El Conocimiento de Jesucristo
El Conocimiento de Jesucristo
El Conocimiento de Jesucristo
(Sermón)
Las personas a quienes les fueron escritas estas palabras, eran los miembros de
la iglesia en Corinto; quienes, al parecer por el correr del capítulo, estaban no
solo divididos en distintas sectas, por unos que decían “yo soy de Pablo, y otros,
yo soy de Apolos”, sino que también tenían hombres entre ellos, quienes estaban
tan llenos de sabiduría mundana, y eran tan sabios a sus propios ojos, que
menospreciaban la simpleza del evangelio, y consideraban una tontera las
predicas del Apóstol.
Una resolución digna del apóstol San Pablo; y no menos digna ni menos
necesaria para cada ministro, y discípulo de Cristo, para realizarla todos los días
y hasta el fin del mundo.
1) Primero. Que significa “no saber nada sino a Jesucristo, y a éste crucificado”
2) Segundo. Dar algunas razones del porqué cada cristiano debe determinarse a
no saber otra cosa. Y,
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se haya ahora en sí mismo, sino que debe de haber caído de lo que en realidad
era. Y ya que (los hombres) no se ajustan a la bondad y justicia de Dios, traen el
castigo a toda la raza humana con estos trastornos más que por nada; y desde
que los hombres trajeron consigo este trastorno al mundo; se sigue en que, así
como todavía siendo incapaces de pecar por sí mismos, aun no habiendo nacido,
el pecado de otro hombre tuvo que haberles sido imputado; de donde, como de
una fuente, todas estos males fluyen.
Pero esto es enteramente aclarado con lo dicho con anterioridad, que ni bien el
pecado había sido imputado, Cristo fue revelado; y este es Cristo, este es Dios
encarnado, quien fue concebido por el Espíritu Santo, para que pudiera estar
libre de la culpabilidad de nuestro pecado original (de origen); nacido de la virgen
María, para que pueda ser de la simiente de la mujer únicamente; quien sufrió
(Jesús) bajo Poncio Pilato, un gobernador del pueblo gentil, para completar las
profecías, las cuales declaraban acerca de la muerte que habría de padecer. Este
mismo Jesús, quien fue crucificado en debilidad, más resucitado en poder, es
aquella persona divina, Emanuel, Dios con nosotros, a quien predicamos, en
quien creéis, y a quién el Apóstol, en el texto, se determinó a saber (conocer)
únicamente.
Por lo que la letra cuenta, no hemos de comprender aquí más que un mero hecho
histórico. Para saber que Cristo fue crucificado por sus enemigos en Jerusalén,
de este modo, eso no nos haría más provecho que saber que Cesar fue masacrado
por sus amigos en Roma. Pero por lo que de la obra se sabe, significa conocer
(conocerlo), a fin de aprobar de Él; como cuando Cristo dice: “De cierto os digo
que no os conozco”. Dice no os conozco, con el fin de probarlo a usted. Significa
conocerlo a Él, así como aferrarse a Él en todos sus oficios, para que sea nuestro
profeta, sacerdote, y rey; así como entregarnos a nosotros mismos por completo
para ser instruidos, salvados, y gobernados por Él. Esto implica un conocimiento
experimental de su crucifixión, hasta sentir su poder, y estar crucificado para
este mundo, como el Apóstol explica de sí mismo en la epístola a los Filipenses,
donde dice: “tengo todo por basura y escoria, a fin de conocerle a Él, y al poder de
su resurrección” (Fil.3:8,10).
El Apóstol se hallaba tan absorbido por este conocimiento, que se determinó a no
saber nada más; decidió convertirlo en su único tema de estudio, en el principio
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gobernante de su vida, el principio y final en el cual todos sus pensamientos,
palabras, y acciones, debían centrarse.
2) En segundo lugar, pasaré a dar unas razones de porque cada cristiano, como
el Apóstol, debería proponerse “no saber nada sino a Jesucristo, y a éste
crucificado”
Primero, sin esto, no seremos aceptos ante los ojos de Dios. “Esto (y
consecuentemente esto solo) es vida eterna, conocerlo a Él, al único Dios
verdadero, y a Jesucristo a quien ha enviado”. Como también dice S.Pedro;
“porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos
ser salvos, sino el de Jesucristo”.
Algunos, de hecho, se complacen con la sabiduría de este mundo, otros alaban el
conocimiento de un gran número de idiomas; más podríamos hablar lenguas de
hombres y angelicales, o conocer el número de las estrellas, e incluso llamarlas a
todas por su nombre; pero sin el conocimiento experimental de Jesucristo, y éste
crucificado, todo eso no nos serviría de nada.
Lo primero, sin duda, puede darnos un poco de honor, del honor que viene de los
hombres; pero solo este último conocimiento puede hacernos aceptos a los ojos
de Dios. Si somos ignorantes de Cristo, Dios será fuego consumidor para
nosotros.
“Cristo es el camino, la verdad y la vida, y nadie viene al Padre sino es por Él”, “Él
es el cordero que fue inmolado desde antes de la fundación del mundo” y nadie
jamás fue, ni nunca nadie será recibido arriba en la gloria, sino por la aplicación
experimental de los méritos de Cristo en sus corazones.
También podríamos pensar en reconstruir la torre de Babel, o tratar de alcanzar
el cielo con nuestras manos, así como imaginar que podríamos entrar por
cualquier otra puerta, fuera del conocimiento de Cristo Jesús. Otros
conocimientos pueden hacerte sabio ante tus propios ojos y dejarte bien
henchido; pero solo el conocimiento de Cristo edifica y hace sabios para
salvación.
En tanto que el cristiano más humilde sepa esto, a pesar de no saber nada más,
será acepto; así también, el más grande maestro en Israel, el enseñador más
letrado, sin esto, será rechazado. Su filosofía será un mero sin sentido, su
sabiduría, pura necedad ante los ojos de Dios.
El escritor de la carta que nos ocupa (Pablo), fue un notable ejemplo de esto; tal
vez nunca fue un gran estudioso en lo que el mundo llama un buen aprendizaje,
pero de él se dice: por cuanto fue instruido a los pies de Gamaliel, y se benefició
en el conocimiento de los libros, así también como en el de la religión judía, y al
parecer, por encima de muchos semejantes, en el lenguaje, en la retórica y en el
espíritu de sus escritos; y aun así, cuando vino a saber lo que significaba ser un
cristiano, “tuvo todo como perdida para poder ganar a Cristo”. Y sin embrago,
ahora estaba en Corinto, aquel ponderable trono de aprendizaje, de todas formas,
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él estaba determinado a no saber nada más, o a hacer nada de todos sus
estudios, excepto de aquel que le enseñó a conocer a Jesucristo, y a éste
crucificado.
¡Pero ay! Cuanto debe de sorprender a un hombre, cuando el Altísimo está por
arrebatar su alma, pensar que ha pasado por un hombre sabio, y un aprendido
disputador en este siglo, y sin embargo se quedara desprovisto del conocimiento
con el cual únicamente puede presentarse con denuedo ante el tribunal de
Cristo. Cuanto debe de afligirle, en un estado futuro, al ver a otros, que el
despreciaba como a analfabetos, exaltados a la diestra de Dios, porque conocían
experimentalmente a Jesucristo, y a éste crucificado. Y él mismo, con todos sus
finos logros, porque sabía cada cosa, excepto Cristo, es echado al infierno.
Bien podría el Apóstol, en un santo triunfo, clamar: “¿A dónde está el sabio?
¿Dónde está el escriba?, ¿dónde está el disputador de este siglo?” Ya que Dios
enloqueció la sabiduría de este siglo, e hizo nada de la sabiduría de aquellos que
eran sabios en sus propios ojos.
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corazones de tantos incrédulos, dejándolos reacios a someterse a la justicia, la
cual es de Dios mediante la fe en Jesucristo?
Segundo, sin este conocimiento, tanto nuestros actos, como nuestras mismas
personas, no serán aceptas ante los ojos de Dios.
“Por medio de la fe”, dijo el Apóstol, es decir, a través de una fe viva en el
Mediador para llegar, “Abel ofreció más excelente sacrificio que Caín”. Y esto es a
través de la fe, o un conocimiento experimental del mismo Mediador divino, que
nuestros sacrificios de oración, alabanzas, y acciones de gracias suben como
incienso ante el trono de gracia.
Puede que dos personas vayan al templo a orar; pero solo uno volvió justificado,
aquel que sinceramente elevó sus oraciones a través de nuestro Señor Jesucristo.
Para esto es esta gran expiación, este sacrificio todo suficiente, el cual, de manera
única (como ningún otro), puede darnos la confianza para acercarnos con
nuestras oraciones al Santo de los santos: y el que se atreva a ir sin esto, comete
nuevamente el crimen de Coré; ofrece a Dios fuego extraño, y en consecuencia,
será rechazado por Él.
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Padre, por cuanto proceden del principio de una nueva criatura, y como
conocimiento práctico de, o fe viva en su amado Hijo.
Digo, determinar; porque, al menos que primero se siente, y estime los costos,
desde una sólida convicción de que la excelencia de esto es por sobre cualquier
otro conocimiento, sea cual sea, y se resuelvan a hacer de esto su principal punto
de estudio, su único fin, y su única cosa necesaria, cada frívola tentación tratará
de desviarlos de semejante búsqueda.
Sus amigos y conocidos carnales, y, sobre todo, su gran adversario el diablo,
tratarán de persuadirle a que se determine a no saber nada, sino solo a cómo
atesorar los bienes por varios años, e instarlo a que pruebe y obtenga un
conocimiento en la vanidad de vanidades de este mundo perverso. Más tu
determínate a no seguir, o a no dejarte guiar por ellos; y cuanto más quieran
persuadirte de seguir otras cosas, entonces más determínate tú a no saber nada,
sino a Jesucristo, y a éste crucificado.”
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Pues, este conocimiento nunca deja de ser. Ya sea que tengamos riquezas,
fallarán; ya sea lo que tengamos lo más espléndido, cesará; ya sea que sean
vanidades, se desvanecerán: pero el conocimiento de Jesucristo, y éste
crucificado, permanece para siempre.
Así que, puede que ignore cualquier cosa, pero no sea ignorante en cuanto a esto.
Si usted conoce a Cristo, y a éste crucificado, suponiendo que no sabe otra cosa,
sabe lo suficiente para ser feliz; y sin esto, todos tus otros conocimientos no
podrán salvarte de ser un miserable (desdichado) por la eternidad.
Entonces, seremos felices, inefablemente felices, aun aquí, así será con nosotros.
Y lo que es infinitamente mejor, cuando otros que nos despreciaban estén
llamando a las montañas para que se derrumben sobre ellos, y a las colinas para
que los cubran, nosotros seremos exaltados para sentarnos a la diestra de Dios, y
brillar como el sol en el firmamento, en el reino de nuestro adorable Redentor, por
los siglos de los siglos.
Fin.
Notas finales:
Traducido del original en inglés: “The Knowledge of Jesus Christ the Best
Knowledge”, sermón nro 45 del libro digital “Selected sermons of George
Whitefield”.