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Contrapunto

Luchas sociales y gobiernos progresistas


en américa latina
Revista Contrapunto es una publicación del Centro
de Formación Popular del Oeste de Montevideo.
Comisión Sectorial de Extensión y Actividades
en el Medio.
Universidad de la República. Uruguay

ISSN: 2301-0282

Editores:
Diego Castro
Lucía Elizalde
Mariana Menéndez
Carlos Santos
María Noel Sosa
Raúl Zibechi

La imagen de tapa es de: Eduardo Seidl


La ilustración gauchesca es de: Carlos Alonso

La contrarreforma agraria por la ley y por la fuerza,


fue traducido por Matilde López Rivero
El revés del revés, fue traducido por los editores

Diciembre 2012
luchas sociales
y gobiernos progresistas
en américa latina
INDICE

I Uruguay
Lucha por la tierra en el norte de Uruguay. Gabriel Oyhantçabal 15
Desafíos para pensar los movimientos sociales uruguayos:
FUCVAM y sus estrategias de formación en la era progresista.
Diego Castro, Mariana Menendez y Mariana Fry 33
No hay política de vivienda sin recursos. Fernando Zerboni 53
Clasificadores/as de residuos urbanos sólidos en Montevideo:
condicionamientos, posibilidades y tentativas de organización.
Lucia Elizalde, Mariana Fry, Leticia Musto, Martin Sanguinetti, Gerardo Sarachu,
Fernando Texeira 63

II América Latina
Los trabajadores de Chile en la etapa post-fordista. Gabriel Salazar 93
Educación y autogestión: Potencialidades político-pedagógicas de
la autogestión de espacios educativos. Colectivo Diatriba 107
La contrarreforma agraria por la ley o por la fuerza.
Carlos Walter Porto-Gonçalves y Paulo Roberto Raposo Alentejano 119

III Debates en la Coyuntura


Hacia un nuevo modelo de dominación política: violencia y poder
en el posneoliberalismo. Pablo Dávalos 135

La hegemonía como desafío. Los nuevos gobiernos y el


movimiento social popular en América Latina. Gilberto Valdés 153
El revés del revés. Francisco “Chico” de Oliveira 169

IV Los movimientos debaten


Una incitación a la incomodidad. Nueva izquierda y disputa
institucional. Martín Ogando 179

¿Qué tipo de “herramienta política” para qué estrategia?


Federico Orchani, Joaquín Gómez y Pablo Solana 191
Uruguay
Revista Contrapunto

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Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

Clasificadores/as de residuos urbanos


sólidos en Montevideo: condicionamientos,
posibilidades y tentativas de organización1
Lucía Elizalde, Mariana Fry, Leticia Musto, Martín Sanguinetti,
Gerardo Sarachu, Fernando Texeira

Introducción

El artículo que aquí se presenta aborda específicamente la relación entre las


políticas públicas que organizan la actividad de clasificación en Montevideo, la
forma que asume el trabajo de los clasificadores y los procesos de organización
que se fueron desencadenando en el sector.
Para desarrollar el análisis se profundiza en tres dimensiones estrechamen-
te relacionadas: las características de la cadena económica de tratamiento de
desechos, las modalidades de las políticas públicas y las dificultades en el pro-
ceso organizativo del sector. Se enfatiza especialmente en el modo en que
estos tres niveles interaccionan para producir la precariedad del trabajo de los
clasificadores de residuos urbanos sólidos de Montevideo.
Desde esta perspectiva, se analiza la situación actual de “inclusión precaria”
de los clasificadores de residuos y las posibilidades de transitar hacia nuevas
formas de inclusión, que contemplen la mejora de las condiciones de trabajo y
de vida de estos trabajadores y su participación social y política efectiva.
Como estructura del artículo, se propone en la primera parte un conjunto de
referencias que apuntan a comprender la dinámica del sector en su interrela-
ción con los elementos estructurales que lo producen. En una segunda parte,
se realiza un recorrido histórico por cada uno de los períodos y los cambios en
las políticas, en la situación de trabajo de los clasificadores y en el desarrollo
de procesos organizativos. Finalmente, en la tercera parte se realizan una serie
de consideraciones sobre los nudos críticos y desafíos que se presentan para

1  El presente trabajo es parte de los avances del proyecto de investigación “Clasificadores/as de residuos urbanos sólidos:
desde la inclusión precaria hacia la construcción de un nuevo modelo de gestión de residuos” (www.extension.edu.uy/uec/
clasificadores) que actualmente se realiza desde la Unidad de Estudios Cooperativos del Servicio Central de Extensión y
Actividades en el Medio, Universidad de la República.

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Revista Contrapunto

la acción colectiva de los clasificadores y el desarrollo de sus organizaciones y


vínculos con el conjunto del movimiento popular en el país.

Referencias para comprender las dinámicas del sector

Modelo de gestión de residuos, cadena económica y precariedad del trabajo


de los clasificadores.
Concebir la situación de los clasificadores como de “inclusión precaria” exi-
ge una clara ruptura con concepciones que jerarquizan el carácter de “exclui-
dos” de quienes se dedican a esta actividad, y coloca la necesidad de desen-
trañar las múltiples formas en que es incluido el trabajo de los clasificadores en
la cadena económica de recuperación y valorización de los residuos.
El carácter precario de la inclusión actual está determinado por diferentes
aspectos que no se reducen a la dimensión económica. Se entiende a la pre-
cariedad como una situación que hace a la incertidumbre respecto al acceso
y producción sostenida de aquellos aspectos que condicionan la vida de un
sujeto con sus componentes materiales y simbólicos. La precariedad tiene una
dimensión objetiva y una dimensión subjetiva que remiten a una “combinación
de sentirse precario y estar en la precariedad” (Piñeiro, 2008:52)
Esta condición de precariedad en que el trabajo es incluido, permite esta-
blecer el análisis acerca de los diversos modos en que el mismo se realiza y
permite superar una visión estática acerca de la exclusión, como si se tratase
de una situación permanente de sujetos que quedan por fuera del trabajo y los
sistemas de protección asociados al mismo.
En este sentido la “inclusión precaria” remite a la ubicación de esta activi-
dad, que adopta formas diversas, pero siempre incluidos en condiciones de
subordinación a los modos dominantes de producción. Es un trabajo que parti-
cipa de diferentes fases del sistema de gestión y valorización de los residuos,
aportando esfuerzo personal y familiar, pero sin participar del mismo modo en
los beneficios generados en dicho circuito.
Considerando entonces a los clasificadores en tanto productores decimos
que éstos son doblemente generadores de valor, dado que, por un lado, modifi-
can las características de los residuos generando insumos que se reincorporan
a los procesos industriales, y por otro lado, son productores de bienes ambien-
tales en el entendido que el desarrollo de su tarea atenúa los efectos de los re-
siduos sobre el medio ambiente. Esta última característica como trabajadores
ambientales es la menos observable a nivel social, la más intangible, y sin em-

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Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

bargo, es la característica que tiene un efecto más duradero si la consideramos


desde el punto de vista de un desarrollo sustentable. Paradójicamente cada vez
existe una mayor preocupación y valoración a nivel social sobre la calidad del
medio ambiente y las condiciones del hábitat en el que vivimos.
Por lo tanto, “a pesar de la falta de reconocimiento, los clasificadores son
generadores de valor económico y social; es necesario hacer visible cómo se
da esa generación y apropiación de valor en relación con otros actores con los
que se vinculan económicamente” (Sarachu et al, 2010).
En este sentido, se parte de la base que hoy los clasificadores ocupan un
lugar en la cadena de recuperación, dado que su trabajo permite la reincorpo-
ración de materias primas para depósitos e industrias de diversos materiales.
De este modo, existe una conexión entre el trabajo de los clasificadores y las
empresas del reciclaje.
Como hemos señalado en trabajos anteriores (Fry y Sanguinetti, 2012), la
cadena del reciclaje constituye una actividad económica de gran importancia
en la economía uruguaya desde el punto de vista del valor que genera como de
la cantidad de trabajadores que ocupa. En ella, los clasificadores constituyen
un eslabón clave que se encarga de la recolección informal y clasificación de
residuos para su reincorporación a la industria. Esta cadena se caracteriza por
la ilegalidad.
El hecho de que existan, según la ENHA2 2006, más de seis mil trabajadores que realizan
la clasificación de manera informal, sin contar con cobertura de seguridad social y des-
empeñándose como cuentapropistas3, representa un fuerte indicador de este fenómeno.
Dicha informalidad se observa no sólo en la labor de los clasificadores, sino también
en el nivel de los intermediarios pequeños, que son en general los que compran direc-
tamente a los clasificadores y comercializan con depósitos mayores, a los cuales los
clasificadores no llegan dados los costos de transporte y su poca capacidad de acopio.
La cadena del reciclaje sólo se formaliza en el nivel de la recolección (IM) y en el del
reciclaje, a través de las grandes empresas.(Fry y Sanguinetti, 2012).

Esta informalidad es lo que permite mantener la injusticia que encierra este


negocio, ya que los clasificadores constituyen un agente central en el proceso
de tratamiento de los deshechos, son un pre-requisito para la industria, pero
como contrapartida obtienen escasos ingresos y trabajan en condiciones de
precariedad extrema, mientras que las empresas del reciclaje obtienen impor-

2  Encuesta Nacional de Hogares Ampliada


3  Según esta fuente más del 99% de los clasificadores encuestados son cuentapropistas, mientras que los cooperativistas
representan menos del 1%

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Revista Contrapunto

tantes márgenes de rentabilidad. Esto contrasta con el hecho de que el valor


generado por la rama del reciclaje proviene en buena medida del esfuerzo pro-
ductivo realizado por los clasificadores.
De este modo, la relación entre la precariedad del trabajo de los clasificado-
res y la informalidad que caracteriza esta actividad económica se explica por la
existencia de relaciones de explotación encubiertas, que permiten a las gran-
des empresas apropiarse del valor del trabajo producido por los clasificadores
(Fry y Sanguinetti, 2012).
Este proceso se refuerza por las dificultades que esta cadena económica
impone al proceso de organización de los clasificadores.
La forma en que se estructura esta actividad contribuye a reproducir esta situación,
en la medida en que condiciona las posibilidades de organización del sector y por lo
tanto las posibilidades de negociación: los clasificadores constituyen un conjunto de
trabajadores heterogéneo y disperso, que debe negociar con un monopolio (en el nivel
de la recolección) y un oligopsonio (compuesto por las empresas del reciclaje). (Fry y
Sanguinetti, 2012).

Otro eje de análisis está constituido por la política pública que regula esta
actividad y su relación con el problema de la gestión de residuos urbanos. Al
mismo tiempo que los clasificadores ocupan un lugar en la cadena de trata-
miento de desechos y son funcionales a la gran industria, éstos ocupan un rol
en la gestión ambiental y urbana y son necesarios en el proceso de limpieza de
la ciudad a partir de su rol de recuperadores de materiales.
Así como los servicios de las intendencias en las ciudades operan en parte
de esa cadena, el trabajo de los clasificadores también participa cumpliendo
funciones en servicios que deben ser organizados por las autoridades públicas.
Éstos recolectan aproximadamente el 25% de los residuos urbanos, cumplien-
do una función ambiental que permite evitar el entierro indiscriminado. Si no
existieran los clasificadores, ¿hace cuánto tiempo hubieran colapsado los sis-
temas de disposición final?
La situación actual que viven los clasificadores y clasificadoras, lejos de la
ilusión de ser un “trabajador independiente”, “libre” o “autónomo”, parece estar
marcada por experiencias de vidas invadidas tempranamente por el trabajo, por
la auto-explotación y las de sus familias, como estrategias para poder producir
algún ingreso que les permita sobrevivir. Se trata de trabajadores precarizados
que, al tiempo que se encuentran atados a la industria y realizan una función
pública, son desconocidos por la protección social, no tienen cobertura y ade-
más son perseguidos (como se podrá visualizar en el recorrido histórico en el

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Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

próximo apartado) por las autoridades públicas en diferentes coyunturas.


En este sentido, otros autores han indicado que existe una cooperación en-
tre el trabajo que se realiza en la calle y la fábrica de reciclaje (Mota, 2002), la
cual es regulada por el estado tanto por acción como por omisión. El estado
regula el trabajo de los clasificadores en la medida en que institucionaliza la
precariedad, contribuyendo de este modo a mantener la injusta distribución
de valor que existe actualmente en la cadena de recuperación de desechos,
favorable a las grandes industrias.
Las consideraciones anteriores, si bien permiten comprender las relaciones
de dependencia encubiertas que se producen y la dinámica general del sector,
no logran explicar la complejidad del mismo. Para ello, resulta de fundamental
importancia comprender los modos de vida que se configuran a partir del desa-
rrollo de esta actividad, las redes familiares que los sostienen y la diversidad de
actividades que se realizan a partir de la clasificación, desde la clasificación y más
allá de la clasificación con la peculiar combinación de elementos informales, líci-
tos e ilícitos, en diferentes espacios de la ciudad que no se reducen a lo laboral.
Se pueden visualizar prácticas de profunda solidaridad y apoyo mutuo, junto
a lógicas semi-mafiosas de disputa por los materiales, de destrucción, desidia
y conformismo generalizado, naturalización y aceptación de condiciones here-
dadas, como de movilización, protesta y resistencia, entre otras expresiones.
Esta paradójica situación, implica pensar que no solamente se trata de un
doble desconocimiento del trabajo de los clasificadores que, de alguna manera,
sirven a dos patronales diferentes que no se asumen como tales. Por un lado,
a los depósitos e industrias del reciclaje y por otro lado, al sector público como
servicio urbano. También su trabajo se desarrolla a partir de una multiplicidad de
estrategias de sobrevivencia y obtención de ingresos profundamente arraiga-
das en modos de vida determinados y formas de auto-organización específica,
que es preciso comprender desde sus espacios de experiencia y horizontes de
expectativas y que desbordan las estrategias tradicionales de los sindicatos.

Políticas públicas y posibilidades de organización del sector

En cuanto a las políticas públicas (Elizalde, 2010), el estado, en especial a


través de las intendencias municipales, se ha vinculado con los clasificadores
de diferentes formas en los diversos momentos que ha atravesado la gestión
pública. Siguiendo a Martín Medina (2007) podemos distinguir cuatro tipos de
actitudes del estado hacia los clasificadores: represión (prohibiciones, perse-

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Revista Contrapunto

cuciones, hostilidad, penalizaciones); indiferencia (ignorancia, ni cooperan ni


reprimen); colusión (relaciones de clientelismo político, coimas, corrupción); es-
timulación (apoyo, legalización, formación de cooperativas, créditos, contratos,
facilidades). Entendemos que estas cuatro actitudes hacia los clasificadores
no son totalmente independientes, sino que algunas de ellas conviven ya que
son diferentes los actores estatales, distintas las jerarquías que participan en la
gestión y, por tanto, tienen diferentes miradas y concepciones. Estas actitudes
se podrán visualizar cuando analicemos los distintos periodos históricos obser-
vando cómo han impactado en la organización del sector habilitando, negando
o inhibiendo las tentativas genuinas de auto-organización y las estrategias de
movilización y lucha.
Resultan interesantes las observaciones de Carenzo y Miguez (2010), res-
pecto a que se ha ido configurando una determinada mirada sobre el fenómeno
de aquellos que se dedican a la recuperación de materiales reciclables de los
residuos domiciliarios, los depositados en la vía pública o en diferentes puntos
de la ciudad. Una mirada “basada en una dicotomía que oponía individualismo
a solidaridad y que en líneas generales fue recuperada de forma acrítica por los
actores públicos y privados que trabajan con este sector” (Carenzo y Miguez
2010:237).
Como afirman los autores, gran parte de las preocupaciones, tanto acadé-
micas como desde las políticas públicas y de los sectores militantes, basaron
su accionar en el supuesto de apoyar una transición desde la atomización indi-
vidualista a la cooperativización, con fuerte impronta normativa y moralizante
para con los individuos y colectivos participantes, asociando mecánicamente al
individualismo con la competencia y a la solidaridad con la cooperativización,
sin comprender las efectivas dinámicas y vínculos existentes entre los secto-
res populares y sus experiencias de existencia y resistencia, al mismo tiempo
individuales y colectivas.
En este sentido, resulta más fecundo pensar los procesos organizativos en
los sectores populares denominados como “informales” (Feldman y Murmis,
2000),como síntesis históricas siempre contingentes que, superando un abani-
co de respuestas individuales o de expresiones clientelísticas de distinto tipo,
buscan atenuar los efectos de la fragmentación social y el aislamiento socio-
productivo que afecta la vida de los que se dedican a la actividades informales,
en las que podemos incluir a la de clasificación de residuos. Entre otras varian-
tes de acción colectiva organizada, siguiendo y adaptando la caracterización de
los autores mencionados, se pueden señalar las siguientes:

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Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

-- Organizaciones que incluyen exclusivamente a trabajadores (grupos locales,


cooperativas, entre otros).
-- Organizaciones empresariales que agrupan a titulares de emprendimientos
con poco capital y centralidad del trabajo personal o familiar, que comienzan
a hacer uso creciente del trabajo ajeno, configurando una red de pequeños y
medianos depósitos e intermediarios.
-- Sindicatos o asociaciones a nivel local, regional y/o nacional.
-- Organizaciones No Gubernamentales que agrupan a clasificadores mediante
diferentes estrategias de organización, convenios socio-laborales y genera-
ción de emprendimientos.
-- Organizaciones que no se definen en forma ocupacional o por la actividad
económica de sus miembros (ayuda mutua, comisiones barriales, comisio-
nes de fomento, etc.)
-- Redes u otras formas de asociación colectiva que combinan las luchas por
el reconocimiento con la conexión de diferentes prácticas colectivas a nivel
territorial y comunicacional.

Estas expresiones organizativas no agotan la complejidad de la realidad ni


dan cuenta de la diversidad de situaciones laborales que se producen en el
sector y sus enormes dificultades para aglutinar sus intereses, identificar es-
trategias de organización, movilización y lucha, signadas profundamente por su
fragilidad.
El trabajo de los clasificadores y clasificadoras de residuos es usado de di-
ferente forma y esa heterogeneidad (Domenech, 2005) produce enormes difi-
cultades para la organización socio-política de los trabajadores, estableciendo
distancias objetivas y subjetivas que se expresan en las condiciones materia-
les, en la realización individual y/o colectiva, en las formas de contratación,
en la estabilidad de ingresos y en su horizonte de preocupaciones sociales y
políticas. Se partirá de una caracterización del sector que, reconociendo esta
heterogeneidad, permita identificar los profundos nexos existentes entre las
diversas situaciones y sus posibles vínculos.

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Revista Contrapunto

Gestión de residuos, trabajo y organización: recorrido histórico en busca


del reconocimiento

Para avanzar en la comprensión de las vinculaciones existentes entre la ubi-


cación en la cadena económica, los cambios en las políticas públicas de ges-
tión de residuos y la situación del sector y sus tentativas de organización, se
propone una periodización que puede ayudar a visualizar los procesos de larga
duración de instalación en la precariedad que se vienen produciendo en el capi-
talismo actual para importantes contingentes de trabajadores.
También a partir del recorrido histórico se visualiza la configuración de la
situación actual, según las formas de atención a la “cuestión social” que este
tipo de trabajo fue evidenciando ante el desarrollo de las ciudades, la produc-
ción y el consumo masivo de descartables, marcadas fuertemente por la “ten-
dencia decreciente del valor de uso de las mercancías” (Mészáros, 1998) que
determinan la obsolescencia programada y la generación de productos que
rápidamente deben ser sustituidos, la generación de productos que no respon-
den a necesidades, la generación de lo superfluo, etcétera.
En el metabolismo social del capital, las instancias de la producción y el
consumo se independizan, lo cual es profundamente problemático. Siguiendo
a Mészáros:
El consumismo más absurdamente manipulador y derrochador en algunas partes del
mundo, puede encontrar su horrible correlato en la inhumana negación de las necesi-
dades más elementales para incontables millones de seres. Una expresión clara es la
denominada “tasa decreciente del valor de uso de las mercancías (Mészáros, 1998:117).

La situación del sector de clasificadores evidencia para el conjunto de la so-


ciedad el carácter profundamente destructivo e incontrolable del metabolismo
social del capital que no puede resolver los problemas que genera y debe ape-
lar al estado y a la generación de políticas que atenúen estos efectos. Con base
a estas referencias se propone un recorrido histórico por diferentes períodos
en los cuales identificar los condicionamientos y posibilidades en los procesos
de organización de un sector en busca de su reconocimiento.
Un primer período se puede establecer entre fines del siglo XIX y la mitad
del siglo XX, donde se registran importantes cambios en los modelos producti-
vos y las formas de resolución del manejo de los residuos en la ciudad.
Un segundo período tiene su inicio en 1950 y se extiende hasta 1973, ha-
ciendo referencia al desarrollo, consolidación y crisis del modelo sustitutivo
de importaciones y el creciente proceso de profundización de la movilización,

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Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

lucha y resistencia de los trabajadores y sus organizaciones con el recrudeci-


miento del autoritarismo y la represión.
El período de la dictadura se considera especialmente, por entender que
marca un punto de inflexión para la adecuación al modelo neoliberal; la agudi-
zación de la crisis socio-política y económica; la profundización de la pobreza y
sus consecuencias; la persecución y represión a las organizaciones sociales.
Reinstalada parcialmente la democracia a partir de 1985, se inicia un período
caracterizado por la implementación de un modelo liberal, concentrador y exclu-
yente (Olesker, 2001) que se extiende con variantes hasta entrado el siglo XXI.
A continuación se establecen dos nuevos períodos que siguen el corte de
los cambios en los elencos gubernamentales. Los años que van desde el 2001
al 2005 se caracterizan por el advenimiento de una profunda crisis económica
y sus consecuencias en términos de movilización social, observándose en el
sector clasificador importantes avances hacia la conformación del sindicato.
El último período propuesto da cuenta del inicio de la “era progresista”, con la
recuperación de los niveles de crecimiento económico y el establecimiento de
una nueva institucionalidad de atención a la “cuestión social”. Se destaca en este
contexto la creación de políticas que impactaron en la configuración de organiza-
ciones de gubernamentalidad en los barrios periféricos de la ciudad, orientadas
por la ideología del “combate a la pobreza” (Zibechi, 2011a). Se observa enton-
ces un proceso de transformación de los “movimientos de los de abajo” hacia
la creación de organizaciones institucionalizadas como parte de las políticas de
desarrollo social, lo que impacta profundamente en el sector clasificador.

1920-1950: los orilleros ante los cambios en la ciudad

Como lo establecen diferentes estudios (Chabalgoity et al 2006, PUC, 2006)


en el Uruguay se tiene referencia de clasificadores desde 1842. Hacia finales
del siglo XIX, se hablaba de personas que juntaban materiales reciclables en el
vertedero de Buceo para su posterior comercialización. A partir de la industriali-
zación del país se comenzó a juntar papel, cartón, botellas y metales en forma
más sistemática para ser reutilizados como materias primas de diferentes in-
dustrias y sectores de actividad.
En este período se desarrollan los primeros sistemas de gestión de residuos y
la creación de usinas de incineración. El manejo de los residuos no era un proble-
ma dada la escasa cantidad de población y el bajo nivel de consumo de la misma.
La existencia de personas dedicadas a la actividad crece a medida que crece

71
Revista Contrapunto

la ciudad y se desarrollan en la periferia urbana los denominados “cantegri-


les”. La extensión de la ciudad a zonas de interfase entre lo urbano y lo rural
donde se combinaban diferentes actividades con contingentes de población
provenientes del interior del país, con prácticas de producción de animales,
de ladrillos de campo y la recuperación y venta de materiales descartados por
otros puntos de la ciudad, comienza a tener mayor significación e importancia
relativa, destacándose la cría informal de cerdos.
No se tienen antecedentes de creación de organizaciones que aglutinen
a quienes realizan esta actividad, aunque resulta clave el anclaje territorial y
su ubicación en las “orillas” de la ciudad. Las presiones por la ocupación de
tierras y el desarrollo inmobiliario constituye una amenaza permanente para
importantes contingentes que fueron formando diferentes barrios a partir de la
resolución de sus necesidades colectivas en condiciones de precariedad.
Se van configurando así algunos espacios de la ciudad, donde la presencia
de estas actividades vinculadas a la recuperación de residuos se hace más
notoria y las instalaciones asociadas -depósitos, chatarreros, botelleros- se van
multiplicando. Relatos y testimonios de conformación de determinadas zonas
de la ciudad confirman la existencia de numerosas familias dedicadas parcial
y/o totalmente a estas actividades, que comienzan a organizarse para reivindi-
car su permanencia en dichos espacios.

1950-1973: la extensión de la ciudad y sus cantegriles

La crisis del modelo de industrialización por sustitución de importaciones


que se evidenció en este período produjo un importante aumento del des-
empleo que trajo aparejado el incremento de la actividad de los clasificadores
informales de residuos. Paralelamente, comienzan a formarse asentamientos
en los alrededores de los vertederos, con estrategias asociadas a la captación
de los materiales que allí se concentraban.
Con respecto a los residuos urbanos, se sustituye el sistema de eliminación de
residuos mediante su quema en hornos por su colocación en vertederos a cielo
abierto. Estos cambios en las políticas implicaron modificaciones en la situación
de los clasificadores y en las condiciones en que comienzan a realizar su actividad.
En este período los clasificadores eran visualizados por el municipio y la
policía como un problema que era necesario resolver y controlar. Las respues-
tas tradicionales del capitalismo a la denominada “cuestión social” se hacen
evidentes: represión y asistencia.

72
Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

Es importante evidenciar que se produce el nucleamiento de clasificadores


provenientes de diferentes barrios alrededor de las canteras de disposición final.
Esto va configurando una nueva situación con relación al sector que permanece en
condiciones de informalidad con arreglos precarios con las autoridades de turno.
Estos espacios de nucleamiento de clasificadores eran de carácter espon-
táneo y estaban fuertemente vinculados a la forma más o menos permisiva de
las autoridades públicas. No se forjan en esta etapa organizaciones ni se regis-
tran movilizaciones que se estructuren ante esta situación, predominando el
desarrollo de iniciativas personales y/o familiares, que van conformando modos
de existencia y resistencia ligados a estrategias de sobreviencia.

La dictadura: neoliberalismo, autoritarismo y extensión de la pobreza

En el período de dictadura militar, desde su instalación en 1973, se recrude-


ce la represión en todos los planos. Este régimen fue combinando la política
de colisión hacia los clasificadores con la actitud política de represión abierta,
principalmente en las canteras, donde podían entrar a clasificar a cambio de
algún tipo de “arreglo” con los funcionarios, alternando con la dura represión
y prohibición.
Es este contexto se da un crecimiento cuantitativo del sector, que conduce
a que los clasificadores adquieran mayor visibilidad en el conjunto de la ciudad
y en los espacios de disposición, popularizándose la denominación de “hurga-
dores”. Como señalan algunos trabajos, en el año 1978 se estima la existencia
de unos 800 clasificadores en Montevideo, de los cuales 600 desarrollaban su
actividad en el vertedero de disposición final y aproximadamente 200 recorrían
las calles con carros de mano (Echevarría, 1986); mientras que para 1986 se
contabilizan entre 2000 y 3000 carros en la calle (Doménech, 2005).
Hacia fines de los años 70, la Intendencia Municipal de Montevideo realiza
un censo de clasificadores que utilizó para posteriormente realizar el decomiso
masivo de carros y caballos. A pesar de la vivencia de la represión de las autori-
dades, los clasificadores continuaron su actividad a través de la recolección con
bolsones, o buscando alternativas para reponer su carro.
A comienzos de los años 80 un decreto municipal prohíbe el ingreso de
clasificadores a las usinas de disposición final de residuos. En esta época se
produce la muerte de algunos clasificadores por enterramientos en los vertede-
ros, y se generaron conflictos con los funcionarios municipales que trabajaban
en la seguridad de la zona debido al intento de ingreso de los clasificadores a

73
Revista Contrapunto

la usina. Dicha prohibición no cambia la situación, ya que “a pesar de ello, la


presencia de hurgadores en la usina continúa de forma ilegal conformando un
grupo específico dentro de los clasificadores denominado “gateador”, por la
forma de ingreso clandestino a la cantera…” (Chabalgoity et al, 2006: 59). Esto
dio lugar al inicio de un período de fuertes conflictos, ya que la posibilidad de
ingresar a las canteras dependía de la permisividad de la guardia de turno o de
la posibilidad de sortearla.
La prohibición de ingresar a la usina de disposición final coincidió con el
cambio en el sistema de recolección de residuos, incorporándose los camiones
trituradores/compactadores. Esto obligó a los clasificadores a recorrer la ciudad
en busca de los desechos para obtenerlos antes de que éstos fueran recogidos
por la Intendencia, adquiriendo, como se decía anteriormente, mayor visibilidad
en la ciudad. Sin embargo, esta visibilidad no supuso el desarrollo de políticas
orientadas a su regularización y reconocimiento efectivo.
En lo que refiere a la movilización de los clasificadores, se producen en este
período algunos conflictos que fueron el germen de experiencias organizativas
posteriores. La profundización de la crisis social y la extensión de los denomi-
nados “cantegriles” dieron lugar a importantes ocupaciones de tierra con los
consiguientes desalojos, comenzando a constituirse como uno de los ejes de
la movilización social. Ilustrativo de esta tendencia es el desarrollo de la acción
social del Padre Cacho, quien inicia en 1977 un trabajo que comienza en la
zona de Las Acacias en Montevideo y que tiene como núcleo fundamental la
construcción de comunidades territoriales en el barrio Borro para la resolución
de necesidades colectivas a partir de la mejora de viviendas y equipamientos
colectivos. En esos espacios territoriales la presencia de clasificadores resulta
evidente y comienza a ser parte del proceso de organización de la acción social
de la zona, es preciso identificar allí las propuestas que comienzan a proponer
el cambio en la denominación popularizada de hurgadores por la denominación
de clasificadores como una de las bases para lucha por el reconocimiento, a
partir del trabajo de la policlínica veterinaria en la zona.
Las movilizaciones barriales, apoyadas por el accionar de militantes sociales
y/o religiosos, buscaban atender la complejidad de los problemas, forjados ini-
cialmente a partir de los desalojos, planes de vivienda y relocalización de pobla-
ciones desplazadas de las áreas centrales. De ese modo se van identificando
algunos denominadores comunes entre las mismas que constituyen sin duda
referencias organizativas para el conjunto de los clasificadores, dando lugar a
movimientos que revistieron un importante papel hacia la democratización del

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Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

país. Ejemplo de ello puede ser el Movimiento pro Vida Decorosa (MOVIDE)4
que comienza a desarrollarse en la peculiar coyuntura abierta por el plebiscito
de 1980 y que tuvo sus primeras reuniones entre 1981 y 1982, integrando a
diversas comisiones barriales y sus asesores.

1985-2000: El proceso de lucha por el reconocimiento. De hurgadores a


clasificadores

En el marco del proceso que comienza a vivir el país de reapertura y recupe-


ración democrática, continúa el trabajo de los clasificadores en busca de su re-
conocimiento, en paralelo al proceso de institucionalización de las comisiones
barriales en la política municipal.
El proceso de reconocimiento por parte de la institución municipal, sin em-
bargo, no se traduce en políticas concretas, sino que se trata de un reconoci-
miento instrumental ligado al control y regulación de posibles conflictos.
A nivel de la política ocurren dos hechos relevantes. En 1990 la Junta de-
partamental de Montevideo, renueva y amplía la autorización a los particulares
a desarrollar la actividad de recolección y clasificación de residuos urbanos.
Es importante recordar que en ese año comienza la primera administración
municipal a cargo de la fuerza política Frente Amplio. Paralelamente, podemos
ubicar el primer intento de política social integral destinada al sector: Grupo de
Trabajo con Clasificadores (GTC) bajo la órbita de División de Limpieza Urbana
de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM), pero que paulatinamente
empieza a ver limitada su actuación, desapareciendo hacia fines de los noventa.
En lo que respecta a la organización de los clasificadores, es en este pe-
ríodo que se concretan algunas experiencias importantes como la formación
de las primeras cooperativas de clasificadores, vinculadas a organizaciones no
gubernamentales. También data de 1988 la experiencia de creación del primer
depósito cooperativo de materiales (que duró hasta 1992): La Redota, en la
zona Oeste de Montevideo.
Por otra parte, se profundiza la influencia del Padre Cacho y las organizacio-
nes sociales barriales, que crecientemente van tomando la forma de Organiza-
ción No Gubernamental. Surge así la Organización San Vicente, que comienza
a cogestionar planes y programas con organismos públicos. También es impor-
tante la experiencia de Emaús en la zona de Nuevo París y la Teja, ya que nuclea

4  No es objeto de este artículo profundizar en la historia del MOVIDE, que solamente se señala como referencia organizativa
a partir de diversos testimonios recogidos.

75
Revista Contrapunto

a un importante número de clasificadores.


Entre las experiencias de movilización que se desarrollan en el período se
destaca la realización en 1988 de una marcha de carros por el reconocimiento
laboral de los clasificadores.
En la órbita de la política municipal, se producen los primeros indicios de
privatización de la recolección de residuos en las zonas centrales de la ciudad,
comenzando el proceso para la concesión a la Empresa Sur de los servicios de
barrido, limpieza y recolección de residuos en los barrios Centro y Ciudad Vieja
de Montevideo (Chabalgoity et al 2006:5).
La labor iniciada en el período anterior, de la policlínica veterinaria de caballos
“Barrios Unidos”, continuó con su accionar y según los testimonios recogidos y la
documentación revisada, constituyó uno de los espacios de confluencia de clasifi-
cadores, promoviendo diferentes tentativas colectivas de trabajo y producción. Se
señala a este espacio como uno de los lugares en que se realizaron las primeras
reuniones de cara a conformar el sindicato, como se analizará posteriormente.
En 1992 se realiza una nueva marcha de carros por General Flores hacia el
Palacio Legislativo, ante la tentativa de extensión del convenio municipal con
empresas privadas para la recolección de los residuos en la zona de ciudad vieja
y el centro y el desplazamiento de los clasificadores.
A partir de la década de los noventa se observa un viraje en la política mu-
nicipal, signado por la preocupación creciente en relación a la problemática
ambiental y urbana vinculada al tratamiento de los desechos, y por mayores
niveles de apertura de cara a estos trabajadores. Es así que en el año 1990 la
Junta departamental de Montevideo autoriza a los particulares a desarrollar la
actividad de recolección y clasificación de residuos urbanos, como medida ex-
perimental y transitoria (Domenech, 2005). A su vez, en el año 1993 se otorga
un permiso de ingreso transitorio a la usina de disposición final de residuos
(Chabalgoity et al, 2006), luego de intensas negociaciones y conflictos. Sin
embargo, la bibliografía señala que este viraje no tuvo mayores efectos ya que
la política de cara a los clasificadores se centró más en la implementación de
dispositivos de control (como el carné de clasificador o la matrícula de identifi-
cación de los carros de recolección), que en el desarrollo de una política social
que atendiera a las condiciones de vida y de trabajo del sector, a la vez que no
se logró concretar una política específica en materia de gestión de residuos
sólidos urbanos.
En síntesis, hacia fines del siglo XX se da un importante aumento cuantita-
tivo del sector. Para el año 1990 los datos arrojados por el primer censo volun-
tario de clasificadores realizado por la IMM dan cuenta de 3.500 clasificadores,

76
Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

cifra que se duplicó en pocos años, alcanzando a 7.200 en el año 2003 (COSO-
CO, 2004). La actualización de los datos censales realizada en 2005 indica un
total de 8.075 trabajadores dedicados a esta actividad, mientras que desde la
UCRUS y el PIT-CNT se estima que para este período la cifra total ascendería a
unos 15.000 clasificadores (Chabalgoity et al, 2006; Domenech, 2005).
Este importante crecimiento del sector, junto con la masiva presencia de cla-
sificadores en las calles, empujó a que la problemática de los trabajadores que
realizan esta actividad comience a tenerse en cuenta por parte de la sociedad
y de la institucionalidad pública lo que, junto con el aumento de la relevancia
de la problemática ambiental y con el surgimiento de los primeros intentos de
organización del sector, contribuyó a generar “(…) la resignificación del rol del
hurgador, como clasificador, por consiguiente, como agente económico y eco-
lógico, según se autodenominan.” (Chabalgoity et al, 2006: 64).
Las diversas administraciones de la Intendencia de Montevideo desde los
‘90 hasta la fecha, han intentado distintas estrategias para el abordaje de las
problemáticas relativas al circuito informal de los residuos en la ciudad. En el
marco de la descentralización de Montevideo, se multiplicaron en las distintas
zonas experiencias para el manejo de los residuos y las situaciones laborales y
sociales que se producen a partir de la gestión de los mismos. Sea por acción o
por omisión, se fueron experimentando diferentes soluciones sin disponer en
este período, luego de diez años de gestión, de un plan integral por parte de la
intendencia y del estado en general para esta temática.
Esta idea de Plan Director se comenzará a debatir y forma parte del próximo
período a considerar pero, sin duda, ya se va produciendo una importante seg-
mentación de políticas que se profundizará en otras administraciones, entre ges-
tión de residuos por un lado y políticas sociales por el otro. Esta dualización de
las políticas tiene importantes consecuencias para las experiencias colectivas de
clasificadores que se ven expuestos a oscilaciones importantes según los inter-
locutores que predominen en las diversas situaciones de negociación y conflicto.

2001-2005: la profundización de la crisis y la fragmentación social

En el comienzo de este nuevo período, se empieza a visualizar al sector


como tal y este comienza a ser un interlocutor válido ante las instituciones,
empiezan a atenuarse las acciones represivas hacia los clasificadores, aunque
se registra en este período uno de los conflictos más importantes en la usina
de disposición final.

77
Revista Contrapunto

Se producen diferentes negociaciones donde la intendencia debió asumir la


complejidad de una problemática que, con la reestructuración productiva de los
‘90, fue evidenciando la profundidad de una crisis social y productiva. Los diag-
nósticos oficiales comienzan a reconocer consecuencias que, en los contextos
donde habitan los clasificadores, eran más que evidentes por su capacidad
destructiva. Como se viene describiendo en los diversos períodos, esta proble-
mática expresa claramente los componentes estructurales de una crisis que se
profundiza en esta coyuntura.
La denominada crisis del 2002 no tomó por sorpresa a los barrios que se
vienen analizando y a sus habitantes, entre los que se encuentra un importante
número de clasificadores. Ya hacía tiempo que se vivían los impactos de lo que
el informe de desarrollo humano del Uruguay de 1999 reconocía como cua-
tro tendencias preocupantes: la des-estructuración y precarización del trabajo,
la segregación residencial, la segmentación educativa y la infantilización de la
pobreza (PNUD, 1999). Lo que se registra en el período es la incorporación de
nuevos contingentes de población que se incorporan a la realización de las
actividades de clasificación de residuos.
En la policlínica veterinaria “Barrios Unidos”, el 20 de abril del 2002 se pro-
duce la fundación de la Unión de Clasificadores de Residuos Urbanos Sólidos
(UCRUS), resultante del proceso que se viene analizando, con el cometido de
organizar al sector y luchar gremialmente por la mejora de sus condiciones, el
ejercicio de sus derechos y la efectivización de su reconocimiento. En forma
concomitante se conforma un equipo asesor de apoyo a UCRUS, de carácter
interdisciplinario, que cumplirá un importante papel en el devenir del proceso
organizativo.
Se comienzan a conectar clasificadores de los diferentes barrios y se esta-
blecen vínculos orgánicos con el movimiento sindical con especial participación
de la Comisión de Salud Laboral y Medio Ambiente de la central sindical PIT-
CNT. Los aportes del Sindicato de Trabajadores de la Industria Química son muy
relevantes, y su local permite la realización de variadas reuniones.
Entre los antecedentes más destacados por los participantes, se señalan los
viajes a Brasil, en especial el de 2001 al Congreso del Movimiento Nacional de
Catadores de Reciclaveis (MNCR), que permitió conocer experiencias y ampliar
las referencias organizativas de los clasificadores.
Hacia fines del 2002 la situación en la usina de disposición final se compleji-
za, se recrudecen los controles de entrada y se agudizan los conflictos con las
autoridades ante el incremento de la cantidad de personas que ingresan a la
misma en busca de materiales a recuperar. Se produce una importante movili-

78
Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

zación de los clasificadores, que implicó el cierre del ingreso de camiones a la


cantera, registrándose una represión inusitada con la fuerza pública. La lucha
se profundiza con encadenamiento de varios trabajadores en la puerta de la
usina, y se llega a una solución transitoria donde la naciente UCRUS cumple
un importante papel. Dicho conflicto trajo aparejadas dos consecuencias im-
portantes: la definición de una serie de camiones diarios de residuos para el
colectivo de trabajadores vinculados a la usina y el acondicionamiento de una
pista para la realización de esa actividad, a fin de evitar el ingreso a otras áreas
de la misma.
Se llega a la firma de un convenio con la Intendencia de Montevideo con el
aval del PIT-CNT. Es precisamente en el 2003 que el movimiento sindical en
su 8vo. Congreso reconoce a la UCRUS como sindicato afiliado y profundiza
su relacionamiento con los clasificadores como trabajadores, fortaleciendo su
organización, con el apoyo de diferentes sindicatos y activistas.
En este contexto del año 2003, no sin resistencia, la Intendencia decide im-
plementar un nuevo sistema de recolección de residuos domiciliarios, a través
de la instalación de contenedores herméticos de color verde. Esto produce
un cambio en el modo de trabajo de los clasificadores, que se ven obligados a
trabajar 24 horas diarias, mientras que con el modelo anterior salían anticipando
el horario de los camiones. La propia disposición de los contenedores tiene
consecuencias importantes para la actividad, estimulando la no clasificación en
origen y, en el trabajo concreto de los clasificadores, implica la realización del
proceso en el propio contenedor.
Estos cambios en las políticas públicas nuevamente impactan en la compo-
sición del sector, en su organización del trabajo y en la generación de condi-
ciones adversas para la construcción de un efectivo plan integral en la materia.
Ante las exigencias internacionales y las propias necesidades de resolver la
problemática de la gestión de residuos en la ciudad, la intendencia opta por pro-
mover un nuevo proceso de privatización para su usina de disposición final. Di-
cho proceso, finalmente es desestimado en su globalidad pero implementado
parcialmente en los períodos posteriores, da lugar a los estudios orientados a la
definición de un Plan Director de residuos urbanos sólidos concretado en 2006.
En el año 2004, se aprueba la Ley de n° 17.849 de “uso de envases no retor-
nables”, reglamentada en 2007 en el gobierno de Tabaré Vázquez. En el caso de
Montevideo se concretará su reglamentación específica en el año 2012.
El proceso de conformación de la UCRUS tiene en el 2004 un mojón impor-
tante con la obtención de su personería jurídica, lo que le permite generar nue-
vas estrategias formalizando convenios y recibiendo aportes nacionales y del

79
Revista Contrapunto

exterior. En ese marco se establecen diversas tentativas para la concreción de


cantones barriales, que constituyen las bases organizativas del sindicato. Asi-
mismo, se estimuló la creación de cooperativas de clasificadores para promo-
ver experiencias de mejora de ingresos y condiciones laborales. Por otra parte,
se continuaron los viajes a Brasil y Argentina, estableciendo nuevas referencias
organizativas a partir de los intercambios regionales.
La situación en la usina de disposición final continúa atravesando negocia-
ciones y los convenios firmados no se hacen efectivos en todos sus alcances,
registrándose un conflicto permanente y cotidiano respecto a los límites y po-
sibilidades. Se sigue trabajando a cielo abierto y en precarias condiciones, a la
vez que se producen desprendimientos y conflictos internos que dificultan la
acción colectiva de los clasificadores. De algunos de estos desprendimientos
se generan otras experiencias colectivas, como es el caso, en mayo de 2005,
de la Cooperativa Juan Cacharpa en la zona de la Cruz de Carrasco.
El sindicato concreta a fines de este período la creación de otras coope-
rativas como son: La Lucha, Independencia de la Mujer, Cooperativa Felipe
Cardoso, Los Galponeros; algunas de las cuales se formalizan posteriormente,
al tiempo que otras se disuelven.
Este controvertido período implicó niveles de consolidación de la UCRUS,
junto a la emergencia de importantes tensiones que marcarán su evolución
posterior, en el marco de las oscilaciones de las políticas públicas que se re-
gistran con una importante ambigüedad y señales contradictorias para las or-
ganizaciones del sector. Se van combinando actitudes de estímulo con fuertes
represiones, avances hacia un nuevo sistema de gestión con base en la reco-
lección selectiva y plantas de clasificación y de tratamiento que no se llegan a
concretar, predominando los “arreglos informales” en espacios acordados con
colectivos diversos.
Paralelamente, se realizan por parte del gobierno departamental importan-
tes acuerdos con Organizaciones No Gubernamentales (ONG), que desde el
2004 a la fecha se incorporaron en convenios socio-laborales y planes de ges-
tión en las diferentes fases del proceso. Esto se ve tanto en la recolección
-mediante circuitos especiales- como en la gestión de planes específicos en
asentamientos, puntos verdes y eco puntos definidos por la intendencia en
diferentes áreas de la ciudad, generando experiencias colectivas y procesos de
cooperativización que no siempre sintonizaban con el proceso de autorganiza-
ción del conjunto de los clasificadores. Este es un aspecto relevante para com-
prender algunas de las tensiones de la acción colectiva en el sector que hace a
la fuerte presencia de agentes externos de diferente tipo que, por momentos,

80
Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

se neutralizan entre sí y constituyen fronteras y barreras entre las experiencias


en las que se integran diferentes clasificadores. Estas experiencias se plantean
bajo el supuesto de oponer a los organizados versus los desorganizados. Den-
tro de los denominados como “organizados” se registran también importantes
diferencias entre los que participan de convenios socio-laborales a través de
ONG y los clasificadores que se organizan en colectivos a través del sindicato.

2006 a la actualidad: La “era progresista”. Ambigüedades, confusiones y


contradicciones

Este último período esta caracterizado por la emergencia de la denominada


“era progresista”, que asume el gobierno nacional y comienza a desplegar una
serie de acciones hacia la atención de las problemáticas sociales entre las que
se identifica la situación de los clasificadores.
El dificultoso proceso de organización del sector, se complejiza con la ge-
neración de una nueva institucionalidad de las políticas sociales a través de la
implementación del denominado Plan Nacional de Atención a la Emergencia
Social (PANES) en el marco de la creación del Ministerio de Desarrollo Social
(MIDES).
A nivel departamental en 2006 se aprueba el Plan Director de Residuos
Sólidos de Montevideo y Área Metropolitana. Comienza el debate sobre la pri-
vatización de la gestión de Residuos Sólidos Urbanos y la generación de una
alternativa metropolitana con las intendencias de la región. Este proyecto final-
mente es abortado en el 2009 con el cierre de la licitación y el cambio en los
rumbos de las políticas en la materia.
Las ambigüedades señaladas continúan, al punto que en 2007 comienza por
parte de la Intendencia una campaña pública para estimular la clasificación en
origen recordada como la de “la bolsa naranja”, pero sin desencadenar los com-
ponentes asociados a la misma en el sistema de recolección selectiva y cla-
sificación. Esta situación profundiza la crisis del sistema de contenedores que
se sigue implementando con el consiguiente desestímulo del compromiso de
los generadores particulares para con la clasificación originaria. Con dos años
de desfasaje respecto a las bolsas naranjas, lo que ilustra la tendencia señala-
da, en el año 2009 se implementa un plan piloto en el Zonal 7 de Montevideo
(barrio Malvín), que refiere a la instalación de 400 contenedores naranjas que
permitirían realizar una recolección selectiva, con resultados poco alentadores.
A nivel departamental los avances del Grupo Ambiental de Montevideo

81
Revista Contrapunto

(GAM) en la construcción de una Agenda Ambiental para la ciudad fueron im-


portantes desde períodos anteriores y retoman con fuerza la problemática de
la clasificación en la agenda 2008-2012.
A nivel cuantitativo, se registra en este período un cierto descenso del los
trabajadores del sector, que está asociado al crecimiento de la economía y la
caída del desempleo, aunque como actividad asociada a estrategias de sobre-
vivencia de los sectores populares las entradas y salidas respondan a lógicas
diferenciadas y tengan una geometría variable. Desde el MIDES en 2006, el
PANES registró la existencia de 8.729 clasificadores para todo el país. Esti-
maciones realizadas por el equipo de investigación de Extensión Universitaria
establecieron 7.431 clasificadores en Montevideo y 2.878 en el interior (total
país 10.309) con base a la encuesta de Hogares de 2006 del Instituto Nacional
de Estadística. Un censo voluntario realizado por la Intendencia de Montevideo
registró para el período 2008 – 2010 un total de 5.279 clasificadores en Mon-
tevideo.
La dualización respecto a las políticas dirigidas hacia el sector, orientadas por
un lado a la limpieza y por otro lado a la atención de lo social, se amplifica del
nivel departamental al nacional y se suceden diferentes desfasajes. Esto hace
que reine la confusión respecto a orientaciones compartidas y estrategias inte-
gradas de abordaje de las problemáticas vinculadas a la gestión de los residuos
y al lugar, papel y significación social de los clasificadores en dicha gestión.
Desde la UCRUS, en este contexto crecía el malestar ante la implemen-
tación de requisas de carros y privatización de la disposición final, por lo que
comienza a gestarse en 2007 y se concreta en el 13 de febrero de 2008 una
nueva marcha de carros hacia la Intendencia en busca de definiciones políticas.
Es así que se lleva a cabo un mesa de diálogo y comisión de seguimiento,
mientras se realiza una nueva movilización para afianzar dichos acuerdos. La
conflictiva se extiende al departamento de Canelones y se registran conflictos
en las usinas de disposición final Maritas 1 y 2, donde la UCRUS participa ac-
tivamente.
En ese mismo año 2008 se concreta la firma de una acuerdo interisntitu-
cional denominado “Compromiso por la Ciudad y la Ciudadanía”, que aborda
los diferentes aspectos ligados a la clasificación de residuos incorporando al
Ministerio de Desarrollo Social, Ministerio de Vivienda Ordenamiento Territorial
y Medio Ambiente, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Ministerio de Ga-
nadería Agricultura y Pesca e Intendencia, con el objetivo de desarrollar accio-
nes y programas conjuntos. Estas acciones y programas se paralizan una vez
registrado el cambio de elenco gubernamental en 2010.

82
Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

Al respecto de la manera en que el estado se ha relacionado con este sector,


fundamentalmente en el período en el que estamos transitando, vale la pena
retomar algunas de las ideas que presenta Raúl Zibechi (2011b). Entre otros
aspectos, el autor analiza las estrategias que desarrollan los gobiernos progre-
sistas desde el momento en que se proponen estar más cerca de la gente y
sus problemas. El autor identifica a las políticas sociales de estos gobiernos
generando vínculos estrechos con determinadas organizaciones, estrategia
que le permite al estado generar interlocutores y facilitar su entrada a ciertos
territorios o sectores. Además, claro está, esta forma de trabajar allana el te-
rreno para la gobernabilidad, la administración de los conflictos y el traslado de
propuestas, orientadas a dichos territorios o sectores, se hace de forma más
directa.
El autor lo explica de la siguiente manera:
Las políticas sociales de los gobiernos progresistas están estrechamente ligadas al pa-
pel que juegan tales organizaciones, porque se proponen construir dichas políticas junto
a los actores sociales o, en caso de que esos actores no estén organizados, contribuir a
formalizar organizaciones de los pobres o ‘para’ los pobres(Zibechi, 2011:74).

Las organizaciones se convierten, de esta forma, en las contrapartes que ne-


cesita el estado para poder desarrollar sus objetivos. Toda otra forma que asuma
la organización (Zibechi los llama “movimientos de abajo”) deberá ser neutraliza-
da para que las políticas estatales cumplan con lo que tienen que hacer.
Este aporte para comprender el vínculo entre el estado y las organizaciones
nos da elementos para analizar la forma en que las políticas públicas, principal-
mente el Programa Uruguay Clasifica (PUC), elabora sus proyectos para con el
sector clasificador de residuos. El PUC se orienta a la inclusión social, laboral
y cultural de los clasificadores informales de residuos sólidos urbanos. Busca
generar oportunidades de trabajo novedosas para los ciudadanos, al tiempo
que generar mejoras en la calidad de vida. Pretende difundir la idea de que la
clasificación de residuos es una tarea necesaria para que la sociedad moderna
no siga enterrando millones de dólares en materia prima y a su vez crear las
condiciones para asegurar la permanencia de niños, niñas y adolescentes inte-
grantes de familias clasificadoras en el sistema educativo (PUC, 2006).
Vale la pena resaltar, de acuerdo con lo anteriormente planteado, el reco-
nocimiento que esta política realiza al sector en cuanto a su rol en la cadena
económica del país. En el documento “Tirando del Carro” se expresa que:
El reconocimiento -por parte del estado- de los clasificadores como trabajadores, ha
sido reclamado por la UCRUS desde su fundación como sindicato, lo cual deberá ser

83
Revista Contrapunto

abordado con diligencia por todos los organismos nacionales involucrados. (...) Se debe
reconocer el trabajo del clasificador como trabajo rentable, como una actividad digna,
reconocida en el 8vo Congreso del PIT-CNT, que genera a pesar de su denominación de
“trabajo informal”, trabajo formal en las industrias, a través de su aporte de materia
prima, y divisas económicas en nuestro país (PUC, 2006: 11).

De esta forma, el modelo de política pública actual oscila entre el incipiente


reconocimiento del clasificador como sujeto útil al mercado y la regulación de la
cadena de tratamiento de los residuos atendiendo los requisitos de la industria.
Se produce de este modo una suerte de colaboración desde el trabajo de los
clasificadores hacia la industria, la cual es mediada por el estado, reproduciendo
la situación de precariedad de quienes desarrollan la clasificación de residuos.
El PUC, que abarca principalmente aspectos “sociales” de los clasificado-
res, tiene como una de sus líneas principales el impulso a la organización de
estos trabajadores en torno a cooperativas, muchas de las cuales tienen limita-
do su campo de acción y de desarrollo fruto de la precariedad que caracteriza
a la tarea de la clasificación informal de residuos. De la mano con lo anterior,
aún no se han dado señales claras desde el estado orientadas a la formalización
de la tarea, en tanto se asume que la mera formación de los trabajadores en
cooperativas lo resolverá.
De esta manera, el MIDES se propone apoyar a las actividades asociativas,
“sean estas comunitarias o sindicales, mediante la realización de talleres en
áreas tales como la promoción de derechos, fortalecimiento grupal, liderazgo,
etc., y facilitar la realización de encuentros locales, regionales y nacionales de cla-
sificadores.” (PUC, 2006: 58). Asimismo, considera que quienes comienzan a or-
ganizarse con otros clasificadores para pensar una alternativa laboral son los que
se muestran más dispuestos a dialogar con técnicos de organismos estatales.
Este punto, que se encuentra muy relacionado con el análisis realizado de
la concepción del clasificador y su tarea, y que refiere al impulso por parte del
PUC de formas asociativas de trabajo como uno de sus ejes principales, enten-
demos pertinente analizarlo en la perspectiva de las dificultades que puedan
surgir al promover la unificación a nivel político, productivo o laboral en las ins-
tancias colectivas convocadas por el PUC. Es decir, se hace necesario analizar
la legitimación que asumen políticamente aquellos que se organizan en coope-
rativas, respondiendo a la convocatoria que se realiza a nivel estatal por parte
de estas políticas públicas en contraposición a otras formas de organización de
la actividad existentes.

84
Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

Desde nuestra perspectiva, esto puede llegar a configurar un problema en la


relación entre los clasificadores organizados, los no organizados y el PUC. Este
conflicto se vincula, por un lado, con las limitaciones que puedan surgir por
parte de los clasificadores que se encuentran trabajando de forma asociada,
siendo beneficiarios del PUC y a partir de la construcción de una relación de
dependencia con dicha política, al momento de plantear críticas al proyecto. Por
otro lado, en el momento en que el PUC convoca particularmente a quienes se
organizan en torno a sus propuestas, puede alejarse de la voz y la opinión de
aquellos que no se han asociado. Ambos aspectos pueden limitar el alcance y
el accionar del PUC en tanto programa orientado a trabajar con esta población
que sufre situaciones de vulnerabilidad social, política y económica.
De acuerdo con Zibechi (2011a), se trata de construir actores, por parte del
estado, que formen parte de una sociedad armónica, donde los conflictos de-
ben resolverse en forma de consenso y en diálogo con el estado devenido en
figura central; ahora no como blanco de protesta sino como aliado estratégico
para “resolver” la problemática.
Otro hito que merece mencionarse es la conformación de un espacio de
articulación interinsitutucional que convoca al Ministerio de Vivienda Ordena-
miento Territorial y Medio Ambiente, la Intendencia de Montevideo (con su Plan
Director concretado en plan de acción presentado a fines del 2011) y el Minis-
terio de Desarrollo Social en acuerdo con la Cámara de Industria del Uruguay,
quienes concretan en setiembre de 2012 el denominado “Plan de Gestión de
Montevideo para la recuperación de residuos de envase no retornables”.
En ese marco, la Unión de Clasificadores desde su fragilidad pudo recuperar
espacios de encuentro y movilización, y en agosto de 2012, a los diez años de su
creación, logró realizar el Primer Encuentro Nacional de Clasificadores y; un mes
después, una nueva marcha de carros. Esta procuró replantear la problemática
de las requisas, las zonas de exclusión de circulación en la ciudad y la dificultad
que genera una propuesta que avanza a nivel nacional orientada a la incineración
de los residuos para la producción de energía, con base a tecnologías que son
descartadas en los países centrales, transferidas y compradas por latinoamérica,
desconociendo las situaciones claramente diferenciadas y sus impactos.
El proceso de organización del sector en busca de su reconocimiento si-
gue su curso con marchas y contramarchas, en un escenario fuertemente de-
limitado por las autoridades públicas. Éstas siguen postulando su apuesta a
la organización y formalización del sector pero desconociendo las alternativas
que desde el mismo se venían construyendo junto a otras fuerzas sociales del
movimiento popular, orientadas a una política nacional de gestión integral de

85
Revista Contrapunto

residuos con la participación efectiva de los trabajadores y sus organizaciones.

Consideraciones finales: desafíos para la organización colectiva

Desde el recorrido propuesto es posible visualizar cómo entre las alternati-


vas manejadas se apela a la “cooperativización inducida de los clasificadores”
lo que, como nos revela la experiencia de algunas de las cooperativas en Uru-
guay, se encuentra con un barrera infranqueable en tanto no se alteran otros
componentes de la cadena en que este trabajo se inserta.
Siguiendo las reflexiones de Tomás Calello (2007), quien analiza la realidad
argentina, podemos decir que
la cooperativización es ‘suma cero’ desde el punto de vista político para el conjunto
de cartoneros, de no mediar una transformación a nivel mayor (modificación de la ca-
dena de valor en que se hallan insertos, cambio de la macroestructura sociopolítica
del país).... En muchos casos el hecho de saltar en la cadena mediante la disposición
de nuevos y mejores espacios para almacenar y clasificar residuos (...) no elimina la
recolección directa de residuos para los cartoneros que vienen a sumarse a la actividad
como consecuencia del despojamiento (en distintos plazos) de la fuerza de trabajo. Esta
condición no es tenida generalmente en cuenta por las políticas sociales de las que son
objeto (Calello, 2007:178).

La falsa oposición entre trabajadores individuales o carreros con los que


clasifican colectivamente constituye una importante limitante para pensar el
conjunto de situaciones de trabajo que se producen en el sector y que no se
reducen a situaciones de trabajo, implicando otras esferas de la reproducción
ampliada de la vida.
Si se visualiza esta realidad del sector con relación a una situación general de
fragmentación de la denominada “clase que vive del trabajo” (Antunes, 2005)
que se puede caracterizar (Sarachu, 1998) como crecimiento de la inseguridad,
ampliación de la heterogeneidad y profundas alteraciones en las formas de so-
ciabilidad y subjetividad de los diferentes grupos de trabajadores, o una nueva
morfología del trabajo (Antunes, 2005) lo que trae aparejadas enormes dificul-
tades para la organización colectiva y las estrategias de movilización y lucha.
El sector de clasificadores se encuentra ante la situación de que las deman-
das concretas de los carreros no son las mismas que las de los trabajadores
cooperativizados, ni de las de los grupos que trabajan en espacios de disposi-
ción final o en relaciones de dependencia en las redes de intermediación. Por

86
Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

momentos la falta de perspectiva como sector inhibe y obstaculiza la organiza-


ción de los clasificadores en tanto sujeto capaz de representar las diversas mo-
dalidades de trabajo, ya que no se logran identificar estrategias que aglutinen
las demandas, que establezcan nexos entre las situaciones y, por lo tanto, el
sentido de la acción colectiva se diluye impactando fuertemente en la subje-
tividad, en la autovaloración y en el reconocimiento público de una actividad
claramente estigmatizada.
El reconocimiento público una vez que se produce genera también un deter-
minado abordaje de la problemática, normalizador y moralizante. Pero la proble-
mática se caracteriza por desbordar las soluciones en tanto interpela al conjunto
de la sociedad acerca de qué desarrollo estamos generando y cuál es su sentido.
Profundizar el debate sobre más y mejores políticas, identificar los vasos co-
municantes entre las diferentes situaciones que permitan recomponer vínculos
desde la solución cotidiana de necesidades colectivas, fortalecer espacios de
encuentro y acción conjunta entre las experiencias y con el conjunto de clasifi-
cadores que trabajan en diversos espacios sociales y físicos, parece ser la tarea
en clave de recompocisión y resistencia.
La importancia de la dimensión territorial, del derecho a la ciudad, desde la
circulación y el consumo y desde los espacios vividos y habitados en los que
se realizan una multiplicidad de actividades que no se reducen a la clasificación
pero que la integran -como se visualizó en el recorrido histórico- resulta clave a
la hora de pensar la organización en movimiento.
El desborde, lo caótico, lo diferente, entre contradicciones y complicidades,
entre individualidades y colectividades se generan espacios de vida y de trabajo
que sostienen trayectorias y generan posibilidades fuertemente condicionadas
por el carácter subordinado que las mismas tienen, el tipo de inclusión en la
precariedad a la deriva, sin anclajes sólidos de clase y con una fuerte fragilidad
desde la desconfianza y apatía.
El esfuerzo es comprender la profunda interpelación que estas prácticas impli-
can para la acción colectiva y sus formas tradicionales expresadas por los sindi-
catos. Es preciso indagar cuáles son las posibilidades de un sindicalismo del tipo
horizontal que integre la diversidad de situaciones laborales que se encuentran
a disposición del capital y que presentan enormes diferencias en cuanto a los
modos en que esa subordinación se produce, se mantiene y se supera.
La problemática de la gestión de los residuos, desde la perspectiva de aque-
llos que trabajan en la recuperación y clasificación, abre importantes desafíos
para el conjunto del movimiento popular, en tanto permite problematizar la glo-
balidad desde la cotidianeidad. De alguna manera los clasificadores irrumpen

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Revista Contrapunto

en la política de la sociabilidad que se sedimenta en la idea dominante de que


“estamos todos en el mismo barco”, desde una visión armónica de adminis-
tración de lo existente, y exige pensar desde la contradicción y el conflicto.
Desde la molestia se puede avanzar hacia la socialización de la política en el
más amplio sentido, se puede generar movimiento que reafirme el carácter
ecológicamente irreformable e incontrolable del metabolismo social del capital.

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Luchas sociales y gobiernos progresistas en américa latina

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