Lecciones Helenisticas
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Silvia Aquino, Lecciones helenísticas, pp. 65-128.
cias del cual creó el rey Ptolomeo el Museo, o templo de las Musas,
y la Biblioteca de Alejandría.
La reunión de tal cantidad de obras literarias en una biblioteca
de esa magnitud, 490 000 volúmenes, según se piensa, tuvo que dar
como resultado el nacimiento de la disciplina filológica. Calímaco
fue el redactor del primer catálogo de escritores griegos, lo cual
ya fue inicio para una historia de la literatura griega; pero hubo en-
tonces también, gracias a estos centros de estudio, el florecimiento
de muchas de las ciencias: matemáticas, física, historia natural, me-
dicina, etc. Ante tales avances se ha visto a la época alejandrina no
como la decadencia de la pólis clásica, sino como su consecuencia
lógica, ya que el universalismo de entonces lo había facilitado la
comunicación en griego común o koiné.
Las competencias de los estudiosos alejandrinos comprendían
varias ciencias, pero su coronamiento lo lograban llevando a cabo
la edición de algún escritor antiguo, sobre todo de algún poeta de
los contenidos en el canon. El catálogo de Calímaco sirvió como
base para el denominado canon alejandrino; algunos de los escri-
tores incluidos en ese listado eran Homero, Simónides, Sófocles,
Aristófanes, Menandro, Calímaco, Píndaro, Heródoto, Demóstenes
y un largo etcétera.
El primer bibliotecario de la biblioteca de Alejandría fue Zenódoto
de Éfeso (340-265 a. C.). Fue el primero en realizar una edición crí-
tica de la Ilíada y la Odisea dividiéndolos en 24 libros o cantos, para
lo cual utilizó respectivamente las letras mayúsculas y minúsculas del
alfabeto griego, división aún vigente. Sabemos que en la dirección
de la biblioteca le sucedieron Calímaco, Eratóstenes, Aristófanes de
Bizancio y Aristarco, siendo Eratóstenes acaso el más polifacético,
además de haber sido quien primeramente se denominó a sí mismo
filólogo en el sentido de “amante de los muchos aspectos de la cultu-
ra”. A Aristófanes de Bizancio tampoco hay que restar méritos, pues
sus aportaciones a la filología fueron definitivas: continuó el catálogo
de escritores griegos comenzado por Calímaco, se ocupó con criterio
en cuestiones de léxico, ortografía y prosodia y señaló gráficamente
la división en estrofas de las obras de los poetas líricos, las tragedias
y las comedias que anteriormente se escribían sin separaciones. Estos
ejemplos dejan claro que fueron los alejandrinos quienes legaron
los estables fundamentos en que se basa la filología.