Joel Osteen - Cada Día Es Viernes
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Joel Osteen - Cada Día Es Viernes
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De acuerdo con la Ley de Derechos de Autor EE.UU. de 1976, la exploración, subir, y el intercambio
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propiedad intelectual del autor. Si desea utilizar el material del libro (que no sea para fines de revisión), el
permiso previo y por escrito debe obtenerse poniéndose en contacto con el editor en
[email protected]. Gracias por su apoyo a los derechos del autor.
Este libro está dedicado a Victoria, Jonathan y Alexandra. Les aprecio y valoro
a cada uno de ustedes. Su amor, gozo y felicidad iluminan mi vida, y cada
mañana me despierto esperando con ilusión pasar otro día con ustedes.
Verdaderamente hacen que cada día sea un viernes.
RECONOCIMIENTOS
Es adecuado que este libro se titule Cada Día es Viernes porque he aprendido
que cada día conlleva una fecha de entrega cuando uno está escribiendo un libro.
Gracias a muchas personas talentosas y trabajadoras, cumplimos con todas
nuestras fechas de entrega y hemos producido un libro inspirador y edificante
que estoy orgulloso de ofrecer.
Como siempre, Dios me guió en el proceso con la ayuda de mi editor, Rolf
Zettersten en FaithWords/Hachette y el presidente y director gerente de
Hachette, David Young, junto con los miembros del equipo de liderazgo Chris
Murphy, Martha Otis y Harry Helm.
También estoy agradecido a mis agentes literarios, Shannon Marven y Jan
Miller Rich de Dupree Miller & Associates, quienes una vez más demostraron
ser valiosísimos a lo largo de todo el proceso.
Un agradecimiento especial a Wes Smith, un verdadero maestro de las
palabras, cuya velocidad en el teclado solamente se equipara a su fuerte ética de
trabajo y buen humor.
En este libro ofrezco muchas historias que han compartido conmigo amigos,
miembros de nuestra congregación y personas que he conocido por todo el
mundo. Aprecio y reconozco sus aportaciones y su apoyo. Algunas de las
personas mencionadas en el libro son personas que no he conocido
personalmente y, en algunos casos, hemos cambiado los nombres para proteger
la intimidad de los individuos. Doy honra a todos aquellos a quienes honra se
debe. Al ser yo mismo hijo de un líder de la iglesia y pastor, he escuchado
incontables sermones y presentaciones y, por tanto, en algunos casos no puedo
recordar la fuente exacta de una historia. Gracias a todos los que han tocado mi
vida con la suya propia. Mi intención al escribir este libro es transmitir las
bendiciones, y a Dios sea la gloria.
También doy gracias especialmente a todos los pastores en todo el país que
son miembros de nuestra red Champions Network, en especial al presidente de
ese grupo, el pastor Phil Munsey, y a su esposa, Jeannie, de la iglesia Life
Church en Irvine, California.
Estoy en deuda con la increíble plantilla de la iglesia Lakewood, cuyo
servicio a la casa de Dios hace que cada día sea un día alegre para mí. Estoy
agradecido a los leales miembros de Lakewood cuyas historias me inspiran,
cuyas vidas me bendicen, y cuya lealtad me humilla. Expreso mi sincero aprecio
a los miles de individuos desinteresados y entregados que apoyan generosamente
nuestro ministerio y hacen posible llevar esperanza a un mundo con necesidad. Y
estoy agradecido por los millones de buenas personas en todo el mundo que ven
nuestros servicios en televisión, vía Internet y vía podcast. Considero a cada uno
de ellos una valiosa parte de nuestra familia de Lakewood.
Soy bendecido por tener una sustentadora familia de personas sabias y
talentosas que ayudan a que nuestro ministerio bulla de actividad, incluyendo a
mi hermano Paul y su esposa Jennifer, mi hermana Lisa y su esposo Kevin, y mi
cuñado Don y su esposa Jackelyn. Una persona inspiradora y que nos supera a
todos es mi madre, Dodie Osteen, que sirve como maravilloso ejemplo de
alguien que encuentra felicidad y gozo en cada día.
PARTE
I
No renuncies a tu poder
CAPÍTULO UNO
John tenía noventa y dos años de edad y estaba ciego, pero se mantenía tan
vivaz como podía estarlo cuando su esposa, Eleanor, partió con el Señor. Sentía
que no debería vivir solo, así que John decidió trasladarse a una residencia de
ancianos. La mañana de la mudanza, él estaba levantado y vestido a las 8:00 de
la mañana. Como siempre, el anciano caballero se veía impecable, con su
cabello perfectamente peinado y su rostro bien afeitado.
Un taxi llegó para recogerle y llevarle a la residencia. John llegó temprano,
como era su costumbre, y esperó más de una hora antes de que una joven
ayudante, Miranda, llegase para mostrarle su nueva habitación. A medida que
John manejaba su andador por los pasillos, Miranda le describía su habitación
con gran detalle. Le dijo que entraba la luz del sol por una ventana grande, y que
había un cómodo sofá y una bonita zona común.
Justamente en mitad de su descripción, John interrumpió y dijo: «Me
encanta. Me encanta. Me encanta».
Miranda se rió y dijo: «Señor, aún no hemos llegado. Usted no lo ha visto.
Espere un momento y se lo mostraré».
John dijo: «No, no tiene que mostrármelo. Si me gusta o no me gusta mi
habitación no depende de cómo estén acomodados los muebles. Depende de
cómo esté acomodada mi mente. La felicidad es algo que uno decide de
antemano».
La felicidad es tu derecho
Según los autores de la Declaración de Independencia, nuestro Creador nos dio a
cada uno de nosotros el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad. Incluso el primer ministro británico David Cameron reconoció eso
recientemente cuando propuso realizar una votación a todos los residentes cada
año para medir su bienestar general.
En una entrevista dijo: «El bienestar no puede medirse por el dinero ni se
puede comerciar con él en los mercados. Se trata de la belleza de nuestros
entornos, la calidad de nuestra cultura y, sobre todo, la fortaleza de nuestras
relaciones».
Un investigador en Australia descubrió que las metas y las decisiones en la
vida tienen tanto o más impacto sobre la felicidad que la química de nuestro
cuerpo o nuestra constitución genética. Otro estudio descubrió que la mitad de
nuestra felicidad está determinada por factores distintos a la biología. El diez por
ciento se relaciona con «las circunstancias de la vida» y el otro noventa por
ciento depende de las decisiones en nuestra vida.
Es tu decisión ser feliz. Proponte disfrutar de este día, y tener un año
bendecido, próspero y victorioso. Puede que afrontes algunos reveses, y puede
que tus circunstancias cambien, pero no permitas que eso cambie tu mente.
Mantenla fija en la felicidad.
Lo que tiene importancia no es lo que te sucede o lo que tienes o no tienes; lo
importante es cómo esté acomodada tu mente y las decisiones que tomes.
Cuando nuestra hija, Alexandra, era un bebé y yo la sacaba de su cuna en la
mañana, ella se emocionaba tanto al oírme llegar que comenzaba a dar saltos
arriba y abajo. Me daba un gran abrazo con su brazo y con sus piernas, y después
un gran beso.
¿Por qué se emocionaba tanto? Ella estaba feliz por el amanecer de un nuevo
día. Alexandra se emocionaba por estar viva y tener otro día para disfrutarlo. Esa
es la emoción que Dios ha puesto en el interior de cada uno de nosotros. No
deberíamos olvidar cómo celebrar cada día; pero con frecuencia, a medida que
envejecemos, permitimos que los desafíos de la vida nos abatan y entristezcan
nuestro espíritu.
Tenemos que entender que cada día es un regalo de Dios. Cuando este día se
acabe, nunca podremos recuperarlo. Si cometemos el error de ser negativos,
desalentados, gruñones o malhumorados, habremos desperdiciado el día.
Algunas personas desperdician año tras año, siendo infelices porque alguien no
les trata correctamente, o porque no consiguen lo que quieren, o porque sus
planes no se están cumpliendo tan rápidamente como les gustaría. Yo he tomado
la decisión de no desperdiciar ni un día más. Celebro cada día como un regalo de
Dios.
¿Lo ves? Tenías lo que necesitabas para ser feliz. Sencillamente no te diste
cuenta. Conozco a personas que tienen una salud perfecta, pero nunca son
realmente felices; siempre hay algo que les molesta. Quieren tener una casa más
grande o un trabajo mejor; pero si perdieran su salud y después la recuperasen,
estoy seguro de que estarían emocionados. Tienen lo que necesitan para ser
felices.
Oigo a mujeres que se quejan y se quejan de sus esposos, y a hombres que se
quejan y se quejan de sus esposas. «[Él o ella] es demasiado en esto», o «no lo
suficiente en aquello». Pero si sus cónyuges se fuesen de repente y ellos se
quedasen solos mes tras mes; si no tuvieran a nadie con quien hablar; si no
tuvieran a nadie con quien cenar, podrían ser felices tan solo por volver a tener a
«quien les molesta», quiero decir, su esposo o su esposa.
Mantén tu vida en la perspectiva correcta. Cada uno de nosotros tiene algo
incluso en este momento por lo que estar feliz: nuestra salud, nuestro trabajo,
nuestra familia o una oportunidad.
Conozco a una pareja que constantemente se quejaba de su casa. Era
demasiado pequeña y estaba demasiado alejada en el campo. Era una fuente de
frustración año tras año. Pero cuando la economía fue mal, desgraciadamente sus
ingresos también disminuyeron, y estuvieron muy cerca de perder esa casa.
Justamente antes de que el banco ejecutase la hipoteca, ellos pudieron
refinanciarla y fueron capaces de mantener su casa.
¿Sabes que ahora piensan que esa casa es lo mejor del mundo? Presumen de
ella como si fuese completamente nueva. ¿Qué sucedió? Cambiaron su
perspectiva.
Oigo a personas decir: «Bueno, tengo que ir a trabajar hoy».
No, la actitud correcta es decir: «Voy a ir a trabajar hoy. Tengo un trabajo.
Tengo una oportunidad. Esa es razón suficiente para que tenga una sonrisa en mi
cara».
«Vaya, tengo que limpiar esta casa. Es mucho trabajo».
No. «Voy a limpiar esta casa. Estoy fuerte. Estoy sano. Además de todo eso,
tengo una casa. No vivo debajo de un puente en algún lugar».
«Tengo que ocuparme de estos niños. Lo único que hago es cocinar, limpiar y
lavar la ropa».
No. «Voy a ocuparme de estos niños. Son un regalo de Dios. Son un tesoro
especial».
He descubierto que hay muy pocas cosas en la vida que tenemos que hacer.
«Tengo que pagar mis impuestos». No; realmente tú pagas tus impuestos. El
hecho de que tengas que pagar impuestos significa que has ganado dinero. Eso
me dice que Dios te bendijo con oportunidad.
«Bueno, tengo que ir al supermercado hoy».
No, eso significa que tienes salud suficiente para comer. «Voy a ir al
supermercado».
«Vaya, tengo que conducir en medio del tráfico».
No, eso significa que Dios te ha bendecido con un auto. «Voy a conducir en
medio del tráfico».
«Vaya, tengo que comprar a mi esposa un regalo de San Valentín».
No, eso significa que Dios te ha bendecido con una esposa. No tienes que
comprarle un regalo; le compras un regalo. Y si no lo haces, serás infeliz, porque
si mamá no es feliz, ¡nadie es feliz!
La felicidad está basada en tu perspectiva
Leí sobre dos hombres que habían sido albañiles por más de treinta años.
Estaban trabajando en un inmenso rascacielos en el centro de la ciudad. Uno de
los hombres era siempre negativo, estaba desalentado, se quejaba
constantemente y aborrecía ir a trabajar. El otro hombre era todo lo contrario.
Estaba emocionado por ir al trabajo cada día y tenía una actitud de fe y
entusiasmo en la vida.
Un día, un amigo pasó por el lugar de trabajo y les preguntó por separado qué
estaban haciendo. El primero dijo: «Ah, solo estamos poniendo ladrillos.
Llevamos haciéndolo por treinta años. Es muy aburrido. Un ladrillo encima del
otro».
Entonces el amigo le preguntó al segundo albañil, y a él se le iluminó la cara.
Dijo: «Sí, estamos construyendo un magnífico rascacielos. Esta estructura se
mantendrá en pie durante generaciones futuras. Me emociona mucho poder ser
parte de ello».
La felicidad de cada albañil, o su falta de ella, estaba basada en su
perspectiva. Puedes estar poniendo ladrillos o puedes estar construyendo un
hermoso rascacielos. La elección es tuya. Puedes ir a trabajar cada día, fichar y
aborrecer estar allí, y hacer lo menos posible. O puedes acudir con entusiasmo y
poner toda tu energía, sabiendo que estás haciendo que el mundo sea un lugar
mejor.
He descubierto que nosotros creamos gran parte de nuestra propia infelicidad.
Vemos lo que va mal en lugar de ver lo que va bien. Nos fijamos en lo que no
tenemos en lugar de fijarnos en lo que sí tenemos. No celebramos cada día y
apreciamos el regalo que Dios nos ha dado.
Hace años, un hombre que viajaba en tren conoció una exitosa pareja. La
señora llevaba ropa y joyas caras. Era obvio que la pareja tenía medios. El
viajero compartía su cabina en primera clase, que era muy cómoda. Pero desde
el comienzo, la señora no hizo otra cosa que quejarse. Se quejaba de que la
temperatura no era adecuada, se quejaba de que no había suficiente luz, se
quejaba de que la comida no era buena, y se quejaba de que su asiento estaba
muy sucio. Ella hacía que todos se sintieran mal.
Durante el viaje, el viajero entabló una conversación con el esposo, y le
preguntó a qué tipo de negocios se dedicaba. Él le dijo que estaba en la industria
del automóvil y que Dios le había bendecido mucho. Pero añadió: «Pero mi
esposa está en el negocio de la fabricación».
El viajero pensó: Eso es extraño. Es decir, a ella se le ve mucha categoría y
va muy bien vestida. Parece que eso no encaja.
Él preguntó con mucha curiosidad: «¿Y qué fabrica ella?»
El esposo dijo: «Fabrica infelicidad. Ella es infeliz dondequiera que vaya».
Puede que necesites cambiar de negocio, no físicamente sino mentalmente.
Sal del negocio de fabricar infelicidad. Deja de fijarte en lo que va mal. Deja de
ver los fallos y comienza a ver lo bueno. Comienza a sentirte agradecido por lo
que tienes. Aprecia el regalo del presente.
El grito de alegría
El profeta del Antiguo Testamento Jeremías escribió : «[Se oirá de nuevo] el
grito de gozo y alegría… y la voz de los que traen a la casa del Señor ofrendas
de acción de gracias y cantan… Yo cambiaré la suerte de este país—afirma el
SEÑOR—, y volverá a ser como al principio» (Jeremías 33.11, NVI). Me gustan
en particular dos palabras en este versículo: cambiaré y volverá. Dios está
diciendo que cuando permaneces lleno de gozo, cuando aprendes a ofrecer
sacrificio de alabanza, Dios cambiará las cosas a tu favor; Él cambiará
situaciones negativas, y Él volverá, o restaurará, lo que ha sido robado.
Pero observa que esa restauración no llega de la queja, de ser negativo o estar
amargado. La restauración se produce cuando tienes grito de gozo y de alegría.
Eso significa que te levantas en la mañana con un canto en tu corazón.
Comienzas cada día con una sonrisa en tu cara. Puede que las cosas no siempre
salgan a tu manera, pero no te desalientas; te sacudes eso y lo consideras un
gozo.
Cuando vives de esa manera, bien podrías prepararte. Dios estará cambiando
y restaurando. Él cambiará las finanzas que han ido mal; Él cambiará el negocio
que esté batallando; Él cambiará la situación legal a favor de ti; Él cambiará un
problema de salud para sanarte.
No solo eso, sino que Dios restaurará lo que debería haber sido tuyo. Él
restaurará los años que perdiste porque alguien te ofendió; Él restaurará una
relación que está en peligro. Se producirá restauración porque tú tienes el grito
de gozo y alegría, y sigues ofreciendo sacrificio de alabanza.
Aprende a considerarlo todo como un gozo. No estés decidido a no tener
nunca problemas; está decidido a permanecer lleno de gozo en medio de tus
problemas. Acomoda tu mente en la dirección correcta.
Y a pesar de lo que salga a tu encuentro, no pierdas tu gozo. Aprende a
ofrecer ese sacrificio de alabanza. Si mantienes el grito de alegría, el grito de
gozo, no podrás permanecer abatido y derrotado. Dios ha prometido que Él
cambiará y restaurará. No solo eso, sino que debido a que tienes gozo,
encontrarás la fortaleza para sobrevivir a todo ataque, para vencer todo obstáculo
y para derrotar a todo enemigo. Te convertirás en todo aquello para lo que Dios
te creó, y tendrás todo lo que Dios quiso que tuvieras.
CAPÍTULO DOS
No renuncies a tu poder
He oído decir que la vida es un diez por ciento de lo que a uno le sucede y un
noventa por ciento de cómo se responde a ello. Afronta cada día de modo
positivo, con esperanza y esperando el favor de Dios; pero al mismo tiempo sé
realista, sabiendo que la mayoría de los días no saldrán exactamente como tú
planeabas. Si estás estresado porque no has seguido tu horario, frustrado porque
alguien te ofendió o molesto porque tu hijo no se comió su desayuno, estás
renunciando a tu poder.
Es bueno tener planes, pero en la primera parte de cada día somete esos
planes a Dios y di: «Dios, esto es lo que me gustaría lograr hoy; pero sé que tú
tienes el control, y por eso entrego mis planes a ti. Y he decidido de antemano
que a pesar de lo que salga a mi encuentro, mantendré mi paz, sabiendo que tú
diriges mis pasos y que todas las cosas obrarán para mi bien».
Pero hay demasiadas personas en estos tiempos que tienen un enfoque
equivocado de la vida. Piensan que no pueden ser felices a menos que controlen
todas sus circunstancias y todo lo que salga a su encuentro. Pero eso no es
realista. Tienes que llegar al punto en el que puedas decir: «No tengo que salirme
con la mía para tener un buen día. Mis planes no tienen que salir bien para que
yo sea feliz. Todo el mundo no tiene que tratarme correctamente para que la vida
sea agradable. Ya lo he decidido: a pesar de lo que suceda o no suceda,
mantendré la paz y disfrutaré de este día».
La Escritura dice que «nadie les va a quitar esa alegría» (Juan 16.22, NVI).
Ninguna circunstancia puede quitarte tu paz. Una interrupción no puede quitarte
tu entusiasmo. Tú tienes que entregarlo. La próxima vez que te veas tentado a
estar molesto y frustrado, hazte la pregunta: ¿Vale la pena renunciar a mi poder,
de todos modos?
O: Este hombre es grosero conmigo en el teléfono. Ni siquiera le conozco.
¿Vale la pena entregarle mi gozo?
O: Este compañero de trabajo me dejó solo en una reunión; ¿vale la pena
renunciar a mi paz?
Puede que no obtengas la victoria no porque no puedas, sino porque una y
otra vez renuncias a ella. La vida es demasiado corta para estar molestos y
ofendidos. Si permites que tus circunstancias controlen tu gozo, siempre habrá
algún motivo para estar desalentado.
«Es la economía».
«Es la Bolsa de Valores. Por eso estoy tan deprimido».
Deja de renunciar a tu poder. Dios sigue estando en el trono. La economía en
el cielo va muy bien. Mientras estés conectado a Él, todo saldrá bien.
Tú dices: «Bien, tuve que cancelar mis vacaciones este año».
O: «Es muy difícil llevarse bien con mi jefe».
«Este vecino realmente me pone los nervios de punta. He estado orando y
pidiendo a Dios que le cambie».
Una cosa que he aprendido es a no orar nunca para que Dios cambie a otra
persona sin antes decir: «Dios, cámbiame».
Incluso si ese vecino ofensivo se mudase, si no aprendes el principio de no
permitir nunca que otras personas te roben el gozo, habrá otras dos personas
iguales a él que ocuparán su lugar.
Expresa tu gozo
El aceite de alegría
Hebreos 1.9 dice: «Dios, te ha ungido con aceite de alegría, exaltándote por
encima de tus compañeros» (NVI).
Se supone que tú y yo hemos de ser más felices que la persona promedio.
Dios nos ha ungido con el aceite de alegría. No puedes permitir que la mala
actitud de nadie arruine tu buena actitud. En cambio, infecta a esa persona con
una sonrisa y una palabra amable. Dios sabía que tendrías que tratar con
personas negativas; por eso Él dijo: «Te he dado ventaja; te he ungido con el
aceite de alegría para que puedas ser más feliz que quienes te rodean».
Agarra ese gozo y no lo ocultes. Debería verse.
Hay estudios que han demostrado que una sonrisa en tu cara es buena para ti
y para quienes te rodean. En una prueba, pidieron a las personas que mostrasen
expresiones faciales de temor y enojo. Sus cuerpos respondieron como si
realmente estuvieran sintiendo esas emociones, desencadenando un mayor ritmo
cardíaco, elevando la temperatura de su piel y haciéndoles sudar. A esas mismas
personas se les pidió que sonrieran, y sus ritmos cardíacos se estabilizaron, sus
temperaturas descendieron y no sudaban tanto. Dijeron que se sentían felices.
Nuestro Creador sabe todo eso, desde luego. Dios se refiere concretamente a
nuestro «semblante» más de cincuenta veces en la Escritura. Uno ve la palabra
regocijo una y otra vez. Regocijarse no solo significa cantar; también significa
iluminar, poner una sonrisa en la cara, estar alegre. Cuando vives el día con una
sonrisa, te estás regocijando. Al tener un semblante alegre, ser amigable y
divertido, estás dando alabanza a Dios.
Hay demasiadas personas que pasan el día arrastrándose con caras largas.
Algunas no sonríen durante meses. Entonces aparecerán con esas mismas caras
tristes después de un servicio y me dirán: «Tengo el gozo del Señor».
Y yo pensaré: ¡Deberías avisar de tu cara!
La Biblia dice que tengamos una mente seria, no una cara seria. Recibes lo
que proyectas. Si eres gruñón y poco amigable, entonces los demás serán
gruñones y poco amigables contigo. A la desgracia le encanta tener compañía. Si
te ves desgraciado, atraerás derrota, negatividad, seriedad y desaliento.
La Biblia dice que tengamos una mente
seria, no una cara seria.
Pero cuando sonríes y proyectas un aura de calidez, bondad y amabilidad,
atraerás calidez, bondad y amabilidad. Personas felices serán atraídas hacia ti.
Si no estás recibiendo lo que quisieras, comprueba lo que estás enviando.
Ninguna persona feliz quiere estar con un aguafiestas aburrido. Cualquiera
evitará la compañía de las personas que se revuelcan en un pozo. Tus amigos
más felices podrían sacarte del pozo algunas veces, pero al final encontrarán a
personas más optimistas con las que compartir sus vidas.
Puede que tengas muchos desafíos. No estoy tomando a la ligera tus
circunstancias, pero Jesús dijo: «En este mundo afrontarán aflicciones, pero
¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16.33, NVI). He descubierto que a
veces hay que sonreír por fe. En lugar de estar deprimido, desalentado o
preocupado, di: «No soy movido por lo que veo; soy movido por lo que sé, y sé
que este es el día que el Señor ha hecho. Escojo ser feliz».
Cuando sonríes, envías un mensaje a todo tu cuerpo que dice: Dios tiene el
control; todo saldrá bien. Este será un día estupendo. No esperes a ver cómo te
sientes antes de expresar tu gozo. Pon primero una sonrisa en tu cara, y entonces
llegará el gozo.
Sonreír mejora tu actitud. Ves la vida bajo una luz diferente. Es difícil sonreír
y ser negativo; es difícil seguir con mal humor y comportarse de manera alegre y
amigable. Un experto dice que sonreír engaña al cuerpo para que se sienta bien.
Ese es el modo en que Dios nos creó. Sonreír reinicia tu humor.
El poder de la sonrisa
Nuestra iglesia en Houston recibe muchos visitantes que están recibiendo
tratamientos en un importante y cercano centro médico para el cáncer. Yo he sido
inspirado al conocer a muchos de esos pacientes que tienen sonrisas a pesar de
su estado. Ellos están en paz; siguen estando alegres porque entienden este
principio: cuando te animas y tienes un semblante alegre, tu cuerpo está seguro
de que todo saldrá bien.
Sonríe y tendrás más energía, tu humor mejorará, y avanzarás con mayor
rapidez. Pero si vas por ahí con cara larga y estás triste y deprimido, tu cuerpo se
sentirá cansado y abatido.
Mi hermana Lisa experimentó esto durante un tiempo difícil hace años.
Durante meses no tuvo gozo, y estaba tan deprimida que no salía de su casa. Lisa
oraba para poder tener momentos más felices y más sanos. Conocía toda la
Escritura. Sus amigos y familiares hicieron todo lo posible por animarla, pero
nada parecía ayudar.
El problema de Lisa era que estaba esperando a sentirse mejor para poder
animarse; pero era al revés. Primero tienes que animarte, y entonces te sentirás
mejor. Lisa puso una sonrisa en su cara por pura determinación; sonrió por fe;
escogió tener un semblante alegre.
Y su paso de fe fue el punto decisivo. Ella fue libre de las cadenas de la
depresión. Si Lisa no hubiera sonreído por fe, aún podría estar orando para que
la felicidad se encontrase con ella. Ella relata esta historia en su libro You Are
Made for More [¡Estás hecho para algo más!].
¿Has oído el dicho «Tienes que fingirlo hasta lograrlo»? Puede que tengas
que fingir una sonrisa, pero si la mantienes, Dios la convertirá en una sonrisa
verdadera. Lisa recuperó su gozo y Dios le dio el doble por su angustia. Mi
hermana salió de esos momentos difíciles incluso mejor de lo que estaba antes.
Su regreso comenzó cuando ella escogió sonreír por fe.
Todos podemos encontrar alguna razón para no sonreír, ya sea el alto precio
de la gasolina o unos bajos ingresos. Pero tu respuesta debería ser: «Soy
demasiado bendecido para estar estresado. Mi futuro es tan brillante que necesito
lentes de sol».
Ilumina el mundo
La Escritura habla de que los creyentes representan a Dios aquí en la tierra.
Nosotros somos embajadores de Cristo. Si hemos de representar a Dios
adecuadamente, deberíamos hacerlo con gozo, con entusiasmo, con una sonrisa.
Las personas de fe han de ser la luz del mundo. Yo creo que el interruptor que
enciende las luces es la sonrisa. Algunos que carecen de fe puede que no quieran
escuchar lo que creemos, pero sin duda observan cómo vivimos. Somos cartas
vivas leídas por todos los hombres. Algunos puede que no lean la Biblia, pero
leen nuestras vidas. Como dice la frase: «Predica en todo momento; usa palabras
solo cuando sea necesario».
Cuando las personas te ven, ¿qué tipo de mensaje están recibiendo? ¿Eres
amigable, feliz, optimista? ¿Quieren tener la vida que tú tienes? ¿O eres rígido,
estirado, estresado y tan gruñón que las personas se alejan de ti?
Uno de los miembros de nuestra iglesia, una mujer conocida por su radiante
sonrisa y calidez personal, estaba comprando un día cuando la dependienta le
preguntó de modo casual cómo estaba.
Ella dijo con una sonrisa: «Estoy muy bien. Soy bendecida y creo que voy a
tener un año fantástico».
La dependienta le sonrió y preguntó: «¿Asiste usted a Lakewood?»
Ella respondió que sí.
La dependienta le dijo: «Debería haberlo sabido. Todo el que entra aquí con
una sonrisa como esa es de Lakewood».
¡Qué gran testimonio! Sin embargo, algunos críticos me lo ponen difícil
porque yo sonrío mucho. Podrías pensar que ellos están contentos de que yo esté
contento. Un reportero me preguntó una vez si yo me ofendía porque algunos me
llaman «el predicador sonriente».
Yo respondí: «Desde luego que no. Lo tomo como un elogio. Soy culpable de
ser feliz. Soy culpable de disfrutar de mi vida. Soy culpable de vivir con
entusiasmo».
Este mundo necesita más gozo. Si yo lo siento, quiero compartirlo.
Pero cuando expresas tu gozo y vives alegremente, no te sorprendas si hay
personas que sospechan de ti. Te mirarán como si estuvieran pensando: ¿Por qué
está tan feliz? Debe de estar haciendo algo mal; o Debe de estar tomando algo.
Sí, yo soy culpable; estoy tomando del Altísimo. Estoy feliz, estoy
emocionado, y estoy lleno de esperanza. Quiero que mi gozo se vea.
Un legado de risas
La sonrisa es fácil para mí porque me crié en una familia feliz. La sonrisa de mi
abuela es uno de mis recuerdos favoritos. Cada vez que yo entraba en una
habitación y la veía, ella enviaba una sonrisa en dirección a mí. A veces, yo salía
de la habitación y regresaba; ella estaba llena de gozo, y me lo transmitía.
Mi padre era igual a excepción de que él expresaba su gozo también con
silbidos. Durante todo el día podíamos oírle silbar. Mi madre decía a veces:
«John, ¿puedes dejar de silbar durante un rato?»
Él respondía: «Dodie, estoy feliz. Estoy dando alabanza a Dios».
«Eso está muy bien, John, pero estás silbando la melodía de The Andy
Griffith Show, y no estoy segura de que Dios vea mucha televisión».
Tampoco yo estoy seguro, pero sí sé que las personas que ven televisión
tienen más probabilidad de sintonizar con una cara sonriente que las demás. En
1983 lancé el ministerio televisivo para mi padre. El primer año tuvimos a un
consultor veterano para ayudarnos, y él me enseñó algo que nunca he olvidado.
Estábamos viendo el sermón de papá en la sala de control, y el consultor nos
había hecho bajar el volumen. Dijo que la clave para aprender a comunicar en
televisión es bajar el sonido y observar las expresiones faciales del orador y su
lenguaje corporal, y entonces observar los sentimientos que producen en ti.
Probamos aquello con varios ministros. Algunos parecían muy apasionados,
pero sin el sonido parecían enojados e intimidatorios. Uno no quería verlos por
mucho tiempo. Los ministros que sonreían y tenían una expresión agradable y no
amenazante tenían mayor probabilidad de atraerte incluso sin sonido.
Transmítelo
Todo el tiempo recibo cartas de personas y me dicen que no pueden recordar el
mensaje del sermón, pero que fueron tocadas por el gozo que había en mi cara.
Sintieron que se transmitía amor mediante la pantalla. El mismo principio se
aplica en la vida. Cuando eres amable y amigable, serás más eficaz en la mayoría
de situaciones, y tu sonrisa difundirá gozo alrededor de ti.
Cuando las cosas sean difíciles, sonríe
por fe.
Hace algún tiempo iba caminando por el bosque y llegué a una amplia zona
abierta llena de malas hierbas grandes y altas. Kilómetros y kilómetros, hasta
donde me alcanzaba la vista, había esas malas hierbas muertas, secas, marrones
y feas. Al atravesar el campo abierto, a unos noventa metros vi una hermosa flor.
Era muy brillante, muy colorida y muy refrescante. Había florecido justamente
allí, en medio de kilómetros y kilómetros de feas y secas malas hierbas. Y yo
pensé: Realmente, eso es lo que Dios quiere que hagamos. Que nos
desarrollemos donde estemos plantados.
Puede que trabajes rodeado de un puñado de malas hierbas, pero eso no tiene
que evitar que tú te desarrolles. Puede que estés casado con una mala hierba;
pero la buena noticia es que aun así puedes florecer.
Hay demasiadas personas que son negativas y están desalentadas porque no
les gusta el lugar donde están. No les gusta su cónyuge. No les gusta su empleo.
Es difícil llevarse bien con sus compañeros de trabajo. No les gusta el lugar
donde viven. No es ahí donde quieren estar.
Si las personas negativas tienen que quedarse hasta tarde trabajando, eso les
amarga el día. Siempre están luchando contra algo; siempre están intentando
estar en algún otro lugar. Pero he aprendido que Dios está más interesado en
cambiarme a mí que en cambiar mis circunstancias. Mientras yo esté amargado
porque las cosas no salen a mi manera, mientras esté desalentado porque estoy
soltero y quiero estar casado, mientras esté molesto porque el negocio no está
creciendo, esa actitud me mantendrá donde estoy.
Si quieres ver cambio, si quieres ver a Dios abrir nuevas puertas, la clave es
desarrollarte justamente allí donde estés plantado. No puedes esperar hasta que
todo mejore antes de decidir tener una buena actitud. Tienes que ser lo mejor que
puedas ser allí donde estás.
Siembra una semilla para Dios
Pon una sonrisa en tu cara. Sé bueno con las personas aunque ellas no sean
buenas contigo. Sé agradecido por el lugar donde vives aunque no sea donde
quieres estar. Cuando floreces dónde estás plantado, estás sembrando una semilla
para que Dios haga algo nuevo.
La Escritura dice: «Por el SEÑOR son ordenados los pasos del hombre»
(Salmo 37.23, LBLA). Eso significa que mientras estemos en fe, ahí es donde
debemos estar.
Puede que digas: «Eso no es correcto. Estoy incómodo. No estoy en un buen
lugar. Alguien no me trata bien».
Puede que sea difícil, pero Dios no permitirá que llegue un desafío a tu vida a
menos que Él tenga un propósito divino para ello. He descubierto que nada nos
sucede a nosotros; sucede para nosotros. Si mantenemos la actitud correcta,
Dios lo utilizará siempre para nuestro bien.
¿Esa persona con la que es difícil llevarse bien? No te está sucediendo a ti,
está sucediendo para ti. Dios la está usando para tu crecimiento. Estás
desarrollando carácter; estás aprendiendo a ser bueno con personas que no son
buenas contigo. Dios usa a personas difíciles como si fueran una lija, para limar
las aristas que tenemos. La próxima vez que veas a esa persona, en lugar de
sentirte molesto y estresado, tan solo pon una gran sonrisa y di: «Muchas gracias
por todo lo que has hecho por mí».
Entonces quizá tengas que ayudarle a levantarse del piso.
Si Dios eliminara algunos de los desafíos que hay en tu vida en este
momento, no estarías listo para lo que Él tiene preparado. Cuando lleguen malos
momentos a tu camino, en lugar de ser negativo y quejarte, di: «Dios, puede que
no me guste esto, pero sé que estoy en tu plan divino y que tú no lo habrías
permitido a menos que tuvieras algo bueno que sacar de ello para mí. Puede que
no me sienta bien en este momento, pero sé que me está ayudando a crecer y a
llegar a ser todo aquello para lo que tú me creaste».
Asume responsabilidad
Y lo que me encanta de este enfoque es que elimina nuestras excusas y pone
sobre nosotros la responsabilidad de ser felices. Conozco a demasiadas personas
a quienes no les gusta su trabajo. Aborrecen el trabajo; aborrecen conducir hasta
el trabajo; aborrecen tratar con las personas en el trabajo.
Qué lástima estar en algún lugar cuarenta horas por semana y no disfrutar del
trabajo. Puede que digas: «Bueno, usted no conoce a las personas con quienes
trabajo. No sabe lo desgraciado que es».
La Escritura dice que Dios nos ha dado la capacidad de disfrutar de nuestro
trabajo. Deja de decirte a ti mismo: No puedo ser feliz aquí. No me gusta mi
trabajo. No me gustan las personas. No puedo esperar a que Dios abra una
nueva oportunidad. Tú mismo te estás haciendo desgraciado.
Comienza a decirte a ti mismo: Tengo la capacidad de disfrutar de este
trabajo. Tendré un día estupendo. Disfrutaré de las personas. Seré productivo.
Floreceré justamente aquí donde Dios me ha plantado.
A veces, la razón de que no seas feliz en el trabajo es que te están pidiendo
que hagas cosas que no quieres hacer. Pero esto es importante: a la persona que
te paga puede que le guste que las cosas se hagan de cierta manera. Puede que no
estés de acuerdo, y pienses que tú puedes hacer algo mejor de otra manera, pero
como es el jefe quien aprueba tu salario, tendrás que hacer lo que el jefe quiera
que hagas. Tienes que ser lo bastante grande para someterte a la autoridad y
hacer lo que te pidan que hagas con una buena actitud, sin cuestionar siempre,
sin alejarte diciendo entre dientes: «No saben de lo que están hablando».
Dios intervendrá
Cuando haces lo que tú puedes hacer, intervendrá y hará lo que tú no puedes
hacer. Él te dará victorias que tú no crees que mereces. Él hará que personas sean
buenas contigo sin motivo alguno. Él abrirá puertas que ningún hombre puede
cerrar. Es el favor de Él que brilla en tu vida.
Juan Rodríguez se crió en la pobreza extrema en Puerto Rico. Su familia
apenas tenía nada para comer, y su casa no era otra cosa sino una chabola. A los
siete años de edad, él trabajaba en los campos de caña de azúcar, llevando agua a
los obreros. No parecía que tuviera un gran futuro o que pudiera escapar alguna
vez de la pobreza.
Pero cerca de su casa había un campo de golf viejo y descuidado donde él
tomó un empleo como caddie a los seis años de edad para ganar dinero extra.
Pronto, Juan se enganchó al golf. No podía permitirse comprar palos de golf, así
que comenzó a jugar con un palo de árbol, y utilizaba latas de metal como
pelotas de golf. Durante todo el día jugaba en su campo de golf personalizado.
Cuando uno de los golfistas locales vio lo interesado que estaba Juan en el
juego, le ayudó a obtener un trabajo en el campo de golf, ganando treinta y cinco
centavos al día. Siempre que Juan no estaba trabajando, jugaba al golf,
perfeccionando su swing, mejorando su lanzamiento, siendo lo mejor que podía
ser allí donde estaba.
A los veintiún años de edad, le contrataron como caddie a jornada completa
en un campo de golf en Puerto Rico. Un día, pasó por allí un golfista profesional
y vio el talento que Juan tenía. Ese golfista se hizo cargo de Juan y comenzó a
trabajar con él, enseñándole y formándole.
En la actualidad, muchos años después, Juan Rodríguez es más conocido
como Chi Chi Rodríguez. Ganó ocho torneos del circuito de la PGA, y veintidós
torneos del circuito de campeones, en el que fue nombrado en una ocasión
jugador veterano del año. Él comenzó la Fundación Juvenil Chi Chi Rodríguez,
para proporcionar ejemplos a seguir y ayuda para niños con problemas y abusos.
Desarróllate donde estés plantado. No pongas excusas. No vayas por la vida
pensando: Tengo una desventaja. Tengo demasiados obstáculos. Tengo la
nacionalidad incorrecta. Provengo de la familia equivocada. No tengo las
relaciones necesarias. Nunca podría salir de este ambiente.
Puede que no veas cómo te elevarás, pero Dios lo ve. Él ya tiene un camino.
Tu destino no está determinado por el modo en que te criaron ni por tus
circunstancias, ni tampoco por cuántas probabilidades tengas en contra; tu
destino está determinado por el Creador del universo. Y si tomas lo que Dios te
ha dado y lo aprovechas al máximo, como hizo Chi Chi, Dios abrirá puertas. Él
te dará avances, y pondrá en tu camino a las personas adecuadas.
Desecha tus excusas. Deja de esperar a que las cosas cambien. Siembra una
semilla y sé feliz en este momento. Cuando pases por tiempos difíciles, recuerda:
Dios está haciendo una obra en ti o te está utilizando para hacer una obra en
alguna otra persona. Mientras estés en fe, el lugar donde estás es donde debes
estar.
Deja de luchar para ir a otro lugar. Sé lo mejor que puedas allí donde estés. Si
tomas la decisión de desarrollarte dónde estás plantado, pasas la prueba. Dios
promete que Él derramará su bendición y su favor. No solo vivirás feliz, sino que
también Dios te llevará a lugares con los que nunca habías soñado.
CAPÍTULO CINCO
Un amigo mío recibió una invitación para visitar la Casa Blanca y reunirse con
el presidente. Él estaba muy emocionado por ese gran honor; pero entonces el
equipo de baloncesto de su hijo ganó en su división y siguió ascendiendo a
niveles superiores. Y sucedió que el campeonato estatal era el mismo día que mi
amigo debía ir a Washington. Por tanto, tuvo que decidir si quedarse y ver jugar
a su hijo o reunirse con el presidente de los Estados Unidos.
Él podría haber pensado: Bien, puedo ver el partido después en video. Puedo
llamar para que me mantengan informado. Probablemente puedo oírlo por la
radio.
En cambio, lo pensó dos veces. Hizo que su personal informase a la oficina
del presidente que no podría asistir. Fue al partido de su hijo, y resultó ser un
partido muy emocionante y muy reñido. Los dos equipos se intercambiaron la
delantera varias veces a lo largo del partido, y cuando quedaban solo unos
segundos, el equipo de su hijo perdía por un punto. Parecía que no lo lograrían.
Pero en los segundos finales, su hijo lanzó el tiro ganador, y ganaron el
campeonato estatal.
Después, mi amigo dijo: «No habría cambiado ese momento por ninguna otra
cosa en el mundo, ni siquiera por una reunión con el presidente».
La vida no se trata realmente de llegar a un destino; se trata de cómo vivamos
a lo largo del camino. Es fácil llegar a enfocarnos tanto en las metas y en
nuestros sueños, que pasemos por alto las cosas sencillas que deberíamos
disfrutar cada día. La vida es un viaje. No hay tal cosa como una línea de meta.
Cuando logremos un sueño, Dios nos dará otro. Cuando venzamos un desafío,
habrá otro. Siempre hay otra montaña que escalar.
Si cometes el error de vivir solo para el destino, levantarás tu vista un día y te
darás cuenta de que te has perdido la mayor parte de la vida. La mayoría de la
vida es rutina. La mayoría de nosotros nos levantamos cada mañana, vamos a
trabajar, comemos, nos vamos a la cama, y después volvemos a hacer todo eso.
Hay muy pocas cumbres montañosas; te gradúas de la escuela, te casas, tienes
hijos. Los grandes momentos son pocos y están muy separados.
Pero muchas personas viven solo para las cumbres de la montaña. Están tan
enfocadas en ganarse ascensos que trabajan día y noche. Realmente no disfrutan
de su familia; están tan estresadas educando a sus hijos que no disfrutan de ellos.
Están tan enredadas en resolver problemas cotidianos que no disfrutan de los
mejores momentos de cada día.
Disminuye la velocidad y disfruta del viaje. Lo siguiente es lo que yo tuve
que hacer. Antes de estar casado viajaba al extranjero con mi padre un par de
veces al año. Yo vivía para esos viajes. No podía esperar. Cuando un viaje
terminaba, yo inmediatamente comenzaba a contar los meses, las semanas, y
pasaba rápidamente los días para llegar al siguiente viaje.
Un día entendí que iba apresurado por la vida tan solo intentando llegar a mis
grandes eventos. Desde luego, es bueno tener cosas que esperar; es bueno tener
metas delante de ti. Pero no pongas tu vida en espera hasta que esas cosas
sucedan. Disfruta de cada día a lo largo del camino.
La exestrella del fútbol Deion Sanders tenía el sueño de ganar la Super Bowl.
Eso era lo que más quería por encima de cualquier otra cosa. Se entrenaba y
entrenaba, año tras año, trabajando sin descanso. Un día su sueño se hizo
realidad. Su equipo, los San Francisco 49, ganaron la Super Bowl tras la
temporada de 1994. Después de la gran celebración, él quedó muy
decepcionado. Pensó: ¿Es esto todo? He trabajado y he llegado a lo máximo de
mi carrera. Pensé que sería diferente. Sí, soy feliz; sí, Dios me ha bendecido.
Pero es que no es lo que yo pensaba que sería.
Algunos emplean todas sus vidas intentando alcanzar una meta, solo para
descubrir que no es lo que todos decían. Amigo mío, el verdadero gozo está en
las cosas sencillas. Está en estar con la familia, levantarse temprano y ver el
amanecer, dar un paseo por el parque, llevar a tu hija a comer, montar en
bicicleta con tu cónyuge. Desde luego, las metas y los logros nos producen un
sentimiento de satisfacción, pero es solo temporal.
La perspectiva correcta
Te quejas, te estancas
Si te estás quejando de dónde estás, no llegarás donde quieres estar. Si te estás
quejando de lo que tienes, creo que Dios no te aumentará más.
Quejarte de tu viejo auto, tu pequeña casa o tu cónyuge no te llevará a ningún
lugar. Recuerda esta frase: Si te quejas, te estancas, pero si alabas serás elevado.
Para mantener tu vida en perspectiva, prueba a hacer una lista de todas las
cosas por las que estás agradecido. Escribe diez cosas con las que Dios te haya
bendecido y pon la lista en el espejo de tu baño. Cada mañana, lee esa lista dos o
tres veces, y haz lo mismo cada noche antes de irte a la cama.
Medita en las cosas buenas que Dios ha hecho. Escribe las veces en que Dios
ha intervenido en el momento oportuno y ha abierto un camino donde no había
camino. Escribe la ocasión en que Él te protegió de aquel accidente, cuando Él te
tuvo en el lugar adecuado y fuiste ascendido, la ocasión en que el informe
médico decía que no lo lograrías pero tu salud mejoró de repente. Escribe el
hecho de que tengas hijos sanos, un tejado sobre tu cabeza y un cónyuge que te
quiere.
Cuando medites en la bondad de Dios, te ayudará a tener la perspectiva
correcta, y también a liberar tu fe. Cuando tu fe es liberada, se activa el poder de
Dios. Le verás intervenir y darte una cosa más que incluir en tu lista.
Un hombre de mediana edad llamado Nicholas estaba muy desanimado y
desalentado, y por eso acudió a su ministro.
Le dijo: “Nada en mi vida va bien. No tengo motivo alguno para estar
emocionado, ni razón para estar agradecido”.
El ministro le respondió: “Muy bien, hagamos un pequeño ejercicio”.
Agarró un cuaderno y trazó una línea en mitad de la hoja.
El ministro dijo: “Enumeraremos todos sus bienes a este lado, todas las cosas
que van bien en su vida. En el otro lado enumeraremos todos sus desafíos, todas
las cosas que le molestan”.
Nicholas se rió.
“No tengo nada en el lado de mis bienes”, dijo, agachando su cabeza.
El ministro añadió: “Está bien, vamos a hacer el ejercicio. Siento mucho
saber que su esposa ha fallecido”.
Nicholas levantó su vista de repente.
“¿De qué está hablando? Mi esposa no ha fallecido. Está viva y tiene buena
salud”.
El ministro dijo con calma: “Ah”, y escribió en el lado de los bienes “esposa
sana”.
Después el ministro dijo: “Nicholas, siento mucho saber que su casa se ha
incendiado”.
“Mi casa no se incendió”, dijo Nicholas.
De nuevo, el ministro dijo con calma: “Ah”, y añadió “lugar para vivir” a la
lista de bienes.
El ministro estaba inspirado.
Dijo: “Nicholas, lamento mucho saber que le despidieron del trabajo”.
Él dijo: “Pastor, ¿dónde quiere llegar con todo esto? Tengo un buen trabajo”.
El ministro escribió “un buen trabajo” en la lista de bienes.
“¿Puedo ver la lista?”, preguntó Nicholas, entendiéndolo finalmente. Después
de mirarla, añadió una docena más de bienes que él había dado por hechos en
lugar de estar agradecido por ellos. Nicholas se fue de la oficina del ministro con
una actitud muy diferente.
Matt quedó deshecho. Fue para ser operado, y para sorpresa del doctor,
descubrieron que Matt no tenía cáncer en el ojo. En cambio, descubrieron un
hongo poco común detrás de su ojo que estaba afectando su vista. Lo eliminaron
y salvaron su visión.
Cuando Matt se despertó de la operación y supo que su vista había quedado
restaurada, dijo: “Este es el mejor día de mi vida”.
Piénsalo. Él no ganó la lotería, ni se compró una casa nueva y más grande;
tampoco recibió un ascenso. Sencillamente recibió la noticia de que su vista
volvía a ser normal.
Después de que su vista quedase restaurada, Matt me dijo: “Cada día me
levanto en la mañana y a propósito miro a mi alrededor. Miro fijamente a mis
hijos y a mi esposa. Salgo al exterior y miro los árboles. Me inclino y recojo una
bellota del suelo”.
Debido a que Matt casi perdió su visión, poder ver con normalidad ha
adoptado un significado totalmente nuevo para él. Él nunca volverá a dar por
hecha su vista. Estará siempre agradecido por el regalo de la vista.
Las cosas cambiaron mucho para Matt cuando pensó que podría perder algo
tan “rutinario” y tan “normal” como la vista. Tú y yo nunca deberíamos dar por
hecho lo que Dios nos ha dado. Si puedes ver, si puedes oír, si puedes caminar, si
tienes buena salud, familia, amigos y un buen trabajo, aprende a apreciar cada
uno de esos regalos.
Da gracias en todo
No te atrevas a ir por ahí quejándote de todo lo que va mal. Cambia tu enfoque.
Entiendo que puede que no tengas buena salud, pero sí tienes a tu familia.
Puedes estar agradecido por eso. Quizá no puedas caminar, pero puedes ver. Da
gracias a Dios por tu vista. Puede que en este momento no tengas trabajo, pero tu
mente trabaja, tus brazos trabajan y tus piernas trabajan. Todos tenemos algo por
lo cual estar agradecidos.
Mantén el punto de vista correcto. Si te resulta difícil quedarte dormido en la
noche, piensa en todas las personas sin hogar que no tienen una cama. Si estás
atascado en el tráfico, piensa en todas las personas que no pueden permitirse
tener un auto. Si has tenido un mal día en la oficina, piensa en todos aquellos que
no tienen un empleo. Si tienes que caminar tres bloques para llegar a la iglesia,
da gracias a Dios porque tienes salud y puedes caminar. Si tu cabello se está
volviendo gris, ¡está agradecido porque no se está cayendo!
Ser agradecido es una clave para permanecer feliz. Por eso el rey David dijo:
“Bendeciré al SEÑOR en todo tiempo; mis labios siempre lo alabarán” (Salmo
34.1, NVI). ¿Cuán a menudo alabará él al Señor? ¡Continuamente! David
conocía un secreto. No puedes alabar y quejarte al mismo tiempo.
Si constantemente das gracias a Dios por lo que Él ha hecho y le alabas por
sus bendiciones mientras meditas en su bondad, no tendrás tiempo para enfocarte
en lo que va mal o para quejarte de lo que no tienes.
Todos somos probados cada día. En esos momentos difíciles, cuando alguien
sea grosero contigo, cuando atravieses un desengaño, cuando recibas un informe
negativo, cuando tu hijo se porte mal, ¿qué dirás?
“Pobre de mí. No puedo creer que esto esté sucediendo”; o dirás: “Padre,
quiero darte gracias porque soy más que vencedor. Ningún arma formada contra
mi prosperará. Tú siempre me llevas en triunfo. Quiero darte gracias porque no
solo voy tirando, sino que voy mejor que antes”.
La Escritura dice en 1 Tesalonicenses 5.18: “Dad gracias en todo”
(RVR1960). No dice que demos gracias por todo. No damos gracias a Dios por
nuestros problemas, por la enfermedad o los accidentes; pero sí le damos gracias
por los problemas de los que estamos saliendo. Le damos gracias en la dificultad
que Él está cambiando. Le damos gracias por darnos aumento y ascenso en una
economía lenta.
Siempre que tengas una oportunidad de quejarte, permite que eso sea un
recordatorio de dar alabanza a Dios. Solo dale la vuelta y dale gracias a Él por
estar obrando en tu vida. Recuerda: la queja solo retrasa días mejores. Pero
cuando alabas, ¡Dios interviene para pelear tus batallas por ti!
Dios te compensará
Dios oye lo que dicen tus críticos, y si permaneces en fe, Él te compensará. Usa
tu energía para mejorar tus capacidades, para ser lo mejor que puedas ser; y Dios
pondrá a otros en tu camino que te celebrarán y te alentarán.
Saúl podría haber perdido fácilmente su enfoque y haber desperdiciado
tiempo defendiéndose a él mismo. Muchos sentían desprecio por el nuevo rey:
“Y fue tanto su desprecio por Saúl, que ni le ofrecieron regalos” (1 Samuel
10.27, NVI).
No estés nervioso
En estos tiempos parece que todos estamos susceptibles y nerviosos. Un
miembro de nuestra congregación me dijo recientemente: “Dejé de asistir a la
iglesia por dos meses porque todo el mundo hablaba de mí. Todos estaban en
contra de mí”.
No lo dije, pero pensé: “Señora, todos ni siquiera la conocen”.
Tenemos una iglesia muy grande, con asientos para casi diecisiete mil
personas, así que la probabilidad de que todos estén molestando a una sola
persona son pocas.
Aquella mujer estaba nerviosa, como muchas personas en la actualidad. Cayó
en la trampa de crear conflicto donde no había ninguno. Como resultado, se
quedó en su casa, se perdió la iglesia, y se hizo daño solo a ella misma. Lo bueno
es que los servicios de nuestra iglesia parecieron ser tan buenos como siempre,
de hecho, un poco mejor de lo normal, ¡en ausencia de ella!
Quizá peor que estar nervioso sea guardar rencor. ¡Es un desperdicio! ¿Qué
puedes sacar de eso excepto estrés y ansiedad? Un día salía yo del centro
comercial con un amigo hace unos años, cuando él me detuvo cerca de las
puertas de salida hacia el estacionamiento. Nuestro auto estaba tan solo a unos
quince metros fuera de las puertas.
Él dijo: “Vayamos por otro camino”.
Yo le pregunté: “¿Por qué? Nuestro auto está ahí”.
Él dijo: “Yo no paso al lado de esa tienda. Me trataron mal”.
Yo podría haberme reído, pero él estaba muy serio y dramático, y pensé que
quizá le habrían acusado de haber hurtado, o de algo peor.
Le pregunté: “¿Qué pasó?”
“No quisieron aceptar que les devolviera un par de zapatos cuando estaba en
la secundaria”.
Yo pensé: ¿Hace veinte años? Pensaría que aquel gerente de la tienda ya ha
muerto o está jubilado en Florida.
Yo quería decir: “Tan solo suéltalo. ¡Yo te compraré unos zapatos nuevos!”
Mi amigo había estado guardando rencor durante tanto tiempo que
probablemente habría desgastado diez pares de zapatos debido al exceso de peso.
¿Estás nervioso, guardando rencor, o peleando batallas que no son
importantes pero consumen tu tiempo y tu energía y evitan que sigas lo
realmente importante: las metas que Dios te ha dado, los sueños que Dios te ha
dado?
Tienes solamente cierta energía. Si te quedas enredado en las cosas que no
tienen importancia, cuando llegue una verdadera amenaza, una batalla realmente
inmensa que podría marcar la diferencia en tu camino hacia tu destino divino,
puede que no tengas la energía para ganar esa batalla.
Unos años después de que se fuesen de la ciudad, oí que habían dicho cosas
desagradables sobre mí. Pensaban que yo no había hecho lo suficiente por ellos,
pero yo me había esforzado mucho para ayudarles.
Recientemente vi un interesante conjunto de estadísticas sobre la amistad.
Los investigadores descubrieron que no caeremos bien a un 25% de las personas
que conozcamos. Al siguiente 25% no le caeremos bien, pero podrían ser
persuadidos para cambiar. Caeremos bien a otro 25%, pero podrían ser
persuadidos de lo contrario, y al último 25% les caeremos bien y permanecerán a
nuestro lado a pesar de todo.
Si tomas en serio esas estadísticas, deberías sentirte libre de cualquier
ansiedad de aceptación. Tan solo entiende que no les gustarás a algunas personas
a pesar de lo que hagas, así que no desperdicies tu tiempo y tu energía intentando
ganártelas. Podrías elogiar a algunas personas cada hora, enviarles flores cada
día, cortar su césped cada semana, y aun así no les caerías bien.
Eso fue lo que yo decidí con respecto a esa pareja a la que tanto había
ayudado. Ahora entiendo que ellos están entre ese 25% al que nunca caeré bien.
Me gustaría haber sabido entonces lo que sé ahora. No habría desperdiciado mi
tiempo intentando ganármelos.
Si alguien no quiere ser tu amigo, tan solo considera que esa persona es quien
sale perdiendo. Lo siento por ti; no sabes lo que te estás perdiendo. Cuando yo
dejé de pelear esas batallas por la aprobación y la aceptación cuando era joven,
Dios comenzó a traer personas a mi vida que me celebraban. No mucho después,
conocí a Victoria. Ella me celebra, y yo la celebro a ella.
No emplees tu valioso tiempo y energía contentando a alguien que te rechaza
o te menosprecia. Tales personas son solamente distracciones. Un amigo mío las
denomina “paisaje en segundo plano en la historia de mi vida”. No necesitas la
aprobación de ellos para ser quien Dios te hizo ser. No necesitas su aceptación.
Tú eres uno de los hijos de Dios.
Deja ir su desaprobación y sabe que Dios enviará a personas que celebren tus
talentos, tu personalidad y tus logros. Con ellas, puedes relajarte y ser quien Dios
te hizo ser. Cualquier cosa que hagas, ellos pensarán que eres lo mejor del
mundo.
A ojos de mi abuela, yo no podía hacer nada malo cuando era niño. Una vez,
cuando alguien se comió sus galletas de chocolate caseras antes de la cena, yo ni
siquiera fui sospechoso. ¿Quién fue?
Ella dijo: “No mi querido Joel. Puede que haya sido una de sus hermanas,
pero sé que Joel nunca haría eso”. Mis tres hermanas se sintieron muy molestas,
y dijeron: “La abuela piensa que Joel es un santo”.
No puedo evitarlo. Yo tenía favor incluso entonces. Ese es el tipo de personas
a las que Dios quiere traer a tu camino, personas que crean lo mejor de ti.
Adopta la siguiente actitud: Yo tengo algo grande que ofrecer. Soy único.
Tengo una personalidad estupenda. Mi aspecto es el correcto. Y no
desperdiciaré el tiempo intentando hacer que las personas me quieran. Soltaré
eso y confiaré en que Dios me traiga relaciones divinas, personas que me
celebren tal como soy.
Cuando Nehemías estaba reconstruyendo los muros de Jerusalén (ver
Nehemías 4), había dos hombres en el valle llamados Sambalat y Tobías. Ellos
eran sus mayores críticos, y durante todo el tiempo en que él estaba allí
trabajando, ellos gritaban cosas como: “Nehemías, baja aquí y pelea con
nosotros. Nunca terminarás ese muro. No tienes lo que se necesita”.
Me encanta el hecho de que Nehemías estaba enfocado. Ellos hacían mucho
ruido, amenazándole, llamándole cosas, pero él reconoció que no había beneficio
alguno en pelear con ellos.
Cuando Dios ponga un sueño en tu corazón, siempre estarán los Sambalat y
Tobías intentando hacer que participes en peleas que no tienen importancia.
Puede que digan cosas mezquinas detrás de tu espalda, e intentarán persuadirte
para que pelees. Pero sé disciplinado. Reconoce cuándo es una batalla que vale
la pena luchar.
Sam, que tenía nueve años de edad, estaba visitando la gran granja de sus
abuelos, donde le encantaba caminar por los bosques con su honda. Practicaba el
lanzamiento de piedras a árboles, a botellas y a latas, pero no daba mucho en el
blanco. Como ves, Sam seguía trabajando en su precisión.
Una noche, después de un día en los bosques, oyó la campana de la cena que
le llamaba a regresar. Mientras Sam caminaba hacia la casa, divisó el pato
favorito de su abuela que caminaba al lado del lago. Nunca soñó ni en un millón
de años que podría acertarle al pato, pero solo por diversión tensó su honda y
dejó volar la piedra. Lo creas o no, la piedra golpeó al pato directamente en la
cabeza. ¡El pato cayó muerto sin ni siquiera un último graznido!
Sam quedó sorprendido. ¡Nunca había acertado a nada de lo que había
apuntado! Se sentía terriblemente mal.
Lleno de pánico, corrió hasta el pato muerto y lo llevó detrás del granero,
donde lo enterró en el montón de leña. Sam se dirigía a la casa, aún sintiéndose
mal, cuando vio a su hermana de doce años de edad, Julie, y comprendió que ella
había observado toda la sórdida escena.
Aquella noche después de la cena, su abuela dijo: “Julie, me gustaría que te
quedases a ayudarme a lavar los platos, si quieres”.
Ella respondió: “Abuela, me encantaría, pero Sam dijo que quería lavar los
platos esta noche”.
Al pasar al lado de Sam, le susurró al oído: “Recuerda el pato”. Atrapado,
Sam lavó los platos aquella noche.
A la mañana siguiente, su abuelo invitó a Sam y a Julie a ir a pescar, pero su
esposa tenía otros planes.
“Realmente necesito que Julie se quede y me ayude a hacer algunas tareas”,
dijo la abuela.
Julie contestó: “Abuela. Sam dijo que le gustaría quedarse contigo y ayudarte
hoy”.
Una vez más, su hermana pasó al lado de Sam y musitó: “Recuerda el pato”.
Sam hizo las tareas, y Julie fue a pescar.
Después de un par de días de duro trabajo, haciendo las tareas de Julie y las
suyas propias, Sam se hartó.
“Abuela, lo siento mucho. No quería hacerlo, pero maté a tu pato”.
Su amable abuela le dio un gran abrazo.
Le dijo: “Sammie, sé lo que sucedió. Yo estaba en la ventana y vi toda la
escena. Vi lo sorprendido que estabas, y ya te he perdonado. Tan solo he estado
esperando a ver cuánto tiempo permitirías que Julie te convirtiera en su esclavo”.
La abuela de Sam no estaba sola en aquella ventana. Dios estaba a su lado. Él
ve cada uno de tus errores, de tus fracasos y de tus debilidades. La buena noticia
es que Él también te ha perdonado. No tiene nada contra ti. Tan solo está
esperando a ver cuánto tiempo permitirás que el acusador te convierta en su
esclavo.
Enfócate en lo correcto
Un modo de saber que la culpabilidad y la condenación no son de Dios es que no
te ayudan a mejorar. La culpabilidad y la condenación no hacen que rindas
mejor. Cuando vas de un lado a otro sintiéndote mal contigo mismo, es mucho
más probable que cometas otro error. He visto a personas hacer dietas y estar tan
desesperadas que necesitan un helado para recuperarse. Renuncian a sus
objetivos porque la culpabilidad no les hace actuar mejor; les hace actuar peor.
No pases tiempo pensando en lo que va mal en ti, sino piensa en lo que va
bien en ti. Yo le dije a aquella joven que entregó a su bebé en adopción: “Mírate
a ti misma. Eres hermosa; tienes talento; eres exitosa; tienes un trabajo
estupendo. ¿Por qué sigues tan decepcionada contigo misma? Aquello ya pasó”.
La manera correcta de manejar la culpabilidad es arrepentirse y pedir perdón.
Sigue adelante. La manera equivocada es aferrarse a la culpabilidad durante una
semana, un año o toda la vida. Hay algunas cosas que no puedes deshacer. No
puedes recuperar huevos batidos. No puedes revivir el ayer, pero puedes vivir el
presente. No permitas que el acusador te amargue más el futuro. Comienza a
pensar en lo correcto que hay en ti, y no en lo malo que hay en ti.
¿Has observado que la naturaleza humana es atraída hacia lo negativo? Yo
puedo tener cien personas que me digan después de un servicio: “Fue un
mensaje estupendo. Realmente necesitaba oír eso”. Pero entonces una persona
me dirá: “No sé si realmente entendí el punto. No estoy seguro de estar de
acuerdo con usted en eso”.
Yo solía irme a casa deprimido, desalentado y sintiéndome un fracasado.
Ahora he aprendido a sacudirme todo eso. Si a alguien no le gusta, mi actitud es:
No permitiré que la opinión de otra persona me haga sentir mal conmigo mismo.
No permitiré que un mal informe anule cien buenos informes. Del mismo
modo, no permitas que una debilidad o un error anulen todas las otras cosas
estupendas de ti. Puede que hayas tomado muchas decisiones equivocadas, pero
también has tomado muchas decisiones que fueron correctas.
Enfócate en tus buenas cualidades. Enfócate en tus victorias. Bájate de la
cinta andadora de la culpabilidad, pues no te lleva a ningún lugar. La
culpabilidad te robará el gozo. No vivas ni un momento más con lamentos. La
fuente de tu culpabilidad puede que haya sido culpa tuya, pero de eso se trata la
misericordia. Levántate y di: “Este es un nuevo día. Descargo todo el equipaje.
He terminado de sentirme mal conmigo mismo. He terminado de sentirme
condenado. Ya me he enfocado el tiempo suficiente en lo que he hecho mal. Me
enfoco en lo que estoy haciendo bien”.
Acepta el perdón
Es muy difícil para la mayoría de las personas aceptar el hecho de que Dios nos
perdone con tanta facilidad. Cuando cometemos errores, pensamos que tenemos
que pagar por ellos; por tanto, nos desalentamos y nos sentimos mal con
nosotros mismos. Claro que deberíamos sentir remordimiento cuando hacemos
algo equivocado. Deberíamos lamentarlo genuinamente y no ligeramente. Pero
no tenemos que pasar mes tras mes revolcándonos en culpabilidad y
condenación.
Conozco a algunas personas que cometieron errores hace años y siguen
pidiendo a Dios perdón. Probablemente lo hayan pedido miles de veces. No
entienden que Dios se lo concedió la primera vez que se lo pidieron. El problema
es que no han aceptado el regalo de Dios del perdón. Creen que deben mostrar a
Dios lo mucho que lo lamentan renunciando a su gozo y pagando algún tipo de
penitencia. Viven derrotadas y desalentadas, y suplican una y otra vez: “Dios,
por favor perdóname. Dios, lo siento mucho. Por favor, Dios”.
No seas un mendigo. Sé un creyente. Cree que Dios te perdonó la primera
vez. No tienes que seguir pidiendo.
Me encanta la historia del hijo pródigo (ver Lucas 15.11-32). El joven tomó
su herencia y se fue de su casa, fue de fiesta en fiesta, viviendo una vida loca e
indisciplinada, y tomando decisiones terribles. Gastó toda su herencia; lo perdió
todo. Finalmente, se quedó sin dinero y sin lugar donde vivir.
Terminó trabajando en una granja alimentando a cerdos. Estaba muy
desesperado y tenía mucha hambre. Tenía que comer la comida de los animales
tan solo para permanecer vivo. Pero un día mientras estaba sentado en el
chiquero, sintiéndose culpable, condenado, avergonzado y deprimido, algo se
avivó en su interior.
Pensó para sí: Incluso los sirvientes en la casa de mi padre viven mejor que
yo. Y aquí estoy sentado en el chiquero, revolcándome en derrota y mediocridad.
Él hizo una declaración que cambió su futuro. Sin esta declaración, no
habríamos oído nada más de ese joven. Él dijo: “Me levantaré e iré a mi padre”.
Estaba diciendo: “Sí, he cometido errores. Me causé a mí mismo problemas,
pero no permitiré que un mal período de mi vida arruine el resto de mi futuro.
Me levantaré”.
Quizá hoy hayas tomado algunas malas decisiones. No estás donde quieres
estar en la vida. La voz acusadora sigue diciéndote: Es culpa tuya. Muy mal. Tú
mismo lo has causado.
Si quieres ser restaurado, si quieres cumplir tu destino, no le corresponde a
Dios. Te corresponde a ti. Haz lo mismo que hizo ese joven y di: “Puede que esté
abajo, pero no me quedaré abajo. He cometido errores. Es culpa mía. Pero
conozco el secreto; me levantaré e iré a mi Padre”.
Creo que una razón de que aquel joven pudiera levantarse fue porque en lo
profundo de su interior él sabía quién era. Sabía a qué familia pertenecía.
Cuando entiendes cuál es tu posición, puedes cambiar tu condición. Entiende
que eres un hijo del Dios Altísimo, quien sopló su vida en ti. Nunca fuiste creado
para vivir deprimido, derrotado, sintiéndote culpable, condenado, avergonzado o
indigno. Fuiste creado para reinar, gobernar, para ser victorioso.
Tu condición puede que sea baja debido a tus malas decisiones y los errores
que hayas cometido. No sientes que te lo mereces. No sientes que eres digno.
Pero sacúdete todo eso y di: “Entiendo mi posición. Sé quién soy; un hijo del
Dios Altísimo. Puede que no sienta que lo merezco. Puede que no me sienta
digno, pero sé que debido a lo que Cristo hizo, Él me hizo digno. Él tomó mi
culpabilidad para que yo pudiera ser libre. Por tanto, me levantaré e iré a mi
Padre”.
Eso es lo que hizo aquel joven. Y cuando el padre le vio llegar por el camino,
el padre comenzó a correr hacia él. Le dio un gran abrazo a su hijo, puso un
anillo en su dedo y una túnica en su espalda. Les dijo a sus sirvientes: “Vamos a
celebrarlo. Mi hijo ha regresado a casa”.
Dios hará lo mismo por ti cuando tomes la decisión de sacudirte la
culpabilidad, sacudirte la condenación y decir: “Sigo adelante con mi vida”.
Cuando tú hagas un movimiento, Dios hará un movimiento. Él irá corriendo
hacia ti con misericordia, perdón, restauración, favor y aumento. Dios aún puede
llevarte donde has de estar.
Pero con mucha frecuencia cuando cometemos errores, las voces acusadoras
nos dicen repetidamente: No puedes pedir ayuda a Dios. Fue culpa tuya. Has
sido un hipócrita. Tú mismo te causaste este problema.
No, es entonces cuando interviene la misericordia. Cuando haces algo
equivocado, pides perdón y Dios te perdona. Pero cuando entiendes realmente
quién eres, no te limitas a pedir perdón. Lo llevarás un paso adelante y pedirás a
Dios su misericordia.
Puede que hayas fallado, pero la misericordia de Dios nunca falla. Lo triste es
que la mayoría de personas aceptan la condenación con más rapidez de la que
aceptan la misericordia de Dios. No dejes que eso te suceda a ti. Sacúdete la
culpabilidad. Sacúdete los errores negativos del pasado. No pases un minuto más
con lamentos, sintiéndote mal contigo mismo.
En el momento en que pediste perdón, Dios te perdonó. Ahora haz tu parte y
descarga el equipaje. Deja la culpabilidad ahí donde estás; no la lleves contigo.
Deja la bolsa de fracasos. Deja atrás la bolsa de la condenación. Si aprendes a
silenciar la voz del acusador, la culpabilidad y la condenación no podrán
agotarte. Vivirás una vida de libertad, elevándote más arriba, venciendo
obstáculos, ¡y logrando sueños!
CAPÍTULO NUEVE
Hace muchos años mi padre recibió una carta de otro ministro que fue muy
mezquino, crítico y dañino; acusó a mi padre de cosas que eran totalmente
falsas. Mi padre quedó muy herido y un poco enojado, y escribió a su atacante la
carta más mezquina y fea que pudo pensar. Destrozó a su crítico.
Entonces metió la carta en un sobre y lo selló, caminó hasta el final de la
calle y la echó al buzón de correos.
Cuando mi padre regresaba a la casa, una voz interior dijo: Ajustaste cuentas,
¿verdad?
«Sí, ajusté cuentas», respondió papá.
Te sientes mejor ahora, ¿verdad?
«Sí, me siento mejor».
Se la devolviste, ¿no?
«Sí, se la devolví».
Entonces la voz dijo: Lo hiciste. Le devolviste mal por mal.
Mi padre tragó saliva; pudo sentir esa convicción. Él sabía que Dios le estaba
hablando, y entendió que había respondido de la manera equivocada.
Papá regresó al buzón de correos, sacó la carta y la hizo pedazos. Nunca la
envió; nunca le dijo una palabra más al respecto al hombre. Escogió permitir que
Dios fuese su vindicador. Escogió permitir que Dios arreglase las cosas.
Dieciséis años después, mi padre recibió una llamada telefónica del hombre
que le había atacado. Estaba llorando, y le dijo: «Pastor Osteen, aquella carta que
le envié fue muy equivocada. Me siento muy mal. ¿Puede usted perdonarme?»
Dios sabe cómo traer justicia a tu vida. Puede que no suceda de la noche a la
mañana, pero sucederá.
Todos pasamos por situaciones en las cuales somos tratados injustamente.
Quizá alguien esté chismeando sobre ti o metiéndose contigo, intentando que te
veas mal en la escuela o en el trabajo. La respuesta natural es defenderte a ti
mismo o devolver el golpe. La naturaleza humana quiere obtener venganza. Nos
gusta ajustar cuentas. Pero el Señor dice: «Mía es la venganza» (Deuteronomio
32.35, RVR1960). Eso significa que Dios enmendará tus errores. Dios quiere
compensarte por cada injusticia. Él es un Dios de justicia.
Lo fundamental es lo siguiente: Dios quiere que tú te rías el último.
Aquí está cómo puede suceder. Romanos 12.19 dice que nunca tomemos
venganza, sino dejemos que Dios lo haga. Observa que puedes vengarte tú
mismo, o puedes dejar que Dios sea quien te reivindique; pero no puedes tener
ambas cosas.
Si te encargas tú mismo de las cosas, Dios se retirará y dirá: «Adelante. No
necesitas mi ayuda». Pero si aprendes a permanecer en el camino elevado, a
controlar tus emociones y permitir que Dios sea tu vengador, Él intervendrá y
dirá: «Muy bien. Vamos a trabajar».
Seguir adelante
Un apoyo o muleta es una herramienta temporal que utilizamos para caminar
después de una herida en una pierna o un pie. Una vez que la herida se ha
curado, dejamos el apoyo y caminamos por nosotros mismos. La palabra muleta
también se utiliza para describir algo o alguien en quien podemos apoyarnos
durante cierto período para ayudarnos a atravesar un tiempo de desafío. El
término adopta una mala connotación, sin embargo, cuando se utiliza para
describir algo de lo que nos hemos vuelto dependientes de modo innecesario,
normalmente para perjuicio de nuestro progreso físico, mental o emocional.
Un apoyo debe ser temporal, solo hasta que nos curemos, o hasta que
podamos arreglárnoslas por nosotros mismos. No ha de ser permanente, aunque
nuestro apoyo sea alguien importante para nosotros. Una de las cosas más
difíciles de aceptar es que no todas las personas han de estar en nuestras vidas
para siempre. Algunas personas han de estar contigo a largo plazo, desde luego:
tu cónyuge, tus hijos, tus hermanos, tus padres y tus buenos amigos. Pero hay
otras personas a quienes Dios trae a tu camino durante cierto período, quizá un
mentor, un maestro o un guía de algún tipo para ayudarte a atravesar cierta etapa
de la vida o un momento difícil.
Si Dios no hiciese que se fueran, nos volveríamos demasiado dependientes.
En lugar de ayudarnos, serían un obstáculo para nosotros. Su presencia podría
limitar nuestro crecimiento.
Tienes que ser lo bastante grande para reconocer cuándo el papel de alguien
en tu vida ha terminado. Eso no significa que la persona sea mala; pueden seguir
siendo amigos y pueden seguir queriéndose y respetándose mutuamente. Pero
debes aceptar que todo cambia. Para seguir adelante, tienes que soltar.
Dios no te abandonará
No seas retenido por temor a que la gente te abandone. Si ellos te dejan, no los
necesitas. Dios dijo que Él nunca nos abandonaría ni nos dejaría. Por tanto, si
ellos se alejan cuando verdaderamente los necesitas, no son de Dios. Sabemos
que Dios no puede mentir; por tanto, puedes sacar la conclusión: Si ellos me
dejaron, no eran parte de mi destino. Si no quieren ser mis amigos, no los
necesito. Si no me dan su aprobación, no es gran cosa. Tengo la aprobación de
Dios.
A veces, una persona bien intencionada puede intentar retenerte. Jesús le dijo
a Pedro que Él iba a Jerusalén y «padecer mucho» (Mateo 16.21, RVR1960).
Pedro dijo: «Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca»
(v. 22, RVR1960).
Pedro amaba a Jesús; estaba preocupado por Él, pero no entendía el destino
de Jesús. Otros puede que no entiendan lo que Dios ha puesto en tu corazón, y
no tienes que descartarlos, sino debes ser fuerte y seguir tu destino, con o sin la
aprobación de ellos.
Esto fue lo que Jesús hizo. Miró a Pedro y dijo: «¡Quítate de delante de mí,
Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en
las de los hombres» (v. 23, RVR1960). Él fue fuerte; fue firme; pero no fue
irrespetuoso.
No dijo: «Nunca volveré a hablarte porque no estás de acuerdo conmigo».
Jesús simplemente dijo la verdad en amor y siguió adelante para cumplir su
destino sin la aprobación de Pedro.
De la misma manera, no llegarás a ser todo aquello para lo que Dios te ha
creado si debes tener la aprobación de todos los que te rodean. Me encantaría
decirte que toda tu familia y tus amigos estarán a tu lado para animarte, alentarte
y apoyarte. La mayoría del tiempo, sin embargo, alguien estará celoso; alguien
no entenderá; alguien intentará menospreciarte o desacreditarte.
No puedes agradar a todo el mundo, así que permite que quienes no te
aprueban sepan que les amas y que la única aprobación que necesitas es la de
Dios. Diles: «Tengo la aprobación del Dios todopoderoso, y Él ha prometido que
si yo renuncio a cualquier cosa por causa de Él, Él me recompensará
inmensamente».
Esa es una actitud poderosa. Cuando estás lo bastante seguro en quién eres,
tendrás confianza en el destino que tienes delante. Sigue siendo lo mejor de ti.
Haz eso, y nada te detendrá.
El Creador del universo derribará toda barrera y te llevará donde debes estar.
Mantén una buena actitud. Sacúdete las voces negativas. No prestes atención a
las personas negativas que intentan desacreditarte y hacerte ver mal. Si
permaneces en fe, cuanto más negativamente hablen de ti, más alto te llevará
Dios.
Libertad de la competición
Un día salí a correr y observé a una persona que iba delante de mí unos
cuatrocientos metros. Me di cuenta de que él iba corriendo un poco más lento
que yo y pensé: Bien. Intentaré alcanzarle.
En mi camino, tenía por delante un kilómetro y medio antes de tener que
tomar un giro; por tanto, comencé a correr cada vez con más rapidez. Poco a
poco, me iba acercando a él. Unos minutos después iba tan solo a unos noventa
metros por detrás de él, así que aceleré mucho el ritmo. Podrías haber pensado
que yo iba corriendo la última vuelta de una competición olímpica. Estaba
decidido a alcanzarle.
Finalmente, lo hice. Le alcancé y le sobrepasé. En mi interior me sentí muy
bien. ¡Le batí! Desde luego, él ni siquiera sabía que estábamos compitiendo.
Después de haberle sobrepasado, me di cuenta de que había estado tan centrado
en competir contra él que había dejado atrás mi giro.
Había recorrido casi seis bloques más desde donde debía girar. Tuve que dar
la vuelta y regresar hasta ahí.
¿No es eso lo que sucede en la vida cuando nos centramos en competir con
nuestros compañeros de trabajo, o con nuestros vecinos, intentando
sobrepasarles o intentando demostrar que somos más exitosos o más
importantes? Empleamos nuestro tiempo y nuestra energía corriendo tras ellos, y
nos perdemos nuestros propios giros hacia el destino que Dios nos ha dado.
Muchos de nosotros veríamos nuestra vida llegar a niveles más elevados si
dejásemos de competir con todo aquel que nos rodea y nos centrásemos en
nuestra propia carrera para ser el mejor en aquello que Dios nos hizo ser. Es
necesaria mucha energía, física y emocional, para estar constantemente en
competición con nuestros vecinos, compañeros de trabajo o familiares.
Cuando sueltas esa necesidad de competir, es muy liberador. Di para ti: No
tengo que impresionar a nadie hoy. No tengo que demostrar nada. Estoy seguro
en quién soy. No tengo que estar a la altura de nadie. No estoy en esa carrera.
El problema con la competición malsana es que es un círculo interminable.
Siempre habrá alguien por delante de ti; alguien con un trabajo mejor, un círculo
mayor de amistades, un auto más bonito o más dinero en el banco. Es muy
liberador cuando entiendes que no estás en una competición con tus vecinos,
amigos o compañeros de trabajo. La única persona con quien compites es
contigo mismo.
Las personas con confianza, felices y seguras destacan debido a que lo que
hay en su interior se muestra en el exterior. Se sienten tan cómodas consigo
mismas que no son intimidadas con facilidad. No se sienten inferiores si no
visten a la última moda o tienen el físico perfecto. Entienden que no están en una
competición; están enfocadas en ser lo mejor que puedan ser.
Toma lo que Dios te ha dado, la altura, el peso, la personalidad, y sácale el
máximo partido. Compleméntalo y llévalo con orgullo. Veo a demasiadas
personas que constantemente están frustradas y desanimadas con su aspecto, su
altura o su peso. Siempre están batallando por arreglar lo que no les gusta de
ellas mismas en lugar de aceptarse tal como son.
No me malentiendas, estoy a favor de que las personas mejoren su salud
manteniéndose en forma, haciendo ejercicio y comiendo correctamente. No
estoy diciendo que deberíamos ser descuidados; pero tenemos que entender que
la genética desempeña su papel.
Nuestros padres, abuelos y Dios determinan nuestros genes. Esos genes, en
su mayor parte, determinan nuestro tamaño, peso y altura, al igual que cuánto
cabello tenemos y si poseemos un físico fuerte, atlético, musculoso, ¡o uno como
el de mi hermano Paul!
La mayoría de nuestros rasgos están predeterminados por nuestra
constitución genética. Puede que podamos ajustar el peso entre un 15 o un 20
por ciento. Aun así, si tus genes están fijados para un peso de 70 kilos, a pesar de
lo que hagas, no podrás mantener un peso durante mucho tiempo en 47 kilos. No
es así como Dios te hizo.
Si sientes que tienes competir con alguien que por naturaleza pesa 20 kilos
menos, te estás preparando para la frustración y los sentimientos de inferioridad.
Estás compitiendo con alguien que ni siquiera está en tu carrera.
Evalúa a tu equipo
¿Quién está hablando a tu vida? ¿A quién le estás dando tu tiempo y tu energía?
¿Con quién te reúnes cada día para comer? ¿A quién le mandas mensajes de
texto?
¿Te edifican quienes están en tu círculo íntimo o te derriban? ¿Te están
inspirando a avanzar o te dicen lo que no puedes hacer? ¿Están siendo ejemplos
de excelencia, integridad, generosidad y piedad?
¿O son personas perezosas y que ceden, y no van a ninguna parte? No
desperdicies tu tiempo con nadie que te arrastre en lugar de hacer que seas
mejor.
En una ocasión trabajé con un hombre que derribaba a toda la oficina.
Arruinaba toda idea nueva que surgía; era un «aguafiestas», que eliminaba todo
el entusiasmo y la risa, y nos dejaba secos. Cuando anunció después de muchos
años que se iba, le hicimos una fiesta de despedida, pero tengo que admitir que
yo celebraba algo diferente de lo que él celebraba. Su partida quitó un peso a
toda la plantilla. Yo hice lo mejor que pude para comportarme con tristeza, pero
en mi interior estaba dando saltos de alegría. Cuando él ya no estaba, fue como
si la noche se hubiera convertido en día. No nos dimos cuenta de lo mucho que
una persona negativa en nuestro círculo íntimo podía afectar al resto del equipo.
Puede que no seas consciente del efecto agotador que una persona negativa
tiene sobre ti. ¿Cuánto más podrías lograr, crecer y disfrutar si apartases a
quienes están contigo pero no están a tu favor? Asegúrate de que las personas
que hay en tu círculo íntimo crean en ti. Deberían celebrar tus dones y empujarte
hacia adelante, no retenerte.
No se me ocurre nada peor que llegar al final de la vida y darse cuenta de que
alguien en quien confiabas evitó que llegases a ser la persona que Dios creó.
Puede que tengas temor a perder un amigo y quedarte solo, pero nunca renuncias
a algo por Dios que Él no compense dándote algo mejor a cambio.
Si tú haces el cambio, Dios no solo te dará nuevos amigos, sino que también
te dará mejores amigos. Amigos acerca de los cuales no tengas que preguntarte:
¿Están conmigo o contra mí? Amigos que no intenten manipularte para que seas
lo que ellos quieren que seas, sino más bien que te celebren y te ayuden a llegar
a ser todo aquello para lo cual Dios te ha creado.
María, desde luego, era una relación divina. Ella fue ordenada por el Creador
del universo para llevar esperanza, fe y visión a la vida de Elisabet. Ella ni
siquiera tuvo que decir nada profundo; tan solo dijo hola, y la promesa dentro de
Elisabet cobró vida.
Dios ya ha preparado a tu María. Cuando conoces a las personas correctas,
ellas simplemente pueden decir «buenos días», y tus sueños darán un salto. Es
una relación sobrenatural.
Pero aquí está una clave: si sigues abriendo la puerta y tus sueños nunca dan
un salto, estás abriendo la puerta a las personas equivocadas. No abras la puerta
a un murmurador, alguien que se queja o utiliza. Abre la puerta solo a quienes te
inspiran, te alientan y te desafían a cumplir el destino que Dios te ha dado.
María estaba embarazada de Jesús, el Hijo de Dios. Elisabet estaba
embarazada de Juan el Bautista. Cuando la promesa de María conectó con la
promesa en Elisabet, hubo una explosión de fe. Cuando conoces y te relacionas
con las personas correctas, cuando conectas con grandes soñadores y grandes
hacedores, entonces la promesa en ti conectará con las promesas en ellos. Verás
a Dios intervenir y hacer algo sobrenatural en sus vidas.
Al igual que Elisabet, tú llevas una promesa. Sabes que Dios te ha hablado,
pero quizá haya sido hace mucho tiempo. Puede que no hayas sentido ningún
movimiento en tu interior, y ahora pienses: ¿Oí a Dios correctamente? ¿Sigue
estando en mí la promesa? ¿Voy a dar a luz a esta promesa?
Creo que Dios me ha enviado hoy para ser una de tus Marías. Con respecto a
ese sueño o esperanza al que estás a punto de renunciar, Dios te dice: «Se
cumplirá». La promesa está en ti; está viva y bien. Puede que no veas que sucede
nada; puede que sientas que no oíste a Dios correctamente, pero Dios sigue
estando en el trono.
En este momento Él está acomodando las cosas a tu favor. Lo que Él te
prometió, Él lo cumplirá. Si recibes estas palabras por fe, sentirás algo en tu
espíritu; un empuje, un impulso. ¿Qué es? Es tu promesa que cobra vida.
Tú eres un hijo del Dios Altísimo. Tienes semillas de grandeza en tu interior.
No hay error que hayas cometido que sea demasiado grande para la misericordia
de Dios. No hay obstáculo demasiado alto, no hay enfermedad demasiado grave
ni sueño demasiado grande. Tú y Dios son mayoría.
Cuando oigas palabras como estas, deja que echen raíz y sentirás que tu fe
surgirá. Es tu bebé, tu promesa, que comienza a dar saltos. No pasará mucho
tiempo hasta que estés convencido de que puedes lograr todo lo que deseas
mediante el plan de Dios. Pero si quieres llegar a ser todo aquello para lo que Él
te creó, debes llenar tu círculo íntimo de personas de visión, fe y aliento.
No es demasiado tarde. No eres demasiado viejo. No has cometido
demasiados errores. La promesa sigue estando viva. Ahora te corresponde a ti
eliminar a quienes te están reteniendo y sustituirlos por quienes te levanten.
¡Dios ya los ha enviado a tu puerta! Déjales entrar, y entonces, al igual que el
hierro se afila con el hierro, atravesarás tus desafíos y te elevarás más alto. Creo
y declaro que al igual que Elisabet, darás a luz a toda promesa que Dios haya
puesto en tu corazón, ¡y llegarás a ser todo aquello para lo que Dios te creó!
PARTE
IV
Viaja ligero
CAPÍTULO QUINCE
A todos nos suceden cosas injustas. Podemos escoger aferrarnos a ese dolor y
dejar que destruya nuestra felicidad diaria y envenene nuestro futuro, o podemos
escoger soltar el dolor y confiar en que Dios nos compense. Puede que pienses
que no puedes perdonar a quienes te han hecho daño, ya sean amigos, un
cónyuge o compañeros de trabajo; pero no tienes que perdonarles por ellos
mismos, sino que los perdonas por ti.
Cuando perdonamos a otros, eliminamos su capacidad de hacernos daño. El
error que con tanta frecuencia cometemos es aferrarnos a esa herida. Vamos por
ahí amargados y enojados, pero lo único que estamos haciendo es permitir que
aquellos que nos hacen daño controlen nuestra vida. El abusador, el bravucón o
el crítico no recibe dolor por nuestro enojo y amargura. Tan solo envenenamos
nuestra propia vida con ello.
Conozco a personas que siguen estando furiosas con otras que hace mucho
tiempo que murieron y ya no están. Siguen estando amargadas con sus padres,
con un anterior jefe o con un excónyuge que ya no vive. Ya es lo bastante malo
que alguien te hiciera daño una vez; no permitas que siga haciéndote daño al
seguir tú enojado. Cuando perdonas a alguien, liberas a un prisionero. Ese
prisionero no es la persona que te hirió; el prisionero eres tú.
Alguien puede que haya mentido sobre ti, te haya traicionado o te haya
tratado mal, pero lo que esa persona hizo no fue suficiente para alejarte de tu
destino. No puedes permitir que un divorcio, una traición o una mala experiencia
en la niñez te aleje del increíble futuro que Dios tiene preparado para ti.
El perdón no se trata de ser agradable y
amable, se trata de soltar para poder
reclamar el increíble futuro que te
espera.
Los hermanos de José le traicionaron; le vendieron como esclavo. Él podía
haber estado enojado y permitir que un mal acto, aquella injusticia, robase su
destino, pero lo soltó y siguió adelante para reclamar sus recompensas. No hay
modo de saber cuántas personas en tiempos de José fueron alejadas de lo mejor
de Dios porque en cambio buscaron venganza.
No permitas que eso te pase a ti. Tu destino es demasiado grande para
permitir que lo que alguien te hizo evite que sigas adelante. El perdón no se trata
de ser agradable y amable, se trata de soltar para poder reclamar el increíble
futuro que te espera.
Sé que hay razones válidas para estar enojado. Quizá fuiste maltratado a
temprana edad; no fue culpa tuya, tú no tenías control alguno sobre ello, y lo que
te hicieron estuvo mal. Perdonar no significa que estés excusando nada ni a
nadie; no significa que estés rebajando la ofensa. No estoy diciendo que tengas
que ser amigo de alguien que te hizo daño. Sencillamente estoy diciendo que lo
sueltes por tu propio bien. Deja de pensar en la ofensa; deja de revivirla en tu
memoria; deja de darle tiempo y energía.
Tienes un destino que cumplir; tienes una vida gozosa que reclamar. Cada
vez que permites que ofensas del pasado consuman tus pensamientos, estás
reabriendo una vieja herida.
El perdón te liberará
Cuando Jesús resucitó de la muerte y regresó para hablar con sus discípulos,
dijo: «A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los
retuviereis, les son retenidos» (Juan 20.23, RVR1960). Cuando retienes un
pecado, te aferras a él. Dios estaba diciendo que cuando te aferras a las ofensas
que las personas te han hecho, entonces el veneno te contamina a ti. Cuando no
perdonas, es fácil convertirte en lo que aborreces.
Sharon odiaba a su padre porque él engañó a su madre. Sharon no tuvo una
buena niñez. Siempre resintió el hecho de que su padre no fuese fiel y que no
estuviese a su lado cuando era pequeña. No podía soportar estar cerca de él.
¿Pero sabes que cuando Sharon creció engañó a su esposo y destruyó su
propio hogar? Ella no estuvo al lado de sus propios hijos. Se convirtió
exactamente en lo que odiaba en su padre.
Por eso es tan importante perdonar y soltar las cosas. La amargura, el pecado
que retienes, pueden producir los mismos resultados que te hirieron. Si fuiste
criado en un ambiente abusivo, si provienes de una familia llena de enojo y
disfunción, en lugar de llegar a amargarte y enojarte, ¿por qué no eres tú quien
ponga fin al ciclo negativo?
Tú puedes ser quien marque la diferencia. ¿Te estás aferrando al enojo y la
falta de perdón y transmitiendo veneno a la siguiente generación? ¿O estás
dispuesto a soltarlo para que tu familia pueda elevarse a un nuevo nivel?
Entiendo que puede ser muy difícil perdonar, especialmente cuando alguien
te ha herido, pero Dios nunca te pedirá que hagas algo sin darte la capacidad
para hacerlo.
Dios te compensará
El Padrenuestro se encuentra en Mateo 6. En el versículo 12 Jesús dice: «Y
perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores» (RVR1960). Cuando Dios habla de deudas, no está hablando solo de
deudas monetarias; está hablando de las veces en que la gente te ofende, las
veces en que la gente te hace daño. Dios se refiere a eso como una deuda porque
cuando te tratan mal, puede que sientas que se te debe algo.
La naturaleza humana dice: «Me ofendieron. Ahora quiero justicia. Tú me
maltrataste. Ahora tienes que pagarme». Pero el error que muchas personas
cometen es intentar cobrar una deuda que solo Dios puede pagar. El padre que
no pudo devolverle a su hija su inocencia perdida; tus padres no pueden pagarte
por no haber tenido una niñez amorosa; tu cónyuge no puede pagarte por el dolor
que te causó al ser infiel. Solamente Dios puede verdaderamente pagarte.
Si quieres ser restaurado y sanado, entra en la nómina de Dios. Él sabe cómo
hacer bien las cosas; Él sabe cómo producir justicia; Él te dará lo que mereces.
Déjaselo a Él. Deja de esperar que las personas te compensen, pues ellas no
pueden darte lo que no tienen.
Jesús relató una parábola sobre un hombre que debía diez mil talentos (ver
Mateo 18.23-35). Y la Escritura dice: «no pudo pagar» (18.25, RVR1960). No
dice que no quería pagar, sino que no pudo hacerlo. No tenía los medios para
pagar. Si siempre buscas que las personas te paguen por las ofensas que
cometieron, llevarás una vida de frustración.
He visto a más de una persona pasar por un amargo divorcio, comenzar una
nueva relación, y después cometer el error de intentar hacer que la nueva persona
pague por lo que hizo el anterior cónyuge. Siempre intentan cobrar una deuda, y
eso termina arruinando la relación. No castigues a la persona con quien ahora
estás casado por algo que sucedió hace años en otra relación. Esa persona no
puede pagarte. Entra en la nómina de Dios.
Hablé con un hombre al que trataron mal y perdió su negocio. Sucedió hace
años, pero él sigue estando enojado con el mundo. Ha estado en tres empresas
diferentes, pero no puede mantener un empleo. Está amargado, y cree que le
deben algo. Está esperando a que le paguen.
¿Cuál es el problema? Él está en la nómina equivocada.
Tu actitud debería ser: Dios, tú sabes lo que he pasado; tú has visto cada
ofensa, cada herida, cada lágrima; y Dios, no estaré, amargado, intentando
hacer que la gente me dé lo que no tiene. Dios, lo dejo en tus manos. Sé que tú
prometiste que zanjarías mis casos. Dijiste que tú me pagarías el doble por cada
injusticia. Por tanto, libero a toda mi familia, a mis amigos, a mis compañeros
de trabajo y mis vecinos, y pongo mi confianza y mi esperanza en ti.
Cuando entras en la nómina de Dios, Él se asegurará de que seas bien
compensado. Si liberases a las personas y dejases de pensar que te deben algo, tu
vida iría a un nuevo nivel. Puede que te hayan ofendido, y puede que haya sido
culpa de ellos, pero no es su culpa que no puedan pagarte.
Si pasas tu vida intentando conseguir de ellos lo que solo Dios puede dar,
arruinará esa relación, y lo triste es que llevarás ese mismo problema a la
siguiente, y la siguiente, y la siguiente.
Considéralo pagado
A veces, cuando estoy revisando las facturas veré esas grandes letras rojas que
dicen «Pagado». Alguien las ha puesto con uno de esos grandes sellos de
caucho. Mira tus cuentas, tus ofensas, como pagadas. En lugar de intentar
cobrarlas de quienes te hicieron daño y pensar que te las deben, agarra ese gran
sello y marca la cuenta como pagada.
Cuando veas a la persona que te ofendió, pon el sello de pagado en tu
imaginación. Es muy liberador decir: «Nadie me debe nada. Puede que me hayan
ofendido, puede que me hayan herido, puede que me hayan robado mi niñez,
puede que me hayan engañado y me hayan quitado mi dinero, pero no busco que
las personas me paguen. Estoy en la nómina de Dios. La buena noticia es que
Dios nunca se salta ningún pago».
Marca tu cuenta como pagada. Suéltala. Dios zanjará tus casos. Perdona para
poder ser libre. Perdona para que Dios pueda pagarte el doble.
Muchas aerolíneas ahora te cobran por el equipaje. Lo mismo sucede en la
vida. Puedes llevar equipaje de un lugar a otro, pero te costará. Puedes llevar
falta de perdón, pero te costará la felicidad y el gozo diarios que deseas. Puedes
llevar amargura, pero te costará tu paz. Puedes llevar la bolsa del «me deben
algo» contigo, pero no es gratis. Si lo haces el tiempo suficiente, habrá un precio
bastante pesado. Te alejará de tu destino.
Puede que digas que quienes te han ofendido no merecen ser perdonados.
Quizá no, pero tú sí. Si no les perdonas, tu Padre celestial no puede perdonarte a
ti. ¿Por qué no sueltas el equipaje? ¿Por qué no marcas algunas cuentas como
pagadas?
Tienes que perdonar para poder ser libre para vivir cada día con felicidad en
tu corazón. Si sueltas las ofensas y el dolor y entras en la nómina de Dios, Dios
zanjará tu caso. Él enmendará tus ofensas. Él traerá justicia a tu vida. Tú
obtendrás lo que mereces, y Dios te pagará el doble de gozo, el doble de paz, el
doble de favor y el doble de victoria.
CAPÍTULO DIECISÉIS
Vence el desánimo
Habrá oposición en el camino hacia tu destino. Puede que tome más tiempo
del que habías esperado, y puede que sea más difícil de lo que pensaste. Puedes
desanimarte fácilmente y pensar que nunca se solucionará, cualquiera que
pudiera ser el desafío. Pero tienes que entender que al otro lado de ese desánimo
te espera un nuevo nivel de tu destino. Cuando pases la prueba, siempre habrá
ascenso.
Si quieres llegar a ser todo aquello para lo cual Dios te creó, debes estar
dispuesto a decir: «He llegado demasiado lejos para detenerme ahora. Puede que
sea difícil; puede que tome mucho tiempo; puede que no lo entienda, pero sé
esto: mi Dios sigue estando en el trono, y Él hará que suceda lo que prometió».
Ten una mente clara, y decide que a pesar de lo que te salga al encuentro, a
pesar de lo mucho que tome o lo imposible que parezca, estás en ello a la larga.
No perderás tu pasión. Pasarás esas pruebas de desánimo. Tu victoria ya está en
camino.
Gálatas 6.9 lo expresa del siguiente modo: «Así que no nos cansemos de
hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no
nos damos por vencidos» (NTV).
Extiende tu mano
Veo demasiadas personas que se desaniman a lo largo del camino. Comienzan
bien, pero después se enfrentan a un revés. En lugar de sacudirlo y crear una
nueva visión, permiten que la vida les agote y pierden su pasión. Terminan
conformándose con menos de lo mejor de Dios.
En la Escritura hay un hombre que hizo eso. No se nos da su nombre, pero
fue una de las muchas personas enfermas que estaban en el estanque de Betesda.
Había estado enfermo durante treinta y ocho años. Cuando Jesús le vio, entendió
que había estado enfermo durante mucho tiempo y le preguntó: «¿Te gustaría
ponerte bien?»
El hombre dijo que no podía ponerse bien porque no había nadie que le
metiese en las aguas sanadoras del estanque, y estaba demasiado débil para
llegar por sí mismo. Jesús le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y anda» (Juan 5.1-
15, RVR1960).
El hombre tuvo que tomar una decisión allí mismo. ¿Podría hacer lo que
nunca antes había hecho? Estoy seguro de que hubo una batalla en su mente.
Había fortalezas que habían estado allí durante años y le habían convencido de
que nunca se pondría mejor. Él pudo haber puesto muchas excusas, pero no puso
ninguna.
Se atrevió a dar un paso de fe y fue sanado al instante.
La vida puede que te haya debilitado y desanimado a lo largo del tiempo,
pero Dios te está diciendo lo que le dijo a aquel hombre. Si quieres ser sanado,
levántate. Cree que puedes ir a lugares donde nunca antes has estado. Estírate a
una nueva manera de pensar. Estírate a una visión mayor de las posibilidades en
tu vida.
Yo estaba en un vuelo a India con mi padre hace años cuando los amigables
cielos cambiaron de aspecto. Habíamos estado volando aproximadamente trece
horas, y nos quedaban otras dos horas para llegar. Hasta aquel momento, el vuelo
había sido muy suave y cómodo; pero en cierto punto nos encontramos con
algunas turbulencias, nada parecido a lo que yo había experimentado antes.
Aquello fue peor que la peor montaña rusa. El avión se movía en todas
direcciones. Salieron volando alimentos y bolsas, golpeando el techo, a los
pasajeros y el piso. Durante diez minutos fue el viaje más loco de mi vida. La
gente gritaba; los niños lloraban. Ese avión se movía tan violentamente que
estábamos seguros de que se rompería.
Al ser el gran hombre de fe que soy, pensé: Hasta aquí. Se ha terminado. No
hay modo de que podamos sobrevivir.
Sí, rendí mi felicidad y mi gozo al pánico puro y no adulterado.
La turbulencia pareció durar una eternidad pero, en efecto, en unos diez
minutos la habíamos atravesado y volvimos a tener un vuelo calmado y suave.
Dos horas después aterrizamos seguramente en nuestro destino.
Lo mismo sucede en la vida. En un momento te sientes feliz y lleno de
contentamiento, y todo va bien. Tienes un buen empleo, hijos saludables y te
sientes bendecido. Entonces te encuentras con turbulencias. Tus exámenes
médicos rutinarios revelan un problema; tu relación se complica; se pone una
demanda.
El desafío es seguir mirando hacia adelante, sabiendo que la turbulencia no
durará para siempre, y que un día pronto, la felicidad será posible. En el
momento puede que sientas que la buena vida ha terminado, pero créeme: eso
también pasará.
Dios sigue estando en el trono. Él te ha llevado hasta dónde estás. Puede que
tu vida se haya hundido, y puede que te sientas como si te hubieran metido en
una batidora gigante. Otros a tu alrededor puede que estén aterrados; pero tarde o
temprano, volverá la calma.
Mi teoría es que todas las personas tienen al menos diez minutos de violenta
turbulencia en la vida. Normalmente, los momentos aterradores no llegan todos a
la vez. Puede que experimentes un minuto aquí, cinco minutos allá, un par de
minutos más adelante. En esos momentos difíciles, cuando sientes que el avión
se va a romper y el pánico te abruma, acude a tu fe. Confía en que el Creador del
universo está pilotando tu avión. El Dios Altísimo está dirigiendo tus pasos.
Recuerda que Él dijo que ningún arma forjada contra ti prosperará. Dios dijo que
no te sorprendieras por esas fuertes tribulaciones. No te aterres. Acude a ese
lugar de paz incluso en medio de la turbulencia.
He escuchado que «los problemas son inevitables, pero la desgracia es
opcional». Los problemas llegan a todos nosotros de vez en cuando, pero
podemos decidir si nos desmoronamos o nos mantenemos firmes. Tenemos esa
capacidad incluso cuando estamos cegados.
Recuerda Romanos 8.28: «a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan
a bien» (RVR1960). La palabra clave es todas. Una dificultad por sí sola puede
que no tenga sentido, pero cuando todo encaje un día, tendrá sentido.
Nada en la vida es desperdiciado. Dios utilizará incluso tus diez minutos de
turbulencia para tu ventaja. Habrás oído el dicho: «Suceden cosas malas a
personas buenas». Eso es cierto, pero también es cierto que las personas buenas
se sobreponen a las cosas malas y terminan mejor de lo que estaban antes. Dios
convertirá tu prueba en un testimonio. Los problemas inesperados son una señal
segura de que Dios tiene algo increíble planeado en tu futuro. Recuerda: nuestro
Dios tiene favor inesperado, victorias inesperadas, ¡y ascenso inesperado!
CAPÍTULO DIECIOCHO
Ponte a la ofensiva
No permitas que las personas te envenenen. Si tus amigos son críticos y
entrometidos, encuentra nuevos amigos. Ese espíritu crítico puede envenenarte.
No salgas a comer con compañeros de trabajo que se sientan y critican al jefe y
hablan de la empresa murmurando y quejándose.
«Pero estoy solo», podrías decir.
Sí, pero yo prefiero que estés solo a que estés envenenado. Prefiero que estés
solo a que permitas que las personas que no van a ninguna parte eviten que
llegues a tu destino.
«Bien, si no salgo a comer con ellos, podrían comenzar a hablar de mí».
Deja que te diga un secreto: lo más probable es que ya estén hablando de ti.
Si hablan de otras personas cuando ellas no están, hablarán también de ti cuando
tú no estás.
Tengo un amigo que trabajó hace años para un ministerio muy conocido. Él
era muy joven cuando comenzó a trabajar allí. Estaban en otras ciudades
realizando una conferencia. Una noche, después de una reunión, los dos
miembros principales de la plantilla de ese gran ministerio invitaron al joven a
que fuese a la habitación de su hotel para tomar unos aperitivos. Él fue con ellos,
estaban viendo un partido y aquellos dos hombres comenzaron a hablar de su
jefe, que era un ministro muy conocido.
Eran tan críticos y tan negativos hacia el ministro que el joven quedó
asombrado. Él acababa de salir de la universidad, y aquellos hombres habían
estado en el ministerio por más de veinte años. Cuando comenzaron a hablar mal
del ministro, el joven sintió algo en su interior que le decía: Vete de aquí. Esto no
es correcto.
Se excusó de modo muy educado. Nunca dijo ni una sola palabra al respecto,
pero la semana siguiente el ministro llamó a aquellos dos miembros de la
plantilla y les dijo: «Hoy estaba orando, y siento en mi espíritu que ustedes no
están a bordo conmigo, así que es tiempo de que se vayan».
Actualmente, ese joven es un ministro muy exitoso, y predica por todo el
mundo. Él dijo: «Sé que si no me hubiera ido aquella noche, si hubiera permitido
que ellos me envenenasen y me hubiese vuelto crítico, no estaría donde estoy en
la actualidad».
Aquellos dos hombres estaban igual de dotados. Tenían todo tipo de
potencial, pero se hundieron. Debido a su espíritu crítico, nunca caminaron en la
plenitud de lo que Dios tenía preparado para ellos.
Cuando haya personas que estén avivando problemas a tu alrededor y
hablando negativamente de sus líderes, sus familiares o sus amigos, no te quedes
ahí sentado y seas parte de eso. Sus espíritus críticos pueden apartarte de tu
destino.
Dios no ascenderá un espíritu crítico, a un murmurador o a alguien que
siembre discordia. Si tienes algún problema con alguien, habla con esa persona
cara a cara y no por detrás de su espalda. Puede que no estés de acuerdo con
todo. Puede que tengas cosas que no entiendes, pero no seas un murmurador.
Las malas palabras pueden volver
Mateo 7.1 nos dice que no juzguemos a las personas, nos lancemos sobre sus
fallos y critiquemos faltas a menos, desde luego, que queramos recibir el mismo
trato. Un espíritu crítico tiene su manera de regresar a nosotros.
María, la hermana de Moisés, le criticó porque no le gustaba la mujer con la
que él se había casado (ver Números 12). La novia no tenía la misma
nacionalidad, y por eso María criticó y avivó problemas y murmuración.
Mientras tanto, Moisés era tan feliz como podría ser. No le molestó, y se elevó
por encima de aquello. Pero su hermana la crítica contrajo lepra; su piel quedó
totalmente cubierta de enfermedad.
No sé de ti, pero yo no hablo mal de la gente. Puede que no entienda a
alguien. Puede que no esté de acuerdo; puede que no escoja relacionarme con
esa persona, pero no hablo mal de nadie, intentando arruinar la reputación de
nadie o haciendo que alguien se vea mal. Necesito la protección de Dios, y
quiero permanecer bajo su cubierta.
Toma la decisión juntamente conmigo de que no tendrás un espíritu crítico.
Edúcate a ti mismo para ver lo mejor. Hay bien en cada situación si lo buscas.
Comienza con tus relaciones. Haz una lista de las cualidades que te gustan en tu
cónyuge y en tus hijos. Comienza a enfocarte en lo bueno. Agranda lo bueno.
Concede a las personas el beneficio de la duda. No seas alguien que busca faltas.
Ser crítico puede alejarte de tu destino.
Creo que tus ventanas están quedando más limpias. Estás eliminando juicio,
y ya no criticas y encuentras faltas. Hábitos como esos puede que te hayan
retenido durante años, pero hoy es un nuevo día. Declaro que un filtro crítico ya
no nublará más tu visión.
Tú ves el mundo con ventanas limpias, creyendo lo mejor, viendo lo bueno y
ocupándote de tus propios asuntos. Si haces eso, Dios luchará tus batallas por ti.
Él derrotará a tus enemigos, enderezará lo incorrecto, y tú vivirás la vida de
victoria que Él tiene preparada para ti.
CAPÍTULO DIECINUEVE
Con demasiada frecuencia juzgamos a las personas sin conocer sus historias.
No hemos estado en su lugar ni sabemos las luchas que han atravesado. No
sabemos cómo fueron criados, ni conocemos los desafíos que afrontan. Lo único
que sabemos es: «Seguramente es poco amigable»; o: «Viste ropa extraña»; o:
«Tiene algunos complejos».
En lugar de ser crítico y descartar a los
demás, toma tiempo para llegar a
conocerlos.
Lo cierto es que las personas son como son debido a una razón. Si
tomásemos tiempo para conocer sus historias, seríamos mucho más
perdonadores. Si entendiésemos las batallas que ellos han luchado, el dolor que
han soportado, las personas que les han ofendido, les concederíamos mucha más
misericordia.
No deberíamos ser críticos porque ellos hayan pasado por un divorcio, tengan
una adicción o fuesen desconsiderados y no hablasen. Tú y yo no sabemos lo
que sucede entre bambalinas; no conocemos el estrés bajo el que alguien está.
Por demasiado tiempo hemos visto a la gente con ojos de juicio. Mi desafío
es que comencemos a ver a la gente con ojos de amor. En lugar de ser crítico y
descartar a los demás, toma tiempo para llegar a conocerlos. Descubre cuál es su
situación.
Recuerdo cuando estaba en la secundaria que un joven se mudó a nuestra
ciudad y se unió al equipo de baloncesto. Era un buen atleta, pero era
extremadamente callado. Tenía una personalidad diferente. Todos pensábamos
que él era extraño. Nunca se reía con nosotros, y se quedaba en el rincón en sus
propias cosas, sin llegar nunca a mezclarse.
Un día estábamos él y yo solos en el vestuario. Yo nunca antes había hablado
en realidad con él. Tan solo para ser amigable dije: «¡Oye! ¿De dónde vienes?
¿Dónde te criaste?»
Nunca olvidaré lo sincero que fue. Se abrió conmigo y me dijo que procedía
de un hogar muy disfuncional. Le habían trasladado de familia en familia, a seis
hogares de acogida diferentes en tres años. Él tenía mucho dolor e inseguridad.
Cuando yo entendí de dónde provenía, le vi bajo una luz totalmente distinta.
Después de aquello, mis amigos y yo nos aseguramos de incluirle en nuestras
actividades. Recorrimos la milla extra para hacer que se sintiera querido,
aceptado, bienvenido y parte de nuestro equipo. A lo largo de los años, le vi salir
de su cascarón y llegar a ser más confiado y más seguro. Cuando se graduó, él
era como el resto de nosotros, tan feliz y amigable como podía ser.
Cuando entiendes las historias de las personas, es muy fácil entender su
conducta externa. Cuando yo descubrí por qué mi nuevo compañero de equipo
era como era, eso cambió toda mi perspectiva. Entendí lo fácil que me resultaba
ser seguro y feliz, pues yo había sido criado en un buen ambiente. Era fácil para
mí ser confiado y esperar cosas buenas, pues había estado rodeado por personas
amorosas durante toda mi vida. Pero si yo no hubiera tenido esa familia
amorosa, no sé cómo habría respondido.
Muchas veces juzgamos a la gente basándonos en nuestro propio trasfondo y
en las experiencias que nosotros hemos tenido. Si somos fuertes en un área en la
que alguien es débil, es fácil pensar: Yo nunca haría eso. Yo nunca sería tan
desagradable como ese joven. Yo nunca me habría divorciado. Yo nunca me
habría casado con esa persona en un principio.
No sabes lo que habrías hecho si hubieras estado en su situación. No has
estado en su lugar. No fuiste criado en su ambiente. No has pasado por las
experiencias que ellos han pasado.
Cree lo mejor
Todos tenemos fortalezas, y todos tenemos debilidades. Somos fuertes en ciertas
áreas no porque seamos estupendos y hayamos decidido ser fuertes, sino debido
a la gracia de Dios en nuestra vida. Yo soy seguro y confiado porque Dios me
bendijo con unos padres estupendos. No puedo juzgar los actos de alguien que
no haya sido bendecido de esa manera. Si mi situación y la situación del nuevo
compañero de equipo hubieran sido las contrarias, no sé si yo podría haber
manejado la situación ni siquiera tan bien como él lo hizo.
En lugar de ser más santos que los demás y juzgar a la gente, nuestra actitud
debería ser: Si no hubiera sido por la gracia de Dios, así podría haber sido yo.
Si no fuese por la bondad de Dios, yo podría estar batallando con una adicción.
Podría ser inseguro, estar enojado y tener todo tipo de problemas. No estoy
juzgando. Estoy mostrando misericordia. No seré crítico; seré comprensivo.
Después de todo, no sabemos lo que las personas están atravesando. Deberíamos
darles espacio.
Un buen amigo mío me dijo que su jefe se lanzó a su garganta sin razón
alguna. Me dijo que él no había hecho nada incorrecto, y su jefe le dejó en
evidencia delante de toda la plantilla de ventas, avergonzándole. Él estaba
comprensiblemente molesto por eso.
Yo le dije lo que te estoy diciendo a ti: concede al jefe el beneficio de la duda.
Algo más está sucediendo. Él descubrió dos semanas después que su jefe se
estaba divorciando, y eso le dio una perspectiva totalmente nueva. Ahora
entiende por qué él estaba tan tenso, por qué estaba al borde. En lugar de tomar
la crítica de su jefe de modo personal, está haciendo concesiones. Le muestra
misericordia, y está haciendo lo que puede para ayudar a aligerar la carga.
Esas palabras tienen poder sanador. Pero cuando alguien es grosero contigo,
es fácil responder del mismo modo. En lugar de juzgar a esa persona, si antes te
pones en su lugar, eso te ayudará a ver con los ojos correctos: ojos de amor y no
de juicio.
Esto no significa que estés excusando la conducta de la persona. Lo que esté
haciendo puede que sea equivocado; puede que sea culpa suya; puede que haya
causado el problema sobre sí misma. Pero he aprendido que yo no soy el juez.
Dios es el Juez. No estoy aquí para enmendar a nadie. Estoy aquí para ayudar a
producir sanidad.
Nuestra tarea es poner el aceite sanador sobre las heridas. Nuestra tarea es
levantar a los caídos, ser un amigo para los solitarios, alentar a los desalentados.
Cuando adoptas este enfoque misericordioso, en lugar de darles lo que se
merecen, comienzas el proceso de sanidad. Dices: «Lo entiendo. No están
teniendo un buen día. Entiendo que están bajo mucho estrés. Entiendo que la
vida no les está tratando justamente».
Había un viejo granjero que tenía perritos para vender y puso un cartel en la
valla de su casa. Un muchacho de unos ocho años de edad del otro lado de la
carretera se acercó y dijo que quería comprar un cachorro. Entonces sacó un
puñado de cambio y dijo: «Tengo treinta y nueve centavos; ¿es suficiente?»
El granjero se rió: «No lo sé. Deja que lo cuente».
Lo contó moneda a moneda, y le dijo al muchacho: «Es exactamente la
cantidad correcta».
Llamó a uno de sus obreros y le dijo que soltase a los cachorros. Las cuatro
bolitas de pelo más hermosas que pudieras imaginar se acercaron correteando
hacia el muchacho. Él se agachó y jugó con ellos, intentando decidir cuál quería
comprar.
Entonces levantó su vista y vio a un cachorro más pequeño que estaba
bajando por la rampa desde la jaula para cachorros que había en el granero. Algo
iba mal en las patas traseras de ese cachorro. Intentaba correr, pero lo máximo
que podía hacer era ir cojeando.
El muchacho se sintió inmediatamente atraído hacia el cachorro. Sin dudarlo,
le dijo al granjero: «Ese es el cachorro que quiero».
El granjero quedó perplejo, y le dijo: «No, hijo. No quieres ese cachorro.
Nunca podrá correr y jugar como el resto. Algo le pasa en sus patas traseras».
El muchacho se agachó y se remangó sus pantalones para revelar un aparato
que llevaba en las piernas. Por primera vez, el granjero notó que llevaba zapatos
especialmente hechos.
Él le dijo al granjero: «Mire, yo tampoco corro bien. Este cachorro necesita
alguien que le entienda».
Un estudio decía que una de las características compartida por quienes llegan
a los noventa años de edad es que se gozan en la vida diaria. La risa es su mejor
medicina. Una amiga mía tenía una abuela optimista que vivió hasta los 103
años de edad. Cuando ella fue al hospital a la edad de cien años, mi amiga llamó
para preguntarle qué pasaba.
Ella dijo: «Bueno, hasta ahora han descartado el embarazo».
Conocí a alguien como ella entre nuestros visitantes hace algunos años. Ella
era una señora muy sana e inteligente de noventa y seis años de edad. Su piel era
hermosa, y sus ojos brillaban; pero lo que más me sorprendió fue lo feliz que ella
era.
Parecía que nunca se había encontrado con un extraño. Todos los que la
rodeaban eran sus amigos. Ella abrazaba a todas las personas a su alrededor.
Vestía un brillante y colorido vestido, y era un soplo de aire fresco. Después de
hablar, le di un abrazo. Cuando me iba, dije al pasar: «Creo que cuando tenga
noventa y seis años espero verme igual que usted».
Ella se acercó y me susurró al oído: «Solamente no se ponga el vestido».
Yo pensé: No es extraño que ella tenga tanta salud. Sigue teniendo sentido
del humor. Sigue sabiendo reírse.
Su buen humor era como una luz sanadora que fluía por todo su cuerpo. Yo
quiero seguir su ejemplo cuando sea mayor. He decidido que nunca seré un viejo
gruñón. No me permitiré a mí mismo amargarme conforme vaya envejeciendo.
Estaré lleno de gozo. Cuando llegue mi momento de partir, me iré con una
sonrisa en mi cara, una risa en mi corazón y una broma en mi bolsillo.
Ríete de ti mismo
Una de las cosas acerca del hombre de 106 años de edad que me sorprendió fue
que él disfrutaba de hacer bromas de sí mismo y de su avanzada edad. Él veía el
humor en el envejecimiento, y se reía de las mismas cosas que podrían frustrar a
otros en sus últimos años. Estar dispuesto a reírte de ti mismo y de los altibajos
de la vida puede que sea uno de los mayores dones que puedas tener.
Todos hemos conocido a personas que lanzan cosas cuando cometen errores.
Algunos lanzan palos de golf; otros lanzan sus bates y sus cascos; algunos
lanzan puñetazos. ¿Cuán divertido es estar cerca de ellos? Pero la persona que se
ríe de los errores y las meteduras de pata es alguien con quien la gente quiere
compartir su tiempo.
Cuando nos trasladamos al anterior Compaq Center, los muchachos de
seguridad me dieron una llave de la zona trasera donde estacionamos nuestros
vehículos. Aquella era una llave con un aspecto muy extraño. Era pequeña y
rectangular, un poco gorda, y de plástico. Yo no había visto nada igual antes. Fui
a probarla a la puerta, pero no pude descubrir dónde insertarla. No había espacio
para ella. Intenté que encajase en el espacio del pomo de la puerta, pensando que
quizá se abriría más y la llave se encajaría. No hubo suerte.
Después de diez minutos de probar, tiré la toalla y fui a la caseta de
seguridad, y le dije al guarda que no sabía cómo abrir la puerta.
Él se ofreció a ir a la zona de estacionamiento y enseñarme. Por tanto, le
entregué la llave y fuimos hasta allí. Cuando llegamos a la puerta, él extendió su
mano hacia el lado y tocó un panel electrónico. ¡Yo ni siquiera sabía que eso
estaba ahí!
Cuando él tocó el panel, la puerta se abrió automáticamente porque la «llave»
que él me había dado le enviaba una señal electrónica, al igual que un mando de
un garaje o de un vehículo.
Cuando le dije al guarda cómo había intentado yo utilizar la llave en el pomo
de la puerta, él se rió sin parar.
Yo pensé: Me alegro de que piense que es tan divertido, ¡porque vamos a
extrañarle!
Habrás oído el dicho: «Si no puedes vencerlos, únete a ellos». Aquella
situación era bastante tonta, así que me reí juntamente con él.
El otro día estaba desayunando a solas en la habitación de un hotel, y cuando
terminé saqué el carrito del desayuno al pasillo para que pudieran recogerlo. Me
olvidé hasta el último momento de que solo llevaba puestos mis pantalones
cortos. No eran pantalones de deporte, sino ropa interior.
Ya había abierto la puerta y había sacado hasta la mitad el carrito cuando me
di cuenta. Miré por el pasillo y no había nadie allí, así que empujé el carrito
hasta sacarlo del todo, pero las patas traseras se quedaron atascadas en el marco
de la puerta.
Yo tenía que levantar la parte de atrás del carrito, sacarlo de la habitación,
salir al pasillo y empujarlo contra la pared.
Mientras hacía eso oí un clic.
Fue el sonido de la puerta de mi habitación que se cerraba con llave, conmigo
en ropa interior aún en el pasillo.
¿Has oído la frase «muy bien vestidos y sin lugar donde ir»?
Bien, yo no estaba vestido en absoluto, ¡y no había lugar donde ir!
Mi corazón se derrumbó.
Vi un carrito de la limpieza unas cinco puertas más lejos. Corrí hasta él todo
lo rápido que pude, agarré una toalla y me la puse por la cintura. La señora de la
limpieza salió, y le pregunté si ella podía abrirme la puerta de mi habitación.
Ella dijo: «Necesito su identificación para eso».
Yo respondí: «Está en la cartera que tengo en los pantalones que no llevo
puestos».
Yo seguí sonriendo, recordando que eso me había ayudado con la agente de la
aerolínea. La señora de la limpieza también respondió. Unos minutos después,
ella abrió la puerta, se me quedó mirando de manera extraña y dijo: «Mire, usted
se ve diferente en la televisión».
«Sí, normalmente llevo ropa puesta para mis programas».
Para decir la verdad, ella se rió un poco de la frase, pero yo me reí más que
ella. Es necesaria una persona segura para reírse de sí mismo, especialmente
cuando no lleva pantalones en público.
Ríete y ama
Las personas que me rodean tienden a reír mucho. Ya que sonreír atrae a las
personas, ellos probablemente hagan muchas amistades por causa de mí, pero
eso está bien. He pasado más de veinticuatro años manteniendo a Victoria
saludable y rodeada de amigos debido a mi capacidad de hacerle reír, incluso
cuando no lo intento.
Eso es bueno, porque la investigación también ha demostrado que las parejas
y las familias que se ríen juntas, permanecen juntas; tienen relaciones más
fuertes y vínculos más estrechos. Como podrías sospechar, nosotros somos una
familia muy unida.
Hace algunos años, justamente antes de que yo pasara a la plataforma para
ministrar, Victoria me dijo que mi cabello estaba de punta por detrás.
«Ponte un poco de laca», dijo mi esposa.
Yo no sabía dónde estaba la laca.
«Está en el cuarto de baño, sobre la repisa, es un bote rojo».
Yo tenía mucha prisa, así que me apresuré al baño y agarré el bote rojo del
estante. Entonces la apliqué una y otra vez a esa zona de cabello de punta, pero
no se quedaba hacia abajo. Por tanto, apliqué un poco más y me dirigí hacia la
puerta.
Después del servicio aquel día, Victoria dijo: «¿Por qué no te pusiste laca en
el cabello? Seguía estando de punta».
«Victoria, sí lo hice, pero esa laca de cabello que me diste no funciona. Me la
apliqué una y otra vez».
Ella entonces se ofreció amablemente a enseñarme cómo utilizar laca de
cabello. Yo agarré el bote rojo y se lo entregué.
Ella lo examinó durante un segundo y después se puso a reír.
«Joel, esto no es laca de cabello. Es ambientador».
Yo solo sonreí y dije: «¿Sabes qué? Aunque no fije el cabello, yo tengo el
cabello que mejor huele por aquí».
Casa de humor
La risa es una estupenda adición a todos los hogares. El enemigo no puede
soportar el sonido de la risa sincera; no puede soportar el sonido de esposos,
esposas y familiares que se divierten juntos. Él quiere que haya tanta pelea,
tensión y presión que nunca tengamos ningún gozo en nuestros hogares.
No caigas en esa trampa. Esa es una de las cosas que aprecio de Victoria. Le
encanta reír. Ella mantiene una atmósfera divertida en nuestra casa. Cuando
Victoria se ríe, no se ríe para ella misma; no se ríe calladamente. Cuando se ríe,
llena toda la casa de alegría.
Su risa es tan contagiosa que yo puedo estar sentado al otro lado de la casa,
ocupándome de mis propios asuntos, viendo la televisión, pero cuando la oigo
reír, también siento ganas de reír. Poco tiempo después me encontraré a mí
mismo riendo tan solo porque ella se está riendo.
No te quedes tan atrapado en todas las
presiones de la paternidad que no tomes
tiempo para disfrutar de tus hijos y ver
el humor que hay en lo que hacen.
Terapia de parejas
Los amigos con frecuencia nos preguntan a Victoria y a mí el secreto de un
matrimonio sano. Siempre les decimos dos cosas: número uno, respeto. Sé
siempre respetuoso, incluso cuando no estés de acuerdo. Y número dos, risa. No
dejen nunca de reír juntos. Asegúrate de que tu casa esté llena de gozo y
felicidad. Nosotros no tenemos que trabajar en eso; parece suceder por sí solo.
El otro día entré en nuestro cuarto y Victoria estaba en una esquina leyendo
algo y dándome la espalda. Yo había llegado a casa mucho antes de lo que había
planeado. Me di cuenta de que ella no me había oído entrar. Debatí si decir algo
o no, pero en cambio decidí esperar calladamente a que ella notase que yo estaba
allí. Pensé que eso podría ser mejor que asustarla.
Me equivoqué. Cuando ella se giró y yo estaba allí, ella debió de haber dado
un salto de un metro en el aire. Sé que dicen que las personas de raza blanca no
saben saltar, pero Victoria lo hizo.
Tenía una expresión de asombro en su cara, y yo no pude evitar reírme sin
parar.
Hubo un problema con eso.
Victoria no se unió a mi risa. De hecho, parecía molesta.
Yo intenté dejar de reír. De verdad intenté parar, pero cuanto más lo
intentaba, más divertido me resultaba y más fuerte me reía.
Después de un minuto o dos de verme reír, finalmente Victoria cedió y
comenzó a reírse también.
Para entonces, yo ya me había recuperado.
Yo había terminado, pero ella no podía dejar de reír. Por tanto, me uní a sus
risas unos minutos más solo para hacerle compañía.
Si tu relación no es lo que te gustaría que fuese, te recomiendo una buena
dosis de humor, risa y gozo. Sé que las presiones de la vida pueden pesar en el
mejor de los matrimonios y probar el amor incluso de los más dedicados, pero
podría ayudarte recordar por qué te enamoraste al principio.
¿Recuerdas las cosas que les gustaba hacer juntos, la diversión y la risa que
hacían que siempre quisieran estar juntos? Olvida lo que les esté separando.
Regresa a la risa que te hacía querer pasar de estar soltero a ser una pareja.
Si hicieras regresar ese gozo a tu casa, verías una frescura y una nueva vida
en tu relación. Eso es lo que hicieron algunos amigos míos. Eran buenas
personas que batallaban en su matrimonio. Se amaban el uno al otro, pero
estaban bajo mucha presión, y eso les estaba separando. Necesitaban un
descanso de sus problemas, así que decidieron que una vez por semana harían a
un lado todas las luchas y verían juntos una película divertida.
La primera noche, estuvieron sentados riéndose y riéndose, y después
riéndose más. Fue la primera vez que ambos derramaron lágrimas de alegría, en
lugar de tristeza, en mucho tiempo.
La semana siguiente sucedió lo mismo. Después de un mes de hacer aquello,
observaron que sus problemas no parecían tan graves. Descubrieron que su
enfoque cambió de los problemas a las soluciones.
Cuando los vi la siguiente vez, se maravillaron de cómo algo tan sencillo
como «una noche de película divertida» pudo tener un impacto tan grande en su
relación y en sus vidas.
Su risa alteró la atmósfera de su casa. Sus lágrimas de alegría quitaron las
manchas a su relación. Ya no batallaban; se arrimaban.
Sé un liberador de sueños
CAPÍTULO VEINTIDÓS
Comparte tu influencia
El apóstol Pablo nunca se habría convertido en una figura tan importante de la fe
sin el apoyo de otro discípulo: Bernabé. Como puede que sepas, Pablo no
siempre fue un creyente. De hecho, antes era conocido como Saulo, un
perseguidor de los creyentes.
La actitud de Saulo cambió de modo dramático en el camino a Damasco
cuando Dios tocó su vida y le convirtió en el apóstol Pablo que todos conocemos
y queremos.
No hay mayor legado que ayudar a otra
persona a ganar.
Pero fue necesario un tiempo para que el apóstol Pablo convenciese a los
demás seguidores de Jesús de que él no era el mismo viejo Saulo. En Hechos
9.26 se nos habla de ese temor y sospecha hacia el nuevo apóstol.
El versículo siguiente dice que Bernabé defendió a Pablo. Bernabé pronunció
buenas palabras a su favor; dijo, en efecto: «Oigan, yo puedo votar por Pablo. Sé
quién es él; es auténtico».
Si no hubiera sido porque Bernabé utilizó su influencia, probablemente Pablo
no habría estado en posición de escribir más de la mitad del Nuevo Testamento.
No escuchamos mucho sobre Bernabé. Pablo le eclipsó mucho. Pero si hablases
con Pablo, él diría: «Tuve éxito porque Bernabé se atrevió a correr un riesgo y
abrió una puerta que yo no podría haber abierto por mí mismo. Bernabé creyó en
mí cuando nadie más creía».
Incluso más poderoso es el hecho de que cada vida que Pablo tocó más
adelante significaría una recompensa también para Bernabé. No hay mayor
legado que ayudar a otra persona a ganar.
Dios me ha bendecido tanto que constantemente busco maneras de utilizar mi
influencia para ayudar a otros a subir más alto. Recientemente recibí una
llamada de un pastor en otra ciudad. Me explicó que su iglesia estaba intentando
comprar un edificio en su ciudad. Resulta que yo conozco a una persona que está
en posición de ayudar, así que aporté buenas palabras. Esa persona no es alguien
a quien encontrarías en la guía telefónica. Él no tiene su propio negocio, pero yo
pude llegar a él y me alegré de ayudar a otra persona a asegurarse la victoria. He
aprendido que cuando haces por otros lo que ellos mismos no pueden hacer,
nunca carecerás del favor de Dios; nunca carecerás de la bendición de Dios.
Sé un edificador de personas
«Puede que hayas tenido una adicción, pero el poder del Dios Altísimo puede
romper cualquier adicción y hacerte libre».
Eso es lo que significa entregar el bien. Levantas al caído; alientas al
desanimado; tomas tiempo para secar las lágrimas.
Puedes sentir cuando alguien está sufriendo. De repente, sientes una corriente
de compasión y piensas: Tengo que ir y orar por él. Necesito alentarle.
No ignores esos instintos. Es Dios que quiere que lleves sanidad. Hay una
lágrima que necesita ser secada.
Victoria llamó a una amiga llamada Shannon hace algún tiempo. Una joven
respondió y parecía en cierto modo turbada. Victoria dijo: «Shannon, ¿eres tú?»
La voz sonaba apagada, y dijo: «Sí, soy yo, y estaré bien».
Confundida, Victoria dijo el nombre completo de Shannon y volvió a
preguntar si había llamado al número correcto. La joven dijo: «No, debe de tener
el número equivocado. Yo soy otra Shannon».
Victoria estaba a punto de colgar, pero sintió esa corriente de compasión
hacia la persona que estaba al otro lado del teléfono.
Le preguntó: «Shannon, sé que esto puede parecer extraño, ¿pero puedo orar
con usted con respecto a algo?»
La mujer comenzó a llorar.
«¿Lo haría, por favor? Mi padre acaba de morir, y estoy tan deprimida que no
sé qué hacer».
Victorio oró y le habló fe. La consoló lo mejor que pudo, asegurándole que
Dios estaba de su lado. Antes de colgar, la joven dijo: «Es usted mi ángel. Ahora
sé que Dios aún tiene un plan para mi vida».
Dios traerá a nuestro camino a personas a fin de que podamos restaurar. Sé
sensible y sigue esa corriente de compasión.
Estaba yo en el hospital de visita con un amigo cuando una madre y su hija
me reconocieron en el pasillo. Me preguntaron si iría con ellas y oraría por el
esposo de la mujer, el padre de la joven.
Yo estuve de acuerdo, y cuando llegamos a su habitación ellas dijeron que
esperarían fuera.
Eso me pareció un poco extraño, pero entré. El hombre tenía unos sesenta
años. Yo no le conocía, pero estuve allí unos diez o quince minutos. Entonces
oré por él, y le di un gran abrazo.
Cuando salí, la madre y la hija tenían una sonrisa de oreja a oreja.
Yo les pregunté: «¿Qué es tan divertido?»
La madre dijo: «No podemos creer que él le permitiese orar. Ni siquiera le
cae usted bien».
Yo pensé: Oh, muchas gracias. Por eso entré yo solo.
Ella añadió: «Cuando le vemos en televisión, él siempre se burla de usted y
nos dice que quitemos el programa».
Yo pensé: Si hubiera sabido eso, podría haber orado de un modo un poco
distinto.
Pero cuando tomas tiempo para interesarte, nunca sabes lo que Dios hará. Eso
sucedió hace años, y en la actualidad, ¿sabes qué hombre y su familia acuden a
los servicios en Lakewood cada semana? ¡Ellos nunca se pierden un domingo!
Cuando vives como un sanador, derribas los muros; suavizas corazones
endurecidos. El amor nunca falla. Llegué a enterarme de que aquel hombre antes
era diácono en otra iglesia, pero le habían tratado mal, ¡y no había ido a ninguna
iglesia en treinta años!
Fe que sana
El libro de Santiago habla de que tenemos que buscar a los pródigos (ver 5.19-
20). Tenemos que ir tras quienes se han apartado. Si conoces a personas que una
vez fueron fuertes en la fe pero se han debilitado, ve tras ellas. Escríbeles una
carta; sígueles la pista; llámales. Detente en su casa y di: «Hola, ¿dónde has
estado? Te extrañamos. Te necesitamos. ¿Por qué no regresas a casa?»
Ve a buscar a los pródigos. Ellos también necesitan sanidad. Necesitan que su
felicidad y su gozo sean restaurados. Tu actitud debería ser: Estoy en una misión
de parte de Dios. Si te apartas, estás en terreno peligroso porque yo te seguiré la
pista. Te ayudaré a regresar al rebaño.
Hace años, mi padre fue a un servicio al otro lado de la ciudad en la iglesia de
un amigo. Llegó tarde, así que sentó en la última fila. Después de unos minutos,
entró un joven que parecía muy angustiado. Mi padre sintió esa corriente de
compasión y se propuso acercarse a él después del servicio.
Pero a la mitad, sin embargo, el joven se fue. Mi padre tuvo un sentimiento
tan fuerte que salió tras él. Miró en el vestíbulo y no pudo encontrarle. Papá salió
al estacionamiento; buscó y buscó. Nada. Regresó y miró en el baño, y
efectivamente, allí estaba.
Mi padre miró a los ojos al joven y dijo: «No le conozco, pero quiero decirle
que la mano de Dios está en su vida. Él tiene un destino para que usted lo
cumpla. No renuncie a su futuro».
El joven lloró.
Dijo: «Mi vida es un desastre. Soy adicto a muchas drogas. Decidí venir a la
iglesia una vez más, y después iba a irme a casa y tragarme todas las pastillas
que pudiera encontrar».
Más adelante, ese joven recordaba que cuando entró a la iglesia, una de las
primeras cosas que observó fueron los zapatos de mi padre. Entonces, cuando él
se fue, había visto a mi padre seguirle, y «dondequiera que iba, veía esos zapatos
siguiéndome».
Mi padre llevaba los zapatos de un sanador; los zapatos de un restaurador; los
zapatos de un ministro siguiendo la pista a pródigos y sanando corazones.
Aquella noche fue un punto de inflexión en la vida de aquel joven. En la
actualidad, más de treinta años después, es pastor de una iglesia muy exitosa.
Pero me pregunto: ¿Dónde estaría él si mi padre no hubiera estado viviendo
como un sanador?
Dentro de cien años, si alguien me recordase, no quiero que diga: «Ah, sí.
Joel, el hombre que tenía una iglesia muy grande. Escribió algunos buenos
libros. Era bastante popular».
No, quiero que diga: «Ese hombre era un sanador; era un restaurador;
levantaba a los caídos; alentaba a los desanimados; mostraba misericordia a los
culpables. Pasó toda su vida secando las lágrimas».
Recientemente recibí una carta de una señora que decía que por más de
cuarenta años se había sentido golpeada por la vida y abandonada por su
religión. Le dijeron que Dios la amaba solamente cuando ella guardaba todas las
reglas y seguía todas las leyes hechas por el hombre.
Decía: «Sufrí bajo la religión. Nunca podía ser lo bastante buena».
Terminó dejando la iglesia deprimida y confundida. Doce años después,
estaba cambiando de canales en el televisor y me oyó hablar del amor
incondicional de Dios y que Dios tiene un gran plan para todos nosotros.
Ella dijo que, por primera vez, sintió una libertad en su interior. Fue como si
Dios hubiera soplado nueva vida en su espíritu.
Decía: «Joel, a veces, debido a que usted no condena a las personas, otros le
critican y dicen que solo predica un “cristianismo ligero”. Pero déjeme decirle
que yo viví bajo el “cristianismo pesado” durante cuarenta y dos años. Estaba
derrumbada; estaba derrotada; estaba deprimida. Pero hoy estoy sana; estoy
feliz; estoy completa. Estoy ayudando a otros.
Celébrate a ti mismo
CAPÍTULO VEINTICINCO
Aliéntate a ti mismo
Una de las batallas que todos tenemos que pelear es la batalla contra el
desánimo. Nuestros sueños no siempre se cumplen según nuestro calendario.
Atravesamos desengaños y adversidades, y es fácil perder entusiasmo, felicidad
y gozo y celo por la vida. En esos momentos es bueno tener familiares y amigos
que nos alienten. Es bueno tener un entrenador, un maestro o un pastor que nos
anime a seguir.
Pero una cosa que he aprendido es que otras personas no pueden mantenernos
alentados. Otras personas no pueden mantenernos animados. Puede que nos den
un empujón; puede que nos ayuden de vez en cuando. Pero si realmente
queremos vivir en victoria, ese aliento tiene que provenir del interior. Debemos
aprender a alentarnos a nosotros mismos.
Esto es especialmente cierto cuando los tiempos se ponen difíciles y las cosas
no salen como queremos. En esos momentos, puede que no tengas ganas de
perseguir tus sueños. Puede que tu mente te diga: No vale la pena. Nunca
mejorará. Bien podrías conformarte donde estás. En lo profundo de tu espíritu
tiene que haber una determinación, una fortaleza interna que diga: Me niego a
conformarme donde estoy. Sé niego a conformarme donde estoy. Sé que Dios
tiene un gran plan para mi vida, y sigo adelante para llegar a ser todo aquello
para lo que Él me ha creado.
Esto es lo que el rey David tuvo que hacer, según la Escritura. Él acababa de
sufrir un importante revés; fue uno de los momentos más difíciles de su vida. Su
ciudad había sido destruida, y su familia había sido secuestrada. Y entonces sus
propios hombres se volvieron contra él. La situación parecía imposible. Él
podría fácilmente haberse rendido y haberse alejado en el atardecer derrotado y
deprimido. Pero la Escritura dice: «mas David se fortaleció en Jehová su Dios»
(1 Samuel 30.6, RVR1960).
David entendió este principio. Él no dependía de su familia, sus amigos o sus
colegas; sabía cómo sacar fuerzas y aliento de su interior. A veces, cuanto más
necesitas aliento, aquellos con quienes cuentas para que te alienten no estarán
ahí, desgraciadamente. El amigo que normalmente llama puede que esté fuera de
la ciudad. Tu cónyuge puede que esté pasando un mes difícil. Tus compañeros de
trabajo y tus padres pueden estar preocupados con sus propios desafíos. Pero
cuando aprendes a profundizar en tu interior y a alentarte a ti mismo, hay una
libertad verdadera.
Este es uno de los secretos del éxito de David. Él sabía cómo sacar aliento y
fortaleza desde el interior. ¿Cómo lo hacía? Comenzaba a revivir las victorias
que Dios le había dado en el pasado; recordaba cómo Dios le había escogido de
entre los otros hermanos cuando era un pastor; recordaba cómo mató al león y al
oso con sus propias manos; recordaba cómo Dios le ayudó a derrotar a Goliat y
cómo Dios le protegió cuando el rey Saúl intentaba matarle.
A medida que David revivía una y otra vez en su mente la bondad y la
fidelidad de Dios, la fortaleza comenzaba a llenar su corazón. Él creaba una
nueva visión de victoria. Daba gracias a Dios por lo que Él había hecho; daba
gracias a Dios porque Él podía dar la vuelta a la situación. David pasó de estar
deprimido y derrotado a levantarse con una mentalidad de guerrero.
Cambia de canal
Algunos nunca se han dicho en voz alta: «Soy una buena madre». «Soy un buen
padre». «Soy talentoso y creativo». «Soy amable y considerado».
No digo esto de modo arrogante, pero me gusta ser quien Dios me hizo. Me
encanta elogiar a otras personas, pero he aprendido también a elogiarme a mí
mismo. Me gustan los dones que Dios me ha dado. Me gusta mi personalidad;
me gusta mi altura; me gusta mi edad; me gusta lo que soy capaz de hacer.
Una de las grabaciones que corre por mi mente todo el día es: Eres un buen
padre. Eres un buen esposo. Eres talentoso. Eres creativo. Eres amable. Es
divertido estar a tu lado.
Es fácil mantenerse alentado cuando aprendes a elogiarte a ti mismo. A veces
pensamos que es humilde elogiar a otra persona a la vez que nos
menospreciamos a nosotros mismos.
«Se te da muy bien eso. Yo nunca podría hacer nada como tú».
No, tú puedes hacer exactamente aquello para lo cual Dios te ha creado.
La gente a veces me dice: «Yo nunca podría hablar delante de grandes
multitudes como usted lo hace».
Quizá no, pero yo nunca podría pilotar un avión como tú. Yo nunca podría
diseñar casas como tú. Yo nunca podría enseñar a niños como tú. El hecho es
que cada uno de nosotros es bueno en algo. No deberíamos mirar a otra persona
y pensar: Vaya, tiene mucho talento. Es muy creativo y disciplinado. Se ve muy
bien. No sé lo que me sucedió a mí.
No, comienza a mirarte en el espejo y decir: «Tienes mucho talento. Eres
muy creativo. Eres muy disciplinado. Te ves muy bien».
Tienes que elogiarte a ti mismo. Pruébalo. Puede que funcione. ¡No funcionó
para mi hermano Paul!
Pero pruébalo de todos modos.
Una joven llamada Brittany se trasladó a una nueva escuela en la secundaria.
La mayoría de los alumnos habían crecido juntos y habían sido amigos durante
años. A ella le costaba mucho integrarse y conectar realmente con alguien.
Esa escuela tenía la tradición de que durante la semana anterior al día de San
Valentín, los alumnos podían comprar claveles de 25 centavos y enviárselos unos
a otros. Los claveles eran entregados en el aula principal durante el día de San
Valentín delante de toda la clase. Por tanto, era un gran evento ver cuántos
claveles recibía cada uno.
Bien, Brittany sabía que ella no recibiría ningún clavel. Era nueva en la
escuela y no tenía ningún amigo. Aborrecía que llegase ese día, pensando que se
quedaría sola y avergonzada.
Pero entonces Brittany tuvo una gran idea. En lugar de quedarse sentada
viendo a todos los demás recibir flores, decidió enviarse algunas a ella misma.
Llevó cinco dólares a la oficina de la escuela donde pidió notas de pedido para
veinte claveles. Entonces las rellenó en privado para que nadie supiera que se los
enviaba a ella misma.
El día de San Valentín, la mayoría de las jóvenes recibieron tres o cuatro
claveles. Las muchachas realmente populares podrían recibir cinco, seis o siete.
Pero en el aula de Brittany, parecía que todos los claveles iban destinados a ella.
Sus compañeros de clase la miraban, pensando: ¿Pero quién es esta muchacha?
Tiene muchos amigos.
Un clavel tras otro era enviado a ella. Sus compañeros de clase preguntaban:
«¿Quién lo envía?» Y Brittany leía la nota y decía: «Oh, son muy especiales. Me
quieren mucho. No puedo esperar a darles las gracias».
Ellos no tenían ni idea de que estaba hablando de sí misma. Uno hubiera
pensado que Brittany era la muchacha más popular de la escuela. Al final del día
de San Valentín, ella era la envidia de toda la clase. Tenía más claveles que
nadie.
Puede que hayas experimentado un
revés, pero prepárate para un retorno.
Necesitas tener la actitud de Brittany: Si nadie más me está celebrando en
este momento, me celebro a mí mismo. Si nadie me pide que vayamos a cenar,
me arreglo y me llevo yo mismo a cenar. Si nadie me envía un regalo de
cumpleaños, cuidado. Me compro un regalo a mí mismo.
Si has perdido tu felicidad, tu gozo, tu fuego y tu entusiasmo, quizá se deba a
que nadie te está celebrando, te está aplaudiendo o alentando. Por tanto, haz lo
que hizo David en la Biblia y aliéntate a ti mismo. Traza una línea en la arena y
di: «Hasta aquí. Este es un nuevo día. He dejado de vivir negativamente,
desanimado y sin entusiasmo. Sé que este es el día que ha hecho el Señor. Escojo
vivir este día con fe y con expectación».
Puede que hayas experimentado un revés, pero prepárate para un retorno.
Dios no te llevó hasta este punto para dejarte dónde estás. Él te tiene en la palma
de su mano. Él tenía la solución antes de que tú ni siquiera tuvieras ese
problema. Él ya tiene un camino de salida. Dios conoce el fin desde el principio.
Todo lo que estás afrontando en este momento está sujeto a cambio. Eso
significa que un toque del favor de Dios puede cambiar cualquier situación.
Tienes que atreverte a hacer lo que David. Sacúdete ese espíritu de desánimo y
di: «Puede que esté derribado, pero no me quedaré derribado. Vuelvo a
levantarme y a seguir adelante».
Aliéntate a ti mismo de modo que puedas encontrar felicidad en cada día.
Cuando comiencen a levantarse las voces negativas y decir: «Bueno, la
economía es mala. ¿No tienes temor?»
Di: «No, sé que Dios es mi proveedor. Él suple todas mis necesidades».
«Bueno, la gasolina cuesta mucho».
«Sí, pero Dios puede ocuparse de mí».
«Bueno, a tu hijo no le va bien».
«Es cierto, pero sé que él está sujeto a cambio».
«Bueno, te despidieron. Oí que perdiste tu empleo. ¿No estás frustrado?»
«En absoluto. Sé que Dios va a abrir otra puerta. Sé que Él tiene algo mejor
preparado para mí».
«Bueno, parece que no te sientes bien. Alguien dijo que recibiste un informe
negativo del doctor».
«Sí, así fue, pero sé que Dios tiene todo el control. Él dijo que nada me
arrebataría de su mano. Por tanto, creo que viviré cada segundo que Él haya
planeado para mí».
Eso es lo que significa alentarte a ti mismo. Levántate cada mañana pensando
en la bondad de Dios. Revive en tu mente las victorias que Él te ha dado en el
pasado. No recuerdes lo negativo. Cambia de canal y recuerda todas las veces en
que Dios te ha sacado.
Si no tienes un archivo de aliento, comienza uno. Cuando seas tentado a
abatirte, saca esas cartas, pues levantarán tu espíritu. Y no esperes a que otros te
elogien. Elógiate a ti mismo. Aprende a celebrar quien Dios te hizo ser.
Es tu tarea mantenerte alentado a ti mismo. No presiones a tus amigos y
familiares para que te alienten todo el tiempo. Puedes sacar fortaleza del interior.
Cuando aprendes a alentarte a ti mismo, es tu fe en acción. Al alentarte a ti
mismo, disfrutarás más de tu vida y vencerás todo obstáculo. Restaurarás tu
felicidad y tu gozo. Ayudarás a que cada deseo y cada promesa que hay en ti se
cumplan.
Incluso cuando seas derribado y sufras un revés, al igual que Dios hizo por
David en la Biblia, Él se asegurará de que no solo regreses sino de que lo hagas
mejor de lo que estabas antes.
CAPÍTULO VEINTISÉIS
La voz de victoria
Hay todo tipo de pensamientos y todo tipo de voces que podemos sintonizar al
igual que con un canal de radio. Hay cientos de frecuencias diferentes en el aire
en este momento a tu alrededor. Si tuvieras un receptor, podrías sintonizar canal
tras canal. De la misma manera, puedes no sintonizar un canal. Has estado en tu
auto cuando ponen en la radio una canción o un programa que no te gusta; no es
gran cosa, y no te obligas a ti mismo escucharlo. No te quedas sentado
soportándolo. Sencillamente presionas un botón y cambias a una estación
diferente. El mismo principio funciona con tus pensamientos.
A lo largo del día llegan a tu mente pensamientos. Muchos de ellos son
negativos y desalentadores, como: Nunca estarás sano. Nunca lograrás tus
sueños. Nunca te casarás. Nunca vencerás tus problemas.
Muchas personas no son conscientes de que no hay que quedarse en ese
canal. Sencillamente porque llegue un pensamiento no significa que tengas que
quedarte con él. Si ese pensamiento es negativo, desalentador o deprimente,
simplemente necesitas cambiar de frecuencia y encontrar un canal o estación
diferente.
Hay un canal que recomiendo que se llama «Voz de Victoria». Se origina en
la Palabra de Dios. Dice: «Tienes un futuro brillante». Dice: «Eres bendecido.
Estás sano. Eres perdonado. Tienes favor. Puedes vencer cualquier obstáculo.
Puedes lograr tus sueños».
Si quieres vivir en victoria, en felicidad y gozo, permanece sintonizado al
canal correcto. No puedes ir por ahí todo el día pensando cosas como: No puedo
soportar mi trabajo, y tengo mucho sobrepeso, y nunca saldré de la deuda.
Pensar esos pensamientos te quita tu energía, tu gozo, tu felicidad y tu celo.
Estás perdiendo todas las cosas buenas que Dios ha puesto. Te sorprendería lo
mucho mejor que te sentirías si te levantases cada día y pasases a la ofensiva en
lugar de ser pasivo y entretener todo pensamiento negativo que llegue a tu
mente. Piensa pensamientos positivos a propósito. Levántate en la mañana y haz
una declaración de fe. Di en voz alta para ti mismo: «Este será un gran día. Dios
está dirigiendo mis pasos. Su favor me rodea como un escudo. Estoy
emocionado por este día».
Cuando hagas eso, serás más fuerte y más feliz, y verás el favor de Dios de
manera más grande. Presta atención a lo que piensas. Algunas personas han
estado sintonizadas al canal Preocupación durante tanto tiempo que podrían ser
miembros de por vida. Podrían tener acciones de ese canal, pues están llenos de
preocupaciones.
«Estoy preocupado por mi hijo, preocupado por mi salud, preocupado por
mis finanzas».
Hay una manera mejor de vivir. Cuando lleguen esos pensamientos
negativos, tienes que tomar la decisión de no quedarte con ellos. En cambio, usa
la llegada de pensamientos negativos como recordatorio para dar gracias a Dios
porque Él está obrando. Tan solo cambia de canal y dale gracias por cambiar las
cosas a tu favor.
Oído selectivo
¿A qué sonido estás sintonizado? Algunas personas tienen el hábito de sintonizar
lo negativo. Son atraídas a ello, casi como si les alimentase. Si llega un
pensamiento que dice: Es un día horrible, sencillamente muerden el anzuelo.
«Oh, sí, es un día horrible».
Se despiertan y llega el pensamiento: Hoy estás deprimido.
«Oh, sí, estoy deprimido».
No permitas que te suceda eso. Tienes que volver a educar tus oídos. Estás
oyendo las cosas equivocadas. Descarta lo negativo y comienza a escuchar
pensamientos llenos de fe. Cuando te despiertes, después de ignorar todos los
pensamientos negativos finalmente oirás: «Este es el día que el Señor ha hecho.
Este será un gran día».
Si te entrenaste para oír lo malo, puedes entrenarte para oír lo bueno. La
próxima vez que llegue un pensamiento negativo, tan solo di: «No, gracias, eso
no es para mí».
Bien, no está mejorando nada. Has alcanzado tus límites.
«No, gracias, no me quedo con eso».
Has cometido demasiados errores.
«No, gracias, oigo otro sonido. Dice que soy perdonado».
Nunca te pondrás bien. Ha terminado.
«No, gracias. Creo que oigo algo más. Dice que Dios me hace recuperar la
salud».
Nunca vas a terminar de pagar esa casa.
«No, gracias. Eso no es para mí. Prestaré y no pediré prestado».
Puede que tengas que apartar mil pensamientos negativos hasta que oigas
otro sonido positivo. El canal la Voz de Victoria dice: «Todo lo puedes por
medio de Cristo. Tus mejores días están por llegar. Esta situación está a punto de
cambiar».
Agarra lo bueno. Cuando oigas esos pensamientos llenos de fe, actúa como
nuestra perrita Spirit y sal corriendo. «Eso es para mí. Lo creo. Lo recibo.
Puedo». Pon esos pensamientos una y otra vez. La batalla tiene lugar en tu
mente.
Deja que los pensamientos negativos reboten como si fuesen agua sobre la
espalda de un pato; al igual que Spirit se quedaba sentada impasible ante el
sonido de las patatas, los cereales y el pan. Descarta los pensamientos que no son
productivos ni positivos.
Finalmente oirás el sonido correcto. Algo abrirá pensamientos positivos
como: Tengo talento. Será como un despertador que suene en tu espíritu.
Levántate y di: «Sí, tomaré eso. Tengo talento».
Llegará el pensamiento: Soy bendecido.
«Sí, eso es para mí. Puedo. Soy más que vencedor».
Enfócate en lo bueno
Vi un documental en televisión acerca de un murciélago de la selva que come
ciertas ranas pequeñas, pero no todas las ranas pequeñas. Algunas de las ranas de
la selva son venenosas, y son iguales a las ranas no venenosas. Pero ese
murciélago puede detectar la diferencia por los sonidos que hacen las ranas. El
murciélago sintoniza solamente el sonido que hace la rana que no es tóxica.
Por la noche, todas las ranas hacen ese sonido agudo, pero las ranas
venenosas lo hacen en una tesitura ligeramente más aguda que las ranas que no
son tóxicas. Esos murciélagos tienen un oído tan bueno que solamente escuchan
intencionadamente durante cinco o diez minutos, y entonces sintonizan.
El documental mostraba a veinte ranas de la jungla agrupadas en una pequeña
zona. Entonces el murciélago de la jungla sintonizó y se abalanzó sobre ellas.
Para su cena, el murciélago escogió la rana que no era venenosa entre todas sus
compañeras venenosas. ¿Cómo pudo el murciélago hacer eso? Había entrenado
su oído para sintonizar la frecuencia de la rana correcta.
Eso es lo que hay que hacer cuando se eligen los pensamientos a sintonizar.
Debes estar tan entrenado en tus pensamientos que no muerdas el anzuelo del
enemigo. Sintoniza solamente los pensamientos esperanzadores, positivos y
llenos de fe.
Cuando llegue un pensamiento de celos diciendo: ¿Por qué ellos lo
consiguen todo? ¿Es que son tan inteligentes? Eso no es justo, reconoce que ese
pensamiento está haciendo el sonido equivocado. Puede que se vea bien, puede
que seas tentado a quedarte con él, pero tus instintos deberían decirte que es un
pensamiento tóxico.
Si llega un pensamiento diciéndote: Eres muy descuidado; eres muy
indisciplinado. No puedes hacer nada bien, puede que sea tentador abatirte, pero
no muerdas ese anzuelo. Reconoce que son pensamientos venenosos; te alejarán
de tu destino.
Te estoy pidiendo que seas extremadamente consciente de aquello en lo que
piensas. ¿Qué pensamientos estás permitiendo que echan raíces? ¿Venenosos o
no venenosos? ¿Útiles o dañinos? ¿Has educado tu oído como la pequeña Spirit
para tener oído selectivo? ¿Estás siendo perceptivo como esos murciélagos para
descartar los pensamientos venenosos?
Guarda tu mente
Tú controlas tus pensamientos. La Escritura nos dice en Filipenses:
«Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y
dignas de alabanza» (4.8, NTV).
Tienes que programar tu mente con el software correcto. Si mantienes tu
mente llena de los pensamientos correctos, no habrá lugar para los incorrectos.
Piensa a propósito cosas buenas sobre ti mismo y tu futuro. No es suficiente
solamente con evitar los pensamientos negativos. Si no llenas tu mente de esos
pensamientos llenos de fe, los negativos intentarán tomar el control. Es mucho
mejor permanecer a la ofensiva.
La Biblia dice: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en
ti persevera» (Isaías 26.3, RVR1960). Medita todo el día en lo que Dios dice
sobre ti: Soy fuerte. Tengo talento. Soy perdonado. Hay cosas buenas preparadas
para mí. Mis mejores días están por delante. Cuando tu mente esté llena de
pensamientos positivos, los pensamientos negativos encontrarán un cartel que
dice NO HAY LUGAR cuando intenten entrar. No podrán entrar.
Esa es una manera de vivir poderosa. Tú decides la dirección de tu vida. Tú
decides tu estado de ánimo. Tú determinas tus actitudes.
Puede que necesites limpiar la casa para librar tu mente de todos los
pensamientos negativos y condenatorios, a fin de tener lugar para los
pensamientos de puedo hacerlo, los pensamientos de todo es posible, los
pensamientos de yo puedo. No hay lugar para ambos, los negativos y los
positivos
Deuteronomio 30.19 dice que escojamos bendiciones o escojamos
maldiciones.
Cuando mantienes tu mente llena de pensamientos positivos, escoges
bendiciones; estás escogiendo vivir con felicidad cada día. Escoges gozo y
victoria. Pero cuando eres pasivo y aceptas cualquier pensamiento negativo que
llegue a tu mente, es cuando te pierdes lo mejor de Dios.
Quiero que formes el hábito de llenar tu mente de alabanza y acción de
gracias. Quiero que salgas esperando cosas buenas. Cuando tengas reveses y
desengaños, tienes que estar especialmente en guardia. En lugar de quejarte y
estar deprimido, di: «Sé que Dios está a punto de cambiar esto. Puede que sea
difícil, pero esto también pasará. Es solo temporal».
Mantén un cartel de NO HAY LUGAR para dejar fuera los pensamientos
negativos. Los pensamientos controlan tu vida. Cierras tu casa con llave porque
no quieres que entren extraños. Es tu hogar; es donde vives. Ten la misma
actitud con tu mente. «Esto es lo que yo soy. Este es mi futuro. No voy a permitir
que entre cualquier cosa. Me aseguraré de que mis pensamientos sean positivos.
Permaneceré sintonizado a la Voz de Victoria.
Oí a alguien expresarlo de este modo: si fueses el dueño de un complejo de
apartamentos y rentases el 80 por ciento de los apartamentos a traficantes de
drogas, ladrones y mentirosos, y después rentases el otro 20 por ciento a
ciudadanos normales que cumplen las leyes, después de unos meses los
traficantes de drogas y los mentirosos harán que se vayan todas las personas
normales. Lo mismo sucede en cuanto a controlar lo que vive en tu mente. Si
piensas constantemente en tus problemas, en lo que no tienes y en que el futuro
parece oscuro, todos esos pensamientos negativos harán que se vaya cualquier
pensamiento positivo.
Deja de rentar espacio en tu mente a tus problemas. No rentes ese valioso
espacio a la autocompasión; no lo rentes a pensamientos de no puedo hacerlo, no
soy capaz, o a pensamientos de nunca va a suceder. Solamente tienes cierto
espacio. Haz inventario de lo que está ocupando tu mente.
Emite una orden de desalojo a los pensamientos negativos: Lo siento, pero tu
tiempo aquí ha terminado. Tu estancia ha finalizado oficialmente. Te he rentado
por demasiado tiempo, y ahora tengo un nuevo inquilino que llega. Se llama la
Voz de Victoria, y necesita todo el espacio que haya disponible.
Desintoxica tu mente
Escuchamos mucho sobre desintoxicar nuestro cuerpo y que hay productos
químicos en nuestros alimentos que pueden ser dañinos, ciertas hormonas y
bacterias que pueden acumularse, incluso pesticidas en el aire. Muchas personas
no se dan cuenta de que sus cuerpos están llenos de toxinas dañinas y que eso es
lo que hace que se sientan mal. La mayoría de expertos recomiendan que realices
una profunda limpieza en la que hagas ayuno y después sigas cierta dieta,
manteniéndote alejado de las cosas que son dañinas. Dicen que con el tiempo te
librarás de esas toxinas y comenzarás a sentirte mejor.
Del mismo modo, hay todo tipo de toxinas que pueden acumularse en tu
mente. Cuando meditas en lo que no puedes hacer, en el sufrimiento que has
sentido y en los desafíos que afrontas, te estás enfocando en pensamientos
tóxicos que pueden hacer tanto daño como las toxinas hacen a tu cuerpo.
Los pensamientos tóxicos se acumulan y se convierten en desecho tóxico que
finalmente contamina toda tu vida. Afectan a tu actitud, tu autoestima y tu
confianza. Se convierten en parte de quien eres. Por eso la Escritura dice en
Proverbios 4.23: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él
mana la vida» (RVR1960). Haz una prioridad de guardar tu corazón, ponlo en lo
más alto de tu lista de quehaceres. Si tu mente está contaminada, tu vida entera
resultará dañada.
Probablemente conozcas a alguien que está amargado, es cínico y tiene una
mala actitud; esa persona espera lo peor. ¿A qué se debe eso? Ha permitido que
pensamientos tóxicos echen raíces. Esos pensamientos negativos están
envenenando su futuro.
¿Cuál es la solución? Necesita pasar por una desintoxicación; no una
limpieza física sino una limpieza mental. La única manera en que puede ser
libre, la única manera en que puede regresar a lo que Dios le hizo ser, es
desintoxicar la mente.
Puede que necesites desintoxicar la amargura, la baja autoestima, las palabras
negativas que dijeron de ti, la condenación debido a errores del pasado, y el
desánimo que intenta convertirse en parte de ti.
¿Cómo te desintoxicas? Tomas la decisión de que no te quedarás con esos
pensamientos ni un momento más. Dejas morirse de hambre a esas toxinas. Cada
vez que te quedas en un pensamiento negativo, esa condenación, esa amargura,
esa baja autoestima, lo estás alimentando; le estás dando nueva vida, le estás
fortaleciendo.
Esos pensamientos llegan diciendo: Nunca te pondrás bien. Oíste lo que el
doctor dijo. Nunca serás feliz. Te han herido demasiadas veces. Nunca lograrás
tus sueños. Pero en lugar de meditar en ellos, di: «No, no iré allí. No meditaré en
mi dolor, en lo que no tengo o en mis errores. Medito en lo que Dios dice sobre
mí. Él dice que soy perdonado; Él dice que me devolverá el doble por cada
ofensa; Él dice que puedo cumplir mi destino; Él dice que mis mejores días están
aún por delante de mí».
Si ignoras los pensamientos tóxicos y mantienes tu mente llena de
pensamientos de esperanza, pensamientos de fe, entonces esos pensamientos
tóxicos se debilitarán, y poco después no tendrán efecto alguno sobre ti.
Limpia tu mente
Conozco a personas que hacen ayunos para poder desintoxicar sus sistemas. No
comen durante un período de tiempo o simplemente no comen cierto tipo de
alimentos. Tengo un amigo que está intentando estar más sano, y no come
ningún tipo de carne, no bebe otra cosa excepto agua, y no come después de
cierta hora en la noche. El otro día le vi y le ofrecí un refresco, y él no lo pensó
dos veces.
Me dijo: «No, eso no es parte de mi programa de alimentación».
Él estaba siguiendo una dieta estricta. Así hay que ser cuando los
pensamientos tóxicos llegan a la mente, pensamientos de preocupación, de baja
autoestima, y pensamientos de no ser capaz. Cuando surjan, tan solo di:
«Gracias pero no, gracias. Eso no es parte de mi plan. No me quedo en
pensamientos de temor. No me quedo en pensamientos de derrota. No me quedo
en pensamientos de inferioridad. Los pensamientos tóxicos no son parte de mi
programa».
Si no tienes el gozo, la felicidad o la victoria, quizá se deba a una dieta poco
sana. No físicamente, sino mentalmente. Hay demasiada comida basura mental
que está contaminando tu mente.
Trata la raíz
Tenemos un par de conejos en casa, y hace algún tiempo notamos que uno de
ellos parecía que no se sentía bien. Se frotaba un lado de su morro como si algo
le estuviese molestando. Le miramos pero no vimos nada. Parecía que estaba
bien. Unos días después esa zona se había inflamado mucho; parecía que tenía
un bulto grande en su morro.
Así que llevamos al conejo al veterinario. Le dieron algunos antibióticos y
dijeron que debería mejorar. Probamos aquello durante una semana, pero no
mejoraba; de hecho, se veía muy mal. Lo llevamos otra vez y le volvieron a
examinar. Esa vez descubrieron que el verdadero problema era que un huevo de
mosca de algún modo había entrado en la fosa nasal del conejo. La larva de
mosca estaba creciendo y estaba a punto de eclosionar. Por eso el morro del
conejo estaba tan infectado.
Independientemente de cuántos antibióticos le diera el veterinario al conejo,
no tenían efecto. Tuvieron que llegar a la raíz del problema. Cuando encontraron
la fuente de la infección y la eliminaron, el conejo se puso bien.
Ese es el modo en que obra el enemigo. Intenta plantar mentiras en tu mente
que infectan tus pensamientos. Con frecuencia tratamos la superficie del
problema e intentamos tener una buena actitud y una buena autoimagen, pero es
una lucha constante, como siempre estuviéramos yendo cuesta arriba.
¿Podrías ser como nuestro veterinario y el conejo, tratando los síntomas pero
sin tratar el verdadero problema? ¿Estás tratando lo de fuera pero ignorando la
raíz, una mentalidad negativa hacia ti mismo? Tu modo de pensar en cierta área
puede que esté infectado.
Quizá estés intentando romper una adicción, pero en lo profundo de tu ser
oyes las palabras: Serás un alcohólico igual que tu padre. Quizá estés intentando
hacer que tu matrimonio funcione, pero sigue llegando el pensamiento: Te
divorciarás igual que tus padres.
Quizá quieras dar el paso y comenzar un nuevo negocio, o quieras aceptar un
ascenso, pero algo en tu interior dice: No tienes lo que se necesita. Fracasarás.
Recuerda lo que el consejero te dijo en la secundaria. Recuerda lo que aquellas
señoras dijeron de ti.
Son mentiras, y están infectando tu modo de pensar. El modo de librarte de
esos pensamientos es meditar en lo que Dios dice de ti. La Escritura dice:
«Medita en él [la Palabra de Dios] de día y de noche» (Josué 1.8, NVI). En otras
palabras, continuamente ten pensamientos positivos en tu mente: Tengo talento.
Soy creativo. Estoy ungido. Estoy equipado. Estoy capacitado. Soy bendecido.
Soy próspero. Soy disciplinado. Soy libre de toda adicción. Camino en salud
divina. Tengo el favor de Dios.
Cuando tienes pensamientos como esos, las toxinas no pueden quedarse. Tu
mente está siendo renovada. Imagina un vaso de agua turbia con todo tipo de
suciedad y partículas de arena en ella. Si continuamente le añado agua limpia y
dejo que rebose una y otra vez con esa agua limpia, finalmente toda la suciedad
y el agua sucia se habrán ido y el agua estará perfectamente clara.
Si desarrollas el hábito de introducir los
pensamientos correctos, pensamientos
de fe, pensamientos de esperanza,
pensamientos alentadores,
pensamientos de puedo hacerlo,
finalmente tu mente será transformada.
No tuve que intentar eliminar el agua sucia; sencillamente tuve que seguir
añadiendo lo correcto, y poco después lo incorrecto se había ido. Lo mismo
sucede en nuestros pensamientos. Si desarrollas el hábito de introducir los
pensamientos correctos, pensamientos de fe, pensamientos de esperanza,
pensamientos alentadores, pensamientos de puedo hacerlo, finalmente tu mente
será transformada. Descubrirás que eres positivo, esperanzador, fuerte y valiente.
Enfócate en lo mejor
Leí sobre un niño cuyos padres se mudaron de Alemania a Estados Unidos unos
años antes de que él naciera. El padre era un hombre de negocios internacionales
y era muy exitoso, y quería que su hijo se uniese a él en los negocios algún día.
Pero el muchacho batallaba terriblemente en la escuela. Lo intentaba una y
otra vez, pero tenía grandes dificultades en lectura, escritura y aritmética. Su
madre y su padre eran duros con él. En alemán, le llamaban «dumm hund», que
se traduce como «perro tonto».
El muchacho, cuya grave dislexia no pudo diagnosticarse hasta que tuvo
treinta años, quedó devastado por sus duras palabras. Creció con inseguridad,
creyendo que era estúpido. Lo único que le salvó en la escuela fue el sentido del
humor. Era bueno para hacer reír a los otros muchachos.
Hacía bromas sobre sí mismo, y se volvió popular entre los otros muchachos.
Realmente brillaba en sus clases de oratoria y drama, de modo que siguió esas
asignaturas, para horror de sus padres.
Ellos pensaban que él nunca llegaría a nada. Desde luego, cambiaron de
opinión cuando su hijo Henry llegó a ser una estrella de la televisión. No podían
creerlo cuando su inseguro hijo, graduado de la Escuela de Arte de Yale, se
convirtió en la estrella de un exitoso programa de televisión haciendo el papel de
un duro muchacho que había abandonado la secundaria.
Era irónico que el título de su primer gran programa fuese Happy Days
[Tiempos felices], porque Henry Winkler, actualmente famoso actor, escritor,
director y productor, realmente sí recuerda aquellos tiempos en su primer
programa exitoso en la televisión como unos de los más felices de su vida.
Aquellos fueron los tiempos en que él finalmente rechazó los pensamientos
tóxicos de otros y llegó a ser el hombre talentoso y creativo que su Padre
celestial quiso que fuese. Se centró en lo mejor de Dios que había en su interior,
y no en lo que otros decían de él.
En la Biblia, Dios llamó a Gedeón varón fuerte y valiente.
Gedeón miró a su alrededor y dijo: «¿Con quién está hablando? Ese no soy
yo». Dios tenía una tarea para Gedeón, algo grande para que él lo lograse, pero
Gedeón no había renovado su mente. Tenía pensamientos tóxicos. Dios le veía
fuerte, pero Gedeón se consideraba débil, derrotado, incapaz.
Dios quería que él guiase al pueblo de Israel para derrotar a un ejército
opositor, pero Gedeón dijo: «Dios, yo no puedo hacer eso. Soy el menor en la
casa de mi padre. Vengo de la familia más pobre. No tengo la educación, las
capacidades, la valentía».
Observa cómo se percibía a sí mismo Gedeón comparado con cómo le veía
Dios. Dios dijo que él era un varón fuerte y valiente. Si Dios tuviera que decir tu
nombre hoy, Él no diría: «Hola, débil gusano del polvo. Hola, fracasado. Hola,
viejo pecador. ¿Cómo le va hoy a mi perdedor?»
Dios te diría el mismo tipo de cosas que le dijo a Gedeón: «Hola María,
mujer fuerte y valiente». O: «Hola, Bob, varón fuerte y valiente».
Me pregunto si tú serías como Gedeón y dirías: «Dios, ¿con quién estás
hablando? ¿No sabes de qué familia vengo? ¿No has visto los errores que he
cometido? Deja que te recuerde algunos de ellos. Dios, tú sabes que no tengo
talento. ¿Por qué me llamas varón fuerte?»
El problema es que has permitido que los pensamientos equivocados infecten
tu mente. Pero gracias a Dios porque este es un nuevo día. Estás comenzando
una nueva dieta; estás comenzando un ayuno eliminando cada pensamiento
negativo, desalentador, de no puedo hacerlo.
Cuando surjan esos pensamientos equivocados, en lugar de decir como
Gedeón: «No puedo. ¿Quién soy yo?», dale la vuelta y di: «Sé quién soy. Puedo.
Estoy preparado para mi tarea. Dios, soy quien tú dices que soy».
Creo que en los próximos días Dios te presentará nuevas oportunidades. Se
abrirán nuevas puertas; nuevas personas se cruzarán en tu camino. Quizá incluso
haya una nueva oportunidad de trabajo. Si quieres alcanzar un nuevo nivel,
debes tener una nueva manera de pensar. Tienes que limpiar lo viejo de modo
que tengas lugar para lo nuevo. Te estoy pidiendo que desintoxiques toda la
basura que te dice lo que no eres y lo que no puedes hacer. Elimina todas esas
fortalezas. Desintoxica los pequeños sueños. Desintoxica la baja autoestima.
Desintoxica las palabras negativas. Comienza con tu dieta.
Cada mañana realiza una buena limpieza. Comienza el día en fe. Si guardas
tu mente y en lugar de permitir que se intoxique la mantienes llena de
pensamientos llenos de fe, Dios promete que vencerás todo obstáculo, derrotarás
a todo enemigo, y cada sueño y cada deseo que Dios haya puesto en tu corazón
se cumplirán.
CAPÍTULO VEINTISIETE
Hace unos años, un reportero muy conocido se refirió a mí como «el predicador
sonriente». Esa historia ganó popularidad y recorrió todo el mundo. Pero algunas
personas utilizan ese término en sentido derogatorio, como diciendo: «¿Por qué
sonríe tanto? ¿Qué le pasa? Él no puede ser tan feliz».
Yo era joven y nuevo en el ministerio, y al principio pensé: Bueno, quizá no
debería sonreír tanto. La gente se está burlando. Entonces entendí que no tengo
que ocultar las bendiciones de Dios. No tengo que disculparme porque sonría
todo el tiempo. Llevo bien puestas mis bendiciones.
Cuando mantienes a Dios en primer lugar y haces todo lo que puedes para
honrarle, la Escritura dice: «Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te
alcanzarán» (Deuteronomio 28.2, RVR1960). Eso significa que llegarás a la
felicidad, el aumento, el ascenso y buenas oportunidades, incluso algunas que no
necesariamente merecías. Es Dios que te recompensa por andar en sus caminos.
Vemos este principio en el Antiguo Testamento con Rut. Ella estaba en los
campos siguiendo a los obreros y espigando el trigo que ellos habían dejado.
Un día, el dueño de los campos, Booz, les dijo a esos obreros que dejasen
bastante trigo a propósito para Rut. Rut ya no tenía que batallar tanto; no tenía
que trabajar día y noche. Rut entró en bendiciones que sencillamente caían a sus
pies.
Cada uno de nosotros puede mirar atrás y ver momentos en que Dios nos dejó
muchas bendiciones a propósito, algo que no merecíamos, por lo que no tuvimos
que batallar, o que ni siquiera pedimos. Sencillamente nos encontramos con ello.
Ahora bien, aquí está mi desafío: no te disculpes por la bondad de Dios. No
restes importancia a lo que Dios ha hecho en tu vida. No pongas excusas porque
un amigo podría ponerse celoso. No intentes ocultar las bendiciones de Dios
porque un compañero de trabajo podría juzgarte y pensar que no es justo.
No te disculpes por la bondad de Dios.
Una clave de la felicidad es llevar bien puestas tus bendiciones. Puede que
sientas que no merecías una bendición, pero el favor no siempre es justo. Es
sencillamente la bondad de Dios. En el momento en que comienzas a disculparte
por lo que Dios ha hecho y restar importancia a su bondad, Dios encontrará a
otra persona a quien mostrar favor.
No estoy diciendo que deberías presumir de lo que tienes y de lo estupendo
que eres; deberías presumir de lo grande que es Dios. Cuando éramos pequeños
solíamos cantar un canto titulado «Mira lo que el Señor ha hecho». Ese es el
canto que debemos cantar. Durante todo el día, alaba la bondad de Dios. Cuando
presumes de la bondad de Dios, cuando le das a Él todo el mérito, estás llevando
bien puestas tus bendiciones.
David dijo en Salmo 118.23: «De parte de Jehová es esto, y es cosa
maravillosa a nuestros ojos» (RVR1960). Esa es una actitud estupenda. Dale a Él
el mérito de todo lo bueno que suceda: «De parte del Señor es esto».
«¿Sabes lo que es este hermoso edificio? Es de parte del Señor».
«Mi madre sigue disfrutando de la vida treinta años después de que le
diagnosticasen cáncer terminal. ¿Sabes qué es esto? Es de parte del Señor, y es
cosa maravillosa a nuestros ojos».
Si siempre ves el ascenso, la buena oportunidad, la sanidad, lo nuevo y las
posibilidades que salen a tu encuentro como de parte del Señor, no tendrás
problema alguno para llevar bien puestas tus bendiciones.
Yo solía sentirme en cierto modo culpable de que Dios me hubiera dado una
vida tan estupenda. Siempre he sido feliz y bendecido por tener estupendos
padres y abuelos, una hermosa esposa y maravillosos hijos. Una y otra vez
Victoria y yo hemos considerado todas esas bendiciones a propósito.
Hemos sido bendecidos, y es de parte del Señor. Pero cuando yo solía ver a
personas tratando dificultades y luchando para vencer, intentaba restar
importancia al modo en que Dios me ha bendecido para que ellos no se sintieran
mal. Pero he aprendido que eso no da ningún honor a Dios. Dios quiere que
seamos un ejemplo de su bondad. No tengo que disculparme si obtengo un
montón de bendiciones a propósito y otra persona no.
Amplía tu visión
Tienes que ampliar tu visión. Dios es dueño de todo. Que Dios te bendiga de
manera mayor no dejará en bancarrota los cielos. Dios hace calles de oro. Si
quieres dibujar una sonrisa en el rostro de Dios, acepta una mentalidad de vida
abundante.
Victoria y yo encontramos los dos acres que queríamos comprar para tener
una casa algún día. Era un terreno estupendo cerca de la ciudad. Dios nos ha
bendecido mediante nuestros libros y otros caminos. Diezmamos de nuestros
ingresos y ofrendamos con generosidad, pero también creemos en hacer buenas
inversiones. Yo estaba orando y debatiendo si deberíamos comprar ese terreno.
Pensé: ¿Sabes qué? En realidad no necesitamos dos acres para vivir. Estamos
bien donde estamos.
Pero en lo profundo de mi ser quería eso. Era un deseo de mi corazón, pero
me sentía culpable, como si fuese más de lo que necesitábamos. Entonces, un día
estaba yo en un avión a treinta y cinco mil pies de altura. Era un día claro y
hermoso. Estaba sentado al lado de la ventana mirando hacia la tierra.
Oí a Dios decirme algo, no en voz alta, sino en mi interior; una impresión. Él
dijo: Te preguntas si está bien comprar ese terreno. ¿Qué crees que me parecen
a mí esos dos acres? ¿Cómo crees que se ve desde mi punto de vista, desde mi
perspectiva?
Bien, desde donde yo estaba, a treinta y cinco mil pies de altura, dos acres
parecían un pequeño punto, como si tomaras tu pluma y tocases la tierra. No era
nada. Sentí a Dios decir: Te doy permiso. Está bien tener suficiente terreno, ¡del
tamaño de un alfiler desde mi punto de vista!
Con frecuencia pensamos: ¿Está mal que quiera vivir en una casa bonita?
¿Está mal que quiera un terreno mayor? ¿Es egoísta por mi parte querer
conducir un auto bonito? ¿Está bien que quiera bendecir a mis hijos y dejarles
una herencia?
Dios dice: «Está bien. Lleva bien puestas tus bendiciones». Mientras estés
poniendo a Dios en primer lugar y no vivas de modo egoísta ni estés haciendo
ídolos de tus cosas materiales, entonces Dios quiere darte los deseos de tu
corazón. Él se agrada en bendecir a sus hijos.
Un joven en nuestra congregación se acercó a mí después de haber sido
ascendido a una elevada posición en una importante empresa minorista. Él era el
más joven en ese trabajo como supervisor de una amplia región. Estaba muy
emocionado, y sabía que era el favor de Dios.
Pero fue ascendido por encima de otros compañeros de trabajo que llevaban
mucho más tiempo en la empresa y tenían más experiencia. Ellos habían sido sus
amigos, pero él sentía que le evitaban desde que fue ascendido. Sentía que ellos
intentaban hacer que se viese mal hablando de él a sus espaldas.
Me dijo: «Sé que ha citado Efesios 3.20 en situaciones como esta.
Precisamente de esto ha estado hablando; me siento culpable, como si hubiera
hecho algo mal».
Yo le dije lo que te estoy diciendo a ti: es la bondad de Dios. Llévala bien
puesta. La Escritura nos dice que el ascenso no viene de las personas; el ascenso
viene del Señor (ver Salmo 75.6-7).
Si no das un paso y llevas bien puesta esa bendición con una actitud de
agradecimiento, ¿sabes lo que sucederá? ¡Dios se la dará a otra persona! No te
preocupes si otros están celosos o se vuelven contra ti. He aprendido que algunas
personas serán tus amigos hasta que recibas un ascenso. Compañeros de trabajo
puede que vayan a comer contigo mientras estés al mismo nivel, pero en el
momento en que veas aumento, en el momento en que entres en varias
bendiciones a propósito, los celos entrarán e intentarán hacer que te veas mal.
No te preocupes por eso. Dios se ocupará de tus enemigos. Sé agradecido por la
bondad de Dios.
Vemos un ejemplo de esto en este pasaje de la Escritura cuando Isaac estaban
en una hambruna. Había habido una gran sequía en la tierra durante algún
tiempo, y no parecía que se fuera a ver el final. Isaac salió a su campo y plantó
semillas, en medio de la hambruna. No tenía ningún sentido, pero de algún modo
en ese mismo año, sin la cantidad adecuada de agua, Isaac recibió cien veces lo
que había sembrado porque el Señor le bendijo (ver Génesis 26.12).
Observa de dónde llegaron las bendiciones: del Dios todopoderoso. Fueron
un puñado de bendiciones a propósito; aumento sobrenatural. Pero lo interesante
es que cuando llegó la cosecha de Isaac, cuando Dios le bendijo, la gente que
vivía a su alrededor, los filisteos, sus amigos, de repente se pusieron celosos de
él.
Estaban bien mientras Isaac también pasaba hambre. Mientras estaban todos
al mismo nivel, no era gran cosa, pero cuando él pasó a un nuevo nivel, cuando
comenzó a llevar bien puestas sus bendiciones, la Escritura dice: «los filisteos
comenzaron a tenerle envidia» (Génesis 26.14, NVI).
Bienvenida
Dedicación
Reconocimientos
Parte I
No renuncies a tu poder
Capítulo Uno
Haz de cada día un viernes
Capítulo Dos
No renuncies a tu poder
Capítulo Tres
Expresa tu gozo
Capítulo Cuatro
Desarróllate allí donde estés plantado
Capítulo Cinco
Disfruta del viaje
Parte II
Saber qué pasar por alto
Capítulo Seis
La perspectiva correcta
Capítulo Siete
Saber qué pasar por alto
Capítulo Ocho
Silencia la voz del acusador
Capítulo Nueve
Una vida sin excusas
Capítulo Diez
Tú puedes reír el último
Parte III
Vivir sin apoyos
Capítulo Once
Vivir sin apoyos
Capítulo Doce
No vivas para la aprobación de los demás
Capítulo Trece
Libertad de la competición
Capítulo Catorce
Conectar con las personas correctas
Parte IV
Viaja ligero
Capítulo Quince
Perdona para poder ser libre
Capítulo Dieciséis
Vence el desánimo
Capítulo Diecisiete
Trata las dificultades inesperadas
Capítulo Dieciocho
No tengas un espíritu crítico
Capítulo Diecinueve
Mira con ojos de amor
Parte V
Ríete con frecuencia
Capítulo Veinte
El poder sanador de la risa
Capítulo Veintiuno
Sonríe, y el mundo sonríe contigo
Parte VI
Sé un liberador de sueños
Capítulo Veintidós
Ayuda a otros a ganar
Capítulo Veintitrés
Sé un edificador de personas
Capítulo Veinticuatro
Vivir como un sanador
Parte VII
Celébrate a ti mismo
Capítulo Veinticinco
Aliéntate a ti mismo
Capítulo Veintiséis
La voz de victoria
Capítulo Veintisiete
Lleva bien puestas tus bendiciones
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Las citas de la Escritura marcadas NVI han sido tomadas de la Santa Biblia,
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La Ley del Camión de la Basura de David J. Pollay fue usada con permiso por
Serling Publishing Co., Inc. © 2010 por David J. Pollay.
ISBN 978-1-4555-2316-0