El Petroleo Viene de La Luna
El Petroleo Viene de La Luna
El Petroleo Viene de La Luna
Gustavo Coronel
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CONTENIDO.
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
V. PASANTÍA EN MARACAIBO
VIII. LAGUNILLAS
X. REGRESO A VENEZUELA
EPÍLOGO.
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INTRODUCCIÓN.
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puedo dejar de pensar en la brevedad de su apogeo y en la relativa brevedad de
nuestro tiempo histórico y, aún, de nuestros tiempos geológicos. Todo pasa, nada
es eterno, aunque tome tanto tiempo en pasar que adopte visos de eternidad para
el ser humano, prisionero de un instante. Me hace pensar en mi propia
experiencia.
Nací en las postrimerías de la dictadura de Juan Vicente Gómez, hace ya una
pequeña eternidad. He leído las crónicas de Rafael María Baralt, Juan de
Castellanos y Cristóbal Colón acerca de la Venezuela naciente, su período
colonial y el descubrimiento de nuestra América. Me he deleitado con las
memorias de Luis XIV, el gran rey que gobernó a Francia por más de cincuenta
años. Tomado de la mano por Herodoto, he viajado con la imaginación por el Asia
Menor entre 480 y 460 antes de Cristo. Casi me parece haber escuchado los
testimonios de Lao Tse y me he maravillado al ver las primeras escrituras
sumerias de hace 4000 años. Me atrae la idea de Jorge Luis Borges, sobre el río
del tiempo fluyendo hacia el pasado. Si ello fuese así, en algún momento este río
cruzaría la frontera entre la historia y la geología. En progresiva evanescencia,
entre avances y retiros de glaciares y procesos de desertificación e inundaciones,
el río del tiempo fluiría hacia atrás, traspasando el umbral de la geología. Es
entonces, en este punto, donde el cosmos nos comienza a hablar de su historia un
poco más en serio. Esa transición entre el tiempo histórico y el tiempo geológico
es tan brusca como un amanecer en el trópico, asunto de “un momento.” Si la vida
del planeta pudiese condensarse en 24 horas, la aparición del hombre sobre la
Tierra hubiese ocurrido hace apenas un minuto y la de los primeros seres vivos
hace solo tres horas. Por 21 horas de ese “día” geológico nuestro planeta estuvo
exento de vida y por 23 horas y 59 minutos no vio aparecer al hombre.
Y, entonces, en esa perspectiva, qué decir de Venezuela? Nuestro país adquirió
una identidad nacional hace poco menos de 200 años y posiblemente conservará
su identidad actual, a lo sumo, por algunos siglos más. Esos años representarían
un episodio tan fugaz en la escala del tiempo que resultaría casi imposible medirlo,
algo así como un attosegundo. Nuestra aparición, apogeo, declinación y eventual
desaparición como nación resultarían ser de una duración equivalente, aún en
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términos históricos, a lo que representa para nuestra vida humana el breve
florecer del curarí.
Ver así las cosas posiblemente nos ayuda a poner, en su justa y melancólica
perspectiva, la historia del origen, desarrollo y significado real de nuestra
considerable riqueza petrolera, de la cual hemos vivido, mal que bien, por casi un
siglo. Durante ese siglo el disfrute inicial del recurso se ha convertido
progresivamente en tragedia. Ello no ha sido la culpa del petróleo sino de quienes
lo han manejado.
Es necesario tratar de contar esta historia, no importa nuestra impericia, a fin de
ayudar a ahuyentar los demonios de la mediocridad, corrupción e ignorancia que
han capturado la mente de los venezolanos, llevándolos al despilfarro de un
recurso en cuya generación no hemos tenido participación alguna.
Gustavo Coronel.
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I. EL BREVE FLORECER DEL CURARÍ.
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El petróleo representa hoy en día uno de los pilares esenciales del progreso,
especialmente en el sector del transporte. Durante el siglo XX se vivió, en su
mayor intensidad, la era del petróleo, la cuál apenas comienza a declinar en este
nuevo siglo. Hace quinientos años el petróleo solo tenía modestas aplicaciones y
ninguna importancia geopolítica. En el siglo XIV, en las cercanías del monte
Dirschenkopf, en el condado del Tirol, los aldeanos de Zirl creían tener la suerte
de poseer una panacea casi milagrosa. Frente a la fuente de agua de la aldea,
Ulrich von Matsch colocaba a diario, a los ojos de los aldeanos, su cargamento de
frascos contentivos de “Tyrstenblut,” la sangre de Tirso. Por casi un milenio los
moradores de la región habían utilizado con veneración este aceite, tan parecido
al aceite de pescado que algunos de ellos lo llamaban “Ictiol.” Los tiroleses
“sabían” que, en realidad, este aceite que manaba de las rocas del monte
Dirschenkopf era la sangre de Tirso, el gigante muerto defendiendo su valle de las
huestes de Teodorico. Desde entonces las gotas de su sangre manaban,
semicongeladas, de las altas rocas alpinas. La sangre de Tirso era inigualable
para contrarrestar los efectos de todo veneno, para derrotar a los piojos, disolver
abscesos en la cabeza, aliviar los dolores de muelas, curar agriuras estomacales y
disolver furúnculos. También aniquilaba las ratas, víboras y comadrejas. Si una
vaca era mordida por un animal cualquiera, el aceite caliente la sanaba. Si un
caballo tenía una llaga, el frote con el aceite la hacía desaparecer. Si la mujer del
aldeano orinaba sangre, cuarenta gotas de “Tyrstenblut” la ponían bien. El médico
de Ferdinando de Austria utilizaba este aceite para todos los males del emperador.
Por trescientos años más los moradores del Tirol utilizaron las bondades de este
aceite. En 1882 adquirió respetabilidad científica al ser incorporado a la
farmacopea germana y comercializarse en Hamburgo con fines dermatológicos.
A principios del siglo XV los monjes de Wiesee, en Bavaria, descubrieron un
pequeño manadero de aceite al cual dieron el nombre de San Quirino. Los
moradores del lugar estaban convencidos de que el aceite manaba del cuerpo del
santo. Probó ser especialmente eficaz para curar paralíticos y tullidos, gota y
espasmos. Eventualmente el manadero fue adquirido por la empresa Shell y
producido hasta su agotamiento. En el siglo XVIII, el aceite de roca comenzó a ser
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utilizado como material de construcción. Las calizas bituminosas de Neufchatel
fueron utilizadas como cemento en la construcción de calles y fuentes de agua y
no tanto ya para la cura del reumatismo. En 1869, unos 300 000 metros cuadrados
de calles parisinas estaban asfaltadas con este material.
El uso del aceite mineral como agente curativo predominó por varios siglos antes
de su utilización como material de construcción o como fuente de energía. En
1460 Ariosto hablaba del “oglio santo,” el aceite de Santa Catalina, el cual manaba
del monte Zibio, al sur de Modena. Según Ariosto este aceite fluía de los huesos
de la santa decapitada. Era un aceite que curaba la sordera, la ciática, los cólicos,
la epilepsia, el escorbuto y la “pasión asmática.” Era inmejorable para los parásitos
intestinales y, al mezclarse con ceniza volcánica e inyectarse a través del pene,
disolvía las piedras de la vejiga.
En el Nuevo Mundo los menes de petróleo sirvieron por décadas a descubridores
y piratas para calafatear sus embarcaciones.
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En Venezuela el petróleo fue descubierto debido a una sucesión de eventos que
comenzaron en lejanos sitios del mundo. Un día de Febrero de 1833 en Londres,
Marcus Samuel inició actividades comerciales en el “East End” abriendo una
tienda para vender conchas marinas que servían para decorar cajas y cofres de la
época victoriana. Samuel llamó su tienda “The Shell Shop.” El negocio floreció
gracias a la importación de estas conchas marinas. Cuando Marcus murió en 1870
sus hijos Samuel y Marcus continuaron la actividad y la expandieron, fundando la
Casa Marcus Samuel en Londres y la Casa Samuel Samuel en Japón. En 1878,
Marcus Samuel comenzó a importar kerosene, el combustible más popular de la
época. Samuel pensó que la comercialización de este combustible sería
eventualmente más rentable que las conchas marinas, por lo cuál comenzó a
construir una flota de ocho tanqueros para transportar combustible a través del
canal de Suez. Este paso de extrema audacia se concretó en 1892, cuando el
primer tanquero de Samuel, el Murex, nombre de concha marina, con una
capacidad para 5000 toneladas, comenzó sus actividades transportando 400
toneladas de kerosene ruso a Singapur.
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En 1890 se había descubierto petróleo en las Indias Orientales. En la isla de
Sumatra un holandés llamado Aeilko Zijlker había encontrado petróleo y fundado
la empresa Royal Dutch para explotarlo. Uno de sus primeros empleados fue un
joven llamado Henri Deterding, quien creó una organización de ventas tan exitosa
que, ya para 1900, había sido promovido a presidente de la empresa. Esta
empresa transportaba su petróleo por oleoducto y pequeñas embarcaciones pero
pronto debió comenzar a construir tanqueros para llevarlo fuera del archipiélago.
Se estableció una temprana competencia en transporte entre la empresa Royal
Dutch liderada por Deterding y la empresa Shell de Samuel. Es preciso recordar
que en 1885 Karl Benz había comenzado a producir vehículos a gasolina. Ello
llevó a Samuel a crear la Shell Transport and Trading Company, a fin de
transportar hacia Europa no solo kerosene sino también gasolinas.
En 1901 se descubrió petróleo en Texas. Samuel se combinó con los primeros
productores de esa región para transportar el petróleo internacionalmente. Al
mismo tiempo John D. Rockefeller había iniciado una alianza con productores de
Pennsylvania y convertido a Standard Oil de Ohio en la primera empresa petrolera
de los Estados Unidos. Rockefeller, Samuel y Deterding se convirtieron en
grandes rivales.
Parece ser que los productores, quienes poseen la materia prima, siempre tratan
de controlar a los transportistas. Rockefeller trató infructuosamente de comprar a
Samuel en varias oportunidades. Samuel se sentía más cómodo con Deterding,
frente al poderoso Rockefeller. En 1903 los dos europeos establecieron una
empresa conjunta llamada Asiatic Petroleum, la cual fue tan exitosa que, en 1907,
decidieron fusionar sus empresas con el nombre de Grupo Royal Dutch/Shell. Las
empresas originales se convirtieron en casas matrices financieras, 60% Royal
Dutch y 40% Shell. Al anunciar la fusión Marcos Samuel dijo: “Las dos empresas
tienen su propia producción, los costos más bajos del mundo y su posición
geográfica nos da una inmensa ventaja comparativa. Estamos apoyados sobre
una inmensa roca…”
Mientras esta fusión se concretaba, Standard Oil experimentaba algunos
problemas. Una decisión de las autoridades norteamericanas la había obligado a
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fragmentarse. Esta coyuntura fue aprovechada por Deterding para entrar al
mercado norteamericano con gran fuerza como distribuidor doméstico. En 1928
Deterding se reunió, en Escocia, con Walter Teagle, jefe de la Standard Oil de
Nueva Jersey y otros petroleros. Para ello alquiló el castillo de Achnacarry por un
mes para conversar con los otros líderes petroleros sobre el problema de exceso
de producción existente en aquél momento. El resultado de esta reunión fue un
convenio llamado “Como Está” (“As Is”). En base a ese convenio cada empresa
recibió una cuota de producción basada en su participación en el mercado para
ese año. Cualquiera producción adicional a esa cuota tendría que ser vendida a
los otros miembros de la “Asociación,” especie de precursora de la OPEP, que
contó con el beneplácito de productores y gobiernos y convirtió a Deterding en la
figura más poderosa de la industria petrolera mundial. Sin embargo, Deterding
cometió el error de apoyar a Adolfo Hitler, lo cual obligó a su salida en 1936.
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El geólogo californiano Ralph Arnold había sido contratado en 1911 por la
empresa General Asphalt para llevar a cabo un reconocimiento de las áreas
venezolanas que pudiesen contener hidrocarburos. Para hacer este trabajo,
Arnold visitó tanto el oriente de Venezuela como la zona adyacente al lago de
Maracaibo y produjo un informe en el cual recomendaba ciertas áreas del país
para ser exploradas mediante el taladro. Este informe fue sometido a la
consideración de Deterding, quien pudo advertir las excelentes posibilidades
petrolíferas de Venezuela. Decidió, por lo tanto, adquirir la filial de General
Asphalt, la Caribbean Petroleum Company, la cual había recibido las concesiones
dadas por Juan Vicente Gómez al abogado de General Asphalt, Rafael Max
Valladares. Deterding dijo de esta adquisición que “era el mejor negocio que había
hecho en su vida”. En 1914 la empresa filial del Grupo Royal Dutch/Shell
completó el pozo Zumaque-1 en Mene Grande, el cual marcó el inicio de la
producción petrolera realmente comercial en Venezuela.
Mientras el Grupo Royal Dutch/Shell encontraba petróleo, la Standard Oil no lo
podía hacer. Entre 1915 y 1920 esta empresa gastó más de $40 millones en
exploración sin lograr encontrar yacimientos comerciales. Mientras tanto, un
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geólogo visionario llamado Charles Eckes pasó 11 años tratando de interesar a las
empresas en perforar en el lago de Maracaibo pero se burlaban de él. Por ello
decidió crear su propia empresa, British Equatorial, y se las ingenió para comenzar
a perforar un pozo en el lecho del lago, no muy lejos de la costa. La gente se
congregaba a diario para observar el progreso del pozo y reírse a carcajadas del
loco Eckes. El pozo estaba apenas en unos 50 centímetros de agua y todos los
equipos, menos el taladro, estaban en la costa. En la junta directiva de British
Equatorial solo un miembro, Charles Francis de Ganahl, apoyaba a Eckes. El resto
de los miembros deseaba vender la empresa a la compañía Lago Petroleum, cuyo
gerente Arthur Holland creía en las posibilidades petrolíferas del lago. Mientras
estas negociaciones estaban en progreso, Eckes continuaba perforando su pozo.
El 22 de abril de 1924 el pozo comenzó a producir a la tasa de 2400 barriles por
día. Ya nadie se reía de Eckes. El mismo día la empresa fue adquirida por Lago
Petroleum y, un año más tarde, el control accionario de Lago Petroleum pasó a
manos de Standard Oil de Indiana. De esta manera tanto Royal Dutch/Shell como
Standard Oil establecieron una importante producción petrolera en Venezuela.
Shell y Creole se convirtieron rápidamente en las empresas petroleras más
importantes del país.
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Desde el inicio de la actividad petrolera comercial en Venezuela, alrededor de
1915, Maracaibo se convirtió en la capital del petróleo. Su fisonomía cambió
significativamente, pasando de ser un puerto de pasajeros y de mercancías a ser
el centro de la actividad petrolera nacional. Los primeros automóviles llegaron a
Maracaibo en 1910 y la luz eléctrica pasó, en 1916, a ser continua. En 1913 un
joven maracucho, Esteban Ranson París, hizo sus maletas y se fue a estudiar en
Virginia Tech. Quizás no lo trataron bien porque el segundo estudiante maracucho
en ir a esa Universidad tardaría más de 40 años en llegar. Maracaibo se vio
invadida por una oleada de inmigración como consecuencia de la actividad
petrolera. Solo desde Mérida bajaron más de 2000 personas tratando de ingresar
a la nueva industria. Unos 100.000 habitantes engrosaron la población de la zona
petrolera entre 1920 y 1925.
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Maracaibo siempre fue una ciudad de pioneros. La primera película que se vio en
Venezuela fue exhibida en el Teatro Baralt, en julio de 1896. Los primeros grupos
“scouts” venezolanos fueron organizados en Maracaibo por Ramón Ocando en
1913. En 1920 ya Maracaibo tenía 10 stadiums de béisbol y más de 30 equipos.
En 1912, el joven William Phelps había abierto en Maracaibo el “Bazar Americano”
y comenzado a importar guantes y pelotas de béisbol. Se combinó con Raúl
Cuenca para fundar los primeros equipos para practicar este deporte. Por ello es
que Maracaibo es también la meca criolla del béisbol. El influjo de
norteamericanos, ingleses, suizos, holandeses, trinitarios, montañeses de Mérida
y Trujillo, hijos der diablo margariteños, gentes venidas de todas partes atraídas
por el boom petrolero, le dieron a Maracaibo una fisonomía cultural diversa y
vigorosa, bastante más desarrollada que la del resto del país. Entre 1920 y 1930
Maracaibo duplicó su población y también su territorio urbanizado. El norte de la
ciudad comenzó a crecer. Aparecieron las colonias de empresas petroleras para
alojar, inicialmente, a sus empleados extranjeros, las cuales le darían un toque
nórdico a las zonas residenciales de la ciudad. A finales de la década de 1920 la
Caribbean Petroleum (Shell) construyó una aldea colonial inglesa en Maracaibo.
La llamó Las Delicias. Tenía su escuela, su iglesia, un hospital. Incluía oficinas y
laboratorios propios de la actividad petrolera. Las viviendas estaban construidas
con paredes de concreto y techos de madera y asbestos. Casi al mismo tiempo la
Caribbean construyó la colonia Bella Vista, con 60 casas reservadas para el grupo
gerencial de la empresa. La colonia Bella Vista incluía la casa del Gerente General
y la sede de un club donde en las tardes se jugaba fútbol y se tomaba “shandy,”
una mezcla de cerveza con “ginger ale.” Estas importantes colonias residenciales,
además de las construidas por la Creole (Standard Oil) y la colonia Mene Grande
de la empresa Gulf le dieron a Maracaibo un aspecto realmente diferente al de
otras ciudades venezolanas. Dos grandes estructuras adicionales ayudarían a
reafirmar el exótico perfil arquitectónico de Maracaibo: una, el hospital de la
empresa Caribbean, situado en lo que es hoy la esquina de la Avenida 5 de Julio y
Bella Vista; otra, las oficinas de Shell llamadas Las Laras, un exquisito edificio
situado en la Avenida 5 de Julio, sede de varias generaciones de profesionales de
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esta empresa, un verdadero tesoro arquitectónico nacional, con bellos balcones a
todo lo largo de la edificación, refrescados por la sombra de los majestuosos
samanes (laras).
Es allí, en Las Laras, que una buena parte de nuestra historia comienza… una
historia que tendrá la misma duración que el fugaz florecer del curarí…
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II. LA LECCIÓN DE GEOLOGÍA.
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“En efecto, continuó el profesor, esa nariz tipo Pinocho que sobresale del Brasil
encaja casi perfectamente en la curva de la costa oeste de África. Las mismas
rocas de edad cretácica se encuentran en ambos lados.”
“Que sucedió aquí, profesor?” –preguntó la mejor estudiante del grupo.
“Aquí – respondió el profesor – sucedió lo siguiente. La ruptura de Pangea creó el
Océano Atlántico. Sus aguas invadieron progresivamente toda la región que es
hoy Venezuela, llegando hasta la parte central del actual estado Mérida. Lo que es
hoy Seboruco apenas estaba sobre el nivel del mar. Era terreno volcánico y había
sido objeto, por millones de años, de erupciones de una lava rojiza y violácea. Hoy
estos flujos de lava están representados por las rocas que aparecen a medio
kilómetro de donde estamos, en los afloramientos de la llamada formación La
Quinta. Esta región de Seboruco era parte de lo que pudiéramos llamar la costa
norte de aquella proto-Venezuela.
“Es decir – interrumpió el estudiante Ramírez – una playa Pantaleta morada”…
“En esa época,” continuó el profesor, sonriendo ligeramente, “no existían los
payasos. Ni Maracaibo ni Caracas, ni AD o Copei. Los gobiernos populistas y los
dictadores incultos estaban aún a unos ochenta millones de años de hacer su
aparición. La vida animal apenas comenzaba a florecer en los mares. En las zonas
neríticas y litorales de poca profundidad se comenzaron a depositar sedimentos
contentivos de restos de moluscos, de algas y los microscópicos foraminíferos.
Estas acumulaciones de material orgánico se convertirían, mucho tiempo
geológico después, en el petróleo que tanto bien y tanto mal nos ha hecho.”
En este punto de su lección el profesor hizo un alto, caminó hasta la parte
posterior del jeep y sacó su morral: “Hora de almuerzo,” anunció. Sin esperar
respuesta se dirigió con paso rápido hacia una zona sombreada, atravesada por
un riachuelo bordeado de apamates (tabebuia rosea), su lugar favorito de esta
parada por los últimos veinte años, un lugar que los estudiantes le respetaban.
Durante las dos horas dedicadas al almuerzo y al descanso el pequeño grupo se
desmembró y cada quien fue a buscar su sombra. En una excursión geológica el
momento del almuerzo es propicio para la soledad y la reflexión. Se busca una laja
en el riachuelo, un árbol frondoso, para sentarse a meditar. El grupo de 15
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estudiantes formaba el curso de geología de Venezuela de la Universidad Central,
e incluía dos graduados en el exterior quienes debían hacer su reválida del título
obtenido. Uno venía de la Universidad de Tulsa, otro de la Universidad de Arizona.
El profesor González nunca cesaba de maravillarse de la geología de los Andes
venezolanos. Para sus bien entrenados ojos era evidente lo que había ocurrido en
este rincón del planeta. Los mares del Cretácico habían penetrado desde el este,
a medida que se creaba el océano Atlántico por la fractura de Pangea. De esta
manera se había formado la gran cuenca del Oriente de (lo que es hoy)
Venezuela, con miles de metros de sedimentos marinos contentivos de restos
animales y vegetales. Las costas de este mar se colocaron en la zona del curso
actual del Orinoco. Al sur, se extendía una línea en dirección este-oeste de
modestas elevaciones sometidas a una continua erosión fluvial y eólica. Esta zona
costera era parte del corazón geológico de Suramérica, el llamado escudo de
Guayana, compuesto por rocas ígneas y metamórficas muy antiguas, formadas
antes de los inicios de la vida en el planeta, durante el período precámbrico. Hacia
el oeste, en los territorios hoy llamados Trujillo y Perijá existía una línea de playa
ocupada alternativamente por transgresiones del litoral marino y por deltas de los
ríos que fluían hacia el mar. Los sedimentos neríticos y fluviales así depositados
son conocidos por los geólogos como los grupos Río Negro y Cogollo. A medida
que el tiempo geológico transcurría, los mares se hicieron más profundos y sus
lechos recibieron sedimentos más finos y de mayor contenido orgánico. Al
depositarse en áreas marinas tranquilas, de pobre oxigenación, el contenido
orgánico de las aguas sufrió una lenta descomposición, eventualmente formando
rocas llamadas euxínicas, es decir, rocas densas, de color negro, con abundante
material orgánico. Estas rocas se conocen hoy en la literatura geológica
venezolana como formación La Luna, por haber sido descritas originalmente en la
quebrada La Luna de la región zuliana. Rocas similares se depositaron en lo que
es hoy el oriente del país y en Colombia, Ecuador y Perú. Mucho del contenido
orgánico de estos sedimentos se convirtió lentamente en una sustancia viscosa,
compuesta por cadenas más o menos complejas de carbono e hidrógeno. Es en
este período geológico conocido como el Cretácico medio y superior que
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comienza el gran proceso de formación del petróleo en casi toda la región que
luego sería llamada Venezuela. Las rocas de la formación La Luna, además de su
alto contenido orgánico, son de una belleza excepcional. Son calizas densas,
laminadas, de mediano espesor, de colores grises claros hasta muy negras, con
intercalaciones de margas, es decir, arcillas calcáreas. Estas margas
frecuentemente alojan concreciones de forma elipsoidal o discoidal que asemejan
huevos de animales gigantescos. Al romperlas, como una nuez, las concreciones
revelan innumerables y exquisitas amonitas fósiles, esos bellos cefalópodos que
se convirtieron en los reyes de los mares del Cretácico, reemplazando los
majestuosos dinosaurios misteriosamente desaparecidos.
Esta es una historia que solo unos pocos iniciados conocen, pensaba tristemente
el profesor González. Es tan difícil disfrutar plenamente de la belleza si no es
posible compartirla. Quienes pasen por Seboruco en su auto, con las ventanas
ahumadas y cerradas y refugiados en el aire acondicionado, nunca sospecharán
que en los cortes rocosos a la entrada del pueblo, frente a la pequeña bodega del
lugar, se encuentra la llave que nos abre las puertas a ochenta millones de años
de historia geológica. El geólogo, decía Hans Cloos, “solo puede ver lo pequeño
pero debe imaginar lo grande.” Quien pueda leer en el libro de las rocas advertirá
que las areniscas intercaladas entre las calizas de la formación La Luna indican
que los mares se retiraban cíclicamente de la costa, permitiendo el avance de los
deltas. Los apretados plegamientos en forma de acordeón que pueden observarse
en muchas de estas rocas representan períodos de creación de montañas, lo que
los geólogos llaman orogénesis. Estos períodos dieron origen a los Andes y a su
prima hermana la cordillera de la Costa. Estas montañas se crearon porque los
sedimentos fueron severamente comprimidos entre la inamovible masa cratónica
de Guayana y la placa tectónica del Caribe. A medida que se levantaban las
montañas, debido a un efecto de compensación isostática, se hundían las áreas
adyacentes, las áreas que hoy forman las regiones de Maracaibo, Barinas,
Maturín y Guárico. Esta historia de levantamientos y hundimientos, de arribas y
abajos en gran escala, de mares que avanzan y mares que retroceden, ha durado
millones de años. Las zonas de hundimiento recibieron miles de metros de
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sedimentos cada vez más jóvenes, los cuales recubrieron y comprimieron las
rocas de la formación La Luna. El efecto de compresión de las rocas de la
formación La Luna produjo, a su vez, elevadas temperaturas. El resultado
combinado de presión, tiempo y altas temperaturas fue similar a lo que sucede en
las cocinas venezolanas cuando la dueña de la casa hace un sancocho. En ese
gran sancocho geológico, en ese inmenso “cruzado” que se llevó a cabo en el
subsuelo de nuestra región, la naturaleza incorporó restos de dinosaurios, peces,
moluscos, helechos, amonitas y toda clase de micro-organismos. El proceso de
cocción surtió buen efecto y los restos orgánicos fueron paulatinamente
transformados, primero en una sustancia intermedia de naturaleza sapropélica, y
después, gota a gota, verso a verso, como diría Antonio Machado, en
hidrocarburos de muy variada naturaleza. La diversidad se explica, no solo por los
ingredientes originales de cada sancocho, sino por las diferentes maneras de
migrar que tuvieron estas sustancias para llegar a su sitio final de acumulación. En
efecto, una vez formado, el petróleo inició su lento viaje a través de los poros de
las rocas suprayacentes, un viaje hecho posible por las diferencias de presión en
el subsuelo. El petróleo viajó, gota a gota, en búsqueda de las zonas de menor
presión, tratando de llegar hasta la superficie, tal y como los salmones remontan a
saltos los ríos, corriente arriba, para tratar de desovar. Mucho del petróleo llegó
efectivamente a la superficie y allí se disipó, perdiéndose para siempre, o se
concentró en lagos de asfalto como el de Guanoco o en pequeños menes que
sirvieron a los primeros geólogos de indicación para sus exploraciones. Sin
embargo, grandes volúmenes se quedaron en el camino al encontrar estratos
rocosos que los atraparon, bien sea por su poca permeabilidad (trampas
estratigráficas) o por su posición estructural (trampas estructurales). Estas
trampas geológicas guardaron sus tesoros por millones de años, esperando
pacientemente a… Ralph Arnold.
Ralph Arnold era un joven geólogo de California, empleado por el gobierno
estatal, quien fue tentado por una empresa petrolera operando en Venezuela para
ir a ese país e investigar sus posibilidades petrolíferas…. La paga era buena,
Arnold era joven, Venezuela sonaba exótica y atrayente…
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“Profesor, profesor.” El estudiante Ramírez lo sacudió levemente para despertarlo.
“Ya estamos listos, profesor.” Ramírez era uno de los pocos estudiantes quienes
se atrevían a hacer chistes en clase o, más arriesgado aún, a despertar al profesor
González de sus breves siestas. El profesor González era una formidable
personalidad, alternativamente avinagrada y bondadosa. Era un producto de la
diáspora española republicana, la cual se extendió por todo el mundo después de
la victoria franquista. Era de Tudela de Navarra. Había sido herido durante la
guerra civil española y colocado en una cama al lado de Víctor García, voluntario
venezolano, también herido. El locuaz Víctor había convencido a González de que
Venezuela era el mejor país del mundo, después de España. Tan pronto los dieron
de alta, regresaron juntos a Venezuela. González era gruñón, ateo, competente y
de gran corazón. Se sembró rápidamente en Venezuela y, después de una breve
pasantía por el trabajo petrolero corporativo, se había dedicado por entero a la
docencia, a formar geólogos. La mayoría de los geólogos formados en la
Universidad Central de Venezuela iban a engrosar las filas del Ministerio de Minas
e Hidrocarburos o del sector minero. Muy pocos iban a la industria petrolera
venezolana, en manos de las empresas internacionales concesionarias. En 1956,
año en el cual comienza nuestra historia, no más de un pequeño puñado de
geólogos venezolanos formaban parte de la industria petrolera nacional.
Rodríguez Eraso, Sugar, García, Domínguez, Rosales, eran ya, en su mayoría,
miembros de la gerencia de la industria, no estaban activos como geólogos. Otros
pocos se encontraban en posiciones muy subordinadas. Es en estos años que
comienza una progresiva infusión de geólogos venezolanos en las filas operativas
de la industria. Estos geólogos vinieron, al principio, de universidades del exterior,
básicamente del medio oeste norteamericano. Quizás, al principio, la Universidad
Central había tenido un sesgo ideológico, el cual promovía la entrada de sus
geólogos recién graduados a los organismos del Estado, en preferencia a las
empresas internacionales. Es probable que el profesor González tuviese algo que
ver con esta postura ideológica. Sin embargo, poco a poco, esta tendencia se fue
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corrigiendo y la Universidad Central de Venezuela comenzó a aportar egresados a
las filas de las empresas concesionarias.
En 1956, uno de los geólogos graduados en una universidad norteamericana y en
búsqueda de su reválida era Bernardo Mateos, quién se había graduado el año
anterior como geólogo petrolero en la Universidad de Tulsa, en el estado de
Oklahoma. Bernardo debía aprobar tres exámenes a fin de revalidar su título:
fotogeología, legislación minera y petrolera y geología de Venezuela. Tanto la
fotogeología como la geología de Venezuela debían ser dictadas por el profesor
González. En Seboruco, Bernardo Mateos se encontraba con el curso de geología
de Venezuela. Además, es preciso decir, estaba disfrutando plenamente del
trabajo de campo. No solamente Bernardo se deleitaba con la belleza del paisaje y
con las excelentes clases del profesor González sino con la belleza de una
estudiante llamada Myriam, de cara ovalada y trasero redondo, una combinación
verdaderamente irresistible.
Bernardo se había fijado en Myriam desde el primer momento. Le atraía su viveza
intelectual pero había algo más. No era bonita en el sentido clásico del término
pues su boca era grande y su sonrisa mostraba dientes ligeramente separados.
Sin embargo era terriblemente atractiva. Cuando caminaban cerro arriba,
Bernardo se deleitaba viéndola, lo cual le hacía olvidar en ocasiones el objeto
geológico de la excursión.
Decidió concentrarse en ella. Su limitada experiencia en asuntos amorosos le
había enseñado a no tratar de abarcar demasiado. En el pasado había tratado de
acercarse a más de una joven a la vez, con resultados muy pobres. Pensó que
Myriam se sentiría halagada de sus atenciones. Lo primero que hizo fue
aprovechar su tiempo libre en buscar algunas flores silvestres. A un kilómetro del
pueblo había visto una pequeña loma bordeada por un riachuelo. La loma tenía un
bosque de espadillas (Trimeza martinicensis), bellas flores amarillas que
asemejaban orquídeas enanas, donde hizo una nutrida colección y, de regreso al
pueblo, vio unos lirios azules a morados (Agapanthus africanus) en una casita y
obtuvo permiso de la señora de la casa para obtener algunos. Con su manojo de
flores se fue a ver a Myriam. La encontró leyendo el artículo de Peter Christ sobre
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la geología del camino entre Mucuchachí y Santa Bárbara, un documento clásico
de la geología venezolana publicado por Christ en Suiza, en 1937.
“Hola Myriam,” la saludó. “Veo que estás estudiando.”
Myriam levantó los ojos y vio las flores. “Qué bellas flores!” exclamó.
“Son para mi geólogo favorito,” respondió Bernardo. Y se las entregó. “Qué lees
con tanta atención?”
“El informe de Peter Christ sobre Mucuchachí,” le respondió Myriam, “una
extraordinaria descripción de las lutitas metamórficas de la zona.”
“Me parecen muy poco sexy esas pizarras, Myriam,” le respondió Bernardo, “a mí
las rocas sin fósiles no me interesan mucho. No hay nada más emocionante que
encontrar una amonita. Los suizos son más conformes y aburridos. Sabes que en
Basilea la presión del agua baja bruscamente los sábados a las 10 de la
mañana?”
“Y eso?” preguntó Myriam.
“Es la hora en la cual los habitantes de la ciudad toman un baño, después de
hacer el amor.”
Myriam sonrió y fue a buscar un recipiente para las flores, para ponerlas en su
mesa de trabajo. Estaban en el “campamento.” Era una amplia y vieja casa de
Seboruco, la cual habían alquilado por una suma módica ya que la mitad de las
casas del pueblo se encontraban desocupadas. La habitación mayor de la casa
estaba reservada al profesor. Los estudiantes habían usado lonas para dividir el
corredor interior en “habitaciones,” dando a las tres jóvenes del grupo un sitio más
privado hacia el jardín posterior de la casa. Las mesas de trabajo se hallaban en el
área común. La cocina era el centro de reunión social.
Al cabo de una corta búsqueda Myriam regresó con las flores artísticamente
colocadas en una lata vacía de leche en polvo y reanudó su conversación con
Bernardo.
“Lo que me atrae de las rocas de Mucuchachí” dijo, “no es tanto la litología que es
monótona sino pensar en el ambiente marino en la cual fueron depositadas,
evidentemente en aguas profundas, lo cual demuestra que toda esta región de los
Andes venezolanos estuvo bajo el nivel del mar durante el Paleozoico superior.”
21
“Eso es importante” -dijo Bernardo, “pero te confieso que las rocas metamórficas
no me llaman tanto la atención. Prefiero las rocas sedimentarias y su posible
relación con el petróleo. El petróleo que se hubiera podido formar en las rocas de
Mucuchachí fue destruido por el metamorfismo. En realidad debe haber sido
mucho el petróleo generado porque las lutitas de aguas profundas generalmente
constituyen buenas rocas madre.” Y agregó “Para mí, lo importante es el petróleo.”
“Procura que no te oiga el profesor!,” advirtió Myriam, “para él lo importante es la
geología por la geología misma, no por sus aplicaciones utilitarias. No andamos
con Ralph Arnold sino con un discípulo de Hans Cloos” Y añadió: “Sabrás que yo
también me identifico con esa escuela. Recuerdo una cita de Cloos que me reclutó
para su manera de ver la geología: El geólogo solo puede ver lo pequeño pero
debe pensar en lo grande. Allí está la esencia de nuestra vocación. Somos
naturalistas y artistas, más que científicos. Cuánto esfuerzo nos cuesta medir una
sección rocosa y establecer un pequeño punto de control geológico en un rincón
del universo y cuantos puntos de control requerimos para tratar de armar,
parcialmente, el gran rompecabezas!”
La verdad es que Myriam se veía bella al decir esto. Vehemente y excitada, con
las mejillas ardiendo, inundando el ambiente con feromonas. Bernardo balbuceó:
“Cierto, Myriam. No creas que soy puramente utilitario. Me interesa el petróleo y la
geología es un camino para llegar a él pero también me adhiero a la escuela de
Hans Cloos. Sabrás que él también decía que la geología es la música de la tierra.
No te parece bello eso? Para Cloos la belleza del paisaje terrícola tenía mucho
que ver con el orden interior de la Tierra...” Y viéndola con cierta fijeza, agregó: “de
la misma forma que la belleza humana tiene que ver con lo que la persona lleva
por dentro y muestra por fuera.”
“No sabía que habías leído a Hans Cloos” le contestó Myriam. “Tendré que revisar
mi pobre opinión de ti,” añadió sonreída.
“Tenemos que prepararnos para el examen final,” dijo Bernardo. “Estás lista?” y
Myriam le respondió: “Ya lo sabremos mañana.”
El profesor González no hacía un examen final convencional. Durante el curso
observaba a los miembros del grupo, los veía trabajar y los oía razonar y los
22
evaluaba sobre la marcha. Pero al final les hacía medir una sección geológica
porque era allí donde el geólogo podía aplicar sus dotes de observación y su
capacidad para relacionar esas observaciones con la historia geológica de la
región. El ejercicio que pedía el profesor esta vez era la medición y descripción de
la sección estratigráfica de Seboruco, la cual abarcaba desde las rocas volcánicas
de la formación La Quinta de edad Triásica-Jurásica hasta las rocas más jóvenes
del Cretácico. Esta sección geológica de Seboruco era bastante completa y, junto
con la existente (en peligro de extinción por la extracción de calizas) en isla de
Toas, la de El Baño en la carretera de Maracaibo a Carora y la de Chejendé,
constituían las mejores localidades para comprender lo que había sucedido
durante el Cretácico en el occidente de Venezuela.
*****************************
El día amaneció claro y fresco. Los jóvenes estudiantes se dividieron en cuatro
equipos para llevar a cabo el trabajo. Bernardo iba junto a Ramírez y Myriam,
quienes no solo eran divertidos sino que conocían bien la geología de la zona.
Partieron del campamento muy temprano, antes del amanecer, caminando por la
carretera que lleva de Seboruco a La Grita. Esta carretera va bordeando al río La
Grita y lo cruza con cierta frecuencia. A solo dos kilómetros del pueblo de
Seboruco comienzan los afloramientos rocosos que los jóvenes debían medir y
estudiar. Se detuvieron para hacer sus primeras observaciones. Midieron el
buzamiento (la inclinación de las rocas) y el rumbo (dirección geográfica de los
estratos) con una brújula que incluía un clinómetro. Las rocas estaban orientadas
noreste-suroeste con una inclinación de cuarenta grados hacia el noreste. Eran
calizas de color gris, de alto contenido arenoso y abundantes restos fósiles. La
segunda tarea de los jóvenes fue examinar las rocas con la lupa, a fin de
establecer la naturaleza posible de los fósiles. En el campo, a menos que se trate
de geólogos ya muy experimentados o de paleontólogos, no es posible ir mucho
más allá de una identificación muy tentativa. La geología está tan especializada
como la medicina. Así como hay cardiólogos, neurólogos y traumatólogos, la
geología tiene sus geofísicos, geólogos estructurales y paleontólogos. El geólogo
de campo envía los fósiles al paleontólogo para su identificación y asignación de la
23
edad geológica más probable. El examen de Bernardo, Myriam y Ramírez con la
lupa les indicó que eran probablemente bivalvos fósiles del género Exogyra. No
encontraron amonitas, aunque geólogos quienes habían estado anteriormente en
este afloramiento habían encontrado amonitas de edad Aptiense-Albiense
(Cretácico medio) del género Roboloceras.
Hacia el final de la mañana los jóvenes habían seguido los afloramientos hacia el
noroeste por casi tres kilómetros y medido una sección estratigráfica de unos 120
metros de calizas contentivas de numerosas concreciones, además de intervalos
de margas y lutitas muy negras. Las rocas contenían muchos fósiles, restos de
peces y algunos especímenes de amonitas del género Inoceramus. Myriam
gritaba entusiasmada con cada hallazgo. Sudorosa, con la blusa desordenada y
semiabierta, parecía una bahiana lista para integrar una escuela de samba. En un
momento se volteó hacia Bernardo y lo sorprendió viéndola con no disimulada
admiración. Myriam vio a Ramírez en la distancia, absorto en sus propias
observaciones, y le preguntó a Bernardo: “En qué piensas?” Y Bernardo le
contestó: “En ti y en como quisiera consentirte.”
Myriam le tomó la mano y le dijo: “Esta noche te dejaré consentirme un poco. ¿Te
parece bien?”
Y Bernardo apenas pudo balbucear: “Me parece maravilloso. Será difícil esperar.”
A media tarde habían terminado su trabajo y esbozado un mapa geológico de la
zona, combinado con la columna estratigráfica de la zona, para presentarlo al
profesor González.
Al caer de la tarde, en el campamento y en un ambiente ya más relajado, el
profesor González los reunió en el corredor de la vieja casa y les dio la última
lección.
“Quiero decirles,” –comenzó el profesor–, “que han aprobado este curso. La
semana próxima les daré mis comentarios en detalle sobre el comportamiento de
cada uno. Lo importante es que ustedes nunca olviden que el conocimiento es un
proceso acumulativo, que se obtiene en virtud del esfuerzo de muchos. La era de
los grandes genios naturalistas quienes sabían un poco de todo, a lo Darwin, ya
ha terminado. Ahora, cada uno de nosotros es parte de un engranaje y no es
24
posible ni deseable tratar de andar solos. El geólogo de campo es una pieza que
conecta con múltiples especialistas en los laboratorios y en los talleres de
computación. Somos parte de una larga línea de hombres y mujeres quienes
hacemos pequeñas, medianas o grandes contribuciones al conocimiento de
nuestra hermosa profesión. Aquí no hay campo, no hay espacio, para la envidia, el
celo o el egoísmo. Compartan siempre con sus colegas sus propios hallazgos.
Nuestra mejor recompensa es saber que hemos contribuido, no importa cuan
modestamente, a descifrar los grandes misterios del universo. Quiero darles otro
consejo: nunca crean o acepten ciegamente lo que les diga alguien más viejo o
más “importante” que ustedes. En las ciencias o en la vida la autoridad no tiene
por qué tener la última palabra. Deben tomar sus opiniones muy en cuenta pero el
dogma no tiene cabida en este trabajo.”
“Esto incluye sus propios comentarios, profesor?” –preguntó uno de los miembros
del grupo.
“Por supuesto,” sonrió el profesor. “Debo confesarles que tiendo a ser algo
dogmático,” respuesta que produjo una gran carcajada colectiva. “Sin embargo, ya
ustedes no son mis alumnos sino mis colegas. Debo confesarles que me
complace mucho más que reten mis opiniones a que las acepten de manera
sumisa. Los ex alumnos más destacados que he tenido en todos mis años en
Venezuela han sido los irreverentes.”
“Cuantos años, profesor?” le interrogó Ramírez.
“Casi treinta en Venezuela, veinte como profesor,” respondió González.
“¿Y no echa de menos a su país?” le preguntó Bernardo.
“¿Mi país?” respondió González. “Qué pregunta más interesante. Ya no pienso en
España como mi país. Ni siquiera pienso en Venezuela como mi país. Como
geólogo he desarrollado una visión del planeta como una unidad. El planeta, en
penúltima instancia, es nuestro país. Los sitios donde nacimos y hemos sido
felices son el terruño, la patria chica y ese rincón al cuál volveremos, lo que las
películas de Tarzán llamaban el cementerio de los elefantes. Aquí en Venezuela
he encontrado mucho afecto, he podido ayudar a formar a centenares de jóvenes
para que puedan salir adelante con sus vidas. En ese sentido de los afectos tengo
25
muchos “países” pero ninguno en el sentido tradicional. Un geólogo no puede
tomar en serio fronteras políticas artificiales que apenas han durado décadas o
siglos, fronteras que frecuentemente dividen de manera poco válida las unidades
geológicas o fisiográficas naturales como la Amazonía, los llanos, los Alpes o los
Andes, generando segmentos que ni siquiera representan unidades culturales. Los
yanomami o los wayuu andan de un país a otro sin darse cuenta. No sé si se han
dado cuenta de que un boliviano de Santa Cruz, un ecuatoriano de Guayaquil, un
venezolano de Maracaibo y un colombiano de Barranquilla se parecen mucho más
entre ellos que a sus compatriotas de las alturas de Quito, La Paz, Mérida o
Bogotá. La topografía es más fuerte que la identidad política.”
Uno de los miembros del grupo le preguntó: “¿Porque habla del planeta como una
penúltima instancia, profesor?.”
Y el profesor respondió: “Porque aún nos falta conquistar la última. El hombre
viajará algún día a las estrellas. Y cuando ello suceda, nuestro planeta se
convertirá en el terruño. Seremos entonces ciudadanos del cosmos”. Se detuvo
un instante y continuó: “Pero, no nos pongamos demasiado solemnes. Esta noche
pueden salir a celebrar, al Seboruco Intercontinental o a cualquier otro sitio. Eso
sí, nada de escándalos y, como decía Bernard Shaw, nada de pornografía!”
Y así terminó el curso de geología de Venezuela de la Universidad Central de ese
año. Esa noche, bajo las estrellas que algún día el hombre visitaría, Myriam y
Bernardo se consintieron mutua y largamente. En la fría madrugada de Seboruco,
Myriam le susurró a Bernardo: “Me encanta tu Baculites inornatus.” Y Bernardo le
contestó: “Me fascina tu Oxytropidoceras venezuelensis.”
Y los dos estuvieron de acuerdo en que Seboruco siempre sería una de sus
patrias chicas.
Después de esa maravillosa noche juntos nunca se volverían a encontrar.
26
III.
ADOLESCENCIA EN LOS LAGOS, MÁS ALLÁ DE LOS TEQUES.
Mis memorias más remotas de Los Lagos, donde pasé mi niñez y adolescencia,
son las de una aldea tranquila, envuelta con frecuencia en la neblina y habitada
27
por gente muy extraña: genios, locos, beatas, borrachos y pordioseros, aunque las
líneas divisorias entre estas categorías fuese muy tenue. Los locos deambulaban
por la aldea, hablando en alta voz, cada quien en su especialidad. Roberta, por
ejemplo, andaba siempre cargada de potes vacíos, los cuales utilizaba en forma
de un inmenso collar. Ella se adornaba con varias capas de ropa mugrientas y
apestosas, diseñadas para descorazonar a las autoridades cuando intentaban
perseguirla… no era tan loca.
La que llamaban la “viejilla,” por su parte, discurría constantemente sobre sus
aventuras amorosas, de cómo había sido asaltada y violada y de cómo el forajido
la había hecho gozar. La avejentada mujer se reía a carcajadas cuando narraba
su aventura, tocándose el vientre y diciendo que allí estaba la prueba de que la
“viejilla” aún gustaba. Nadie le dio crédito, hasta que su vientre creció lo suficiente
como para no dejar dudas de que un nuevo ser humano andaba en camino.
¿Y qué decir de la señora Díaz? Era una persona muy devota. Todas las tardes se
asomaba por la ventana de su casa para vigilar a los transeúntes. La señora Díaz
tenía una barba tan poblada como la de Cipriano Castro. Aquiles Nazoa, quien la
conoció, le escribió un poema diciendo que esta señora, en materia de honestidad,
había llegado donde muchas lampiñas nunca llegarían.
¿Y Toñito, el campanero? Había sobrevivido una caída en picada del campanario,
había quedado sin habla, lo cual es un alto precio que pagar para cualquier
venezolano. Pero continuaba prestando sus servicios de campanero, como un
silencioso Quasimodo de eterna sonrisa desdentada.
El cura de la aldea era el delgadísimo padre Romero, especialista en utilizar su
paraguas para enganchar a los niños por el cuello, lo cual lo hacía un personaje
muy temido por nosotros.
El mejor poeta del lugar era también nuestro mayor borrachín. Era llamado el
mejor torero del mundo porque todas las tardes sus amigos lo llevaban en
hombros a su casa. En sus momentos de mayor euforia aseguraba que el mejor
poema que había escrito era “Vuelta a la Patria” de Pérez Bonalde. Llevaba
siempre en su bolsillo un recorte de prensa, según el cual unos científicos
canadienses habían establecido que “el alcohol con alcohol se cura,” un
28
tratamiento contra la bebida que consistía en darle al paciente grandes volúmenes
de alcohol para crearle un hastío de la bebida, un rechazo progresivo. “Este es el
tratamiento que me están aplicando,” decía el poeta, como si los canadienses
estuviesen viviendo en la propia aldea.
*****
Los Lagos era una especie de Davos Platz tropical. Como Davos Platz, tenía su
pequeña estación de tren y era muy popular como lugar para la recuperación de
los tuberculosos. No tenía un sanatorio como Davos ni podía uno encontrar en sus
calles a Hans Castorp o a Settembrini, pero los pinos, la neblina perenne y hasta
la arquitectura de muchas casas, de estilo alpino, recordaban los altos suizos. Los
alemanes, quienes habían financiado y construido el ferrocarril, habían construido
sus casas en ese estilo y creado un bello parque, atravesado por un riachuelo
cristalino, lleno de grandes sardinas. El suelo del parque estaba cubierto por un
espeso colchón de agujas de pino, donde Auristela un día me enseñó el arte de
besar lentamente.
La aldea era alargada como un trilobites, con un segmento llamado Lago Abajo,
una estrecha conexión central y un tercer segmento llamado Lago Arriba. Cada
porción de la aldea tenía características socioeconómicas diferentes. En Lago
Arriba vivían los tenderos y comerciantes y en Lago Abajo los empleados del
gobierno local. Se viajaba a Caracas por una estrecha y peligrosa vía labrada en
los mármoles y gneises del Cretácico inferior, hasta llegar a las relativas llanuras
de Antímano. En Lago Arriba había dinero y en Lago Abajo “talento.” Los
moradores de Lago Arriba eran estirados y nosotros, los moradores de Lago Abajo
éramos irreverentes. En nuestro segmento de la aldea “pasaban” cosas. Allí
teníamos retretas dominicales, bailes de carnaval en la Plaza Bolívar y grandes
misas y procesiones.
Los jóvenes de Lago Abajo solíamos caminar incesantemente, de un extremo a
otro de la aldea, hablando de literatura. Comenzábamos nuestras caminatas a la
caída del sol. Mi único amigo en Lago Arriba, con quién compartía caminatas
frecuentemente era Donato, un joven taciturno de andar mecánico, a quién
llamábamos Don Del Oro, por su semejanza con un célebre personaje tipo robot
29
de una serie de cine llamada “El avispón verde.” Yo era el más joven del grupo, un
grupo unido por la timidez. No nos atrevíamos a hablar con las muchachas y
preferíamos aparentar que solo la literatura nos interesaba. De ese grupo, Mario
murió muy joven. Augusto, el más brillante, llegó a ser jefe de redacción de un
diario de circulación nacional. Germán estudiaba farmacia y era un gran aficionado
a la ópera. Enzo era nuestro experto en Herman Hesse, uno de los ídolos de
nuestro club de tímidos. Nos considerábamos todos “lobos esteparios,” “seres
extraños y sombríos.” El miembro más extraño de nuestro grupo era el negro
Federico. Federico era viejo, tenía el pelo blanco y la nariz grande y achatada de
los esclavos. No tenía instrucción alguna pero sí una sabiduría natural y unas
gentiles y civilizadas maneras que lo hicieron merecedor de nuestro respeto. Creo
que él se sentía orgulloso de pertenecer a un grupo de jóvenes cultos y con
arrestos intelectuales. El otro miembro del grupo era Juan Vicente, quién muchos
años después sería un distinguido ambientalista.
Casi todos los miembros de aquel grupo, producto de una pequeña aldea, se
convirtieron eventualmente en ciudadanos del mundo. Juan Vicente se graduó en
La Sorbona, Mario se fue a Chile, Augusto a Italia, Enzo a Dinamarca, yo a
Estados Unidos. En Lago Abajo siempre esperaba nuestro regreso el negro
Federico, quien disfrutaba de todos nuestros éxitos y siempre estaba listo para
reanudar las caminatas nocturnas. En cierta forma Federico se convirtió en el eje
del grupo, hasta su muerte. Y todavía hoy, los sobrevivientes del grupo lo
recordamos con un afecto especial, entre filial y fraternal.
De este grupo derivé mucha alegría y fortaleza espiritual. En las caminatas
hablábamos de literatura y de música clásica. Imperaba en nuestras
conversaciones la irreverencia, el sentido del humor y el amor por la vida. En el
seno de ese grupo llegué a creer en la victoria inevitable de los buenos sobre los
malos, a burlarme de lo pomposo, a no tomar la vida muy en serio, a sentir
compasión por los más débiles. Leíamos y discutíamos sobre Hesse, Tomás
Mann, Unamuno y Azorín, Tolstoi y Korolenko, Balzac, Hugo, Dumas y Verne.
Dumas me enseñó a interesarme por la historia de Francia, en especial por el
largo período de Luis XIV, aunque tardé años en darme cuenta que los héroes de
30
Dumas eran, con frecuencia, los villanos en la vida real y viceversa. Dumas pintó a
Nicolás Fouquet como un héroe cuando en realidad fue un corrupto ministro de
finanzas. Leyendo a Dumas llegué a odiar a Colbert, quien realmente fue un
brillante y dedicado servidor de Francia. En esos libros aprendí a ser puntilloso en
cuestiones relacionadas con la honestidad personal, una característica que me ha
traído problemas en nuestra sociedad venezolana.
Leyendo a Hesse y, sobretodo, a Mann, desarrollé una afición por lo “profundo.”
Por años me sentí como un Hans Castorp mestizo, me consideré un “niño mimado
por la vida,” siempre en búsqueda del significado último de la existencia y de una
Claudia Chauchat de quién enamorarme.
Lo que si descuidé, quizás afortunadamente, fue la lectura de los escritores
Marxistas. Nadie en nuestro grupo los leía, aunque muchos jóvenes de la época
los llevaban eternamente bajo el brazo. También descuidé a los escritores
venezolanos. Con excepción de Gallegos, Pocaterra, Uslar Pietri y el García
Maldonado de “Uno de los de Venancio” y de ensayistas como Briceño Iragorry,
Díaz Sánchez y Picón Salas, fue poco lo que me llamó la atención en nuestra
literatura. Tanto nuestra prosa como la poesía me han parecido débiles y
parroquiales. De Gallegos me impresionó “Reinaldo Solar,” a quién ví como la
personificación de muchos de esos jóvenes venezolanos quienes nunca pudieron
realizarse por falta de empeño.
Mi adolescencia fue normalmente traumática. A los 12 años medía 1.80 metros y
pesaba apenas 57 kilos. Tenía barros en la cara y era desgarbado e infeliz. Solo
en el seno de mi pequeño grupo de amigos me sentía apreciado y cómodo. Con
algunos ahorros que pude hacer, tomé la sabia decisión de comprar el curso por
correspondencia de Charles Atlas, el llamado Tensión Dinámica. A ello me empujó
una opinión de un tío médico, quien observándome me dijo: “Tienes una
capacidad torácica muy pendeja…”, una evaluación que terminó de echar por
tierra los restos de mi autoestima. El curso de Charles Atlas vino al rescate. Todos
los meses me llegaba un nuevo capítulo del curso, con nuevos ejercicios y
recomendaciones sobre la alimentación. Me convertí en un fanático de las
ensaladas y de las frutas. Los ejercicios, muy sencillos, surtieron un razonable
31
efecto y pronto me comencé a ver en el espejo con alguna dosis de satisfacción.
Un matrimonio de profesores, quienes también hacían el curso, me adoptaron, por
decirlo de alguna manera. En especial, ella me hizo sentir, con sus comentarios
amables, como un joven normal y no como el monstruo que yo solía ver en el
espejo.
Mi familia era de estricta clase media media. Sin embargo, en Los Lagos ser el
único boticario le daba a mi padre un cierto status en la comunidad. Los
campesinos de la vecindad venían a recetarse con él. Uno de ellos le felicitaba
siempre y le decía que sus recetas eran especialmente efectivas cuando estaba
“rascado”, aunque mi padre rara vez tomaba licor. La farmacia le daba a mi padre
un ingreso modesto pero bastante estable, unos 500 bolívares al mes, una buena
suma para la época. De ese dinero salía el “diario” para mi mamá, unos diez
bolívares, con los cuales ella compraba los víveres requeridos para el día y hacía
algunos otros pequeños gastos. Con el resto del dinero mi padre pudo adquirir una
de las mejores casas del pueblo, con pisos de mosaicos, un pequeño patio interior
y hasta una azotea en la cual había un pequeño cuarto que yo destiné a mi
“laboratorio,” en donde examinaba en algún detalle a las niñas del vecindario.
Mi padre era una máquina de trabajo. A las seis de la mañana se encontraba en la
botica. Al mediodía iba a la casa para almorzar y hacer una breve siesta. Entre
seis y ocho de la noche la botica se convertía en un centro de tertulias sobre
diferentes temas, especialmente sobre la segunda guerra mundial. El experto en
estrategia militar era Víctor, el zapatero del pueblo, también segunda base del
equipo de béisbol. Me hice muy indeseable en ese grupo porque, a mi edad, me
permitía opinar sobre los más diversos tópicos.
Mi padre tenía poco tiempo para cualquiera otra actividad. Un baile era una
ocasión excepcional. Jugaba a las cartas con frecuencia. De resto era un animal
de rutina, un Nietzsche tropical, siempre cruzando la esquina de la casa a la
misma hora. Lo que nunca pudo disimular fue su gran afición por el sexo opuesto.
Hasta sus últimos días, a los ochenticuatro años y en silla de ruedas, mostró
señales de entusiasmo cada vez que veía una mujer hermosa. Aún recuerdo una
tarde en la cual regresábamos del cementerio del pueblo, después de asistir a un
32
entierro. Un niño de edad similar a la mía comenzó a caminar con nosotros y le
pidió la bendición a mi padre, quién procuraba quitárselo de encima acelerando el
paso y hablando con otros amigos. ¿Era aquél niño un equivocado o un hijo
desconocido de mi padre? Lo cierto es que, a la hora de la cena, dejé caer
candorosamente esa información, lo cual produjo en la mesa un silencio
pronunciado. Mas tarde, desde mi habitación, oí vehementes discusiones y, según
recuerdo, el ruido de objetos que se rompían, hasta que se impuso el silencio. Al
asomarme con cautela a la habitación, vi a mi madre aún tratando de discutir con
mi padre pero ya completamente afónica. De allí el silencio.
El hogar era feliz y yo también, aunque a veces no me diera cuenta. Éramos una
familia pequeño burguesa, apacible, moralmente limpia y hasta gazmoña, a pesar
de las veleidades de mi padre, más imaginarias que reales. A diferencia de mi
padre, más bien tranquilo y pacífico, mi madre era como un motor en perenne
actividad. Era una líderesa en el pueblo. Fundó y gerenció por 30 años un asilo
para niños, promovía campañas de alfabetización, organizaba cursos de
puericultura para las madres, casi todas solteras. Luchaba por mejorar los
servicios públicos y la limpieza de las calles. Era una especie de Eleanor
Roosevelt de Los Lagos. Tocaba el piano en todas las veladas benéficas que se
llevaban a cabo. Siempre estaba lista, montada en su corcel de idealismo, para
actuar en favor de los más débiles. Tenía una avasallante personalidad y sus
carcajadas eran muy contagiosas. En el cine del pueblo todos sabían cuando mi
mamá estaba allí, por sus carcajadas inconfundibles. Como es predecible, esta
avasallante personalidad la hizo alternativamente querida y resentida, muy
admirada y muy temida. La gente la apoyaba en público pero algunos la
combatían en secreto.
Desde pequeño me inyectó una manera de actuar que se convirtió en una
segunda naturaleza. Un día, en la escuela primaria, decidí jubilarme. En lugar de
asistir a clases, me fui con otro niño a pescar. Días después la maestra nos
encontró en la calle y le comentó a mi mamá lo que yo había hecho. Esperaba lo
peor. Mi madre me miró fijamente mientras respondía a la maestra: “¡Debes haber
visto mal! Mi hijo nunca haría eso.” Y seguimos nuestro camino. Lo cierto es que
33
ese intercambio fue suficiente para que yo jamás me jubilara de nuevo, ni actuara
en la vida de manera que no estuviese de acuerdo con lo correcto.
Entre Los Lagos y Los Teques había un sitio que yo evitaba. Si debía pasar por
allí lo hacía a la plena luz del día. Al caer la tarde la zona se poblaba de
misteriosos quejidos o aullidos, los cuales venían, según los moradores del lugar,
de las almas en pena de los locos que allí sufrieron las torturas más horribles. El
sitio era la vieja casona que había servido como manicomio nacional durante la
presidencia de Joaquín Crespo. El primer director de este manicomio fue Telmo
Romero, un híbrido de Marqués de Sade y Rasputin, brujo y yerbatero. Romero
manufacturaba diversos jarabes y pociones tales como la Pariglina, el Giriófedo, la
Facelina y el tónico de Aipirú. En un artículo publicado en un periódico de la
época, Romero explicaba su método, así: “Además de las plantas que les
administro, hago uso de los baños, de inmersión para unos, con chorro para otros,
diarios o no, con temperaturas diversas y por tiempos largos o cortos.” Es decir,
para todos los gustos. Y añadía Romero: “Debo decir que, cualquiera sea la
locura, mis remedios dan siempre resultado, pues si no queda curada queda por lo
menos modificada. Así es que aún en las locuras más terribles, dependientes del
furor uterino o del onanismo, se calma la furia, quedando el enfermo en una
especie de tranquilidad cercana al idiotismo.” Para documentar sus aciertos
exponía una larga lista de locos quienes, después de su tratamiento, ya se
encontraban perfectamente, al menos en su concepto. La terapia se basaba en el
principio de las contradicciones. A un loco agitado le hacía extraer un diente para
“distraerlo.” Hundía clavos en el cráneo de algunos pacientes para lograr que
olvidaran sus accesos de rabia. Uno de sus mayores aciertos fue enviar, como
orador de orden, a un paciente, Rafael Aristeguieta Montero, a la plaza mayor de
Los Teques, para celebrar el nacimiento de Simón Bolívar, un 28 de octubre, la
cuál, para empezar, era la fecha equivocada. Aristeguieta comenzó su discurso
confesando haber enloquecido por haber convivido ilícitamente con una mujer.
Continuó declarando su intención de casarse con una huérfana, a pesar de que
entre la audiencia se encontraba su esposa. Terminó pidiendo excusas por “la
pobreza de su imaginación, oscurecida por las sombras del dolor, apartada del
34
campo literario por las exigencias de su trabajo, en la fábrica de cigarros
Guacaipuro.” Este paciente había sido curado por Romero con dosis diarias de
una poción compuesta por tres onzas de ruda, cuatro onzas de ahitera, tres onzas
de miel de abejas, agregándole en infusión un cristal de sábila. El mal histérico de
Aristeguieta no había aguantado nueve días de este tratamiento. La gente del sitio
me asegura que son de él los aullidos que más se oyen, al caer la noche, entre
Los Lagos y Los Teques.
*****
35
IV.
UN ESTUDIANTE EN USA.
36
Oklahoma. Ya había decidido estudiar geología, gracias a dos personas: una,
otra, un boticario amigo de mi padre, quién me dijo que su hijo era geólogo y
Guadalajara, Jorge Hernández, en 1931, dos años antes de que yo naciera. Me fuí
aquella universidad. Allí me dijeron que, previamente, debía estudiar inglés. El día
institutos para el aprendizaje del idioma y hasta me comentó que mis ojos
la Embajada pude lograr un cupo en ese instituto con suma rapidez. Por $300
logré contratar un curso intensivo de inglés de casi tres meses de duración. Ellos
******
y nunca había ido más lejos que Valencia o Macuto. Solo a los 14 años había
conocido el mar, cuando mi padre me llevó a Macuto por tres días. Me llevó a
37
aceptación de Queen’s College y de la Universidad de Tulsa, mis padres no
tiempo después que supe que el dinero que me enviarían representaba más de la
mitad de todos los ingresos familiares. Mis padres y mi hermana tendrían que vivir
con el dinero restante. En aquel momento no me di exacta cuenta del alto precio
que mis padres iban a pagar por mis estudios y por mi ausencia. A pesar de que
mucho. Me contó una vecina que, después que salí de la casa, pasó varios días
llorando. Para que nadie se diese cuenta, se iba a la azotea. “Yo la observaba
estrelló frente a las costas de Carolina del Norte unos meses más tarde. Nunca
había montado en un avión y ahora lo hacía para un viaje muy largo. Cuando el
echar mano a todo mi coraje para levantarme del asiento y salir de la cabina, la
avión lo que se advertía era un paisaje totalmente extraño, de un color entre gris y
azulado. Los hombres quienes se movían alrededor del aparato parecían ser de
otro planeta, con espesos abrigos, grandes gorras, orejeras y lentes oscuros. Me
di cuenta que afuera hacía mucho frío y aquí llegaba yo, sin abrigo, apenas con
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Al salir del avión recibí en su total intensidad el olor de Nueva York, un olor
pareció realmente atractivo. Era acre y sabroso, un olor que trae a la imaginación
Lagos eran dulces y blandos, lleno de aromas suaves que llamaban a la lasitud.
Aunque parezca difícil de creer, las primeras dos personas con quienes
Gutiérrez, quién me había dado clases en cuarto grado en Los Lagos y ahora
Mariano Delgado, recepcionista del Hotel Robert Fulton, un hotel muy modesto
situado en 228 West de la calle 71, muy cercano a Broadway. Los Venezolanos
más pudientes llegaban al hotel “Alamac”, en Broadway con la calle 71, a pocas
como si aún tuviese 5 añitos. Por su parte, Mariano Delgado, recepcionista del
Hotel Robert Fulton, era un buen amigo de mis tíos maternos, con quienes había
fundado años antes en Venezuela una de las primeras células del Partido
Comunista. Nunca supe como Mariano se las había ingeniado para emigrar a USA
sentirme un poco mejor durante mis primeros días en la gran ciudad. En el hotel
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sonreía cada vez que yo entraba a su ascensor y a quien yo siempre le daba un
a salir. Caminé muerto de frío por la calle del hotel y entré en el primer sitio donde
vi una venta de abrigos. Era un sitio poco elegante, sombrío. Pero vi un abrigo de
gabardina con forro removible y un cuello que simulaba piel, en el mejor estilo de
los nobles rusos caídos en desgracia. Me enamoré de este abrigo y pagué seis
dólares por él a la vieja vendedora, quién pareció estar tan satisfecha como yo por
del invierno neoyorkino: las castañas cocidas, los puestos de perros calientes, el
fuera de los establecimientos, el mismo olor del frío. La nieve continuaba cayendo
York, totalmente cubierto de nieve, en poco más de 48 horas, fue una experiencia
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extraordinaria que nunca he podido olvidar. Fue como aterrizar en un planeta
diferente. Pasé varias horas caminando sin rumbo fijo por aquél sitio maravilloso
viendo a los niños jugar en la nieve, a los artistas improvisados elaborar sus
constituyó una aventura. Tomé más de un tren, me perdí un par de veces pero al
fin llegué al sitio. Ver a Queens College fue emocionante, con sus edificios de
calizas rosadas y sus bellos jardines semi-cubiertos por la nieve. Allí pude
situada a unas cinco cuadras de distancia, donde podría alquilar una habitación. Si
La casa sugerida por Queen’s College fué de mi total agrado. Era pequeña,
de dos pisos, propiedad de una anciana pareja de origen polaco. Vivían con una
era una especie de pequeño ático, claro y alegre, el cuál alquilaban por $50
apellido Blazzack, era redondo y plácido. Hablaba el inglés con un acento aún más
fuerte que el mío, a pesar de haber pasado largos años en los Estados Unidos.
Adoraba comer. La señora Blazzack era delgada y gruñona. La hija enfermera era
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Blazzack se levantaba furtivamente a la medianoche a comer y, más de una vez,
una excelente coartada en caso de que la señora nos descubriera. Los viejos
cuando yo me iba a Manhattan. Una noche llegué muy tarde, porque me fui a ver
una velada de boxeo nada menos que en el Bronx. Peleaba Kid Gavilán y, luego
de la pelea, me fui a un bar a tomarme unas cervezas, sin darme cuenta de que
nadie se metió conmigo. Cuando la señora Blazzack supo esto se alarmó mucho y
me prohibió repetir tal aventura. Me dijo que deseaba enviarme de regreso a casa
el extraordinario Groucho Marx, Lawrence Welk, Lucille Ball y Desi Arnaz. Era una
ser muy efectivo. Lo primero que debía hacer era leer el New York Times todas las
mañanas y hacer una lista de las palabras que fuesen nuevas para mí. Esa lista
buen porcentaje de las nuevas palabras. También debía ir a ver la misma película
tres veces. La primera vez entendía muy poco pero aprendía la trama. La segunda
vez, conociendo la trama, entendía mucho más los diálogos. La tercera vez ya
podía conectar la trama con las imágenes y los diálogos. Otra de las tareas era
posteriormente por el grupo y por el profesor. Esta fue una gran experiencia para
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mí. Por primera vez supe como sonaba mi voz. Yo siempre había pensado que mi
voz era agradablemente modulada. Lo que escuché en las grabaciones era una
voz nasal y monótona. Mi acento estaba bastante más cerca del Cisco Kid que de
Laurence Olivier.
Otra de las tareas consistía en escribir ensayos en inglés sobre cualquier tema de
profesor Arthur Hoffman era un hombre de edad mediana, muy tímido, con una
perenne sonrisa diseñada para darnos ánimo. Esto era necesario porque en, el
Nos decía que a todos les llega el momento de aprenderlo, un momento de súbita
revelación, pasado el cuál todo lo que se debe hacer es perfeccionarlo, tarea que
dura el resto de la vida. Al cabo de las 15 semanas del curso, mi inglés progresó
lo suficiente para llegar a ese momento de epifanía, tras el cual ya podía seguir mi
camino a la universidad.
juntos de mí, hasta verme entrar al autobús. Estaban muy llorosos, porque sabían
perdido, de nuevo, a un hijo. Yo me sentí muy conmovido por unas horas, pero la
excitación del viaje me hizo olvidar pronto lo que había dejado atrás.
El pasaje de Nueva York a Tulsa me costó $19 y el viaje duraba unas 40 horas.
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pasando muy cerca del pueblo de Bolívar, Missouri. De allí, directo hasta Tulsa,
con breves paradas para comer algo en el camino. Una de mis compañeras de
viaje era una bella anciana, quién me preguntó adonde iba. Cuando le dije que iba
a Tulsa, se alarmó mucho porque, según ella, los pieles rojas aún estaban en pié
posterior del autobús. Pensé que se había molestado conmigo, hasta que él
mismo me explicó cuál era la verdadera razón. En Missouri los negros viajaban en
*****
como esa. Los Lagos era una encantadora aldea y Nueva York una avasallante
metrópolis pero Tulsa resultó ser una ciudad pequeña, a escala humana, de
museos por doquier. Tenía un centro o “downtown”, con algunos edificios altos, de
hasta 15 pisos, pero era esencialmente una ciudad plana y extendida, con
los cuáles había generalmente dos automóviles. La ciudad tenía un gran lago
ellos enteramente dedicado al arte del Oeste norteamericano, galería tras galería
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de la región. La estrella del museo era Frederick Remington, pintor y escultor del
pequeña ni muy grande. La Universidad era igual. Cuando salí del autobús que me
llevó a Tulsa tuve que tomar un taxi para ir a la universidad, situada a unos 5
construida alrededor de una zona verde en forma de U. Así era llamada por todos:
esta abundante infraestructura estaba en las importantes donaciones que los ex-
donación monetaria por parte de los ex- alumnos, en los Estados Unidos esta es
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más la regla que la excepción. Desde edificios enteros hasta modestas cantidades
(hoy llega a los mil millones), una suma muy grande en relación al tamaño de la
carácter elitista de tipo social o intelectual y mantenían una gran rivalidad entre sí,
que se describen en la película con John Belushi llamada “Animal House”, la cual
embargo, Tulsa era una ciudad tranquila y amable, relativamente poco sofisticada,
énfasis en las cualidades de la persona más que en sus defectos. En Los Lagos
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mi timidez estuvo siempre acentuada por los comentarios y evaluaciones de mis
abajo. El tratamiento generoso que comencé a recibir en Tulsa fue de gran ayuda
ser objeto de atención por mis compañeros. El grado de autoestima parece ser
Cuando los demás nos dedican atención podemos comenzar a generar actitudes
amor. En Tulsa adquirí, gracias a la atención que recibí, una nueva opinión de mi
mismo. Este fue el primer gran regalo que recibí de la universidad. Gracias a este
pude, por lo tanto, comenzar a ser la persona que yo deseaba ser. El joven
desgarbado e inseguro dio paso a una persona que cantaba, bailaba, hablaba,
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ahondé las aficiones intelectuales que correspondían a mi más íntima vocación.
con palabras prestadas a Jean Rostand, Gustave Flaubert o Thomas Mann tendría
apreciable éxito. Las rubias se sentían naturalmente atraídas por el tipo latino, aun
muy raro en esa parte del país. “Tienes ojos de alcoba” me decían las muchachas,
arma muy poderosa para ganar “batallas” amorosas frente a “enemigas” de ojos y
¡Que fácil era engañarlas! O, al menos, así lo creía yo. En retrospectiva, pienso
que no las engañaba a ellas tanto como a mí mismo. Las ‘batallas” no eran tan
poco me di cuenta de que uno debe ir a la “batalla” del amor con el corazón
El candor fue mi arma más poderosa en las lides del amor. Ciertamente
más poderosa que el arma ilusoria de la “viveza criolla”. Quizás todos tenemos
algo, o deseamos tener algo, de burlador de Sevilla, de Don Juan, pero este
más limpio y directo que el que yo intenté utilizar. Y este fue el segundo gran
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regalo que me hizo el nuevo entorno. Aprendí a respetar el mundo de los
que se perfilaban tristes por la lejanía del hogar y porque estaba solo. Tan solo
estaba, que la noche anterior a la Nochebuena estaba en una cola de cine, para
ver una película. En esa cola estaban tres jóvenes con quienes entablé
conversación. Maureen era una de ellas. Al saber que estaba solo en Tulsa, lejos
de casa, Maureen me invitó a pasar el día de Navidad con su familia. Los padres y
Después de este primer encuentro salí muchas otras veces con Maureen
hubiera imaginar que alguien pudiese ser tan torcido mentalmente como para
crear una situación de tragedia artificial como aquella. Hizo entonces lo que una
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consolarlo, a consentirlo, a darle lo que en condiciones normales probablemente
me dijo un día, muy llorosa, que se había enamorado de otro joven pero que había
había informado que, después de todo, mi problema no era de vida o muerte y que
la liberaba de su apostolado.
*******
para reforzar el amor que sentía por la música clásica, un amor que comenzó en
50
me hacía más fácil de entender y recordar escuchando a Brahms. La geología
Lagos, a caminar de nuevo por sus empinadas calles llenas de bruma. Mi memoria
auditiva era buena y bastaba que oyese a una composición clásica para
jugaba una especie de ruleta que consistía en identificar una pieza musical. Quien
para quienes nunca tenían exceso de dinero. Los amigos de Ronnie, estudiantes
poco como la relación del dulce Chopin con la imperiosa George Sand. Este
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permitieron, al menos por algún tiempo, ganar un dinero extra para reforzar mis
escuálidos ingresos.
intenso estudio antes del examen final, adictos al café, cigarrillos y estimulantes
abiertos para el uso de los estudiantes. Las aulas siempre estaban en buenas
equipos de proyección que nadie hurtaba. Los libros de texto, nuevos o usados, se
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Stores” donde era posible comerse un par de huevos fritos o comprar un par de
“alka-seltzers”.
Mi sitio preferido era la Biblioteca “Mc Farlin”, con sus salas que parecían
Pocos hubiesen sospechado que esta biblioteca de una pequeña universidad del
material visto cada semana. Si uno hacía un moderado esfuerzo, semana tras
semana, aprobar el curso era fácil ya que el examen final, el cuál servía para la
evaluación del otro 25%, era esencialmente una recapitulación de lo visto cada
semana. Esto era lógico puesto que un estudiante puede estar enfermo en los
continua.
Una vez hice un pobre examen final en Paleontología y el profesor quiso saber la
verdad:
“Tengo una novia, Profesor, y hace unos días ella se compró un auto
“Nash”, del año 1951. El problema con ese auto, profesor, es que tiene un asiento
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trasero que se convierte en cama. Nos estacionamos en el Parque “Mohawk”,
vine directo para el examen desde allí y no estaba en mis mejores condiciones. No
importante aún que llegues a ser un ciudadano responsable. En este caso no has
condiciones para el examen. No importa cuán bella sea la joven o cuán cómodo
sea el asiento trasero del “Nash”, tenías otra prioridad más importante. Aunque tu
promedio semanal es alto y no necesitas del examen final para aprobar el curso,
prioridades”.
Y así ha sido.
*********
llegar allí decidí que si nadie me conocía, no tenía nada que perder y podía
crearme una nueva persona. Decidí pasar de la timidez aldeana que me había
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famosa cajita de Murray, el 1,2,3,4 y otros pasos básicos que me permitieron,
llevando a cabo una versión muy “sui generis” de una guaracha, en la cual hasta
mis vacilaciones y hasta uno que otro traspiés fueron interpretados como geniales
improvisaciones. Este inesperado éxito fue seguido casi de inmediato por una
anual, el llamado “Varsity Night”. Mi acento hacía reír a los estudiantes lo cual
tomé como una oportunidad. Hice que me enviaran desde Los Lagos un liquiliqui y
un poco lo que había sido, hasta ese momento, un exacerbado sentido del
ridículo. Descubrí que los asistentes solo querían pasar un buen rato y que, en
ocasiones, hasta lo malo podía ser tan divertido como lo bueno. Descubrí también
terminar una función bajo aplausos y como una persona puede pasar de ser
insignificante a poseer, por instantes, una maravillosa apariencia, bajo las luces
deportes, teatro, canto y baile. La vida universitaria fue idílica y me preparó de una
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manera integral para la vida. Durante mi segundo año de estudios obtuve una
permanente. Tuve una novia norteamericana, una joven muy alta y rubia, de
piernas largas y ojos muy azules, de pelo largo en trenzas, dulce y noble. Estuve a
punto de casarme con ella pero sus padres, quizás muy sabiamente, hicieron tanta
casado, recibí una carta de ella donde me contaba que se había casado con un
piloto, había enviudado y deseaba saber de mí. Le escribí diciéndole que estaba
muchas de las buenas cosas que había visto en Oklahoma podían ser
adolescente que había llegado a Nueva York, aterrorizado por el encuentro con
una nueva cultura, había sido reemplazado por un joven extrovertido, sofisticado y
optimista. Los Lagos envió a Tulsa un ser humano agobiado por la incertidumbre y
cinco años en los Estados Unidos, en una edad temprana de la vida, me hizo
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empleo temporal como cantante en un night club de gente de color, sin que nunca
manera de vivir. Al poder disfrutar de un bagaje cultural que combine los mejores
ingredientes de ambas culturas la persona puede llegar más lejos, más alto, en su
procesos de transculturación, una versión sostenida por quienes nunca han tenido
57
V.
PASANTÍA EN MARACAIBO.
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barrigas prominentes, por la gran cantidad de cerveza que tomaban. Las mujeres
tenían unos bellísimos traseros. La ciudad respiraba un aire de intensa vitalidad.
Las mujeres de Maracaibo veían a los hombres de frente, como golosinas.
Bernardo llegó a Maracaibo en un DC-3 de TACA, después de hacer
varias escalas: Barquisimeto, Coro, Las Piedras, finalmente Maracaibo. En la
oficina de la empresa en Caracas había recibido un programa muy detallado de su
vista, de cómo emplearía su tiempo en la región zuliana.
Las oficinas de la empresa se encontraban en “Las Laras”, un bello edificio de tipo
colonial, rodeado de inmensos samanes que le prestaban sombra. Cada oficina
tenía una ventana desde la cuál era posible admirar esos frondosos samanes
(Samanea saman) que en el Zulia reciben el nombre de Laras. Al llegar le fue
entregada una llave, la cual abría la puerta de la sala de baños de la nómina
mayor. Quien hubiese hecho un estudio sociológico de esta empresa hubiese
probablemente llegado a la conclusión de que allí se discriminaba a los
venezolanos. En realidad, la diferencia era de status dentro de la empresa más
que de nacionalidad. Bernardo podía entrar. En aquél momento él era uno de los
dos o tres miembros venezolanos de la nomina mayor que tenía el Departamento
de Exploración de la empresa.
Su pasantía comenzó por varios días en la sección de Micropaleontología, dirigida
por un geólogo suizo llamado Henri Gigneaux, experto en microforaminíferos,
animales fósiles microscópicos que son de gran utilidad a los geólogos para
establecer las edades relativas de las rocas. Gigneaux se especializaba en
microforaminífera del Eoceno y del Paleoceno de la Cuenca de Maracaibo, pues
era en rocas de esas edades que se encontraban algunos de los más prolíficos
yacimientos petrolíferos de la cuenca.
Bernardo comenzó a familiarizarse en el microscopio con las elongadas
discociclinas, las rotundas globotruncanas y las translúcidas globigerinas. Aunque
no era fácil para alguien inexperto identificarlas y diferenciarlas de otros
microforaminíferos generalmente más jóvenes, tales como las buliminas,
uvigerinas y textularias, Bernardo hizo rápidos progresos, logrando obtener en
poco tiempo un conocimiento básico de las especies más importantes. Su
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progreso fue posible por la ayuda que recibió de la señorita Andrade, una mulata
maracucha muy alegre y desinhibida que veía a Bernardo como quien ve una
fruta apetecible. Cuando trabajaban juntos en el microscopio, la señorita Andrade
se le incrustaba a Bernardo dándole a conocer todas las sinuosidades de su
territorio. Sin embargo, la bella mulata siempre se negó a pasar de ser una agente
provocadora, lo cual para Bernardo, era una muestra de sadismo.
En la sección de Palinología Bernardo tuvo mejor suerte. La palinología se dedica
al estudio del polen fósil y constituye un método más preciso que la
micropaleontología para definir la edad relativa de las rocas, ya que su rango de
distribución en el tiempo es bastante más limitado que la de los pequeños
foraminíferos. El jefe de la sección era un holandés, Jan Mueller, pero los técnicos
eran dos muchachas maracuchas, tan alegres como Andrade y mucho más
decididas en los asuntos del amor. Desde el principio acompañaron a Bernardo a
los sitios nocturnos de Maracaibo y, una noche, se fueron las dos con él para la
casa de huéspedes donde se alojaba, situada frente al Club Bella Vista, propiedad
de la empresa. Esa noche las muchachas se dedicaron a explorar con Bernardo
las más diversas maneras de hacer el amor. En ocasiones el juego entre ellas se
convirtió en más apasionado que la interacción con Bernardo.
En la casa de huéspedes donde se alojaba, Bernardo conoció a un
médico de mediana edad, de Caracas, quién se encontraba trabajando
temporalmente con la empresa. Un día el médico lo invitó a visitar una familia
amiga. La familia consistía de cinco hermanas, cuatro de ellas solteras y muy
bonitas, quienes vivían bajo la tutela de la hermana mayor, Josefina, quien era
divorciada. El buen doctor, pequeño y apagado, se sentía muy atraído por una de
las hermanas, una belleza de ojos verdes y pelo negro, de aspecto felino, una
mujer que despertaba admiración a su paso. Verónica, así se llamaba, era muy
blanca y de voz ligeramente ronca. No era alta pero si bien formada, de senos
altos y brazos redondos adornados con un ligero vello rubio que brillaba bajo la luz
de las lámparas. Verónica era imperiosa. Su belleza le daba un ascendiente sobre
las hermanas y la hacía actuar como una pequeña reina. Al ver a Bernardo decidió
que era para ella. Aunque era mayor que él, el aire exótico de quien viene del
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Norte, de agradable aspecto y fácil sonrisa, la atrajo y se olvidó inmediatamente
del pobre médico. Al final de la visita, Bernardo había quedado en ir a buscar a
Verónica a su trabajo el día siguiente. Se sintió halagado por el interés que había
despertado en una mujer de verdad, no una muchacha.
En eso pensaba cuando iba rumbo a la Plaza Baralt, a buscar a Verónica a su
sitio de trabajo. Salieron de la oficina y debieron caminar dos cuadras, hasta el
sitio donde Verónica había estacionado su pequeño auto. En esas dos breves
cuadras Verónica causó una especie de motín callejero, generando silbidos y
comentarios de todo tipo a su paso. Esto mortificó mucho a Bernardo pero
Verónica le dijo: “No hagas caso. Estoy acostumbrada a esto. Todos los días es lo
mismo. Y añadió: “son unos pajudos. No sabrían que hacer conmigo”. Vio la
sorpresa de Bernardo y se rió de buena gana. “Tienes que acostumbrarte a
nuestra forma de hablar. Las maracuchas somos así. Si tú fueras mío y me entero
que lo estás metiendo donde no debes, te lo corto. Ya lo sabes”.
Después de esta dulce declaración de amor de Verónica, Bernardo sintió
temor. No tanto por lo que la joven le había dicho sino por el prospecto de
enredarse con una mujer quien lo intimidaba un tanto con su belleza y su manera
de actuar. En la noche, cuando las cuatro otras hermanas se fueron al cine,
Bernardo y Verónica se acostaron en el suelo fresco de la terraza de la casa,
acariciándose mutuamente con abandono pero Bernardo no lograba tener una
erección. Estaba realmente asustado. Entonces Verónica comenzó a hablarle al
oído, a decirle cosas terribles y bellas, usando palabras de una descarnada
sensualidad, palabras que pocas mujeres, pensaba Bernardo, se atreverían a
utilizar. El aliento de Verónica, sus labios húmedos, la lengua lamiendo
delicadamente la oreja de Bernardo, las palabras terribles, produjeron un efecto
inmediato. Verónica se abrió como una flor, anhelante, con los ojos muy abiertos,
la boca buscando a Bernardo ansiosamente.
Sin embargo, pronto fue aparente que era solo en esos momentos cuando
Verónica se mostraba sumisa, dispuesta a subordinarse a Bernardo. En los días
que siguieron lo llamaba por teléfono y le ordenaba ir a ella. Siempre estaba en
celo, húmeda, con sus bellos ojos verdes y su pelo negro de color azabache
61
extendido como un abanico en el suelo de la terraza, esperándolo. Bernardo,
orgulloso de su conquista, no advertía que la relación era de cazador y presa y
que él era la presa. Verónica lo quería permanentemente para sí y esta era la
manera de retenerlo. Afortunadamente para Bernardo, quien no estaba realmente
enamorado, llegó el momento de partir de regreso a la Universidad y la relación
con Verónica quedó en vagas promesas. Un matrimonio con aquella bella mujer
hubiese sido desastroso para ambos. Bernardo era casi un adolescente, gazmoño,
conservador, más cerebral que sensual. Verónica era muy sensual, una mujer
arrogante, abrasiva. Quería salir del ambiente en el cuál vivía y Bernardo parecía
ser su pasaporte. El día que Bernardo fue a despedirse de ella, abrazados en el
suelo, Verónica le dijo: “No te comprendo. Te lo he dado todo y aún estas
inconforme. ¿Cómo deseas que yo sea?”. Y Bernardo sintió verguenza porque no
deseaba decirle que no la amaba. “No sé lo que quiero. Eres demasiado buena
para mí. Soy un boceto de persona aún. No estoy listo. Debo graduarme y
regresar. Cuando venga de nuevo a verte sabremos qué hacer”. Y Verónica le
dijo: “Querido. Cuando regreses ya no seré tuya. Yo necesito un hombre a quien
darle todo, como te lo he dado a tí. Te he disfrutado mucho y siempre sabré cosas
sobre tí que posiblemente ninguna otra mujer pueda llegar a saber. Conozco
ahora todos tus resortes, los del cuerpo y los de la mente. Eres mío para siempre”.
La segunda parte de la pasantía de Bernardo lo llevó al campo. El más
importante geólogo de campo de la empresa, Otto Beckmann, lo tomó como
asistente por tres semanas. Beckmann era duro y competente. Lo enseñó a poner
en un mapa las observaciones de campo, a estudiar las fotos aéreas en el terreno,
a construir progresivamente el cuadro geológico general de la zona en base a
mediciones de buzamientos y rumbos y a describir de manera detallada las rocas
y los fósiles encontrados. Fueron tres semanas muy intensas. Beckmann era una
especie de médico general, quien integraba la información parcial recibida de los
especialistas. En base a estos múltiples insumos Beckmann construía una serie
de mapas geológicos de la zona y evaluaba sus posibilidades de contener
yacimientos de hidrocarburos. En base a esta evaluación el Departamento de
Exploración recomendaba a la empresa perforar uno o más pozos exploratorios.
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En la época de nuestra historia el pozo exploratorio era la única manera de
identificar la presencia de hidrocarburos en el subsuelo. No existía otra manera
que la de perforar, a veces por miles de metros, a fin de verificar la existencia o no
de hidrocarburos. Cada pozo podía costar millones de dólares, por lo cual una
recomendación para perforar un pozo exploratorio era vista con sumo cuidado por
la gerencia de la empresa. Si se descubría petróleo el geólogo que había
recomendado el pozo subía en la estima de la empresa pero no tenía derecho a
un porcentaje de la producción. De igual manera, si el pozo era seco, el geólogo
no era felicitado pero tampoco se le despedía pues la empresa sabía que la
geología no era una ciencia exacta, ni siquiera una ciencia sino un arte.
Hoy en día la situación ha cambiado. La geología tiene hoy muchas más
herramientas científicas y, en especial, la geofísica puede ubicar yacimientos de
hidrocarburos sin necesidad de perforar, de una manera no invasiva como dirían
los médicos. Los puntos brillantes en los registros sísmicos señalan los depósitos
de hidrocarburos, petróleo o gas. Aunque este método tampoco es cien por ciento
infalible reduce considerablemente el riesgo de la eventual perforación
exploratoria.
*********
El punto culminante de la pasantía de Bernardo fue el trabajo geológico de campo
que se realizaba en la zona de Bucarito, en el Estado Lara. Allí se encontraba el
Grupo Geológico #1, al mando de Eddie Ruysdael, un geólogo holandés quien
estaba trabajando bajo la supervisión del suizo Hans Glaser, el estratígrafo jefe de
la empresa en Venezuela. Este grupo estaba haciendo un reconocimiento
preliminar de la geología del Estado Lara y zonas adyacentes de Falcón. Ruysdael
era un geofísico prestado a la geología. Conocía mucho mas el subsuelo que lo
que veían sus ojos en la superficie. Su misión era la de tratar de correlacionar los
estratos que existían en la superficie de la zona con los horizontes geofísicos que
existían en el subsuelo.
La cuadrilla geológica #1 consistía de un geólogo, un caporal (especie de
sargento mayor), 5 obreros, un cintero, un cocinero, un mulero (no siempre
necesario) y un chofer. El cintero estaba a cargo de medir con una cinta de 50
63
metros las secciones rocosas, a fin de que el geólogo de campo pudiese
incorporar estas medidas en el mapa geológico. El chofer manejaba una “Power
Wagon” que penetraba por casi todos los caminos y trillas de la región. Cuando
Bernardo llegó a la cuadrilla, esta se encontraba en la zona de Bucarito, una
pequeña aldea de Lara central. Esta es una tierra árida, de colinas blancas y
rosadas. Muchas de las rocas que afloran en la zona son calizas y margas de
edad cretácica superior, intercaladas entre colinas de areniscas rojas y muy duras,
de edad geológica que nunca se ha establecido con certeza, probablemente
terciarias. Una de las primeras cosas que aprendió Bernardo fue la relación
existente entre la geología y la botánica. En los cerros de areniscas crecían las
mimosas, las tunas y el cardón. En las colinas de rocas calcáreas predominaban
los olivos, los cedros y los fabulosos araguaneyes. Esta relación entre las rocas
subyacentes y la vegetación permitía estructurar un mapa geológico de la zona en
base a fotografías aéreas, las cuales mostraban los contactos geológicos en base
a la distribución de la vegetación.
En esa zona Bernardo pudo apreciar también, en toda su trágica
magnitud, la pobreza del pueblo venezolano. En Bucarito, el dueño de la única
bodega del pueblo, vivía con una niña que no tendría más de 11 a 12 años de
edad. Bernardo se impresionó de ver que la niña mostraba señales claras de
envejecimiento prematuro, el rostro cansado de quién ya ha soportado
demasiadas privaciones. La niña había sido comprada por el bodeguero a su
madre. Cuando la niña creciera un poco más, el bodeguero la abandonaría e iría a
comprar otra para su uso. La aldea tendría una 40 casas, todas con paredes de
bahareque y techos de caña amarga, con alguna lámina de zinc ocasional. No
había agua corriente, ni cloacas ni electricidad. En el centro de la aldea, frente a la
capilla, estaba el pozo del pueblo, al cual acudían los habitantes a cargar el agua
requerida. El agua era bastante salobre y todos quienes llegaban al pueblo
pasaban algunos días purgados, mientras sus estómagos se acostumbraban a
ella. En esta aldea, así como en otras aldeas y pueblos de Venezuela, 35 niños de
cada 100 morían antes de cumplir el primer año de edad.
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A Bucarito se llegaba por una trilla, abandonando la carretera Barquisimeto
a Carora, para tomar angostas veredas, lechos secos de quebradas y riachuelos,
generalmente hechos de lutitas pizarrosas que proporcionaban un excelente
pavimento. Las veredas subían y bajaban siguiendo las lomas y depresiones del
paisaje. Bernardo llegó a Bucarito en un jeep, manejado por Eutimio Morantes, el
conductor mas paciente, sensato y diestro que jamás había conocido. Durmió
durante una buena parte del trayecto ya que Eutimio le merecía una confianza
total.
El geólogo Eddie Ruysdael eventualmente llegaría a ser un alto gerente de
la empresa pero en aquél momento, en Bucarito, se hallaba muy confundido con la
tarea que le habían impuesto. Así se lo confesó con candor a Hans Glaser,
tomándose un humeante pocillo de café negro con el estratígrafo jefe, sentados en
el corredor de la casa que habían alquilado en Bucarito. La llegada del grupo
geológico a la aldea había sido todo un evento, una inyección de riqueza temporal
para la aldea. El grupo había contratado a “baqueanos” del pueblo y gastaba algún
dinero en lo poco que los aldeanos cultivaban. En la noche, los habitantes de la
aldea buscaban a los miembros del grupo, a quienes veían como seres de otros
planetas, para hacerles preguntas sobre Maracaibo, Caracas y sobre los países
extranjeros de donde venían Ruysdael y Glaser.
“Estoy confundido, Hans”, admitió Ruysdael. “Encuentro cosas muy extrañas
que no puedo entender. Por ejemplo, cerca del pueblo he visto calizas del
cretácico que suprayacen a las lutitas del terciario. Esto no es posible, a menos
que hubiese una falla de corrimiento entre los dos grupos de rocas, algo así como
una napa. Esta relación se repite en numerosos sitios, por lo cual tendríamos que
suponer que existen numerosos corrimientos. Pero esta no es una zona en la cuál
es lógico esperar ese estilo tectónico. No estamos en los Alpes. El estilo tectónico
en esta zona debería ser más afín al de la Cuenca de Maracaibo, es decir, uno de
tectónica gravitacional, de fallas normales en escalón. Estoy confundido”, repitió
Ruysdael.
Hans Glaser había sido un geólogo de campo durante toda su vida
profesional. Adoraba la naturaleza y, aunque ya era un hombre muy adinerado, su
65
mayor placer era caminar por los riachuelos y las colinas del mundo viendo rocas,
tratando de descifrar la historia de la Tierra en base a sus observaciones de
campo. Su paciente acumulación de centenares o miles de observaciones de este
tipo, su identificación de restos fósiles contenidos en las rocas y la utilización de
los principios de estratigrafía aprendidos en la Universidad de Basilea, le habían
permitido hacer notables contribuciones a la geología del planeta. Glaser había
trabajado en Irán, España, Italia, los Alpes suizos, la Península de la Guajira,
Ecuador y, ahora, Venezuela. Se había convertido en un experto en amonitas y en
un excelente estratígrafo. Era paciente y no parecía extrañarse de nada de lo que
veía en la naturaleza. Repetía incesantemente la llamada Navaja de Ocam: “En
promedio, cuando estemos frente a un abanico de múltiples hipótesis, la más
sencilla es la que tiene mayores probabilidades de ser la correcta”. Le respondió a
Ruysdael: “Bueno, Eddie. Mañana iremos a ver algunos de esos sitios donde la
naturaleza parece estar cabeza abajo. Ya le encontraremos una explicación a lo
aparentemente inexplicable. Recuerda a Ocam….”.
La llegada de Bernardo le permitió unirse a los dos geólogos y comenzar a
aprender de ellos. También aprendió rápidamente a caminar en serio. En Los
Lagos, de niño y adolescente, Bernardo había caminado mucho y algunas de sus
caminatas eran largas, de varios kilómetros, pero esto era otra cosa. En Bucarito
se levantaban a las cinco de la mañana, se desayunaban muy bien, con huevos,
yuca frita, plátanos, caraotas negras, arepas y un alimento derivado del maíz
llamado fororo, muy nutritivo. Eran desayunos muy abundantes porque después
no comerían hasta el retorno, ya entrada la noche. Se abarrotaban de
carbohidratos para tener la energía suficiente para las caminatas y el trabajo de
investigación. Después del desayuno empleaban una media hora en revisar las
fotografías aéreas de la zona a ser visitada y seleccionar algunas áreas de
especial interés. Para tratar de entender lo que la geología de la zona les
mostraba, era necesario caminar y estudiar cada afloramiento. Caminar cerro
arriba y cerro abajo, durante horas, examinando las relaciones entre los
sedimentos blancos y rosados, más viejos, y las lutitas y areniscas rojizas que
parecían ser más jóvenes. Ruysdael y Glaser hablaban continuamente de lo que
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veían, con frecuencia en holandés pero pasaban al inglés a fin de que Bernardo
pudiera participar en la conversación. A la caída de la tarde el grupo emprendía el
regreso. Los curtidos trabajadores saltaban como gacelas entre las rocas y los
geólogos caminaban más lentamente, cambiando impresiones. Para ese momento
ya Bernardo se sentía exhausto y anhelaba ver aparecer en el horizonte las
casitas de la aldea que le anunciaban el descanso.
En la noche, sentados al aire libre, bajo el cielo espectacularmente
estrellado de Bucarito, los tres geólogos seguían hablando de lo que habían visto.
De estas conversaciones comenzó a emerger una hipótesis de trabajo que parecía
ser la más sencilla. Hans decía: “De este caos aparente en las relaciones
estratigráficas entre rocas terciarias y cretácicas, según el cual rocas más antiguas
parecen estar estratigráficamente por encima de rocas más jóvenes, uno pudiera
pensar, como decía Eddie, en la presencia de múltiples sobrecorrimientos. Esto
pudiera ser cierto si estuviésemos en los Alpes pero no aquí en Bucarito. Lo que
parece ocurrir aquí es que las rocas más viejas están como embutidas en rocas
más jóvenes. Si uno sigue la sección se encuentra con rocas más jóvenes, luego
más viejas y, de nuevo, rocas más jóvenes que parecen contener las rocas más
antiguas. Ello parece sugerir que las rocas más antiguas son bloques embutidos
en las rocas más jóvenes”. A lo cuál Ruysdael comentaba: “Pero los bloques son
enormes, un cerro entero, Hans. ¿Es eso posible?”. Al oírlo, Hans tomaba su libro
de campo y dibujaba, bajo la luz de la lámpara, un esbozo de lo que él pensaba
ocurría en la naturaleza. En sus diagramas mostraba como los bordes de la
Cuenca sedimentaria existente al inicio del terciario se desprendían hacia el centro
de la cuenca y se incrustaban en los sedimentos terciario aún plásticos y en
proceso de formación. El tamaño de los bloques podía ser desde un puño hasta
una casa o un edificio de apartamentos. Bernardo vio los diagramas y se atrevió a
opinar: “Esto significa que en el campo uno siempre va encontrar la relación joven-
viejo-joven para que la hipótesis tenga sustentación”.
“Excelente, Bernardo”- respondió Hans Glaser- “eso es lo que debemos
hacer. Ver si en el campo se puede validar la hipótesis. El modelo geológico que
parece existir en Bucarito no es el Alpino sino el Apenínico. En los montes
67
Apeninos, como ustedes saben (Bernardo asintió, avergonzado de mostrar
ignorancia) existe una zona de relaciones estratigráficas caóticas, la llamada
“argielle scagliosa”. En esta zona las rocas más antiguas y diversas se encuentran
embutidas en arcillas más jóvenes. Las rocas embutidas son llamadas “alóctonas”
(extranjeras) porque no han sido depositadas allí sino transportadas hasta allí. La
teoría que se ha formulado en esa región para explicar esas relaciones caóticas es
la llamada “aloctonía gravitacional”, según la cuál las rocas embutidas han llegado
allí por deslizamientos submarinos causados por el desprendimiento de
fragmentos del borde de la cuenca hacia las zonas centrales más profundas.
Eddie Ruysdael estaba entusiasmado con la explicación de Hans y dijo:
“Mañana mismo comenzaremos a poner en práctica la hipótesis de trabajo y ver si
se sostiene en el campo”. Aunque Bernardo no había entendido completamente el
mecanismo descrito por Glaser, intuía que estaba en presencia de un excelente
ejemplo de investigación científica, la cual se había ido estructurando como una
coreografía de Diaghilev: las observaciones de campo habían llevado al geólogo a
conceptualizar una hipótesis de trabajo y, ahora, esta hipótesis de trabajo debía
ser validada en el campo, pues para ser validada tendría que predecir
correctamente lo que los geólogos encontrarían en el terreno. Cuando la
predicción se cumple repetidamente, entonces, el geólogo sabe que su hipótesis
se ha convertido en una verdad científica.
Bajo las noches estrelladas de Bucarito, escuchando la conversación entre
los dos geólogos, Bernardo se maravillaba por la manera como las observaciones
de campo habían conducido a una conceptualización que podía predecir el
comportamiento de la naturaleza. Bernardo aprendió que la paciencia y la
humildad son fundamentales para el trabajo científico. Era necesario perder el
temor a equivocarse y contrastar ideas libremente en la búsqueda de la verdad
científica.
Bernardo encontró que poseía una habilidad natural para encontrar fósiles en el
campo. En efecto, hay geólogos quienes encuentran fósiles y otros quienes no los
encuentran. Hay geólogos quienes encuentran petróleo y otros quienes no lo
encuentran. Estas habilidades son de naturaleza intuitiva más que racional. En los
68
días que Bernardo permaneció en Bucarito, caminando por los cerros y quebradas
del Lara central, desarrolló una manera de caminar viendo con frecuencia hacia
los lados y hacia abajo, registrando visualmente cada matiz de colores en las
rocas, cada forma y cada destello del sol sobre las rocas que pudiesen indicarle la
presencia de fósiles. Para satisfacción de Hans y de Eddie pudo hacer algunos
hallazgos interesantes: fragmentos de amonitas típicas del cretácico superior, así
como calizas que, al ser humedecidas, probaban ser ricas en microfósiles que
Hans generalmente identificaba de inmediato, debido a su extensa experiencia.
Bernardo aprendió que una bella roca, como una bella flor, un cervatillo de
ojos lánguidos o un pez multicolor solo conservan su belleza cuando forman parte
de la naturaleza que los rodea, mientras no sean separados de su entorno.
Muchas de las rocas que le fascinaron en el campo, como parte del afloramiento,
parecían haber perdido mucha de su belleza cuando se convertían en una
muestra y colocadas en la mesa de trabajo del campamento. Parecían perder su
brillo, su “personalidad”, como un pez sacado del agua.
Poco a poco los geólogos fueron encontrando, en el campo, la corroboración a su
hipótesis, ya graduada a teoría. En repetidas ocasiones fueron capaces de
pronosticar lo que encontrarían. Hoy en día la ocurrencia de aloctonía
gravitacional en gran escala en la zona de Barquisimeto está firmemente
establecida, gracias a los trabajos de numerosos geólogos de las empresas
petroleras (Coronel y Renz, 1960) y del Ministerio de Minas e Hidrocarburos
(Bellizia et al).
**********************
A su regreso a la oficina de Maracaibo, antes de regresar al Norte, Bernardo
fue puesto a trabajar con un geólogo con quien establecería una estrecha relación
de amistad, la cual duraría por muchos años, el geólogo Konrad Hausmann, un
suizo de Schafaussen, totalmente obsesionado por la geología. En esos
momentos, Konrad se encontraba elaborando unas impresionantes secciones
geológicas de la Cuenca de Maracaibo, las cuáles abarcaban desde la zona de
Perijá en el Noroeste hasta Falcón en el Este-Sureste. Estas monumentales
secciones geológicas fueron eventualmente publicadas por la Asociación de
69
Geólogos Petroleros Norteamericanos, AAPG, en lo que es hoy un clásico
volumen de la literatura geológica (“The Habitat of Oil”, AAPG Special Publication
18, 1958) y Bernardo tuvo la suerte de participar en su elaboración, aunque fuera
desde el punto de vista meramente artesanal.
Uno de los días que Bernardo ayudaba a Konrad en la elaboración de las
secciones geológicas fue muy especial. Era el dia del matrimonio de Konrad,
quien, inmerso en su trabajo, se había olvidado. Se casaba con la dulce maestra
inglesa Rosemary. La ceremonia estaba pautada para el mediodía pero, a las
11:30, Konrad aún se encontraba profundamente concentrado en las secciones.
El teléfono que tenía a su lado había estado sonando insistentemente sin lograr
capturar su atención. Al mediodía llegaron a la oficina los dos testigos de la boda y
se lo llevaron prácticamente en hombros hacia la casa donde lo esperaban la
novia, el jefe civil y el pequeño grupo de invitados. Cuando Konrad y Rosemary se
fueron de luna de miel, Bernardo quedó a cargo del trabajo. Durante cinco días
recibió hasta dos telegramas diarios de Konrad, desde Valera, La Puerta,
Apartaderos y finalmente Mérida. Por cada sitio que Konrad pasaba le enviaba un
telegrama a Bernardo con instrucciones sobre las secciones. Bernardo estaba
seguro que Konrad aprovecharía su luna de miel para observar los bellos granitos
y esquistos andinos pero lo cierto fue que también tuvo tiempo de echar las bases
de un matrimonio que se mantuvo muy feliz hasta la muerte de Rosemary, más de
treinta años y dos hijos después.
**************************
Bernardo terminó su pasantía en un grupo geofísico que hacía trabajos
en la zona del Dividive, en el Estado Trujillo. A diferencia de un grupo geológico,
generalmente pequeño y móvil, el grupo geofísico de la época era numeroso, de
más de 100 personas. Era como un pequeño pueblo ambulante, con sus grandes
tiendas de campaña, duchas portátiles, inmensas neveras de kerosene repletas de
víveres y bebidas, plantas eléctricas, vehículos de diferentes tamaños encargados
de ir a buscar alimentos y correspondencia para el personal del grupo. Las
actividades incluían la apertura de picas para permitir el paso de los camiones, la
perforación de pozos someros para la colocación de las cargas de dinamita y de
70
los sismógrafos, la generación de ondas sísmicas en base a las explosiones y la
grabación de esas ondas en los equipos de los camiones de geofísica. Las
explosiones hacían volar por los aires la tubería colocada en el pozo. Las ondas
generadas viajaban hacia el subsuelo y eran reflejadas o refractadas hacia la
superficie, al encontrar estratos más densos que los ya atravesados. Estos
estratos se denominaban reflectores y el método permitía hacer un mapa del
subsuelo marcando la posición de estos estratos reflectores. Las cintas de papel
donde se grababan las reflexiones o refracciones se llamaban sismogramas y
constituían unos verdaderos electrocardiogramas de la Tierra. El trabajo del día
era incorporado progresivamente al mapa geofísico de subsuelo, al menos de
manera preliminar, pues los sismogramas podían ser mejorados en los
laboratorios de Maracaibo, a fin de hacerlos más fáciles de interpretar. Cuando se
encontraba en Dividive Bernardo recibió una pequeña carta de Eddie Ruysdael,
agradeciéndole su ayuda durante la pasantía y felicitándolo por sus progresos.
También le informaba de un trágico evento en Bucarito. En los alrededores de la
aldea habían aparecido una cabeza y un pene humanos. Aún después del efecto
de las inclemencias del sol y la acción de los insectos, la cabeza, no así el pene,
pudo ser identificada como la del bodeguero de Bucarito. Eddie agregaba que el
asesino no había sido hallado, sobre todo porque nadie lo andaba buscando. En la
aldea pensaban que su muerte tendría que ver con el hábito del bodeguero de
comprar niñas para su uso y muchos lo veían como un ajusticiamiento más que un
crimen.
A su regreso a la oficina Bernardo tuvo una entrevista final con el Gerente
de Exploración de la empresa, un jovial escocés parecido a Falstaff. Durante la
entrevista el Gerente le pidió la elaboración de un informe sobre todo lo que había
visto y hecho durante su visita. Bernardo había tenido una inolvidable experiencia,
llena de maravillosos encuentros con gente del pueblo y de la ciudad. Las
memorias de la señorita Martínez, de las muchachas palinólogas y, sobretodo, de
Verónica, no serían fáciles de olvidar.
“Definitivamente este es el sitio donde quisiera vivir cuando regrese
graduado”, pensó Bernardo.
71
VI.
GEÓLOGO EN MARACAIBO.
En Tulsa la fiesta de despedida para Bernardo y los otros graduados fue muy
agradable. Con unos tragos demás Bernardo había dado rienda suelta a sus
emociones. Estaba dejando atrás a su novia rubia, a quien nunca vería de nuevo.
Dejaba atrás una comunidad que lo había recibido con cariño y lo había ayudado a
hacerse de una nueva personalidad. Pensaba, ayudado por los tragos, que el
paraíso debía ser el sitio donde uno pudiera re- encontrarse con la gente amada.
Bernardo se veía en su paraíso rodeado de gente de Los Lagos, Tulsa,
Maracaibo. En términos deportivos, el paraíso de Bernardo estaría poblado de un
equipo Todos Estrellas del amor y de la amistad.
Los padres de Bernardo habían decidido ir a la graduación. El padre nunca
antes había salido de Venezuela. Cuando desembarcó en Nueva Orleans, camino
a Tulsa, su espíritu aventurero se destapó. Era como un niño descubriendo
juguetes maravillosos a cada vuelta de la esquina. Si Bernardo lo dejaba solo por
72
un breve tiempo, el padre desaparecía para irse a una tienda, a una iglesia o a
una plaza. Todo era nuevo y reluciente para él.
Bernardo llegó a Venezuela graduado de geólogo, aun antes de cumplir su
mayoría de edad. Regresó hecho otra persona, con mucha confianza en sí mismo
y una gran fe en el destino de su país, el cual aún estaba bajo las garras de una
dictadura militar. Se fue a Maracaibo en un auto nuevo que había comprado en
USA, tan largo que no cabía en muchas de las estrechas calles de Los Lagos. Se
fue a Maracaibo por carreteras que aún eran de tierra en buena parte del trayecto,
cruzando quebradas que todavía no tenían puentes y transitando sobre muchas
de las carreteras que habían sido construidas por los estudiantes universitarios
presos durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Llegó a la costa oriental del
Lago de Maracaibo, donde encontró carreteras un poco mejores, asfaltadas por
las empresas petroleras que trabajaban en la región.
Al llegar a Maracaibo se hospedó, al inicio, en el Hotel “Detroit”. Este hotel
era uno de los mejores de la ciudad y estaba situado a pocos metros de la oficina
de la empresa. Por ello, era el sitio favorito de los empleados y de quienes
llegaban a visitar la empresa. La terraza del hotel daba sobre la avenida Bella
Vista y era un sitio muy popular de reunión, sobre todo a la salida del trabajo y,
especialmente, los sábados a mediodía, ya que la empresa trabajaba los sábados
hasta las 11 am. Muchos de los empleados se iban a tomar cerveza a la terraza,
desde donde veían pasar a los transeúntes. No era raro que alguien estuviese
sentado en esa terraza toda la tarde y se marchara después de haberse tomado
entre 20 y 30 cervezas, acompañadas de bolitas de carne, ceviches o conejo en
coco. Bernardo se incorporó rápidamente a ese ritual. El calor de Maracaibo hacía
de la cerveza muy fría una bebida tentadora y más fácilmente eliminable que en
otras regiones menos calurosas.
El lunes, su primer día de trabajo con la empresa, se presentó en la oficina
del Gerente de Exploración, el escocés James Baker, a quién ya había conocido
durante su pasantía. Baker lo saludó con jovialidad y le preguntó: “¿Tiene
pantalones de kaki, Dr. Mateos?” utilizando un término casi obligado en Venezuela
para quienes hubiesen obtenido un título universitario, aún cuando éste no fuese
73
el de Doctor. Bernardo respondió que aún no los tenía y Baker añadió: “Le voy a
permitir estar aquí dos días, para que pueda comprar todo lo necesario. Tenemos
una lista que puede ayudarlo. El Miércoles saldrá para el campo. Desde hoy usted
es uno de nuestros geólogos de campo. Su remuneración de Bs 1800 al mes le
será depositada cada quincena en el Banco Occidental de Descuento, en su
cuenta personal. Mientras esté en el campo le pagaremos un bono de Bs. 15 al
día, su “bush allowance”. Sin embargo, no necesitará muchas cosas en el campo
pues el grupo geológico tiene su presupuesto para comida, transporte, medicinas
y equipo de campo. Para un joven geólogo estar en el campo es buen negocio y lo
mantiene libre de las tentaciones de la ciudad”, sonrió Baker.
Ya me retiraba cuando Baker me atajó: “Bernardo, perdone que lo llame
por su primer nombre tan pronto. Déjeme agregar algo. Usted inicia hoy un camino
que ha sido transitado en el pasado por muchos geólogos ilustres, de varias
nacionalidades, desde que Ralph Arnold llegó a Venezuela en 1908. En nuestros
archivos encontrará un verdadero tesoro de información elaborada por estos
geólogos. Le recomiendo leer los informes y hojear los libros de campo. En esos
libros encontrará no solo observaciones geológicas, secciones estratigráficas,
diagramas estructurales, sino también notas sobre la gente, la flora, la fauna, el
país. Estoy seguro de que un venezolano bien educado como usted se dará un
verdadero banquete viendo esos libros cuando tenga un tiempo libre, que no será
con frecuencia. En el campo, aquí en la ciudad, donde quiera que usted esté,
usted nos representa. Hágalo siempre con decoro y dignidad. Nuestra empresa
tiene una hermosa reputación que cuidar en su país”.
Bernardo salió de la oficina, en el Edificio Las Laras y tomó un carrito por
puesto hacia la Plaza Baralt, hacia el llamado Mercado de la Marina., en el cuál se
podían encontrar los artículos más variados a precios muy razonables, vendidos
tanto por comerciantes legales como por numerosos contrabandistas. Allí se
ofrecían a voz en cuello cigarrillos, whiskies, quesos holandeses, brandy español,
relojes japoneses, condones, linternas, yesqueros, pantalones y camisas de kaki,
mentol chino, todo lo imaginable. Una inmensa bodega en esquina tenía un lema
que rezaba: “Si nosotros no lo tenemos, es porque usted no lo necesita”.
74
En un par de horas Bernardo se había aprovisionado de todo lo necesario, según
la lista, con las adiciones que había hecho en base a sus gustos: ocho juegos de
camisas y pantalones, cigarrillos “Winston”, brandy “Felipe II” ((el que siempre
tomaba su padre), hojillas de afeitar, pasta dental y cepillo de dientes, una docena
de condones, whisky “Old Parr” y otras vituallas. En poco tiempo se daría cuenta
que una docena de condones eran demasiados condones para llevar a los montes
y cerros del estado Lara.
******************************
Bernardo fué enviado a Siquisique, a unirse al Grupo Geológico #3, el cual estaba
a cargo del geólogo holandés Engbert van der Linden, a quién todos llamaban
Eng. Este era un fotogeólogo, quién debía trabajar en el campo por un tiempo para
adquirir más experiencia geológica directa, la cual lo ayudaría en su trabajo
fotogeológico. Bernardo iba a iniciarse como su asistente, a fin de familiarizarse
con el trabajo administrativo y técnico de un grupo, antes de tomar un grupo a su
cargo. Bernardo era, en ese momento, el único geólogo de campo venezolano que
tenía la empresa. Aún no había cumplido 21 años y el resto del departamento lo
había comenzado a ver como una especie de mascota, como a alguien a quién no
se debía tomar demasiado en serio pero a quién todos deseaban ayudar. Esto lo
ayudó mucho en los inicios de su carrera.
Eng ya tendría unos 35 o más años. Era un delgado y tranquilo
holandés, quien había sido piloto de guerra durante la Segunda Guerra Mundial.
Había volado en Indonesia, especialmente sobre la isla de Borneo y bombardeado
objetivos militares íntimamente conectados con la población civil. Al llegar a
Maracaibo Eng había entrado en contacto con los sacerdotes de la Iglesia San
José, casi todos canadienses. Traumatizado por su experiencia bélica, en
búsqueda de ayuda para mitigar sus sentimientos de culpa, Eng tuvo la suerte de
encontrarse con estos sacerdotes, quienes lo transformaron de piloto
atormentado en católico ferviente. Cuando Bernardo lo encontró en Siquisique,
75
Eng era ya muy devoto, e iba a misa, de manera invariable, todos los domingos.
Cuando llegó al grupo Bernardo le reveló a Eng su agnosticismo y éste comenzó
una dedicada labor de catequización. En las noches de Siquisique sostuvieron
largas conversaciones sobre la fe, las buenas obras, la vida eterna o el papel,
glorioso o deleznable?, que el hombre juega en el universo. Aunque Eng no logró
convencer a Bernardo y este, en ocasiones, penetró la relativamente frágil
armadura de la fe de Eng, esas conversaciones sellaron la base de una amistad
que duraría toda la vida.
En Septiembre de 1956 el Grupo Geológico #3 se había instalado en
Siquisique. Los dos geólogos, Eng y Bernardo, se turnaban manejando un “Land
Rover”, acompañados de cuatro asistentes, mientras que Eutimio Morantes, el
mejor chofer del mundo, a quién ya Bernardo había conocido durante su pasantía,
los seguía piloteando una “Power Wagon”, acompañado del cocinero, el caporal y
todo la parafernalia que sería necesaria para la instalación del campamento.
Según los estudios fotogeológicos iniciales las áreas prioritarias a ser estudiadas
eran las de Los Algodones y Las Tinajitas, situadas ambas al norte de Siquisique,
una población situada al Este de Baragua y al Suroeste de Churuguara. Esta no
era una zona petrolífera promisoria, puesto que estaba formada por abundantes
rocas ígneas y metamórficas íntimamente relacionadas con rocas sedimentarias
de edad terciaria. Sin embargo, parecía ser una zona crítica para comprender la
geología regional. Era como ir a estudiar la rodilla para entender la pierna. Con
frecuencia la geología se presenta como un rompecabezas el cuál necesita, para
armarse, de piezas que parecerían no ser importantes. Siquisique, sin embargo,
parecía ser una zona crítica de contacto entre las cuencas de Falcón y del Golfo
de Venezuela y las cordilleras andinas. En términos geológicos de la época,
Siquisique representaba un “alto”, es decir, una “isla” de rocas más antiguas
rodeadas de rocas más jóvenes. Pudiera ser, pensaba Bernardo, un inmenso
bloque alóctono, como los que había visto en Bucarito. Y si fuera, no sería posible
que el cretácico “petrolífero” estuviese por debajo de ese bloque alóctono?
Bernardo pensaba que perforar un pozo en la zona pudiera ser atractivo. Pero
76
para llegar a proponer tal cosa habría que estudiar muy cuidadosamente las
relaciones geológicas de campo.
El grupo alquiló una amplia casa en Siquisique y la convirtió en su
campamento principal. De allí saldrían a trabajar todos los días y, si el área era
remota y complicada, llevarían hamacas y un equipo básico para establecer
campamentos volantes. La casa seleccionada estaba a dos cuadras de la Plaza
Bolívar del pueblo y a tres cuadras de un pequeño hotel, propiedad de una
magnífica familia, la cual incluía la joven mas dulce de Siquisique. Eng se
enamoró de esta jóven, en silencio, debido a su timidez. Con Bernardo, la joven
estableció, de manera casi inevitable dadas las edades parecidas, una relación
platónica, llena de largas conversaciones sobre literatura venezolana, muchas
miradas tiernas y algunas castas caricias. Para Bernardo la relación era
importante pues representaba un oasis en un ambiente duro y primitivo. No se dio
cuenta, sin embargo, del impacto que su exótica presencia tendría en aquél
pequeño pueblo y en la joven. Años después recibió una carta, en la cual ella le
reprochaba su indiferencia, el haberle creado expectativas, le echaba en cara el
haberla hecho esperar algo que nunca había llegado. Para Bernardo, esa carta fue
una dolorosa sorpresa porque él nunca estuvo consciente de haber despertado
expectativas, de haber engañado. Para colmo, la carta no llevaba dirección de la
remitente, por lo cual siempre quedó sin respuesta. Bernardo trató de localizarla
en Barquisimeto para pedir su perdón, pero nunca lo pudo hacer. En su carta la
joven decía: “Nunca me habían hablado con las palabras con las cuales me
hablaste. Me hiciste sentir una bella y deseable mujer, en lugar de una joven
campesina. Me enamoré de ti y, luego, te fuiste. Debes saber que me has hecho
muy infeliz. Solo espero que nadie te haga a ti lo que tú me has hecho….”.
************************
77
a Bernardo que las guasábaras, con sus largas y agudas espinas, no esperaban
ser tocadas por el hombre sino que “saltaban” en búsqueda del caminante y, una
vez hacían contacto, se insertaban hasta el final. Un día lo verificó. Caminaba solo
por la zona, violando las reglas del andar en el campo, cuando una guasábara
pareció brincar casi un metro para insertarse en su tobillo derecho. Una vez la
espina encontró el blanco penetró hasta tocar un nervio que le anestesió
completamente el pié. Cuando esto sucedió, Bernardo estaba como a unos cinco
kilómetros del campamento. Esa fue la distancia que debió recorrer para regresar
al campamento, con la desagradable sensación de la espina apuñaleando su pié,
pegando brincos sobre una sola pierna. Aunque nunca estuvo en real peligro,
esta experiencia le enseñó a no salir más nunca al campo solo.
Los cerros de Los Algodones estaban formados por rocas ígneas, gabros
y basaltos, además de rocas sedimentarias ligeramente alteradas por
metamorfismo, de posible edad cretácica. Las relaciones estructurales entre las
rocas sedimentarias y las ígneas eran muy complicadas. En muchos sentidos,
enviar a Bernardo a Siquisique era como enfrentar a un boxeador novato con
Cassius Clay (Muhamad Alí). Aunque Eng tenía un tanto más de experiencia
tampoco sabía lo suficiente para desenredar el misterio. Sin embargo, y a pesar
de la erosión pronunciada existente en la zona, la similitud entre las rocas
sedimentarias de Los Algodones y las rocas del cretácico superior de la región
andina era evidente. Las rocas sedimentarias de Los Algodones tenían un aspecto
tipo “La Luna”. Las formaciones geológicas reciben el nombre de la localidad
donde han sido mejor estudiadas o estudiadas por primera vez. La Formación La
Luna es llamada así porque fue estudiada y descrita por geólogos de la empresa
Caribbean Petroleum, en 1922, en la Quebrada La Luna, unos 16 kilómetros al
noroeste de La Villa del Rosario, en Perijá, Estado Zulia. Esta es una de las
formaciones más famosas en la literatura geológica mundial. Ello se debe a que es
una de las formaciones en las cuáles se ha generado más petróleo. Solo en la
Cuenca de Maracaibo, en una extensión de unos 30000 kilómetros cuadrados, con
un espesor promedio de unos 50 metros de “roca madre”, es decir, roca
generadora de petróleo, y con un rendimiento promedio de unos 50 litros de
78
hidrocarburos por metro cúbico de roca, se calcula que las rocas de La Luna han
generado unos 480.000 millones de barriles de petróleo. Por supuesto, una cosa
es el petróleo generado, otra cosa el volumen preservado, el cuál puede ser solo
un bajo porcentaje de lo generado. Una cosa es el petróleo descubierto y, aún otra
cosa, el petróleo recuperable. Esta última cifra puede oscilar entre el 15% y el 50%
de lo existente en el yacimiento.
La Formación La Luna está caracterizada por calizas densas y lutitas
calcáreas. Las calizas, al ser golpeadas por un martillo, despiden un olor fuerte a
gasolina. Uno de sus obreros, Cipriano, al golpear las rocas con un martillo, le
decía: “Doctor Bernardo, esto es puro Super Shell!”.
En Siquisique, Bernardo y Eng encontraron rocas con estas características pero
de colores menos oscuros que los que predominan en la Cuenca de Maracaibo.
También encontraron afloramientos de un conglomerado cuarzítico similar en
aspecto a las rocas de la Formación Río Negro, de edad cretácica inferior. Estos
conglomerados habían sido probablemente depositados al inicio de una
transgresión marina ocurrida en toda la parte norte de Venezuela hace unos 80
millones de años. Con mucha paciencia los dos geólogos fueron identificando los
componentes principales del cuadro geológico de Los Algodones: gabros,
basaltos, conglomerados, calizas, lutitas y flujos de lava. En especial las lavas
eran fascinantes. Semejaban grandes turbantes de roca colocados sobre la
superficie. Nunca habían visto nada igual. Pidieron la visita de Glaser o de Konrad
Hausmann y. tres días más tarde, llegó Hausmann, quien identificó las lavas de
inmediato como lavas almohadilladas. “Tienen esta apariencia”, explicó, “porque
fueron objeto de una extrusión submarina. De allí que se enfriaron mas
rápidamente y tomaron este aspecto arrosquado, muy bonito. Las he visto en
Turquía, casi idénticas”.
En la noche, durante la tertulia, los tres geólogos iniciaron un intento de
reconstruir lo que había sucedido en Los Algodones, en remotas épocas
geológicas:
1. Al inicio del cretácico (unos 90 millones años), el eje Siquisique- Los
Algodones representaba un alto estructural compuesto por granitos
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paleozoicos (pre-cretácicos). En sus bordes comenzó a recibir los
sedimentos deltaicos de la Formación Rio Negro, de edad cretácica
inferior, representada por los conglomerados cuarzíticos.
2. El mar invadió el Alto, depositando calizas arenosas y más macizas
de la Formación La Luna, con ftanitas (silex) radioláricas en su parte
más profunda.
3. Rocas ígneas como el gabro, en forma de diques, y las extrusiones
de lavas almohilladas se formaron bajo el mar, al fin del cretácico.
Estas rocas ígneas parecen marcar el inicio de un período
orogenético (de formacion de montañas).
En base a estas consideraciones iniciales los geólogos esbozaron un modelo
estructural, el cuál sugería una historia muy interesante. En efecto, la combinación
de observaciones de campo hechas por Eng y Bernardo y los estudios
petrográficos y petrológicos de las rocas ígneas hechos por los laboratorios de la
empresa en Maracaibo y Europa indicaban que en la zona predominaba una
asociación definida como ofiolítica, es decir, rocas ígneas básicas (ricas en calcio
y magnesio), sedimentos carbonáticos y silíceos con radiolarias y, muy importante,
las lavas almohadilladas. Esta asociación de rocas era típica de lo que en esa
época los geólogos llamaban un borde de Eugeosinclinal. Hoy, los geólogos
modernos quizás lo llamarían un punto de subducción entre dos placas tectónicas.
Esta hipótesis de trabajo explicaba con mucha elegancia la presencia de bloques
alóctonos de estas rocas embutidos en las lutitas del terciario, un período
geológico de sedimentación mas tranquila hacia la Cuenca. La región de
Siquisique- Los Algodones parecía ser un punto de contacto geológico entre una
plataforma más tranquila (Lara Occidental y Trujillo) y una región con procesos
orogenéticos mas activos ( Falcón y nordeste de Lara).
Cuál era el valor práctico de esto, aparte del placer que sienten los geólogos por
hurgar en la historia de la Tierra? La respuesta es sencilla. Si esta hipótesis fuese
correcta, las rocas de edad cretácica en el subsuelo de Falcón estarían más o
menos metamorfizadas y no ofrecerían un objetivo petrolífero de interés. Pero, si
Siquisique representase un inmenso bloque alóctono embutido en los sedimentos
80
del terciario, tal y como ocurre hacia el sur del estado Lara, en Bucarito, entonces
sería posible esperar que los sedimentos del cretácico en el subsuelo de Falcón
pudiesen estar representados por facies (características) de plataforma, las cuáles
son generadoras y almacenadoras de petróleo. La respuesta a esta interrogante,
que sepamos, aún permanece en suspenso. La pregunta es aún válida:
¿perforamos o no un pozo en la Cuenca de Falcón en búsqueda del cretácico en
facies de plataforma?.
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81
visitante de otro “planeta”. Es el hermoso y terrible vínculo que se estableció entre
el zorro y el Principito. El vínculo es hermoso pero lo terrible es que no puede
durar pues el visitante debe partir. Y entonces, ¿cómo quedan todos los zorros
domesticados sentimentalmente por los visitantes?. ¿Cómo quedan esos zorros
quienes han aprendido a “amar” a quién ahora debe partir? La responsabilidad del
visitante es muy grande y su capacidad de hacer daño sin darse cuenta es
también grande. Sin quererlo la presencia de Bernardo creó expectativas entre
algunos habitantes del pueblo que jamás iban a concretarse. Pero hay mucho más
en esto. Nadie puede intervenir sin ser a su vez intervenido, nadie puede poseer
sin ser poseído, nadie puede jugar a ser Dios. Bernardo, al salir de Siquisique,
dejó allí para siempre un trozo de sí mismo. Y esto le sucedió en cada sitio donde
fue, en cada pueblo, en cada aldea. Eso de ir dejando pedazos de sí mismo en
todas partes lo hizo amar entrañablemente a su país y a la sencilla y abierta gente
venezolana, cuyo recuerdo siempre habitaría en su corazón.
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sacándome las garrapatas. Y, para esto estudié tanto?” Estos pensamientos eran
rápidamente neutralizados por la convicción de estar haciendo algo importante.
El Grupo contrató a un baqueano pero su contratación resultó una
experiencia dolorosa. Cuando Eng y Bernardo llegaron a la puerta de la casita de
Don Venancio Pacheco, para contratarlo como guía, el hombre salió a recibirlos y
les dijo que en ese momento no podía atenderlos pues estaba ocupado. Los
geólogos no comprendieron como una persona que debía necesitar ingresos
adicionales parecía rechazar la oportunidad. Por lo tanto, Bernardo insistió: “¿Es
que no desea trabajar con nosotros, Don Venancio?” El hombre lo vio en silencio
por unos segundos y Bernardo se dio cuenta de que había estado llorando.
Finalmente respondió: “Perdonen… pasen adelante, por favor”.
La casa-rancho de Don Venancio tenía tres ambientes: sala, cocina y
dormitorio. El sanitario estaba afuera de la casa y no era más que un hoyo
medianamente profundo, semi-oculto por unas ramas de cují. En el centro de las
sala se encontraba sobre una mesa, rodeada de potes de leche convertidos en
floreros, una niña muerta. Al lado de la mesa, sobre una tabla, Don Venancio
estaba terminando de hacer el ataúd. La niña tenía puesta una pequeña guirnalda
de flores silvestres y las moscas comenzaban a posarse en ella. En la cocina se
encontraba la mujer de Don Venancio y dos hijos, de unos 9 y 10 años. Don
Venancio les dijo a los geólogos: “No puedo comenzar a trabajar con ustedes
antes de enterrarla. Se nos murió esta madrugada y no tuve tiempo de pedir
ayuda. De aquí al dispensario de Churuguara son casi cuatro horas a caballo”.
Don Venancio parecía estar disculpándose ante los geólogos por la muerte de la
niña!
Eng se afectó mucho. Como piloto de guerra en Indonesia seguramente
había causado muertes pero nunca las vio de cerca. Bernardo, por su parte, nunca
había visto un niño muerto. La niña, rodeada de cirios y flores, parecía un ángel.
En efecto, así la consideraban los padres y hermanos. En ese momento
comenzaban a llegar al rancho algunos vecinos del lugar, gentes quienes vivían
en varios kilómetros a la redonda y quienes se habían enterado del hecho de la
manera casi milagrosa como se difunden las noticias en el campo. Venían con
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botellas de aguardiente y con algunos instrumentos musicales, con toda la
intención de “bailar” al nuevo angelito. Para nuestra gente del medio rural la
muerte de un niño frecuentemente era un motivo de regocijo más que de llantos,
porque representaba la adición de un nuevo ángel al ejército de Dios. El profundo
dolor de los padres tenía que competir con la alegría entre los menos allegados,
una alegría dictada por las costumbres. Al ver llegar a sus amigos y vecinos a
celebrar su desgracia, Don Venancio Pacheco sonreía entre sus lágrimas.
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Días después Don Venancio inició sus labores como baqueano del Grupo
Geológico. A veces caminaba con los geólogos, a veces señalaba el camino
trotando delante de los geólogos sobre su pequeño caballo. Bernardo lo
observaba cabalgar erguido, como un general al mando de sus tropas, enérgico y
confiado en su conocimiento de la zona. Apenas tenía una pequeña casa, su
mujer- ya no tan joven - dos hijos y su caballo pero cabalgaba por todos esos lares
como si le perteneciesen. Y, en muchos sentidos, así era. Cuando Bernardo se lo
comentó, contestó: “Dr. Bernardo, cuando salgo en mi caballo a recorrer la
serranía soy libre como el viento. Tengo todo lo que necesito…. casi todo”,
rectificó, pensando sin dudas en su niña. Y añadió: “No soy como Don Antonio, el
dueño de estas fincas, quién vive como un recluso, asustado por lo que harán sus
hijos con el dinero cuando él se muera”.
Eng y Bernardo debieron visitar a Don Antonio, a pedirle permiso de
manera oficial, como lo exigía el protocolo de la empresa, para andar por sus
tierras. El día de la visita lo encontraron sentado a la mesa. Estaba sin camisa,
sentado en un rústico butaque, inclinado sobre un plato de sopa grasienta, en
torno al cual revoloteaban las moscas. Don Antonio sorbía ruidosamente su sopa
mientras utilizaba la mano libre para espantar moscas. Sin embargo, una había
logrado suicidarse en la sopa y Don Antonio ya la estaba pescando, en el
momento en el cuál los geólogos entraron. De la cocina al comedor viajaba
repetidamente una rolliza mulata quién parecía hacer las veces de cocinera, ama
de casa y compañera, quizás hasta de madre de algunos de sus hijos. El aspecto
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de la mujer era tal que difícilmente pudiera pensarse en que Don Antonio hubiese
intentado tener más de un hijo con ella, aunque, por supuesto, hay para todos los
gustos.
En la breve conversación que Bernardo sostuvo con Don Antonio, mostró
curiosidad por saber cuánto ganado tenía. Y Don Antonio le respondió: “No estoy
seguro, doctor. Más de 3000 cabezas. Ellas andan por ahí y no llevo la cuenta. Es
mucho el vecino que ha comido carne de mis vacas. Mis muchachos viven todos
en Barquisimeto, en grandes quintas, gastando el dinero que yo he hecho con
duro trabajo. Yo prefiero vivir aquí con mis vacas. Cada vez que voy a
Barquisimeto regreso mas disgustado con aquella manera de vivir. Aquella gente
no hace más que beber, comer y hablar pendejadas de los vecinos”. Y agregó:
“Mire Dr. Bernardo, claro que pueden andar por mis tierras. Y si necesitan una
buena ternera, me la piden y yo se la doy. Eso sí, si encuentran petróleo tienen
que hablar conmigo para negociar. Aquí han venido otros técnicos, inclusive unos
“musies” y me han dicho que en mis tierras hay mucho petróleo. En Urucure hay
un mene.” Bernardo regresó al campamento convencido de que Don Antonio era
un buen negociador pero no era un hombre feliz
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Todos los días, excepto los domingos, cuando Eng trataba de irse a misa, si
alguna iglesia le quedaba cerca, los miembros del grupo geológico bajaban del
campamento situado en el tope del cerro Las Tinajitas y estudiaban las diversas
quebradas de la zona. Al llegar a cada afloramiento lo estudiaban, describían la
litología, tomaban muestras y medían buzamientos, rumbos y espesores, cuando
las secciones estratigráficas así lo ameritaban. Cada quebrada terminaba por
unirse a la quebrada La Torta, desde donde emprendían el regreso hacia el
campamento, caminando cerro arriba. A medida que pasaban los días y las
semanas, Bernardo había comenzado a dudar de su capacidad para el trabajo a
mediano y largo plazo. Los aspectos técnicos ya eran complejos pero el esfuerzo
físico era extenuante. Eran caminatas diarias de 15 o más kilómetros, cerro abajo,
cerro arriba, bajo el sol inclemente o lluvias generalmente torrenciales y de poca
duración pero en ocasiones tormentosas, con rayos aterradores. El constante
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esfuerzo físico ponía a prueba su voluntad. Eng era de frágil apariencia pero
poseía una naturaleza estoica, sin duda influenciada por su fe religiosa. Bernardo
era un joven con otros intereses y, con frecuencia, pensaba que, al estar haciendo
lo que hacía, estaba perdiendo un tiempo precioso que hubiese podido usar en
tantas otras cosas más agradables. La fatiga de Bernardo era más mental que
física. Las ocasiones en las cuáles se sentía incapaz de dar un paso más
coincidían frecuentemente con sus fantasías de estar en un ambiente civilizado,
con aire acondicionado, quizás dictando órdenes a una secretaria de bellas
piernas. Los condones que había adquirido en Maracaibo estaban intactos. Por las
mañanas Bernardo debía hacer un gran esfuerzo para levantarse y ponerse las
botas en unos pies siempre ampollados y adoloridos.
De noche, en los breves momentos de reflexión que precedían al sueño,
esos momentos por los cuáles Jorge Luis Borges se mostraba agradecido,
Bernardo pensaba con alguna nostalgia en sus años liceístas y universitarios.
Quizás, pensaba, he debido ser un filósofo, excepto que la filosofía no parecía ser
una profesión. La geología fue el compromiso entre la ingeniería y la filosofía. La
geología tenía tanto de imaginación como de medición. Un famoso geólogo había
dicho que “el petróleo se encuentra en la mente de los hombres”. Pero nadie había
preparado a Bernardo para el componente físico de la tarea. Las caminatas
interminables, las dolorosas ampollas, las garrapatas, la sed crónica (no hay nada
mas insatisfactorio que el agua tibia de una cantimplora), la carencia de una ducha
caliente, el tener que guindarse de un mecate, al aire libre, sobre un hueco lleno
de cal, para hacer sus necesidades corporales. La dieta de chivo asado, yuca frita
y huevos, la casi total carencia de contacto con el mundo “civilizado” por largas
semanas, el celibato forzado que lo hacía ver dulcineas en cada niña mugrienta de
las montañas, el viejo radio “Grundig” que apenas captaba las estaciones de radio
evangélicas de Bonaire, todo ello configuraba un poderoso síndrome de
aislamiento que lo descorazonaba.
En esos momentos Bernardo terminaba preguntándose: “¿Qué carajo
hago aquí?…. ¿Qué significa todo esto? …pero, si no lo hago yo, alguien lo va a
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tener que hacer”. Y poco a poco una respuesta a estas dudas fue consolidándose
en su interior.
En la obtención de esa respuesta Bernardo recibió el estimulo de sus obreros. El
grupo de cinco hombres que lo acompañaba estaba formado por venezolanos
sencillos, de extracción rural, con todas las virtudes y los defectos que suelen
tener estos hombres. Ernesto Meléndez, el caporal, tenía unos sesenta años,
anciano en la definición del término en la Venezuela de hace más de medio siglo.
Y sin embargo, Ernesto volaba en los cerros, caminaba sin dar muestras de
cansancio y poseía un sentido de la orientación que hacía palidecer de envidia a la
brújula de Bernardo. Era un líder nato y manejaba su pequeña tropa con gran
sentido de autoridad y justicia. Un día Ernesto le pidió un permiso de una semana
a Bernardo para asistir al matrimonio de su hija, quien se casaba en Dabajuro. Al
cabo de una semana regresó, silencioso, cabizbajo, deprimido. Bernardo creyó
conveniente hablar con él. Ernesto le contó que había ido a Dabajuro y visitado al
cura para arreglar todo lo pertinente al matrimonio de su hija. En esa conversación
el cura le preguntó si él estaba casado por la iglesia y Ernesto le dijo que tenía 40
años viviendo con su mujer, en total armonía y felicidad. Sin embargo el sacerdote
le comunicó que no casaría a su hija a menos que los padres también se casaran,
ya que estaban viviendo “en pecado mortal”. Ernesto debió casarse con su mujer
de 40 años, el mismo día que su hija, frente a sus amigos, sintiéndose
horriblemente desgraciado. “Ahora me siento como preso, Dr. Bernardo… me
siento muy mal”. Y, en efecto, le tomó semanas enteras a Bernardo inyectarle a
Ernesto parte de la auto-estima perdida.
Cipriano Sánchez era quien portaba las muestras de roca recolectadas por
Bernardo. No era raro que, al final del día, la mochila de Cipriano pesase más de
30 kilos. Era un hombre fornido, nunca decía palabra, leal y muy mujeriego. Un día
sábado en la tarde, día de asueto, se presentaron al campamento de Las Tinajitas
un par de policías para decirle a Bernardo que Cipriano estaba atrincherado en
una bodega de Urucure y amenazaba con prenderle fuego si no lo dejaban
tranquilo. Cipriano estaba tomando licor y se había tornado violento. Tuvo que ir
Bernardo hasta Urucure y hablarle. Cipriano lo respetaba y obedeció al instante.
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Muy a su pesar Bernardo lo envió de regreso a Maracaibo, donde fue despedido.
Bernardo lo sintió doblemente porque Cipriano le había salvado la vida en Agua
Clara, en una pequeña bodega donde habían llegado a tomarse unos refrescos.
Cuando Cipriano le preguntó en voz alta a Bernardo que deseaba tomar,
llamándolo por su apellido, un hombre que se encontraba allí se le fue encima a
Bernardo con un cuchillo. Fue Bernardo quien paró el golpe y neutralizó al
hombre. Una vez sometido, el hombre explicó que un Dr. Mateos, de Coro, había
torturado a un hijo suyo en los sótanos de la Seguridad Nacional y que él había
pensado que ese hombre era Bernardo. Todos los obreros al servicio de Bernardo
lo querían, lo protegían y le hicieron sentirse orgulloso de su gente.
La respuesta, por lo tanto, tuvo mucho que ver con el amor que Bernardo había
desarrollado por la gente pequeña del país, con su progresivo vínculo espiritual
con la geografía y la realidad social de su país. No era un amor ciego, ese que
tiene más que ver con patrioterismo, sino un amor que reconocía las
imperfecciones del país y de la gente. Era más bien compasión por los
venezolanos pobres, ignorantes, débiles, dependientes, entregados de antemano
a una existencia marginal, en ocasiones rayana en lo animal. Era necesario,
pensaba Bernardo, probarle a estos venezolanos que podemos hacer lo que
debemos hacer. El debía convertirse en un ejemplo, para la gente que lo rodeaba,
de lo que un venezolano común, de extracción social modesta, podía hacer y
podía llegar a ser. Tenía que perseverar, tenía que llegar a triunfar en su carrera.
Esta era la respuesta. Cada vida, intuyó Bernardo, debe ser, en última instancia,
una lección, herramienta de educación ciudadana. Y su vida no debía ser
diferente. Bernardo seguiría cansado, con sus pies ampollados, pero ya nunca
más dudaría de la importancia de lo que estaba haciendo. Cada paso que daría de
allí en adelante tendría un claro propósito.
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Al finalizar el trabajo en Las Tinajitas el Grupo Geológico #3 regresó a Maracaibo
a escribir el Informe Geológico final sobre la región de Siquisique. En Maracaibo
Bernardo se dedicó a compensar por las privaciones sufridas durante sus largos
meses en el campo. Encontró a su regreso una apreciable cantidad de dinero
represado en su cuenta, más de 20000 bolívares. Lo primero que hizo fué invitar a
una amiga a bailar al Hotel Del Lago y gastar, entre comida y champaña, casi 800
bolívares. Ya Verónica se había casado, como lo había pronosticado, y le era
totalmente fiel a su marido. Bernardo debió comenzar la búsqueda de una nueva
relación, lo cual no era difícil para un profesional joven. Encontró no una sino
varias muchachas dispuestas a hacerlo. Cuando hay varias relaciones no hay
ninguna relación. Solo contactos efímeros, como el que tuvo con Nadia. Nadia era
una joven andina, obsesionada por el sexo. Cuando Bernardo la llevaba en su
auto, en pleno día por las calles y avenidas de Maracaibo, Nadia se acostaba en el
asiento y se tragaba a Bernardo, lo cual estuvo en varias oportunidades a punto
de causar un serio accidente. Nadia se reía a carcajadas. Le decía a Bernardo que
había sido un tío en San Cristóbal quién la había iniciado en esas tareas y que era
lo que más le gustaba hacer. Con Bernardo se divertía y nunca habló de
matrimonio, nunca aceptó su dinero. Todo lo que quería era divertirse con él,
devorarlo una y otra vez. Siempre le decía que prefería hacerlo cuando iban por la
Avenida 5 de Julio, Bernardo nunca supo la razón. Pero también lo disfrutaba en el
cine o en el pequeño apartamento que Bernardo había alquilado.
Muy diferente fue su también breve relación con Moraima, una
joven tímida y temblorosa, sexualmente reprimida. Esta relación tuvo un
componente cerebral mucho más acentuado y Bernardo la disfrutó tanto como la
otra, quizás de una manera no enteramente “normal”. Era un juego del gato y el
ratón. El gato sentía placer de ver al ratón temeroso y deseando hacer lo que no
se atrevía a hacer, temor y deseo, inhibición y ganas. Bernardo le tomaba la mano
y ella se resistía dulcemente. Bernardo le retiraba la mano, comenzaba a decirle
algunas cosas al oído y veía como Moraima comenzaba a luchar internamente y
como daba señales de excitación. Entonces Bernardo sentía que podía tomarle la
mano de nuevo y ponerla sobre su erección y dejarla allí, sola, sin coacción.
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Entonces Moraima lo acariciaba y lo veía con ojos húmedos. Bernardo le abría las
piernas con una brusquedad rayana en el sadismo, hasta llegar el pequeño lago
en el cuál nadaba el clítoris. Ya entonces Moraima se entregaba, pero hasta allí
llegaba Bernardo. Nunca pasó de las caricias que llevaban a ambos a orgasmos
violentos. Bernardo sabía que ella no era para él. No la amaba pero la quería y la
respetaba. Sin embargo, Moraima siempre pareció resentirse de que Bernardo no
hubiese llegado con ella hasta el final. Es probable que hubiese llegado a odiarlo.
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Las semanas que precedieron a la caída del dictador Pérez Jiménez encontraron
a Bernardo en Maracaibo. Formaba parte de una pequeña célula subversiva que
distribuía panfletos contra el gobierno. Bernardo escribía los “manifiestos”, se
imprimían en un cuarto del Hotel “Detroit” con la colaboración del gerente del
hotel y los distribuían en varios puntos de la ciudad. Una tarde, después de su
trabajo, Bernardo se encontraba en una esquina del hotel repartiendo
selectivamente sus panfletos. Un hombre se le acercó y le dijo: “me puedes dar
uno de esos papeles que tienes allí?”. Bernardo negó de inmediato que tuviese
papeles para distribuir pero el hombre sonrió: “tengo dos horas observándote”.
Bernardo fue llevado a la cárcel de Maracaibo, donde fue puesto en una pequeña
celda, incomunicado. Solo tenía lo que llevaba puesto. Nadie se ocupó de él por
dos días. A los dos días fue sacado al patio central donde los presos recibían el
sol de la mañana. Comenzó a pensar que sus familiares y la empresa lo estarían
echando de menos.
Esa tarde recibió un paquete. Contenía cigarrillos, camisa y pantalones limpios,
cepillo y pasta de dientes y una nota del abogado de la empresa en la cual le
decían que estaban tramitando su libertad. En efecto, al día siguiente, mientras
estaba en el patio central, oyó el grito: “Mateos, con sus corotos”. Al presentarse
en la oficina se encontró con el abogado de la empresa, quien lo esperaba para
llevarlo a su casa.
Esta experiencia, con todo y lo desagradable, no fue ni remotamente lo trágica que
pudiese haber sido. Durante la dictadura de Pérez Jiménez miles de opositores
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fueron torturados en las cárceles y muchos fueron muertos a manos de los
esbirros del régimen. El padre y los tíos de Bernardo habían sido apresados en
uno u otro momento de esa dictadura. Cuando Bernardo fue capturado ya el
dictador estaba en sus últimos días en el poder. Su policía había perdido la
sensación de impunidad que los había acompañado por años y ahora se daban
cuenta de que sus acciones serían castigadas. Ya no torturaban o mataban, solo
retenían.
Hacia finales de Enero 1958 Pérez Jiménez se tambaleaba. Había nombrado un
gabinete de último recurso, en el cuál figuraba un militar poco educado, el General
Néstor Prato, nada menos que como Ministro de Educación. El país se levantaba
masivamente contra la dictadura. Una mañana Bernardo se unió a una masa que
se dirigía a la cárcel de Maracaibo soltar a los presos políticos, entre quienes se
encontraba Jesús Paz Galarraga. La muchedumbre llegó a las puertas de la cárcel
y el Director envió un emisario a pedirle que un grupo de tres o cuatro de los
“líderes” fuesen a hablar con él. Bernardo se había colocado en primera fila y fue
seleccionado como uno de sus integrantes. En su oficina el Director les dijo que
veía el propósito de ellos con simpatía, que comprendía la situación del país y que
solo esperaba una autorización de Caracas para proceder a soltar a los presos.
Les pedía una tregua de dos horas, la cual fue aceptada por los manifestantes.
Mientras la muchedumbre esperaba llegó un convoy de guardias nacionales
armados con fusiles, quienes se colocaron rapidamente frente a los manifestantes.
El Director los había llamado, nunca había tenido la menor intención de soltar a los
presos. Desde la muchedumbre comenzaron los gritos. Al lado de Bernardo un
heladero que portaba una bandera de Venezuela gritó: “Muera Pérez Jiménez” y
avanzó. Toda la línea avanzó con él, se movió hacia adelante gritando consignas.
Desde el grupo de los guardias nacionales surgieron disparos y varios
manifestantes cayeron. El heladero cayó muerto, sin soltar su bandera. De
repente, sin embargo, la línea de la guardia se quebró y dejó pasar a los
manifestantes, quienes parecían decididos a morir pero no a abandonar su
objetivo. La muchedumbre penetró como un rio desbordado en la cárcel, sin
encontrar oposición. Algunos de ellos se dedicaron a abrir las celdas y liberar los
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presos, otros encontraron al Director de la cárcel escondido en un baño y lo
arrastraron hacia la puerta donde pretendieron lincharlo, siendo contenidos por
Bernardo y algunos otros convertidos en líderes. El cuerpo del heladero
permanecía en el suelo, frente a la cárcel, de cara al cielo, mientras los presos
salían lentamente de la cárcel, saboreando la libertad que había costado muertes
y heridos.
Al día siguiente Bernardo leyó en la prensa de Maracaibo una versión del evento.
Aparecían las fotos de líderes políticos regionales quienes, sin haber estado allí,
se habían convertido milagrosamente en los héroes de la jornada. Nadie más
aparecía. Se mencionaban los muertos de manera anónima, no identificados.
Bernardo recordó la cara del heladero muerto, con sus ojos abiertos a un sol que
ya nunca contemplaría. Y sintió una profunda compasión y un profundo asco.
Jamás militaría en un partido político.
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Finalizado el informe final sobre Siquisique y con sus ahorros un tanto mermados
por los excesos de la vida en la ciudad, Bernardo fué encargado del Grupo
Geológico #3 para ir a estudiar la geología de la región entre Barquisimeto, Bobare
y Quíbor, una zona muy árida y de geología muy compleja, la cuál tambien se
encontraba bajo estudio por grupos de la Universidad de Princenton, los alumnos
de Harry Hess. Los estudios de Hess y sus grupos tenían un objetivo regional más
académico que comercial. Se trataba de conectar la geología de la Cordillera de la
Costa y las rocas metamórficas del Norte de Venezuela con la geología del
Caribe. Ya en aquellos años se comenzaba a hablar, más y más, de placas
tectónicas. La zona Norte de Venezuela parecía corresponder a un punto de
contacto, de sutura, entre dos placas tectónicas. El enfoque que los grupos de
Princenton le daban a sus estudios era de naturaleza estructuralista mientras que
Hans Glaser y su grupo de geólogos petroleros estában más orientados hacia la
investigación estratigráfica. Esa diferencia de enfoques llevaría los geólogos
petroleros a fascinantes polémicas con los geólogos académicos de Princenton.
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En especial, los geólogos de Princenton (sobre todo Bushman) comenzaron a ver
las relaciones entre rocas de edades diferentes en la zona de Barquisimeto como
contactos estructurales, lo cual los llevaba a elaborar mapas de una gran
complejidad estructural, con centenares de fallas como explicación a los contactos
anómalos, en los cuales la secuencia estratigráfica normal se encontraba
invertida. El grupo petrolero había desarrollado la hipótesis de la aloctonía
gravitacional, según la cuál estas relaciones se debían a deslizamientos
submarinos de rocas más antiguas de borde de cuenca hacia los sedimentos más
jóvenes que se depositaban en el centro de la cuenca. Este fenómeno era similar
al que se puede observar hoy cuando rocas y sedimentos de los cerros van a caer
al valle y encuentran reposo al lado de sedimentos muchos mas jóvenes. Tales
deslizamientos dieron origen a los bloques alóctonos (venidos de otro sitio)
embutidos en sedimentos más jóvenes. Trabajando en paralelo con los geólogos
petroleros, los geólogos del Ministerio de Minas encontrarían fenómenos similares
en la región de Carora. La hipótesis de aloctonía fue aceptada como la que mejor
explicaba las relaciones de campo, lo cual no quiere decir que la contribución de
los geólogos de Princenton no fuese valiosa. Todo lo contrario. El trabajo de
Princenton echó las bases de las modernas ideas geológicas sobre placas
tectónicas y contribuyó a que Harry Hess se convirtiese en un geólogo casi
legendario.
Durante su estadía en la zona de Barquisimeto Bernardo hizo algunos
conocidos muy especiales. En la pensión situada en plena ciudad, adonde iba
algunos fines de semana para descansar un poco del trabajo de campo, Bernardo
conoció al señor Manolo, de unos 60 años de edad, barba sal y pimienta, vivaz y
de risa pronta, aunque un tanto frágil de aspecto. A la hora del desayuno, la
dueña servía a los huéspedes arepas, caraotas negras, yuca frita y queso blanco
rallado. Sin embargo, al señor Manolo le llevaba una gran fuente de frutas frescas,
casi todas criollas pero con una que otra pera o racimo de uvas. Al tener cerca las
frutas, el señor Manolo comenzaba a hacer gestos apreciativos y comentarios
elogiosos. “Qué maravilla de melón. Que delicadeza de lechoza” y cortaba un
pequeño pedazo de la fruta y la paladeaba lentamente, con aire de gran
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satisfacción. Inevitablemente algún comensal cercano, en ocasiones Bernardo
mismo, le pedía un pedazo de aquella maravilla y el señor Manolo, con aire
resignado y aparentemente haciendo un claro sacrificio, le cambiaba al comensal
un trozo de melón o de lechoza por un par de arepas con caraotas negras.
Un fin de semana Bernardo retornó a la pensión y no vió al señor Manolo. Al
preguntar por él la dueña, llorosa, le dijo que había muerto. La dueña le explicó
que la salud de Manolo era muy precaria, que sus riñones estaban en pobres
condiciones. El médico le había impuesto una dieta muy estricta y el era un mal
paciente. Se había rebelado y había dicho que prefería morir en sus términos,
viviendo como siempre había vivido. Después de desayunar en la pensión se iba a
recorrer las casas adyacentes, donde todos lo conocían y apreciaban, y donde se
desayunaba dos o tres veces más.
Para sorpresa de Bernardo, la muerte de Manolo tuvo repercusión nacional.
Había sido un conocido humorista. Cuando joven, había sido enviado por varios
años al castillo de Puerto Cabello por Juan Vicente Gómez, con pesados grillos en
los tobillos. De la prisión salió, si no loco, tampoco muy cuerdo. Le fue difícil
reintegrarse a la vida normal de la sociedad. Escribía chistes y poesía humorística
para diferentes revistas bajo el seudónimo de Anésimo Onato. Adoraba a las
mujeres y besaba cada joven bonita, o fea, que encontraba en la calle. No
contribuía a mantener su hogar de manera regular pero de vez en cuando se
aparecía en su casa con costosos regalos, producto de haber vendido algún libro
raro. Viajaba constantemente por toda Venezuela, a veces a pié. En una ocasión
llegó hasta las colonias penales de El Dorado, con un busto de yeso debajo del
brazo. Convenció a los presos, criminales de alta peligrosidad, que el busto
representaba a Bolívar y se los vendió para ser colocado en la plaza central del
penal. Manolo contaba su hazaña riéndose a carcajadas. En una ocasión se fue a
Argentina acompañando a un caballero mayor y aún menos cuerdo que él. El
oficial de inmigración en Buenos Aires le preguntó la razón por la cual el caballero
decía llamarse Alberto cuando el pasaporte lo identificaba como Juan. El señor
Manolo se le acercó al oficial y le dijo, casi al oído: “Es que es loco!”.
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Después de haber llevado al caballero a su destino con relativa felicidad, el señor
Manolo se encontró sin dinero en Buenos Aires. Sin amilanarse le escribió un
poema a Evita Perón, quien, encantada con él, le facilitó el pasaje de regreso a
Venezuela. Al regresar a Venezuela, Manolo reinició su vida nómada, con un
juego de cartas en el bolsillo, haciendo trucos y hablando de todo y de todos para
la alegría de sus oyentes. El señor Manolo vivió y murió en sus términos, haciendo
feliz a mucha gente.
En Quíbor, Bernardo hizo otro contacto importante. Allí conoció a Marta, la hija
del médico del pueblo. Se repitió, como en Siquisique, el síndrome del Principito y
el Zorro. Peor aún, el del Principito y dos zorros. El Principito era el geólogo que
llega al pueblo, alquila una de las mejores casas del pueblo y se instala allí con los
miembros de su Grupo geológico. A pocas cuadras de distancia vivía el médico
con sus dos hijas: 17 y 13 años. Las jóvenes comenzaron a pasearse frente a la
casa del geólogo. El primero en notar las maniobras fué el caporal, Ernesto. En el
poco complicado mundo de Ernesto todas las mujeres eran cacería y, cuando se
acercaban al hombre, era porque querían que el hombre las cogiese. Tan sencillo
como eso. Esa había sido su experiencia en el pueblo de Falcón donde había
crecido. En Quibor, Ernesto desarrolló la hipótesis de trabajo de que a la
muchacha de 15 o más años había que cogerla y llevársela del pueblo y así se lo
planteó con todo candor a Bernardo. “Tiene que sacársela, Doctor” fueron los
términos utilizados. Bernardo se aterrorizó con semejante sugerencia. Trató de
explicarle a Ernesto que él era el representante de la empresa en Quíbor, que no
podía actuar al margen de esa representación. Ernesto lo escuchó con gran
respeto, con una media sonrisa que parecía decir: “Que necio es este doctorcito”.
Al final, le dijo: “Usted manda Doctor. Pero lo que ella quiere es que usted se la
tire. Eso se le ve en los ojos”. Y agregó: “ ¿se fijó en la hermanita? También anda
buscando pelea, Doctor. Las mujeres nacen aprendidas. Si ellas quieren y usted
las respeta serán sus enemigas hasta la muerte. Pero si usted se lo propone,
aunque no quieran o puedan, se lo van a agradecer”.
Al caer la tarde Bernardo acostumbraba dar un breve paseo por el pueblo. Al
cabo de varios días las hermanas caminaban su misma ruta y se cruzaban con él.
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Poco a poco fueron acercándose hasta que, un día, se sentaron en un banco de la
plaza junto a él. El banco estaba bajo un enorme cotoperí, cuya frondosidad
convertía la caída del sol en noche oscura. Marta lo miró con sus grandes ojos
negros y le confesó que quería irse del pueblo, que no se sentía bien allí y
deseaba que alguien se la llevase muy lejos. La hermanita la escuchó y repitió
casi las mismas palabras. Bernardo las escuchaba sin decir palabra y, al final,
balbuceó algo sobre la necesidad de que ellas esperaran un poco antes de
abandonar a sus padres, se excusó y las dejó en la plaza mientras él regresaba a
la casa del campamento. Días mas tarde, sin embargo, cuando Bernardo fue al
cine, las hermanas entraron y se sentaron a su lado, una de cada lado. Marta, la
mayor, le tomó una mano mientras la pequeña le tomaba la otra. Para asombro de
Bernardo, la pequeña comenzó a acariciarle entre los muslos. Al notar Marta lo
que hacía su pequeña hermana, le metió un fuerte golpe por la mano, el cual hizo
chillar a la pequeña. De inmediato ardió Troya, las dos niñas se empezaron a
insultar. Bernardo se paró precipitadamente y abandonó el local mientras la
algarabía de las jóvenes obligaba a la momentánea interrupción de la función.
Bernardo llegó sudando a la casa del campamento y llamó a Ernesto. Le dijo:
“Ernesto, mañana a primera hora salimos de aquí. Dejaremos a dos de tus
hombres y a Eutimio con la misión de levantar el campamento y arreglar el pago
del alquiler pendiente. Nosotros nos vamos para Bobare a buscar un sitio para el
nuevo campamento”. Ernesto lo miró y le preguntó: “Y… las muchachas ¿las va a
dejar aquí?”.
Bernardo ni siquiera se dignó contestarle.
En la madrugada Ernesto y Bernardo salieron de Quíbor casi en
forma clandestina. Bernardo solo regresaría 20 años después, cuando ya Marta y
su hermanita se habían casado, sus libidos se encontraban misericordiosamente
adormecidas y habían seguramente olvidado su pelea en el cine. Por si acaso, se
puso anteojos oscuros.
Después de finalizar su trabajo en la región de Barquisimeto,
Bernardo y su grupo geológico pasaron a investigar la geología de Mene Grande.
Luego se mudaron al eje Dabajuro-Bariro, Sabaneta, Agua Clara, Pedregal,
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Paraguaná y Churuguara. Bernardo permaneció tres años haciendo trabajo de
campo, hasta que un día fue llamado a la oficina de la empresa en Caracas y
promovido a geólogo regional.
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VII.
DE GEÓLOGO DE CAMPO A GEÓLOGO REGIONAL.
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Eventualmente se convertiría en un generalista, quien debe poseer un sólido
entrenamiento geológico con una visión amplia del negocio y de la relación del
negocio con la empresa y con el país. La empresa poseía un sistema de
evaluación de personal que permitía la temprana identificación de aquellos
empleados de vocación y habilidades para ser especialistas o generalistas. Una
vez efectuada esta identificación el empleado era objeto de una planificación de
carrera, la cual establecía los pasos necesarios para que el empleado pudiese
concretar su vocación dentro de los planes más amplios de la empresa. Ya
Bernardo había sido objeto de esta planificación y se le observaba, dentro de la
empresa, como alguien destinado a ser un gerente, no un especialista.
La tarea inicial de Bernardo como geólogo regional fue la elaboración
de una evaluación integral de la Cuenca de Falcón, incluyendo la zona del Golfo
de Venezuela, la cual comenzaba a recibir mucha atención de las empresas y de
los gobiernos de Venezuela y Colombia.
Falcón es un paraíso geológico. La vegetación es escasa y la topografía revela
con bastante fidelidad la actitud geológica de las rocas. Desde la Vela de Coro, al
este hasta el río Lagarto, al oeste, la geología del norte de Falcón es un libro
abierto, en el cuál pueden leer fácilmente hasta los estudiantes de primer año de
geología. Los cerros de la zona central revelan claramente lo que allí existe en
materia de estructura. Lo que allí existe es un monoclinal hacia el norte (mono:
único, clinos: inclinación), es decir, rocas inclinadas (buzando) uniformemente
hacia el norte. Ello hace del estudio de la estratigrafía de Falcón un proceso
relativamente sencillo. Las rocas que afloran al sur son obviamente más antiguas
que las rocas que afloran al norte. Esta sencillez geológica disminuye
abruptamente hacia el oeste, al llegar al rio Lagarto, el cual fluye hacia el mar de
sur a norte y marca la línea divisoria entre dos provincias geológicas diferentes. El
lecho del rio Lagarto coincide con la traza de una falla geológica importante, la
cuál separa la plataforma geológica de Dabajuro, al oeste, de una cuenca
sedimentaria mas jóven hacia el este, cuenca que recibió grandes volúmenes de
sedimentos terciarios, mientras que la plataforma de Dabajuro representa un alto
geológico importante, en el cuál las rocas terciarias más antiguas están cercanas
99
a la superficie. Esta falla, llamada Falla de Lagarto, marca el borde de una cuenca
sedimentaria que ha recibido grandes volúmenes de sedimentos hacia el este, la
cual se proyecta dentro del Golfo de Venezuela, conformando una zona
moderadamente atractiva desde el punto de vista de la geología del petróleo,
debido a la relativa escasez de rocas madres y a la pobre calidad de las areniscas
del terciario como rocas almacén (las que pueden almacenar petróleo). Sin
embargo, a pesar de su moderado atractivo geológico, su cercanía a la prolífica
cuenca de Maracaibo ha creado exageradas expectativas de nuevas riquezas
petroleras entre los miembros de los sectores políticos de los dos países que
dicen tener derechos territoriales en la zona, Venezuela y Colombia. Ello ha
complicado innecesariamente una solución racional del problema limítrofe en el
Golfo de Venezuela, el cual aún hoy en día permanece sin aparente solución.
El estudio geológico regional que Bernardo llevó a cabo, incorporando la parte
nororiental de la Cuenca de Maracaibo, la Cuenca Occidental de Falcón, el Golfo
de Venezuela y la Península de Paraguaná, ilustra admirablemente las virtudes
del trabajo en equipo. Para elaborar sus mapas geológicos regionales, Bernardo
utilizó información obtenida por los geólogos de la empresa por más de 40 años,
por los geólogos y los geofísicos quienes habían trabajado en la región y por los
geólogos de otras empresas y de otros países quienes habían publicado sus
observaciones. Consultar los libros de campos de esos geólogos permitía leer en
ellos no solo observaciones geológicas sino botánicas, zoológicas y sociológicas.
Habían en esos libros apreciaciones sobre los habitantes de la zona y sus
costumbres, un verdadero tesoro. Una de las observaciones recurrentes de los
geólogos antiguos tenía que ver con la honestidad de la gente del medio rural
venezolano, de como se podía confiar plenamente en la gente humilde de las
aldeas venezolanas.
Los primeros estudios sobre la geología de la zona de Zulia-Falcón
se remontaban a los primeros años del Siglo XX. Eran los informes de Ralph
Arnold, el legendario geólogo de California, quien había llegado a Venezuela
contratado por la Caribbean Petroleum Company para investigar los prospectos
petrolíferos del país. Arnold tuvo poco tiempo para producir su evaluación.
100
Debemos recordar que la Venezuela de 1912 carecía de carreteras y de medios
adecuados de transporte. Las selvas y las zonas ribereñas estaban infectadas de
paludismo. Ir de un extremo a otro del país, como se le había pedido a Arnold, era
una verdadera aventura. Arnold estructuró un grupo de geólogos y agrimensores
de diversas nacionalidades: estadounidenses como Gordon y Eckes, ingleses
como Merrit y Donnelly, holandeses como Emil Dagenais, venezolanos como
Aguerrevere, Tovar Lange y Pacheco. Con este grupo Arnold exploró las regiones
mas inhóspitas del país: los pantanos del Distrito Colón en Zulia, las selvas de
Perijá, las zonas semi-desérticas de Lara y Falcón, las espesas selvas de
Monagas y Sucre. Junto con este grupo de naturalistas e ingenieros andaban
jóvenes médicos venezolanos empeñados en la lucha contra el paludismo y otros
flagelos que aniquilaban a la población Venezolana. Entre ellos estaban Enrique
Tejera y el recien graduado Leopoldo García Maldonado, quienes algunos años
después establecerían la primera política sanitaria integral del estado venezolano.
Tejera y García Maldonado llevaron la quinina y los hábitos higiénicos a muchas
de las comunidades que encontraron a su paso. Por donde pasaba Arnold seguían
Tejera y García Maldonado con la quinina, quizás la primera gran simbiosis entre
la geología y el sanitarismo en Venezuela. Salvador de la Plaza, en sus escritos,
diría que estos hombres de Arnold habían sido paseados “en hamacas por todo el
país, como visires orientales”. Rodolfo Quintero añadiría que estos geólogos
habían “destruido nuestras culturas indígenas” y solo habían llegado para
“colonizar a los atrasados venezolanos”. Los escritores marxistas del país
descargaron todo su resentimiento contra estos primeros “petroleros”. Salvador
de la Plaza había comenzado a estudiar Medicina pero luego cambió a estudiar
Derecho, se hizo comunista y dedicó casi toda su vida a defender el concepto de
la propiedad estatal de la industria petrolera. Rodolfo Quintero fue un dirigente
sindical, también comunista y gran adversario de los gerentes venezolanos
quienes laboraban en la industria petrolera.
Algún día, por supuesto, se sabrá exactamente quienes
contribuyeron mas al progreso de Venezuela y de sus habitantes: Si quienes
laboraron incesantemente en la industria petrolera para que el país pudiese tener
101
una inmensa riqueza en sus manos o aquellos, quienes desde la tribuna política o
académica, atacaron a la industria petrolera y a sus técnicos, muchas veces sin
“lavar y sin prestar la batea”.
El trabajo de integración geológica realizado por Bernardo mereció la
aprobación de la empresa. El Gerente de Exploración le informó que habían
decidido enviarlo a Holanda por un período de 12 a 18 meses, a fin de que
pudiese trabajar en la oficina de La Haya con los geólogos regionales que tenían a
su cargo el estudio de las cuencas petrolíferas a nivel mundial. Estos geólogos
estudiaban las similitudes y diferencias de los diversos sitios donde se encontraba
petróleo, tratando de establecer características comunes que pudiesen guiarlos en
la exploración de nuevas áreas. Ya para ese momento Bernardo había decidido
casarse con una joven de Maracaibo, acanelada y dulce como un níspero.
Una mañana de Septiembre de 1959 Bernardo y su esposa salieron con destino a
Holanda, apenas una década después que Bernardo había salido de Los Lagos,
un adolescente de clase media determinado a encontrar su rumbo.
Ayer me llamó mi jefe para decirme que mi estudio sobre el Golfo de Venezuela
había merecido la aprobación de Hans Glaser, de Konrad Hausmann y de la gente
de La Haya. Pensaban que era una valiosa contribución al estudio de esa zona y
que sentaba las bases para la elaboración de un programa exploratorio integral en
el Golfo, siempre y cuando esa zona estuviese abierta a la exploración de las
empresas internacionales. Esto no era probable a corto plazo, dado el complejo
problema político y de fronteras en el cual Venezuela y Colombia se encuentran
inmersos. Esta historia de los límites del Golfo de Venezuela tiene ya mas de un
siglo. Si no hubiese sido por la codicia de los políticos venezolanos el problema no
102
existiría. En efecto, durante el siglo XIX hubo un intento de establecer estos límites
de manera bilateral. El tratado Pombo-Michelena de 1833 estableció unos límites
que le otorgaban a Venezuela la mitad Este de la Guajira y, por supuesto, todo el
Golfo. Este tratado fue aprobado por el Congreso Colombiano pero fue rechazado
por los “vivísimos” congresantes venezolanos en 1840, quienes aparentemente
aspiraban a toda la península y no solo a la mitad. De manera que esta
oportunidad se perdió y el conflicto territorial debió ser sujeto a arbitraje en 1891,
con los resultados adversos a Venezuela que ya conocemos. Venezuela apenas
retuvo una franja muy estrecha de la península. El contacto limítrofe entre
Venezuela y Colombia que corre a lo largo de esa delgada franja de tierra parece
darle a Colombia derechos sobre una relativamente pequeña porción del Golfo.
Este derecho de Colombia es el que se ha convertido en la nueva manzana de la
discordia, porque los políticos colombianos y los venezolanos creen a pies juntillas
que el Golfo de Venezuela contiene grandes recursos de hidrocarburos. En este
sentido los políticos actúan en base a sus instintos y no piensan en asesorarse.
Salen a relucir en ambos países las manifestaciones patriotas y patrioteras. En
Venezuela se habla de soberanía, se recuerdan los grotescos discursos de
Cipriano Castro, aquellos donde hablaba de la “planta insolente del extranjero”.
Los ultra-patriotas nuestros publican artículos de prensa y hasta libros en los
cuales se pretende establecer que Colombia es un país usurpador. Del lado de
Colombia no faltan los ultra-patriotas quienes hablan de la necesidad de
reivindicar, a como de lugar, los derechos de Colombia sobre el Golfo. Los
venezolanos lo llaman Golfo de Venezuela. Los colombianos se refieren al golfo
de Coquivacoa. Un poco como el trágico desencuentro entre los ingleses y los
argentinos sobre las islas Malvinas o Faulkland, dependiendo de con quien se
hable. Jorge Luis Borges se refería a esta última pugna como la de dos calvos
peleando por un peine.
Creo sinceramente, después de lo que he visto y estudiado, que la parte del
Golfo de Venezuela que Colombia pudiese razonablemente reclamar como suya
es prácticamente deleznable desde el punto de vista de sus potenciales recursos
petrolíferos. Es una zona en la cual el basamento granítico y metamórfico que
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aflora en la península está muy cerca de la superficie, apenas cubierto con una
capa muy delgada de sedimentos terciarios. En teoría sería un buen sitio para
esperar trampas estratigráficas, constituidas por las capas que se adelgazan
contra el alto geológico, pero cualquier petróleo que haya podido formarse en el
centro de la cuenca y migrado hacia ese borde, debe haberse disipado durante el
considerable tiempo en el cual el alto geológico estuvo abierto a la erosión. Esto
no es algo que yo pudiera explicarle a un político venezolano o colombiano, con
una razonable expectativa de ser, primero, entendido, y segundo, creído. Y si me
entendieran y me creyeran, dudo mucho que utilizarían esa información para
establecer las bases de un acuerdo limítrofe justo. Esto es así porque la mayoría
de los políticos no hacen lo que realmente les interesa a sus países sino lo que les
hace ganar más dividendos personales. En Venezuela hay una fauna política que
vive de alimentar el conflicto limítrofe con Colombia y tengo pocas dudas de que
en Colombia esta fauna debe tener su contrapartida. Esas faunas hablan el
lenguaje del patrioterismo, de la historia mal contada, de la xenofobia. Esas faunas
promueven el odio entre naciones hermanas, hoy por lo de los límites, en el futuro
por cualquiera otra razón.
La verdad es que el patrioterismo es la peor enfermedad que puede padecer una
sociedad. Se manifiesta en muchos sentidos pero conduce a un solo resultado: el
atraso.
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sociedad extraordinaria: sobria, disciplinada, trabajadora y muy abierta al mundo,
cualidades todas que la ayudaron mucho a experimentar una rápida recuperación
después de la segunda guerra mundial. Los holandeses son sobrios, no
necesariamente en materia de ginebra, sino disciplinados y de vida sencilla.
Tienen una actitud universal, estan abiertos al mundo y hablan tres o cuatro
idiomas casi desde la escuela. Son patriotas, como lo demostraron con creces
durante la guerra pero no son patrioteros. Aprecian mucho todo lo que viene y
quienes vienen del exterior y ellos mismos son viajeros incansables. Frente a los
primeros esfuerzos de Bernardo por aprender el holandés, sus compañeros de
trabajo le advirtieron que ella sería una tarea poco fructífera porque el idioma
holandés es muy difícil y apenas hablado por un pequeño porcentaje de la
población mundial. Estas advertencias le hicieron desistir de su propósito aunque
tendría numerosas ocasiones de arrepentirse de no haber aprendido al menos un
rudimento del idioma.
Bernardo y su esposa llegaron al aeropuerto de Amsterdam y allí los
esperaba un geólogo holandés a quién conocían desde Maracaibo, Jan
Ruysenaar. Jan los llevó desde el aeropuerto hasta La Haya por una excelente
autopista, a unos 140 kilómetros por ahora. Después del largo vuelo, Bernardo
pensó que este había sido la parte mas peligrosa del viaje. Era casi la medianoche
cuando pasaron por Wassenaar, un suburbio de La Haya, en la cuál habían
bellísimas casas y parques. A los pocos minutos el auto paraba frente a un
pequeño hotel situado en Laan van der Meerdervoort, en el centro de La Haya. Un
recepcionista gordo y jadeante subió las maletas de los viajeros hasta el segundo
piso, a riesgo de su vida. Jan los había invitado a cenar y, aunque estaban listos
para acostarse, aceptaron la amable invitación. Fueron a un restaurant cercano, el
“Tempat Senang”, de comida Indonesia. Esta fué la primera vez que Bernardo
probó esta comida, de gran variedad. Jan pidió un “reijstaffel”, el plato mas famoso
de la comida de ese país. Consiste en una fuente central de arroz blanco, rodeada
de hasta 30 platillos que contienen diferentes tipos de carnes y vegetales, cada
uno preparado con salsas tambien diferentes. Abundan los platos muy picantes
debido a la salsa llamada “sambal ulek” o dulzones, con salsa “sambal manis”,
105
carnes diferentes y una sopa llamada Gado Gado. Es un banquete opíparo que
hay que comer lentamente y regar con abundante cerveza. Bernardo y la esposa
comieron con gran entusiasmo. Después de regresar al hotel la esposa de
Bernardo comenzó a experimentar fuertes dolores abdominales. Bernardo tuvo
que llamar a un médico, quién le administrió un anti-espasmódico y una pastilla
que la hizo dormir apaciblemente. Habían sido demasiadas horas de viaje y
demasiada comida.
Al día siguiente, no muy temprano y ya recuperados, los
esposos salieron del hotel y comenzaron a pasear por la ciudad. Ya bien entrada
la mañana la nube de ciclistas era impresionante y se veían muy pocos
automoviles. Todos iban en bicicleta, niños, adultos y ancianos. Era el final del
otoño y ya había un frío cortante debido al viento. Ayudados por un excelente
mapa de la ciudad encontraron sin problemas la oficina de la empresa, donde
fueron recibidos por la señora de Jonge, la funcionaria encargada de orientar y
ayudar al personal venido de otros países. Con la ayuda de esta señora, en
apenas tres días, la pareja estaba instalada en un apartamento amoblado,
pequeño pero bien situado, cercano a Madurodam, un bello parque que contenía
una versión de la ciudad en miniatura. El alquiler incluía el derecho a bañarse dos
días a la semana. Si deseaban hacerlo con mas frecuencia debían pagar extra. La
renta también incluía la aparición más o menos frecuente del fantasma del
fallecido propietario del apartamento, un sonriente anciano. Su aparición estaba
limitada a la sala, quizás por pudor, y su presencia era más presentida que
tangible. Se trataba de una tímida y amable aparición que nunca los molestó.
La Haya era,en aquellos años, una pequeña y manejable ciudad
para los peatones, debido a la poca cantidad de automoviles que existían. Tenía
excelentes restaurantes indonesios, los cuáles eran muy populares debido a lo
exótico de la comida y a los razonables precios. Poseía bellos parques, atractivos
suburbios como Wassenaar y Scheveningen, este último bordeando el mar.
Contaba con excelentes museos, incluyendo el “Mauritshuis”, pequeño pero con
una impresionante concentración de pinturas de Rembrandt, Hals, Ruysdael y
otros extraordinarios pintores flamencos. Bernardo paseaba frente a los lienzos y
106
se maravillaba de que un joven de Los Lagos pudiese haber tenido esa
maravillosa oportunidad.
La Haya no tenía vida nocturna ya que sus habitantes, aún recuperándose de la
guerra mundial, tenían poco dinero para ese tipo de actividades. Preferían pasar
su tiempo en los parques públicos, caminando por las dunas de Scheveningen y
disfrutando de los museos de la ciudad. Así como los norteamericanos comen
hamburgers y los venezolanos arepas, los holandeses comían arenques.
Bernardo hizo buenas amistades con rapidez. Acompañados por
algunos de sus nuevos amigos o solos, Bernardo y su esposa hicieron numerosos
viajes de fines de semana a Bruselas, París, o un tanto más largos a pueblos
suizos dedicados al esquí como Adelboden y a ciudades como Berna. Pasaron
una semana en el norte de Escocia, en el castillo del Duque de Atholl convertido
en hotel, cercano a Dunkeld.
La estadía en Holanda fue una extraordinaria experiencia para la jóven pareja,
tanto desde el punto de vista de la formación profesional de Bernardo, como para
su vida de casados. Sus horizontes se expandieron, llegaron a sentirse
ciudadanos del mundo y ver lo parroquial y lo patriotero con indiferencia. Los hizo
identificarse aún mas con las maneras civilizadas, con la cortesía y la compasión,
con el amor por el arte y la naturaleza. Los venezolanos de la época eran
personas afortunadas. El petróleo daba muchos ingresos al país y la población era
aun pequeña. El venezolano promedio estaba bien remunerado en una moneda
fuerte. Cuando Bernardo llegó a Holanda recibió una asignación extra para
compra de ropa de invierno pero ya ellos tenían suficiente de esta ropa, por haber
vivido previamente en los Estados Unidos. Con la asignación pudieron adquirir un
pequeño vehículo Renault en el cuál se movilizaban por toda Holanda, mientras
que sus colegas holandeses andaban en bicicleta. Ello terminó por avergonzar un
poco a Bernardo pués él era un profesional jóven y de corta experiencia mientras
que muchos de quienes andaban en bicicleta eran sus supervisores, profesionales
de larga experiencia. Cuando lo comentó con un geólogo escocés a quien
apreciaba mucho, éste le dijo: “No debes preocuparte. Los valores en Europa son
diferentes y el status aquí se mide mas por el nivel educativo e intelectual que por
107
los bienes materiales. Sin duda que ellos desearían tener un auto, pero no es eso
lo que les quita el sueño”. Este enfoque de la vida era el producto de una
sofisticada cultura, de religiones que promovían el ascetismo en lugar de la
pompa, de las privaciones sufridas durante la guerra, las cuáles les habían
enseñado a disfrutar de los placeres sencillos y a apreciar lo que la inmensa
mayoría de los venezolanos no aprecian en su justo valor: las puestas de sol, los
campos floridos, la fauna, un concierto, los museos.
En Europa Bernardo maduró como geólogo. Allí
conoció y hasta trabajó junto a geólogos y geofísicos legendarios : Hans Bolli, Jan
Hospers, Daniel Trumpy, Phillipi, Bouma, Jacques Butterlin, de Cizancourt.
También conoció a geólogos mas jóvenes pero ya en camino de hacerse un
nombre destacado en su profesión: Blaser, Bodenhausen, Follot, Bowen, Ford,
Reading, Frankl. Todos ellos eventualmente trabajarían junto a Bernardo, en
Venezuela. Uno de ellos, el brillante Follot, fue luego a Argelia donde pereció a
manos de los “pied noirs”.
Una de las leyendas de la profesión, Daniél Trumpy,
dejó una huella especial en Bernardo, a pesar de lo efímero de su contacto. Lo
conoció en París, donde estaba asociado como Consejero al Instituto Francés del
Petróleo. Cuando Bernardo fué a verlo, como a las 9 de la mañana, lo encontró en
su oficina, un inmenso cuarto lleno de libros y mapas, de rocas y fósiles colocados
aquí y allá, sin órden ni sistema. Trumpy se encontraba en una vieja silla,
emitiendo gruñidos de cierta intensidad. A Bernardo le pareció estar viendo a
Charles Laughton, impresión reforzada por la posición encorvada, cuasimódica, de
Trumpy, la cuál parecía obedecer a algún dolor. Trumpy lo invitó a sentarse y le
preguntó acerca de sus tópicos preferidos en materia geológica. Bernardo le
comenzó a hablar de aloctonía gravitacional, de ofiolitas, de los eugeosinclinales,
con gran entusiasmo, mientras Trumpy lo escuchaba con los ojos entrecerrados.
En algún momento sacó de una gaveta una botella de cognac y, para sorpresa de
Bernardo, se tomó un largo trago. Se pasó el dorso de la mano por la boca y le
extendió la botella al aterrado Bernardo, quien nunca había tomado cognac a las 9
de la mañana. Sin embargo, estaba frente a Daniel Trumpy, uno de sus ídolos y
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no iba a rehusarlo. De manera que recibió la botella y se tomó un razonable sorbo
de cognac, no sin antes ver que se trataba de un Armagnac. Al verlo, Trumpy se
rió y comentó: “Es la mejor medicina para una costilla fracturada”. Y añadió:
“Tengo dos días con una costilla fracturada pero no he tenido tiempo de ir al
médico. Además, así tengo una buena excusa para tomar mi armagnac favorito.
Como te pareció?” Bernardo le respondió que le había gustado mucho pero que
no conocía mucho de cognacs. Y entonces Trumpy se olvidó de la geología por un
largo rato y le comenzó a hablar del cognac que acababan de tomar. “Este es del
Alto Armagnac, viene de un pueblo llamado Auch. Tiene 12 años de
envejecimiento, por lo cuál tiene la designación Hors D’Age. Este licor se produce
en Francia desde el siglo XIII y tiene un origen romano. Nunca guardes la botella
acostada sino parada, para evitar el contacto con el corcho. Nunca lo tomes en
ayunas…. excepto hoy, quizás”. En efecto, Bernardo no se había desayunado y ya
el Armagnac se le había ido a la cabeza. También notó que había comenzado a
tratar de hablar en francés, lo cual era curioso porque nunca lo había tratado
antes. Para su sorpresa, se encontró manteniendo un breve diálogo en ese idioma
con Trumpy. Este le dijo: ”Armagnac es una tierra mágica, llena de brujas. Es el
país de los gascones, gente exagerada, supersticiosa, embustera. El licor de
Armagnac es mas picante, tiene mas cuerpo que otros cognacs. Este que
tomamos es un gran reserva D’ Artagnan, el caballero que inspiró la figura del
mosquetero. El caballero D’Artagnan fué un amigo de mis antepasados. Soy un
miembro de la Alta Orden de Chevaliers du Armagnac y, hasta hace algunos años,
en Auch, personificaba al cardenal de Richelieu en la ceremonia anual de la
cosecha, durante el mes de Octubre…… sin embargo, me descartaron porque
gané mucho peso. Ya ni siquiera me aceptan como Planchet!!….Y le pasó la
botella de nuevo a Bernardo quién se tomó otro sorbo, un tanto mas largo. Con
este segundo trago se sintió autorizado para opinar que, a lo mejor, Trumpy podía
hacer de Luis XIV, quien también había ganado peso después de cierta edad.
Trumpy lo interrumpió con un gruñido: “Debes tener cuidado con tus fechas. El
Luis de la época de Richelieu era Luis XIII. Cuando Luis XIV comenzó a engordar,
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ya todos los mosqueteros habían muerto, quizás con la excepcion del Obispo de
Nantes, a quien llamaban Aramís”.
Trumpy hizo un movimiento en la silla y aulló de dolor. Pero añadió: “Bernardo,
esta noche tengo una pequeña mesa para tres en “Fouquet” y te invito a cenar.
Puedes irte caminando desde el hotel, pués el restaurant está a unas 8 cuadras,
nada para un geólogo. Te esperaré allá a las 9”. Para Bernardo esto representaba
una distinción extraordinaria pués Trumpy era un miembro del panteón geológico y
él un geólogo insignificante. Además Trumpy tenía unas costillas fracturadas y
estaba en aparente constante dolor. Realmente no lo comprendía.
Esa noche, en el “Fouquet” tuvo aún una mayor sorpresa. A los pocos minutos de
estar sentado a la mesa con Trumpy, compartiendo con él unas ostras Abalone
número ocho y una botella de Corton Charlemagne de la casa de Jules Regnier,
Trumpy vió llegar a un caballero de edad, de frondoso pelo blanco, a quien le hizo
señas para que supiese donde estaba. El nuevo compañero de mesa de Bernardo
era inconfundible: Arturo Rubinstein. Venía de la Sala Pleyel, de una breve sesión
preparatoria para su concierto del día siguiente. Esa noche Bernardo compartió la
mesa con dos extraordinarios ancianos: el geólogo y el pianista. Para compartir
plenamente la charla con Bernardo decidieron hablar en español. Hablaron de
geología, de Schumann y de sus amigos comunes como Miklos Rozsa, Erich
Korngold y Jasha Heifetz. En beneficio de Bernardo hicieron algunas breves
referencias sobre Venezuela. En particular, la conversación sobre Korngold se
tornó muy animada. Erich Korngold había sido un músico vienés, catalogado como
un prodigio desde su más corta edad. Cuando emigró a los Estados Unidos,
durante la guerra, se fue a California y comenzó a componer música para el cine.
Varias de sus obras son realmente inolvidables y maravillosas (nota a los lectores:
deben buscar esa música): la música para las películas “El Halcón del Mar”, con
Errol Flyn; “Robin Hood”, también con Errol Flynn; : Servidumbre Humana”,
basada en la novela de Somerset Maugham; “Juárez”, con Paul Muni; “El Capitán
Blood”; “Anthony Adverse” y muchas otras. Rubinstein estaba del lado de
Korngold. “Las partituras son exquisitas, Daniél. Yo le he perdonado el haberse
110
dedicado a ellas porque ha creado música que le llega a millones, en lugar de
llegarle a unos pocos”.
Trumpy y Rubinstein habían sido amigos por toda una vida. Eran miembros de la
misma generacion. Uno, Rubinstein, habia nacido en la aldea de Dabrowa, un
suburbio de Lodz, en Polonia. Otro, Trumpy, habia crecido en la aldea de Glarus,
en los Alpes suizos. En ese sentido, Bernardo se sentía como parte del grupo
pues el tambien había crecido y sido muy feliz en la aldea de Los Lagos, en
Venezuela. Esa noche Rubinstein y Trumpy rememoraron sobre sus años tiernos
y ello le dió a Bernardo un asiento de primera fila en el grandioso espectáculo de
dos vidas ilustres.
Rubinstein era un enamorado de la vida. “Daniel: cuando tu amas a la vida, la vida
te ama a ti”, le dijo. Y, volviéndose hacia Bernardo, agregó: “Estoy
apasionadamente enamorado de la vida. Estar vivo, caminar, ver, todo me parece
un milagro. Vivo la vida de milagro en milagro”. Y se rió abiertamente. En ese
momento Rubinstein tenía 73 años. Y se veía lleno de vida, de entusiasmo, de
alegría de vivir. Viviría mas de 20 años más! Daniel Trumpy estaba más frágil, a
pesar de que había pasado toda su vida haciendo geología en lugar de tocar el
piano. Hoy, quienes hacen alpinismo en el mundo saben que hay un pico en
Colombia, el Pico de Los Portales, de más de 5400 metros de altura, también
llamado Daniel Trumpy. Daniel venía de una familia de geólogos, hizo grandes
contribuciones al conocimiento de la geología de las napas en su nativa Suiza y
procreó famosos geólogos, uno de quienes ganó la medalla Wollaston, el
equivalente geólogico del premio Nobel. Lo que más admiraba a Bernardo de
Daniel era su total disciplina frente al dolor. Comió, tomó, rió toda la noche, con
sus costillas fracturadas.
Los dos gigantes pasaron varias horas hablando de sus vidas y de sus logros y
de sus planes para el futuro.
Sobre la medianoche fue hora de terminar la cena. Bernardo se levantó de la
mesa con esos dos hombres ilustres, a quienes nunca volvería a ver. Bernardo
recordaría para siempre casi cada palabra que se dijo esa noche y, por supuesto,
el menú: las ostras Abalone, el Corton Charlemagne, los filetes de lenguado
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Chauchat, acompañados del vino favorito de Trumpy, un Jurancon del Gros
Manseng y, como postre, unas peras Richelieu. Todo generosamente ayudado al
final por el mismo Armagnac de la mañana.
*************************************************
El trabajo de integración geológica que se llevaba a cabo en La Haya era
fascinante. Bernardo tuvo oportunidad de ver la elaboración de modelos
geológicos integrales pertenecientes a otras cuencas sedimentarias del planeta. El
objetivo principal de estos estudios era el de comprender mejor el hábitat del
petróleo, comparar la historia geológica de las diferentes cuencas, a fin de advertir
posibles procesos comunes, todo en un intento de predecir en cuáles de las
porciones del planeta aún poco exploradas pudiesen existir significativos
yacimientos de hidrocarburos. Los geólogos llamaban esta actividad la cacería de
gigantes. Un gigante, en el idioma de la industria petrolera, es un campo
contentivo de mil millones o más de barriles recuperables. La cuenca de Los
Angeles, en California, USA, es un ejemplo. Ha producido unos 1200 millones de
barriles hasta la fecha. Sin embargo, cuencas como estas palidecen ante la
Cuenca de Maracaibo, la cual ha producido alrededor de 40.000 millones de
barriles y aún contiene importantes reservas. Esta cuenca es muy bien conocida a
través de casi cien años de estudios geológicos parciales y de trabajos de
integración regional elaborados por las empresas petroleras. Para Bernardo y para
sus colegas de La Haya era vital esclarecer la relación entre la Cuenca de
Maracaibo, la adyacente Cuenca de Falcón y la virtualmente inexplorada Cuenca
del Golfo de Venezuela. Era importante comparar los prospectos petrolíferos del
Golfo de Venezuela con las dos cuencas adyacentes de Maracaibo y de Falcón, a
112
fin de establecer a cuál de las dos se parecía más en términos de la existencia de
posibles rocas madres (generadoras de petróleo), rocas almacén (las que
almacenaban el petróleo) y la historia estructural de la región. En esos años aún
no se manejaba bien el concepto de placas tectónicas pero ya se sabía que la
Cuenca de Maracaibo parecía estar separada de la región del Golfo de Venezuela
por una importante falla geológica, la llamada Falla Oca, que corría de oeste a
este a lo largo de la costa norte de Venezuela. Más aún, esta falla se extendía
hasta Trinidad donde dividía las cuencas sedimentarias del centro de la isla de las
rocas ígneas y metamórficas de las montañas del norte, lo mismo que ocurre en
Venezuela entre las cuencas terciarias al sur y las montañas de la Cordillera de la
Costa al norte. Correrían años de evolución de los estudios geológicos para que
esta falla adquiriese la categoría de un punto de contacto entre dos placas
tectónicas, con todo lo que ello significa en materia de historia geológica y de
impacto sobre la acumulación de hidrocarburos. En el caso de la falla de Oca,
como sucede también con la falla de San Andrés en la costa de California, el
movimiento no era solamente vertical, de arriba abajo, sino también lateral, es
decir, al moverse podía separar paisajes contiguos. En California hay hogares
cuya cocina ha quedado a metros de distancia del resto de la casa y carreteras
que aparecen cortadas como con un cuchillo. Esto es menos aparente en el
paisaje poco poblado del noroccidente de Venezuela pero el desplazamiento
lateral ha podido establecerse en bases a estudios geológicos (Gustavo Feo
Codecido presentó un excelente resumen de este fenómeno: “Consideraciones
estructurales sobre la Falla Oca”, en el Congreso Latinoamericano de Geología
celebrado en Lima, 1970).
La falla de Oca dividía a la Cuenca de Maracaibo, al sur, de la zona adyacente del
Golfo de Venezuela, al norte, y su lateralidad había influido de tal manera que las
características al norte de la falla no podían ser equiparadas a las características
de la Cuenca de Maracaibo. Las rocas cretácicas, tan prolíficas en hidrocarburos
hacia el sur se presentaban en “facies” (características litológicas) semi-
metamorfizadas en los afloramientos de la península de la Guajira y estaban
probablemente enterradas bajo unos 10 kilómetros o más de sedimentos en el
113
subsuelo de la porción este del golfo. El proceso de “refinación” natural de los
hidrocarburos que suele ocurrir a grandes presiones y temperaturas en el
subsuelo conduce, en general, a la formación, en secuencia, de petróleos
pesados, petróleos livianos y gas natural, a medida que aumenta la profundidad.
De allí que cualquier hidrocarburo que pueda encontrarse en la zona este del
Golfo seria, posiblemente, gas natural. Por supuesto, esta es una gran
simplificación de lo posible, para favorecer el entendimiento básico de los
procesos que controlan la formación y naturaleza de los yacimientos de
hidrocarburos en el subsuelo. Pero esto era lo que Bernardo y sus colegas
intentaban establecer. El resultado de algunas de estas investigaciones fue
presentado y publicado por Gustavo Coronel en las memorias del VII Congreso
Mundial del Petróleo, llevado a cabo en Ciudad de Méjico en 1967.
114
VIII.
EN LAGUNILLAS.
115
en cada unidad de concesión en el estado Zulia, a fin de establecer si tales
concesiones debían o no ser renunciadas. El componente geológico del ejercicio
era muy interesante, no así las laboriosas sumas de miles de hectáreas de cada
concesión llevadas al último decimal, un trabajo que Bernardo llegó a considerar
por debajo de su nivel. En aquella época aún no existían las maravillosas
máquinas de calcular que existen hoy ni la empresa tenía los excelentes técnicos
que hoy se encargan de llevar a cabo ese tipo de labor rutinaria pero de gran
precisión.
Lo cierto es que algunas de las sumas hechas por Bernardo con ayuda
de una pequeña máquina contenían errores. No grandes errores, pero
inaceptables ya que las dimensiones de cada unidad de concesión debían ser
exactas. Cuando las interrogantes del Ministerio sobre estos pequeños errores
llegaron a la empresa todas las miradas se posaron en Bernardo.
El Gerente de Exploración lo llamó a su oficina y le dijo: “Estos errores no
son aceptables, Bernardo. Nuestra empresa no puede enviar informes al gobierno
que no sean cien por ciento correctos. Tu trabajo no fue bueno y me preocupa
mucho tu futuro en la empresa si no puedes lograr hacer las cosas bien”. Y
añadió: “La empresa ha tomado la decisión de reemplazarme a corto plazo por un
venezolano y todas nuestras expectativas habían estado depositadas en ti, pero tu
trabajo de los últimos meses me está haciendo dudar. Debes concentrarte más en
el trabajo”.
En respuesta, Bernardo cometió un nuevo error. Reaccionó herido ante la crítica
de su supervisor y dijo: “No tengo vocación de contabilista. Soy un geólogo”. Esta
respuesta irritó a su jefe, quien le dijo: “Mas que contabilistas o geólogos lo que
necesito en mi organización es gente responsable. Voy a pensar en los próximos
pasos para tu carrera. Creo que deberías prepararte para ir a Lagunillas y estar
una temporada allá, en labores de producción que te den experiencia en ese
aspecto de nuestras actividades. Dependiendo de tu actuación allá, veremos si
puedes llegar a reemplazarme”
Y añadió: “Bernardo, creo que en el pasado la empresa te ha hecho creer que
eres un genio. Eres muy inteligente y tienes un buen futuro pero no eres un genio
116
y debes mejorar tu atención de los detalles. Enviarte a Lagunillas, a desempeñar
otras tareas te hará bien si sabes reaccionar debidamente”.
Ese fue el fin de la carrera de Bernardo como geólogo de exploración. Lo
importante fue su reacción al ser enviado a otro departamento. Los días que
siguieron a esta entrevista le sirvieron para hacer una profunda introspección. En
lugar de alegar que su supervisor no lo apreciaba o que existía un rechazo en su
contra debido a que era venezolano, Bernardo aceptó la crítica y decidió
esforzarse para impedir que le sucediese de nuevo una experiencia semejante. La
crisis lo hizo crecer, en lugar de destruirlo. En lugar de acusar a su supervisor,
ante el Colegio de Ingenieros, de ser un extranjero indeseable, Bernardo regresó
a verlo unos días después y le manifestó estar dispuesto a ir a Lagunillas a
trabajar como ingeniero de operaciones en el Lago de Maracaibo. Ello significaba
comenzar de nuevo, casi desde cero, ya que esta era una actividad para la cual
Bernardo no se había preparado .
El supervisor sonrió y le dijo: “me contenta que hayas reflexionado y llegado a esta
conclusión. Tú tienes una excelente carrera por delante, siempre y cuando
mantengas una actitud positiva ante el trabajo y ante la empresa”.
Lo cierto es que Bernardo, a los 29 años, no solo no había llegado a ser el
Gerente de Exploración de la empresa, como lo había planificado, sino que su
carrera estaba sumamente comprometida, casi moribunda, a menos que
reaccionara vigorosamente.
**********************************
A principios de 1962 Bernardo salió hacia Lagunillas, a comenzar de nuevo. Se
sentía como el jugador de grandes ligas quien es enviado a las ligas menores.
Sufrió una clara democión pero, al menos, veía un ángulo favorable. En Lagunillas
iba a realizar tareas totalmente nuevas y la gente lo juzgaría en base a su
desempeño, no por lo que hubiera hecho en su posición anterior. En la empresa el
comportamiento del empleado era revisado cada año y discutido entre el
empleado, el supervisor inmediato y el supervisor del supervisor. Esto minimizaba
la oportunidad para las injusticias. Cuando las discrepancias aparecían, como era
frecuente, la participación de una tercera persona en el proceso hacía maravillas
117
para eliminar los sesgos personales. Un mal año no condenaba a un empleado
para toda la vida, así como un buen año no lo consagraba para siempre.
Bernardo llegó a Lagunillas a hacer las tareas propias de un ingeniero de
perforación: “medir” tubería, hacerle el seguimiento a las labores de cementación,
perforacion, entubamiento y completación o abandono de pozos, supervisar las
labores de perfilaje eléctrico que hacían las empresas especializadas tales como
la Schlumberger. Comenzó a compartir sus tareas con ingenieros de perforación y
producción bastante más jóvenes que él. En las gabarras de perforación en el
lago, compartía sus comidas y conversaba con los sobrestantes de perforación
(tool pushers), con los obreros, gente curtida en esas actividades y quienes veían
a Bernardo con una mezcla de tolerancia, compasión y desconfianza.
********************************
La perforación de un pozo en el lago era una actividad en la cual participaban
muchas personas. Si en la zona donde se perforaba aún no se había establecido
la presencia de petróleo la recomendación para perforar en el sitio venía
generalmente de los geólogos de exploración. Si se perforaba en una zona donde
ya se había establecido la presencia de petróleo, la autoría de la recomendación
estaba en manos de los geólogos de producción, una especie de híbridos entre la
geología y la ingeniería de yacimientos.
Desde el helicóptero que lo llevaría a su primera asignación como ingeniero de
producción Bernardo veía la gabarra de perforación como una pequeña isla en el
centro del lago. Al llegar, bajó del helicóptero y descendió por unas escalerillas
que lo condujeron a la pequeña oficina del ingeniero. Allí encontró a Víctor
Martínez, el “tool pusher” de guardia, un veterano de treinta años en esa actividad,
tanto en tierra como en el lago. Víctor era margariteño, como la gran mayoría de
los “tool pushers”, una particularidad para la cual no parecía haber una lógica
explicación. Víctor era el jefe de las cuadrillas de perforación. Era él quien
supervisaba el progreso de la perforación, la existencia de la tubería requerida, las
características del fluido o barro de perforación. Perforar un pozo requiere la
acción cortante de una mecha que rota a gran velocidad y va penetrando en los
118
estratos rocosos del subsuelo. A medida que avanza la perforación se hace
necesario utilizar mechas de diferentes características y más tubería. A medida
que el pozo se hace más profundo se requiere cambiar el diámetro de estas
tuberías, dividiendo el pozo en secciones revestidas de tubería de diferentes
diámetros que se van cementando, a fin de darle estabilidad.
En las gabarras que operaban en el lago la energía requerida para perforar era
suministrada por calderas quemando petróleo combustible (fuel oil). La acción de
perforar debía ser lubricada mediante la inyección continua de lodos o barros de
perforación en el pozo, los cuáles enfrían la mecha y forman una columna cuyo
peso contrarresta la presión del subsuelo, previniendo cualquier posible
incremento súbito de esa presión, lo cual causaría un reventón. De allí que el
control de las características del lodo de perforación sea una labor muy delicada,
en la cuál intervienen diferentes profesionales, inclusive especialistas
denominados ingenieros de perforación. A medida que avanza la perforación el
ingeniero establece la conveniencia de estudiar no solo los pequeños fragmentos
de roca que el lodo de perforación trae a la superficie sino la de obtener núcleos
de los estratos atravesados para estudiar sus características con mayor precisión.
Cuando el examen de los fragmentos de roca revela la posible existencia de
hidrocarburos en las capas atravesadas, el ingeniero puede decidir la toma de
perfiles eléctricos que pudieran corroborar o no esa posibilidad. Aunque los pozos
se perforan en búsqueda de objetivos petrolíferos pre-determinados es frecuente
encontrar estratos intermedios que ofrecen posibilidades de yacimientos
petrolíferos no esperados.
***********************************
Bernardo aprendió rápidamente que la tarea de un ingeniero de producción no
tiene horario. En esa actividad la noche se convierte insensiblemente en
madrugada y la madrugada en el día. Es una tarea que nunca termina, que nunca
descansa, una correa sin fin. Aunque Bernardo tenía su camita en un pequeño
cubículo con aire acondicionado, estaba siempre esperando que le viniesen a
decir que el pozo parecía haber llegado a la profundidad deseada, que las
muestras obtenidas por el taladro de las paredes del pozo estaban listas para ser
119
examinadas, que la gente encargada de llevar a cabo alguna tarea de perfilaje
eléctrico debía ser llamada. En fin, la tarea del ingeniero de perforación se
asemejaba bastante a la de un médico en la sala de emergencias de un hospital.
Quizás, y más correctamente, a una combinación de médico de emergencia y
obstetra, porque los pozos petroleros son como niños: nacen casi siempre de
madrugada. Por ello, el ingeniero nunca debe estar muy lejos de su pozo, de su
“parturienta”.
De noche, camino al pozo en un pequeño helicóptero, solo con el piloto, todo lo
que Bernardo veía era la inmensa negrura del lago, apenas iluminada de manera
rítmica por el relámpago del Catatumbo. Se sentía haciendo algo importante,
hasta heroico. Era una tarea que debía ser hecha, que era hecha por unos pocos
cuando la mayoría de los venezolanos estaba durmiendo tranquilamente en sus
hogares. Bernardo se sentía como miembro de una élite que generaba la riqueza
que la mayoría de sus compatriotas se limitaban a gastar, con frecuencia de
manera insensata o poco transparente. Cada pozo en perforación y eventualmente
completado y puesto a producir costaba millones de bolívares. Las gabarras de
perforación eran monstruos que costaban mucho más aún. Estos costosos
equipos y pozos estaban bajo la dirección de jóvenes quienes, en su mayoría, no
habían llegado a los 30 años de edad. Bernardo era el mayor de ese grupo, dada
su circunstancia. A pesar de haber llegado al lago con menos experiencia en esa
tarea que otros ingenieros de menor edad, pronto se convirtió en un líder.
Trabajaba muy duro y tenía excelente química con los trabajadores. En Lagunillas
se había convertido en un miembro destacado de la pequeña comunidad. Una de
sus acciones en el lago le salvó la vida a un obrero de perforación. Un tubo se
había desprendido del gancho durante la actividad perforatoria y había golpeado al
obrero, causándole una fractura de cráneo. Bernardo había asistido al obrero,
llamado a un helicóptero y se había ido con el obrero herido directamente a
Maracaibo, tomando la decisión en el momento, bajo su entera responsabilidad.
En Maracaibo lograron salvar la vida del obrero, lo cual probablemente no hubiese
sido posible en Lagunillas. Si Bernardo no hubiese tomado una decisión que iba,
quizás, en contra del manual de procedimientos, el obrero habría muerto. Este
120
incidente lo convirtió en una relativa “celebridad” en la zona. A los diez meses de
haber llegado, su evaluación de personal fue muy positiva. En realidad, su
supervisor lo definía abiertamente como el mejor ingeniero de campo de la
empresa. Esto fue importante para la recuperación de su autoestima. Sin
embargo, tendría que suceder otro hecho, totalmente fortuito, para que su carrera
en la empresa diera un vuelco total.
Una madrugada Bernardo regresaba del lago, cubierto de barro hasta la cabeza,
después de horas de una operación particularmente compleja de completación de
un pozo. El taxi que lo fue a buscar al helipuerto lo condujo al Hotel Lagunillas,
donde residía, ya que aún no había logrado obtener una casa en el campamento.
Al llegar a la puerta del hotel, encontró que allí se celebraba una rumbosa fiesta.
En ese momento salía una pareja lujosamente vestida: él de etiqueta, ella con un
hermoso traje largo. Se encontraron con Bernardo, quien parecía un ser
extraterrestre, y éste se apartó, un tanto avergonzado de su aspecto, para dejarlos
pasar. El hombre se detuvo y le dijo: “Me alegra ver que hay alguien trabajando
duro mientras nosotros estamos de fiesta. Como se llama Usted? Y Bernardo le
dio su nombre. “Que descanse, ingeniero”, le respondió el hombre y siguió su
camino, tomando el brazo de su pareja, hacia el automóvil que los esperaba.
Dos dias después Bernardo recibió una llamada de la secretaria del
Gerente General en Lagunillas, quien le dijo que el Director Raddock deseaba
verlo. Raddock era uno de los miembros de la Directiva mundial de la empresa, de
visita en Lagunillas. La secretaria, muy amiga de Bernardo, le agregó: “El Director
ha pasado una hora leyendo tu archivo y lo he oído reír en varias ocasiones”.
Bernardo fue a conversar con el Director, quien resultó ser el hombre
que había encontrado a la puerta del hotel. El Director le hizo varias preguntas
sobre su carrera, sobre lo que le había sucedido en Exploración, sobre sus
preferencias de trabajo. En fin, le dedicó un tiempo largo a tratar de conocerlo
mejor. Le preguntó sobre su nivel salarial y Bernardo le dijo que lo consideraba
inferior al de colegas que tenían menor tiempo de servicio. El Director no hizo
ningún comentario.
121
Al final de la entrevista, el Director le preguntó: “Bernardo, como le gustaría ir a
Balikpapan?”. Bernardo le respondió: “primero debo averiguar dónd queda!”.
El Director le respondió: “Balikpapan está en Kalimantan, la parte Indonesia de
Borneo. Allí tenemos un serio problema. Sukarno expulsó a nuestros técnicos
holandeses y ahora está expulsando a los ingleses. Nosotros debemos mantener
nuestros campos en operación, asi como la refinería y nuestras oficinas, tanto en
Balikpapan como en el campo de Tandjung. Estamos armando un equipo de
profesionales para enviarlo a reemplazar el staff que está siendo expulsado. Es
una operación clave para nosotros pero no está exenta de peligros. Sukarno es un
dictador. Sabemos que Kalimantan está controlado por el ejército y sabemos que
el jefe del ejército es un furibundo marxista, lleno de rencor contra las empresas
europeas. No le va a hacer la vida fácil a quienes estén allá como representantes
nuestros. Por eso, no podemos presionar a nadie para que vaya allá. Pero he
estado viendo su trayectoria y usted me parece una persona ideal para ayudarnos
en este momento. Es versátil y toma decisiones. Piénselo”
Bernardo intuyó que estaba en una importante encrucijada de su carrera. A la
izquierda, pensó, queda la relativa oscuridad y la seguridad de un puesto en
Lagunillas. A la derecha, se abre el camino a la aventura, el peligro, la posible
recompensa de una promoción y la oportunidad de conocer el otro extremo del
mundo.
Y respondió: “Debo hablar con mi esposa. Deme un día”.
Y el Director le dijo: “tómese no uno sino dos días, Bernardo. Por cierto, su familia
no lo podría acompañar, al menos al principio. La situación en Balikpapan no es
segura para tener a las familias allá. Podrán quedarse aquí en Venezuela o en
USA o Europa, donde usted lo deseé, todo pagado por nosotros. Por cierto, la
remuneración suya sería cuatro veces mayor a la que tiene en este momento y su
nivel pasaría a ser uno de Gerente de Geología de Producción”.
Y cuando ya Bernardo salía el Director añadió, sin sonreír: “Ah, Y si
decide ir, haga su testamento. Eso nunca está de más”.
Al salir de esta extraña entrevista, Bernardo se sintió francamente
entusiasmado. Indonesia? Es el otro extremo del mundo. Para llegar allá
122
seguramente hay que pasar por Hong Kong, se dijo. Nunca hubiera soñado con ir
a Hong Kong. Y las mujeres en Indonesia probablemente se parecen a Dorothy
Lamour, con sus sarongs. Y Bali! Salió directo a la pequeña biblioteca de la
empresa y se armó de un Atlas, en el cual examinó toda el área del sureste
asiático. Vió a Balikpapan en el mapa, sobre la costa este de la isla de Borneo,
llamada Kalimantan por los indonesios. Parecía ser la población más importante
de la isla, al menos en la parte indonesia, ya que la porción noroeste pertenecía al
sultanato de Borneo. El conflicto de Sukarno era con Inglaterra y con la Malasia.
Se decía en la prensa que se estaba formando una Federación Malaya, la cual
incluiría la parte oeste de Borneo, el hasta entonces sultanato. Esto parecía ser lo
que había causado la reacción de Sukarno, quien consideraba esa federación
como una amenaza para su gobierno. Indonesia estaba al borde de una guerra
con Malasia y Bernardo iría, si se decidiese, a la zona donde se desarrollarían
esos acontecimientos. Ciertamente no parecía ser una decisión sensata, esa de
irse a meter en un avispero. Pero…..¿que pasaría si se negaba a ir? Una
negativa equivaldría a estancarse en la empresa. Lo mejor sería renunciar.
Ya no se sentía tan entusiasmado. Sobre todo cuando
leyó en la enciclopedia de la biblioteca, un tanto antigua, que en Kalimantan los
nativos del lugar, los dayak, habían sido caníbales. Quien le garantizaría a
Bernardo que no revertirían a sus hábitos tradicionales en caso de escasez de
alimentos?
Quien lo decidió a ir a Balikpapan fue su esposa. Ella
siempre había sido inteligente y visionaria. Sabía que los riesgos existían pero era
una aventura extraordinaria y, más allá de los riesgos, al pié del arco iris habría
una casa para ellos. Con el dinero que le iban a pagar a Bernardo, en un año
podrían ahorrar lo suficiente para contruír una casa en Maracaibo. (Si es que
regreso, pensó Bernardo).
La semana siguiente comenzaron a hacer los
preparativos para el viaje. La familia se quedaría en USA, mientras Bernardo
seguiría camino a Hong Kong, donde esperaría el permiso de entrada a Indonesia.
El viaje estuvo a punto de abortar cuando, en Noviembre, el presidente Kennedy
123
fue asesinado en Dallas. Las primeras noticias indicaban que el asesino había
sido un fanático latinoamericano y ello, pensó Bernardo, pudiera desatar una
verdadera cacería de brujas en el país del norte en contra de los latinoamericanos.
En esas condiciones, tanto el viaje como el posterior trabajo con un grupo donde
habría varios norteamericanos, se harían más complicados. Sin embargo, pronto
se estableció que la muerte de Kennedy había sido el acto de un habitante de
Nueva Orleans, Lee Oswald.
Además de Bernardo otros cuatro venezolanos
atendieron al llamado de la empresa. Bernardo dejó a su familia instalada en USA
y siguió viaje a Hong Kong. Se sentía animoso y optimista. La Venezuela que
dejaba era, inclusive, tan peligrosa como cualquier peligro que pudiese encontrar
en Indonesia. Eran los meses de una crónica insurrección extremista contra el
gobierno de Rómulo Betancourt. En Junio se había presentado el sangriento
intento de golpe que se llamó el Porteñazo, un acto de ideólogos marxistas
insensatos que produjo más de 400 muertos. Antes de ese golpe se había
efectuado otro en Carúpano, menos cruento pero también de carácter primitivo,
tipo montonera. En Caracas la guerrilla urbana estaba entronizada en la zona de
Petare. Pasar por allí de noche seguramente era mucho más peligroso que vivir en
el sureste asiático. Hasta irse a Lagunillas Bernardo había estado viviendo en una
casa de la California Norte. Con frecuencia, debía llegar a casa a la caída de la
tarde, arrastrándose como un soldado, bajo el fuego que venía de los cerros de
Petare sin estar dirigido a nadie en particular. Era una lotería diabólica que los
habitantes de la California Norte estaban obligados a jugar constantemente.
Bernardo pensaba que Sukarno no podría ser más peligroso que los guerrilleros
urbanos de la extrema izquierda venezolana.
******************************************
La estadía de Bernardo en Lagunillas le proporcionó una renovada dosis de
confianza. Después de lo que consideraba su fracaso en Exploración había
perdido mucha auto estima y en Lagunillas se reinventó. El trabajo de ingeniería
de producción, sus largas noches en las gabarras de perforación, la mística de
124
trabajo y de responsabilidad que veía a su alrededor, le hicieron sentir miembro de
un grupo privilegiado. Llegó a disfrutar del olor a diesel que permeaba casi
constantemente el aire de Lagunillas. El grupo de ingenieros con quien compartió
tareas era excelente: el altísimo Hans, El pequeño Simón, el rotundo Gustavo, el
silencioso Miguel, el alegre Diógenes, el serio Ricardo, el ingenioso Frank, todos
contribuyeron a moldear positivamente su “nueva” persona, ya más ingenieril que
geológica. Morfológicamente el grupo era de tan diverso aspecto que una vez, de
excursión por los Andes, al bajar todos del bus que los llevaba, un niño del pueblo
salió corriendo, gritando: “ Mamaaaá, llegó el circo...”
El Lago de Maracaibo que conoció Bernardo era un gran crisol de buenos
ciudadanos.
125
IX.
AVENTURA EN INDONESIA
Bernardo viajó a Hong Kong y permaneció allí varios días esperando por la
confirmación de su visa Indonesia. En el hotel “Península”, donde se alojó,
encontró un grupo de ingleses quienes habían salido de Balikpapan y del campo
petrolero de Tandjung. Sus rostros aún mostraban las señales de los días de
angustia que habían pasado en aquellos lugares. Tenían historias de
hostigamiento y violencia que contar, las cuáles no contribuyeron en nada a
tranquilizar a Bernardo. Hablaban de una escasez aguda de alimentos en
Balikpapan y, uno de ellos, mencionaba repetidamente con seco humor británico
que los pocos pollos que se encontraban en la isla eran “sumamente atléticos”.
En todo caso Bernardo ya estaba tan lejos de la casa que regresar era
impensable. El 27 de Diciembre de 1963 siguió viaje a Yakarta, en un vuelo de la
línea aérea indonesia “Garoeda””. En una casa de cambios de Hong Kong había
comprado rupias y pensó que podría vivir en Indonesia unos seis meses con la
suma de varios millones de rupias que había adquirido por cien dólares. Iba muy
contento por haber hecho esta transacción cuando, por el sistema de
comunicación del avión, la aeromoza le recordó a los pasajeros que estaba
estrictamente prohibido llegar con rupias a Indonesia, ya que existía un control de
cambios muy severo. La pena contra quienes violaban esta prohibición era la
pérdida de la mano derecha. Si hubiese sido la mano izquierda quizás Bernardo lo
126
hubiese pensado dos veces pero, aterrado ante el riesgo que corría, fue al baño
del avión y botó por la poceta sus millones de rupias. Definitivamente Bernardo no
era un contrabandista. Años antes había estado en Cúcuta con su esposa y sus
padres y había comprado seis pares de calzoncillos, los cuales se puso, uno
encima del otro con el fin de introducirlos a Venezuela. Cuando llegó a la frontera
y vio la guardia nacional venezolana esperando dio por sentado que lo estaban
esperando a él. Se bajó del auto, entró a un restaurant cercano y se quitó los seis
pares de interiores “ilegales” que cargaba, abandonándolos para siempre.
Bernardo desembarcó en Yakarta sin una sola rupia en los bolsillos pero estaba
seguro de que alguien lo estaría esperando. Ello no fue así. La persona que había
ido a esperarlo no lo vio salir y pensó que no había llegado, por lo cual se fue a su
casa. Bernardo se acercó a un taxista que parecía wayuú, le mencionó el Hotel
Indonesia y le mostró un paquete de cigarrillos americanos. El taxista levantó dos
dedos y Bernardo asintió.
El Hotel Indonesia se parecía un poco al Hotel Del Lago, de Maracaibo. Estaba
lleno de extranjeros. Por supuesto, no tenían habitaciones disponibles para
alguien que llegase sin reservación pero el gerente de guardia era un español,
quien había trabajado en el Hotel Tamá de San Cristobal y lo logró alojar. Cambió
algunas rupias al cambio oficial y se fue al bar del hotel a tomarse un sólido
“whisky”.
Al día siguiente, totalmente recuperado del viaje, tomó un taxi y se fue a las
oficinas de la empresa. El viaje de unos treinta minutos le proporcionó una primera
impresión de la ciudad. Después del orden y la limpieza que había visto en Hong
Kong, Yakarta lucía caótica y sucia, una especie de mezcla de Ciudad Ojeda con
Punto Fijo. Tendría unos 5 millones de habitantes y estaba atravesada por un río
de aguas achocolatadas, tipo Guaire, donde miles de personas se bañaban, se
cepillaban los dientes o hacían sus necesidades, a pleno sol. En la empresa fue
recibido con gran alegría porque no sabían que había llegado. Las noticias de
Balikpapan eran escasas y no tan buenas. La empresa no estaba operando el
campo de Tandjung y el jefe militar de la zona, el “panglima”, amenazaba con
tomar el control de las instalaciones.
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Bernardo se entrevistó con el gerente general de la empresa en Indonesia, un
robusto australiano quien conservaba su sentido del humor, a pesar de que debía
sentirse como el capitán del Titanic. Le dijo a Bernardo que le recomendaba pasar
el año nuevo en Yakarta, en el hotel y que podía continuar su viaje a Balikpapan
en la primera semana de Enero de 1964. Así lo hizo.
El 2 de Enero Bernardo voló en el ya vetusto DC-3 de la empresa, junto con varias
docenas de pollos y varias cajas de whisky hacia Balikpapan. Era un vuelo de casi
cinco horas, primero a lo largo de la isla de Java y, luego, sobre las selvas de
Kalimantan, el sitio de donde había salido el orangután, nombre que significa
“hombre de la selva” en malayo.
Al llegar al pequeño aeropuerto de Balikpapan le dio el nombre de la empresa a
un anciano, quien, en respuesta, le mostró un destartalado bus, el cual lo
conduciría al campamento. En un inglés muy primitivo le preguntó la razón por la
cual no lo habían ido a esperar. Bernardo le respondió que prefería viajar en el
autobús con él, lo cual lo hizo reír ampliamente. Bernardo había hecho su primer
amigo!
En el trayecto pudo admirar la considerable belleza natural del sitio. La carretera
iba serpenteando entre el mar y una serie de pequeñas colinas, con abundante
vegetación, incluyendo coníferas y grandes grupos de trinitarias (Bougainvillea sp.)
de diferentes colores. Cerca del mar había actividad de pescadores, aldeas con
plantaciones de bananos y frutos menores, donde se veían nativos del lugar
trabajando la tierra con la ayuda de búfalos. Al entrar a la población, especie de
inmensa aldea, Bernardo vio en una colina lo que parecía ser el campamento de la
empresa, una colección de casas muy bellas, con sus jardines razonablemente
bien cuidados. Al bajarse frente a ellas advirtió las paredes llenas de pintas y
calaveras con tibias cruzadas dibujadas en grandes letras rojas. Nada acogedor,
pensó Bernardo.
En la casa de huéspedes de la colonia Bernardo encontró a casi todos los
miembros del equipo de técnicos extranjeros que ya habían llegado a Balikpapan:
Jerry White, el Gerente General de Operaciones; André Rostand, el Gerente de
Personal; William Cook, el nuevo Gerente General y el pequeño contingente
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venezolano: Pedro Rosales, ingeniero mecánico, Federico Blanco, el nuevo
Gerente de Producción y el Gerente de Finanzas Isaías Maduro. White y Cook
venían de Texas. Rostand de París. Solo faltaba el Gerente del Oleoducto y de la
Refinería, un simpatiquísimo gigantón de Louisiana llamado Ray Carter. Todos se
complacieron mucho de ver a Bernardo, de quien no habían tenido ninguna
noticia, lo cual los tenía preocupados. Cook lo felicitó por la manera como se las
había arreglado en Yakarta y por haber llegado sano y salvo a Balikpapan sin
ninguna ayuda de la empresa.
Las primeras informaciones que recibió Bernardo fueron alentadoras. El grupo
había sido recibido sin hostilidad. Los empleados locales se alegraban de tener un
equipo gerencial nuevo. El ejército no había hecho contacto con ellos. Esos
primeros días habían sido placenteros, se sentían como en una especie de luna
de miel. Todos los días los miembros del grupo iban a la oficina y bajo su
supervisión la empresa reanudó operaciones normales. El petróleo muy parafínico
de Tandjung comenzó a fluir de nuevo por el oleoducto hasta la refinería de
Balikpapan. El flujo solo podía ser diurno porque de noche la caída de la
temperatura hubiera podido producir su congelamiento en la línea, lo cual hubiera
sido un desastre.
****************************
La aldea de Balikpapan era gigantesca, tenía cerca de 200.000 habitantes de las
procedencias más variadas: chinos quienes acaparaban el negocio del ratán;
negritos muy alegres de Las Molucas; pequeños javaneses con espesos bigotes, a
semejanza de los andinos venezolanos; silenciosos especímenes cobrizos de
Sumatra; blancos comedores de perros de las islas Célebes y, finalmente, los
verdaderos nativos del lugar, los dayaks, delgados y musculosos, vestidos de
sarong, lo cual les daba una falsa impresión de fragilidad. Los dayaks eran
caníbales, o lo habían sido hasta fechas recientes y aún veían a los recién
llegados con una no disimulada apreciación gastronómica.
Lo que Bernardo aún no sabía, porque nadie había tenido tiempo de informarle en
detalle, es que estaba llegando a un país al borde de la guerra. El gobierno de
129
Sukarno había comenzado a romper con las empresas petroleras operando en el
país: Stanvac, Caltex y Shell. En paralelo, se había estado aproximando a las
empresas japonesas, las cuales deseaban regresar después de la derrota del
Japón durante la segunda guerra mundial. Sukarno había establecido una nueva
ley en 1961, la cual limitaba a las empresas extranjeras a ser contratistas del
gobierno, las obligaba a emplear mas indonesios e incrementaba la participación
del estado en la explotación petrolera. A principios de 1963 el gobierno de
Sukarno había enviado a las empresas arriba mencionadas una larga lista de
demandas, solicitando una respuesta en “varios días”. El Ministro del sector,
Chaerul Saleh, sugería que, si las empresas extranjeras no contestaban a tiempo
las demandas del gobierno, sus licencias de explotación pudieran ser traspasadas
a China. De inmediato se llevó a cabo una furiosa ofensiva diplomática
norteamericana en contra de ese ultimátum. En especial, Caltex alegaba que las
demandas del gobierno indonesio eran confiscatorias. El embajador de USA en
Indonesia recibió una orden del secretario de estado Dean Rusk, en el sentido de
rechazar las demandas hechas a Caltex y enfatizando las consecuencias que esta
posición del gobierno de Sukarno tendría sobre las inversiones norteamericanas y
sobre los programas existentes de ayuda comercial hacia Indonesia. Por su parte,
los chinos y los soviéticos habían acelerado su propia ofensiva diplomática. Los
soviéticos enviaron al Ministro de Defensa Malinowsky a visitar Indonesia. Los
chinos enviaron a Liu Shaoqui. En especial esta visita intranquilizó a los
norteamericanos, ya que el ejército indonesio mostraba una penetración sino-
comunista muy intensa. Aunque los chinos no tenían la tecnología necesaria para
producir el petróleo indonesio, si podían hacer promesas en este sentido, aunque
no las pudiesen cumplir. Los Estados Unidos incrementaron su presión,
apoyándose en una modificación constitucional que establecía un corte inmediato
de relaciones comerciales con el país que confiscase propiedades de empresas
norteamericanas. Sukarno cedió, al menos temporalmente, a esta presión
dictando una ley de estabilización económica, la cual en esencia protegía las
inversiones norteamericanas en Indonesia. Las protestas del partido comunista
indonesio, PKI, fueron vehementes y lograron, en los días subsiguientes, obligar a
130
Sukarno a dictar un ultimátum a las empresas extranjeras. Ello llevó a las
empresas a amenazar con suspender la exportación de petróleo indonesio y a
comenzar a evacuar a sus empleados. A todas estas, el impacto de este forcejeo
geopolítico en la población ya se hacía sentir. El pueblo comenzaba a protestar.
Los actos de vandalismo se incrementaban. Como era ya costumbre en Indonesia,
estos actos violentos se dirigían fundamentalmente contra los comerciantes
chinos. El presidente Kennedy decidió enviar a un emisario personal, Wilson
Wyatt, a hablar con Sukarno. Esta reunión fue inmediatamente exitosa ya que
Sukarno no parecía estar bien enterado de las maniobras de sus propios
ministros. Las circunstancias de la reunión fueron tales que Sukarno quedó muy
halagado del interés mostrado por el enviado especial de Kennedy. El resultado
fue un convenio muy favorable a las empresas extranjeras en Indonesia, mediante
el cual se ratificaban a Caltex. Stanvac y Shell como contratistas del gobierno
indonesio por un nuevo período de 20 años. Para China y los extremistas
indonesios este convenio constituyó una gran derrota.
Sin embargo, la situación de la empresa en Balikpapan no era buena.
La confrontación de Sukarno con Malasia continuaba y había puesto al ejército
indonesio estacionado en Kalimantan en pié de guerra. En el borde entre la
porción indonesia de la isla de Borneo y Malasia existía ya una guerra de
guerrillas. Indonesia había ocupado militarmente la zona de Papua occidental. En
Kalimantan, con su base en Balikpapan, quien mandaba era el jefe del ejército o
“panglima”, el Coronel Soeharjo. Este era un oficial comunista y se había aliado
con el PKI, el Partido Comunista Indonesio, para antagonizar a las empresas
extranjeras que actuaban en la isla. En esos años los militares habían tomado el
control de gran parte del gobierno de Sukarno. La corrupción se había instalado en
los centros de poder político controlados por los militares. Soeharjo, el jefe militar
de Kalimantan, era bastante más radical que Sukarno y había estructurado un plan
para apoderarse de la empresa petrolera a la cuál Bernardo había ido a servir.
Para llevarlo a cabo de una manera progresiva, sin usar la violencia abierta, había
hecho la vida imposible al personal inglés que Bernardo y el resto del grupo
habían ido a reemplazar. Los ingleses se cansaron de estar sometidos a arresto
131
domiciliario y al hostigamiento crónico y llegaron a un punto de desmoralización tal
que la empresa decidió sacarlos de la isla, antes de que les sucediese algo peor.
La táctica que iniciaron los sindicatos comunistas fue la de ordenar a
los trabajadores de la empresa no dirigirle la palabra a los empleados extranjeros
recién llegados. Esta fue una orden que solo fue obedecida a medias porque
muchos empleados no estaban de acuerdo con ella. Después de un par de
semanas esta estrategia se debilitó y murió de muerte natural. El grupo de
empleados extranjeros había adoptado una actitud, estudiada, de total indiferencia
ante las demostraciones de hostilidad por parte del ejército y de los sindicatos. El
gerente general de la empresa había decidido instalar a los miembros del grupo en
casas individuales, a fin de darle a su presencia el aspecto más normal posible.
Al salir del trabajo el grupo iba a la aldea, cada quien por su lado, a hacer las
pocas compras que se podían hacer en Balikpapan: arroz, escasas frutas,
vegetales y uno que otro pollo bastante atlético, como los descritos por el inglés
que Bernardo había encontrado en el hotel de Hong Kong. Existía un solo
restaurant en la aldea, de comida china, al cual Bernardo comenzó a ir con
frecuencia. El menú incluía “saté daging” (carne de vaca) y “saté babi” (puerco)
pero Bernardo nunca vio un puerco o una vaca en la aldea. Sus amigos
indonesios le dijeron al poco tiempo que lo que se comía en el restaurant, en
realidad, eran perros y gatos.
***********
Al cabo de algunas semanas el trabajo y las actividades del grupo se
normalizaron tanto que Bernardo comenzó a pensar que Balikpapan era mucho
más seguro que Venezuela, donde la violencia urbana se había desatado en
contra del gobierno de Betancourt, primero, y de Caldera después.
No iba a ser exactamente así. En la última semana de Enero, 1964, los
sindicatos, instigados por el Coronel Soeharjo, decidieron tratar de tomar el control
de la empresa. Seleccionaron una junta directiva paralela y se dirigieron a la
oficina del gerente General, William Cook, a quien le exigieron la salida inmediata
de todo el personal extranjero y la entrega de su cargo al Coronel Soeharjo. Cook
los escuchó con atención y les preguntó: “¿Traen ustedes un decreto del
132
Presidente Sukarno en este sentido?” . Los miembros de la nueva directiva se
miraron las caras, guardando silencio. Cook agregó: “Yo solo recibo órdenes del
Presidente de mi empresa, quien se encuentra en Holanda. No puedo aceptar
órdenes de ustedes. Les pido que regresen a sus puestos de trabajo y se ocupen
de sus tareas normales. El país necesita de una empresa en producción, no una
empresa envuelta en un conflicto político”. El líder del grupo sindical respondió:
“Estamos aquí para tomar el control de la empresa, Sr. Cook. Usted debe darnos
su silla y su escritorio de inmediato, con todos los documentos importantes”. A lo
cual Cook respondió: “De esta silla no me paro hasta que ustedes se vayan”.
En paralelo con esta visita a Cook, los miembros del sindicato habían
formado grupos para ir a las oficinas de todos los empleados extranjeros y
exigirles inmediata desocupación. Sin tiempo para ponerse de acuerdo el grupo
había reaccionado de manera idéntica a Cook. Nadie había entregado el puesto.
Cook comenzó a llamar por el teléfono interno a los 16 miembros del grupo, uno
por uno. Les explicó lo que estaba sucediendo y su determinación de no entregar
el control de la empresa. Los miembros del sindicato, por su parte, habían
decidido permanecer en la oficina de Cook hasta que este tuviese que pararse de
la silla para irse a su casa o, al menos, ir al baño. En ese momento alguien del
sindicato se sentaría en la silla del Gerente General, el símbolo del poder en la
empresa y el ejército vendría a tomar posesión de las instalaciones. Como
estrategia no era mala, basada en la razonable premisa de que todos debemos ir
al baño tarde o temprano. Sin embargo, Cook le dijo a los miembros de su grupo
que establecería un esquema de rotación, mediante el cual esa silla nunca estaría
sin un ocupante perteneciente al grupo. Para comenzar llamó a Bernardo y le pidió
que viniera a su oficina, a sentarse en la silla mientras él iba al baño. A su regreso
llamó por el teléfono a Federico Blanco, el Gerente de Producción, y le pidió que
elaborase un plan de rotación para todos los miembros del grupo, a fin de que
cada uno pudiese turnarse en la silla por un cierto número de horas, en adición a
sus tareas normales. En todo momento, frente a la silla, en un semi-círculo, se
encontraban los miembros del sindicato, observándolo en silencio.
133
Federico Blanco procedió a elaborar el plan de rotación. Al final de la tarde lo
había terminado. Blanco había decidido ser el primer reemplazo de Cook. Estaría
allí hasta la medianoche. A la medianoche Bernardo entraría a reemplazarlo hasta
las 8 de la mañana siguiente. A esa hora ya Cook estaría de regreso. Bernardo iría
a su casa a bañarse, comer algo y regresar a la oficina para llevar a cabo sus
tareas normales. Los turnos eran de ocho horas y cada miembro del grupo recibió
hasta tres turnos por semana, excepcionalmente cuatro turnos para los miembros
más jóvenes del grupo, Bernardo y Ken Williams, un ingeniero de yacimientos
venido de Oklahoma.
Así comenzó lo que el grupo dio en llamar “el juego de la silla”. Los miembros
venezolanos del grupo le tomaron, como es natural, mucha afición a la silla, quizás
pensando en la silla de Miraflores. Los miembros del sindicato sentados en frente
de la silla tampoco eran siempre los mismos. También ellos se rotaban pues
tenían centenares de voluntarios para hacerlo, en contraste con los 15 miembros
del equipo extranjero. Poco a poco la confrontación silenciosa se convirtió en el
símbolo de la gran pugna que se llevaba a cabo en toda Indonesia: las fuerzas
“populares” contra las fuerzas del “imperialismo”, como lo veían los sindicatos pro-
comunistas. Los estereotipos comenzaron a aparecer en la imaginación de los
adversarios: cristianos contra musulmanes, oriente contra occidente.
El “juego de la silla” se convirtió, en aquel pequeño rincón del mundo, en una
pugna de voluntades entre más de 2000 indonesios y 15 extranjeros. Esta mini-
confrontación duró más de cuatro meses, durante los cuales el grupo de
extranjeros se turnaba en la silla del Gerente General y, al mismo tiempo,
mantenía el petróleo fluyendo, de lo cual tanto la empresa como Indonesia se
beneficiaban.
Un buen día los representantes del sindicato hablaron con Cook y le
dijeron que la confrontación debía terminar pero que el fin debía lucir como una
decisión conjunta. Cook accedió porque no era de beneficio para la empresa
humillar a parte de sus trabajadores y porque el pequeño grupo de extranjeros
estaba francamente exhausto. Esta fue una gran victoria para la empresa,
incluyendo a centenares de empleados indonesios quienes no estaban de acuerdo
134
con los métodos del sindicato y del ejército, una mayoría silenciosa que comenzó,
desde ese momento, a apoyar abiertamente a la empresa.
Bernardo disfrutó de esa experiencia. Durante sus largos turnos, en
las madrugadas, sentado en la silla del gerente, tenía acceso a archivos y
documentos cuya lectura le permitió conocer a fondo las actividades y planes de la
empresa. El astuto Cook, sabiendo quien estaría de guardia, plantaba en su
escritorio las evaluaciones de personal sobre esas personas, para que fueran
vistas por ellos. Bernardo pudo leer la suya, en la cual Cook decía cosas
maravillosas sobre su personalidad, sobre su actuación y recomendaba mejoras
en su nivel de empleo. Esta estrategia (¿o estratagema?) de Cook contribuyó
mucho a mantener muy en alto la moral del grupo durante difíciles momentos.
Una noche, vencido por el sueño, se fue resbalando de la silla hasta
caer dormido entre el escritorio de Cook y la silla. Se despertó sobresaltado y con
pánico, hasta que vio que la oficina estaba a oscuras y que estaba cubierto con
una cobija. Al levantarse, abrió la puerta de la oficina y vio, en el corredor, en
silencio, a los miembros del sindicato. “Lo vimos muy cansado” le dijeron a
Bernardo, “y decidimos dejarlo tranquilo por unas horas. Ahora podemos entrar de
nuevo”. Esta actitud de los trabajadores, de sus “enemigos”, lo conmovió mucho.
Sugería que todo lo que motivaba esta confrontación era un desencuentro
artificial, impuesto por ideologías políticas extremas, entre seres humanos
igualmente capaces de bondad. Seguramente los villanos y los héroes
pertenecían a ambos bandos.
Después de esta confrontación y, de manera progresiva, la situación se
normalizó, hasta el punto de que las familias de los extranjeros pudieron viajar a
Balikpapan, a reunirse con el grupo. Aún después de haber llegado las familias,
los miembros del grupo permanecieron esencialmente bajo arresto domiciliario y
debían pedir permisos especiales a la policía hasta para cenar con su vecino. Las
compras de alimentos y bebidas que habían hecho a través de una empresa
exportadora de Hong Kong se encontraban atascadas en la aduana de
Balikpapan, manejada por el ejército. Las familias comenzaron a carecer de lo
más básico, desde leche hasta papel higiénico.
135
Para solucionar el problema del papel higiénico Bernardo hizo algo que bien pudo
haberle costado la vida meses más tarde. Se fue a la aldea, a la única librería de
Balikpapan, y compró allí las Obras Completas de Mao Tse Tung, en quince
tomos, impresas en un papel excelente. Esa colección les sirvió por casi tres
meses como papel higiénico y Bernardo agradeció el hecho de que la
indoctrinación ideológica no era posible por esa vía. El riesgo que corrió Bernardo
por la compra de las obras completas de Mao fue el de haber sido identificado
como un comunista, porque algunos meses después, en todo el país, se desataría
una matanza de medio millón de comunistas indonesios, cuando el PKI (Partido
Comunista Indonesio) trató de dar un golpe de estado para derrocar a un Sukarno
aparentemente moribundo.
Cuando se terminó ese papel y la librería había agotado su existencia de las obras
de Mao, Bernardo elaboró un pequeño y primitivo discurso en indonesio y se fue a
hablar con el capitán del ejército a cargo de la aduana. Llegó a su oficina y le dijo:
“Selamat pagit, tuan. Nama saja Bernardo Mateos. Saja bekerdja untuk PT Minjak
Belanda. Barang barang saja disini. Saja ingin barang barang itu karena anak anak
saja tidak bisah minum susu. Terimah kasih banjak, tuan”. El capitán lo escuchó
sonriendo ampliamente, mostrando unos dientes que parecían chiclets “Adams” de
yerbabuena y le respondió: “Sr. Mateo, Usted es el primer extranjero de la
empresa que me ha, digamos, tratado de hablar en mi propio idioma. Lo ha hecho
bien ”. Tomó el teléfono e impartió una breve orden. A los tres minutos las cajas de
Bernardo aparecieron y fueron montadas en su jeep.
Al día siguiente, en la oficina de la empresa, todos se habían enterado
de que Bernardo había obtenido sus cajas. No entendían como lo había logrado
con tanta facilidad, cuando todos los esfuerzos hechos oficialmente por la
empresa habían sido infructuosos. La explicación era sencilla. Bernardo había sido
un empleado de la empresa en su propio país, Venezuela, y se había dado cuenta
de la arrogancia con la cuál actuaban muchos de los empleados extranjeros. En
Indonesia él era el extranjero y pensó que debía actuar como a él le hubiese
gustado que los extranjeros actuasen en su país. Así lo hizo, con excelentes
resultados. Nada extraordinario pero muy efectivo.
136
*****************************************
El oleoducto que llevaba el petróleo producido en Tandjung a la
refinería situada en Balikpapan tenía unos 120 kilómetros de largo y era limpiado
regularmente por “cochinos” que se colocaban dentro de la línea. El “cochino” es
llamado así porque el sonido que produce al pasar por la línea se asemeja al
chillido de un cochino. Es un aparato hecho generalmente de poliuretano que se
inserta en la línea y es impulsado por dentro de ella por la presión del fluido. Se
utiliza para varios fines: para limpiar la línea por dentro, separar dos fluidos de
composición diferentes o medir el diámetro interno de la tubería, a fin de
establecer la posible presencia de lo que pudiéramos llamar la ateroesclerosis del
oleoducto, la pérdida de diámetro útil debido a las adherencias. Este oleoducto
llevaba el petróleo crudo bastante parafínico producido en Tandjung a la refinería.
La capacidad de fluir de este petróleo disminuía dramáticamente al bajar la
temperatura ambiente. Por ello, poseía cuatro estaciones intermedias de bombeo
y tres estaciones de válvulas que permitían separar secciones de la línea en caso
de alguna emergencia. Un día se presentó una emergencia que puso en peligro no
solo el oleoducto sino la vida misma del grupo de extranjeros que manejaban la
empresa.
La noticia se recibió en las oficinas de Balikpapan temprano en la mañana y puso
a la empresa en estado de alerta. Un “cochino” que había sido insertado para
limpiar el oleoducto, una operación de rutina, se había atascado en algún punto
del trayecto y paralizado el envío del petróleo. La naturaleza parafínica de ese
petróleo lo hacía sumamente propenso a solidificarse al dejar de fluir. Si ello
ocurría el oleoducto se convertiría en una inmensa vela! Se perdería no solo el
petróleo allí contenido sino el oleoducto mismo y, por extensión, la producción que
no pudiese transportarse por esa vía, mientras se construía una sección alterna.
La noticia se regó rapidámente por Balikpapan y a la hora Cook recibió un
telegrama de la oficina central en Yakarta según el cual el gobierno de Sukarno
pondría presos a todos los empleados extranjeros de la empresa en Balikpapan y
137
los juzgaría como criminales de guerra. Asumía el gobierno que lo que estaba
ocurriendo en el oleoducto era un sabotaje de las fuerzas “colonialistas”.
Ray Carter nos reunió a todos los extranjeros en su oficina y explicó la situación y
su plan para enfrentarla. Había que ubicar el punto donde el “cochino” estaba
atascado, un proceso de aproximaciones sucesivas que iba a requerir del esfuerzo
de todos. Todos los extranjeros salieron de inmediato hacia el oleoducto a revisar,
cada quien, un sector de la línea. Ya el personal indonesio involucrado con el
oleoducto había comenzado a hacerlo. Carter les dijo al grupo: “Tenemos
aproximadamente 6 a 7 horas para salvar la línea. Si no podemos sacar el
“cochino” antes, vamos a perderla. Bernardo pensó: “Más que una vela será un
cirio, porque nos van a fusilar”.
La cacería del “cochino”, con centenares de empleados coordinados por el grupo
de extranjeros dio frutos a las cuatro horas. Se ubicó el cochino muy cerca de una
estación de válvulas y se puso lograr sacarlo y restablecer el movimiento en la
línea. Fue un esfuerzo angustioso, con el grupo de extranjeros “estimulado” por el
temor de ir a prisión. Todas las comunicaciones entre los empleados debieron
hacerse en bahasa Indonesia ya que eel uso del inglés durante la emergencia fue
prohibido por el ejército. Pensaban los militares que los extranjeros estaban
involucrados en una conspiración y deseaban asegurarse que entendían lo que se
estaba diciendo. Esta limitación hizo la tarea aun más difícil y pudo haber sido la
causa de la pérdida del oleoducto.
La empresa respiró con gran alivio. Muchos de los empleados que se habían
destacado durante la emergencia recibieron cartas de felicitación y premios en
dinero. A Bernardo le depositaron $2000 en su cuenta de Hong Kong. Un
telegrama recibido de Sukarno felicitando a los empleados de la empresa fue
copiado a todos. Se vivieron días de euforia.
*********************************
El resto de la estadía de Bernardo y su familia en Balikpapan transcurrió
con normalidad y en un clima de distensión que les permitió disfrutar con más
tranquilidad de la vida en la zona. Hubo días de playa y ocasión de ver a las
138
marionetas de sombra, las llamadas “wayang kulit”, las cuáles narran deliciosas
historias semi-religiosas, semi- legendarias. También hubo ocasión de asistir a
conciertos de gamelán. El gamelán es la música tradicional de Indonesia. La tocan
generalmente unos doce a catorce músicos y la orquesta puede incluir a cantantes
y hasta coros. La música es considerada sagrada y los instrumentistas se
descalzan antes de tocar y se desempeñan con un aire de pronunciada
reverencia. Hay dos tipos principales: el gamelán de Java central y el gamelán de
Bali. Bernardo tuvo oportunidad de escuchar ambos y prefirió el de Bali, el
“Brebanganan”, más rápido, más cambiante, aderezado con timbales. Sin
embargo también le gustó mucho el “Udan Mas” javanés. Es una música que se
divide en tres secciones, cada una de las cuáles utiliza una porción de la orquesta,
las cuáles tocan en paralelo y se integran para enviar un mensaje melódico. El
instrumento central de la orquesta de gamelán es un gran gong, el “gong agen”, el
cuál contiene, en la creencia indonesia, el espíritu mayor.
La vida doméstica en Indonesia presentaba diferencias notables con respecto a la
que Bernardo y su familia llevaban en Venezuela. La esposa de Bernardo nunca
pudo comprender como la pareja que los ayudaba en la casa no le hacía ningún
caso a ella sino a Bernardo. En indonesio, señor se dice Tuan. Y Dios se dice
Tuhan. En la sociedad indonesia de ese tiempo el hombre era un semi-dios.
Cuando la familia de Bernardo se levantaba por las mañanas no podía desayunar
hasta que Bernardo no se sentase a la mesa. Bernardo no estaba de acuerdo con
este protocolo pero la joven pareja que los atendía no cambiaron por ello su
manera de actuar, fuertemente arraigada por las costumbres heredadas del
colonialismo. Cuando el joven les servía la comida en la mesa llegaba casi a
rastras, ya que su cabeza nunca debería estar al mismo nivel de la cabeza del
“amo”. Cuando Bernardo o la esposa se quitaban la ropa sucia era recogida de
inmediato por la muchacha y, a las dos o tres horas, aparecía lavada y
cuidadosamente planchada. La joven freía el maní con ajo, para producir un
delicioso pasapalos, el “kachan goreng” y era sumamente creativa dada la
escasez de vegetales que existía en la zona. Preparaba una deliciosa ensalada de
139
pétalos de rosas y otros ingredientes cuyo origen Bernardo jamás se atrevió a
investigar.
**************************************
La situación política del país se deterioró rapidámente. Se decía que
Sukarno estaba agonizando y, al crearse un vacío de poder, el ejército, la
población musulmana y los comunistas entraron en una sorda pugna. La inflación
rondaba el 650% por año. A principios de 1965 Bernardo decidió salir del país. Su
deseo fue resistido por la empresa, la cual estaba muy satisfecha con sus
servicios. Le fue ofrecida una promoción y un traslado a Yakarta pero Bernardo
intuía que la situación del país se venía abajo. Insistió en salir y, en Agosto de
1965, él y la familia salieron, casi con lo que tenían puesto, en un barco italiano
rumbo a Hong Kong. Apenas un mes después el Partido Comunista Indonesio
intentó un golpe de estado. Masacraron a miles de musulmanes, decapitando a los
“kepala kampung”, los jefes de aldea musulmanes y trataron de tomar el poder.
Asesinaron a los seis generales de mayor graduación del ejército, lo cual produjo
una brutal reacción de la reserva militar, comandada por Suharto, quien
eventualmente se convertiría en el nuevo dictador de Indonesia. Los musulmanes
se dedicaron a vengarse. Por semanas toda la geografía indonesia se tiñó de rojo:
500.000 comunistas fueron asesinados o hechos prisioneros sin fórmula de juicio.
El partido comunista fue aplastado. El ejército tomó el poder e instaló un régimen
de terror como nunca se había visto en el país. Apenas un año después se había
instalado una nueva dictadura militar en el país, no ya de corte marxista sino de
derecha. Cesó la confrontación con la Malasia, se abrieron las puertas a la
inversión occidental y Sukarno, vivo aún pero ya sin poder, comenzó a languidecer
como una flor politicámente marchita, hasta su muerte física años después.
A pesar de haber sido un héroe de la independencia de Holanda, Sukarno instaló
en Indonesia lo que él llamó una “democracia dirigida”, en la práctica una vulgar
dictadura. Bajo su férreo mandato se prohibió el baile, se devaluó la moneda, la
sociedad indonesia se convirtió en un triste y desesperanzado conglomerado.
Sukarno se acercó a los dictadores de su tiempo y se convirtió en el gran líder de
los no alineados. Para conquistar ese liderazgo de tinte netamente político usó el
140
dinero que hubiese servido para convertir a los pobres de Indonesia en clase
media. Pero no lo hizo porque era un incompetente. Y los incompetentes solo
saben hacer política pero no saben gobernar. Bernardo regresó a Venezuela
decidido a no vivir nunca jamás bajo una dictadura. Había nacido bajo la dictadura
de Gómez, había pasado parte de su adolescencia y primera juventud bajo la
dictadura de Pérez Jiménez y, en Indonesia, había experimentado en carne propia
la triste y mediocre dictadura de Sukarno. Ya estaba bueno.
X.
DE REGRESO EN VENEZUELA.
141
mundo de la producción de hidrocarburos, es decir, la ingeniería de yacimientos.
El ingeniero de producción debe estar atento a la condición geológica y mecánica
de los pozos bajo su supervisión, a la corrosión, un peligro siempre presente en
campos donde hay existencia de ácido sulfhídrico y a las presiones, las cuales
indican, en todo momento, el vigor del horizonte productor. Su tarea fundamental
es la del mantenimiento preventivo, aunque con frecuencia deba apelar al
tratamiento y curación de los “enfermos”.
Bernardo fue puesto a cargo de un bloque de producción en la zona
de LAMAR, una de las áreas de producción más importantes que poseía la
empresa en el Lago de Maracaibo.
En 1965, cuando Bernardo regresó, el país aún estaba bajo los
efectos de la violencia y del terrorismo urbano, una violencia que había hecho
erupción en 1962, con los sangrientos episodios del Carupanazo y del Porteñazo,
comandados por un pequeño grupo de militares y civiles de la extrema izquierda.
En 1963 y 1964 se llevaron a cabo actos terroristas contra instalaciones petroleras
pero también se llevaron a cabo elecciones y se efectuó una cesión pacifica de la
presidencia, de Betancourt a Leoni. Durante esos años y, hasta fines de la década
de los 60, el Partido Comunista Venezolano y el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria habían tomado el camino de la violencia, apoyados por la dictadura
de Fidel Castro. Como reacción en contra de esta violencia el país experimentó
una etapa de progresiva solidez democrática, la cual se fue combinando con una
creciente fragmentación de la izquierda extremista. Para 1965 ya la izquierda
venezolana tenía poco apoyo popular y fue abandonando el camino de la lucha
armada.
El extremismo abandonó las montañas, dejó de asesinar policías y el sabotaje de
oleoductos y se refugió en las universidades. Mientras las carreras de ingeniería
sufrían una significativa reducción de estudiantes (un 10% menos en 1967 que en
1964) las carreras de Economía y Sociología vieron crecer los estudiantes en un
87% durante el mismo lapso, mientras que en Humanidades la inscripción subió
en 32%. En retrospectiva, esto es fácil de comprender, pues era en el campo de
las humanidades que era más fácil desarrollar la perversa politización de la vida
142
universitaria. La predominancia de estudiantes en humanidades, liderando los
conflictos políticos en las universidades, evidenció la estéril naturaleza ideológica,
más que social, de estos conflictos. El caballito de batalla de esa insurgencia fue
el concepto de autonomía universitaria, un concepto muy propio de la izquierda
latinoamericana y totalmente desconocido, por innecesario, en universidades
norteamericanas, ya fuesen públicas o privadas. El grito de guerra preferido por
los estudiantes era el de “presupuesto justo”, algo que pocos sabían lo que
significaba, más allá de comida, transporte y libros gratis para los estudiantes poco
dados a estudiar, además de exigencias de un tiempo ilimitado para graduarse y
de profesores complacientes.
En 1967 Fidel Castro envió una pequeña fuerza invasora a Venezuela, la cuál
contó con la colaboración de algunos traidores venezolanos como William Izarra.
Este evento fracasó y se combinó con la muerte, en Bolivia, del Che Guevara para
terminar con la insurrección armada en Venezuela. De allí en adelante, la
izquierda venezolana se refugiaría casi exclusivamente en las universidades. Las
residencias universitarias recibían nombres como Sierra Maestra y Stalingrado y
los grupos de estudiantes por oficio abusaban de la gratuidad de la enseñanza
para hacer de la universidad un foco permanente de insurrección extremista. El
profundo deterioro de la calidad de la enseñanza universitaria en Venezuela se
debe, en gran parte, al proceso de politización llevado a las universidades a partir
de esos años por las llamadas juventudes del Partido Comunista, del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria o de las diversas facciones de la derecha copeyana,
los araguatos y los avanzados. En muchos sentidos, la Venezuela de hoy es el
resultado del desconocimiento de los deberes cívicos fundamentales por parte de
aquella generación. Esos deberes pasaban por el estudio, por la preparación
individual, por la temprana incorporación de los jóvenes a las actividades
productivas de la sociedad venezolana. Lo que ellos hicieron fue magnificar y
disfrutar la tendencia venezolana al bochinche, ya advertida 150 años antes por
Francisco de Miranda durante la pérdida de la primera república.
Bernardo se había graduado, en cuatro años, en una pequeña
universidad norteamericana donde nunca hubo un paro, una huelga o una
143
manifestación en búsqueda de una “autonomía” que nadie echaba de menos o
hubiera entendido de qué se trataba. En su primer año de estudios había
trabajado en la cafetería de la universidad, recibiendo su comida como pago de su
trabajo. Nunca advirtió presión alguna de parte de los estudiantes para pedir
comida, transporte o libros gratis. Allí cada quien trabajaba, estudiaba, se divertía,
hacía el amor y ahorraba lo que podía para salir adelante. La ética del estudiante
norteamericano era totalmente diferente a la prevaleciente en la universidad
venezolana. En Venezuela, aún los mejores se sentían con derecho a pedir alguna
limosna. De allí que, trabajando en Lagunillas, durante las interminables noches
en las cuáles un pozo estaba en la fase final de completación, Bernardo se sentía
como si estuviese cargando un gran peso sobre sus hombros, el peso que él
debía normalmente cargar, más un peso extra que debía haber sido cargado por
la gran masa estudiantil capturada por la lucha ideológica, una masa que había
abandonado sus deberes fundamentales con la sociedad. En pocas palabras, la
Venezuela de la época mostraba una clara tendencia a descansar en una
relativamente pequeña masa trabajadora, la cuál generaba los ingresos
necesarios para que una inmensa masa de parásitos viviese sin cumplir con sus
obligaciones cívicas.
**************************
El trabajo de Bernardo en Lagunillas era complejo y comenzaba a tocar los bordes
de la política. En efecto, existía una pugna constante y sorda entre el sector
gubernamental, el cuál requería mayores volúmenes de producción petrolera, es
decir, mayores ingresos, y los técnicos petroleros, quienes argumentaban que no
se debía producir por encima de una tasa óptima requerida para prolongar la vida
de los yacimientos y asegurar la mejor recuperación final de petróleo de esos
yacimientos. Forzar la producción significaba acortar la vida de los yacimientos, lo
cuál resultaba al fin de cuentas en una pérdida económica para la nación. Un día
el jefe de Bernardo le pidió que lo acompañase a una reunión con el Inspector de
Hidrocarburos del gobierno, en Maracaibo, a fin de hablar del comportamiento de
la producción en las áreas bajo su responsabilidad. Bernardo se preparó bien para
esa visita, pensando que tendría un carácter estrictamente técnico. En realidad no
144
resultó así. El Inspector simplemente les ordenó abrir producción al máximo. Mi
supervisor le recordó que ello significaría producir demasiado gas asociado, el
cual se perdería parcialmente por no existir suficientes facilidades de reinyección.
Además la excesiva tasa de producción podría dañar los yacimientos y acortar
significativamente su vida útil. El Inspector Ramírez era un hombre arrogante y no
estaba acostumbrado a que le discutieran una oirden. “Esta es la decisión oficial”,
nos dijo. Y entonces, el jefe de Bernardo, de manera inesperada, le respondió:
“Pues tendrá que cumplirla otro, pues yo no lo haré. Eso sería un crimen contra el
país”. Y se paró y se fue de la oficina. Bernardo lo siguió bastante preocupado. En
el camino de regreso a Lagunillas el jefe de Bernardo, un escocés rubicundo le
comentó: “Tengo 20 años en tu país, Bernardo, y lo quiero como si fuera mío. No
logro entender como la codicia de los burócratas puede ser más fuerte que el
interés de la nación. Yo prefiero que me boten pero no voy a obedecer esa orden”.
Tres semanas después, un memorándum de la gerencia de la empresa notificaba
al personal que el jefe de Bernardo sería transferido al Mar del Norte, eso sí, con
una importante promoción. Para Bernardo no había dudas de que la razón de esa
transferencia había sido el encontronazo que habían tenido con el Inspector de
Hidrocarburos en Maracaibo. Poco a poco esa historia se difundió por Lagunillas,
revelando un aspecto interesante de la actuación de las empresas extranjeras en
el sector petrolero Venezolano. A diferencia de quienes piensan que en el sector
petrolero los venezolanos siempre han sido los héroes y los extranjeros siempre
han sido los villanos, lo cierto es, como lo experimentó Bernardo, que existían
héroes y villanos de ambos lados.
Esto ha sido así por muchos años, desde el mismo inicio de las actividades en
búsqueda de petróleo en Venezuela. En 1908 Juan Vicente Gómez llegó al poder
en Venezuela y solo lo aflojó el día de su muerte en 1935. Gómez repartió
inmensas áreas de concesiones petroleras entre sus amigos: Planas, Jiménez,
Aranguren, Vegas, Valladares. Solo esta última concesión cubría 12 estados de la
república. El informe de Ralph Arnold evaluando muchas de estas áreas despertó
el interés de las empresas extranjeras, las cuales tuvieron que negociar con los
intermediarios de Gómez, todos quienes se enriquecieron a espaldas del país,
145
vendiendo sus derechos a las empresas extranjeras. Sin embargo, algunas
empresas se negaron a negociar con los intermediarios por pensar que la
asignación de áreas hecha por Gómez había sido arbitraria e ilegal y que, algún
día, esto podía revertirse en su contra. Quienes fueron entonces los villanos?
En los primeros años de la exploración petrolera en Venezuela los geólogos
norteamericanos, ingleses y suizos trabajaron hombro a hombro con profesionales
venezolanos entre quienes se encontraban Martín Tovar Lange, Luis J. Pacheco,
Rafaél Torres y los hermanos Aguerrevere, apoyados por médicos como Enrique
Tejera y Leopoldo García Maldonado. Estos hombres, extranjeros y venezolanos,
fueron héroes de aquella etapa inicial de la industria petrolera venezolana.
Durante la dictadura férrea de Gómez, cuando se creó una satrapía repleta de
adulantes y ladrones, floreció en paralelo una clase petrolera profesional, de gran
dignidad personal y honestidad a toda prueba: Gumersindo Torres, Guillermo
Zuloaga, Siro Vásquez, Manuél Guadalajara, Abel Monsalve, José Martorano,
Carlos Pérez de la Cova y otros. Varios de esos pioneros irían después a cerrar
filas en las empresas extranjeras mientras que otros permanecieron trabajando
con el gobierno, todos animados de un profundo sentido de responsabilidad hacia
el país. Siro Vasquez llegó a ser miembro de la Junta Directiva de la Exxon a nivel
mundial.
En aquellos años, como reacción ante la dictadura de Gómez y en protesta por la
presencia de las empresas petroleras extranjeras en el país, tomó cuerpo en
Venezuela una corriente ideológica nutrida en el marxismo, la cual influyó muy
fuertemente sobre los jóvenes que formaron parte de la generación del 28.
Muchos de estos hombres fueron grandes idealistas y pensaron que la revolución
rusa llevaría a una sociedad más justa. Fue después de 1928 cuando se reveló
abiertamente el carácter sangriento y represivo de los bolcheviques. Stalin y su
grupo de psicópatas: Molotov, Andreyev, Beria, Kaganovich, Kirov, Mikoyan,
Malenkov, Voroshilov, el tenebroso Nikolai Yezhov y el recién llegado al grupo, el
cobarde Khrushchev, presidieron la matanza mas horrorosa del siglo XX después
del holocausto. Millones de campesinos rusos y mas de un millón de troskystas
fueron ejecutados por aquellos monstruos sin educación, convertidos en una
146
oligarquía asesina después de la guerra civil. Por algunos años, sin embargo, los
idealistas venezolanos de esa generación, hombres tales como José Antonio
Mayobre, Víctor García Maldonado, Mariano Fortoul, José Briceño, Miguél Otero
Silva, Gonzalo Carnevali y Joaquín Gabaldón Márquez, basaron sus sueños de un
mundo mejor en esa sangrienta revolución. Aunque casi todos ellos se
arrepintieron eventualmente de esa relación, la generación de 1928 mantuvo una
resistencia de naturaleza ideológica contra las empresas petroleras foráneas, las
cuáles eran percibidas por ellos como los aliados del dictador.
El ataque sistemático contra las empresas petroleras, sin embargo, fue obra de
ideólogos marxistas solo conectados tangencialmente con la generación de 1928,
tales como los hermanos Gustavo y Eduardo Machado, Rodolfo Quintero y
Salvador de la Plaza. En especial Salvador de la Plaza y Rodolfo Quintero
dedicaron mucha de su obra a descalificar a quienes trabajaban para las
empresas petroleras, considerándolos como traidores al país. Salvador de la Plaza
se convirtió en el principal ideólogo marxista de su época y en el campeón más
formidable que el marxismo venezolano pudo enfrentar a las empresas petroleras
extranjeras en Venezuela. Quintero se convirtió en líder obrero, protestando contra
el tratamiento que las empresas les daban a sus trabajadores, reclamos muchas
veces justos, aunque las condiciones de trabajo en la industria petrolera eran
generalmente bastante mejores que las imperantes en el campo venezolano, lo
cual no parecía preocupar mucho a Quintero.
De la Plaza y Quintero estudiaron en el Colegio Católico Alemán de Caracas,
aunque probablemente no coincidieron allí, dada la diferencia de edades, ya que
De la Plaza era 13 años mayor que Quintero. De la Plaza se matriculó en la
escuela de medicina de la Universidad central en 1913 a los 17 años. Debido al
cierre de la universidad decretado por Gómez desistió de estudiar medicina y se
dedicó a estudiar leyes. Participó en intentos de derrocar al gobierno de Gómez y
fue expulsado a Francia en 1921. Allí consolidó su ideología marxista-leninista y
terminó sus estudios. Regresó a América Latina en 1925, a La Habana, donde se
alió con Julio Antonio Mella, fundador del partido Comunista de Cuba. Apoyó a
Sandino en Nicaragua y viajó en 1927 a Moscú, con motivo de la celebración del X
147
aniversario de la revolución bolchevique. Allí seguramente pudo ver las primeras
señales de la conversión de una revolución con pretensiones de justicia social en
una despiadada oligarquía asesina. Lenin había muerto tres años atrás, Trosky
había caído en desgracia pero Stalin aún no había emergido claramente como
dictador. Era todavía un “primus inter pares”, rodeado de un grupo de “magnates”
quienes comenzaban a descubrir los placeres de la burguesía y estaban en vías
de convertirse en brutales asesinos. De la Plaza se radicó en Barranquilla y se
dedicó a conspirar contra la dictadura, contribuyendo a fundar el Partido
Comunista de Venezuela. Al morir Gómez regresó al país pero fue expulsado por
López Contreras. En el exilio asistió a la nacionalización petrolera llevada a cabo
por Lázaro Cárdenas en México. Ello le marcaría definitivamente. De allí en
adelante dedicaría su vida a combatir a las empresas petroleras multinacionales.
Por su parte Rodolfo Quintero, quien también se exiliaría eventualmente en
México, escribiría dos libros llenos de resentimiento en contra de las empresas
petroleras foráneas y de los venezolanos quienes trabajaban en la industria
petrolera: “La Antropología del Petróleo” en 1976 y “La Cultura del Petróleo” en
1985. Ambos intelectuales apoyaron entusiastamente el golpe de estado adeco-
militar que sacó a Medina Angarita del poder, De la Plaza firmando un comunicado
del partido comunista apoyando el golpe y Quintero desde la cárcel.
Al final de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, Quintero y De la Plaza
regresaron a Venezuela dedicándose de lleno, desde la Universidad Central de
Venezuela, a combatir la industria petrolera en manos de las empresas
extranjeras. De la Plaza murió en 1970, no sin antes dejar un nutrido grupo de
alumnos y seguidores, quienes continuaron la batalla ideológica en contra de la
industria petrolera y de sus gerentes venezolanos, a quienes consideraron
siempre como vendidos al “imperialismo”. Entre estos seguidores figuraron J.A.
Silva Michelena, Héctor Malavé Mata, Francisco Mieres, Ramón Losada Aldana,
Carlos Mendoza Potellá y algunos otros. Los esfuerzos de este grupo y de
Rodolfo Quintero, quien moriría en 1985, lograron estructurar una “leyenda negra”
reforzada, conscientemente o no, por algunos novelistas quienes escribieron
acerca del petróleo sin mucho conocimiento del tema: Miguél Otero Silva, Ramón
148
Díaz Sánchez y hasta el mismo Rómulo Gallegos. Esta leyenda negra presentaba
a los gerentes extranjeros y venezolanos quienes manejaban la industria como los
villanos del petróleo, mientras que los héroes estarían, casi todos, en las filas del
gobierno. Este resentimiento, en algunos casos rayano en odio, contaminó a
muchos políticos venezolanos, aún aquellos de convicción democrática y se hizo
evidente durante el debate que condujo a la estatificación de la industria petrolera
venezolana, llevada a cabo años después, en 1975.
En Lagunillas el trabajo de Bernardo se hizo rutina. La excitación inicial
relacionada con su regreso y aventuras en Indonesia se disipó. Rápidamente se
convirtió, de nuevo, en una pieza más del eficiente mecanismo de producción de
la empresa. A pesar de que su futuro parecía asegurado y de que los mas altos
niveles ejecutivos de la empresa ya habían decidido su continuo ascenso dentro
de la organización, Bernardo comenzó a sentirse inquieto. Así como su viaje a
Indonesia había sido el producto de un encuentro fortuito con el Gerente
encargado de la División de Producción de Lagunillas, su próximo paso también
sería el producto de un encuentro fortuito.
149
XI.
DOS AÑOS EN CVP.
Una noche de 1965 Bernardo asistió a una fiesta en el Hotel Del Lago, en
Maracaibo. En una mesa cercana se encontraban varios gerentes de la
Corporación Venezolana del Petróleo, la CVP, entre ellos Fernando Morales, a
quien Bernardo había conocido brevemente en Tulsa. Recién llegado a
Venezuela, ya graduado, Bernardo había corrido una singular aventura con
Fernando Morales. Se encontraron en Valencia en 1956, en un Congreso de
Ingenieros. Uno de los programas extra-curriculares organizado por algunos de los
ingenieros era un sancocho de gallina para el cuál habían seleccionado un sitio
muy poco ortodoxo, un burdel de El Palotal. Bernardo fue invitado y se encontró
con un buen grupo de asistentes, incluyendo a Morales. Una de las damiselas del
sitio, joven y agraciada, se empeñó en llevarse a Bernardo a la cama. Lo que
Bernardo no sabía era que la damisela era epiléptica. Durante el acto la joven tuvo
unas convulsiones y se cayó de la cama, rompiendo un vaso y produciéndose una
herida leve pero espectacular por la cantidad de sangre. Aquello produjo una gran
conmoción. Vino una ambulancia y se llevaron a la joven. Cuando la fiesta se
reanudó, otra de las anfitrionas se acercó a Bernardo y le dijo que ella había
quedado encargada de terminar el asunto. Bernardo se comenzó a excusar
cortésmente pero Morales le habló a la joven con rudeza. Esta agarró un cuchillo y
se le abalanzó a Morales, obligándolo a salir corriendo del sitio. Más atrás salió
Bernardo, quién logró alcanzar a Morales en su jeep y rescatarlo de la furia de la
rechazada fémina.
Apartando este tipo de aventuras, Morales era un ingeniero de petróleos muy
respetado por su calidad profesional. Cuando trabajaba para una empresa
150
petrolera privada, un subordinado creyó hacer méritos con el gerente de la
empresa al decirle que Fernando “tomaba demasiado”. El gerente le respondió:
“Averigue que clase de whisky toma el Dr. Morales, para que lo tome usted
también”.
Con Fernando Morales se encontraba el nuevo Director General de la CVP, un
abogado de mediana estatura, pulcramente vestido. Aunque el ruido en el salón
hacía imposible una conversación, Morales se lo presentó a Bernardo y le dijo que
deseaban conversar con él, sugiriendo una reunión para la semana siguiente.
La CVP era una pequeña empresa petrolera del estado venezolano, creada por el
gobierno de Rómulo Betancourt como parte de su política petrolera, una política
formulada esencialmente por el ministro del sector Juan Pablo Pérez Alfonzo bajo
el nombre de “Pentágono Petrolero”, en referencia a sus cinco componentes: La
OPEP, la CVP, la política de no más concesiones, la promoción de una mayor
participación fiscal en el negocio petrolero y la creación de una organización para
la conservación del recurso hidrocarburífero. El objetivo de la CVP era aprender
directamente a manejar la industria petrolera, en preparación para una futura
nacionalización.
Bernardo se presentó a las oficinas de la CVP en Maracaibo, llamado por
Fernando Morales. El ingeniero Morales, alto, delgado y muy nervioso, lo recibió
fumando y tomando café. Comenzaron a hablar de la Universidad de Tulsa, de lo
mucho que habían disfrutado en aquella hermosa y apacible ciudad y de lo que
cada uno había aprendido allá. Morales había ido a Tulsa ya casado, con hijos, a
hacer un post-grado, mientras que Bernardo había estado allá soltero y muy joven
pero ambos habían tenido experiencias muy positivas.
“Necesitamos ayuda de gente joven y preparada”, dijo Morales, al comenzar a
hablar del tema para el cuál Bernardo había sido invitado. “Esta es una pequeña
empresa pero queremos convertirla en una empresa modelo, una organización
que pueda ser capaz de manejar la industria petrolera venezolana después de la
nacionalización”.
“Por qué es necesario nacionalizar?” preguntó Bernardo. “Hoy en día la nación
tiene casi todos los beneficios del negocio sin los riesgos. Nacionalizar sería un
151
acto puramente político, para satisfacer ansias ideológicas. Me preocupa mucho
esta posibilidad”, le contestó Bernardo.
“A mí también”, respondió Morales. “Es por eso que estoy aquí. Esa es una
decisión que no será tomada por nosotros sino por un sector político que es muy
ignorante del tema. Si la toman, será por razones de orgullo nacional, de
ideología, y no porque sea el camino que más le conviene a la nación. Pero
cuando se tome, si se toma, tendremos que estar nosotros allí, preparados para
manejar la industria como lo que es: un negocio complejo, muy internacional y no
un botín para los codiciosos y roba gallinas”.
Morales tomó varios sorbos de café antes de continuar: “Aquí tenemos un
pequeño grupo de ultra-patriotas, quienes en su entusiasmo nacionalista
bautizaron nuestro primer pozo en el lago como “Venezuela No.1”, olvidando que
en nuestro país se han perforado ya más de 25.000 pozos. “Pero eso es
realmente inofensivo”, añadió, “siempre y cuando no se traduzca en
resentimientos contra quienes trabajan en la industria privada. Para prevenir esa
posibilidad y para mejorar nuestros cuadros técnicos y gerenciales es que
necesitamos aquí a gente con experiencia que venga de la industria privada, gente
como tú”.
Bernardo no estaba muy convencido, aunque si halagado. En ese momento
Morales recibió una llamada telefónica y la tomó, viendo a Bernardo. “Allá
estaremos en cinco minutos”, diciéndole a Bernardo: “El Director General quisiera
conversar contigo. Vamos para allá”.
El Director General de CVP hizo una profunda impresión en Bernardo. No parecía
conocer mucho del negocio pero era un líder nato. De mirada penetrante, con un
fino sentido del humor, le dijo a Bernardo: “Esta es una empresa en consolidación
pero tiene todo lo que tienen las empresas grandes, excepto que lo tiene más
pequeño. Sin embargo la CVP no es una enana sino un niño en crecimiento.
Tenemos exploración y producción. Refinamos petróleo en Morón. Vendemos
productos en el mercado interno y exportamos ya algunos volúmenes. Estamos
decididos a probarle al país que los venezolanos podemos manejar la industria
petrolera. No somos enemigos de las empresas privadas pero si queremos mayor
152
participación en el negocio. Para ello necesitamos un cuerpo de profesionales que
sean más petroleros que ideólogos. De estos ya tenemos demasiado en el país,
quizás incluyéndome a mí. Quisiéramos tenerte con nosotros, para manejar la
exploración. Ya estamos conversando con un ingeniero de petróleos también
joven, a quien conoces bien, para que se haga cargo del sector de producción.
Ambos estarían bajo la supervisión de Fernando, quién necesita mucha ayuda en
este momento. Estamos dispuestos a pagarte lo mismo que te paga tu empresa
actualmente. Aquí todo está por hacer, Bernardo. Es un hermoso proyecto para
gente jóven y entusiasta. Espero sinceramente que puedas unirte a nuestra
empresa”.
Bernardo regresó a Lagunillas pensando en que hacer. Su carrera en la empresa
privada había recibido un gran impulso después de su viaje a Indonesia. Allí
parecía tener un futuro asegurado, quizás hasta un posible puesto directivo a
mediano plazo. Por otro lado, la empresa ya era una organización madura donde
él era un profesional más, una pieza relativamente pequeña del todo. Si él no
estaba allí mañana la empresa pondría a alguien más en su lugar, posiblemente
tan bueno como él. Ir a CVP era convertirse, en cierta forma, en cabeza de ratón
más que en cola de león. Por otro lado, era muy tentador entrar a tener voz y voto
en el proceso de consolidación de una empresa petrolera venezolana. Bernardo
sabía que no esto no sería fácil porque en la CVP existían excelentes
profesionales, como Morales y algunos otros, pero también un grupo patriotero y
mediocre, arropado con la bandera nacional, desconfiado y hasta resentido de los
profesionales venezolanos quienes trabajaban con el sector privado. Algunos de
ellos, inclusive, habían sido empleados de las empresas privadas pero habían sido
desechados por su bajo potencial. Se habían refugiado en CVP y desde allí
lanzaban dardos contra quienes lo habían hecho mejor que ellos en el sector
privado. Si Bernardo aceptaba ir a CVP no podría esperar mucha colaboración de
este grupo.
En sus primeros años de existencia la CVP tuvo suerte en tener en sus filas a
destacados geólogos e ingenieros como Gorgias Garriga, José Antonio Gil Yépez
y Carlos Rojas Dávila, verdaderos caballeros y profesionales de impecable
153
reputación. Pero los niveles medios de la organización eran mediocres porque no
era fácil lograr que los profesionales que estaban en la industria privada quisieran
pasar a una organización nueva y con algunos componentes políticos que muchos
rechazaban. Por esta razón los primeros años de la empresa fueron vacilantes. No
hubo programas de exploración de significación. Los pozos de producción
perforados estuvieron en áreas cercanas a producción conocida de las empresas
privadas. Algunos de ellos fueron abandonados al poco tiempo y otros fueron
objeto de programas de unificación, por estar en yacimientos compartidos con
otras empresas. En sus etapas iniciales el Director General actuaba en ocasiones
hasta como ingeniero de campo, mas preocupado por el costo del lodo de
perforación que por los planes estratégicos de la empresa. La llegada del nuevo
presidente, con quien Bernardo acababa de hablar, debía verse como un hecho
positivo pues el hombre parecía tener una visión de lo que la CVP podía llegar a
ser, una visión que trascendía el modesto plan de convertirla en una simple mini-
empresa de operaciones petroleras.
De allí que Bernardo aceptase pasar a CVP. Ello causó un gran revuelo en su
empresa. La alta gerencia se molestó mucho. Después de haberlo promovido
como candidato para surgir en la empresa hasta los más altos niveles veían su ida
a CVP como un acto de deslealtad y así se lo hicieron saber. El presidente lo
llamó a Caracas, un poco antes de su partida y le dijo: “Bernardo, has estado con
nosotros por diez años. Fuiste un becario de la empresa. Te enviamos a Europa y
al otro extremo del mundo a trabajar y ganar experiencia. Espero que sepas lo que
haces al irte”.
Y Bernardo respondió: “No estoy seguro de estar haciendo lo mejor para mí. Me
voy porque pienso que ellos me necesitan más que ustedes. He sido muy feliz
aquí, pero creo que tengo el deber de colaborar con el país en esta etapa”. El
presidente añadió, con aire realmente molesto: “quiero que sepas que quien se va
de nuestra empresa no regresa jamás”. Bernardo salió de allí bastante deprimido.
****************************************
Apenas Bernardo llegó a trabajar en CVP tuvo oportunidad de observar el estilo de
trabajo de la organización. Se trabajaban largas horas pero con una productividad
154
muy baja. El aire que se respiraba en las oficinas era heroico, la gente quería
hacer grandes cosas pero era muy poco lo que se hacía porque no existían planes
estratégicos. Las actividades de la empresa parecían responder más a los
requerimientos propagandísticos del gobierno que a los requerimientos de su
propio crecimiento y consolidación. Una de las primeras evidencias que encontró
de esta actitud fue la existencia en la empresa de un costoso equipo de
procesamiento de datos geofísicos. Era un equipo grande y llamativo, con muchas
lucecillas que se prendían y se apagaban. Excedía en mucho, sin embargo, los
requerimientos reales de la empresa y no se aprovechaba a cabalidad. Eso sí, era
una estación obligada para los políticos visitantes. Cuando las lucecillas prendían
y apagaban, en gran despliegue multicolor, los políticos miraban el equipo con
asombro y regresaban a sus trabajos, en el gobierno o en el congreso, admirados
de la sofisticación de la empresa venezolana. Uno de los ilustres visitantes, Arturo
Uslar Pietri, no pareció impresionarse con el espectáculo multicolor. Les dijo a los
gerentes: “Yo los felicito sinceramente por el empeño que muestran. Sin embargo,
sigo creyendo que la CVP no tiene razón de existir”.
Una de las primeras acciones que Bernardo decidió tomar fue contratar un
geofísico realmente experimentado, quién pudiera manejar el equipo, procesara
los datos geofísicos existentes y los pudiera interpretar, a fin de que los geólogos
pudieran integrar esa información con los datos geológicos existentes, armar sus
mapas regionales y generar nuevas localizaciones para perforación, algo que no
se estaba haciendo. Esta decisión que Bernardo creyó de rutina dio origen a la
primera crisis en su nuevo empleo. Este geofísico no existía en Venezuela, había
que contratarlo en el exterior. La persona identificada costaría a la CVP más o
menos lo que ganaba el Director General de la empresa y eso, según la gerencia
de personal, era imposible. Ningún técnico, en realidad nadie, podía ganar lo
mismo que el Director General. Ello era contrario a las normas de la
administración pública, la cual establecía niveles bastantes rígidos de
remuneración, los cuáles no se habían hecho para la industria petrolera. Este
relativamente pequeño caso puso a prueba la factibilidad misma de la empresa
petrolera del estado, puesto que en una compañía petrolera de orientación
155
comercial no debía existir esa rigidez en la clasificación salarial. Ello hacía
imposible que un técnico ganase tanto o más dinero que ejecutivos de alto nivel y
esto condenaría a muerte todo intento de crear un grupo de especialistas, algo
que toda empresa debe desarrollar. El caso de la CVP era extremo, dada la
modestia de los salarios devengados por sus ejecutivos y mostraba una debilidad
fundamental, esa de que no existiera la posibilidad de pagarle a un técnico lo que
este técnico ganaría en el mercado abierto de trabajo. La remuneración de un
técnico, de cuyas decisiones dependían inversiones millonarias y cuya habilidad
para encontrar petróleo podía dar ingresos de millones de dólares a la empresa,
no podía ser sometida a lo que la administración pública llamaba “el tabulador”, la
lista de niveles salariales que controlaba la burocracia estatal. En esta lista un
“geofísico I” tendría un salario equivalente al de un “Ingeniero I” en el Ministerio de
Obras Públicas, pero el salario de un buen especialista nunca podría parecerse al
de un ministro del gabinete ejecutivo, el posible equivalente del Director general de
la CVP.
Esta resultó ser una pugna interesante entre los burócratas y los petroleros. Entre
los primeros se encontraban los ejecutivos venidos de la administración pública,
los políticos en la Junta Directiva y los geólogos e ingenieros que no habían
trabajado en el sector privado o lo habían abandonado. Entre los segundos se
encontraban, por supuesto, Fernando Morales y Bernardo. De manera un tanto
sorpresiva, el Director General se puso del lado de los petroleros y decidió que, en
efecto, una empresa petrolera no se podía regir por las rígidas normas de la
administración pública. Pasando por encima de los burócratas aprobó la
contratación del geofísico. En los dos años que este geofísico estuvo con CVP
recomendó seis localizaciones exploratorias, cuatro de las cuales encontraron
petróleo. Su remuneración total por los dos años que estuvo en la empresa se
pagó con la producción de apenas tres días de uno de esos pozos.
Bernardo también pudo reclutar algunos geólogos jóvenes del sector privado
quienes fueron a reforzar las filas de exploración y le dieron una necesaria
sacudida a algunos bueyes cansados que había encontrado allí. Por supuesto, ello
no se hizo sin librar algunas batallas. Tres de los enquistados fueron despedidos y
156
otros tres fueron transferidos a otras actividades menos críticas para la buena
marcha de la empresa. Sin embargo. Bernardo también encontró alguno que otro
intocable, con carnet partidista, con quién debió coexistir de manera precaria.
Otra acción tomada por Bernardo tuvo que ver con la celebración de un convenio
con el Instituto Europeo del Petróleo. En base a ese convenio CVP recibió, por dos
años, un equipo de profesionales: dos geólogos, un geofísico y un ingeniero de
petróleos, para llevar a cabo el estudio integral de las cuencas petrolíferas
venezolanas. Este excelente equipo produjo un estudio geológico integral de la
Cuenca de Maracaibo y colaboró en los estudios del Golfo de Venezuela y de la
Faja del Orinoco. La contribución mas importante de este grupo fue entrenar a los
geólogos y geofísicos jóvenes de la empresa. Al integrarlos en el equipo les
transmitieron un método de trabajo integral, un enfoque multidisciplinario de gran
valor.
La CVP llegó a ser una pequeña empresa de razonable eficiencia, manejada con
mucho entusiasmo, con pretensiones exageradas de reemplazar a las empresas
privadas en el manejo de la industria petrolera venezolana. Nunca pudo lograr ese
objetivo, a pesar de haberse convertido en una especie de símbolo del
nacionalismo petrolero. Uslar Pietri elogió lo que vio, el entusiasmo de los
profesionales quienes trabajaban allí y los mayores niveles de eficiencia que
mostraba, en comparación con el resto del sector público. En un artículo que
publicó después de su visita Uslar Pietri afirmó que, aunque reconocía esos
aciertos, no entendía porque existía, ya que el Estado podía lograr óptimos
beneficios del petróleo sin tener que convertirse en operador. En Venezuela esta
opinión, a pesar de su diáfana claridad y sensatez, continuó siendo minoritaria.
El problema de CVP, el cuál terminó por liquidarla como empresa destinada a
tomar las riendas del negocio petrolero, fue el de no poder manejarse como
empresa comercial. Había sido una creación política y así vivió y murió. Estuvo
siempre en una vitrina, sujeta al debate y a la crítica entre quienes no aceptaban
su existencia como necesaria y quienes la veían maravillosa porque era criolla.
Para estos últimos la crítica a CVP era casi traición a la patria. Según ellos el
mejor técnico petrolero del país era el “negro Eudomar”. Pedro Márquez,
157
Francisco Mieres, Gastón Parra, Pedro Esteban Mejía y otros acaparaban la
discusión en congresos petroleros para cantar las alabanzas de la empresa. La
CVP se convirtió, desgraciadamente, en hija adoptiva del extremismo político
venezolano.
A los dos años de haber llegado Bernardo decidió irse de la empresa debido a una
situación que ilustró, una vez más, la pugna siempre existente entre las decisiones
políticas y las profesionales. Recibió orden de la presidencia de perforar un pozo
en el lago, ya que “el alto gobierno pensaba que era necesario que la CVP tuviese
inmediata actividad exploratoria en esa zona”. Bernardo explicó que necesitarían
entre tres y cuatro meses para seleccionar el sitio. La presidencia ordenó
comenzar a perforar la semana siguiente.
La respuesta de Bernardo fue ruda: “Entonces, tomen una lancha y váyanse al
centro del lago, tiren un sombrero al agua y donde caiga el sombrero, perforen”.
Este comentario fue tomado por la Dirección General de la empresa, no
sorprendentemente, como una renuncia, y aceptada de inmediato. Esa noche
Bernardo invitó a unos amigos a su casa y, en medio de tragos, procedió a romper
sus tarjetas de identificación como gerente de CVP.
Algunos meses maás tarde Bernardo saldría para los Estados Unidos, contratado
por una empresa norteamericana para trabajar como geólogo de producción en el
Golfo de México. Allí permaneció por casi dos años, comiendo ancas de rana en
Lafayette, Louisiana, en un entorno que no era muy diferente al venezolano. En
una ocasión recibió una visita en su oficina. Se trataba de un aspirante a alcalde
de la ciudad, quien iba en busca de votos. Bernardo le respondió, cortésmente,
que él no podía votar por no ser ciudadano estadounidense . El candidato se le
quedó viendo fijamente y le dijo: “Vota por mí y yo te arreglo eso”. Bernardo se
sintió de regreso en Venezuela!
Mientras estaba en Lafayette, pensando seriamente en quedarse a vivir en esa
zona que tanto le recordaba a Venezuela, recibió un mensaje urgente que le hizo
regresar al país.
158
XII.
EPOCA DE GRANDES CAMBIOS.
159
suele subyacer una organización donde hay conflicto pero donde nadie se atreve a
plantearlo o a exponer sus puntos de vista con libertad.
De lo que se trataba el método que se había implantado en la empresa era lograr
que la persona dejase de tomar la crítica a sus ideas o a su trabajo como un
ataque personal. La serena aceptación de la crítica no ha sido una característica
usual en el venezolano. En nuestro país lo que generalmente se le dice a la
persona es: “Que bueno te quedó eso!”, pero lo que se comenta entre los
“amigos” es: “No se dio cuenta del papelón que hizo”. Se trata con demasiada
frecuencia de una relación, ya sea en el trabajo o en la vida de familia,
fundamentada en la inseguridad y la hipocresía. La empresa había querido
modificar esta actitud entre sus gerentes y el programa había tenido un gran éxito.
A pesar de lo traumático de los talleres, en los cuales había episodios de cólera y
hasta de llanto entre los asistentes, el grupo de ejecutivos de la empresa parecía
haber aprendido a despojarse de la caparazón protectora que inhibe la libre
discusión y a interactuar sin tener que ponerse guantes de boxeo. La crítica era
mejor recibida, entendida como dirigida a los procesos más que a las personas.
Como resultado, el clima de la organización era bastante más sano que en el
pasado. La disidencia, la libre opinión, el conflicto traído a la superficie ya no eran
pecados sino actitudes naturales. Era sorprendente encontrar tal ambiente de
libertad en una empresa que había tenido una reputación tan ultraconservadora.
El otro cambio significativo había sido el progreso de la venezolanización. En la
empresa ya un 85% o más del personal era venezolano, incluyendo a los
miembros de la junta directiva. Muchos de los jóvenes profesionales venezolanos
eran brillantes y tendrían destacadas carreras en la industria, antes y después de
la nacionalización: Inciarte, Volkenborn, Wilhem, Krausse, Zemella, Pratts,
Wilthew, Aguerrevere y tantos otros. El presidente era Inglés pero se daba por
seguro que un venezolano lo reemplazaría a corto plazo. Estaba muy
compenetrado con el personal nativo y había promovido programas culturales y
agrícolas de gran valor para la comunidad venezolana.
Bernardo comenzó a examinar las posibilidades petrolíferas del sur del Lago de
Maracaibo, así como las del Golfo de Venezuela. Aunque en el Golfo de
160
Venezuela existían muchas trampas estructurales y estratigráficas, las cuáles
teóricamente pudieran contener petróleo, lo cierto era que el mediocre desarrollo
de arenas potencialmente capaces de almacenar el petróleo y la historia geológica
del Golfo de Venezuela no parecían ser favorables para la existencia de
acumulaciones importantes de hidrocarburos, a menos que se encontrase algún
desarrollo de calizas arrecifales, como las existentes en la Serranía de San Luis, al
sur de Coro. El sur del Lago de Maracaibo era también de inciertas posibilidades
para contener petróleo, debido a las grandes profundidades a las cuáles se
encontraban las rocas capaces de almacenar hidrocarburos y a la historia
geológica de la zona, la cuál sugería que los hidrocarburos, de existir, se
encontrarían en fase gaseosa, debido a las altas presiones y temperaturas que
seguramente prevalecían en el subsuelo. En todo caso, el gobierno venezolano
había decidido no explorar el Golfo de Venezuela por razones políticas, de manera
que la atención de las empresas debió concentrarse en el sur del Lago de
Maracaibo.
***************************************
Los contratos de servicio habían tenido una lenta incubación. Casi diez años
pasaron, toda la década de 1960, sin que hubiese en Venezuela exploración de
significación. Ello se debió a la política de no mas concesiones, la cual ya había
sido anunciada por Juan Pablo Pérez Alfonzo en 1947, pero la cuál surgió con
fuerza a partir de 1959, cuando la dictadura militar de Pérez Jiménez dió paso al
gobierno democrático de Rómulo Betancourt. Aunque la política de no más
concesiones fue uno de los pilares de una respetable estrategia petrolera
gubernamental, lo que nunca emergió fue una alternativa válida a esa política. El
gobierno “dejó de prestar la batea” pero la CVP se mostró “incapaz de lavar”. Al
contrario de otros aspectos positivos de la estrategia petrolera del gobierno, tales
como su participación activa en la OPEP y la búsqueda de un tratamiento
hemisférico especial para el petróleo venezolano, la política de no más
concesiones produjo una abrupta desinversión en el área exploratoria,
produciendo una acentuada declinación de las reservas petroleras venezolanas.
161
Esta medida fue dañina para el país aunque disfrutó de un casi total apoyo
político. Los técnicos venezolanos de la industria que hablaban de la necesidad de
reactivar la exploración fueron vistos con desconfianza, como emisarios de las
empresas foráneas. Arturo Uslar Pietri se convirtió en el principal abanderado de
la necesidad de enunciar una política sustitutiva de las concesiones, la cual
permitiese la reanudación de la actividad exploratoria. El peso de esa opinión de
intelectuales y técnicos condujo lentamente a los contratos de servicio. Sin
embargo, aún después de que la CVP estructurara las bases para esos contratos
y que nacionalistas sensatos como Rubén Sáder Pérez las apoyaran y
defendieran, muchos súper patriotas las atacaron, llamándolas concesiones
disfrazadas. Maza Zavala decía que “la mejor alternativa para el desarrollo de la
industria petrolera venezolana era la política de no más concesiones y el
desarrollo de una industria petrolera nacional independiente representada en
CVP”. Pedro Esteban Mejía hablaba con frecuencia y con bastante incoherencia
sobre los contratos de servicio, definiéndolos como un fraude. Leonardo Montiel
Ortega se quejaba de que el país estaría entregando a las empresas contratistas
lo que él llamaba “el lomito”, ya que las áreas a ser dadas en contratación eran
“probadas”. Alvaro Silva Calderón “le pedía a Dios que no se encontrara ni una
sola gota de petróleo en el sur del Lago”, a fin de que las empresas foráneas no se
aprovecharan de los descubrimientos. Lo cierto era que las áreas a ser dadas bajo
contratos de servicio no eran ni “el lomito” ni eran áreas probadas o concesiones
disfrazadas. Las condiciones de contratación eran severas, sobre todo al
compararlas con el mérito geológico de las áreas. La prueba de ello fue que solo
dos empresas, Shell y Mobil, acudieron al llamado a la licitación por dos de los
Bloques mientras que el resto fue asignado, prácticamente sin pugna, a una nueva
empresa en Venezuela, la Occidental Petroleum. El gobierno creyó haber atraído
sangre nueva al país con Occidental pero la experiencia con esta empresa fue
desastrosa y llena de escándalos de corrupción.
Bernardo trabajó duro en la preparación de la oferta y la selección del primer pozo
exploratorio para el Bloque eventualmente ganado por su empresa. Este bloque se
ganó mediante la oferta de un bono de cuarenta millones de bolívares y de
162
algunas ventajas especiales. El primer pozo exploratorio se perforó en toda la
cresta de una bella estructura, en búsqueda de las arenas del Eoceno, las cuáles
son las grandes productoras de petróleo liviano un tanto más al norte del lago.
Lamentablemente, las arenas del Eoceno en la estructura perforada estaban casi
totalmente erosionadas, mostrando solo unos diez metros de espesor. El pozo
encontró petróleo en cantidades no comerciales. Lo mismo ocurrió con los dos
otros pozos perforados, los cuáles eran de obligatoria ejecución según el contrato.
El nivel del Cretáceo no fue investigado por ninguno de estos pozos debido a su
profundidad, lo cual hacía la perforación extremadamente costosa. Un
descubrimiento de petróleo a estas profundidades probablemente hubiera sido no
comercial a los precios existentes en aquella época.
Cuando Bernardo fue a la Junta Directiva de la empresa a explicar los resultados
de la campaña exploratoria mencionó el hecho de que el pozo inicial había
encontrado el tope del Eoceno a apenas diez metros más arriba de lo
pronosticado, lo cual constituía un verdadero éxito geológico. El presidente de la
empresa, ya venezolano, comentó: “Según Bernardo, la operación quirúrgica fue
una hazaña científica pero el paciente se murió”.
El fracaso de la exploración en el Sur del Lago sirvió al menos para probar el
desatino de quienes opinaban que el área era “probada” y que las empresas
contratistas estaban recibiendo un regalo. Sin embargo, los ideólogos marxistas o
de izquierda extrema no modificaron sus puntos de vista, ya que lo importante
para ellos no eran los hechos sino mantener una retórica de odio contra el sector
privado. Sus prédicas continuaron casi intactas.
*****************************
En los primeros años de la década de 1970 ocurrieron varios eventos importantes,
tanto a nivel de la industria petrolera mundial como nacional. A nivel mundial, en
Libia, el gobierno de aquél país, muy inconforme con los precios a los cuáles las
empresas foráneas estaban vendiendo su petróleo, impuso un corte de producción
argumentando una razón técnica, es decir, que las empresas estaban produciendo
por “encima de los niveles óptimos de producción”. La empresa Occidental
Petroleum experimentó graves problemas de suministro, al no poder obtener de
163
terceros los volúmenes de petróleo que necesitaba. Por lo tanto, se plegó
rapidámente a los deseos del gobierno ibio e incrementó el precio del petróleo
producido en ese país en treinta centavos de dólar por barril, a fin de que el
gobierno libio le autorizara a aumentar de nuevo su producción. Este fue un caso
bastante claro de extorsión (por parte del país) seguido inmediatamente después
por un caso de soborno (por parte de la empresa). Quedó registrado para la
historia como el primer caso de un aumento de precios del petróleo motorizado
por un gobierno, ya que la OPEP hasta ese momento se había limitado a impedir
que los precios bajaran, sin tratar de promover su alza.
En Venezuela los partidos Acción Democrática y URD propusieron de inmediato
importantes medidas, las cuáles fueron aprobadas: un incremento de la tasa
impositiva al 60%, el establecimiento de un precio fiscal de exportación y la
promulgación de un decreto (832), el cuál estipulaba que todos los programas de
exploración, producción, refinación y ventas de petróleo de las empresas
concesionarias debían ser aprobados previamente por el Ministerio de Minas e
Hidrocarburos. El precio fiscal de exportación era el precio al cuál se calcularían
los impuestos, no importa cuál fuera el precio real de exportación. Debido a la
combinación de estos instrumentos el estado venezolano adquirió un control total
de la industria y elevó su participación fiscal hasta bordear un 90% de los ingresos
de las concesionarias.
En Diciembre de 1970 la OPEP llevó a cabo su vigésima primera reunión en
Caracas. El clima imperante en esta reunión fue de un intenso nacionalismo. En
esa reunión los países productores decidieron establecer, de manera unilateral,
los precios fiscales de referencia, siguiendo el ejemplo de Venezuela y convenir
cortes de producción cuando ello fuere necesario para estabilizar los precios. A
partir de ese momento la OPEP adoptó una posición mas agresiva como
organización, amenazando a las empresas foráneas con acciones colectivas en
caso de que sus demandas no fuesen aceptadas.
En 1971, el gobierno venezolano tomó dos medidas adicionales, una, la
nacionalización del gas natural y la otra, la promulgación de la Ley de Reversión.
Esta última estipulaba que todos los activos de las empresas, dentro o fuera de las
164
áreas de concesiones, pasarían a poder de la nación, sin compensación, al expirar
la concesión. Esta ley causó una gran controversia y su nulidad fue demandada
por seis de las más importantes empresas concesionarias, argumentando que la
ley era confiscatoria y anti-constitucional. En especial, las empresas
concesionarias objetaban el traspaso a la nación, sin compensación, de activos
tales como los edificios donde tenían sus oficinas principales los cuales estaban
localizados en zonas urbanas, claramente fuera de las áreas de operación. La
pugna se acentuó cuando en las semanas posteriores a la puesta en ejercicio de
la ley, la producción petrolera comenzó a declinar, bajando en un 10% durante los
meses siguientes. Aunque esta declinación podía ser atribuida de manera
plausible a un invierno benigno en el norte o a la competencia del petróleo del
medio oriente transportado a USA por súper tanqueros, el gobierno venezolano lo
interpretó como represalia de las empresas contra la promulgación de la ley y las
otras acciones tomadas. El presidente Caldera, en discurso dado en Febrero de
1972 ante el Congreso mundial de trabajadores petroleros reunidos en Caracas,
dijo: “La demanda por petróleo aumenta cada día pero nuestra producción
disminuye. Puede que existan causas naturales para explicarlo pero hay rumores
de que ello se debe a nuestra posición nacionalista”. Y el ministro del sector Hugo
Pérez La Salvia agregó: “Las empresas están disgustadas por las medidas que
Venezuela ha tomado en relación con nuestra principal riqueza”. El Washington
Post advirtió que “Venezuela parece estarse preparando para nacionalizar las
inversiones extranjeras [foráneas]…… el gobierno de los Estados Unidos está muy
preocupado por la creciente dependencia del país en el petróleo venezolano”. El
Secretario de Estado de USA, William P. Rogers advirtió: “nuestros requerimientos
crecientes de petróleo tendrán que ser satisfechos por fuentes más prolíficas [que
Venezuela]”, un comentario que causó sensación en nuestro país.
Los altos gerentes y expertos legales de las concesionarias se movilizaron para
argumentar en contra de la Ley de Reversión. No objetaban el concepto, el cuál
era ampliamente aceptado sino la interpretación tan amplia que el gobierno le
había dado. En esta postura los gerentes fueron apoyados por Fedecámaras, el
165
Consejo Nacional de Economía, empresas venezolanas como Mito Juan y la
Cámara de Comercio de Caracas.
La combinación de los instrumentos gubernamentales arriba citados le dio un
pronunciado vuelco a la relaciones entre el Ministerio de Minas e Hidrocarburos y
las empresas concesionarias. Por años el Ministerio había sido un ente
esencialmente fiscalizador. Ahora se había convertido, para todo efecto práctico,
en un organismo co-gestor. Los funcionarios del ministerio pasaron de auditores a
cuasi gerentes. Al recibir los planes de las empresas, de acuerdo al decreto 832,
los funcionarios ministeriales podían introducir cambios en el número y
localización de pozos a ser perforados, en los volúmenes de producción, en los
niveles de refinación, en la comercialización y destino final de las exportaciones y
en los precios. Para todo efecto práctico el estado venezolano había tomado el
control de la industria. Y ello llevó a un rápido deterioro de las relaciones entre los
gerentes de las empresas y los funcionarios del ministerio y otras agencias
gubernamentales. El tono de los funcionarios creció en arrogancia. Las
instrucciones derivadas del ministerio eran redactadas en forma de ukases,
francamente descorteses. Nada de “Apreciado Señor” o “Estimado Gerente” sin :
“Por instrucciones del Inspector… procedan al recibo de esta comunicación a
cerrar (o abrir) la producción del área….”. La seca misiva remataba al final con el
infaltable Dios y Federación. La descortesía era asumida como señal de soberanía
y de ascendencia sobre la empresa. Aunque parezca paradójico, la relación se
hizo aún más tirante cuando las empresas concesionarias eran representadas por
técnicos venezolanos que cuando esos representantes eran extranjeros. No es
fácil precisar las causas de este deterioro pero probablemente tenía que ver con la
notable diferencia salarial que existía entre los dos grupos y con una errónea y
hasta sub-desarrollada concepción del patriotismo por parte de muchos de los
burócratas y técnicos del ministerio. El nuevo papel del ministerio tuvo otra
consecuencia, la de crear forcejeos de poder muy pronunciados entre los propios
departamentos ministeriales. Aunque el ministerio nunca había sido una
organización eficiente, a partir de 1972 se implantó una dura lucha por el poder
entre las Divisiones de Hidrocarburos y de Reversión. A esta pugna contribuyó la
166
personalidad y la diferente afiliación política de los jefes de las dos divisiones,
ambos ambiciosos y con su propia agenda. El resultado de este forcejeo fue un
incremento notable en el trabajo de las empresas concesionarias, las cuáles
debían producir inmensos volúmenes de información por duplicado. El creciente e
improductivo esfuerzo para suplir esa inmensa cantidad de información a
divisiones del ministerio que no se hablaban entre sí, combinado con el férreo
control del estado y la creciente participación fiscal del gobierno en el negocio,
llevaron gradualmente a muchas de las empresas concesionarias a pensar
seriamente en la conveniencia de ser nacionalizadas.
El Director de Exploración y Producción de la empresa llamó a Bernardo para
pedirle que llevara a cabo una nueva tarea. Los cambios que estaban ocurriendo
en el país iban a necesitar un esfuerzo de relaciones con el gobierno mucho más
intenso que un esfuerzo de exploración.
“Creo que estamos acercándonos al momento de la nacionalización, Bernardo”, le
dijo el Director. “Francamente, la empresa piensa que es más conveniente ser
nacionalizada que seguir trabajando en estas condiciones. Debemos irnos
preparando para esto. Estoy convencido de que el país cometerá un grave error
nacionalizando. Solo tenemos que mirarnos en el espejo de Argentina, Bolivia,
Indonesia, México, hasta Italia, para saber lo que nos espera. Como dice Manuel
Egaña, tres años después de la nacionalización tendremos cien mil electores, en
lugar de los veinte y tres mil empleados que tenemos hoy. Como profesionales
debemos hacer todo lo posible para que lo que resulte al final sea lo menos
traumático y lo más eficiente para el país y la empresa. Quisiéramos ponerte al
frente de la gerencia de Relaciones Comerciales, incluyendo todos los contactos
de la empresa a los niveles técnicos y administrativos con el gobierno, con los
ministerios de Minas e Hidrocarburos y de Hacienda. Esta es una labor muy
delicada, la cuál necesita de mucho conocimiento de las operaciones y de
nuestras finanzas pero, sobre todo, de un gran tacto y un excelente sentido del
humor. No es fácil entenderse con el sector político ni con los técnicos
ministeriales”.
167
“Me parece bien interesante”, respondió Bernardo. “Ya tengo alguna experiencia
con los técnicos del Ministerio de Minas. Conozco a algunos de ellos. Son difíciles
y hay que saber hablarles. Tuve una experiencia bastante dura con el Inspector de
Hidrocarburos, en Maracaibo, hace algún tiempo”, añadió, recordando la visita que
causara la brusca transferencia al exterior de su jefe en Lagunillas, algunos años
antes.
“La idea es establecer las mejores relaciones posibles con los funcionarios del
gobierno”, reiteró el Director. “Tenemos que seguir con atención los
acontecimientos políticos. Hay mucha gente empeñada en sacar a las empresas
concesionarias del país a sangre y fuego. Solo hay que leer lo que escriben
Francisco Mieres, Gastón Parra, Eduardo Acosta Hermoso, “el machete” Márquez
y Radamés Larrazabal para darse cuenta del grado de hostilidad en contra nuestra
que se aloja en esos hombres. Ayer vi unas declaraciones desde Maturín, de
Carlos Piñerúa, donde dice que las empresas cometen fraudes contra el país, que
estamos exportando equipos para Indonesia. Ese tipo es tan ignorante como
Bernardoni o como Siuberto”.
“No creo que eso sea posible”, respondió Bernardo sonriente. “¿Cuando
comienzo?”
“Mañana estará tu nueva oficina lista y haremos el anuncio oficial”, le respondió el
Director. Y agregó: “Por cierto, esto incluye un cambio a un grupo superior.
Felicitaciones”.
Ese día terminó la carrera técnica de Bernardo. Aunque tendría oportunidad de
utilizar sus conocimientos de geología y de ingeniería de producción en el futuro,
ya no sería un miembro activo del grupo al cuál había pertenecido por 15 años.
Pasó de ser médico practicante a ser sub-director del hospital.
168
XIII.
EL GRAN DEBATE PETROLERO, 1972-1974.
169
servicio habían fracasado al no encontrar nuevas reservas de hidrocarburos y las
actividades de la empresa Occidental, una de las empresas contratistas activas en
el sur del lago, habían sido objeto de mucha crítica por corrupción. Los
instrumentos arriba citados le permitían al gobierno saber con antelación el monto
de sus ingresos petroleros para el año. Para todo efecto práctico la industria
petrolera venezolana se hallaba “nacionalizada”. Sin embargo, esta misma
situación llevó a las empresas concesionarias a reducir sus inversiones a un
mínimo absoluto, dedicándose a producir de manera acelerada, a fin de recuperar
el mayor volúmen posible de petróleo dentro de la vida remanente de las
concesiones. Esta reacción era lógica como estrategia comercial pero fue
moldeando un clima propicio a la nacionalización. El gobierno comenzó a
preocuparse de que, al final de las concesiones, el país recibiera solo los restos de
la actividad. Los sectores políticos comenzaron a hablar abiertamente de
nacionalizar la industria. Desde el despacho del ministerio del sector Hugo Pérez
La Salvia hablaba de la necesidad de acelerar los estudios dirigidos a la
nacionalización. URD, a través de Leonardo Montiel Ortega, proponía la formación
de un grupo que comenzase a estudiar las maneras de vender directamente el
petróleo venezolano, acusando a las concesionarias de presionar al gobierno
mediante reducciones injustificadas de producción. El resucitado Partido
Comunista de Venezuela, por boca de Olga Luzardo, llamaba a las mujeres
venezolanas a defender la Ley de Reversión. Por otro lado, el ex-presidente
Rómulo Betancourt, el catedrático Ernesto Mayz Vallenilla, el presidente de
Fedecámaras Carlos Guillermo Rangel y el dirigente de acción Democrática Arturo
Hernández Grisanti, pedían no politizar las decisiones en torno a la
nacionalización del petróleo. Había comenzado lo que sería un intenso debate
petrolero nacional, una verdadera muestra de democracia, en ocasiones muy
agresivo pero nunca excluyente. El debate se politizó, un hecho inevitable debido
a la cercanía de las elecciones presidenciales, en Diciembre de 1973. Los dos
partidos con posibilidades de ganar esas elecciones se sentían obligados a asumir
una posición frente a la nacionalización petrolera.
170
Rapidamente se establecieron dos grandes bandos políticos en torno a este
asunto. Uno, en cuyas filas militaban líderes políticos de izquierda o, aún, de
centro o de derecha animados de un fuerte matiz patriótico o pseudo-patriótico.
Este grupo pedía la nacionalización de la industria petrolera de manera acelerada,
entendiendo como nacionalización el control total del Estado venezolano sobre la
industria. Hablaba este grupo de estatificar la industria, más que de nacionalizarla.
Ello excluía la posibilidad de que la Venezuela no gubernamental pudiese tener
una participación directa en la industria. Según este grupo no debería ser
permitida la participación directa del sector privado venezolano en las actividades
de la industria, puesto que este sector era visto por ellos como una simple
extensión del capitalismo internacional. En este bando figuraban, entre muchos
otros, Alfredo Tarre Murzi, Radamés Larrazabal, Francisco Mieres, Leonardo
Montiel Ortega, Gastón Parra, Alvaro Silva Calderón, Humberto Calderón Berti,
Pompeyo Márquez, Freddy Muñoz Eduardo Acosta Hermoso, los profesores
marxistas de las universidades, los comunistas de corte stalinista, y otros como
Abdón Vivas Terán, Carlos Piñerúa, Jesús Paz Galarraga, Pedro Márquez y Jesús
Bernardoni. Los partidos políticos agrupados en torno a esta tesis incluían a
COPEI, MEP, URD y el partido Comunista de Venezuela. El grupo contaba con el
apoyo de la CVP, heredera aparente de la gerencia de la industria una vez
nacionalizada y de organizaciones tales como Pro Venezuela, tradicionalmente
muy nacionalista. La posición del COPEI estaba claramente motivada por
estrategias políticas más que por ideología. Este partido se encontraba en el
poder, en plena campaña electoral y deseaba sonar más agresivo, más
nacionalista que cualquier otro. Acción Democrática, por el contrario, trataba de
demorar el acto de la nacionalización ya que tenían posibilidad de ganar las
elecciones y deseaban ser ellos quienes la llevaran a cabo. Los análisis de la
conveniencia o no del acto, de los problemas que serían encontrados en el
camino, de los riesgos técnicos y políticos que la nación tendría que enfrentar, no
parecían interesar mucho a los súper patriotas.
El otro grupo pedía moderación y cautela. Prefería hablar de una venezolanización
progresiva, de empresas mixtas, de contratos de comercialización con las
171
empresas extranjeras, de una transición más que de una ruptura con las empresas
concesionarias. En este grupo se encontraban, entre otros, Humberto Peñaloza,
Rafael Tudela, Octavio Lepage, Luis Esteban Rey, Antonio Stempel París, Pascual
Venegas Filardo, Carlos Chávez, Eloy Porras, Andrés de Chene, altos gerentes de
la industria petrolera concesionaria, instituciones como Fedecámaras, los
candidatos presidenciales Pedro Segnini La Cruz y Miguel Angel Burelli Rivas,
algunos miembros del equipo técnico gubernamental como Ramsey Michelena y
un creciente número de técnicos petroleros que trabajaban en las empresas
concesionarias. En la Venezuela de esos días la posición de este grupo no era
popular. El bando contrario hacia creer al país que defender tal posición era un
acto de traición a la patria. Sostenerla representaba un acto de gran coraje cívico.
A medida que se acercaban las elecciones de Diciembre de 1973 el ritmo de
quienes pedían la nacionalización se aceleró. Desde el COPEI el candidato
presidencial Lorenzo Fernández abogaba en sus discursos por el adelanto de la
reversión y afirmaba que no le temblaría el pulso para firmar el decreto. El ministro
de Hidrocarburos Hugo Pérez La Salvia, en un discurso pronunciado ante los
periodistas, afirmó que la industria “no podía ser dejada en manos de las
empresas internacionales”. Y, días más tarde, afirmó que “ya los estudios
pertinentes estaban hechos” y que el gobierno planificaba la nacionalización
petrolera, dado que el personal era todo venezolano y que los mercados para
nuestro petróleo eran abundantes. Hasta un prominente miembro de Acción
Democrática, Enrique Tejera París, ex-embajador de Venezuela en Washington
DC, se sumó al coro de los exaltados al decir, justo después de las elecciones,
que “la nacionalización de la industria petrolera era un asunto de la más urgente
consideración”, declaración que fue desautorizada de inmediato por el vocero
petrolero de Acción Democrática, Arturo Hernández Grisanti.
Es posible que la ansiedad mostrada por el COPEI para acelerar un proceso que
requería serenidad y apropiada planificación contribuyese decisivamente a la
derrota de su candidato presidencial Lorenzo Fernández. Lo cierto es que el
candidato presidencial de Acción Democrática, Carlos Andrés Pérez, quien había
sostenido en su campaña una línea de moderación en torno al tema, obtuvo una
172
victoria abrumadora. Lorenzo Fernández, el candidato derrotado del COPEI,
atribuyó su derrota a las acciones tomadas en su contra por las empresas
petroleras concesionarias.
Lejos de apaciguarse debido a la victoria de Carlos Andrés Pérez, los partidos
políticos MEP y COPEI que abogaban por la nacionalización inmediata redoblaron
sus esfuerzos y presentaron en el Congreso Nacional dos proyectos de leyes de
nacionalización petrolera, denominados “leyes que reservan al Estado la Industria
y el Comercio de los Hidrocarburos”. De los dos proyectos, el presentado por el
MEP, obra de Alvaro Silva Calderón, contenía una excelente exposición de
motivos pero ambos incluían importantes errores técnicos, matemáticos y
políticos. La demostración de ignorancia contenida en ambos documentos llenó de
preocupación a muchos profesionales venezolanos de la industria. Estos técnicos
advirtieron que los proyectos de ley confundían el precio fiscal de exportación con
el precio de realización y que proponían enviar las indemnizaciones de los
empleados al Banco Central de Venezuela. Ambos proyectos hablaban de
estatificación y desechaban toda participación directa del sector privado
venezolano en las actividades de la industria. Aunque los proyectos hablaban de
una compensación a las concesionarias basada en el valor neto en libros de los
activos, la extrema izquierda se oponía ferozmente a compensación alguna,
citando los “daños ambientales” que las empresas concesionarias habían
causado. Ambos proyectos estipulaban una estructura de supervisión de la
industria nacionalizada dirigida desde el Ministerio del sector, es decir,
politicamente controlada.
Esta era la situación petrolera, al inicio de 1974, cuando Bernardo ya se
encontraba plenamente dedicado a sus nuevas tareas.
**********************************************
Una mañana de Marzo de 1974 Bernardo bajó, como era su costumbre, a tomar
café en la cafetería de la empresa, situada en el primer piso del bello edificio de
Chuao diseñado por Diego Carbonell. Allí se encontró con Martín Martínez
Marcano, ingeniero mecánico margariteño y uno de sus mejores amigos en la
173
empresa y con Orángel Lobo Parra, economista caraqueño graduado en USA, con
quienes solía conversar sobre los acontecimientos petroleros del momento.
Comentando sobre los proyectos de ley presentados por MEP y COPEI el trío
comenzó a quejarse de la falta de conocimientos del negocio petrolero que
demostraban ambos documentos.
“Los cálculos de las ganancias y los ingresos que hace el documento del MEP
están totalmente errados” apuntó Orángel. Y Martín añadió: “La ansiedad de
aparecer ultranacionalistas ha sido más poderosa que la seriedad”. Orángel se
mostró dispuesto a comenzar un análisis de la situación y tanto Bernardo como
Martín estuvieron de acuerdo. Este análisis tendría como objetivo la elaboración
de un plan de acción para que los técnicos petroleros venezolanos pudiesen
aportar sus conocimientos, a fin de influir de manera positiva en las decisiones que
la nación tendría que tomar en materia petrolera. Los amigos se repartieron la
tarea y se apoyaron en los comentarios y sugerencias de otros profesionales,
incluyendo a Francisco Barea, Conrado Araujo, Moisés Lapco, Juan Vicente Vera,
Enrique Chirinos, Aquiles Fernández, Gonzalo Francheschi, Gorgias Garriga,
Rafael Macías, Héctor Riquezes y Enrique Landaeta, quienes leyeron el borrador
del documento preparado por el trío. El resultado de este primer esfuerzo fue el
siguiente documento:
174
“Tamanaco”. La invitación será extendida a los trabajadores de la industria
petrolera privada y a personas representativas del Ministerio de Minas e
Hidrocarburos, de la CVP y del Colegio de Ingenieros de Venezuela,
• De esa primera reunión deberá surgir un Documento de Exposición de
Principios y un Comité Coodinador del Movimiento.”
175
económicos y de eficiencia técnica y administrativa en la
176
sin embargo, habían comprendido que era el momento de hablar, de opinar, de
darle al país información confiable sobre la industria y no dejar a los políticos,
generalmente ignorantes sobre la materia, imponer criterios basados con
frecuencia en resentimiento e ideologías obsoletas.
En la reunión del Hotel “Tamanaco” se nombró un Comité Coordinador en el cuál
figuraban los tres promotores originales del movimiento y de la reunión. Este
comité se reunió tres veces durante la primera semana y se enviaron telegramas
solicitando reuniones al nuevo Ministro de Hidrocarburos, Valentín Hernández; a
las Comisiones de Minas e Hidrocarburos del Senado y de la Cámara de
Diputados. El Ministro Hernández y el presidente de la Comisión de diputados,
Arturo Hernández Grisanti, recibieron al grupo de inmediato. El presidente de la
Comisión del Senado, Godofredo González, nunca les respondió.
Al día siguiente, en la cafetería, Bernardo, Orángel y Martín pasaban revista a los
eventos aprovechando la hora del café.
“¿Vieron lo que escribió Bernardoni sobre el “hombre compañía?” preguntó Martín.
“¿Y las declaraciones de Luis Beltrán?” añadió Bernardo. Y Orángel comentó:
“Creo que es necesario acelerar el proceso de consolidación de la agrupación.
Necesitamos tener fuerza para contrarrestar la campaña que se nos viene
encima”.
“Estoy de acuerdo”, dijo Martín. “Propongo que llevemos a cabo una serie de
eventos en los campos. De todas las áreas, donde hay mayor entusiasmo es en
Paraguaná. Andrés (Revesz) y Polo (Aguerrevere) ya están en contacto con
Rafael (Strauss) y Tepedino para tener una primera reunión”.
La reunión que se llevó a cabo poco después en Paraguaná tuvo una asistencia
masiva. Durante esa reunión se seleccionó el Comité de representantes de la
agrupación en la zona de las refinerías, el cuál incluía, entre otros, a Oscar
Rodríguez, Reinaldo Ceballos, Frank Aveledo, José Marcano, Eliécer Colmenares,
Luis Hernández, Andrés Revesz, Edgar Jiménez, Rafael Strauss, Antonio
Tepedino, Luis Rivas, Heraldo Sifontes, Rafaél Rivera, José Mur, Polo
Aguerrevere y Antonio Molina.
177
El éxito de la reunión de Paraguaná fue seguido, dos semanas después, por una
reunión en Maracaibo durante la cual se formó el núcleo organizador en esa
ciudad: Adalberto Briñez, Francisco Chacín, José Chacón, German Guillén, José
Martínez, Dael Montiel, Rolando López y Francisco Santamaría. Diez días más
tarde se llevó a cabo la asamblea inicial en Lagunillas, seleccionándose un grupo
directivo de la seccional de la Costa Bolívar: Carlos Belford, Enrique Chirinos,
José A.Mora, Pedro Pagazani, Carlos Kachler, Douglas Parra, Raúl Pedauga, Luis
Pellicer, Pedro Vegas, Arnaldo Salazar, César Yélamo, Hans Krause, Ovidio
Suárez, Demetrio Quintero y Ovidio Rodríguez. A esta reunión de la Costa Bolívar
asistieron más de 500 personas, incluyendo los representantes del ministerio del
sector, Fernando Báez Duarte y Humberto Calderón Berti. La excelente minuta de
esta reunión, llevada a cabo por Eugenio de Bellard Pietri, mostró claramente
como los temas allí discutidos fueron muy similares a los que se discutieron en las
reuniones llevadas a cabo en las demás regiones del país: los peligros de
politización de la industria, los riesgos de burocratización, la necesidad de
racionalizar las operaciones, la transferencia de tecnología, las futuras funciones
del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, como comercializar el petróleo en los
mercados internacionales, el papel de la Comisión de Reversión que había
nombrado el gobierno, la creación de confianza en el personal a fin de evitar su
éxodo. Los representantes del gobierno establecieron que no habría participación
del sector privado en la nueva estructura de la industria, ni foráneo ni venezolano.
Abrieron las puertas de la Comisión de Reversión para que los técnicos petroleros
pudiesen hacer conocer sus ideas y aportar su experiencia.
En la zona de Morón la reunión inicial llevó a la formación del núcleo de Carabobo,
organizado por Efraín Brown, Luis Cedeño, Ricardo Pérez, Juan Portillo, Carlos
Scott, Agustín Gonzalez y Manuél Sácara, entre otros. En el oriente del país, San
Tomé-Puerto La Cruz-Anaco un grupo formado por Nilo Giménez, Francisco
García, Bernardo Jurado, Alejandro Parra, Manuél Marcano, Freddy Rodríguez,
Juan Lozada, Ricardo Paytuví, Ramón Goitía y Julio Rivera echó a andar la
agrupación.
178
A los tres meses la lista de miembros activos de la organización rebasó las mil
personas y el entusiasmo mostrado por los técnicos la convirtió rapidamente en
una formidable fuerza de opinión. Desde el principio la agrupación resistió las
tendencias que afloraron en un grupo de miembros, de convertirla en un sindicato,
en un grupo de presión para la obtención de beneficios laborales. Esa tesis nunca
prosperó. Lo que prevaleció fue el deseo de darle a conocer al país la realidad de
la industria petrolera y los obstáculos que tendrían que vencerse para hacer una
nacionalización sensata y eficiente. Aunque dentro de la industria petrolera
existían técnicos y gerentes de empresas diferentes y de organizaciones políticas
diversas, en el seno de la agrupación nunca se habló en términos político-
partidistas. El idioma común a todos los miembros era el petrolero. Esa identidad
de pensamiento le dio gran coherencia a las actuaciones de la agrupación y
mucha credibilidad ante la opinión pública.
En muchos sentidos la vehemente participación de los técnicos petroleros en el
debate que se iniciaba fue una gran sorpresa para el mundo político venezolano y,
aún, para los mismos técnicos, acostumbrados a trabajar en silencio. La sorpresa
tuvo que ver no solo con la pérdida del temor y de la inhibición sino con la calidad
y coherencia de los planteamientos. El país los había visto tradicionalmente como
técnicos, hasta cierto punto incapaces de pararse frente a un micrófono a discutir
con los curtidos líderes políticos venezolanos. Pero ahora, ver y oír al geólogo
Pancho Moreno, a Carlos José Ramírez, Federico de Chene, Roberto Mandini o
Humberto Vidal argumentar en un foro público sobre los asuntos nacionales fue
una revelación para un país que estaba acostumbrado a pensar que solo los
líderes políticos podían decir cosas importantes. Más aun, cuando los técnicos
comenzaron a hablar, la opinión pública se dio cuenta rápida de lo burdo que
resultaba el discurso petrolero de los políticos. Los técnicos hablaban con las
cifras en la mano, apoyándose en datos precisos, lo cual ofrecía un gran contraste
con la vaga y rimbombante retórica de los políticos ultranacionalistas. El debate
comenzó y adquirió pronto una gran intensidad.
En Mayo de 1974 el presidente Pérez dio un paso estratégico importante, creando
la Comisión de Reversión. En base a esta decisión el debate petrolero fue sacado
179
del Congreso, donde se había convertido en un torneo de retórica barata, y
trasladado a una comisión mas técnica y capaz de trabajar en serio sobre el
asunto petrolero. La comisión estuvo constituida por 36 personas provenientes de
los partidos políticos, sindicatos, universidades, colegios profesionales,
organismos económicos, miembros del gabinete y un grupo seleccionado a título
personal por el presidente. Todos los sectores de la vida nacional estuvieron
representados en esa comisión. Mejor dicho, casi todos, menos los técnicos
petroleros, el grupo que conocía mejor el asunto. De nada valieron los repetidos
intentos de los técnicos petroleros ya organizados para estar representados en
esa comisión. Ofrecieron participar como observadores, sin voto, pero al menos
con voz. No fue posible. Es probable que ello fuese una estrategia razonable por
parte del gobierno, no involucrar directamente a los técnicos petroleros en el
debate de la comisión. En el momento, sin embargo, la negativa fue considerada
por los técnicos como una exclusión importante, sobre todo porque los sindicatos
petroleros si estaban representados. Afortunadamente la comisión incluía a
algunos miembros muy trabajadores y conocedores de la industria: Aníbal
Martínez, Rafael Tudela, Armando Azprua, Humberto Peñaloza y algunos otros.
Muchos de los miembros rápidamente dejaron de asistir, otros se dedicaron a
discutir, dejando la tarea constructiva a los miembros conocedores de la industria
arriba mencionados. De especial importancia fue la contribución de Humberto
Peñaloza sobre la organización de la industria una vez nacionalizada. Peñaloza se
encargó de neutralizar a los grupos más extremistas, los cuáles pretendían
establecer una organización controlada por CVP y establecida a lo largo de líneas
funcionales (una empresa de exploración, otra de producción, etc), lo cuál hubiera
sido desastroso. Lo cierto es que la exclusión de los técnicos petroleros de la
comisión, en lugar de silenciarlos, hizo que se mostraran más participativos en
foros públicos, en la prensa y en la televisión.
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180
• En Febrero de 1974 me encontré en Maracay con Fernando Baez Duarte.
Me dijo que iba a ser nombrado Vice-Ministro de Minas e Hidrocarburos y
no podría, por tanto, seguir escribiendo la columna petrolera para la revista
“Resumen”, editada por Jorge Olavarría. Me preguntó si estaría interesado
en escribir para la revista sobre estos temas. De inmediato respondí
afirmativamente, porque me di cuenta de que esta sería una vía
extraordinaria para comunicarle al país la opinión de los empleados
petroleros. La revista “Resumen” se había constituido en una gran
publicación semanal, leída por miles de venezolanos, elaborada al estilo de
las grandes revistas mundiales de opinión. Su editor, Jorge Olavarría, era
uno de los venezolanos mas cultos de su generación. Muy irreverente,
polémico, voluble, original, caustico, extraordinario analista, de prosa
encendida, Olavarría era uno de los venezolanos más interesantes en el
panorama político venezolano. Le pedí a Báez Duarte que me facilitara una
entrevista con él.
• Al reunirme con Olavarría pude darme cuenta de que todo lo que se decía
de este hombre parecía ser verdad, lo mucho bueno y también lo menos
bueno. Entre sus cualidades estaban una prodigiosa inteligencia y una
cultura avasallante. Exhibía un sentido del humor como debe haber sido el
de Juan Vicente González, un tanto agrio pero de mucho ingenio. Sus ideas
sobre periodismo eran absolutamente originales. El editorial de la revista
era escrito enteramente por él y constaba generalmente de varias
secciones, las cuáles analizaban los asuntos más importantes del momento
con una combinación de datos precisos, opiniones muy tajantes sobre los
actores principales de cada asunto, todo ello expuesto en una prosa
extraordinaria. Solo esos editoriales ameritaban coleccionar la revista. Sin
embargo, además de los editoriales la revista incluía entre 30 y 40 páginas
de ensayos sobre los más diversos temas, además de chismes políticos y
sociales. Olavarría producía ideas constantemente, un poco como
Tchaikovski producía melodías, sin parar. Sus problemas eran los mismos
181
que aquejan a casi todos los venezolanos de gran talento: un ego
monumental y una iconoclastia que lo incitaba a la pelea y a la destrucción
con el mismo entusiasmo con el cuál hacía amigos y generaba buenas
ideas. Aproveché esta reunión para poner a la orden de “Resumen” todo un
grupo de técnicos petroleros deseosos de escribir para la revista y él me
pidió que coordinara tal esfuerzo. Casi de inmediato comenzaron a escribir
para la revista Ramón Cornieles, Efraín Barberii, Marcos Marín, Daniel
Chalbaud, Tiberio Faría, Roberto Mandini, Ernesto Fronjosa, Francisco
Barea, Enrique Vásquez, Odoardo León Ponte, Carlos Rengifo, Gustavo
Coronel, Carlos Ramírez, Oswaldo Amaya, Rafaél Pérez Alvarez, Eugenio
De Bellard, Raúl Miquilarena, Gustavo Nieto, Diego Nucete, Antonio
Tepedino, Luis Hernández, Erwin Arrieta y otros. “Resumen” se convirtió
rápidamente en el principal baluarte de los técnicos petroleros y contribuyó
decisivamente a moldear la opinión pública en torno a la nacionalización.
182
XIV.
ARRECIA EL DEBATE.
183
de petróleos, a emitir un comunicado en el cuál criticaban estas conclusiones y
reafirmaban su criterio de que el país estaba listo para llevar a cabo la estatización
de la industria petrolera. El Director general de la CVP, General (Ej.) Carlos
Carnevalli Rangel, declaró públicamente que se crearía una empresa, “Petróleos
Venezolanos”, para controlar empresas funcionales (Exploración y Producción,
Refinación, etc.). Argumentaba el grupo de profesionales de la empresa del
Estado que ellos estaban preparados para asumir el reto de manejar la industria.
Sin embargo, el ministro Valentín Hernández manifestó públicamente que la CVP
no sería la empresa matriz de la industria nacionalizada sino que apenas sería una
empresa más en el sector y desvirtuó la tesis según la cuál las empresas
operadoras serían funcionales y no verticalmente integradas.
Después de ganar esta primera batalla de opinión AGROPET, la agrupación de
empleados petroleros, se dedicó a afinar sus estrategias y se preparó para el III
Congreso Venezolano de Petróleo, un evento que sería crucial. Estos congresos
petroleros siempre habían sido importantes en establecer rumbos para la política
petrolera del país. El primero, en 1962, produjo un volumen de excepcional calidad
sobre la industria petrolera en Venezuela. El segundo, en 1970, llevó a cabo un
análisis muy completo de los pros y contras de la reversión petrolera. Versó sobre
los aspectos legales y políticos de una medida que ya se veía venir a mediano
plazo. El tercer congreso, en Junio 1974, se iba a realizar en un momento en el
cuál el país entero estaba atento a un debate sobre la conveniencia o no de
transferir la industria petrolera al control del Estado. Como era de costumbre en
estos eventos, se extendieron invitaciones a miembros del Congreso y a
representantes del sector político. El comité organizador estuvo constituido por
Rafael Sandrea, presidente; Gustavo Coronel, secretario de organización; Arévalo
Reyes, Alberto Quirós, José Gregorio Páez, Rubén Chaparro Rojas, Romer
Boscán, Gerardo Acosta y Jesús Gómez Carpio.
El tema central del evento era: “Alternativas para el manejo futuro de los
hidrocarburos”. Un grupo, entre quienes figuraban Alirio Parra, Juan José Delpino,
Félix Morreo, José Rafaél Domínguez, Ramsey Michelena y José Sahagún, fue
comisionado para escribir el documento principal sobre las alternativas de
184
administración de la industria que pudieran reemplazar el mecanismo de
concesiones. Este grupo de trabajo experimentó problemas porque varios de sus
integrantes dejaron de ir a las reuniones y algunos se manifestaron contrarios a
las ideas de otros miembros. Por ello se hizo necesario la entrada de dos
“carpinteros” quienes pudiesen trabajar en el documento: David Bain y Gustavo
Coronel, a fin de poder terminarlo a tiempo para el evento. El trabajo que fue
presentado al Congreso contemplaba cuatro alternativas y discutía las ventajas y
desventajas de cada alternativa. La primera era la administración directa por parte
del Estado; la segunda el contrato de operación; la tercera la empresa mixta y la
cuarta la administración privada bajo supervisión estatal. Lo cierto fue que este
documento tuvo un valor más bien académico porque, en el discurso inaugural del
Congreso, el presidente Pérez se encargó de establecer la pauta que debía
seguirse: “Estudien ustedes aquí las alternativas para la administración del
petróleo pero no para el futuro del petróleo, pues no hay sino uno, la
estatificación”. Y añadió: “Les pido que hablen con franqueza, que no le tengan
miedo a la coacción psicológica. Este es el momento de la responsabilidad
nacional y debe también ser el momento de la franqueza nacional”.
El Congreso se convirtió en un intenso campo de batalla. Juan Pablo Pérez
Alfonzo definió el trabajo presentado por los técnicos petroleros como una
“bazofia”. El periódico “Punto”, vocero del marxismo criollo, recogió alborozado
esta opinión. Cruz Aguilera, economista petrolero, afirmó que los campos
marginales eran el resultado de la irracional explotación hecha por las
concesionarias. Oscar Rojas y Pedro Márquez propusieron la inmediata
estatificación total, bajo el manejo de la CVP. Leonardo Montiel Ortega, Hugo
Pérez La Salvia y Arturo Hernández Grisanti apoyaron el manejo estatal total de
la industria petrolera. Los técnicos petroleros presentaron sus alternativas y
describieron los riesgos que tendría la estatificación. Sin embargo, el discurso
inaugural del presidente Pérez en el congreso petrolero no dejó dudas sobre la
intención del gobierno. Durante este evento se consolidó una división muy
profunda entre los gerentes y técnicos petroleros de la industria privada, por un
lado, y el sector político y los profesionales de CVP por el otro, incluyéndose en
185
este sector no solo a los miembros de la extrema izquierda sino a miembros de
partidos democráticos, quienes estaban honestamente convencidos de que el
control estatal de la industria petrolera era preferible a la participación del sector
privado. Durante el congreso los grupos extremistas llegaron a acusar
abiertamente a los técnicos petroleros que laboraban en las empresas privadas de
traición a la patria, de ser voceros de las empresas extranjeras y de carencia de
patriotismo.
Después que el documento sobre alternativas para la administración de los
hidrocarburos fuera presentado, el ingeniero Humberto Peñaloza tomó la palabra
por media hora, en lugar de los cinco minutos reglamentarios. Ello fue el inicio de
un desordenado debate en el cuál algunas voces responsables como Arturo
Hernández Grisanti, Alberto Quirós y Rubén Sáder Pérez trataron, sin mucho
éxito, de poner orden. El circo montado por la izquierda extrema condujo a los
representantes del gobierno a asumir la defensa de los técnicos petroleros de las
empresas privadas. Fernando Báez Duarte dijo en su discurso final: “Sin el
concurso de los técnicos petroleros venezolanos no se podrá hacer realidad la
aspiración colectiva de manejar soberanamente la industria”.
De ese congreso surgió un cambio dramático en la actitud de los técnicos
petroleros. Los insultos recibidos, lejos de amilanarlos, los pusieron en pié de
guerra. Por primera vez se dieron exacta cuenta de quienes eran los verdaderos
enemigos del país y de la industria y se decidieron a darlo todo para lograr una
nacionalización racional y verdaderamente beneficiosa para el país. La actitud de
los técnicos petroleros se endureció y su participación pública se incrementó de
manera significativa.
Durante el congreso se llevó a cabo la entrega del premio “Gumersindo Torres”.
Fue dado a Luis Plaz Bruzual, un funcionario del Ministerio de Minas e
Hidrocarburos de muchos años, un ciudadano ejemplar. En su discurso de
aceptación del premio Plaz Bruzual dijo: “Me complace que cuando se habla de
nuevos esquemas para administrar la industria petrolera nacional se considere
conveniente mantener la estructura de los principales núcleos que la integran.
Solo así podrá lograrse el mandato nacional de que nuestra industria petrolera no
186
se convierta en otro de nuestros institutos autónomos que, salvo pocas
excepciones, tienen un largo y triste historial de despilfarro de los dineros
públicos”. Con estas palabras un hombre íntegro y muy nacionalista como Plaz
Bruzual advirtió al país contra los riesgos de dejar el manejo de la industria en
manos de organizaciones del Estado politizadas e ineficientes y la conveniencia
de buscar alternativas para crear empresas del Estado con orientación comercial y
profesional.
La agrupación de orientación petrolera, AGROPET, creció rapidamente. No menos
de cien artículos escritos por estos técnicos fueron publicados en “Resumen”
durante la Segunda mitad de 1974. Se organizaron foros y talleres en todo el país,
en los cuáles se habló claro sobre la realidad petrolera nacional. En Agosto la
agrupación fue recibida por la Comisión de Reversión. Allí los técnicos petroleros
hicieron una exposición sobre la manera más eficiente de manejar la industria
nacionalizada. Fue lamentable que la mayoría de los representantes de los
partidos políticos estuvieran ausentes, porque hubiesen podido aprender algunas
cosas importantes. En esa exposición AGROPET presentó un esquema de
organización basada en una casa matriz, Petróleos de Venezuela, con un
directorio de ocho a nueve miembros a tiempo completo. Seis de esos directores
deberían tener experiencia directa en la industria o en el ministerio del sector, tres
de ellos deberían ser empresarios de alto nivel, ninguno de ellos políticos de
carrera. El documento recomendaba que se llevara a cabo una racionalización
operacional durante los primeros tres años de nacionalización, en base a
consideraciones geográficas, técnicas y operacionales. Se formarían cuatro
empresas verticalmente integradas, así como una empresa de mercadeo interno y
otra empresa de comercialización internacional. AGROPET insistió en ese
documento que Petróleos de Venezuela debería tener total autonomía de acción y
planificación de las actividades de la industria. Una vez nacionalizada la industria
nunca debería tener exceso de empleados. El documento también se pronunció
por la creación de un Instituto de Investigación y por el desarrollo de una campaña
exploratoria en la plataforma continental, en la zona del Orinoco y en otras áreas
promisorias del país, manifestándose contrario a la creación de una empresa
187
únicamente dedicada a exploración, como proponían los técnicos de CVP. Es
justo decir que no todas estas ideas habían nacido en el seno de la organización
de empleados petroleros. Algunas de ellas habían emergido de la discusión
nacional sobre el tema pero el mérito de AGROPET fue el de organizar estas
ideas y sistematizarlas. Estas ideas encontraron mucha receptividad en Humberto
Peñaloza, quien se convirtió en el miembro más activo de la Comisión de
Reversión .
En Abril un grupo de miembros de AGROPET se reunió con el ministro Valentín
Hernández. En esa reunión el ministro les pidió el nombre de un representante,
para tratar de incluirlo como miembro de la comisión de reversión y se le propuso
al ingeniero Marcos Marín y, como suplentes, a Roberto Mandini y Nikita Yalines.
Aunque esto no se concretaría, es preciso decir que el ministro hizo todo lo posible
por lograrlo.
Una tarde de Agosto, 1974, Bernardo fue a la sede del Colegio de Ingenieros,
situada en Los Caobos. Se celebraba allí un Foro sobre Petróleo, al cual asistían
algunos miembros de la Comisión de Reversión. Después del evento algunos de
los asistentes se fueron al bar del colegio. Uno de los miembros de la Comisión,
representante de uno de los partidos extremistas, se pasó de tragos y, en medio
de la conversación, se jactó de haber sustraído una copia del proyecto de ley de
nacionalización que había sido elaborado por Alvaro Silva Calderón para la
Comisión de Reversión y de haberla entregado a la prensa, antes de que los
miembros de la Comisión pudieran analizarlo. Habló lo suficientemente alto para
ser oído por Bernardo y otras personas presentes. En efecto, ese documento era
confidencial y no debía haber salido a la luz pública. La razón para darlo a conocer
prematuramente era la de presionar al gobierno a aceptar algunos planteamientos
del sector izquierdista. El presidente de Fedecámaras, Alfredo Paúl Delfino,
protestó contra esta infidencia y denunció el proyecto en el seno de la Comisión
como primitivo e inconveniente. Estas declaraciones de Paúl Delfino fueron,
igualmente, dadas a la prensa por el miembro infidente. Importantes miembros de
la Comisión como Rafael Tudela, Carlos Rafael Silva, Humberto Peñaloza, Alirio
Parra, Aníbal Martínez y Domingo Maza Zavala le hicieron críticas de forma y
188
fondo al proyecto y condenaron la infidencia. El resultado de la maniobra poco
elegante de los extremistas fue negativo para ellos porque el proyecto publicado
obligó al gobierno a elaborar un proyecto paralelo. En esos mismos días, el
miembro de la Comisión de Reversión, Radamés Larrazabal, del Partido
Comunista de Venezuela, insistió públicamente en negar a las empresas
indemnización alguna, debido al daño ambiental causado por la explotación
petrolera.
La posición de Fedecámaras ante la publicación extemporánea del proyecto de ley
puso a esta organización en conflicto con la Asociación Pro Venezuela. En la
posición de Pro Venezuela influía decisivamente el hecho de que el miembro de la
Comisión de Reversión que dió el documento a la publicidad, Radamés
Larrazabal, era también miembro de esa asociación. Según Pro Venezuela la
participación del sector privado en el desarrollo de la industria petrolera no sería
tolerable. El debate petrolero adquirió, por tanto, tonos muy elevados de virulencia.
Mientras esto ocurría a nivel de la Comisión de Reversión, una encuesta hecha
entre los empleados petroleros dejó claramente establecidas las preocupaciones
de este grupo en torno a la nacionalización. La encuesta fue hecha para la
Comisión por la empresa MORE, Marketing and Operations Research. En esa
encuesta la gran mayoría de los entrevistados y encuestados, incluyendo
empleados del ministerio del sector y de la CVP, manifestaron su temor por dejar a
la industria petrolera en manos de un estado notoriamente ineficiente e incapaz de
administrarla “con criterios de objetividad, eficiencia y rentabilidad”. Según las
entrevistas: “la baja calidad administrativa del estado y la constante intervención
de los políticos y la política han convertido la administración pública en una
estructura arcaica, obstaculizante, en la cual median intereses subalternos,
egoístas, viciados, mediocres, y corruptos de la peor especie”. Y añadían: “una
estructura que da lugar a lo anteriormente expuesto, que permite la
deshonestidad, que financia errores, donde priva el amiguismo, no puede
garantizar la buena marcha de la industria petrolera una vez nacionalizada y
mucho menos su rentabilidad”. Estas eran terribles palabras pero no eran
exclusivas de algunos empleados petroleros sino que tenían eco en los obreros,
189
en los técnicos y en los gerentes. Los empleados que se manifestaron más
pesimistas y agresivos en contra del estado fueron, según la empresa
encuestadora, “los empleados de las empresas de servicio, pero quienes
expresan sus temores con mayor racionalidad analítica, no sin explicables tintes
emocionales, son los empleados de las empresas concesionarias. Quienes
asumen frente al futuro posiciones resignadas y conformistas o sombrías
actitudes, son los obreros y algunos entrevistados de CVP”.
Sorprendentemente, añadía el estudio, “no se advierte en los empleados una
inclinación cuantitativamente importante a retirarse de la industria. Se observa a
todo nivel, en especial, en los empleados de las empresas concesionarias, un
fuerte deseo de permanecer. Las motivaciones que alegan para permanecer son
de la más variada naturaleza:
• Para defender la industria
• Para evitar que los incapaces se adueñen del control operativo
• Para luchar contra el cambio de cultura operacional imperante en la
industria, que ha probado ser eficiente
• Para culminar sus carreras en la industria
• Porque han pasado toda su vida en la industria, tienen cariño por ella, y
porque no tienen otra misión en la vida
• Para ser leales al país.
La mayoría de los empleados estaban de acuerdo con la reversión pero
planteaban objeciones a la manera como algunos querían hacerla. En especial se
quejaban de que no hubiesen podido estar representados en el seno de la
Comisión de Reversión, en la cual habían “mucho políticos y pocos técnicos”. Se
dolían también de las expresiones peyorativas de las cuáles habían sido objeto.
Esta encuesta tuvo una gran repercusión en la opinión pública y fue reseñada
ampliamente en la prensa. Carlos Chávez, en especial, le dedicó mucha atención
en “El Universal”. Mereció gran credibilidad porque había sido ordenada por la
Comisión de Reversión, no por la industria petrolera. Se llevaron a cabo 1052
entrevistas incluyendo no solo a los empleados de la industria privada y del
gobierno sino a industriales, estudiantes, amas de casa, desempleados,
190
venezolanos de ambos sexos y de todas las edades. Uno de los hallazgos mas
sorprendentes fue que el 38% de los encuestados admitieron no saber nada
acerca del problema! En líneas generales, el gobierno no encontró nada en la
encuesta que lo hiciera abandonar sus intenciones de estatificarla pero si mucho
que le advirtiese sobre la desconfianza de la población en la capacidad del estado
de asumir directamente el manejo de la industria y el gran temor por la politización
del proceso. Ello influyó decisivamente sobre el curso que tomaron los
acontecimientos. Desde el gobierno se comenzó a prestar especial atención a lo
que los técnicos petroleros estaban diciendo.
Esta atención creciente del gobierno a las opiniones de los técnicos petroleros
condujo a una oportunidad excepcional para los técnicos. Uno de los miembros
más activos de AGROPET, Carlos Rengifo, obtuvo la promesa del presidente
Pérez de escucharlos. Prometió, además, estar con su gabinete en pleno durante
la presentación. Esta invitación les fue confirmada a los técnicos por Hely Tineo,
alto funcionario de CORDIPLAN. Para los técnicos esto representaba la gran
oportunidad de compensar por su ausencia de la Comisión de Reversión. De allí
que una buena parte del mes de Noviembre y casi todo el mes de Diciembre
fuesen utilizados para estructurar una presentación sobre la situación de la
industria y le diese al gobierno una visión global de los retos que tendrían que
enfrentarse para garantizar el buen desempeño del sector petrolero una vez
nacionalizado.
La estructuración de la presentación fue una labor colectiva muy intensa. Por
ejemplo, solamente para la preparación del segmento sobre refinación, uno de los
aspectos operacionales, el trabajo se distribuyó como sigue:
• Coordinador: Andrés Revesz,
• Mantenimiento en las refinerías: Leopoldo Aguerrevere, José Mur, Andrés
Puky,
• Patrón de refinación y modificaciones requeridas: Edmundo Cárdenas y
Antonio Tepedino,
• Apoyo Tecnológico necesario: Luis Hernández, Armando Pazos,
191
• Operación y programación: Leonardo Wilthew, Tomás Muñoz, José
Escorihuela, Rafaél Rivera.
• Recursos Humanos: Emilio Abouhamad, Bernardo Conde.
La estructura total de la presentación fue objeto de muchas reuniones y de un
ensayo general, parecido a los ensayos de un concierto o de una ópera. La
presentación, por reloj, tomaría dos horas y quince minutos. Consistiría de los
siguientes segmentos:
1. Introducción: Gustavo Coronel,
2. El Concepto de futuros probables como base de una estrategia
petrolera a largo plazo: Nelson Vázquez,
3. La futura estructura corporativa de la industria petrolera: Federico de
Chene y Gustavo Coronel,
4. La Racionalización de las Operaciones: Rubén Chirinos,
5. Los aspectos financieros de la industria: Pablo Reimpell,
6. El Mercado Internacional: Moisés Lapco,
7. El Mercado Interno: Raul Miquilarena,
8. Los aspectos tecnológicos: Frank Ashford y Humberto Vidal,
9. Los recursos humanos: Héctor Riquezes y Odoardo Leon Ponte,
10. La transición necesaria: Carlos Rengifo,
11. Los mecanismos de consulta Industria-Gobierno: Odoardo León
Ponte y Carlos Rengifo.
El gran día de los técnicos petroleros en Miraflores llegó el 12 de Enero de 1975.
400 empleados petroleros estuvieron presentes en el palacio de Miraflores. La
reunión comenzó a la nueve de la mañana. El primer expositor fue Gustavo
Coronel, quien anunció que “durante las próximas dos horas y quince minutos
haremos once presentaciones sobre diversos aspectos de la industria petrolera y,
al final, haremos entrega de un documento contentivo de los aspectos incluidos en
la presentación”. Dos horas y diez y siete minutos después terminaron las
presentaciones.
La esencia de los planteamientos hechos al presidente de la república por los
técnicos petroleros puede enunciarse en términos de un decálogo, así:
192
1. La política petrolera venezolana debe ser lo suficientemente flexible para
poder enfrentar con éxito una amplia gama de futuros probables;
2. La futura estructura corporativa de la industria petrolera nacionalizada
deberá caracterizarse por el predominio de lo técnico y lo gerencial y por
el apoliticismo, por sobre todo intento de mediocrizarla por la vía de la
politización y la burocratización;
3. La racionalización de las operaciones deberá ser un proceso gradual,
impuesto por la experiencia y con extrema atención hacia el factor
humano involucrado en el proceso;
4. El ciclo de planificación financiera debe ser eficiente y alerta a las
necesidades de ingreso fiscal. El país mantiene un exceso de cuentas por
cobrar y pudiera enfrentar un déficit fiscal a corto plazo si esta situación
no es corregida;
5. La comercialización internacional de los hidrocarburos debe apoyarse en
las redes de distribución de las empresas multinacionales y controlada
progresivamente por la empresa nacionalizada;
6. El mercadeo interno debe ser objeto de una competencia controlada
entre empresas venezolanas, a fin de mantener el buen servicio;
7. La transferencia de tecnología debe comenzar cuanto antes y debe
negociarse con madurez y sin complejos con todas las fuentes posibles;
8. Los recursos humanos forman el componente esencial de una industria
sana y eficiente y es preciso mantener su motivación y los principios de la
meritocracia;
9. La etapa de transición debe ser gradual, planificada y flexible, sin
improvisaciones;
10. Es necesario que los técnicos petroleros del sector privado y del sector
gubernamental puedan trabajar en conjunto, sin rivalidades y tensiones.
El presidente Pérez y los miembros de su gabinete escucharon las
presentaciones con gran atención. En especial la presentación de Reimpell
sobre los aspectos financieros de la industria les causó un gran impacto. El
presidente Pérez confesó posteriormente que sus colaboradores no le
193
habían informado de muchos de los problemas que Reimpell describió con
suma precisión. Cuando Gustavo Coronel afirmó que los directores de la
industria “no deberían ser políticos de carrera” hubo susurros y ademanes
de indignación entre los miembros del gabinete. Sin embargo, el presidente
soltó una alegre carcajada, lo cual ocasionó un torrente de aplausos de los
técnicos petroleros allí reunidos. El remate, a cargo de Carlos Rengifo fue
particularmente efectivo. Afirmó que AGROPET “reunía una sección muy
representativa de técnicos petroleros y de personal de apoyo, todos listos
para ayudar al país”.
El presidente Pérez habló al final de la reunión. Se refirió a la sinceridad y
franqueza de los técnicos y los felicitó por haber derrotado el miedo a
expresar sus ideas. “No se dejen amedrentar por el terrorismo ideológico” les
dijo Pérez y añadió: “Se exactamente lo que ustedes quieren decir cuando
insisten en la exclusión de los políticos de carrera del manejo de la industria
petrolera nacionalizada. Sin embargo, debo decirles que los políticos quienes
ejercen su actividad con dignidad y honestidad tienen derecho, como los
técnicos, a participar en las tareas directivas de la industria”. El presidente
agregó: “Pongo la palabra del gobierno frente a mí, que seré muy cuidadoso
en que no se produzca alguna desviación de esta naturaleza en el manejo de
la actividad petrolera en manos del estado”.
Al día siguiente de la reunión todos los medios de comunicación dieron un
gran despliegue a lo sucedido en el evento. Luis Esteban Rey, Valmore
Acevedo, Antonio Stempel París, Pascual Venegas Filardo, Marcel Padrón,
Carlos Chávez, Eloy Porras, Andrés de Chene, piezas editoriales de El
Nacional, La Verdad, El Universal y otros diarios presentaron opiniones
altamente favorables a la reunión y a los planteamientos de los técnicos. El
Partido Comunista, Sulpicio Ventura Quero, Jaime Lusinchi, Pompeyo
Márquez, Leonardo Montiel Ortega, Alvaro Silva, Radamés Larrazabal,
German Lairet, Ramon Tenorio Sifontes, José Vicente Rangel y otros se
manifestaron en contra. Las objeciones de la mayoría se centraron en el
rechazo mostrado por los técnicos hacia los políticos de carrera pero no
194
sobre los aspectos técnicos presentados por los expositores porque estos
eran temas que ellos desconocían. En cierta forma las objeciones de
naturaleza puramente política terminaron de convencer a muchos
venezolanos que los técnicos merecían mayor credibilidad que sus
opositores.
Un grupo particularmente hostil a los empleados petroleros fue el de
FEDEPETROL. Su presidente, Carlos Piñerúa, en una decisión infeliz,
ordenó la repartición de miles de volantes en todo el país, en los cuáles se
acusaba a los miembros de AGROPET de “ser agentes de las empresas
petroleras” y de “tratar de obstaculizar la nacionalización”. De inmediato el
presidente Pérez envió una carta pública a Piñerúa diciendo, entre otras
cosas, lo siguiente: “AGROPET es, junto con los trabajadores petroleros, el
soporte más firme y confiable para decidirnos ahora mismo a recuperar las
concesiones… en la reunión que celebré con ellos en Miraflores, en
presencia de los miembros de la Comisión de Nacionalización, demostraron
capacidad, preocupación y probidad ciudadana”. El presidente quebró una
lanza por los técnicos petroleros. Este fue uno de los momentos estelares
de su presidencia, después tan controversial.
Durante esos meses Venezuela fue testigo de una batalla que se ha llevado
a cabo varias veces en la historia reciente de Venezuela, la batalla entre
Fedecámaras y organizaciones de corte “nacionalista’, en este caso Pro
Venezuela. Fedecámaras siempre ha tenido mucho poder pero bastante
menos del que le asignan sus contendores de la extrema izquierda, quienes
siempre le han tenido un exagerado terror. Más que financiero o gremial, el
poder de Fedecámaras se ha basado tradicionalmente en las relaciones
personales entre sus miembros y quienes detentan el poder político. Estos
empresarios han formado parte de una madeja que los envuelve con los
políticos, formando alianzas para compartir el poder y las riquezas. En
Fedecámaras siempre han coexistido grandes hombres de empresas,
verdaderos símbolos de progreso, con empresarios mediocres y codiciosos,
quienes le han dado a la organización una mala reputación.
195
Por su parte, Pro Venezuela también ha sido, con frecuencia, un organismo
de presión pero de naturaleza más difusa, con miembros que exhiben una
postura ultranacionalista y gran desconfianza del sector privado
internacional. En este sentido, era lógico que Pro Venezuela se manifestase
de acuerdo con el control estatal de la industria petrolera. El directorio de Pro
Venezuela no estaba exclusivamente compuesto por empresarios sino por
representantes de las más variadas tendencias sociales y políticas,
incluyendo al partido Comunista, clérigos y militares, en un intento de
amplitud democrática no siempre exitoso. En todo caso Fedecámaras y Pro
Venezuela siempre se habían comportado como perros y gatos y el debate
petrolero les dio una magnífica oportunidad para reanudar su pugna. Cuando
Fedecámaras envió al presidente Pérez un análisis muy crítico del proyecto
de ley de nacionalización presentado por la Comisión de Reversión, un
documento de Pro Venezuela, firmado por Reinaldo Cervini, apoyó el
proyecto porque “se ajusta a los preceptos constitucionales”. A medida que
se desarrolló el debate se hizo aparente que Fedecámaras y los técnicos
petroleros estaban de acuerdo con el partido de gobierno y con el gobierno
mismo, mientras que Pro Venezuela se alineaba con los partidos de
izquierda extrema. De allí que Pro Venezuela propusiera un peligroso
concepto, el de la “ocupación previa”, según la cual el acto de la
nacionalización debía estar precedido de una intervención de las empresas
concesionarias. De igual forma Pro Venezuela apoyaba el concepto de no
pagar indemnizaciones a las empresas. El asesor de Pro Venezuela
Domingo Alberto Rangel era uno de los más radicales proponentes de una
nacionalización a sangre y fuego. Su influencia sobre Reinaldo Cervini era
evidente y tuvo mucho que ver con la postura agresiva de la organización.
En los primeros meses de 1975 la batalla ideológica se hizo más intensa y
generalizada, en especial en torno al proyecto de ley de nacionalización
presentado por el ejecutivo, el cual no era idéntico al elaborado por la
Comisión de Reversión. La diferencia más notable entre los dos proyectos
estaba representada por el artículo 5 del proyecto del ejecutivo, el cual
196
aceptaba la posibilidad de celebrar convenios de asociación con entes
privados “cuando ello conviniere al interés público y previa autorización del
congreso”. Sobre este artículo el presidente Pérez asumió total
responsabilidad. La reacción sobre este artículo desató una batalla campal.
Los técnicos petroleros y las organizaciones e individuos que apoyaban una
nacionalización sensata lo saludaron como una muestra de flexibilidad y
como una bienvenida medida de precaución, por lo que pudiere suceder en
el futuro. Los grupos ultranacionalistas y de izquierda extrema lo tomaron
como una traición. Carlos Piñerúa, de FEDEPETROL, acusó al gobierno de
cambiar “las reglas del juego”. El COPEI denunció “la forma atropellante
como el gobierno maneja un asunto de tanta trascendencia nacional”.
Gastón Parra, representante universitario, alegó que “el proyecto del
ejecutivo desvirtúa totalmente el concepto de nacionalización”. “El gobierno”
añadió, “ha cedido ante las presiones de Fedecámaras y de AGROPET”.
Pompeyo Márquez decía: “Fedecámaras está eufórica por haber logrado la
modificación del proyecto de ley”. Juan Pablo Pérez Alfonzo, en charla
dictada en el Centro de Estudios de Post Grado Petrolero de la Universidad
central (controlado por Francisco Mieres y Ramón Losada Aldana) calificó el
proyecto de ley del ejecutivo como “inaceptable”, afirmando que ya el país
contaba con toda la tecnología necesaria para manejar la industria. Reinaldo
Cervini rechazó el proyecto en nombre de Pro Venezuela. El estudiante
Alexis Ortiz, presidente del frente de reorganización estudiantil de la
Universidad Central, declaró que “era un deber histórico insurgir contra las
empresas mixtas”. Domingo Maza Zavala, Alvaro Silva Calderón, Luis
Beltrán Prieto y otros presentaron ante el congreso el proyecto original de la
Comisión de Reversión, a fin de anteponerlo al presentado por el ejecutivo.
Mientras tanto Gonzalo Barrios defendió la posición del ejecutivo. Arturo
Hernández Grisanti dijo que “la decisión le correspondería al congreso”. URD
no se declaró totalmente opuesta a la constitución de empresas mixtas,
siempre y cuando estuviesen radicadas en el exterior. La Unión Patronal de
Comercio consideró el artículo 5 como deseable. La Asociación Bancaria de
197
Venezuela lo apoyó. Los técnicos petroleros del Ministerio de Minas e
Hidrocarburos declararon al artículo 5 “no solo necesario sino
imprescindible”. La Sociedad de Ingenieros de Petróleo apoyó el artículo 5.
Humberto Peñaloza, el miembro más valioso de la sub-comisión operativa de
la Comisión de Reversión también le dió su apoyo. El abogado Julio César
Arreaza indicó que “el Estado no debía limitar su soberanía para entrar en
asociaciones cuando así convenga al interés nacional”. El Colegio de
Economistas declaró que “era necesario dejar puertas abiertas a las
empresas mixtas”. El distinguido ingeniero petrolero Juan Jones Parra
consideró conveniente “dejar prevista la posibilidad de empresas mixtas”.
En líneas generales el apoyo al proyecto de ley presentado por el ejecutivo
fue de dos tipos: uno derivado de la convicción personal y otro como
producto de la disciplina partidista. En el primer grupo militaron los técnicos
petroleros, individuos como Humberto Peñaloza y muchas organizaciones de
la sociedad civil. En el segundo grupo, los miembros del partido de gobierno.
De igual manera los grupos que rechazaban el proyecto del ejecutivo tenían
dos motivaciones principales: una, la derivada de consideraciones políticas
de naturaleza estratégica y la otra, un rechazo ideológico de naturaleza más
agresiva. En el primer grupo estaban los miembros de los partidos
democráticos de oposición. En el segundo grupo militaban los extremistas de
izquierda. Es justo indicar que algunas personas que rechazaban el proyecto
del ejecutivo, tales como Juan Pablo Pérez Alfonzo y Aníbal Martínez, lo
hacían por convicción personal, sin que se les pudiera clasificar como
extremistas o como fichas políticas.
AGROPET, por supuesto, defendió el proyecto del ejecutivo con gran
determinación. La organización fue invitada al Congreso Nacional a dar su
opinión en Abril de 1975. Asistieron Orlando Castillo, Tiberio Faría, Gustavo
Coronel, Fernando Escrivens, Ramón Mantellini, Gustavo Nieto, Rafael
Pérez Alvarez, Juanita Albornoz y Argenis Aguilar. Por la Comisión de Minas
del Congreso estaban presentes Celestino Armas, Angel Sánchez Bernal,
Raimundo Echeverría, Antonio José Urbina, Alcides Rodríguez y Julio
198
Fuentes Serrano. AGROPET presentó un documento contentivo de sus
observaciones sobre el proyecto de ley, el cuál fue definido por Fuentes
Serrano como “el único análisis completo de la ley que hemos visto hasta
ahora”. Sin embargo, los miembros de la Comisión se manifestaron
generalmente en desacuerdo con las observaciones contenidas en el
documento, hasta el punto que Antonio José Urbina sugirió que “AGROPET
recibe órdenes de Fedecámaras” pero luego se retractó y dijo que estaba
seguro del patriotismo de los técnicos petroleros. Todos los miembros de
AGROPET intervinieron en esa reunión. Juanita Albornoz habló sobre
tecnología. Argenis Aguilar sobre el inventario de bienes petroleros. Gustavo
Nieto sobre la organización de los empleados petroleros. Ramón Mantellini
sobre Comercialización internacional, enfatizando que “el petróleo no se
vende solo”, como alegaba el Dr. Pérez Alfonzo. Fernado Escrivens analizó
la conveniencia del artículo 5 del proyecto de ley del ejecutivo. Tiberio Faría
hizo un resumen de la venezolanización en la industria petrolera. Olvidando
el incidente con el diputado Urbina esta reunión contribuyó poderosamente a
cementar la credibilidad de los técnicos petroleros ante los miembros del
sector político.
**********************************
199
Calderón se alegra de que los Contratos de Servicio hayan fracasado
por no haberse encontrado petróleo en el sur del Lago de Maracaibo.
Silva Calderón se siente feliz de que la nación no haya podido
acrecentar sus recursos porque él no estaba de acuerdo con el
sistema de contratación. De igual manera Silva Calderón considera
preferible que no se encuentre más petróleo en el país antes de ver
empresas mixtas descubriendo tales nuevos recursos. Esto es odio
estratégico. Es increíble la influencia que pueden tener la ideología y
el dogma sobre el individuo.
Agosto 1975.
• El debate petrolero en el Senado de la república ha sido de una
calidad muy irregular. El mejor discurso ha sido el de Gonzalo Barrios,
equilibrado y cortés con la oposición pero firme en su apoyo al
proyecto de ley del ejecutivo. Ha estado libre del “folklorismo” que nos
aqueja. Según Barrios la objeción al proyecto de ley del ejecutivo no
es principista sino basada en la desconfianza. Por otra parte el
discurso de Pompeyo Márquez fue agresivo y basado en la
presunción de que los técnicos venezolanos no son de fiar. Otros
discursos abundaron en frases necias, como las de Godofredo
González: “El barco de la nacionalización no necesita salvavidas
porque tiene como copiloto a Dios”. José Manzo Gonzalez apeló al
“guáramo de Negro Primero” para defender la nacionalización. Luis
Beltrán Prieto dio un discurso muy duro, lleno de recriminaciones
contra su ex-partido Acción Democrática pero, sin dudas, el discurso
de un hombre honesto. La oposición al gobierno lo aplaudió de pié. Yo
también lo aplaudo, sin estar de acuerdo con él.
Septiembre 1975.
• El debate petrolero ha dado origen a una andanada de insensateces y
lugares comunes. Henry Fuentes, de Vanguardia Comunista dice que
200
“las empresas mixtas representan el neocolonialismo de la
neocolonización”. Miguél Linares, de Fetrazulia, pide “la condonación
de todas nuestras deudas y [la entrega de] las casas de los
campamentos”. Américo Martín tronó: “Con la empresas mixtas se
impone la genuflexión, la traición”. Adelso Gonzalez Urdaneta
advierte: “Podría producirse un golpe de estado si no se realiza una
auténtica nacionalización petrolera”. José Vicente Rangel nos dice
que “el aspecto técnico de la nacionalización es un mito que forma
parte del mensaje colonizador”. Siuberto Martínez filosofa: “El artículo
quinto es como la persona que dice: de Lunes a Viernes tengo a mi
mujer. De Viernes a Domingo ella puede salir con quien le dé la gana.
Esta es una nacionalización cojitranca y bozaleada”. Carlos Canache
Mata nos ofrece esta perla: “la empresas transnacionales alumbraron
su tránsito con el fuego sórdido de los 40.000 millones de barriles de
petróleo que se llevaron”.
Diciembre 1975.
• Tengo miedo de la responsabilidad que se nos viene encima a
quienes laboramos en la industria petrolera. No miedo a perder
privilegios y calidad de vida sino miedo de que el país esté
cometiendo un grave error al nacionalizar la industria. Aunque hasta
ahora el proceso de nacionalización se ha llevado a cabo de manera
sensata y los grupos de extrema izquierda parecen haber sido
derrotados, el futuro estará lleno de riesgos. Estoy asombrado de la
ignorancia que exhibe el venezolano promedio en torno a la industria
que forma la columna vertebral de nuestra economía. Ni los médicos,
ni los abogados, ni los políticos, saben de donde viene el petróleo,
como se busca, se produce o se refina. Para los venezolanos el
petróleo es un líquido negro y maloliente que forma “grandes ríos
subterráneos” y que es producido por obreros morenos para el
beneficio de sociedades rubias. Me siento angustiado por la
percepción que tienen muchos políticos venezolanos sobre la
201
honestidad y el patriotismo de quienes trabajamos en el sector privado
de la industria petrolera. Estaremos enfrentados no solo con los
problemas técnicos y financieros propios de la industria petrolera sino
con la desconfianza de muchos compatriotas.
• Una licenciada en sociología de la universidad central me dice que los
derrames petroleros en el Lago de Maracaibo son mucho más
numerosos que los reportados por las empresas. En vano he tratado
de convencerla de lo contrario. Le he dicho que la contaminación del
lago se deriva, fundamentalmente, de las descargas de aguas negras
que vienen de las ciudades adyacentes y del proceso de salinización
que tiene que ver con otros factores. Mis argumentos no le interesan.
De allí pasa abruptamente a la exterminación de los pueblos
indígenas llevada a cabo “por las empresas petroleras” y me
menciona un libro, “La Paz Blanca”, donde se describen esos
crímenes. Afortunadamente para mí la joven es tan apasionada
haciendo el amor como vehemente en sus planteamientos
sociológicos. Entre un beso y otro hemos discutido sobre el problema
petrolero. En Venezuela se ha tejido toda una leyenda negra sobre el
petróleo, según la cual el país ha sido arruinado y violado por las
empresas petroleras extranjeras y por los codiciosos gringos. Un
ejemplo de esta leyenda negra puede ser encontrado en el libro de
Rodolfo Quintero, “Antropología del Petróleo”, publicado en México en
1972. El libro de Quintero no es un análisis antropológico sino un
panfleto político. Al definir a la generación de 1928, de la cual él formó
parte de manera tangencial, Quintero dice : “Betancourt [uno de sus
integrantes] se comportó más tarde como agente del Pentágono”, una
aseveración con la cuál pocos venezolanos estarán de acuerdo.
Según Quintero la rebelión estudiantil de 1928 contra Gómez “tuvo el
patrocinio del Grupo Shell”, algo que nunca había oído antes y que, de
ser cierto, sería digno de todo elogio y no de censura. Quintero alega
que “…en los comisariatos de las empresas petroleras solo pueden
202
comprar los extranjeros”, lo cual es mentira. En la página 88 del libro
hay un pasaje pintoresco: “los demonios rubios mantienen sus
bolsillos de sus pantalones de kaki llenos de moneditas de oro para
regalarlas caprichosamente cuando se emborrachan”. Según el libro
de Quintero (página 200), CENDES, el grupo de estudios de la
Universidad Central es un nido de agentes de la CIA. Realmente, rara
vez he leído tantos desatinos como los contenidos en este libro,
escritos por un profesor de la Universidad Central de Venezuela.
¿Qué podremos esperar del venezolano común si los universitarios
muestran tanta ignorancia o mala intención?
***************************************
203
como reconocimiento a la labor desarrollada por AGROPET, el presidente de esa
organización, el geólogo Gustavo Coronel, quien no era el gerente petrolero
venezolano de mayor jerarquía en la industria. Su designación fue inesperada
para él y para muchos de sus colegas pero fue el premio a la labor que los
técnicos petroleros habían llevado a cabo durante el debate que condujo a la
nacionalización. Seguramente el presidente Pérez pensó que la representación de
los técnicos petroleros a los más altos niveles directivos de la industria podrían
garantizar una nacionalización libre de politización.
204
XV.
PETROLEOS DE VENEZUELA.
205
para la empresa: gerencia profesional, apoliticismo, autofinanciamiento,
meritocracia, y normalidad operativa, el cual deberá ser la base conceptual de
nuestra acción. En este sentido tenemos la buena suerte de heredar cuadros
gerenciales y técnicos de primera calidad. No estamos comenzando desde cero,
como ha sucedido en otros países. No tendremos una empresa única del estado
sino varias empresas operadoras integradas. Este es un modelo que nunca ha
sido empleado antes en países que han nacionalizado la industria petrolera, hecho
posible por haber heredado un negocio en marcha”.
“Por otra parte”- añadió el general- “la gente del petróleo está acostumbrada a una
disciplina de trabajo, está llena de mística y amor por la empresa. Debemos ser
optimistas”..
El presidente Pérez sonrió satisfecho y replicó: “Soy profundamente optimista,
General. Tendremos problemas, sin dudas. Pero estos problemas serán vencidos
si establecemos un diálogo franco y abierto y una relación de respeto mutuo. Me
considero afortunado de tener a mi lado a Valentín Hernández como ministro y a
usted, General Alfonzo Ravard, como presidente de la empresa petrolera del
estado”.
A continuación hubo espacio para un diálogo más amplio, en el cuál los directores
expresaron, cada uno, sus puntos de vista sobre la tarea que les esperaba. Se
conversó mucho sobre las negociaciones entre la empresa y las ex-concesionarias
sobre tecnología y comercialización. Esas conversaciones, mencionó el ministro
Hernández, “van bien, ya que las empresas extranjeras muestran una excelente
disposición para establecer una relación comercial con la nueva empresa del
estado”. Para esas empresas era importante permanecer de alguna manera en la
escena petrolera venezolana. Además, estos convenios serían fuentes de
ingresos para ellas. La eficiencia de estos convenios podría ser alta, ya que serían
manejados entre el personal técnico de las ex-concesionarias y el personal
venezolano de las nuevas empresas del estado, quienes se conocían bien, por
haber trabajado juntos con anterioridad. Mucho del apoyo técnico requerido no
era, como pudiera haberse pensado, para los grandes proyectos, sino para
manejar el día a día de la industria. Este apoyo se basaba en la posibilidad de
206
consultar permanentemente a técnicos de las empresas extranjeras en las áreas
de producción, refinación u otras especialidades sobre problemas operacionales
de significación que seguramente saldrían a flote bajo la nueva administración.
De igual manera, se mencionó, era fundamental un convenio sobre la
comercialización internacional. A diferencia de los activos de la industria, los
clientes del petróleo venezolano no habían sido nacionalizados. Era necesario
conservarlos y la línea inicial de menor resistencia era continuar utilizando, al
menos por algún tiempo, los canales de comercialización de las empresas
extranjeras. Para el momento de la nacionalización, con los relativos bajos
precios del petróleo que imperaban en los mercados internacionales, la posición
negociadora del estado venezolano frente a las empresas extranjeras no era la
mas fuerte.
La selección de la primera Junta Directiva de Petróleos de Venezuela había sido
cuidadosamente elaborada, atendiendo a las necesidades del sector político. Por
ello, los directores de la nueva empresa matriz, con la excepción de Gustavo
Coronel, no eran gerentes petroleros activos, sino ex-petroleros, funcionarios
públicos o miembros del mundo empresarial venezolano. La presidencia de
Rafael Alfonzo Ravard fue recibida con beneplácito y alivio por todos los sectores
del país. Este era un hombre de un gran prestigio personal, casi legendario,
debido a su actuación al frente de la Corporación Venezolana de Guayana. Esa
corporación había sido creada en 1960 con los objetivos de estudiar los recursos
naturales de Guayana, el aprovechamiento hidroeléctrico del río Caroní, el
desarrollo integral de la región y la construcción planificada de una ciudad que
sirviese de sede urbana al complejo industrial a ser desarrollado. Desde el inicio el
líder de este inmenso proyecto fue el General Rafael Alfonzo Ravard. La visión
original fue esencialmente suya, continuada por Argenis Gamboa, desvirtuada
posteriormente por la intensa politización de la empresa, la corrupción y el
deterioro organizacional.
En la etapa inmediatamente anterior a la nacionalización el gobierno de Carlos
Andrés Pérez había decidido nombrar observadores externos en las empresas
petroleras que serían objeto de nacionalización. El general Alfonzo Ravard había
207
sido nombrado observador en Creole, la mayor empresa concesionaria y era
evidente que esta posición lo prepararía para asumir el máximo cargo en la
empresa matriz de la industria petrolera nacionalizada. Esta etapa de
observadores contribuyó mucho a bajar las tensiones en torno al proceso, ya que
la extrema izquierda pedía la intervención abierta de las empresas.
Uno de los primeros días de trabajo en la nueva empresa Bernardo fue llamado
por Alfonzo Ravard. El general lo invitó a almorzar en su oficina, en una pequeña
mesa redonda instalada no lejos de su escritorio. Durante esa primera reunión
Bernardo se sintió inicialmente incómodo, un tanto intimidado. El general traía a la
industria petrolera una reputación de hombre más bien seco, de agudo y arrogante
intelecto. Sin embargo, durante el almuerzo y el diálogo preliminar, Alfonzo Ravard
hizo gala de excelente humor y de una cultura avasallante, lo cual tranquilizó
progresivamente a Bernardo. Durante el almuerzo el general habló extensamente
sobre entropía. Estaba leyendo, comentó a Bernardo, un libro sobre la Segunda
Ley de la Termodinámica y sobre lo que ella significa para el destino del universo.
“¿Cuál será el final del universo, Bernardo? ¿Tendrá un final?”. Afortunadamente
para Bernardo, no lo dejó intentar respuesta alguna, algo que Bernardo no hubiera
sido capaz de ofrecer. Continuó pensando en voz alta: “Todo tiene que ver con la
energía. Si el universo continúa expandiéndose indefinidamente nunca tendrá un
final. Pero lo que la entropía indica es que cada vez que hay un gasto de energía,
cada vez que ella se dispersa, no hay una manera de recuperar lo que se ha
perdido para siempre. Así como existió una gran explosión inicial que dio origen al
universo, así habrá una progresiva concentración hacia un punto, la gran
contracción, el reverso de la gran explosión inicial. Y allí terminará todo….. a
menos que seamos el producto de una inteligencia superior, de un Dios, en lo cual
yo creo firmemente”.
Bernardo se atrevió en ese momento a mencionar un cuento de Isaac Asimov que
se refería, precisamente, a ese gran misterio. El cuento se llamaba “La Ultima
Pregunta” y era el favorito de Asimov. Bernardo lo había leído recientemente y
pudo transmitirle al general la esencia del mensaje. Se trataba de la pregunta que
había sido hecha por el hombre a una gran computadora en el año 2061:
208
“Podremos revertir la entropía?” Y la computadora dijo que no tenía suficiente
datos para dar una respuesta. Pasó el tiempo y muchos hombres repitieron la
pregunta, siempre sin respuesta por falta de suficiente información. Después de
diez trillones de años de preguntas insatisfechas las estrellas y las galaxias y, por
supuesto, el hombre, habían ya desaparecido. La máquina se había quedado sola
en el inmenso vacío del universo pero estaba finalmente lista para dar la respuesta
a la gran pregunta.
Y la respuesta fue un comando: “Hágase la luz”……. Y la luz se hizo.
El general quedó pensativo por un largo rato. Al final comentó: “Gran intuitivo, ese
Asimov. Veo que encontró una manera muy elegante de combinar la ciencia con la
fe religiosa”.
“En todo caso”, añadió, “simplemente deseaba mencionar a la entropía como un
concepto que puede aplicarse a las organizaciones. He visto nacer y envejecer
hasta la decrepitud a organizaciones como la CVG. Fui el padre de esa criatura y
te confieso que no me gustaría que a PDVSA le sucediera lo mismo que le ha
sucedido a la CVG. Allá la institución fue capturada por la política pequeña y
sectaria y por la codicia de un grupo. Hoy en día es un dinosaurio que vive al sur
del Orinoco pero se alimenta de la Venezuela que queda al norte”.
Alfonzo Ravard miró fijamente a Bernardo y le dijo: “quiero que me ayudes a
escribir mis discursos y que hagamos un plan claro para repetir en ellos, hasta la
saciedad, los elementos fundamentales que deben animar la acción de esta
empresa: el autofinanciamiento, la gerencia profesional, la meritocracia, el
apoliticismo y la normalidad operativa. No importa cuál sea la ocasión del
discurso, quiero que siempre incluyas un párrafo que establezca estos cinco
componentes de manera insistente, casi como un mantra. Lo otro que deseo que
hagas es darme un página donde estén los números fundamentales de la industria
petrolera, de manera tal que yo los pueda recordar sin mucho esfuerzo”.
Bernardo salió de ese almuerzo con su primera tarea, la de estructurar los
números más importantes que el general Alfonzo Ravard debía dominar. Llegó a
la conclusión que el número clave que el general debía recordar era el 40: la
producción petrolera acumulada del país había sido de unos 40.000 millones de
209
barriles. Las reservas probadas y probables remanentes sumaban alrededor de
otros 40.000 millones de barriles. La industria había exportado volúmenes
significativos de petróleo por unos 40 años. Los crudos livianos y medianos
representaban casi un 40% de las reservas remanentes. Lagoven producía el 40%
de la producción total del país. PDVSA trataría de comercializar, para 1979, un
40% de su producción independientemente de las empresas multinacionales. Un
40% de las inversiones se destinarían al campo de la producción, el cuál absorbía
un 40% de los empleados.
“Y yo voy a cumplir 40 años”, pensó Bernardo.
***********************************
210
es digno de elogio y de apoyo. Sería, sin embargo, un caso del pez chico
comiéndose al grande, algo dificil de visualizar.
Por lo pronto estoy muy contento de estar trabajando cerca de este hombre y del
grupo de directores de la empresa. Lucen bien, la mayoría de ellos. Julio César
Arreaza, el vicepresidente, es un hombre afable y reposado. Parece más que
contento con estar a la sombra del general y consciente de que su labor es la de
servir de puente entre PDVSA y el mundo político. Julio Sosa Rodríguez tiene una
fuerte personalidad y es el único miembro del directorio que llama al General por
su nombre de pila y se atreve a rebatir abiertamente sus ideas. Benito Raúl
Losada habla poco, excepto sobre temas financieros. José Domingo Casanova es
un ingeniero petrolero de la vieja guardia y matiza sus comentarios en el directorio
con anécdotas sobre “los buenos tiempos” en Caripito y Quiriquire. Carlos
Guillermo Rangel es muy respetado en el grupo y sus comentarios son
generalmente recibidos con aprobación. Luis Plaz Bruzual y José Martorano son
ilustres servidores públicos, hombres de una especial integridad y sus aportes son
siempre respetables. Manuél Peñalver, el representante laboral, es un hombre
muy culto y responsable. Alirio Parra tiene una reputación de hombre estudioso,
es un tanto misterioso en su aspecto y de hablar muy pausado, lo cual con alguna
frecuencia le imprime a sus opiniones un mayor peso del que pudieran tener.
Gustavo Coronel y Edgar leal son los miembros más jóvenes del directorio. Leal
tiene apenas 35 años o algo así y su experiencia ha sido fundamentalmente en el
campo de las finanzas. Coronel es director gracias a su actuación como
presidente de AGROPET durante el debate petrolero y, aunque miembro suplente,
se le permite estar presente, como es el caso de Plaz Bruzuál y Martorano, en
todas las reuniones del directorio. Como decía Andrés Eloy Blanco de los nuevos
congresantes, Coronel hace más ruido que un carro viejo y un diputado nuevo.
Como el único gerente petrolero activo del grupo está generalmente muy bien
informado de lo que está sucediendo en la industria y mantiene sus contactos con
los técnicos de las empresas filiales.
Nos espera una labor titánica……..
211
La labor que le espera a PDVSA es titánica. Estoy preparando un informe para el
directorio sobre la situación actual, la cua l se encuentra en franca
contracción. Utilizo los insumos que generan las empresas filiales sobre todos los
aspectos de la industria pero integro estos datos para interpretarlos y aprovecho
para incluir algunas de mis ideas. Como se sabe, las empresas multinacionales
habían dejado de invertir desde hace ya algunos años, debido a la declarada
intención del gobierno de no renovar las concesiones después de 1983. En cierta
forma, la aceleración de la nacionalización petrolera fue el resultado forzoso de un
proceso de declinación de la actividad que ya tiene casi 15 años. Los niveles de
inversión en ese lapso rara vez han excedido los $300 millones al año. La
exploración se ha detenido y las reservas probadas han disminuido, a pesar de
que una adición dramática de casi 5000 millones de barriles fué hecha en 1973,
debido a una redefinición de las reservas hecha posible por el aumento de los
precios del petróleo en ese año. La infraestructura física está en franco deterioro.
Venezuela tiene mÁs de 9000 yacimientos petrolíferos distribuidos en 250 campos
y unos 7500 pozos activos, pero existen 14.000 pozos cerrados, 8000 de los
cuAles estarían aún en capacidad de producir. La producción se mantiene en unos
2.3 millones de barriles diarios, porque el interés de las empresas ex-
concesionarias era el de recuperar el mayor volumen de petróleo posible antes de
su salida. La refinación presenta un desafío gigantesco, ya que el patrón existente
de refinación está orientado hacia la producción de combustibles residuales,
mientras que la tendencia de los mercados internacionales es hacia productos
más livianos y menos contaminantes. De las doce refinerías existentes, solo
cuatro son importantes y están en buenas condiciones.
La comercialización internacional también requerirá un esfuerzo considerable,
porque hasta ahora ha estado en manos de las empresas concesionarias. La flota
de 12 tanqueros es vieja y apenas utilizable, ya que la mitad tiene mas de 19 años
de uso.
La industria tiene hoy unos 23000 empleados, 12000 de ellos pertenecientes a la
nómina mayor. Aún quedan unos 400 extranjeros en la nómina, esencialmente
especialistas. El 60% de este personal está involucrado en tareas de producción.
212
La cuarta parte del personal tiene menos de cinco años de experiencia y un 50%
tiene más de 45 años de edad. Somos muy viejos o muy jóvenes!
La tecnología será un aspecto prioritario. No podemos quedarnos sin apoyo
mientras desarrollamos nuestras propias fuentes de tecnología, ni podremos
jamás llegar a ser autosuficientes en este sentido. Pronto deberán comenzar las
negociaciones con las empresas ex-concesionarias y con otras empresas
internacionales para lograr este apoyo a mediano plazo. En un estudio llevado a
cabo hace unos meses entre el personal de la industria un 72% de los
encuestados opinó que a PDVSA le tomaría diez o más años desarrollar una
plataforma tecnológica propia. El 75% de los encuestados identificó a la
exploración, producción y refinación como las áreas donde el apoyo tecnológico
sería especialmente requerido.
Como si todo esto fuera poco, un asunto que no podrá esperar es la
racionalización de la estructura organizativa de la industria. Hoy en día tenemos
14 empresas operadoras nacionalizadas, de pequeño, mediano y gran tamaño.
Esas catorce empresas deberían ser reducidas a no más de cuatro: Lagoven,
Maraven, Meneven y una cuarta que sería el producto de la fusión de algunas de
las operadoras de mediano tamaño.
213
XVI.
DE CATORCE A CUATRO EMPRESAS OPERADORAS.
214
empresas operadoras, filiales de PDVSA, todas de tamaño comparable y
completamente integradas, es decir, con funciones de exploración, producción,
refinación y comercialización nacional e internacional.
En paralelo a la recepción de este memorándum se había constituido en PDVSA
un equipo de trabajo compuesto por el director Coronel y la empresa asesora
McKinsey para examinar este tema y este grupo de trabajo había llegado a
conclusiones similares. Coronel y Steve Brandon, de McKinsey, se reunían casi
todas las semanas con un comité de racionalización formado por los directores
Arreaza, Domínguez, Casanova y Plaz Bruzúal, en el cuál se discutían y
aprobaban en principio las recomendaciones del equipo de trabajo. Una de las
primeras acciones tomadas por el comité fue establecer una reunión mensual de
todos los presidentes de las operadoras nacionalizadas con el presidente de
PDVSA (o con el comité de racionalización), a fin de mantener un alto nivel de
información sobre el proceso entre todos el personal que sería afectado por el
proceso. Ello se hizo a pesar de las objeciones iniciales del general Alfonzo, quien
pensaba que reunirse con los presidentes de todas las empresas era
improductivo. Su posición era lógica en cierta manera, ya que algunas de las
empresas eran muy pequeñas y sin mucha importancia desde el punto de vista
puramente operacional. Sin embargo, todas eran importantes desde el punto de
vista del recurso humano, ya que era necesario mantener al personal motivado.
Después de todo, muchas posiciones importantes iban a desaparecer: diez
presidencias, diez juntas directivas, diez gerentes de producción y así por lo
consiguiente. Algunos presidentes de las empresas más pequeñas tendrían que
pasar a ser simples gerentes de las cuatro empresas resultantes. No sería fácil el
proceso, el cuál debía llevarse, por decirlo así, con guantes de seda.
En Septiembre de 1976, en una de las reuniones entre el comité de
racionalización y el grupo de trabajo formado por el director Coronel y el
funcionario de McKinsey Steve Brandon se hizo evidente, por primera vez, que la
recomendación técnica de absorber a CVP dentro de una cuarta empresa
operadora no sería aceptada. Esta recomendación se basaba en el hecho de que
CVP tenía apenas el 6% de las reservas probadas de petróleo, el 4% de la
215
producción y apenas el 1% de la capacidad de refinación. Sin embargo,
representaba mas del 12% de los empleados de la industria y su capacidad
gerencial era débil. Políticamente, sin embargo, CVP no podía desaparecer. Esta
empresa había sido la creación del partido Acción Democrática. Hacerla
desaparecer dentro de una nueva estructura representaba un traspié para lo que
había sido una vez el símbolo del nacionalismo petrolero. El trabajo de análisis
que habían efectuado Brandon y Coronel recomendaba un agrupamiento basado
en la capacidad y afinidad de cada empresa para coordinar las otras, sin hacer
concesiones a los aspectos políticos de la decisión. En el seno del comité, sin
embargo, estas recomendaciones fueron rechazadas por todos los miembros, con
la excepción del director Domínguez. Se pensaba, quizás con buenas razones de
naturaleza no gerencial, que CVP debía permanecer como la cuarta empresa
operadora, a pesar de que su estructura organizacional era débil en comparación
con Llanoven (ex-Mobil) y que su peso específico era muy pequeño en términos
operacionales.
Además de este sesgo relacionado con la CVP existían otros de menor intensidad
pero que también dificultaban el proceso. A la hora de establecer cuál empresa
coordinaría a cuál empresa, algunos directores mostraban preferencias que iban
más allá del análisis puramente operacional. En Septiembre 1976, por ejemplo, el
director Casanova sostenía que las empresas Roqueven, Boscanven y Palmaven
debían ser coordinadas por Lagoven, por tener todas una cultura organizacional
de origen norteamericano y el presidente de la empresa Palmaven manifestaba
preferir que su empresa fuese coordinada por Lagoven y no por Maraven. Estas
preferencias, de ser aceptadas hubiesen hecho a Lagoven muy pesada en
comparación con las otras empresas nucleantes y olvidaban las grandes
afinidades operacionales entre Maraven y esas empresas. Boscanven producía el
mismo tipo de petróleos pesados que Maraven producía en la Costa Bolívar
mientras que Roqueven y Palmaven producían petróleos livianos en el Lago, cerca
de las áreas asignadas a Maraven. Además, de aceptarse aquel esquema, se
dejaría sin utilización plena la capacidad gerencial de Maraven. En el plano
subliminal lo que operaba como origen de esta postura era la percepción que
216
algunos gerentes de la industria tenían sobre Maraven, a la cuál veían como una
empresa de estilo gerencial arrogante, con una cultura organizacional ligeramente
excéntrica, en todo caso de raíz europea y no norteamericana, como la que
poseían las empresas que serían coordinadas. Este tipo de consideraciones
pesaría, al final del proceso, casi tanto como las consideraciones mas objetivas de
naturaleza operacional.
Cada presidente de empresa hizo presentaciones a PDVSA sobre el esquema de
racionalización que preferirían. Algunas empresas como Deltaven (ex-Texaco)
eran bastante grandes y aspiraban a sobrevivir intactas como unidad organizativa.
En su presentación el presidente de Deltaven, Francisco Prieto Wilson, enfatizó la
importancia del factor humano en el proceso de racionalización. En paralelo con
los aspectos operacionales, alegó, debía darse peso suficiente a las estructuras
organizativas y las culturas organizacionales existentes, a fin de que el producto
final fuese aceptado por quienes estarán afectados por el proceso. Deltaven era
una empresa que tenía un alto nivel de integración administrativa. No era
totalmente integrada verticalmente, en cuanto carecía de una unidad de
comercialización internacional, pero su argumento era que ninguna de las
empresas existentes, con la posible excepción de Maraven, estaban totalmente
integradas. Aunque la presentación de Deltaven fue de tipo general, era aparente
que la empresa se consideraba lo suficientemente fuerte para no desaparecer
como unidad organizativa.
Igual preocupación por su sobrevivencia como unidad organizacional mostró la
empresa Llanoven. En la presentación hecha por su presidente, Rómulo Quintero,
se expusieron criterios de capacidad gerencial, eficiencia operativa y motivación
del personal. Quintero abordó directamente el tema de la CVP y opinó que esa
empresa debía desaparecer pero reconocía que era difícil que ello sucediese por
el factor político ya mencionado. Sin embargo, Quintero agregó que una fusión
entre Llanoven y CVP sería difícil de lograr por lo diferente de sus culturas
organizacionales.
El proceso de racionalización duró intensos meses y se llevó a cabo en base a
cinco consideraciones fundamentales: (1) establecer un control efectivo de las
217
operaciones; (2) mantener la eficiencia operacional; (3), preservar la motivación
del personal; (4) obtener una garantía de apoyo tecnológico, y, (5) promover el
desarrollo futuro. Un control efectivo requeriría empresas autosuficientes y
comparables, además de coherentes estructuras organizacionales. La eficiencia
operacional dependería de un equipo gerencial fuerte y de la compatibilidad de
normas y filosofías de la organización. La motivación del personal descansaría en
garantías de pleno empleo, apoyo sindical y el mantenimiento, en lo posible, de un
status similar para el personal que sería objeto de reubicación. El apoyo
tecnológico iría a depender de los contratos firmados con las ex-concesionarias y
el desarrollo de una capacidad tecnológica independiente. Las bases para el
desarrollo futuro incluirían, fundamentalmente, las tareas de planificación
estratégica que pudiesen dar coherencia al nuevo cuadro organizativo y proyectar
la industria hacia una etapa de expansión.
Debido al alto grado de racionalidad imperante en las discusiones, los factores
políticos, emotivos y personales fueron minimizados, hasta el punto de que para
finales de 1976 la industria se hallaba en plena etapa de coordinación y se
preparaba para la segunda y definitiva etapa de integración. En un memorándum
dirigido al general Alfonzo Ravard, con fecha del 19 de Noviembre de 1976, el
ministro de Minas e Hidrocarburos, Valentín Hernández, manifestaba su
complacencia por los progresos alcanzados y expresaba su apoyo al proceso de
coordinación ya en marcha. Le encargaba al Directorio de PDVSA hacer lo
conducente para pasar a la etapa final de integración.
El proceso de racionalización tomó dos años más. A mediados de 1978 se
encontraba esencialmente listo, gracias a una gran cooperación entre los gerentes
y ejecutivos de las diversas empresas operadoras. La etapa final del proceso
prestó particular atención a la uniformidad de normas y procedimientos de
personal, a la manera como planificación de carreras y ascensos por mérito se
llevarían a cabo. Cayeron muchas barreras de confidencialidad entre las
empresas y la gente de Lagoven, Maraven y Meneven, tradicionalmente
competidoras, comenzó a compartir objetivos comunes. Inclusive, comenzó un
movimiento lento y selectivo de personal entre filiales de PDVSA. Llanoven y CVP
218
se fusionaron bajo el nombre de Corpoven, absorbiendo algunas de las empresas
de mediano tamaño, lo cuál completó el cuarteto de empresas filiales integradas
de la industria. Todo esto se llevó a cabo sin que las operaciones normales de la
industria petrolera se interrumpieran un solo día.
**************************************
Del Diario de Bernardo Mateos.
1979-1980.
En las reuniones de PDVSA en las cuáles se ha discutido la situación de
Corpoven parece claro que esta empresa es motivo de especial preocupación por
parte de la empresa matriz.
La organización más débil de las cuatro filiales de PDVSA es la de Corpoven. Su
creación ha sido la mas traumática porque ha incorporado varias unidades
organizacionales disímiles: CVP, Llanoven, Deltaven, entre otras. Ello ha causado
y va a causar un período inicial de transición que va a ser difícil. La transición
deberá incluir el establecimiento de una oficina de la presidencia similar a la que
ya tienen en operación las otras empresas, es decir, una oficina donde el
presidente y el vicepresidente se distribuyan las tareas de común acuerdo. Este
concepto es mejor que el de una separación entre un CEO (Presidente Ejecutivo)
y un COO (Vicepresidente de Operaciones), como es el caso en algunas
empresas norteamericanas. Mediante una distribución de tareas de tipo
operacional y de apoyo, los dos miembros del equipo presidencial van a tener la
oportunidad de mantenerse informados de ambos tipos de actividades: las de
operación, de día a día y las de planificación, a más largo plazo.
En materia del trabajo ejecutivo de alto nivel Corpoven parece inclinarse por la
fórmula Lagoven, a diferencia de lo que Maraven ha adoptado. En Lagoven mucho
del trabajo de gerencia de alto nivel se lleva a cabo en el seno de comités de
gerencia, en los cuales figuran miembros de la Junta Directiva y gerentes
mayores, mientras que la mayoría de las decisiones en Maraven son tomadas por
directores de naturaleza corporativa que tienen una visión integral, no funcional,
del negocio. El mecanismo adoptado por Maraven tiene la ventaja de la rapidez
mientras que el mecanismo adoptado por Lagoven tiene la ventaja de llevar a
219
decisiones más maduradas, con mejor posibilidad de ser estables a largo plazo.
Por supuesto, todas las grandes decisiones permanecerán sujetas a la discusión y
aprobación de la Junta Directiva de la empresa y, en algunos casos, deberán
llevarse a la Junta Directiva de PDVSA para su aprobación final. Este sería el caso
de políticas de exploración, financieras y de personal que puedan tener influencia
a nivel de toda la industria.
Un aspecto que será objeto de especial atención en Corpoven será el de
planificación estratégica y organizacional. En este momento no existe en la
empresa un punto focal de planificación. Será de especial interés crear este punto
focal de inmediato y promover la aparición de una cultura organizacional
Corpoven. Ello será la obra de un liderazgo fuerte, el cuál pueda transmitir a la
organización un temprano sentido de pertenencia. Muchas fusiones corporativas
fracasan porque no se lleva a cabo una transformación de las diversas culturas
organizacionales heredadas en una nueva cultura dentro de la cual se pueda
desarrollar el orgullo en la nueva organización. Generalmente esta nueva cultura
requiere de éxitos para su desarrollo. Es de esperar que Corpoven pueda
manejarse de manera tal que sus empleados, una amalgama de diferentes
empresas, puedan llegar pronto a sentirse orgullosos de pertenecer a la empresa.
*********************************
220
XVII.
LA PRIMERA INFANCIA DEL GIGANTE.
221
habían intercambiado expresiones duras en reuniones anteriores sobre el proceso
de racionalización.
El primero de los temas tratados tuvo que ver con el clima organizacional en la
industria, la disciplina imperante a nivel de las empresas filiales, la puntualidad en
la asistencia al trabajo y los niveles de ausentismo laboral. Se estableció que el
clima era satisfactorio y que la mayoría del personal había aceptado ya el proceso
de integración que se llevaba a cabo. Un segundo tema fue el de la seguridad
industrial. Cada presidente hizo un breve recuento de la situación en sus
empresas, mencionando estudios en progreso sobre esta materia. Se conversó
sobre la discusión del nuevo contrato colectivo y de la conveniencia de tener una
presencia del Ministerio del Trabajo en esas conversaciones.
El primer tema analizado a fondo fue el del mercado interno. Era aceptado por
todos que el mercado interno de los hidrocarburos era, en cierta forma, la mayor
ventana de la nacionalización abierta al público. La confiabilidad del suministro era
fundamental, así como la calidad de las instalaciones. La distribución del mercado
de gasolinas entre las empresas coordinadoras y, eventualmente, entre las
empresas filiales integradas, así como las inversiones requeridas por el sector
tendrían que ser objeto de un cuidadoso estudio a nivel de las empresas. Se
convino que un esbozo inicial del plan conjunto debería estar listo en tres meses y
se delegó la ejecución de ese estudio en la empresa Lagoven, asistida por las
otras operadoras con actividad en este campo.
El siguiente tema fue el de la relación futura entre el Ministerio de Minas e
Hidrocarburos y PDVSA en relación con la aplicación de los controles que habían
sido implantados por el ministerio antes de la nacionalización, en especial todo lo
referente al decreto 832, el cuál estipulaba la obligatoriedad de someter al
ministerio los programas de inversión y de operación para cada año. Sería ese
decreto aún necesario o deseable? Desde 1972 en adelante el ministerio había
logrado un alto grado de control sobre la industria y había estructurado o
fortalecido varias organizaciones que servían como agentes de control: La
Comisión Coordinadora para la Comercialización, la cual establecía los precios de
referencia para la exportación de crudos y productos; la Comisión Conjunta de
222
Finanzas, la cual analizaba los resultados financieros de las empresas y la
influencia de los precios en esos resultados; la División de Hidrocarburos, la cual
supervisaba todos los aspectos operativos de la industria; El Comité del Mercado
Interno, el cuál regulaba la distribución de productos en el país, y la Comisión de
Reversión, la cual tenía que ver con el traspaso de los activos de las ex-
concesionarias al estado. Estas organizaciones se mostrarían renuentes a perder
su importancia, como toda organización burocrática. Algunas debían continuar
existiendo, por supuesto, ya que era aconsejable que existiese una supervisión o
auditoría independiente. Pero era evidente que la relación de control estricto del
estado sobre la industria debía adquirir otra fisonomía, ahora que el Ministro de
Minas e Hidrocarburos era el representante del dueño en la Asamblea de
Accionistas. El problema fundamental que se presentaba en el ministerio era la
falta de coordinación entre esas diversas organizaciones. Era evidente que no se
hablaban entre sí. Los pedidos de la División de Hidrocarburos, por ejemplo,
duplicaban los hechos por la Comisión de Reversión o, peor aún, colidían con los
de ese organismo. Ello causaba mucho trabajo adicional innecesario en las
operadoras y era motivo de gran fricción entre los técnicos de las empresas y los
técnicos del ministerio. En el seno del ministerio se había establecido una pugna
entre dos funcionarios de alto nivel quienes aspiraban a ser los voceros más
importantes: Humberto Calderón Berti y Arévalo Guzmán Reyes. Aunque Arévalo
era el funcionario más antiguo y la División de Hidrocarburos tenía una excelente y
bien ganada reputación, Calderón Berti era más político y no proyectaba, como
Arévalo, una imagen autoritaria y brusca. Ambos deseaban llegar a ser ministros y
ese deseo se traducía en una rivalidad que perjudicaba las relaciones armoniosas
entre la industria y el ministerio. Un punto especialmente ácido de estas relaciones
tenía que ver con la aplicación del decreto 832, el cuál estipulaba que las
empresas operadoras debían presentar, en Octubre de cada año, su presupuesto
de inversiones y sus programas al ministerio para su aprobación. A través de este
decreto el ministerio había podido ir más allá de la simple supervisión en las
operaciones de la industria petrolera, para compartir, casi, las tareas gerenciales.
Con la nueva empresa del estado a cargo de esta gerencia, PDVSA pensaba que
223
el decreto 832 ya no tenía razón de existir. En el ministerio, sin embargo, no se
pensaba así. La desconfianza entre los técnicos del ministerio y los gerentes de la
industria persistía más allá de la nacionalización. En el ministerio existía la
percepción de que los gerentes de las empresas no eran lo suficientemente
“patriotas”. En la industria petrolera los técnicos del ministerio eran vistos como
burócratas de poca calidad, celosos de los altos salarios que la gerencia de la
industria disfrutaba. Una reunión entre los ejecutivos de más alto nivel del
ministerio y de la industria petrolera llevada a cabo, en Abril de 1976, para tratar
de establecer unas reglas razonables para la relación había sido una buena
muestra de la tirantez en esa relación. Esta reunión, a la cual asistieron el Ministro
Valentín Hernández, el vice-ministro Hernán Anzola, y los directores Reyes,
Calderón y Gutiérrez por el ministerio, acompañados por los asesores Méndez,
Altuve y Lauder y los miembros del directorio de PDVSA concentró su atención en
dos temas principales: la exploración y la situación financiera de la industria.
“La industria tiene muchas áreas ociosas”, dijo Reyes. “No es necesario que
obtenga áreas nuevas para la exploración. La exploración en áreas nuevas será
hecha por el ministerio, porque la verdad es que lo que ha hecho la industria en
materia exploratoria ha dejado mucho que desear”. PDVSA argumentó que la
opinión de Reyes “no estaba de acuerdo con la nueva estructura de la industria
petrolera” y agregó que “la creación de equipos de exploración paralelos en el
ministerio sería ineficiente y dispendioso”. En esta discusión Calderón Berti tomó
el partido de PDVSA, al decir que “las tareas del ministerio no deben invadir el
campo operativo y gerencial de la industria”. El tema financiero también evidenció
la brecha entre las dos organizaciones. Pablo Reimpell, de PDVSA, mencionó
que, a causa de la diferencia entre los precios de referencia (los precios a los
cuáles la industria debía pagar impuestos al fisco, no importa cuál fuera el
verdadero precio de realización, el cuál había sido un mecanismo artificial
diseñado por el gobierno venezolano para eliminar el riesgo de que las empresas
concesionarias declarasen precios de realización por debajo de los verdaderos) y
los precios de realización que existían desde la segunda mitad de 1975, PDVSA
tendría que declarar una pérdida corporativa de unos $90 millones para ese año.
224
Reimpell sugirió que una reducción del 10% en los precios de referencia eliminaría
ese déficit y le daría a la industria una utilidad de $120 millones. Después de todo,
dijo Reimpell, el precio de referencia era un mecanismo artificial que ya no se
justificaba, una vez que el estado era el dueño absoluto del negocio. El general
Alfonzo agregó que “nadie podía esperar razonablemente que PDVSA pagara en
impuestos más del 110% de sus ingresos”. El ministro Hernández argumentó que
“no estaba de acuerdo en una rebaja del precio de referencia” y “que debía
buscarse alguna otra solución”.
Estas discrepancias eran el resultado de una profunda diferencia de estilos entre
el mundo gerencial y el mundo político. PDVSA, manejada por gerentes, se oponía
a fórmulas artificiales de control mientras que el ministerio se empeñaba en
conservar el control, aunque algunos de los mecanismos utilizados fuesen tan
artificiales como lo era el precio de referencia. El ministerio se negaba a admitir
que esta situación financiera tendría un impacto muy negativo en la opinión
pública, justamente en el primer año de actividades de la industria nacionalizada.
Otros temas tratados por PDVSA en su reunión con los presidentes de las
operadoras de octubre 1976 fueron la exploración y la situación del sector de la
refinación. Ya hemos visto cuál era la opinión del ministerio sobre la exploración
en nuevas áreas. Aunque esa pugna continuaba era preciso definir un plan
estratégico de exploración, ya que el mismo ministerio presionaba para que las
reservas probadas del país fuesen incrementadas.
El sector de refinación se convertiría en otro campo de batalla entre los burócratas
del estado y los técnicos de la industria petrolera. El patrón de refinación
imperante en 1976 estaba caracterizado por un alto porcentaje, un 62%, de
producción de combustibles residuales. Por 30 años el principal cliente de
Venezuela, los Estados Unidos, había requerido ese producto, mientras importaba
crudos livianos para producir gasolinas en sus refinerías domésticas. Pero, en los
diez años anteriores a la nacionalización, los Estados Unidos había estado
cambiando progresivamente sus políticas de importación de residuales, debido a
consideraciones ambientales o al uso de carbón doméstico en aquellas regiones
donde las regulaciones ambientales eran menos estrictas. Al mismo tiempo la
225
demanda interna de gasolinas en Venezuela estaba creciendo rápidamente. Se
imponía por lo tanto un plan de cambio del patrón existente por otro que encajase
mejor en la nueva tendencia de la demanda. Este plan debía comenzar a
desarrollarse de inmediato. La primera refinería que sería modificada sería la de El
Palito, la cual tendría una planta de craqueo catalítico, junto a una planta de
destilación al vacío y una planta de alquilación. Luego vendrían la refinería de
Amuay, la refinería de Cardón, en una primera etapa, la refinería de Puerto La
Cruz y, finalmente, la Segunda etapa de Cardón. Todo el proceso estaría listo en
1986, al costo de unos 4000 millones de dólares.
La discusión sobre este tema adquiriría una gran intensidad. En un aparte de la
reunión, un miembro del equipo del ministerio se acercó a Bernardo Mateos y le
comentó:
“Invertir tanto dinero para satisfacer una demanda interna fuertemente subsidiada
no parece ser lógico. Sería preferible importar gasolinas que hacer esto”.
Bernardo le respondió: “No se trata solo de la demanda interna. Ni siquiera esto es
lo más importante. Se trata de los cambios en naturaleza de la demanda de los
clientes internacionales. Recuerda que la inversión no es para incrementar la
capacidad de refinación sino para cambiar el patrón de productos resultantes de
los mismos volúmenes de entrada a la refinería. Pensamos nosotros en PDVSA
que esta inversión debe ir acompañada de un incremento en los precios de la
gasolina en el mercado interno. Sin embargo, estamos conscientes de que esto
deberá ser una decisión política”.
El funcionario tenía también reservas sobre la tecnología a ser utilizada y le decía
a Bernardo: “Creemos que utilizar la tecnología no probada de las multinacionales
les servirá a ellas, pero no será de beneficio para el país”, hablando del Flexicoker
de la Exxon, planta que se proyectaba utilizar en Amuay.
Bernardo argumentó: “toda la tecnología que se piensa utilizar es tradicional y
probada, con excepción del Flexicoker y de la planta experimental de
desmetalización en Cardón. Sin embargo, como sabes, ya hay un Flexicoker
funcionando en Japón. Tendremos oportunidad de ver cómo se comporta esta
planta japonesa con bastante anticipación, antes de decidir qué es lo que se debe
226
hacer aquí. La ventaja del Flexicoker es que procesa crudos bastante pesados y
los convierte en una gama preponderante de productos livianos aunque es cierto
que también produce un residuo muy pesado. La planta de desmetalización
proyectada para Cardón si es algo totalmente nuevo, ya que no existe ninguna
otra en operación. Sin embargo, el trabajo de investigación que se ha llevado a
cabo conjuntamente con Shell en Ámsterdam indica que nuestros crudos muy
pesados y con altos niveles de metales y azufre podrán ser desulfurizados y
desmetalizados satisfactoriamente, con la ayuda de los catalizadores que ya han
sido identificados en el laboratorio. La tasa de retorno de esta inversión será muy
alta si la planta funciona razonablemente bien”.
Pero parecía claro que el ministerio no estaba convencido de las bondades del
Flexicoker. Habían comisionado un estudio paralelo a los estudios que se habían
hecho en PDVSA, el cuál indicaba que Amuay no sería el mejor sitio para construir
la planta, debido a la acumulación del material residual en forma de coque que se
produciría, el cuál llegaría a convertirse en un grave problema ambiental. Haber
comisionado ese estudio paralelo ya evidenciaba un alto grado de desconfianza
por parte del ministerio en los cuadros gerenciales de PDVSA. Por su parte,
PDVSA sospechaba que el estudio se había pedido para “matar” el proyecto, más
que para analizar objetivamente sus bondades. Evidentemente el problema
fundamental que persistía en torno a la industria petrolera nacionalizada era la
falta de confianza de los unos hacia los otros.
Durante el período 1976 a 1980 la tirantez se agudizó. El periodista Carlos
Chávez, en su columna “Siete Días en Acción”, del 4 de junio de 1979 decía que
“Petróleos de Venezuela parece ser el blanco favorito para las arremetidas de
instituciones e individuos que, so pretexto de luchar por una verdadera
nacionalización de la industria, impugnan el modelo de organización… critican su
estrategia operativa… y censuran la composición de las actuales directivas”.
Una de las instituciones más críticas de PDVSA era Pro Venezuela. Esta
organización alegaba que PDVSA no debía ser una empresa predominantemente
comercial sino una herramienta de política de estado, una institución nacionalista
más que una empresa basada en el simple rendimiento del capital empleado.
227
Agregaba que la industria nacionalizada no debía compararse con las empresas
transnacionales.
Por esos mismos días se había reunido en Puerto Ordaz el X Congreso de
Ingeniería, en el cuál un documento presentado por el Ingeniero Napoleón Lista
rezaba: “La existencia de Petróleos de Venezuela se justificaría solamente si se
crea un esquema funcional de filiales: empresas de perforación, producción,
refinación, etc. Si se mantienen cuatro empresas integradas estas deben estar
bajo el control técnico y fiscal del Ministerio”. En otras palabras, técnicos del
ministerio del sector, apoyados por sectores políticos de extrema izquierda, se
mantenían empeñados en la creación de empresas estatales por función, algo que
ya había sido desechado en 1975 por ineficiente. Pedir la eliminación de PDVSA
como casa matriz de planificación financiera, estratégica y operacional, parecía
ser una insensatez.
El Director de la empresa, Gustavo Coronel, lo comentó así al periodista Carlos
Chávez:
“El país no puede tener cuatro empresas en abierta competencia sin un ente
coordinador y de jerarquización de proyectos. El Ministerio de Energía Y Minas no
puede ser el organismo que gerencie la industria. El ministerio debe darle a la
industria grandes lineamientos de política petrolera pero el cómo hacerlo debe ser
una potestad de PDVSA. El relativo buen éxito que ha tenido hasta ahora la
industria petrolera nacionalizada se debe a la existencia de un cerebro que emite
señales coherentes a un cuerpo ejecutor… no debemos convertir la industria
petrolera en un centro de experimentación de nuevas y no probadas técnicas de
administración”.
El general Alfonzo Ravard, en El Nacional de Abril, 1979, le advertía al periodista
Germán Chacín que el documento del Colegio de Ingenieros era inconveniente
para el país. El presidente de ese cuerpo, Roberto Chang Mota, declaraba el
mismo día que el ingeniero responsable por el documento había decidido retirarlo
del evento.
************************
228
En 1979 Luis Herrera Campíns se convirtió en el nuevo presidente de Venezuela.
El efecto de este cambio de gobierno sobre PDVSA sería significativo. El ingeniero
Hugo Pérez La Salvia fue nombrado por Herrera jefe del grupo de transición en
materia petrolera del nuevo gobierno. De inmediato Pérez La Salvia adoptó una
actitud dura en contra de la industria. Sostuvo que los cuadros gerenciales de
PDVSA y sus filiales debían ser cambiados por gente “nueva”, quienes no tuvieran
“la mentalidad que les viene de sus años de trabajo con las empresas
transnacionales”. Pérez La Salvia y el presidente del partido COPEI, Godofredo
González, comenzaron a hablar de “derroche y despilfarro” en PDVSA, aún antes
de examinar los estados financieros de la empresa. Pérez La Salvia agregaba, en
entrevista dada a Everett Bauman, para AUTENTICO, el 8 de marzo de 1979, que
“la dirección de PDVSA debe remozarse ya que los ejecutivos actuales tienen la
mentalidad que les venía de sus años de trabajo en las concesionarias”. Agregó el
funcionario que “los sueldos que reciben los directivos de las empresas petroleras
nacionalizadas son muy altos en comparación con los que recibían en actividades
similares en el sector público o privado del país… es injusto que los funcionarios
del ministerio quienes deben supervisar las actividades de la industria
nacionalizada reciban salarios mucho menores. Esto crea una situación
completamente invertida”.
Para el periodista Bauman esta actitud de Pérez La Salvia estaba muy
influenciada por su deseo de ser ministro de nuevo. Para ello, pensó, debía
ponerse a la izquierda no solo de AD sino de otros miembros de su partido
quienes pudieran aspirar a manejar el ministerio. El presidente electo parecía
inclinarse por Humberto Calderón Berti. Fue Calderón quien acompañó al
presidente en Diciembre de 1978, en el momento de recibir al Ministro del
gobierno saliente,Valentín Hernández. Mientras Pérez La Salvia había mostrado
una actitud beligerante durante su paso por el ministerio y había tenido grandes
roces con los gerentes de la industria, Calderón Berti había mantenido cordiales
relaciones con esos gerentes, aunque no gozaba de la confianza del general
Alfonzo. Esta desconfianza se manifestó cuando llegó el momento de nombrar al
presidente del INTEVEP, organismo que había sido motorizado por Calderón. El
229
general Alfonzo había preferido nombrar a José Martorano Battisti, ya que
consideraba a Calderón mas como un político que como un técnico. Era evidente
que la política comenzaba a influenciar más y más el curso de los acontecimientos
dentro de PDVSA.
El sector de izquierda extrema arreció sus ataques contra la industria. El
representante del Partido Comunista de Venezuela, Radamés Larrazabal, envió
una carta pública al ministro del sector, manifestando su preocupación por la
distribución de la faja entre las empresas operadoras, ya que ello equivalía, según
él, a entregar la faja a las empresas multinacionales. Larrazábal decía en su carta
que “Lagoven y Exxon; Meneven y Gulf; Maraven y Shell; y Corpoven y Mobil
eran la misma cosa”. Para este hombre los altos gerentes de la industria
nacionalizada estaban vendidos al imperialismo. Ello no impedía que Larrazábal
fuese el primero en llegar a, y el último en irse de, los cocteles de PDVSA. En
esos eventos Larrazábal sonreía, meloso, a Rodríguez Eraso, Quirós, Bernardo
Díaz u otros, como si no los insultara por la prensa. La acusación de Larrazábal
era paradójica pues él era miembro bastante genuflexo de una transnacional
bastante más antigua, el Partido Comunista, cuya casa matriz ciertamente no se
encontraba en Venezuela y cuyos lineamientos le exigían a su militantes en todo
el mundo anteponer los intereses del partido a los intereses de sus propias
naciones.
De allí que los gerentes de la industria, organizados en AGROPET, se sintieran
obligados a presentar sus puntos de vista al nuevo gobierno.
230
2. Durante los primeros cuatro años de actividad PDVSA ha estructurado una
matriz financiera eficiente y ha logrado jerarquizar de manera adecuada los
diferentes proyectos presentados por las empresas operadoras. No todas
las coordinaciones de PDVSA funcionan con el mismo nivel de eficiencia y,
en ocasiones, han tendido a exagerar su papel operacional pero, en
general, se ha hecho una buena labor en el sentido de uniformizar métodos
y procedimientos en la industria.
3. Un acierto especial de PDVSA lo constituye el haberse constituido en ente
“amortiguador” entre el sector puramente gerencial y técnico de la industria
y el sector político, el cual ha mostrado en ocasiones un excesivo interés
por compartir decisiones que deberían ser tomadas a nivel gerencial, en
base a consideraciones predominantemente técnicas, tales como han sido
el caso de las ventas de productos a países latinoamericanos, el caso del
tanquero de DIANCA y el caso de la Petroquímica.
4. La racionalización de la industria ha probado ser exitosa aunque no se haya
podido desligar el proceso de algunas consideraciones parroquiales.
231
estrategias comunes, aunque cada filial puede aprovechar las fortalezas de
negociación que posean.
Las recomendaciones específicas de AGROPET hechas al nuevo presidente
de Venezuela Luis Herrera Campíns en 1979 fueron:
1. Incrementar el esfuerzo exploratorio en todo el país, incluyendo las áreas
tradicionales, las zonas costa afuera y la faja del Orinoco.
2. Enfatizar el tratamiento y mejora de los crudos pesados y extra-pesados
que forman una proporción creciente de nuestras reservas probadas.
3. Llevr a cabo, cuanto antes, el cambio de patrón de refinación,, so pena de
perder mercados en los Estados Unidos.
4. Analizar cuidadosamente la inversiones requeridas para los próximos dos
años, las cuáles serán mucho mayores que las de 1978, unos Bs. 4500
millones en 1979 y unos Bs. 5100 millones en 1980. Al mismo tiempo los
gastos de operación tenderán a aumentar debido al aumento de personal
para los esfuerzos de producción, exploración y refinación y al efecto
inflacionario, llegando a ser, para 1980, un 35% mayor que para 1977 y un
15% mayor que para 1978. Esto significa que la relación costo/beneficio de
la industria será menor en los próximos años porque esos años serán una
etapa de expansión y de inversiones, en contraste con los años anteriores
en los cuáles la industria apenas estaba produciendo y no había
comenzado a expandirse. Esta situación tendrá que ser manejada
cuidadosamente desde el punto de vista político, ya que los sectores que
adversan la nacionalización o el manejo de la industria por la gerencia
profesional querrán ver en ello una pérdida de eficiencia.
5. Mantener la industria,, como en sus primeros cuatro años, gerenciada por
profesionales, sin que la actividad política juegue un papel en su manejo.
6. Realizar un intercambio de personal de alto nivel entre la industria y el
ministerio, como vía para lograr una mejoría de las relaciones entre ambos
grupos.
La llegada del nuevo gobierno cerró la primera etapa de PDVSA. Fueron cuatro
años muy intensos para la empresa, durante los cuales se revirtió el carácter
232
casi exclusivamente productor de los últimos años concesionarios para dedicar
mucho esfuerzo profesional e inversión a actividades de exploración y
refinación que habían estado paralizadas por muchos años.
233
XVIII.
UNA VULNERABLE ADOLESCENCIA.
Días después del cambio de gobierno Bernardo recibió una llamada telefónica de
un alto funcionario petrolero quien lo invitaba a conversar en su casa. Acordaron
una cita y el funcionario le dia a Bernardo la dirección de su casa de habitación, la
cual resultó ser un modesto apartamento situado en una de las zonas
residenciales de clase media de la capital.
Al llegar, Bernardo fue recibido con suma cordialidad por el nuevo funcionario
quien se encontraba solo en el apartamento. Se veía contento, eufórico realmente,
por el triunfo de su partido y por la distinción de la cuál había sido objeto por el
presidente entrante. Después de una conversación inicial sobre asuntos de menor
relevancia, el funcionario le dijo a Bernardo:
“Mira, estoy llegando a estas nuevas responsabilidades y, francamente, me siento
un tanto solo, sin mucho apoyo. Con excepción de Ramón, a quien tú conoces y
quien es como un hermano para mí, no tengo a nadie en quien delegar o en quien
confiar. Voy a necesitar bastante ayuda y he estado pensando en ti. Te considero
una persona muy competente y te quisiera incorporar de inmediato a mi equipo de
trabajo”.
Antes de que Bernardo pudiese hacer comentario alguno, el funcionario añadió:
“Conozco tu estrecha relación personal y de trabajo con Armando. Te confieso
sinceramente que no comprendo como una persona como tú pueda haber
trabajado para una persona como él. Creo que sería mucho mejor para ti trabajar
conmigo y ayudarme a enfrentar las múltiples tareas que la industria petrolera
tiene por delante”.
Bernardo se quedó en silencio por algunos segundos, pensando en cómo
responder. Finalmente dijo: “Creo que no conoces bien a Armando. Si realmente
234
supieses que clase de persona es, no te sorprendería que yo hubiese trabajado a
su lado todos estos años. En cierta forma, mi estrecha asociación personal y
profesional con él me haría constantemente sospechoso ante tus ojos, dada la
pobre opinión que pareces tener de él. Por ello no creo que podamos trabajar
juntos, como me lo propones, aunque te agradezco mucho tu ofrecimiento”.
“Sin embargo”, continuó Bernardo, “te prometo apoyarte en todo lo que vaya en
beneficio de PDVSA, en todo lo que la mantenga protegida del forcejeo político.
Creo que puedes hacer una excelente labor en tus nuevas funciones y no dudo
que podamos continuar nuestras cordiales relaciones profesionales y personales”.
Bernardo salió de esa entrevista con un sabor amargo en la boca y, después de
pensarlo a fondo, decidió ir de inmediato a hablar con Armando. Por su parte, el
nuevo funcionario discó un número y le habló a Ramón, su asistente de total
confianza: “Ramón. Tenemos que borrar a Bernardo de la lista. No está dispuesto
a cuadrarse con nosotros”. Por su parte, cuando Bernardo se presentó a la oficina
de Armando, este lo escuchó en silencio. Al final, Bernardo lo miró, esperando
algún tipo de reacción. Armando le agradeció la información pero no hizo
comentario alguno. Ni en ese momento ni nunca después Bernardo supo si había
hecho lo correcto en haber ido a informarle a Armando de esa conversación.
Quizás esa fue la primera señal de que Bernardo no estaba preparado para
sobrevivir en el ambiente cambiante de la industria petrolera venezolana, donde la
meritocracia iba a tener que coexistir rápidamente con las artes palaciegas del
halago, el disimulo y el puñal.
*******************************
La revolución en Irán y la guerra entre Irán e Iraq en 1979 produjeron una nueva
crisis mundial de suministro petrolero. Unos cuatro millones de barriles diarios
desaparecieron súbitamente del mercado, lo cual ocasionó una alza en los precios
del petróleo, hasta llegar, hacia fines del año, a un precio spot en Rotterdam de
casi $40 el barril. PDVSA no vendía petróleo en el mercado spot pero se
aprovechó de esa alza para renegociar sus contratos de largo y mediano plazo.
Ello fue afortunado para la empresa ya que su producción había declinado como
consecuencia del agotamiento de sus yacimientos más antiguos y el esfuerzo por
235
añadir nuevas reservas aún no había dado sus frutos. El valor de las
exportaciones de petróleo venezolano ese año subió un 60% en comparación con
lo obtenido el año anterior. El ingreso por barril producido casi se duplicó durante
el lapso. Aunque esto no fue el resultado de las políticas de PDVSA sino de un
evento sobre el cuál Venezuela no había tenido control, los resultados de PDVSA
durante 1979 fueron excelentes. Igualmente importante fue el hecho de que la
empresa ganó tiempo para ampliar sus esfuerzos de exploración y revisión de
yacimientos y comenzar a aumentar sus reservas probadas.
A pesar de esta evolución favorable PDVSA se había visto hostigada
progresivamente por los sectores políticos. Este hostigamiento respondía más a
razones ideológicas que político-partidistas. Todos los partidos políticos
venezolanos, incluyendo los más conservadores, compartían un acentuado sesgo
pro-estatista que los hacía ver a PDVSA como un indeseable enclave del sector
privado transnacional, manejado por personas de dudoso patriotismo. Mucho de
ese sector se alegraba íntimamente de los problemas experimentados por PDVSA
y los interpretaban como resultado de la incompetencia o entreguismo de sus
cuadros gerenciales.
Uno de los líderes en las críticas que se le hacían a PDVSA era Juan Pablo Pérez
Alfonzo, un venezolano eminente y de gran credibilidad como experto petrolero,
fundador de la OPEP. Pérez Alfonzo daba charlas con regularidad desde el jardín
de su casa en Los Chorros, charlas que recibían una amplia difusión en la prensa.
Sus argumentos eran tomados por muchos venezolanos como verdades sin
discusión. Uno de los ataques más fuertes hechos por Pérez Alfonzo contra
PDVSA, en Octubre de 1978, incluía argumentos tales como:
• “El ingreso petrolero venezolano se ha estancado desde 1973”.
Esto era inexacto ya que el ingreso total y el ingreso por barril producido se
habían casi triplicado desde 1973 y excedían en valores constantes lo obtenido en
1973. Aunque el costo de producción por barril se había duplicado, los costos de
operación de la industria en 1977 representaban un porcentaje mucho menor del
ingreso total de lo que había sido el caso en 1973.
• “Las reservas petroleras venezolanas están calculadas de forma falsa”
236
En realidad, el cálculo de reservas se hacía en base a una metodología
internacionalmente aceptada.
• “El precio promedio de la cesta de exportación venezolana es menor que el
precio de referencia del crudo árabe liviano”.
Por supuesto que esto si era cierto. La calidad del barril de exportación
venezolano era mucho más baja que la del barril de petróleo árabe liviano. El
precio del whisky Johnny Walker etiqueta negra siempre será mayor que el precio
del whisky Johnny Walker etiqueta roja.
• “La exploración petrolera es arriesgada y costosa. No es aceptable que los
burócratas y tecnócratas de PDVSA jueguen a la ruleta con el dinero del
pueblo venezolano”.
La exploración era indispensable para tratar de aumentar las reservas petroleras
venezolanas. El tiempo se encargaría de demostrar que las críticas de Pérez
Alfonzo eran totalmente infundadas, ya que las reservas petroleras venezolanas
aumentaron significativamente en los años posteriores, aunque mucho de ese
aumento se debiera a revisiones en los factores de recuperación de yacimientos
ya descubiertos.
• “Las inversiones de PDVSA son fantasiosas, en especial las contempladas
para 1980 y años posteriores”.
El temor de Pérez Alfonzo a los altos montos de las inversiones programadas por
PDVSA era comprensible, sobre todo después de la debacle nacional causada por
las inversiones de la “Gran Venezuela” de Carlos Andrés Pérez. Sin embargo, la
gerencia de PDVSA no era ni incompetente ni corrupta como si lo era la gerencia
del sector público que promovió el desastre durante la presidencia de Pérez,
especialmente en la zona de Guayana.
• “Los convenios de apoyo tecnológico han sido rechazados por todos los
venezolanos”.
En realidad estos convenios fueron muy beneficiosos para el país y le permitieron
a INTEVEP desarrollar sus propias tecnologías y a la industria continuar operando
normalmente. Más aún, la segunda etapa de apoyo tecnológico fue negociada a
costos significativamente menores.
237
En esos años Pérez Alfonzo ya se encontraba enfermo y descansaba en las
recomendaciones de un grupo de colaboradores, algunos políticamente
extremistas, entre quienes se hallaba Francisco Mieres. Mieres había hecho del
hostigamiento en contra de la gerencia petrolera su razón de vivir. De formación
marxista-leninista, Mieres era el más activo de un grupo de profesores de la
Universidad Central de Venezuela, el cuál incluía a Ramón Losada Aldana, Carlos
Mendoza Potellá y algunas venerables reliquias del estalinismo como Pedro
Esteban Mejías. Mucho del contenido de los análisis de Pérez Alfonzo era obra de
Mieres y de su grupo. Se pudiera decir, sin temor a exagerar, que por algunos
meses Pérez Alfonzo se convirtió en un instrumento de este grupo a fin de atacar
a PDVSA.
Por su parte el Colegio de Ingenieros de Venezuela publicó un documento en
Mayo 1979 en el cuál se decía que la gerencia de PDVSA debería estar
constituida por “hombres quienes no tengan un pasado que los obligue a aceptar
lo que no es conveniente para el bienestar del país”. El Colegio exigía que “un
miembro de la directiva de su organización fuese nombrado Director de PDVSA y
que un representante del Colegio estuviese presente en cada acto de licitación de
PDVSA”. Exigió además que “todos los ingenieros petroleros graduados fuesen
empleados por PDVSA”. El razonamiento del Colegio para exigir ese pleno empleo
era original: “Aún cuando esos ingenieros no hicieran nada, el costo adicional por
barril de emplearlos solo sería de $0.03 (tres centavos de dólar), mientras que
actualmente la industria paga a las ex-concesionarias casi 40 centavos de dólar
por barril en apoyo tecnológico”. Este documento evidenciaba la falta de
conocimiento gerencial y técnico de sus autores y era buena muestra de como
veía mucho del país a su principal industria. Pensar que PDVSA debía emplear a
todos los ingenieros petroleros, sin un proceso de selección basada en calidad,
pensar que un miembro del Colegio debía ser miembro automático de la junta
directiva de la empresa y pensar que el Colegio debía supervisar todas las
licitaciones de la industria indicaba una peligrosa perspectiva sobre la industria.
Creer que los ingenieros venezolanos, actuando como individuos, pudiesen
reemplazar el aporte de tecnología que hacían las empresas extranjeras,
238
evidenciaba una total ignorancia de la industria petrolera. Los comentarios sobre
la falta de patriotismo de los gerentes petroleros, en especial, eran muy
insultantes.
El nuevo ministro del sector, Humberto Calderón Berti, convocó una reunión de
accionistas de PDVSA para nombrar la nueva Junta Directiva de la empresa. A
diferencia de la primera junta, los nombres de los nuevos integrantes no se dieron
a conocer de antemano. Se creó mucha expectativa y mucha incertidumbre. Ello
permitió, inclusive, que aparecieran algunos candidatos espontáneos, quienes
comenzaron a hacerse propaganda. Uno de ellos fue Eduardo Acosta Hermoso,
un ingeniero muy honesto quien, sin embargo, había manejado la desastrosa
petroquímica venezolana en la época de Rafael Caldera. Acosta Hermoso se dio a
la tarea de viajar por los campos petroleros promoviendo su candidatura para,
nada menos, la presidencia de la empresa. La permanencia del general Alfonzo
Ravard en la presidencia no estaba asegurada. Se había creado enemigos en el
sector político debido a su evidente desdén por la intriga política. El mismo
ministro Calderón prefería verlo afuera pues resentía la pobre opinión que el
general tenía de él y no se sentía lo suficientemente fuerte dentro de la industria
para poder neutralizarlo. Sin embargo, Calderón Berti les tenía más temor a los
otros candidatos de la industria, Guillermo Rodríguez Eraso y Alberto Quirós,
ambos con un gran prestigio entre los gerentes petroleros.
Al final la decisión del nuevo gobierno fue la de conservar al general Alfonzo por
un segundo período. El vicepresidente Arreaza también fue confirmado en su
posición, junto con Alirio Parra, Pablo Reimpell, Manuél Ramos, Edgar Leal and
Luis Plaz Bruzual. Algunos de los nuevos miembros tenían afinidad con el partido
COPEI o eran amigos personales del nuevo ministro: Antonio Casas Gonzalez,
Wolf Petzall, Humberto Peñaloza y el director alterno Manuel Pulido, aunque todos
ellos poseían las credenciales necesarias para estar allí. Dos miembros activos de
la industria petrolera, Gustavo Gabaldón y Hugo Finol fueron igualmente
seleccionados para la nueva Junta.
Se establecieron cambios en los estatutos de la empresa los cuáles, en general,
debilitaron su autonomía y prepararon el terreno para una mayor intervención
239
política. Se añadió un vicepresidente, se acortó el período de los directores de
cuatro a dos años y se le dió al ministerio la facultad de aprobar los presupuestos
de las empresas filiales de PDVSA, no solamente el presupuesto consolidado de
la casa matriz. De esta manera se introducía una relación directa de supervisión
entre el ministerio y las empresas operadoras. Lo más grave de todo fue que se le
dio al ministro la facultad de asignar tareas gerenciales específicas a los directores
de PDVSA, lo cuál había sido hasta ese momento potestad de PDVSA.
***************************
En 1979 el mundo político parecía haberse decidido a terminar con la autonomía
de PDVSA y con lo que percibían como un manejo excesivamente tecnocrático de
la industria por parte de gerentes formados por las empresas transnacionales. Se
pedía mayor autoridad para el ministerio. Un líder de Acción Democrática,
Armando Sánchez Bueno, decía: “ Si en México el Congreso aprueba los
presupuestos de PEMEX ¿por que no es así en Venezuela?. Olvidaba añadir que
PEMEX era una empresa al borde de la quiebra, precisamente por la sistemática
intromisión de la política en su gerencia. Celestino Armas, también de Acción
Democrática, se quejaba de que a PDVSA se le hubiese dado excesiva libertad de
acción. Uno de los mayores campos de batalla entre el ministerio y PDVSA había
sido la Faja del Orinoco, la zona de grandes yacimientos de petróleo pesado a
muy pesado. Por algún tiempo después de la nacionalización el ministerio se
había negado a entregar la faja a PDVSA para su desarrollo. Los partidos
políticos habían presionado fuertemente para que ello no sucediera porque
alegaban que hacerlo sería como entregar la Faja a las empresas transnacionales.
El ministro Valentín Hernández decidió hacerlo, en contra de la presión política
pero, una vez instalado el nuevo gobierno, la pugna comenzó de nuevo. El
simpatizante de COPEI y experto petrolero Aníbal Martínez definía el trabajo
proyectado por PDVSA en la Faja como inservible y se lamentaba de “la pérdida
de autoridad del ministerio y la falta de supervisión sobre los técnicos de PDVSA”.
No ayudó en nada a PDVSA que la empresa contratista de Lagoven para el
desarrollo de una porción de la Faja fuese Bechtel, empresa que los sectores
políticos venezolanos asociaban con George Bush, Caspar Weinberger y George
240
Schultz, prominentes miembros del gobierno estadounidense. La presencia de
Bechtel se veía como una manipulación del gobierno estadounidense para lograr
el control de la Faja. La oposición a Bechtel tenía lógica porque esta empresa
había participado en la etapa inicial de planificación y aspiraba también a participar
como contratista en la etapa de construcción y desarrollo del área. Eso no parecía
transparente. Lo que tampoco era lógico, sin embargo, era esperar que el
ministerio pudiese acometer el desarrollo de la Faja, ya que no tenía ni la
capacidad organizativa ni técnica para hacerlo. Al final de este nuevo forcejeo
Lagoven seleccionó a la empresa Lummus para la etapa de construcción y el
ministerio debió resignarse a que PDVSA mantuviera el control del desarrollo de la
Faja. Los intentos de intervención de PDVSA por parte del mundo político fueron
derrotados una vez más pero ciertamente no terminarían allí.
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El ataque más duro contra la industria fue iniciado, en 1981, por Gonzalo Barrios,
el venerable líder de Acción Democrática, cuya palabra era punto menos que
papal para una gran parte de los venezolanos de la época. En unas primeras
declaraciones al inicio de 1981 Barrios había advertido contra lo que él
consideraba como “gastos ultra dispendiosos”, dando a entender que en la
industria petrolera se estaban dilapidando grandes sumas, incluyendo fabulosos
sueldos, además de otras irregularidades de orden económico.
Estas declaraciones de Barrios dieron pié para una verdadera andanada por parte
de líderes políticos quienes tenían a PDVSA en la mira. Entre ellos destacaron por
su particular virulencia José Angel Ciliberto, Siuberto Martínez, Julio Fuentes, José
Vicente Rangel, Germán Lairet, Radamés Larrazábal, Pompeyo Márquez y Jaime
Lusinchi.
Bernardo Mateos llamó a sus amigos Martín Martínez y Orángel Lobo para
comentar las declaraciones de Barrios y los ataques que estaban ocurriendo en el
Congreso. Se reunieron en la cafetería de Maraven y comenzaron a analizar la
situación.
241
“El problema no es Barrios”, apuntó Bernardo, “sino otros quienes no tienen sus
buenas intenciones. A Barrios se le pueden entregar los documentos que lo
satisfagan sobre la verdadera situación de la industria pero los otros no están
interesados en la verdad. ¿Leyeron lo que dice Lairet? Dice que hay que investigar
los planes de PDVSA en la Faja y los altos salarios que devengan sus gerentes”.
“¿Y lo que dice Siuberto?” añadió Martín, “que el Congreso debe supervisar
estrechamente a la industria. El considera que los gerentes petroleros no somos
de fiar”.
Orángel Lobo dijo sonriendo “José Vicente Rangel dice, como si supiera de que
habla, que la administración petrolera es muy onerosa para el país”. Y Fuentes
Serrano agregó que “hay empleados que no justifican sus sueldos”.
“Lo que hay que hacer es salirles al paso”, respondió Bernardo, “si la gerencia
petrolera se queda callada los políticos terminarán por tomar el control de la
empresa. Alguien tiene que salir con declaraciones en este sentido. Ya Coronel ha
salido con fuerza a defender a la industria pero no lo podemos dejar solo. Más
aún, creo que lo van a sacar pronto, porque se ha convertido en una piedra en el
zapato para el sector político, tanto los de izquierda como los de derecha”.
“Creo que el día que saquen a Coronel de PDVSA el Congreso va a declarar un
día de júbilo”, observó Martín. “Lo último que hizo en El Nacional fue llamar
“gangsters” a algunos miembos del Congreso, quienes acuden a PDVSA a ofrecer
sus servicios como intermediarios para toda clase de negocios, desde helicópteros
hasta computadoras obsoletas. Eso no se lo van a perdonar, sobretodo porque es
verdad”.
“¿Y los programas de radio?” añadió Orángel. “Muchos congresantes quieren
tener su programa, patrocinado por PDVSA. Cuando van a las oficinas de la
empresa a pedir dinero son todo sonrisas, zalamerías y protestas de apoyo. Pero
ante el público se disfrazan de ultranacionalistas y claman por una PDVSA libre de
gerentes vendidos al imperialismo”. El asesor de la presidencia de PDVSA, José
Antonio Giacopini Zárraga, le decía a Bernardo que no sabía cómo hacer para
evitar que los pedigueños le llenaran la oficina de queso llanero, botellas de suero,
242
huevas de lisa y muchas otras ofrendas, en su afán de ganar entrada a los
poderes decisorios de la empresa.
Gustavo Coronel había dado unas largas declaraciones a Carlos Chávez para El
Nacional, en las cuáles decía, con alguna imprudencia, que “los políticos
venezolanos se parecen a la bruja de Blanca Nieves. Esta bruja tenía un espejo
que comenzó a decirle la verdad, que existía alguien más bella que ella. La bruja
rompió el espejo en mil pedazos… una parte del mundo político ha comenzado a
resentir a la industria petrolera porque ella constituye el espejo en el cuál esos
sectores se ven como son: mediocres, pequeños, deshonestos, incapaces de
construir el país que debe construirse. Los hombres y mujeres de la industria le
recuerdan a estos sectores cada día su incapacidad, su fracaso. Y esto es
imperdonable….”
En la edición del 36 de Abril de 1981 en Resumen, Coronel había escrito un largo
análisis llamado “Notas Didácticas sobre la Administración de la Industria Petrolera
Nacional” que resumía la posición de los miles de gerentes petroleros, a quienes
él llamaba la Gente del Petróleo. En ese escrito se paseaba por los antecedentes
de la nacionalización, por la situación en la cual se hallaba la industria en el
momento de la nacionalización y por la estructura organizativa decidida. Se refería
Coronel a los procesos de planificación en la industria, los procesos de toma de
decisiones, la competencia de PDVSA y del Ministerio del sector, describía los
procesos de licitación y la calidad del liderazgo. Terminaba diciendo que estaba
planteada una batalla entre quienes desean ver a PDVSA politizada y los gerentes
de la industria. Los gerentes, argumentaba Coronel en su escrito, estaban bien
remunerados y no les interesaba el peculado. Se refirió a las hienas políticas que
trataban de lanzarle dentelladas al gigante “supuestamente herido”.
Con aquellas declaraciones en “El Nacional” y el escrito en “Resumen” Coronel
sellaría su pronta salida de la industria. Más aún, el ministro Calderón Berti vería
en la actitud rebelde de Coronel el chivo expiatorio ideal para capear el temporal
político que se le vendría encima en el Congreso.
Cuando el ministro Calderón Berti fue interpelado en el Congreso sobre las
acusaciones hechas a PDVSA por Gonzalo Barrios, respondió que “él había
243
alertado a PDVSA antes de que lo hiciese Barrios sobre excesos y dispendios,
sobre todo aquellos en materia de agasajos, aviones y relaciones públicas”,
marcando así distancia de los gerentes de la industria.
Previamente, en una reunión celebrada con los presidentes de las empresas
filiales de PDVSA, en la cual también se encontraban presentes varios miembros
de la Junta Directiva de PDVSA y algunos coordinadores, Calderón Berti había
hablado muy mal de Alberto Quirós, presidente de Maraven, criticando que el Dr.
Quirós tomara champaña en el avión de la compañía y que el avión de Maraven
fuese utilizado por los ejecutivos de esa empresa para viajes personales. Esto fue
oído en silencio por quienes representaban a Maraven en esa reunión, ya que
Quirós estaba ausente. En vista del silencio de la gente de esa empresa, Coronel,
quien ya había pasado a la vicepresidencia de Meneven, tomó la palabra y dijo
que le parecía inelegante que se atacara a Quirós cuando éste se encontraba
ausente y no podía defenderse. Agregó que el reglamento de uso aprobado por
PDVSA para los aviones de PDVSA incluía la posibilidad de ser utilizados por
presidentes y directores en viajes de naturaleza personal, siempre y cuando no
hubiese un uso alterno para estos aviones. Si esto no se consideraba deseable,
debían modificarse las normas de la industria pero, mientras ellas estuviesen
vigentes no podía atacarse a quienes se sujetaban a ellas. Agregó Coronel que
los pedidos de austeridad del ministro debían comenzar por su propia persona.
Coronel, por estar a cargo de la empresa Meneven, sabía que Calderón había
pedido cambios en la casa de huéspedes de Puerto La Cruz que sumaban una
gran cantidad de dinero, incluyendo nuevo mobiliario y cortinas, además de cajas
enteras de whisky y champaña. Coronel había decidido que, si Calderón
continuaba esta discusión, él presentaría los presupuestos que Meneven había
recibido del ministro. Sin embargo, Calderón Berti escuchó estos argumentos en
silencio y decidió terminar la reunión.
En la interpelación ante el Congreso Calderón Berti dio la impresión de que él era
austero y la gerencia de PDVSA no lo era, lo cual no era exactamente así. Lo
cierto es que en el Congreso quedó la impresión de que en PDVSA había un gran
derroche de dinero. En esa misma interpelación Calderón Berti desautorizó a
244
Coronel por sus duras declaraciones de prensa. En efecto, Coronel había
excedido claramente sus atribuciones, hablando por la industria cuando los
voceros autorizados de esa industria eran el ministro y el presidente de la
empresa. Esa imprudencia, combinada con la discusión arriba citada sobre gastos
dentro de la industria y un par de eventos posteriores, determinaría su salida de la
industria.
El primero de esos dos eventos posteriores fue aparentemente poco importante
pero muy indicativo de como el nuevo ministro quería manejar la industria
petrolera. Meneven tenía un “yate”, un bote grande muy bien mantenido, el cuál
era utilizado por la empresa para el uso de sus ejecutivos o de sus invitados,
siempre en base a una planificación previa. En una ocasión la embarcación había
sido reservada por el departamento de Relaciones Públicas para dar un paseo a
un grupo de médicos quienes se hallaban en Puerto La Cruz, en un congreso
médico promovido por la empresa. El día antes del evento pautado se recibió en
Meneven una llamada de la oficina del ministro pidiendo el yate para el uso de su
esposa. Consultado, Coronel respondió que el yate se encontraba reservado y que
se trataría de encontrar una alternativa para la esposa del ministro. Horas después
Coronel recibió una llamada del vicepresidente de PDVSA, Arreaza, en la cual
Arreaza le decía que el ministro había llamado desde Europa, donde se
encontraba, para protestar por “el maltrato a su esposa”. Coronel explicó la
situación a Arreaza, quien, después de escucharlo y darle la razón, le pidió que
cediera y le diera el yate a la esposa del ministro. Para tratar de convencer a
Coronel, Arreaza le contó su propia experiencia. Le dijo que, en una ocasión, ya
montado en el yate y mar afuera, recibió la orden de regresar al puerto, bajarse y
darle el yate a la esposa del ministro. Coronel, sin embargo, se mantuvo inflexible.
Le respondió que las normas de la industria merecían respeto y que el yate ya
estaba comprometido.
El próximo en llamar a Coronel fue el presidente de PDVSA, el general Alfonzo
Ravard. Coronel recibió la orden de entregar el yate a la señora del ministro y no
tuvo más remedio que acatar la orden, pero puso su renuncia durante la misma
conversación telefónica.
245
Esa noche Coronel recibió una llamada, de Alberto Quirós. Con implacable lógica
Alberto le preguntó si él quería ver en la prensa que “había renunciado por una
pelea sobre el uso de un yate”. Eso es lo que la prensa iba a decir, argumentó
Quirós, no que Coronel había renunciado por defender las normas de la industria.
Quirós argumentó que la renuncia sería mal interpretada. Ello convenció a Coronel
para retirar, en aquél momento, su renuncia.
El segundo evento si obligó a su salida. A mediados de 1981, una tarde, recibió
una llamada telefónica de Gustavo Gabaldón, Director de PDVSA, en la cual le
informaba que el ministro Calderón Berti acababa de dar una rueda de prensa
para anunciar la mudanza de Meneven a Puerto La Cruz y que la noticia estaría
en la prensa al día siguiente. Esta mudanza no había sido objeto de análisis
alguno y, mucho menos, de consulta alguna con la empresa afectada por la
medida. Esa acción totalmente inconsulta y arbitraria violaba todos los
procedimientos de la industria. Era evidente que, como presidente encargado de
Meneven, en ausencia por enfermedad del presidente Bernardo Díaz, Coronel no
podía acatar esa disposición sin protestar. Su protesta fue totalmente desoída en
PDVSA, hasta el punto de que Coronel no tuvo más alternativa que pedir, en carta
dirigida al general Alfonzo Ravard, una transferencia de Meneven a otra posición
dentro de la industria, para mantenerse fiel a sus principios y defender las normas
y procedimientos que debían prevalecer en la industria. Sin embargo, el ministro
Calderón, quien había recibido una dura carta de Coronel sobre su decisión, no
aceptó este pedido de transferencia y ordenó la inmediata destitución del
funcionario. En una carta dirigida a la Junta Directiva de PDVSA Coronel alegó lo
siguiente:
246
• Nunca ha recibido créditos del estado para llevar a cabo actividades
extrañas a su profesión;
• Nunca ha permitido que empresas de familiares contraten con la industria;
• Nunca ha tenido participación alguna en empresas que contratan con la
industria petrolera;
• Nunca ha poseído bienes raíces en áreas de actividad petrolera y menos
aún propiedades que se valoricen mediante las decisiones en las cuáles
haya podido influir;
• Nunca ha utilizado personas interpuestas para mantener intereses externos
que se nutren de la industria petrolera;
• Nunca ha servido de consultor a empresas contratistas que cubren el
campo sujeto a su supervisión;
• Nunca ha tenido más que un solo empleo.
Ojalá que todos los ejecutivos petroleros siempre puedan decir lo mismo y
ojalá que aquellos quienes no puedan decir lo mismo sean removidos de la
dirección de la industria”.
********************************
En esta carta Coronel alegaba haber sido despedido por personas quienes no
podían exhibir la pulcritud en su gestión que él si había exhibido durante casi
27 años. Sin embargo, esta misiva, así como otra posterior, publicada el 31 de
enero de 1982 en la revista “Resumen”, nunca tuvieron respuesta ni podían
tenerla, pues describían la situación poco transparente de alguna de la gente
que formaba parte de la más alta dirección de la industria. La transferencia de
Meneven a Puerto La Cruz, lamentable es decirlo, no fue dictada por
consideraciones gerenciales sino que fue debida a objetivos extraños a la
industria por parte de quienes tomaron la decisión. La principal víctima de este
acto no fue Coronel, quien después de todo encontraría otros caminos lejos de
Venezuela, sino la misma industria y la nación. La salida de Coronel de PDVSA
fue acompañada por el silencio de la mayoría de quienes eran sus colegas y
amigos en la industria. En una reunión de presidentes de las operadoras con la
presidencia de PDVSA, sin embargo, se evitó que fuese objeto de una
247
injusticia adicional, cuando se pretendía que su liquidación de la industria fuese
por motivo de renuncia, cuando la realidad es que había sido despedido por
defender lo que un gerente honesto siempre debe defender, la integridad de su
empresa. Esa reunión fue promovida por Alberto Quirós y apoyada por casi
todos los presidentes de las empresas y la plana mayor de la gerencia de la
industria. Así y todo, la politización y la manipulación de la empresa para fines
personales había cobrado una de sus primeras víctimas. Ya vendrían otras.
248
XIX.
LAS SEMILLAS DEL FRACASO.
249
pequeño grupo. Se estaba iniciando un proceso clientelar en base al cual el
poderoso colocaba a sus amigos a niveles burocráticos altos. Estos amigos, como
contraprestación, debían seguir sus directrices. Esto era similar al modelo patrón-
cliente que había existido tradicionalmente en Venezuela en el sector político. Los
procesos meritocráticos que PDVSA había enfatizado como parte esencial de su
filosofía gerencial se estaban erosionando para dar paso a mecanismos
clientelares que se utilizaban en el resto del sector público. De hecho, había
comenzado en pleno la invasión de la gerencia de PDVSA por los compadres.
En la antigüedad, cuando la lepra era la enfermedad más temible, se decía que
muchos afectados por la terrible dolencia procuraban infectar a la gente sana, a fin
de que todos eventualmente llegasen a ser “iguales”. Hoy en día el SIDA ha
ocupado el lugar de la lepra como dolencia que algunos enfermos tratan de pasar
a la gente sana, en un intento de “igualarse”. Un fenómeno similar comenzó a
ocurrir en Venezuela en relación con la industria petrolera nacionalizada. Esta era
una industria esencialmente sana desde el punto de vista gerencial y
administrativo, una isla de excelencia en el sector público, rodeada de ineptitud y
corrupción por todas partes, hasta por arriba. Por esa razón PDVSA despertaba
mucha envidia y animadversión en el sector político. Para ese sector era
inaceptable ver que una rama del sector público pudiese permanecer
incontaminada, pudiese ser “diferente”. El hecho de que los gerentes petroleros
estuviesen conscientes de esa diferencia y la mencionaran hasta con arrogancia
en sus intervenciones públicas contribuía poderosamente a exacerbar el
resentimiento de la clase política. Cualquier traspié percibido en la conducción de
la industria era objeto de acerbas críticas por parte del mundo político. Ello
también explicaba el silencio del mundo político sobre la utilización por parte del
gobierno del Fondo Financiero de PDVSA. A esta actitud se sumaba el tradicional
sesgo estatista de los políticos venezolanos, no importa de que tendencia. Casi
todos los políticos venezolanos veían como deseable el control estatal de los
recursos nacionales, confundiendo sistemáticamente el concepto de estado y el de
nación. Esta confusión era lo que había determinado que la llamada
“nacionalización” de la industria petrolera venezolana no fuera más que una vulgar
250
estatificación. La tesis de la estatificación era sostenida con orgullo, casi como
dogma religioso, por marxistas como Francisco Mieres o Ramón Losada Aldana,
izquierdistas agresivos como Domingo Alberto Rangel o Alvaro Silva Calderón,
centristas más moderados como Humberto Calderón Berti o Celestino Armas o el
lumpen de los resentidos como Radamés Larrazábal o Siuberto Martínez. Esta
variada gama de actores políticos tenía, como denominador común, el deseo de
bajarle la cerviz a los tecnócratas de PDVSA, de verlos chapoteando en el mismo
pantano estatista e ineficiente en el cuál ellos tenían que moverse.
Con la llegada de Humberto Calderón Berti al ministerio del sector PDVSA
comenzó a perder la batalla por su autonomía. Calderón Berti fue pasando del
modo técnico al modo político y comenzó a prestarle mayor atención y prioridad a
la consolidación de su poder político que a la preservación de los valores y
principios gerenciales y económicos en los cuáles se había basado, hasta ese
momento, la actividad de la industria.
Quienes llegan a poseer poder político con frecuencia traen a su nueva posición
un bagaje esencialmente intacto de sueños e ideales. Esto ha sido así hasta en el
caso de las figuras más abominables de la historia, como Adolfo Hitler, José Stalin
o Fidel Castro. Quien examine el inicio de las carreras de estos hombres
encontrará ideas hasta generosas de justicia social, de redención de masas o
deseos de terminar con privilegios indebidos. Es a medida que se van
consolidando en el poder que esas ideas comienzan a dar paso a otras
consideraciones menos altruistas y más interesadas. Guardando las distancias,
este fue el caso de Humberto Calderón Berti en el sector petrolero y de algunos
otros líderes petroleros posteriores. En contraste, quienes hicieron de la industria
petrolera su casi única razón de ser, hombres como Ernesto Sugar, así como
muchos otros situados en niveles jerárquicos inferiores, permanecieron
esencialmente fieles a los valores meritocráticos y de gerencia profesional que
enarboló la industria y ello les costó ascensos a los cuáles hubieran tenido
perfecto derecho.
La designación de la nueva junta directiva de PDVSA en 1981 generó una
andanada de críticas por parte de periodistas y observadores de la industria
251
petrolera. Kim Fuad, Gerardo Inchausti, el Journal of Commerce y el Wall Street
Journal, Abelardo Raidi, Roberto Bottome, ZETA, Jorge Olavarría en “Resumen” y
gerentes petroleros como Alberto Quirós, se manifestaron en desacuerdo con la
manera como fue reestructurada la junta. Quirós se refirió a la diferencia entre
políticos y tecnócratas diciendo: “Los políticos eligen a su personal en base a la
lealtad. Por ello es que existe el nepotismo, el clientelismo, las designaciones por
amistad personal. … Los tecnócratas son diferentes. La selección se hace en base
a habilidad y competencia. Los tecnócratas no tienen hermanos o compadres”. El
Wall Street Journal aseveraba que “el gobierno de Luis Herrera ha emprendido
una intervención masiva en los asuntos de la empresa. El Ministro Calderón Berti
llama esto una profundización de la nacionalización…. Calderón Berti ha
nombrado miembros de la Junta Directiva a personas leales a él… quienes no
poseen las credenciales de mérito y experiencia que se requieren a este nivel…el
Sr. Coronel [despedido por el ministro] compara a Petróleos de Venezuela con los
Yanquis de Nueva York y al ministro con el dueño del equipo George
Steinbrenner, quien trata de manejar el equipo desde la tribuna”.
Jorge Olavarría dijo en “Resumen”: “El talento del nuevo ministro no se está
utilizando en mejorar el sector sino en el beneficio de su carrera política y en la
creación de un enclave de poder personal dentro de la industria petrolera”.
Hacia el final de 1981 se notaban algunos problemas en la operación de PDVSA
que deberían haber sido motivo de cuidado pero fueron olvidados debido a la
situación irregular de su gerencia. El consumo doméstico de productos había
crecido casi un 10% y el potencial de producción estaba estancado en unos 2.4
millones de barriles diarios. Los precios del crudo liviano venezolano debieron ser
objeto de una reducción de $2 por barril impuesta por la OPEP, por lo cual el
ministro Calderón tomó una decisión controversial. Aumentó los precios del barril
de crudo pesado en unos sesenta centavos de dólar por barril, a fin de tratar de
compensar la reducción en ingresos debido al menor precio de los crudos livianos.
Sin embargo, esta fue una decisión totalmente política, sin base comercial. La
realidad del mercado obligó al ministerio, en Enero 1982, a bajar los precios en
setenta centavos de dólar por barril. En las semanas siguientes el gobierno
252
venezolano se vio forzado a reducir precios tres veces más. A fines de Febrero
1982 el país se encontraba en una grave crisis económica. Aunque esta crisis fue
causada por factores esencialmente fuera del control de nuestro país, es
indudable que se agudizó aún más al combinarse con una gerencia petrolera
debilitada y desmoralizada por la manera poco profesional como el gobierno de
Luis Herrera pretendía manejar a Petróleos de Venezuela.
Los años de 1982 y 1983 fueron duros para Venezuela y para Petróleos de
Venezuela. La gente del petróleo había visto venir la crisis pero la gente del
gobierno no la había visto. El debilitamiento de los mercados petroleros produjo
una disminución de las exportaciones venezolanas, en especial la de crudos y
combustibles pesados. Los tanques de almacenamiento para estos crudos, con
capacidad para unos 25 millones de barriles estaban llenos. México había entrado
a competir con Venezuela en el mercado de residuales ofreciendo precios
inferiores, desplazando unos 200.000 barriles por día del producto venezolano.
Muchos de nuestros políticos creían firmemente que la baja en los precios era
“una simple maniobra política de los países industrializados para perjudicar a la
OPEP”, como aseveraba Alvaro Silva Calderón en El Universal de Caracas, el 24
de febrero de 1982. Aunque PDVSA advirtió al gobierno que debía esperar una
significativa reducción en el ingreso fiscal en 1982 el ministro Calderón Berti
seguía insistiendo en que los precios aumentarían en la segunda mitad del año y
que no había razón para cortar el gasto público. Arturo Hernández Grisanti, desde
la oposición, criticó duramente al gobierno por “irresponsable y carente de
planificación”. Luis Esteban Rey, un periodista de impecable reputación, se
lamentaba de que el gobierno estuviese implantando un sistema de bonos
alimenticios que costaría $700 millones en momentos en los cuáles existía una
crisis financiera. El experto petrolero Rafael Tudela, a pesar de ser simpatizante
del gobierno, advertía que “la crisis es mucho peor de lo que el gobierno se
imagina. La reducción en el ingreso petrolero en 1982 puede llegar a ser de
$4.500 millones de dólares”.
La politización de Petróleos de Venezuela condujo, inevitablemente, a la “brillante”
idea, por parte de algunos miembros del gobierno, de utilizar el fondo de
253
inversiones de PDVSA para cubrir el déficit financiero gubernamental. Al principio
el ministro Calderón garantizó que ello no ocurriría y el presidente de PDVSA,
General Alfonzo Ravard, manifestó en privado que si tal cosa ocurría él
renunciaría. Fedecámaras advirtió que quitarle a PDVSA el dinero para sus
inversiones sería “una grave irresponsabilidad”.
En Abril 1982 el gobierno decretó una serie de medidas para aliviar la crisis,
incluyendo una reducción de $2000 millones en el gasto público, un incremento en
el precio de la gasolina de alto octanaje, la prohibición de la importación de ropa y
zapatos por un año (?), eliminación de los subsidios de importación y el aumento
del impuesto de salida del país a unos $60 dólares por persona. Sin embargo, el
presidente Herrera añadió que todos los proyectos industriales continuarían su
curso, los bonos alimenticios no serían eliminados, la adquisición de aviones F-16
se llevaría a cabo y el bolívar no sería devaluado. El país recibió estas decisiones
con asombro pues el gobierno pretendía ahorrar en lo pequeño y seguir gastando
en lo grande. Un astillero para Falcón, una acería para Zulia, los aviones de guerra
y los bonos alimenticios fueron vistos como insensatas señales de derroche y de
indiferencia ante la crisis.
En Abril 1982 PDVSA ya sabía que los ingresos petroleros serían inferiores, en
unos $5500 millones, a los proyectados originalmente. Una vez más, sin embargo,
el ministro Calderón Berti insistió en que los precios aumentarían y que México
estaba contribuyendo a la recuperación de los mercados con una reducción
voluntaria de su producción. En realidad México estaba produciendo un millón de
barriles diarios, todo lo que podía y los únicos precios que aumentaron
ligeramente fueron los de residuales de alto contenido de azufre, los de más baja
calidad.
En Junio el Ministro de Finanzas, Luis Ugueto, le propuso a Acción Democrática la
utilización parcial del Fondo de inversiones de PDVSA para enfrentar
compromisos del gobierno. Este partido se opuso categóricamente a esta
propuesta. Mientras tanto, Calderón Berti regresó al Congreso a pronosticar un
excelente panorama de precios para la segunda mitad del año.
254
El Diario de Caracas apuntaba, el 20 de junio de 1982, que “la política apareció al
nivel de las empresas operadoras. Las designaciones, promociones y aumentos
de salarios, cambios y decisiones que se basaban en consideraciones técnicas,
ahora son hechas a lo largo de líneas partidistas….la mudanza de Meneven a
Puerto La Cruz no es independiente de ciertas maniobras en el mundo de los
bienes raíces…”. Y el Monthly Report del mismo mes agregaba: “Decisiones que
debieran ser tomadas por PDVSA de acuerdo con los criterios gerenciales de la
industria, están siendo tomadas por el Ministro de Energía…. Muchos ejecutivos y
técnicos experimentados se han ido ya de la industria”. Este informe describía
algunas de las decisiones arbitrarias del ministro, tales como ordenar cortes de
producción a las diferentes empresas sin considerar los compromisos comerciales
existentes y la decisión de reasignar áreas de producción entre las empresas sin
haber efectuado estudios que lo justificaran.
********************************
En Julio 1982 la OPEP se reunió en Viena para tratar de salvar los precios. A
pesar de un precio oficial de $34 por barril los precios en el mercado “spot”
(ocasional) estaban más cerca de los $30 por barril. Algunos países como Irán,
Libia y Nigeria estaban ya produciendo muy por encima de sus cuotas. Irán
excedía su cuota en un millón de barriles diarios. El Ministro Calderón Berti
amenazó a los países miembros con aumentar la producción venezolana si esto
continuaba. Esta amenaza era improcedente, viniendo de un país miembro del
Comité de la OPEP que supervisaba la producción. Era como si un cuerpo policial
amenazara con comenzar a robar si los ladrones no dejaban de hacerlo. La
reunión terminó en el desorden más completo. Venezuela aumentó su producción,
una decisión unilateral del ministro, fuertemente criticada por Acción Democrática.
El Venezuelan Monthly Report apuntó que “una vez más, el criterio y la
competencia del ministro deben ser puestos en duda”. En paralelo, el presidente
del Banco Central Leopoldo Díaz Bruzul apuntaba que “las circunstancias sugieren
la necesidad de usar el fondo de PDVSA para otros proyectos o utilizar a PDVSA
como fuente de financiamiento para esos otros proyectos”. Es evidente que Díaz
255
Bruzuál no conocía o prefería olvidar lo sucedido a PEMEX, la empresa petrolera
estatal de México. Precisamente por servir de agente de endeudamiento para el
gobierno, PEMEX había acumulado una deuda que, para 1982, llegaba a los
$25.000 millones. La empresa mexicana estaba en quiebra.
En septiembre 1982 el gobierno se apropió del fondo de PDVSA, a pesar de todas
las advertencias de PDVSA y de los sectores de la sociedad civil venezolana. Esta
decisión violó el acuerdo contraído por los partidos políticos más importantes de
respetar el auto-financiamiento de PDVSA. El presidente de PDVSA dijo: “Si no
tenemos autosuficiencia financiera no tendremos libertad de gerencia. Tendríamos
que ir a buscar financiamiento del gobierno o endeudarnos en el extranjero.
Ambas alternativas son dañinas”. Ernesto Sugar, un alto ejecutivo de PDVSA dijo
que consideraba esta acción gubernamental “intolerable”. Las navidades de 1982
fueron tristes para PDVSA y para Venezuela. Los precios de los destilados
tuvieron que ser rebajados en $3.36 por barril. El ministro de finanzas renunció. El
gobierno tuvo la desfachatez de pedirle a PDVSA $1800 millones para salvar al
ineficiente y corrupto Banco de los Trabajadores. Cuando la directiva de PDVSA
rehusó hacerlo, el Ministro Calderón les ordenó comprar esa misma cantidad en
bonos de la deuda pública, lo cual equivalía a lo mismo.
La confusión en el país era total. Un político de izquierda, Pompeyo Márquez,
celebró como “apropiada” la cancelación de los programas de desarrollo de la Faja
del Orinoco causada por el desvío de los fondos de PDVSA para el Banco de los
Trabajadores.
Por supuesto, el problema de fondo en esta situación era la total dependencia del
Estado venezolano en el ingreso petrolero. El desorden gubernamental imperante
durante mucha de la época del bipartidismo adeco-copeyano, ciertamente en el
período 1975-1995, siempre fue muy pronunciado. Cuando los ingresos petroleros
se triplicaron abruptamente en la década de 1970, los gastos del gobierno también
se triplicaron abruptamente y el gobierno hasta quedó endeudado con la banca
internacional. En 1982, cuando el mercado petrolero internacional colapsaba, el
Ministro Calderón Berti continuó hablando de una inminente recuperación de los
precios y el Presidente Herrera hablaba incesamente de construir un puente a la
256
Isla de Margarita y de distribuir bonos alimenticios al costo de unos $700 millones.
No es sorprendente, por lo tanto, que la deuda pública de Venezuela llegara, a
mediados de ese año, a unos $20.000 millones. No era un problema de unos
pocos burócratas ineptos sino el resultado de una ineficiencia gerencial sistémica,
el producto de programas y políticas estatizantes y populistas que ningún líder
político posterior a Rómulo Betancourt fue capaz de abandonar. El político
venezolano del siglo XX nunca tuvo el coraje de admitir que el estado era
ineficiente y corrupto, que el sector público no tenía capacidad gerencial y que el
sector privado requería de aceptación y apoyo por parte del estado. No era un
problema de izquierdas o derechas, sino más bien un problema de estupidez
colectiva y una maldición heredada de las veleidades marxistas de los primeros
luchadores contra la dictadura gomecista, erigidos posteriormente en altos
sacerdotes de una religión estatizante que ha mantenido a Venezuela en el atraso.
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no debe entrar a desarrollar actividades que no le corresponden. Ponerla a reparar
autopistas, ampliar aeropuertos y a encargarse de la recolección del aseo urbano
es absurdo”.
La organización de empleados petroleros, AGROPET, también declaraba a “El
Universal” por vía de sus representantes Marcos Marín y Alejandro Fernández.
Decían que la formación de un gerente petrolero tarda hasta 25 años y que la
selección de Calderón Berti para la presidencia de PDVSA era una medida política
que atentaba contra los sistemas meritocrátios de la industria petrolera. Como
resultado de esta situación, agregaban, PDVSA llevaba seis meses esencialmente
paralizada.
Contra viento y marea, en un acto privado casi clandestino, se llevó a cabo, el
primero de Septiembre de 1983, la designación de Humberto Calderón Berti como
nuevo presidente de PDVSA. Los periodistas no pudieron entrar a cubrir el evento
pero lo hicieron a posteriori, cuando ya el acto había terminado. El General
Alfonzo Ravard dijo: “Este es un acto de despedida que hacemos con todo gusto.
Yo no tengo más nada que decir”.
La designación de Calderón Berti como nuevo presidente de PDVSA trajo
reacciones importantes. El vicepresidente Julio César Arreaza renunció por
razones de “principios”, ya que él había sido la persona que se había opuesto
originalmente a que un ministro del sector pasara a ser presidente de PDVSA.
También se sabría que Alberto Quirós había rehusado aceptar el cargo de
vicepresidente. De igual forma el asesor legal, Andrés Aguilar, presentó su
renuncia.
Los gerentes petroleros vieron esta designación como un asalto a PDVSA.
Bernardo Mateos escribió un artículo en una revista de gran circulación nacional
en el cuál decía:
“El presidente Luis Herrera inventó una fea palabra [oleopolicastración] para
justificar esta decisión….como López Portillo en México, colocó a su Díaz Serrano
(Calderón Berti) al frente de PDVSA. Calderón ya tenía tres años haciendo una
abierta campaña de autopromoción. La designación de Calderón Berti tiene tres
tipos de razones para ser inaceptable: razones éticas, meritocráticas y políticas….
258
Desde el punto de vista ético debe recordarse que Calderón ha sido el ministro de
Herrera. El tenía la principal voz y el principal voto en ese nombramiento y…. ¡se
eligió el mismo! Como ministro, Calderón violó los lineamientos básicos de
PDVSA: meritocracia, auto-financiamiento, apoliticismo y gerencia profesional. Ha
desdeñado el peso de opinión pública que estaba casi unánimemente en contra de
su designación”.
“Desde el punto de vista meritocrático”, continuaba Bernardo Mateos, “Calderón
nombró tres amigos como directores de la empresa. Las credenciales
meritocráticas no son las mismas que las credenciales del compadrazgo. Lo que
se requiere en un Director es conocimientos y no lealtad al jefe de la tribu;
experiencia y no habilidad para la intriga; habilidad gerencial y no la orden tajante;
liderazgo natural y no el pseudo liderazgo”.
“Desde el punto de vista político”, agregaba Bernardo, “hubiese sido necesario
tener sentido de historia y no actuar, como lo ha hecho Herrera, por razones
personalistas, contra el país y contra su mismo partido. Bastó que Caldera no
estuviese de acuerdo con el nombramiento de Calderón Berti para que Herrera lo
llevase a cabo”.
El día que este escrito fue publicado, la carrera petrolera de 28 años de Bernardo
Mateo terminó. Limpió su escritorio y se fue.
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a buscar empleo y quienes tienen el valor de recibirme me dicen que en los
actuales momentos no tienen nada que ofrecerme. ¡Un gerente probado en la
industria petrolera no puede encontrar empleo ni en una pequeña fábrica de
zapatos!
Solo dos personas me han recibido y me han ofrecido empleo. Uno de ellos es el
ingeniero petrolero Rafaél Tarazona, un hombre muy generoso y lleno de amigos,
quien se ha hecho millonario comprando y vendiendo petróleo en todo el mundo,
menos en Venezuela, ya que existe una disposición en PDVSA que prohíbe la
actividad de intermediarios o brokers en la comercialización de los hidrocarburos
venezolanos. Rafael me ha llamado y me ha dicho que desea que yo trabaje con
él y agrega: “Tu me dirás lo que quieres hacer y cuanto necesitas como
remuneración. Lo que me digas está bien”. El otro es Hans Epp, el dueño del
grupo de empresas de pinturas y plásticos más grande del país. Hans me ha
llamado para pedirme que considere ir a manejar una de sus empresas.
Ambos, sin embargo, me piden unos días antes de formalizar el compromiso. Me
dicen que deben hablar con el ministro antes de que yo me una a ellos.
“¿Para qué es necesario hablar con el ministro?” pregunto. Y la respuesta es
similar: “Es importante que él comprenda que tu posición con nosotros no será un
acto hostil contra el gobierno. Después de todo (en el caso de Hans) el gobierno
es uno de nuestros clientes más importantes”. O, (en el caso de Rafael) “Hay que
hacerlo por cortesía, dada la situación”. Ambos tenían razón.
En ambos casos agradecí enormemente las ofertas de estos generosos hombres
pero las rehusé. Pienso que no es aceptable que, desde el sector privado, se
tenga que pedir “permiso” al gobierno para emplear a un disidente. Prefiero ir a
trabajar como obrero pico y pala antes de tener que “pedir permiso” a quien me
sacó de la industria.
**************************
Paco y Myriam….
Un día que estaba más deprimido que de costumbre sonó, como cosa rara, el
teléfono, el cual había dejado de sonar en las últimas semanas. Era el dueño de
una empresa de ingeniería venezolana, Paco Rodríguez, a quien no conocía.
260
Rodríguez me dijo: “Ingeniero, nuestra empresa está pensando en entrar al campo
de los servicios de exploración y perforación de hidrocarburos. Pero no tenemos
experiencia en ese sector. Me gustaría tener un informe sobre la situación de la
exploración geofísica en Venezuela y otro sobre el mercado de los servicios de
perforación. Me han dicho que usted es una persona quien pudiera ayudarnos en
este sentido. Me gustaría conversar con usted personalmente”.
Fui a verlo. Resultó ser un hombre afable y campechano. Descubrimos que ambos
habíamos vivido mucha de nuestra adolescencia en la zona de Los Teques. Paco
usaba modismos típicos de esa zona que me parecieron divertidos porque no son
de uso común en el país. Utilizó con frecuencia la palabra “simiricuiri” para hablar
de lo que no es genuino. Teníamos algunos amigos comunes. En fin, me cayó
muy bien. Me pidió formalmente que le elaborase los dos informes que me había
mencionado por teléfono y me preguntó cuánto debía pagarme. Yo no tenía la
menor idea de cuánto cobrarle pero hice un rápido cálculo del tiempo que
requeriría, lo relacioné con mi último salario y le pedí Bs. 25000 por cada uno,
suma que él aceptó sin chistar. Salí de las oficinas de esa empresa con nuevas
alas en el corazón maravillándome que, cuando mis amigos me habían dado la
espalda, una persona que no me había visto nunca antes me había tendido la
mano. Supongo que no soy el primero a quien eso le ha sucedido.
En verdad no es la primera vez que un desconocido me tiende la mano. En mis
casi 50 años de vida he tenido la suerte de encontrar apoyo de mis profesores a
todos los niveles, desde la escuela primaria hasta la universidad y de mis
supervisores en las empresas donde he trabajado. En Venezuela, sin embargo,
tener casi 50 años y estar súbitamente desempleado y en desgracia con el
gobierno no es tragedia pequeña. El país tiene un decidido sesgo contra los
profesionales mayores de cuarenta años sin amigos en el gobierno.
Pero ese día no se habían terminado los milagros. Entré a una fuente de soda
cercana a tomarme un jugo y a pensar en cómo iba a elaborar los informes.
Compré el jugo y fui a buscar donde sentarme. Y me encontré de frente con
Myriam, la bella estudiante de geología con quien había pasado unos días y una
noche inolvidable en Seboruco y a quien jamás creí volver a ver. Pero, lo
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extraordinario era que Myriam no había envejecido ni un día. Era la misma que yo
había conocido en la excursión geológica con el profesor González, cuando ella no
tendría más de 18 años. Y ahora no se veía mucho mayor!
Casi boté el vaso de jugo. Me acerqué a la mesa donde estaba la maravillosa
mujer y la llamé por su nombre: Myriam? Y ella me respondió, viéndome con
extrañeza: “Si. ¿Pero quién es usted?”. Al oír su respuesta me di cuenta de que no
era la misma Myriam.
Su voz no era exactamente la misma que yo recordaba tan bien y tan cerca de mi
oído.
Le dije: “Conocí a… una Myriam… estudiante de geología hace más de 20 años.
Estuvimos juntos en el campo (juntos, muy juntos, pensé con súbita nostalgia).
Pero nunca la vi de nuevo. Y hoy, al verla a usted, me pareció que el tiempo había
retrocedido y, francamente, me llené de asombro”.
“Mi madre fue geólogo, como mi padre”, me respondió la muchacha.
“Lamentablemente murió muy joven. Murió cuando yo nací”, esto último fue casi
un susurro.
“Pues yo la conocí muy bien” le dije. “Estuvimos una semana trabajando juntos en
el Estado Táchira, cuando ambos tomábamos un curso de Geología de
Venezuela. Tu madre era una bella mujer. Y tú eres casi como su hermana
gemela. Estoy muy impresionado”.
“Siéntese, por favor”, me dijo Myriam. “Me encanta conversar con alguien que
conoció a mi mamá. Yo no la conocí y, en cierta forma, siento que fui culpable de
su muerte. Nunca he podido hablar con nadie de ella. Mi padre es muy parco y
solo sonríe cuando yo le pregunto cómo era ella”.
“¿Como se llama tu papá”? le pregunté.
Y ella me dijo: “Antonio Ramírez”.
Claro, pensé, Antonio era el payaso del grupo, era quien la hacía reír. Yo fui solo
un capricho pasajero. Las mujeres siempre tendrán el recuerdo de sus caprichos
en un rincón del corazón pero se casarán con quienes las hagan reír (o llorar).
262
“Recuerdo bien a Antonio”, le dije. “El, Myriam y yo formamos equipo en el
examen final del curso. Antonio era el preferido del profesor y, veo ahora, también
fue el favorito de Myriam”.
Y Myriam contestó: “Duró bien poco ese matrimonio. Ella salió en estado el primer
año de casada. Murió en el parto, teniéndome a mí. Aparentemente tuvo
hemorragias muy fuertes y en el hospital no la atendieron debidamente. Algo que
ya casi no sucede, tenía que pasarle a mi mamá”.
Myriam miró a Bernardo y le preguntó: “Y usted, ¿cómo se llama? Sabe tanto de
nosotros y ni siquiera conozco su nombre”.
“Soy Bernardo Mateos”, le respondí, “Soy geólogo, como tus padres. Pero ahora
estoy desempleado. Hace poco renuncié a PDVSA como protesta por lo que está
sucediendo allí”.
“Ah., Bernardo...”, comentó Myriam, “Leí su escrito en “Resumen”. La verdad es
que no se podía decir lo que usted dijo sin tener que renunciar o sin que lo
botaran”.
Me tuve que reír de la sinceridad de la muchacha. Tanto la reunión con Rodríguez
como este inesperado encuentro con la bella Myriam me habían puesto de
excelente ánimo.
“Bueno”, me dijo la joven, “debo regresar a mi trabajo. Pero le confieso que
haberme encontrado con alguien quien conoció a mi mamá me contenta mucho.
Es una lástima que no tengamos tiempo para hablar en detalle de ella. Como le
dije, no la conocí y siempre me he sentido triste por no haber sabido cómo era”.
“La verdad, Myriam”, le respondí, “tengo tiempo de sobra para conversar contigo,
pero sé que debes regresar a tu trabajo. Si lo deseas nos podemos encontrar
mañana aquí mismo y te daré la primera charla sobre tu mamá. ¿Qué te
parece?”.
“Mañana no es posible para mí”, respondió la joven, “pero cualquier otro día de
esta semana me encantaría poder hacerlo”.
Nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en la fuente de soda tres días más
tarde. Myriam se paró y se fue. En su cara de actitud permanentemente desafiante
y en su trasero redondo y undulante, esta era casi la misma Myriam que yo había
263
conocido 25 años atrás. Sentí la extraña sensación de estar viajando en el
tiempo. Mientras salía de la fuente de soda, camino del Metro, iba pensando en
Myriam y en las noches estrelladas de Seboruco.
Tres días después llegué a la cita con Myriam y, como la primera vez, la vi
sentada. Al verme me hizo un pequeño gesto con la mano y se levantó de su silla
para saludarme. “Gracias por venir, no quiero quitarle demasiado tiempo”, me dijo.
“Mira”, le dije. “Vamos a comenzar por establecer las reglas del juego. Tu eres
Myriam y yo soy Bernardo. Sé que soy muy viejo, casi 50 años, pero no tan viejo
como para que no me puedas tutear”.
“No tengo problemas con eso, Bernardo”, me contestó. Y mi nombre sonó
maravilloso en sus labios. Me invadió de nuevo esa sensación de estar viviendo
en el pasado.
“Bueno”, le dije. “Vamos a comenzar. Myriam era un poco más joven que tú
cuando la conocí. Recuerdo que la primera vez que la vi no me pareció
particularmente bella. Sus facciones no eran las más correctas y tenía los dientes
delanteros ligeramente separados”.
“¿Así?” me preguntó Myriam sonriéndome.
“¡Ah! Exactamente así”, contesté, sintiendo una punzada en el corazón. “Repito,
Myriam no me causó una profunda impresión en el primer instante pero fui
adquiriendo conciencia de ella progresivamente, como si estuviese bebiendo un
vino muy sutil, suave pero intoxicante. Lo primero que me capturó fue su andar.
Era tan alta como tú, llevaba el cabello por los hombros y caminaba de una forma
tal que todos teníamos que voltear al verla pasar. Era como una valquiria tropical.
Como las diosas escandinavas, Myriam parecía conocerlo todo sobre nosotros, los
pobres mortales, y parecía leer nuestras mentes. Al menos, eso fue lo que yo
comencé a sentir”.
“¡Una valquiria tropical!. Me gusta eso. ¡Mi mamá era una valquiria tropical! ”,
repitió Myriam, tendiendo la mirada hacia un punto en el infinito. “¿Y tenía poder
sobre los demás? ¿Como es eso?” me preguntó.
“Creo que era debido a su absoluta seriedad y a la intensidad de su mirada.
Hablaba de la geología como si en ello le fuera la vida. No se sonreía ni hacía
264
chistes. Recuerdo que tuve con ella una conversación sobre las lutitas
metamórficas de Mucuchachí, un sitio andino no lejos de Seboruco. Resulta que
estas rocas eran para mí muy poco atractivas, casi como para dormirse cuando
alguien las mencionaba. Pero Myriam tenía fuego en la mirada al hablar de ellas.
Al verla describiendo el significado geológico de estas humildes pizarras me entró
una súbita admiración, tanto por las pizarras como por ella. De repente Myriam se
me reveló como una personalidad dominante”.
“Caramba”, se asombró Myriam, “nunca pensé en mi mamá así. Siempre la
imaginé como una persona dulce, más bien pasiva”.
“Dulce, si”, le respondí, “pero no pasiva. Myriam tenía una personalidad fuerte,
debido a su seriedad. Yo era un tanto frívolo y malcriado pero rápidamente me di
cuenta de que esas cualidades no caminarían muy bien con ella. Y, la verdad, le
puse el ojo a tu mamá desde el primer momento. Y, más aún, consideré casarme
con ella. Tuvimos un muy breve romance”.
“Eso significa que yo pudiera haber sido tu hija”, me dijo Myriam, de una manera
que me sonó, ¿cómo decirlo?, vaciló ante la palabra, pero así me pareció:
incestuosa. “Estoy impresionada. Tengo que irme pero dime: ¿cuándo y dónde me
darás la segunda lección?” Y me miró con los mismos ojos de la primera Myriam,
una mirada que estableció una conexión que se había roto décadas antes y que
de alguna manera se restablecía ahora.
Las lecciones sobre Myriam para Myriam duraron varias semanas. Fueron la base
de una extraña relación donde figuraron algunos componentes que Bernard Shaw
hubiese llamado pornográficos, pero, más que un simple intercambio de fluidos,
fue un intercambio espiritual entre una joven quien ansiaba llenar un vacío en su
vida y un hombre maduro en necesidad de refuerzos para su auto estima. Lo más
importante fue que no existió daño sino refuerzos mutuos, una confortable y dulce
relación.
Un día Myriam me dijo que había decidido irse a Europa a buscar una nueva vida.
La vi salir de mi vida por segunda vez, presintiendo, deseando, ¿soñando? que
algún día Myriam pudiera cruzarse en mi camino una vez más.
265
XX.
PDVSA, 1981-1998: PENDIENTE HACIA EL COLAPSO.
266
Llegar a Cambridge, Massachusets, a fines de Enero, no fue divertido. Esa zona
de los Estados Unidos sufre inviernos duros. Bernardo tuvo que adquirir
rápidamente ropa adecuada y re-aprender a caminar por estrechas aceras
jabonosas y traicioneras, cubiertas por el hielo. Tuvo la inmensa suerte de recibir
la guía de un venezolano excepcional, quien ya se encontraba en Harvard y
conocía a Cambridge muy bien. Esta persona era Pedro Pick, un hombre de una
generosidad y un entusiasmo como pocos. Su ayuda había sido decisiva para que
Harvard invitase a Bernardo a unirse a su grupo de investigadores. Cuando esa
invitación se concretó Pedro se dedicó a buscar en Cambridge un pequeño
apartamento para Bernardo y lo alquiló, arreglando todos los documentos y
pagando el depósito necesario. Cuando Bernardo llegó a Cambridge pudo
comprar algunos muebles y mudarse, a los tres días de haber llegado, al
apartamento, situado en la calle Trowbridge. Pedro lo había recibido en el
aeropuerto y lo alojó en su casa mientras hacía lo necesario para mudarse.
**********************************
Harvard y Cambridge.
La Universidad de Harvard ocupa una buena porción de Cambridge. La
universidad ha ido creciendo en el tiempo desde su edificio original, se ha ido
extendiendo en todas las direcciones, ha cruzado el rio Charles y echado raíces
hacia el sur y el este de la pequeña ciudad. La famosa Harvard Square, que
Bernardo imaginaba como una inmensa plaza, con alguna estatua importante,
resultó ser una simple estación del metro, rodeada de ventas de periódicos y
revistas por todas partes. De allí arrancaba la calle principal, Massachussets
Avenue, la cual llevaba hacia la otra gran universidad de la zona, MIT y seguía su
camino hacia Boston. Esta avenida contenía numerosas librerías, ventas de
helados, pequeñas tiendas de ropa y, hacia el este, un grupo de excelentes
restaurantes chinos y una importante colonia portuguesa que ha producido
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algunos excelentes jugadores de beisbol para los medias rojas de Boston. Este
sería el mundo de Bernardo por los siguientes dos años. Se acostumbraría a
caminar a todas partes o a trotar por Memorial drive, bordeando el río Charles,
hasta llegar a MIT. Este era un hábito compartido con centenares de estudiantes y
profesores de ambas universidades. Con alguna frecuencia Bernardo, geólogo al
fin, caminaría hasta Boston.
Bernardo cambió rápidamente la vestimenta formal del ejecutivo petrolero por una
más informal de miembro de la comunidad de Harvard. Allí pocos profesores y aún
menos estudiantes vestían de manera formal. La corbata era una prenda poco
conocida. El atuendo preferido, siempre y cuando lo permitiera el clima, era
camisa y blue jeans, una chaqueta cuyo grueso dependía de la temperatura y un
morral contentivo de los libros o documentos con los cuáles se trabajaba en el
momento. Ah, y muy importante, un helado en la mano. Cuando llegó la primavera
Bernardo comenzó a disfrutar de las caminatas por la universidad, en especial por
los jardines situados alrededor de los edificios de clases y de la biblioteca
Widener. Allí podía ver, sentados en la grama, profesores quienes compartían un
almuerzo de sándwiches, manzanas y sabiduría con los alumnos. Muchos de
estos profesores eran famosos en sus campos de especialización, algunos habían
ganado premios Nobel. Sin embargo, su vida en Harvard era sencilla, sin
pomposidad académica. Bernardo los comenzó a distinguir y a conocer con
rapidez. Gravitó hacia Raymond Vernon, con quien pronto desarrolló una amistad
especial. Vernon había tenido una carrera brillante, primero con la Securities and
Exchange Commision, luego con el Departamento de Estado y después en
Harvard, donde comenzó su carrera como profesor en 1959. Vernon había sido
miembro del equipo que desarrolló el Plan Marshall y una figura importante en la
creación del Fondo Monetario Internacional. Su trabajo académico en Harvard
cubría bastante terreno pero estaba centrado en el análisis del comportamiento de
las empresas multinacionales. Había sido uno de los pioneros del estudio de la
globalización.
En 1981, cuando Bernardo lo conoció, Vernon estaba ya cercano a los setenta
años. Era de corta estatura y estaba en excelente estado físico. Vernon era un
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hombre de un intelecto muy agudo, de un Ingles excelente. Enunciaba cada
palabra como paladeándola. Al escucharlo, Bernardo tenía la impresión de estar
leyendo un ensayo ya terminado. Vernon iba a casi todas partes en bicicleta y
había sido, por años, un remero de primera categoría, deporte que aún practicaba
con asiduidad. A pesar de su intensa carga académica y de una actividad
permanente de investigación Vernon se las ingeniaba para ayudar a estudiantes y
colegas en sus actividades. Cuando Bernardo le comenzó a hablar de sus
proyectos de estudiar las empresas petroleras estatales y de cómo evaluarlas en
comparación con las empresas petroleras del sector privado, Vernon comenzó a
dedicarle algún tiempo a la semana y a guiarlo en su investigación. Al mismo
tiempo, comenzó a interrogar a Bernardo sobre la situación de las empresas
estatales venezolanas, mostrando un excelente conocimiento de la situación
económica y financiera del país. En esa época Vernon estaba reuniendo material
para un libro sobre el desarrollo de Japón y los Estados Unidos, dos gigantes
hambrientos de petróleo y metales.
Vernon le recomendó a Bernardo dirigir su investigación, no tanto a las
estadísticas de las empresas petroleras del estado, sino a las características de su
gerencia. “Es allí que está la clave de la diferencia entre estas empresas y las
empresas privadas”, le dijo a Bernardo. En especial, añadía Vernon, “debes
examinar en que etapa de su evolución está la gerencia de la empresa”. El insistía
en que había una actitud en el gerente del sector privado que era conducente a la
eficiencia, mientras que la actitud predominante en la gerencia del sector público,
divorciada del sentido de rentabilidad, tendía a promover el despilfarro de tiempo y
recursos. “No existe en la empresa pública el firme propósito de hacer las cosas a
un costo mínimo, en el menor tiempo posible, con la más alta calidad”, apuntaba
Vernon. La empresa pública se convierte casi siempre en un centro de costos
mientras que la empresa privada está obligada a ser rentable, so pena de
desaparecer.
Durante su estadía en Harvard Bernardo pudo escribir, dar un seminario sobre
empresas petroleras estatales y establecer excelentes contactos. La amistad de
Pedro Pick le fue invalorable. Pedro tenía su pequeña oficina al lado de la de
269
Bernardo. Cerca de ellos estaban algunas figuras de renombre internacional.
Alguien con quien Bernardo compartió brevemente antes de que partiese hacia la
muerte en su nativa Filipinas fue Benigno Aquino, un líder político lleno de
idealismo. “Nunca he sido tan feliz como aquí en Harvard”, le confesaba Aquino a
Bernardo. “Mi esposa no quiere regresar a Manila pero yo estoy impaciente por
hacerlo porque allí está mi destino”. En Agosto de 1983 Benigno Aquino regresó a
Manila y fue asesinado al bajarse del avión. Su destino se había cumplido.
Después de su muerte la fuerza política de Benigno Aquino se acrecentó de tal
manera que la presión popular obligó a Fernando Marcos a salir del poder y su
viuda, Corazón, se convirtió en la primera mujer en llegar a la presidencia de Las
Filipinas.
Además de Aquino, Bernardo conoció a Larry Harrison, quien escribía lo que sería
un extraordinario libro: “El Subdesarrollo es un Estado Mental”; Jeffrey Davidow,
quien luego iría de Embajador a Venezuela; Ann Swift, una maravillosa mujer
quien había sido uno de los rehenes norteamericanos en Teherán y contaba con
sencillez su aventura; José Maria Dagnino Pastore, un experto en finanzas de
Argentina y muchos otros individuos fascinantes. Dagnino Pastore desapareció un
día de la oficina y alguien le informó a Bernardo que había regresado a Buenos
Aires a ser Ministro de Finanzas. Bernardo le envió de inmediato un telegrama de
felicitación pero el telegrama llegó un día después de que Dagnino ya había
renunciado!
Desde su llegada a Harvard Bernardo había tratado de comprar un auto a crédito
pero se encontró, para su sorpresa, que los venezolanos en la zona de Boston
tenían tan mala fama que, al conocer su nacionalidad, las agencias de auto le
negaban el crédito. En especial, los estudiantes venezolanos parecían
especializarse en meter la moneda de un bolívar, exacta a la de 25 centavos, en
los peajes de las autopistas y en los sitios de estacionamiento, así como en irse de
regreso a Venezuela sin pagar sus deudas. En Hannover, New Hampshire,
Bernardo conoció un profesor de literatura de la universidad de Darmouth, Noel
Perrin, autor de maravillosos libros sobre la vida rural de Vermont y le mencionó
esta situación, de manera anecdótica. A los pocos días recibió una llamada
270
telefónica de una agencia de autos de la región, donde lo invitaban a elegir su auto
nuevo. “El Profesor Perrin nos ha llamado y manifestado que él será su fiador”. Y
así pudo Bernardo comprar su auto, afianzado por alguien que casi no lo conocía.
Al salir de Harvard Bernardo no regresó a Venezuela de inmediato. Le fue ofrecida
una posición en el Banco Mundial donde permaneció casi siete años, un período
lleno de aventuras alternativamente tristes y fascinantes. Las labores del
desarrollo fueron una revelación para él. Se dio cuenta de cómo el grueso de los
dineros que el mundo desarrollado inyectaba a los países en desarrollo se
quedaban, con demasiada frecuencia, en los bolsillos de los burócratas del país
receptor de la ayuda. Una mañana tomó un avión para el África, a fin de reunirse
con un gobierno que pedía angustiosamente ayuda financiera. En la primera clase
del avión viajaban unas personas bulliciosas, riéndose a carcajadas, alegres con
el champaña ilimitado de a bordo. Desde su asiento de clase turista Bernardo
podía oírlos y, de vez en cuando, verlos actuar. Al llegar al país, Bernardo fue a
reunirse con el grupo de ministros que explicarían las angustias financieras que
atravesaban. Al verlos se encontró con el grupo que había viajado con él. Le
pareció que algo andaba mal en el mundo, cuando los pedigueños viajaban en
primera clase y quien prestaba el dinero viajaba en clase turista. Otro día, al llegar
al edificio de banco, vio estacionado en la puerta uno de esos larguísimos autos
que alquilan con chofer los miembros de la farándula o los “ejecutivos” quienes
desean lucir importantes. Ese auto estuvo estacionado todo el día frente al banco.
Luego supo que había sido alquilado por un gerente de la Corporación
Venezolana de Guayana, quien había ido a gestionar un préstamo.
Incongruencias como estas lo hicieron decepcionarse de su trabajo, por lo cual
decidió regresar a Venezuela, pero ya no a la industria petrolera sino al mundo de
la consultoría internacional, primero, y al servicio público después, como gerente
de empresas del estado, una misión en la cuál era casi imposible tener éxito,
además de muy poco remuneradora para alguien no dispuesto a robar.
Durante todo el tiempo dedicado a estas actividades se mantuvo razonablemente
atento a lo que sucedía en la industria petrolera y escribió observaciones en su
diario sobre el proceso de la industria petrolera en manos del estado. Lo sucedido
271
en esa industria durante el período de 1981, año en el cuál el sector político lo
había obligado a salir de ella, hasta 1999, año en el cuál algo cataclísmico sucedió
en el país, fue objeto de sus anotaciones. Basado en ellas escribió un ensayo que
nunca publicó y que transcribimos a continuación.
******************************
272
PDVSA 1984-1998, PENDIENTE HACIA EL COLAPSO
Bernardo Mateos.
273
geólogos y geofísicos involucrados en la búsqueda de petróleo. Al momento del
nacimiento de PDVSA quedaban menos de 40. Las reservas estaban al nivel de
unos 18000 millones de barriles, suficiente para un poco más de 20 años a la tasa
de producción del momento. La producción había aumentado hasta los límites
máximos permisibles, ya que las empresas concesionarias trataban de maximizar
sus ingresos en el corto tiempo de vida que restaban a las concesiones. Las
plantas de refinación estaban orientadas a la producción de los llamados
combustibles residuales, para la calefacción, el cuál había sido por largos años el
producto requerido por el principal cliente de la industria petrolera venezolana, los
Estados Unidos. Los yacimientos petrolíferos mostraban señales claras de
agotamiento parcial. En líneas generales, PDVSA heredó una industria en franca
declinación y debía llevarse a cabo un intenso esfuerzo de naturaleza técnica y
gerencial para mejorarla. El sector político comprendió que lo sensato era dejar
que PDVSA manejase la industria en esta etapa tan compleja y delicada. A su vez,
la directiva de PDVSA, compuesta casi exclusivamente por petroleros retirados o
por personas de gran prestigio pero sin experiencia directa en la industria, hicieron
lo más sensato: delegaron en las empresas filiales operadoras el manejo de la
industria y limitaron su papel a supervisar la planificación financiera y técnica, a
aprobar los presupuestos y asegurarse de que los proyectos a llevarse a cabo
fuesen de calidad y de la más alta prioridad. En esta etapa, por lo consiguiente, el
papel del Ministerio de Energía fue de simple comprobación técnica, a posteriori,
de lo que se hacía en la industria, mientras que el papel de la directiva y plana
mayor de PDVSA fue de seguimiento de la actividad y de aprobación a priori de
los presupuestos-programas de las empresas operadoras.
La luna de miel estuvo signada por la presencia de Rafael Alfonzo Ravard en la
presidencia de la empresa y por su empeño en inculcarle a la organización
algunas estrategias fundamentales: meritocracia, auto-financiamiento,
apoliticismo, normalidad operativa y gerencia profesional. Este quinteto de
estrategias sería repetido incesantemente por Alfonzo Ravard en todos sus
discursos y en todas las ocasiones posibles. Se convirtieron en un mantra. El
General Alfonzo Ravard solía decirme: “Recuerda que en el principio fue la
274
palabra”. Alfonzo le daba especial importancia al mantra como agente efectivo de
internalización intelectual en sus gerentes, de transformación de una idea en
actitud. Mientras trabajé a su lado vi como estas ideas encontraban terreno fértil
en un grupo de gerentes quienes ya habían andado un largo trecho en esa
dirección. La prédica de Alfonzo Ravard no era nueva para ellos y, en cierta forma,
eran ellos quienes habían iniciado con Alfonzo Ravard un diálogo que contenía
estos principios. Los gerentes y Alfonzo Ravard se reforzaban mutuamente. A
pesar de algunos hábitos no enteramente ortodoxos en su estilo gerencial, el
General Alfonzo Ravard fue el líder que la empresa necesitaba en esa etapa. La
meritocracia fue, quizás, la bandera más importante. La selección de los nuevos
gerentes o directores de las empresas operadoras estaba basada en un análisis
bastante profesional de las cualidades de cada quien. Más aún, la identificación de
puntos débiles en los candidatos llevaba generalmente a entrenamiento
específicamente diseñado para remediar las vulnerabilidades. Asistí con
frecuencia a reuniones dedicadas a analizar las cualidades, puntos débiles y futuro
desarrollo de un gerente medio o de alto nivel que tomaban cinco y seis horas del
grupo evaluador, en el cuál se encontraba invariablemente su supervisor
inmediato.
Durante esta etapa la empresa experimentó un espectacular proceso de
recuperación en casi todos los órdenes.
275
Los costos operativos, por su parte, tendieron a reducirse, en términos constantes,
pasando de Bs. 6.600 millones en 1976 a Bs. 6.400 millones en 1978, para subir
levemente hasta Bs. 7100 millones en 1981. En estos costos operativos se
incluían los contratos tecnológicos y de comercialización suscritos con las
empresas ex-concesionarias, así como los gastos de reparación de pozos, los
cuáles eran de naturaleza reproductiva, ya que resultaban en un incremento de la
producción a corto plazo.
Exploración, Producción y Reservas. La actividad exploratoria por sismógrafo
recibió atención desde el primer momento. En 1976 se contrataron 6.454
kilómetros de líneas sísmicas, cifra que subió a 33.849 kilómetros en 1980 y
13.522 kilómetros en 1981. Esta actividad es la precursora de la perforación
exploratoria, genera verdaderos electrocardiogramas del subsuelo que apuntan
hacia las áreas más promisorias desde el punto de vista petrolífero. En base a
esta actividad, se perforaron 52 pozos exploratorios en 1976, cifra que llegó a 350
pozos en 1980 y a 309 pozos en 1981.
276
La producción de la empresa se mantuvo esencialmente constante desde 1976,
cuando la producción promedio fue de 2.294.000 barriles diarios, subiendo
ligeramente en 1978 hasta un promedio de 2.356.000 barriles diarios para
colocarse en 2.107.000 barriles por día en 1981. Es importante apuntar que estos
niveles de producción fueron mantenidos por medio de un intenso esfuerzo de
perforación de desarrollo y de reparaciones de pozos. Los pozos de desarrollo se
triplicaron desde 1976 a 1981 y las reparaciones y reacondicionamientos de pozos
se duplicaron durante este período. Como Humpty Dumpty la industria petrolera
venezolana tenía que correr cada vez más rapidamente para poder mantenerse en
el mismo sitio. Ello era el resultado de yacimientos ya maduros o en incipiente
estado senil. De allí que la exploración de nuevas áreas fuese tan importante,
aunque el impacto de la exploración sobre los niveles de producción no se pueden
ver antes de un cierto período de tiempo, generalmente de cinco a siete años.
Las reservas probadas, aquellas cuya certeza de existir era muy alta, aumentaron,
al pasar de 18.220 millones de barriles en 1976 a 20.154 millones de barriles en
1981.
Refinación de petróleo y niveles de exportación.
La planificación de la modernización de las refinerías venezolanas comenzó en
1976. Durante la etapa de 1976-1981 estos estudios y los trabajos de modificación
y modernización de las plantas consumieron mucho del período. La capacidad de
refinación y los niveles de procesamiento se mantuvieron esencialmente estáticos,
en 1.450.000 barriles por día y alrededor de 92% de utilización de las plantas. Sin
embargo, se comenzó a experimentar una mejora en los rendimientos, de forma
tal que la producción de combustibles residuales de alto contenido de azufre, los
productos de menor valor en los mercados, fue declinando, al pasar de 451.000
barriles por día a unos 327.000 barriles por día en 1981, mientras que los
productos más valiosos comenzaron a subir ligeramente.
El total de exportaciones bajó, durante esta etapa, de 2.156.000 barriles por día en
1976 a 1.800.000 barriles por día en 1981. Sin embargo, esta baja fue
compensada por un mayor valor del paquete de exportación. Un aspecto negativo
fue el incremento del consumo en el mercado doméstico, el cuál pasó de 244.000
277
barriles diarios en 1976 a 369.000 barriles diarios en 1981, con precios altamente
subsidiados. Para empeorar esta situación muchos de los volúmenes consumidos
localmente eran los de mayor valor, gasolinas y destilados. Esta es una situación
que se iría a perpetuar y a empeorar, convirtiéndose en uno de los errores
estratégicos y políticos más graves de todos los gobiernos que hemos tenido.
Número de empleados.
Otro aspecto de la nueva empresa que preocupó a muchos durante sus primeros
seis años de vida fue el aumento de la nómina de trabajadores, la cuál pasó de
23.670 en 1976 a 42.353 en 1981. Por supuesto, mucho del incremento era
explicable. Los niveles de actividad exploratoria y de producción habían
aumentado significativamente y, sobretodo la producción, eran actividades que
requerían más mano de obra. Pero este era un índice que servía como base a la
crítica de quienes pensaban que PDVSA estaba en manos indeseables. La
izquierda venezolana comenzó a hacer ruido en este sentido, olvidando que la
industria petrolera concesionaria, antes de la etapa de contracción causada por la
cercanía de la reversión, había tenido niveles de empleo similares a los de 1981.
La gerencia.
Durante esta etapa el general Alfonzo Ravard estuvo al mando de la empresa y se
mantuvo la continuidad gerencial y operativa que la industria requería. Sin
embargo, ya en 1979 se comenzó a resquebrajar la unánime conducta de respeto
que el mundo político había mantenido frente a PDVSA. El nombramiento de la
nueva Junta Directiva de PDVSA abandonó parcialmente los sanos criterios de
administración. El nuevo ministro del sector, Humberto Calderón Berti, convirtió el
nombramiento de esta junta en una caja de sorpresas, donde nadie sabía, excepto
el ministro, quienes serían los integrantes del nuevo directorio. Ello permitió que
apareciese el cabildeo en el proceso de nombramientos. Aparecieron candidatos
auto-promocionados y hasta el mismo Presidente de la empresa se vió obligado a
hacer campaña para mantener su posición. Los gerentes de la industria petrolera
esperaban que se cumpliera la promesa hecha por el gobierno anterior de
nombrar un nuevo presidente y una segunda junta directiva con miembros activos
de la industria petrolera. Ello era lo lógico, alegaban los gerentes petroleros, que la
278
junta directiva de PDVSA fuese el punto máximo en la carrera de los gerentes
petroleros. No sería justo decir que los miembros de la nueva junta carecían de
méritos. Al contrario, algunos de ellos, como Humberto Peñaloza y Hugo Finol,
eran profesionales excelentes, además de los directores ratificados. Los
problemas aparecieron con las modificaciones que se le hicieron a los
reglamentos de la empresa, entre ellos, el nombramiento de dos vicepresidentes,
la facultad del gobierno de asignar áreas de competencia a los directores de la
empresa y la facultad del gobierno de analizar en detalle los presupuestos de la
empresa matriz y de las empresas operadoras. Esto último no es lo deseable en
empresas manejadas por gerentes profesionales, en las cuáles los accionistas no
gerencian la empresa sino que tienen la facultad de remover aquellos directores
quienes no cumplan con sus expectativas. La aprobación previa de los
presupuestos-programa abrió otra puerta a la politicización de la empresa.
El nuevo ministro de Energía y Minas llegó decidido a establecer un mayor control
de PDVSA por parte del gobierno y encontró el apoyo de los principales partidos
políticos. Ya para 1979 se había disipado mucho del temor reverencial que los
políticos le tenían al lenguaje de los técnicos y ya muchos de ellos habían llegado
a pensar que ellos podían manejar la industria tan bien como los técnicos, quienes
“ni siquiera parecían ser muy patriotas”. Celestino Armas decia, desde el
Congreso: “Les hemos dado [a los técnicos] demasiada libertad”, mientras que el
líder comunista Radamés Larrazábal alegaba que “el estado debía tomar el control
de la exploración de la faja del Orinoco y establecer contratos tecnológicos de
estado a estado”. (El Nacional, Junio 8, 1979, pág. D-17). Hugo Pérez La Salvia,
quien había sido ministro del sector durante la presidencia de Rafaél Caldera, fue
un poco más lejos, al decir: “Siempre he dicho que heredamos la gerencia de las
multinacionales y creo que esos gerentes tienen una mentalidad derivada de su
trabajo con la concesionarias”. (Auténtico, #90, Marzo 5, 1979). En otras palabras,
el sector político comenzó a decir abiertamente que los gerentes petroleros no
eran gente de fiar.
La luna de miel había terminado.
*******************************
279
La segunda etapa, 1981-1993: del éxito técnico a la contaminación política.
Durante esta etapa Petróleos de Venezuela se consolidó como empresa petrolera
de rango mundial. Los estudios y la exploración llevada a cabo durante la primera
etapa dió sus frutos. Las reservas probadas crecieron hasta llegar a los 65.000
millones de barriles en 1992, es decir, más de tres veces superior al nivel de
reservas probadas que existían al inicio de las actividades de PDVSA en 1976. La
capacidad de refinación se mantuvo alrededor de 1.200.000 barriles al día pero el
rendimiento de gasolinas casi se duplicó, pasando de 183.000 barriles por día en
1976 a unos 340.000 barriles por día en 1992. El combustible residual de alto
azufre se colocó a niveles bajos, apenas unos 240.000 barriles al día,
practicamente la mitad de lo que era en 1976. Para todo efecto práctico se le dió
un vuelco positivo a la calidad del paquete de exportación de productos. El
consumo doméstico de gasolinas se incrementó pero no dramaticamente, al pasar
de 115.000 barriles por día en 1976 a unos 175.000 barriles por día en 1992. La
nómina de empleados siguió creciendo pero a un ritmo mucho menor que durante
la primera etapa, colocándose en 55.000 en 1992.
Durante estos 13 años PDVSA tuvo seis presidentes y juntas directivas: Rafaél
Alfonzo Ravard (1981-1983), Humberto Calderón Berti (1983- 1984), Brígido
Natera (1984-1986), Juan Chacín (1987-1988), Andrés Sosa Pietri (1989-1991) y
Gustavo Roosen (1992-1993). Ello se debió a que el período de cada presidencia
fue acortado de cuatro a dos años, una medida poco sensata que contribuyó
bastante a la intensificación de las maniobras entre los potenciales candidatos a la
presidencia y, aún en mayor escala, entre los candidatos a la Junta Directiva. Un
rasgo característico de esta etapa fue el empobrecimiento cualitativo de las
directivas, al llegar a esas posiciones personas quienes no calzaban los puntos
necesarios para haber llegado allí, algunos cuyo mayor mérito era la amistad con
el ministro o su identificación con el partido de gobierno. Esto no quiere decir que
no existieran distinguidos profesionales a ese nivel. Por supuesto que si los había
y ellos seguramente asumieron más de su porción de responsabilidades para
compensar por la debilidad de algunos de sus colegas. El área bastante fuerte de
PDVSA en esta etapa fue la de los coordinadores. Quien vea el Informe Anual
280
para 1991, por ejemplo, y se encuentre con coordinadores de la talla de Alonso
Velasco, Humberto Vidal, Juan Carlos Gómez, Nelson Olmedillo y Vicente Llatas
y, a nivel de las empresas operadoras, con gerentes verdaderamente estelares
como Jorge Zemella, Joaquin Tredinick, Mario Rodríguez, Angel Olmeta, Arnold
Volkenborn, Alfredo Gruber, Hugo Finol y Gustavo Inciarte podrá ver que, con un
equipo humano de esta calidad, el progreso de PDVSA estaba prácticamente
garantizado.
Sin embargo, el proceso destructivo del comején político había comenzado. Se
inició desde afuera hacia adentro pero no tardó mucho en establecerse dentro de
la organización. Como es natural, los menos competentes vieron en la
manipulación política, en el acercamiento meloso a los poderosos, una via abierta
para el progreso. La identificación con el partido de gobierno se convirtió en una
herramienta útil para progresar dentro de la empresa.
El inicio de un proceso sustantivo en este sentido lo dio la directiva nombrada en
1981. En esa directiva varios de los miembros le fueron impuestos al General
Alfonzo Ravard por el Ministro Calderón Berti en base a amistad, no en base a
méritos. Los ingenieros Daboín y Guédez, en especial, no debían haber sido
nombrados directores por encima de muchos otros gerentes de la industria con
mayores méritos. Estos ingenieros eran competentes en sus campos
esencialmente operacionales pero carecían de la visión gerencial que es
indispensable para entender el negocio en su más amplio sentido.
Durante la primera fase de esta etapa la industria petrolera entró en una crisis
mundial, ciertamente no originada por Venezuela pero muy mál manejada por el
ministro Calderón Berti. Los precios del petróleo colapsaron y Venezuela
incrementó su producción en una decisión inconsulta del ministro. El país, no solo
PDVSA, entró en crisis. En Agosto de 1982 las reservas internacionales de
Venezuela habían perdido unos tres mil millones de dólares y existía una fuerte
fuga de capitales. En Septiembre de 1982 el gobierno de Luis Herrera procedió a
ponerle la mano al fondo de inversión de PDVSA, a pesar de la protesta general
de la oposición y de buena parte del país pensante. Esta decisión había sido
premeditada. Leopoldo Díaz Bruzuál, presidente del Banco Central, se permitió
281
decir que “la industria petrolera era poco productiva” (RESUMEN, #436, Marzo
14,1982) a fin de justificar la acción del gobierno. Las navidades de 1982 no
fueron felices para Venezuela. La crisis financiera de 1983 estaba en puertas y
una nueva Junta Directiva de PDVSA, a ser nombrada en Agosto de ese año,
confirmaría la tendencia a la politización.
282
Maraven al país y Coronel andaba en el avión de Maraven por toda Venezuela
haciendo campaña en contra de Calderón Berti. En este informe Poleo hablaba de
la insuficiente capacidad técnica de Coronel, afirmación ilustrada con su “fracaso”
en encontrar petróleo comercial en el Sur del Lago. Esta prédica de odio de Poleo
fue recogida por Eleazar Díaz Rangel, quien en Elite (20-09-1983) acusaba a
Coronel de llevarse de la industria Bs. 1.5 millones en indemnizaciones laborales
que no le correspondían, acusación hecha originalmente por Calderón Berti en
declaraciones dadas a la prensa desde Paraguaná. Estos ataques evidenciaron el
nuevo clima en el cuál debía desenvolverse la industria petrolera nacionalizada de
allí en delante. Ya un poco antes los políticos extremistas habían aprovechado las
declaraciones de Gonzalo Barrios sobre los “gastos dispendiosos” en la industria
petrolera nacionalizada para pedir controles más severos sobre la gerencia
petrolera, lo cual llevó a establecer el control previo para PDVSA, una decisión
que casi inevitablemente conduciría a la politización progresiva de la empresa. Las
declaraciones del Dr. Barrios fueron respondidas por Gustavo Coronel, quien
eventualmente sería despedido por el ministro por su posición de defensa de la
industria frente al mundo político. En respuesta a lo dicho por el Dr. Barrios
Coronel dijo lo siguiente (RESUMEN #391, Mayo 3, 1981).:
“en el análisis y decisión sobre un proyecto petrolero intervienen decenas de
técnicos y gerentes de muy alto rango, lo cual minimiza ( a menos que haya una
confabulación total), el riesgo de que una buena pro sea adjudicada en base al
deseo de nadie en particular o al capricho de quien quiera embolsillarse una
comisión. Este proceso no suena en nada similar al que condujo a la compra del
“Sierra Nevada” ni muy similar a las erogaciones del ministerio de Turismo para
pagos de propaganda electoral…y mucho menos similar a las compras de
terrenos de Antímano… ninguno de los cuáles han sido denunciados públicamente
por Gonzalo Barrios…”
Estas declaraciones convirtieron a Coronel en el blanco favorito del sector político
que adversaba a la gerencia petrolera. Al poco tiempo el Ministro Calderón Berti lo
despidió de la industria. La razón específica fue la protesta de Coronel por la
mudanza de Meneven, la empresa que él gerenciaba en ese momento. Esta fue
283
una medida inconsulta por parte del ministro y en su decisión privaron intereses
que no eran, precisamente, los de la industria petrolera sino intereses de un grupo
que deseaba hacer negocios de bienes raíces en el oriente del país.
La presencia de Caralampio en PDVSA.
Uno de los venezolanos más ilustres del Siglo XX, Enrique Tejera Guevara, me
decía, cada vez que me veía: “No permitan que Caralampio siente sus reales en la
industria petrolera!”. “Y, quien es Caralampio?” le pregunté al distinguido médico y
filósofo venezolano.
Tejera me dijo: “Caralampio es el venezolano más funesto que existe. No sabe
mucho de nada pero cree saberlo todo. Sus expectativas no guardan mucha
relación con sus habilidades. Al entrar a una empresa o a un ministerio desea ser
de inmediato presidente o ministro, sin haber mostrado méritos para ello. Sin
conocer de finanzas piensa que puede ser presidente del Banco Central o
Ministro de Hacienda. Caralampio aspira a dirigir, a veces de manera autoritaria,
los destinos de su pueblo, pero no está preparado para hacerlo ni se da cuenta de
su ignorancia. Si alguna vez llega a la industria petrolera querrá ser un ejecutivo,
dar órdenes, tener una bella secretaria y un lujoso auto, porque está convencido
de que el petróleo da para todo. Para entrar a la industria hará uso de su astucia,
que de eso si sabe, la cual consiste en criticar mucho desde afuera para que lo
coloquen adentro”.
Después de 1981 comenzaron a aparecer los caralampios en PDVSA. Eran los
primeros en dar declaraciones, los últimos en irse de un coctel. Pensaban que el
petróleo es un gran lago subterráneo y que los contratos de asistencia tecnológica
debían ser eliminados pues los ingenieros desempleados venezolanos podían
hacer ese trabajo. Protestaban contra el desarrollo de la Faja del Orinoco ya que
ella “debía ser reservada para las futuras generaciones”. Pedía que la CVP
estuviese en control y no PDVSA. “Nada importado es deseable”, decían, “Lo que
debemos hacer es internalizar la industria, nada de internacionalizarla”. Con cada
Caralampio que entraba a PDVSA la empresa moría un poco.
Xenofobia y patrioterismo.
284
Muchos venezolanos vieron en la nacionalización de la industria petrolera una
manera de erradicar la presencia extranjera. Algunos la visualizaron como una via
para expulsar a “los musiúes”, cambiar a los “Smith” por los “Pérez” en las
directivas de las empresas, como pasajeros en yates y aviones y, por supuesto, en
las nóminas de pago. No muchos venezolanos advirtieron que, al nacionalizar los
privilegios, también estábamos nacionalizando las responsabilidades y los riesgos.
Pasada la primera etapa de luna de miel, con el reemplazo de los gerentes
extranjeros por el grupo de gerentes venezolanos, los xenófobos y los ultra-
patriotas se tranquilizaron por una media docena de años. Sin embargo, pronto
volvieron a la carga. Comenzaron a ver en la gerencia venezolana a los nuevos
extranjeros, de quienes era necesario desconfiar. Esta desconfianza se expresaba
de diversas formas, entre ellas:
• Los gerentes venezolanos fueron formados por los gerentes extranjeros.
Deben estar, por lo tanto, transculturizados y más dispuestos a obedecer a
sus antiguos jefes que a la nación venezolana;
• PDVSA discrimina a la industria venezolana. No contrata a empresas
venezolanas ni compra sus productos;
• PDVSA no emplea ingenieros venezolanos y no toma en cuenta a las
asociaciones profesionales;
• PDVSA es un estado dentro del estado y actúa al márgen de los intereses
nacionales.
Muchos miembros del mundo político con veleidades técnicas se presentaban
como súper-patriotas, dispuestos a “sacrificarse” a fin de reemplazar a
gerentes no del todo confiables. Consideraban los nexos de amistad que
pudiesen existir con los antiguos gerentes petroleros extranjeros como una
señal de poca venezolanidad, como si la amistad y la honestidad fuesen
incompatibles. Uno de los mejores ejemplos del patriotismo y venezolanidad de
los gerentes petroleros fue el caso de la industria petroquímica, la cual le fue
traspasada a PDVSA en 1978, para que la manejara. Esta industria había
estado, desde su creación en 1954, en manos del estado y se encontraba
profundamente politizada. Uno de sus directores generales, Eduardo Acosta
285
Hermoso, confesó (“Petroquímica, desastre o realidad?”, Caracas 1977,página
67): “Queríamos que se aprobaran las inversiones cuanto antes ya que una
demora podría haber hecho fallar parcialmente el programa gubernamental.
Teníamos cinco años para probar que podíamos hacer el trabajo y así poder
ganar las siguientes elecciones”. Añadía: “Le pregunté al ministro si podía
despedir a 600 empleados y se negó rotundamente. Yo obedecí pues ello
salvaría al Instituto de un conflicto social y político”. La petroquímica perdía
mucho dinero al estar, prácticamente, manejada por los sindicatos. Solo en
1977 había perdido Bs. 500 millones, cifra que PDVSA redujo a Bs. 62
millones el año que la tomó bajo su control. Manejadas por los gerentes
petroleros las plantas se pusieron a trabajar, se despidieron más de 2000
empleados sobrantes y se suscribieron contratos de tecnología con empresas
de experiencia en el sector. Unos 50 gerentes petroleros fueron transferidos a
la petroquímica para sanearla, aportando procedimientos, normas y
experiencia gerencial a la tarea de recuperarla. Los gerentes petroleros
corrigieron el desorden que los patrioteros del mundo político habían generado
en la industria petroquímica. Quienes eran, entonces, los verdaderos patriotas?
Por su parte las empresas venezolanas de ingeniería y vendedoras de
materiales y equipos se quejaban de que la industria petrolera no les compraba
lo suficiente y llegaron a alegar que la oficina principal de Bariven estaba
localizada en Houston,Texas, lo cual no era cierto. Lo que si era cierto es que
la industria petrolera venezolana estaba ayudando a muchas empresas
venezolanas a mejorar sus productos, a fin de poder utilizarlos. Estaba
dispuesta a sacrificar, de manera moderada, tiempo de espera, ahorros y hasta
calidad pero no estaba dispuesta a favorecer a empresas venezolanas a
expensas de los intereses nacionales.vSin embargo, la presión de este sector
se incrementó y, poco a poco, empresarios poco escrupulosos fueron
encontrando puntos vulnerables para penetrar la organización.
286
Una vez estatificada la industria petrolera los gerentes profesionales de la
industria adoptaron como uno de sus objetivos principales evitar la
contaminación política y burocrática de la industria. Más aún, se propusieron lo
que Alberto Quirós, uno de sus más destacados gerentes, denominó “la
contaminación al revés”, es decir, contagiar al resto de la administración
pública con los buenos hábitos gerenciales imperantes de la industria petrolera.
Esta era, por supuesto, una misión casi imposible, dado los tamaños relativos
de la pequeña industria petrolera, por un lado, y el gran aparato burocrático del
estado, por el otro.
Las similitudes “anatómicas” entre el estado y una corporación son evidentes.
Así como el estado tiene un poder ejecutivo con un presidente y un cuerpo de
ministros, la corporación tiene un presidente y una junta directiva. Ambos
cuerpos dirigentes están idealmente controlados por una asamblea de
accionistas, la nación en el caso del estado y los dueños en el caso de la
corporación y por organismos contralores que deben ser independientes del
poder ejecutivo. Así como el estado se plantea objetivos y estrategias y un
Plan de Acción, así la corporación posee su plan estratégico. Los aspectos
“fisiológicos”, sin embargo, pueden diferir y generalmente difieren
considerablemente. El estado venezolano siempre ha sido muy presidencialista
y el ejercicio del poder suele tener un fuerte ingrediente intutitivo, improvisado,
no planificado, mientras que la corporación se apega a un plan previamente
estruturado mediante un proceso donde toda la organización ha hecho su
aporte, en un ejercicio de abajo hacia arriba.
Una presidencia fuerte, basada en la intuición, generalmente termina por ser
reactiva mientras que una presidencia apoyada en un plan puede anticiparse a
los acontecimientos.
De iguál manera, existen importantes diferencias entre la gerencia de personal
de una corporación y la manera como el estado se nutre de burócratas. Para
comenzar, una corporación es un centro de rentabilidad y, si deja de serlo,
quiebra y desaparece. La burocracia estatal es un centro de costos y no
quiebra nunca, pués utiliza los ingresos nacionales para perpetuarse. La
287
burocracia estatal no tiene incentivo alguno para ser eficiente. Los procesos de
selección en la corporación están basados en las credenciales profesionales y
personales de los candidatos mientras que, con demasiada frecuencia, la
selección de empleados públicos está basada en amistad o identificación
político-partidista. Al ser estatificada, Petróleos de Venezuela comenzó a
luchar por no ser absorbida por la llamada “administración pública”, la cuál
uniforma salarios y normas de personal sin tomar en cuenta la diversidad de
las tareas y las características `de cada empleo. En la industria petrolera
existía un sistema de evaluación de cada posición basado en su grado de
complejidad. Ello permitía a un especialista tener una remuneración iguál o
superior a un gerente sin que ello fuese visto como una anomalía. En la
burocracia estatal un geólogo que encontrara mucho petróleo nunca podría
llegar a tener una remuneración iguál al ministro del sector, aunque uno
produjesse ganancias y el otro solo gastara el dinero. Rapidamente
comenzaron las críticas sobre los altos salarios en la industria petrolera y ellas
comenzaron desde el ministerio del sector, donde los profesionales recibían
remuneraciones muy inferiores. Los profesionales de CADAFE o HIDROVEN,
entre otras empresas del estado, comenzaron a ver con desaprobación a sus
“primos ricos” y algunos comenzaron a tratar de entrar allí, apoyados en su
afiliación política.
288
en su labor. Por el contrario, Natera fue quizás el presidente más
“quimicamente puro” desde el punto de vista político que tuvo PDVSA. Natera
era un tecnócrata, poco dado a las apariciones públicas. Durante su
presidencia se adquirió la empresa Citgo y se contrató la operación de la
refinería Isla en Curazao por parte de PDVSA. En cierta forma la
internacionalización comenzó con Natera, aunque no se fortalecería sino varios
años después. Natera gustaba de repetir que la industria petrolera era
“diferente”: tenía disciplina en el trabajo, respeto por las normas y
procedimientos y puntualidad. En el Congreso Nacional tuvo momentos de
franco enfrentamiento con el mundo político. Terminó renunciando porque no
pudo coexistir pácificamente con un entorno cada vez más politizado.
Su reemplazo, el geólogo Juan Chacín, tenía excelentes credenciales técnicas
y gerenciales para la posición. Además, era hermano del Presidente Lusinchi,
lo cual no le perjudicó. Durante su período se fortaleció la estrategia de
internacionalización. Ya en 1987 la participación financiera nacional en el
negocio petrolero se había triplicado, comparada a la de 1976. Las reservas
probadas también se habían triplicado. La capacidad de refinación se había
duplicado, gracias a la incorporación de refinerías en el exterior en las cuáles
PDVSA poseía participación. Las exportaciones se habían estabilizado al nivel
de los 1.500.000 barriles por día de crudos y productos. Durante la presidencia
de Juan Chacin se estableció una buena relación entre PDVSA y el ministro del
sector, Arturo Hernández Grisanti. Esta relación armoniosa se rompió al llegar
a la presidencia de PDVSA Andrés Sosa Pietri y al ministerio del sector
Celestino Armas. Para comenzar, el Presidente entrante Carlos Andrés Pérez
consideró que el presidente de PDVSA no debía ser un petrolero salido de las
filas de la industria. “PDVSA no es el ejército”, argumentó. Por lo tanto le
ofreció la presidencia de la empresa a Pedro Tinoco, Julio Sosa Rodríguez,
Enrique Machado Zuloaga, Jorge Pérez Amado, hasta que, al final, Andrés
Sosa Pietri le aceptó el cargo. El triángulo Sosa Pietri-Pérez-Armas probó ser
explosivo. Sosa Pietri se manifestó desde el comienzo partidario de la
internacionalización, de expandir PDVSA, de abandonar a la OPEP si esta
289
organización no le permitía a PDVSA expandirse a los niveles deseados. El
ministro Armas y el Presidente Pérez no eran partidarios de la
internacionalización sino de la llamada internalización, la cual consistía en
aprovechar en el plano doméstico la actividad petrolera para generar valor
agregado internamente. El ministro Armas y su viceministro Napoleón Lista
hablaban de tomar el control gerencial de la industria. El Presidente Pérez
adoptó una postura contraria, no solo a la internacionalización, sino a la
expansión de la industria petroquímica y a lo que él llamaba el “estado dentro
del estado”, PDVSA. Evidentemente este era otro Pérez al Pérez que
nacionalizó la industria en 1976 y había permitido a los gerentes petroleros
gerenciarla sin intromisión política. Sosa Pietri, por su parte, promovió un plan
de expansión de la empresa que la llevaría a tener una capacidad de
producción de 3.500.000 barriles de petróleo al día, a la industria petroquímica
a producir 10 millones de toneladas métricas al año y a producir 200.000
barriles diarios de Orimulsión en 1995. La visión de Sosa Pietri era la de
convertir a PDVSA en un corporación energética global mientras que el
gobierno deseaba una PDVSA viendo hacia adentro y muy alineada con la
OPEP. Cuando Sosa incrementó la producción para almacenar el excedente
de la cuota OPEP, el gobierno se lo prohibió. No solo lo prohibió sino que
incrementó el Precio Fiscal de Exportación, una reliquia de la época
concesionaria utilizada por el gobierno para ordeñar a PDVSA. Ello llevó a
Sosa Pietri a tener que endeudar a PDVSA para el financiamiento de sus
proyectos. Sosa deseaba incrementar el papel del sector privado en la industria
petrolera pero el gobierno se oponía. En el plano organizacional interno se
incrementó la tirantez entre coordinadores y directores. El ministerio deseaba
nombrar directamente a las Juntas Directivas de las empresas filiales y el
ministro Armas envió un oficio a Sosa Pietri en ese sentido. Según alegó Sosa,
algunos de sus directores comenzaron a erosionar su posición y a alinearse
con el ministro. Dijo: “Los directores me fueron abandonando”. Hasta los
vicepresidentes, alegó Sosa, lo adversaron. En esta situación de gran pugna
interna, muy lesiva para la empresa y para el país, terminó el período de Sosa
290
Pietri. Fue reemplazado por Gustavo Roosen, un gerente de primera línea y de
maneras más suaves que Sosa Pietri. Roosen se concentró en consolidar la
empresa en los mercados internacionales. En 1991 la empresa produjo y
vendió los volúmenes más altos de su relativamente corta historia,
aprovechando la crisis política del Oriente Medio. Sin embargo, la empresa
entró en dificultades financieras debido a la necesidad de hacer inversiones
cuantiosas para mejorar su capacidad de producción y a la existencia de una
fuerte carga impositiva que llegó en ese año a representar el 82% de sus
ganancias netas. El valor fiscal de exportación, que había sido aumentado al
20% (valor de exportación se calcula a un 20% superior del valor real de venta,
para efectos de pago del impuesto sobre la renta) durante el período
presidencial de Sosa Pietri estaba en proceso de ser reducido a 18% y sería
eventualmente eliminado en 1996. Roosen pensó que las inversiones
requeridas por la industria petrolera necesitarían la participación del sector
privado nacional e internacional. En ese sentido, Gustavo Roosen comenzó a
promover el proceso que luego se llamaría “la apertura”.
**************************************
La tercera etapa, 1993-1999: Positivo, la apertura petrolera. Negativo, se
acentúa la politización de PDVSA.
La llegada de Rafael Caldera a la presidencia, en 1993, llevó al Ministerio de
Energía y Petróleo al ingeniero Erwin Arrieta. En una sorprendente decisión el
ministro Arrieta terminó de un plumazo con el sistema de ascensos basado en
la meritocracia, uno de los pilares sobre el cual había descansado, con algunos
tropiezos, la industria petrolera estatificada. Arrieta recomendó al Presidente
Caldera el nombramiento de Luis Giusti para la presidencia de PDVSA. Giusti
era en ese momento vicepresidente de Maraven, una de las empresas filiales.
Ello significaba pasar por encima de los presidentes de esas filiales, Julio
Trinkunas, Roberto Mandini, Arnold Volkenborn y Eduardo López Quevedo.
Esta recomendación, aceptada por Caldera, le dio un palo cochinero a las
normas de PDVSA. No se trata, por supuesto, de que Giusti careciese de
méritos. Giusti era un gerente brillante, intelectualmente agudo, con una visión
291
amplia del negocio. Pero ello también era cierto de Volkenborn, Trinkunas,
Mandini y López Quevedo. Lo que parecería a muchos como un asunto
meramente formal y sin importancia, fue para la gerencia de PDVSA el aviso
del final de la meritocracia. En efecto, Giusti no era la selección indicada en
ese momento. La decisión de Arrieta fue un acto de fuerza política, alejada de
los principios y normas que se habían mantenido, hasta entonces, con uno que
otro serio tropiezo (como el desconocimiento del gobierno del Presidente
Lusinchi que le hizo imposible a Alberto Quirós llegar a la presidencia de
PDVSA, a pesar de ser el mejor gerente petrolero de su generación). En una
corporación meritocrática y organizada el sistema de ascensos está pre-
establecido de tal manera que pudiera parecer monótono. En el grupo Shell se
decía que, cuando un presidente se retiraba, se empleaba a un nuevo
mensajero (office boy), para ilustrar lo férreo del sistema de ascensos. Cuando
Arrieta decidió lo que decidió estaba convirtiendo la selección de los líderes de
PDVSA en un acto político, aleatorio, totalmente impredecible. Allí radicó el
error fundamental de Arrieta y del gobierno de Rafael Caldera.
El impacto de esta decisión en el seno de PDVSA fue muy negativo. La
desmotivación y el resentimiento llegaron a niveles nunca antes existentes en
la organización. A pesar de que el Presidente Giusti continuó hablando de
meritocracia, este concepto perdió mucho de su contenido y pasó a formar
parte de la retórica vacía que los venezolanos acostumbran asociar con el
mundo político.
El planteamiento estratégico esencial de PDVSA desde el inicio de la
presidencia de Giusti fue la apertura al capital privado. Para el nuevo
presidente la expansión de la industria petrolera era necesaria pero no debía
significar, solamente, el crecimiento de PDVSA, sino un incremento en el
aporte del sector privado internacional y nacional a esa expansión. Es
interesante observar que ello representó un cambio importante en la tradicional
postura de desconfianza que el Presidente Caldera siempre había exhibido
frente al sector privado, sobre todo el sector privado petrolero internacional.
292
Caldera aceptó esta estrategia plenamente, así como estuvo de acuerdo con
los nombramientos en PDVSA.
No hay dudas que, después de la presidencia del General Alfonzo Ravard,
ninguna otra presidencia tuvo mayor impacto en PDVSA que la de Luis Giusti.
Durante su presidencia se tomaron decisiones estratégicas muy importantes,
algunas muy positivas, otras no.
**************************
Decisiones estratégicas positivas.
La Apertura.
La decisión de abrir las actividades de exploración y producción de PDVSA al
capital privado nacional y extranjero fue positiva. La razón principal fue sencilla.
Se trataba de potenciar la capacidad de crecimiento de la industria petrolera
mediante el aporte de recursos financieros, técnicos y gerenciales privados.
Esto es lo que cualquier buen gerente, sin complejos de inferioridad o camisas
de fuerza ideológicas haría. La apertura estuvo dirigida a la intensificación de la
exploración para aumentar las reservas probadas, al aumento de la actividad
de producción y al desarrollo de la Faja del Orinoco. Una fase de la apertura
se dirigió a contratos de operación con empresas privadas en áreas de
producción ya existentes, las cuáles no eran lo suficientemente atractivas para
la inversión directa de los limitados recursos financieros de PDVSA. Se
firmaron 33 convenios operativos de este tipo a partir de 1993, los cuáles
añadieron unos 400.000 barriles diarios de producción. Se firmaron convenios
de riesgo, en los cuáles las empresas contratistas aportaban los recursos
financieros necesarios para explorar, el aspecto más riesgoso de la actividad.
Se licitaron ocho bloques bajo esta modalidad, con la participación de 16
empresas privadas. Esta actividad produjo nuevas reservas probadas de unos
500 millones de barriles, con una inversión de $700 millones enteramente
aportada por las empresas privadas. Durante esta actividad se utilizó un 80%
de servicios y equipos nacionales.
En la Faja del Orinoco se establecieron varios proyectos paralelos con la
participación de siete empresas petroleras grandes, poseedoras de tecnología
293
avanzada, lo cual permitió aportes importantes de nueva producción de crudos
mejorados.
En sentido estricto la apertura petrolera acercó más el proceso de la industria
petrolera venezolana a una verdadera nacionalización. Lo que había ocurrido
en 1976 había sido una estatificación de la industria, llegándose al absurdo de
“nacionalizar” una empresa nacional como era Mito Juan. La apertura permitió
que empresas venezolanas entraran más de lleno en el negocio petrolera.
Sería casi risible, si no fuera trágico, el énfasis casi religioso que el mundo
político le ha dado siempre al asunto petrolero, convirtiendo la industria en
esclava de dogmas e ideologías que van contra su naturaleza eminentemente
comercial y abierta al mundo. De este énfasis pseudo-religioso vienen casi
todas los alegatos, tales como: Nacionalización no, estatificación sí; la apertura
es una privatización disfrazada; el petróleo es nuestro; la internacionalización
no, la internalización sí; la soberanía nacional exige total control sobre el
petróleo. Y así por lo consiguiente. Lo cierto es que la industria petrolera es un
negocio que debe manejarse profesionalmente, sin resabios patrioteros.
Cuando el patrioterismo sienta sus reales en la industria petrolera sucede lo
que le sucedió a PEMEX, a YPF Argentinos, a YPFB en Bolivia, a PERTAMINA
en Indonesia y a PETROBRAS en su primera etapa “nacionalista”. Cuando la
industria es bien manejada, como el negocio que es, entonces es posible
observar a ARAMCO, EXXONMOBIL o a PETROBRAS en su etapa moderna
dar enormes ganancias a sus accionistas, ya sea el país el dueño o los sean
los accionistas privados. La evidencia está a la vista y todo lo demás es mito y
superstición.
La Internacionalización.
Aunque ya el proceso de internacionalización había comenzado hace
algunos años, se acentuó durante la presidencia de Luis Giusti. Fue un
complemento natural de la apertura. PDVSA se consolidó como una
corporación energética internacional, abierta al mundo, al nivel de las más
grandes empresas petroleras del planeta. No importa como se le evaluara, si
desde el punto de vista de reservas, de producción, de ventas, de ganancias o
294
de calidad gerencial, en 1991 PDVSA era la empresa 43 en la lista de las
primeras 500 corporaciones de la revista “FORTUNE”. Sin embargo, durante
estos años la expansión disfrazó procesos organizacionales no tan deseables
que ya estaban en movimiento.
Los enemigos del proceso de internacionalización, casi sin excepción, nunca
habían trabajado en la industria petrolera. Eran profesores universitarios,
burócratas del estado, políticos imbuidos de ideologías estatificantes y de
visiones parroquiales. Ninguno tenía una buena idea de como se manejaba la
industria petrolera por dentro. Ni Gastón Parra, ni Francisco Mieres, ni Alvario
Silva Calderón, ni Radamés Larrazabal, ni Alí Rodríguez conocían la industria
petrolera. La veían desde afuera, a través de sus aspectos financieros y
políticos teóricos, con una óptica marxista que ha contagiado a varias
generaciones políticas venezolanas. Para estos críticos de la apertura y de la
internacionalización PDVSA no debía usar ni un centavo de capital que no
fuese el propio. Gastón Parra, por ejemplo, opinaba (Aporrea, Abril 1999) que
el plan de expansión de Luis Giusti ha debido reducirse, a fin de permitirle a
PDVSA llevarlo a cabo sin necesidad de inversión privada. Añadía Parra que
planificar la expansión de PDVSA basada en un aumento de la demanda
mundial de petróleo “era muy arriesgado”, ya que este crecimiento sería muy
moderado. La realidad ha sido otra: la demanda mundial de petróleo que
existía en 1999 ha crecido significativamente, de 73 a 85 millones de barriles al
día. Es el enanismo de la PDVSA de hoy en día, promovido por la tragedia
chavista, lo que ha causado pérdidas monumentales a la nación, ya que
PDVSA debería haber estado produciendo 5.2 millones de barriles diarios en
2008 y no 2.5 millones de barriles diarios, como produce actualmente. Nada
como el tiempo para poner las cosas en su justa perspectiva!
Decisiones estratégicas negativas.
La empresa única.
Uno de los aspectos más controversiales surgidos durante el debate que
precedió a la estatificación de la industria petrolera, 1974-1975, fue el de la
naturaleza que debía tener la empresa petrolera estatificada. De nuevo, este
295
debate llegó a adquirir ribetes casi “religiosos”. Los estatificadores extremos
deseaban ver a una sola empresa petrolera propiedad del estado, un
monopolio del estado, bajo control del ministerio del sector (CVP). Los
“nacionalizadores” y los gerentes de la industria pensaban que el concepto de
una sola empresa del estado estaría condenado al fracaso, tal y como ha
sucedido en casi todos los países que poseen el monopolio estatal del recurso.
El modelo aceptado finalmente fue unico en el mundo: cuatro empresas
operadoras, integradas, bajo una casa matriz de coordinación estratégica y
financiera. Este modelo garantizó el éxito de PDVSA por 20 años. Sin
embargo, para tener este modelo había que pagar un precio en duplicación de
personal y mayores costos. Sin embargo, este era un precio moderado en
relación a sus beneficios, el cuál permitía la búsqueda de la excelencia
gerencial y la comparación de la eficiencia entre las varias empresas. Además,
cada empresa era un centro de rentabilidad. La empresa única o, peor aún,
diferentes empresas funcionales, se hubiesen convertido rápidamente en
centros de costos, incapaces de medir su eficiencia. Bajo la presidencia de
Luis Giusti se decidió, no sin algunos argumentos fuertes a favor, convertir a
PDVSA en una empresa única, con divisiones que pretendieron ser unidades
de negocios, pero que resultaron ser grandes divisiones por función. Para todo
efecto práctico ello convirtió a PDVSA en una empresa operadora única.
Alberto Quirós dijo, en su momento, que ello convertía “a los directores de
PDVSA en operadores directos”, perdiéndose la visión corporativa que existía
cuando PDVSA era, esencialmente, una casa matriz planificadora.
La interacción entre PDVSA y el mundo político.
Durante la presidencia de Luis Giusti se incrementó significativamente la
interacción entre los gerentes petroleros y los representantes del mundo
político. Esto no sería malo “per se” si fuese utilizado para que el sector politico
aprendiese a respetar el apoliticismo de la industria pero es malo si sirve para
politizar la empresa. Se ha alegado insistentemente que Luis Giusti trató de
utilizar la presidencia de la empresa para convertirse en candidato presidencial.
En una ocasión, cuando ello se rumoraba con fuerza, le envié una carta a
296
Giusti manifestándole mi preocupación y el me aseguró que eso no era cierto y
que él no tenía ninguna pretensión de figuración política. También se comenta
que Luis Giusti favoreció a un grupo de gerentes asociados con Maraven sobre
otros quienes tenían mayores credenciales. Los protagonistas de esta época,
Luis Giusti y los gerentes petroleros que fueron o se sintieron afectados por
esta situación no han dicho mucho y es probable que nunca lo digan. Yo no
conozco lo sucedido de primera mano y no puedo, por lo tanto, decir que hay
de cierto en esta afirmación, la cuál ha aparecido con fuerza en los libros de
Manuél Bermúdez (“PDVSA en Carne Propia”, dos ediciones) y Emma
Brossard (“Power and Petroleum”, 2001) .
Lo que parece ser cierto es que durante este período la industria vió salir a
varios de sus gerentes de primera línea. Algún serio descontento pareció existir
y ello no fue positivo para PDVSA. Pareció abonar el camino para la tragedia
que habría de venir, una tragedia frente a la cuál todas las vicisitudes
anteriores de la empresa parecerían asunto sin importancia.
297
Epílogo.
298
Después de su salida de Petróleos de Venezuela Bernardo estuvo algunos años
en el exterior, trabajando para una organización de ayuda financiera multilateral,
en tareas de evaluación de proyectos de energía. Viajó por muchos países del
mundo, sobretodo por los más pobres y pudo advertir que, entre los obstáculos
más fomidables al progreso de esos países, figuraba la alianza silenciosa entre los
burócratas de los países receptores de la ayuda y las burocracias internacionales,
quienes dedicaban, conscientemente o no, una buena porción de la ayuda a
mantener floreciente una estructura elitesca de poder, tanto en los países como en
el seno de la misma organización. Esta confabulación se expresaba de diferentes
maneras: mucho del dinero destinado a los proyectos se quedaba en los bolsillos
de los gobernantes y de las élites dominantes en los paises. En la entidad
multilateral los salarios y beneficios para los empleados era cada vez mayor. El
éxito de la institución y su misma capacidad de seguir existiendo se medía en
términos de cuantos miles de millones de dólares habían sido dados en
préstamos, más que en el verdadero impacto de esta ayuda en los países. Más
aún, cuando los países no parecían tener suficientes proyectos para ser
financiados por la entidad, la entidad se los creaba, se los “vendía”, les prestaba
asistencia técnica para formularlos y se los financiaba. Sería injusto decir que eso
era todo lo que las organizaciones internacionales hacían. Si no hubieran existido
hubiese sido necesario inventarlas porque, en su mejor sentido, representan
poderosos agentes catalizadores del desarrollo en el tercer mundo. Lo cierto es
que, como las viejas máquinas de vapor, mucha de la energía generada se disipa
y se pierde. La eficiencia es muy baja y las razones de esto ameritan un detallado
análisis.
Después de seis años en una de esas organizaciones, Bernardo Mateos
emprendió el regreso a Venezuela. Se sentía culpable de ser demasiado feliz y de
vivir demasiado bien en la bella capital estadounidense, cuando la situación en
Venezuela empeoraba sistemáticamente. A fines de la década de 1980 regresó al
país, uniéndose a una empresa de ingeniería propiedad de quien lo había
auxiliado cuando debió salir de la industria petrolera. Su vocación, sin embargo,
estaba en el sector público. Fue convencido por un viejo amigo de colaborar con él
299
en la Corporación Venezolana de Guayana, ese monstruoso aglomerado de
cuarenta empresas del estado que tanta importancia ha tenido, para bien y para
mal, en la vida del país. Allí permaneció dos años. Su diario incluía observaciones
como las siguientes:
**********************
300
nunca ha transferido recursos financieros al estado central sino que ha recibido
ayuda del gobierno central, lo contrario de lo que debería haber sido.
La organización se convirtió en caja chica de Acción Democrática y COPEI,
cuando cada uno estaba en el poder y fue capturada por las élites de la región, los
políticos y los sindicatos, todos los cuáles metieron y continúan metiendo sus
pezuñas en la caja del organismo. Por ejemplo, el dueño de un diario de la región
consideraba normal recibir millones de bolívares en avisos de la CVG para no
criticar su gerencia. Los gobernadores de las entidades federales donde llevaba a
cabo su actividades pretendían que la CVG le subsidiase sus gastos. Los concejos
municipales le exigían manejar la basura y los acueductos, sin que la población
tuviese que pagar por estos servicios. Los sindicatos aspiraban a que sus
miembros trabajasen menos y cobraran más. La alta gerencia de la empresa
había tomado como costumbre dedicar parte del presupuesto de la institución a la
promoción de la organización política de su preferencia. En adición a todas estas
malas mañas, existían altos niveles de corrupción dentro de la empresa, que iban
desde contratos con sobreprecios a nepotismo y demandas sistemáticas de
comisiones en muchas de las transacciones comerciales de la empresa con el
sector privado. Para rematar, cuando llegué a Guayana, los periodistas de la
región me preguntaron: “Como se explica que una persona como usted, venida del
centro, haya sido nombrado para una alta posición en nuestra empresa”?. Como si
Guayana no fuese parte de Venezuela! En El Callao, por ejemplo, alguna gente
local influyente pensaba que Minervén, empresita que no podía expandir la
producción de la mina por falta de capital, debería mantenerse sin socios
extranjeros y, además, emplear a mil personas del lugar que la empresa no
necesitaba. Cuando acudí al centro cívico a exponer la posibillidad de privatizarla,
quemaron un muñeco y lo guindaron de un poste. El nombre del muñeco?
Bernardo Mateos.
En el sector minero los garimpeiros venezolanos, colombianos y brasileños
destrozaban la naturaleza pero, si tratábamos de poner órden en ese caos,
éramos acusados por los demagógos políticos de la región de atropellar a los
pequeños.
301
Por otro lado, la belleza de la región me proporcionó una experiencia maravillosa.
Todo el sur de Venezuela era mi territorio de operaciones: los imponentes tepuis,
el majestuoso Caroní con sus aguas color coca-cola, el salto Angel, las
inumerables cascadas, el colorido de El Callao en carnaval y sus suculentas
arepas en el mercado, el parque Cachamay, una verdadera maravilla nacional,
una Ciudad Guayana muy atractiva en su concepción previamente planificada, los
vuelos en helicóptero sobre Uverito y su pinares, los viajes por el delta del
Amacuro a ver los búfalos, el mini-viaje al centro de la tierra en la mina de oro de
Las Cristinas, todo parecía salido de una novela de Julio Verne. La naturaleza
guayanesa hizo una indeleble impresión en mi espíritu.
*************
Los consejos del cacique.
Una noche, aún me encontraba alojado en la bella casa de huéspedes de la
Corporación, recibí la visita de uno de los principales caciques de Guayana, de
apellido de arraigado abolengo en la región. Venía a darme consejos, me anunció.
“Quiero que sepas que apoyé tu nombramiento, a pesar de que no eres de aquí”,
me dijo, esperando mi agradecimiento. “Creo que puedo ayudarte a manejar la
empresa, ya que conozco a la gente y te puedo ahorrar muchos dolores de
cabeza. En primer lugar, debes saber que tu Gerente de Planificación es un
comisario político. Elías Inaty va todas las semanas a Caracas, a reportar
directamente a Andrés Caldera, sobre lo que pasa aquí, sobre lo que vas a hacer
o dejar de hacer, sobre lo que dices o lo que no dices. Las decisiones importantes
las van a tomar entre ellos, si tú te pendejeas”.
“Lo segundo”, continuó, “es que es necesario que sepas que tienes a dos grandes
enemigos adentro: Maria Elena Posada y Luis Alvaray. Ellos tienen una alianza
para dominar la corporación y hacerte la vida imposible. Sal de ellos
urgentemente”, me recalcó. Y siguió: “ Por otro lado, debes incorporar a tu equipo
a gente muy valiosa, quienes han sido injustamente marginados por los anteriores
altos gerentes de la empresa. Por ejemplo, te recomiendo a Victor Hugo Escobar,
Daniél Betancourt y Jesús Seguías, pues te pueden ayudar”.
302
La verdad es que no le hice caso. Luis Alvaray (hoy fallecido) y María Elena
Posada resultaron ser los mejores gerentes de aquella CVG, en Bauxilum y Sidor
respectivamente. Betancourt y Seguías probaron ser un par de pequeños seres,
acomplejados y manipuladores y Victor Hugo Escobar, quien fue nombrado
presidente de Fesilven, hizo un desastre en corto tiempo. Las advertencias del
cacique sobre Inaty si resultaron ser totalmente ciertas. El redondo Elías, un
hombre astuto, ambicioso, de una gran duplicidad, exhibió tal habilidad para la
intriga que, eventualmente, logró llegar brevemente a la presidencia de la
corporación..
Estrellado contra la pared de la burocracia estatal y las pequeñas ambiciones
parroquiales, salí de la Corporación Venezolana de Guayana y me fui a vivir a
Valencia, ciudad que era una especie de enclave de primer mundo rodeado de
deterioro y atraso por todas partes. Dejé por escrito un decálogo de
recomendaciones para sacar a la CVG del foso, las cuáles, por supuesto, no han
sido tomadas en cuenta. Ellas fueron:
1. Una participación minoritaria del estado en las empresas industriales y
venta de las acciones de las empresas que no tenían relación con el
negocio medular;
2. Un papel promotor del desarrollo regional pero no ejecutor y, ciertamente,
no responsable por el manejo de los servicios públicos;
3. Una gerencia profesional, cerrada al clientelismo político;
4. Autosuficiencia financiera;
5. Meritocracia;
6. Una organización moderna, no de instituto autónomo gubernamental;
7. La búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento en el sector privado;
8. Responsabilidad social corporativa, no paternalismo;
9. La búsqueda de la rentabilidad y cese de la distribución de dádivas;
10. Voluntad política para llevar todo esto a cabo.
Estas recomendaciones aún están vigentes y aún están en el olvido.
******************************************
303
Las actividades de Bernardo Mateos en Valencia, su ingreso al gobierno de
Carabobo, su participación en la campaña presidencial de 1998 que llevó a Hugo
Chávez al poder y los primeros diez años de gobierno de Hugo Chávez
constituirán la segunda porción de esta narración.
304