La Fuente Embriagadora
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Y HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS
DE CULTURA Y SOCIEDAD
DIRIGIDO POR:
DRA. PATRICIA CAMPOS RODRÍGUEZ
[…] los que acuden a mí son trabajadores, que trabajan de sol a sol para poderse
tomar un litro de pulque.
Agradecimientos
Para que el presente trabajo pudiera llegar a su fin, se requirió del apoyo y de la
confianza de numerosas personas que creyeron en mí y en un proyecto al que le
he dedicado los últimos años de mi formación profesional. En primer lugar quiero
mencionar a la Dra. Patricia Campos Rodríguez, profesora-investigadora del
Departamento de Estudios de Cultura y Sociedad (DECUS) de la División de
Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guanajuato, quien mostró
un gran interés en una remota versión de este proyecto cuando ingresé al
programa de maestría. Le agradezco todo el apoyo brindado tanto en el ámbito
académico como en el personal y por las largas horas que dedicó a la revisión de
las fuentes y de las múltiples versiones que fueron construyendo el texto actual.
En el mismo tenor, agradezco a la Dra. María Áurea Toxqui Garay de la Bradley
University, quien formó parte de mi comité de sinodales, por haber mostrado,
desde hace algunos años, interés igualmente en el tema de mi tesis, y que como
especialista que es en el mismo, contribuyó a fortalecer ideas que quedaban muy
vagas. Asimismo le agradezco su amistad a pesar de la distancia. Otro profesor
que desde el comienzo de mis estudios de posgrado estuvo muy al tanto de mi
investigación es el Dr. Felipe Macías Gloria, también profesor-investigador del
DECUS. A él le agradezco las invitaciones hechas a los seminarios
multidisciplinarios e interinstitucionales que coordina, en los cuales tuve
oportunidad de exponer e intercambiar ideas con el resto de los participantes,
logrando así una experiencia por demás enriquecedora para mi formación. De la
misma forma hago extensivo mi más sincero agradecimiento al Dr. Armando
Sandoval Pierres, igualmente profesor-investigador del DECUS por aceptar la
invitación para participar dentro del comité de sinodales y leer este trabajo.
Finalmente, en este espacio quiero agradecer al Dr. Javier Corona Fernández,
director de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de
Guanajuato, por concederme parte de su tiempo y acceder a las peticiones que le
hice en la última etapa de este proceso. De manera “extra-oficial”, una persona
con quien estoy muy agradecido por brindarme un espacio dentro de su agenda
académica y leer una de las últimas versiones del borrador de tesis, haciéndome
4
Aurelio Ramírez, Jorge Alberto Muñoz Ledo, Omar Santoyo y Abelardo Morales.
Mención especial merecen quienes confiaron en mí y me brindaron su apoyo
económico cuando la situación lo ameritó: Jorge Portales, Mariana Sánchez y
Cinthia Buendía. Vaya este agradecimiento también a mis amigos Armando Elías
Salas y Alejandra Martínez por darme alojo en su casa de la ciudad de México
cuando fue necesario.
En el ámbito más personal quiero agradecer y dedicar este esfuerzo a tres
personas esenciales en mi vida. Mi novia, Natalia de Gortari Ludlow, por todo su
amor, estar siempre a mi lado y ser el complemento que me hace ser una persona
más equilibrada. Mi abuela, Rosalva Quiroz Martínez, a cuyo cariño y respaldo se
lo debo todo. A mi madre, Nadina de la Rosa Quiroz, quien con su ejemplo me
enseñó que el corazón más noble y frágil puede convertirse en el arma más fuerte
cuando se anhela algo tan grande como la vida misma.
6
Introducción
El interés del presente trabajo de tesis es analizar dos aspectos de las pulquerías
establecidas en la ciudad de San Luis Potosí hacia el último tercio del siglo XIX:
los actos de violencia perpetrados entre los clientes en esos espacios destinados
a la sociabilidad1 y la vida cotidiana de las pulqueras, es decir de aquellas mujeres
que se dedicaron a la venta del pulque, ya fuera como propietarias de los
establecimientos o como encargadas.
Los objetivos que se siguieron a lo largo de la investigación fueron rescatar,
de los documentos, las voces de los actores sociales anónimos—en su mayoría
pertenecientes a los estratos menos favorecidos de la sociedad—que fueron
procesados criminalmente por haber cometido algún acto de violencia iniciado al
interior de una pulquería, a las víctimas y testigos, que con sus testimonios ayudan
a reconstruir no sólo el ambiente que se percibía en los expendios de pulque, sino
el contexto en que se vivía en un periodo marcado por contrastes sociales y
contradicciones latentes entre el discurso de quienes ostentaban el poder, los
observadores de la época—como los periodistas por ejemplo—y la realidad, que
no concordaba del todo con la noción de orden2 y progreso tan anhelada a lo largo
de esos años.
Precisamente, en el mismo orden de ideas otro objetivo ha sido demostrar,
a través de las pulquerías, cómo el modelo político, económico y social que las
élites y grupos de poder pretendieron echar a andar para consolidar al país como
una “nación moderna”, no se extendió entre todas las clases sociales,3 pues en las
1
El tipo de sociabilidad observada en las pulquerías, tomando en cuenta la categorización de Jordi
Canal i Morell, puede encontrarse dentro de la “sociabilidad informal [que] contempla la vida
asociativa”, formando parte de éstas, entre otros espacios, “los cafés y las tabernas, la vida familiar
y las plazas […]”, Canal i Morell, Jordi, “El concepto de sociabilidad en la historiografía
contemporánea (Francia, Italia y España)” en Siglo XIX, segunda época, no. 13, enero-junio 1993,
p. 6.
2
De acuerdo con Fernando Escalante Gonzalbo, “El orden es la raíz del desventurado vicio de la
obediencia y, más importante todavía, de las formas de la obediencia. Y hablar de orden es hablar
de normas, de valores, la estructura de la moral pública se explica como orden político”, por tanto,
desde esta definición es que se utilizará aquí el concepto de orden. Véase Escalante Gonzalbo,
Fernando, Ciudadanos imaginarios. Memorial de los afanes y desventuras de la virtud y apología
del vicio triunfante en la República Mexicana—Tratado de moral pública—, 7ª reimpresión, México,
El Colegio de México, 2009, p. 48.
3
Como clase se ha tomado la definición del estudioso del porfiriato William D. Raat en la que
establece como tal a “un grupo o grupos de gente considerada como una unidad de acuerdo a sus
7
funciones económicas, ocupación, estilo de vida y nivel social”, Raat, William D., “Ideas and
Society in Don Porfirio‟s Mexico” en The Americas, vol. 30, no. 1, julio de 1973, p. 32.
8
4
Staples, Anne, “Policía y Buen Gobierno: Municipal Efforts to Regulate Public Behavior, 1821-
1857” en William H. Beezley, Cheryl English Martin y William E. French (eds.), Rituals of Rule,
Rituals of Resistance. Public Celebrations and Popular Culture in Mexico, EUA, Scholarly
Resources Inc., 2ª impresión, 1997, p. 116.
5
Febvre, Lucien, Combates por la historia, 5ª reimpresión (México), México, Editorial Ariel, 1983, p.
32.
9
6
Muro, Manuel, Historia de San Luis Potosí, edición facsimilar, tomo II, San Luis Potosí, Sociedad
Potosina de Estudios Históricos, 1973, p. 317.
7
“Administración principal de rentas” en El Estandarte, año XII, no. 1685, marzo 27 de 1890. Dicha
cantidad disminuyó al año siguiente a 65, “Administración principal de rentas” en El Estandarte,
año XII, no. 1901, enero 9 de 1897, lo cual puede explicarse por el alza en el gravamen impuesto a
las pulquerías en ese lapso. Al respecto véase el segundo capítulo de este mismo trabajo.
10
8
Toxqui Garay, María Áurea, “„El Recreo de los Amigos.‟ Mexico City‟s Pulquerías During the
Liberal Republic”, tesis doctoral, EUA The University of Arizona, 2008, pp. 173-174.
9
Como ejemplo, un expediente de más de un siglo antes de lo expuesto es el proceso criminal
contra Juan de Valcázar indio, por producir y vender pulque en su casa a indios, negros y mulatos,
en la cual le fueron encontradas tinas de miel prieta para la producción de pulque y “otros
brebajes”. Véase Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí (en adelante AHESLP), Alcaldía
Mayor, 1634.1, exp. 3, Causa criminal contra Juan de Valcázar indio, enero 7 de 1634.
11
10
Carregha Lamadrid, Luz, 1876. La revuelta de Tuxtepec en el estado de San Luis Potosí,
México, El Colegio de San Luis/Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí, 2007, p. 62.
11
Ibid., p. 63.
12
Ibídem.
12
13
Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis Potosí, vol. III, 3ª edición, México, El Colegio de
San Luis/UASLP, 2004, p. 233.
14
Es importante subrayar que la mayoría de los estudiosos del periodo han relacionado a los Díez
Gutiérrez como hermanos, sin embargo el historiador Nereo Rodríguez Barragán apuntó que el
parentesco que los unía era el de primos. Véase Rodríguez Barragán, Nereo, Biografías potosinas,
introducción bibliográfica y notas de Rafael Montejano y Aguiñaga, San Luis Potosí, S. L. P.,
Academia de Historia Potosina, 1976, p. 117 y Salazar Mendoza, Flor de María, La Junta patriótica
potosina. Un espacio político de los liberales (1873-1882), México, Editorial Ponciano
Arriaga/Gobierno del Estado de San Luis Potosí, 1999, p. 201.
15
Velázquez, Primo Feliciano, Op. Cit., pp. 183-194.
13
16
Camacho Altamirano, Hortensia, Empresarios e ingenieros en la ciudad de San Luis Potosí: la
construcción de la presa de San José 1869-1903, México, Editorial Ponciano Arriaga/Gobierno del
Estado de San Luis Potosí, 2001. Cabe mencionar que en otro estudio dedicado a la ciudad de
San Luis Potosí durante el porfiriato, la referida autora recae en otorgar generalizaciones desde el
discurso de la élite, pues en un apartado de dicho trabajo enfocado en las bebidas, menciona al
agua, la leche y la cerveza como “líquidos que se bebían [¿entre el grueso de la población?] con
bastante regularidad”, cuando en realidad los pobres no tenían acceso a dichos productos y vieron
sustituidas las propiedades de los mismos con el pulque—al cual no menciona—como por ejemplo,
la propiedad hidratante del agua purificada, el carácter alimenticio de la leche y el efecto
embriagador de la cerveza. Véase Camacho Altamirano, Hortensia, “La ciudad de San Luis Potosí
en el porfiriato” en Flor de María Salazar Mendoza y Carlos Rubén Ruiz Medrano (coordinadores),
Capítulos de la historia de San Luis Potosí siglos XVI al XX, México, Gobierno del Estado de San
Luis Potosí/Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí/UASLP, 2009, pp. 241-243.
17
“Gran expendio de pulque” en El Estandarte, año XII, no. 1710, abril 28 de 1896.
18
“Censo de San Luis Potosí en 1895” en El Estandarte, año XI, no. 1579, noviembre 13 de 1895.
19
“Estadística” en El Estandarte, año X, no. 1125, abril 19 de 1894.
20
Velázquez, Primo Feliciano, Op. Cit., pp. 194-196.
14
A la versión oficial del pasado, conforme con los intereses del poder y, por lo tanto,
mutilada, censurada, deformada, las masas oponen una imagen más sólida, una
imagen conforme con sus aspiraciones y que refleja la riqueza real de su pasado.24
23
Salgado Andrade, Eva, “Fragmentos de historia popular I” en Secuencia, no. 2, mayo-agosto de
1985, p. 183.
24
Chesneaux, Jean, ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los
historiadores, 11ª edición, México, Siglo XXI Editores, 1990, p. 40. Las cursivas son del original.
16
aspecto de la historia que aquí se estudia, el cual es, sin embargo, más real y
palpable que cualquier acontecimiento sobresaliente; con lo cual no quiero decir
que un suceso de gran magnitud carezca de importancia pero sí con el que
difícilmente un individuo del común de la población pudiera identificarse, como una
batalla o la toma de alguna ciudad por mencionar algunos ejemplos muy
elementales. Para cerrar, en la misma línea y en otro texto de la mencionada serie
de artículos, Salgado añade que, respecto a la difusión de la historia popular, “Es
muy común que algunos intentos de difusión cultural preocupados por ofrecer a su
público fragmentos de las „altas esferas del conocimiento‟, caigan en el extremo de
volverse incomprensibles y elitistas”,25 lo cual indica que las masas quedarían
descartadas del acceso a cierto tipo de historias, simplemente por no identificarse
con acontecimientos del pasado que las excluyen.
Ahora bien, para dar pertinencia al por qué retomar una propuesta tan poco
difundida como la de historia popular, resta ahondar en la explicación de otro
concepto íntimamente ligado a la propuesta en cuestión: cultura popular. De
acuerdo con los historiadores William H. Beezley y Linda A. Curcio-Nagy, en
general, el término cultura popular se refiere al “conjunto de imágenes, prácticas e
interacciones distintivas de una comunidad y que frecuentemente sirven como
sinónimo de identidad nacional”,26 lo cual empata claramente con la cultura del
pulque y puede otorgar a la pulquería la categoría de un todo en el que se
engloban imágenes, prácticas e interacciones distintivas de la comunidad que
“acoge” dicho espacio de sociabilidad.
Beezley y Curcio-Nagy añaden que dentro de la cultura popular se identifica
a un “conjunto de prácticas de comportamiento permanentes, de carácter ordinario
y reconocimiento de aceptación general, sus raíces en conocimiento común y
cuyas formas de expresión frecuentemente son de forma no escrita”.27 Con lo cual
se refieren a que ciertas prácticas identificadas en una determinada comunidad—
25
Salgado Andrade, Eva, “Fragmentos de historia popular III”, en Secuencia, no. 4, enero-abril de
1986, p. 157.
26
Beezley, William H. y Linda A. Curcio-Nagy, “Introduction” en William H. Beezley y Linda A.
Curcio-Nagy (editores), Latin American Popular Culture. An Introduction, EUA, Scholarly Resources
Inc., 2000, p. xi.
27
Ibídem.
17
28
Ibid., pp. xi-xii.
29
Ibid., p. xii.
30
Una definición simple a la vez que consistente del término “subalterno” ha sido tomada de
Ranajit Guha, para quien significa “de rango inferior” y que en la historiografía colonial de la India lo
18
31
En este sentido se retoma el concepto de moralidad empleado por Fernando Escalante: “la
moralidad es la forma social de los intereses. Así entendida, la moralidad es una construcción
colectiva, cuya consistencia hace evidente en el largo plazo”. Escalante Gonzalbo, Fernando, Op.
Cit., p. 50.
21
1. De pulque y pulquerías
La intención del presente capítulo es ofrecer una reseña del papel que, a través de
la historia de México, desempeñó el pulque como bebida, sino nacional, al menos
sí de las clases populares y de determinadas regiones, así como del auge y la
relevancia que tuvieron las pulquerías, tanto como lugares en que se expendía
dicha bebida, así como centros de reunión y sociabilidad de ese sector de la
población, desde que se instalaron los primeros establecimientos de su tipo en la
modalidad de puestos al aire libre hacia la segunda mitad del siglo XVI hasta su
época de “esplendor” a finales del XIX.
Cabe señalar que los datos que se proporcionan en el capítulo son muy
generales y han sido retomados de la historiografía que se ha producido sobre el
tema en otras regiones del país, principalmente de la ciudad de México.
Primero se expondrá cómo se fueron transformando los usos del pulque,
desde el México antiguo, siendo una bebida de un carácter particularmente ritual y
medicinal, hasta que, con la llegada de los españoles, dicha utilidad fue
modificándose para convertirse en un lucrativo producto bajo el control de la
corona española y cuyo uso, por parte de los indígenas, se convirtió en un abuso
gracias a la masiva producción y al perder su uso ceremonial.
Posteriormente, se dará un repaso a la manera en que las pulquerías
fueron evolucionando con el transcurrir del tiempo, no sólo en su estructura física,
sino también en lo que éstas representaban tanto para el pueblo como para las
autoridades y los encargados de preservar la moral y el orden; para el primero, el
lugar de convivencia por excelencia; para los segundos, “templo de lucifer”,32 pero
a su vez, una nada despreciable fuente de ingresos, tanto para el Tesoro Real,
durante el virreinato, como para la Hacienda Pública decimonónica.
32
Vásquez Meléndez, Miguel Ángel, “Las pulquerías en la vida diaria de los habitantes de la ciudad
de México”, en Pilar Gonzalbo Aizpuru (coord.), Historia de la vida cotidiana en México. El siglo
XVIII: entre tradición y cambio, tomo III, México, El Colegio de México, Fondo de Cultura
Económica, 2005, p. 86.
23
33
El origen de la palabra pulque quizá se encuentre en el vocablo poliuqui, cuyo significado es
“corrompido”, el cual los indios utilizaban para referirse a la fermentación de la bebida. Véase
Corcuera de Mancera, Sonia, Entre gula y templanza. Un aspecto de la historia mexicana, 3ª
reimpresión, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 61; Vargas, Luis Alberto, Paris Aguilar,
Guadalupe Esquivel, Montserrat Gispert, Armando Gómez, Hugo Rodríguez, Cristina Suárez y
Carmen Wacher, “Bebidas de la tradición” en Medina Mora, Ma. Elena, Beber de tierra generosa:
historia de las bebidas alcohólicas en México, Vol. 1, México, Fundación de Investigaciones
Sociales, A.C., 1998, pp. 186-187; Rendón Garcini, Ricardo, Dos haciendas pulqueras en
Tlaxcala, 1857-1884, México, Gobierno del Estado de TLaxcala/Universidad Iberoamericana, 1990,
p. 125. Es probable que, como ocurriera con muchas voces nahuas, tras la conquista española, el
vocablo poliuqui se transformara en pulque; otra versión de la palabra pulque, un poco más
cuestionada por los autores citados, se encuentra en Clavijero, Francisco Javier, Historia antigua
de México, 3ª edición, México, Porrúa, 1971, p. 267.
34
Savia o jugo del maguey recién castrado y picado y que, al fermentarse, se convierte en pulque.
Para los indígenas, neutli; Martínez Álvarez, José Antonio, Testimonios sobre el maguey y el
pulque, Guanajuato, Ediciones la Rana, 2001, p. 497.
35
Corcuera de Mancera, Sonia, “Pulque y evangelización. El caso de fray Manuel Pérez (1713)” en
Janet Long (coord.), Conquista y comida. Consecuencias del encuentro de dos mundos, 3ª edición,
México, UNAM/Instituto de Investigaciones Históricas, 2003, p. 411.
36
Lozano Armendares, Teresa, “Mezcales, pulques y chinguiritos” en Janet Long (coord.), Ibid., p.
423.
37
Payno, Manuel, Memoria sobre el maguey mexicano y sus diversos productos, Obras completas,
XVII, México, CONACULTA, 2006, p. 107; este mismo autor describe, detalladamente, la manera
en que era producido el pulque, Ibid., pp. 102-104.
38
Cantidad de pulque fino fresco, pero bien fermentado, que se adquiere en otra hacienda, ibid., p.
104.
39
Ibid., p. 107.
24
“elaborado con poco esmero”.40 Por último, Payno enlistó el tlachique, bebida de la
que decía que, “sin dejarse de notar algo de alcohol [2°-4° GL], y de ser gustosa y
dulce, es poco fermentada; produce somnolencia, dolor de cabeza y a veces
irritaciones en la piel a los que no están habituados a ella”.41
Ahora bien, el pulque ha estado presente en la vida de los habitantes del
territorio mexicano desde el México antiguo, cuando era utilizado de manera ritual
o con usos medicinales.
Desde época muy temprana, los efectos del pulque estuvieron
estrechamente ligados a las creencias religiosas de los habitantes del México
antiguo; dicha bebida desempeñó un papel muy importante en ese tipo de
ceremonias y “en especial de los dioses más importantes, asociadas al calendario
agrícola, lluvias y cosechas, así también en ciclos vitales como nacimientos,
casamientos y funerales”;42 en esas celebraciones quienes lo ingerían eran “los
sacerdotes, los ancianos, los guerreros y las mujeres grávidas”, 43 no obstante,
José Jesús Hernández Palomo, señala que en la fiesta del “dios del fuego que
tuesta para comer”, hombres, mujeres, niños, niñas, viejos y mozos, no sólo
bebían pulque, sino que se emborrachaban con la misma bebida.44
Las propiedades medicinales que se le otorgaron al pulque fueron muy
variadas y el uso que se le dio a la bebida, como remedio para aliviar una gran
cantidad de malestares, perduró desde la época prehispánica hasta finales del
siglo XIX. He aquí algunos de los beneficios curativos que la “farmacopea
campesina”—como la señaló Payno—le concedió al pulque. Las fricciones de
pulque mezclado con espinosilla,45 curaban las “calenturas intermitentes”; las
40
Ibídem.
41
Ibid., p. 109.
42
Hernández Palomo, José Jesús, “El pulque: usos indígenas y abusos criollos” en María del
Carmen Borrego Plá, Antonio Gutiérrez Escudero y María Luisa Laviana Cuetos (coords.), El vino
de Jerez y otras bebidas espirituosas en la Historia de España y América, Jerez de la Frontera,
2004, p. 9; el mismo autor ofrece, en el citado estudio, las diversas versiones sobre las que, en
torno al uso del pulque, escribieron los cronistas durante el contacto de las culturas europea e
indígena.
43
Rendón Garcini, Ricardo, Op .Cit., p. 127.
44
Hernández Palomo, José Jesús, Op. Cit., p. 10.
45
Nombre que se le da al cuachile, planta polemoniácea característica del interior del país, Lozano
Armendares, Teresa, Op. Cit., p. 426.
25
tisanas46 formadas de pulque con espinosilla, curaban los “fríos” adquiridos en las
tierras calientes de las costas; el pulque “reseca y purifica la sangre, templa y
refriega el hígado, tempera y limpia el brazo”, disuelve todas las “hinchazones”,
desbarata y hace arrojar frecuentemente por la orina, las “flemas y materias que
dañan la vejiga; su uso continuo, hace arrojar en menudas arenas, los “cálculos”;
servía como estimulante, pues provoca el apetito, además de causar abundante y
apacible sueño; si se tomaba en ayunas, se creía que mejoraba el color de la tez y
caliente servía de purgante; para el dolor de cabeza provocado por el sol, servía
como un remedio infalible, “untarse las sienes y la frente con pulque”. Asimismo,
los asientos o residuos que dejaba el pulque en las vasijas, servían para quitar las
“pecas, barros y verrugas de la cara”.47 Incluso en pleno porfiriato, el Periódico
Oficial del Estado de San Luis Potosí, recomendaba el “uso racional y saludable”
de la bebida, no sin dejar de advertir los “gravísimos males que acarreará ya dicho
líquido alterado o abusándose de él tomando grandes cantidades”.48
En cambio, si previo a la llegada de los españoles, al pulque se le daba otro
uso que no fuera ritual o como curativo, es decir si algún miembro de la
comunidad que no fuera sacerdote o anciano—que eran considerados los más
sabios y les era permisible emborracharse—se embriagaba sin motivo alguno, era
sometido a severos castigos:
La pena que daban a los borrachos y aun los que comenzaban a sentir el calor del
vino, cantando o dando voces, era que los trasquilaban afrentosamente en la plaza
y luego les iban a derribar la casa; dando a entender que quien tal hacía no era
digno de tener casa en el pueblo, ni contarse entre los vecinos, sino que pues se
hacía bestia, perdiendo la razón y juicio, viviese en el campo como bestia, y eran
privados de todo oficio honroso de la república.49
46
Bebida medicinal que resulta del cocimiento ligero de una o varias hierbas y otros ingredientes
en agua, Ibídem.
47
Payno, Manuel, Op. Cit., p. 111; Hipólito Villarroel también menciona el uso del pulque de
manera medicinal, siempre y cuando se le beba con la “moderación y templanza que es debida a
todo racional…”, Villarroel, Hipólito, Enfermedades políticas que padece la capital de esta Nueva
España en casi todos los cuerpos de que se compone y remedios que se le deben aplicar para su
curación si se requiere que sea útil al rey y al público, estudio introductorio de Beatriz Ruiz Gaytán,
México, CONACULTA, 1994, P. 197.
48
“El pulque” en Periódico Oficial del Gobierno del Estado de San Luis Potosí, tomo XII, no. 839,
febrero 2 de 1887. Las cursivas son del original.
49
Citado por Hernández Palomo, José Jesús, Op. Cit., p. 10.
26
50
Benavente o Motolinía, Fray Toribio de, Historia de los indios de la Nueva España, México,
Porrúa, 1969, p. 82 y 197-198; el mismo autor, ofrece también datos de cómo se empleaba el
pulque como medicina. También Hernández Palomo hace una referencia al pulque como parte de
la “DIETA [Sic.] normal de la clase plebeya”, Hernández Palomo, José Jesús, Op. Cit., p. 11. Para
entender la ambigüedad entre la normatividad rígida de los indígenas hacia el abuso de la bebida y
la saturación en el disfrute del pulque durante los días de fiesta entre ellos mismos, véase
Corcuera de Mancera Sonia, “Normas morales sobre la embriaguez” en Vida cotidiana y cultura en
el México Virreinal. Antología, México, INAH, 2000, PP. 91-93.
51
Sobre las diferentes representaciones del pulque y del maguey que se encuentran en los códices
indígenas, véase Gonçalves de Lima, Oswaldo, El maguey y el pulque en los códices mexicanos,
México, Fondo de Cultura Económica, 1956.
52
La misma “desacralización” que padeció el pulque tras la llegada de los españoles, fue verificada
en otros productos de consumo ritual indígenas como el chocolate y el tabaco, Alberro, Solange,
Del gachupín al criollo. O de cómo los españoles de México dejaron de serlo, 3ª reimpresión,
México, El Colegio de México, 2006, pp. 76-78.
53
Rendón Garcini, Ricardo, Op. Cit., p. 128.
54
Hernández Palomo, José Jesús, La renta del pulque en Nueva España 1663-1810, Sevilla,
Escuela de estudios Hispano-Americanos de Sevilla, 1979, p. 21.
27
55
Ávila Espinosa, Felipe Arturo, “El alcoholismo en la ciudad de México a fines del porfiriato y
durante la revolución” en Alicia Meyer, El historiador frente a la historia. Religión y vida cotidiana,
México, UNAM/Instituto de Investigaciones Históricas, 2008, p. 82.
56
Taylor, William B., Embriaguez, homicidio y rebelión en las poblaciones coloniales mexicanas,
México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 61.
57
Alberro, Solange, “Bebidas alcohólicas y sociedad colonial en México: un intento de
interpretación” en Revista Mexicana de Sociología, vol. 51, no. 2, Visiones de México (abril-junio,
1989), p. 354. Un estudio interesante, aunque breve, sobre la transformación del consumo del
pulque y otras bebidas embriagantes entre los indígenas desde el México antiguo hasta la
revolución mexicana es el de Rojas González, Francisco, “Estudio Histórico-Etnográfico del
Alcoholismo entre los Indios de México” en Revista Mexicana de Sociología, vol. 4, no. 2, pp. 111-
125.
28
58
Corteza de la Acacia angustissima; Corcuera de Mancera, Sonia, El fraile, el indio y el pulque.
Evangelización y embriaguez en la Nueva España (1523-1548), México, Fondo de Cultura
Económica, 1991, p. 122; la misma autora refiere que “la primera legislación relativa al pulque que
se conoce data de 1529” e interfiere directamente con el uso de dicha raíz, Ibid., p. 121.
59
Payno, Manuel, Op. Cit., p. 104. Ocpatl, medicina o adobo de vino; Benavente o Motolinía, Fray
Toribio de, Op. Cit., 197.
60
Lozano Armendares, El chinguirito vindicado. El contrabando de aguardiente de caña y la política
colonial, 2ª edición, México, UNAM/Instituto de Investigaciones Históricas, 2005, p. 20; véase
también Taylor, William B., Op. Cit., p. 89.
61
Un cuartillo equivalía, aproximadamente, a medio litro.
62
Un real era la octava parte de un peso.
63
Soberón Mora, Arturo, “Elíxir milenario: el pulque” en Ma. Elena Medina Mora, Op. Cit., pp. 33-
36.
29
64
Hernández Palomo, José Jesús, Op. Cit., 1979, pp. 316-317.
65
Viqueira Albán, Juan Pedro, ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la
ciudad de México durante el siglo de las luces, 3ª reimpresión, México, Fondo de Cultura
Económica, 2005, pp. 170-171.
66
Payno, Manuel, Op. Cit., p. 106; desafortunadamente el autor no especifica cuánto contenía una
botella.
67
González Navarro, Moisés, Sociedad y cultura en el porfiriato, México, CONACULTA, 1994, p.
149.
68
Rendón Garcini, Ricardo, Op. Cit., p. 130; véase del mismo autor, Rendón Garcini, Ricardo,
“Aportación al estudio de las relaciones económico-morales entre hacendados y trabajadores. El
caso de dos haciendas pulqueras en Tlaxcala” en Herbert J. Níkel (ed.), Paternalismo y economía
moral en las haciendas mexicanas del porfiriato, México, UIA, 1989, pp. 69-91.
69
Payno, Manuel, OP. Cit., pp. 93 y 96.
30
para los fines del presente estudio, que en las inmediaciones a la ciudad de San
Luis Potosí y en el estado en general, no existieron haciendas pulqueras. El
pulque no fue una bebida que se produjera en grandes cantidades como sucedió
en las regiones que ya han sido señaladas, dicho producto se comercializó a una
escala realmente inferior. En cambio, la zona magueyera del estado de San Luis
Potosí, se ha caracterizado por su producción de mezcal, misma que se ha
considerado entre las mayores del país.
Las haciendas pulqueras no diferían de las demás, contaban con las
mismas instalaciones permanentes, sin embargo había un elemento que las
diferenciaba de las otras, ya que contaban con una oficina que llevaba el nombre
de tinacal, y era a éste lugar al que “los tlachiqueros70 entregaban el aguamiel y se
fermentaba, almacenaba y entregaba el pulque para su comercialización”. 71 A su
vez, las haciendas pulqueras eran unidades económicas con una finalidad
específica: “una parte de su producción la destinaban al mercado y, otra, al
autoabasto”.72 El transporte de la hacienda hacia los centros urbanos se realizaba
de la siguiente manera:
70
Empleado de una hacienda o trabajador independiente que se dedica a extraer dos veces al día,
al amanecer y al atardecer, el aguamiel de los magueyes en explotación, para llevarlo al tinacal o a
su casa para ser procesado como pulque; Maguey, Artes de México, No. 51, 2000, p. 79.
71
Leal, Juan Felipe y Mario Huacuja Routree, Economía y sistema de haciendas en México. La
hacienda pulquera en el cambio. Siglos XVIII, XIX y XX, México, Ediciones Era, 1982, p. 96. Las
cursivas son mías.
72
Ibid., p. 97.
73
Soberón Mora, Arturo, Op. Cit., p. 40.
31
74
Sobre los estímulos y obstáculos de beber pulque antes o durante las horas de trabajo véase
Vásquez Meléndez, Miguel Ángel, Op. Cit., pp. 90-92.
75
Ávila Espinosa, Arturo, Op. Cit., p. 84. Sobre el impacto del ferrocarril en el pulque véase
también Rendón Garcini, Ricardo, Op. Cit., 1990, p. 41 y Leal, Juan Felipe y Mario Huacuja
Routree, Op. Cit., pp. 84-96.
76
Rendón Garcini, Ricardo, Op. Cit., 1990, pp. 147 y 156-157.
77
Martínez Álvarez, José Antonio, Op. Cit., p. 116.
32
78
Viqueira Albán, Juan Pedro, Op. Cit., p. 170.
79
Soberón Mora, Arturo, Op. Cit., pp. 37-38.
33
que permanecían por más tiempo del necesario para beber.80 El atractivo de esa
práctica se debía a que al encontrarse en la pulquería los amigos, mientras
tomaban su bebida, se extendían platicando, lo que los animaba a continuar
bebiendo y era mal visto por las autoridades, tanto clerical, como la
correspondiente a la corona, pues les preocupaban los “efectos de la risa y del
gozo de los asistentes”,81 ya que para ellos tales actitudes representaban
embriaguez, lo cual creían podría trascender en actos de violencia e incluso de
repercusión en contra del orden social y de la moral, más aún si la convivencia era
entre personas de diferente sexo. Sin embargo, de acuerdo con Sonia Corcuera,
“estas manifestaciones externas y espontáneas [de risa y gozo] no siempre eran
sinónimo de embriaguez”.82
Asimismo, estaba prohibida la venta de alimentos y, sin embargo, fueron
características las chimoleras83 o vendedoras de enchiladas y fritangas que se
establecían en los alrededores de las pulquerías y entraban o enviaban sus
productos para que la concurrencia acompañara su bebida con los variados
platillos que eran sazonados con picante.84 Cabe señalar que el pulque se
consumía con ese tipo de alimentos no sólo por lo bien que se acompañaban, sino
porque esa bebida constituía parte de la dieta diaria de las familias de las clases
populares, por tanto, el pulque era ingerido a la hora del almuerzo o la comida, “no
sólo en los expendios públicos de bebida y de la gente que por su trabajo comía
fuera de su casa, sino también en las casas particulares”.85
Otro de los principales atractivos de las pulquerías y que propiciaba, no sólo
la permanencia de los bebedores, sino también las riñas, fue la presencia de
músicos acompañados de arpas y guitarras, a cuyos sones bailaban las chinas y
los galanes, las primeras ataviadas con “enaguas cortas de lana o seda rojas,
salpicadas de lentejuela, camisas escotadas que dejaban descubierto todo su
80
Corcuera de Mancera, Sonia, Del amor al temor. Borrachez, catequesis y control en la Nueva
España (1555-1771), México, Fondo de Cultura Económica, 1994. p. 215.
81
Ibidem.
82
Ibidem.
83
Toxqui Garay, María Áurea, “„El Recreo de los Amigos.‟ Mexico City‟s Pulquerías During the
Liberal Rpublic”, tesis doctoral, EUA, The University of Arizona, 2008, pp. 249-260.
84
Soberón Mora, Arturo, Op. Cit., pp. 38-39; Viqueira Albán, Juan Pedro, Op. Cit., pp. 171-172;
Payno, Manuel, Op. Cit., p. 136.
85
Ávila Espinosa, Felipe Arturo, Op. Cit., p. 85.
34
seno y sus rebozos de algodón y seda, manejados con aire y gracia”,86 mientras
que sus acompañantes vestían calzonera bordada y sombrero ancho. 87 Al afirmar
que la presencia de músicos y baile propiciaba riñas, es por los celos que se
producían al ser rechazado un hombre que invitaba a una mujer a bailar y ésta, en
cambio, prefería bailar con otro más de los asistentes. Sin importar que hubiese
algún laso de amistad entre los hombres, el sentirse “despreciado” uno de ellos
por la dama, afectaba su honor y era razón suficiente para comenzar una riña que,
muchas veces, costó la vida de alguno de los implicados.
Un elemento más que también fue motivo, tanto de alegrías como de
conflictos que, en no pocas ocasiones culminaron en heridas e incluso muertes,
fueron los juegos de azar, como los naipes, principalmente el rentoy, o la rayuela,
que era practicada con pesos o tejos de plomo.88 Los pleitos a consecuencia del
juego se producían cuando uno de los jugadores perdía la partida y, al no aceptar
su derrota, los ánimos se encendían, más aún si se había bebido mucho pulque.89
Sin embargo, más allá de los actos de violencia en que culminaban las partidas de
naipes o de otros juegos de azar, la historiadora Vanesa E. Teitelbaum, ha
propuesto un factor interesante sobre por qué eran tan comunes los juegos en las
pulquerías y que, a su vez, dicho factor justificaba la permanencia de la
concurrencia en esos establecimientos. Éste era la situación económica de
quienes asistían a las pulquerías. Como ya se ha mencionado, la gente que a ellas
acudía, era la de los estratos populares y cuya economía era precaria; entonces
concurrían no solo a beber, sino con la intención de multiplicar la cantidad de
dinero con que contaban al apostarlo, o como lo ha establecido la misma autora,
con “la esperanza de que una partida exitosa pagara los gastos de la
supervivencia cotidiana”,90 lo cual denotó también “una forma de vida basada en el
86
Payno, Manuel, Op. cit., p. 136; Toxqui Garay ofrece una imagen mucho más completa del
atuendo de las chinas, Toxqui Garay, María Áurea, Op. Cit., pp. 263-266; sobre el papel de la china
poblana como estereotipo de la feminidad mexicana entre los siglos XIX y XX, véase Pérez Monfort
Ricardo, Expresiones populares y estereotipos culturales en México. Siglos XIX y XX, México,
CIESAS, 2007, pp. 119-146.
87
Ibidem.
88
Ibidem.
89
Sobre este punto se profundizará en el Capítulo Tres y se expondrán algunos ejemplos.
90
Teitelbaum, Vanesa, “la persecución de vagos en pulquerías y casas de juego en la ciudad de
México de mediados del siglo XIX” en Historias, num. 63, México, INAH, enero-abril 2006, p. 97.
35
91
Ibidem.
92
Corcuera de Mancera, Sonia, Op. Cit., 1994, p. 213.
93
“Informe sobre pulquerías y tabernas el año de 1784. Se publica la cédula 21 de octubre de 1775
expedida por el Rey Carlos III, imponiendo sanciones a los que abusasen del pulque, y el decreto
de 18 de marzo de 1778 en que ordena la autoridad real se practiquen los arbitrios para la
36
realización de tal fin” en Boletín del Archivo General de la Nación, tomo XVIII, num. 2, abril-junio de
1947, p. 224.
94
Vásquez Meléndez, Miguel Ángel, Op. Cit., p. 82.
95
Ibid., pp. 81-82.
96
Martínez Álvarez, José Antonio, Op. Cit., p. 499. En el argot pulquero también es conocida como
cajete la “cavidad que se abre en el corazón del maguey al hacer la “picazón” y donde se deposita
el aguamiel que escurre de la planta durante el periodo de su explotación”, Maguey, Op. Cit., p. 74.
97
“Informe sobre pulquerías y tabernas el año de 1874. En el que explica que de ejecutarse los
medios propuestos en dicho informe, no resultará daño alguno a la Real Hacienda, cocheros,
tratantes ni consumidores de pulque y demás caldos. Concluye” en Boletín del Archivo General de
la Nación, tomo XVIII, num. 3, julio-septiembre de 1947, p. 366.
37
expedía la bebida, cuyos nombres eran otorgados de acuerdo a las formas que
representaban. Entre las medidas más comunes en que se servía, se encontraban
los tornillos, cacarizas, catrinas, camiones o macetas y jícaras entre otras, cuyas
medidas variaban desde un litro, para el caso de las tres primeras, dos y medio las
macetas y las jícaras las había de diferente medida, desde un cuarto hasta un
litro.98 Cabe resaltar que todas eran fabricadas en vidrio verde, que en la ciudad
de México, se mandaban hacer en la calle de Carretones,99 a excepción de las
jícaras, que continuaban siendo de barro y que tales medidas siguieron vigentes
hasta mediados del siglo XX.
No obstante, para el caso de San Luis Potosí, en los documentos se ha
encontrado que el recipiente en que se expedía el pulque, llevaba el nombre de
apaste, que, al parecer también era de barro, salvo que éste portaba asas.
Asimismo, otro tipo de artefacto en que se bebía el pulque, también de barro, eran
los tecomates.
Por último, dos de las singularidades de las pulquerías que causaron
alguna clase de molestia a las autoridades, principalmente decimonónicas, fueron
los nombres y la colorida decoración de los establecimientos.
En cuanto a los nombres de las pulquerías, que desde 1724 fue obligatorio
que todas contaran con uno, que sería colocado en una tarjeta en la fachada
principal,100 me limitaré a señalar algunos correspondientes a las de la ciudad de
San Luis Potosí, ya que para el caso de la ciudad de México han sido muchos los
autores que los han citado y huelga decir que eran por demás llamativos. Entre los
más destacables que se han hallado por la creatividad que tuvieron sus
propietarios al ponérselos estaban: “La Barca”, “El Bacín”, “La Rinconada”, “El
Arco Colorado”, “El Silencio”, “Los Perros Prietos”, “El Pedo”, “La Reina Xóchitl” o
su contraparte, “La Competidora de Xóchitl”; “Antiguo Aren”, “La Cuna”, “Mielero”,
98
Para una idea más completa de dichas medidas, además de mostrarse ilustradas, véase
Jiménez, Armando, Lugares de gozo, retozo, ahogo y desahogo en la ciudad de México, 1ª
reimpresión, México, Editorial Océano, 2000, p. 61.
99
Ibid., p. 60.
100
Viqueira Albán, Juan Pedro, Op. Cit., p. 171.
38
“El Teposán”,101 una de las que contó con mayor clientela debido a su céntrica
ubicación; “El Arco Azul”, “La Unión de los Artesanos”, “Las Mil Vagas”, se puede
inferir que los nombres de estas dos últimas respondieron al tipo de clientela que a
ellas acudía respectivamente; “La América en Triunfo”, “Los Enanos”, “La Fuente
Embriagadora”, “El Año Nuevo”, célebre por los múltiples conflictos que allí se
efectuaron; igualmente peligrosas o más, fueron “El Cazador” y “La Reforma”; “El
alicante” y “El Cariño”, cuyo nombre se originó a partir del apodo con el que su
primera dueña era conocida: La Cariñosa,102 por poseer ciertos atributos que le
llevaron a merecer dicho alias; o la de “El Peñasco” ubicada en la segunda calle
de la Aduana, en donde a todas horas del día se ejercía la prostitución.103
Respecto a la decoración de los establecimientos, Manuel Payno escribió
con aire de nostalgia que en el fondo de ellos, se encontraban las tinas o cubas
donde se depositaba el pulque para su venta, pintadas de diversos colores, “cada
una con un nombre a cual más alarmante: La vencedora, La Terrible, La
Matasiete, La Valiente, La Llorona, La Madrugadora, etcétera”,104 dependiendo del
grado de alcohol que contuviera el pulque depositado en ellas, el nivel de
fermentación o la semilla105 con que se haya fermentado.
Como parte de la decoración, la mayoría de las pulquerías contaban con
“pinturas alusivas”,106 con “colores chillones”107 en las que se representaban
imágenes idílicas de dichos establecimientos o de los magueyales, etc., hasta que
la Sociedad Mexicana de temperancia, considerando lo ofensivo e impúdico, tanto
de los nombres como de la decoración de las pulquerías, en 1905 solicitó “que
101
Esta pulquería se estableció en San Luis Potosí en 1868, pero hay evidencia de otra con el
mismo nombre en la ciudad de México durante el siglo XVIII, de la cual se conserva un dibujo de
su rudimentaria estructura, véase Vásquez Meléndez Miguel Ángel, Op. Cit., pp. 73 y 80;”Informe
sobre pulquerías y tabernas…”, Op. Cit., abril-junio de 1947, p. 205.
102
Montejano y Aguiñaga, Rafael, Calles y callejones del viejo San Luis. Tradiciones, leyendas y
sucedidos, 2ª edición aumentada, San Luis Potosí, UASLP, 1997, pp. 12-21.
103
“Malísimo” en El Estandarte, año X, no. 1146, 16 de mayo de 1894.
104
Payno, Manuel, Op. Cit., p. 135.
105
También pie o xinaxtli. Porción de aguamiel de la más alta calidad y pureza, que sirve para
iniciar el proceso de elaboración del pulque, Martínez Álvarez, José Antonio, Op. Cit., p. 516.
106
Soberón Mora, Arturo, Op. Cit., p. 39.
107
Piccato, Pablo, “‟No es posible cerrar los ojos‟. El discurso sobre la criminalidad y el alcoholismo
hacia el fin del porfiriato” en Ricardo Pérez Monfort (coord.), Hábitos, normas y escándalo. Prensa,
criminalidad y drogas durante el porfiriato tardío, México, CIESAS/Plaza y Valdés Editores, 1997, p.
93.
39
supriman los rótulos absurdos y los adornos, pinturas y títulos ridículos y vistosos
en las pulquerías ya existentes, y se les señale con número”.108 Baste el siguiente
ejemplo para entender cómo eran percibidas, por la gente en general y los
observadores de la época en lo particular, las pinturas que decoraban aquellos
establecimientos. En una nota periodística de 1896 se leía la queja de algunas
personas “acerca de un cuadro bastante realista, que hay pintado en la fachada de
una pulquería llamada „La Embriagadora‟, situada en la 4ª calle de Allende”, ante
lo que el responsable de la nota proponía que “al cuadro se le diera un color
menos subido, para que no llamara la atención de los transeúntes”.109
A pesar del ambiente festivo que, en Los bandidos de Río Frío, retrató
Payno, inspirado en una pulquería real: la de Los Pelos, para dar vida a un
capítulo de su célebre novela,110 en la realidad el discurso en torno a dichos
establecimientos, fue muy diferente, principalmente negativo.
Desde el virreinato, aunque la pulquería era considerada un lugar festivo o
conciliatorio, también tenía un lado sombrío ya que allí “el bebedor se abandona
en un proceso autodestructivo”.111 Continuando con un discurso dual, Sonia
Corcuera, explica que la pulquería representaba tanto gloria como infierno, por un
lado porque “era sitio de inmunidad y parranda”, pero por otro, “conducía al
borracho hacia su propia perdición”.112 Sin embargo, la misma autora revela un
rasgo bastante interesante del carácter fraternal de las pulquerías en una época y
en una sociedad en la que las barreras sociales estaban claramente delimitadas,
al afirmar que en esos establecimientos “la concurrencia se sentía segura y la
presencia de unos daba confianza a los otros”, 113 y aún más cuando señala que
108
Citado por Ibid., p. 94. Para una idea más amplia de las fachadas y decoración de algunas
pulquerías de la ciudad de México, en imágenes, hasta el siglo XX, véase Jiménez, Armando, Op.
Cit., pp. 16-73 y Korenbrot, Israel, El gran Tinacal. El maguey, el pulque y la pulquería, México,
CONACULTA/Dirección General de culturas Populares, 1991.
109
“Cuadro realista” en El Estandarte, año XII, no. 1821, septiembre 24 de 1896.
110
Payno, Manuel, Los bandidos de Río Frío, 25ª edición, México, Editorial Porrúa, 2006, pp. 116-
127; para alguna referencia de la pulquería de Los Pelos, véase Payno, Manuel, Memoria..., pp.
134 y 136.
111
Corcuera de Mancera, Sonia, Op. Cit., 1994p. 210.
112
Ibid., p. 211.
113
Ibid., p. 215.
40
“allí se juntan y conviven los indios con todos los miembros de la República, con
todas las razas y castas”.114
Sin embargo, para las autoridades, la convivencia entre tal variedad de
individuos, resultaba alarmante, pues durante el siglo XVIII, además de considerar
a los expendios de pulque como “permanentes centros de vicio, de desórdenes,
de crímenes y de pecados”, por la simple congregación de “grupos tan numerosos
de gente del pueblo, temían que en ellas pudiesen fraguarse acciones
subversivas”.115
Pero si hubo un observador durante el periodo virreinal tardío que arremetió
de manera virulenta contra las pulquerías, ese fue Hipólito de Villarroel, quien en
una descripción de la gente que acudía a ellas dijo que dichas tabernas:
[…] se ven pobladas a todas horas del día de infinito pueblo, siendo cada una de
ellas un asqueroso muladar de inmundicias y una zahúrda de puercos, todos
mezclados y confundidos, privados de razón y de juicio, con el aspecto más propio
de brutos que de racionales […]116
Ellas son los teatros donde se transforman hombres y mujeres en las más
abominables furias infernales, saliendo de sus bocas las más refinadas
obscenidades, las más soeces palabras y las producciones más disolutas, torpes,
picantes y provocativas, que no era dable que profiriesen los hombres más
libertinos, si no estuviesen perturbados por los humos de tan fétida y asquerosa
bebida.117
114
Ibid., p. 216.
115
Viqueira Albán, Juan Pedro, Op. Cit., p. 172.
116
Villarroel, Hipólito, Op. Cit., p. 198.
117
Ibid., p. 199.
118
Teitelbaum, Vanesa, Op. Cit., p. 86.
41
rescatado el investigador Pablo Piccato para el periodo del porfiriato, sobre lo que
se ahondará en el tercer capítulo, no obstante, considero pertinente señalar ahora
algunos de esos testimonios.
Según el referido autor, “el repudio hacia el pulque se extendía hacia su
producción, transporte y consumo, y lo separaba de los espacios definidos como
decentes”,119 asimismo, una vez ya en la pulquería, “los bebedores de pulque
constituían la imagen más vergonzosa del vicio no sólo por su desprecio de lo
estético, sino porque despertaban el miedo de los grupos educados a la
decadencia nacional”.120 En la misma línea, me permitiré citar una referencia que
Piccato rescató de un periódico de 1906: “al abrir las pulquerías se siente una
peste atroz que despiden los asientos de este asqueroso licor, los orines y…otras
yerbas que se hallan en rededor, que producen náuseas que rasgan el
esternón”.121
Ese tipo de impresiones perduraron hasta después del estallido de la
Revolución, viendo la industria pulquera en el presidente Francisco I. Madero a
uno de sus principales enemigos, cuando el dos de enero de 1912 hizo abierta su
“declaración de guerra al pulque para lograr el mejoramiento general de nuestras
clases populares y acabar con uno de los más poderosos monopolios [y] aumentar
los impuestos con que está gravada esta bebida, en un treinta y tres y un tercio
por ciento”.122 Pues a pesar de que el mandatario estaba convencido de la
importancia económica que ese producto nacional dejaba, no reparó en afirmar
que “aunque la venta del pulque proporciona pingües ganancias a los que lo
producen, no por eso se debe considerar su producto como una riqueza nacional,
pues por el contrario, es una de las causas de nuestra decadencia”.123
Impresiones, posturas y discursos, aunque con cierto fundamento, muchas
veces fueron producto de la exageración y los intereses políticos y sociales, que
119
Piccato, Pablo, Op. Cit., p. 93.
120
Ibid., p. 94.
121
Citado por Ibid., p. 93.
122
Martínez Álvarez, José Antonio, Op. Cit., pp. 116-117.
123
Taracena, Alfonso, Francisco I. Madero. Biografía, 2ª edición, México, Porrúa, 1973, p. 69. Las
cursivas son mías.
42
124
Aguirre Rivera, Juan Rogelio, Hilario Charcas Salazar y José Luis Flores Flores, El maguey
mezcalero potosino, San Luis Potosí, COPOCYT/Gobierno del Estado de San Luis Potosí-Instituto
de Investigación de Zonas Desérticas/UASLP, 2001, p. 28. Las cursivas son mías.
125
Villaseñor y Sánchez, Joseph Antonio de, Theatro americano. Descripción general de los
Reynos y Provincias de la Nueva España y sus Jurisdicciones, prólogo de María del Carmen
Velázquez, México, Trillas, 1992, p. 324.
43
principal zona magueyera cercana a la ciudad, siendo incluso durante los primeros
años del poblamiento de la zona, conocidos de manera conjunta ambas
poblaciones de Tlaxcala y Santiago del Río como “Nuestra Señora de los
Remedios”.126
Una posible hipótesis sobre por qué se estableció allí el cultivo de
magueyes, además de las condiciones del terreno, es porque al ser fundado el
barrio de Tlaxcala como un pueblo de indios tlaxcaltecas una vez establecidos en
este territorio los primeros españoles, seguramente trajeron consigo las técnicas
de cultivo de la planta del maguey, la explotación de éste en sus diversas
modalidades entre las que se incluía, obviamente, la elaboración del pulque, como
se hacía en su lugar de origen, mismas que propagaron entre sus vecinos
guachichiles del barrio/pueblo de indios de Santiago.
Asimismo, el territorio pudo haber marcado las pautas respecto al consumo
de pulque en la zona referida, pues el hecho de hallarse los dos barrios divididos
por un río es un indicador de que había agua suficiente—aún cuando el río fuera
de temporal—para satisfacer las necesidades de los pobladores. Esto lo constata
el hecho de que allí se conformaran las poblaciones en cuestión. Así entonces, el
pulque no fue un sustituto del agua, sino un “producto profano” que en esta región
había perdido su carácter ritual y siendo su consumo indiscriminado, no propiciado
por los españoles como en el centro del virreinato sino por los propios grupos
marginados, es decir los indígenas, como lo refiere una descripción de finales del
siglo XVI señalando que la embriaguez era “cosa entre ellos ordinaria y usada”.127
Una vez establecido el cultivo del maguey entre los barrios de Tlaxcala y
Santiago del Río, los documentos arrojan evidencia de la manera en que la vida
cotidiana de sus habitantes giraba en torno a la explotación de la planta,
producción—aunque a pequeña escala—y consumo de pulque, pues muchas de
las pulquerías registradas se encontraban en ambos barrios, principalmente en el
126
Sego, Eugene B., Aliados y adversarios: Los colonos tlaxcaltecas en la frontera septentrional de
Nueva España, San Luis Potosí, El Colegio de San Luis/Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1998, p.
161.
127
Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis Potosí, vol. I, 3ª edición, San Luis Potosí, El
Colegio de San Luis/UASLP, 2004, p. 501; Behar, Ruth, Las visiones de una bruja guachichil en
1599. Hacia una perspectiva indígena sobre la conquista de San Luis Potosí, 2ª edición, México, El
Colegio de San Luis, 1997, p. 32.
44
128
Vela de la Rosa, Gerardo, “Pulquerías: espacios de subsistencia y violencia hacia finales del
siglo XIX en la ciudad de San Luis Potosí” en Flor de María Salazar Mendoza (coord.), 12 Ensayos
sobre política y sociedad potosina durante la Independencia y la Revolución, San Luis Potosí,
Congreso del Estado de San Luis Potosí/UASLP/Gobierno del Estado de San Luis Potosí, 2009, p.
87; Vela de la Rosa Gerardo, “Geografía de las pulquerías en la ciudad de San Luis Potosí, 1876-
1884”, en Felipe Macías Gloria y Patricia Campos Rodríguez (coordinadores), El sujeto cultural y
los estudios multidisciplinarios. Prácticas sociales y discursivas, Guanajuato, Universidad de
Guanajuato/Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2010, pp. 106-107.
129
Toxqui Garay, María Áurea, Op. Cit., p. 15.
45
130
Rojas González, Francisco, Op. Cit., p. 120.
131
“Desgracia” en El Estandarte, año XI, no. 1473, julio 2 de 1895; “Infeliz” en El Estandarte, año
XI, no. 1474, julio 3 de 1895.
46
[…] se conocían no sólo las pulquerías, tabernas, expendios de fruta, etc., que
durante el año andaban de una a otra plazuela, con pretexto de las fiestas
religiosas, sino, principalmente, las loterías, ruletas y juegos de baraja, que
siempre acompañaban a los puestos.132
132
“Voto de censura” en El Estandarte, año I, no. 75, octubre 11 de 1885.
133
AHESLP, STJ (en adelante Supremo Tribunal de Justicia) (legajo sin clasificar), exp. sin
numerar, noviembre 16 de 1892, ff. 5 fte.-6 fte..
134
“A quien corresponda” en El Estandarte, año XI, no. 1399, marzo 26 de 1895; “Ya lo dijimos” en
El Estandarte, año XI, no. 1416, abril 19 de 1895; “Cero y van…” en El Estandarte, año XI, no.
1443, mayo 22 de 1895. En el capítulo Tres se profundizará sobre la red de corrupción en la que
estaba involucrado el dueño de la pulquería de La Reforma.
47
135
Corcuera de Mancera, Sonia, “Normas morales sobre la embriaguez” en Vida cotidiana y cultura
en el México Virreinal. Antología, México, INAH, 2000, p. 101.
136
Ibídem.
137
Vásquez Meléndez, Miguel Ángel y Arturo Soberón Mora, “El consumo de pulque en la ciudad
de México (1750-1800)”, tesis de licenciatura, México, D. F., UNAM/Facultad de Filosofía y Letras,
1992, p. 53.
138
Citado en Ibídem.
139
Según Solange Alberro, la cerveza se introdujo en Nueva España en 1530, Alberro, Solange,
“Bebidas alcohólicas y sociedad colonial en México: un intento de interpretación” en Revista
Mexicana de Sociología, vol. 51, no. 2, Visiones de México (abril-junio, 1989), p. 351.
51
Tuvo que transcurrir más de medio siglo hasta que el virrey Luis de Velasco
promulgó las primeras ordenanzas relativas a la producción y venta del pulque en
1608.140 En síntesis, lo más destacado de esas primeras ordenanzas fue que la
bebida se comercializaba libremente, sin que se cobrara ningún impuesto oficial y
que la venta era exclusivamente indígena,141 siendo lo más interesante que recaía
en manos de mujeres indígenas,142 pero este último punto se retomará y
profundizará en el cuarto capítulo.
Posterior a las de 1608 se emitieron otras ordenanzas en 1671 que
constaban de ocho capítulos, las cuales serían, según Juan Pedro Viqueira, las
que habrían de servir para todas las reglamentaciones subsecuentes durante el
virreinato, no obstante cabe añadir que el modelo continuaría aún en las
postrimerías del siglo XIX y, como se verá, operaron de igual manera en la capital
potosina. De acuerdo con el referido autor, las innovaciones, con respecto a las
disposiciones que anteriormente se habían formulado, comenzaban a partir del
cuarto capítulo, expresando lo siguiente:
Que los puestos de pulque estén apartados de las paredes y casas y no tengan
más que las cubiertas, y un lado resguardado del sol y aire competentes,
quedando todo lo demás descubierto, de modo que pueda verse y registrarse
desde fuera. [El quinto capítulo ordenaba que] no haya concurso de hombres y
mujeres juntos para beber en las puertas ni coman de asiento en ellos, ni se
congreguen muchos ni se detengan después de haber bebido, ni haya arpas,
guitarras, ni otros instrumentos, bailes ni músicos.
En el sexto capítulo se señalaba que las pulquerías debían cerrar a la puesta del
sol.
El séptimo prohibía la venta a crédito y el octavo especificaba los castigos que se
aplicarían a los que fueran hallados en estado de ebriedad por las calles.143
140
Corcuera de Mancera, Sonia, Op. Cit., 2000, p. 102; Viqueira Albán, Juan Pedro, ¿Relajados o
reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el siglo de las luces,
3ª reimpresión, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, pp. 172-173 y 190; Hernández
Palomo, José Jesús, La renta del pulque en Nueva España 1663-1810, Sevilla, Escuela de
estudios Hispano-Americanos de Sevilla, 1979, p. 35; Sánchez Santiró, Ernest, “La fiscalidad del
pulque (1763-1835): cambios y continuidades” en Ernest Sánchez Santiró (coord.), Cruda realidad.
Producción, consumo y fiscalidad de las bebidas alcohólicas en México y América Latina, siglos
XVII-XX, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2007, p. 72.
141
Corcuera de Mancera, Sonia, Op. Cit., 2000, p. 102.
142
Hernández Palomo, José Jesús, Op. Cit., 1979, p. 35; Viqueira Albán, Juan Pedro, Op. Cit., p.
190.
143
Viqueira Albán, Juan Pedro, Op. Cit., pp. 190-191.
52
144
Rendón Garcini, Ricardo, Dos haciendas pulqueras en Tlaxcala, 1857-1884, México, Gobierno
del Estado de Tlaxcala/Universidad Iberoamericana, 1990, p. 128.
145
Ibid., p. 210.
53
146
“Informe sobre pulquerías y tabernas el año 1784. En el que explica que de ejecutarse los
medios propuestos en dicho informe, no resultará daño alguno a la Real Hacienda, cocheros,
tratantes ni consumidores de pulque y demás caldos. Concluye”, en Boletín del Archivo General de
la Nación, tomo XVIII, no. 3, 1947, pp. 363-366.
54
Art. 16º. Como el delinqüente regularmente huye de la luz, es necesario que los
Alcaldes de Quartel menor no aflojen en el trabajo de rondas de noche en sus
respectivos Quarteles, y que los Jueces mayores vigilen con las suyas si cumplen
tan importante obligación, poniendo la mayor exactitud y teson, no solo en evitar
los delitos, sino lo que da motivo á ellos, como son las músicas en las calles, la
embriaguez y los juegos; á cuyo fin, si hallaren que en las Vinaterías, Pulquerías,
Mesones, Trucos, Fondas y otros lugares públicos, en el día, y especialmente en
147
Ibid., p. 369. Las cuberas eran mujeres indígenas que vendían pulque en las plazas públicas,
sobre quienes se hablará con mayor detenimiento en el cuarto capítulo.
55
Art. 31º. Notificarán á los hombres sanos que no tengan oficio ú ocupación, que
dentro de un breve término elijan alguna de las muchas que hay y no es necesario
aprenderlas, ó se acomoden á servir con Amo conocido; apercibiéndoles que, de
no hacerlo, se les tratará como á holgazanes, hombres perniciosos en la
República, y se remitirán á servir a S. M. en los Presidios: por cuyos medios y el
de perseguir con rigor la embriaguez y los juegos, exhortando con freqüencia á las
gentes de la ínfima plebe á que hagan buen uso de lo que ganan, se evitará la
desnudez vergonzosa y la de sus mugeres é hijos, y se quitará de la vista el
horroroso espectáculo de tantos hombres y mugeres cubiertos de inmundicia, y
convertidos por la bebida en vivientes troncos, especialmente en las
inmediaciones de las Pulquerías, Tabernas y Graseros, y en los días mas
solemnes, que deben santificarse.149
[…] donde por las pulquerías que abundan se notan diariamente y á todas horas
reuniones de gentes ociosas, atraídas no solo por la bebida, sino por las músicas
que ahí se acostumbran, de lo cuál resultan muchos males á este vecindario, por
su inmediación para que se sirvan disponer se cele sobre estos escándalos,
haciendo se termine el expendio de bebidas á las oraciones de la noche, y se
eviten las músicas y bailes que hacen muy peligrosa la reunión; por lo que en
mucha parte se evitarán desordenes que por lo regular se encuentran en esta
ciudad, por cuya causa no parecerá á dichos Ayuntamientos extraordinaria esta
solicitud, pues para el caso se refuta para aquellos pueblos.151
150
Establecimientos dedicados a la venta del colonche, bebida alcohólica elaborada con el jugo
fermentado de la tuna cardona, muy popular en el altiplano potosino y en el norte de la ciudad de
San Luis Potosí. Seguramente esos expendios únicamente operaban durante la temporada de
cosecha de la tuna, es decir entre los meses de agosto y septiembre.
151
AHESLP, Ayto., Libro de Cabildo (sin clasificar), agosto 17 de 1821.
57
[…] llamándoles la atención sobre los escándalos y riñas que de día y de noche
había en las pulquerías situadas en los mismos barrios, y muy principalmente
durante la temporada en que en los mismos expendios de pulque se vendía licor
extraído de la tuna cardona llamado colonche. Les ordenó que vigilaran con
eficacia esos establecimientos, cuidando que no los frecuentaran hijos de familia,
jóvenes del sexo femenino de estado honesto, mujeres casadas á escondidas de
sus maridos, ni hombres trabajadores, casados y con hijos en los días de la
semana dedicados al trabajo. Les previno por último que en los días festivos y á la
hora en que las pulquerías estuvieran más concurridas, mandaran hacer un
registro de todos los individuos que allí hubiere recogiéndoles las armas que
portaran, las que al siguiente día se les devolverían siempre que esas armas
fueran los instrumentos de su trabajo.153
152
De acuerdo con Pilar Gonzalbo Aizpuru, el horario de la oración de la noche era entre las seis y
las ocho de la noche, Gonzalbo Aizpuru, Pilar, “La vida social urbana en el México colonial” en
González S. y Enriqueta Vila Vilar (comp.), Grafías del imaginario. Representaciones culturales en
España y América (siglos XVI-XVIII), México, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 602.
153
Muro, Manuel, Historia de San Luis Potosí, edición facsimilar, tomo 1, San Luis Potosí,
Sociedad Potosina de Estudios Históricos, 1973, p. 319.
58
Tanto los datos proporcionados por Muro como los de la disposición citada
antes de dicho autor, revelan cierta movilización en un momento decisivo para la
naciente nación con la que se pretendía construir una sociedad cuya característica
fuera el orden y la moral social de la que, para sus legisladores, evidentemente
había adolecido la población en el antiguo sistema. Sin embargo, estos intentos se
llevaron a cabo adoptando como modelo las reglamentaciones de aquél periodo
que trataba de borrarse de la memoria.
Así, con el transcurrir del tiempo, los bandos se iban publicando, lo que
demuestra que el interés por normar las pulquerías continuaba latente, así como
también la inadvertencia por parte de vendedores como de consumidores de
pulque hacia lo dispuesto por la autoridad. No se innovaba en lo que se disponía
en dichos reglamentos, eran reiterativos, lo cual también habla de un profundo
arraigo de las costumbres consideradas como prohibidas al interior de las
pulquerías.
Así lo demuestra un bando con fecha cuatro de junio de 1828, en que
obedeciendo lo ordenado por el gobernador del estado, Ildefonso Díaz de León, el
prefecto del departamento de la capital mandó, en siete puntos, que en las
pulquerías debía haber un mostrador en la puerta y si esto no pudiera ser posible,
se sirvieran los dueños de los establecimientos de una tabla con objeto de
“estorvar que los que beban pulque entren á dentro [sic.]”; que los ayuntamientos
de las villas suburbias [Sic.] cuidarían, bajo su responsabilidad, de las reuniones
en pulquerías y que al igual que en las del interior de la ciudad no se tocara
ninguna clase de instrumento musical; que no se vendiera en las pulquerías vino
mezcal, aguardiente o cualquiera otra bebida fuerte; como se acercaba la
temporada del colonche, se prohibía que éste se fermentara con yerbas y su venta
estaría sujeta a los mismos deberes y prohibiciones que el pulque; todas esas
casas debían cerrar a las ocho de la noche y que, salvo licencia expresa de los
alcaldes, se permitirían bailes con motivo de bodas, “sacadas á misa ú otras de
estas funciones que acostumbran [sic.]”, asistiendo, por disposición del
ayuntamiento, un regidor que hiciera guardar el orden, señalando previamente
quienes concedían las licencias, las horas hasta que se podía extender la reunión
59
154
AHESLP, Secretaría General de Gobierno (en adelante SGG), 1828.32, junio 1º de 1828, 1 f.;
AHESLP, SGG, 1828.6, exp. 1, junio 4 de 1828, 1 f.
155
Sobre los acontecimientos del motín de1692, muy relacionados con el consumo de pulque en su
momento, pueden verse los trabajos ya citados de Sonia Corcuera, José Jesús Hernández Palomo
y Juan Pedro Viqueira, así como el de Feijoo, Rosa, “El tumulto de 1692” en Historia Mexicana, vol.
XIV, no. 4, abril-junio de 1965, pp. 656-679, todos ellos basados en la narración de Carlos de
Sigüenza y Góngora, testigo de los hechos. Sobre el relato de dicho autor véase el estudio literario
de Orizaga Doguim, Daniel, “Carlos de Sigüenza y Góngora: figuras del letrado en Alboroto y motín
de los indios de México”, tesis de maestría, EUA, The University of Texas at El Paso, 2009. En la
actualidad se han publicado estudios recientes sobre ese tema.
60
156
Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Op. Cit., p. 605.
157
Toxqui Garay, María Áurea, “„El Recreo de los Amigos.‟ Mexico City‟s Pulquerías During the
Liberal Republic”, tesis doctoral, EUA The University of Arizona, 2008, p. 150.
61
firmas de los vecinos para apoyar a cada uno de los implicados, resultando muy
cerrada la colecta de las signaturas.
Finalmente, tratándose de una nueva administración gubernamental cuando
se solicitó la reapertura de “El Cariño”, las autoridades fueron condescendientes
con la señora Estrada aceptando su solicitud, no sin antes advertirle tanto a ella
como a los dueños de las demás pulquerías de la ciudad lo siguiente:
1ª. Es libre la Sra. Josefa Estrada para que vuelva á abrir su establecimiento de
pulquería conocido por “El Cariño”.
2ª. Ordénese á la dicha Sra. y á los demás que tienen igual profesión usen
mostradores corridos que no permitan a los consumidores entrar al interior.
3ª. Prohíbanse los bailes y músicas en esta clase de establecimientos.
4ª. Exíjase la inmediata responsabilidad á los dueños de pulquerías, de las
desgracias que se sucedieren o se ocasionaren en sus establecimientos.158
158
AHESLP, Ayto. 1868.8, exp. 50, junio 4 de 1868. Las cursivas son mías. Manuel Muro describe
un fragmento del episodio concerniente a la relación del ejército francés y “El Cariño”, Muro,
Manuel, Op. Cit., tomo III, p. 431.
63
Nombre una comisión compuesta de tres regidores para que a la mayor posible
brevedad acerque al Jefe Político de la Capital con el fin de excitarlo para que en
objeción de la moralidad y buena policía de la Ciudad, dicte con oportunidad
medidas eficaces que corten de raíz los abusos que diariamente se cometen en
las pulquerías.160
159
AHESLP, SGG, 1872.2, exp. sin clasificar, Expediente del Tribunal de Justicia para que se
vigilen las pulquerías de la capital en donde se cometen diariamente delitos de heridas y
homicidios, noviembre 15 de 1872, f. 2 fte. y vta.
160
AHESLP, Ayto., 1874.11, exp. 17, Pulquerías. Sobre que se corrijan los abusos que en ellas se
cometen, marzo 3 de 1874, f. 1 fte.
161
Para profundizar sobre los juegos de azar durante el virreinato, véase Lozano Armendares,
Teresa, “Los juegos de azar. ¿una pasión novohispana? Legislación sobre juegos prohibidos en
Nueva España siglos XVIII” en Estudios de historia novohispana, no. 11, 1991, p. 155-181.
64
162
“El juego” en El Estandarte, año I, no. 58, agosto 13 de 1885; “El juego” en El Estandarte, año I,
no. 60, agosto 20 de 1885.
163
“Otro Recurso” en El Estandarte, año II, no. 111, febrero 14 de 1886.
65
según decían, a dichos muchachos “de cuando en cuando se les verá apurar
sendos apastes de pulque” y finalizaban lamentando que “al fin lo que al principio
era un inocente juego, se convierte en medio a propósito para favorecer el vicio de
la embriaguez”.164
Esa sucesión de vicios, conduciendo uno a otro cada vez más nocivo, bien
la ejemplificaron Joaquín Miranda y Juan Cortés, quienes en lugar de trabajar
solían pasar su tiempo embriagándose con pulque y jugando a la rayuela, hasta
que en una ocasión “en una tirada hizo Cortés un cuatro que no le pareció perfecto
a Miranda y por esa sencilla razón brillaron los puñales hasta que cayó en tierra el
autor del malhablado cuatro”.165 Este caso tan sólo es una pequeña muestra de
los muchos en los que una simple partida de juego bajo los efectos del pulque fue
motivo suficiente para que los contrincantes se hicieran de palabras antes de
pasar a los golpes y culminando muchas veces su riña con la muerte de uno de
los implicados, pero sobre esto se profundizará en el siguiente capítulo.
Hacia 1890, las disposiciones emitidas casi veinte años atrás, al parecer,
habían sido olvidadas o seguramente ignoradas tanto por los clientes como por los
propietarios de las pulquerías, pues en una nota con fecha de cuatro de octubre
de ese mismo año, el periódico El Estandarte se quejaba de que “en varios puntos
de la ciudad se encuentran las pulquerías, y en ellas se pasan el día y aun la
semana los obreros juntamente con los vagos”, no solamente bebiendo sino
también jugando a “la rayuela, la pítima y a los naipes” y se hacía las siguientes
preguntas: “¿Por qué la Jefatura no prohíbe la permanencia de los concurrentes?
¿Por qué no ordena que se expenda el pulque sin permitir la entrada al interior del
despacho como hoy se hace?”, es decir, cuestionaba a la autoridad por la falta de
las mismas normas que se estuvieron repitiendo desde el virreinato, lo que
reafirma que los considerados “malos hábitos” estaban irremediablemente
arraigados en las pulquerías y no había bando que pudiera ya erradicarlos, ni
siquiera evitarlos. El periódico concluía agregando que “tales disposiciones no
164
“El juego” en El Estandarte, año VIII, no. 752, diciembre 4 de 1892. Las cursivas son del
original.
165
“Riña y heridas” en El Estandarte, año V, no. 482, octubre 10 de 1889. Las cursivas son del
original
66
implicarán un abuso, porque bien pueden tener el mostrador junto a las puertas,
para que no haya espacio en que estén los adictos a Baco” y consideraba
conveniente también “que la Jefatura prohíba las penas pecuniarias, dejando sólo
las corporales y aplicándolas progresivamente a los infractores”, es decir que en
lugar de cobrar multas se obligase a los infractores a trabajar en alguna de las
diversas obras que estaban bajo el cargo del gobierno, subrayando que “las penas
pecuniarias no dan resultado bueno para moralizar, porque sabiéndose que por
medio de una multa se salvan”.166
Atendiendo a las quejas por los desórdenes que se producían, en 1895 el
jefe político ordenó que las pulquerías de los barrios cerraran a las seis de la tarde
y las localizadas en el centro de la ciudad a las siete.167 Tal diferencia de horarios
se debía a que era más fácil mantener el control en los establecimientos más
céntricos, pues había mayor vigilancia por parte de los gendarmes en ese punto.
No obstante, aún durante los veintiún años que duró la administración del
gobernador Carlos Díez Gutiérrez, incluidos los cuatro años en que estuvo fuera
de tal cargo ocupándolo su hermano Pedro (1880-1884), los mismos problemas se
mantuvieron latentes en las pulquerías e incluso durante los primeros meses del
gobierno del señor Blas Escontría continuaban siendo una verdadera
preocupación para los observadores de la época, quienes le habían otorgado la
confianza de que corregiría los vicios impregnados en la clase menesterosa
potosina, pues inmediatamente iniciado su cargo suprimió los “bailes
escandalosos”, así como “los llamados puestecitos en las fiestas públicas
especiales para los obreros y demás gente de condición humilde”, representando
esto un “remedio a los males frecuentes que ocasionaban a ésta, bajo los
diferentes aspectos que ofrecía su inclinación a la vagancia y al vicio”; y finalmente
suprimió el juego. Entonces ¿por qué no confiar en que el nuevo gobernador
también erradicaría el vicio de la embriaguez propiciada en las pulquerías?
166
“Deberes de las autoridades.—Los jueguitos.—Sus concurrentes.—El actual jefe político.—El ex
jefe político Montero.—Los obreros.—Las tabernas.—La necesaria prohibición y el remedio” en El
Estandarte, año VI, no. 136, octubre 4 de 1890.
167
“Providencias de policía” en El Estandarte, año XI, no. 1582, noviembre 16 de 1895.
67
Precisamente por esa misma esperanza que se tenía en el señor Escontría, los
observadores no repararon en solicitar:
[…] lo necesario que fuera que cantinas y pulquerías quedaran sometidas a una
vigilancia estricta, a efecto de impedir la estancia permanente en ellas de no pocos
miembros de la clase obrera y a veces hasta de la mujer e hijos de éstos, que no
pueden menos de contagiarse, si es que no lo están lo que sería raro, con el
ejemplo que reciben.168
Sin embargo, pasarían varios años para que se tomaran al fin medidas
drásticas para combatir la embriaguez, atacando de raíz lo que suponían era el
origen de tan arraigada enfermedad social: las pulquerías. Entonces, no fue hasta
el 12 de febrero de 1907 cuando “se puso en ejecución la disposición de policía
que manda clausurar las cantinas y pulquerías de los barrios”,169 no obstante,
indagar sobre cómo y por cuánto tiempo operó tal disposición en la ciudad, rebasa
los límites temporales de este estudio, pero es muy probable que no haya operado
por mucho tiempo, pues existe evidencia hemerográfica y documental que
muestra la actividad de pulquerías en los años inmediatos.
168
“La clase obrera y el pauperismo” en El Estandarte, año XIV, no. 2408, octubre 8 de 1898. Las
cursivas son del original.
169
“Clausura de cantinas” en El Estandarte, año XXIII, no. 4824, febrero 13 de 1907.
170
Viqueira Albán, Juan Pedro, Op. Cit., p. 173; Sánchez Santiró, Ernest, Op. Cit., p. 72.
171
Hernández Palomo, José Jesús, Op. Cit., 1979, p. 62.
68
172
Rendón Garcini, Ricardo, Op. Cit., 1990, p. 128.
173
Sánchez Santiró, Ernest, Op. Cit., pp. 80 y 83.
174
AHESLP, Colección de Leyes y Decretos (en adelante CLD), Decreto no. 13, noviembre 11 de
1824. El mismo decreto se encuentra citado en Cañedo Gamboa, Sergio Alejandro, “El congreso
potosino y la ardua tarea de organizar un estado, 1824-1848” en Sergio Alejandro Cañedo Gamboa
Et. Al., Cien años de vida legislativa. El congreso del Estado de San Luis Potosí 1824-1924,
México, El Colegio de San Luis, A. C./H. Congreso del Estado, 2000, p. 58, aunque el autor señala
el decreto con el número 16.
175
Cañedo Gamboa, Sergio Alejandro, Ibídem.
69
la independencia había dejado a su paso y qué mejor que hacerlo gravando uno
de los productos de mayor consumo entre el pueblo.
Como en el citado decreto número 13 de 1824 no se especifica el aumento
del cobro del doce por ciento sobre qué tasa, se puede suponer que el impuesto
osciló alrededor de la cifra señalada en 1822. De esta manera, en 1848—a
escasos dos meses de firmarse los tratados de paz entre los gobiernos de México
y Estados Unidos, tras las pretensiones de invasión por parte del segundo país—
hubo un incremento en el valor del pulque introducido a las capitales de los
departamentos del estado, exigiéndose así 12 granos por arroba al fino y nueve
granos por arroba al gordo o tlachique. Además, en la misma disposición se
señalaba que “en los demás lugares se exigirá indistintamente, á toda clase de
vendedores un doce y medio por ciento sobre el valor del pulque fino, y un seis y
cuarto del ordinario”.176
Durante el imperio de Maximiliano de Habsburgo, en 1865, creyendo
preciso el emperador “aumentar algunos impuestos para cubrir los gastos del
tesoro real” y considerando que “el pulque, que antes pagaba hasta dos reales de
alcabala, solo adeuda hoy diez centavos donde más”, se decretó un aumento a
ese producto, no sin dejar de advertir que “no tendrá influencia sensible sobre el
precio pagado por el consumidor que no abuse de esta bebida” y por tanto, en
dicho decreto se exigía “por derecho de alcabala [el impuesto a los productos de la
tierra], en todas las poblaciones del imperio, á la introducción del pulque fino, diez
y seis centavos por arroba” y que “en los lugares en que no sea posible ejecutar el
cobro de la manera indicada, se hará por medio de igualas o relaciones juradas
sobre las ventas o consumo”.177 San Luis Potosí, al no ser un lugar en el que se
introdujeran grandes cantidades de pulque como en las poblaciones a donde se
transportaba desde las haciendas pulqueras, seguramente el cobro se tasó
conforme al producto vendido y consumido.
176
“Art. 41. Derecho sobre el pulque” en Periódico Oficial La Época, tomo III, no. 220, abril 15 de
1848; AHESLP, SGG (Impresos), 1844 (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, marzo 29 de 1844,
1 f.
177
“Derechos al pulque” en Periódico Oficial La Restauración, tomo 1, no. 18, abril 23 de 1865.
70
[…] los causantes del espresado [sic.] derecho residentes de las villas subirbias
[Sic.] de esta Capital resisten el pago manifestado; que los jueces de paz o
presidentes de los respectivos Ayuntamientos, les han dicho que la Aduana no
tiene que hacer el cobro mencionado impuesto y que ellos deben recoger los
pagos para enterarles después […179]
178
Finalmente el “cobrador de pulquerías” no era más que un cobrador de impuestos cobrando un
producto específico. Sobre el cobrador de impuestos en la historia de México, Luis Aboites Aguilar
y Luis Jáuregui, señalan que “en México se ha estudiado poco”, véase Aboites Aguilar, Luis y Luis
Jáuregui, “Introducción” en Aboites Aguilar, Luis y Luis Jáuregui (coords.), Penuria sin fin. Historia
de los impuestos en México siglos XVIII-XX, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María
Luis Mora, 2005, p. 11.
179
AHESLP, Ayto. 1865.10, exp. 34, junio 24 de 1865, 2 ff.
180
Ibídem.
71
1886 y, como se verá en el cuarto capítulo, dicho personaje no era muy apreciado
por las pulqueras, quienes en más de una ocasión se quejaron de la manera en
que desempeñaba su trabajo. El sueldo mensual de ese empleado del
ayuntamiento en 1879 era de doce pesos, es decir que en el presupuesto de
egresos de los meses de febrero a diciembre de ese año estaba contemplado
pagársele $ 132.00. En 1883 su sueldo ascendió a $ 240.00 anuales y así se
mantuvo hasta 1886. La categoría que ocupaba su puesto en la oficina de la
tesorería municipal era el doceavo de entre quince, ganando quien poseía el
puesto más alto, es decir el tesorero municipal, $ 1, 200.00 anuales y el mozo de
oficios, con el salario más bajo, $ 96.00 al año.181
Hasta aquí, todo lo expuesto sirve de antecedente para hablar a
continuación acerca de un proceder con ciertas irregularidades por parte del
ayuntamiento a lo largo de la década de 1880: el cobro al derecho de patente. Las
patentes eran un impuesto de tipo indirecto, es decir, éste correspondía al
gravamen a la propiedad y estaba destinado a las actividades profesionales, y
giros industriales y mercantiles, perteneciendo a los últimos las pulquerías.182
Según María José Rhi Sausi Garavito, las patentes nunca dejaron de cobrarse
durante el siglo XIX.
Respecto a las pulquerías, la afirmación anterior la confirma una solicitud
hecha el cuatro de enero de 1868 por la señora María Florencia López, quien
recientemente había abierto la pulquería “El Teposán” en la décima manzana del
antiguo cuartel 2º, en la plazuela de San Juan de Dios, y a cuyo establecimiento
se le había asignado la patente número 167, pero como no podía cubrir la cuota
impuesta pidió que “se me considere en el mínimo grado [de la asignación] por ser
mi único andamio con que cuento para atender y cubrir los gastos de una
181
AHESLP, Ayto. 1879.6, exp. 36, Presupuesto de egresos para los meses de febrero a diciembre
del corriente año, enero 29 de 1879; 1882.7, exp. sin numerar, Presupuesto de Egresos del
Municipio de la Capital para el año de 1883, diciembre 2 de 1882; 1885.6, exp. 37, Presupuesto de
ingresos y egresos del Ayuntamiento para 1886, diciembre 3 de 1885.
182
Rhi Sausi Garavito, María José, “„¿Cómo aventurarse a perder lo que existe?‟. Una reflexión
sobre el voluntarismo fiscal mexicano del siglo XIX” en Aboites Aguilar, Luis y Luis Jáuregui
(coords.), Op. Cit., p. 126.
72
183
AHESLP, Ayto. 1868.6, exp. 22, Florencia López manifiesta haber abierto establecimiento de
pulquería en el Cuartel 2º, Manzana 10ª, Plazuela San Juan de Dios y pide se le asigne en la
patente el mínimo de la cuota, enero 4 de 1868, 2 ff.
184
AHESLP, CLD, Ley de Hacienda del Estado para 1877, enero 14 de 1877.
185
AHESLP, CLD, Ley de Hacienda para 1878, enero 30 de 1878.
73
Cuadro 1. [Modelo de] Lista de las cuotizaciones hechas por el Jurado Calificador á los Giros
Mercantiles y Establecimientos Industriales de esta Municipalidad.
Cuota
Ubicación del Nombre del Giro asignada
Número de la Nombre del
Giro o o Clase por el Pesos Centavos
manifestación dueño
Establecimiento Establecimiento Jurado
Calificador
Calle de San Los Dioses se Miguel 188
17 Pulquería Ocho Pesos 8 0
Juan Van Serrano
186
AHESLP, CLD, Ley de Hacienda, febrero 20 de 1878.
187
Ibídem.
188
Ibídem.
189
AHESLP, Ayto., 1878.3, exps. 14 y 25, marzo 5, 6, 7; abril 7; mayo 8 y 24 de 1878.
190
AHESLP, Ayto., 1877.5, marzo 27 y mayo 2 de 1877; 1877.10, exp. 19, abril 10, 11, 20; junio
26; julio 3; agosto 4; septiembre 4, 11 y octubre 2 de 1877.
74
embargo en ese año sí quedó clara la cuota que habrían de pagar. Sobre esas
solicitudes y las que a continuación se enunciarán en este apartado, se
profundizará en el cuarto capítulo, pues son una fuente interesante no sólo para
entender la economía de las pulquerías, sino también parte de la cotidianidad de
sus dueñas, quienes protagonizan dicho capítulo.
Entre los años de 1879 y 1881, no hubo cambios en la cuota de patente
sobre pulquerías, sin embargo sí hubo quejas por parte de las pulqueras,
principalmente en 1881, recibiéndose únicamente tres solicitudes pidiendo la
rebaja de la asignación impuesta.191
Hasta aquí todo funcionaba con cierta normalidad, claro, dentro de lo
confuso y contradictorio que pudieran parecer las asignaciones, pero es a partir de
1882 cuando las irregularidades son más notorias e incluso éstas dejan entrever
que en los años sucesivos la corrupción o, utilizando el concepto de la época, el
disimulo fue una práctica constante.
En el artículo 193, fracción V, de la Ley de Hacienda para 1882 queda
señalado de manera clara que “no pagarán derecho de patente: las fábricas de
pulque y de cal, los lavaderos, lecherías y pulquerías” 192, y sin embargo, en ese
año el ayuntamiento recibió trece ocursos que pedían la rebaja de la cuota de
patente,193 mismos que confirman que las propias autoridades municipales
pasaron por alto las disposiciones del gobierno estatal y, además de cobrar la
patente de manera ilícita, la aumentaron, pues en los años en que hubo mayor
demanda para que se rebajara el monto de la asignación ésta había aumentado
considerablemente.
La misma disposición de no cobrar la patente a las pulquerías continuó
publicándose en la ley de hacienda respectiva hasta 1889 y a pesar de esto, existe
evidencia de que se estuvo cobrando, pues en ese lapso—1883-1889—hubo
varias personas que se quejaron de la cuota que se les asignó.194
191
AHESLP, Ayto., 1881.5, marzo 26, junio 28 y agosto 5 de 1881.
192
AHESLP, CLD, Ley de Hacienda para 1882, noviembre 19 de 1881.
193
AHESLP, Ayto., 1882.7, febrero 8; marzo 1º, 2, 3, 4, 6, 20 y 28 de 1882.
194
AHESLP, Ayto., 1884.6, febrero 12 de 1884; 1886.8, junio 22 de 1885; 1886.8, julio 7 de 1886;
1887.6, enero 10 de 1887; 1888.5, agosto 30 de 1888; 1889.2, enero 14 de 1889 y SGG, 1889.2,
enero 25 de 1889.
75
Con motivo del impuesto de patente a las pulquerías, muchas se han cerrado, y en
cambio hay expendios ambulantes de este artículo, en tan grande cantidad, que
no es posible ni calcularlo; porque no hay calle, plaza ni paseo por donde no se
195
“El derecho de Patente” en El Estandarte, año IV, no. 335, mayo 6 de 1888.
196
AHESLP, CLD, Ley de ingresos y presupuesto de egresos para el año de 1890, San Luis
Potosí, Tipografía de la Escuela Industrial Militar, 1890, pp. 50-51, 54 y 66.
76
197
AHESLP, Ayto., 1890.5, exp. 3, Derecho de patente: previene el Gobierno se haga efectivo este
cobro a los puestos ambulantes de pulque, mayo 18 de 1890, ff. 1 fte. y vta.
198
Ibid., f. 2 fte.
77
200
“Ley de ingresos para el año de 1897” en El Estandarte, año XII, no. 1883, diciembre 16 de
1896.
79
Al año siguiente, la tarifa fijada para 1897 se incrementó dos pesos más, es
decir, la cuota máxima fue de tres pesos, mientras que la mínima se mantuvo en
tres centavos,202 sin embargo es difícil observar si este gravamen afectó a algunos
pulqueros orillándolos a cerrar sus establecimientos por el alza en el impuesto,
pues en ese año ya no se publicó una lista como las anteriores.
Para cerrar con el tema referente a las patentes y tener una idea de las
inconsistencias—por demás dudosas, dicho sea de paso—a que estuvieron
sujetos los contribuyentes en general a la hora de efectuar su pago
correspondiente, cabe hacer mención que en 1897 el gobierno remató a favor de
un señor llamado Ladislao Ramírez por ochocientos pesos mensuales, los
productos de la patente impuesta a los giros y establecimientos que pagaban una
cuota diaria por derecho de patente. Hasta aquí no hay nada de extraño, pero lo
preocupante era que dicho personaje era empleado de la Aduana y miembro del
Jurado Calificador y lo que alarmaba a la prensa era que “cualquier
establecimiento nuevo que se abra en lo sucesivo, o antiguo que no esté conforme
con la cuota asignada ha de ser calificado por el mismo encargado de cobrarla,
interesado naturalmente en que se pague la mayor cantidad posible” y a dicho
sector le parecía “una inmoralidad por parte del gobierno esta clase de contratos
celebrados con los mismos empleados de rentas tratándose de productos de
impuestos, y más aún siendo el contratista el mismo que en su calidad de Jurado
fija el monto del impuesto que se ha de pagar”. 203 Al día siguiente de haberse
publicado esta observación por parte de la prensa, el propio señor Ladislao
Ramírez acudió a la redacción de El Estandarte a aclarar ciertos puntos. Entre
estos, destacaba que “por ese trabajo se le abona el 16 % de lo que recauda, a fin
de que de ahí pueda pagar a los agentes o cobradores secundarios”, quienes “por
la dificultad de cobrar pequeñas cantidades en lugares distantes y por el tiempo
que en ello emplean, sólo quedan medianamente remunerados”. 204 A pesar de
esta explicación, no dejaba de parecer extraño lo “redondo” de dicho cargo.
202
AHESLP, CLD, Ley de ingresos para el año de 1898, San Luis Potosí, Tip. de la Escuela I.
Militar dirigida por Aurelio B. Cortés, 1897, pp. 22 y 26.
203
“La patente diaria” en El Estandarte, año XIII, no. 1926, febrero 11 de 1897.
204
“La recaudación de patente” en El Estandarte, año XIII, no. 1927.
81
En este capítulo se mostró lo importante que fueron las pulquerías en la vida diaria
del pueblo mexicano y en concreto de los habitantes de la ciudad de San Luis
Potosí desde los inicios del virreinato hasta finalizar el siglo XIX. Esto lo constata
la preocupación latente que hubo durante esos siglos por preservar el orden en su
interior, sin que se recurriera a clausurarlas. Pudo responder a dos razones: la
primera, que la prohibición definitiva de las pulquerías provocara el descontento
del pueblo y esto repercutiera seriamente no sólo en el bienestar social, sino
también en la estabilidad política y económica; la segunda razón, y nada
desdeñable por cierto, fue la derrama económica que generaron esos
establecimientos, por lo cual no convenía a las autoridades, tanto virreinales como
las correspondientes al México independiente, clausurar dichos giros.
Con lo anterior queda aclarada la importancia económica que representaron
las pulquerías, aspecto al que se dedicó casi la mitad de este capítulo y en el que
se profundizó durante el periodo de estudio.
Finalmente, si se observa bien en las fechas en que se recurrió a la
reglamentación de pulquerías o, principalmente, a gravar la bebida y los expendios
de la misma durante el siglo XIX, se comprobará que esto ocurría en periodos de
inestabilidad política o económica, por no decir periodos de crisis para el país.
Esos periodos fueron la década de 1820, cuando el naciente país estaba
atravesando por, quizá, el cambio de régimen más importante por el que ha
pasado; 1848, después de que México perdió más de la mitad de su territorio y
firmó los tratados de paz con los Estados Unidos; mediados de la década de 1860,
en plena intervención francesa o periodo mejor conocido como segundo imperio;
finales de la década de 1870, que fue el inicio del régimen que tomaría el poder
durante los próximos 30 años y que se había propuesto establecer el orden y la
paz social de que había carecido el país durante todo ese siglo y así alcanzar el
progreso; y finalmente, la última década de esa centuria, cuando dicho régimen,
conocido como porfiriato y ya bien consolidado éste, comenzó a su vez su etapa
de autoritarismo y clientelismo que caracterizarían el resto del periodo, siendo
82
además para San Luis Potosí una década difícil en la que el desempleo y la
mortandad a causa del hambre y las epidemias fueron una constante.
83
206
Scardaville, Michael C., “Alcohol Abuse and Tavern Reform in Late Colonial Mexico City” en The
Hispanic American Historical Review, vol. 60, no. 4, noviembre de 1980, pp. 643 y 671.
207
Algunos ejemplos interesantes son, para la ciudad de Puebla, Peña Espinosa, Jesús Joel,
“Consumo de embriagantes en la Puebla del siglo XVIII” en Relaciones, año/vol. XXV, no. 098,
2004, pp. 237-276; y para el estado de Jalisco véase Anderson, Rodney D., “Las clases peligrosas:
crimen y castigo en Jalisco, 1894-1910” en Relaciones, año/vol. VII, no. 28, 1986, pp. 5-32.
208
Escriche, Joaquín, Diccionario razonado de legislación civil, penal, comercial y forense. Con
citas del derecho, notas y adiciones por el licenciado Juan Rodríguez de San Miguel, edición y
estudio introductorio por María del Refugio González, 1ª reimpresión, México, UNAM/Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 1996.
85
209
Hernández López, Aarón, Código Penal de 1871 (código de Martínez de Castro), México,
Editorial Porrúa, 2000.
210
Speckman Guerra, Elisa, Crimen y castigo. Legislación Penal, interpretaciones de la
criminalidad y administración de justicia (Ciudad de México, 1872-1910), México, El Colegio de
México/UNAM, 2002, p. 14.
211
Buffington, Robert M., Criminales y ciudadanos en el México moderno, México, Siglo XXI
editores, 2001, p. 53.
212
AHESLP, SGG, 1872.34, exp. sin clasificar, Adopta los códigos penal y de procedimientos,
diciembre 3 de 1872, 2 ff.
213
AHESLP, SGG, 1873.14, exp. sin clasificar, Pago a D. José Ma. Aguilar de $385 por impresión
del Código Penal, marzo 31 de 1873, 3 ff.
214
Escriche, Joaquín, Op. Cit., p. 227.
86
contra el orden público, capítulo XII que condena la embriaguez habitual, dice que
si ésta, causa grave escándalo, será castigada con arresto de dos a seis meses y
una multa de diez a cien pesos y si antes de ese delito, el delincuente hubiese
cometido otro más grave hallándose en estado de ebriedad, la pena a sufrir era de
cinco a once meses de arresto y multa de 15 a 150 pesos.215
Entiéndase por delito, según el artículo 4º del libro primero del código penal,
“la infracción voluntaria de una ley penal, haciendo lo que ella prohíbe ó dejando
de hacer lo que manda”, de aquí se derivaban dos tipos de delitos: intencionales y
de culpa. Los primeros comprendían “los cometidos con conocimiento de que el
hecho ó la omisión en que consiste son punibles”.216 Mientras tanto, había cinco
tipos de delitos considerados de culpa, de los cuales para los intereses del
presente trabajo atañe únicamente el cuarto y refiere lo siguiente: “Cuando el reo
infringe una ley penal hallándose en estado de embriaguez completa, si tiene
hábito de embriagarse, ó ha cometido anteriormente alguna infracción punible en
estado de embriaguez”.217
Por otra parte, existe un concepto más que es necesario tomar en cuenta:
crimen. Este era un hecho prohibido por la ley que ofendía directamente al interés
público y cometido con dolo. Sin embargo, crimen y delito se tomaban en el mismo
sentido, pero, como señalaba Joaquín Escriche:
[…] usamos sin embargo con mas frecuencia la palabra crímen [Sic.] para
significar los hechos atroces que causan grave daño á la república directa ó
indirectamente, y la palabra delito para denotar los hechos menos graves que
ofenden directamente á un individuo sin causar un gran perjuicio á la sociedad.218
Una vez hecha esta diferenciación, el crimen era castigado con penas
“aflictivas o infamantes”, mientras que el delito con penas correccionales. Aclarado
esto, el término que aquí se empleará es el de delito y los delitos que se
analizarán son los de homicidio, lesiones, heridas y riña, pero para utilizar la
215
Hernández López, Aarón, Op. Cit., P. 246.
216
Ibid., p. 31.
217
Ibid., p. 33.
218
Escriche, Joaquín, Op. Cit., p. 166.
87
clasificación del código penal, se englobarán los dos últimos dentro de la categoría
de “golpes y otras violencias físicas simples”.
Eran considerados como simples, los golpes y violencias físicas que no
causaran lesión alguna y éstos sólo se castigarían cuando fueran inferidos con
intención de ofender a la persona que los recibiera.219 Era castigado con una multa
de diez a 300 pesos, o con arresto de uno a cuatro meses, o con ambas penas,
según la circunstancias del ofensor y del ofendido, a juicio del juez, aquél que
“públicamente y fuera de riña diere á otro una bofetada, una puñada ó un latigazo
en la cara”,220 y quien azotara a otra persona por injuriarlo, su castigo sería de una
multa de cien a mil pesos y dos años de prisión.221 Por otra parte, aquellos golpes
que no causaron afrenta, se castigaban con apercibimiento o con multa de primera
clase, si eran leves o se los dieron recíprocamente los contendientes.222 Para
poder proceder contra el autor de golpes o violencia, era necesaria la queja por
parte del ofendido; a menos que el delito se hubiera cometido en una reunión o en
un lugar público,223 entendiéndose como estos, efectivamente, a las pulquerías.
Finalmente, “los golpes dados y las violencias hechas en el ejercicio del derecho
de castigar, no son punibles”,224 lo cual resultó ser una práctica alarmante, pues
los gendarmes, es decir los agentes encargados de resguardar el orden, no pocas
veces abusaron de ese derecho.
En cuanto a las lesiones, no sólo comprendían las heridas, escoriaciones,
contusiones, fracturas, dislocaciones o quemaduras, sino también toda alteración
en la salud y cualquier otro daño que dejara huella material en el cuerpo humano,
claro, siempre y cuando esos efectos hayan sido producidos por una causa
externa. Si una lesión era causal o ejecutada con derecho, no se castigaba. Como
causales eran calificadas las lesiones resultantes de un hecho u omisión, sin
intención ni culpa de su autor.225
219
Hernández López, Aarón, Op. Cit., artículo 501, p. 154.
220
Ibid., artículo 502, pp. 154-155.
221
Ibid., artículo 503, p. 155.
222
Ibídem., artículo 504.
223
Ibid., artículo 509, p. 156.
224
Ibídem., artículo 510.
225
Ibídem., artículos 511, 512 y 513.
88
Los dos grandes grupos en que se dividían las lesiones eran las simples:
cuando el reo no obrara con premeditación, ventaja, alevosía, ni a traición; 226 y las
calificadas: cuando eran efectuadas con premeditación, ventaja, alevosía o a
traición.227 El tipo de lesiones cometidas por lo regular en las pulquerías estaban
normadas en el artículo 527 del código penal y éstas comprendían aquellas que
no pusieron ni pudieron poner en peligro la vida del ofendido. Por tanto, se
castigaban con las penas siguientes:
Con arresto de ocho días á dos meses y multa de 20 á 100 pesos, con aquel solo,
ó sólo con ésta, á juicio del juez; cuando no impidan trabajar más de quince días al
ofendido, ni le causen una enfermedad que dure más de ese tiempo:
Con la pena de dos meses de arresto á dos años de prisión, cuando el
impedimento ó la enfermedad pasen de quince días, y sean temporales:
Con tres años de prisión, cuando pierda el oído el ofendido, ó se le debilite para
siempre la vista, algún miembro, un órgano ó alguna de las facultades mentales:
Cuando resulte una enfermedad segura ó probablemente incurable, impotencia, la
inutilización completa ó la pérdida de un miembro, ó de un órgano, ó cuando el
ofendido quede lisiado para siempre ó deforme en parte visible; el término medio
de la pena será de cuatro, cinco ó seis años, á juicio del juez, según la importancia
del perjuicio que resienta el ofendido.
Si la lisiadura ó deformidad fueren en la cara, se tendrá esta circunstancia como
agravante de primera, segunda, tercera ó cuarta clase á juicio del juez;
Con seis años de prisión, cuando resulte imposibilidad perpetua de trabajar,
enajenación mental, ó la pérdida de la vista ó del habla.228
226
Ibid., artículo 525, p. 159.
227
Ibid., artículo 536, p. 161.
228
Ibid., artículo 527, pp. 159-160.
229
Ibid., artículo 540, 541 y 542, p. 162.
89
230
Foucault, Michel, Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión, 34ª edición, México, Siglo XXI
Editores, 2005, p. 111.
231
González Navarro, Moisés, Historia Moderna de México. El Porfiriato. La vida social, tomo IV,
México, Editorial Hermes, 4ª edición, 1985, p. 416. Véase también “El Progreso”, en El Estandarte,
año VI, no. 9, abril 19 de 1890, en donde se decía, con motivo de la época de progreso pretendida
para el país, que “El vicio de la embriaguez hace tantos y tan rápidos progresos cada día, que la
mayor parte de los delitos que castigan las autoridades judiciales, no reconocen otro origen que el
estado de embriaguez en que los perpetran sus autores”.
232
“La escasez del pulque” en El Estandarte, año XI, no. 1351, enero 25 de 1895.
233
González Navarro, Moisés, Op. Cit., p. 420.
90
234
Ibid., p. 421. Esta apreciación es compartida también por Pablo Piccato, quien observa que “los
muchachos veían a sus parientes bebiendo y pelando, y era lógico que salieran a la calle a probar
un vaso de pulque, y a imitar la violencia y la sensualidad”; véase Piccato, Pablo, “La construcción
de una perspectiva científica: miradas porfirianas a la criminalidad” en Historia Mexicana, vol.
XLVII, no. 1, julio-septiembre de 1997 (a), p. 161.
235
González Navarro, Moisés, Op. Cit., p. 451.
236
Citado en Johns, Michael, The City of Mexico in the Age of Díaz, E. U. A., The University of
Texas Press, 1997, p. 50.
237
Piccato, Pablo, Op. Cit., p. 80.
238
Ávila Espinosa, Felipe Arturo, “El alcoholismo en la ciudad de México a fines del porfiriato y
durante la revolución” en Alicia Meyer (coord.), El historiador frente a la historia. Religión y vida
cotidiana, México, UNAM/Instituto de Investigaciones Históricas, 2008, p. 66.
239
Johns, Michael, Op. Cit., p. 52.
91
240
Piccato, Pablo, ““El Paso de Venus por el disco del sol”: Criminality and Alcoholism in the Late
Porfiriato” en Mexican Studies/Estudios Mexicanos, vol. 11, no. 2, verano de 1995, p. 229.
241
“La embriaguez” en El Estandarte, año II, no. 125, abril 8 de 1886.
242
“Las riñas de los decentes y las de los pelados” en El Estandarte, año IX, no. 982, octubre 5 de
1893.
92
Sirva de ejemplo una riña entre personas de la “alta” sociedad potosina que
confirma la nota anterior. El hecho tuvo lugar la tarde del 28 de marzo de 1888 en
el selecto club social “La Lonja”, en donde se encontraba el industrial Pedro
Gordoa de 30 años de edad hablando con el farmacéutico Jesús María Villaseñor,
mayor de edad, entre otras personas “distinguidas” de la sociedad potosina como
Bartolo Romano, Gerardo Meade y Manuel López Estrada, hasta que Villaseñor
hizo mención de una máquina de helados que acaba de adquirir Gordoa, por lo
cual éste tomó con malas intenciones el comentario y comenzaron a discutir hasta
llegar a los golpes y Jesús María Villaseñor a hacer uso de una pistola con la que
hirió a su contrincante. Es factible que la discusión haya sido producto de un mal
entendido entre los implicados con motivo del alcohol injerido, pues el ofendido
aseguró en su declaración haber bebido, entre las once de la mañana y las tres de
la tarde, dos copas de coñac, un coctail y cuatro copas de tequila. Otro motivo que
pudo ocasionar que se encendieran los ánimos, sin hacer a un lado el presunto
estado etílico en que se encontraban los protagonistas del escándalo, fueron los
insultos que según Gordoa, Villaseñor le dirigió como acusarlo de pendejo y a su
vez éste le expresó que era más hombre que su agresor.243 De inclinarnos por
esta declaración, la conclusión sería que la riña se suscitó al intentar defender su
“honor” ambos hombres, lo que era una forma muy común de actuar en la época y
entre personas de cualquier estrato social.
Un observador de la época, Julio Guerrero, explicó hacia 1901 varios
factores que originaban la afición a las bebidas alcohólicas entre los mexicanos,
fuera cual fuere su condición social. Algunas de estas explicaciones eran “la
necesidad de dar tonicidad al espíritu deprimido por los pensamientos sombríos de
la miseria y la de dar alegría a las reuniones frecuentes que reclama la civilidad
mexicana”; que por la ausencia de trabajo se acudía a las pulquerías o cantinas
“para confiar al dependiente o amigo las miserias de la vida o las dificultades
243
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra D. Jesús M. Villaseñor
por riña y heridas, marzo 28 de 1888, 116 ff.; véase también sobre el mismo asunto Cabrera y
Piña, Matilde y María Buerón Rivera de Barcena, La Lonja de San Luis Potosí. Un siglo de
tradición, sin pie de imprenta, sin fecha de publicación, P. 160
93
financieras”; los artesanos que suspendían sus labores cada hora o media hora
para ir a la pulquería, así como los empleados que visitaban las cantinas.
El autor dejaba claro que el alcohol no respetaba clase social y hacía
énfasis en que las consecuencias que traía consigo el abuso de la bebida
afectaban incluso a los grupos acomodados, como por ejemplo, “los días de fiesta
y las verbenas son peligrosas por las riñas, lesiones y homicidios que ocasiona la
bebida hasta en miembros de las clases superiores”,244 tal y como se vio en el
relato de “La Lonja”.
Por su parte, Francisco Bulnes, uno de los críticos más contundentes del
régimen porfirista, publicó en 1909 un estudio científico sobre el pulque en el que
exaltaba la calidad de dicha bebida comparándola con otras bebidas fermentadas
procedentes de Europa. En ese estudio señalaba que en México la clase popular
sólo consumía aguardiente o pulque o ambas cosas y que, en apariencia, el
pulque, especialmente, excitaba al crimen. Sin embargo, en defensa de la bebida
nacional, el autor afirmaba que “en nuestra clase popular, lo que más incita al
crimen son las mujeres, y la bebida fermentada, el pulque, lo único que hace es
avivar la pasión brutal, oriental, feroz, salvaje de nuestros hombres del pueblo por
las mujeres”.245
Bulnes, para reforzar sus afirmaciones, recurrió a un texto elaborado por un
profesor de apellido Segura, quien sostenía que si la tendencia al delito y la
comisión del crimen, la riña y el pleito a mano armada residían en las clases
inferiores de la época era porque “aun no desaparecen las influencias atávicas y
los efectos de nuestra vida revolucionaria anterior; y estos instintos se descubren
en toda su desnudez y con más intensidad, cuando el cerebro es invadido por el
alcohol” y que por tanto “a la embriaguez en general, y no al pulque en particular,
se debe atribuir la comisión de los delitos de sangre”.246 A lo anterior, Bulnes
añadió que las causas de la criminalidad en México se debían a factores mucho
más complejos, destacando cinco de ellos como principales.
244
Guerrero, Julio, La génesis del crimen en México. Estudio de psiquiatría social, 1ª edición 1901,
México, CONACULTA, 1996, p. 127.
245
Bulnes, Francisco, El pulque. Estudio científico, México, Antigua Imprenta de Murguía, 1909, p.
143.
246
Ibid., p. 145.
94
247
Ibid., pp. 146-149.
95
248
Garza, James Alex, El lado oscuro del porfiriato. Sexo, crímenes y vicios en la Ciudad de
México, México, Aguilar, 2008, p. 60. Véase también Leal, Juan Felipe y Mario Huacuja Routree,
Economía y sistema de haciendas en México. La hacienda pulquera en el cambio. Siglos XVIII, XIX
y XX, México, Ediciones Era, 1982, p. 78-133, donde los autores ofrecen una lista de los socios de
la Compañía Expendedora de Pulques, en la que no aparece el nombre de Francisco Bulnes, sin
embargo, sí lo relacionan directamente con dicha sociedad, afirmando que el Estudio citado que
Bulnes elaboró, fue hecho bajo pedido de la misma, p. 126.
96
rutina diaria y al ser el pulque la bebida más accesible para sus bolsillos,
entonces, el lugar idóneo para acudir fueron las pulquerías.
Esas tabernas fueron frecuentadas principalmente por jornaleros, albañiles,
zapateros, panaderos, carniceros, herreros, hortelanos, curtidores, obrajeros,
cerilleros, reboceros, carpinteros, músicos—quienes ejecutaban allí sus
instrumentos y amenizaban el ambiente, además de ganarse unas monedas que
servían para costearse la bebida—etc., es decir, los asistentes eran en su mayoría
individuos que se ganaban la vida en oficios manuales. En este punto, es
pertinente aclarar que si bien el artesano era aquél que desempeñaba labores
manuales en los centros urbanos, para los casos que aquí se analizarán,
“artesano” era sinónimo de “trabajador”, a su vez que éste era sinónimo de
“jornalero”, a pesar de que dicho término comúnmente sea empleado para
designar a quien labora en el campo. Por ejemplo, de acuerdo con la
documentación revisada, “jornalero” podía ser tanto un labrador como un
dependiente en una pulquería o incluso un gendarme.
Asimismo, existen casos registrados en los que los establecimientos
también eran frecuentados por comerciantes e incluso personajes dedicados a
resguardar el orden público, tales como policías o soldados, quienes obraban de
manera contraria a lo que su cargo les encomendaba.
A este grupo de personas habría que añadirle los vagos. Según Antonio
Padilla, hacia la segunda mitad del siglo XIX éstos fueron clasificados en tres
categorías:
Los necesarios, “aquellos que no trabajan por falta absoluta de trabajo”; 2) los
voluntarios, “que no trabajan porque no quieren, sin que por esto cometan
acciones que dañen a la sociedad o perjudiquen a terceros, y 3) los perniciosos,
los que no sólo no trabajan, sino que cometen acciones que ofenden a la moral o
perjudican a la sociedad”.249
249
Padilla, Antonio, “Pobres y criminales. Beneficencia y reforma penitenciaria en el siglo XIX en
México” en Secuencia, no. 27, septiembre-diciembre de 1993, p. 59. Las cursivas son mías.
97
250
Ibídem.
251
Trujillo Bretón, Jorge Alberto, “Léperos, pelados, ceros sociales y gente de trueno en el Jalisco
porfiriano” en Jorge A. Trujillo y Juan Quintar (comps.) Pobres, marginados y peligrosos, México,
Universidad de Guadalajara/Universidad del Comahue, 2003, p. 210.
252
Citado en Ibid., p. 212.
253
Ibid., p. 214.
254
Ibídem.
98
255
Una interesante descripción sobre el uso del rebozo la proporciona Julio Guerrero, citando un
texto de José T. Cuéllar bajo el seudónimo de Facundo; en Guerrero Julio, Op. Cit., pp. 136-137.
256
“El uso del calzón blanco” en El Estandarte, año IV, no. 315, febrero 23 de 1888; véase también
“El uso del calzón blanco” en El Estandarte, año IV, no. 321, marzo 15 de 1886, en donde se habla
de las estrictas medidas tomadas por el ayuntamiento de Charcas contra quienes continuaran
usando el calzón blanco, imponiéndoles una multa de dos pesos “por primera vez y en caso de
reincidencia sufrirá arresto menor”. Para una noción más detallada sobre este tema y otras
medidas llevadas a cabo “en aras del progreso” durante la época véase Coronado Guel, Luis
Edgardo, “Ideas de modernidad, progreso y sociedad en la prensa potosina del cambio de siglo: la
ciudad utópica antes de la Revolución” en Flor de María Salazar Mendoza (coord.), Op. Cit., pp. 96-
97. La exigencia del uso del pantalón y del sombrero de fieltro, en contraposición del de palma, a
partir de 1888, fue una disposición federal sostenida en su afán de que, “en la apariencia por lo
menos tuvieran un aire europeo”, véase Beezley, William H., “El estilo porfiriano: deportes y
diversiones de fin de siglo” en Historia Mexicana, vol. XXXIII, no. 2, octubre-diciembre 1983, p. 276.
257
“Jefatura política” en El Estandarte, año VI, no. 26, mayo 14 de 1890.
258
“Por los pantalones” en El Estandarte, año XIII, no. 2054, julio 25 de 1897.
99
prensa lo celebró “con plácemes”, fue que la misma jefatura política, al tiempo que
prohibía el calzón de manta, lo hizo también en las corridas de toros, negando que
se lidiara el último toro que era llamado de la plebe,259 lo cual es una clara muestra
de que su propósito por ser un pueblo “avanzado” tenía que cumplirse aunque
fuera solamente en la apariencia.
Regresando al tema de las características que compartía la “gente del
pueblo” y de la forma en que eran calificados por los grupos de élite, vale la pena
retomar a Julio Guerrero, quien revelaba de los léperos lo siguiente:
[…] viven en las calles y duermen en los dormitorios públicos, hacinados en los
portales, en los quicios de las puertas, en los escombros de casas en
construcción, en algún mesón si pueden pagar por el piso tres o cuatro centavos
cada noche, o arrimados en la casa de algún compadre o amigo. Son mendigos
traperos de los basureros públicos, papeleros, seberas, hilacheras, fregonas,
etcétera. […] Están cubiertos de andrajos, se rascan sin interrupción y en las
greñas de sus cabezas se acumula el polvo y lodo de todos los barrios de la
ciudad. No se lavan sino cuando les llueve y sus pies descalzos y agrietados se
encallecen y toman el color de la tierra. Por lo general no llegan a la vejez, sino a
una decrepitud precoz, agotados por la sífilis, la miseria, el pulque y el mezcal.260
Los hombres y mujeres de esta clase han perdido el pudor de la manera más
absoluta, su lenguaje es tabernario, viven en promiscuidad sexual, se embriagan
cotidianamente, frecuentan las pulquerías de los últimos barrios, riñen y son los
promotores principales de los escándalos, forman el antiguo leperaje de México;
de su seno se reclutan los rateros y son encubridores oficiosos de crímenes muy
importantes. Insensibles al sufrimiento moral, el físico les lastima poco, y poco
gozan con el placer. Las enfermedades venéreas y el aborto hacen a las mujeres
259
Ibídem.
260
Guerrero, Julio, Op. Cit., p. 132. Las cursivas son del original.
100
261
Ibid., pp. 132-133. Las cursivas son mías.
262
Ibid., p. 139.
263
“Cuestión de higiene” en El Estandarte, año XIII, no. 1932, febrero 19 de 1897. Las cursivas son
mías.
101
con que están amagados los vecinos del „Arco Azul‟, que para ellos puede ser
„Arco Negro‟”.264
Una clase un poco por encima de la antes descrita, que se acercaba más
bien a la clase media, aunque no en un sentido estricto, y que también tomaba
pulque en la comida, pero que reprobaba la embriaguez, “cuando menos en
teoría”—como afirmaba Guerrero—era la compuesta por artesanos, escribientes,
gendarmes, oficiales y extranjeros.265 Óptica como la de Julio Guerrero era la que
imperaba en el discurso de los observadores y críticos de la época, principalmente
dentro de la prensa.
264
“A la Inspección de Salubridad” en El Estandarte, año VIII, no. 747, noviembre 25 de 1892.
265
Ibid., p. 140.
266
Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis Potosí, vol. III, 3ª edición, México, El Colegio
de San Luis/UASLP, 2004, p. 169.
267
Garza, James Alex, Op. Cit., p. 21.
102
médicos allí dieran a conocer sus ideas o éstas eran retomadas por el periódico y
se incluían, obviamente, otorgando el debido crédito de dónde o de quién fueron
extraídas.
A pesar de que las principales críticas en contra de las conductas y vicios
de la gente pobre iba dirigida desde El Estandarte y, dicho medio a su vez
responsabilizaba de esos males al gobierno en turno, el periódico oficial del
gobierno del estado de San Luis Potosí, también mostró cierta preocupación hacia
lo que representaba la embriaguez como transgresora del bienestar social. En
este punto vale la pena detenerse para entender qué significaba el término
“bienestar social” y tomar en cuenta desde qué punto de vista era percibido éste,
pues si lo consideramos desde la perspectiva del grupo en el poder—como el
periódico oficial—está claro que la embriaguez de los marginados iba a
representar una transgresión al “bienestar social”; empero si lo analizamos desde
la óptica de “los de abajo”, el hábito de beber de dicho grupo, de ninguna manera
iba a ser visto como una transgresión, sobretodo si tal práctica era llevada a cabo
como un escape o desahogo de una cotidianidad marcada por la miseria.
Así, en sus líneas, el periódico afirmaba que “las causas de agresión por
embriaguez llegaron el año anterior [es decir, en 1881] en la misma a la cifra de 7,
000” y de esta manera solicitaba a la autoridad correspondiente que:
Por su parte, El Estandarte hacía una crítica más aguda en sus páginas,
afirmando que:
[…] a nadie se oculta que de las pulquerías y cantinas salen los homicidas y
heridores, los adúlteros, y allí mismo nacen las disensiones domésticas, el mal
ejemplo para los hijos, su falta de educación, su inmoralidad, y la preocupación
268
“La embriaguez y modo de reprimirla” en Periódico Oficial La Unión Democrática, tomo VII, no.
471, marzo 31 de 1882.
103
para que sigan el mismo camino que sus padres, sembrado de crímenes y de
miseria.269
[…] a los dueños de cantinas o pulquerías que vendan licor a un hombre que está
ya ebrio, debe castigársele severamente; qué mayor severidad debe observarse
con los que ministren licor sobre prendas de cualquiera clase, prohibiéndoles
expresamente hacerlo: que respecto de las prendas ya empeñadas, deben
tomarse las medidas necesarias a fin de que no se rematen o vendan en tiempo
tan perentorio, obligando a los dueños de cantinas a que garanticen de alguna
manera la conservación y existencia en su poder de lo empeñado.270
269
“Una cuestión social” en El Estandarte, año II, no. 123, abril 1º de 1886.
270
Ibídem.
104
que prohibían realizar empeños en locales como las pulquerías: “el afán por
controlar a la población y combatir la delincuencia, y el propósito de incrementar
las ganancias [del Monte de Piedad, que era la institución destinada a tal
efecto].271”
Por otra parte, el discurso médico respecto del alcoholismo tuvo gran eco
dentro de las páginas de la prensa. Frecuentemente se publicaban notas o
artículos escritos de manera expresa por los mismos especialistas para las
ediciones de los periódicos o se tomaban extractos o textos íntegros publicados en
otros periódicos del país o del extranjero. Tales publicaciones además de hablar
de los estragos que producía la ebriedad tanto en el individuo como a la sociedad,
también trataban de “novedosos” métodos para “curar” o prevenir del alcoholismo,
si es que este mal aún no se padecía.
Entre quienes se dieron a dicha tarea hubo charlatanes y médicos
experimentados que intentaron hacer frente al problema con seriedad, así como
otros que tuvieron profunda confianza en que su producto “curaría” absolutamente
a todos los borrachos y que en pocos años la ebriedad ya no sería más un
problema.
Uno de los “remedios” que se quisieron adoptar de Europa, aplicado en
Francia e Inglaterra, para erradicar el gusto por el alcohol era un suero que se
obtenía de la leche de mantequilla y que quitaba “el deseo de tomar toda clase de
líquidos, lo cual ha sido un verdadero hallazgo, para combatir victoriosamente la
embriaguez”, además de devolver con cierta “facilidad a la temperancia a multitud
de seres perdidos para la sociedad por el repugnante vicio de la embriaguez”. 272
Otra de las propiedades de esa medicina era que también “curaba” la diabetes.
Hubo también intentos más serios como el establecimiento de una
“Sociedad de temperancia”.273 Sobre el último punto vale la pena hacer un breve
paréntesis para inferir que la intención de establecer una Sociedad de temperancia
271
Teitelbaum, Vanesa E., “Sectores populares y „delitos leves‟ en la ciudad de México a mediados
del siglo XIX”, en Historia Mexicana, vol. LV, no. 4, abril-junio de 2006, pp. 1258-1259.
272
“Contra la diabetis [Sic.] y la embriaguez” en Periódico Oficial del Gobierno del Estado de San
Luis Potosí, tomo XI, No. 767, abril 17 de 1886.
273
“Sociedad de temperancia” en Periódico oficial del Gobierno del Estado de San Luis Potosí,
tomo XI, no. 820, noviembre 20 de 1886.
105
274
Alvarado López, Xeitl Ulises, “Lucha metodista por la templanza en Estados Unidos y México,
1873-1892” en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, no. 40, julio-diciembre
de 2010, p. 71.
275
Ibid., p. 63.
276 rd
Maclachlan, Colin M. and William H. Beezley, El Gran Pueblo. A History of Greater Mexico (3
Edition), EUA, Pearson Prentice Hall, 2004, p. 143. Para profundizar en el tema de los deportes
durante el porfiriato y cómo estos formaron parte de la persuasión porfiriana desde el concepto
trabajado por William H. Beezley, véase Beezley, William H., Judas at the Jockey Club an Other
Episodes of Porfirian Mexico, EUA, University of Nebraska Press, 1987, pp.13-66.
277
“Efectos de la embriaguez” en El Estandarte, año IV, no. 323, marzo 22 de 1888.
106
278
“Remedio contra la embriaguez” en El Estandarte, año V, no. 419, febrero 24 de 1889.
279
“Contra la ebriedad” en El Estandarte, año XIII, no. 1996, mayo 12 de 1897.
280
“La curación de la borrachera” en El Estandarte, año XIII, no. 2136, noviembre 4 de 1897.
281
“El vicio de la embriaguez por el Dr. J. H. Kellog” en El Estandarte, año XIII, no. 2118, octubre
13 de 1897.
282
“Contra la embriaguez” en El Estandarte, año II, no. 142, junio 10 de 1886; “Contra la
embriaguez” en Periódico Oficial del Gobierno del Estado de San Luis Potosí, tomo XI, no. 790,
julio 21 de 1886.
283
AHESLP, ayto., 1886.8, exp. 82, Dr. Monsiváis acompaña un proyecto para establecer en esta
ciudad casas de temperancia con el fin de corregir la embriaguez, julio 13 de 1886, 5 ff.
107
284
“Vulgaridades” en El Estandarte, año II, no. 159, agosto 8 de 1886.
285
Véase “Contra la embriaguez. El específico del Dr. Monsiváis” en El Estandarte, año II, no. 166,
septiembre 2 de 1886; no. 167, septiembre 5 de 1886 y no. 168, septiembre 9 de 1886.
286
“El Sr. Dr. Alejo Monsiváis” en El Estandarte, año II, no 183, octubre 31 de 1886; “La
embriaguez” en El Estandarte, año II, no. 197, diciembre 19 de 1886; “La embriaguez” en El
Estandarte, año III, no. 221, marzo 13 de 1887.
287
“Estudios sobre la embriaguez y modo de corregirla” en El Estandarte, año XII, no. 1774, julio 24
de 1886.
108
288
“Estadística de la embriaguez” en El Estandarte, año XIII, no. 2148, noviembre 18 de 1897.
289
Speckman Guerra, Elisa, Op. Cit., 87.
109
290
Buffington, Robert M., Criminales y ciudadanos en el México moderno, México, Siglo XXI
editores, 2001, p. 62.
291
Urias Horcasitas, Beatriz, “El determinismo biológico en México: del darwinismo social a la
sociología criminal” en Revista Mexicana de Sociología, vol. 58, no. 4, octubre-diciembre de 1996,
p. 100. Un interesante estudio de caso sobre cómo fueron empleadas durante el porfiriato doctrinas
como el darwinismo social y otras más, vigentes en la época, véase Cruz Barrera, Nydia E.,
“Indígenas y criminalidad en el porfiriato. El caso de Puebla” en Ciencias, no. 60-61, octubre marzo
2000-2001, pp. 50-56.
292
Ibid., p. 105.
293
Buffington, Robert M., Op. Cit., p. 97.
294
“Locos criminales” en El Estandarte, año VIII, no. 716, septiembre 30 de 1892.
110
anomalías físicas, mientras que las anomalías a que se referían sus detractores
eran mentales.
Bajo esta óptica era común encontrar extensas notas periodísticas dentro
de las que se leían reflexiones contra los sectores populares, de entre los que era
notorio, según señalaban, “el numeroso concurso que llena las pulquerías y
cantinas, y lo que la criminalidad aumenta por causa del vicio de la embriaguez”;
los autores de declaraciones como esta no vacilaban en asegurar que “un veinte
por ciento de los criminales que llenan nuestras cárceles, lo son por delitos en que
no entran los efectos perniciosos de ese vicio funesto, y que los ochenta restantes
le pagan ese terrible contingente”, y sugerían como único remedio que tanto
cantinas como pulquerías estuvieran sometidas a una estricta vigilancia “a efecto
de impedir la estancia permanente en ellas de no pocos miembros de la clase
obrera y a veces hasta de la mujer e hijos de éstos, que no pueden menos de
contagiarse, si es que no lo están lo que sería raro, con el ejemplo que reciben”.295
Es evidente en la nota señalada cómo se hace referencia al “contagio” de los
malos hábitos entre los sectores populares o lo que era lo mismo, a la “herencia”,
postura sostenida también por Cesare Lombroso.296
Al relacionar el crimen con las pulquerías, no era de extrañar que en 1895,
en una nota periodística se sostuviera que “coincide con la escasez del pulque el
descenso que ha tenido la criminalidad” y que los escándalos y las riñas habían
bajado en un 50 por ciento en las comisarías.297 En la misma tónica hubo muchos
encabezados de noticias sobre riñas, lesiones y hasta homicidios en los que se
emplearon palabras o frases relacionadas con el pulque para señalar el vínculo
entre dicha bebida y la criminalidad. Mucho tuvo que ver quizá en esos conflictos
la bebida nacional, pero pudo tratarse más bien de una campaña cuyo propósito
era satanizar al vino extraído del maguey.
Algunos de dichos encabezados acusaban directamente al pulque de las
desgracias de los habitantes, tales como uno que únicamente se titulaba “El
pulque”, refiriéndose a que como consecuencia de dicha bebida Sixto Sandoval se
295
“La clase obrera y el pauperismo” en El Estandarte, año XIV, no. 2408, octubre 8 de 1898.
296
Buffington, Robert M., Op. Cit., p. 97.
297
“La escasez del pulque” en El Estandarte, año XI, no. 1351, enero 25 de 1895.
111
298
cayó en un hoyo y se rompió la cabeza; en “Por el pulque” se leía que Juan
González y Nicolás Zúñiga, en lugar de haber ido al trabajo fueron a una pulquería
y como resultado, el primero causó una herida al segundo.299
En otra nota, bajo el rebuscadísimo título—nuevamente—de “El pulque”, se
hablaba de que “como resultado de las libaciones del blanco licor que
frecuentemente hace nuestro pueblo, casi no hay día en que no se registren
pendencias y algún individuo saque su correspondiente puñalada”;300 en un par de
notas tituladas “Efectos del tlamapa301”, se daba fe, en una de ellas, que Pánfilo
Medina y Anselmo García se habían embriagado en una pulquería y sin más razón
se dieron de puñaladas,302 en la otra, publicada unos meses antes, se leía que en
una pulquería situada en la primera calle del Peñasco, Andrés Ruiz y Alberto
Rosales, ebrios, riñeron resultando muerto el segundo con varios machetazos;303
bajo el encabezado de “El neutle304” se dio noticia de que “Víctor y Catarino
Rodríguez [probablemente hermanos] habían libado grandes vasos de pulque y
aconsejados por el licor […] se acometieron navaja en mano recibiendo Catarino
graves heridas”;305 sobre la riña en la que un individuo resultó muerto y otro
herido, verificada en la pulquería “El Cazador” ubicada en la sexta calle de Hidalgo
se publicó una nota titulada “Esas pulquerías”.306
Finalmente, aún cuando por alguna razón no hubo gran contingente de
detenidos por la autoridad, no se podía dejar de lado a las pulquerías, como lo
verificó una nota que decía: “Parece que con la riña de la pulquería de la Reforma
y alguna otra pequeñez, pasaron los días sin novedad, que se sepa”, 307 esto en
referencia a otra nota publicada en la misma edición de El Estandarte que hablaba
298
“El pulque” en El Estandarte, año VI, no. 91, agosto 6 de 1890.
299
“Por el pulque” en El Estandarte, año VI, no. 70, julio 11 de 1890.
300
“El pulque” en El Estandarte, año XI, no. 1479, julio 9 de 1895.
301
Tlamapa: Forma coloquial, entre otras tantas, de referirse al pulque.
302
“Efectos del tlamapa” en El Estandarte, año V, no. 486, octubre 20 de 1889.
303
“Efectos del tlamapa” en El Estandarte, año V, no. 446, junio 2 de 1889.
304
Neutle: También neutli. El aguamiel, que es la base del necutli o pulque. Ciertas capas de la
población lo confunden con éste. Martínez Álvarez, José Antonio, Op. Cit., p. 510.
305
“El Neutle” en El Estandarte, año V, no. 436, abril 28 de 1889.
306
“Esas pulquerías” en El Estandarte, año XIII, no. 2034, julio 2 de 1897.
307
“Cosa rara” en El Estandarte, año XII, no. 1642, enero 31 de 1896.
112
El indígena se alimenta con maíz, chile y algunas frutas; bebe cuando puede y
cuanto puede: en algunos distritos de la Mesa Central el pulque en cierto límite
ayuda a su nutrición, y que frecuentemente aniquila por la embriaguez todas sus
energías morales; y en otros distritos, diversos aguardientes extraídos del maguey.
Con esta alimentación puede el indio ser un buen sufridor, que es por donde el
hombre se acerca más al animal doméstico; pero jamás un iniciador, es decir, un
agente activo de civilización.309
Tocando el tema del pulque, el autor señalaba que éste así como los
demás aguardientes extraídos del maguey y los cirios para los santos tenían
“encadenado al indígena y aun al mestizo rural a un estado de inferioridad
desesperante […] procura satisfacer sus placeres con varias jícaras de pulque […]
para después entregarse a los delitos más salvajes”. 310
Los extractos de la nota citada, son por demás reveladores de cómo el
obrero y más aún el indígena era visto como un ser inferior y que la culpa de su
atraso en la escala de la civilización se debía a sus costumbres y hábitos
alimenticios ancestrales, entre ellos el consumo de pulque. Se veía también como
308
“Riña” en Ibídem.
309
“La criminalidad en San Luis Potosí y los medios para combatirla” en El Estandarte, año XIV, no.
2452, diciembre 6 de 1898. Las cursivas son del original.
310
Ibídem.
113
a) Juegos.
En este inciso se hará una revisión a los casos en que la riña se originó a causa
del juego, prevaleciendo en las pulquerías potosinas el de la rayuela, sin embargo,
también se han incluido aquí otras acciones como las bromas que se gastaron
entre sí los bebedores y por tal motivo se disgustaron y entraron en conflicto.
El primero de los hechos que se describirán, se registró la mañana del 13
de noviembre de 1885 en la pulquería del “Pinacate”, en donde Andrés Rangel y
Aniceto Hernández sostuvieron un encuentro violento tras una serie de partidos de
rayuela en el que quien perdía invitaba medio real de pulque a su vencedor.
Después de haber ganado Rangel el último partido, su contrincante salió del
establecimiento, por lo cual el primero creyó que no quería saldar la apuesta y al
alcanzarlo en la calle, Hernández lo atacó hiriéndolo debajo de la tetilla izquierda.
115
312
AHESLP, STJ (legajo sin numerar), exp. 1, Criminal seguido de oficio por heridas mutuas contra
Andrés Rangel y Aniceto Hernández, noviembre 13 de 1885, 45 ff.
313
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar) exp. sin numerar, Criminal seguido de oficio por heridas a
José Sacramento López por Felipe Barbosa, enero 18 de 1886, 33 ff.
116
[…] serían las cinco [de la tarde] cuando tocaba un jarabe, el cual salieron a bailar
varios de los que allí había, de los que ignora sus nombres y que entre ellos
andaban dos más ebrios [Dionisio y Eligio] que los otros, los que bailando se
daban de golpes con unos palitos que traían, cuyos palitos los quitó la pulquera
314
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Benito Alvarado por
homicidio, marzo 20 de 1887, 32 ff.
117
para que no se fueran a enojar, pero que se seguían golpeando con los pies, todo
en calidad de juego, pero que al fin se enojaron y se dieron de bofetadas, en cuyos
golpes uno de ellos, hoyoso de viruelas, resultó herido de la cara, pues que al otro
no le puso cuidado si resultó también herido y como juntos se salieron para la
calle, ya no supo si después se volvieron a pelear.315
A propósito del músico que expuso el testimonio citado, éste caso muestra
que, si bien, no estaba prohibido tocar música hacia esa fecha en las pulquerías
de la capital potosina, tampoco era una forma de entretenimiento que los
pulqueros pudiesen ostentar como lo confirma la respuesta de la señora Ángela
Miranda, cuando se le preguntó que si era cierto que “en la tarde en que tuvo lugar
el acontecimiento había baile en su pulquería”, a lo que ella, deslindándose de
toda responsabilidad, dijo: “como llegó allí un arpero, estuvo tocando a instancia
de los demás concurrentes”. Con esta respuesta, la pulquera acepta que había
música en su establecimiento, pero que no se trataba de un baile que ella hubiera
motivado. Por su parte, Dionisio Coronado cumplió dos meses de arresto por las
heridas inferidas a Eligio Ledesma.316
Otro hecho en el que estuvo presente el juego de rayuela en una riña de
pulquería, pero que, al parecer no fue esa la causa del pleito, es el que se llevó a
cabo alrededor de las dos y media de la tarde en la pulquería de Petra Marfil, entre
Nicolás Colunga y Florencio Muñoz, cuando por un disgusto durante el partido,
decidieron salir a pelear a los Charcos de Santa Ana en el barrio de San Miguelito,
donde Nicolás hirió a su contrincante con un cuchillo, sin embargo, el agresor
afirmaba que Florencio Muñoz lo empezó a insultar y que el declarante recogió
una hoja de lata del suelo, con la cual lo hirió y no con un cuchillo. Como sea que
haya sido, al parecer el resentimiento entre los pleitistas pudo haber tenido su
origen un día antes, si se toma en cuenta que Colunga manifestó que “el día
anterior habían tenido un disgusto por las borracheras”. Cabe señalar que en
1882, Nicolás Colunga estuvo preso tres semanas también por el delito de
heridas, las cuales cometió contra Secundino Castillo en la pulquería de “Los
315
Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí, Supremo Tribunal de Justicia (en adelante
AHESLP, STJ) (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Dionisio Coronado por
heridas, julio 9 de 1888, f. 10 frente y vuelta.
316
Ibídem.
118
Potreros” por un mal entendido que tuvieron después de que Colunga le convido
un poco de pulque a Castillo. A pesar de los antecedentes, la resolución del juez,
en el proceso de 1888, fue absolutoria a favor del agresor, dejándolo en completa
libertad.317
Un acontecimiento en el que tuvieron lugar, tanto la rayuela como las
bromas, fue el sucedido durante el medio día del 22 de mayo de 1894 en la
pulquería de “La Reforma” en el barrio de San Miguelito, donde se encontraba
José Castro jugando a la rayuela con otros amigos cuando llegaron Silvestre
Sierra y su primo Pascual Romero, quienes “se llevaban” con Castro y con tal
confianza, empezaron a “chancearse” con él, arrebatándole el gabán, que
empeñaron en 12 centavos de pulque, dándole después un golpe en la cabeza al
mismo Castro, quien colmado, aventó dos tejas que traía en la mano contra la
cara de Silvestre Sierra, con las que le causó una herida sobre el párpado del ojo
derecho, de la cual fue absuelto José Castro.318
En la pulquería “La América en Triunfo” ocurrió otro lamentable incidente
que le costó la vida a un individuo por encontrarse en el lugar y momento menos
oportunos. Eran las ocho de la mañana del 22 de octubre de 1896 cuando Calixto
Vázquez y Miguel Acevedo llegaron a la taberna mencionada y después de
tomarse una copa, fueron al patio a hacer sus necesidades fisiológicas, donde se
encontraron con Dionisio Carrión, quien estaba ebrio e invitó a jugar a la rayuela a
Calixto Vázquez, quien rechazó la invitación, razón por la cual Carrión se disgustó
e intentó agredir con un cuchillo a Vázquez, tras lo cual Miguel Acevedo,
compadre de éste, se dirigió al despacho del establecimiento a quejarse con
Facundo Romero, dueño de la pulquería.
Según otro testigo que estaba por entrar al escusado de “La América en
Triunfo”, los compadres enfrentaron a su agresor también con cuchillos y
distrayéndose Carrión con Valentín Hernández, quien igualmente pasaría por
donde se efectuaba la riña, le dijo “también a ti” y después de dirigirle una serie de
317
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal por heridas contra Nicolás
Colunga, julio 16 de 1888, 39 ff.
318
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Causa criminal contra José Castro por el
delito de heridas, mayo 22 de 1894, 28 ff.
119
319
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Causa número seguida contra Dionisio
Carrión por el delito de homicidio, octubre 22 de 1896, 54 ff.
120
El primer caso de esta categoría fue un homicidio cuyo origen tuvo lugar el
29 de septiembre de 1884, cuando Isidoro Hernández y Encarnación Rodríguez
acarreaban arena y decidieron detenerse en la pulquería de Margarita Pérez, muy
cerca de otra conocida como “El Alicante”, ambas en Santiago del Río, donde se
encontraron con Demetrio Olivar, Tomás Yáñez y Trinidad González, ofreciéndole
el primero de ellos a Isidoro Hernández que tomara pulque o que se lo diera, por lo
que ambos se incomodaron y, enseguida, los acompañantes de Olivar se le
echaron encima a Hernández, arrojándole piedras, con las que le causaron
algunas lesiones ligeras, y Demetrio Olivar, por su parte, intentó agredirlo con un
puñal hasta que se entrelazaron en una lucha cuerpo a cuerpo en la que
Hernández logró desarmar a su atacante y al intentar defenderse con la misma
arma, lo hirió, provocando la muerte de Demetrio Olivar al día siguiente. Como
Isidoro Hernández actuó en defensa propia, “repeliendo una agresión actual,
inminente, violenta y sin derecho”, el cuatro de julio del año siguiente, fue absuelto
de todo cargo criminal y quedó en absoluta libertad.320
Tres meses y 10 días después de que Hernández recuperó su libertad, es
decir, el martes 14 de octubre de 1885, como a las cinco y media de la tarde llegó
Inés de los Reyes, a la pulquería de “El Pinacate”, propiedad de la joven Anita
Rivera, de 20 años de edad,321 a empeñarle una frazada en una cuartilla, con la
que compró un poco de pulque, cuando se presentó Bernabé Alvarado pidiéndole
de la misma bebida a de los Reyes quien, además de negársela, le cobró medio
real que una vez le prestó para que desempeñara una frazada. Por tales motivos,
Alvarado se disgustó y siguió a Inés hacia afuera del establecimiento donde le
propinó un golpe que provocó que de los Reyes sacara una cuchilla con la que le
causó varias heridas a su agresor. Inés de los Reyes fue condenado a sufrir cinco
meses y dos días de reclusión en el “departamento de distinguidos” de la
320
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. 25, Causa instruida contra Isidoro Hernández por
homicidio, julio 4 de 1885, 3 ff.
321
Es dudosa la edad de la pulquera, pues en un testimonio de otra riña ocurrida en su pulquería,
también porque un individuo se negó a aceptar pulque del que le convidaba otro cliente en 1887,
afirmó tener 25 años de edad, lo cual es ilógico si en el presente caso, es decir un par de años
antes, contaba con 20. Véase AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal en
averiguación de las heridas que recibió Remigio Carrizales. Reos Felipe Segura, mayo 1º de 1887,
22 ff.
121
322
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal en averiguación de las heridas
que recibió Bernabé Alvarado, octubre 14 de 1885, 40 ff.
122
323
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal seguido de oficio contra Inés
Calderón por homicidio, noviembre 23 de 1886, 36 ff.
324
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal por heridas contra Juan
Hernández o Teodoro Nieto, noviembre 12 de 1887, 36 ff.
123
325
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Francisco Hernández o Galván por
heridas a Timoteo Candelario, diciembre 26 de 1887, 12 ff.
326
Garza, James Alex, Op. Cit., p. 158.
124
327
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Antonio Puente por
heridas a José Ma. Esparza, junio 25 de 1891, 31 ff.
125
que fue declarado preso una vez más por el delito de heridas y obtuvo su libertad
el 18 de septiembre del referido año.328 Es asombroso ver cómo en un lapso tan
corto, una persona a tan corta edad, contaba en su haber con dos homicidios,
además de ser “visitante” habitual de los juzgados y de la penitenciaría. Este caso,
quizá sea un buen ejemplo nada alejado de la realidad de los desposeídos
descrita por los observadores de la época sobre la que afirmaban que todas
aquellas criaturas que nacían y crecían en la miseria, dentro de un ambiente hostil,
rodeados de vicios y crímenes, estaban destinadas desde su más “tierna infancia”
a repetir aquellos patrones de conducta negativos con que habían tenido una
estrecha relación.
Para cerrar con este inciso resta hablar de otro caso cuyo desenlace costó
la vida de uno de los implicados. Magdalena Barbosa reconoció a su hijo en uno
de los dos cuerpos que yacían en el patio de la pulquería de “El Cazador”. El
cadáver correspondía a un individuo de color trigueño pálido, de mediana estatura
y de aproximadamente 18 o 19 años de edad, lampiño y de cejas y cabello negro
que vestía camisa blanca delgada, pantalón negro, guaraches y sombrero de bigo.
Tras confirmar que era su hijo, Catarino Urbina, Barbosa declaró que ella misma lo
dejó en “El Cazador” a las cinco y cuarto de la tarde de aquél 28 de junio de 1897
en compañía de Ricardo Rangel y al salir de la pulquería vio entrar a un individuo
conocido como Ángel, “El Frutero”, de quien era el otro cuerpo localizado al fondo
del patio del establecimiento y quien únicamente estaba herido por una cortada en
uno de los costados.
Magdalena Barbosa supo por una niña de la vecindad de la Colmena,
donde vivían ella y su hijo, que éste estaba muerto e inmediatamente se trasladó
al lugar de los hechos. De la misma manera, pero por noticia de una rebocera,
Jacinta Rodríguez, amasia del entonces occiso se dirigió a la pulquería tan luego
como se enteró de lo ocurrido.
El pleito se originó cuando Catarino Urbina, acompañado del referido
Ricardo Rangel y de dos mujeres, se acercó a Ángel Peña “El Frutero”, quien
328
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal por heridas. Acusado: Santos
Flores. Ofendido: Herinberto Rodríguez, marzo 4 de 1897, 32 ff.
126
329
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal por homicidio perpetuado en el
que se llama Catarino Urbina, junio 28 de 1897, 48 ff.
330
“Los valientes” en El Estandarte, año VI, no. 101, agosto 20 de 1890.
127
más probable, consientes de haber sido ellos quienes comenzaron las riñas,
manifestaron no recordar lo acontecido ni quién fue su agresor.
c) Insultos e injurias.
El tercer motivo de riña en una pulquería, entre los más frecuentes, fue el que
resultó de los insultos o injurias, de manera justificada o no, aunque las más de las
veces las ofensas verbales no tuvieron justificación alguna, sino que obedecieron
al estado de ebriedad de quien las profirió.
En el primero de estos casos pueden observase varios elementos
comunes, ya mencionados, de la forma en que, sin razón, se iniciaron muchos
sucesos violentos. Mientras Atanacio López jugaba a la rayuela con Zeferino
Medina en la pulquería de Anselmo Morales, otro cliente, Francisco González, se
le acercó al primero y sin ningún motivo le dijo “vaya usted a la…” y en lo que
López reaccionaba ante el insulto, su agresor le tiró un machetazo, del que el
ofendido quiso defenderse con el brazo izquierdo, en el que recibió una herida que
le atravesó la piel, le rompió los tendones y las arterias de la articulación. Al haber
escuchado el golpe, el pulquero Anselmo Morales, cuando se disponía a comer,
se levantó a detener a González, le quitó el machete y lo entregó al inspector de
policía. Por este delito, a diferencia de otros expuestos de dimensiones similares,
la autoridad fue más severa, pues el acusado fue condenado a sufrir la pena de
cinco años, seis meses de prisión ordinaria, por lo que el 22 de enero de 1886, es
decir a casi un año de iniciado el proceso—ocurrido el 25 de febrero de 1885—,
Francisco González solicitó su libertad preparatoria, que le fue concedida hasta el
22 de noviembre de 1887, porque se observó que “durante el tiempo de su prisión
[su conducta] ha sido buena, ocupándose en tejer sombreros de palma y en los
quehaceres de la obra de la Penitenciaría en construcción”.331
La última parte del caso resulta muy interesante, ya que deja ver en qué
labores se ocupaban los presos durante su prisión para poder ser reintegrados en
la sociedad, ganarse algo de dinero—aunque en el testimonio esto no aparezca,
331
AHESLP, STJ (legajo sin numerar), exp. sin clasificar, Criminal por heridas a Atanacio López.
Reo Francisco González, febrero 24 de 1885, 60 ff.
128
así sucedía—y aprender algún nuevo oficio cuando no desempeñaban allí dentro
el que ejercieran antes de ser recluidos.
El siguiente caso, además de mostrar cómo la vida podía ponerse en juego
por simples ofensas absurdas, es un buen ejemplo de lo importante que era
salvaguardar el honor. Esto ocurrió la noche del 19 de mayo—jueves de la
asunción—de 1887 cuando los compadres Mariano Espinosa y Genaro Flores
pasaban en completo estado de ebriedad por la pulquería de “La Corte”, de donde
salía Eligio Martínez, a quien le gritaron “oye chaparro”, provocando que Martínez
se indignara y respondiera con un insulto contra Espinosa, quien a su vez insultó a
su contrario. Dejando a un lado los insultos, Eligio Martínez agredió en la frente a
Mariano Espinosa con un machete, mientras Marciala Montiel, hija de la dueña de
“La Corte” cerraba la puerta de la pulquería para que los contrincantes no se
metieran.
Sin embargo, lo más interesante del caso es cuando en una parte de la
ampliación de su declaración, Mariano Espinosa sostuvo que tanto él como su
contrincante “habían concertado, en lo particular, que cada uno diría que no sabía
quién era su ofensor”, pero que como su familia se resistió a tal convenio, se vio
obligado a declarar. Sin embargo, semejante revelación, confirma la idea de que
era preferible callar antes que “manchar” el orgullo declarando quién fue el
agresor, tal como lo señalaba el citado artículo de El Estandarte titulado “Los
Valientes”; en este caso, conviniendo incluso ambas partes en callar. El desenlace
del proceso judicial fue que a las partes involucradas se les dio por compurgadas
con el tiempo sufrido en prisión, es decir lo que duró el proceso que se extendió
del 19 de mayo al ocho de agosto de 1887.332
Finalmente, un elemento más a destacar, para entender el contexto en el
que se desarrollaban hechos como el que se acaba de exponer, es la mención al
jueves de la asunción. Éste es un aspecto interesante porque muestra la
importancia que tenían las festividades religiosas como un referente dentro de los
testimonios, quizá como una manera de justificar por qué se encontraba ebrio el
332
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal en averiguación de las heridas
que se infirieron Mariano Espinosa y Eligio Martínez, mayo 19 de 1887, 70 ff.
129
333
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Contra Pascual Martínez por heridas,
junio 1º de 1888, 25 ff.
130
d) Causas diversas.
El último de los incisos y el más extenso es en el que no pudieron clasificarse los
casos por haberse desarrollado cada uno de manera muy particular. En éste, al
igual que en los anteriores, podrá observarse que mientras se estuviera bajo los
efectos del alcohol, cualquier motivo era suficiente para derramar sangre y cobrar
la vida de alguno de los involucrados en las riñas que fácilmente podían
presenciarse en cualquier pulquería de la capital potosina.
El primero de los casos que se expondrán, es de suma importancia, pues
deja entrever la mentalidad de la época en torno a la homosexualidad. El jueves
primero de julio de 1886, alrededor de las siete de la noche, Francisco Medina
llegó a la pulquería de “El Teposán”, atendida por Anastasio Piña. Según la
versión de éste, los hechos sucedieron de la siguiente manera:
Que no es cierto que él haya herido ni golpeado a Anastacio Piña como expone,
porque no le quiso fiar más que un real de pulque sobre un platillo de panadero
que traía el exponente; pues que si lo hirió fue porque el día a que se refiere Piña,
estaba tomando pulque en el Teposán, cuando se le acercó el antedicho y lo
pellizcó, requebrándolo e incitándolo, tomándole de un brazo para pellizcarlo de
nuevo, y como estaba ebrio el exponente, no se lleva con el antedicho y le pareció
insoportable que aquél individuo lo pellizcara delante de los concurrentes; ciego de
cólera, le aventó por la cara con un apaste en que tenía pulque, causándole las
heridas que constan en la fe judicial; que no tenía resentimiento anterior con el
agredido.336
334
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Nabor Jiménez por el
delito de heridas causadas a Fructuoso Jaso, abril 21 de 1896, 33 ff.
335
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Francisco Hernández por
heridas a José Tereso Medina y a Anastacio Piña, octubre 18 de 1885, 74 ff. Las cursivas son
mías.
336
Ibídem.
131
337
Ibídem.
338
Ibídem.
132
Respecto a las heridas inferidas a Anastacio Piña, hay que tomar en consideración
que si éste pellizcó a mi defenso y le dijo algunas palabras amorosas, no debió
permanecer indiferente, porque a ningún hombre le agrada que otro lo trate así,
por más que el que así trate tenga esa mala costumbre. Hay ciertos actos, ciertas
palabras que indignan tanto, no precisamente por lo que sean en sí, sino por la
persona que interviene, que no es posible sufrirlo. Mi defenso, pues, oyendo que
otro le profesó palabras de amor, debió sentirse indignado y por manifestar su
desprecio, se vio obligado a ofender a aquél maleñado que con sus palabras
ocupaba un feo lugar entre los hombres.339
Obviamente, era de esperarse una respuesta de este tipo por parte del
defensor, pues esa era su labor, sin embargo no dejan de parecer fascinantes,
dentro del discurso, los calificativos, los prejuicios—viéndolo desde nuestro
presente—y el descrédito hacia un hombre atraído por otro de su mismo sexo, así
como la convicción con la que justifica los actos de su defendido.
El veredicto final del juez fue que “absolvió al acusado Francisco
Hernández del cargo que se le imputaba, quien quedará, por lo mismo, en libertad
completa, cancelándose la caución que haya otorgado”. Ante este resultado, cabe
añadir que meses antes, Francisco Hernández había sido procesado por los
delitos de robo y heridas cometidos en compañía de su esposa Gabina Miranda
contra José Tereso Medina en la pulquería de “La Corte”.340
339
Ibídem.
340
Ibídem.
133
[…] se oyó en la calle voces como que reñían y a la vez una carrera, pues que una
niña, hija suya, estaba en la puerta de la pulquería, entró diciéndole que allí venía
una bola de gente, por lo que […] pretendía cerrar la puerta, en cuyo acto salieron
los cuatro que allí se encontraban tomando.342
atacó a Duque con un cuchillo grande, provocándole una herida que en el acto lo
hizo caer al suelo perdiendo el sentido. Enseguida los malhechores se echaron a
correr, mientras eran perseguidos por Gregorio Ibarra, quien también iba herido, a
la vez que gritaba “hijo de un tal, si te alcanzo te mato”, quizá en venganza de la
agresión en contra de Marcelino Duque.
Según la descripción de los hechos, Olmedo hirió a Marcelino Duque
porque mientras éste reñía con Andrés Oliveros, Gregorio Ibarra le propinó un
golpe con un palo; razón por la cual, al primero que tuvo enfrente para desquitar
su ira, fue Duque. Pero, no obstante, habiendo intentado vengar, Ibarra a Duque,
el primero fue encontrado muerto en el punto conocido como “La Ladrillera”, en el
mismo barrio, por una herida provocada en el pecho con el mismo cuchillo con que
antes Olmedo hubiera herido a Duque. A pesar de la declaración de los hechos, a
menos de un mes del suceso, Darío Olmedo quedó exento de toda
responsabilidad del homicidio y las heridas por que se le procesó.343
Otro factor que, aunado a la ingestión de alcohol en altas cantidades, era
un serio detonador de violencia en las pulquerías, fueron los líos amorosos, tales
como celos, engaño a la pareja o simples sospechas de ser engañado por el
cónyuge, entre otros ejemplos. En este contexto se desarrolló una riña, cuyo
escenario fue una pulquería y el elemento que externó de manera violenta las
sospechas de ser engañado fue el elevado estado de embriaguez del agresor, tras
todo un día de haber estado bebiendo en diferentes establecimientos.
Eran entre las nueve y diez de la noche del 27 de junio de 1888 y en la
pulquería de “El Descanso”, situada en el barrio de Tlaxcala, propiedad de
Gerarda Medina se encontraban bebiendo una cuartilla de pulque los consuegros
Doroteo Sierra y Toribio Ramos, cuando llegó la esposa de Sierra, Narcisa
Cásares, quien había salido de su casa para comprar una vela y con la esperanza
de hallar a su marido, al cual encontró al pasar frente a “El Descanso” y escuchó
su voz.
Narcisa continuó su camino y al regreso de comprar la vela, entró a la
pulquería para llevarse a Doroteo, quien ya estaba bastante ebrio, pues había
343
Ibídem.
135
344
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Toribio Ramos por
heridas, junio 27 de 1888, 34 ff.
136
345
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Lázaro García por heridas a Ascensión
García, junio 6 de 1889, 27 ff.
346
Taylor, William B., “Algunos temas de la historia social de México en las actas de juicios
criminales” en Relaciones, vol. III, no. 11, 1982, p. 91.
137
347
Ortega Noriega, Sergio, “Los documentos judiciales novohispanos como fuentes para la historia
de la vida cotidiana” en Alicia Mayer (coord.), Op. Cit., p. 38.
138
ayudara a moler desde el día anterior, así como el mismo día del evento, cerca de
las dos de la tarde, invitó a su amiga Gerónima Moreno, que en esos momentos
transitaba por “El Pinacate”, a que “pasara para darle un taco y como luego se
ofreció poner la mesa para la concurrencia, se sentó a ella con Magdalena Moreno
[…] y otras personas que no conoce de nombre”.
Mientras los comensales estaban en la sala de la casa, en una habitación
contigua, por no haber suficiente espacio, se hallaban Trinidad Ojeda y Esteban
Ramírez, así como Isidro Esparza, Justo Blanco y el esposo de la pulquera, Pablo
Castillo. Según las descripciones proporcionadas en los testimonios de las
diversas declaraciones, a esa hora aún no habían bebido mucho y en una de las
múltiples veces en que Pablo Castillo entró y salió de la habitación, dijo “de todos
los que están aquí, no hay uno que sea tan hablador como éste”, sin que ninguno
de los presentes supiera a quien se refería y por lo mismo nadie se sintió aludido.
Enseguida, Castillo tomó una carabina que se encontraba dentro de unos
escombros de mecates viejos y ollas en un rincón de la misma pieza con la que
apuntó y disparó un tiro a Trinidad Ojeda, procediendo inmediatamente a
levantarlo el propio Pablo Castillo, mientras Isidro Esparza le decía “hombre Don
Pablo, qué comprometida nos ha dado”, respondiéndole Castillo que “había sido
por jugarrería [Sic.], pero ya me fregué”.
Como el resto de los invitados se asustaron al escuchar el disparo, los que
presenciaron el acto homicida, inmediatamente emprendieron la huída, incluso
Estaban Ramírez—quien era el novio—, por temor a ser señalados como
responsables o cómplices. Mientras todos estaban escandalizados, Atanacio
Castillo—otro de los concurrentes—tomó un machete de la cocina para catear la
casa y detener al malhechor.
En los últimos casos presentados, se vio cómo los culpables procedieron de
distintas formas para atenuar el castigo a cumplir, aceptando su responsabilidad.
En este ocurrió algo similar. Pablo Castillo redactó y envió una carta dirigida al
juez 3º menor de lo criminal, en la que aceptaba su culpa mostrándose arrepentido
de su acción y exponía: “no tuve la absolutamente voluntad, ni intención de
cometer tal acto”; que “este fue accidental” y, lo más interesante, que “fue al
139
348
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Homicidio. Acusado: Pablo Castillo.
Ofendido occiso: Trinidad Ojeda, septiembre 4 de 1892, 78 ff.
349
Speckman Guerra, Elisa, “Los jueces, el honor y la muerte. Un análisis de la justicia (ciudad de
México, 1871-1931)” en Historia Mexicana, vol. LV, no. 4, abril-junio 2006, p. 1444.
350
Ibid., p. 1445.
351
AHESLP, Registro Público de la Propiedad y el Comercio (en adelante RPPC), Protocolo del
Notario Antonio de P. Nieto (A. P. N.-XXV 1887), Hipoteca de una casa situada en la Plazuela de
San Juan de Dios en esta Ciudad otorgada por Doña Florencia López a favor de Don Facundo
Romero por la suma de $740, no. 138, 3, f. 196 frente y vuelta. Lo concerniente a dicha pulquería
será revisado extensamente en el siguiente capítulo.
140
352
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Acusación contra Hilario Canela y
Facundo Romero por golpes e injurias, noviembre 16 de 1892, 17 ff. Años más tarde, en una nota
periodística se leía sobre Facundo Romero lo siguiente: “”[…] dueño de una de las mejores
pulquerías de la ciudad, hirió ayer por quítame esas pagas, a un individuo que responde al nombre
de Antonio Farías”, con lo cual puede comprobarse que dicho individuo continuó haciendo alarde
de su impunidad, relaciones clientelistas políticas y agresiones contra sus propios clientes. Véase
“Por heridas” en El Estandarte, año XII, no. 1697, abril 12 de 1896.
142
143
Sin embargo, la misma autora subraya que “el porfiriato no gozó de una
policía profesional” y que “los gendarmes no estuvieron a la altura de las
expectativas de sus superiores, que periódicamente los daban de baja por
ausentismo, abandono del puesto, cobardía, ineptitud, inutilidad o ebriedad”.354
Por su parte, Michael Johns, hace la apreciación de que los oficiales de
policía “eventualmente tenían mejor entrenamiento, uniformes elegantes y porras y
pistolas en lugar de machetes”, pero, coincidiendo con Speckamn Guerra, “la
bebida, insubordinación y la falta de atención a sus deberes nunca cesó de ser el
mayor de los problemas” de dicho cuerpo, enfatizando además que la imagen
típica que la población tenía de ellos era la del “policía corrupto y bebedor de
pulque”.355
En la misma tónica que los autores citados, Arturo Ávila, ha añadido que
entre los cuerpos de policía ocurrió también una fuerte corrupción, “que se
dedicaban a agarrar in fraganti a ebrios y dueños de pulquerías y cantinas—por
escandalizar, por reñir, por vender fuera de horario—, a quienes extorsionaban
para no consignarlos así como muchas situaciones de influyentismo y favores”.356
Al respecto, Speckman Guerra ha demostrado los dos patrones de
353
Speckman Guerra, Op. Cit., 2002, p. 115.
354
Ibídem.
355
Johns, Michael, Op. Cit., p. 71.
356
Ávila Espinosa, Felipe Arturo, Op. Cit., p. 86. Las cursivas son del original.
148
En consonancia con esto, Ávila Espinosa añade que el hecho de que los
gendarmes fueran agredidos—en este caso—por los ebrios que intentaban
aprehender, pudo tener como explicación “una reacción airada, defensiva por
parte de los bebedores ante los malos modos y la actitud ofensiva y abusiva con la
que los policías pretendían detenerlos, así como por los odios, rencores y
animadversión que tenía la gente contra la policía”.358
Respecto al rechazo hacia los oficiales de policía por parte de la
ciudadanía, Áurea Toxqui lo ha explicado señalando que los primeros eran “la
representación pública del gobierno en la vida diaria de las clases populares” y
que, por lo tanto, “si el gobierno trataba de regular o constreñir sus prácticas
tradicionales, ellos utilizaban el humor o la mofa para confrontarlos y retarlos”. 359
La autora añade, además, que las llamadas clases bajas reaccionaban de
diversas maneras ante los reglamentos; resistían y negociaban de acuerdo a sus
propios intereses y que en muchos casos continuaron con sus prácticas no sólo
por placer, sino también como una forma de vida y, lo más interesante, que la
presencia de pulquerías en la vida diaria no podía ser fácil de eliminar,
especialmente cuando representaba “una arena donde las dinámicas del
vecindario, interacción social y asuntos del humor eran reguladas” y por tanto “su
existencia demostraba el logro y las fallas del programa del liberalismo”.360
En este sentido, la realidad potosina no estuvo nada alejada de las
interpretaciones de los autores referidos, como a continuación se verá. El abuso
de autoridad, la impunidad y la falta de disciplina con que operaban los gendarmes
357
Speckman Guerra, Elisa, Op. Cit., 2002, p. 273.
358
Ávila Espinosa, Felipe Arturo, Op. Cit., p. 95. Las cursivas son mías.
359
Toxqui Garay, María Áurea, Op. Cit., 229.
360
Ibid, pp. 229-230.
149
361
Una similitud entre lo que a continuación se mostrará en este apartado y las prácticas de los
gendarmes en la ciudad México, con el fin de entender dicha problemática desde una perspectiva
más amplia, se encuentra en el interesante trabajo de Santoni, Pedro, “La policía de la Ciudad de
México durante el Porfiriato: los primeros años (1876-1884)” en Historia Mexicana, vol. 33, no. 1,
julio-septiembre 1983, pp. 97-129.
362
“Calle de la Amargura” en El Estandarte, año XIV, no. 2376, septiembre 3 de 1898.
150
363
“Detención de policía en el Venadito” en El Estandarte, año XIV, no. 2426, noviembre 5 de
1898.
364
“Los ebrios” en El Estandarte, año VI, no. 132, septiembre 28 de 1890.
365
“La policía” en El Estandarte, año VII, no. 297, mayo 14 de 1891.
151
366
“Abuso de un gendarme” en El Estandarte, año VIII, no. 674, julio 26 de 1892.
367
“Para los ebrios” en El Estandarte, año XI, no. 1457, junio 8 de 1895. Las cursivas son del
original.
152
368
“Es una infamia” en El Estandarte, año XII, no. 1798, agosto 25 de 1896. Las cursivas son del
original.
369
“La policía” en El Estandarte, año VII, no. 297, mayo 14 de 1891.
370
“Gendarme ebrio” en El Estandarte, año X, no. 1121, abril 8 de 1894.
153
371
“Gracias de un gendarme” en El Estandarte, año XI, no. 1461, junio 18 de 1895.
154
inmediatamente con un silbato llamó a otro policía llamado Pedro Rebolledo al que
apodaban “El Tlacuache” para que le ayudara a aprehender a los soldados,
quienes mientras estaban encerrados en una de las habitaciones de la taberna
exigiendo que se les mostrara la orden de aprehensión, Vela le exclamaba a su
compañero que “ahora se la pagarían tales soldaditos, que verían cómo se
respetaban a los policías”. En ese momento lograron introducirse a donde se
hallaban los militares y golpeando Vela en la cabeza a uno de ellos con una
pistola, ambos se trabaron en una riña y mientras forcejeaban, al mismo tiempo en
que “El Tlacuache” golpeaba con su porra a Saint Charles, el arma de Romualdo
Vela descargó tres disparos de los cuales uno atravesó la pierna izquierda del
mismo Romualdo, mientras que su contrincante, Epigmenio Goné resultó con
cuatro heridas en la cabeza: “una en la región frontal, otra en el parietal izquierdo,
otra en el occipucio y otra en el decipital” así como una herida de un centímetro en
la primera falange del dedo meñique de la mano derecha, provocada por el
forcejeo con Vela mientras intentaba desarmarlo.
Según la dueña de la pulquería, tan luego como pudieron, los sargentos
salieron corriendo del establecimiento y detrás de ellos los gendarmes, quienes no
dudaron en disparar sus armas contra los que huían hasta que finalmente fueron
detenidos los cuatro y remitidos a la detención correspondiente según la
corporación a la que servían. Por tal incidente Romualdo Vela fue condenado a 30
días de prisión, los cuales cumplió e inmediatamente quedó en completa libertad.
Un elemento a destacar en este caso, además de lo ilustrativo que resulta
para entender la falta de disciplina de los agentes de seguridad, es el discurso de
Romualdo Vela vertido hacia los soldados, el cual hace patente una
animadversión latente en contra de los militares. Diversos factores pudieron influir
para que semejante rencor o rechazo tuviera lugar, entre ellos quizá un celo por
las diferencias entre la forma de capacitar o equipar a los unos de los otros. En
esta tónica, puede ser útil y muy revelador poner atención a las diferencias
existentes en las prendas que unos y otros vestían mientras “cumplían” con sus
deberes, las cuales muestran un marcado contraste entre sí. Ambos sargentos—
por ejemplo—vestían el uniforme militar, compuesto por pantalón y saco de dril
155
372
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Romualdo Vela por
heridas, enero 4 de 1890, 53 ff. Lo referente a la vestimenta de los gendarmes potosinos es un
buen ejemplo del atraso en el proyecto modernizador de la ciudad de San Luis Potosí con respecto
a la capital de la República Mexicana, pues en esa ciudad los gendarmes fueron uniformados hacia
1879 y en San Luis Potosí—como se ve—en 1890 aun seguían sin uniforme, sin embargo, en lo
tocante al armamento, los gendarmes potosinos ya usaban pistolas al igual que sus homólogos
defeños desde 1879. Véase Santoni, Pedro, Op. Cit., p. 115.
156
En una primera revisión del caso, Puebla fue condenado a un año, cinco
meses y 23 de días de prisión ordinaria porque “desempeñaba un cargo público en
el momento de delinquir y que había tenido buenas costumbres anteriores”, pero
como se trataba del “delito especial de abuso de autoridad”, la pena definitiva que
tuvo que cumplir fue la de dos años, ocho meses y diez días, contándose desde el
31 de enero de 1893.
Puebla hizo su primera solicitud de libertad preparatoria el 26 de mayo de
1894 y la repitió el 13 de junio del mismo año y tras el proceso correspondiente, el
día 16 del mismo mes, Alberto Tacha, presidente de la Junta de Vigilancia de
Cárceles, respondió que “el reo de heridas, Genaro Puebla, ha observado buena
conducta, contrayendo hábitos de moralidad y subordinación, durante el tiempo
que lleva de reclusión en aquél establecimiento [la penitenciaría]” y así, el 17 de
julio siguiente se le concedió al gendarme Genaro Puebla la libertad preparatoria
que solicitaba.373
373
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Genaro Puebla solicita libertad
preparatoria, abril 18 de 1894, 15 ff.
157
375
Gonçalves de Lima, Oswaldo, El maguey y el pulque en los códices mexicanos, México, Fondo
de Cultura Económica, 1956, p. 27.
376
Meconetzin, metl, maguey; cónetl, „muchacho‟; tzin, sufijo reverencial”; Ibídem. Un autor que
profundiza en el estudio de este mismo relato, del cual se presume refiere la historia “más antigua
del origen del pulque” y quien la narró por vez primera fue Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, es Rafael
Olea Franco; véase Olea Franco, Rafael, “De una singular leche alabastrina: el pulque en la
literatura mexicana del siglo XIX” en Literatura Mexicana, XXI.2, 2010, pp. 205-208.
377
Íbidem.
160
378
Taylor, William B., Embriaguez, homicidio y rebelión en las poblaciones coloniales mexicanas,
México, Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 53-54.
379
Ibid., p. 54.
380
Ibídem.
381
Algunos ejemplos al respecto se encuentran en González Bernaldo, Pilar, “Las pulperías de
Buenos Aires: historia de una expresión de sociabilidad popular” en Siglo XIX, segunda época, No.
13, enero-junio 1993; Lacoste, Pablo, “Wine and Women: Grape Growers and Pulperas in
Mendoza, 1561-1852” en Hispanic American Historical Review, vol. 88, No. 3, agosto 2008;
Hames, Gina, “Maize-Beer, Gossip, and Slander: Female Tavern Propietors and Urban, Ethnic
Cultural Elaboration in Bolivia, 1870-1930” en Journal of Social History, vol. 37, No. 2, invierno,
2003 y Pacheco, Margarita Rosa, “El pueblo soberano. Sociabilidad y cultura política popular en
Cali (1848-1854)”, en Siglo XIX, segunda época, No. 13, enero-junio 1993.
161
al año de 1608, cuando el virrey Luis de Velasco ordenó que, tanto las pulquerías
como la venta del pulque, debieran estar en manos de las indias, como lo indica la
siguiente cita:
1.- El nombramiento por cada 100 indios, de “una india anciana de buena
conciencia que les venda el dicho pulque blanco”. Y serán “las más pobres y de
mejor opinión que hubiere”.
2.- La elección estará en manos de “las justicias de S. M. de las dichas partes y
pueblos con intervención de los guardianes vicarios y doctrinantes”, pudiendo
nombrar o quitar estas licencias cuando quisieran.
3.- La vendedora no podrá ser criada de españoles o funcionarios en general, ni
tener “compañía” con ellos en lo referente al pulque.
4.- La venta queda prohibida los domingos y días de fiesta hasta después del
mediodía, y totalmente ciertos días de Cuaresma, asimismo no se admite como
medio de compra prendas u otros objetos.382
382
Hernández Palomo, José Jesús, La renta del pulque en Nueva España 1663-1810, Sevilla,
Escuela de estudios Hispano-Americanos de Sevilla, 1979 p. 35. Cabe hacer la aclaración que
estas ordenanzas fueron emitidas para la ciudad de México.
383
, “Informe sobre pulquerías y tabernas el año de 1784” en Boletín del Archivo General de la
Nación, Tomo XVIII, Núm. 2, abril-junio 1947, pp. 208-209.
384
Kicza, John E., Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante los
borbones, Fondo de Cultura Económica, México 1986, citado en Martínez Álvarez, José Antonio,
Testimonios sobre el maguey y el pulque, Guanajuato, Ediciones la Rana, 2001, pp. 271 y 273.
385
Kicza, John E., “The Pulque Trade of Late Colonial Mexico City” en The Americas, vol. 37, No.
2, octubre 1980, p. 199.
162
La encargada del expendio del pulque, era regularmente una mujer a veces bonita,
con una camisa blanca, limpia y bordada de seda, que dejaba lucir una garganta
muy adornada de coral y de perlas, y un pecho donde pendían multitud de rosarios
con cruces, relicarios grandes y pequeños, de oro y plata. […] La dama del pulque
386
Vásquez Meléndez, Miguel Ángel y Arturo Soberón Mora, “El consumo de pulque en la ciudad
de México (1750-1800)”, tesis de licenciatura, México, UNAM, 1992, p. 74.
387
AHESLP, Alcaldía Mayor de San Luis Potosí, 1794.2, 12 AB, abril 12 de 1794, 4 ff.
388
Toxqui Garay, María Áurea, “„El Recreo de los Amigos.‟ Mexico City‟s Pulquerías During the
Liberal Republic”, tesis doctoral, EUA The University of Arizona, 2008, p. 262.
163
389
Payno, Manuel, Memoria sobre el maguey mexicano y sus diversos productos, Obras
completas, XVII, México, CONACULTA, 2006, p. 135.
390
Arnaud-Duc, Nicole, “Las contradicciones del derecho” en Georges Duby y Michelle Perrot (dir.),
Historia de las mujeres. El siglo XIX. La ruptura política y los nuevos modelos sociales, tomo 7,
Madrid, Taurus, 1993, p. 97. Sobre un caso similar al que aquí se expone y del que se puede hacer
una inferencia parecida, corresponde a Colombia, sobre el cual Margarita Rosa Pacheco ha
expuesto que “La destilación del aguardiente y el expendio del mismo, en los estanquillos y en las
pulperías, fue una labor casi exclusivamente femenina”, Pacheco, Margarita Rosa, Op. Cit., p. 125.
391
Toxqui Garay, María Áurea, Op. Cit., p. 249.
392
Lacoste, Pablo, Op. Cit., p. 390; las pulperías fueron tiendas que vendían diversos productos de
consumo, así como bebidas alcohólicas, que se extendieron por los países de América del Sur,
desde México, y en las cuales los clientes aprovechaban para beber y sociabilizar y que en
Argentina fueron el equivalente a las pulquerías mexicanas; sobre dichos establecimientos en San
Luis Potosí véase Cañedo Gamboa, Sergio A., “Abasto y comercio antes y después de la
164
Ahora bien ¿Cómo puede sujetarse tal modelo a San Luis Potosí? De la
siguiente forma: tomando en cuenta que el territorio potosino no es zona
productora de pulque ni existieron haciendas pulqueras como en la región del
Altiplano Central mexicano y que, sin embargo, sí hubo un considerable consumo
de pulque, la manera en que éste se producía en la capital potosina era al
menudeo, es decir, quien vendía la bebida, extraía el aguamiel de sus propios
magueyes que tenía en pequeñas magueyeras dentro de su casa, donde también
se localizaba la pulquería y finalmente era vendido el líquido embriagante. De esta
manera, la producción y venta del pulque era una actividad “apropiada” para las
mujeres, pues en su misma casa podían mantener los magueyes, extraer la miel—
o aguamiel—, elaborar el pulque, venderlo y despachar en la pulquería sin
desatender las labores domésticas o crianza de los hijos, que eran estas últimas
las actividades que en la época y desde siglos atrás se creían “propias” de las
mujeres, más aún si se toma en cuenta que para el periodo en cuestión “la
incorporación de la mujer al trabajo fabril despertó un gran miedo por su moral y la
de sus familias”,393 por lo mismo, dichas actividades, en tanto que forma de
subsistencia, no eran mal vistas.
Así, en este estudio además de analizar cómo fungieron las mujeres
potosinas del último tercio del siglo XIX como agentes socioeconómicos a través
del despacho de pulquerías, ya fuera como dueñas o encargadas, también se hará
la revisión de algunos casos también protagonizados por mujeres, pero como
clientas y que, como se vio en el capítulo anterior, de la misma manera que su
contraparte masculina, al encontrarse bajo los efectos del alcohol, descargaron
sus impulsos de forma violenta.
Como se ha demostrado a lo largo de este trabajo, la postura de la
autoridad respecto a las pulquerías fue ambivalente. Por una parte, en el discurso
rechazaban esas tabernas por los excesos que—según decían—en ellas se
cometían; pero por otra parte, en la práctica mostraban una flexibilidad
Independencia. Pulperías y tiendas de menudeo en la ciudad de San Luis Potosí” en Flor de María
Salazar Mendoza (coord.), Op. Cit., pp. 25-35.
393
Boritch, Helen y John Hagan, “A Century of Crime in Toronto: Gender, Class and Paterns of
Social Control 1859 to 1955” en Criminology, 28 (4), pp. 567-599, citado en Speckman Guerra,
Elisa, Op. Cit., 2002, p. 39.
165
394
Este mismo discurso también ha sido expuesto por Barbosa Cruz, Mario, “La persistencia de
una tradición: consumo de pulque en la ciudad de México, 1900-1920” en Ernest Sánchez Santiró
(coord.), Cruda realidad. Producción, consumo y fiscalidad de las bebidas alcohólicas en México y
América Latina, siglos XVII-XX, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora,
2007, p. 230.
166
395
AHESLP, Ayto. 1876.7, Hacienda, exp. 1, marzo 14 de 1876.
167
gravada con la tarifa de tres reales diarios pidiendo que se le considerara con un
“pago moderado” que pudiera cubrir “atendiendo á las garantías que nos ha
prometido el nuevo sistema que nos rige según lo tiene prometido en el Plan de
Tuxtepec y su Reforma de Palo Blanco”.396
Así, una vez instalados en el poder los tuxtepecadores397 pero sin aún
haber sido nombrado Díaz presidente constitucional, en marzo del año siguiente,
María Magdalena Carrizales, del barrio de Santiago del Río, cuya pulquería era
conocida por el nombre de la misma dueña, notó que en la Lista de asignaciones
publicada por el Ayuntamiento con fecha del 22 de marzo de 1877, su
establecimiento aparecía asignado como de primera clase y por tanto la cuota que
tenía que cubrir por el derecho de patente era de tres reales diarios, cuando a lo
sumo había sido “cuotizada” [Sic.] tiempo atrás en dos reales. Ante semejante
sorpresa, recurrió a los jurados de la Junta Revisora de Asignaciones
argumentando lo siguiente:
[…] no poder pagar una cuota tan grave de tres reales diarios que se me han
impuesto porque daría por resultado que aunque quisiera hacerlo con grandes
sacrificios de trabajar hasta la rendición de mis esfuerzos, pero que en la suma
escasez, las muy pocas ventas que se hacen, como también el pequeño giro de
que se trata […]398
396
AHESLP, Ayto. 1877.10, Hacienda, exp. 3, abril 11 de 1877.
397
Según Luis González, “por haberse hecho de las riendas de la república los abanderados del
Plan de Tuxtepec, Cosío Villegas les puso a Díaz y a sus compañeros el apodo de
„tuxtepecadores‟”, y el propio González designaba como “generación tuxtepecadora” al “conjunto
de próceres mexicanos, al centenar de notables con que se cobijó la presidencia imperial de
Porfirio Díaz”. Véase González y González, Luis, La ronda de las generaciones, Obras Completas
tomo VI, México, Clío/El Colegio Nacional, 1997, p. 33.
398
AHESLP, Ayto. 1881.5, Hacienda, marzo 27 de 1877-junio 28 de 1881.
168
despacho de pulque “pues además estando tan distante mi casa del centro de la
ciudad, tengo la grave necesidad de pagar la renta de casa, para acercarme
donde pueda en algo vender”.
Ante tales súplicas, la resolución del jurado fue rebajarle la cuota asignada
a la tercera parte, es decir quedó establecida en un real diario. Sin embargo, en
mayo de 1881 volvió a quejarse, esta vez ante el propio gobernador del estado,
porque le habían aumentado el cobro del derecho de patente a dos reales diarios
“sin que tenga razón de ser tal aumento”. Entonces el Ayuntamiento resolvió—no
sin antes habiendo señalado que “apareciendo que este [establecimiento] en la
actualidad tiene sus ventas muy bajas, tal vez por la decadencia en que se hallan
todos los ramos de esta ciudad”—que “la Comisión Dictaminadora cree de justicia
acceder á las solicitudes de la señora Carrizales, rebajándole la cuota á un real
diario como pagaba en el año de 1878”.399
1877 resultó ser un año rico en información de esta índole. Entre los
registros destaca por ejemplo la solicitud de la dueña de la pulquería de “La
Florida” situada en el barrio de Santiago, María de Jesús Montiel, quien al parecer
tenía cierto conocimiento de lo que indicaban las leyes, en este caso la de
Hacienda, vigente para ese año. En su petición explicaba que hasta entonces
había estado pagando medio real diario a pesar de que sus ventas no pasaban de
los seis reales al día y que el 19 de abril de aquel año, el cobrador le indicó “tener
orden expresa de que el pago debía de ser doble”, el cual efectuó “sin réplicas,
reservándome hacer mi representación ante quien fuese conveniente”. En la
misma carta exponía que el capital invertido en su establecimiento era apenas de
20 reales y por tanto, atendiendo al derecho que le concedía el artículo 385 de la
expresada Ley de Hacienda, se acercó al Jurado Calificador a requerirle que se le
eximiera de tal pago. Otro recurso interesante empleado en esta solicitud—de la
que lamentablemente no se sabe cómo procedió la autoridad—es un anexo en el
que varios de los vecinos de “La Florida” firmaron apoyando a la señora Montiel y
confirmando lo expuesto por ella respecto a los veinte reales de inversión y
399
Ibídem.
169
añadiendo que les constaba el “muy poco consumo y ventas que tiene la citada
casa”.400
Al mes siguiente, el Ayuntamiento recibió una carta emitida por Anastacia
Hernández y María Reyes Ruiz en la que imploraban que el pago por ser
expendedoras “en pequeño” de pulque no excediera de los seis centavos y un
cuarto, en los siguientes términos:
[…] comparecemos y decimos que siendo unas mujeres viudas y con una
numerosa familia, y no obteniendo los elementos precisos para buscar la
subsistencia, hemos tomado el arbitrio de vender pulque, pues cuya vendimia la
tenemos puesta cuando nuestras circunstancias nos lo han permitido, y no
tampoco porque tengamos establecimientos de cantinas sino que por nuestra
misma necesidad ésta nos ha obligado á obtener el giro á que nos referimos
eventual, por nuestra situación en que nos encontramos, por lo cual careciendo de
los recursos necesarios y no pudiendo pagar más sobre derechos de
contribuciones que se nos han impuesto, y como nuestra venta no es para que se
haga nuestro expendio.401
400
AHESLP, Ayto. 1877.10, Hacienda, exp. 19, abril 20 de 1877.
401
AHESLP, Ayto. 1877.5, Hacienda, mayo 2 de 1877.
402
Ibídem.
170
403
AHESLP, Ayto. 1878.3, exp. 14, Hacienda, mayo 24 de 1878.
404
AHESLP, CLD, Ley de Hacienda para 1882, noviembre 19 de 1881.
405
AHESLP, Ayto. 1882.7, Hacienda, marzo 6 de 1882.
406
AHESLP, Ayto. 1882.7, Hacienda, marzo 6 de 1882.
171
407
AHESLP, Ayto., 1882.7, Hacienda, marzo 20 de 1882.
408
AHESLP, Ayto. 1882.7, Hacienda, marzo 21 de 1882.
409
AHESLP, Ayto. 1886.8, Hacienda, julio 7 de 1886.
172
410
AHESLP, Ayto. 1877.10, exp. 19, Hacienda, julio 3 de 1877.
411
Ibídem.
412
AHESLP, Ayto. 1881.5, Hacienda, diciembre 1º de 1881.
173
[“El Teposán”] se encuentra establecido como ninguno de los de este género, sin
embargo, de las circunstancias críticas por que atraviesa dicha Sra. que en la
citada pulquería se observa desde su nueva reparación mucho orden y estricta
moralidad no dando lugar a ninguna queja y que porque se ha exigido este orden
que la sociedad reclama y la moral, se ha venido disminuyendo el número de los
consumidores y con ello del giro de la Sra. López.413
413
AHESLP, Ayto. 1882.7, Hacienda, marzo 3 de 1882.
414
Ibídem.
415
AHESLP, Registro Público de la Propiedad y el Comercio (en adelante RPPC), Protocolo del
Notario Antonio de P. Nieto (A. P. N.-XXV 1887), Hipoteca de una casa situada en la Plazuela de
San Juan de Dios en esta ciudad otorgada por Doña Florencia López a favor de Don Facundo
Romero por la suma de $740, no. 138, 3, f. 196 vta.-198 fte.
174
Gordoa, esposa de Macedonio Gómez, quien poseía una casa que lindaba justo
en la parte poniente de donde entonces se ubicara “El Teposán”.416 Con esto
parecería que las intenciones del matrimonio Gómez-Gordoa eran las de extender
su finca juntándola con el terreno ocupado por la pulquería. Sin embargo el
devenir de “El Teposán” puede rastrearse hasta el año 1896, cuando Darío C.
González adquirió la propiedad de manos del señor Macedonio Gómez por la
cantidad de tres mil pesos, más no se sabe si en ese lapso la finca siguió
operando como pulquería.417 Es asombrosa la manera en que con el transcurrir de
los años se multiplicó el valor de la propiedad donde alguna vez estuviera “El
Teposán”, pulquería que, por lo menos, durante dos décadas fuera el sustento de
María Florencia López y su familia.
Antes de finalizar este apartado sólo resta hablar acerca de un segundo tipo
de solicitud que emitían las pulqueras: el cambio o destitución del cobrador de
pulquerías. Aunque hasta este momento no he localizado información abundante
sobre este asunto en particular, el caso que a continuación se presentará ilustra
claramente una postura por parte de las pulqueras que quizá fue más común de lo
que pudiésemos imaginar. Asimismo, el referido caso sirve de ejemplo para
apreciar el lado flexible de la autoridad, siendo condescendiente con las quejosas.
En una carta enviada el cuatro de septiembre de 1877 por las señoras
Fernanda Puebla, Ermenegilda Salas, Merced Estrada y Juliana del mismo
apellido, comunicaban a la autoridad correspondiente que les era “bastante
molesto el estilo imperioso del encargado que cobra la pensión del pulque” porque
no había día—según afirmaban—que “no nos cause vejaciones porque no damos
el real con puntualidad”, justificándose sobre esto diciendo que por aquellos días
atravesaban por “tiempo muerto por las frutas que produce la naturaleza en el
campo” y autodefiniéndose como comerciantes “poquiteras” de pulque, dicho
fenómeno provocaba que sus ventas disminuyeran considerablemente, al grado
416
AHESLP, RPPC, Protocolo del notario Antonio de P. Nieto (A. P. N.-XXVI 1888), Venta de casa
conocida por “Pulquería del Teposan” ubicada en la Plazuela de San Juan de Dios otorgada por
Doña Florencia López a favor de Doña Josefa G. de Gómez en la suma de $780, no. 255, ff. 396
vta.-397 vta.
417
AHESLP, RPPC, Protocolo del notario LCI Jesús H. Soto (J. H. S.-XI 1895), Venta otorgada por
el Sr. Macedonio Gómez á favor del Sr. Darío C. González. Se dio testimonio, no. 85, ff. 228 fte.-
230 fte.
175
de que “muchas veces—decían—no realizamos del día los dos reales para el
pago de miel, renta de casa y pensión”, pero lo que según ellas era lo peor de su
situación fue “el estilo tan grosero con que nos trata el encargado, infringiendo con
este hecho la Constitución de 1857 en que les encarga a las autoridades corrijan
estos abusos para que el erario no sufra lo que hasta hoy se experimenta”. En
esta última declaración resulta interesante no sólo el hecho de que estas señoras,
al igual que otras, referidas líneas arriba, conocían también las leyes, sino lo que
aún 20 años después de dictada la Constitución de 1857, significaba hasta para
las clases más humildes el modelo liberal y la forma en que consideraban que si
se seguía a pie juntillas, beneficiaría a todos los ciudadanos.
Ante esto, la comisión respectiva, anunció que en cuanto a las faltas
cometidas por los recaudadores no había tenido ninguna queja hasta entonces
pero que, no obstante, “se les prevendría—a los cobradores—que se condujeran
de la manera debida y no cometieran abusos de ninguna clase”.418
¿A qué pudieron deberse posturas, aparentemente, tan benévolas por parte
de las autoridades? Una posible respuesta, y bastante convincente, dicho sea de
paso, la podemos obtener de Jesús Joel Peña Espinosa quien sugiere que como,
desde la época virreinal, mucha gente pobre vivía de la producción y venta de
bebidas alcohólicas, “la transgresión tolerada de la ley por parte del ayuntamiento
se entiende no sólo en razones de intereses económicos, sino también de una
necesaria tolerancia a cambio de evitar muestras de inconformidad”, 419 explicación
que se adecúa perfectamente al caso potosino del último tercio del siglo XIX.
418
AHESLP, Ayto. 1877.10, exp. 19, Hacienda, octubre 2 de 1877.
419
Peña Espinosa, Jesús Joel, “Consumo de embriagantes en la Puebla del siglo XVIII” en
Relaciones, primavera, año/vol. XXV, no. 098, p. 250; en el trabajo citado se encuentran datos
interesantes sobre las pulqueras poblanas, véanse las pp. 251-252, 265-266 y 270-273.
176
sus necesidades, con lo cual podremos tener cierta idea de cómo era su vida
personal.
En los testimonios, las pulqueras dejan entrever que se trataba de mujeres
de escasos recursos económicos sin otro medio de subsistencia y no reparaban
en detallar lo menesterosa que era su vida o, al menos sus respectivas pulquerías,
como por ejemplo la de María Estefana López, quien se quejaba de las malas
ventas en su establecimiento por encontrarse “casi a extramuros de la ciudad”, es
decir en la calle del Camino del Peñasco,420 hoy Avenida Moctezuma, entre los
barrios de Santiago y Tlaxcala. María Jesús Muñiz, por ejemplo, declaraba que se
había dedicado a vender “un poco de pulque” por ser “una mujer demasiadamente
[Sic.] pobre y no teniendo otros elementos ni recursos para atender a las precisas
necesidades á fin de mantener una numerosa familia que tengo”. 421 Otro
testimonio en este mismo sentido, pero que además muestra la situación general
de la población menos favorecida económicamente, es en el que María Fernanda
Puebla declaraba lo siguiente:
Otra pulquera que, al igual que las anteriores, dijo estar “cargada de familia”
fue Guadalupe Hernández de Arismendi, dueña en 1878 de “El Arco Colorado”,
quien a su vez decía que en dicha pulquería la mayoría de las veces percibía la
cantidad de dos reales al día, misma que el Ayuntamiento le exigía como cuota de
patente diaria y por tal motivo se quejaba de que en numerosas ocasiones había
“preferido dejar de hacer los gastos precisos de mi casa por tal de pagar con
religiosidad [hasta ese momento] el real diario para no deber nada a la agencia”.423
En otro documento, Hernández de Arismendi ahondaba en lo precario de su
situación, manifestando que el capital invertido en “El Arco Colorado” no solo era
suyo, sino que una parte era prestada; que el capital total del establecimiento no
420
AHESLP, Ayto. 1877.10, exp. 19, Hacienda, junio 26 de 1877.
421
Ibid., septiembre 11 de 1877.
422
AHESLP, Ayto. 1878.3, exp. 25, Hacienda, marzo 6 de 1878.
423
Ibid., marzo 7 de 1878.
177
llegaba ni a los 50 pesos; que como consecuencia del bajo ingreso generado en
su pulquería, muchas veces se había visto obligada a recurrir a los montes de
piedad y por si eso fuera poco, también tenía que pagar la contribución para la
construcción del ferrocarril.424 Años más tarde, en 1881, otro problema aquejó a
Hernández de Arismendi. El hecho de que María Fernanda Puebla estableciera
una pulquería muy cerca de “El Arco Colorado” y que como sus clientes prefirieron
concurrir a la de la señora Puebla, las ventas decayeron considerablemente. De
ser cierto, al menos queda constancia de que, en contraste con la anterior cita de
Fernanda Puebla, en algún momento la situación económica de ésta pudo verse
más favorecida.425
Es momento de recordar una pulquería mencionada páginas atrás: “El
Cariño”. En 1882 María Francisca Candia informó haber rentado desde hacía
algunos años dicha taberna “a efecto de buscar los medios para subsistir a mis
necesidades por no tener quien me auxilie, sino solamente la voluntad de Dios”;
que aunque estaba convencida de los pocos ingresos que ese tipo de giros
generaban, se formó “la ilusión de que quizá pudiera vivir con más desahogo” y
por tal motivo se dedicó a “buscar el efecto de mieles”, es decir a conseguir el
aguamiel que diariamente produciría la bebida que le permitiría sostenerse. Sin
embargo, la situación de la señora Candia no sería como ella esperaba, siendo
intermitentes los días en que gozaba de ventas más o menos buenas para apenas
alcanzar a cubrir el pago de alimentos, renta de casa—incluida en la pulquería—,
criados y comprar ollas y apastes, entre otros “útiles”. Para satisfacer estas
necesidades tenía que esperar—en palabras de ella—“a que llegue el día domingo
que es cuando hay algún consumo del pulque rezagado”, y de la misma manera
que su homóloga, María Guadalupe Hernández de Arismendi, lamentaba que
cada vez se redujeran más las ventas en “El Cariño” por el hecho de haberse
establecido en sus inmediaciones varias pulquerías “del mejor crédito y mejor
424
AHESLP, Ayto. 1878.3, exp. 14, Hacienda, abril 7 de 1878.
425
AHESLP, Ayto. 1881.5, Hacienda, agosto 5 de 1881. En un documento de 1882 emitido por la
misma Guadalupe Hernández de Arismendi que, en lo sustancial, es muy parecido a lo que se
acaba de referir, aparece con el apellido Herrera y sin el de Arismendi; véase AHESLP, Ayto.
1882.7, Hacienda, marzo 2 de 1882.
178
426
AHESLP, Ayto. 1882.7, Hacienda, febrero 28 de 1882.
427
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Úrsulo Espiricueta por
lesiones, junio 4 de 1896, 45 ff.
428
Ibid., marzo 1º de 1882. Las cursivas son mías.
429
Ibid. Marzo 28 de 1882.
179
430
Ibid. Marzo 1º de 1882. Las cursivas son mías.
180
palabras groseras que su esposa pagara “el medio a las pulqueras hijas de la
tiznada”. Al escucharlo Luisa Estrada, salió inmediatamente a la calle a buscar a
un policía, no corriendo con suerte y, al contrario, se encontró con su ofensor en
compañía de su esposa. Cuando Contreras advirtió la presencia de la señora
Estrada, sacó su pistola e intentó dispararle, siendo detenido por su esposa para
fortuna de Luisa.431
Otra pulquera que también se vio agredida a causa del estado de ebriedad
en que se encontraba un cliente, fue María Epitacia Ramírez, quien mientras se
encontraba la tarde del 29 de enero de 1888 despachando en su pulquería
conocida como “La Corte”, llegó Marciala Campos a sacar un delantal que había
empeñado en dicha taberna y enseguida se apareció en el mismo lugar el albañil
Simón Salazar quien, en palabras de uno de los clientes, iba “algo trompeta”.
Momentos después Clemente Ramírez, el testigo, solicitó otra cuartilla de pulque,
que intentó tomar detrás del mostrador, a lo que—admirado Salazar—le preguntó
en tono sarcástico que si él era el despachador, respondiéndole molesto Ramírez
que sí, que “era el puto lencho”. Entonces, indignado Simón Salazar trató de
agredirlo con una botella, motivo por el cual Epitacia lo echó fuera. Esto demuestra
el valor de la pulquera para controlar los disturbios en su pulquería, pero allí no
acabó todo, a continuación se mostrará hasta dónde llegaba lo riesgoso de su
oficio.
Tras haber sido echado de “La Corte”, Simón Salazar volvió armado con
una piedra y al intentar introducirse de nuevo a la taberna, lo detuvieron en la
entrada la pulquera y Marciala Campos, a quienes agredió, causándoles varios
rasguños e, incluso, le “hizo perder o le tomó unas arracadas” a Epitacia Ramírez.
Por tales agresiones, Salazar estuvo preso 15 días.432
Otro caso de una pulquera, que aún siendo ajena a un conflicto se vio
inmersa en él fue el que protagonizó su sobrina Concepción Ramírez.
Encontrándose en la pulquería de su tía nombrada “La Cuna”, la tarde del 9 de
431
AHESLP, STJ (enero de 1877, Civil/Criminal), exp. 11, Criminal instruido contra Esteban
Contreras por delito frustrado y amagos, seguido por Doña María Luisa Estrada, enero 2 de 1877,
39 ff.
432
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Simón Salazar por
lesiones a Epitacia Ramírez, enero 30 de 1888, 12 ff.
181
abril de 1888 llegó Mauricio Castro con quien antes había tenido un romance y
vivido con él hasta que le dijo que ya no la quería y la echó de la casa. Sin
embargo aquella tarde el joven jornalero trató de convencerla de que se volvieran
a unir, hasta que consiguió llevársela con él. Una vez en la calle, los halló la
señora Serapia Esparza, dueña de “La Cuna” y tía de la muchacha, quien, tras ser
explicada de la decisión de su sobrina acerca de regresar a vivir con Castro, se
opuso hasta que Concepción no le regresara unas enaguas que le había prestado,
motivo suficiente para que Mauricio Castro se encolerizara, sacara un cuchillo y
amagara a la pulquera. Entonces Concepción Ramírez corrió, siendo seguida por
el agresor, quien la hirió en la espalda con su arma y sin importarle que ésta se
haya roto, descalabró a la joven con el mango del cuchillo que le había quedado
en la mano.433
Existe otro tipo de evidencia que da fe de la valentía con que las pulqueras
afrontaron el peligro con tal de imponer el orden en sus tabernas. Citaré un par de
ejemplos. El primero ocurrió en la pulquería de “El Año Nuevo”, cuando Mateo
Morales había estado riñendo afuera del establecimiento con Germán Rodríguez e
intentó introducirse, lo cual fue impedido por la pulquera Francisca de la Cruz y su
criada, Victoriana Hernández, diciéndole que “se fuera de ahí […] que no
comprometiera la casa”.434 En el segundo caso no bastaron las palabras de la
propietaria de la pulquería, sino que ésta tuvo que llegar al contacto físico con uno
de los escandalosos. Era el 24 de octubre de 1893 cuando en una pulquería
localizada en el barrio de Tlaxcala, propiedad de Antonia Salas, dos de los
clientes, Manuel Morales y Reyes Rodríguez, platicaban con la pulquera, llegó
Andrés Saucedo, quien al pasar cerca de Morales, lo “testereó”, provocando que
el segundo se molestara, lo atacara verbalmente y, sin más, Saucedo sacó su
cuchillo y agredió a Morales. Al presenciar aquél incidente, la pulquera se
apresuró a desarmar al agresor forcejeando con él, hasta que se hirió con su
433
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal por heridas contra Mauricio
Castro, abril 9 de 1888, 32 ff.
434
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal por heridas contra Germán
Rodríguez, marzo 1891, 28 ff.
182
435
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal en averiguación de la herida que
recibió Manuel Morales, octubre 24 de 1893, 11 ff.
436
“Por amigo de lo ajeno” en El Estandarte, año XII, no. 1824, octubre 20 de 1896.
183
entonces Martín le dijo que “quería tomar cuestión […] por la citada Abundia”, a lo
que Apolinar accedió y se batieron a golpes.
Por su parte, la joven pulquera, “manzana de la discordia”, al ser
cuestionada por tales hechos, respondió sin ningún empacho que “ignora el motivo
por que la andarán tomando en boca tanto Martín como Apolinar Vázquez” y que
“ni a uno ni a otro le da lugar; pues con ninguno tiene relaciones amorosas, ni
menos de otra naturaleza”, dejando claro, incluso, que Martín Hernández era su
primo hermano y en cuanto a Apolinar Vázquez, manifestó que “si bien es cierto
que lo conoce, también lo es que éste nunca la ha requerido de amores”. 437
En el grueso de los casos hasta aquí presentados hemos visto el coraje con
que las mujeres defendían lo que era suyo sin importarles los riesgos que
pudiesen correr, es decir trataron de salvaguardar tanto el orden en sus pulquerías
como su propia persona, tal y como se vio en el primer caso, donde la víctima fue
María Luisa Estrada o en el último en el que la joven pulquera pretendida por dos
varones que se disputaban su amor, quizá por no inmiscuirse en ninguna clase de
problemas manifestó no estar enterada de las intenciones de sus enamorados.
Ante esto, sólo restan un par de preguntas ¿fueron siempre las mujeres las
víctimas, las golpeadas, las maltratadas, las injuriadas? ¿fue la embriaguez un
fenómeno o un mal propio de los varones y que únicamente ellos se violentaban al
estar bajo los efectos del alcohol?
4.3. “Pulque y mujeres dan más pesares que placeres”.438 Violencia femenil
en las pulquerías
En este último apartado, las protagonistas no serán las dueñas de pulquerías
propiamente, sino aquellas mujeres que se encontraron en esos
establecimientos—pues como ha afirmado Elisa Speckman Guerra: “Era habitual
y al parecer aceptado que la mujer acudiera a las pulquerías”439—y que al estar
bajo los efectos del alcohol propiciaron alguna clase de escándalo. No obstante,
437
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal por heridas contra Martín
Hernández, septiembre 14 de 1890, 21 ff.
438
Adecuación del refrán popular Vino y mujeres dan más pesares que placeres.
439
Speckman Guerra, Elisa, “Las flores del mal. Mujeres criminales en el porfiriato” en Historia
Mexicana, vol. XLVII, no. 1, julio-septiembre, 1997, p. 211.
184
apenas un año y por lo cual, según Nieto, le guardaba rencor. Por su parte, la
pulquera, en sus declaraciones siempre mostró su apoyo hacia la mujer agredida,
manifestando incluso, respecto a Nieto, que “por qué era tan infame, que le pegara
a una mujer”.440 En este ejemplo ha quedado demostrada la solidaridad entre las
mujeres, dentro de un contexto evidentemente hostil hacia ellas, no sólo por cómo
percibía la pulquera la actitud del agresor, sino desde el principio, cuando quiso
prevenir a la ofendida del peligro que correría si se iba con Nicolás Vázquez.
Días más tarde, a las siete y media de la mañana del 13 de mayo, Cipriano
Cerda, “un poco ebrio”, se encontró con Teodora Ayala a quien le cobró medio real
que le debía, indicándole ésta que en ese momento no traía dinero pero que si la
esperaba se lo pagaría de regreso a su casa. Mientras tanto, Ayala entró a la
pulquería de “Los Perros Prietos”, hasta donde la siguió el hombre ebrio
insistiéndole en que al menos le consiguiera licor allí mismo, percatándose de ello
una mujer inválida que se encontraba en el establecimiento, llamó la atención de
Cerda manifestándole que “no fuera molesto”; que ya la señora Ayala le había
ofrecido pagarle en su casa y que no “la anduviera avergonzando delante de la
gente”. Encolerizado por la intromisión de dicha mujer, Cipriano Cerda se le
acercó, le contestó que a ella “nada le importaba” y le propinó una bofetada, por lo
que la dueña de la pulquería, María Luz Hernández, echó de su local a Cerda;
pasado un momento regresó y al intentar pegarle de nuevo a la inválida, ésta lo
golpeó en la cara con un palo que usaba como muleta. Al conflictivo cobrador no
le quedó otra salida que ir a quejarse con un policía, quien detuvo tanto a Cipriano
Cerda como a Micaela Ramírez, su agresora.441
En este ejemplo es aún más clara la protección y solidaridad entre las
mujeres de una determinada comunidad, representando la pulquería el punto de
encuentro, pues como se vio, la mujer inválida intercedió por la que era acosada
por el borracho y a su vez, la pulquera previno que causara un daño mayor a la
inválida echándolo de su taberna.
440
AHESLP, STJ (legajo sion clasificar), exp. sin numerar, Criminal por heridas seguida de oficio
contra Aurelio Nieto, mayo 5 de 1886, 42 ff.
441
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal en averiguación de la herida que
recibió Cipriano Cerda, mayo 14 de 1886, 27 ff.
186
tenido un choque ella con Nicanor y que andando en la riña se había resbalado y
caído en el pozo”.
Por su parte, Victoriana Huerta tuvo una apreciación más interesante del
por qué se cayó su amiga al pozo, insinuando que pudo tratarse de un suicidio. De
acuerdo con su testimonio, manifestó que “la finada nunca le dijo, ni ella llegó a
comprender que se encontrara fastidiada de la vida, pues en todo obraba como
desde el primer día en que la conoció, estando de completa conformidad con la
que declara”.442 Esta es la apreciación de una mujer que se encontraba en las
mismas circunstancias de aquella que suponía se suicidó por no estar satisfecha
con su vida. Por tanto, puede inferirse que en algún momento María Victoriana
Hernández se halla sentido en la misma situación emocional y le haya pasado por
la mente lo que ella creía había motivado a su amiga a acabar con su vida.
Los amoríos, las desilusiones sentimentales o los reencuentros con el
pasado desde este sentido, fueron muy comunes en los pleitos bajo los efectos del
alcohol en que estuvieron involucradas mujeres, ya fueran ellas las agresoras, las
agredidas o ambas. A continuación se presentarán algunos ejemplos que dan fe
de esto. En el primero de los casos, una mujer, al parecer en estado de ebriedad,
fue herida por su antiguo cónyuge, quien tras ser procesado, quedó en absoluta
libertad, porque actuó “excitado” por “las expresiones injuriosas que [la mujer] le
profirió”.
Ahora bien, los hechos tuvieron lugar el martes 20 de abril de 1887 cuando,
“como a la oración de la noche”, Eligio López iba saliendo de la pulquería de
Fernanda o Marciala y en ese momento se encontró con “su mujer” Pascuala
Hernández, de quien estaba separado desde hacía siete años y que en ese
tiempo estaba en “relaciones ilícitas con un soldado”, además de ser “placera y
muy comadrera de los policías y serenos”. Al ver Eligio a Pascuala, quiso tomarla
del brazo y, porque quizá lo haya querido hacer por la fuerza, la mujer lo insultó
gritándole “aquí vas cabrón desgraciado, hijo de un demonio… ¿cómo no vas a
testerear a tu chingada madre” y, como según López, “tales palabras que son
442
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal por heridas contra Ma.
Victoriana Hernández, enero 3 de 1887, 25 ff.
188
443
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal contra Eligio López por heridas,
abril 20 de 1887, 21 ff.
444
Lillian Briseño Senosiain señala como los más graves de los actos inmorales que pudiesen
cometer las mujeres de la época, “la ebriedad, la prostitución y las relaciones maritales irregulares,
como el concubinato y el amasiato”. Briseño Senosiain, Lillian, “La moral en acción. Teoría y
práctica durante el porfiriato” en Historia Mexicana, vol. LV, no. 2, octubre-diciembre de 2005, pp.
432-433, véase también 443-444.
445
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal por lesiones a Andrea Vázquez.
Reo Alejandra García, julio 22 de 1889, 7 ff.
189
446
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal. Heridas a Marcelina Rodríguez.
Acusado Ramón Martínez, septiembre 1º de 1898, 14 ff.
190
pulquería de “La América”, en donde Carlota Mallorca hirió con una navaja a
Carmen Arias porque el marido de una de ellas había “galanteado a la otra”.447
La confusión provocada por la ebriedad llevó a algunas mujeres a actuar de
manera irracional no sólo en cuestiones sentimentales, sino hasta por los motivos
más simples y sin justificación. Como prueba de ello, se exponen un par de casos.
El primero de estos ejemplos es interesante porque en él se puede ver a la
pulquería como un lugar de encuentro para los habitantes de una comunidad sin
importar sexo o edad, donde era común encontrar conviviendo allí no sólo a
hombres, regularmente ebrios, que eran quienes conformaban el grueso de la
concurrencia, sino también a mujeres y niños, a los cuales las formas de
comportamiento que allí se observaban les eran familiares e incluso reaccionaban
ante ellas con indiferencia.
Después de haber ido al mercado a comprarle algo que su hijo le pedía,
María Buenrostro llegó acompañada de su pequeño a la pulquería de “El
Cazador”, en donde recibió—según dijo—“un golpecito, sintiendo como
coscorrón”, por parte de otra mujer que allí estaba, llamada Paula Domínguez, y
que aunque sintió que le escurrió algo de sangre, hizo caso omiso hasta que su
hijo le dijo que le salía sangre de la nariz, percatándose de ello tanto el dueño
como el dependiente de la pulquería, diciéndole el segundo que “le habían pegado
injustamente” y la detuvo hasta que llegara el gendarme al que mandaron llamar y
éste la condujo junto con su ofensora a la casa de Las Recogidas.
En su defensa, la supuesta agresora afirmó que cuando María llegó al
establecimiento le pidió un cigarro, negándoselo inicialmente Paula para luego
decirle “toma, aquí está el cigarro para que no me estés molestando” y María a su
vez le arrebató la cajetilla. A continuación las mujeres comenzaron a pelear y
según Paula Domínguez, María sacó una hoja de panadero con la que le hizo
varias roturas al rebozo de su oponente; que en ese momento llegó un individuo a
prestarle un cuchillo a Domínguez y le dijo—siguiendo con el relato de ésta—
“toma, no te dejes”, y como se negara a tomar el cuchillo, el mismo hombre le hizo
las heridas con el arma a María Buenrostro. Domínguez aseguró que dicho
447
“Soldadescas” en El Estandarte, año XI, no. 1453, junio 4 de 1895.
191
individuo era “un querido de María”.448 Por tratarse de versiones tan disímiles no
procedió cargo alguno contra ninguna de las dos mujeres, por no poderse
comprobar la culpa de ninguna, y como los pulqueros lo único que vieron fue a
María Buenrostro herida no pudieron atestiguar nada y por ello sólo se limitaron a
detener a las dos mujeres. Cabe señalar que cuatro años antes, Paula Domínguez
había estado involucrada en una riña a mano armada contra una mujer llamada
Clemente Carreón, en la que ambas resultaron heridas.449
El siguiente caso, más que haber sido producto de una confusión, fue una
acusación injusta por parte de una mujer que buscaba con quien vengarse por
haber sido herida, encontrando como víctima a otra mujer llamada María Medina.
Como a las dos de la tarde del 16 de junio de 1898, Medina estaba en la pulquería
de “La Fuente Embriagadora” cuando llegó María Jesús Arellano y le pidió un poco
de pulque, el cual le fue negado y por tanto, Arellano se enojó y llamó a un
gendarme acusando a Medina de haberle provocado una herida, misma que ya
llevaba cuando llegó a “La Fuente Embriagadora”. Una vez presa en Las
Recogidas, otra prisionera, que respondía al nombre de Bibiana Colunga, le
comentó que ella sabía quien había herido a su acusadora: que fue una mujer
llamada Nicolasa. Asimismo—en palabras de María Medina—“muchas mujeres
que han sabido de esto y han venido a dar presas” le decían que no era justo que
estuviera sufriendo sin haber cometido ningún delito. Se sabe que, efectivamente,
no fue Medina la responsable de la herida inferida a Arellano, pues al día siguiente
del acontecimiento y estando María Medina en Las Recogidas, dijo el pulquero
Joaquín Romero, haber escuchado “que platicaban en la pulquería unos hombres,
como tres, y decían que andaba en la calle la mujer que había mordido a la otra”,
con lo que se confirmaba que la culpable estaba en libertad.450
Aquí nuevamente vuelve a notarse la solidaridad entre las mujeres y la
velocidad con que corrían las noticias, siendo la pulquería el lugar de
comunicación e intercambio entre los vecinos.
448
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal. Heridas a María Buenrostro.
Acusada Paula Domínguez, agosto 30 de 1898, 13 ff.
449
“Bravas hembras” en El Estandarte, año X, no. 1181, junio 27 de 1894.
450
AHESLP, STJ (legajo sin clasificar), exp. sin numerar, Criminal. Heridas a Jesús Arellano.
Acusada María Medina, junio 16 de 1898, 24 ff.
192
451
“Tribunales del estado” en El Estandarte, año XI, no. 1520, agosto 29 de 1895.
193
Conclusiones
El pulque fue una bebida cuyo origen y producción se remontan muchos años
antes de la llegada de los españoles al territorio que hoy ocupa la República
Mexicana, y su consumo estuvo normado para hacerse de manera estrictamente
ritual por lo que, quienes abusaban en su ingesta, eran severamente sancionados.
No obstante, fue una vez que se asentaron los españoles cuando la producción y
consumo de la bebida se incrementaron. Se trataba de una bebida tan arraigada
entre los indígenas, que los españoles al percatarse de ello inmediatamente la
utilizaron como medio para manipular y sojuzgar a los habitantes de aquellas
tierras, fue de esta manera que el alcoholismo comenzó a cobrar terreno entre los
antiguos mexicanos dejando una huella indeleble que aún persiste hoy en día
como uno de los grandes problemas sociales del pueblo mexicano.
De la misma manera fue que aparecieron las primeras pulquerías, en un
principio como puestos al aire libre destinados únicamente a la comercialización y
distribución de pulque “para llevar”, pero que, sin embargo, no tardaron en adquirir
popularidad al convertirse en auténticos centros de sociabilidad en los que los
concurrentes pasaban varias horas al día bebiendo y conviviendo entre charlas,
degustación de platillos y la ilusión de que la suerte estaría de su lado en cada
partida de los típicos juegos de azar que allí tenían lugar.
Lo malo de ese cuadro de fraternidad fue que aquellas largas horas de
esparcimiento y ocio fueron las mismas que la concurrencia ocupó en beber
transformándose aquello en un verdadero problema social que propiciaría durante
más de tres siglos una transgresión al orden y la moral que las autoridades en
distintos periodos históricos y políticos se empecinaron en establecer. Por su
parte, la postura de la autoridad, a lo largo del tiempo, puede definirse como laxa,
pues aunque en el discurso y la constante emisión de reglamentos que disponían
se guardase el orden en las pulquerías, en la vida diaria se evidenciaba una
realidad muy diferente que distaba de ser lo que aparentemente anhelaban los
altos mandos.
Lo anterior se explica a partir del provecho económico que representaba la
comercialización del pulque. Al ser un producto tan consumido por las mayorías,
195
especie de reacción ante las imposiciones a las que han sido sujetos y que por
tanto son vistos como una resistencia.452
Así, el concepto tradición ha sido estudiado en el clásico trabajo del
historiador británico Eric Hobsbawm, La invención de la tradición, en el que apunta
que existen “tradiciones” aparentemente antiguas cuando en realidad son
recientes en su origen y a veces inventadas; señala que el término “tradición
inventada” abarca “tanto las „tradiciones‟ realmente inventadas, construidas y
formalmente instituidas, como aquellas que emergen de un modo difícil de
investigar durante un período breve y mesurable, quizás durante unos pocos años,
y se establecen con gran rapidez”.453 En este sentido, como se comprobará en la
historia de vida que a continuación se presentará, ciertas prácticas dentro de las
pulquerías emergieron en un determinado tiempo y lograron establecerse
rápidamente, manteniéndose aún hasta nuestros días. Reforzando la relación
entre el concepto de Hobsbawm con las prácticas características de las
pulquerías, es necesario tomar en cuenta lo siguiente:
455
Ibid., p. 16.
456
Por esos días Ricardo le ayudaba en la pulquería a su madre por encontrarse incapacitado en
su actual empleo como operario de transporte colectivo a raíz de un accidente que sufrió.
200
dedique a lo mismo que ella; preferiría que sus hijos y nietos estudiaran 457 y “se
ganaran la vida de otra manera más tranquila, sin estos sobresaltos”. Vale la pena
mencionar que su salud es delicada a pesar de mostrarse fuerte. Su enfermedad
la atribuye a los “sustos” que ha tenido a lo largo de su experiencia como
pulquera.
Aunque la informante ha declarado que considera su oficio como riesgoso y
se manifiesta renuente ante el hecho de que su descendencia en algún momento
siguiera sus pasos, guarda cierto cariño hacia la ocupación que la ha sostenido
prácticamente toda su vida y expresa con aire romántico los aspectos positivos de
la bebida que vende.
María Adelina Vázquez está consciente del carácter histórico del pulque y
subraya principalmente que es una bebida de origen completamente natural y los
beneficios que ello representa. Sin embargo, lamenta que el consumo de la misma
haya ido decayendo al pasar el tiempo y señala varios factores, tanto sociales y
culturales como ambientales, que considera han propiciado dicha decadencia.
Cree, en primer lugar, que las bebidas que consumen las nuevas generaciones
son las que han desbancado al pulque, pues esas al contener una mayor
graduación alcohólica, satisfacen los efectos que la juventud desea para “sentirse
de diferentes maneras y así les gusta”. Opina que el pulque lo bebe “gente de
antes, gente que ya se está acabando, gente que ya no hay; que la gente de antes
pos [Sic.] sí corría por su pulquito porque sabía lo que estaba tomando”.
Otro problema que encuentra es la escasez de magueyes que existe en la
actualidad, propiciándose así una pronta extinción de la planta. Cuenta que en
tiempos pasados había una gran cantidad de magueyes, incomparable a lo que
podemos ver en la actualidad, pero responsabiliza de tal fenómeno a los mismos
propietarios de magueyeras, quienes no se han interesado en cultivar la planta, en
reforestar sus plantíos, sino solamente en extraer la miel y no replantarlos. Sin
culpar del todo a los dueños de las magueyeras, señala que las transformaciones
en el clima experimentadas en años recientes también han contribuido a que la
457
Cabe señalar que los hijos de María Adelina han cursado la preparatoria y otros inclusive
cuentan con estudios técnicos o profesionales.
205
planta escasee. Al respecto, comenta que los terrenos poco propicios para el
cultivo del maguey y los años de sequía padecidos en la región son factores
fundamentales para que las plantas no se desarrollen con la misma plenitud que
en otras épocas y de la misma manera tampoco produzcan la misma cantidad ni
calidad de miel de antaño.
Uno más de los temas abordados, y con el cual quisiera cerrar, fue que si
en la entidad existe alguna relación entre los vendedores de pulque que aún
perduran o si al menos se conocen entre sí. Advierte que no hay ningún tipo de
unidad entre los pulqueros de la ciudad y reconoce que si esta existiera sería
beneficioso para todos ellos. Al hecho de que no haya relación alguna entre los
vendedores de pulque lo atribuye a una suerte de egoísmo, en el que cada
individuo ve por sus propios intereses y esto sería el principal obstáculo para que
pudieran unirse y “hacer valer nuestros derechos, para que nos dejen trabajar
como debe de ser”. En su caso particular, justifica su desinterés por conformar una
especie de organismo para vincular a los pulqueros locales, por el hecho de ser
mujer, que “si son hombres los que vendan por ahí o los que trabajen esto por ahí,
pos [Sic.] casi no tenemos roce”, además se considera poco sociable; asimismo
admite que únicamente se dedica a lo suyo, lo cual—según dice—“cuenta mucho,
pero eso no tiene nada que ver con que hubiera una unión, porque yo estaría
consciente en que tendría yo que estar al tanto”. Así, aunque está de acuerdo en
que una asociación que representara a los propietarios de pulquerías los
beneficiaría en diversos aspectos, no se muestra muy convencida de ser parte
activa de la misma en el supuesto caso de que llegara a concretarse.
458
Para Fernand Braudel, “ciertas estructuras están dotadas de tan larga vida que se convierten en
elementos estables de una infinidad de generaciones: obstruyen la historia, la entorpecen y, por
tanto, determinan su transcurrir”. Braudel, Fernand, La historia y las ciencias sociales, 3ª
reimpresión, México, Alianza Editorial, 1994, p. 70.
206
realizada la entrevista, bien podríamos afirmar que se trata del testimonio de una
de las pulqueras protagonistas del último capítulo del trabajo y es esto
precisamente lo que le otorga una mayor riqueza a los datos aportados por el
relato expuesto, pues hablan de permanencias, de prácticas sociales y culturales e
incluso de alternativas para sobrevivir que siempre han estado presentes aunque
no las advirtamos o no les prestemos la debida atención. El ejercicio de cotejar un
testimonio del presente con el pasado es un claro ejemplo de la utilidad de la
historia: una herramienta que nos ayuda a apreciar con otro enfoque aspectos de
nuestra sociedad y de nuestra cotidianidad a los que no les concedemos la menor
importancia, pero que en realidad han requerido de un largo proceso en
resistencia que los ha hecho formar parte de nuestro presente y que por ello
debemos tomar conciencia y sensibilizarnos para que así perduren y poder
convivir con una parte de nuestra historia, de nuestra cultura popular, que
finalmente es uno de los elementos que dan vida a nuestra identidad como pueblo
y como nación.
207
Fuentes
Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí (AHESLP)
Colección de Leyes y Decretos (CLD)
Fondo de Alcaldía Mayor de San Luis Potosí
Fondo del Ayuntamiento (Ayto.)
Fondo de Secretaría General de Gobierno (SGG)
Fondo del Supremo Tribunal de Justicia (STJ)
Registro Público de la Propiedad y el Comercio (RPPC)
Periódico Oficial La Unión Democrática
Periódico Oficial del Gobierno del Estado de San Luis Potosí
Centro de Documentación Histórica Lic. Rafael Montejano y Aguiñaga de la
Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP)
Periódico El Estandarte
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219
Orales
Entrevista a María Adelina Vázquez, 9 de agosto de 2010.
220
Contenido
Agradecimientos ................................................................................................................ 3
Introducción ........................................................................................................................ 6
1.De pulque y pulquerías ............................................................................................... 22
1.1. Usos y abusos del pulque......................................................................................... 23
1.2. Pulquerías en la historia de México. Entre transformaciones y permanencias 32
1.3. La “Cultura pulquera” en San Luis Potosí .............................................................. 42
2. Reglamentación de pulquerías ¿Por el bienestar social o conveniencia
económica? ....................................................................................................................... 49
2.1. Previniendo el relajamiento de las costumbres en las pulquerías. Siglos XVI al
XVIII ..................................................................................................................................... 50
2.2. Manteniendo el orden en las pulquerías potosinas decimonónicas .................. 54
2.3. El derecho de patente y el arte de la corrupción .................................................. 67
3. Pulquerías, criminalidad y violencia en la ciudad de San Luis Potosí ......... 83
3.1. Algunos conceptos en torno al alcoholismo y la criminalidad............................. 84
3.2. Clasificando una sociedad peligrosa ...................................................................... 95
3.3. La prensa porfiriana como sector moralizante .................................................... 101
3.4. Pobres, ebrios y delincuentes: historias de violencia en pulquerías ............... 113
3.5. De “Las gracias de un gendarme” al abuso de autoridad ................................. 146
4. “Las Mil Vagas” o el lado femenino de las pulquerías ................................... 158
4.1. Pulqueras negociando con la autoridad ............................................................... 165
4.2. Un día en la vida cotidiana de las pulqueras ....................................................... 175
4.3. “Pulque y mujeres dan más pesares que placeres”. Violencia femenil en las
pulquerías ......................................................................................................................... 183
Conclusiones .................................................................................................................. 194
Epílogo. La resistencia de una tradición: “La Morena” ...................................... 197
Fuentes ............................................................................................................................. 207
Bibliografía ........................................................................................................................ 207
221