Caral

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Hace muchas, muchas lunas, atrás en el tiempo más de cinco mil años, vivía en lo profundo

de la selva una tribu de hombres llamados shipibos. Este valeroso pueblo comerciaba
coloridas plumas de sus hermosas aves y sus plantas curativas con los otros pueblos y
llegaba en sus expediciones hasta un lugar maravilloso en el valle de Supe.

Era el tiempo de Purumpacha, cuando los hombres vagaban por las lomas y las montañas
persiguiendo las grandes manadas de animales, cazando bandadas de pájaros y recogiendo
frutos de los árboles mares y ríos.

Era la época en que los hombres shipibos en edad adulta viajaron en busca de la preciosa sal,
sin la cual no podían dar sabor a sus alimentos. Debían apurarse porque, desde el norte, el
mágico mullu en abundancia les anunciaba la pronta llegada de las lluvias, lo que hacía más
difícil y arduo el trayecto.

Había allí un niño llamado Ronin Bari, nombre que significa serpiente de agua. Sus padres lo
habían llamado así porque era el mejor nadador y cazador de peces en el gran río a cuyas
orillas descansaba la tribu. Ronin Bari había visto partir a su padre, junto con los demás
hombres, hacía mucho tiempo en busca de la sal, y su padre no volvía. Él tenía una hermana
pequeña, muy inteligente, a la que llamaban Wesna, cuyo nombre significaba hábil e
inteligente. Estaba también el mejor amigo de los hermanos, Penkon Nita, y su nombre
también era sinónimo de habilidad e inteligencia”. (tomado del libro “Caral, aventuras en la
ciudad sagrada”)

En “Caral, aventuras en la ciudad sagrada”, Henry Mitrani relata de una manera muy
sencilla pero atractiva, el encuentro de culturas entre tres niños shipibos de la selva peruana y
los habitantes costeños de Caral.

A través de las aventuras de Ronin Bari, su hermana Wesna, y su mejor amigo Penkton Nita,
en su viaje a la costa, el lector irá descubriendo la historia, los usos y costumbres de los
antiguos habitantes de Caral, la gastronomía, la magia del mundo de las plantas medicinales,
el trueque, las actividades agrícolas y pesca a las que se dedicaban.

Así como la estructura de sus viviendas de barro, totalmente distintas a las de la selva; la
forma piramidal de sus templos, las ofrendas y rituales a sus dioses para que les traiga
prosperidad en sus cosechas y protección ante las adversidades climatológicas, como el
fenómeno de El Niño. En esta historia, por ejemplo, los caralinos le piden a sus dioses que la
corriente marina no llegue tan caliente para que no ahuyente a los peces, como la anchoveta,
que era su medio de sustento y comercio.

Como se sabe, la ciudad sagrada de Caral es el primer lugar del Perú, del continente
americano y uno de los primeros del mundo donde los seres humanos inventaron la ciencia, la
religión, así como la música, la textilería y muchas cosas más, para deleite de todos los
peruanos.

Si tú quieres sentirte orgulloso del Perú, debes pensar en la ciudad sagrada de Caral, y
cuando vayas a visitarla, debes cuidarla, quererla, porque es, además de patrimonio de la
humanidad, el símbolo de la grandeza de los antiguos peruanos, para todas las generaciones
por siempre.

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