Bioética, Aborto y Políticas Públicas en América Latina
Bioética, Aborto y Políticas Públicas en América Latina
Bioética, Aborto y Políticas Públicas en América Latina
https://dx.doi.org/10.4321/S1886-58872015000100002
ARTÍCULO
RESUMEN
La bioética en América Latina está fuertemente influida por creencias religiosas, lo que
resulta en la regulación más restrictiva del orbe en salud sexual y reproductiva y, muy
señaladamente, en aborto. Los impedimentos legales no disuaden a las mujeres que
optan por interrumpir embarazos no deseados; cada año tienen lugar más de 4
millones de abortos ilegales en los que las latinoamericanas más pobres arriesgan su
salud y su vida.
Este texto recupera el sentido que V. R. Potter –creador del término– dio a la bioética:
“una ética basada en el conocimiento científico”. Propone el gradualismo –modelo
sustentado en la evidencia científica que aportan la embriología, la genética y la
neurofisiología– como el idóneo para la regulación del aborto en América Latina. El
gradualismo respeta el derecho de toda mujer a decidir sobre su maternidad y es el
modelo adoptado por los países con los índices más altos en salud sexual y
reproductiva.
América Latina está urgida de medidas efectivas para prevenir los embarazos no
deseados, que son la causa principal del aborto: educación en salud sexual y
reproductiva, acceso a anticonceptivos modernos, y penas severas contra el abuso
sexual de mujeres, adolescentes y niñas.
Palabras clave: bioética; aborto; salud reproductiva; derechos reproductivos;
regulación gradualista.
ABSTRACT
Introducción
En bioética confluyen concepciones diversas sobre el trato que los humanos hemos de
dar a otros humanos y a los demás seres vivos, a la naturaleza, al planeta. Una de
estas concepciones atribuye a fuerzas intangibles los fenómenos de la vida; otra
reivindica el conocimiento científico como fundamento de la ética. Algunas más
obedecen a intereses económicos, ideológicos, políticos. Con ese telón de fondo y
mediante la más esmerada construcción de consensos, en 2005 fue aprobada la
Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos[1].
Parto del postulado de Van R. Potter con el cual coincido plenamente: la ética de
nuestro tiempo ha de basarse en el conocimiento científico, probado y comprobado, y
no en creencias particulares. Con ello en mente, V. R. Potter –destacado bioquímico
norteamericano– convocó en 1970 a la humanidad a dotarse “urgentemente [de] una
nueva sabiduría que le proporcionara ‘el conocimiento sobre cómo utilizar el
conocimiento’ para la sobrevivencia del hombre y el mejoramiento de su calidad de
vida”[2]. Para esa nueva sabiduría Potter propuso el término bioética, la cual debía
“cimentarse en la biología, ampliada más allá de sus límites tradicionales para incluir
los elementos más esenciales de las ciencias sociales y las humanidades, con énfasis
en la filosofía en sentido estricto, o sea, en el ‘amor a la sabiduría’”. La bioética,
síntesis de conocimientos y valores, es para Potter una ética basada en el
conocimiento científico[3].
Potter no limita la bioética a una ética fundada en las ciencias de la vida, si bien éstas
son su cimiento. Su propuesta contempla el análisis de los elementos más esenciales
del contexto en el que se inscriben las diversas cuestiones de las que trata la bioética.
Bioética y aborto
La investigación se realizó en tres fases: 1995, 2003 y 2008. Los datos obtenidos
revelan que a lo largo del período el promedio anual de abortos inducidos o voluntarios
en el orbe fue de 44 millones. La tasa mundial de aborto inducido registró un descenso
importante entre 1995 y 2003, y se mantuvo prácticamente estable de 2003 a 2008.
Las diferencias entre los países desarrollados y aquellos a los que eufemísticamente se
les llama en desarrollo resultan significativas. Entre 1995 y 2008, la tasa de aborto
voluntario de los primeros cayó en proporción de 3 a 1 respecto de los países en
desarrollo (–15: –5). La disminución más notable tuvo lugar en Europa (–21). En
contraste, y pese a una reducción de 5 puntos, América Latina registró en 2008 la tasa
de aborto inducido o voluntario más alta del orbe (32 abortos por cada mil mujeres de
15 a 44 años de edad). ¿Cuáles son los factores que inciden mayormente sobre las
altas tasas de aborto inducido en América Latina?
KL: menor peruana de 17 años de edad; gestó un feto anencefálico en 2001. Los
médicos indicaron la interrupción de embarazo; el director del hospital no lo consintió.
KL tuvo que llevar su embarazo a término y amamantar a la recién nacida durante los
4 días en que sobrevivió. La experiencia ocasionó depresión severa a KL. El Comité de
los Derechos Humanos de la ONU conoció del caso y responsabilizó al Estado peruano
por la violación de los derechos de KL: trato cruel, inhumano y degradante hacia una
menor, y por “no tomar medidas para responder a las resistencias de la comunidad
médica a practicar el aborto terapéutico”. El gobierno de Perú debió indemnizar a KL y
promulgar un protocolo para el aborto terapéutico que impidiera que casos similares
volvieran a ocurrir.
Martha Solay: colombiana de 37 años de edad y madre de tres niñas, con un cuarto
embarazo en curso en 2006. Falleció ese mismo año debido a un cáncer que no le fue
tratado porque “pondría en peligro la vida del feto”. Dejó cuatro huérfanas. La Corte
Constitucional de Colombia despenalizó el aborto en mayo de 2006; la sentencia no
llegó a tiempo para salvar la vida de Martha.
Vuelvo a Potter. La bioética, una ética basada en las ciencias de la vida, debe
ampliarse más allá de sus límites tradicionales para incluir elementos esenciales del
contexto cultural, social, económico, político. En América Latina, jóvenes violadas,
indígenas sin estudios ni posibilidades económicas, mujeres afectadas en su salud, son
quienes sufren los efectos de leyes basadas en dogmas, en prejuicios, al margen del
saber que proporciona la ciencia y de espaldas a la realidad.
A diferencia de lo que sucede en nuestra región, en los Estados democráticos –y, por
ende, laicos– coexisten diversas creencias religiosas sin que el Estado se someta a
ninguna de ellas, y a la vez avanza progresivamente la cultura de los Derechos
Humanos. El aborto es tratado como una cuestión de salud pública, de justicia social,
de derecho de cada mujer a decidir sobre el número y espaciamiento de sus hijos. El
aborto no se prohíbe: se regula conforme al modelo gradualista. Los plazos para el
aborto a solicitud de la mujer varían de las 10 a las 24 semanas de gestación; la
mayoría de los países admite 12 semanas. Algunos han adoptado un sistema mixto de
plazos y supuestos; otros, sólo de supuestos, los cuales abarcan el espectro de
situaciones en las que la interrupción del embarazo suele requerirse: por peligro de
muerte para la mujer; para la preservación de la salud física de la mujer y para la
preservación de su salud mental (o psicológica); por embarazo a causa de incesto o
violación; por malformaciones graves del feto; por razones económicas y/o sociales.
Desde la perspectiva bioética aquí asumida –la de una ética basada en el conocimiento
científico y respetuosa de los derechos humanos– no se justifica la prohibición del
aborto en aras de adjudicar una supuesta personalidad al cigoto. La prohibición resulta
ineficiente y es, además, contraproducente: no logra disuadir a las mujeres que
deciden abortar y, en cambio, las orilla a hacerlo en situación de riesgo. La prohibición
agrava el problema. Los países comprometidos con las mejores prácticas para la
protección y la atención de la salud han adoptado el gradualismo como la opción más
adecuada para reglamentar el aborto.
Con todo, al ocuparnos del aborto estamos atendiendo al efecto y no a la causa del
problema. Los más de cuarenta millones de abortos que se realizan año con año en
todo el mundo son resultado de embarazos que no fueron planeados ni deseados. El
gran reto para la bioética es contribuir al diseño de medidas viables en los ámbitos de
la educación, la salud y el derecho que contribuyan a la prevención de ese tipo de
embarazos. América Latina está urgida de políticas públicas y acciones de la sociedad
en favor de una educación sexual focalizada hacia los sectores que muestran la mayor
propensión a mantener relaciones sexuales sin protección: los más jóvenes; los
habitantes de zonas rurales; los pueblos indígenas; los residentes de asentamientos
irregulares en la periferia de las grandes urbes. Las parejas deben tener acceso a
información objetiva, oportuna y suficiente sobre planificación familiar, a
anticonceptivos modernos y a orientaciones sobre su uso apropiado.
En América Latina requerimos realizar esfuerzos adicionales en todos los ámbitos a fin
de eliminar la violencia sexual contra las niñas, contra las jóvenes, contra todas las
mujeres, no sólo mediante más y mejores campañas, sino también mediante la
aplicación de penas efectivas contra los violadores. El reto es enorme.
[2] Potter, V. R. Bioethics: the science of survival, adapted from chap. I of “Bioethics:
Bridge to the Future”, by Van R. Potter; to be published Prentice-Hall, Inc., Englewood
Cliffs, New Jersey, 1971, pp. 127-153. Agradezco al Dr. Ruy Pérez Tamayo el haberme
facilitado copia del original.
[3] Ibíd.
[4] Colegio de Bioética, A.C. Comunicado de prensa. Diario Reforma (México), octubre
13, 2011.
[7] Induced abortion: incidence and trends worldwide from 1995 to 2008. The
Lancet. Feb. 2012. Volumen 379, Núm. 9816, pp. 625–
632. http://www.thelancet.com/journals/lancet/issue/vol379no9816/PIIS0140-
6736(12)X6007-0.
[8] 1er Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe,
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2011.