Reevaluación Del Sitio Cerro La Cruz - Andrea Martínez
Reevaluación Del Sitio Cerro La Cruz - Andrea Martínez
Reevaluación Del Sitio Cerro La Cruz - Andrea Martínez
A mis colegas Daniel Pascual, Carolina Belmar, Javiera Letelier y María Teresa
Plaza, analistas del sitio, mis más sinceros agradecimiento por toda la información
compartida.
A todos aquellos que colaboraron en la excavación del sitio y los que de alguna u
otra forma aportaron en el desarrollo de este estudio, en especial a mi colega y
amiga María Albán por sus comentarios, conversaciones y bibliografía compartida.
Y finalmente dedico este trabajo a toda mi Familia, en especial a mis padres por
confiar siempre en mis decisiones, y a mis hermanas por apoyarlas.
1
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………. 5
CAPÍTULO I: ANTECEDENTES……………………………………………………… 7
1. El Inca en Chile Central 7
2. El Inca en el Valle de Aconcagua 9
3. Sitio Cerro La Cruz 13
3.1 Descubrimiento y estudio del Sitio 14
2
CAPÍTULO VI: ANÁLISIS DEL MATERIAL CERÁMICO………………………….. 41
1. Caracterización general de la Cerámica 41
2. Cerámica No Decorada 42
2.1 Cuerpos 42
a. Pulidos y Pulidos parciales 44
b. Alisado y escobillado 44
c. Erosionados 45
2.2 Bordes 45
2.3 Cuellos 47
2.4 Inserción de Asa 49
2.5 Formas Múltiples 49
2.6 Caracterización General de la Cerámica No Decorada 50
3. Cerámica Decorada 53
3.1 Cerámica Inca Local 53
a. Aríbalos 54
b. Platos Payos 56
c. Otras formas 58
3.2 Cerámica Diaguita Fase Inca 59
a. Escudillas 59
b. Vasijas Restringidas 60
3.3 Cerámica Tipo Aconcagua Salmón 61
a. Escudilla 61
b. Vasijas Restringidas 64
3.4 Cerámica Local Fase Inca 66
a. Escudilla 66
b. Vasijas Restringidas 68
3.5 Cerámica Engobada 68
a. Vasijas No Restringidas 69
b. Vasija Restringidas 70
c. Fragmentos categoría de Vasija Indeterminada 71
3.6 Caracterización general de Cerámica Decorada 71
3
4. Instrumentos y Adornos 75
4
INTRODUCCIÓN
La presente Memoria de Título busca redefinir la función del sitio Cerro La Cruz
dentro de las estrategias de dominio implementadas por el Tawantinsuyu en el
curso medio del río Aconcagua. Este sitio, ubicado en la ciudad de Catemu (V
región), fue propuesto como un enclave económico administrativo incaico y posible
centro metalúrgico por Rodríguez y equipo (1992, 1993) a principio de la década
de los ‘90. Nuevos análisis de los materiales llevan a cuestionar esta tesis y a
reestudiar el sitio. Retomaremos el estudio del sitio a partir de una línea teórica
(Sánchez 2001-2002; Sánchez 2004; Sánchez y Troncoso 2008; Troncoso et al.
2008) que propone las estrategias de dominio simbólico como el modo político
más comúnmente utilizado por el Inca para la integración de nuevas poblaciones
al Tawantinsuyu. Se postula que el sitio Cerro La Cruz se constituiría como un
lugar propicio para la congregación social donde, a través de ritos y fiestas, se
llevarían a cabo las negociaciones políticas pertinentes para la incorporación de
poblaciones locales a la esfera incaica. Nuestro trabajo se centrará en el análisis
cerámico y espacial del sitio, contrastando los resultados con la información
obtenida del análisis de otras materialidades.
5
y su organización espacial, para finalmente en el Capítulo IX, discutir todos los
resultados y plantear las conclusiones finales de esta investigación.
6
CAPÍTULO I
ANTECEDENTES
7
las estrategias y motivaciones del Inca por este territorio (dominio), el carácter de
las relaciones o interacciones que establecieron los Incas con las poblaciones
locales (dinámicas), y por último, la frontera meridional del Tawantinsuyu y su
cronología de expansión.
Sobre las estrategias de dominio del Tawantinsuyu, Llagostera (1976) propone
que en zonas donde los grupos locales no practicaban el esquema archipielágico,
el Inca tuvo que ejercer control en forma separada sometiendo directamente a las
etnias de cada localidad. Coherente con lo anterior, Silva (1985) plantea que en
zonas alejadas del Imperio se generaría un dominio selectivo, enfocado
especialmente en recursos minerales, los cuales constituirían enclaves personales
del Sapan Inca y su linaje, y no del Estado en general. En cuanto a las
interacciones y relaciones que establecieron los Incas con las poblaciones locales,
León (1983) observa que en la zona de Chile Central las instituciones estatales se
habrían dado de una forma débil debido a la resistencia y belicosidad de las
poblaciones locales, generando asentamientos con caracteres de fortaleza.
Aunando los postulados de Silva (dominio selectivo) y León (beligerancia de la
población local), González (2000) plantea una hipótesis mayor, una ‘ocupación
diferenciada’ del Inca en Chile Central, a partir de la idea de que las conquistas
Incas dependerían de la belicosidad de la población local, produciendo una
ocupación discontinua. Ahora bien, existen otras miradas, como las de Shaedel y
Medina (1976 Ms. en Stehberg 1976) que enfatizan más lo agrícola que los
recursos minerales, sin desatender el carácter de fortaleza de los asentamientos
incaicos. En el caso del Pucará de Chena proponen que correspondería a un
refugio defensivo de los agricultores del valle (Familia Incas), en caso de ataque
de los indígenas vecinos (1976 Ms. en Stehberg 1976).
Desde la década de los ‘90 en adelante el incremento de hallazgos arqueológicos
incaico, más el desarrollo de la disciplina, ha generado la aparición de opiniones
más críticas que han cambiado el escenario en relación al problema del dominio
incaico en Chile Central, y la relación del Tawantinsuyu con las poblaciones
locales (Uribe 1999-2000). Se critica principalmente el énfasis militarista y
economicista de las interpretaciones existentes para la presencia Inca en esta
8
zona (González 2000, Sánchez 2001-2002, Uribe 1999-2000). Sánchez (2001-
2002), contrariando a Llagostera (1976), propone que en Chile Central se habría
dado una estrategia de ‘dominio indirecto’ gracias a la interrelación que ya
mantenían ‘etnias’ foráneas con los locales. Asimismo, Sánchez (2001-2002) y
Uribe (1999-2000) observan que las estrategias de dominio Inca no se estarían
dando por lo militar, sino por estrategias estatales de carácter ceremonial
utilizadas en todo el imperio, con prácticas de gran eficacia simbólica (santuarios
de alturas y wakas). Al contrario de Silva, Uribe (1999-2000) propone que en Chile
Central se habrían implementado las mismas estrategias de dominios que en las
zonas más septentrionales de influencia Incaica, eliminando el carácter singular de
esta región, percibidos por otros autores.
Si bien, ha renacido el estudio del Inca en Chile Central en las últimas décadas, y
han emanado diversas propuestas y estudios, aún queda bastante por conocer e
interrogantes que contestar respecto a la presencia del Tawantinsuyu en estas
tierras meridionales. Hoy se sabe que el Inca llegó más allá del Cachapoal y que
su ocupación en Chile Central sería, al parecer, más temprana que la propuesta
por la Etnohistoria, retrotrayendo el inicio de la presencia del Tawantinsuyu
alrededor de 1.400 d.C (González 2000, Sánchez 2001-2002, Uribe 1999-2000).
También se comienza a dejar atrás la percepción militarista y economicista del
dominio Incaico, abriendo puertas a nuevas explicaciones. Dentro de las
problemáticas de la presencia Incaica en Chile Central, esta memoria busca
aportar en la comprensión de las estrategias de dominio que el Estado implementó
sobre este territorio a partir del estudio de un sitio, que entendemos, cumplió una
función importante en este contexto.
9
aislados (Durán y Coros 1991; Sanguinetti 1975; Rodríguez et al. 1993; Stehberg
1995; Stehberg y Sotomayor 1999; Stehberg et al. 1998; Garceau et al. 2007;
Garceau 2009; entre otros) y rescates arqueológicos, los cuales han entregado
una rica base documental.
La investigación del Inca en el Valle de Aconcagua se ha desarrollado en torno a
la excavación e interpretación principalmente de sitios con arquitectura (tambos,
centros administrativos y pucaras), santuario de altura, espacios fúnebres, red vial
(Qhapaqñam) y arte rupestre; sugiriendo la presencia de diferentes funciones
estatales en la zona. Los principales sitios con arquitectura monumental
documentados para el valle de Aconcagua son: Pucará el Tártaro (Sánchez 2001-
2002; Sánchez et al. 2000), el Complejo Arquitectónico Cerro Mercachas (Coros y
Coros 2001; Sanguinetti 1975; Sánchez 2001-2002; Stehberg y Sotomayor 1999),
Tambo El Tigre y Tambo Ojos de Agua (Coros y Coros 1999; Garceau et al. 2007;
Garceau 2009), todos en el curso superior del Aconcagua; Cerro La Cruz
(Rodríguez et al. 1992,1993) en su curso medio; y Cerro El Mauco (Stehberg
1994; Stehberg y Sotomayor 1999) en su curso inferior (ver Anexo 1 Lámina 1).
Existe, además, una variedad de sitios habitacionales donde destaca El Castillo
ubicado en el curso superior, donde, si bien no ha sido posible confirmar la
existencia de estructuras arquitectónicas, presenta una importante cantidad de
fragmentería cerámica asignable al período Tardío que ha llevado a entenderlo,
hasta ahora, como tambo o centro administrativo (Sánchez et al. 1999; Sánchez
2001-2002). Entre los sitios de carácter monumental destaca la presencia del
santuario de altura en el cerro Aconcagua que da cuenta de la realización del ritual
de la capacocha en la zona (Schobinger 1986), lo que sugiere un interés del
estado Inca por sacralizar ciertos espacios reconocidos y visibles con conductas
ceremoniales.
Se reconocen, también, sitios funerarios, como: El Triunfo en San Esteban (Durán
y Coros 1991); Santa Rosa (Sanguinetti 1975; Pavlovic y Sánchez 2003), El
Guindo (Ramírez 1990) cerca del Complejo Arquitectónico Cerro Mercachas, los
cementerios de túmulos de Bellavista en San Felipe, las tumbas de El Sauce
(Coros y Coros 1999) y Primera Quebrada (Coros y Coros 1999; Sánchez 2001-
10
2002). Destaca, para este estudio, el sitio Villa Cardenal Silva Henríquez
(Troncoso et al. 2006; Pavlovic et al. 2006), ubicado en Catemu y cercano al Cerro
La Cruz, que presenta entierros humanos y ofrendas correspondientes a
poblaciones del Período Intermedio Tardío (PIT) y Tardío (PT), con algunas
ofrendas diaguitas-incas. Al igual que éste, muchos de estos sitios están siendo
ocupados desde el PIT, mientras otros responden exclusivamente a ocupaciones
Tardías. En cuanto a la red vial (Qhapaqñam), se propone la existencia de una
ruta Longitudinal, del norte chico hacia el valle del Aconcagua, y una Transversal
proveniente desde Argentina (Rivera y Hyslop 1984 en Stehberg 1995), que
conectarían todos los sitios Incas mencionados. Recientes estudios arqueológicos
(Sánchez et al. 2006) proponen que el camino Longitudinal pasaría, de norte a sur,
por el pucará El Tártaro del valle de Putaendo, continuando por Piguchén, el
Tambo El Tigre y la localidad El Tambo, cruzando luego el río Aconcagua hasta la
localidad de Curimón, donde finalmente llegaría al sitio El Castillo, que se
constituiría como un eje articulador de camino Longitudinal con el Transversal del
valle de Aconcagua. Este último camino no se encuentra estudiado
completamente, pero constituiría un ramal que uniría Aconcagua con Uspallata,
pasando por Tambos Ojos de Agua por este lado de la cordillera, continuando por
los sitios Tambillos, Ranchillos y Tambillitos, allende los Andes en la provincia de
Mendoza (Argentina) (Garceau 2009). Y finalmente, dentro del arte rupestre se
reconocen dos estilos para la región; proponiendo al Estilo II en asociación directa
con el Tawantinsuyu (Troncoso 1998), expresión que sugeriría la idea de
fundación de un nuevo espacio con claras connotaciones apropiativas y políticas
(Sánchez et al. 2000).
Previo a los estudios sistemáticos de los años ‘90 la mayoría de los sitios de
arquitectura monumental, tanto como para el Aconcagua como en Chile Central
(ver Housse 1961), eran funcionales a una visión militar de la presencia Inca en la
zona, proponiendo a la mayoría de éstos como asentamientos fortificados y
defensivos. Para León, incluso, muchos de estas fortaleza habrían sido construido
por los “indios de Chile” como centros de “resistencia aborigen contra los Incas”
(León 1983:105). Para la región del Aconcagua, este autor (León 1983) propone
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que la llegada del Inca habría sido muy conflictiva; entiende que su expansión se
habría dado de manera débil, lenta y gradual, debido a la gran belicosidad de las
poblaciones locales. Si bien Silva (1985), concuerda con la propuesta de León,
plantea que habrían sido los Diaguitas quienes conquistaron, bajo orden inca, el
valle de Chile, en búsqueda de yacimientos minerales o de piedras semi
preciosas. Habrían sido los mitimaes diaguita quienes debieron lidiar con la
resistencia local. Así, dentro de la región habrían coexistido, grupos incaizado y
grupos libres (Silva 1985).
Estas ideas, fundamentadas principalmente en documentos históricos, fueron
guías en los trabajos arqueológicos iniciales en el valle de Aconcagua. Sin
embargo, el avance de la arqueología en estos últimos 20 años ha dado luces a
nuevas explicaciones para la expansión Incaica en esta zona meridional de su
imperio. La variabilidad de sitios con arquitectura demuestra que el Inca no se
habría presentado como un conjunto homogéneo, sino más bien, como una
estructura articulada, utilizando selectiva y discontinuamente el espacio (Sánchez
2001-2002). Estos sitios tendrían en común estar intercomunicados por la red vial
incaica, ocupando de forma discontinua el territorio, contiguos o interdigitados con
territorios de la cultura local, pero claramente segregados de ellos (Sánchez 2001-
2002).
Para Sánchez, siguiendo a Ziólkowski (1996 en Sánchez 2001-2002), el
Tawantinsuyu correspondería a un “Estado Temprano en Transición”, es decir,
mantendría jerarquía basadas en el parentesco, pero a la vez presentaría el
surgimiento de una administración burocrática independiente. Su rápida expansión
respondería a “capacidades socio-técnicas de la elite Inca” para manipular
mecanismos ya existentes en el mundo andino. En el caso específico del
Aconcagua, plantea que las relaciones entre grupos locales y diaguitas se estarían
dando desde el PIT, contrario a la propuesta de Silva, que sitúa la llegada de este
último grupo junto al Tawantinsuyu. El Inca aprovecharía estas relaciones ya
existentes, junto al sustrato andino común entre Incas y Diaguitas, permitiendo la
integración (Sánchez 2000a, 2000b, 2001-2002, 2004). Así reutilizaría espacios
locales de alta significancia simbólica (inclusión), a la vez que desplegaría un
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conjunto de diferencias a modo de imponer distancia respecto al entorno material
que lo rodea (exclusión) (Sánchez y Troncoso 2008). La presencia del santuario
de altura y wakas, junto con la evidencia de un nuevo estilo de arte rupestre,
darían cuenta de la importancia que tiene dentro de las estrategias Inca la
sacralización y reutilización de los espacios, lo que podría demostrar la utilización
de una estrategia simbólica para dominar a las poblaciones locales, estableciendo
su hegemonía en lugares considerados sagrados para ellos y para las poblaciones
locales (Sánchez y Troncoso 2008).
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posible plaza intramuros (Plaza Intramuros 1), enmarcada por un muro perimetral
de piedras. Adosado a éste último muro, al sur, se presenta una segunda plaza,
de dimensiones más reducidas (Plaza Intramuros 2). Estas áreas se dividen por la
Cruz de madera, ubicada en el sector más prominente del plano inferior (Letelier
2010; Rodríguez et al. 1992, 1993). Todas las estructuras fueron construidas
aprovechando las rocas y cantos angulosos del mismo cerro, las que se presentan
ya sea por despeje o desprendimiento de material de afloramientos rocosos,
dándose también la presencia de grandes bloques in situ (Letelier 2010;
Rodríguez et al. 1992, 1993).
Desde el cerro es posible observar una vasta extensión del curso medio del
Aconcagua y, a su vez, el cerro es visible desde diversos lugares del valle, lo que
podría hablar de una posición estratégica del asentamiento (Ver Anexo 1 Lámina
5). Además no presenta demasiada altura (sólo 487 m.s.n.m.) ni laderas abruptas,
lo que permite un fácil acceso desde el valle (450 m.s.n.m. promedio). La
conservación del sitio se vio alterada por la construcción de dos canales de
regadío que atraviesan el cerro a diferentes alturas de su ladera. Además, en la
actualidad, existe una calle de tránsito vehicular inmediatamente a los pies del
cerro. Por la altura y pendiente, posee fácil acceso para el tránsito peatonal y de
animales (principalmente caprinos), generando pisoteos que influyen en el proceso
de formación de sitio.
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históricos y etnohistórico que respaldaran la existencia de este sitio incásico
(Rodríguez et al. 1992). Excavaron un total aproximado de 61,2m2. Dieron cuenta
de una sola ocupación con diversos focos de actividad al interior de los muros:
pequeños fogones, grandes fogones y basureros. Caracterizaron los fogones
como quemas sin delimitación estructural, vinculando a los primeros con actividad
doméstica de reducidas dimensiones y profundidad, presentando restos óseos de
camélido, baja cantidad de material lítico y cerámico. En cambio, los segundos son
fogones de amplias dimensiones, con abundante carbón, restos óseos animal,
restos malacológico, semillas carbonizadas, bastante material cerámico, líticos y
adornos metálicos. Por último, los basureros son caracterizados como áreas de
desecho ubicados en asociación directa con los fogones, presentando registro
material semejante a los grandes fogones, pero en menor cantidad (Rodríguez et
al. 1993).
Recuperaron mayoritariamente fragmentería cerámica, identificando la presencia
de ollas, jarros y escudillas entre los fragmentos no decorados. Entre la asignación
cultural de los fragmentos decorados, se reconoce la presencia de lo Aconcagua,
entendida como lo local, y lo Diaguita Inca, como de origen externo. Las formas
reconocidas dentro de este conjunto son: platos, aribaloides, escudillas bajas y
jarros de base plana y paredes rectas (Rodríguez et al. 1993). Otra materialidad
de importante presencia son los elementos formatizados metalúrgicos hallados en
el sitio, entre los que destacan hachas de cobre, láminas de plata, pequeños
cinceles, punzones de sección cuadrangular, aros de doble espiral de cobre y una
campanilla plegada de cobre. A esta evidencia se asociaría, también, el hallazgo
de una supuesta huaira en la ladera oriente del cerro.
Entre el material lítico recuperado, se observa la presencia de dos grupos de
artefactos líticos: piqueteado-pulido y líticos tallados. Dentro del primer grupo hay
manos de moler, molinos, percutores, trituradores, fragmento de clava, fragmento
de flauta de pan, y muchas cuentas de collar discoidales y tubulares. Dentro del
segundo grupo hay guijarros con astillamiento, tajadores, cepillos, lascas con
modificaciones, bastantes puntas de proyectil y desecho de retoque secundarios
de artefactos (Rodríguez et al. 1992, 1993). A partir de ello se propone que la
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actividad de elaboración local de instrumentos es muy escasa y, tal vez, mucho de
ellos tuvieron una manufactura alóctona, siendo posteriormente llevado al sitio
(Rodríguez et al. 1992).
Finalmente, entre los restos orgánicos, se identificaron: restos óseo animal,
correspondiente a camélidos con huella de faenamiento; valva de moluscos,
correspondiente a restos de Choromitylus sp. y Concholepas concholepas; y
semillas, correspondiente a Zea mays (maíz), Chenopodium quinoa (quínoa) y
Phaseolus sp. (Porotos) (Rodríguez et al. 1992).
A partir de lo anterior, más la revisión historiográfica de crónicas en la región, el
equipo de investigadores concluye que existen al menos tres poblaciones
humanas que convivieron de manera simultánea e ininterrumpida en el sitio: los
grupos Aconcagua locales, población proveniente del Norte Chico representada
por los mitimaes Diaguita y población Inca. En cuanto a la cronología, la batería de
fechados TL arrojaron fechas que van desde el 1285 d.C., pasando por el 1390
d.C., para agruparse con dos precisiones absolutas en el 1430 d.C.; con un rango
de ocupación de 145 años. Se concluye, entonces, que el sitio sería anterior a
1473 d.C., año indicado por la historiografía tradicional como el arribo del Inca a
Chile (sensu Rowe 1945, 1946).
Finalmente, se propone que el sitio Cerro La Cruz constituiría “una sede o enclave
en la que se domiciliaron burócratas incaicos junto a mitimaes diaguitas para
ejercer funciones administrativa sobre las poblaciones y territorios de un sector de
otrora denominado “Valle de Chile”” (Rodríguez et al. 1992: 102), y que a su vez
se asociaría al centro Inca que según la etnohistoria se hallaría en Quillota
(Rodríguez et al. 1992). Además proponen que este sitio se constituiría también
como un posible ‘centro metalúrgico’, debido a la gran cantidad de objetos de
metal hallados en la excavación (aros, hachas, placas de plata, etc.) y la presencia
de escoria y una posible huaira descrita en el sitio por Rodríguez (et al. 1992).
Para una época en que toda evidencia arqueológica de tiempo Inca era vista bajo
el prisma del militarismo imperial, proponer una nueva funcionalidad, asociada a la
administración y economía del Tawantinsuyu, resultaba todo un avance. Sin
embargo, las primeras críticas a esta propuesta comienzan a surgir recién en el
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año 2008, con el reanálisis de los objetos de metal y las escorias recuperadas del
sitio, llevada a cabo por María Teresa Plaza en su práctica profesional (Plaza
2008). Las escorias resultaron no ser tal. Por tanto, no existiría evidencia de
fundición en el sitio, dejando afuera la propuesta del ‘centro metalúrgico’. A estas
críticas se suma que las conclusiones entregadas por el equipo de Rodríguez se
fundamentaron principalmente en documentos históricos, no haciendo hincapié en
la información entregada por los restos materiales recuperados del sitio. En este
contexto este trabajo intenta comprender la funcionalidad del sitio a partir
fundamentalmente de la materialidad cultural y bajo el prisma de una nueva línea
teórica que propone las estrategias de dominio simbólico como el modo político
más comúnmente utilizado por el Inca para la integración de nuevas poblaciones
al Tawantinsuyu (Sánchez 2001-2002; Sánchez 2004; Sánchez y Troncoso 2008;
Troncoso et al. 2008).
17
CAPÍTULO II
REEVALUACIÓN DEL SITIO
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Y OBJETIVOS
Como comentábamos, el reestudio del Cerro La Cruz, trajo consigo una nueva
perspectiva del sitio, cuestionando la propuesta del equipo de Rodríguez respecto
su función. Este cuestionamiento se fundamenta en tres puntos:
Primero, tanto en el plano realizado por el equipo de Rodríguez (1992) como en el
reestudio del sitio realizado en el marco de la investigación dirigida por Troncoso y
Acuto, ha sido posible evidenciar una muy baja cantidad de recintos (Troncoso et
al. 2008), dos pequeñas estructuras en el plano superior, donde difícilmente caben
dos personas en su interior, algunas estructura lineales y circulares (pequeñas) en
la pendiente y dos muros perimetrales en el plano inferior, donde no se observan
subdivisiones internas. Por tanto no se registra ningún área que haya podido servir
de residencia para los burócratas Incas y mitimaes Diaguitas, es decir, no se
observa la existencia de la infraestructura necesaria para una sede administrativa.
Segundo, difícilmente el sitio podría constituirse como un centro metalúrgico ya
que la materialidad recuperada corresponde sólo a objetos terminados
(principalmente hachas y aros de cobre) y semi-terminados (láminas de plata y
preformas en cobre). No se observa material correspondiente a otras etapas de
producción ni se encuentran moldes ni crisoles. A esto se suma que nuevos
análisis de la escoria recuperada del sitio, durante las campañas del equipo de
Rodríguez, arrojan que los niveles de metal presentes en la muestra resultan ser
bastantes bajos, siendo comparables a cualquier roca del sector de San Felipe-
Catemu (Plaza 2008).
Y por último, la posible huaira descrita por el equipo de Rodríguez (et al. 1992,
1993), se ubicaría, a partir del plano del sitio, en la ladera del cerro donde no llega
el viento, condición fundamental para fundir el material, por lo que podemos
descartarlo.
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Entonces, si no es un ‘enclave administrativo’ ni un ‘centro metalúrgico’, ¿qué tipo
de sitio es?
Por lo anterior, y a la luz de las nuevas propuestas para la zona, nos proponemos
la siguiente pregunta:
1. Objetivo General
Comprender la función que cumplió el sitio Cerro La Cruz en las estrategias de
dominio del Inca implementadas en el valle del río Aconcagua durante el Período
Tardío.
2. Objetivos específicos
2.1 Caracterizar las actividades realizadas en el sitio Cerro La Cruz.
2.2 Identificar los componentes culturales a los que hacen referencia la cultura
material del sitio
2.3 Caracterizar la organización espacial interna del sitio Cerro La Cruz.
2.4 Integrar el sitio Cerro La Cruz con otros sitios del valle de Aconcagua
19
CAPÍTULO III
MARCO TEÓRICO REFERENCIAL
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y congregar entidades colectivas. A través de la participación del ritual, la gente
desarrolla ideas de membrecía y dependencia al grupo social (Kertzer 1988 en
Vega-Centeno y Lafosse 2006), conllevan sentimientos de solidaridad y convicción
en los grupos sociales. En estos contextos, el rito desarrolla y comunica ideas de
cualidades apropiadas, instituciones y liderazgos (Vega-Centeno y Lafosse 2006),
llegando a ser importantes loci de orden cosmológico, social y político (Hastorf
2003). Así, los espacios rituales cumplen un rol activo en la creación comunal. El
rito interviene en las dinámicas sociales (Vega-Centeno y Lafosse 2006), y no
siempre posee carácter sagrado (ceremonias).
La fiesta constituye una forma de actividad ritual pública que envuelve y se centra
alrededor del consumo comunal de comida y de bebida (Dietler 2001). Hayden
(2001) entiende fiesta por el momento donde dos o más personas comparten un
alimento especial en comidas con un propósito u ocasión especial.
El festejo es importante ya que es un evento social donde la religión, la política y la
identidad son simultáneamente expresadas, creando un espacio ideal para
entender las diferencias sociales y sus cambios a través del tiempo (Mills 2007).
Además, la fiesta provee el medio perfecto para exhibir la hospitalidad comensal, y
también se constituye como un campo donde las relaciones de producción y las
esferas de intercambio son articuladas y sintetizadas (Dietler 2001).
La hospitalidad comensal es potencialmente política, es escenario para la
adquisición de prestigio y crédito social, por tanto, permite la obtención de capital
simbólico (Dietler 2001). Estos atributos son particularmente importantes en
sociedades y en situaciones donde falta formalización y/o especialización de roles
políticos (como la estudiada), ya que las fiestas ayudan a adquirir y mantener el
prestigio requerido para ejercer el liderazgo (Vega-Centeno y Lafosse 2006). Es
más, la hospitalidad comensal puede ser vista como una forma especializada de
intercambios de regalos, ya que establece la misma relación de obligación
recíproca entre el auspiciador y el invitado que entre el donador y receptor en el
intercambio de otros objetos más durables. Ahora bien, estos se diferencian en
que la comida de las fiestas es destruida en el acto mismo del consumo comensal,
literalmente, se ‘incorpora’ corporalmente (embodiment) el regalo, y por tanto, se
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incorpora la deuda social que se agencia. Las fiestas no crean poder para
comandar, pero sí dan autoridad moral para ejercer poder persuasivo (Dietler
2001).
La naturaleza dinámica de la fiesta la presenta como un momento ritual
privilegiado para la observación de prácticas políticas y económicas. Las fiestas
están implicadas en el cambio social (Dietler 2001), es decir, en sociedades con
distintos niveles de complejización social se darán distintos tipos de fiestas, de las
cuales, Dietler (2001 en Rosenwig 2007) reconoce tres: las de empoderamiento,
rol-patrón y diacríticas.
Las fiestas de empoderamiento, el auspiciador, al ser generoso en sus gastos,
adquiere prestigio e influencia. Esta estrategia es propia de sociedades de rango
incipiente, donde las asimetrías deben ser renegociadas continuamente a través
de prácticas simbólicas. Se establece la jerarquía y la estratificación bajo el ideal o
la premisa de que este evento festivo será retribuido en el futuro (reciprocidad). Es
un mecanismo de solidaridad social y establece obligaciones a largo plazo que
forman el tejido de las relaciones sociales (Mauss 1990 [1924] en Rosenwig 2007).
Las fiestas del rol-patrón envuelven el uso formalizado de hospitalidad comensal
hacia una legitimación y reiteración simbólica de una relación institucionalizada de
poder social asimétrico. Ésta corresponde a una forma específica que
tradicionalmente ha sido llamada ‘redistribución’ en la literatura de antropología
económica. Se acepta la hospitalidad desigual del ‘patrón’ simbólicamente
expresado en la formalización de relaciones desiguales de estatus y poder e
ideológicamente naturalizada a través de la repetición de un evento que induce a
sentimiento de deuda social (Dietler 2001). Es decir, se realizan en sociedades
donde ya se han establecido y legitimado las relaciones desiguales.
El último tipo de fiesta, la diacrítica, es similar a la anterior, salvo que es propio de
sociedades de clase y pone énfasis en los objetos de elite y estilos. En nuestro
estudio, nos encontraríamos frente a festejos similares al segundo descrito, y que,
según lo propuesto, sería clave en la estrategia de dominio e integración de las
poblaciones locales de Aconcagua a la esfera Incaica.
22
Tanto la reciprocidad como la hospitalidad han sido reconocidas por John Murra
(1980) como elementos claves en el arte de gobernar Inca. Los Incas habrían
ampliado muchos de los principios de reciprocidad andina que ya muchas de las
comunidades manejaban con anterioridad (Murra 1980; Morris y Thompson 1985).
Durante el Incanato estas pautas de reciprocidad fueron centralizadas y dirigidas
por el Estado. Los que trabajaban estaban plenamente abastecido por quien pedía
el trabajo (el Inca), en términos de materias primas, herramientas y alimentos y
bebidas.
Murra (1980) plantea que fue el regalo, como la tela y la distribución de comida y
bebida, lo que fijó el carácter de las relaciones entre dirigentes (Incas) y dirigidos
(poblaciones locales). Así, el principio de reciprocidad obligaba al Inca a expresar
su generosidad con fiestas y regalos para las comunidades, generando
sentimiento de agradecimiento y deuda social, reforzando su poder sobre las
poblaciones locales.
Según Morris y Thompson (1985) el éxito político de los Incas estaría basado en
mecanismos administrativos complicados, que operaban y se extendían dentro de
la estructura administrativa, que estaba regulada y definida a través de los ritos.
Un importante ejemplo arqueológico lo entregan estos autores con el sitio de
Huánuco Pampa (Morris y Thompson 1985), donde la materialidad recuperada
(gran cantidad de jarros y platos) sugiere el consumo de chicha y de alimento a
gran escala, como actividades asociadas a la plaza principal. Los investigadores
de Huánuco Pampa sugieren que los centros provinciales Incas generalmente
incorporan una gran cantidad de espacio a modo de establecer una forma elevada
de hospitalidad, pero a nivel estatal. Dentro de esta figura, el consumo de chicha
resulta ser uno de los elementos más emblemáticos de los convites o banquetes
rituales Inca. De hecho, algunos estudios (Hastorf 1990; Hastorf y Johannessen
1993) demuestran que en territorios incorporados al Tawantinsuyu existía un
incremento de intensidad en la producción de maíz1.
1
Cabe destacar que los estudios isotópicos realizados por el equipo de Fernanda Falabella para
explicar la dieta de las sociedades alfareras de Chile Central (Falabella et al. 2007) demuestran
una disminución de ingesta de maíz en poblaciones locales durante el período Tardío en contacto
con el Inca. Propone, como posible explicación, que la cosecha de maíz habría estado asociado a
23
El maíz, y su directa asociación con la chicha, pasarían a ser vehículo cultural por
excelencia de los valores Incas. El Inca Garcilazo de la Vega (1982 [1609]), ilustra
en una de sus crónica hasta qué punto las bebidas y las invitaciones a beber
(convites) estaban reglamentadas por el Estado. Relata que al inicio de las
libaciones de la fiesta del Sol, el Inca se colocaba de pie delante de sus sujetos,
jefes locales y otros señores principales. Tomaba en seguida dos vasos de oro
llenos de chicha, y como hijo mayor de la casa del Sol, su padre, inauguraba la
ceremonia en su nombre. Con el vaso que sostenía en la mano derecha invitaba a
beber al Sol, lo que se suponía que hacía éste, y luego convidaba a sus parientes.
Así, el que invitaba a beber, teniendo un vaso en cada mano, ofrecía el de la mano
derecha a aquel personaje que fuese de mayor rango que él, mientras que el de la
izquierda a los de menor rango. Así, se repartían la chicha en un acto reciproco de
ofrecer-recibir. Para Garcilazo de la Vega (1982 [1609]) “el hecho de ofrecerse a
beber los unos a los otros constituía la demostración más grande y habitual que
tuvieron de buena voluntad de un superior hacia un inferior y de la afectividad que
se tenían mutuamente entre amigos”.
Así, las fiestas son una forma poderosa de actividad ritual, y como tal posee la
pragmática virtud de ser potencialmente visible en el registro arqueológico.
Una gran fuente de información arqueológica ha sido la naturaleza culinaria de las
fiestas y la necesidad del uso de contenedores para la preparación y el consumo
de alimentos (Dietler 2001, Rosenwig 2007). La comida y la bebida sirven como
medio de expresión y hospitalidad comensal constituyendo la sintaxis en el
contexto del consumo ritual. Son un medio altamente cargado simbólicamente y
constituyen un medio de expresión y de hospitalidad comensal. En rituales festivos
envuelven reglas importantes de preparación, presentación y consumo (Dietler y
Hayden 2001 en Mills 2007:211). Además están ‘incorporados en la cultura
material’ (Dietler 2001). Varios estudios etnográficos y etnoarqueológicos, revisado
por Mills (2007), ilustran la importancia de los contenedores para servir en las
las festividades y a las necesidades de reciprocidad dentro del sistema de poder Incaico (Hastorf y
Johannessen 1993 en Falabella et al. 2007), por lo tanto, la ampliación del cultivo para estos fines
habría disminuido en el consumo de las familias locales.
24
fiestas y cómo éstos se relacionan con el espacio y la proximidad social en los
eventos de consumo.
A partir de estos estudios, propuso que las vasijas para servir alimentos usados
en festividades públicas tienen distinciones en cuanto al tamaño, la forma, y los
atributos decorativos que los hacen más visibles para un grupo grande de gente
(Mills 2007). Sugiere que las visibilidad de los contenedores para preparar y servir
comida festiva puede ser usado para evaluar qué tan extendida es la participación
(Mills 2007; Hayden 2001), las relaciones sociales entre los auspiciadores y los
invitados, y qué escala social identitaria podría haber sido expresado durante las
actividades festivas (Mills 2007). Potter (2000) propone que aquellas vasijas que
son parte de fiestas rituales serían de mayor tamaño y de funciones más
restringidas, que aquellas utilizadas para labores domésticas y cotidianas,
Rosenwig (2007) agrega que también deben estar visiblemente decoradas, para
poder mostrar y servir los alimentos y bebidas en las fiestas.
Tamara Bray (2004) a través de un estudio sobre las diferencias existentes en el
equipamiento culinario Inca entre el centro del Imperio y las provincias, llega a
reconocer la existencia de al menos tres formas cerámicas que constituyen el
conjunto mínimo para cualquier individuo o grupo afiliado al estado Inca: el aríbalo,
los platos y la olla pedestal, siendo el aríbalo el tipo de vasijas más frecuente en
las provincias.
El aríbalo está asociado, por sus rasgos morfológicos, referencias en crónicas, y
contextos de hallazgo arqueológico, al consumo, almacenamiento y transporte de
chicha. Corresponde a una vasija restringida de cuello alto, borde evertido,
hombros altamente pronunciados y base cónica. La alta frecuencia de este tipo de
vasija en provincias podría indicar que las prestaciones estatales de chicha eran
de una importancia mayor en las regiones remotas que en el centro del imperio.
La olla pedestal es una vasija de base pedestal abocinada con un asa ancha y
oblicuamente conectada al hombro de la vasija. Generalmente son más altas y
más grandes en las provincias, y se reconoce como una olla asociada
explícitamente al viaje.
25
Por último, el plato bajo es la vasija con más libertad de expresión estilística. La
variedad más común es con modelado zoomorfo (generalmente de ave) para
tomar el plato, con una protuberancia diametralmente opuesta en el borde de la
vasija. También es común que sólo presenten un par de prominencias opuestas
en el borde. La morfología y la decoración de estas vasijas sugieren que
corresponden a platos de servicio individual, para comida sólida o semi-sólida, y
posiblemente carne (Bray 2003a, 2003b y 2004). La producción y distribución de
un conjunto cerámico distintivo del Estado sugiere una estrategia consciente
encaminada a crear símbolos materiales de la jerarquía social y diferencia de
clase, siendo este conjunto un componente integral de las estrategias Inca de
legitimación y control (Bray 2003a y 2003b).
Así también como el consumo comensal de bebidas y alimentos, las prácticas
rituales festivas también incluyen la participación de objetos exóticos y rituales.
Por ejemplo Walker (2001) nombra bastantes elementos que pueden responder a
objetos rituales. Los más atingentes a nuestro trabajo pueden ser: hallazgos de
objetos con fracturas rituales que no respondan a fractura por uso (como figurillas
o vasijas cerámicas), quemas en fogones de objetos rituales, pozos de ofrendas y
la presencia de objetos de metal. Este último con gran capital simbólico e
importante para las culturas andinas (González 2001).
Otro aspecto trascendental, es el espacio ritual donde se llevan a cabo las
prácticas festivas. Según Jerry Moore (1996a) los espacios rituales son
distinguibles de otras construcciones ambientales porque son especiales y únicos.
El cambio en el tamaño, función y organización de las construcciones ambientales
refleja el cambio en la naturaleza del poder social. Moore (1996a) propone una
serie de características descriptibles cuantitativamente y cualitativamente para
definir espacios rituales festivos (inspirado principalmente en el espacio ritual de la
plaza). De su propuesta revisaremos aquellas características aplicables al sitio
estudiado.
La permanencia, el primer indicador de Moore, refiere al tiempo que toma
construir un espacio ritual (un mes, una vida, varias generaciones) y el material
que se utiliza para hacerlo. Las construcciones pueden poseer cuatro niveles de
26
permanencia: efímera (con material altamente perecible sin restauración y
finalmente abandonadas), episódicos (pequeñas restauraciones sin evidencia de
una construcción por largos periodos de tiempo) generacionales (construcciones
permanentes con funcionalidad variable) y multigeneracionales (construcciones
permanentes con la misma función permanente). La trasformación desde una
estructura ceremonial generacional a una multigeneracional puede reflejar un
cambio significativo en la organización de sociedades andinas prehispánicas.
Otro indicador propuesto por Moore (1996a) es el de centralidad, que refiere a la
localización de la estructura ritual o monumento con relación a las viviendas del
sitio (nivel intra-sitio). El significado del emplazamiento es diverso y no todas las
estructuras rituales ocupan la posición central, depende de lo que signifique. Su
ubicación, por tanto, puede ser: central, periférico y terminal (este último, cuando
existe más de una estructura ceremonial y está localizado en los márgenes de la
zona residencial).
El tercer indicador a revisar es la escala, relacionada con el tamaño de la
estructura en sí misma, así también su tamaño relativo con relación a las otras
estructuras que componen la totalidad del contexto arquitectónico del sitio. Y por
último, revisaremos el indicador de distancia y percepción, como un intento de
cuantificar la posible cantidad relativa de personas que participaron en el espacio
ritual. La arquitectura ritual está determinada por los límites de la percepción
humana que crea áreas de comunicación diferenciada. Edgard Hall (2003) plantea
que las relaciones espaciales constituyen otra forma de comunicación humana.
Distingue entre distancias: íntima (0-45cm.), personal (46cm. – 120cm.) y social
(120cm.- 350cm.) definidas a partir de la estructura espacial que tome la
comunicación según las habilidades humanas de la visión, habla y audición. En
cada una de ellas el ritual va a ser percibido de distintas maneras, lo cual marca
una segregación en la audiencia de acuerdo a su ubicación, distinguiéndose, de
esta manera, entre participantes cercanos y distantes.
Sobre el espacio ritual-festivo, la visibilidad de los objetos y estructuras actúa
como un indicador importante de control social ejercido dentro del sitio. Callegari
(2000) plantea que los espacios públicos están integrados por edificaciones
27
caracterizadas fundamentalmente por el cuidado en la construcción y por
presentar una escala de visibilidad que excede los requerimientos de alguna
función práctica. Por tanto, son superiores a las construcciones que forman el
espacio cotidiano, son estructuras para ser vistas y reconocidas. Lo importante de
la percepción de un monumento depende de la posición relativa del observador,
cuya visión va creando umbrales que implican un impacto visual diferenciado.
Criado (1991) plantea que hay que ser precavido en cuanto la percepción, ya que
ésta, como cualquier otra capacidad, está determinada socialmente. Ello refiere a
que una cosa visible para nosotros, pudo no haber sido percibida de la misma
manera por sus autores. Sin embargo aunque un objeto no sea percibido de igual
forma por racionalidades culturales diferentes, el objeto sigue siendo igualmente
visible.
Otro indicador importante propuesto para medir el control social fueron los
Patrones de Acceso. A partir del supuesto de que los accesos a los espacios
construidos son culturalmente significantes, la variación en sus patrones refleja
diferencias en la naturaleza del orden social (Moore 1996b). En este sentido,
puede que un espacio se utilice para la congregación pública y ceremonial, sin
embargo sus accesos pueden no ser tan ‘públicos’. La configuración de los
accesos puede ser bastante restrictiva en relación al modo de ingresar al espacio.
Estos patrones de accesos se observaran en la medida de lo posible dentro del
sitio estudiado.
28
CAPÍTULO IV
METODOLOGÍA DE ESTUDIO
29
4. El equipo de Rodríguez (et al. 1992, 1993) explica esta parte del sitio como dos
amplios espacios descendentes diferenciados por dos muros paralelos al Muro
Perimetral 1. Nuestro equipo, en los estudios recientes, no pudo consignar la
presencia de estos muros paralelos, apareciendo sólo como una gran área
adosada la plaza intramuros 1.
30
Estas distancias pueden ser: íntima (0-45cm.), personal (46cm. – 120cm.) y social
(120cm.- 350cm.).
31
cilíndrico, hiperboloide, cónico y cónico invertido). Todo esto a partir de aquellos
fragmentos que constituyan los bordes, puntos de inflexión o esquina, puntos de
unión, cuellos, bases, asas y apéndices de la pieza.
La estimación de tamaño de cada vasija, obtenida principalmente de los diámetros
de los fragmentos de borde, fue relacionada con los grosores presentados por
cada fragmento. Es de esperarse que aquellas vasijas de mayor diámetro posean
fragmentos de cuerpo de mayor grosor, y viceversa con las vasijas más pequeñas,
las cuales presentarían fragmentos de cuerpo de menor grosor. Los rangos de
espesor se determinan a partir de los rangos ya conocidos para la cerámica del
Período Tardío en la zona: delgados, de 0 a 4mm; medianos, de 4,1mm a 7mm;
gruesos, de 7,1mm a 10mm; muy gruesos, de 10,1mm en adelante.
Por último se calculará el Mínimo Número de Vasijas (MNV) simple, en base a
fragmento que reflejen qué proporción de la totalidad de la vasija representa ese
fragmento (bordes, bases, puntos de unión cuello/cuerpo, etc.), a partir del cálculo
del diámetro. También se tomarán en cuenta elementos diagnósticos de una
clase de vasija cuyo número en una pieza es conocido, por ejemplo, el apéndice
ornitomorfo en platos incas. El MNV se obtendrá a partir de cada unidad y luego
se calculará el número total. Aquellas unidades que no presenten los fragmentos
de forma requeridos, se les destinará un número mínimo de representación “1”,
correspondiente, por lógica, a la unidad mínima representada.
32
alfarera propia de la población diaguita, que no responde a los estándares
morfológicos cuzqueños, y que paralelamente habrían continuado su desarrollo
experimentando transformaciones relacionado con el nuevo contexto socio-
político. En este sentido, algunos elementos perduran y otros cambian a nivel
morfológico y decorativo (Cantarutti y Mera 2002). La cerámica Tipo Aconcagua
Salmón, es entendida a partir de la definición de Massone (1978), identificando su
variedad monocroma (pasta anaranjada sin decoración)2, bicroma (negro o rojo
sobre superficie anaranjada, destacando el motivo del trinacrio), tricroma (negro y
rojo sobre superficie, poco común) y policroma (negro y rojo sobre engobe
blanco). Finalmente la cerámica Local Fase Inca, es entendida como aquellas
vasijas que responde a una tradición alfarera propia de las poblaciones locales, no
respondiendo a los estándares morfológicos cuzqueños, y que habrían continuado
su desarrollo experimentando transformaciones relacionados con el nuevo
contexto socio-político, en este caso la llegada de la esfera incaica a su territorio.
Identificamos, entonces, elementos reconocidos ya para el PIT, aquellos que se
reconocen en directa asociación a esta fase y de manufactura local (tipo
Aconcagua Tricromo Engobado y motivo estrellado), y aquellas que podrían
corresponder a nuevas formas y decoraciones locales. Incorporamos entre la
cerámica local las escudillas Tipo Aconcagua (en adelante T.A) Tricromo
Engobado, ya que si bien esta categoría esta dentro de las definidas por Massone
(1978) como cerámica Tipo Aconcagua, es exclusiva del valle de Aconcagua y del
PT (Pavlovic 2009), a diferencia de las otras con presencia tanto en el valle de
Aconcagua como en Maipo Mapocho.
Se analizarán aquellos fragmentos cerámicos con decoración en términos
tecnológicos (engobe o pintura) y formales (unidades de diseño), definiendo la
ubicación del decorado en la vasija (borde, cuello, cuerpo, base, asa) y las
características propias de los fragmentos en que se presenten (tamaño, espesor),
a modo de clasificarlos dentro de los tipos ya conocidos para la zona en el período
estudiado, o bien permitir dar cuenta de nuevos tipos cerámicos. Además se
2
La variedad monocroma del Tipo Aconcagua Salmón se agrupó junto a los fragmentos no
decorados del sitio.
33
atenderá a los patrones decorativos ya definidos por González (2004, 2008) para
los decorados Diaguita e Inca, en los casos que sean posibles.
Una vez terminado el análisis cerámico, se integrarán los resultados con los
análisis de los otros restos materiales recuperados del sitio, estudiadas por otros
especialistas: el material lítico, analizado por Daniel Pascual (2009, 2010); los
objetos de metal, por María Teresa Plaza (2010); los restos arqueobotánicos, por
Carolina Belmar y Luciana Quiroz (Belmar y Quiroz 2009; Quiroz y Belmar 2010);
y los fechados Radiocarbónicos realizado por CAIS (Center for applied isotope
studies) de la Universidad de Georgia. Luego, con el fin de integrar el Sitio Cerro
La Cruz con otros sitios del Valle del Aconcagua, se comparará los contextos
materiales y funcionalidades de los distintos sitios ya conocidos para la zona con
nuestro sitio de estudio. Con ello, se pretende comprender de mejor manera la
dinámica Incaica en esta región y su estrategia de dominio para el Aconcagua.
34
CAPÍTULO V
EXCAVACIÓN Y MATERIALES
Dimensiones Materialidad
Sector Unidad Tamaño Área (m2) Prof. (m) Cerámica Lítico Óseo A. Malac. Metal
1 C1 2,6x1,6 4,16 0,25 16 1 0 0 0
1 I1 1x0,5 0,5 0,15 0 0 0 0 0
1 J1 1x1 1 0,1 4 0 0 0 0
1 K1 1x1 1 0,05 7 0 0 0 0
3 D1 2x1 2 0,25 138 3 P 0 1
3 E1 1x1 1 0,05 2 0 0 0 0
3 F1 1x1 1 0,15 17 0 0 0 0
3 L1 3x2 6 0,45 240 13 P 0 1
3 M1 2x1 2 0,15 135 3 P 0 0
4 A1 2x2 4 0,2 12 0 P 0 0
4 A2 2x2 4 0,25 17 2 0 0 0
4 B1 2x2 4 0,55 390 2 P 0 0
4 H1 1x1 1 0,1 3 1 0 0 0
4 N1 2x1 2 0,2 76 70 P 0 0
5 G1 3x2 6 0,55 1225 6 P 1 4
5 O1 2x1 2 0,15 220 3 P 0 0
5 P1 1x1 1 0,3 51 2 P 0 2
TOTALES 42,66 3,9 2553 106 1 8
Tabla 1. Sectores del sitio, Dimensiones y Materiales por Unidad
1. Sector 1
El depósito es bastante similar en todo el sitio, salvo algunas pequeñas
diferencias. En el sector 1 (Plano Superior), se encuentran las estructuras 1 y 2
(ver Anexo 1 Lámina 8 y 9) y un muro perimetral adosado a la estructura 2, límite
septentrional del sitio. Se realizaron cuatro unidades de excavación, dos de ellas
dentro de la Estructura 1, la unidad C1 ubicada en el sector del vano, y la unidad
I1, al interior del recinto adosado al muro oeste; las otras dos unidades (J1 y K1)
35
se ubicaron entre la estructura 1 y 2. Se excavó un total de 6,66 m2 (Tabla 1) en
este sector. Todas las unidades presentaron una capa estratigráfica limo arcilloso
de compactación media, de un color café y con cantos rodados. Sólo la unidad C1
presentó una capa distinta, con mayor porcentaje de arcilla y de coloración más
oscura entre los 15 cm y los 25 cm de profundidad. Todas las unidades fueron
excavadas hasta llegar a la roca madre del cerro, que en este sector del sitio no se
encontraba tan profundo (15cm promedio). En la siguiente tabla (Tabla 1.1) se
especifican los materiales recuperados y los rasgos observados en cada una de
estas unidades.
Unidad Rasgos Cerámica Puntas Aro Cuentas Líticos Metal Óseos A. Malac. Arcilla
C1 1 nueva matriz 16 1 0 0 0 0 0 0 0
I1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
J1 0 4 0 0 0 0 0 0 0 0
K1 0 7 0 0 0 0 0 0 0 0
Totales 27 1 0 0 0 0 0 0 0
Tabla 1.1. Sector 1: Materiales y Rasgos por Unidad.
2. Sector 3
En el sector 3 (Norte Plano Inferior) se realizaron 5 unidades de excavación (D1,
E1, F1, L1 y M1), correspondientes a un total de 12m2 (Tabla 1). Sólo se registró
36
una capa estratigráfica de arena con limo de compactación media y de color café.
Al igual que las unidades anteriores, se excavó hasta encontrar la roca madre del
cerro (22cm promedio), cuya profundidad variaba en cada unidad. Este sector
posee una pequeña pendiente hacia sus costados, generando arrastre de material
que es retenido por rocas (en su mayoría derrumbe del muro) o por la vegetación.
Así observamos que aquellas unidades más alejadas del eje central del cerro
poseen mayor depositación (D1, L1), que las ubicadas sobre el eje (E1, F1 y M1).
En la tabla siguiente (Tabla 1.2) se especifican los materiales recuperados y los
rasgos observados en cada una de estas unidades.
Unidad Rasgos Cerámica Puntas Aro Cuentas Líticos Metal Óseos A. Malac. Arcilla
D1 2 Quema Discreta 138 2 1 0 1 0 P 0 0
E1 0 2 0 0 0 0 0 0 0 0
F1 0 17 0 0 0 0 0 0 0 0
L1 Piso Ocupacional 240 4 1 5 4 0 P 0 1
M1 1 Quema Discreta 135 0 0 0 3 0 P 0 0
Totales 532 6 2 5 8 0 0 1
Tabla 1.2. Sector 3: Materiales y Rasgos por Unidad.
3. Sector 4
En el sector 4 (Plaza Intramuros sensu Rodríguez et al. 1992) se realizaron 5
unidades de excavación (A1, A2, B1, H1 y N1), correspondiente a un área total de
15m2 (Tabla 1). Al igual que el sector 3 se registró una capa estratigráfica de
37
arena con limo de compactación media a baja y de color café. Esta capa se
mantuvo en todas las unidades hasta llegar a la roca madre del cerro (31,25cm
promedio), exceptuando los eventos de quema discreto de las unidades A1 y A2
que se encuentran en directa asociación con una matriz areno limosa más
compacta y rojiza que la matriz de suelo general (ver Anexo 1 Lámina 13 y 14). En
la tabla siguiente (Tabla 1.3) se especifican los materiales recuperados y los
rasgos observado en cada una de estas unidades.
Unidad Rasgos Cerámica Puntas Aro Cuentas Líticos Metal Óseos A. Malac. Arcilla
A1 1 Quema Discreta 12 0 0 0 0 0 P 0 0
A2 3 Quema Discreta 17 0 0 0 2 0 0 0 0
B1 0 390 1 0 1 0 0 P 0 0
N1 1 Quema Discreta 76 1 0 1 68 0 P 0 0
H1 0 3 0 0 0 1 0 0 0 0
Totales 498 2 0 2 71 0 0 0 0
Tabla 1.3 Sector 4: Materiales y Rasgos por Unidad.
4. Sector 5
En el sector 5 (Planicie Baja) se realizaron tres unidades de excavación (G1, O1 y
P1), correspondiente a un área total de 9 m2 (Tabla 1). Las tres mostraron sólo
una capa estratigráfica limosa de compactación media a alta, de color café. Sólo
existe una pequeña excepción en la unidad G1, ya que en algunos sectores
presentó tierra de hoja debido a la vegetación que cubre el sector. Tanto en las
unidades O1 y P1 se excavó hasta llegar a la roca madre del cerro (15cm y 30cm
respectivamente). En el caso de la unidad G1, se excavó hasta llegar a nivel
estéril, sin presencia de material cultural, a los 55cm. En la tabla siguiente (Tabla
1.4) se especifican los materiales recuperados y rasgos observados en cada una
de estas unidades.
Unidad Rasgos Cerámica Puntas Aro Cuentas Líticos Metal Óseos A. Malac. Arcilla
G1 3 fogones/ 1 Quema 1225 3 2 1 2 *2 P 1 3
O1 0 220 1 0 0 **1 0 P 0 0
P1 Concentra. Carbón 51 0 0 0 2 ***2 P 0 0
Totales 1496 4 2 1 4 0 0 1 3
3
Tabla 1.4. Sector 5: Materiales y Rasgos por Unidad
3
*corresponde a 2 láminas de plata / ** corresponde a un fragmento de antara (flauta de pan)/ ***
Lámina y hacha de cobre
38
Destaca la presencia de tres fogones no estructurados y un evento discreto de
quema en la unidad G1 (ver Anexo 1 Lámina 15). El primer fogón no estructurado
se compone de una concentración de carbones y cenizas y se ubica al suroeste
de la unidad, de 35cm x 55 cm, aparece entre los 5cm y los 15cm de profundidad.
El segundo, se compone de una concentración de carbones y cenizas y se ubica
en el sector sur de la unidad, adentrándose al perfil sur. Posee un tamaño de
17cm x 20cm y aparece entre los 5cm y 15cm de profundidad. El tercero, se
compone de una matriz limosa con concentración de carbones y cenizas, se ubica
en el sector este de la unidad, adentrándose en el perfil norte y este. Es el rasgo
de mayor tamaño de la unidad, de 177cm x 80cm, y aparece entre los 5 cm y
40cm de profundidad. Por último, el evento discreto de quema se compone de una
concentración de carbones y cenizas, ubicado en el sector suroeste de la unidad.
Posee un tamaño de 10cm x 15cm, apareciendo entre los 10cm y 15cm de
profundidad.
Gráfico 1. Densidad general del total de la materialidad recuperada por cada sector del sitio
Cerro La Cruz.
39
Esta distribución podría corresponder a distintas actividades realizadas a lo largo
del sitio, con diferente intensidad, o bien, al resultado del proceso de formación de
sitio. El Sector 1 es el que presenta menor cantidad de restos materiales, pero a la
vez es el área con menor profundidad de depositación (15cm promedio). La
pendiente no permite mayor acumulación de sedimento, como tampoco de
materialidad. En cambio, los sectores del plano inferior (sector 3, 4 y 5) además de
presentar mayor cantidad de restos materiales, presenta mayor profundidad de
depositación (25,45cm promedio), mostrando menor pendiente que el sector 1 y
presentando sectores de estancamiento de material, retenido por rocas (en su
mayoría derrumbe del muro) o por la vegetación. Cabe destacar que entre los
sectores descritos para el plano inferior, es el sector 5 el que presenta mayor
densidad de materialidad.
40
CAPÍTULO VI
ANÁLISIS DEL MATERIAL CERÁMICO
Unidad Deco. %tot %ana No Deco. %tot %ana Descart. %tot Total Ana. %tot %ana Total Gral. %tot
A1 6 0,23 0,24 6 0,23 0,24 1 0,04 12 0,45 0,47 13 0,49
A2 5 0,19 0,20 12 0,45 0,47 2 0,08 17 0,64 0,67 19 0,72
B1 92 3,47 3,60 298 11,24 11,67 15 0,57 390 14,71 15,28 405 15,27
C1 4 0,15 0,16 12 0,45 0,47 0 0,00 16 0,60 0,63 16 0,60
D1 56 2,11 2,19 82 3,09 3,21 9 0,34 138 5,20 5,41 147 5,54
E1 0,00 0,00 2 0,08 0,08 0 0,00 2 0,08 0,08 2 0,08
F1 7 0,26 0,27 10 0,38 0,39 0 0,00 17 0,64 0,67 17 0,64
G1 464 17,50 18,17 761 28,70 29,81 38 1,43 1225 46,19 47,98 1263 47,62
H1 0,00 0,00 3 0,11 0,12 0 0,00 3 0,11 0,12 3 0,11
J1 2 0,08 0,08 2 0,08 0,08 0 0,00 4 0,15 0,16 4 0,15
K1 6 0,23 0,24 1 0,04 0,04 2 0,08 7 0,26 0,27 9 0,34
L1 72 2,71 2,82 168 6,33 6,58 6 0,23 240 9,05 9,40 246 9,28
M1 29 1,09 1,14 106 4,00 4,15 2 0,08 135 5,09 5,29 137 5,17
N1 32 1,21 1,25 44 1,66 1,72 9 0,34 76 2,87 2,98 85 3,21
O1 46 1,73 1,80 174 6,56 6,82 8 0,30 220 8,30 8,62 228 8,60
P1 33 1,24 1,29 18 0,68 0,71 7 0,26 51 1,92 2,00 58 2,19
Total 854 32,20 33,45 1699 64,06 66,55 99 3,73 2553 96,27 100,00 2652 100,00
Tabla 2. Cerámica y densidad por Unidad (Deco: Decorado – No Deco: No Decorado - %tot:
Porcentaje Total - %ana: Porcentaje Analizado – Descart.: Descartados – Total Ana.: Total Analizado – Total Gral.:
Total General).
41
2. Cerámica no decorada
Se recuperó un total de 1699 (66,55%) fragmentos cerámicos que no presentan
decoración, dentro de los cuales 1694 (99,71%) corresponden a fragmentos de
vasijas y 5 (0,29%) a instrumentos (rebajadores). La información se ordenará
según las formas presentes dentro del conjunto, su tratamiento superficial y sus
huellas de uso. Los instrumentos serán abordados en un ítem aparte.
Del material recuperado se evidenció la presencia de distintos fragmentos de
formas, entre ellos: bordes, cuellos, uniones, inserciones de asa, cuerpo y formas
múltiples. En la siguiente tabla (Tabla 3) se especifican las formas recuperadas
por unidad.
Unidad Borde Cuerpo Fo. Múlt Ins. Asa Cuello Instrum. Total %
C1 11 1 12 0,71
J1 2 2 0,12
K1 1 1 0,06
D1 3 76 3 82 4,83
E1 1 1 2 0,12
F1 1 9 10 0,59
L1 9 142 7 10 168 9,89
M1 3 100 3 106 6,24
A1 6 6 0,35
A2 12 12 0,71
B1 9 271 5 8 5 298 17,58
H1 2 1 3 0,18
N1 2 41 1 44 2,59
G1 47 672 6 3 33 761 44,79
O1 9 165 174 10,24
P1 1 14 3 18 1,06
Total 85 1525 19 3 62 5 1699 100,00
% 5,00 89,76 1,12 0,18 3,65 0,29 100,00
Tabla 3. Formas No Decoradas por Unidad (Fo.Múlt: Forma Múltiple – Ins.Asa: Inserción Asa – Instrum:
Instrumento).
2.1 Cuerpos
Los 1525 fragmentos de cuerpo (89,76%)4 presentes en la muestra, ayudan a
dilucidar las posibles formas y tamaños de las vasijas a las pertenecieron a partir
principalmente de su tratamiento superficial y los grosores de sus paredes (Tabla
4), además de otros elementos diagnósticos, como por ejemplo, la apertura
angular interior de los fragmentos.
4
Porcentaje en relación al total de fragmentos no decorados (Tabla 3).
42
Los fragmentos de este conjunto presentan principalmente tratamiento superficial
alisado interior (n: 1352 [88,66%]5) y paredes gruesas o muy gruesas (n: 909
[59,62%]), lo que evidenciaría una tendencia de vasijas de gran tamaño en este
conjunto. En cuanto al tratamiento superficial y sus formas, suponemos que
aquellos fragmentos pulidos o pulidos parciales en su cara interna
corresponderían a vasijas no restringidas, así también aquellas que se encuentran
escobilladas por su cara interna, ya que este tipo de tratamiento interior es
recurrente en vasijas restringidas Inca Local en el valle de Aconcagua
(comunicación personal Daniel Pavlovic 2009); mientras aquellas que están
alisadas toscamente resulta más difícil proponerlas como tal ya que existen
referencias de vasijas no restringidas alisadas interiormente, como el Tipo
Putaendo Alisado (Pavlovic 2006:55).
5
Porcentajes en relación al total de fragmentos de cuerpo no decorados (Tabla 4).
43
a. Pulidos y Pulidos parciales
Se reconoce un total de 48 (3,15%)6 fragmento en este conjunto, de estos 33
(2,16%) están pulidos interiormente y 15 (0,98%) presentan pulido parcial.
Posiblemente correspondieron a vasijas no restringidas. Estos fragmentos tienden
a poseer paredes de grosor mediano (n: 28 [1,84%]) y grueso (n: 14 [0,92%]). Del
total de fragmentos de este grupo, cuatro presentan hollín en su cara exterior.
Cabe destacar que dentro de este grupo existen 6 (0,39%) fragmentos, que si bien
no presentan decoración alguna, tienen pasta anaranjada (o salmón). Suponemos
que dichos fragmentos corresponden a secciones no decoradas de vasijas Tipo
Aconcagua que sí lo están. De estos, todos poseen paredes de grosor mediano.
b. Alisados y escobillados
Los fragmentos alisados interiormente son los más numerosos dentro del conjunto
(n: 1352 [88,66%]7) y poseen paredes de grosores principalmente gruesos (n: 750
[49,18%]) y medianos (n: 409 [26,82%]). Dentro de este grupo encontramos
diversas huellas de uso, correspondiente a hollín exterior (n: 159 [10,43%]),
carbón interior (n: 53 [3,48%]), hollín exterior y carbón interior (n: 63 [4,13%]) y
adherencias de sustancias no definidas (n: 12 [0,79%]).
Otra variedad son aquellos fragmentos de cuerpo que están escobillados
interiormente (n: 29 [1,90%]), que posiblemente correspondieron a vasijas
restringidas. Este tipo de tratamiento superficial interior es común en contextos
tardíos y se presenta en clara filiación con lo Inca (comunicación personal Daniel
Pavlovic 2009). En este sentido, estos fragmentos podrían corresponder a
sectores no decorados de vasijas Inca Locales. Cabe notar, además, que
presentan grosores de paredes principalmente medianos (n: 24 [1,57%]) y no
presentan huellas de uso.
6
Porcentajes en relación al total de fragmentos de cuerpo no decorados (Tabla 4).
7
Porcentajes en relación al total de fragmentos de cuerpo no decorados (Tabla 4).
44
c. Erosionados
Finalmente existen aquellos fragmentos erosionados (n: 96 [6,30%]8)
interiormente, mayores de 1cm de tamaño, que no nos pueden brindar mayor
información sobre la forma general, ni el tamaño de la pieza a la cual perteneció.
De éstos destaca la presencia de hollín exterior en tres piezas.
2.2 Bordes
Se identifica un total de 85 bordes (5%) dentro de la muestra analizada, de los
cuales la mayoría presentan tratamiento superficial alisado interior (n: 73
[85,88%]9) y corresponden a bordes rectos (n: 65 [76,47%]), además son
preponderantemente de paredes medianas (n: 46 [54,12%]) y gruesas (n: 31
[36,47%]). Las características específicas de los bordes se resumen en la Tabla 5.
Los bordes evertidos (n: 13 [15,29%]) presentan diámetros desde los 90mm hasta
los 520mm, con un leve predominio en 260mm (n: 4 [30,77% borde evertidos]).
Sus paredes son principalmente medianas (n: 6 [46,15% bordes evertidos]) y
presentan tratamiento superficial interior principalmente alisado (n: 12 [14,12% de
los bordes evertidos]). Los bordes invertidos son bastantes menores en cantidad
(n: 3 [3,53%]) y presentan diámetros entre 150mm y 270mm, con distribución
pareja dentro de este rango. Asimismo los grosores de sus paredes se reparten
entre delgados, medianos y gruesos, con tratamiento superficial interior alisado
(2,35%) y pulido parcial (1,18%). En los bordes rectos (n: 65 [76,47%]) se observa
diámetros que van desde los 80mm a los 480mm, con predominio entre los
260mm y 420mm (n: 36 [55,38% de bordes rectos]). En cuanto a los grosores de
sus paredes predominan los medianos con un 56,92% del total de bordes rectos
(n: 37), seguido de los gruesos con una 38,46% (n: 25). Presenta tratamiento
superficial interior principalmente alisado (n: 55 [64,71%]).
8
Porcentajes en relación al total de fragmentos de cuerpo no decorados (Tabla 4).
9
Porcentajes sin especificación en relación al total de fragmentos de bordes no decorados (Tabla
5).
45
Borde Total %
Diámetro / Evertido Invertido Recto Indet.
Grosor Alisado P.parcial Alisado P.Parcial Alisado Pulido P.Parcial Alisado
Delgado 3 1 1 1 6 7,06
51-100 1 1 1,18
101-150 1 1 2 2,35
201-250 1 1 1,18
251-300 1 1 1,18
451-500 1 1 1,18
Mediano 5 1 1 32 4 1 2 46 54,12
51-100 2 1 1 4 4,71
101-150 6 1 2 9 10,59
151-200 1 3 4 4,71
201-250 1 1 8 2 12 14,12
251-300 3 1 6 10 11,76
301-350 4 4 4,71
351-400 1 1 1,18
401-450 1 1 1,18
Indet. 1 1 1,18
Grueso 3 1 21 5 1 31 36,47
151-200 1 1 1,18
201-250 3 3 3,53
251-300 1 6 1 8 9,41
301-350 3 2 5 5,88
351-400 1 3 4 4,71
401-450 1 3 2 6 7,06
451-500 1 2 3 3,53
601-650 1 1 1,18
Muy Grueso 1 1 2 2,35
351-400 1 1 1,18
501-550 1 1 1,18
Total 12 1 2 1 55 4 6 4 85 100,00
% 14,12 1,18 2,35 1,18 64,71 4,71 7,06 4,71 100,00
Tabla 5. Bordes: Tipo de Borde, Tratamiento Superficial Interior/ Rango Diámetro (mm) y
Grosor
46
Adherencias Borde Evertido Borde Recto Total %
Adh. Plomiza Ext. 1 1 5,56
Carbón Int. 1 1 5,56
Hollín Ext. 10 10 55,56
Hollín Ext. Y Carbón Int. 2 4 6 3,33
Total 3 15 18 100,00
% 16,67 83,33 100,00
Tabla 5.1. Bordes: Adherencias
2.3 Cuellos
Se recuperó un total de 62 fragmentos de cuellos (3,65%)10. Sus características se
detallan en la Tabla 6.
Cuello Recto Cuello Evertido Cuello Indef. Total %
Delgado 2 2 3,23
Indeterminado 2 2 3,23
Mediano 2 8 12 22 35,48
0-50 1 1 1,61
51-100 1 2 3 4,48
101-150 1 1 1,61
151-200 4 4 6,45
201-250 1 1 1,61
Indeterminado 12 12 19,35
Grueso 9 18 27 43,55
151-200 2 2 3,23
201-250 3 3 4,48
251-300 3 3 4,48
451-500 1 1 1,61
Indeterminado 18 18 29,03
Muy Grueso 4 4 8 12,90
51-100 1 1 1,61
201-250 2 2 3,23
301-350 1 1 1,61
Indeterminado 4 4 6,45
Indefinido 2 1 3 4,48
Indeterminado 2 1 3 4,48
Total 2 23 37 62 100,00
% 3,23 37,10 59,68 100,00
Tabla 6. Cuellos: Tipo de Cuello / Rango Diámetro (mm) y Grosor.
10
Porcentaje en relación al total de fragmentos no decorados (Tabla 3).
47
Dentro de este conjunto predominan las formas evertidas (n: 23 [37,10%]11), y al
igual que los cuerpos, presenta mayoritariamente paredes gruesas (n: 27
[43,55%]). Destaca un cuello evertido, de paredes muy gruesas y diámetro de
80mm, que presenta una franja modelada12 (ver Anexo 1 Lámina 16) con incisos
toscos justo en el punto de unión entre el cuello y el cuerpo, comúnmente se le
llama cordones o acordelados (Durán y Planella 1989 en Baudet 2004), y se
asocian al tipo Aconcagua Pardo Alisado. Este tipo de modelados son más
comunes en la costa (Baudet 2004).
11
Porcentaje sin especificaciones en relación al total de fragmentos de cuello no decorados (Tabla
6).
12
No se considera dentro de los decorados ya que no presenta decoración pintada o engobada,
característica con las que se definió este grupo.
48
Adherencias Cuello Evertido Cuello Recto Cuello Indefinido Total %
Carbón Interior 1 1 2 20,00
Hollín Ext. 3 2 5 50,00
Hollín Ext. Y Carbón Interior 2 1 3 30,00
Total 5 1 4 10 10,00
% 50,00 10,00 40,00 100,00
Tabla 6.1. Cuellos: Adherencias
49
Las formas múltiples brindan mejor información sobre las formas de las vasijas.
Los fragmentos que presentan claramente un cuello, corresponden seguramente a
jarros, vasijas restringidas con cuellos. Mientras que aquellos fragmentos que
muestran uniones directas del cuerpo con el borde, seguramente constituyen
fragmentos de ollas, vasijas restringidas sin cuello, o con cuello muy pequeño.
Destaca que dos de los fragmentos de cuello unidos a cuerpos (por inflexión)
presentan hollín en su cara externa, y uno también presenta carbón en su cara
interna. De las 5 uniones cuerpo – base, cuatro poseen unión por inflexión, y uno
por punto esquina, este último presenta hollín en su cara externa. Todas parecen
ser parte de vasijas restringidas. Por último, ambas asas presentes en el conjunto,
corresponden a asa cinta. Una de ellas se une a un cuello recto y presenta pasta
anaranjada.
13
Porcentajes en relación al total de fragmentos no decorados (Tabla 3).
50
un total de 216 fragmentos (12,71%). Un 7,59% (n: 129) presenta restos de carbón
en su cara interna y un 0,82% (n: 14) adherencia de algún tipo14.
A partir de los fragmentos de forma se identifican al menos 58 vasijas (MNV), de
las cuales 18 (31,03%) son no restringidas, 32 (55,17%) restringidas y 8 (13,79%)
de categoría de forma indeterminada (fragmentos pequeños).
Las vasijas no restringidas son escudillas de contorno simple, con diámetros que
van desde 80mm a los 420mm, pero con un predominio en diámetros de 230mm a
280mm, y paredes preferentemente gruesas y medianas. Nos encontraríamos
frente a escudillas medianas tendientes a grandes (Gráfico 2).
En algunos fragmentos correspondientes a este tipo de vasijas, se observa la
presencia de hollín y/o carbón en alguna de sus caras. Esto puede responder a
dos situaciones, a que durante el uso de las vasijas éstas fueron expuestas al
fuego, o bien, a que luego de desechada las vasijas, y fragmentadas, sus partes
fueron expuestos al fuego. La segunda opción es más coherente a esta situación,
ya que todos los fragmentos que presentan estas huellas son de unidades con
fogones. Por tanto, se propone que estas vasijas no restringidas se habrían usado
para procesar o servir alimentos.
En cuanto a las vasijas restringidas, parece haber una gran variedad de formas:
vasijas restringidas sin cuellos (o cuello muy pequeño), con cuello y en forma de
cuenco (borde invertidos). Se observan diámetros en fragmentos de borde entre
70mm a 520mm, pero con un claro predominio entre 260mm y 350mm, lo que
hablaría de un predominio de vasijas grandes (Gráfico 3).
14
Las adherencias son incluidas dentro de las huellas de uso porque pueden corresponder a
restos de sustancias procesadas o almacenadas al interior de las vasijas. Aunque tampoco hay
que obviar la posibilidad de que correspondan a sedimento adherido al fragmento.
51
Gráfico 2. Cantidad de Vasijas No Restringidas (y) por diámetro de borde (x).
52
se presenta de manera escasa en el conjunto, al menos dos vasija restringida sin
cuello y borde invertido que no presenta huellas de haber sido expuesta sobre el
fuego.
En este sentido, dentro de las vasijas no decoradas se está privilegiando el
consumo, en cuanto presenta mayoritariamente vasijas para servir alimentos,
servir líquido y procesar alimentos sobre el fuego.
3. Cerámica decorada
Los fragmentos decorados (n: 854 [33,45% del total de la muestra]) agrupan tanto
los fragmentos que presentan engobe en una o en ambas superficie, como
aquellos que presentan más de un color sobre su superficie. Se agrupan los
fragmentos decorados según técnica plástica (engobado y/o pintura), ubicación del
decorado, unidades de diseño y la morfología de la pieza. A partir de ello se
definieron 4 grupos cerámicos, correspondiente a 4 componentes culturales: Inca
Local, Diaguita Fase Inca, Tipo Aconcagua Salmón y Local Fase Inca, definido en
la metodología. También se agruparon los engobados y aquellos fragmentos
policromos indeterminados (GPI) (Tabla 8). Los componentes culturales
reconocidos en el conjunto cerámico del sitio, no supone la presencia directa (de
facto) de las poblaciones en el sitio.
Grupos Cantidad %
Inca Local 208 24,36
Diaguita Fase Inca 7 0,82
Tipo Aconcagua Salmón 104 12,18
Local Fase Inca 69 8,08
Engobado 390 45,67
Grupo Policromo Indeterminado 76 8,90
Total 854 100,00
Tabla 8: Cerámica Decorada: Grupos Cerámicos
15
Los engobados fueron agrupados en este conjunto por sus características de forma y tratamiento
superficial. Principalmente porque presentaban bordes rectos correspondiente a platos bajos y a
53
Categorías Cantidad %
Aríbalo 161 77,40
plato bajo 40 19,23
vasija de cuello angosto 1 0,48
Modelado 1 0,48
Instrumento 2 0,96
Indeterminado 3 1,44
Total 208 100,00
Tabla 9. Inca Local: Categorías de Formas.
a. Aríbalos
Se reconocen 161 (77,03%) fragmentos de aríbalos, 84 de ellos (52,17%)16 con
algún tipo de diseños y 77 (47,83%) sólo con engobe. En la Tabla 9.1 se resumen
las características de este conjunto. Los fragmentos recuperados son
mayoritariamente de paredes medianas (n: 136 [84,47%]). Todos los bordes son
evertidos de labio redondeado y los cuellos rectos. Las formas múltiples
reconocidas corresponden a dos cuerpos unidos (punto esquina) a cuellos rectos,
un borde evertido de labio redondeado unido a un cuello recto, y un asa cinta
vertical fragmentada con inserción a un cuerpo.
Los cuerpos restantes fueron integrados al grupo de aríbalos por dos criterios:
primero, presentan un tratamiento superficial interno escobillado, además un
grosor preferentemente mediano en sus paredes (pequeño en comparación a la
abertura de los cuerpos); segundo, presentan motivos en sus superficies
exteriores asociados a aríbalos (ver Anexo 1 Lámina 17). Cabe destacar la
presencia del motivo greca escalerada, aunque se diferencia del conocido para el
bordes muy evertidos correspondiente a aríbalos, mientras que los cuerpos presentan grosores
medianos y delgados con tratamiento superficial interior escobillado.
16
Porcentajes en relación al total de fragmentos de aríbalos (Tabla 9.1).
54
conjunto alfarero diaguita, ya que registra un trazo más grueso y menos prolijo. La
presencia de este motivo en contextos diferentes al Diaguita también se reconoce
para el tipo Putaendo Policromo en la región para el Período Intermedio Tardío
(Pavlovic 2006). En la Tabla 9.2 se detallan los colores y motivos de los
fragmentos con diseño.
Cabe destacar que los bordes presentan engobe blanco en su cara interna,
incluida la forma múltiple, que además de presentar engobe blanco por ambos
55
lados, su labio es negro. La decoración y los diámetros de los fragmentos
engobados se detalla en la Tabla 9.3 y la Tabla 9.4, respectivamente.
b. Platos Bajos
Dentro de la fragmentería Inca Local se reconocen 40 fragmentos de platos playos
(19,23%), 35 de ellos (87,5%)17 con algún diseño o motivo, y 5 (12,50%) sólo
engobados. Las formas presentes se detallan en la siguiente tabla (Tabla 9.5),
donde encontramos:
17
Porcentajes en relación al total de fragmentos de platos bajos (Tabla 9.5)
56
c/Diseño Subtot. Engobado Subtot. Total
Formas Delgado Mediano Grueso Muy Grueso c/Diseño Mediano Grueso Engob %
Borde 4 2 6 2 3 5 11 27,50
Forma Múlt. 1 1 2 2 5,00
Modelado 1 1 1 2,50
Cuerpo 9 17 26 26 65,00
Total 9 22 3 1 35 2 3 5 40 100,00
% 22,50 55,00 7,50 2,50 87,50 5,00 7,50 12,50 100,00
Tabla 9.5. Inca Local: Platos Bajos. Formas y Grosores (C/Diseño: Con Diseño –– Engoba.: Engobado
- Subtot. c/Diseño: Subtotal con Diseño – Subtot. Engob.: Subtotal Engobado).
Color y Motivo (Cara Interior) Borde Forma Múlt. Model. Ornit. Cuerpos Total %
Negro y Rojo sobre Blanco 4 4 11,43
Reticulado – Volutas 3 3 8,57
Volutas 1 1 2,87
Negro sobre Blanco 4 4 11,43
Cadena 1 1 2,87
Rombos 1 1 2,87
Reticulado – Volutas 1 1 2,87
Volutas 1 1 2,87
Negro sobre Blanco y Rojo Eng. 1 1 2,87
Reticulado 1 1 2,87
Negro sobre Rojo 6 1 1 18 26 74,29
Cabeza de Pato 1 1 2,87
Líneas 6 1 17 24 68,57
Reticulado 1 1 2,87
Total 6 2 1 26 35 100,00
% 17,14 5,71 2,87 74,29 100,00
Tabla 9.6. Inca Local: Plato Bajos. Colores, Motivos y tipo de Decoración (Forma Múlt.: Forma
Múltiple – Model. Ornit.: Modelado Ornitomorfo – Rojo Eng.: Rojo Engobado).
57
20). Estos platos bajos corresponden a escudillas bajas de tamaño pequeñas y
medianas, de contorno simple con diámetros que van desde 80mm a 180mm, con
una predominancia entre 150mm y 180mm (69,23%). Se reconocieron al menos
11 platos en el sitio (MNV). Sobre su uso, dada su morfología y su decoración, se
sugiere que eran platos individuales para servir comida sólida o semi sólida (sopas
y guisados) (Bray 2003a:16). No presenta huellas de carbón ni hollín.
c. Otras formas
Se reconoció un fragmento de borde recto con una decoración negro sobre blanco
y motivo ajedrezado. Corresponde a una vasija restringida de cuello angosto, con
40mm de diámetro de filiación Inca Local. También se registró un fragmento
modelado cilíndrico hueco, el extremo es redondeado y presenta un agujero hacia
el interior, con decoración negro y rojo sobre blanco con motivos lineales y
dispuestos longitudinalmente en el fragmento, que posiblemente podría
corresponder a un fragmento de phaqcha (comunicación personal Victoria Castro
2008). Los phaqcha (catarata) son vasos incaicos utilizados para el beber ritual de
la chicha (Randall 1993). Existen interesantes significados para este vaso ritual.
Allen (s.f. en Randall 1993:85) propone su relación con el carácter circulatorio de
los ríos, habla de un ejemplar que posee un sifón por debajo que permite que el
agua sea absorbida de nuevo por arriba hacia el vaso, replicando en miniatura la
circulación de los ríos. Este autor también cita a un viajero francés, quien en el año
1717 describe una phapcha, diciendo que las personas “con este instrumento se
hacen tan borrachos como bestias” (ibíd.). Por último, Cieza (1984 en Randall
1993:85) destaca la imagen fálica del phaqcha, que también simbolizaría el flujo
del agua desde la barriga (o vejiga) por el pene (ver Anexo 1 Lámina 21).
En resumen en lo Inca Local predominan las vasijas restringida de forma
aribaloide de tamaño mediano a grande, destacando las decoraciones negro sobre
blanco (n: 44 [52,38% del total de aríbalos]) y negro sobre blanco y engobe rojo (n:
13 [15,48% del total de aríbalos]), seguido por vasijas no restringidas bajas (platos
bajos) de tamaño pequeño a mediano, con decoración mayoritariamente negro
sobre rojo (n: 26 [74,29% del total de platos bajos]). También destaca dentro de
58
este conjunto la presencia de un fragmento de phaqcha, vasija de gran
importancia ritual.
a. Escudillas
Dentro de este grupo se reconoce tres fragmentos: dos bordes, uno de ellos con
una pequeña protuberancia semicircular modelada en el labio, más una forma
múltiple compuesta por el borde, el cuerpo y parte de la base. Todos los bordes
son rectos y de labios redondeados. Sus características específicas se detallan a
continuación (Tabla 10).
Bordes Forma Múlt. Total %
Forma Específica / Decoración Mediano Delgado
Negro, Rojo sobre Blanco 1 1 2 66,67
Línea -Escalerado - Línea con Pestaña 1 1 33,33
Reticulado oblicuo 1 1 33,33
Negro, Rojo sobre Blanco sobre Eng. Rojo 1 1 33,33
Línea – Reticulado 1 1 33,33
Total 2 1 3 100,00
% 66,67 33,33 100,00
Tabla 10. Diaguita Fase Inca: Escudillas. Formas, Grosor y Decoración (Forma Múlt.: Forma
Múltiple – Eng. Rojo: Engobe Rojo).
Los dos bordes del conjunto presentan engobe blanco en su cara interior. La
forma múltiple no presenta decoración interior. En cuanto a los diámetros, el borde
con protúbero presenta un diámetro de 120mm, mientras que los dos restantes, la
forma múltiple y el borde, presentan un diámetro de 140mm. El borde con
protúbero presenta una sección muy pequeña del motivo, por lo que no se pudo
determinar con certeza de cual se trataba, ni menos si correspondía a algún
patrón conocido. Los motivos presentes en el segundo fragmento de borde (sin
protúbero) corresponde a grecas, líneas y líneas con pestañas, reconocido como
el patrón zigzag C1 (González 2008:33). Y por último, la forma múltiple presenta
reticulado oblicuo con puntos céntricos, cortado por tres líneas paralelas y
59
diagonales (dos negras y una roja). Esta decoración es similar a una descrita por
González (2008:27) para patrones decorativos de vasijas de la fase diaguita Inca
con iconografía de origen cuzqueño, correspondiente al ‘patrón zigzag cuzqueño’.
La vasija que representa este fragmento es bastante peculiar, ya que además de
presentar esta decoración no presenta engobe interior, pero su forma corresponde
a una escudilla de perfil compuesta, propia de las formas diaguitas, por ello se
agrupa en este conjunto (ver Anexo 1 Láminas 22 y 23).
En este grupo es posible reconocer la existencia de tres vasijas no restringidas
(MNV) pequeñas de contorno compuesto de paredes rectas y base cóncava.
Además, posiblemente el borde con la protuberancia semicircular corresponde a
un plato zoomorfo Diaguita. Dada la forma, estas vasijas pueden asociarse al uso
como platos individuales para servir comida, aunque la forma múltiple sin
decoración interior presenta carbón adherido en su interior. Esto, igualmente, se
puede explicar por proceso postdepositacionales, ya que este fragmento se
encontraba asociado a un fogón no estructurado en la unidad G1.
b. Vasijas restringidas
Dentro de este grupo se reconoce cuatro fragmentos: un cuello recto, una forma
múltiple compuesto por el cuerpo unido a la base y dos cuerpos. Todos poseen
decoración en su cara externa de negro y blanco sobre rojo engobado (en el cuello
y en la forma múltiple el engobe se encuentra erosionado). Pensamos que estos
fragmentos corresponden al tipo conocido como Cuarto Estilo, definido por Mostny
(1942, 1944). Si bien, los fragmentos responden a los colores de la decoración, los
motivos reconocidos no responden más que a líneas (ver Anexo 1 Lámina 24). La
única medida que se pudo obtener fue el diámetro del cuello, correspondiente a
80mm. A partir de este único dato, y en ausencia de otros fragmentos que brinden
mayor información sobre la forma de las piezas completas, sólo podemos inferir
que en este conjunto están representadas al menos dos vasijas restringidas con
cuello (MNV). Tampoco se identifican huellas de uso por lo que es difícil
proponerles una función determinada.
60
En resumen en lo Diaguita Fase Tardía predominan las vasijas no restringidas tipo
escudilla de contorno compuesto y de tamaño pequeño, seguido muy de cerca por
vasijas restringidas con decoración reconocida como Cuarto Estilo.
a. Escudillas
a.1. Tipo Aconcagua Salmón Bicromo.
Son 9 (8,65%) fragmentos los que componen este conjunto, sus características se
detallan a continuación (Tabla 11).
Los bordes presentes son rectos de labios redondeados. Las líneas paralelas
reconocidas entre los motivos (líneas) de la cara externa se asocian al motivo del
trinacrio. En este conjunto se reconoce un diámetro de 120mm y paredes de
grosor principalmente medianas (n: 6 [66,66% del total de escudillas T.A Salmón
Bicroma]). Se identifican al menos cuatro vasijas en este conjunto (MNV), de
estructura no restringida, contorno simple, de forma esférica tendiente a elipsoide
61
horizontal y de tamaño pequeño. No se observa huellas de uso (adherencia,
erosión, carbón u hollín) en ninguno de estos fragmentos. Se deduce que estas
vasijas fueron usadas como platos individuales para servir comida (ver Anexo 1
Láminas 25 y 26).
En este conjunto se observan diámetros que van desde 100mm hasta los 220mm,
con predominancia de diámetros de 130mm y 150mm (50%)18 con paredes de
grosor principalmente medianos (91,67%). Se reconocen al menos 11 piezas
representadas en este conjunto (MNV), de estructura no restringidas, contorno
simple, de formas esféricas tendiente a elipsoides horizontal, de tamaños
pequeños y medianos. Se observa la existencia de 5 fragmentos con huellas de
uso correspondiente a ahumado exterior (en dos de ellos), hollín exterior (en dos
de ellos) y carbón interior (en sólo uno). Ahora bien, de los 5 fragmentos, tres
fueron recuperados de la Unidad G1, asociados directamente a fogones no
estructurados, por tanto estas huellas podrían corresponder a eventos
postdepositacionales, y no al uso de las vasijas. Los dos fragmentos restantes
pueden haber sido parte de vasijas que fueron expuestas al fuego, seguramente
para calentar o cocinar algún tipo de alimento o sustancia, pero proponemos que
la función principal de éstas fue servir alimentos, usados como platos individuales
de consumo.
18
Porcentaje en relación al total de las escudillas T.A Salmón variedad policroma.
62
Borde Subtot. Cuerpo Subtot. Total
Colores y Motivos (Exterior/ Interior) Mediano Borde Delgado Mediano Grueso Cuerpo %
Total 16 16 1 39 4 44 60 100,00
63
b. Vasijas Restringidas
b.1. Tipo Aconcagua Salmón Bicromo
Se reconocen 16 (15,38%) fragmentos en este grupo. Sus características se
detallan a continuación (Tabla 11.2).
64
Borde Subtot. Cuello Subtot. Cuerpo Total C Total %
Motivos (Cara Externa) Mediano Borde Mediano Cuello Delgado Mediano Grueso
Negro, Rojo s. Bco. s. Salmón 3 3 2 4 1 7 10 58,83
Líneas 2 2 1 1 3 17,65
Líneas – Grecas 1 1 1 5,88
Líneas – Triángulo 1 1 1 5,88
Líneas c/pestañas – Escalerado 1 1 1 5,88
Indeterminado 1 1 1 1 1 3 4
Negro. s. Blanco s. Salmón 5 1 6 6 35,29
Líneas 2 2 3 17,65
Área Roja 1 1 1 5,88
Banda Negra 1 1 1 5,88
Reticulado 1 1 1 5,88
Indeterminado 1 1 1 5,88
Rojo sobre Blanco 1 1 1 5,88
Banda Roja 1 1 1 5,88
Total 3 3 1 1 2 9 2 13 17 100,00
% 17,65 17,65 5,88 5,88 11,76 52,94 11,76 76,47 100,00
Tabla 11.3. Tipo Aconcagua Salmón Policromo: Vasijas Restringidas (Subtot.: Subtotal – s.:
sobre).
Todos los bordes son evertidos de labios redondeados y remontan con el cuello de
forma evertida. El conjunto presenta paredes predominantemente medianas
(76,47%)19, bordes y cuello con un diámetro de 170mm (100%). Se reconocen al
menos 5 vasijas representadas en este conjunto (MNV), una de éstas corresponde
a una pequeña olla de contorno simple inflectado y forma ovoide (ver Anexo 1
Lámina 30). El resto de las vasijas poseen una forma específica desconocida, ya
que no presentan otros fragmentos de forma fuera de cuerpos. No presentan
huellas de uso (erosión, adherencias, carbón u hollín), pero por la forma de la
vasija reconocida sólo podemos inferir un uso de procesamiento de alimento o
sustancia, sin descartar alguna otra función, ya que no presentan huella evidente
de haber sido expuesta al fuego.
19
Porcentajes en relación al total de fragmentos de vasijas restringidas T.A Salmón variedad
policroma (Tabla 11.3)
65
tamaño indefinido en su variedad bicroma, reconociéndose sólo una vasija con
cuello de perfil inflectado. Luego destaca las vasijas restringidas de tamaños
medianos a pequeños en su variedad policroma, con predominio de la decoración
negro, rojo sobre blanco sobre salmón, reconociéndose dentro de este conjunto
sólo una forma específica correspondiente a una olla pequeña de contorno simple
inflectado con forma ovoide. Y finalmente, presenta escudillas pequeñas en su
variedad bicroma, siendo ésta la con menos representatividad del conjunto.
a. Escudillas
a.1. Tipo Aconcagua Tricromo engobado
Corresponde a pucos hemisféricos, sin pasta anaranjada, con engobe rojo exterior
y decoración en negro y rojo sobre blanco interior estructurada en cuatripartición
(Massone 1978). Se reconocen 48 (68,57%) fragmentos en este conjunto. Todos
los fragmentos de este conjunto están engobado rojo en su cara externa. De los
bordes, 10 tienen labio redondeado, tres recto y uno irregular. La forma múltiple
está compuesta por un borde unido al cuerpo. Las formas, decoración y motivos
se detallan en la Tabla 12.
Se reconocen al menos 9 vasijas perteneciente a este conjunto (MNV). Presentan
diámetros entre 150mm y 230mm y paredes de grosor mediano (100%).
Corresponden a vasijas no restringidas de perfil simple, de forma esférica
tendiendo a elipsoide horizontal, de tamaño mediano. Dos de los fragmentos
presentan carbón interior y uno presenta hollín exterior. Posiblemente alguna de
las vasijas representadas en este conjunto fue expuesta al fuego. Se deduce que
estas vasijas fueron usadas como platos para servir comida, aunque por su
tamaño, posiblemente eran usados por más de una sola persona (ver Anexo 1
Láminas 31 y 32).
66
Colores y Motivos Borde Cuerpo Forma Múlt. Total %
Engobe Blanco 1 1 2,08
Negro, rojo sobre Blanco 2 15 17 35,42
Área roja 1 1 2,08
Greca 1 1 2,08
Línea 10 10 20,80
Triángulo Reticulado 1 1 2,08
Triángulo Reticulado y Línea 1 1 2,08
Reticulado oblicuo 1 1 2,08
Trazo Oblicuo 2 2 4,16
Negro sobre Blanco 10 12 22 45,83
Área Negra 4 4 8,33
Greca 1 1 2,08
2 Líneas 1 1 2,08
Línea 4 4 8,33
Triángulo Reticulado 7 7 14,58
Reticulado oblicuo 2 2 4 8,33
Indeterminado 1 1 2,08
Rojo sobre Blanco 3 3 6,25
Línea 1 1 2,08
Indeterminado 2 2 4,16
Rojo sobre Salmón 1 1 2,08
Área Roja 1 1 2,08
Negro, rojo sobre Blanco Crema 1 2 1 4 8,33
Tramo de triángulos con líneas zigzag 1 2 1 4 8,33
Total 13 34 1 48 100,00
% 27,08 70,83 2,08 100,00
Tabla 12. Local fase Inca: Tricromo Engobado. Formas, decoración y motivos (Forma Múlt.:
Forma Múltiple).
67
Al parecer todas estas decoraciones o motivos fraccionados corresponderían a lo
que conocemos como el motivo ‘estrellado’ (Pavlovic 2006). El borde posee un
labio redondeado, y las formas múltiples se conforman por cuerpos unidos a
bases. Se reconocen al menos tres vasijas las representadas dentro de este
conjunto (MNV). La primera correspondería a una gran vasija no restringida de
contorno simple y de forma esférica tendiente a elipsoide horizontal, con un
diámetro de 420mm y paredes gruesas. Las dos vasijas restantes carecen
fragmentos de borde, por lo que es difícil saber su tamaño y forma específica.
Ningún fragmento presenta huellas de uso (ver Anexo 1 Lámina 33 y 34).
b. Vasijas Restringidas
Se reconocen 7 (10,14%) fragmentos en este conjunto, todos son cuerpos y
presentan decoración negro y rojo sobre blanco, presentando motivos lineales que
al parecer componen una banda de triángulos (reflexión desplazada) con varias
líneas zigzag entre ellos. Todos estos fragmentos parecen ser parte de una misma
vasija (MNV), ya que dos de ellos remontan y todos fueron recuperados de la
misma unidad (G1). Correspondería a un jarro local, posiblemente con contorno
compuesto, de tamaño mediano, y forma de cuerpo elipsoide horizontal (ver
Anexo 1 Lámina 35).
68
descritos. Son 390 (45,67%) fragmentos los que componen este grupo, de los
cuales 270 (69,2%) corresponden a fragmentos de escudilla, 22 (5,62%) a vasijas
restringida, dos (0,51%) a instrumentos, uno (0,26%) a adorno, 95 (24,4%) a
fragmentos de categoría de vasija indeterminada.
a. Vasijas no restringidas
Este grupo está compuesto por 270 (69,2%) fragmentos, cuyas características se
detallan en la Tabla 13.
De los bordes todos tienen labios redondeados, excepto tres que presentan labios
rectos. Las formas múltiples son cuerpos unidos a la base. Los diámetros
obtenidos de los bordes varían entre 100mm y 220mm, preferentemente entre
100mm y 180mm (n: 31 [86,1% de 36 bordes]).
Se reconocen al menos 40 piezas representadas en este conjunto (MNV).
Seguramente las vasijas no restringidas representadas en este conjunto son de
contorno simple y de tamaños pequeños y medianos. En el conjunto, 20
fragmentos presentan hollín exterior, 6 carbón interior y 7 hollín exterior y carbón
69
interior. Esto hace suponer que varias de estas vasijas fueron expuestas al fuego
para procesar algún tipo de alimento o sustancia.
b. Vasija Restringida
Este grupo está compuesto por 22 (5,64%) fragmentos, cuyas características se
detallan en la Tabla 13.1.
E. Bco. Ext. E. Rojo Ext. s/deco. Ext. Total %
Forma/Grosor E. Bco Int. E. Rojo Int. s/deco Int. E. Rojo Int. s/deco Int. E. Rojo Int.
Borde 2 1 1 4 18,18
Mediano 2 1 1 4 18,18
Cuello 1 2 9 1 13 59,09
Delgado 1 1 4,55
Mediano 1 8 1 10 40,55
Erosionado 1 1 2 9,09
Inserción Asa 1 1 4,55
Mediano 1 1 4,55
Asa 1 1 2 9,09
Mediano 1 1 4,55
Muy Grueso 1 1 4,55
Cuerpo 1 1 4,55
Mediano 1 1 4,55
Forma Múlt. 1 1 4,55
Mediano 1 1 4,55
Total 2 1 2 2 13 2 22 100,00
% 9,09 4,55 9,09 9,09 59,09 9,09 100,00
Tabla 13.1. Vasijas Restringidas engobadas: Decoración externa e interna, formas y
grosores (E.Bco.Ext: Engobe Blanco Externo – E.Rojo.Ext: Engobe Rojo Externo – s/deco Ext.: sin decoración
externa – E.Bco.Int.: Engobe Blanco Interno – E.Rojo Int.: Engobe Rojo Interno – s/deco Int.: sin decoración interna
– Forma Múlt.: Forma Múltiple).
Los bordes son evertidos con labio redondeado, la asa tipo cinta, y de los 13
cuellos uno es evertido, uno recto y 11 indefinido. La forma múltiple corresponde a
una inserción de asa unida al cuerpo. Se reconocen al menos 8 vasijas
representadas dentro de este conjunto (MNV). Los diámetros obtenidos de los
bordes varían entre 100mm y 190mm. Se registraron 7 fragmentos con hollín
exterior, dos con carbón interior y 5 con hollín exterior y carbón interior. Esto
demuestra algunas de estas vasijas fueron expuestas al fuego, seguramente para
procesar algún tipo de alimento o sustancia.
70
c. Fragmentos de categoría de Vasija Indeterminada.
Este grupo está constituido por 95 (24,4%) fragmentos de cuerpos y bordes. La
mayoría corresponden a fragmentos decorados muy pequeños o muy erosionados
para incorporarlo a los otros grupos definidos. Los fragmentos de cuerpo se
encuentran engobados sólo por su cara exterior y alisado por la cara interna,
pudiendo pertenecer tanto a vasijas restringidas como a no restringidas, ya que la
falta de decoración al interior podrían corresponder a aquellos sectores sin
decoración de una vasija abierta. Los bordes engobados dentro de este grupo,
corresponden a fragmentos pequeños donde no se pudo determinar su forma
específica con claridad. No es posible proponer un MNV dentro de este conjunto,
ya que produciría una sobreestimación de piezas, ya que muchas vasijas
representadas en este conjunto pudieron ser contabilizadas dentro de otros
grupos. Las características del conjunto se resumen a continuación (Tabla 13.2).
71
transportar chicha; mientras que los platos bajos se habrían usado para servir
alimentos (sólidos y semisólidos). Esta recurrencia no es menor si tomamos las
palabras de Tamara Bray (2004) quien reconoce que el aríbalo, junto los platos y
la olla pedestal constituyen el conjunto mínimo para cualquier grupo afiliado al
estado Inca, siendo el aríbalo el más frecuente en las provincias. En el sitio
estudiado se reconocen, hasta ahora, dos de los tres tipos de vasijas propuestos
como el conjunto mínimo de filiación Incaica.
Dentro del conjunto Diaguita fase Inca se reconocen sólo tres escudillas y dos
vasijas restringidas, constituyéndose como el componente con menor cantidad de
fragmentos del sitio. Las escudillas son reconocidas como platos individuales para
servir alimento, mientras que las vasijas restringidas del conjunto presentan
función desconocida, debido a que no se pudo inferir la forma específica de éstas,
además de que no presentan huellas de uso (erosión, adherencia, carbón y hollín).
Entre la cerámica tipo Aconcagua se reconocen escudillas bicromas y policromas
y vasijas restringida bicroma y policroma, predominando las vasijas con
decoración policroma de ambas formas. Las escudillas de este conjunto pueden
haber sido usadas para servir alimentos (sólidos y semisólidos), aunque no se
descarta también su uso para calentar comida sobre el fuego, ya que dos
fragmentos presentan hollín en sus caras externas. En cuanto a las vasijas
restringidas sólo se reconoce la presencia de una olla pequeña, pero las formas
específicas de las otras vasijas se desconocen. Sin embargo, se puede inferir, a
partir de la presencia de hollín o carbón, que pueden corresponder también a
vasijas usadas para procesar algún alimento sobre fuego.
Por último, dentro del conjunto cerámico local de fase Inca están presentes las
escudillas tricromo engobados y con otras decoraciones locales, además de la
presencia de un jarro, siendo las primeras las más recurrentes en el sitio. Si bien
se reconoce para los otros conjuntos la escudilla como una vasija para servir
comida, destaca que las presentes en este conjunto presentan mayor tamaño y
72
evidencia de restos de carbón en la cara interna de dos fragmentos, y de hollín en
uno. Por lo que pudo haber sido usado también para calentar o cocinar alimentos.
En términos generales, se observan prácticamente dos funciones dentro del
conjunto cerámico representado en los fragmentos decorados. Esto es: servir
alimento y contener, trasportar y almacenar líquido; a excepción de las posibles
ollas Aconcagua y olla engobadas.
73
Gráfico 5. Diámetro Promedio (y) por vasija restringida (x).
Olla Pequeña
Escudillas Medianas
Local 69 2,7 13
Jarro Mediano
Escudillas Pequeños y Medianos
Engobados 390 15,3 48
Vasijas Restringidas Medianos
G. Pol. Indeterminado 76 3,0 * *Fragmentos pequeños
Escudillas Medianas y grandes
Vasijas Restringidas sin
Grandes
Monocromo cuello
1699 66,5 58
Vasijas Restringida con
Grandes
cuello
Cuencos Mediandos
Total 2553 100 182
Tabla 14. Tabla resumen de componentes cerámicos, MNV, Tipos de vasijas y Tamaño.
74
4. Instrumentos y adorno
Fuera de los fragmentos de contenedores cerámicos, se registraron 12 fragmentos
de instrumentos (pulidores), cuatro fragmentos de preforma de instrumento (o
instrumento con poco uso), más un fragmento de adorno (colgante).
Los instrumentos cerámicos encontradas en el sitio corresponde a fragmentos de
forma ovoidales con sus secciones trabajadas (pulidas) (ver Anexo 1 Láminas 36 y
37). Este tipo de instrumentos fueron descritos por Ampuero (1969) como
pulidores o alisadores cerámicos. A partir de la comparación con pulidores de
calabazas (mate), propone que éstos habrían sido utilizados en la fase de
modelación de la pieza, útiles para borrar las uniones en su cara interna y darle un
grosor uniforme en toda la pieza (Ampuero 1969:48). La asociación contextual de
este tipo de herramientas con fragmentos de cara interna escobillada en sitios
tardíos lleva a proponer una posible asociación de estos elementos, donde la
huella escobillada interna podría ser resultado del paso de este instrumento
(comunicación personal Daniel Pavlovic 2009). Aún los estudios sobre este tipo de
instrumentos se encuentran en proceso. Las características de este conjunto se
detallan a continuación (Tabla 15).
75
El adorno es recuperado de la unidad L1 y corresponde a un fragmento de
tratamiento superficial alisado por ambas caras, con sus secciones pulidas, con
decoración rojo engobado en una de sus caras, y un orificio pulido hacia uno de
sus extremos que se encuentra fragmentado (ver Anexo 1 Lámina 38). Debido a
sus características morfológicas es definido como un colgante.
76
CAPÍTULO VII
RESULTADO DE ANÁLISIS DE
OTRAS MATERIALIDADES
1. Material Lítico
Los resultados de análisis del material lítico se basan en el informe de Daniel
Pascual (2009, 2010), el cual analizó un total de 106 piezas líticas recuperadas del
sitio. De este total, 82 (77,36%) correspondieron a derivados de núcleo y 24
(22,64%) a instrumentos. Del primer grupo la mayoría de las piezas corresponden
a piezas fracturadas (68,29% n: 56). Con el fin de no sobre representar ninguna
variable, se decidió trabajar a partir del mínimo número de elementos (NME); así
del total de derivados de núcleo (n: 82) se reconoce un NME de 32 piezas, de los
cuales 24 (75%) corresponden a microlascas y 8 (25%) a lascas (Pascual 2009).
Gran parte éstos presentan materia prima silícea (89% del total de la muestra) y,
en menor cantidad andesita (3,66% del total de la muestra).
En cuanto a los instrumentos (n: 24), 13 corresponden a puntas de proyectil (ver
Anexo 1 Lámina 39), un derivado de núcleo con modificaciones (ver Anexo 1
Lámina 40), un fragmento de Flauta de pan (ver Anexo 1 Lámina 41), 8 a cuentas
de collar (ver Anexo Lámina 42) y un colgante (ver Anexo 1 Láminas 43 y 44). Las
puntas de proyectil se encuentran totalmente formatizadas y son el elemento que
se encuentra más representado en el sitio. Pascual (2009, 2010), siguiendo
criterios morfológicos, identifica: triangulares alargadas de base escotada,
triangulares con aletas y pedúnculo, triangulares de base escotada, agotadas con
aletas y pedúnculo. Destaca que la mayoría fueron descartadas en condiciones
de uso adecuadas (11 de 13). El derivado de núcleo con modificaciones es una
lasca de basalto con retoque marginal simple y microastillamiento (por uso) en uno
77
de sus filos, correspondiente a un instrumento expeditivo y de carácter informal. Y
por último, las cuentas de collar, como el colgante, son todas de mineral de cobre,
específicamente malaquita y turquesa.
En resumen, se observa una presencia efímera del material lítico, si se considera
el hallazgo de sólo 106 piezas (MNE: 56) en 42,66m2 de excavación. Pascual
(2009) plantea, a partir de esto, que el sitio habría sido ocupado esporádicamente
en el tiempo, y que de acuerdo a los restos materiales recuperados, no se habrían
llevado a cabo actividades que generaran grandes depósitos de material lítico. No
se observan actividades del tipo domésticas, ya que la presencia de instrumentos
como raspadores, raederas, tajadores, implementos de molienda y en general
artefactos informales con bajo grado de conservación que caracterizarían
contextos habitacionales según Andrefsky (1998, en Pascual 2009), son casi nulas
en el sitio (N: 1, 1%). Las puntas de proyectil descartadas en condiciones de uso
adecuadas y sin evidencias de las fases de su cadena operativa pueden tener
relación con un uso ritual más que con un contexto habitacional (Pascual 2010).
Por último, la presencia de obsidiana en el sitio (una lasca y una punta de
proyectil), llama la atención, ya que es una materia alóctona y no tiene
representación en las ocupaciones PIT en la zona. Pascual (2009) propone que
podría corresponder a un bien de prestigio o de alto valor simbólico para grupos
de influencia incaica.
2. Restos Arqueometalúrgicos
Los resultados de análisis de esta materialidad se basan en el informe de Plaza
(2010). Del sitio fueron rescatadas 8 piezas de metal, las cuales fueron sometidas
a registro a partir de una extensa revisión macroscópica, utilizando lupa binocular
de 10x, 20x y 30x. Entre las piezas contamos con: una placa trapezoidal, un aro
completo, tres fragmentos de aros y tres fragmentos laminares. Tanto la placa
como los aros indican el uso del cobre como materia prima en su manufactura, así
también una de las láminas, mientras que las dos restantes indican el uso de plata
en su manufactura. En ninguna de estas piezas se observan huellas de uso.
78
En cuanto a las funciones, la placa trapezoidal (ver Anexo 1 Lámina 45), a simple
vista, supone un uso como hacha, sin embargo se observa que por su espesor y
borde curvado es imposible que se haya usado como tal, por tanto, no es posible
proponerle alguna función conocida (Plaza 2010). Sin embargo, pudo corresponde
a una pieza no terminada (Plaza 2010). En cuanto los aros (ver Anexo 1 Lámina
46), se observan la presencia de dos variedades: aro circular simple y aro circular
de dos espirales. La función propuesta para este tipo de objetos, tanto en el norte
chico (Latorre 2009) como en la zona sur (Campbell 2004), es de uso
principalmente femenino, interpretadas como piezas que refuerzan identidades
grupales, siendo utilizados como símbolos de estatus (Latorre 2009). Respecto a
las láminas (ver Anexo 1 Lámina 47), su uso se relaciona con la creación de
adornos utilizados como pendientes, adornos textiles, cintillos o diademas. La
placa trapezoidal laminar (ver Anexo 1 Lámina 48) de cobre pudo ser parte de un
pendiente, y los fragmentos de lámina de plata pudieron corresponder a una pieza
mayor, o bien a desechos de manufactura perdidos durante la terminación de
otros objetos (Plaza 2010). Aunque también pudo corresponder a partes de
adornos traídos por las personas que participaron en las actividades realizadas en
el sitio, como parte de su atuendo.
79
3. Restos Arqueobotánicos
El análisis de los restos arqueobotánicos se basa en el informe de Belmar y
Quiroz (2009; Quiroz y Belmar 2010). En los primeros estudios realizados en el
sitio Cerro La Cruz (Rodríguez et al. 1992, 1993), no se abordó una extracción
sistemática de la evidencia arqueobotánico, recogiéndose sólo aquellas semillas
visibles a simple vista. Por esto se hizo necesario realizar un análisis más acabado
de este tipo de restos arqueológicos para evidenciar qué plantas domesticadas y
silvestres estaban siendo usadas en las actividades del sitio.
La muestra de análisis provino de un total de 13 rasgos detectados durante las
excavaciones del sitio, con un volumen total de 111,6 litros. La técnica usada para
el procesamiento de la muestra fue la flotación. Los restos fueron clasificados por
taxones, según tipo de planta, distinguiéndose entre herbáceas,
arbustivas/leñosas, suculentas y domesticadas (Quiroz y Belmar 2010). De los 13
rasgos analizados se recuperó un total de 5887 carporrestos, con una densidad
promedio de 52,75 carporrestos/litros en todo el sitio. De ellos 3413 (57,98%)
están carbonizadas y 2574 (42,92%) no lo están, lo cual indica una alta presencia
de material no arqueológico (los restos no carbonizados) en los contextos,
ingresado de manera natural o por agente contaminantes. A partir de la
información entregada por Belmar y Quiroz (2009; Quiroz y Belmar 2010),
mostramos una síntesis de los taxones hallados y una breve descripción de estos
(Tabla 16):
80
Echinopsis sp. (quisco): utilidad económica y medicinal reconocida, proporciona
frutos muy apreciados y poseen propiedades medicinales (Mösbach 1999 en
Quiroz y Belmar 2010).
Doméstico Silvestre
(Chenopodiaceae)
Echinopsis sp.
(Solanaceae)
(Lamiaceae)
M. hastulata
(Fabaceae)
Suaeda sp.
(Poaceae)
C. quinoa
Z. mays
D1, Rasgo, 1 2
D1, Rasgo 2 6 1
Sector 3
A2, Rasgo 4
4
N1, Rasgo 1 2 89 4 8 4 11
G1, sin referencia 6 2 24 156
Sector 5
81
CAPÍTULO VIII
DISTRIBUCIÓN DE LA MATERIALIDAD
Y ANÁLISIS ESPACIAL
82
De un total de 13,42 m3 excavados se recuperó un total de 2553 fragmentos
cerámicos mayores a 1cm de tamaño (muestra analizable), dando una densidad
total de 190,3 fragmentos por metro cúbico. Los siguientes gráficos presentan la
densidad general de la cerámica en los distintos sectores (Gráfico 6) y la densidad
específica de la cerámica decorada y no decorada (Gráfico 7).
83
(Gráfico 7). En ambos casos presentan la misma distribución (sector 5, sector 3,
sector 4 y sector 1). La baja densidad presente en el sector 1 podría corresponder
a una menor cantidad de actividades en comparación al resto del sitio y/o a
actividades diferentes que las realizadas en otros sectores, o bien, a eventos de
limpieza de material o a procesos de formación de sitio que causaron la remoción
del material por la pendiente natural del cerro. A continuación se detallará la
distribución de los tipos de vasijas decoradas y no decoradas dentro del sitio.
a. Cerámica No Decorada
Dentro de este conjunto se identifica la presencia de al menos 58 vasijas (MNV),
de las cuales 18 (31,03%) son no restringidas, 32 (55,17%) restringidas y 8
(13,79%) de categoría de forma indeterminada (fragmentos pequeños). Su
distribución en el sitio por sector se observa en el siguiente gráfico (Gráfico 8).
84
todos los sectores de la planta inferior. La distribución de estas vasijas demuestra
que en todos los sectores, al menos de la planta inferior, se está privilegiando el
consumo de alimentos, en cuanto presenta vasijas para servir, procesar y cocinar
alimentos, además de los jarros para servir, contener, transportar y almacenar
líquidos. En cuanto a los instrumentos cerámicos (alisadores o rebajadores), todos
son recuperados del sector 4 (B1).
b. Cerámica Decorada
La distribución específica de los grupos de la cerámica decorada se especifica a
continuación (Gráfico 9).
85
Gráfico 9.1. Cerámica Decorada: Inca Local. Distribución de sus tipos de vasija (MNV).
Gráfico 9.2. Cerámica Decorada: Diaguita Fase Inca. Distribución de sus tipos de
Vasija (MNV).
Gráfico 9.3. Cerámica Decorada: Tipo Aconcagua. Distribución de sus tipos de vasija (MNV).
86
Gráfico 9.4. Cerámica Decorada: Local Fase Inca. Distribución de sus tipos de vasija (MNV).
87
Dentro del grupo Inca Local destaca la distribución inversamente proporcional que
presentan los aríbalos con los platos bajos. Mientras los aríbalos aumentan su
número en el sector 5, los platos bajos disminuyen; y viceversa, los platos tienen
una presencia mayor en el sector 3 mientras los aríbalos disminuyen (Gráfico 9.1).
Por su parte, el grupo de cerámica Diaguita fase Inca está completamente ausente
en la plaza intramuros 1 (Gráfico 9.2), sólo hallándose en la plaza intramuros 2, en
el sector 5. Las vasijas restringidas de este conjunto tienen presencia, aunque
escasa, en el sector 3 como en el sector 5 (plaza intramuros 2). Entre la variedad
de vasijas del grupo cerámico Tipo Aconcagua Salmón, las escudillas policromas
son las más numerosas y se encuentran presente en todos los sectores del plano
inferior como también las escudillas bicromas y las vasijas restringidas bicromas
(Gráfico 9.3). Por otro lado, destaca la ausencia de vasijas restringidas policromas
en el sector 5, siendo este el más denso del sitio, y su presencia en el sector 1,
plano superior, sector menos denso del sitio. Por último, dentro del grupo cerámico
Local Fase Inca, las escudillas T.A Tricromas Engobadas tienen supremacía, y se
presentan en los 3 sectores del plano inferior del sitio (Gráfico 9.4). En cambio, las
escudillas de otras decoraciones locales se encuentran sólo en el sector 4 y 5,
mientras que el jarro sólo en el sector 5. Finalmente, los instrumentos decorados
se encuentran principalmente en el sector 5 (Plaza Intramuros 2), dos con
decoración Inca Local y tres con Local Fase Inca, seguido por el sector 4 (Plaza
Intramuros 1), el que además reúne la totalidad de los instrumentos no decorados.
88
Plaza Intramuros 1 (Sector 4) Plaza Intramuros 2 (Sector 5)
Menor cantidad de restos cerámicos que el Mayor cantidad de restos cerámicos que el
sector 5 sector 4
Más vasijas restringidas no decoradas que Más vasijas restringidas no decoradas que no
no restringidas no decoradas restringidas no decoradas
Mayor presencia de platos Inca Local que Mayor presencia de aríbalos que platos Inca
aríbalos Local.
Ausencia de escudillas diaguitas Fase Inca Presencia de escudillas diaguitas Fase Inca
Presencia numerosa de escudillas T.A Presencia numerosa de escudillas T.A
Policroma Policroma
Presencia de escudillas y vasijas restringidas Presencia de escudillas y vasijas restringidas
T.A Bicroma T.A Bicroma
Presencia de vasija restringida T. A Ausencia de vasija restringida T. A Policromo
Policromo
Presencia de Escudilla T.A Tricromo Presencia de Escudilla T.A Tricromo
Engobado (menos que sector 5) Engobado (más que sector 4)
Exclusiva presencia de escudilla local Exclusiva presencia de Escudilla local
Ausencia de Jarro con decoración Local fase Exclusiva presencia de Jarro con decoración
Inca fase Inca
Mayor cantidad de instrumentos cerámicos Presencia de instrumentos cerámicos
concentrados en la Unidad B1 concentrados en la Unidad G1
Tabla 19. Comparación de las características cerámicas de las Plazas Intramuros 1 y 2
89
1.2. Material Lítico
En la siguiente tabla (Tabla 20) se detallan las unidades por sector donde aparece
material lítico, la cantidad y las categorías de las piezas.
Del total excavado se recupera un MNE de 56 piezas líticas, dando una densidad
de 4,2 piezas por metro cúbico excavado20, un índice bastante bajo. La mayor
cantidad de material lítico se recupera en el sector 4, específicamente en la unidad
N1, sin embargo estos elementos corresponden en su mayoría a microlascas de
un mismo tipo de sílice color café, lo que lleva a proponer que responderían todas
a un mismo evento de talla (Pascual 2009). Sin contar a los derivados de núcleo
(lascas y microlascas), la mayor cantidad de instrumentos líticos se encuentra en
el sector 3, destacando la presencia del único instrumento expeditivo encontrado
en estas excavaciones (derivado con modificaciones). Llama la atención que la
única categoría de pieza presente en todos los sectores del sitio es la punta de
proyectil, seguido por las cuentas y las lascas, que se presentan en todos los
sectores exceptuando el sector 1. El fragmento de flauta de pan es la categoría de
pieza con menos representación, junto el derivado con modificaciones, sin
20 3
El índice de densidad se saca a partir de 13,42m (ver tabla 17)
90
embargo constituye un elemento poco común. Su presencia es altamente
significativa y diagnóstica, en cuanto se asocia a su uso musical.
Unidad Sector Aro Cir. Simple Aro Comp. Lámina de Plata Placa de Cobre Placa Trapezoidal Total
Total Sector 1 0
D1 3 1 1
L1 3 1 1
Total Sector 3 2 2
Total Sector 4 0
G1 5 2 2 4
P1 5 1 1 2
Total Sector 5 2 2 1 1 6
TOTAL 2 2 2 1 1 8
Tabla 21. Material lítico por unidad y por sector: cantidad y categoría de pieza.
91
quilo, Fabaceae, Lamiaceae y Poaceae) y una completa ausencia de quínoa.
Finalmente, en el sector 3, además de otros taxones, se recupera tanto maíz como
quínoa (Quiroz y Belmar 2010).
En las Tabla 22.1 y Tabla 22.2 se resume la distribución de taxones por rasgo y
sector del sitio.
Doméstico Silvestre
(Chenopodiaceae)
Echinopsis sp.
(Solanaceae)
(Lamiaceae)
M. hastulata
(Fabaceae)
Suaeda sp.
(Poaceae)
C. quinoa
Z. mays
Origen
No Endémico
Endémico
Endémico
Endémico
Endémico
Endémico
Endémico
Endémico
Endémico
Endémico
Rasgos
D1, Rasgo, 1 X
D1, Rasgo 2 X X
Sector 3
L1, Fogón 1 X X X X X
L1, Rasgo 2 X X X X X X X
L1, disperso NO X X X
M1, Rasgo 1 X X X X X
A2, Rasgo 4
Sector 4
N1, Rasgo 1 X X X X X X X
G1, Rasgo 1 X X X X X X X X
G1, Rasgo 2 X X X X X
G1, Rasgo 3 X X X X
G1, Rasgo 4 X X X X X X
92
Rasgos Total carporrestos Densidad (carporrestos/litro) % Carp. Carb % Carp. No carb.
93
Las estructuras arquitectónicas del sitio se distribuyen en los 5 sectores descritos
para el sitio. En el sector 1, plano superior, se presentan dos unidades
estructurales claras. La Estructura 2, de forma rectangular y 27m2, presenta un
muro adosado (muro 6) y un afloramiento rocoso en su interior, y se ubica al norte
del sector 1. La Estructura 1, también rectangular y de 2m2 de área, se ubica más
al sur del sector y también se asocia a un afloramiento rocoso. El sector 2, la
pendiente, presenta 4 muros aislados que generan plataformas. Tanto el sector 3
y 4 se encuentra enmarcado por un muro de piedras, denominado Muro Perimetral
1 (Letelier 2010:87), y encierra un área total de 1.000m2. El sector 3 se delimita
como un camino, destacando la presencia de un muro lineal aislado, mientras que
en el sector 4, el área encerrada es de 200 m2 aproximadamente (Plaza
Intramuros 1). Finalmente, el sector 5 presenta una segunda plaza enmarcada por
el Muro Perimetral 2 (Letelier 2010:87), que encierra un área de 254,4m2 aprox.
En este sentido, no se observan áreas de concentración importante de estructuras
arquitectónica, es más, existen tres sectores con total ausencia de recintos,
correspondientes a todo el plano inferior del sitio.
94
roca, materialidad que se mantiene a lo largo del tiempo. Ahora bien, hay que
tener en consideración dos puntos: primero, las estructuras presentes en el
sitio están altamente derruidas, lo que incide en nuestra percepción en cuanto
al tipo de construcción; y segundo, la arquitectura pareciera estar resaltando el
espacio demarcado más que la monumentalidad de su construcción (Letelier
2010).
21
La zona de valle de Catemu está siendo estudiada en una etapa inicial del proyecto Fondecyt
1090680.
95
siendo este último el sector de la plaza intramuros 1, con 200m2 de área
aproximada. Así las plazas intramuros 1 y 2 tendrían un tamaño similar (ver
Anexo 1 Lámina 58). Ahora bien, hay que ser cautelosos con estas medidas,
ya que las estructuras revisadas se encuentran bastante derruidas, condición
que podría alterar la medición. Al comparar las estructuras arquitectónicas del
sector 1 con las observadas en los sectores del plano inferior del sitio (sector 3,
4 y 5), se aprecia una gran diferencia en las áreas que enmarcan, siendo
mucho mayores estas últimas. La capacidad de carga observada en los
espacios demarcados en los sectores del plano inferior, al ser mayor, a razón
del área demarcada, podría corresponder a un espacio público de agregación
(ver Anexo 1 Lámina 59), a diferencia de lo observado en el sector 1, donde la
capacidad de carga de las estructura es bastante menor, correspondiendo
posiblemente a un espacio de actividades más privadas, un espacio de
segregación.
96
Sector Punto de Referencia Elementos en el Campo de Visibilidad
1 Estructura 1 Estructura 2
Ladera (Sector 2): Estructuras 3, 4, 5 y 6.
Plaza 1 (Sector 4)
Cordillera: Cerro Aconcagua
Valle en general
1 Estructura 2 Estructura 1
Cordillera: Cerro Aconcagua
Valle en general
2 Estructura 3 y 4 Ladera (Sector 2)
Plaza 1 (Sector 4)
Cordillera: Cerro Aconcagua
El Valle en general
2 Estructura 5 y 6 Estructura 3 y 4
Valle sólo el sector este y oeste
3 Estructura 7 (muro Estructura 1
aislado) Cordillera: Cerro Aconcagua
Valle en general
4 Plaza Intramuros 1 Estructura 1
Ladera (sector 2)
Cordillera: Cerro Aconcagua
Valle sólo el sector este y oeste
Cordillera
5 Plaza Intramuros 2 Valle en general
Tabla 23. Elementos visibles por sector (complemento información de Letelier 2010 y
observación campaña 2008).
El punto más alto del sitio corresponde al estructura 1, ubicado al sur del sector
1 del sitio, siendo este el punto que posee mayor visibilidad del sitio
(principalmente la plaza intramuros 1) y el entorno (valle y cordillera de los
Andes). Por el contrario, el sector donde menos elementos se observan es la
plaza intramuros 2 (sector 5), en el sector sur del sitio. Se destaca también que
el posicionamiento de la estructura 1 (específicamente su posible vano), y las
plataformas presentes en el sector 2 (pendiente) del sitio podrían tener alguna
97
orientación astronómica significativa, asociada a la observación de los
solsticios (comunicación personal Andrés Troncoso 2009; Acuto et al. 2010).
f. Accesos: Los accesos a los distintos sectores del Cerro La Cruz está dado por
el relieve natural que presenta el sitio, dos áreas planas (sector 1 y sectores 3
y 4) y dos pendientes (sector 2 y sector 5), una más abrupta que la otra. El
acceso, además, se facilita por la ausencia de paredes o presencia de paredes
derrumbadas. No se observan vanos claramente definidos, exceptuando los
registrados en la estructura 1 del sector 1, que presenta un largo de 50cm
aproximados. Concordando con Letelier (2010:96), la variable latitudinal
permite plantear un acceso al sitio desde el sector de menor altura (sur), hacia
el de mayor altura (norte), lo que correspondería a una circulación desde el
sector de menor visibilidad, sector 5, al de mayor visibilidad, sector 1
(estructura 1) (ver Anexo 1 Lámina 65). Ello no quiere decir que la circulación
haya sido libre para todo público, sin embargo a partir las estructuras
observadas, no es posible proponer restricciones de acceso claros, ni cuántas
personas entraban o salían a la vez, aunque los restos materiales permiten
sugerir que en el sector 1 participaban menos personas en las actividades que
en el resto del sitio.
98
distancia de percepción personal, lo que podría evidenciar que a estos espacios
ingresaron grupos más pequeños de personas (segregación). Si bien, estos
sectores son periféricos en el sitio, también corresponden al sector de mayor
altitud, siendo más visibles tanto desde el cerro como desde el valle aledaño. Si a
esto agregamos la variable de visibilidad, entendiendo que ciertas estrategias de
visibilización podrían estar asociadas a estrategias de control social (Criado 1991),
proponemos que habría existido una posible diferenciación social asociada a la
variable latitudinal del cerro: en una circulación desde los sectores más bajos a los
más alto (sur a norte), menor cantidad de personas habrían tenido acceso a las
actividades realizadas en los sectores altos del sitio (sector 1 y 2).
99
CAPÍTULO IX
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Nos gustaría iniciar este capítulo destacando que los resultados de los análisis de
los distintos restos materiales son similares a los obtenidos por el equipo de
Rodríguez, pero sin duda, su revaluación expande la comprensión de sus
comportamientos en el sitio, como veremos a continuación.
En las primeras campañas de excavaciones realizadas en el sitio a inicios de los
años ’90 se recuperó: material cerámico, lítico, arquemetalúrgico, malacológicos,
restos óseos animal y carporrestos, en un total aproximado de 61,2m2 excavados y
colectas superficiales en gran parte del sitio. El material cerámico recuperado por
el equipo de Rodríguez22 supera a la cantidad analizada en este trabajo,
presentando “un número aproximado de cinco mil unidades” (Rodríguez et al.
1992:25). Este equipo realiza un análisis general de la fragmentería, identificando
la presencia de la alfarería de la Cultura Aconcagua y Diaguita-Incaico,
comprendiendo al primer grupo como cerámica local y el segundo como un
componente externo. Dentro de la cerámica decorada Aconcagua la forma más
representativa es el “plato” (escudilla) con decoración bicroma (negro sobre
salmón), mientras que dentro de la cerámica de origen externo se reconocen
escudillas, aribaloides, platos bajos y jarros de paredes rectas y base plana, con
decoraciones propias de Tawantinsuyu expansivo (ajedrezado, reticulado) y toda
la gama de decoración diaguita. También definen la cerámica no decorada como
“cerámica utilitaria” (Rodríguez et al. 1992:26), identificando dentro de este
conjunto ollas medianas y grandes, y vasijas de gran tamaño. Las cantidades y los
porcentajes de cada uno de estos componentes no quedan del todo claro en el
informe, refiriendo sólo a porcentajes aproximados a un total estimativo de cinco
mil unidades. Tampoco elabora distinciones respecto a la distribución diferencial
de la cerámica (y sus componentes) a lo largo del sitio. Esta mirada tan general de
22
Dentro del diseño inicial de esta tesis se contemplaba el reanálisis del material cerámico
recuperado por el equipo de Rodríguez, sin embargo el Terremoto acontecido el 27 de Febrero del
año 2010 impidió el ingreso al Museo Nacional de Historia Natural, lugar donde se encuentran
guardados los materiales. Por este motivo no se pudo llevar a cabo este paso que sin duda habría
enriquecido aún más las conclusiones de este trabajo.
100
la materialidad cerámica no permite vislumbrar qué tipo de actividades se habrían
estado llevado a cabo en los distintos sectores del sitio, dejando un vacío en la
comprensión de la función del sitio.
En cuanto al material lítico, el equipo de Rodríguez recuperó un total de 613
piezas, pero de éstas, 143 correspondía a guijarros ovoidales sin huellas de uso, y
204 a piezas obtenidas de una recolección superficial del sitio, resultando así 266
piezas líticas obtenidas en estratigrafía. Dentro del conjunto total se recuperan:
puntas de proyectil (n: 52), cepillos (n: 2), tajadores (n: 6), percutores (n: 1),
triturador (n: 1), manos de moler (n: 7), piedra de moler (n: 3 fragmentos) y manos
percutores (n: 2) (Rodríguez et al. 1992). Gran parte de estos instrumentos fueron
recuperados en superficie, lo que sugiere su abandono en el último momento de
ocupación del sitio, quedando expuesto superficialmente (Rodríguez et al. 1993).
También fue posible recuperar una gran cantidad de cuentas de collar, con un total
de 184, de las cuales 159 provienen de sólo dos unidades de excavación (U.5:
109 y U.2:50). Fuera de las cuentas, también se recupera un posible fragmento de
clava de amalgatolina, dos pendientes y 30 fragmentos de flautas de combarbalita
conocidas como tipo pan. A partir de esta materialidad, las conclusiones son
similares a las de Pascual (2009, 2010). La elaboración local de instrumentos es
muy escasa, y tal vez, mucho de ellos tuvieron una manufactura alóctona, siendo
posteriormente llevados al sitio (Rodríguez et al. 1992). También destaca que en
el sitio aparecen materias primas alóctonas, como obsidiana, combarbalita,
malaquita y turquesa, que podrían estar sugiriendo algún tipo de contacto con
poblaciones del Norte Chico (Rodríguez et al.1992). Observa que la frecuencia y
variedad de categorías morfo-funcionales identificadas en este sitio no
corresponden a lo que frecuentemente se identifica en ocupaciones agroalfareras
tardías de Chile Central, lo que habla de un tipo de asentamiento distinto. La alta
frecuencia de artefactos de lítica pulimentada de esmerada elaboración (cuentas),
confeccionadas en materias no locales que incluyen artefactos ornamentales poco
frecuentes, denotan cierto tipo de status del sitio (Rodríguez et al. 1992).
El material arqueometalúrgico, fue recientemente reanalizado por Plaza (2008),
identificando 36 piezas recuperadas de las campañas del equipo de Rodríguez: 5
101
hachas, cuatro cinceles y dos punzones, 11 aros, 10 láminas, una campana y tres
indeterminados. Para Rodríguez (et al. 1992, 1993) la presencia de estos objetos
de metal estarían reflejando principalmente una tradición metalurgista traída por
grupos incaizados desde el Norte Chico. Estos hallazgos, más los vestigios de una
posible huaira, que reconocen en la ladera oriental del cerro, llevan a Rodríguez a
proponer el desarrollo de una industria minero-metalúrgica en el sitio Cerro La
Cruz. Sin embargo, esta propuesta es descartada en la reciente revaluación del
sitio y por los reanálisis del material arqueometalúrgico realizado por Plaza (2008),
donde se descarta la presencia de la posible huaira, por encontrarse, según el
plano, en la ladera del cerro donde no llega el viento (Troncoso et al. 2008), y se
reconoce que las escorias recuperadas por el equipo de Rodríguez (1992, 1993)
no eran tal (Plaza 2008). Además no se observa la presencia de materiales
correspondientes a otras etapas de producción, como moldes y crisoles, siendo
sólo objetos terminados y semiterminados los que se recuperan del sitio. Aún así
el sitio Cerro La Cruz constituye el sitio con mayor cantidad de objetos de metal en
Chile Central (Plaza 2010) con un total de 44 piezas recuperadas en las campañas
de los distintos equipos que han estudiado el sitio.
En cuanto al material malacológico, en la reciente campaña de excavación sólo se
recuperó un fragmento, a diferencia de lo rescatado por el equipo de Rodríguez. Si
bien, no especifican la cantidad recuperada, destacan: Choromitylus chorus,
Diplodon sp. y Concholepas concholepas (Rodríguez et al. 1992, 1993). Explica la
presencia de estos restos como parte componente de la dieta de los sujetos que
participaron en las actividades del sitio (Rodríguez et al. 1992). Como parte de la
dieta también proponen al poroto (Phaseolus sp.), la quínoa (Chenoposium
quinua) y al maíz (Zea Mays), a partir de la evidencia de semillas quemadas
halladas durante la excavación. Si bien estos hallazgos son sugerentes, la
extracción de carporrestos no fue sistemática y su recuperación estuvo sujeta a la
identificación a simple vista. Esto no permitió tener un panorama acabado de este
tipo de restos arqueológicos para evidenciar qué plantas domesticadas y silvestres
estaban siendo usadas en las actividades de los distintos sectores del sitio.
102
Finalmente los restos óseos animal identificado por el equipo de Rodríguez
corresponden a distintos fragmentos óseos de camélidos (vértebras, huesos
largos, costillas, falanges, mandíbula y piezas dentarias) con huellas de
faenamiento y evidencia de exposición al fuego, vértebras de pez y un diente fósil
de tiburón (Rodríguez et al. 1992, 1993).
Si bien, los restos materiales recuperados por el equipo de Rodríguez es rica y
variable, la conducción de la mayoría de sus análisis no permiten comprender el
tipo de actividades llevadas a cabo dentro del sitio. No hay análisis distribucional
de la materialidad y no hay claridad en los diferentes componentes culturales que
confluyen en el sitio. Su estudio tiene un fuerte pilar en los análisis etnohistóricos,
lo que finalmente fundamenta su proposición del Cerro La Cruz como enclave
administrativo diaguita-incaico. Lo que hemos intentado en este trabajo es dar un
giro a esta propuesta a partir de la información que nos puede entregar la
materialidad del sitio, respecto a las distintas actividades realizadas en él, y
finalmente comprender la función del sitio dentro del contexto del dominio Incaico
en la zona.
103
libaciones rituales de chicha. En el sitio se han hallado, hasta ahora, dos de las
tres vasijas propuestas por Bray. La presencia de láminas de plata también es
indicio de la presencia Inca en el sitio. Los objetos de este material sólo son
conocidos en la región para el Período Tardío, sin antecedentes previos (Plaza
2010). Tanto el oro como la plata son considerados como metales sagrados,
utilizados y repartidos por el mismo Inca (González 2004). Se entiende que la
dinastía incaica habría descendido del sol, por ello, cuando se adora al astro
también se adora al soberano (González 2004). Así, el oro, considerado como el
sudor del sol, y la plata, entendida como las lágrimas de la luna, se convirtieron en
metales de uso restringido a ciertos personajes y grupos sociales. Contrariamente,
el cobre y el bronce se convirtieron en el metal de la gente común (Plaza 2010).
Luego, el componente cultural con mayor presencia, después de lo Inca Local, es
lo Aconcagua (Complejo Cultural Aconcagua), identificado a partir de la cerámica
por el Tipo Aconcagua Salmón. Entre los elementos cerámicos contamos
principalmente con escudillas, jarros y una olla, en su variedad bicroma y variedad
policroma, siendo predominante esta última. Otro elemento que ingresa al sitio
asociado a lo Aconcagua son los aros de arco simple de motivo espiral con una
cuenta engarzada, con antecedentes de un ejemplar en el valle de Chicauma en
un sitio Aconcagua del PIT (Plaza 2008, 2010).
Lo Local Fase Inca es el tercer componente cerámico más numeroso, definido a
partir de las escudillas T.A Tricromo Engobado y las escudillas y el jarro con el
motivo estrellado. Posiblemente estas vasijas no serían el único elemento que
estaría ingresando como parte de lo Local, sino también los aros de cobre de
doble espiral. Plaza (2008, 2010) propone que podría ser considerado como una
variante local de los aros de arco simple. Los aros presentes en el Cerro La Cruz
estarían respondiendo a un patrón decorativo apreciado por la población local (y
con antecedentes desde el PIT), que luego desarrollarían grupos locales
incaizados, aportando la particularidad de los dos espirales (Plaza 2010).
Y finalmente, lo Diaguita Fase Inca se aprecia a partir de la presencia de
escudillas de forma y decoración diaguita fase Inca y escasos fragmentos
pequeños de vasijas restringidas Cuarto Estilo. Este componente cultural cerámico
104
tiene la más baja representación en el sitio. También reconocemos como parte de
este conjunto los objetos de metal. Plaza (2008 y 2009) percibe una fuerte y
estrecha relación con los diseños y técnicas de manufactura descrita para la
cultura Diaguita desde su período clásico y en especial la época de contacto Inca
(Latorre 2009). Dentro de éstos, la presencia de aros también es un material
común dentro del repertorio material del Norte Chico, presentando una gran
variabilidad de modelos, pero sólo el aro de arco simple se registra en el sitio
Cerro La Cruz (Plaza 2010).
Cabe destacar la baja cantidad de cerámica Diaguita Fase Inca recuperada en
comparación a la descrita en los resultados del equipo de Rodríguez (56% en
Rodríguez et al. 1992:27). Seguramente incide en este fenómeno que para este
estudio se trabajó con el componente Inca Local, no reconocido en los estudios
previos. Posiblemente Rodríguez (et al. 1992, 1993) integró lo Inca Local a lo
Diaguita Inca, ya que algunos fragmentos Inca Local muestran en su decoración
motivos de influencia diaguita, como la greca o el escalerado, pero sin presentar
los patrones ni las formas características de lo Diaguita Inca, ni la experticia en los
trazos de los diseños.
105
SECTOR 1 SECTOR 3 SECTOR 4 SECTOR 5
Vasija Rest. Vasija Rest. Vasija Rest.
n/deco. Indeterminad
Vasija No Rest. Vasija No Rest. Vasija No Rest.
o
Instrumento
Plato Bajo Aríbalo Aríbalo
Inca
Aríbalo Plato Bajo Plato Bajo
Local
Phaqcha Vasija Cuello Ang. Instrumento
Instrumento
Diag.
Fase Escudillas
Vasija Rest.
Inca Vasija Rest.
Cerámica
Instrumento
Escudilla T. A Tricromo
Escudilla T. A Escudilla T. A
Eng.
Local Tricromo Eng. Tricromo Eng.
Jarro
Fase
Escudillas Otros.
Inca Instrumento Escudillas Otros.
Instrumento
5 Puntas Proyectil
2 Puntas Proyectil 4 Puntas Proyectil
5 Cuentas
2 Cuentas 1 Cuenta
Lítico
1 Punta 1 Colgante
2 Lascas 1 Frag. Flauta
Proyectil 1 Derivado con
24 Microlascas 2 Lascas
Modificaciones
4 Lascas
Piezas de
2 Láminas
2 aros compuestos
1 Placa
1 Placa Trapezoidal
2 recintos M. Perimetral 1
M. Perimetral 1 M. Perimetral 2
1 Muro 1 Muro aislado
Tabla 24. Resumen de la materialidad recuperada de los diferentes sectores del sitio durante
la campaña del año 2008.
106
Comenzaremos, entonces, con el Sector 5, correspondiente a la Plaza Intramuros
2. Este sector es el área de mayor densidad de material del sitio. A partir de la
presencia de fogones (no estructurados), la evidencia cerámica, la presencia de
restos óseos animal y la evidencia entregada por los carporrestos (Tabla 24) se
propone que en este sector se habrían llevado a cabo actividades relacionadas
fundamentalmente al consumo de bebidas y alimentos. Se observa, una primacía
de vasijas no restringidas entre la cerámica no decorada, una mayor presencia de
aríbalos en este sector que en otras partes del sitio (lo que podría corresponder a
un mayor consumo de chicha), la presencia de vasijas T.A Salmón en todas sus
variedades, excepto vasijas restringidas en su variedad policroma, escudillas
locales y un jarro local. También destaca la exclusiva presencia de escudillas
diaguitas que, a su vez, podría relacionarse con la presencia de aros de arco
simple, reconocidas en otros sitios de filiación diaguita (Plaza 2010). Vale
mencionar, además, el hallazgo de 15 puntas de proyectil en una sola unidad (U2),
recuperado por el equipo de Rodríguez. Pascual (2010) plantea que esta singular
concentración de material, como se observa también en otras partes del sitio, no
sería producto del azar o de condiciones post-depositacionales, sino producto de
acciones culturales intencionales. Finalmente destaca la aparición de fragmentos
de flauta de pan, que sugiere actividades relacionadas con la música.
Ascendiendo hacia el norte está el Sector 4, reconocido tanto por nuestro equipo
como el de Rodríguez como una Plaza Intramuros (1), delimitado por el Muro
Perimetral 1. Este sector presenta menor densidad de material que el antes
descrito, aunque destaca la alta presencia de instrumentos cerámicos (alisadores
– rebajadores, N: 9) en comparación a los otros sectores del sitio. Estos
instrumentos cerámicos se relacionarían el rebaje de las paredes y el modelado de
las piezas (Ampuero 1969) es decir, a una fase de producción de las vasijas. Sin
embargo, en este contexto estos instrumentos no se encuentran asociados a otros
elementos de producción, como por ejemplo trozos de arcilla cocida o sectores de
quema asociada sólo a arcilla, como se observa en otros sitios de la región
orientados a la producción cerámica como Tártaro 13 (comunicación personal
107
Daniel Pavlovic 2009). En este sentido pareciera ser que estos instrumentos
tuvieron otra función en el sitio que la conocida hasta el momento.
Se destaca que entre los carporrestos encontrados se presenta en mayor cantidad
el maíz, mientras que la quínoa se encuentra completamente ausente en las
muestras analizadas (Quiroz y Belmar 2010).
Entre la cerámica no decorada priman las vasijas restringidas por sobre las que no
lo están, mientras que entre la cerámica decorada se da la proporción inversa,
priman las vasijas no restringidas. Lo que podría referirse a la tendencia de usar
las vasijas no decoradas para procesar alimento y de la decorada para consumirlo.
La Plaza Intramuros 1 fue el sector más excavado en las campañas del equipo de
Rodríguez (et al. 1992, 1993). Al igual que en la Plaza Intramuros 2 (sector 5),
Rodríguez identificó fogones no estructurados grandes y pequeños, además de
sectores de depósito de basura y de arrastre. Los fogones se ubican en el sector
sur de la plaza, destacando la gran presencia de maíz en uno de ellos y la alta
presencia de restos malacológicos en otro, lo que podría responder a una
intencionalidad de preparar diferentes alimentos en cada uno de estos fogones
(Rodríguez et al. 1992, 1993). También llama la atención el hallazgo de una gran
cantidad de cuentas de collar (N: 109) en una sola unidad (U5), lo que podría ser
fruto de acciones culturales intencionadas (Pascual 2010).
Se puede concluir que en este sector se llevaron a cabo actividades relacionadas
al consumo de alimentos, a partir de los fogones no estructurado, la evidencia
cerámica y la presencia de restos óseos animal. También existe evidencia de
consumo de bebidas líquidas a partir de la presencia aríbalos, jarros y maíz. La
gran cantidad de cuentas de collar y la presencia de aros podrían corresponder al
uso de elementos ornamentales durante las actividades realizadas en el sitio.
Finalmente destaca el hallazgo de fragmentos de flauta de pan, por parte del
equipo de Rodríguez, que al igual que en el sector anterior, podría sugerir
actividades musicales en el sector.
Al norte de la Plaza Intramuros 1 se encuentra el Sector 3, delimitado por la
continuación del Muro Perimetral 1. El equipo de Rodríguez realizó pocas
excavaciones en este sector, recuperando poco material (Rodríguez et al. 1992,
108
1993). Consignó la presencia de pequeños lentes de carbón dispersos asociados
a escasos restos de óseo animal (camélidos), fragmentería cerámica y muy poca
presencia lítica. En las recientes excavaciones, el Sector 3 resultó ser el segundo
con más densidad de material en el sitio. Destaca la presencia de un piso
ocupacional (L1), que presenta una acumulación de guijarros de canto rodado
asociado a una mandíbula de camélido, tres fogones dispersos no estructurados,
puntas de proyectil, cuentas, un colgante, aros de cobre compuesto y fragmentería
cerámica, destacando un fragmento de phaqcha y un adorno (pendiente). La
presencia del fragmento de phaqcha sugiere acciones relacionadas a la libación
ritual de la chicha, donde posiblemente la disposición de los guijarros de canto
rodado y los otros elementos del piso ocupacionales, pudieron formar parte de
dicha actividad. Presenta mayor cantidad de vasijas decoradas no restringidas que
restringidas, resaltando la mayor presencia de platos bajos que aríbalo (contrario a
lo que ocurre en el sector 5), de escudillas T.A Policroma que otras variantes y la
presencia exclusiva de escudillas T.A Tricromo Engobada dentro de las vasijas
locales.
Es posible inferir que en este sector se realizaron actividades relacionadas al
consumo de alimentos, por la evidencia cerámica (ollas, escudillas y platos) y de
restos óseos animal; al consumo de bebidas líquidas, por la presencia de maíz y
quínoa, y la evidencia cerámica (jarros y aríbalos). Finalmente, resaltamos la
presencia de aros compuestos, ya que éstos no presentan antecedentes en la
región, ni al sur ni norte de ésta. Siguiendo la propuesta de Plaza (2010) estos
aros podrían corresponder a una variante local de los aros de arco simple.
Continuando el ascenso por el Cerro La Cruz nos encontramos con la pendiente
que une los dos planos del sitio, el Sector 2. Este sector no fue abordado en las
excavaciones realizadas por nuestro equipo. Rodríguez (et al. 1992, 1993)
identificó dos plataformas con muros y dos muros paralelos a la pendiente. En las
excavaciones y recolecciones superficiales asociadas a estas estructuras recuperó
restos malacológicos (Diplodon sp.), fragmentos óseos de animal (camélido), un
aro de cobre, un hoja de hacha, puntas de proyectil, cuentas, derivados de núcleo
y fragmentería cerámica, de la cual identifica al menos una olla no decorada.
109
Y finalmente, en la zona más septentrional y de mayor altura del Cerro La Cruz se
encuentra el Sector 1. Recientemente se excavó tanto dentro de los recintos como
entre éstos, dando como resultado escasos restos materiales, la menor densidad
de material en el sitio. De las campañas realizada hace 20 años atrás, el equipo
de Rodríguez (et al. 1992, 1993) realizó sólo una recolección superficial en este
sector, donde se recuperaron algunos fragmentos cerámicos, de las cuales sólo se
reconoce un asa cinta en la estructura 1. Destaca además la presencia de restos
de mandíbula de un camélido inmaduro (estructura 1) y guijarros de canto rodados
(estructura 1 y estructura 2). Estos dos últimos resultan interesantes ya que la
asociación de estos elementos, mandíbula de camélido y guijarros de canto
rodados, también es observado en el sector 3 en estratigrafía, específicamente en
la unidad L1. En términos generales, la baja densidad de material cultural y las
características de los inmuebles permite plantear que las actividades realizadas en
el sector fueron esporádicas y en baja cantidad, posiblemente diferían de las
realizadas en el resto del sitio, seguramente incluyeron a pocas personas, ya que
las actividades estarías asociadas directamente a los recinto, que son de tamaño
pequeño. Se podría pensar que este sector podría estar ajeno al sitio, sin embargo
esta propuesta pierde consistencia al observar una continuidad de material que se
extiende desde el sector 5 hasta este sector, terminando en el muro perimetral
adosado a la estructura 2. Además, la presencia de un fragmento T. Aconcagua
variedad policroma habla de su asignación tardía, que se complemente con la
presencia de estructuras, sólo documentado para sitio de filiación Incaica en
períodos Tardíos en la zona (Letelier 2010).
110
también en el sector 3 existe una supremacía de escudillas T. A Salmón (variedad
policroma) y local (T.A Tricromo Engobado) por sobre las vasijas restringidas de
sus componentes culturales. Esto podría referir a un mayor consumo de bebidas,
específicamente chicha, en el sector 5 y 4, y a un mayor consumo de alimentos en
el sector 3.
También es posible observar una distinción en cuanto a componentes culturales a
lo largo del sitio. La cerámica Inca Local es mayoritaria en los sector 4 y 5, a
diferencia del sector 3 donde priman elementos T.A Salmón. También, dentro del
sector 1, lo único asignable a un componente cultural fue un fragmento T.A
Salmón policromo. Lo diaguita prácticamente se presenta sólo en el sector 5,
donde también existe la mayor cantidad de objetos de metal asignable a este
componente. Y lo Local es minoritario en densidad en la mayoría del sitio,
aumentando significativamente en el sector 5. Esta distribución, aunque sesgada,
coincide con la propuesta de restricción de acceso según la pendiente, siendo
mayor la presencia de todos los componentes en el sector inferior del sitio, la
plaza intramuros 2, y menor en el plano superior del sitio, el sector 1.
A partir de la materialidad recuperada, es posible proponer que los sectores 3, 4 y
5 del plano inferior del sitio incluyeron actividades con mayor cantidad de
personas, teniendo en cuenta además que el área demarcada por los muros
perimetrales suponen una mayor capacidad de carga y permiten una distancia de
percepción social. En cambio, del sector 1 es posible inferir una baja intensidad en
actividades, presumiblemente con menor cantidad de personas que en el plano
inferior. Esto concuerda con la baja capacidad de carga que presentan sus
recintos, que además permiten sólo una distancia de percepción personal. Si
aceptamos la información recuperada de los restos materiales podríamos suponer
una restricción de acceso a las personas en la medida que se asciende por el
relieve del sitio. Resulta interesante, también, que aunque el sector 1 responde a
un área periférica del sitio, con baja intensidad de actividades, posee la mejor
visibilidad de él, siendo visible, a la vez, desde el espacio central del Cerro La
Cruz, los sectores 3 y 4. Esto convierte a este sector en una zona bastante
particular, que posiblemente estaría cumpliendo un rol importante en el sitio,
111
donde sólo unos pocos tendrían acceso. Sugerente resulta, en este contexto, la
posible orientación astronómica de la Estructura 1 (comunicación personal Andrés
Troncoso 2009; Acuto et al. 2010), que podría estar vinculado a actividades
relacionadas a los solsticios.
En este sentido, la información que nos entrega la materialidad no corresponde a
actividades domésticas de residencia, ni menos administrativas en ninguno de
los sectores descrito. Más bien apuntan a dinámicas ceremoniales y festivas,
enfocado en el consumo comunal de alimentos y bebidas (chicha) donde el rol
de los contenedores cerámicos fue fundamental. Este evento festivo constituiría
una actividad ritual pública, donde, a través de la participación en este ritual la
gente desarrollaría ideas de membrecía y dependencia al grupo social (Kertzer
1988 en Vega-Centeno y Lafosse 2006), siendo escenario para la canalización
de la competencia de poder (Vega-Centeno y Lafosse 2006). En este sentido, no
resultan extraños los hallazgos de objetos ornamentales (aros y cuentas) en el
sitio, que posiblemente tuvo relación con la intención de reforzar identidades
grupales, siendo utilizados como símbolos de estatus (Latorre 2009) entre los
participantes. Entre estos se destaca la presencia del modelo único del aro de
cobre compuesto, sin referencia en otros sitios tardío de la región. La presencia
de objetos de metal dentro del emplazamiento tampoco es menor, ya que
constituye el sitio con mayor cantidad de éstos en todo Chile Central. Es más, en
la zona, la presencia de metales nobles, como oro y plata, se asocia sólo a sitios
de funebria o adoratorios de altura, es decir, lugares de gran importancia
simbólica (Plaza 2010). El hallazgo de las láminas de plata en el Cerro La Cruz
evidenciaría la importancia de las actividades ahí realizadas y de su estrecha
relación con la esfera incaica (Plaza 2010). Pensamos que el abandono de estas
piezas en el sitio no es casual, y podrían ser parte de ofrendas o ‘pagos’ como
parte de la festividad. En esta lógica, no es de extrañar la alta presencia de
fogones no estructurados con gran cantidad de restos materiales en su interior,
rasgos donde también los objetos de metal no son escasos.
Hay estudios que demuestran que uno de los sacrificios más comunes entre
grupos andinos son las quemas (pagos), que incluyen coca, alcohol, sangre y
112
otros elementos vivientes (Kuznar 2001:43; Walker 2001). También, la alta
presencia de puntas de proyectil descartadas en condiciones de uso podría tener
relación, según plantea Pascual (2010), con batallas rituales (Tinku), rito muy
común en comunidades andinas para controlar las discordias y las relaciones de
poder (Platt 2010, Randall 1993). Otra materialidad que resulta interesante
desde el punto de vista ritual es la presencia de Flautas tipo Pan, ya que
proponen que las actividades realizadas en el sitio estarían siendo acompañadas
de música. Moore (2005) plantea que las canciones se ligan a tiempos y lugares
especiales; tanto las melodías como los bailes diferentes definen a distintos
grupos sociales, situación que aún es posible de observar en carnavales
andinos.
Por otro lado, resulta bastante sugerente la posible orientación astronómica de
uno de los recintos del sector 1 (estructura 1) y de dos plataformas de la
pendiente (sector 2), relacionadas a la salida y puesta del sol para el solsticio de
verano (21 de diciembre) (comunicación personal Andrés Troncoso 2009). Esto
podría relacionarse con las festividades de Capacraymi y Capacquilla, la primera
asociada a la iniciación de muchachos (orejones) y la segunda, con la
preparación de la tierra para el cultivo (Zuidema y Urton 1976), que se realizarían
alrededor de la fecha indicada dentro del calendario ritual Incaico.
En el caso de que las fiestas llevadas a cabo en el Cerro La Cruz estuvieran
asociadas a estas festividades, una de ésta en directa asociación al ciclo
agrícola, los ritos del Tinku y la libación ritual de la Chicha en vasos sagrados
Phaqcha, presentarían cierta coherencia, en cuanto constituyen ritos de
fertilidad. Existen estudios etnográficos de batallas actuales tipo tinku que
indican la importancia de la sangre derramada para “fertilizar” a la Pacha Mama
(Shuler s.f; Platt 1980, 1987 en Randall 1993:88), mientras que la phaqcha se
relaciona a la circulación de los ríos y la fertilidad de estos (Randall 1993:85).
Cabe señalar, que la estructura 1 (sector 1), además de ser el punto del sitio con
mejor visibilidad, presenta una gran piedra en su interior. Esto no es menor si
consideramos la importancia que tenían las rocas y piedras para los pueblos
andinos, siendo muchas veces piedras sagradas que con carácter de adoratorios
113
(Rostworowski 1983). Si bien, la importancia de la roca no es posible
comprobarlo, si resulta ser bastante sugerente en el contexto que se presenta.
Finalmente se destaca el contacto visual que sostiene todo el sitio con la cumbre
más importante de la región, el adoratorio de altura cerro Aconcagua
(Schobinger 1986).
Teniendo en cuenta todo lo anterior, el sitio Cerro La Cruz estaría cumpliendo una
función tanto a nivel de valle (Catemu), como a nivel regional (valle de
Aconcagua). En el valle de Catemu, un sitio de fiesta y agregación social habría
generado repercusión entre los habitantes locales del valle, tanto por su posible
participación en las actividades llevadas a cabo en el sitio, o por su exclusión de
ellas. Tomando las palabras de Acuto (1999), al crear estos lugares “incaizado”,
separados de la ocupación local previa, se buscaba imponer la visión del mundo
Inca. Estas espacialidades estarían cargadas de significado, constituyendo
sistemas de comunicación no verbal. Quienes vivieron en esas espacialidades
estuvieron inmersos a aprender de la cosmología y la estructura simbólica Inca
(Acuto 1999).
El sitio estudiado se ubica sobre un cerro que es visible desde todo el valle de
Catemu, por lo que cualquier actividad que se haya llevado a cabo en él no pasó
desapercibido por sus habitantes. Hasta ahora sólo se conocen cuatro sitios
114
tardíos en la zona: el sitio Villa Cardenal Silva Henríquez (en adelante VCSH)
(Troncoso et al. 2006), Catemu 1, Catemu 2 y el cerro Estancilla (Pavlovic y
Rosende 2010). El sitio VCSH se ubica en el valle a 2km. aproximados al oeste
del Cerro La Cruz. Corresponde a un espacio funerario asociado a rasgos
negativos repletos de materialidad cultural (Troncoso et al. 2006). Fue ocupado
desde el Período Intermedio Tardío con continuidad en el Tardío, y se interpretó
como un espacio ritual asociado a entierros humano (Pavlovic et al. 2006;
Martínez 2008). Catemu 1 y Catemu 2 son sitios tardíos recién identificados en las
prospecciones llevadas a cabo por el equipo de investigación del Fondecyt
1090680, cuya investigación está aún en curso. Y finalmente el Cerro Estancilla,
ubicado a 3km. aproximados al suroeste del Cerro La Cruz, se encuentra sobre
una puntilla que se desprende del cerro Llay Llay y es visible desde el sitio. En
superficie presenta material cerámico tardío similar a la observada en superficie
del cerro La Cruz (Pavlovic y Rosende 2010). Es necesario continuar con los
estudios en el sector para comprender la conexión de nuestro sitio de estudio con
otros emplazamientos de valle.
En cuanto a nivel regional, podemos ver que el Cerro La Cruz, ubicado en el curso
medio del río Aconcagua, debiera presentar algún tipo de conexión con los otros
sitios de filiación Incaica reconocidos en el resto de la región. Como describimos
en los antecedentes de este trabajo, se han identificado diversos tipos de
asentamientos que denotan la presencia de diferentes funciones estatales en el
valle de Aconcagua. Tenemos: espacios fúnebres, sitios con arquitectura (tambos,
centros administrativos y pucaras), santuarios de altura, caminos (Qhapaqñam) y
Arte Rupestre. En lo que concierne este trabajo, articularemos el Cerro La Cruz
con los otros sitios con arquitectura reconocidos en la región.
El sector más estudiado del valle corresponde al curso superior del río Aconcagua.
Aquí encontramos sitios asociados al camino del Inca que sirvieron como lugares
de reposo, servicio y abastecimiento e integración al control estatal (Coros y Coros
1999, Garceau et al. 2007; Garceau 2009). Nos referimos al Tambos Ojos de
115
Agua (Coros y Coros 1999, Garceau et al. 2006; Garceau 2009) y El Tigre
(Pavlovic 2010; Troncoso et al. 2005). El Tambo Ojos de Agua fue estación de
resguardo de viajeros que cruzaban la cordilla andina a través del paso del
Bermejo o de La Cumbre (Garceau 2009), hoy ubicado al costado sur de la
Carretera Internacional (Coros y Coros 1999). El Tambo el Tigre, por su parte, se
ubica estratégicamente en un portezuelo que une el valle de Putaendo y la cuenca
de San Felipe – Los Andes (Troncoso et al. 2005), y a su vez se asocia
directamente con el tramo longitudinal de la red vial incaica, proveniente del Norte
Chico (Troncoso 2006 en Garceau 2009). Su ubicación, su arquitectura y los
restos materiales recuperados de este tipo de sitio son coherentes con la función
de tambos: se ubican en lugares estratégicos relacionados a caminos, presentan
técnicas constructivas altamente estandarizadas (muros de piedra laja, doble
hilera con argamasa, de ángulos rectos), muchos recintos (RPC), y su
materialidad apuntan a la realización de diversas actividades domésticas que
hablaría de una ocupación continua de este tipo de sitio, como lugar de paso por
caminos muy transitados.
116
Más al sur, en la Cuenca San Felipe – Los Andes, existe otro sitio con posible
función de tambo o centro administrativo, el sitio El Castillo, y se ubica a orillas del
Estero Pocuro (Sánchez 2001-2002; Sánchez et al. 2004; Sánchez 2004; Pavlovic
et al. 1999; Pavlovic et al. 2000). Presenta densos depósitos de materiales,
principalmente cerámicos, que sugieren una gran ocupación y se asocia
directamente con el camino trasandino que bordea la ladera del cerro Mercachas,
entroncando con el camino longitudinal incaico (Coros y Coros 1999; Stehberg et
al. 1998), sin embargo no se pudo evidenciar la presencias de estructuras
arquitectónicas, posiblemente por la alta actividad antrópica en el área.
En esta misma cuenca (San Felipe – Los Andes) se halla el Complejo
Arquitectónico Cerro Mercachas (CACM) (Coros y Coros 2001, Sanguinetti 1975;
Sánchez 2001-2002, Stehberg y Sotomayor 1999), ubicado al suroeste de la
ciudad de Los Andes y a 3km al sur del río Aconcagua (Sanguinetti 1975), en la
cima del cerro homónimo. Dentro de las características de este sitio contamos con
su ubicación en la cima de un cerro, con un campo visual que cubre gran parte del
valle de Aconcagua, con una técnica constructiva de baja estandarización, de
muros con ausencia de cimientos, argamasa o quincha, baja cantidad de recintos
y baja densidad de material cultural, lo que hablaría de una ocupación esporádica
del sitio, con un fin de demarcar espacios más que generar espacios de
residencia. A partir de sus características materiales, su visibilidad del Aconcagua
y su emplazamiento cercano a la conjunción de dos cursos de agua, estero
Pocuro y el río Aconcagua (González 2003 Ms. en Letelier 2010), el sitio es
propuesto como waka (Stehberg y Sotomayor 1999; Coros y Coros 2001; Sánchez
2004).
Siguiendo a Ziólowski (1996:36 en Sánchez 2004) la waka “es un dispensador de
energía vital para sus feligreses, sus tierras y todo el territorio bajo su protección…
entre el grupo y su waka se establece una relación de reciprocidad, siendo
consideradas las ceremonias y ofrendas dirigidas al waka como la contraparte del
grupo para su benefactor divino”. Las wakas eran asociadas a las parcialidades de
la élite cuzqueña, y hablaban y actuaban por intermedio de sus sacerdotes. En
117
este sentido, es posible entender las wakas también como símbolos de
organismos políticos (Sánchez 2004).
En este concierto regional podemos observar la inserción del sitio Cerro La Cruz
por dos vías. En primer lugar, se identifican sitios con arquitectura con
características disímiles, siendo el lugar de emplazamiento lo más notorio. Están
los sitios ubicados sobre la cima de cerros, como son el Pucará El Tártaro, el
CACM y El Mauco; y sitios que no lo están, como el Castillo, el Tambo Ojos de
Agua y Tambo el Tigre. El Cerro La Cruz se presenta como parte del primer grupo.
Entre los sitios ubicados sobre cima de cerros, el equipo de Troncoso y Acuto
(Acuto et al. 2010) agrupa nuestro sitio de estudio junto al CACM y El Mauco,
caracterizándolos como emplazamientos de carácter ceremonial ritual, posibles
cerros – wakas, con gran control visual del valle, visibles también de gran parte de
éste, y con presencia de muros perimetrales que más que cumplir una función
defensiva, materializan un cierre de estos espacios dada su condición ritual. Sin
embargo, el sitio Cerro La Cruz presenta ciertas diferencias. Tanto El Mauco como
el CACM estarían respondiendo a estrategias de inclusión/exclusión de los sujetos
en las prácticas rituales (Gallardo et al. 1995; Sánchez y Troncoso 2008; Sánchez
2004; Sánchez 2010; Acuto et al. 2010). Ambos contextos sugieren acceso
restringido a los sitios, con baja cantidad de participantes, según evidencia la
escasa cultura material hallada. Es decir, se establecería una inclusión ritual por la
sola presencia espacial del sitio, pero una exclusión por no compartir los espacios
118
de acción. Sin duda es diferente lo ocurre en el Cerro La Cruz, donde toda la
cultura material apunta a una gran cantidad de participantes (Acuto et al. 2010).
Ahora bien, es posible que la inclusión/exclusión, en nuestro caso, se esté dando
dentro del sitio, dada las asimetrías visuales y segregaciones espaciales
observadas dentro de él. La inclusión se estaría dando en los espacios de
agregación social observados en los sectores del plano inferior del sitio, mientras
que la exclusión correspondería a los espacios de segregación dado por los
recintos y plataformas del plano superior del sitio y su pendiente, donde habrían
participado menor cantidad de personas. Esto difiere a lo observado en CACM, y
lo que posiblemente estaría ocurriendo en El Mauco, ya que dentro de estos sitios
la circulación no presentaría mayor segregación; se daría siguiendo una
organización lineal, con ciertos puntos neurálgicos de pausas y prácticas sociales.
Una segunda vía de integración del Cerro La Cruz con otros sitios de la región se
relaciona a los estudios realizados en el curso superior del Aconcagua, que
proponen la presencia de distintos grupos locales en las cuencas de Putaendo y
San Felipe – Los Andes que presentan distintas tradiciones alfareras (Pavlovic
2006). En el sector de Putaendo se hallan principalmente cerámica con el motivo
estrellado y alfarería con características Diaguita, pero toscas (Pavlovic 2006).
Mientras que en la cuenca San Felipe – Los Andes se observa baja presencia de
cerámica Aconcagua y de cerámica similares a los de la Cultura Diaguita (Pavlovic
2000; Troncoso et al. 2000).
Insertando nuestro sitio de estudio en el contexto observado para el curso superior
del río Aconcagua, el Cerro La Cruz podría constituir un espacio de reunión en el
curso medio del río, para las poblaciones de ambas cuencas, más aquellas
presentes en el curso medio del Aconcagua, con los representantes del
Tawantinsuyu. Es más, en el sitio es posible identificar una gran presencia de
todos los componentes cerámicos descritos tanto para San Felipe como para
Putaendo, con una representatividad mayor que lo observado para lo Diaguita
Fase Inca, lo que podría estar indicando que las poblaciones locales estarían
siendo actores centrales dentro su relación con el Tawantinsuyu, sin estar sujetos
mayormente a la mediación de los diaguitas.
119
Según plantean Morris y Thompson (1985), referente a que en los centros
provinciales, el Inca incorpora una gran cantidad de espacio destinado a
establecer una forma elevada de hospitalidad, pero a nivel estatal. El sitio Cerro La
Cruz podría estar cumpliendo ese propósito, pero con una hospitalidad comensal
altamente ritualizada y normada, regulando y controlando las diferencias sociales
entre sus participantes. Los comensales aceptarían esta hospitalidad de parte del
Inca, simbólicamente expresado en la formalización de relaciones desiguales de
estatus y poder e ideológicamente naturalizada a través de la repetición de un
evento que induce a sentimiento de deuda social (Dietler 2001).
En este sentido, este sitio muestra que las estrategias de dominio Incaico, más
que obedecer a una estructura burocrática militar, con énfasis económico, estaría
respondiendo a estrategias políticas de dominio simbólico, relacionados al
comensalismo político, similares a los observados en la esfera andina (Murra
1980; Morris y Thompson 1985). En Inca debió administrar estas fiestas para hacerla
coincidir con su calendario ritual, que a su vez se rigen por ciclos laborales como el
arado, la siembra, la cosecha, la limpieza de canales entre otros (Dillehay 2003). Es
decir, que las festividades realizadas dentro del sitio en cuestión, además de
responder a todo lo descrito anteriormente, pudo responder al desarrollo del trabajo
comunitario (mit’as) y a dinámica de reciprocidad y redistribución. Según Randall
(1993), el Inca debía asegurar el éxito en la producción agrícola para proveer
comida a todos en el Tawantinsuyu, y en su retorno él tenía acceso a todos los
productos, tanto para mantener su aparato político y militar, como para los cultos
religiosos. Para esto, no bastaba sólo introducir nuestras tecnologías agrícolas,
sino el Inca también debía asegurar el mantenimiento de los cultos a las entidades
responsables de la fertilidad, a partir de las fiestas del calendario ritual.
120
batallas rituales y a actos de ofrenda de elementos de gran importancia simbólica.
Estas actividades se centrarían en los sectores del plano inferior del sitio, mientras
que en el plano superior se daría en menor intensidad y respondiendo, quizás, a
otro tipo de rito.
2) se identifican cuatro componentes culturales presentes en el sitio: Inca Local,
Complejo Cultural Aconcagua, Local Fase Inca y Diaguita Fase Inca.
3) la organización espacial interna del sitio Cerro La Cruz responde,
principalmente, a su variable geográfica, el relieve, presentando una posible
circulación desde el sector más bajo del sitio al más alto, que coincide con la
capacidad de carga de las estructuras que resulta ser mayor en el plano inferior
que en el mayor, proponiendo una restricción en el acceso conforme se asciende
el cerro. Los sectores 3 y 4 ocupan el lugar central en el sitio, siendo el sector 4 la
Plaza Intramuros 1. Mientras que el sector 1 se erigiría, desde la periferia, en el
sector con mayor altura del sitio y con mayor visibilidad de este y el entorno, en
cambio, desde el otro extremo, el sector 5 se presenta como el sector más bajo
del sitio y con menor visibilidad.
4) el Cerro La Cruz se integra a los diferentes sitios del valle de Aconcagua,
primero porque presenta características similares a emplazamientos del curso
superior (CACM y pucará El Tártaro) e inferior (El Mauco) del valle del Aconcagua,
referida principalmente en su ubicación sobre la cima de un cerro. Si bien, es un
sitio de agregación social, presenta los principios de exclusión/inclusión observado
para el resto de los asentamientos de filiación Inca de la región (Sánchez y
Troncoso 2008; Sánchez 2010; Acuto et al. 2010) pero en la organización interna
del sitio. Y en segundo lugar, las actividades realizadas dentro del sitio, reunirían,
muy posiblemente, a las poblaciones tardías tanto de la cuenca del Putaendo con
la cuenca de San Felipe, ya que presenta componentes de ambas partes.
5) El Cerro La Cruz propondría una estrategia política de dominación del Inca más
semejante a las estrategias andinas de comensalismos político, asociado a los
mecanismos de reciprocidad y redistribución. Así, mediante la generación de
sentimientos de agradecimiento y deuda social, el Inca reforzaría su poder sobre
poblaciones locales. Además, siguiendo el reflejo de la materialidad, se puede
121
indicar que las poblaciones locales serían actores centrales dentro de esta
relación, sin estar sujetos mayormente a la mediación de los diaguitas.
Así, el Cerro La Cruz respondería a un espacio destinado, por el Inca, para la
hospitalidad comensal, a modo de regular y controlar las diferencias sociales entre
sus participantes. Generando la formalización de relaciones desiguales de estatus
y poder, ideológicamente naturalizada. Las fiestas destinadas a este propósito
fueron espacios de reciprocidad y redistribución, insertas en el calendario ritual
incaico, ordenando el tiempo de las poblaciones locales bajo la cosmovisión
estatal.
122
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136
ANEXO 1:
Imágenes generales
137
Lámina 3. El sitio Cerro La Cruz.
138
Lámina 5. Vista del Valle desde el Cerro La Cruz
139
Lámina 6. Plano del Sitio Cerro La Cruz con sus sectores (Plano del Informe de Rodríguez et al. 1992)
140
Lámina 7. Plano del Sitio Cerro La Cruz con sus unidades (Plano del Informe de Rodríguez et al. 1992)
141
Lámina 8. Sector 1: Estructura 1.
142
Lámina 10. Sector 1: Rasgo de posible vano preparado (unidad C1).
143
Lámina 12. Sector 3: Área de concentración de material asociado a cúmulo de cantos rodas
y fogones no estructurados.
Lámina 13. Sector 4: Eventos de quema discretos asociado a matriz rojiza (unidad A1).
144
Lámina 14. Sector 4: Eventos de quema discretos asociado a matriz rojiza (unidad A2).
145
Lámina 16. Cuello con modelado Lámina 17. Inca Local: Fragmentos de
acordelado (Aconcagua Pardo Alisado). aríbalo.
Lámina 18. Inca Local: Fragmentos de Lámina 19. Inca Local: Fragmentos de
plato bajo, cara externa. plato bajo, cara interna.
Lámina 20. Inca Local: patrón rombos en Lámina 21. Inca Local: Fragmento
traslación (izq.) y volutas en rotación phaqcha.
(der.). Platos bajos.
146
Lámina 22. Diaguita Fase Inca: Lámina 23. Diaguita Fase Inca:
Fragmentos de Escudillas, cara externa. Fragmentos de Escudillas, cara interna.
Lámina 24. Diaguita Fase Inca: Cuarto Lámina 25. T. A. Salmón Bicromo:
Estilo. Escudillas, cara externa.
147
Lámina 28. T.A. Salmón Policromo: Lámina 29. T.A. Salmón Bicromo: Vasija
Escudilla, cara interna. Restringida.
Lámina 30. T.A. Salmón Policromo: Vasija Lámina 31. Local Fase Inca: T.A. Tricromo
Restringida. Engobado, cara externa.
Lámina 32. Local Fase Inca: T.A. Tricromo Lámina 33. Local Fase Inca: Escudilla
Engobado, cara interna. motivo estrellado cara externa.
148
Lámina 34. Local Fase Inca: Escudilla Lámina 35. Local Fase Inca: Vasija
motivo estrellado cara interna. Restringida motivo estrellado.
Láminas 36. Instrumentos cerámicos, cara Láminas 37. Instrumentos cerámicos, cara
externa. interna.
149
Lámina 40. Derivado con modificaciones. 41. Fragmento de Flauta de Pan.
Lámina 44. Orificio del Colgante. Lámina 45. Placa Trapezoidal de Cobre.
150
Lámina 46. Aros de cobre: circular simple Lámina 47. Láminas de plata.
(arriba), circular de dos espirales (abajo).
Lámina 48. Placa Trapezoidal laminar de Lámina 49. Zea Mays (Informe Belmar y
cobre. Quiroz 2009).
151
Lámina 52. Echinopsis sp. ‘quisco’ Lámina 53. Fabaceae (Informe Belmar y
(Informe Belmar y Quiroz 2009) Quiroz 2009)
Lámina 54. Poaceae (Informe Belmar y Lámina 55. Solanaceae (Informe Belmar y
Quiroz 2009) Quiroz 2009).
152
Lámina 56. Técnica constructiva: Acumulaciones de roca con ausencia de mortero y/o
argamasa y/o basamento, aprovechando los afloramientos rocosos del mismo cerro.
153
Lámina 58. Escala.
154
Lámina 60. Vista del sector 3 y 4 desde la estructura 1 del sector 1.
155
Lámina 62. Vista del sector 1 y 2 desde el sector 4 (Plaza Intramuros 1)
Lámina 63. Vista de la estructura 1 sector 1 desde el sector 4 (Plaza Intramuros 1).
156
Lámina 64. Vista del cerro Aconcagua desde el sitio.
157