Pedro - Magdalena (Apócrifos)
Pedro - Magdalena (Apócrifos)
Pedro - Magdalena (Apócrifos)
Cuando alguien usa el sustantivo “apócrifo”, inmediatamente piensa en algo falso, lleno
de mentiras. En el lenguaje bíblico, apócrifo significaba texto no canónico (oficial) y, por
consiguiente, no inspirado. Tenemos apócrifos del Primer y del Segundo Testamento. Sin
considerar los numerosos fragmentos de textos, podemos hablar de 52 libros del Primer
Testamento y 60 del Segundo. Es verdad que los primeros cristianos y sus sucesores, usando
el sentido común, supieron seleccionar los testimonios escritos sobre la vida de Jesús y sus
seguidores. Un libro que no era usado por las comunidades tenía menos valor que otro que era
ampliamente conocido. La lista de los libros canónicos sólo fue definida en el Concilio de
Trento, en el año 1546, aunque ya en el siglo IV podemos hablar de un canon (lista de libros)
del Segundo Testamento. Sin embargo, antes ya habían sido propuestos los cánones de
Marción, en el año 150 de la E.C., y de Muratori, en el 200.
En Hechos de Pedro y los doce Apóstoles, Pedro y los otros diez discípulos reciben el
encargo de Jesús de curar a los que creían en él, sobre todo a los pobres. Los ricos deben ser
evitados en el trabajo misionero. Al relatar los hechos que culminan en esta petición de Jesús,
Pedro cuenta que los apóstoles, después de la resurrección y antes de la ascensión,
decidieron salir en misión para anunciar la Buena Noticia. Tomaron un barco y llegaron a una
ciudad llamada Deshabitada. Pedro estaba buscando alojamiento y encontró a un vendedor de
piedras preciosas. Pensando que era un habitante del lugar, le preguntó por la hospedería. El
vendedor de piedras, que era el propio Jesús disfrazado, le respondió que también era
forastero.
El vendedor estaba bien vestido, pero los ricos del lugar no hicieron caso de su presencia,
pensando que estaba bromeando con ellos, pues no se presentaba con los vestidos propios de
un verdadero vendedor de piedras. Sin embargo, los pobres y los mendigos fueron a su
encuentro y le pedían que, al menos, les mostrase una piedra para conocerla. El vendedor
invitó a los pobres y a los apóstoles a que le acompañaran hasta su ciudad, llamada Nueve
Puertas. Allí les regalaría una piedra. Los habitantes del lugar preguntan a Pedro sobre las
dificultades que tendría ese viaje. Pedro les dice que había oído hablar sobre los problemas
que encontrarían en ese viaje. Después, él mismo hace preguntas a Litorgoel, el vendedor,
sobre el significado de su nombre y sobre la dificultad del viaje a su ciudad. En cuanto al
nombre, Litorgoel le responde que significa “Dios de la piedra brillante”. Después, le enumera
varios problemas que pueden surgir en el viaje. Le dice que no tienen que preocuparse, pues él
conoce a Jesús. Pedro reúne a los apóstoles y se ponen en camino en dirección a Nueve
Puertas. El viaje transcurre de manera tranquila y superan todos los obstáculos. Al llegar al
lugar, Pedro pide a un médico, que era Litorgoel (Jesús) disfrazado de nuevo, que les lleve a
casa de Litorgoel. El médico les dice que les llevaría con mucho gusto, pero se muestra
admirado de que conozcan a Litorgoel, pues se revela a pocos, y añade: “Descansad un poco,
mientras curo a ese hombre y regreso”. Cuando volvió, llamó a Pedro por su nombre. Pedro se
asustó y preguntó cómo sabía su nombre. Litorgoel le respondido con otra pregunta: “¿Quién
te puso el nombre de Pedro?”. Pedro respondió:
“Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es el que me dio el nombre”. Litorgoel le dijo: “Yo
soy, reconóceme, Pedro”. Litorgoel se quitó el disfraz. Los apóstoles lo adoraron y le
preguntaron qué debían hacer.
Jesús les pidió que volviesen a la ciudad de donde habían venido (Deshabitada) y
predicaran allí a los que creían en su nombre, y que entregasen a los pobres los bienes
necesarios para la supervivencia. Pedro le dijo a Jesús que, de acuerdo a sus enseñanzas,
habían dejado todo para seguirle. Jesús les dijo que su nombre era la “Piedra Preciosa”, la
riqueza que necesitaban. Les entregó una caja con medicinas y les dijo: “Curad a los enfermos
de la ciudad que crean en mí”. También les pidió que no comieran y que no se hicieran amigos
de Los ricos.
Hechos de Pedro es un texto de carácter piadoso, escrito entre los siglos III y IV
para satisfacer la curiosidad de los fieles respecto a Pedro, su actividad misionera y su muerte
en Roma.
La llegada de Pedro está narrada de forma detallada a partir del capítulo quinto de los
HchPe. Todo empieza con el ruego que le hace Cristo en una visión intimándole que vaya a
Roma para deshacer la obra deletérea de Simón. El relato da detalles del viaje, de su trato con
el capitán Teón a quien bautiza en alta mar, del desembarco en Putéoli. Los hermanos le
informan de la situación creada por la predicación y las artes mágicas de Simón, y le ruegan
que ponga remedio a tanto desastre. El mismo Marcelo, amigo del emperador y modelo de
caridad para con los pobres, había caído en las redes del Mago, quien residía incluso en su
casa. Fue allá a donde se dirigió Pedro en persona para retarle a un debate. El portero
transmitió a Pedro las órdenes de Simón: Tengo el encargo de decirte tanto si vienes de día
como de noche: "No estoy en casa".
Ante la turba que le acompañaba, Pedro envió a un perro, que allí estaba atado, para
que fuera a comunicar a Simón un mensaje. El perro tomó milagrosamente voz humana y dijo
que Pedro había venido a Roma para contrarrestar la acción del Mago seductor de las almas
sencillas. El prodigio de las palabras del perro produjeron un efecto fulminante. Simón quedó
desconcertado, Marcelo se convirtió nuevamente a la fe de Pedro, y sus criados escarnecieron
a Simón y lo expulsaron de la casa de su protector. Pero Simón tuvo la osadía de presentarse
en la casa del presbítero Narciso, donde Pedro residía para retarle formalmente adelantándole
que le demostraría que había puesto su fe en un simple hombre judío, hijo de un carpintero.
Éste era el calificativo que le daban sus paisanos de Nazareth según el relato de la visita que
hizo Jesús a su pueblo (Mt 13, 55; Mc 6, 3).
Llegamos así al capítulo 15. Pedro realiza un nuevo milagro similar a otros de este
Apócrifo. Había allí una mujer que tenía un niño de pecho de siete meses a quien estaba
dando de mamar. Pedro se dirigió a ella y le dio un encargo muy simple: "Baja ahora mismo y
verás a uno que me busca. Tú no tienes por qué responderle, sino guarda silencio y escucha lo
que el infante, que llevas en tus brazos, le dice". En efecto, el infante, tomando voz de hombre,
espetó a Simón este alegato: "¡Oh ser detestable para Dios y para los hombres, oh exterminio
de la verdad y semilla pésima de corrupción; oh fruto estéril de la naturaleza! Durante breve
tiempo, aparecerás como un ser diminuto, pero después te aguarda una pena eterna. Nacido
de un padre sin pudor, nunca echas tus raíces en el bien sino en el veneno. Raza descreída y
desprovista de toda esperanza, no has quedado confundido por los argumentos del can; yo, un
infante, me veo obligado por Dios a hablar, y ni aún así enrojeces de vergüenza. Pero aunque
no quieras, el sábado que viene te conducirá otro al Foro Julio, para que quede demostrado
quién eres. Apártate, pues, de la puerta, donde se conservan los vestigios de los santos. Ya no
corromperás a las almas inocentes, a las que pervertías y contristabas, pues en Cristo se
mostrará tu perversísima naturaleza y se caerá toda tu maquinación. Y ahora digo mi última
palabra. Así te dice Jesucristo: “"Por el poder de mi nombre, cállate y sal de Roma hasta el
próximo sábado”".
Simón no respondió al contundente alegato del infante. Simón Mago se retiró de Roma
y residía en un establo. La mujer regresó con su hijo a donde estaba Pedro, y contó a todos los
presentes lo que su bebé había dicho al Mago. Ello sirvió para que los fieles vieran un ejemplo
más de lo que Dios puede hacer para revelar su voluntad a los hombres.
Pero había allí un grupo de viudas ancianas y ciegas que eran paganas. Pedro no
tenía conocimiento del dato. Pero ellas, conocedoras del milagro que el Apóstol había operado
en la ciega curada, levantaron la voz y se pusieron a gritar. Si Pedro había curado a una de
ellas, ¿por qué no extender a las demás el mismo beneficio? Ellas también tenían fe y
esperanza en Cristo. Lo confesaban abiertamente: "Estamos sentadas aquí juntas, Pedro,
esperamos en Cristo y creemos en Él. Lo mismo que has dado la vista a una de las nuestras,
te suplicamos, Pedro, señor, que extiendas también a nosotras la misma piedad y misericordia"
(AV 21, 1-2). El Apóstol respondió a su ruego diciendo: "Si vosotras tenéis fe en Cristo, si
estáis confirmadas en esa fe, ved con la inteligencia lo que no veis con los ojos; y si vuestros
oídos están cerrados, que se abran dentro de vuestro ánimo. Esos ojos, que no ven otra cosa
que hombres, bueyes, mudos animales, piedras y leños, se volverán a cerrar. Pues no todos
los ojos ven a Jesucristo. Pero ahora, Señor, que tu dulce y santo nombre socorra a estas
ancianas. Toca sus ojos, porque tú puedes hacer que vean con sus propias luces"
Fue así como Pedro imploró para todas ellas la gracia de la visión. En efecto, hubo un
relámpago en la sala que dejó deslumbrados y sin sentido a los asistentes. Y mientras los
demás yacían aterrados, las ciegas eran las únicas que se mantenían en pie. El relámpago de
luz había penetrado en sus ojos, de manera que todas habían recobrado la vista. Pedro les
preguntó qué era lo que habían visto. Unas respondieron que a un anciano; otras que a un
joven adolescente; otras que a un niño que tocaba sus ojos. La explicación está en la esencia
de Dios, "que es mucho más grande que nuestros pensamientos, tal como hemos comprobado
por estas viudas ancianas, que han visto al Señor unas de una forma, otras de otra".
El fragmento El primado de Pedro forma parte del bloque de textos que fueron
redactados en lengua copta. La fecha está entre los siglos V y VII. En ese fragmento, Pedro es
confirmado por Jesús en su papel de líder apostólico.
Evangelio de Tomás
En el número 114 Pedro pide la palabra y le dice a Jesús que expulse a María
Magdalena del grupo, pues las mujeres no eran dignas de la vida. la respuesta de Jesús a
Pedro fue: “La convertiré en hombre para que sea un espíritu viviente como nosotros, los
hombres. Pues toda mujer que se hace hombre entrará en el Reino de los Cielos”.
El capítulo 33 de los Hechos de Pedro, o cuarto del Martirio introduce las causas reales
que llevarán a Pedro hasta la cruz. Como en los Hechos de Andrés, Pablo y Tomás, la
predicación sobre la castidad ha llegado a niveles sensibles. Mientras todo se desarrolle en los
ambientes populares, el problema será de tono menor. Pero cuando llega a personas
relacionadas con las más altas esferas de autoridad y de poder, la crisis es inevitable. Es lo que
sucede justamente en estos capítulos.
A modo de conclusión
Aunque nuestra lista de datos del perfil de María Magdalena está llena de pormenores
sobre ella, es cierto que el Segundo Testamento habla poco de esta mujer, lo que justifica
tantas informaciones que vienen de los apócrifos y de la tradición cristiana posterior. Por otro
lado, tenemos que considerar que, entre las mujeres del Segundo Testamento, Magdalena es
la que más sobresale en los relatos. Se la cita 12 veces, más que a María, la madre de Jesús.
A partir de los textos bíblicos, no podemos decir que Magdalena estuviera casada, que tuviera
hijos, que fuera repudiada o que fuera viuda. Permanecerá siempre la incógnita. Tal vez tenía
propiedades, basándonos en su ayuda con bienes materiales al ministerio apostólico de Jesús.
Pese a que los evangelios han dicho que Jesús liberó a Magdalena de estar poseída,
devolviéndole la condición de mujer preparada para el seguimiento del Reino, la tradición
eclesial ha transmitido la imagen de "sagrario de los demonios", de mujer poseída por siete
demonios que la atormentaban con deseos inmundos.
El arte sacro la pintó como bella, hermosa, prostituta, solitaria y anunciadora del
Resucitado. La Iglesia ha hecho de ella una santa, modelo del cristiano que deja la prostitución
para seguir a Jesús. El calendario cristiano la recuerda el día 22 de julio. La Iglesia hizo de
María una santa, proclamándola patrona de una abadía de monjas benedictinas, en el año
1950. Esta actitud eclesial tenía como objeto reforzar la idea de que la conversión de
Magdalena fue tan grande que llegó a ser una eremita. Magdalena es también patrona de las
perfumistas y las peluqueras.
Entre los apócrifos que hablan de María Magdalena destacamos los siguientes:
Evangelio de Nicodemo
Escrito en el siglo V, presenta el sufrimiento de Magdalena por la crucifixión y muerte
de Jesús y su decisión de llevar a conocimiento del Imperio romano y del mundo las
atrocidades cometidas por Pilatos y los impíos judíos.
Evangelio de Felipe
Datado entre la segunda mitad del siglo II y la segunda del III, es un escrito gnóstico.
En él, igual que ocurre en Preguntas de María, se presenta a Magdalena como compañera de
Jesús.
2. No era prostituta
El papel que ejerció Magdalena en su relación con Jesús nos muestra que no podía ser
la prostituta de la interpretación errónea de los textos canónicos. El libro de la resurrección
de Cristo del apóstol Bartolomé nombra a María Magdalena como a una de las mujeres que
estaban junto al sepulcro. La distingue claramente de María de Betania y no la asocia con la
pecadora perdonada de Lucas. Por otro lado, en el Evangelio árabe de la infancia de Jesús
también constatamos la identificación de Magdalena con la pecadora de Lc 7,36-50 en una
historia extraña ocurrida en el momento de la circuncisión de Jesús. Se cuenta que la partera
que José encontró para el parto de María era una anciana hebrea que sufría parálisis. Cuando
llegó al pesebre, Jesús ya había nacido. Inició un diálogo con María, diciéndole que había
venido para buscar la curación. María le pidió que pusiera sus manos sobre Jesús y se curó.
Alababa a Dios por eso. Al octavo día, el niño fue circuncidado en aquella misma cueva. Tras
el rito, "la anciana tomó el prepucio de Jesús y lo colocó en un vaso con esencia de nardo.
Tenía un hijo perfumista. Entregó el vaso con la siguiente recomendación: 'Ten cuidado de no
venderlo a nadie, aunque te ofrezcan trescientos denarios'. La historia termina diciendo que
aquel vaso es el que María, la pecadora, compró y derramó sobre la cabeza y los pies de
nuestro Señor Jesucristo, enjugándolos con sus propios cabellos.
6. Apóstol de Jesús
El Evangelio de Pedro (XlI, 50) llama a Magdalena discípula de Jesús. En Diálogo del
Salvador (139,12-13), Magdalena, Tomás y Mateo son los discípulos escogidos para recibir las
enseñanzas especiales de Jesús. Pero Magdalena tiene primacía sobre ellos. En el libro de
oración de los maniqueos, grupo religioso del siglo III, considerado herético recibe el encargo
del Resucitado para animar a los apóstoles, que estaban desanimados. Así está escrito:
"Mariam, Mariam, conóceme, no me toques. Resiste las lágrimas de tus ojos y reconóceme
como tu Maestro. Únicamente no me toques, porque todavía no he visto el rostro de mi Padre.
Tu Dios no se ha marchado, como piensas en tu pequeñez. Tu Dios no está muerto; antes
bien, venció a la muerte. No soy el jardinero. Yo di, yo recibí (…) no aparecí hasta que he visto
tus lágrimas y tu dolor por mí. Aleja la tristeza y cumple este ministerio. Sé mi mensajera para
estos huérfanos perdidos. Alégrate, date prisa para ir a los once. Los encontrarás reunidos en
la orilla de Jordán. El traidor les indujo a hacerse pescadores como eran antes y a tirar aquellas
redes con las que habían conquistado hombres para la vida. Diles: 'Levantaos y vamos, es
vuestro hermano quien os llama'. Si ellos desdeñan mi fraternidad, diles: 'Es vuestro Maestro'.
Pon en acción toda tu habilidad y tu consejo para que reconduzcas a las ovejas a los pastos. Si
percibes que su inteligencia desapareció, toma contigo a Simón Pedro y dile: 'Piensa en lo que
yo te dije. Piensa en todo lo que se dijo ante nosotros dos en el monte de los Olivos: Tengo
algo que decir, pero no tengo nadie a quien decírselo"'.
Página 8 1 "El apego a la materia 2 genera una pasión contra la naturaleza. 3 Entonces
nace la perturbación en todo el cuerpo; 4 es por eso que os digo: 5 'Estad en armonía 6 Si
sois desreglados 7 inspiraos en representaciones 8 de vuestra propia naturaleza. 9 El que
tenga oídos 10 para oír que oiga". 11 Después de decir esto, el Bienaventurado 12 saludó a
todos diciendo: 13 "¡Paz a vosotros; que mi Paz 14 surja y se complete en vosotros! 15
Velad para que nadie os engañe, 16 diciendo: 17 'Aquí está, 18 allí está', 19 porque es en
vuestro interior 20 donde está el Hijo del Hombre; 21 id a Él: 22 los que lo busquen lo
encontrarán. 23 ¡En marcha! 24 Anunciad el Evangelio del Reino".
Página 9 1 "No impongáis más reglas 2 que aquellas de las que yo fui el testimonio.
3 No juntéis leyes a las que han sido dadas por Aquel que os dio la Torá, 4 a fin de que nos
os convirtáis en sus esclavos". 5 Habiendo dicho esto, partió. 6 Los discípulos estaban
afligidos y 7 derramaron muchas lágrimas, diciendo: 8 "¿Cómo vamos a ir hasta los gentiles
a anunciar 9 el Evangelio del Reino del Hijo del Hombre? 10 Si no han tenido con él
ninguna consideración, 11 ¿cómo la tendrán con nosotros?". 12 Entonces, María se levantó,
13 saludó a todos y dijo a sus hermanos: 14 "No os quedéis apesadumbrados e indecisos,
15 porque su gracia os acompañará y os protegerá. 16 Antes bien, alabemos su grandeza,
17 porque nos ha preparado y 18 nos ha invitado a ser plenamente humanos" 19 Dicho
esto, María orientó sus corazones hacia el Bien y 20 las palabras del Maestro se hicieron
claras para ellos.
Página 10 1 Pedro dijo a María: 2 "Hermana, sabemos que el Maestro te amó 3 más que
a otras mujeres. 4 Dinos las palabras que te dijo, 5 las que recuerdas 6 y de las que
nosotros no tenemos conocimiento …". 7 María les dijo: 8 "Aquello que no os fue dado
escuchar 9 os los anunciaré. 10 Tuve una visión del Maestro 11 y le dije: 12 'Señor, hoy
te he visto 13 en una visión'. 14 Él respondió: 15 'Bienaventurada, porque no te has
turbado ante mi vista. 16 Donde está el nous, allí está el tesoro'. 17 Entonces le dije:
18 'Señor, ahora, el que contempla 19 tu visión 20¿ve por la psique [alma]? 21¿0 por el
Pneuma [el Espíritu]?' 22 El Maestro respondió: 23 'Ni por la psique ni por el Pneuma;
24 el nous que se halla en medio de ellos 25 es él que ve y es él que (...)'"
Página 16 1 Liberada de ese tercer clima, el alma continuó ascendiendo. 2 Vio al cuarto
clima, 3 que tenía siete formas. 4 La primera forma es la Tiniebla; 5 la segunda, la
Concupiscencia; 6 la tercera, la Ignorancia; 7 la cuarta, la Envidia de muerte; 8 la quinta,
la Dominación carnal; 9 la sexta, la Sabiduría borracha; 10 la séptima, la Sabiduría astuta.
11 Éstas son las siete manifestaciones de la ira 12 que oprimen el alma con preguntas:
13 "¿De dónde vienes, homicida? 14 ¿A dónde vas, vagabunda?". 15 El alma respondió:
16 "Lo que me oprimía fue condenado a muerte; 17 lo que me aprisionaba ya no existe;
18 mi concupiscencia se ha apaciguado 19 y he sido liberada de mi ignorancia".
Página 17 1 "Salí de un mundo gracias a otro mundo; 2 una imagen se apagó 3 gracias a
una imagen más elevada. 4 En adelante alcanzaré el reposo, 5 donde el tiempo reposa en
la eternidad del tiempo. 6 Voy hacia el Silencio". 7 Tras expresar esto, María permaneció
en silencio, 8 dado que el Maestro había hablado con ella. 9 Entonces Andrés tomó la
palabra y se dirigió a sus hermanos: 10 "¿Qué os parece lo que acaba de contar? 11 Yo,
por mi parte, no creo 12 que el Maestro haya hablado así; 13 estas ideas difieren mucho de
las que conocemos". 14 Pedro añadió: 15 "¿Es posible que el Maestro haya conversado
16; así con una mujer 17 sobre secretos que nosotros mismos ignoramos? 18 ¿Debemos
cambiar nuestros hábitos? 19 ¿Escuchar a esta mujer? 20 ¿Es que verdaderamente la
escogió y la prefirió a nosotros?" .
Página 18 1 Entonces María se echó a llorar. 2 y dijo a Pedro: 3 "Hermano Pedro, ¿qué
tienes en la cabeza? 4 ¿Crees que yo sola, en mi imaginación, 5 he inventado esta visión
6 o que he dicho mentiras a propósito de nuestro Maestro?" 7 Leví tomó la palabra:
8 "Pedro, siempre has sido un impulsivo; 9 Te veo ahora encarnizarte contra esta mujer
10 como hacen nuestros adversarios.
12 Pues bien, si el Maestro la consideró digna, ¿quién eres tú para rechazarla?”
13 Seguramente, el Maestro la conoce muy bien ... 14 la amó más que a nosotros.
15 Arrepintámonos, 16 revistámonos del hombre perfecto. 17 Dejémosle que eche sus
raíces en nosotros 18 y que crezca como él pidió. 19 Partamos a anunciar el Evangelio
20 sin establecer otras reglas y otras leyes 21 que aquellas de las que él fue el testigo".
Página 19
1 Después de que Leví dijo estas palabras,
2 se pusieron en camino para predicar el Evangelio,
3 Evangelio según María.