Presentación de Teología

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NOCIÓN DE TEOLOGÍA

θεοϛ (Theos), λοɣία:


La Palabra Teología sirve a los antiguos griegos
para designar los relatos de poetas, como
Homero y Hesíodo, que se refieren a los dioses.
La palabra teología viene del griego: Ѳєᴏʎᴏɣία
(theologia), formada de θεοϛ (Theos), λοɣία:
Ciencia o estudio. Ciencia que estudia lo
relacionado con Dios.
La teología (del griego: theos 'Dios' y logos:
'estudio, razonamiento, ciencia', significando 'el
estudio de Dios' y, por ende, el estudio de las
cosas o hechos relacionados con Dios) es el
estudio y conjunto de conocimientos acerca de la
divinidad.
Emplea al
menos una vez
la palabra
Teología que
es para él
sinónimo de
mitología.
ARISTOTELES
Lo usa con un
significado parecido
pero lo amplía y lo hace
sinónimo de metafísica.
Los autores Cristianos
introducen en el
término aspectos
nuevos
SAN JUSTINO
MARTIR
Utiliza el verbo
Theologein, que
designa la
actividad exegética
cristiana sobre los
textos bíblicos.
CLEMENTE DE
ALEJANDRIA:
Refleja el espíritu de
Platón cuando alaba el
estoico Cleantes con la
observación de que este
filósofo no ofrece en sus
escritos Teogonía , sino
verdadera Teología.
Para él, Teología
es ya una
doctrina recta
sobre Dios y,
particularmente
sobre Cristo,
considerado Dios
salvador.
Introduce el concepto de conocimiento
teológico, y habla asimismo de la
perfección y carácter completo de la
Teología como ciencia de Dios Trino.
SAN BASILIO
Es el primero que
distingue entre Teología,
como doctrina sobre
Dios, y economía, como
historia de salvación. La
teología se ocupa del
misterio de Dios y la
Economía se centra en el
misterio de la salvación
humana realizada por
Jesucristo.
SAN
AGUSTIN
Para él la
Teología Es el
saber sagrado
más fiel a su
objeto divino.
JUAN ESCOTO
ERIGENA
Siglo IX. La Teología es
principalmente la palabra
misma de Dios consignada en
las Sagradas Escrituras. Es la
parte primera y suprema de
la sabiduría, que se acerca a
Dios mediante la afirmación
y la negación.
PEDRO ABELARDO:
(1079- 1142).
Es el primero que utiliza la palabra
Teología con el sentido que hoy
recibe entre nosotros. El saber
teológico se dispone por este
tiempo a adquirir rango de
disciplina académica en las recién
creadas Universidades como la
SORBONA de parís, fundada en el
siglo XII, y se diferencia claramente
de la filosofía, de los estudios
bíblicos y del Derecho canónico.
En el siglo XIII, ya
encontramos el término con
la significación científica y
epistemológica que hoy
conocemos.
NATURALEZA DE
LA TEOLOGÍA
Teología es la actividad creyente que trata
de comprender más profundamente la
Palabra de Dios y de exponerla de manera
ordenada y sistemática, en base a la
Sagrada Escritura, la tradición de la Iglesia,
y la razón humana iluminada por la fe.
La Teología se basa en la capacidad de la
razón humana para acercarse a los
misterios revelados, con el fin de
contemplarlos y exponerlos con el máximo
rigor posible y con el respeto religioso que
merecen.
La Teología es una tarea
de hombres y mujeres
creyentes, pero no es una
empresa individual. Es la
Iglesia misma quien a
través de ellos busca
comprender y
profundizar mejor en su
propia fe. La Teología se
hace a partir de la vida
de la Iglesia, en su
beneficio y para su
crecimiento.
La Teología es una actividad humana. Es decir,
no se identifica con la misma sabiduría divina,
aunque tenga mucho que ver con ella. No es
un saber infundido por Dios en el intelecto
humano, sino que procede del esfuerzo
laborioso y voluntario de ese intelecto,
iluminado por la fe cristiana.
La Teología es desarrollo
espontáneo de la fe. Es fe
pensada
La Teología no procede de la
simple curiosidad
intelectual ni se dedica a
satisfacerla.
La Teología no se ocupa de
cuestiones o especulaciones
intelectuales y teóricas, ni se
dedica a ampliar el campo de
nuestra información ordinaria.
La Teología es una
ciencia de salvación,
que debe en último
término ayudar al
hombre a conseguir su
destino eterno. No es
un lujo intelectual,
sino una necesidad de
la vida Cristiana.
“Hacer Teología es
una tarea
exclusivamente
propia del creyente
en cuanto creyente,
una tarea vitalmente
suscitada y en todo
momento sostenida
por la fe” (Juan
Pablo II).
Como el hombre es naturalmente
un filósofo, así el cristiano es
naturalmente un teólogo.
La Teología contribuye a que la
fe sea comunicable y a que la
inteligencia de los que todavía
no conocen a Cristo la pueda
buscar y encontrar.

La actividad teológica procede


de la fe. Es un saber de fe que
supera la razón sin negarla. La
razón está hecha para la
evidencia y la adhesión de la fe
va acompañada necesariamente
de una búsqueda.
La reflexión propia de la fe
puede revestir, por tanto,
dos formas principales. Una
es la manera espontánea de
pensar sobre lo que
creemos, tal como puede
encontrarse ocasionalmente
en todos los fieles
cristianos. Hay además una
reflexión deliberada,
rigurosa y metódica, que es
lo que propiamente
llamamos teología.
La Teología no es una mera actividad intelectual
profana. Es una ciencia religiosa, o la fe en
estado de ciencia.
La Teología puede definirse como la ciencia en la
que la razón del creyente, guiada por la fe
teologal, se esfuerza en comprender y percibir
mejor los misterios revelados en sí mismos y en
sus consecuencias para la existencia humana.
La actividad teológica
es “fides quaerens
intellectum”: fe que
busca entender,
impulsada no por una
actitud de simple
curiosidad, sino de
amor y veneración
hacia el misterio.
San Anselmo de Cantorbery
(1033- 1109): “El creyente no
debe discutir la fe, pero
manteniéndola siempre
firme, amándola y viviendo
conforme a ella, puede
humildemente, y en la
medida de lo posible, buscar
las razones por las que la fe
es así. Si consigue entender,
lo agradecerá a Dios; si no lo
consigue, se someterá y la
venerará”.
La fe es la materia prima de
la Teología, dado que la
Teología se hace a partir de la
fe, sino porque la buena
Teología se debe hacer desde
dentro de la fe.

Decía San Agustín: “intellige


ut credas, crede ut intelligas”,
has de entender para creer y
has de creer para entender.
San Anselmo: “si no creéis,
no entenderéis”
La Teología es desarrollo de la dimensión
intelectual del acto de fe. Es fe reflexiva, fe que
piensa, comprende, pregunta y busca. Trata de
elevar dentro de lo posible el credere al nivel de
intelligere, agrupando el conjunto de verdades de
fe en un sistema bien clasificado, orgánico y
coherente. Intenta construir intelectualmente lo
revelado.
En el Dogma de la trinitario,
por ejemplo, la teología
procurará explicar entre otras
cosas por qué decimos los
creyentes que el Padre es
fuente y origen de la Trinidad y
porque la segunda procesión
se puede expresar de tres
modos ortodoxos: El Espíritu
Santo procede el Padre y del
Hijo; procede del Padre a
través del Hijo; procede del
Padre.
La Teología es una
actividad corporativa
de la Iglesia, y nunca
la reflexión privada
de un teólogo. Sirve
a la Iglesia y al bien
de los hombres, y
contribuye desde su
sitio a la
implantación social
del Reino de Dios.
La actividad teológica se desarrolla por parte de individuos
concretos, que expresan en ella su propio estilo y
personalidad, pero no es un trabajo puramente individual.
La teología es una actividad corporativa de la Iglesia, y nunca
la reflexión privada de un teólogo.
La labor de los teólogos se halla, por tanto, profundamente
vinculada a la vida eclesial, de modo que puede ser
considerada en cierto sentido un órgano de la Iglesia.
Según el Concilio Vaticano II,
la Teología hace parte del
triple ministerio de la Iglesia:
Doctrinal, sacerdotal y
pastoral. Concretamente de
la función doctrinal de la
Iglesia, que engloba a su vez
distintos niveles de actividad
(Magisterio, Teología,
Catequesis). Puede ser
considerada una tarea
específica y pública de la
Palabra de la fe.
El Teólogo es miembro de una comunidad
viva. De esta comunidad recibe la fe, y con
ella la comparte. El teólogo contribuye a
ilustrar la fe común. Pone al servicio del
pueblo cristiano su inteligencia y su
corazón.
La Teología no es en la Iglesia una
función delegada del Magisterio
Eclesiástico, ni una simple derivación
de este. Ejerce un trabajo propio, que
le es necesario al magisterio mismo
en su tarea de declarar y explicar la
doctrina católica (Juan Pablo II,
discurso a los miembros de la
Comisión Teológica Internacional). El
Magisterio debe velar para que las
elaboraciones teológicas no
contradigan ni perjudiquen la fe de la
Iglesia, y se mantengan en su papel
de servicio al conjunto de la
comunidad.
El público de la
Teología no es
únicamente la
comunidad
cristiana. Las
palabras del teólogo
son relevantes para
todos los hombres y
mujeres del planeta.
LA TEOLOGIA ES LA CIENCIA
DE DIOS Y DE LA SALVACION
HUMANA
La Teología es la
Ciencia de Dios. Su
interés se centra en
Dios y en su actividad
salvadora en Jesucristo
a favor de los hombres.
Es una ciencia
teocéntrica. Sus
afirmaciones arrancan
de Dios para volver
finalmente a Él.
La Teología no se ocupa de Dios como la Filosofía, que
le alcanza sólo en cuanto causa de los seres creados y
habla de Él según lo que se refleja de su ser en las
creaturas. Al Dios de los filósofos no se puede orar. No
es el Dios vivo y personal que nos testimonia la Biblia,
sino un fundamento del mundo un incondicionado y un
absoluto que no puede ser denominado con un nombre
personal, sino mediante conceptos abstractos.
Que la Teología es ciencia
de Dios significa que todo
se trata en ella desde el
punto de vista divino y
que la afirmación cristiana
no parte del hombre, ni
siquiera del mundo, para
hablar de Dios como
demiurgo o axioma
eterno, sino que parte de
Dios, del Dios vivo,
absolutamente
trascendente y libre.
La Teología trata de Dios y le considera ya en Sí mismo – es
decir, en su esencia, atributos y personas divinas del Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo-, ya como principio y fin de todas
las cosas, y estudia entonces las criaturas, los actos
humanos, las normas que rigen la conducta humana, la
gracia divina y las virtudes.
La Teología sigue siendo
teocéntrica cuando se
ocupa de modo especial
del ser humano, porque
“la antropología es de
modo indisoluble
teología y cristología,
dado que el modelo
auténtico del hombre
vivo es Jesucristo
prefigurado en Adán”
(Pablo VI)
Hay en Teología tres elementos esenciales para su realización: la fe, la
Palabra y la Tradición.
El acontecimiento comunicativo en que Dios se revela al hombre
consiste en la totalidad de la existencia de Jesús, palabra de Dios, y
especialmente en la totalidad compleja de su misterio pascual (DV2).
El Creador se muestra a la criatura como Logos hecho carne que busca
una acogida libre que indica el sentido último de la existencia
La Sagrada Escritura.
La palabra personal, pronunciada “kenóticamente” por Dios
en el centro de la Historia, por ser Palabra de Dios, jamás se
dejará aprisionar en un momento del tiempo, ni en el espacio
de la escritura de un libro, ni siquiera en una hermenéutica
simple y humana. La epifanía de la Palabra, tal como la
encontramos en el misterio pascual de Jesús, continuará, eso
sí, y de un modo siempre sorprendente, apareciendo en la
vida eclesial, en una simultaneidad de acogimiento y
testimonio: en cuanto acoge la Palabra de Dios, la Iglesia se
descubre radicalmente pobre, necesitada, humana; pero en
cuanto testimonia poderosamente la Palabra, la Iglesia se
presenta al mundo como el lugar del encuentro entre Dios y
el hombre, fruto de la acción del Espíritu que sobrepasa
barreras y mueve montañas, en una osadía de la que ninguna
criatura o institución sería capaz.
La sagrada Tradición. La Tradición,
entendida teológicamente, encuentra
su origen en el seno de la Santísima
Trinidad, o sea en la entrega plena
que el Padre hace de Sí al Hijo en el
Espíritu Santo, reflejada en la entrega
que el Padre hace del Hijo al mundo y
en la misma entrega del Hijo en las
manos del Padre y de los hombres (Jn
10, 17-18). Reflejo de esta Tradición
divina es la entrega que los Apóstoles
hacen a la Iglesia de las realidades
centrales de la fe (1Co 11, 23; 15,3), o
sea, de “todo cuanto aporta para la
vida santa del pueblo de Dios y para
Guardar el depósito de la
fe. El espíritu Santo
asiste permanentemente
a la Iglesia para que
conserve intacta la fe
apostólica hasta el fin de
los tiempos. La Iglesia
enseña la revelación
pública, que está
completa después de la
muerte del último
apóstol.
Definir con autoridad y sin
error el sentido correcto
del depósito de la fe. Ese
carisma viene de Dios. la
infalibilidad se extiende a
todo el contenido de la
revelación divina a las
demás verdades
necesariamente
requeridas para mantener
íntegro el depósito
revelado.

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