El Águila Que No Quería Volar
El Águila Que No Quería Volar
El Águila Que No Quería Volar
Había una vez un granjero que cuidaba unas gallinas. Un buen día hizo una excursión a la montaña y se encontró un
aguilucho. Conmovido, viendo que por allí cerca no había ningún nido, se lo llevó a su granja y lo crio entre sus gallinas
alimentándolo con maíz. Y el pequeño águila iba creciendo al lado de los polluelos como una gallina más.
Pasado el tiempo, apareció por allí un sabio. Observa al animal. Y advierte al granjero: «¡Esto que tienes aquí es un águila!».
A lo que el granjero responde: «Sí, pero lo he criado como una gallina desde hace años, así que ya es más gallina que águila,
aunque tenga esas alas tan largas». Pero el sabio replicó: «No, no. Sigue siendo un águila, porque tiene el corazón de un
águila. Y volará alto».
Entonces los dos hombres decidieron hacer una prueba. Cogió el sabio al águila y lo elevó todo lo que pudo. Pero el águila no
echó a volar. En cambio, vio una granos de maíz en el corral y salto hacia el suelo para comerlos.
El sabio no se desanimó y al día siguiente volvió a intentarlo. Se subió al tejado del granero con el águila y de nuevo lo animó
a volar. Pero cuando el águila vio a las gallinas picoteando el grano, de un salto de nuevo se unió a ellas.
Por tercera vez, el sabio intenta que el águila vuele. Esta vez se levantó temprano, cuando estaba comenzando a amanecer, y
llevó al águila más arriba, a la montaña. El águila miraba a su alrededor emocionada, pero no se lanzaba a volar. Entonces el
sabio la dirigió hacia el este y el águila vio un tremendo sol en el horizonte. Un sol que parecía llamarla. De repente su
corazón empezó a latir muy fuertemente. No podía decir que no a esa llamada. Le llenaba toda su vida. Así que se desplegó sus
alas elevándose cada vez más alto hacia el sol .Este cuento es original del diplomático ghanés James Aggrey.
Había una vez un granjero que cuidaba unas gallinas. Un buen día hizo una excursión a la montaña y se encontró un
aguilucho. Conmovido, viendo que por allí cerca no había ningún nido, se lo llevó a su granja y lo crio entre sus gallinas
alimentándolo con maíz. Y el pequeño águila iba creciendo al lado de los polluelos como una gallina más.
Pasado el tiempo, apareció por allí un sabio. Observa al animal. Y advierte al granjero: «¡Esto que tienes aquí es un águila!».
A lo que el granjero responde: «Sí, pero lo he criado como una gallina desde hace años, así que ya es más gallina que águila,
aunque tenga esas alas tan largas». Pero el sabio replicó: «No, no. Sigue siendo un águila, porque tiene el corazón de un
águila. Y volará alto».
Entonces los dos hombres decidieron hacer una prueba. Cogió el sabio al águila y lo elevó todo lo que pudo. Pero el águila no
echó a volar. En cambio, vio una granos de maíz en el corral y salto hacia el suelo para comerlos.
El sabio no se desanimó y al día siguiente volvió a intentarlo. Se subió al tejado del granero con el águila y de nuevo lo animó
a volar. Pero cuando el águila vio a las gallinas picoteando el grano, de un salto de nuevo se unió a ellas.
Por tercera vez, el sabio intenta que el águila vuele. Esta vez se levantó temprano, cuando estaba comenzando a amanecer, y
llevó al águila más arriba, a la montaña. El águila miraba a su alrededor emocionada, pero no se lanzaba a volar. Entonces el
sabio la dirigió hacia el este y el águila vio un tremendo sol en el horizonte. Un sol que parecía llamarla. De repente su
corazón empezó a latir muy fuertemente. No podía decir que no a esa llamada. Le llenaba toda su vida. Así que se desplegó sus
alas elevándose cada vez más alto hacia el sol. Este cuento es original del diplomático ghanés James Aggrey.
EL ÁGUILA QUE NO QUERÍA VOLAR
Había una vez un granjero que cuidaba unas gallinas. Un buen día hizo una excursión a la montaña y se encontró un
aguilucho. Conmovido, viendo que por allí cerca no había ningún nido, se lo llevó a su granja y lo crio entre sus gallinas
alimentándolo con maíz. Y el pequeño águila iba creciendo al lado de los polluelos como una gallina más.
Pasado el tiempo, apareció por allí un sabio. Observa al animal. Y advierte al granjero: «¡Esto que tienes aquí es un águila!».
A lo que el granjero responde: «Sí, pero lo he criado como una gallina desde hace años, así que ya es más gallina que águila,
aunque tenga esas alas tan largas». Pero el sabio replicó: «No, no. Sigue siendo un águila, porque tiene el corazón de un
águila. Y volará alto».
Entonces los dos hombres decidieron hacer una prueba. Cogió el sabio al águila y lo elevó todo lo que pudo. Pero el águila no
echó a volar. En cambio, vio una granos de maíz en el corral y salto hacia el suelo para comerlos.
El sabio no se desanimó y al día siguiente volvió a intentarlo. Se subió al tejado del granero con el águila y de nuevo lo animó
a volar. Pero cuando el águila vio a las gallinas picoteando el grano, de un salto de nuevo se unió a ellas.
Por tercera vez, el sabio intenta que el águila vuele. Esta vez se levantó temprano, cuando estaba comenzando a amanecer, y
llevó al águila más arriba, a la montaña. El águila miraba a su alrededor emocionada, pero no se lanzaba a volar. Entonces el
sabio la dirigió hacia el este y el águila vio un tremendo sol en el horizonte. Un sol que parecía llamarla. De repente su
corazón empezó a latir muy fuertemente. No podía decir que no a esa llamada. Le llenaba toda su vida. Así que se desplegó sus
alas elevándose cada vez más alto hacia el sol. Este cuento es original del diplomático ghanés James Aggrey.