Las Cinco Heridas Que Te Impiden Ser Tú Mismo. (Resumen)

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Las cinco

heridas
que impiden

ser uno mismo.


Lise bourbeau.
Capítulo 1. La creación de las heridas y las máscaras.
El ser humano se percata de que una experiencia produce consecuencias perjudiciales, en lugar de
reprocharse así mismo o reprocharlo a otra persona, simplemente debe aprender a aceptar haberla elegido,
aunque lo haya hecho inconscientemente. Todo lo que se vive en la no aceptación se acumula a nivel alma.

¿Te has dado cuenta de que cuando acusas a alguien de algo, esa misma persona suele acusarte a ti mismo?
Esta es la razón por lo que es tan importante aprender a conocernos y aceptarnos en la mayor medida
posible. Es lo que nos brinda la seguridad de que cada vez viviremos menos situaciones de sufrimiento.

1ra. Conoce la alegría de ser él mismo.


4 etapas por las que pasan los niños: 2da. Conoce el dolor de no tener el derecho de ser uno mismo.
3ra. Periodo de crisis, de rebeldía.
4ta. En la tercera y cuarta etapa es cuando creamos numerosas
máscaras (nuevas personalidades).

Herida Máscara
RECHAZO – Huidizo
5 heridas por orden cronológico: ABANDONO – Dependiente
HUMILLACIÓN – Masoquista (emocional/mental)
TRAICIÓN - Controlador
INJUSTICIA - Rígido

Ejemplo: Si te duele la mano cuando alguien la toca, es que tú no has decidido ocuparte de la herida, no hay
nadie más responsable de tu dolor. Cada vez que nos sentimos heridos es nuestro ego al que le gusta creer
que alguien más, y no nosotros, es culpable de que nos sintamos así.

Ahora yo sé que cuanto más condeno (a mí misma o a los otros), más se repite la experiencia. Cuando
miramos con compasión a la parte humana que sufre, los sucesos, las situaciones y las personas comienzan a
transformarse. El cuerpo es tan inteligente que siempre encuentra el medio para mostrarnos lo que debemos
resolver.

Es con el progenitor con el que


tenemos la impresión de entendernos
mejor durante la adolescencia con
el que más cosas tenemos por resolver.

¿No te tranquiliza saber que cuando un comportamiento de los demás te incomoda o te desagrada indica que
esas personas acaban de ponerse una máscara para evitar sufrir? Al tener esto presente, serás más tolerante y
te será más fácil ver con amor a quienes te rodean.
Capítulo 2. Rechazo.
(Surge de la concepción al año de vida, se vive con el progenitor del mismo sexo, máscara:
huidizo)
Rechazar a alguien significa rehusar, no desear tenerla cerca o no desear tenerla en la vida. Quien la sufre se
siente rechazado en su interior y, sobre todo, siente rechazo con respecto a su derecho de existir. La persona
que se siente rechazada no es objetiva y se siente rechazada aun cuando no lo sea. Es un cuerpo que no
desea ocupar mucho lugar, que intentará toda la vida no ocupar demasiado lugar.

La persona huidiza es aquella que duda de su derecho a existir. El rostro y los ojos de la persona huidiza son
pequeños.

Será un niño prudente y tranquilo, que no causará problemas ni hará ruido. Incluso pueden llegar a creer que
sus padres se equivocaron de bebé en el hospital o que los adultos con los que vive no son sus verdaderos
padres. Vive con más frecuencia en un mundo imaginario.

El niño sobreprotegido se percibe así mismo como rechazado, pues no se siente aceptado por lo que es.

Le resulta atractivo todo aquello relacionado con la espiritualidad y el mundo intelectual.

La herida del rechazo radica en el progenitor del mismo sexo.

El progenitor del mismo sexo


desempeña la función de enseñarnos
A amar, a amarnos y a darnos amor.
El progenitor del sexo opuesto nos
enseña a dejarnos amar y a
Recibir amor.

Las palabras recurrentes en la persona huidiza es “nada”, “sé que no valgo nada”, que los demás son más
interesantes que yo”, “Poco importa lo que haga”, “no vale para nada”, “siempre tengo que volver a
empezar”, “haz lo que quieras”, “a mí no me afecta para nada”, “inexistente”.

Es importante percatarse de que es particularmente el progenitor del mismo sexo quien fomenta la huida del
niño/a que se sienta rechazado.

La persona huidiza prefiere la soledad, pues si recibe mucha a tención teme no saber qué hacer: “Lo que pasa
es que no soy lo suficientemente buena, por eso mamá no quiere ayudarme…”

Por lo general habla poco, suele padecer problemas cutáneos, para evitar que los demás lo toquen.

Percepción: lo que no supone necesariamente que éste lo haya rechazado, sino es él mismo el que se siente
rechazado.

Quien sufre rechazo busca intensamente el amor del progenitor de su mismo sexo, y en ocasiones proyecta su
búsqueda hacia otras personas del mismo sexo también.

Con el tiempo puede volverse rencoroso y en ocasiones llegar al odio, porque su sufrimiento es
verdaderamente intenso. Recuerda que odiar exige mucho amor. Un gran amor que se vive con desilusión se
transforma en odio.
Si continuas creyendo que todo lo que te sucede es culpa de los demás, nunca podrás sanar esta herida.
Cuanto más alimentamos un miedo, más rápidamente se manifestará.

Cuanto más profunda sea


la herida de rechazo en una persona,
más atraerá circunstancias para
ser rechazada o rechazar a los
demás.
El huidizo vive en la ambivalencia: Cuando es elegido, no lo puede creer y se rechaza a sí mismo, cuando no es
elegido, se siente rechazado por los otros.

Amar es aceptar al otro aun cuando no se le comprenda.

El huidizo busca la perfección en todo lo que hace, ya que considera que si comete un error será juzgado por
ello, ser juzgado equivale a ser rechazado. Confunde “ser” con el “hacer”.

El huidizo siente pánico ante su progenitor o delante de personas de su mismo sexo.

Nuestro ego hace todo lo posible para que no percibamos nuestras heridas. Es tal nuestro miedo a revivir el
dolor asociado a cada herida, que por cualquier medio evitamos confesarnos a nosotros mismos que si
vivimos el rechazo es precisamente porque nosotros mismos nos rechazamos.

El humano alimenta su cuerpo físico de la misma forma que lo hace con sus cuerpos emocional y mental.
Nuestras heridas nos impiden ser nosotros mismos, pues crean un bloqueo y acaban por provocarnos
enfermedades.
 Sufre frecuentemente diarreas (rechazo).
 Puede padecer arritmias, irregularidad en la frecuencia cardiaca (escapar).
 Si no se permite así mismo odiar al progenitor de su mismo sexo, puede sufrir cáncer, enfermedad que se
relaciona con el rencor o el odio.
 Problemas respiratorios cuando siente pánico.
 Vómito (rechazo hacia una persona o situación).
 Desvanecerse o sufrir desmayos (huir).
 Agorafobia, temor enfermizo hacia espacios al aire libre y a los lugares públicos ( temor a morir y
enloquecer).
 Hipoglucemia o diabetes.
 Si desarrolla odio intenso hacia uno de sus padres y cree que lo ha llevado a sus límites emocionales
mentales es posible que se vuelva depresivo o maniaco-depresivo.
 El huidizo que de joven tuvo dificultades para reconocerse como ser humano completo intenta sr como
cualquier otro y se pierde en la personalidad que admira.
El huidizo nos e otorga el derecho a ser niño. Se esforzó por madurar rápidamente, creyendo que así lo
rechazarían menos.

Si has reconocido en ti la herida de rechazo, es más que probable que tu progenitor de tu mismo sexo, a su
vez, se haya sentido rechazado por su propio progenitor, del mismo sexo. Además, es muy posible
también que se sienta rechazado por ti.

Recuerda que el origen de cualquier herida proviene de la incapacidad de perdonar lo que nos hacemos o lo
que los demás nos han hecho.
Reprochamos a los demás lo
que nos hacemos a nosotros mismos
pero no queremos ver.
Vivimos un sentimiento de vergüenza cuando queremos ocultarnos u ocultar un comportamiento.

La máscara del huidizo la lleva a veces unos minutos por semana, pero en ocasiones lo trae consigo de manera
permanente.
Los comportamientos propios del huidizo son dictados por el temor o revivir la herida de rechazo. Cada herida
tiene sus propios comportamientos y actitudes interiores.

Si identificas este herida en otras personas que conoces no intentes cambiarlas. Mejor utiliza lo que aprendas
de este libro para ser más compasivo con ellas, para comprender mejor la actitud ante la que reaccionan.

Capítulo 3. Abandono.
(Surge entre el primer año y tercer año de vida, se vive con el progenitor del sexo opuesto,
máscara: dependiente)
Abandonar a alguien es apartarse de él, dejarlo, no desear más tener que ver con él. Muchas personas
confunden el rechazo con él. La herida que se vive en el caso del abandono se sitúa, además, en el plano del
tener y el hacer.

La herida de abandono se vive con el progenitor del sexo opuesto.

La mayoría de las personas tienen varias heridas, aunque no todas expresan el mismo grado de dolor.
Quienes sufren abandono consideran que no son queridos.

Quienes sufren abandono consideran que no son queridos. La máscara que se crea el humano para intentar
ocultar su herida es la del dependiente. El dependiente cree que no puede lograr nada por sí mismo, y por
tanto, tiene necesidad de alguien más como sustento.

Ocultar la herida con medios físicos no lo hará desaparecer (sujetador, hombreras, cirugías plásticas, etc.) De
cualquier modo, quien se mira al espejo no puede mentirse. Por consiguiente, se recomienda confiar en la
intuición y percatarse del primer sentimiento que surge al mirar a otra persona.

De los cinco tipos, el dependiente es el más propenso a convertirse en víctima. Existen grandes posibilidades
de que uno de sus padres, o incluso ambos, también lo sean.

Una víctima es una persona que crea todo tipo de problemas en su vida, pero especialmente problemas de
salud para llamar la atención. Esto responde a las necesidades del dependiente, que cree que nunca recibe
suficiente atención. Considera que si no logra llamar la atención de otra persona, no podrá contar con ella.

El dependiente es una persona que dramatiza mucho: el más mínimo incidente adquiere proporciones
gigantescas. Para este tipo de persona, sentirse abandonada es más doloroso que vivir los múltiples
problemas que atrae a su vida.

Le suele gustar desempeñar el papel de salvador, estos medios éstos son medios sutiles para recibir atención.
Cuando el dependiente hace muchas cosas por otra persona, su objetivo es que lo halaguen, pues esto último
lo hace sentirse importante. Pero esta actitud suele provocar malestares en la espalda, ya que carga sobre sí
responsabilidades que no le corresponden.

El dependiente a menudo sufre altibajos. Durante algún tiempo se siente feliz y todo marcha bien, pero de
pronto se siente malhumorado y triste. Incluso suele preguntarse por qué se siente así si no hay motivo
aparente para ello. Si profundizara en el sentimiento, podría descubrir que es por temor a la soledad.

La ayuda que más necesita el dependiente es el apoyo de los otros. Cuando recibe apoyo, se siente ayudado y
amado. Cuando hace algo por los demás, es con la intención de recibir afecto a cambio.
Pide consejos porque no se cree capaz de hacer las cosas por sí mismo, aunque no necesariamente escucha lo
que se le dice. A la larga hará lo que él mismo desea.

La soledad es, efectivamente, el mayor temor del dependiente, ya que está convencido de no poder
soportarla. Está siempre alerta para realizar numerosas piruetas y ser amado; en una palabra, para que no lo
abandonen. Está dispuesto a aguantar situaciones muy difíciles en lugar de ponerles fin. Su temor es « ¿Qué
voy a hacer solo? ¿Qué será de mí? ¿Qué me sucederá?».

El dependiente ama el sufrimiento (aun cuando no lo admita).

La persona dependiente tiene una enorme capacidad para no ver el problema que vive en pareja. Prefiere
creer que todo marcha bien porque tiene miedo a ser abandonada.

Cuando el dependiente se siente abandonado, considera que no es lo suficientemente importante para atraer
la atención de otro.

Le entristece la idea de partir. La tristeza es la emoción más intensa que experimenta el dependiente.

En momentos de crisis, puede incluso llegar a pensar en el suicidio.

Teme también a toda forma de autoridad; imagina que alguien que utiliza una voz autoritaria jamás podría
ocuparse de él.

Cree realmente que todo sería mejor si tuviera a alguien a su lado. Una persona puede sentirse muy bien sola
sin sufrir por ello. El grado de ansiedad que vive al estar solo determina la magnitud del sufrimiento.

La persona dependiente llora fácilmente, sobre todo cuando habla de sus problemas.

El dependiente necesita la atención y presencia de otros, pero no es capaz de ver el número de ocasiones en
que él no hizo por los demás lo que le pedían.

Otra manera de atraer la atención es ocupando un puesto público, a través del cual tendrán acceso a un
amplio auditorio.

La persona dependiente se fusiona fácilmente con los demás.

La madre dependiente del ser «fusional» depende mucho del amor de su hijo y hace lo posible para que éste
crea que ella piensa mucho en él.

Cuando el dependiente es capaz de detectar los problemas causados por su propia dependencia, experimenta
en ese momento el deseo de ser independiente.

En el plano sexual, el dependiente muestra el mismo comportamiento; es decir, suele utilizar el sexo para
apegarse a otra persona. Esto se observa sobre todo en el caso de las mujeres. Cuando la persona
dependiente se siente deseada por alguien, se cree más importante. De los cinco tipos, yo diría que la persona
que teme ser abandonada es la que más gusta del sexo.

En el plano de la alimentación, el dependiente puede comer mucho sin subir de peso. Como su actitud interior
general radica en nunca estar satisfecho, éste es también el mensaje que su cuerpo recibe cuando come, y su
cuerpo reacciona no engordando. Tiende a la bulimia.

Enfermedades:

• Asma (acepta más de lo que debería y tiene muchas dificultades para rechazar lo que le pesa).

• Problemas bronquiles (impresión de no recibir lo suficiente de su familia).

•Páncreas (hipoglucemia y diabetes), mensaje de insuficiencia.


• La miopía (dificultad para ver más allá.

• Histeria (mostrar ruidosamente sus emociones).

• Depresión (cuando la herida les duele mucho y no se sienten amados como desearían).

• Migraña (Se impide se impide ser ella misma y bloquea su «yo».

• Antes mencioné que el dependiente padece, con mayor frecuencia que otros, enfermedades

Mientras sigamos teniendo resentimiento


hacia un progenitor (aun cuando sea inconscientemente),
nuestras relaciones con todas las demás personas del mismo
sexo que ese progenitor serán difíciles.

Recuerda que la causa principal de cualquier herida proviene de la incapacidad de la persona para perdonar
lo que se ha hecho a sí misma o lo que ha hecho a los demás. Le es difícil perdonarse, ya que por lo general
ella misma no desea que se le reproche.

Reprochamos a los otros todo lo que nos hacemos a nosotros mismos, así como lo que no deseamos ver.

Por todo ello es importante arreglar las cosas con nuestros padres, porque sólo así dejaremos de reproducir el
mismo tipo de situación.

Cada una de las heridas tiene comportamientos y actitudes interiores propias. Las formas de pensar, sentir,
hablar y actuar correspondientes a cada herida indican una reacción a lo que sucede en la vida. Al reaccionar,
una persona no está centrada y no puede estar bien o sentir alegría.

Resulta tan útil percatarse de los momentos en que eres tú mismo y de los momentos en los que simplemente
estás reaccionado. Al hacerlo, te será posible ser el amo de tu vida en lugar de dejarte dirigir por tus temores.

Es posible tener sólo una pequeña herida de abandono. En tal caso, no tendrás más que algunas de las
características mencionadas.

Capítulo 4. Humillación.
(Surge entre el primer año y tercer año de vida, se vive con papá o mamá, máscara:
masoquista)

La humillación es la acción de abatir el orgullo y la altivez de alguien, herir el amor propio o la dignidad de
alguien, sentirse rebajado, rebajarse o rebajar a alguien descaradamente.

Esta herida comienza a manifestarse entre el primero y tercer años de edad.

El surgimiento de la herida de humillación ocurre en el momento en que el niño siente que uno de sus padres
se avergüenza de él o teme que se avergüence de él cuando está sucio, cuando está mal vestido... Sin
importar la situación que provoca que el niño se sienta rebajado, degradado, comparado, mortificado o
avergonzado en el plano físico, la herida despierta y comienza a adquirir importancia.

A diferencia de las otras cuatro heridas que se viven con un progenitor específico o con la persona que
desempeñó el papel de ese progenitor, la herida de humillación suele experimentarse con mayor frecuencia
con la madre, aunque también puede vivirse con el padre cuando es él quien ejerce el control y desempeña el
papel de madre, al mostrar al niño cómo comportarse.

El niño que sufre humillación se crea la máscara de masoquista. El masoquismo es el comportamiento de una
persona que encuentra satisfacción, e incluso placer, sufriendo. Aun cuando lo haga inconscientemente, busca
el dolor y la humillación la mayor parte de las veces. Se las ingenia para hacerse daño o castigarse antes de
que alguien más lo haga.

La humillación o la vergüenza que puede experimentar el masoquista se sitúa en los ámbitos del tener y el
hacer, puede ser que se las ingenie para poder llegar a ser como los demás desearían que fuera. Sin embargo,
lo que haga o no haga, o lo que tenga o no tenga, no aliviará su herida de humillación.

El hacer y el ser son las herramientas con las que cuenta para compensar la herida.

Una persona puede vivir una experiencia de vergüenza o de humillación sin que aparezca la herida de
humillación.

Diferencia entre vergüenza y culpabilidad.


Uno se siente culpable cuando considera que ha hecho, o ha dejado de hacer, está mal.
Cuando nos avergonzamos, juzgamos que no hemos actuado correctamente con respecto a lo que acabamos
de hacer.
La soberbia o el orgullo son lo contrario de la vergüenza.

Como se considera a sí misma maleducada, desalmada, sucia o que vale menos que los demás.

No hacer las cosas deprisa es también una de las características del masoquista.

Como el masoquista desea mostrarse firme y no ser controlado, suele cargar mucho sobre su espalda. Parece
desear hacer todo por los demás, pero en realidad lo hace para crearse limitaciones y obligaciones. Este tipo
de persona, que se considera servicial, no se siente reconocida en ningún momento.
El masoquista no se percata de que al resolver todo a los demás, se rebaja y se humilla, pues les hace sentir
que no podrían hacer nada sin él.

Engorda en función del espacio que creer que debe ocupar en su vida.

Cuando el masoquista sepa en lo más profundo de su ser que en verdad es especial e importante, no tendrá
que demostrarlo más al resto de la gente.

La persona masoquista parece muy controladora, pero este control está motivado principalmente por el
temor a sentir vergüenza de sus prójimos o de sí mismo.

El masoquista, por lo general, llega al punto en el que ni siquiera reconoce sus propios deseos por no disgustar
a mamá.

Suele ser hipersensible, por lo que lo más mínimo le hiere. Así, hace todo lo posible por no herir a los demás.

No se percata de que al estar tan activamente atento al estado de ánimo de los demás, ignora sus propias
necesidades. Es el que menos atención pone a sus necesidades.

Suele ser reconocido por su capacidad para hacer reír a los demás y reírse de sí mismo.
No puede concebir que los demás lo vean como una persona especial e importante. La palabra ‘pequeño’, o
los diminutivos, están muy presentes en su vocabulario.

En general, somos los últimos en conocernos realmente.

La persona que sufre humillación tiende a culparse de todo e incluso a cargar con la culpa de los demás; ésta
es su forma de ser buena persona.

El masoquista tiene el hábito de asumir la responsabilidad de algo que no le corresponde y de sentirse


culpable.

Es importante recordar que los


demás nunca pueden hacernos
sentir culpables, ya que la
culpabilidad sólo
puede proceder de nuestro interior.

Al considerarse culpable, cree que a él toca arreglar la situación. No digo que el masoquista sea el único que
se siente culpable. Cada uno de los cinco tipos de caracteres se siente culpable por distintos motivos.

La libertad es fundamental para el masoquista. De pequeño, el masoquista no se sentía libre casi nunca, y
menos aún cuando estaba con sus padres. Debo precisar, sin embargo, que él tendía a crearse a sí mismo
estas obligaciones, antes que lo contrario.

Cuando se siente libre y considera que nadie le pone obstáculos en el camino, resplandece, vive la vida al
máximo y no tiene límites. En esos momentos cae en los demasiados en varios aspectos de su vida: come
demasiado, compra demasiado, cocina demasiado, bebe demasiado, hace demasiado, desea ayudar
demasiado, trabaja demasiado, gasta demasiado, considera que tiene demasiados bienes, habla demasiado...

La libertad es, por tanto, el mayor temor del masoquista.

Lo que hace el masoquista para liberarse de un ámbito, lo aprisiona en otro.

Otro rasgo del masoquista es el de castigarse, pues cree que de esa forma castiga a otro.

El masoquista busca también castigarse a sí mismo antes que alguien más lo haga. Hace todo lo que puede
para no ser criticado de aprovechar lo bueno.

El sentido del deber es muy importante para el masoquista.

Con frecuencia actúa como intermediario entre otras persona.

La apariencia es importante para las personas masoquistas, aun cuando pudiera pensarse lo contrario al ver la
forma en que algunos se visten. Cuando comienza a permitirse comprar atuendos bonitos y de calidad, de la
talla adecuada y a su gusto, sabemos que la herida está en proceso de sanación.

El masoquista tiene el don de atraer situaciones en las que se expone a que los demás lo humillen:

• Una mujer atrae a un hombre que se tambalea en público cuando bebe demasiado.
• Una mujer atrae a un hombre que coquetea permanentemente con otras mujeres delante de ella.
• Un hombre atrae la atención de una mujer grosera, sobre todo con los compañeros de trabajo de él.
• Una mujer mancha su ropa, ya sea por falta de control de la vejiga o porque su flujo menstrual es muy
abundante.
• Un hombre o una mujer tienen el don de ensuciar su ropa cuando comen en público. En el caso del hombre,
la comida cae sobre su corbata, y en el de la mujer, sobre su pecho. La señora dirá que sus grandes senos le
estorban para comer, sin querer ver que ella se crea situaciones humillantes o vergonzosas que le ayuden a
descubrir su herida. Cuando he comido con mujeres masoquistas, cuántas veces las he escuchado decir:
«¡Mira que puerca soy, me ensucié de nuevo!». Y cuanto más intenta limpiar la mancha ¡más grande parece!
• Un hombre es despedido de su trabajo, y mientras espera en la fila para recibir su cheque se encuentra con
un antiguo colega; cuando lo ve, intenta esconderse. Sólo las personas que sufren de humillación afrontan las
situaciones descritas en estos ejemplos de esta manera. En la misma situación, otra persona se sentiría
rechazada, abandonada, traicionada o simplemente concebiría la situación como una injusticia.

Por ello es importante que


recuerdes que es lo que vives
lo que te hace sufrir
sino tu interpretación de lo que vives lo
que hace que tu herida no sane.

El desagrado es un sentimiento común en los masoquistas. No se gustan a sí mismos ni les gustan a los demás,
y por lo general crean situaciones en las que experimentan desagrado.

De igual manera, en el caso de cualquiera de las heridas, el humano hace todo lo posible por no percatarse de
su sufrimiento por el gran temor que tiene a sentir el dolor que se asocia a su herida.

Por otra parte, el masoquista, por lo general, tiene dificultades en el plano sexual debido a la vergüenza que
siente.

La joven masoquista muestra la tendencia a controlarse sexualmente, sobre todo para no avergonzar a su
madre, quien por lo general controla este tema.

Cuanto más crea una persona que el sexo es vergonzoso y pecaminoso, más sujeta estará a traer acoso y
abuso sexual durante la infancia y la adolescencia.

No es de sorprender ver que tantas chicas, y cada vez más chicos, aumentan de peso cuando sus deseos
sexuales comienzan a manifestarse, ya que éste es un buen recurso para no ser deseados, para evitar el acoso
y para, inconscientemente, privarse del placer sexual.

El hombre masoquista, por lo general tampoco lleva el tipo de vida sexual que desea. Puede ser demasiado
tímido en relación al sexo o, por el contrario, obsesivo. Algunas veces tiene dificultades con la erección o
incluso sufre de eyaculación precoz.

Enfermedades:
• Dolores de espalda y la sensación de pesadez sobre los hombros (sentimiento de falta de libertad).
• Problemas respiratorios (abrumarse por los problemas de los otros).
• Problemas de piernas y pies (temor a no poder moverse).
• Problemas del hígado (exceso de preocupación por los otros).
• Problemas relacionados con la garganta (dificultad para pedir lo que quiere).
• Problemas con la glándula tiroide (dificultad de reconocer sus necesidades y expresar sus deseos).
• Irritación en la piel (no saber escuchar sus propias necesidades
• Mal funcionamiento del páncreas, lo cual provoca hipoglucemia y diabetes. (dificultades para permitirse
caprichos).
• Problemas cardiacos (No se aman suficiente).
En el plano de la alimentación, el masoquista suele ser extremista. Puede comer con glotonería o no comer
más que porciones pequeñas, para creer que no come mucho y no sentir vergüenza.

El hecho de creer que comen demasiado no ayuda a las personas masoquistas a mantener su peso, ya que,
como sabes, a todos nos sucede lo que creemos.

Para adquirir conciencia de su herida de humillación, el masoquista debe reconocer primeramente hasta qué
punto se avergüenza de sí mismo o de otras personas, y cuántas personas se han avergonzado de él.

Es importante que te percates de que tu madre o tu padre también sufren la herida de humillación.

Recuerda que la causa principal de una herida deriva de la incapacidad para perdonar lo que nos hacemos a
nosotros mismos o lo que hacemos sufrir a otros. Nos resulta difícil perdonarnos porque no tenemos
conciencia de nuestros reproches. Cuanto más profunda sea la herida de humillación al rebajarte o
compararte con los demás, más significará que te humillas a ti mismo o humillas a otras personas al
avergonzarte de ellos o tenerles resentimiento. Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros
mismos y no queremos ver.

Capítulo 5. Traición.
(Surge entre los dos o los cuatro años de edad, se vive con el progenitor del sexo opuesto,
máscara: controlador)

Traicionar es: «Violar la fidelidad a alguien o a una causa, abandonar o denunciar a alguien».

Ser fiel es cumplir compromisos, ser leal y devoto.

Esta herida surge entre los dos o cuatro años de edad, cuando se desarrolla la energía sexual y aparece el
llamado complejo de Edipo.

Se vive con el progenitor del sexo opuesto.

El niño se siente traicionado por el padre del sexo opuesto cada vez que éste no cumple una promesa o
cuando traiciona su confianza.

Se crea una máscara para protegerse, es la del controlador.

El controlador que ahora nos ocupa desarrolla esta conducta para asegurarse de que mantendrá sus
compromisos, para ser fiel y responsable o para garantizar que los demás mantengan sus respectivos
compromisos.

Su aspecto físico es fundamental pare ellos. Cuando mira a una persona, tiene el don de hacerla sentir
especial e importante.

La mirada del controlador es intensa y seductora.

Cuando una persona es más extrovertida, su control es más aparente, y es más fácil que se percate de él.

En ellos destaca la fuerza como característica común. Como les es difícil aceptar cualquier forma de traición,
proveniente de ellos mismos o de los demás, hacen todo lo que está en su mano por ser personas
responsables, fuertes, especiales e importantes.
No olvides que cada una de nuestras heridas está presente para recordarnos que si los otros nos han hecho
sufrir es porque nosotros les hemos hecho a ellos lo mismo o nos lo hemos hecho a nosotros mismos.

el controlador es el que se crea mayores expectativas en quienes lo rodean porque suele prevenir todo para
controlarlo. Sus expectativas tienen la finalidad de comprobar si hace bien lo que debe hacer, ya que eso le da
confianza. Además, es muy hábil para adivinar las expectativas de los otros.

El controlador tiene una personalidad fuerte. Afirma lo que cree con fuerza y espera que los demás acepten lo
que él piensa.

Todas la máscaras tienen algo en común: en el momento en que la persona la lleva, no es consciente de
hacerlo.

La persona controladora se las ingenia para no participará en situaciones conflictivas o en las que no tendrá el
control. Cuando está frente a personas que considera rápidas y fuertes, se reirá por temor no poder
enfrentarlos.

El controlador es rápido en sus actos. Es una persona talentosa y actúa rápidamente, por lo que muestra poca
paciencia con las personas más lentas.

Cuando las cosas no funcionan según sus expectativas, es fácil que se vuelva agresivo aunque no parezca
estarlo, ya que en realidad aparenta ser alguien seguro de sí mismo, fuerte y una persona que no permite que
la pisoteen.

El controlador es el que tiene más altibajos en su estado de ánimo.

El controlador debe trabajar su paciencia y tolerancia, sobre todo cuando ocurren situaciones que le impiden
hacer las cosas a su modo y de acuerdo a sus expectativas.

Su actividad mental es muy intensa. Llega temprano para garantizar que tendrá control sobre todo.

Le es difícil delegar una tarea y depositar su confianza en otros. Tiende a verificar continuamente si se está
realizando según sus expectativas.

Es más exigente con quienes lo rodean que consigo mismo. Cabe recordar que la herida de traición se
despierta en él cada vez que tiene frente a sí a alguien que no cumple con sus compromisos.

Para él es fundamental que los otros vean hasta qué punto es responsable y es posible confiar en él.

Son muy exigentes consigo mismos porque necesitan demostrar a los demás de lo que son capaces.

También les es difícil fiarse de cualquiera, ya que temen que la confianza o las confidencias se utilicen algún
día en su contra.

Cree que debe ayudar a los demás a organizar sus vidas, sin percatarse de que actúa así para controlar.

Siente que los demás son más débiles que él; ésta es una forma disfrazada de mostrar su propia debilidad.

Le resulta difícil tratar con personas autoritarias, pues cree que quieren controlarlo. Aun cuando él se ha
comportado así.
No quiere mostrar su vulnerabilidad por temor a que alguien la aproveche y lo controle.

Por lo general, no actúa sino a su antojo.

Lo que para nosotros es control, para el controlador significa ayuda.

Cuando alguien intenta convencer al controlador de una idea nueva, es muy fácil que su reacción sea de
escepticismo.

Todo comportamiento imprevisible por parte del progenitor suele provocar un sentimiento de traición en el
niño de tipo controlador.

Le aterroriza que le mientan. Si alguien no confía en él, piensa que le han traicionado; para evitar este
sentimiento doloroso de traición, hace todo lo posible para que los demás depositen su confianza en él.

El controlador tampoco puede tolerar a las personas que hacen trampa, aunque él mismo lo hace. Además, al
controlador le disgusta estar en una situación en la que debe dar cuenta de lo que hace a alguien más.

A las personas controladoras no les gusta encontrarse en situaciones en las que no pueden dar respuesta a
una pregunta.

Cabe añadir que en la pareja en que uno de los miembros es controlador y el otro dependiente, el primero
suele depender de la debilidad o de la dependencia del otro. Se cree fuerte porque controla, pero en realidad
manifiesta sólo otra forma de dependencia. Cuando dos controladores viven juntos, se establece una relación
de poder.

El controlador también le teme a los compromisos, lo que proviene de un miedo aún más profundo: el miedo
a la ruptura de un compromiso.

Antes de tener que deshacer el compromiso, prefiere no comprometerse.

Muchas personas que


tienen la herida de traición
han sufrido porque el
progenitor del sexo opuesto
no cumplía sus compromisos
según sus expectativas infantiles de un
progenitor ideal.

Para este tipo de persona es sumamente difícil separarse de su pareja, lo que ve como una disociación y
representa una derrota inmensa. La separación le recuerda que no tuvo control sobre la relación.

Las personas que temen ser abandonadas o traicionadas tienen en común:


Les gusta llamar la atención, reclama que se ocupen de él.
Mientras que el controlador intenta ejercer el control de una situación, exhibir su fuerza y carácter e
impresionar.
Dependiente: actor y cantante.
Controladores: comediantes y humoristas.

Por lo general el controlador tiene alma de líder.


La negación es otro gran temor para el controlador, ya que para él recibir una negativa significa ser
traicionado.

Como el controlador es seductor, su vida sexual por lo general no suele ser satisfactoria más que en respuesta
a la seducción. Esta es la razón por la que al controlador le gusta enamorarse; es decir, el aspecto apasionado
de una relación. Cuando la pasión comienza a extinguirse, busca un medio para que la idea de finalizar la
relación provenga del otro, y así no se le acusará de traición.

Tiende a comer rápido porque no tiene tiempo que perder.

Enfermedades más comunes en el controlador son:


• Agorafobia (temor a la locura).
• Enfermedades de control o flexibilidad, como las relacionadas con las articulaciones, principalmente las
rodillas.
• Pérdida de control de determinadas partes del cuerpo, como hemorragias, impotencia sexual, diarrea...
• Si se encuentra en una situación de impotencia total, puede ser afectado por parálisis.
• Problemas con el sistema digestivo, sobre todo el hígado y el estómago.
• También tiene más tendencia a otras enfermedades que terminan en «itis». (Las padecen principalmente
las personas que, a causa de sus numerosas expectativas, padecen de impaciencia, cólera y frustración).
• Fuegos bucales o herpes bucal, (es un medio de control para no tener que besar).

Es importante que te percates de que el progenitor del sexo opuesto con el que vives esta herida
probablemente vivió y vive aún la misma herida que tú con su propio progenitor del sexo opuesto. Nada te
impide preguntárselo.

Recuerda que la causa principal de una herida se deriva de nuestra incapacidad de perdonar lo que nos
hacemos a nosotros mismos o lo que hacemos sufrir a otros.

Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos y no queremos ver.

Al reaccionar, una persona no está centrada y no puede estar bien ni sentir alegría. Por ello, resulta
sumamente útil ser consciente de los momentos en que eres tú mismo o estás reaccionado. Al hacerlo, te será
posible transformarte en dueño de tu vida en lugar de dejarte dirigir por tus temores.

Si identificas esta herida en otras personas que conoces, no intentes cambiarlas. Utiliza lo que aprendas
aquí para ser más compasivo con ellas y para comprender mejor las actitudes ante las que reaccionan.

Capítulo 6. Injusticia.
(Surge entre los tres y cinco años de edad, la vive con el progenitor del mismo sexo,
máscara: rígido)

La justicia es la apreciación, el reconocimiento y el respeto de los derechos y el mérito de cada uno.

La persona que sufre de injusticia es, por consiguiente, la que no se siente apreciada o respetada en su justo
valor o que cree no recibir lo que se merece. También se puede sufrir de injusticia cuando se recibe más de lo
que se cree merecer.

Esta herida despierta en el momento en que se desarrolla la individualidad del niño; es decir, entre los tres y
los cinco años de edad, cuando el pequeño toma conciencia de que es un ser individual y una entidad
completamente aparte, con sus diferencias.
Vive esta herida, sobre todo, con su progenitor del mismo sexo. Sufre frialdad de este progenitor; en otras
palabras, padece la incapacidad de éste de sentir y expresarse.

Las personas rígidas durante la adolescencia, tenían una relación de amistad con el progenitor del mismo
sexo, en la que ni el progenitor, ni el hijo hablaban de lo que realmente sentían.

La reacción ante la injusticia consiste en deslindarse de lo que se siente con la idea de protegerse.

La máscara que crea el niño para protegerse en este caso es la rigidez; aun cuando la persona corte de tajo
con sus sentimientos, esto no significa que no sienta nada. Por el contrario, las personas rígidas son muy
sensibles, pero desarrollan la capacidad de no sentir esa sensibilidad y de no mostrarla a los demás.

De los cinco tipos de caracteres, los rígidos son los más propensos a cruzarse de brazos para bloquear la
región del plexo solar con la intención de no sentir. Otra forma de no sentir es vistiéndose de negro.

El rígido procura la justicia y la exactitud a toda costa. Como llega a ser perfeccionista, intentará ser siempre
justo. Piensa que si lo que dice o hace es perfecto, será necesariamente justo. Le resulta muy difícil
comprender que al actuar «perfectamente» según su criterio, puede resultar al mismo tiempo injusto.

Quien sufre la injusticia es más propenso a sentir envidia de quienes tienen más y de quienes, según él, no lo
merecen. También es posible que esté convencido de que los demás lo envidian porque él tiene más.

Cabe señalar que el rígido es quien más temor tiene a subir de peso y hará todo lo posible para no engordar.

Estas personas están llenas de vida, y sus movimientos son dinámicos. Sin embargo, estos movimientos son
rígidos, sin gran flexibilidad y sin ser abiertos.

Desde pequeño, el rígido advierte que se le aprecia más por lo que hace que por lo que es. Aunque no
siempre sea así en realidad, está convencido de ello.

Es muy optimista, por lo general demasiado optimista. No pide ayuda más que como último recurso.

Cuando se enfrenta a decepciones o a sucesos imprevistos, continúa diciendo «¡No pasa nada!». Logra ocultar
tan bien lo que siente que aparenta ser imperturbable.

Al rígido le falta tiempo por pretender que todo sea perfecto.

Aborrece a la autoridad, pues aprendió de pequeño que dicha autoridad siempre tenía la razón.

El mérito es importante para el rígido. Para él, merecer es obtener una recompensa por una buena actuación.

Utiliza con regularidad las palabras ‘siempre’, ‘nunca’ y ‘muy’. Por ejemplo, una señora rígida decía de su
marido: « ¡Nunca estás en casa, siempre sales!». No se percataba de que, al expresarse de esta forma, era
injusta, debido a que es muy raro que una situación ocurra siempre o nunca.

La religión tiene más probabilidad de influir o repercutir en la persona rígida que en quienes sufren otras
heridas.

Cuando el rígido se encuentra emocionado prefiere no mostrarlo, pero es posible reconocerlo por el tono de
su voz, que se torna seca y tensa.
El temor a equivocarse es muy fuerte en el rígido.

Desea adquirir habilidades para ser perfecto lo más pronto posible. Si no es perfecto, deberá controlarse para
no incurrir en el defecto que acaba de descubrir. No advierte nuevamente que es injusto consigo mismo, ya
que se exige demasiado. Le gustaría solucionar todo en el momento.

Tiene la tendencia a enrojecer fácilmente cuando me relata algo que juzga como incorrecto. Esta reacción
indica de inmediato que esta persona se avergüenza de sí misma, de lo que hace o no hace. Sin embargo,
ignora que éste es el motivo por el que enrojece y, en ocasiones, ni siquiera se da cuenta de que lo hace.

Tienen problemas cutáneos.

Cuanto más miedo tengamos, más tenderemos a atraer situaciones que corresponden a ese miedo.

Las personas rígidas son muy exigentes consigo mismas en gran parte de los ámbitos que conforman su vida.
Tienen una capacidad enorme para controlarse a sí mismos, así como para imponerse tareas.

Como siempre tiene algo que hacer en su vida cotidiana, significa que el rígido rara vez se relaja sin sentirse
culpable. Se justifica cuando reposa y se divierte diciendo, por ejemplo, que lo tiene bien merecido po r todo
lo que hace.

Le resulta difícil pedir ayuda y prefiere hacer todo solo para que el resultado sea perfecto. Por ello, el rígido es
el más propenso a sufrir agotamiento profesional.

Para poder permitírselo, debe justificar la compra para sí mismo diciendo que se la merece.

La aceptación no se logra realmente sólo con hablarnos mentalmente e intentar convencernos de que
merecemos algo. En este caso, falta la capacidad de sentir que lo merecemos. Podemos saber mentalmente
que lo merecemos, pero debemos también sentirlo para otorgarnos el derecho a pensar que nuestra compra
es justa.

Cuando intenta ocultar lo que hace o lo que compra, el rígido no sólo se siente culpable sino también
avergonzado.

Le gusta que sus conocidos estén al corriente de todo lo que hace y lo que debe hacer.

Una característica del rígido difícil de entender para las personas que no tienen la herida de la injusticia es que
con frecuencia le parece más injusto ser favorecido que desfavorecido. En tal caso, algunos rígidos se las
ingenian inconscientemente para perder algo o interrumpir lo que sucede.

No es de sorprender, por tanto, que también sea difícil para el rígido recibir regalos, pues se sienten en deuda.
Más que sentirse obligado a dar a la otra persona algo del mismo valor (para ser justo), prefiere no recibir
nada e incluso rechazar lo que se le da.

El tipo de situaciones injustas son atraídas por la herida de injusticia. Esto se acabará cuando la herida hasta
sanado.

Es el que logra ponerse a dieta por la capacidad que tiene de controlarse y crearse obligaciones.

Tras el control se oculta necesariamente un temor.

A la persona rígida le gusta que todo esté bien ordenado. Le desagrada tener que buscar algo.
Persona rígida: olvida sus necesidades y se enfoca en el recurso que le permitirá satisfacer esa necesidad.
Persona disciplinada: encuentra un medio para satisfacer su necesidad, sin perderla de vista.

A menudo, el rígido sufre tensión emocional porque impone la perfección en todo.

Rara vez se enferma (es muy dura con su cuerpo), se jactan y vanaglorian de que nunca necesitan medicinas ni
ir al médico.

La ira, sobre todo consigo mismo, es la emoción más común en el rígido.

Con frecuencia desea dar oportunidades a otros, porque así se cree más justo.

También el tipo de persona para quien es difícil dejarse amar y demostrar su amor. Por lo general, piensa
demasiado tarde lo que debería haber dicho o las muestras de afecto que debería haber dado a quien amaba.
Suele prometerse que lo hará cuando lo vuelva a ver, pero cuando se presenta la ocasión lo olvida. Pasa
entonces por una persona fría y no afectuosa. Al actuar así, es injusto con los demás y, sobre todo, consigo
mismo, ya que se priva de expresar lo que realmente siente.

La comparación es otro recurso que suele utilizar el rígido para ser injusto consigo mismo. Tiende a
compararse con quienes considera mejor que él, y sobre todo más perfectos que él. Devaluarse de esta forma
es una injusticia grave y una forma de rechazarse a sí mismo.

Si te reconoces en la herida de injusticia y llevas la máscara del rígido, lo primero que debes hacer es
admitir el número de veces en que has sido injusto con los demás, y sobre todo contigo mismo en un solo
día. Esto es lo más difícil de admitir, pero será el principio de tu curación.

La frialdad es el mayor temor del rígido. Les es tan difícil aceptar su propia frialdad como la de los otros, y
hace todo lo posible por mostrarse cálido. Cree, además, que es afectuoso y no se percata realmente de que
los demás lo pueden considerar insensible y frío. Tampoco advierte que evita tener contacto con su
sensibilidad para no mostrar su vulnerabilidad.

Le atrae todo lo que es noble. El respeto y el honor son para él de suma importancia.

En su vida sexual, el rígido por lo general tiene dificultades para abandonarse y sentir placer. Le resulta difícil
expresar toda la ternura que siente.

En el plano de la alimentación, el rígido prefiere los alimentos salados a los dulces. También le gusta todo lo
crujiente. Conozco algunos que disfrutan al morder hielo. Por lo general, intenta equilibrar bien su
alimentación. De los cinco tipos, es el primero que sin duda decidirá ser vegetariano.

Enfermedades:
• Rigidez en su cuerpo a modo de tensión en la parte superior de la espalda o en el cuello, así como en las
articulaciones (tobillos, rodillas, caderas, codos, muñecas). A los rígidos les gusta hacer crujir lo huesos de los
dedos.
• El agotamiento por exceso de trabajo.
• Enfermedades terminadas en «itis», como tendinitis, bursitis, artritis... (ira reprimida).
• Tortícolis (dificultad para ver todos los aspectos de la situación que considera injusta).
• Problemas de estreñimiento y hemorroides (dificultad para ceder, y por el control en el que vive).
• Calambres (retraerse o se inhibirse por miedo).
• Problemas de circulación sanguínea y varices (dificultad para sentir placer).
• Suele tener la piel seca.
• Es posible que tenga espinillas en el rostro (teme equivocarse o no estar a la altura de sus propias
expectativas).
• La psoriasis (para no estar demasiado bien o no ser demasiado felices, lo cual sería injusto en relación con
los demás).
• Alteraciones de hígado (ira contenida).
• El nerviosismo es común, aun cuando la mayor parte del tiempo pueden controlarlo para que no sea visible
al exterior.
• Insomnio (piensa tanto en todo lo que debe hacer).
•Problemas de vista (dificultad para darse cuenta de que ha tomado una decisión equivocada o que quizá su
percepción sobre alguna situación no sea la correcta

Si te ves en la herida de injusticia, es importante recordar que el progenitor de tu mismo sexo la tuvo, y
probablemente aún al tiene con su propio progenitor del mismo sexo.

Recuerda que la razón principal de cualquier herida se deriva de la incapacidad de perdonar lo que nos
hacemos a nosotros mismos o lo que hemos hecho sufrir a otros. Nos es difícil perdonarnos, pues en general
no tenemos conciencia de nuestros reproches. Cuanto más profunda sea la herida de injusticia, más
significará que eres injusto contigo mismo al exigirte demasiado, al no saber cuáles son tus límites y al no
darte placer con la frecuencia necesaria. Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos y
no queremos ver.

La vergüenza es otra forma de percatarnos de que sufrimos injusticia o que somos injustos con los demás.

Al reaccionar, una persona no está centrada y no puede estar bien o sentir alegría. Este es el motivo por el que
resulta tan útil ser consciente de los momentos en los que eres tú mismo o estás reaccionado. Al hacerlo, te
será posible transformarte en el amo de tu vida en lugar de dejarte arrastrar por tus miedos.

Si identificas esta herida en otras personas que conoces, no debes intentar cambiarlas. Utiliza lo que has
aprendido para ser más compasivo con ellas y comprender mejor sus reacciones.

Capítulo 7. La sanación de las heridas y la transformación de las máscaras.

La manera de hablar y la voz son diferentes según la máscara que la persona porta en cada momento:
• El huidizo tiene la voz apagada y débil.
• El dependiente tiene voz infantil y tono, quejumbroso.
• El masoquista finge sus sentimientos con la voz para parecer una persona interesante.
 El rígido habla de manera mecánica y reservada.
• El controlador tiene una voz sonora.

Con respecto al baile, éstas son las características típicas según el tipo de carácter:
• Al huidizo no le gusta especialmente bailar. Cuando lo hace, se mueve poco y de manera recogida para no
dejarse ver. La actitud que emana de él es: «No me miren demasiado».
• El dependiente prefiere los bailes de contacto porque representan una oportunidad para estrecharse contra
su pareja. Algunas veces parece colgarse de ella. Despierta algo así como: «Miren cómo le gusto a mi pareja».
• El masoquista baila con mucho gusto y lo aprovecha para expresar su sensualidad, como si quisiera decir:
Miren cuán sensual puedo ser».
• El controlador ocupa mucho espacio. Adora bailar y lo aprovecha para seducir. Representa principalmente
una oportunidad para sentirse observado. Expresa: «Mírenme».
• El rígido baila muy bien y con ritmo, pese a la rigidez de sus piernas. Llama la atención para no equivocarse,
y es quien suele tomar la iniciativa. Los muy rígidos son serios, su porte es muy erguido e incluso parecen
contar sus pasos cuando bailan. Lo que emana del rígido es: «Miren qué bien bailo».
¿Qué tipo de automóvil prefieres? La siguiente descripción indica cuál es la personalidad que influye en tu
elección:
• El huidizo elige los automóviles de colores oscuros, que pasan desapercibidos.
• El dependiente prefiere uno cómodo, que se salga de las normas.
• El masoquista elige un automóvil pequeño, de poco espacio interior.
• El controlador compra automóviles potentes y que llamen la atención.
• El rígido prefiere uno clásico y de alto rendimiento, que valga el dinero que invirtió.

Igualmente, la manera de sentarse indica qué sucede en la persona mientras habla o escucha:
• El huidizo se hace pequeño en la silla y oculta los pies bajo sus muslos. Como no tiene «los pies sobre la
tierra», así puede evadirse con mayor facilidad.
• El dependiente se sume en la silla o se apoya en algo, como el brazo de un sillón, por ejemplo. La parte
superior de la espalda se encorva hacia adelante.
• El masoquista se sienta con las piernas separadas. Al igual que en otras situaciones, elige una silla o un sillón
que no le convenga y le resulte incómodo.
• El controlador se sienta e inclina su cuerpo hacia atrás, cruzándose de brazos mientras escucha cuando
alguien habla, pero se incorpora hacia adelante para convencer a su interlocutor.
• El rígido se sienta muy erguido. Puede incluso pegar las piernas y alinearlas con su cuerpo, lo cual acentúa su
postura rígida. Cuando cruza las piernas y los brazos es para no sentir lo que ocurre.

La persona que lleva una máscara determinada no se percata de su temor, en tanto que quienes están cerca
ve fácilmente lo que ella desea evitar a toda costa.

 El pánico es el mayor miedo del huidizo.


 La soledad es el mayor temor del dependiente.
 La libertad es el mayor temor del masoquista.
 La disociación y la negación son los temores más profundos del controlador.
 La frialdad es el mayor temor del rígido.

La primera etapa para sanar una herida radica en reconocerla y aceptarla sin estar necesariamente de
acuerdo con el hecho de que existe. Aceptar una herida significa mirarla, observarla detenidamente y saber
que tener situaciones que resolver forma parte de la experiencia del ser humano.

Ser capaz de crearte una máscara para no sufrir ha sido un acto heroico, un acto de amor contigo mismo. Esta
máscara te ha ayudado a sobrevivir y a adaptarte al ambiente familiar.

La verdadera razón por la que nacemos en una familia o por la que somos atraídos hacia personas que tienen
la misma herida que nosotros es que, en un principio, nos agradó el hecho de que los demás fueran como
nosotros. No logramos hallar algo mejor. Sin embargo, después de algún tiempo, comenzamos a encontrar
defectos en los demás, a no aceptarlos como son. Intentamos cambiarlos sin darnos cuenta de que lo que no
aceptamos en los otros son los aspectos de nosotros mismos que no deseamos ver por miedo a tener que
cambiar. Por ello resulta tan beneficioso reconocer nuestras heridas, pues es esto lo que nos permite sanarlas
antes que querer cambiarnos a nosotros mismos.

La voluntad y la decisión de sobreponerte a tus heridas son el primer paso hacia la compasión, paciencia y
tolerancia contigo mismo.
El ego siempre cree seguir
el camino más fácil, pero en
realidad nos complica la vida.
Quizá parezca difícil que la
inteligencia dirija nuestra vida,
pues hacerlo exige esfuerzo. Sin embargo,
la verdad es que la inteligencia
simplifica enormemente nuestra vida.

Cuanto más tiempo esperemos para curar nuestras heridas, más se agravarán.

La ventaja de reconocer nuestra o nuestras heridas es que finalmente emprenderemos el camino correcto.

Cualquier persona, sin importar la herida que sufre, puede ser dependiente en el plano afectivo. ¿Por qué?
Porque nos volvemos dependientes afectivos cuando sufrimos de carencia afectiva, y sufrimos de carencia
afectiva cuando no nos amamos lo suficiente. Por consiguiente, buscamos el amor de otros para poder
convencernos de que somos merecedores de ser amados. Cada máscara existe precisamente para indicarnos
que nos impedimos ser nosotros mismos porque no nos amamos lo suficiente. De hecho, recuerda que todos
tus comportamientos relacionados con cada una de las máscaras son reacciones, y no comportamientos
basados en el amor a ti mismo.
Progenitor con el generalmente se vive cada herida:
• El rechazo se vive con el progenitor del mismo sexo.
• El abandono se vive con el progenitor del sexo.
• La humillación, por lo general se vive con la madre.
• La traición se vive con el progenitor del sexo opuesto.
• La injusticia se vive con el progenitor del mismo sexo.

Reprochamos inconscientemente a este progenitor por tener la misma herida que nosotros.

Las heridas no pueden sanarse más que con un perdón verdadero a nosotros mismos y a nuestros padres.

Nosotros mismos nos condenamos a nosotros mismos. Es por ello que tendemos a castigarnos a través de un
accidente o con algo que físicamente nos hace daño. El ser humano cree que el castigo es un medio para
expiar su culpabilidad.

Cuanto más culpables nos sintamos y más nos castiguemos, con mayor frecuencia atraeremos el mismo tipo
de situaciones. Esto significa que, cuanto más nos condenemos a nosotros mismos, más veces volveremos a
enfrentar los mismos problemas. Por tanto, sentirse culpable dificulta el perdón, que es una fase
profundamente importante hacia el proceso de curación.

En los casos de abusos graves e incluso violentos, las personas causantes tienen heridas que les hacen tanto
daño que llegan a perder el control. Es por ello que suelo decir: «No hay personas malvadas sino personas que
sufren». No se trata de justificarlas, sino de aprender a tenerles compasión, ya que condenarlas o acusarlas no
les ayudará, aunque podemos ser compasivos aun sin estar de acuerdo con su conducta.

Es raro que una persona no tenga ninguna herida.

También es posible tener tres, cuatro o incluso las cinco heridas. Algunas veces predomina alguna de ellas,
mientras que las demás son menos evidentes o todas pueden ser de poca importancia.

Recuerda: únicamente portamos las máscaras cuando tememos sufrir y revivir la herida que supuestamente
protege la máscara.
Es posible cambiar una o varias máscaras varias veces al día o utilizar la misma durante meses o años, antes de
ser consciente de ello. En el momento en que te des cuenta de esto, alégrate y agradécelo a la persona que
tocó tu herida, ya que te permitió descubrir lo que no ha sanado en ti.

Lo que somos y lo que


hacemos debe ser la fuente
de nuestro bienestar, y no los halagos, el agradecimiento,
el reconocimiento o el
apoyo de los demás.

Debemos sanar las heridas interiores al igual que hacemos con las heridas físicas.

Tus heridas profundas también tienen la necesidad de que las reconozcas, las ames y las aceptes.

Recuerda que amar incondicionalmente


es aceptar incluso si no estás de acuerdo
ni comprendes el motivo de ciertas situaciones.

¿Aceptar qué? Aceptar el hecho de


que lo que temes o reprochas a los demás,
tú mismo se lo haces a los otros
y, sobre todo, te lo haces a ti mismo.

Es importancia de aceptar incondicionalmente nuestras heridas. También es fundamental aceptar las


máscaras que has permitido que tu ego cree para ocultar tus heridas y evitarte sufrimiento. Amar y aceptar
una herida significa reconocerla. Así que siéntete agradecido por haber tenido el valor de crear y conservar
una máscara que ha contribuido a ayudarte a sobrevivir.

Ha llegado el momento de decidir que puedes vivir aun sintiéndote herido. Ya no eres ese niño pequeño que
no podía curar su herida. Ahora eres un adulto con experiencia y madurez, con una perspectiva distinta de la
vida y con la intención de amarte cada vez más.

La curación se habrá completado cuando:

1ra. Etapa: Adquieras conciencia de la máscara que llevas.

2da. Etapa: Resistencia a aceptar tu responsabilidad y prefieras acusar a los demás de tu sufrimiento.

3ra. Etapa: te otorga el derecho a haber sufrido y a reprochar por ello a uno de tus padres o ambos. (Al
percibir el sufrimiento que el niño vivió en ti, serás, además, más compasivo con ese progenitor. Durante este
tiempo, también te será posible aceptar a tus padres y sentir compasión por ellos por lo que han sufrido).

4ta. Etapa: Volverás a ser tú mismo y dejarás de creer que necesitas llevar tus máscaras para protegerte.
(Aceptarás que la vida está llena de experiencias que sirven para enseñarte lo que es beneficioso e inteligente
para ti. Esto es lo que se llama «amor a uno mismo»).

Recuerda que amarte significa otorgarte el derecho a ser tal como eres ahora. Amarte significa aceptarte aun
si haces a los demás lo mismo que les reprochas. El amor no tiene nada que ver con lo que haces o con lo que
posees.

El amor verdadero es la experiencia de ser tú mismo.


Amarte, por tanto, es concederte el derecho a herir a los demás y algunas veces rechazarlos, abandonarlos,
humillarlos, traicionarlos o ser injusto con ellos muy a tu pesar. Ésta es la primera y la más importante de las
etapas del proceso de curación de tus heridas.

El hecho de ser humano significa que no puedes agradar a todos, y que tienes el derecho a tener ciertas
reacciones, también humanas, que pueden desagradar a otros. Todo ello, sin juzgarte ni criticarte.

Para alcanzar esta fase más rápidamente, te sugiero que al final de cada día hagas un balance de lo sucedido.
Pregúntate qué máscara pudo más para hacerte reaccionar en cierta situación o para dictar tu conducta ante
otros o ante ti mismo. A continuación, tómate el tiempo necesario para anotar tus observaciones sin olvidar,
sobre todo, cómo te sentiste. Para concluir, perdónate al concederte el derecho de haber utilizado esa
máscara, sabiendo que hasta ahora creías sinceramente que era el único medio para protegerte. Recuerda
que sentirte culpable y acusarte es el mejor medio para continuar reaccionando de la misma forma cuando
aparezca nuevamente una situación similar.

Ninguna transformación es posible sin


la aceptación previa de la situación.
La aceptación es, por consiguiente,
el elemento desencadenante que pone
en marcha la curación.

En efecto, descubrirás que cuanto más te permitas traicionar, rechazar, abandonar, humillar o ser injusto,
¡menos lo harás!

Al concederte el derecho de hacer a los demás lo que temes vivir, te será mucho más fácil conceder el
derecho a los demás de actuar de la misma manera, y en ocasiones, de tener actitudes que despiertan tus
heridas.

Al averiguar qué vivieron nuestros padres cuando eran jóvenes, nos daremos cuenta de que la historia se
repite de una a otra generación, y que esto sucede en la medida en que no haya habido un verdadero perdón.
Este conocimiento nos ayuda a ser más compasivos y compresivos con ellos.

Aspectos que te indicarán si tus heridas están en el camino correcto hacia la curación:
• Tu herida de rechazo está en vías de sanación cuando cada vez ocupas más tu lugar y te atreves a afirmarte.
Además, si alguien parece olvidarse de que existes, no te sientes incómodo internamente. Cada vez es menor
el número de situaciones en las que temes sentir pánico.
• Tu herida de abandono está en vías de sanación cuando te sientes bien contigo mismo si estás solo y cada
vez menos buscas llamar la atención. La vida te resulta menos dramática. Cada vez tienes más deseos de
emprender proyectos e, incluso, si los demás no te apoyan, puedes continuarlos.
• Tu herida de humillación está en vías de sanación cuando te tomas tiempo para conocer tus necesidades
antes que las de otros. Cargas menos sobre la espalda y te sientes más libre. Dejas de crearte tus propios
límites. Eres capaz de hacer preguntas y de ponerte en tu sitio sin creer que molestas.
• Tu herida de traición está en vías de sanación cuando no vives con tanta intensidad las emociones del
momento o cuando alguien o algo altera tus planes y cedes con facilidad. Cabe señalar que «ceder» significa
dejar de estar sujeto a los resultados y a que todo suceda según lo planeado. Ya no intentas ser el centro de
atención. Cuando te sientes orgulloso porque lograste una hazaña, puedes sentirte bien aun cuando los
demás no te reconozcan.
• La herida de injusticia está en vías de sanación cuando te permites ser menos perfeccionista y cometer
errores sin montar en cólera o criticarte. Te permites mostrar tu sensibilidad y llorar frente a otros, sin perder
el control y sin temer el qué dirán.
Otra ventaja maravillosa cuando curamos nuestras heridas es que nos convertimos en autónomos y dejamos
de ser dependientemente afectivos. La autonomía afectiva es la capacidad de saber qué deseamos, y
entonces emprender las medidas necesarias para realizarlo. Y cuando necesitamos ayuda, sabemos pedirla sin
esperar a que sea una persona determinada quien nos la brinde. Cuando alguien desaparece de su vida, la
persona autónoma no dice: «¿Qué va a ser de mí sola?». Siente pena, pero sabe en lo más profundo de su ser
que puede sobrevivir sola.

Espero que el descubrimiento de tus heridas te haga más compasivo contigo mismo y te ayude a alcanzar
paz interior al vivir con menos ira, vergüenza y rencor.

Al enfrentar estas heridas y sanarlas, toda la energía que sirvió para reprimir y ocultar nuestro dolor
finalmente se habrá liberado y podrá utilizarse para objetivos mucho más productivos: crear nuestra vida tal
como la deseamos y ser por completo nosotros mismos.

Para recordar quiénes somos, debemos adquirir conciencia de lo que no somos.

Aspectos positivos, las fuerzas que tenemos y que se relacionan con los diferentes tipos de caracteres. Estas
fuerzas siempre existen ocultas en cada uno de nosotros. Una vez que las heridas sanan, es decir, cuando
somos nosotros mismos, sin miedo, tiende a emerger lo siguiente de ellas:
• Detrás del huidizo (herida de rechazo) se oculta una persona capaz de asumir muchas responsabilidades,
dotada de una adecuada aptitud para trabajar. Además, es:
- Espabilada, con una enorme capacidad para crear, inventar e imaginar.
- Particularmente apta para trabajar sola.
- Eficaz y capaz de pensar en innumerables detalles.
- Capaz de actuar en la medida que se requiera en caso de urgencia.
- Sin necesidad de otros a toda costa. Puede apartarse de los demás sin problemas y sentirse bien sola.

• Detrás del dependiente (herida de abandono) se oculta una persona hábil que sabe cómo satisfacer sus
necesidades. Entre otras cosas:
- Sabe lo que desea. Es tenaz y perseverante.
- No vacila cuando tiene la determinación de obtener algo.
- Tiene don de comediante; sabe captar la atención de los demás.
- Tiene un gozo natural, es jovial y sociable y refleja su alegría de vivir.
- Es capaz de ayudar a otros, porque se interesa por ellos y sabe cómo se sienten.
- Tiene aptitudes para utilizar sus dones psíquicos en el momento oportuno cuando ha dominado sus temores.
- A menudo posee talentos artísticos.
- Pese a que es sociable, tiene necesidad de momentos de soledad para volver a encontrar su camino.

• Detrás del masoquista (herida de humillación) se oculta una persona audaz, aventurera, con una
enorme capacidad para desenvolverse en diversos ámbitos. Entre otros:
- Conoce sus necesidades y las respeta.
- Es sensible ante las necesidades de los demás y capaz también de respetar la libertad de cada persona.
- Es buen mediador y conciliador, susceptible a ser objetivo.
- Es jovial, ama el placer y hace sentir a los demás cómodos.
- Es de naturaleza generosa, servicial y altruista.
- Es un buen organizador y reconoce sus talentos.
- Es sensual, se permite sentir placer.
- Tiene gran dignidad y manifiesta su orgullo.

•Detrás del controlador (herida de traición) se oculta generalmente una persona que tiene cualidades de
dirigente. Además:
- Por su fuerza, brinda seguridad y protección.
- Es muy talentoso. Es sociable y tiene buen sentido del humor.
- Posee la habilidad de hablar en público.
- Es apta para percibir y valorar el talento de cada persona, ayudándolos a adquirir más confianza en sí
mismos.
- Es capaz de delegar, lo que ayuda a otros a valorarse.
- Sabe rápidamente cómo se sienten los demás y reduce el dramatismo al hacerlos reír.
- Es capaz de pasar rápidamente de una situación a otra y de manejar varias cosas al mismo tiempo.
- Toma decisiones sin vacilar. Encuentra lo que le es necesario y se rodea de las personas que requiere para
proceder a la acción.
- Es capaz de lograr grandes hazañas en diversos campos.
- Confía en el Universo y en su fuerza interior. Es capaz de ceder completamente.

•Detrás del rígido (herida de injusticia) se oculta una persona creativa, con mucha energía, dotada de enorme
capacidad de trabajo. Y también:
- Es ordenada y excelente para producir un trabajo que exige precisión.
- Cuidadosa, se ocupa de los detalles.
- Con capacidad para simplificar y explicar claramente lo que enseña.
- Muy sensible, sabe lo que sienten los demás sin perder de vista sus propios sentimientos.
- Sabe lo que debe saber en el momento oportuno.
- Encuentra a la persona precisa para realizar una tarea específica y la palabra exacta y justa que decir.
- Entusiasta, llena de vida y dinámica.
- No necesita a otros para sentirse bien.
- Al igual que el huidizo, en caso de urgencia sabe qué hacer y lo hace ella misma.
- Consigue afrontar situaciones difíciles.

Siendo consciente de la persona única que eres, no puedes dejar de ser una fuente de inspiración que infunde
energía.

“Todos deseamos ser amados, en su defecto, admirados, en su defecto, temidos, en su defecto, odiados y
despreciados. Deseamos despertar una emoción en quien quiera que sea el otro. El alma se estremece ante
la vida y busca el contacto sin importar a qué precio”.
(Hjalmar Sóderberg poeta sueco).

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