Leibson, Alucinaciones, Estructura y Transferencia
Leibson, Alucinaciones, Estructura y Transferencia
Leibson, Alucinaciones, Estructura y Transferencia
Leonardo Leibson
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Una primera versión de este trabajo fue publicada en Memorias de las XII Jornadas de Investigación. Primer Encuentro
de Investigadores en Psicología del MERCOSUR "Avances, nuevos desarrollos e integración regional”, Buenos Aires,
2005.
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Cf. BLUMEL 1980.
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Nuestro siguiente paso es, a propósito de estas cuestiones, plantear que si alguna operación analítica es
posible en relación a la alucinación, esto implicará la puesta en juego del tiempo de la transferencia.
La cuestión de la transferencia en la psicosis es, cuando menos, algo no del todo claro. Si partimos de que
está presente, acerca de lo cual hay cierto consenso (ALLOUCH 1989; JINKIS 1982), añadamos que esa
presencia -transferencial- está signada por una especificidad, homóloga a la especificidad de la estructura
psicótica. Que una alucinación le sea relatada a un analista implica esta puesta en juego de la transferencia,
en tanto el relato no se produce como respuesta a una demanda del analista sino a una oferta de escucha
en términos de asentimiento.
Interior y exterior
En la alucinación la voz viene de afuera, se trate de una alucinación auditiva o de las llamadas “voces
interiores”. La voz siempre proviene de afuera del campo del sujeto, siempre es impropia y extraña (LACAN
1976-77). Freud reconoce de alguna manera esta impropiedad en lo que hace a la distinción entre la
verdadera alucinación psicótica y la fenomenología alucinatoria del sueño o del ensueño diurno. La certeza
no alcanza para marcar la diferencia dado que se produce en ambos casos.
El impase freudiano con respecto a la alucinación se genera cuando quiere dar cuenta de ella recurriendo al
mecanismo de la proyección, quedando entrampado en callejones sin salida al no poder definir claramente
lo externo y lo interno, dado que el punto de referencia se vuelve extremadamente inasible.
La alucinación invita a plantear una topología que no se reduzca a un interior y un exterior, sino que pueda
considerar zonas de pasaje sin ruptura (pasaje sin pasaje) entre lo aparentemente exterior y lo
aparentemente interior. Un problema que no se limita a lo espacial en sentido clásico sino que requiere
ubicar el ir y venir de un objeto que parece estar en ninguna parte y que sin embargo adquiere una
presencia contundente e inevitable para quién padece la alucinación (e incluso, y esto es más sorprendente
aún, para quién es testigo del “fenómeno”).
Así, la inclusión de la voz del analista (especialmente la dimensión sonora de esa voz (LACAN 1976-77) por
sobre los enunciados) puede articularse como un tiempo de la transferencia en la psicosis. Esto no quiere
decir que deba producirse necesariamente, sino que cuando se efectúa de este modo es índice de un modo
–psicótico- de respuesta a la interpelación de la presencia del analista.
Esta forma de respuesta dice algo acerca del modo en que podemos pensar la función simbólica (en tanto
modalidad de la función paterna) en las psicosis. Si el retorno en lo real es a partir de lo forcluido en lo
simbólico, pero no podría ser idéntico a esto último, el retorno es un modo forcluido de operar lo simbólico.
Lo que hace la diferencia con la neurosis no es tanto lo que retorna sino el modo y la localización de lo que
retorna. En la neurosis, retorno incluido en el compromiso simbolizante que incluye al sujeto que se hace
dueño de esa palabra aun cuando el yo no la reconozca como propia. Es lo que Freud llamó “la
responsabilidad moral”, por ejemplo, por el contenido de los sueños. Lo cual, como sabemos, no solo no
impide sino que en verdad favorece el mecanismo de la denegación en el sentido de que el neurótico no
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está fácilmente dispuesto a hacerse cargo de lo que esa palabra trae e intenta desentenderse de ello por
todos los medios.
En la psicosis, en cambio, el retorno se efectúa en lo real, esto es, por fuera de lo simbólico. Esto hace que
esa palabra que se presenta irrumpiendo sea vivida como radicalmente ajena a la vez que impuesta. Lo
llamativo es que el sujeto psicótico, constituido por esta palabra que se impone con estas características, no
puede desentenderse de lo que se le impone, aunque no lo considere propio. Sabe que eso le atañe, le está
dirigido, dice algo de él. Queda así planteada una relación transferencial a esa palabra impuesta. La
transferencia con el analista no pedirá cuenta de esa palabra sino que oficia como el campo en el cual esa
palabra que proviene de otro puede decirse, tomar cierto cuerpo y poner en movimiento el conjunto del
significante. ¿Con qué fin?
Lo que hace a lo real del retorno es que esa palabra, cargada de significación, aunque no se sepa cuál,
permanece “estancada, inerte en relación a toda dialéctica”. O sea, no entra en combinación con el resto de
los significantes, por lo cual adquiere una función fundamental en la reconstrucción de la trama subjetiva del
psicótico: será el núcleo denso alrededor del cual podrá elaborarse el delirio que posibilitará encontrar una
estabilización entre significante y significación que Lacan llama “metáfora delirante”. Esto es el modo en que
opera la interpretación en el despliegue del decir psicótico. En el fragmento de caso antes relatado, la
posibilidad de establecer un equívoco entre “alimentar a los fantasmas” y “la comida” toma apoyo en la
orden que el personaje de la alucinación le impone a la paciente.
Vemos entonces que eso que retorna en lo real opera como fundamento de un orden a construir y en eso
puede encontrarse las trazas de lo que ha sido forcluido: el significante del Nombre del Padre.
Para concluir: ¿habría equivalencia entre un neurótico que sueña con su analista y un psicótico que alucina
la voz de su analista?
Por el recorrido realizado podemos concluir que no, dado que no son homólogos el mecanismo del sueño
(escritura en imágenes) y el de la alucinación (palabra impuesta que retorna en lo real). La alucinación,
distinta del sueño, puede construirse sin embargo como texto a interpretar en tanto que se la considere
como un efecto de retorno de lo simbólico forcluido en (lo real de) un campo transferencial.
Bibliografía
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1968.
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- FREUD, S.(1893-95), “Estudios sobre la histeria”, en Obras Completas, vol. II, Amorrortu, Buenos Aires,
1979.
- FREUD, S. (1915a), “Lo inconsciente”, en Obras Completas, vol. XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 1984
- FREUD, S. (1915b), “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños”, en Obras Completas,
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Buenos Aires, 1983.
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- LACAN, J. (1958), “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, en Escritos 2,
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- LACAN, J. (1975), “Respuesta a una pregunta de Marcel Ritter”, en Suplemnento de las notas, Escuela
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- LACAN, J. (1976-77), el seminario, libro 24, L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre, inédito.
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