  oportunidad  de  hacerlo en la 
provincia  de Santa Fe. La  transformación de  los métodos, con funcionarios que 
escuchan  y ciudadanos que participan  activamente, la recuperación de  la confianza
en que a  través de la política  se  pueden obtener  resultados concretos y palpables
en la calidad de vida, permitirán reconstruir los vínculos entre 
ciudadanos y gobernantes. La planificación estratégica, la descentralización y la partici
pación son  los instrumentos claves del gobierno progresista  de la provincia  de  Santa
Fe, que harán  protagonistas a los vecinos de nuestras ciudades y pueblos. 
3.2. Un proyecto socialista para reformular el Estado y la sociedad Las acciones
puntuales que dan  sustento  a los años de  gestión  municipal en Rosario  y marcan el
rumbo de los primeros días del gobierno  provincial de Santa Fe,  se inscriben en un 
proyecto más amplio que le da sentido  a  la acción  gubernamental de  la  coalición 
política que  integramos los socialistas, definiendo un  horizonte progresista  para 
orientar el desarrollo  de la  sociedad. En la definición de ese horizonte, partimos de
dos premisas fundamentales: un mayor bienestar para la sociedad y un mejor Estado
para todos.  El concepto de bienestar alude a
una situación colectiva de satisfacción de necesidades. 
No se trata de una adquisición personal sino de un proyecto de organización social qu
e estructura  y da sentido al porvenir de una sociedad. Es una construcción
colectiva que se forja en el ámbito  público,  sobre  la  base de valores compartidos
por  la sociedad. Además, el sentido  político del término hace referencia no sólo a
la satisfacción de una necesidad inmediata, sino a la proyección  en el futuro de esa
capacidad de satisfacer las necesidades. Es decir, cuando se satisfacen las
necesidades y se  prevé  que éstas seguirán siendo satisfechas en  el futuro, lo que
implica  un  adicional de seguridad.  Estrechamente asociado al paradigma del Estado 
Benefactor,  el imperativo  del bienestar  social ordenó el desarrollo del capitalismo en
la segunda posguerra dando sustento a uno de los círculos virtuosos más notables
de la economía capitalista. En ese registro, ponemos el acento en  el concepto de 
Sociedad de Bienestar,  lo que  implica  recuperar  una  parte  fundamental del
paradigma del Estado Benefactor, como es la universalidad, pero desde una
mirada diferente a la  predominante en las décadas del cincuenta, sesenta y setenta
del siglo pasado. Una mirada que  demanda una  nueva relación entre Estado, 
mercado y sociedad.  Que jerarquiza el valor de lo  público, de la participación
ciudadana y el rol de las iniciativas sociales, tratando de contrarrestar  tanto el
paternalismo  estatal,  que  acompañó  al desarrollo  de los Estados Sociales en
nuestra  región, como el reino del mercado de los años noventa.  A diferencia de
la sociedad en la que vivimos, donde la exclusión social aparece como un 
rasgo estructural, una sociedad de bienestar encuentra su principal
fundamento de legitimidad en  su capacidad inclusiva.  Como podemos apreciarlo en 
los últimos años  de  sostenido  crecimiento económico de  nuestro país, el carácter 
inclusivo de la  sociedad, la posibilidad de construir una sociedad de  bienestar, no  es
algo  que  tenga que ver con la  naturaleza,  ni es inherente  al desarrollo  del
mercado. El bienestar de una sociedad
es el resultado de una acción política, y esa acción política  puede  dar este  resultado
deseado,  en la  medida  que  cuente con  los instrumentos adecuados tanto en el
territorio de lo estatal como en el de la sociedad.  Es por esto que resulta fundamental
transformar  al Estado, jerarquizar  la calidad de sus instituciones. Luego de  la 
tremenda  aventura  de los años noventa  es necesario  repensar el Estado, tanto en el
plano provincial como nacional.  Nuestra política de gobierno está dirigida a mejorar el
Estado, a volverlo más eficiente, en  sus dos dimensiones: institucional y cívica.
En su dimensión institucional hablamos del estado de  derecho, del respeto
a la ley, de la garantía de los derechos fundamentales, del acceso de todos a 
la justicia, del respeto a la división de poderes. En su dimensión cívica hablamos
de una relación 
de pertenencia, el Estado como unidad de representación, de un Estado en el
cual los ciudadanos se reconozcan y se respeten los derechos individuales.  Estamos
empeñados en construir un Estado eficiente y a la vez amable, capaz de impulsar 
con rapidez las políticas públicas, pero también de construir un trato cordial con los
ciudadanos.  Un  nuevo  trato que  le  permita al Estado  renovar en  el día  a día  su
legitimidad, erradicando la  arbitrariedad del poder y recuperando la
autoridad necesaria para transformar la sociedad. Para  esto  resulta imprescindible 
revertir la degradación de  la calidad de las instituciones estatales en  nuestra 
provincia,  promoviendo las reformas necesarias de  los dispositivos institucionales. El
Estado  que  necesitamos los santafesinos debe ser  un  buen reflejo de  la  pluralidad
y heterogeneidad de nuestra sociedad. Hay que superar el temor a la diversidad que 
caracteriza a la actual institucionalidad: lo heterogéneo, lo diverso, lo plural, no es un
defecto; por  el contrario ha sido y es
uno de los mejores rasgos de la cultura argentina. Es hora que el sistema  político y
las instituciones estatales acepten esta realidad de nuestra sociedad y no la
contradigan  desde el temor.  El nuevo trato que proponemos necesita
de un formato estatal permeable a la sociedad civil.  La descentralización  estatal y la 
jerarquización de  la  esfera  de  lo público  no estatal,  permitirán  responder 
positivamente a la  actual crisis de  la democracia  representativa,  avanzando en la 
construcción de una democracia participativa de calidad. La  experiencia de gobierno 
en la ciudad de Rosario  nos ha permitido poner en acción el concepto  de democracia 
de proximidad que destaca  el rol de los gobiernos locales para  la  profundización de 
la  democracia. La  democracia  de  proximidad  aparece como el punto  de  encuentro
entre la democracia representativa y la participativa, es allí donde puede encontrarse
la  sustancia misma de una democracia a tono con los tiempos
que vivimos. Instrumentos caros a la  democracia de
proximidad, como la descentralización administrativa y el presupuesto participativo, 
son  buenos ejemplos de  la línea  de diálogo  que  se puede  establecer  entre 
participación  y representación, lo que nos ha permitido dar
un notable salto de calidad en la gobernanza local.  La escala provincial es
compatible con el desarrollo de una práctica de democracia de este  signo, que
capitalice las experiencias municipales, proyectándolas en el horizonte más amplio de 
lo provincial. Para eso es necesario construir una
nueva ingeniería institucional, como la que ya  estamos poniendo en marcha en la
provincia con la organización territorial a partir de regiones y nodos;
organización que acerca el gobierno provincial a los gobiernos municipales y
comunales, y a la vez estrecha los vínculos entre el Estado y la sociedad civil. 
Esta ingeniería institucional nos ayudará a jerarquizar lo público, como
ámbito común, lugar  de deliberación y actuación colectiva.
La necesidad de jerarquizar lo público se acrecienta en la  época  que  vivimos por  la
debilidad de  las instituciones estatales en  especial de los cuerpos deliberativos y de 
los partidos políticos;  debilidades que  en un  juego de espejos se refuerzan 
mutuamente.  Si la debilidad de las instituciones estatales afecta  las posibilidades de
la acción  gubernamental,  la crisis de  las organizaciones partidarias deja  al sistema
democrático sin  la  posibilidad de  disponer  de  comunidades de  ciudadanos
construidas a partir  de la  sensibilidad  cívica.  La necesidad de contar  con 
organizaciones políticas modernas y relegitimadas es imprescindible, si de lo  que se
trata es de  construir un nuevo y mejor Estado en una sociedad  justa. 
4. Partido y coalición de gobierno Como  se  ha dicho  muchas veces,  los partidos
políticos son  imprescindibles para  la  organización de  un  sistema  democrático. Ellos
permiten  reunir,  asociar, a  un  conjunto de  ciudadanos a partir de ideas y
referencias ideológicas e identitarias, que los organizan como un  colectivo social no  a
partir de los intereses particulares sino de  una  propuesta general de  organización de
la sociedad.  La necesidad de contar con un Partido Socialista fuerte y renovado es
imprescindible, pero  con el partido solo no alcanza. La agenda progresista es
de una envergadura y complejidad que  vuelve necesario la  construcción de
instrumentos organizacionales igualmente complejos,  capaces
de dar mejor cuenta de la diversidad y heterogeneidad de la sociedad
contemporánea.  Esta  tarea  también la hemos comenzado ya  en Santa Fe con la
construcción del Frente  Progresista Cívico y Social que nos permitió alcanzar la
gobernación de la provincia.  4.1. La crisis de los partidos Es conocida la crisis
que viven los partidos políticos especialmente en la Argentina de los últimos
años. La dureza de esta crisis se explica por la coincidencia de factores de distinto
tipo  que se refuerzan entre sí. Por un lado, factores de larga duración, que dan
cuenta de una crisis de  época; por otro, factores más coyunturales y
locales, que remiten a la crisis de la representación  que tuvo su epicentro en el 2001. 
El partido político  como forma  de  organización  colectiva tiene más de  100 años de 
antigüedad. Desde fines del siglo XIX y a lo largo del siglo XX fue el instrumento que 
permitía reunir a los ciudadanos a partir de un conjunto de ideas y propuestas más
o menos elaboradas para la sociedad, construyendo a la vez
una identidad común, un nosotros, que diferenciaba a los integrantes del partido de
los que no lo eran.  La sociedad contemporánea  es tan  diferente  a  aquella  de fines
del siglo  XIX cuando  surgieron los partidos, o a la
de mediados del siglo pasado cuando los partidos se transforman en 
verdaderas organizaciones de masas, que lo extraño sería que
los partidos no tengan en la época  que  vivimos serias dificultades de  adaptación. 
En  esta  sociedad  de comienzos del siglo  XXI,  enmarcada  en el desencantamiento
de  la  política  y la crisis de  los Estados nacionales,  no es sencillo definir
el sentido y la funcionalidad de los partidos políticos.  Por otra parte, este fenómeno
epocal que obviamente trasciende las fronteras nacionales, 
se refuerza en nuestro caso argentino por la crisis de representación
política que alcanzó su punto  culminante en el 2001/2002. Las dificultades
de la democracia argentina y de los partidos que la 
animan desde diferentes roles, para evitar el deterioro de las condiciones de vida de
la mayoría de  la población,  lo que  en  clave de Norberto  Bobbio  podríamos
denominar «las promesas incumplidas de la democracia», encontró un punto terminal
en la crisis que llevó a la caída de De  la Rúa.  La  erosión de  credibilidad  pública 
sufrida  entonces por los partidos,  los políticos y la  política  misma, resultó inédita  y
aún no han  terminado de cerrarse las heridas que se abrieron  entonces.  A pesar de
este verdadero terremoto que han atravesado los partidos políticos argentinos,  su
lugar en el universo de lo político sigue resultando imprescindible y
continúa reclamándose su  adecuación y fortalecimiento. Apenas se avanza en el
proceso de reconstrucción de instrumentos del Estado, se hace más
notable la ausencia de los partidos, su debilidad, su incapacidad para  ofrecer al
gobierno cuadros políticos técnicamente preparados, etc. Ese espacio vacante dejado 
por las organizaciones partidarias en los últimos años, no ha sido
ocupado satisfactoriamente por  otras instituciones, lo que explica que hoy
vuelva a insistirse con la importancia de recuperar los partidos para mejorar el sistema
democrático.  Reconocida  la necesidad de  las organizaciones  partidarias,  es
oportuno  recordar que la  crisis de los partidos no  se debe sólo  a situaciones
coyunturales.  Hay también,  como  ya  anticipamos, un problema de época. En las
sociedades occidentales de las últimas décadas, la  crisis de los partidos refleja  las
dificultades que  tienen  para  representar,  desde ese  formato 
organizacional, la heterogeneidad y diversidad de la sociedad contemporánea y dar
cuenta de la  diversidad de problemas que la caracterizan. 
4.2. El Socialismo del siglo XXI Si reconocemos que  los partidos son  hoy
imprescindibles para mejorar el sistema 
democrático, es necesario decir enseguida que sólo seremos fieles
a nuestro tiempo en la medida  que  actualicemos nuestro  pensamiento  y nuestras
prácticas para interpretar correctamente  los cambios profundos de la  sociedad actual.
En  consecuencia  resulta fundamental que  nuestro  partido  se ordene a partir de
dispositivos organizacionales que den  cuenta de la  multiplicidad y
diversidad de la sociedad y permitan integrar esa diversidad en una unidad a partir de
una fuerte  institucionalidad democrática. Esta institucionalidad democrática debe
tener la fortaleza suficiente para  permitir el procesamiento de los conflictos que  han 
de acompañar a una representación  múltiple  de la heterogeneidad  social;  y construir
así,  a partir de  decisiones  partidarias consensuadas, una cultura política de
la organización que nos permita superar definitivamente el sino histórico de
la ruptura y la fragmentación.  La historia  de nuestro partido desde  sus inicios a  fines
del siglo XIX está  marcada por  estas rupturas que empobrecieron  a la organización.
Antes,  las diferencias conducían  al fraccionamiento  y la ruptura. Hoy,  aprendiendo
de  nuestra  historia, el partido debe expresar  su  vocación democrática en sus reglas
de funcionamiento interno. Reglas capaces de procesar las
diferencias, conteniéndolas e interpretándolas como parte del colectivo partidario.  Tal
vez lo más grave de  esta historia  de fraccionamientos y rupturas fue  la progresiva 
ajenidad  entre la tradición  del pensamiento  socialista  y los sectores populares de
nuestro país,  que  buscaron  en otras fuerzas su proyección  política. Hoy es
necesario  reconstruir un  pensamiento,  una  representación  socialista de la 
Argentina y en  especial del futuro  de la  Argentina, que sea  capaz de atraer a esos
sectores sociales e involucrarlos en un proyecto de  construcción de
una sociedad basada en la libertad, la justicia y la solidaridad.  Esta historia
de desencuentros ha comenzado a cambiar hace unos años y hoy estamos en  una 
situación diferente.  La reunificación de las fuerzas partidarias ha  generado una 
nueva  situación en la esfera nacional, y
nuestra práctica política ha encontrado, a partir de la experiencia  de gobierno en la
ciudad de Rosario primero y hoy en la provincia de Santa Fe, una posibilidad
prácticamente inédita en nuestra historia.  Para fortalecer el partido,  los socialistas
contamos con toda una  tradición  nacional e  internacional a la que recurrir. Tanto en
el territorio de las ideas como en el plano organizacional hay ahí  sobrados
antecedentes.  Tenemos mucho para aprender  de  los partidos socialistas hermanos
de  Europa y de los países vecinos de  América Latina,  a  la  hora de  pensar  en la 
organización partidaria, la estructura de cuadros internos, la formación política de la
militancia, las modalidades de interpelación a la sociedad, etc.  En última instancia, se
trata de dar cuenta de un interrogante que para todos nosotros tiene  un
significado especial: qué significa hoy, en la Argentina del 2008, ser
socialista? Un interrogante  permanente sobre la identidad, que
atraviesa a toda fuerza política, y que es tarea prioritaria de la  organización partidaria
canalizar y potenciar a fin de repensamos a nosotros mismos y revisar el lugar
que ocupamos en la sociedad.  La respuesta a esta
pregunta por la identidad debe comenzar a elaborarse como una tarea  colectiva 
capaz de  movilizar  a la  organización. Aquí  sólo enumeraremos algunos
componentes que no deberían faltar en la respuesta al interrogante planteado. La
mayoría de ellos, remite a la  tradición  socialista que hay que convocar para reafirmar
la identidad; otros se desprenden  de  mirar con atención experiencias similares de
países vecinos como Chile y Uruguay.  Un  primer  componente  para responder a la 
pregunta por la identidad socialista hoy,  es la 
institucionalización partidaria. Desde su origen en la Argentina de fines del siglo XIX, el
Socialismo  se caracterizó  por ser una  organización  con  una elaborada 
institucionalidad. Una  organización  que, más allá  de los liderazgos personales, 
obedece  a  reglas que  regulan su actividad.  Esa 
institucionalidad debe garantizar hoy los procedimientos democráticos en la toma
de decisiones, a  fin de  alcanzar los consensos necesarios para no resentir la 
diversidad  interna.  Es decir,  la  institucionalidad  partidaria  va  de la  mano con el
funcionamiento  de una eficiente  democracia  interna,  que  ponga a la  organización 
en sintonía  con  lo  que como  socialistas proponemos a  la  sociedad en su conjunto. 
Un segundo punto a tener en cuenta, es el contenido programático del partido.
Esto es, el Socialismo fue  y debe ser una organización  que  recorta su  identidad
partidaria  en  el horizonte  político argentino a partir de un programa de ideas
que presenta a la sociedad como propuesta  para  transformar la realidad.  Un  partido 
programático.  A su  vez,  este Programa que  el partido  presenta a la sociedad se
inscribe en un mundo de ideas, más vasto y complejo, que se nutre de  la
tradición socialista universal, y en el que se socializan los cuadros partidarios
apuntalando la  identidad colectiva de los integrantes. 
Un tercer componente partidario es que el Socialismo es y debe ser el partido
de la ética y la  honestidad. Históricamente así  fue identificado  el Socialismo  en la 
Argentina  y la experiencia  gubernamental en Rosario en estos años viene a renovar y
confirmar esta imagen partidaria en la  sociedad.  Un  cuarto  componente es que el
Socialismo es el partido del cambio  social.  Esto es,  el Socialismo  se  ha  presentado
en  la historia como el abanderado  de una transformación  de la  sociedad
a favor de los sectores medios y populares. Para este cambio es
imprescindible contar  con  un Estado eficiente,  exigente consigo mismo, capaz de 
ponerle  límites al mercado  para  orientar el desarrollo económico en beneficio del
conjunto de la sociedad, eliminando la exclusión  social y promoviendo una sociedad 
de bienestar.  El Socialismo  de  hoy no puede aceptar la 
sociedad de mercado que propone el neoliberalismo; y aunque
ha sabido conciliar su proyecto de  sociedad con una  economía de  mercado, no  ha
abandonado  su expectativa de  construir  una  sociedad sobre parámetros
no capitalistas.  Un  quinto  elemento que  define  nuestra  identidad, es que el
Socialismo  es y debe ser el partido  de la  libertad y la solidaridad.  Dicho de otra 
forma,  su principal bandera pasa  por la  construcción de una sociedad
justa, capaz de conciliar los principios de inclusión social, igualdad y solidaridad, con la
libertad en el sentido más amplio y múltiple que tiene hoy el concepto,  Una sexta
cuestión  que  destacaremos para considerar como  parte constitutiva  del
Socialismo de hoy, es la necesidad de afirmar una identidad partidaria que
se presente como una  alternativa a la sociedad. Es decir, es necesario superar las
tendencias a lo meramente testimo  nial y construir una organización  que aun en la
hora de la oposición se presente a la sociedad  como una alternativa de gobierno. 
Estos componentes son sólo una parte de la identidad socialista que
es necesario repensar.  A ellos debemos sumarle un componente deseable para el
Socialismo de hoy, pensando en las formas de gobernar esta sociedad compleja
y, en consecuencia, en la necesidad de ir más allá de  las fronteras partidarias
para construir estructuras coaligadas con otras fuerzas partidarias.  4.3. Partido
y coalición de gobierno Hoy el Socialismo tiene
la oportunidad histórica de gobernar la provincia de Santa Fe. Esa  práctica
gubernamental se da en el marco de una coalición: el Frente Progresista Cívico y
Social.  Es esta  práctica  la que  nos confirma  una  doble  necesidad  organizacional:
la  de fortalecer el Partido Socialista y,  a la vez,  la coalición de gobierno en la  que
nuestro partido cumple un rol central.  Dicho de  otra  manera,  el partido es
fundamental pero  para  gobernar debe  promover  estructuras institucionales más
amplias y complejas que permita sumar fuerzas políticas afines a 
partir de un programa consensuado de gobierno.  Las experiencias vividas en  países
vecinos, con  la Coalición que  reúne en  Chile  a  Socialistas y Demócratas
Cristianos, y el Frente amplio que en Uruguay suma fuerzas aún más diversas del
campo progresista, son experiencias que debemos tener en cuenta sobre todo para 
pensar  en la institucionalidad necesaria de  nuestra coalición,  que  en el territorio 
provincial santafesino es hoy el Frente Progresista Cívico  y Social que integra a 
nuestro partido  con  el Radicalismo, el ARI, la Democracia
Progresista y otros sectores políticos y sociales.  La todavía breve experiencia en el
gobierno santafesino reafirma la convicción previa que  guió la construcción  del Frente
Progresista,  y que consideraba  esa construcción  política  como 
algo clave, prioritario y decisivo, para la campaña
y para gobernar luego. Es decir, la construcción  frentista no debe ser algo coyuntural
ni agotarse en una mera estrategia electoral; por el contrario  se trata de un
principio del partido socialista. El Frente, a su vez, a medida que logra sus fines, 
debe fomentar el fortalecimiento de los partidos que lo integran. Por ello es necesario
dotarlo de  recursos institucionales que ordenen su funcionamiento y que sea cada vez
más democrático en  su accionar.  Para una fuerza partidaria la organización política
define un nosotros a partir de elementos de identidad común sostenidos en principios,
ideas, creencias, etc. La construcción de un Frente en cambio, no se
sostiene en la cuestión identitaria, sino más bien en la coincidencia en torno a 
una propuesta de gobierno.  En Santa  Fe, el Frente Progresista  es un  instrumento
colectivo construido  por los santafesinos para hacer posible la transformación de
nuestra provincia. En la definición de principios del Programa presentado a la
sociedad, se sostiene que quienes participan de esta experiencia  sustentan  una 
concepción  pluralista de la  democracia y del diálogo cívico,  en cuyo  marco se 
pueden procesar los conflictos, y aspiran a una sociedad de un mayor
contenido humano, más solidaria, más justa. Una sociedad que trabaje por la
igualdad reconociendo las diferencias y la  diversidad, y reafirmando la prioridad de los
derechos humanos que demanda nuestra historia.  El carácter progresista  del Frente 
implica el compromiso  de  cambiar  la  sociedad,  rechazando el pensamiento
conservador que define la política como conciliación de los intereses tal cual existen, y
proponiendo en cambio reformular esos intereses existentes y reorientarlos en 
función de un proyecto de mejora de la sociedad.  El Frente Progresista,  asimismo,
puede  ser  un  marco  para  desarrollar  otras expresiones políticas más allá de los
partidos. Al estilo del Diálogo Argentino, con una metodología que facilite 
pensar la Argentina en su complejidad, para lo cual es necesario hacer una
convocatoria amplia a  la sociedad civil.  5. Epílogo: recuperando la política Estamos
convencidos de la necesidad de consolidar el desarrollo de nuestra organización 
partidaria, en tanto el Socialismo tiene aún mucho por decir a la sociedad argentina. A
su vez, el partido puede y debe ocupar un lugar central en el proceso de
construcción y afianzamiento de  instrumentos más amplios
de organización política, que reúnan a fuerzas aliadas en torno a una 
propuesta de gobierno en un Frente político al que es necesario dotar de
institucionalidad para  optimizar las posibilidades de gobernar.  Desde esos dos
lugares institucionales, Partido y Frente Progresista, el Socialismo puede  proponer a
la sociedad en su conjunto un proyecto sugestivo de vida en sociedad basado en el
respeto. Una sociedad basada en el respeto no es poca cosa: implica por
ejemplo un piso mínimo  de igualdad para todos los ciudadanos.  Los socialistas
sabemos que  el deterioro del Estado, de la  política  y de los partidos que  hemos
sufrido  en los últimos años, favorece  a los sectores más concentrados de
la economía,  que a su arbitrio pueden tomar decisiones que afectan a toda la
sociedad. Precisamente por esto  estamos convencidos que  es imprescindible 
recuperar  para  la política la  dignidad perdida  en  estos últimos años.  Que  la
política  recupere de  la  mano del fortalecimiento del Estado  la  capacidad
para ponerle límites al interés particular del capital, es de por sí importante. Pero más
aún,  si pensamos en  los aspectos más  profundos de  la  crisis de nuestra sociedad
contemporánea, la política  puede  ser un instrumento formidable:  puede ser el lazo
laico que  reúna las partes de esta  sociedad fragmentada  devolviéndole  sentido  a la 
sociedad como  un  emprendimiento colectivo.  Recuperar  para  la política ese lugar 
central en la  sociedad  es una tarea  vital que los socialistas debemos asumir como
propia. En ese camino debemos reafirmar ante  la sociedad  argentina  el compromiso
asumido con la  sociedad  santafesina como integrantes del Frente
Progresista. Un compromiso que se reconoce en tres
demandas éticas que encauzan y definen el sentido del pensamiento
progresista en la Argentina de hoy: la ética del cambio, que impulse la 
transformación de nuestra sociedad; la ética del diálogo, que promueva la participación
pluralista  y la construcción  de consensos para  la  toma de  decisiones; y la  ética  de 
la  legalidad, con  el sometimiento a la ley como fuente de legitimidad y a fin
de erradicar la arbitrariedad del poder

http://www.estevezboero.com.ar/contenido/publicaciones/el_socialismo_en_la_argenti
na%20_del_siglo_xxi.pdf
IV. UN NUEVO "CICLO POLÍTICO" EN LA REGIÓN SURAMERICANA

Cuando finaliza la primera década del siglo XXI se vive un nuevo "ciclo político" en
gran parte de las democracias suramericanas, con partidos o coaliciones de izquierda
o centro izquierda en el poder, lo cual ha significado, en algunos casos, una total e
inédita renovación en el comando del poder político.  En América del Sur, ocho de los
diez países de la región (sin analizar a Guyana y Surinam) han llegado ha tener
gobiernos con este perfil político (o que llegaron al poder con dicho perfil): Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile(10), Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela; entre tanto, el
gobierno de Alan García en Perú, con medidas como la aprobación de un acuerdo de
libre comercio con Estados Unidos, se ha distanciado del perfil tradicional de la
izquierda latinoamericana.  Entre tanto, Colombia con el gobierno de Álvaro Uribe
Vélez se ha convertido en la excepción de la reciente tendencia regional (Borsani,
2008: 45). Vale agregar que a partir del 7 de agosto de 2010 asumió la presidencia de
Colombia Juan Manuel Santos (del partido de la U) y en sus primeros meses su
gobierno ha mostrado interés en restablecer las relaciones con Ecuador y Venezuela
(que estuvieron muy deterioradas en el último cuatrienio de la administración Uribe
Vélez).  Incluso el nuevo gobierno recientemente ha postulado a la ex canciller
colombiana Maria Emma Mejía como candidata para reemplazar en la Secretaría
General de la Unasur a Néstor Kirchner (ex presidente argentino, quien murió en
noviembre de 2010, víctima de un infarto).

El gobierno de Hugo Chávez en Venezuela es el que presenta con mayor claridad el


perfil de una izquierda nacionalista o "populista". Ha implementado el llamado "nuevo
socialismo". Por su parte, en Chile, Michele Bachelet (del Partido Socialista) presidió
hasta marzo de 2010 el cuarto gobierno consecutivo de la Concertación para la
Democracia, alianza de la izquierda chilena(11) con la Democracia Cristiana(12).  La
administración Bachelet continuó en materia económica con las grandes líneas del
modelo que caracterizó a los gobiernos chilenos desde la restauración de la
democracia, lo cual supone el mantenimiento del modelo de apertura económica
heredado de la dictadura militar, pero con un Estado más activo, especialmente en lo
referido a las políticas sociales (Borsani, 2008: 46).

La llegada al poder de Luiz Inácio Lula de Silva y el Partido de los Trabajadores (PT)
en Brasil, en el año 2002, constituyó un hecho de trascendencia histórica,
contribuyendo con el fortalecimiento del nuevo "ciclo político" de la democracia
latinoamericana y con el de la izquierda en particular.  Sin embargo, el fragmentado
sistema partidario brasileño hizo necesaria la formación de grandes coaliciones de
gobierno con partidos que se posicionaban ideológicamente más al centro, algunos
incluso próximos a la derecha y que ya habían participado de anteriores gobiernos
(Borsani, 2008: 46).  La primera coalición de gobierno de Lula da Silva, formada con
ocho partidos, fue la más amplia hasta entonces registrada en una democracia
presidencialista(13).

En Uruguay, el gobierno del Frente Amplio, que presidió Tabaré Vázquez hasta el 1 de
marzo de 2010(14) (el cual introdujo estilos y políticas que lo distinguieron de los
anteriores gobiernos de los partidos tradicionales) mantuvo en común con los
gobiernos de Bachelet y Lula da Silva una conducción política y económica atenta a
los condicionantes financieros y macroeconómicos de la economía global.  No
obstante, a diferencia de la izquierda brasileña y chilena, el Frente Amplio (en sí
mismo una coalición de partidos y grupos de izquierda) obtuvo la mayoría absoluta en
las elecciones nacionales del año 2004, sin necesidad de recurrir a alianzas con los
partidos representantes del centro y la derecha uruguaya (Borsani, 2008: 46).

Alan García y el Partido Aprista Peruano (PAP) volvieron al poder en Perú, con un
discurso diferente al de su primer gobierno (1985-1990), posicionándose en la centro-
izquierda y nítidamente diferenciado de otros sectores de la izquierda peruana más
radicales.  La gestión del gobierno de García, con medidas como la aprobación de un
acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, lo han distanciado aún más del perfil
tradicional de la izquierda latinoamericana y de su anterior gestión presidencial.

En Bolivia, Evo Morales llegó al poder al frente del Movimiento al Socialismo (MAS)
teniendo como bandera la defensa de los derechos de la población indígena,
sumándole, al igual que el presidente venezolano Hugo Chávez, las propuestas de
nacionalización y el discurso anti-imperialista.  En Ecuador, el país de mayor
inestabilidad política en la región, Rafael Correa también llegó al gobierno con un
discurso de marcado perfil nacionalista y anti-imperialista, y con apoyo mayoritario de
la población indígena, aspecto que tiene en común con el gobierno de Morales en
Bolivia (Borsani, 2008: 47).

Con respecto a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y a su


antecesor Néstor Kirchner, si bien en ambos casos se trata de gobiernos del Partido
Justicialista (Peronista), lo que siempre dificulta su clasificación en el eje izquierda-
derecha, debido a la tradicional amplitud del espectro político dentro de dicho partido,
sin duda ambos representan la izquierda dentro del Partido Justicialista, y la retórica y
algunas de sus posiciones políticas, en el ámbito nacional e internacional, han sido
próximas a las de sus homólogos de Bolivia, Ecuador y Venezuela (Borsani, 2008: 48).

Entre tanto el gobierno de izquierda de Fernando Lugo en Paraguay (asumió en


agosto de 2008) de la coalición Alianza Patriótica para el Cambio, terminó con
décadas de gobiernos del Partido Colorado y el predominio de dicho partido en la
escena política paraguaya.

En resumen, para Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, fue la primera vez en la


historia de dichos países que partidos y presidentes posicionados claramente en la
izquierda del espectro político llegaron al gobierno nacional, aunque como ya fue dicho
en el caso de Brasil, debido a la alta fragmentación de su sistema político, Lula da
Silva tuvo que incorporar en su gobierno partidos que ya habían participado del poder
en anteriores administraciones (PMDB, PTB, PL, PP).  Bolivia(15) y Ecuador(16) ya
habían contado con gobiernos de centro izquierda en el transcurso del período
democrático, y en Perú la izquierda había llegado al poder por primera vez, de forma
democrática, en 1985, con el primer gobierno de Alan García.

En términos generales, el triunfo electoral de los actuales presidentes de izquierda en


el área suramericana trajo una renovación política e ideológica que suponía una mayor
disposición para la integración regional.

La influencia político-ideológico en los procesos de integración

Recientemente se ha incrementado el número de países que, formando parte de la


Comunidad Andina de Naciones (CAN) han solicitado pertenecer al Mercosur como
miembros asociados; incluso Venezuela, una vez protocolizó su retiro de la CAN,
solicitó la integración plena al grupo, la cual está en trámite y en espera de
completarse(17).

Venezuela recientemente ha apuntado a la integración más al sur del continente como


respuesta a su nueva dinámica de relación con los países vecinos.  La política regional
de Venezuela, mientras se fue constituyendo el bloque del Mercosur (durante los años
noventa), estuvo orientada hacia la región andina y el Caribe.  Las relaciones con los
países del cono sur, para aquella época, se limitaron a acuerdos bilaterales, suscritos
en el marco de otros mecanismos de integración económica, como la Asociación
Latinoamericana de Integración (ALADI).  Hoy Venezuela cuenta con recursos para
ejercer un rol de líder en la región y Hugo Chávez ha encontrado respaldos políticos
en organismos multilaterales y subregionales, como la Organización de Estados
Americanos (OEA) y el Mercosur.

Es importante señalar que a partir de 2004, desde la perspectiva venezolana, en lo


que tiene que ver con la integración han sobresalido aspectos políticos, ideológicos y
militares.  La consolidación del proyecto revolucionario, la conformación de alianzas
geopolíticas y estratégicas con otros países, pasaron a ser ejes centrales de la política
exterior venezolana (González, 2006: 165).

Precisamente, la aceptación definitiva de Venezuela como miembro pleno del


Mercosur ha sido objeto de debate, ya que son distintas las percepciones de los
países miembros sobre el papel que debería asumir el Mercosur.  La visión sobre el
Mercosur por tarde de los sectores radicales venezolanos, es distinta a la visión de los
sectores dominantes en Argentina y Brasil; por ejemplo, el discurso anticapitalista del
gobierno venezolano se diferencia del discurso de Lula da Silva y Cristina Fernández
de Kirchner, pues aunque estos dos gobiernos vienen proponiendo una ampliación de
la agenda, que trascienda lo comercial, no han sugerido separarse de los objetivos de
inserción internacional y de aplicación de mecanismos de mercado que caracterizan al
bloque (Gomes y Briceño, 2009: 163-164).

Otra visión distinta tiene que ver con la dificultad para alcanzar una "percepción
común" dentro del Mercosur sobre las relaciones externas del bloque.  Es decir, las
relaciones conflictivas de Hugo Chávez con Estados Unidos, sus tensiones
intermitentes con países suramericanos, como Colombia y Perú, se constituirían en un
problema para el bloque.  En este plano, es complejo compatibilizar la agresividad de
la política externa venezolana con la estrategia comercial externa del bloque del cono
sur.  El Mercosur suscribió un acuerdo de libre comercio con los países andinos y,
además, el supuesto de no tener una agenda de negociaciones comerciales con
Estados Unidos podría convertirse en un inconveniente, teniendo presente que
Washington está reorganizando gran parte de sus relaciones comerciales con América
Latina a través de los tratados de libre comercio (Gomes y Briceño, 2009: 164).

Por otra parte, tanto Argentina como Brasil, cada uno a medida que ha avanzado dicho
proceso de integración han desarrollado percepciones diferentes sobre el bloque
subregional.  En Argentina ha existido la prevención desde el punto de vista político
con el proceso de integración del Mercosur, debido a las diferentes interpretaciones
que se tienen sobre el papel que desempeña Brasil en las relaciones internacionales
de la región.
Las percepciones y expectativas diferentes entre los países miembros del Mercosur,
las cuales tienen que ver con lo económico y con lo político-ideológico, dificultan un
mayor avance en el propósito de alcanzar una integración regional.  La llegada al
poder de los gobiernos de izquierda en América Latina no generó necesariamente
alineamientos automáticos, pues esos mismos gobiernos tienden a ser más sensibles
a la hora de atender las demandas de sus respectivas sociedades,
independientemente del efecto que sus determinaciones puedan generar en los
procesos de integración regional (Vigevani y Ramanzini, 2009: 92).

Para el caso de Brasil, en virtud a la base social original del actual presidente Lula da
Silva, su gobierno podría representar una mayor apertura a la integración regional. 
Los partidos que le dan sustento, en particular el Partido de los Trabajadores (PT), han
sido tradicionalmente favorables a ella.  Aunque en el gobierno de Lula da Silva se
alcanzó a percibir cierta preocupación por los límites del formato de integración
subregional, ésta no parece suficiente como para superar las debilidades
estructurales(18).

La emergencia de fuerzas políticas innovadoras y de discursos integracionistas generó


expectativas sobre la posibilidad de que se iniciara una nueva fase en el Mercosur y
una nueva fase en la integración pensada para Suramérica o Latinoamérica.  Sin
embargo, como lo señalan algunos académicos, tanto para el caso del Mercosur como
para el caso de Suramérica, no se debe hacer necesariamente el vínculo entre
posicionamiento político de izquierda y apoyo a la integración regional (Vigevani y
Ramanzini, 2009; Oliveira, Onuki, 2006).  Es decir, se viene replanteando esa noción
según la cual con una homogeneidad político-ideológica en los gobiernos
suramericanos habría una asociación de objetivos integracionistas.

Los hechos parecen demostrarlo: cuando más se habla de integración, surgen más
discordias bilaterales en toda Suramérica.  Además, los diferentes enfoques existentes
acerca de los caminos que se deben recorrer para buscar el desarrollo también
generan problemas de difícil solución.  Seguidamente, el hecho de adjetivar el tipo de
integración se ha convertido en un obstáculo para la comunidad regional y, en
ocasiones, ha generado más disensos que consensos.

V. EL ALBA, COMO PROPUESTA DE INTEGRACIÓN ALTERNATIVA

El ascenso al poder en Venezuela de Hugo Chávez Frías, el 2 de febrero de 1999,


significó cambios radicales en la política venezolana y en la base de su política
exterior.  Durante el gobierno de Hugo Chávez se ha hecho evidente la utilización del
petróleo como herramienta de política exterior; es el caso de Petrocaribe, un proyecto
promovido por Venezuela, que distribuye petróleo a precios subsidiados y con
préstamos a bajas tasas de interés (Malamud, 2009: 108).  El petróleo se convierte en
el instrumento que ha permitido a Venezuela ampliar su estrategia internacional y
apostarle a una mayor independencia frente a Estados Unidos.  A esta proyección
internacional se le ha sumado el reiterativo contenido político-ideológico del discurso
de Chávez que ha sido el soporte de variadas iniciativas de integración suramericanas
y caribeñas.

Desde el año 2001 se empezó a hablar de la Alternativa Bolivariana para las


Américas, ALBA, aunque sólo a partir de 2003 se fue delimitando el contenido de
dicha propuesta.  Especialmente desde 2003 Hugo Chávez declaró su gobierno como
anti-imperialista y se propuso desarrollar un proyecto político denominado "Socialismo
del Siglo XXI" (Gomes y Briceño, 2009: 159).  Dado el nuevo "ciclo político" y las
tendencias políticas de izquierda en América Latina, el sustento ideológico insertado a
las propuestas de integración alternativas ha tenido una considerable acogida.

Lo que empezó el 14 de diciembre de 2004 con la presentación por parte de los


gobiernos de Venezuela y Cuba de la Alternativa Bolivariana para las Américas
(ALBA) en La Habana, como una contraposición directa al muy mencionado por
aquella época Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), con el paso de los
años ha incorporado nuevos miembros.  La alternativa se sustenta en la asistencia
petrolera y en diversas formas de intercambio, con la aspiración de la
complementariedad económica y la solidaridad entre los países miembros.  El grupo
se ha ampliado tras el ingreso de Bolivia, Nicaragua, Dominica y Ecuador(1).  Sin
embargo, el esquema de integración carece de estructuras sólidas y se ha basado
fundamentalmente en los encuentros entre jefes de gobierno, enfoque eminentemente
presidencialista, sin lograr la articulación de una arquitectura institucional clara.

Si bien la propuesta ha tenido una considerable acogida y se han alcanzado


importantes acuerdos -incluso, como bloque los países del ALBA han adoptado
posiciones conjuntas en el seno de la OEA-, también es cierto que se han creado
expectativas y esperanzas aún no efectuadas desde el punto de vista de la plena
integración regional latinoamericana.  El exceso de retórica integracionista -que a
veces tiende más a desunir que a unir- y los ocasionales síntomas de improvisación
que se perciben en la toma de decisiones, no permiten la consecución de unos
mayores logros en este proceso de integración.
VI. UNASUR: PROYECTO QUE, EN TEORÍA Y A LARGO PLAZO, TRASCENDERÍA
LO ECONÓMICO Y LO POLÍTICO

La formación de una comunidad suramericana surgió como propuesta en el transcurso


del sinnúmero de cumbres presidenciales que con frecuencia se realizan en toda
América Latina con propósitos integracionistas.  El 8 de diciembre de 2004 se
constituyó la Comunidad Sudamericana; y a partir de la Cumbre de Isla Margarita, en
abril de 2007, se le cambió el nombre por el actual, Unasur, lo cual quedó
protocolizado en el Tratado de Brasilia, firmado el 23 de mayo de 2008.  En el proceso
de formación de Unasur los dos principales impulsores han sido los gobiernos de
Brasil y Venezuela.  Esta unión integra 12 países: cuatro de la CAN: Bolivia, Colombia,
Ecuador y Perú; cuatro del Mercosur: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, más
Venezuela, que solicitó su membresía plena al Mercosur y está a la espera de
respuesta; Chile, que es miembro asociado de ambos grupos subregionales; Guyana y
Surinam.  El parlamento Suramericano tendrá su sede en Cochabamba-Bolivia.

En el momento, en Unasur predominan los criterios intergubernamentales. Es decir, se


preserva los márgenes de maniobra nacionales.  Además, no existe un mecanismo
jurisdiccional. Pensando en la integración regional a futuro, es importante que el
ingreso de nuevos miembros dependa más del consenso político, que de normas
comerciales inamovibles.

Unasur es la primera propuesta de integración suramericana como conjunto, y en un


futuro no excluye la adhesión a la unión de países latinoamericanos o caribeños. 
Tiene como propósitos: contribuir a la identidad y ciudadanía suramericana.  Sus
instituciones son una mezcla entre los parámetros del Grupo de Río y los existentes en
los demás mecanismos de integración.  Entre los problemas que plantea enfrentar se
encuentra la pobreza, la exclusión, la desigualdad social, y promover el mejoramiento
de los niveles de vida de amplios sectores poblacionales. También ha entrado en vigor
el Consejo de Defensa Suramericano, idea promovida por el gobierno brasileño, que
se había contemplado en el Tratado inicial.

Cabe anotar que Unasur por el momento se ha constituido básicamente en un espacio


de diálogo político; como precedente se deben resaltar los resultados positivos de la
Cumbre de Unasur celebrada en 2008, en Santiago de Chile, que permitieron
desactivar los conflictos que se estaban produciendo en Bolivia y que podrían haber
degenerado en enfrentamientos civiles.  Aunque, no se debe confundir la función de
un foro de concertación o diálogo político con una verdadera instancia de integración
regional, lo cierto es que aún es muy temprano como para valorar lo mucho o lo poco
en que ha avanzado la Unasur.

https://revistas.unal.edu.co/index.php/anpol/article/download/43699/45509

I. PIONERA EN EL RECHAZO AL NEOLIBERALISMO 12. América Latina fue


el primer escenario donde se implantaron las políticas neoliberales. Chile,
mi país, sirvió de ensayo, antes que el gobierno de la primera ministra
Margaret Thatcher las aplicara en el Reino Unido. Pero también fue la
primera región del mundo en producir un proceso de rechazo a esas
políticas, que sólo sirvieron para aumentar la pobreza, incrementar las
desigualdades sociales, destruir el medioambiente y debilitar a los
movimientos obreros y populares en general. 13. Fue en nuestro
subcontinente donde comenzó primero el repunte de las fuerzas
progresistas y de izquierda después del derrumbe del socialismo en Europa
del Este y la URSS. Luego de más de dos décadas de sufrimiento, se
comienza a vivir una nueva esperanza. En un primer momento fueron
luchas de resistencia frente a las políticas neoliberales, pero después de
unos años se pasó a la ofensiva, a la conquista de espacios de poder. 1.
TRIUNFAN CANDIDATOS DE COALICIONES POLÍTICAS DE IZQUIERDA
Y CENTRO IZQUIERDA 14. Por primera vez en la historia de América
Latina —y con el trasfondo de la crisis del modelo neoliberal —
agrupaciones de izquierda y centro izquierda logran que sus candidatos
triunfen en la mayor parte de los países de la región levantando banderas
antineoliberales. 15. Recordemos que en las elecciones presidenciales
de1998 —cuando triunfa Hugo Chávez—Venezuela era una isla solitaria en
medio de un mar de neoliberalismo en todo el continente, salvo, por su
puesto, la honrosa excepción de Cuba. Pero, muy pronto, en 2000 triunfa
Ricardo Lagos en Chile; en 2002 Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil; en
2003 Néstor Kichner en Argentina; en 2005 Tabaré Vázquez en Uruguay y
Evo Morales en 2. Un desarrollo más amplio de este tema se encuentra en:
Marta Harnecker, Reconstruyendo la izquierda, Parte III, 1. Características
del nuevo instrumento político, párrafos 333 al 420. 8 Bolivia; en 2006
Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en
Nicaragua; en 2007 Cristina Fernández en Argentina y Álvaro Colom en
Guatemala; en 2008 Fernando Lugo en Paraguay; en 2009 Mauricio Funes
en el Salvador, es reelecto Rafael Correa en Ecuador, gana en segunda
vuelta José Mujica en Uruguay y es reelecto con una amplia mayoría Evo
Morales en Bolivia. 16. Coincidimos con Roberto Regalado, en que se trata
de un liderazgo muy heterogéneo. “En algunos países, como Venezuela,
Bolivia y Ecuador, el colapso o el debilitamiento extremo de la
institucionalidad neoliberal, condujo al gobierno a líderes que capitalizaron
el descontento de la ciudadanía, pese a no contar de inicio con fuertes
partidos de izquierda. En otros, como Brasil y Uruguay, fue el acumulado
organizativo y político de la izquierda el que llevó a sus candidatos a la
presidencia. A ellos se suman situaciones como las de Argentina y
Honduras, donde a falta de candidatos presidenciales provenientes de los
sectores populares emergen figuras progresistas de los partidos
tradicionales.”3 2. MOVIMIENTOS POPULARES: LOS GRANDES
PROTAGONISTAS a) Surgen de la crisis de legitimidad del neoliberalismo
17. Aún en aquellos países donde el papel de los partidos políticos de
izquierda fue importante, podemos decir que no fueron los partidos políticos
los que estuvieron a la vanguardia de la lucha contra el neoliberalismo sino,
por el contrario los movimientos populares. Estos movimientos surgen en el
marco de la crisis de legitimidad del modelo neoliberal y de sus
instituciones políticas y parten de dinámicas de resistencia presentes en su
comunidad o espacio local. 18. Se trata de movimientos muy pluralistas
donde coexisten componentes de la teología de la liberación, del
nacionalismo revolucionario, del marxismo, del indigenismo, del
anarquismo. b) Viejos y nuevos movimientos sociales 19. Junto a los viejos
movimientos, especialmente campesinos e indígenas, surgen nuevos
movimientos sociales como aquellos que en Bolivia luchan contra la
privatización del agua (guerra del agua) y por recuperar el gas (guerra del
gas); los piqueteros en Argentina, conformado por pequeños comerciantes,
obreros, desempleados, profesionales, jubilados etcétera; los agricultores
endeudados mexicanos, los estudiantes secundarios chilenos, más
conocidos como los “pingüinos” por sus pantalones oscuros y camisas
blancas; los movimientos ecologistas; los movimientos contra la
globalización neoliberal. También aparecen en el escenario político las
clases medias: el personal de la Salud en El Salvador, los caceroleros en
Argentina, entre otros. 3. Roberto Regalado, Presentación al libro América
latina hoy ¿reforma o revolución?, Ocean Sur, México, 2009, p.IX. 9 20. El
movimiento obrero tradicional, muy golpeado por la aplicación de medidas
económica neoliberales como la flexibilización laboral y la subcontratación,
no aparece, salvo raras excepciones, en la primera línea del escenario
político. c) De la mera resistencia a cuestionar el poder 21. Estos
movimientos inicialmente rechazan la política y los políticos, pero, a medida
que avanza el proceso de lucha, pasan de una actitud apolítica de mera
resistencia al neoliberalismo, a una actitud cada vez más política de
cuestionamiento del poder establecido, y entienden la necesidad de
construir sus propios instrumentos políticos, como ha sido el caso del MAS
en Bolivia y del Pachakutik en Ecuador.

1. RAÍCES SOCIALISTAS DEL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI Como es natural,


el socialismo del siglo XXI se puede comprender mejor si existe claridad sobre
qué es el socialismo, puesto que aquél no es una expresión distinta de éste,
sino, por el contrario, su más pura manifestación en la nuevas realidades y en
los nuevos desafíos de la sociedad actual, una realidad mucho más compleja
que la del siglo pasado. En tal sentido, es necesario recordar que, para sus
fundadores, el socialismo es el periodo de transición5 , relativamente
prolongado, del capitalismo al comunismo (Marx y Engels, 1974; Engels, 1965
y Lenin, 1961). En efecto, el socialismo Es la fase caracterizada por la
coexistencia en lucha de las nuevas relaciones sociales de producción (que no
pueden ser concebidas de otra manera sino como relaciones de producción
comunistas) y las viejas relaciones capitalistas, lucha que se expresa
necesariamente en todos los sectores de la vida social y en la que las
relaciones sociales comunistas van sustituyendo gradualmente a las viejas,
gracias a la incesante acción revolucionaria de las clases y sectores sociales
interesados en esa subversión profunda de lo existente (Ancada, 2008:52). De
acuerdo con Ancada (2008:55-58), para poder comprender a cabalidad el
socialismo es necesario tener en cuenta los siguientes elementos, presentes
en las concepciones de Marx, Engels y Lenin: obra los autores sostienen que
Venezuela es el único caso en el que un proyecto socialista que toma el
camino del derecho constitucional ha resistido todas las presiones y amenazas
y, además, está demostrando en los hechos que existe compatibilidad entre
socialismo y democracia. 5. Jorge Luis Ancada retoma esta idea que Marx y
Engels (1979a), desarrollaron en el primer capítulo del Manifiesto del Partido
Comunista. Según Ancada, la mutación del capitalismo al comunismo hace
necesaria una transformación radical que implica la existencia de un período o
fase de transición relativamente prolongado. Marx denominó “socialismo” a ese
período de transición. REVISTA DE RELACIONES INTERNACIONALES,
ESTRATEGIA Y SEGURIDAD EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI EN
AMÉRICA LATINA: CARACTERÍSTICAS, DESARROLLOS Y DESAFÍOS 136 •
Finalmente la superación de las relaciones capitalistas de producción no será
el resultado automático de las transformaciones acaecidas en la economía,
sino que será resultado de la lucha de clases manifestada en todas las esferas
de la vida social. • El desarrollo de las fuerzas productivas incide en la
transformación de las relaciones sociales de producción; sin embargo, las
fuerzas productivas no pueden ser reducidas a tecnología, maquinaria e
industria. Por el contrario, dichas fuerzas se relacionan fundamentalmente con
las capacidades productivas del ser humano (lo cual implica: características del
conocimiento y de su producción, formas de organización de la producción –
tanto de la material como de la espiritual–, relaciones de propiedad habidas y
formas de existencia del trabajo, entre otros aspectos)6 . • En el socialismo no
existen, propiamente hablando, relaciones “socialistas” de producción y, mucho
menos, “modos de producción socialista”, pues como ya se dijo, el socialismo
es una etapa prolongada de cambios y transformaciones en la que, por medio
de la lucha, se superan las viejas relaciones sociales de producción capitalistas
y se imponen gradualmente las nuevas relaciones de tipo comunista. • La
esencia del modo de producción capitalista se halla en la compra-venta de la
fuerza de trabajo. Mientras existan quienes estén dispuestos a vender su
fuerza de trabajo y existan quienes puedan comprarla, el núcleo mismo del
capitalismo permanecerá. Aun cuando el Estado se convierta en propietario
universal de los medios de producción y en comprador de la fuerza de trabajo,
ello no cambiaría el estado de cosas; en otras palabras, la estatalización de la
propiedad no implica que ésta se socialice. • La estatalización de la propiedad,
además, no elimina a la clase obrera; por el contrario, la perpetua, lo cual va en
contra de los objetivos originales del socialismo, pues este busca suprimir
todas las clases, incluida la clase proletaria. La eliminación de las clases sólo
será posible cuando se dé una socialización real y efectiva de la propiedad que
lleve a los sectores productivos de la sociedad a establecer otro tipo de
relación con los medios de producción. • El socialismo busca la superación
gradual e incesante de la enajenación que producen las relaciones monetario-
mercantiles, el trabajo asalariado y la división social del trabajo. • El socialismo
no puede ser concebido como una sociedad carente de conflictos y luchas
pues, dadas las condiciones imperantes en el proceso productivo, existen
clases y donde existen 6. En el acápite “Desarrollo de las fuerzas productivas
como premisa material del comunismo”, del primer capítulo de La ideología
alemana, Marx y Engels (1979b) despliegan con mayor profundidad esta idea.
REVISTA - Bogotá (Colombia) Vol. 9 No. 1 - Enero - Junio Álvaro Andrés
Hamburger Fernández 137 clases se da la lucha de clases. De lo que se trata
es de saber aprovechar las contradicciones y conflictos para generar
condiciones de relaciones sociales de producción comunistas. • El proceso
histórico hacia el comunismo tiene que ser un proceso universal. Es
prácticamente imposible que un país logre la construcción del comunismo si
sigue inserto en un sistema económico internacional regido por el sistema
capitalista. • Dado que el Estado es un instrumento de poder de una clase, el
objetivo del socialismo, como etapa de transición, consiste en la gradual
extinción del Estado.

2. https://www.redalyc.org/pdf/927/92731211006.pdf

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