Universidad Católica de Salta
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Tesis
La Influencia de Socialismo del siglo XX en la
creación de UNASUR
Rector:
1. La constitución
1.1. Etapa l:
El 23 de mayo del 2008 tuvo lugar en Brasilia la aprobación del tratado constitutivo
de la Unión de Naciones Suramericanas. Los países firmantes fueron Argentina,
Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay
y Venezuela. La organización tiene como objetivo promover la integración de sus
miembros en materia de energía, educación, salud, medio ambiente, infraestructura,
seguridad y democracia.
Mercosur
La idea de crear acuerdos sólidos entre Argentina y Brasil era una idea con historia,
pero por diversas circunstancias no concretada.
En 1985 los dos gobiernos, los primeros libremente electos después de períodos con
ausencia de democracia, enfrentaban la necesidad de reorientar sus economías.
Entre los años 1984 y 1989 Argentina y Brasil suscribieron veinticuatro protocolos
bilaterales, en los que se regulaban diversas áreas.
En 1990, con motivo de una visita del presidente brasileño Collor de Mello a Buenos
Aires, los gobiernos de Argentina y Brasil anunciaron el establecimiento de una
comunidad económica. Poco tiempo después invitaron a Uruguay y Paraguay a
participar de la iniciativa
La creación de un mercado común en el cono sur era un esfuerzo por reformular los
intereses estratégicos de estos países en un contexto internacional que estaba en
transformación.
En 26 de marzo de 1991 se firma el Tratado de Asunción entre los cuatro países, que
no debe considerarse como un tratado final constitutivo del Mercosur, sino como el
instrumento de carácter internacional destinado a hacer posible su concreción.
Desde el año 2006 los estados miembros fueron procurando conformar algo más que
una unión aduanera. Constituyeron al mismo tiempo una comunidad de valores que
se expresó en la defensa de la democracia, los derechos humanos y las libertades
fundamentales, la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible. También
están comprometidos con la seguridad jurídica, la lucha contra la pobreza y el
desarrollo económico y social en equidad.
Comunidad Andina
Durante finales de los ochenta e inicios de los noventa, fueron realizados diversos arreglos
institucionales y procedimentales con vistas a conferir mayor viabilidad al Pacto Andino.
A partir del nuevo arreglo institucional por la creación de la Comunidad Andina y del
Sistema Andino de Integración y también por la mayor complejidad y ambición de los
retos definidos para el bloque, en 2005, fue insertado en su agenda entre los objetivos
primordiales: la promoción de la integración latinoamericana, con la intención de
estimular su actuación política en el plan internacional, transformando la Comunidad
Andina en un canal de articulación entre Sudamérica, Centroamérica y el Caribe. En
ese mismo año, Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, países componentes del
MERCOSUR fueron convertidos en miembros asociados de la Comunidad Andina
(Decisión 613 del Consejo Andino).
Definir qué camino seguir como entidad supranacional o intergubernamental, para que la
cooperación e integración entre los países de la región pueda continuar existiendo.
Capitulo ll
Introducción
UN NUEVO "CICLO POLÍTICO" EN LA REGIÓN SURAMERICANA
Cuando finaliza la primera década del siglo XXI se vive un nuevo "ciclo político" en
gran parte de las democracias suramericanas, con partidos o coaliciones de izquierda
o centro izquierda en el poder, lo cual ha significado, en algunos casos, una total e
inédita renovación en el comando del poder político. En América del Sur, ocho de los
diez países de la región (sin analizar a Guyana y Surinam) han llegado ha tener
gobiernos con este perfil político (o que llegaron al poder con dicho perfil): Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile(10), Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela; entre tanto, el
gobierno de Alan García en Perú, con medidas como la aprobación de un acuerdo de
libre comercio con Estados Unidos, se ha distanciado del perfil tradicional de la
izquierda latinoamericana. Entre tanto, Colombia con el gobierno de Álvaro Uribe
Vélez se ha convertido en la excepción de la reciente tendencia regional (Borsani,
2008: 45). Vale agregar que a partir del 7 de agosto de 2010 asumió la presidencia de
Colombia Juan Manuel Santos (del partido de la U) y en sus primeros meses su
gobierno ha mostrado interés en restablecer las relaciones con Ecuador y Venezuela
(que estuvieron muy deterioradas en el último cuatrienio de la administración Uribe
Vélez). Incluso el nuevo gobierno recientemente ha postulado a la ex canciller
colombiana Maria Emma Mejía como candidata para reemplazar en la Secretaría
General de la Unasur a Néstor Kirchner (ex presidente argentino, quien murió en
noviembre de 2010, víctima de un infarto).
La llegada al poder de Luiz Inácio Lula de Silva y el Partido de los Trabajadores (PT)
en Brasil, en el año 2002, constituyó un hecho de trascendencia histórica,
contribuyendo con el fortalecimiento del nuevo "ciclo político" de la democracia
latinoamericana y con el de la izquierda en particular. Sin embargo, el fragmentado
sistema partidario brasileño hizo necesaria la formación de grandes coaliciones de
gobierno con partidos que se posicionaban ideológicamente más al centro, algunos
incluso próximos a la derecha y que ya habían participado de anteriores gobiernos
(Borsani, 2008: 46). La primera coalición de gobierno de Lula da Silva, formada con
ocho partidos, fue la más amplia hasta entonces registrada en una democracia
presidencialista(13).
En Uruguay, el gobierno del Frente Amplio, que presidió Tabaré Vázquez hasta el 1 de
marzo de 2010(14) (el cual introdujo estilos y políticas que lo distinguieron de los
anteriores gobiernos de los partidos tradicionales) mantuvo en común con los
gobiernos de Bachelet y Lula da Silva una conducción política y económica atenta a
los condicionantes financieros y macroeconómicos de la economía global. No
obstante, a diferencia de la izquierda brasileña y chilena, el Frente Amplio (en sí
mismo una coalición de partidos y grupos de izquierda) obtuvo la mayoría absoluta en
las elecciones nacionales del año 2004, sin necesidad de recurrir a alianzas con los
partidos representantes del centro y la derecha uruguaya (Borsani, 2008: 46).
Alan García y el Partido Aprista Peruano (PAP) volvieron al poder en Perú, con un
discurso diferente al de su primer gobierno (1985-1990), posicionándose en la centro-
izquierda y nítidamente diferenciado de otros sectores de la izquierda peruana más
radicales. La gestión del gobierno de García, con medidas como la aprobación de un
acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, lo han distanciado aún más del perfil
tradicional de la izquierda latinoamericana y de su anterior gestión presidencial.
En Bolivia, Evo Morales llegó al poder al frente del Movimiento al Socialismo (MAS)
teniendo como bandera la defensa de los derechos de la población indígena,
sumándole, al igual que el presidente venezolano Hugo Chávez, las propuestas de
nacionalización y el discurso anti-imperialista. En Ecuador, el país de mayor
inestabilidad política en la región, Rafael Correa también llegó al gobierno con un
discurso de marcado perfil nacionalista y anti-imperialista, y con apoyo mayoritario de
la población indígena, aspecto que tiene en común con el gobierno de Morales en
Bolivia (Borsani, 2008: 47).
2. Reparto equitativo tanto del trabajo como de sus frutos, entre los obreros, es
decir, entre la clase trabajadora.
Las principales causas que originaron la aparición de las ideas socialistas fueron:
– El maquinismo que, a la vez que esclavizó al obrero en el trabajo, provocó también
su desocupación.
– La explotación inhumana de la clase obrera en las más variadas formas (salarios
ínfimos, excesivas horas de trabajo, condiciones poco favorables de labor, etc.
– El estado de completo abandono en que se hallában los trabajadores o proletarios,
sin un presente ni un mañana asegurados.
– La extremada insensibilidad de los capitalistas o patronos, quienes actuaron llevados
solamente por una insaciable sed de exagerado lucro.
Según los socialistas la causa de la miseria es que la riqueza está mal repartida
entre los hombres: unos tienen demasiado, otros no tiene bastante, otros más, ni lo
necesario para subsistir; la sociedad está mal organizada, el Estado debe rehacerla a
fin de disminuir la desigualdad. En consecuencia, se necesita una revolución social.
Para los socialistas democráticos que no les agradan, el desafío propuesto por estos
gobiernos “populistas” es que ambos grupos presumen representar los mismos
valores. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, por ejemplo, ha hablado de la
necesidad de construir sociedades “con mercados, pero no sociedades controladas
por los mercados”. Como el socialismo democrático, el “socialismo del siglo XXI” de la
izquierda de América Latina también promete ser radical, democrático y participativo
en su búsqueda para cambiar las relaciones de poder con la movilización del apoyo
popular y la construcción de grandes misiones sociales del Estado. Las experiencias
de estos países necesitan ser pensadas con detenimiento –en parte porque la historia
sugiere que existen tensiones reales e importantes entre los objetivos del socialismo
democrático de “radicalismo”, “democracia” y “participación”. Es tal vez el “radicalismo”
el tema que ha sembrado la mayoría de los conflictos. Si radicalismo significa agarrar
las cosas desde la raíz, entonces la política radical deberá seguramente de implicar la
reorganización de las instituciones nacionales. Esta ha sido la promesa fundamental
de los gobiernos más radicales de la izquierda de América Latina. Las constituciones
han sido rescritas en varias ocasiones y el poder ha sido redistribuido, generalmente a
las manos del Estado y el ejecutivo en particular. Este es un proceso necesariamente
divisivo, porque provoca que los beneficiarios del viejo sistema luchen por sus
privilegios perdidos. El arma política principal para combatir esto es la movilización
populista: se construye un “pueblo”, retóricamente, y se definen los intereses de la
vieja élite como ajenos a los de éste. Y luego se utiliza esta mayoría, asumiendo que
es efectivamente una mayoría, para cambiar las reglas. Cualquier programa de la
izquierda en los Estados Unidos (o México) debería de atender seriamente el atractivo
de este planteamiento, porque las grandes reformas institucionales son precondiciones
necesarias para cualquier reforma significativa de nuestra política económica.
TRATADO
Son utópicos porque aceptan a la burguesía para el cambio social y atienden más a
los proyectos que a los medios necesarios para llevarlos a cabo. A decir de Marx en su
obra: Miseria de la filosofía (1847), rechaza, por inútil, el socialismo utópico. Al
respecto V. I. Lenin alertaba: “En política: utopía, es un deseo que en modo alguno
puede convertirse en realidad, ni en nuestros días, ni en los por venir, es un deseo que
no se apoya en las fuerzas sociales reales, ni está respaldada por el crecimiento y
desarrollo de las fuerzas políticas de las de clase... Cuanto menos libertad hay en el
país, cuanto más parcas son las manifestaciones de la potente lucha de clases, cuanto
más bajo es el nivel de instrucción de las masas, con tanta mayor facilidad suelen
surgir las utopías políticas y tanto más tiempo se mantienen”(1). Estos aspectos
metodológicos claves resumen las limitaciones históricas del utopismo; no obstante lo
importante de sus precisiones descansa en su vigencia.
A partir de los estudios realizados, Marx y Engels crean el socialismo científico. Es la
segunda parte del Socialismo. Sus principios básicos son:
• Método dialéctico: mediante él concluyen que el obrero, cuanto más trabaje, más
enriquece al patrón. Esta situación genera la lucha de clases.
La búsqueda del socialismo debe partir de los modelos que ha conocido la humanidad
para comprender así los puntos de contactos y diferencias entre las corrientes de
pensamiento, desde la óptica de la Filosofía Política y, por tanto; enriquecer el examen
universal sobre los problemas. Por consiguiente se hace un llamado a la viabilidad de
asimilar todo lo producido en los anales de la humanidad para aproximarnos a la
evaluación de las experiencias socialistas contemporáneas, para desentrañar la
naturaleza de las deformaciones y explicar de manera realista las causas de su
desaparición, por el régimen económico, político y espiritual que allí resultó de dicha
experiencia histórica.
A partir de tal balance es que se pueden buscar nuevas formas que tipifiquen un
accionar de poder que tienda al socialismo. En este sentido se hace perentorio revisar
nuevamente los puntos de vista de los pensadores marxistas en nuestro tiempo, pero
no sólo redescubriéndolos, sino superándolos desde la dinámica del mundo de hoy. El
marxismo pone énfasis en quiénes, cómo se debe gobernar y bajo qué condiciones
históricas puede alcanzarse la emancipación, qué identidad humana los cualifica, qué
conexiones activas de actividad vital son necesario ir instrumentando para un progreso
comunista real y no forzado. No propone para ello ni esquemas, ni principios rígidos.
Son los intereses estructurados en objetivos, envoltura ideológica y medios, los que
definen los actos en política. En este sentido Roa expresaba: “El acto político es moral
cuando traduce necesidades y aspiraciones esenciales de la vida de los pueblos. Es
inmoral, en cambio si las ignora o impide satisfacerlas” (8). Hablando en términos
concretos, es moral un acto político si se encausa a mermar o suprimir la injusticia, la
opresión, la miseria, y la ignorancia. La búsqueda de una multiplicidad de formas para
una auténtica participación social es un elemento inalienable de un Diseño político
socialista, que debe educar sus pasos en todas las esferas y muy en especial en la
correlación política-economía.
Engels, en su carta a Conrado Schmidt escribió: “La reacción del poder del Estado
sobre el Desarrollo económico puede efectuarse de tres maneras: puede proyectarse
en la misma dirección en cuyo caso este discurre más de prisa, puede ir en contra de
él (...) o puede finalmente cerrar al desarrollo económico ciertos derroteros, trazarle
imperativamente otros; caso este que se reduce en última instancia a uno de los
anteriores pero es evidente que en el segundo y tercer casos el Poder político puede
causar grandes daños al desarrollo económico y originar un derroche en masa de
fuerza y materia”(9). Con lo cual, las interrelaciones entre Economía y Política quedan
nítidamente develadas, al demandar la armonía imprescindible entre ambas esferas de
la actividad social en concordancia y coherencia con la totalidad social en las que
interactúan.
Otro aspecto del pensamiento marxista que debe prestarse atención es el referido
al Proyecto desenajenador. En Los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844,
Marx deja sentado que: “La antitesis de no propiedad y propiedad, en tanto no sea
entendida como la antitesis de trabajo y capital, sigue siendo una antitesis de
indiferencia no aprehendida en su conexión activa, su relación interna: antitesis aún no
aprehendida como contradicción. (...) Pero el trabajo, la esencia subjetiva de la
propiedad privada como exclusión de propiedad y capital-trabajo objetivo como
exclusión de trabajo- constituyen propiedad privada como su estado de contradicción
desarrollado: de ahí una relación dinámica que avanza inexorablemente hacia su
resolución"(12).
La contradicción trabajo-capital es la clave de la comprensión e incomprensión, abarca
a toda la masa de trabajadores de las más variadas procedencias sociales. Dados los
niveles alcanzados en la internacionalización del capital en la actualidad, esta
contradicción se extiende a naciones y regiones enteras del mundo, como
contradicción desarrollada y dinámica en la generación de nuevas y cada vez más
sofisticadas conexiones activas y reproductivas de su modo enajenante de subordinar
a sus apetencias a la humanidad. No es casual que Marx y Engels en el sentido
político de la evaluación del régimen capitalista esclarecieran que: “... El Gobierno del
Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de
toda la Clase burguesa", (13) a lo que se agregar: de la poderosa burguesía
transnacional.
Tales cuestiones vitales, tampoco pueden verse de forma absoluta, las condiciones
extremas de lucha por la existencia y la diversidad de intereses, provocan multiplicidad
de intereses y de organizaciones de las masas asalariadas que dificultan en extremo
el alcance de una unidad de acción contra el capital, dado que: "Esta organización
del Proletariado en clase y, por tanto, en Partido político, vuelve sin cesar a ser
socavada por la competencia entre los propios obreros".(14)
En tal sentido Marx y Engels proclaman en el Manifiesto del Partido Comunista; "Los
comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos” (15). El Partido
Comunista, es una organización nacida en el seno de la sociedad civil burguesa donde
existen intereses comunes y diversos, que pueden variar por las circunstancias. Debe
asumir la realidad de la sociedad y aprovechar cada experiencia de lucha. El partido
es una organización cambiante y alerta ante las imprescindibles modificaciones que
surgieran de la tierra a la que aferraba sus raíces.
Para Marx y Engels el partido era un producto necesario del desarrollo del movimiento
revolucionario y transformador de la clase obrera, expresión directa de su madurez
política, no de su rigidez política. Es una organización que se forma de manera
espontánea que reclama para sí "las libertades políticas, el derecho de reunión,
asociación y la libertad de prensa"(16), como sus armas más preciadas que garantizan
el desarrollo del movimiento.
Por otra parte, Marx y Engels en su teoría acerca del poder y las relaciones de los
hombres con respecto a éste, proponían como alternativa colocar los métodos de
dirección y los principios democráticos de participación directa como principal divisa.
Se precisa la relación del partido con las masas, con las organizaciones que existen y
accionan en su seno, así como, con la conservación de su espontaneidad, que
significa frescura, lozanía e independencia en su activismo.
Este aspecto ha sido uno de los más debatidos por el pensamiento marxista y, al
mismo tiempo, uno de los que peor suerte ha corrido en las experiencias socialistas
del Siglo XX, y en el proyecto latinoamericano del socialismo en Siglo XXI. Hoy a
pesar de la existencia de partidos revolucionarios y progresistas en diversos países
de Latinoamérica, no podemos afirmar que estos garantizan la unidad entre todos los
agentes implicados en el proceso social transformador. La polémica actual se torna en
la relación democracia y poder.
Sobre esta base se considera que la transición al socialismo en el Siglo XXI, debe
cuidar estos aspectos destacados por Marx para no caer en las trampas del lenguaje,
no sustituir la realidad por el buen deseo, para no errar e hipotecar el futuro, al creer
de buena fe que hacemos lo que debemos cuando aún no están claras las variables y
cambios que se precisan instrumentar en el modo de transformar y reorganizar al país,
para hacer a cada individuo realmente partícipe del proyecto y para salvar
fidedignamente todas las distancias. Es pertinente conocer el fundamento teórico
sobre el que descansa la alternativa por la que se opta, someterlo a evaluación y
crítica constante, la polémica y crecimiento perpetuo. Las esperanzas de un mundo
mejor siguen latentes, solo los hombres con su acción conjunta pueden alcanzarlo
como resultado de su propia transformación.
Referencia bibliográfica
Argentina
Los socialistas imprimirán desde entonces una impronta decisiva sobre la clase
obrera, sobre la política y la sociedad argentina, a través de una vasta actividad
política, cooperativa, sindical y cultural, que quedará plasmada en la saga fundacional
que emprenderá Justo desde finales del siglo XIX: el periódico La Vanguardia, en
1894; la Sociedad Obrera de Socorros Mutuos, en 1898; la Sociedad Luz, en
1899, para culminar en 1905 con la Cooperativa El Hogar Obrero.
En una recordada conferencia de 1902 Justo nos dará una definición del socialismo
que guiará a varias generaciones: «El socialismo es la lucha en defensa y para la
elevación del pueblo trabajador, que, guiado por la ciencia, tiende a realizar una
libre e inteligente sociedad humana, basada sobre la propiedad colectiva de los
medios de producción».
Cuando recién alumbraba la primera década del siglo, y las luchas obreras crecían
acompañadas por la represión brutal del régimen oligárquico, el Partido Socialista
logrará en 1904 su primer triunfo electoral en la persona de Alfredo Palacios, el primer
legislador socialista de América, que sintetiza el esfuerzo creador de los
parlamentarios socialistas, quienes mediante iniciativas y proyectos alumbraron el
Nuevo Derecho en la República Argentina. La aprobación de leyes como del descanso
dominical, y la protección del trabajo de mujeres y niños darían nacimiento y
andamiaje jurídico al Nuevo Derecho que surgía en la República Argentina.
La lucha por los derechos políticos llevó a que en 1912 se sancionara la ley Sáenz
Peña, que impuso el voto universal, secreto y obligatorio, poniendo fin a décadas de
fraude. A partir de entonces el Parlamento argentino será testigo de la presencia de
destacados socialistas, gigantes del pensamiento y de la acción.
En 1912, en las primeras elecciones en Capital Federal, bajo la ley Saénz Peña,
fueron electos Diputados Nacionales Juan B. Justo, Alfredo L. Palacios, obteniendo en
promedio más de 25.000 votos, aproximadamente el 20%.
A partir de 1920, año en que el socialismo contaba con diez bancas, la representación
socialista aumenta constantemente, llegando a contar con 19 diputados en los años
1928-1929. Con la escisión del «socialismo independiente» se reduce
considerablemente su presencia en el Parlamento, y para 1930 Repetto era el único
representante socialista.
Por esos años, las mujeres socialistas encabezadas por Alicia Moreau llevaron
adelante la lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres en nuestro país. El
4 de Agosto de 1903, se integra la primera mujer al Comité Ejecutivo Nacional del
Partido: María Cupayolo; y el 4 de Julio de 1904, la segunda: Gabriela Laperrieri de
Coni.
La crisis de los años ’30 produce una apertura en las filas partidarias, que se
enriquecen con el ingreso de jóvenes formados por experiencias políticas o culturales
como la Reforma Universitaria. Se incorporan al Partido Socialista, Carlos Sánchez
Viamonte, Deodoro Roca, los hermanos Orgaz, Julio V. González, Alejandro Korn,
Ernesto Giudici, entre otros. Además, se produce el reingreso al partido de Alfredo
Palacios -quien había renunciado en 1915-, que rápidamente se convierte en senador
nacional.
En 1972, una fracción del Partido Socialista Argentino, junto al Movimiento de Acción
Popular -MAPA- de Guillermo Estévez Boero y Ernesto Jaimovich, el Grupo Evolución,
y Militancia Popular, crearon el Partido Socialista Popular (PSP). El golpe militar de
1976 encontrará al PSP dividido en dos secretarias: el PSP Secretaria García Costa y
el PSP Secretaria Estévez Boero. En las internas partidarias de 1982, Estévez Boero
vence a García Costa, convirtiéndose en el secretario general de la agrupación. De
esta forma, el grupo proveniente del movimiento universitario consolidaba su
predominio partidario. En 1989 el PSP comienza una larga y fructífera trayectoria al
frente del gobierno municipal de Rosario -la segunda ciudad del país-, y en septiembre
de 1992, en Berlín, se incorpora como miembro pleno de la Internacional Socialista,
que había sido fundada en Frankfurt en 1951.
http://www.estevezboero.com.ar/contenido/publicaciones/el_socialismo_en_la_argenti
na%20_del_siglo_xxi.pdf
IV. UN NUEVO "CICLO POLÍTICO" EN LA REGIÓN SURAMERICANA
Cuando finaliza la primera década del siglo XXI se vive un nuevo "ciclo político" en
gran parte de las democracias suramericanas, con partidos o coaliciones de izquierda
o centro izquierda en el poder, lo cual ha significado, en algunos casos, una total e
inédita renovación en el comando del poder político. En América del Sur, ocho de los
diez países de la región (sin analizar a Guyana y Surinam) han llegado ha tener
gobiernos con este perfil político (o que llegaron al poder con dicho perfil): Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile(10), Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela; entre tanto, el
gobierno de Alan García en Perú, con medidas como la aprobación de un acuerdo de
libre comercio con Estados Unidos, se ha distanciado del perfil tradicional de la
izquierda latinoamericana. Entre tanto, Colombia con el gobierno de Álvaro Uribe
Vélez se ha convertido en la excepción de la reciente tendencia regional (Borsani,
2008: 45). Vale agregar que a partir del 7 de agosto de 2010 asumió la presidencia de
Colombia Juan Manuel Santos (del partido de la U) y en sus primeros meses su
gobierno ha mostrado interés en restablecer las relaciones con Ecuador y Venezuela
(que estuvieron muy deterioradas en el último cuatrienio de la administración Uribe
Vélez). Incluso el nuevo gobierno recientemente ha postulado a la ex canciller
colombiana Maria Emma Mejía como candidata para reemplazar en la Secretaría
General de la Unasur a Néstor Kirchner (ex presidente argentino, quien murió en
noviembre de 2010, víctima de un infarto).
La llegada al poder de Luiz Inácio Lula de Silva y el Partido de los Trabajadores (PT)
en Brasil, en el año 2002, constituyó un hecho de trascendencia histórica,
contribuyendo con el fortalecimiento del nuevo "ciclo político" de la democracia
latinoamericana y con el de la izquierda en particular. Sin embargo, el fragmentado
sistema partidario brasileño hizo necesaria la formación de grandes coaliciones de
gobierno con partidos que se posicionaban ideológicamente más al centro, algunos
incluso próximos a la derecha y que ya habían participado de anteriores gobiernos
(Borsani, 2008: 46). La primera coalición de gobierno de Lula da Silva, formada con
ocho partidos, fue la más amplia hasta entonces registrada en una democracia
presidencialista(13).
En Uruguay, el gobierno del Frente Amplio, que presidió Tabaré Vázquez hasta el 1 de
marzo de 2010(14) (el cual introdujo estilos y políticas que lo distinguieron de los
anteriores gobiernos de los partidos tradicionales) mantuvo en común con los
gobiernos de Bachelet y Lula da Silva una conducción política y económica atenta a
los condicionantes financieros y macroeconómicos de la economía global. No
obstante, a diferencia de la izquierda brasileña y chilena, el Frente Amplio (en sí
mismo una coalición de partidos y grupos de izquierda) obtuvo la mayoría absoluta en
las elecciones nacionales del año 2004, sin necesidad de recurrir a alianzas con los
partidos representantes del centro y la derecha uruguaya (Borsani, 2008: 46).
Alan García y el Partido Aprista Peruano (PAP) volvieron al poder en Perú, con un
discurso diferente al de su primer gobierno (1985-1990), posicionándose en la centro-
izquierda y nítidamente diferenciado de otros sectores de la izquierda peruana más
radicales. La gestión del gobierno de García, con medidas como la aprobación de un
acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, lo han distanciado aún más del perfil
tradicional de la izquierda latinoamericana y de su anterior gestión presidencial.
En Bolivia, Evo Morales llegó al poder al frente del Movimiento al Socialismo (MAS)
teniendo como bandera la defensa de los derechos de la población indígena,
sumándole, al igual que el presidente venezolano Hugo Chávez, las propuestas de
nacionalización y el discurso anti-imperialista. En Ecuador, el país de mayor
inestabilidad política en la región, Rafael Correa también llegó al gobierno con un
discurso de marcado perfil nacionalista y anti-imperialista, y con apoyo mayoritario de
la población indígena, aspecto que tiene en común con el gobierno de Morales en
Bolivia (Borsani, 2008: 47).
Otra visión distinta tiene que ver con la dificultad para alcanzar una "percepción
común" dentro del Mercosur sobre las relaciones externas del bloque. Es decir, las
relaciones conflictivas de Hugo Chávez con Estados Unidos, sus tensiones
intermitentes con países suramericanos, como Colombia y Perú, se constituirían en un
problema para el bloque. En este plano, es complejo compatibilizar la agresividad de
la política externa venezolana con la estrategia comercial externa del bloque del cono
sur. El Mercosur suscribió un acuerdo de libre comercio con los países andinos y,
además, el supuesto de no tener una agenda de negociaciones comerciales con
Estados Unidos podría convertirse en un inconveniente, teniendo presente que
Washington está reorganizando gran parte de sus relaciones comerciales con América
Latina a través de los tratados de libre comercio (Gomes y Briceño, 2009: 164).
Por otra parte, tanto Argentina como Brasil, cada uno a medida que ha avanzado dicho
proceso de integración han desarrollado percepciones diferentes sobre el bloque
subregional. En Argentina ha existido la prevención desde el punto de vista político
con el proceso de integración del Mercosur, debido a las diferentes interpretaciones
que se tienen sobre el papel que desempeña Brasil en las relaciones internacionales
de la región.
Las percepciones y expectativas diferentes entre los países miembros del Mercosur,
las cuales tienen que ver con lo económico y con lo político-ideológico, dificultan un
mayor avance en el propósito de alcanzar una integración regional. La llegada al
poder de los gobiernos de izquierda en América Latina no generó necesariamente
alineamientos automáticos, pues esos mismos gobiernos tienden a ser más sensibles
a la hora de atender las demandas de sus respectivas sociedades,
independientemente del efecto que sus determinaciones puedan generar en los
procesos de integración regional (Vigevani y Ramanzini, 2009: 92).
Para el caso de Brasil, en virtud a la base social original del actual presidente Lula da
Silva, su gobierno podría representar una mayor apertura a la integración regional.
Los partidos que le dan sustento, en particular el Partido de los Trabajadores (PT), han
sido tradicionalmente favorables a ella. Aunque en el gobierno de Lula da Silva se
alcanzó a percibir cierta preocupación por los límites del formato de integración
subregional, ésta no parece suficiente como para superar las debilidades
estructurales(18).
Los hechos parecen demostrarlo: cuando más se habla de integración, surgen más
discordias bilaterales en toda Suramérica. Además, los diferentes enfoques existentes
acerca de los caminos que se deben recorrer para buscar el desarrollo también
generan problemas de difícil solución. Seguidamente, el hecho de adjetivar el tipo de
integración se ha convertido en un obstáculo para la comunidad regional y, en
ocasiones, ha generado más disensos que consensos.
https://revistas.unal.edu.co/index.php/anpol/article/download/43699/45509
2. https://www.redalyc.org/pdf/927/92731211006.pdf