Balotario Completo Administrativo 2021
Balotario Completo Administrativo 2021
Balotario Completo Administrativo 2021
Puntos en común:
● Son actos administrativos declarativos de conocimiento, indispensables para que los actos sean
ejecutados y cumplidos.
● Su ausencia afecta la eficacia del acto que comunican, pero no la validez del acto.
Notificación y publicación ≠ citación, emplazamiento y requerimiento:
De diferencian en el tipo de declaración, los primeros son actos DECLARATIVOS DE CONOCIMIENTO, son
actos de comunicación; los tres últimos abarcan otros tipos de declaración (voluntad, juicio, deseo).
a. La citación Es el acto por medio del cual se requiere de la presencia del administrado
ante la dependencia o en una sede de la A.P., pero, además, debe tener una
motivación.
b. El emplazamiento Tiene que ver con el apersonamiento del administrado o de uno
de sus elementos.
c. El requerimiento Es aquella solicitud mediante el cual se solicita una información o
un bien. Además, se solicita una actuación (derogue, anule, etc.) una disposición
B. EL PRINCIPIO GENERAL DE LA FORMA ESCRITA DEL ACTO
ADMINISTRATIVO: SUS RAZONES Y EXCEPCIONES:
1. El principio:
● El principio es: LA FORMA ESCRITA (Artículo 4 LPAG)
● Es una forma de exteriorizar el contenido de la voluntad de una administración.
● Da constancia de la existencia de un acto administrativo (tanto para normativo y no normativo).
● Argumentos que apoyan la forma escrita:
o Facilita la recepción de los actos, exige motivación en actos
sancionadores y normativos.
o Facilita la seguridad jurídica y certeza de lo realizado por la
administración.
o Es un título jurídico que puede ser mostrado ante los administrados
en su actuación material. Ej. funcionarios.
o Hace posible el archivo.
● Caben excepciones solo en los actos no normativos, y deben estar previstos
en la norma:
o Actos tácitos
o Actos presuntos
o Actos adoptados por órganos colegiales
o Ordenes verbales:
▪ del superior jerárquico- Inter orgánicas
▪ que deben ser recogidas por escrito por el inferior, con la
indicación “por orden de…”
▪ a través de signo para dar respuesta a una actuación como la
de la policía.
2. Algunos casos que excepcionan el principio general de forma escrita:
a. Los actos presuntos y el silencio administrativo negativo (esto no se
aprecia en el título de la balota)
i. La obligación constitucional de responder:
● Responder por escrito a las peticiones individuales o colectivas que los particulares formulen y
dentro del plazo legal (artículos VIII Y 188.4 LPAG)
● Tal obligación (LPAG A. 131.3) de responder dentro del plazo correspondiente a los
procedimientos:
o Iniciados a instancia de parte (obligación legal)
o Cuando afecten a los ciudadanos (obligación constitucional)
● Es derecho de los administrados obtener una decisión motivada y fundada en derecho (LPAG A.
IV.1.2) y dentro de los plazos.
● Iniciado el procedimiento el plazo regular para resolver: 30 dias, salvo regulación expresa
distinta. (art. 35 y 142 LPAG)
● La resolución administrativa puede ser:
o Expresa: hay una exteriorización directa, no plantea ningún problema.
o Tácita: la declaración se deduce de la actividad o inactividad de la administración. Hay
una declaración indirecta
o Presunta: Su contenido está determinado por norma, configurado como silencio
administrativo.
*silencio de la administración es más amplio que el administrativo.
B. Fundamento y justificación
- El procedimiento permite asegurar que la actuación de la Administración se ajuste a la
norma, al Ordenamiento jurídico, es decir, se ajuste al principio de legalidad; pero además
permite el control de oportunidad, es decir que el acto administrativo sea idóneo para la
realización de la función administrativa. Es una exigencia del Estado de Derecho.
- El procedimiento administrativo se constituye como garantía de los derechos individuales
de los administrados. Su finalidad no es sólo averiguar la verdad y satisfacer las
pretensiones aducidas por las partes, sino conciliar estas pretensiones con la satisfacción
de los intereses generales.
- El carácter garantista del procedimiento tiene tres manifestaciones:
● Las reglas del procedimiento contienen los trámites que facultan a los interesados
para pedir la revisión de la actuación administrativa.
● Las infracciones del procedimiento pueden acarrear la invalidez de los actos
administrativos viciados; asimismo, cualquier vicio del procedimiento permite al
administrado solicitar la revisión de lo actuado.
● Cada vez es mayor la articulación y adquiere mayor relevancia el principio de
participación ciudadana en el procedimiento administrativo.
a. P. de actos propios: establece que nadie puede ir válidamente contra sus propios actos cuando
éstos reúnen los requisitos previstos para ello.
b. P. de irretroactividad de los actos: Implica que, en principio, los actos sancionatorios o
desfavorables no tienen efectos retroactivos. Sólo, pueden tener esos efectos los actos que
sean beneficiosos para los administrados.
c. P. de nulla executio sine título: Para que la Administración pueda ejecutar un acto
administrativo tiene que haber una resolución previa
d. P. de proporcionalidad o razonabilidad: se refiere al elemento causal de los actos
administrativos, en cuanto que se exige que su contenido sea adecuado a los fines perseguidos,
y en el procedimiento sancionador, con relación a la debida correspondencia entre la gravedad
de infracciones y sanciones.
BALOTA 4: ELEMENTO FORMAL
E. Clases de procedimientos:
1. Atendiendo a la pluralidad de las actuaciones públicas;
2. Atendiendo a su finalidad específica;
3. Por la forma de desenvolverse;
4. Por la exigencia de evaluación previa
F. La Iniciación del Procedimiento y sus efectos. (21-58)
G. Tramitación del procedimiento:
1. Informes del interesado;
2. Otros informes;
3. La prueba:
a) El principio de oficialidad (celeridad) y la carga de la prueba;
b) Duración del periodo de prueba;
c) Medios de prueba;
d) Valoración de las pruebas.
4. Términos y plazos
H. Terminación del procedimiento:
1. La resolución (en sentido estricto);
2. El desistimiento y la renuncia;
3. La caducidad.
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E. CLASES DE PROCEDIMIENTOS
El término resolución puede ser utilizado en sentido amplio, como forma genérica de
terminación de un procedimiento: acto que pone fin al procedimiento, haya habido o
no decisión sobre el fondo.
1. La resolución (en sentido estricto)
- Es la declaración de voluntad de un órgano administrativo, sobre el fondo de
una cuestión planteada, que pone fin a un procedimiento administrativo. La
resolución suele ser expresa y adopta la forma escrita. Debe ser notificada
según las reglas de los artículos 18 y ss. LPAG.
- En la medida que la Administración pública tutela el interés general, la
resolución no debe limitarse a pronunciarse sobre las cuestiones alegadas por
los interesados, sino que puede contener pronunciamientos sobre cualquier
extremo que se hubiera planteado en el expediente.
- Respecto a las peticiones formuladas por los particulares la congruencia exige
que éstas sean efectivamente resueltas, y que la resolución no pueda agravar
la situación inicial del interesado.
2. El desistimiento y la renuncia
Son modos anormales de terminación del procedimiento. En ambos el interesado se
aparta voluntariamente del procedimiento.
a. En el desistimiento: el interesado abandona el procedimiento, pero no renuncia al
derecho en que se basa aquélla, que en su caso lo podrá hacer valer en un
procedimiento posterior.
b. Por la renuncia: el interesado renuncia al derecho que sirve de fundamento a la
pretensión y por tanto la acción no podrá ser ejercitada en ninguna otra
oportunidad.
3. La caducidad
● La caducidad es una forma anticipada de terminación del procedimiento por causas
imputables al interesado, al no cumplir con algún trámite procedimental que se le
hubiera exigido, y que produzca la paralización del procedimiento durante 30 días.
● En el Derecho administrativo, la caducidad no opera automáticamente ya que tiene
que ser declarada por la Administración, ya sea de oficio o a pedido de parte
● No hay que confundir la caducidad de los procedimientos administrativos con la
caducidad de las concesiones o de derechos que nacen de un contrato administrativo.
BALOTA 5: PERFECCIÓN, VALIDEZ, INVALIDEZ,
EFICACIA Y EJECUCIÓN FORZOSA DE LOS ACTOS
ADMINISTRATIVOS EN EL DERECHO PERUANO
Perfección, validez y eficacia.
1.2. La noción de invalidez y su relación con la ineficacia.
1.3. Los grados de invalidez: una propuesta doctrinal de distinción entre nulidad y
anulabilidad.
1.3.a. La nulidad y la anulabilidad: una distinción con efectos procesales basada en
criterios sustantivos.
1.3.b. La inexistencia como categoría funcional.
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2.4. b.2. Los requisitos de la revisión de oficio (una razón adicional para entender que se ha
consagrado un sistema de “anulabilidad”).
La revisión de oficio ha de realizarse por el superior jerárquico de quien dictara el acto (art.
202.2 LPAG), salvo, claro está, cuando éste carezca de dicho superior, caso en que tiene
atribuida tal potestad el mismo órgano que dictó el acto original (como sucede, por ejemplo,
en el caso de los actos del Alcalde, que no son revisables por el Consejo Municipal). El art.
202.2. LPAG, a partir de la redacción introducida por el D.Leg. 1029 establece, además, que el
superior jerárquico puede no solamente anular la decisión inválida, sino resolver el fondo del
asunto, tomando una decisión que sólo será objeto de recurso de reconsideración.
La facultad de revisión de oficio prescribe al año, contado a partir de la fecha en que los actos
hubieren quedado consentidos (art. 202.3 LPAG). A partir de entonces, la Administración (a
través del mismo órgano facultado para anular de oficio) sólo puede demandar la nulidad ante
el Poder judicial, vía proceso contencioso-administrativo, siempre que la demanda se
interponga dentro de los dos años siguientes a contar desde la fecha en que prescribió la
facultad para declarar la nulidad en sede administrativa.
Es decir, el Derecho peruano sólo faculta a la Administración para ejercer su potestad de
revisión de oficio strictu sensu en un plazo de un año, y siempre que los actos agravien el
interés público (art. 201.1). Es decir, no basta la lesión al ordenamiento jurídico para declarar
la invalidez. Con lo que también aquí se le reconoce una facultad discrecional.
2.4. b.3. La distinción entre la revisión de oficio y la revocación . Los requisitos y condiciones
para que se produzca esta última
En conclusión, mientras que la revisión de oficio strictu sensu incide sobre la validez de un
acto, la revocación lo hace sobre su eficacia, al extinguir la relación o situación jurídica creada
por un acto válido (pero ya no necesariamente legal).
El art. 203.1 LPAG establece un principio general de irrevocabilidad, “los actos administrativos
declarativos o constitutivos de derechos o intereses legítimos no pueden ser revocados,
modificados o sustituidos de oficio por razones de oportunidad, mérito o conveniencia”. Los
actos administrativos serán irrevocables por cambios de criterio de la Administración, lo que
constituye una garantía para los administrados.
- Cuando la facultad revocatoria haya sido expresamente establecida por una norma con rango
legal y siempre que se cumplan los requisitos previstos en dicha norma (previsión en ley
especial).
El art. 205.1 establece que “cuando la revocación origine perjuicio económico al administrado,
la resolución que la decida deberá contemplar lo conveniente para efectuar la indemnización
correspondiente en sede administrativa”. Únicamente debe indemnizarse cuando el particular
no tenga el deber de soportar el perjuicio.
Así, por ejemplo, si alguien pierde la visión (condición subjetiva), su brevete puede ser
revocado sin indemnización alguna (aun cuando se produzca un perjuicio económico). Por el
contrario, si la legislación previera un número mínimo de habitantes para que en un pueblo
haya dos farmacias (condición objetiva), y la población disminuyera hasta por debajo de él, una
de las autorizaciones podría ser revocada, pero en este caso con indemnización.
La revocación por ilegalidad sobrevenida: en caso sea una nueva ley la que exija nuevas
condiciones, de modo que las autorizaciones vigentes se vuelven ilegales, éstas podrían ser
revocadas, caso en que pudiera obtenerse a cambio una indemnización.
No hay que confundir la revocación de los actos por razones de oportunidad, con la
revocación-sanción. La revocación-sanción consiste en la retirada de un acto administrativo
favorable, provocada por una conducta ilegal por parte del beneficiario del acto.
Por ello, con respecto a los vicios de nulidad de pleno derecho, la LPAG reúne a todos
los vicios con efectos invalidantes, sin hacer distinción alguna respecto a su gravedad,
estableciendo el mismo régimen jurídico para todos ellos. ( es lo mismo pero breve)
Además, la LPAG no distingue entre distintos tipos de vicios invalidantes que, por su
gravedad, tendrían distintas consecuencias jurídicas (especialmente respecto a su
régimen adjetivo). Todos los vicios (salvo los no trascendentes, que carecen de virtud
invalidante) parecen tener el mismo valor, y todos los actos por ellos afectados son
impugnables o revisables de oficio en las mismas condiciones y plazos.
Así, entre los supuestos vicios de «nulidad de pleno derecho» conviven algunos que
claramente no cumplen con el criterio de la «gravedad» o la «especialidad», y
respecto de los cuales sí que estaría plenamente justificado el régimen adjetivo
previsto en la LPAG, y otros que realmente constituyen infracciones muy graves, y
que lógicamente demandarían unos plazos más amplios para lograr su
anulación.
2.2.c. Los actos expresos o los que resulten como consecuencia de la aprobación
automática o por silencio administrativo positivo, por los que se adquieren facultades,
o derechos, cuando son contrarios al ordenamiento jurídico, o cuando no se cumplen
con los requisitos, documentación o trámites esenciales para su adquisición.
La mención de este vicio en la LPAG encuentra indudablemente su origen en la
legislación española, en donde existe una disposición similar, expresamente incluida
para dar por resuelta una discusión que se había presentado como consecuencia de la
legislación urbanística, pues se sostuvo que los actos presuntos por los que se hubieren
adquirido derechos sin tener las condiciones podían ser desconocidos por la
Administración sin necesidad de acudir al proceso de revisión de oficio. (Por tanto,
para evitar esta interpretación, se estableció expresamente la nulidad de pleno derecho
de estos actos, lo que implicaba la necesidad de proceder a dicha revisión, aunque sin
limitación temporal para ello, debido al Derecho vigente allí.)
Por ello en Perú, dicha previsión sirve también para confirmar el carácter de
verdaderos actos administrativos de los actos presuntos. Sin embargo, a diferencia de
lo que sucede en España, su nulidad solo podrá ser alegada en los plazos de recurso,
al igual que en el caso de los actos expresos, respecto a los cuales la mención de este
inciso es innecesaria, pues no sirve para aclarar ninguna posible discusión y ya se
desprende lógicamente de lo dispuesto en los incisos anteriores.
2.2.d. Los actos administrativos que sean constitutivos de infracción penal, o que se
dicten como consecuencia de la misma.
La LPAG establece también que son «nulos de pleno derecho» (aunque esta invalidez
solo pueda ser declarada dentro de estrictos límites temporales) los actos que sean
constitutivos de «infracción penal», con lo que incluye tanto a los delitos como a las
faltas, o que se dicten como consecuencia de la misma (en este último caso, suele
exigirse además que los actos sean objetivamente disconformes con el ordenamiento).
Es importante insistir en que para que pueda declararse la invalidez de un acto
administrativo por esta razón es necesario un previo pronunciamiento de la jurisdicción
penal, porque hasta entonces ningún acto constituye una infracción penal. En
consecuencia, en este caso es necesario ampliar los plazos para la anulación, tanto para
los casos de revisión de oficio y de revisión judicial a pedido de la Administración,
como incluso para la impugnación por parte del particular, entendiendo en este último
supuesto que el plazo de recurso empieza a correr desde la notificación de la sentencia
penal firme.
Por otro lado, cabe preguntarse si siempre que la Jurisdicción penal haya
declarado previamente la existencia de un delito o de una falta, la Jurisdicción
contencioso-administrativa (en adelante, JCA) debe anular el acto.
Al respecto, es preciso distinguir entre dos supuestos distintos: 1) el primero, cuando
se trata de materias que son propias y exclusivas del Derecho penal – como ocurre
en los casos de homicidios, secuestros, hurtos, robos, detenciones ilegales, etc. – en el
cual los hechos de las sentencias no podrán ser contradichos ni conocidos por la JCA; 2)
y el segundo, cuando el Juez penal deba hacer, para llegar a su sentencia,
valoraciones prejudiciales del orden jurídico-administrativo, como ocurriría en
todos los supuestos donde la ley penal «en blanco» se ha remitido a ilícitos
administrativos regulados por una ley materialmente administrativa.
En estos casos, la valoración que haga el juez penal de la legalidad administrativa tendrá
carácter prejudicial, de modo que sólo resolvería a efectos de la represión, sin que tenga
por ello efectos inmediatos sobre la validez del acto administrativo. Por tanto, en estos
casos la Jurisdicción contencioso-administrativa (JCA) debe enjuiciar si realmente
se ha producido una violación de la normativa administrativa, para lo cual está mucho
mejor capacitada que la Jurisdicción penal. Solo en caso de que entienda que se ha
producido dicha vulneración, deberá anular el acto administrativo en base al art. 10.4
LPAG, mientras que si no lo entiende así, deberá declarar su validez, y esta sentencia
podría constituir base suficiente para solicitar la revisión de la sentencia penal, que se
revelaría como errónea.
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Lectura del Dr. Víctor Baca Oneto El concepto, clasificación y regulación de los contratos públicos en el
derecho peruano (28)
Contratos públicos: aquellos en donde una de las partes es una Administración pública, por lo que se
definirían por un criterio orgánico. Esta es una categoría general, que engloba a todos los supuestos
de contratos de los que es parte el Estado.
Contratos del estado y contratos de la administración: Expresión equivalente a contratos públicos
pero que el autor prefiere no utilizar, dado que, al menos en Perú, estas expresiones pueden tener
un contenido más restringido.
Contratos administrativos: No pueden utilizarse, pues tienen un contenido más restringido que el de
contrato público, así pues, en estos, la Administración va a contratar pero en un ámbito de su
específica competencia, lo que justifica que ejerza ciertas potestades durante la relación contractual.
Contratos del sector público: No pueden utilizarse, pues tienen un contenido más amplio, pues
incluyen no solo los contratos propiamente públicos sino también los contratos armonizados, es
decir, se aplicaría también a aquellos donde los privados operan con fondos públicos.
- Por otro lado, al contratar, la Administración está distribuyendo bienes a los que todos tenemos
derecho a optar, lo que justamente exige la presencia de un procedimiento administrativo, por
el que se asegure la elección de la mejor oferta, en estos casos nos encontramos ante un acto
de justicia distributiva, a diferencia de los contratos entre privados, en donde se pone en
juego la justicia conmutativa.
- Respecto del consentimiento, que es quizá el punto más débil para diferenciarlos, también aquí
es posible identificar una potestad administrativa en juego (la distribución de bienes públicos),
lo que justificará la existencia de un procedimiento para la formación de la voluntad de la
Administración, que se manifiesta a través de actos administrativos, a los que sería aplicable
supletoriamente lo dispuesto por la Ley 27444, del Procedimiento Administrativo General.
● La primera opción, por tanto, es entender que, así como los contratos entre privados
son actos jurídicos bilaterales, los contratos públicos son actos administrativos
bilaterales, esta afirmación encuentra una seria objeción, porque los actos
administrativos se entiende que son por naturaleza unilaterales, pues deben imputarse
a la Administración, titular de la potestad en virtud de la cual se dictan, aunque en el
procedimiento participe el administrado. (Noción de acto separable: lo que permite la
utilización de esta categoría es entender que pese a que el contrato en sí es un acto
bilateral, nacido por la confluencia de voluntades entre la Administración y los
administrados, existen actos administrativos unilaterales, separables de éste, a los
cuales se les aplica el Derecho administrativo. El contrato, por tanto, es un acto jurídico
bilateral, que requiere para dictarse de una serie de actos administrativos unilaterales.)
- Los contratos administrativos son aquellos en donde la relación jurídica se regula por normas
de Derecho administrativo, así pues, serán administrativos aquellos contratos por los que la
Administración busque satisfacer de forma directa o inmediata (porque siempre ha de buscar la
satisfacción del interés general) una finalidad pública de su específica competencia.
El doctor Baca no comparte esta conclusión dada por los autores, puesto que, si bien es cierto,
no existe una diferencia expresa en la ley, también es cierto que ésta poco dice respecto a las
reglas aplicables a la relación contractual, respecto a la cual reconoce algunas de las
prerrogativas más características (resolución por interés general en especial para las
concesiones de obras y servicios públicos, [poder de dirección y control] especialmente claro en
los contratos de concesión de obras) aunque desconoce algunas otras.
Así pues, el ordenamiento jurídico peruano no distingue expresamente entre los contratos
administrativos y los privados de la Administración, pero si alguna conclusión podría
desprenderse del régimen legal existente (si solo miramos la legislación de contratos de
gestión patrimonial) es la falta de reconocimiento de los segundos (¡y no de los primeros!), en
tanto se le atribuyen a la Administración las potestades antes indicadas sin hacer distinción
alguna. Por tanto, la discusión en este caso debería girar en torno a la existencia de unos
contratos privados de la Administración por naturaleza, que bien podría solucionarse indicando
que si bien la Administración pública goza de sus potestades en todo caso, sólo las puede
ejercer cuando así lo justifique el interés general, y ello solo ocurrirá en los casos en que éste
sea la causa directa e inmediata de la actuación de una Administración pública que busca
satisfacer una necesidad de su específica competencia.
En primer lugar, no solo hay contratos administrativos cuando las potestades son implícitas,
sino que también cuando son expresamente atribuidas en el ordenamiento jurídico, como
sucede en el caso español. Distinto es si el reconocimiento de la categoría del contrato
administrativo implica la atribución implícita de potestades, como la resolución, interpretación
o modificación unilateral del contrato, si éstas no son reconocidas por el ordenamiento jurídico.
Por otro lado, respecto a la arbitrabilidad, en realidad el tema es más complejo, y se relaciona
con una característica de nuestro sistema jurídico, en el cual por expresa previsión
constitucional son arbitrables las controversias relacionadas a los contratos públicos, sin
importar si éstas nacen del ejercicio de potestades o no. Por tanto, sean arbitrables o no, y en
tanto derivan del propio ordenamiento jurídico, la Administración es titular de potestades
cuando contrata, y en algunos casos tendrá sentido que pueda ejercerlas, mientras que en
otros no, lo que nos lleva a la distinción entre contratos administrativos y contratos privados de
la Administración, que cobraría sentido también en el Derecho peruano.
10. Fuentes de las obligaciones de los contratos de la Administración pública: planteamiento del problema
e importancia de estudiarlo como fuentes.
- Una segunda razón es que, hay nuevos tipos contractuales por parte del Estado.
Por ejemplo: los contratos denominados G2G (contratos Gobierno a Gobierno) que es una
novedad en nuestra legislación, incluso ya están vigentes y es necesario incluirlos en esta
clasificación; las APPs.
El término fuente tiene con varios significados relacionados entre sí. La fuente significa:
1) el poder que crea la norma, que hace referencia al sujeto que crea la norma.
2) las normas creadas, que se caracteriza por ser fuente inmediata, formal y directa.
3) los criterios materiales para averiguar el significado de las normas, que se caracteriza por ser fuente
mediata, material e indirecta (en el fondo, los principios).
- Respecto del segundo significado, la definición técnica de la fuente jurídica es: que el origen de
una norma determina (y en cuanto lo determina) su carácter jurídico y con ello el alcance de su
eficacia”, es decir, el origen formal de la norma determina su juridicidad y eficacia, o sea, si son
capaces de causar efectos jurídicos o no.
Por ejemplo, no es lo mismo una ley, un reglamento, una costumbre, etc. Además, el órgano
productor de la norma puede variar la juridicidad de la misma o su eficacia. Por ello, hay que
enumerar las fuentes, pero sobre todo plantearse el tema de su jerarquía.
Sobre la juridicidad, una norma emitida por un órgano estatal es una norma jurídica, a
diferencia de las recomendaciones hechas por organismos internacionales que no lo son, aunque
también impactan en la contratación pública. Estas recomendaciones son conocidas como soft
law, es decir, derecho blando, que no solo ocurre en los organismos internacionales, sino que en
materias técnicas también existe y se debe respetar, por ejemplo, el software que se utiliza en
técnicas de edificación.
En el caso de la eficacia, también existen variaciones, por ejemplo, la ley del congreso tiene una
eficacia real, en cambio, una ordenanza regional tiene una eficacia más reducida. Ambas son
normas con rango de ley, pero de eficacia distinta.
- Además, la fuente tiene otra utilidad, pues según Zegarra: “la fuente señala el título y la
medida del derecho”. El título es lo que causa la atribución de una cosa a un sujeto determinado,
y la medida delimita el ámbito de actuación del sujeto al cual se le ha atribuido el derecho. No
existen derechos ilimitados, sino derechos delimitados.
Todas estas cuestiones sobre las fuentes normalmente se han estudiado desde las ramas del Derecho.
La teoría general del Derecho enumera las fuentes: ley, costumbre, principios generales,
jurisprudencia, doctrina. Sin embargo, la especialidad jurídica de cada rama establece la juridicidad y
eficacia de cada fuente. La ley tiene preeminencia de juridicidad y eficacia en casi todas las
especialidades, en cambio, las otras fuentes no. En el Derecho administrativo no se reconoce como
fuente a la Costumbre, ni la doctrina y alguna jurisprudencia, sino que es la ley la que determina todo.
Entonces, parece que el tema de las fuentes es algo propio de la rama del Derecho y no de algo tan
concreto como los contratos en los cuales se obliga la Administración pública. Sin embargo, debemos
reconocer que, en nuestro ordenamiento jurídico, el contrato en sí mismo es una fuente de
obligaciones y así lo establece el propio código civil que regula en el libro VII del Código Civil
(Fuentes de las Obligaciones) que se trata de los contratos. Incluso, Osterling Parodi señala que nadie
duda que, en el caso del Derecho moderno, la causa eficiente o fuente de las obligaciones está
constituida por la voluntad y la ley; y esta afirmación no solo es válida para los privados, sino también
para la Administración pública, o sea, hay una manifestación de voluntad concreta, amparada en la ley
para poder contratar, porque la ley no sólo genera relaciones obligatorias, sino también los contratos
que la propia ley le faculta a hacer. Por lo expuesto, es lógico plantear el tema de las fuentes de los
contratos públicos.
Lo propio de la Administración pública es el uso del poder. Sin embargo, también puede obligarse por
medio de contratos, no todo viene desde la ley. Nosotros seguimos la postura de Martínez López
Muñiz, quien señala que, la distinción entre Derecho público y Derecho privado no está en el fin de
cada especialidad, sino que está en la distinta configuración de cada sujeto, que usa de las instituciones
del Ordenamiento jurídico. Así el contrato no es algo propio del derecho privado, sino que es parte del
Derecho.
No cabe duda que la Administración pública puede contratar, porque la ley lo permite; al igual que
cualquier persona jurídica, lo hará si sus normas se lo permiten. En el derecho peruano, el
ordenamiento jurídico ha previsto esa posibilidad de contratar en muchas disposiciones legales. Sin
embargo, hay que organizar para averiguar cuáles son las fuentes del régimen jurídico de las concretas
obligaciones de la Administración pública.
El TUO de la Ley de Contrataciones del Estado, aprobado por Decreto Supremo, no menciona el
término fuentes para referirse al contrato, sino para referirlo al tema del financiamiento. En ese
sentido, es más una norma procedimentalista y presupuestaria que sustantiva, en el sentido de la
organización de las fuentes.
Por otro lado, no todos los contratos fluyen del TUO LCE. Los contratos de inversión de gran
envergadura, como las Asociaciones Público Privadas o las Obras por Impuestos se sustentan en
normas distintas al TUO LCE. Sin embargo, a pesar de estar en distintas normas, tienen una lógica
similar.
Finalmente, el propio Texto Único Ordenado de la Ley N° 27444 (LPAG), aprobado por Decreto
Supremo N° 004-2019-JUS (TUO LPAG), establece la posibilidad de suscribir convenios (contratos),
por ejemplo, los encargos de gestión, colaboración interinstitucional ya sea por conferencias o
convenios, convenios o contratos con administrados para poder finalizar procedimientos trilaterales
administrativos.
11. Fuentes de las obligaciones de los contratos de la Administración pública: noción de contrato público
y su clasificación.
Noción de Contrato
El término contrato también varios significados relacionados entre sí.
En el Derecho peruano, el artículo 1531 del Código Civil habla del acuerdo de dos o más partes para
crear, modificar o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales. Pero, según Alvaro Zegarra, también
se les llama contrato a los efectos del contrato, o sea, a la relación jurídica contractual.
En fin, bajo el término contrato hay 4 significados que se relacionan entre sí:
1) el pacto o acuerdo de voluntades que realizan las partes en condición de igualdad (resultado de la
negociación);
2) el documento que suscriben las partes donde consta el acuerdo;
3) el contenido o reglas para regir la relación jurídica; y
4) la relación jurídica o vida del pacto que relaciona sinalagmáticamente a las partes.
La influencia de los canonistas y el voluntarismo construyeron esta teoría sobre el término contrato
que ha llegado a la actualidad. En el ámbito del Derecho civil y mercantil, esto tiene lógica: del pacto
surge todo lo demás. Esta forma de pensar se aplicaba a la cosa pública desde el antiguo régimen.
Pues, los monarcas se sometían a las reglas del Derecho civil no sólo para satisfacer sus necesidades
personales sino también para procurar bienes para el reino, siendo esta última parte en donde surgen
los problemas “procurar el bien del reino”, término que, según la RAE, viene de procurement (yo
compro para beneficio de todos). Sin embargo, durante la edad media, aún no estaba claro si el bien
común exigía que el monarca tenga poderes extraordinarios dentro de la relación jurídica contractual
para poder tocar la justicia conmutativa. Algunos autores ya hablaban que cuando los contratos que
sirven para el interés general, se pueden romper un poco el pacta Sunt Servanda.
Finalmente, debemos incluir un nuevo fenómeno que es la revolución por contrato que surgió en el
mundo anglosajón y que rápidamente se ha trasladado a muchos países. Aquí hay un nuevo uso del
contrato, cuya finalidad del contrato es permitir la participación de los administrados en el uso de las
potestades públicas que en principio son unidireccionales, es decir, que no necesita la voluntad del
administrado para poder llevarse a cabo. Esto de participación en potestades públicas ya existían
algunos, como las transacciones entre los privados y las Administraciones públicas.
Teóricamente, se resuelve esta cuestión distinguiendo los contratos en los cuales la Administración
pública actúa en pie de igualdad, de aquellos en los que no.
- En los primeros, cuando la Administración pública actúa en pie de igualdad, la lógica del
Derecho civil se sigue aplicando: todo depende del pacto. Cabe señalar que esto no implica que
la Administración pública tenga libertad o que el funcionario pueda hacer lo que quiera. La
Administración pública está sometida al principio de legalidad y esto es lo que explica que en la
doctrina se hable de un núcleo irreductible de Derecho público (García de Enterría). En verdad,
todo es derecho público porque la Administración pública actúa dentro del Derecho
administrativo, aunque usando una institución de Derecho común. Lo que se busca, con estos
contratos es una ayuda para el mejor ejercicio de las competencias atribuidas a la concreta
Administración pública. Por ello, a estos contratos se les conoce como contratos de
cooperación o contratos públicos en sentido estricto.
- Los contratos en los cuales la Administración pública no actúa en pie de igualdad, aquí la
Administración pública actúa arriba porque busca el interés general. Aquí el contratista está en
régimen de sujeción muy similar a la de cualquier sujeto con el poder público, no hay igualdad
que hay en los otros contratos. Y esto porque el interés general exige tal protección. Esta
desigualdad impacta tanto en la formación de la voluntad de las partes como en la vida del
contrato que, aquí, es donde el orden propio del Derecho civil, cuyo protagonista es el pacto,
tiene complicaciones. Las reglas que se plasman en un documento (si se llegan a plasmar) y que
rigen la relación jurídica, no dependen del pacto, o sea, aquí el significado principal no
funciona. Y este es el meollo del problema y ha tenido variadas soluciones en los distintos
ordenamientos jurídicos.
Dentro de esta categoría, los que más han tenido inconvenientes son los contratos para
adquisición de bienes y servicios por parte de la Administración pública en beneficio del interés
general. Algunos ordenamientos estatales se han quedado con la lógica del Derecho civil,
aunque haciendo matices en la elaboración del pacto y reconociendo poderes en la relación
contractual, o sea, reconociendo que la Administración va con un poder adicional; esto pasa en
Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Por otro lado, otros ordenamientos han creado un
Derecho especial para estas relaciones jurídicas (Francia, España y algunos países de
Iberoamérica), sin embargo, en estos últimos países la doctrina no es tan unánime. Es
importante resaltar que, en los países europeos esto se va resolviendo mejor porque lo que está
haciendo es establecer una uniformidad para el tema de la procura pública. Como menciona
Meilán Gil, la normativa europea se ha convertido en el meeting point de la contratación
pública, es decir, es lo que está obligando a todo el mundo a tener una lógica única.
En el Perú, existen todos estos tipos de contratos (en pie de igualdad y desigualdad). Aquellos en los
cuales la Administración pública actúa en pie de igualdad están regulados en la TUO de la LPAG. Por
otro lado, en donde hay desigualdad están regulados tanto en el TUO de la LCE, el TUO de la LPAG y
en otras normas especiales.
Clasificación de contratos:
Las conferencias permiten que las Administraciones públicas que tienen un mismo
problema administrativo se reúnan e intercambien soluciones, en aspectos comunes
específicos, constituyendo cooperación bilateral. Los convenios de colaboración son
acuerdos dentro de la ley, dentro del área de su competencia, que son obligatorias para
las partes y con cláusula expresa de libre adhesión y separación.
También en este tipo de contratos, se debe acudir a las reglas del Código Civil,
a su Libro VII (Contratos), pero además al Libro II (Acto Jurídico) y Libro VI
(Obligaciones), pues al igual que en los contratos públicos, no estamos ante
obligaciones de carácter patrimonial.
Por otro lado, en cuanto a las potestades regladas y discrecionales. Este tipo de
acuerdos no podrían realizarse sobre potestades regladas, pues, la ley es clara.
Más bien, esto sería propio de potestades con mucho margen de
discrecionalidad o con conceptos jurídicos indeterminados donde la ley haya
previsto que sean varias posibles soluciones.
12. Fuentes de las obligaciones de los contratos de la Administración pública: contratos sin obligaciones
patrimoniales (cooperación, fijación, acuerdos procedimentales)
13. Fuentes de las obligaciones de los contratos de la Administración pública: contratos con obligaciones
patrimoniales (transacción, colaboración, atribución)
Respecto del acuerdo de voluntades, la validez del pacto exige cumplir con lo dispuesto en el
artículo 140 del Código Civil: a) plena capacidad de ejercicio, salvo restricciones contempladas
en la ley; b) objeto física y jurídicamente posible; c) fin lícito; y d) observancia de la forma
prescrita en la ley. Estos requisitos se aplican directamente para los privados; sin embargo,
mutatis mutandi, pueden ser aplicadas por las Administraciones públicas.
Cabe señalar que, para reemplazar al órgano competente, unipersonal o colegiado, se pueden
utilizar los traslados de competencia como la delegación, delegación de firma o suplencia.
b) y c) El fin y el objeto del contrato deben respetar lo establecido en el Libro VII del Código
Civil. Sin embargo, habrá variaciones según el tipo de contrato, dependiendo si tienen contenido
patrimonial o no.
● El contrato de cooperación
● El contrato de fijación
● El contrato sobre acuerdos procedimentales Arriba
ya está
definido
En cuanto a la posibilidad de establecer cláusulas penales en los contratos antes
mencionados, no parece lógico la existencia de estas sanciones. Puesto que, son contratos
vinculados a las concretas competencias atribuidas que se ejercen en las condiciones y
con el presupuesto que tenga cada Administración pública. Sería excesivo que existan
este tipo de cláusulas, puesto que, ya hay un sistema de control y sanción previsto en el
ordenamiento jurídico para estas situaciones.
● La transacción
● Los contratos de colaboración
● Los contratos de atribución
Se pueden aplicar las causales de nulidad porque están muy vinculadas con los elementos del
acuerdo de voluntad antes mencionada. Son: a) falta manifestación de voluntad del agente; b) su
objeto es física o jurídicamente imposible o cuando sea indeterminable; c) su fin es ilícito; d) se
adolezca de simulación absoluta; e) no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad; f)
afectación a lo dispuesto en el artículo V del Título Preliminar del Código Civil.
Con respecto a las otras causales. Desde el punto de vista teórico, es posible que exista una
simulación en este tipo de contratos, tanto la absoluta como la relativa. Estos, pueden tener
como base la corrupción de funcionarios que pretenden aprovecharse del cargo o de contratos
que se suscriben por mera presión política o mediática. Más bien, lo difícil será probar la
simulación.
Para que la coacción sea legítima debe contar con la cobertura legal suficiente. Si
ésta no existe, el empleo de la coacción administrativa constituye lo que se conoce
como vía de hecho. La vía de hecho no goza de la protección administrativa y, por
lo tanto, la Administración en este supuesto se ve privada de los privilegios que
acompañan al ejercicio de sus poderes.
Para llevar a la práctica esta «ejecutoriedad», esto es, para proceder a la ejecución
forzosa de actos administrativos, el artículo 194 exige:
1. Que se trate de obligaciones de dar, hacer o no hacer en favor de la Entidad
Para que proceda cualquier clase de ejecución forzosa, es necesario que se den los
siguientes requisitos (artículos 9, 14, 15, 29, y 30 LPEC; artículos 194-195 LPAG)
1. Ejecución coactiva (apremio sobre el patrimonio: artículos 13, 17, 18, 19, 21,
28, 32-37, 2ª y 4ª DCT LPEC);
Las medidas pueden consistir en el embargo de bienes del deudor en alguna de las
siguientes formas: 1) de intervención sobre recaudaciones, información,
administración de bienes; 2) de depósito o secuestro conservativo de bienes; 3) de
inscripción y, 4) de retención sobre bienes, valores, fondos y derechos de crédito,
en cuentas corrientes, depósito, custodia y otros. Si fuera el caso el embargo podrá
ser ampliado hasta que cubra suficientemente la obligación. Todos los gastos serán
cargados al obligado.
2. ÓRGANO COMPETENTE
2
1) cobros de ingresos públicos distintos a los tributarios y no amparados por el Derecho
privado
2) cobro de multas y sanciones no tributarias
3) demoliciones, construcciones, reparaciones, clausura de locales, adecuación a
reglamentos o similares
4) ejecución de obras, suspensiones, paralizaciones, modificación o destrucción de
obras, excepto regímenes especiales
5) garantías otorgadas, y
6) Costas y gastos de la cobranza
b) Cobranza coactiva para obligaciones tributarias de los Gobiernos locales:
cualquier deuda de índole tributario, considerándose tales:
1) las establecidas mediante resolución de determinación
2) establecidas por resolución y no apeladas
3) cuotas de amortización por fraccionamiento
4) órdenes de pago de acuerdo al artículo 78.1 y 3 del CT3;
5) garantías otorgadas por materias tributarias y
6) Costas y gastos de la cobranza (artículo 25 LPEC).
4. SUSPENSIÓN
No se permite la suspensión de un procedimiento coactivo, salvo los contados y
taxativos casos que se indican en la ley.
El procedimiento para solicitar la suspensión siempre es el mismo: el obligado la
solicita al ejecutor y éste en un plazo máximo de ocho días deberá resolver, esta
resolución está afecta al silencio positivo. Resuelto el trámite, si procede, se ordena el
levantamiento de las medidas cautelares.
Los casos previstos en la ley, y únicos que facultan al ejecutor a suspender el
procedimiento, son los siguientes (artículos 16 y 31 LPEC):
a) La deuda haya quedado extinguida o la obligación haya sido cumplida.
b) La deuda o la obligación esté prescrita.
c) La acción se siga contra persona distinta al Obligado.
d) Se haya omitido la notificación al Obligado, del acto administrativo que sirve de
título para la ejecución.
e) Se encuentre en trámite o pendiente de vencimiento el plazo para la presentación del
recurso administrativo de reconsideración, apelación, revisión o demanda contencioso-
3
administrativa presentada dentro del plazo establecido por ley contra el acto
administrativo que sirve de título para la ejecución, o contra el acto administrativo que
determine la responsabilidad solidaria en el supuesto contemplado en el art. 18.3 de la
presente ley
f) Exista convenio de liquidación judicial o extrajudicial o acuerdo de acreedores, de
conformidad con las normas legales pertinentes o cuando el Obligado haya sido
declarado en quiebra;
g) Exista resolución concediendo el aplazamiento y/o fraccionamiento de pago;
h) Cuando se trate de empresas en proceso de reestructuración patrimonial al amparo de
lo establecido en la Ley Nº 27809, Ley General del Sistema Concursal, o norma que la
sustituya o reemplace, o se encuentren comprendidas dentro de los alcances del Decreto
Ley 25604;
i) Cuando se acredita que se ha cumplido con el pago de la obligación no tributaria en
cuestión ante otra Municipalidad que se atribuye la misma competencia territorial por
conflicto de límites. Dilucidando el conflicto de competencia, si la Municipalidad que
inició el procedimiento de cobranza coactiva es la competente territorialmente tendrá
expedito su derecho de repetir contra la Municipalidad que efectuó el cobro de la
obligación no tributaria.
Adicionalmente, el art. 31.1 LPEC establece unos supuestos adicionales para la
suspensión del procedimiento administrativo de ejecución de deudas por tributos
municipales, entre las que cabe destacar la “existencia de anticipos o pagos por el
mismo tributo realizados en exceso, siempre que no hayan prescrito; en órdenes de
pago, cuando se prevea que la cobranza pueda ser improcedente se aceptará la
reclamación sin pago previo y se admitirá la suspensión”.
Además de los supuestos establecidos en los arts. 16 y 31, sólo cabe no iniciar el
procedimiento de ejecución cuando, en el caso especial de las cobranzas onerosas
(artículos 11 y 27 LPEC), el monto de la obligación es inferior al costo de cobrarla,
debe suspender la ejecución, aunque el ejecutor está facultado, si fuera el caso, a
acumular deudas.
De todos estos supuestos, el más complejo es el previsto en el inciso e), y que muestra
cómo en Perú los actos administrativos no pueden ser realmente ejecutados
mientras puedan ser recurridos.
A partir de aquí ,esto ya no me parece importante , pero igual lo dejare ahí.
(En la redacción original de la Ley, esta protección para el administrado únicamente lo
acompañaba hasta que el acto administrativo hubiera causado estado, salvo en el caso de
los tributos municipales, en que el art. 31.c establecía también como causa de
suspensión una demanda contenciosa en trámite. Es decir, cuando hubiera causado
estado el acto, podía ser ejecutado, salvo que los jueces concedieran una medida
cautelar para impedirlo, aunque en el caso de los tributos municipales el inicio del
contencioso obligaba a la suspensión.
Sin embargo, esta regulación fue modificada, de modo que el inicio de un contencioso
administrativo suspende en todo caso el procedimiento de ejecución coactiva. Cabe
preguntarse, no obstante, si esto significa también que la Administración no puede
ejecutar sus actos mientras exista la posibilidad de interponer una demanda judicial. Al
respecto, el texto de la ley pueda dar lugar a equívocos, en tanto habla de demanda
contencioso administrativa presentada en plazo, lo que pareciera que hacer referencia a
una demanda ya presentada y, por tanto, en trámite. Sin embargo, se ha interpretado
que esta disposición exige también la suspensión de todo procedimiento de ejecución
iniciado mientras sea posible acudir a contencioso).
Adicionalmente según el art. 16.2 LPEC también procederá la suspensión cuando fuera
ordenado por una medida cautelar establecida por el Poder judicial en un contencioso
administrativo o en un proceso de amparo. Esta disposición encontraba todo su sentido
cuando la suspensión por el inicio de un contencioso no era automática, pero ahora
parece haber quedado reducida a los casos en donde se dicta la medida cautelar en un
proceso distinto a uno de impugnación del acto administrativo que sirve como título
para la ejecución.
Por contra, aunque ya vimos más arriba como la interposición de un recurso
administrativo suspendía automáticamente el procedimiento de ejecución coactiva, sin
embargo, de modo excepcional, aún habiendo recurso administrativo interpuesto, previa
notificación, se podrán trabar medidas previas para asegurar la ejecución del acto si, a
juicio de la Administración, es necesario para tutelar los intereses públicos (art. 13
LPEC). Al ser una medida de carácter excepcional, ésta debe constar en el
correspondiente acto administrativo que deberá ser debidamente motivado y del que se
desprenderán las razones objetivas por las que el Ejecutor considera que, de no actuar
de esa manera, será infructuosa la posterior ejecución.
Estas medidas no pueden ser superiores a 30 días, prorrogables por otros 30 más,
pasado los cuales caducarán. Debe tratarse de medidas provisionales y excepcionales, y
está prohibido el embargo preventivo contra vehículos motorizados. Si el
potencialmente obligado presenta garantía suficiente, deberán ser levantadas.
Igualmente, y como medida excepcional, el Ejecutor podrá adoptar las medidas que
sean necesarias si peligra la salud, higiene o la seguridad pública.
5. INIMPUGNABILIDAD Y DEMANDA ANTE EL PODER JUDICIAL
De acuerdo al art. 23 LPEC, cabe acudir al contencioso administrativo para controlar la
legalidad del procedimiento de ejecución coactiva (en ningún caso del acto que le sirve
de título) en dos casos:
a) Cuando una vez iniciado el procedimiento de ejecución coactiva, se hubiera
ordenado una medida cautelar contra el obligado;
b) Una vez finalizado el procedimiento, en un plazo de 15 días.
La interposición de la demanda contencioso-administrativa, que debe ser resuelta por la
sala superior especializada en lo contencioso-administrativo o quien haga sus veces,
suspende el procedimiento de ejecución. Se tramite mediante un proceso sumarísimo, en
donde le corresponde únicamente a los jueces “resolver si el procedimiento de ejecución
coactiva ha sido iniciado o tramitado conforme a las disposiciones previstas en la
presente Ley”.
6. TERCERÍAS.
La tercería es la participación de un ajeno al procedimiento coactivo, que pretende la
propiedad del bien que se quiere embargar. Debe ser fehacientemente probada por
documento inscrito o a juicio de la entidad ejecutora. Hay dos clases de tercerías, la
excluyente de dominio que se da cuando un tercero alega propiedad o algún otro
derecho (de uso o de habitación) sobre los bienes embargados y de preferencia de pago,
sólo se puede interponer ante el ejecutor coactivo la tercería de propiedad.
El procedimiento es sencillo, admitida la tercería, el ejecutor correrá traslado de ésta al
obligado para que absuelva en cinco días. Pasado este plazo, con la contestación o no del
obligado el ejecutor resolverá. Esta resolución pone fin a la vía administrativa y es recurrible
en vía jurisdiccional. En las deudas tributarias, por el contrario pone fin a la vía
administrativa la resolución del Tribunal Fiscal a la apelación, si fuera el caso.
I. CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS
- Son, al mismo tiempo, una garantía y una limitación para los administrados
afectados por actos administrativos pues, por un lado, les asegura la posibilidad
de reaccionar rápidamente contra esos actos y eliminar el perjuicio que les afecta
pero, por otro, se interponen y resuelven ante la Administración productora del
acto que, por tanto, reúne la doble condición de juez y parte. Por esto no pueden
calificarse los poderes de la Administración como jurisdiccionales ya que les
falta un elemento esencial para configurar una jurisdicción verdadera y propia:
la neutralidad e independencia del órgano llamado a resolver la controversia;
como bien dice el aforismo jurídico, nadie puede ser juez en causa propia: Nemo
iudex in causa sua.
1. CLASES DE RECURSOS:
El artículo 207 LPAG prevé tres tipos de recursos: 1) reconsideración, 2) apelación y
3) revisión. Estos recursos serán de aplicación general si por leyes especiales no se han
creado otros, además, si los hubiera, se aplicarán con carácter supletorio.
4. EL RECURRENTE
A tenor del artículo 206.1 LPAG, está legitimado para recurrir el afectado que,
poseyendo capacidad jurídica, es titular de un derecho subjetivo o de un interés legítimo
que entiende se ve afectado por ese acto administrativo.
La doctrina postula que la legitimación pasa a un segundo plano cuando se trata de
impugnar actos afectados por vicios de orden público, actos que, por tanto, son nulos de
pleno derecho, ya que lo característico de la nulidad absoluta es su trascendencia
general.
Así, su depuración no debería quedar al solo arbitrio del afectado, cualquier persona
debería poder instar la declaración de nulidad, también la Administración pública de
oficio (artículo 202 LPAG). Sin embargo, es dudoso que puedan realmente interponer
recursos sujetos sin interés legítimo4, a la luz del artículo 206, que no deja lugar a dudas.
1. RECURSO DE RECONSIDERACIÓN
Se presenta ante el mismo órgano que ha expedido la resolución recurrida quien,
además, es el encargado de resolver. Sólo procede la presentación del recurso si se
4
acompaña de nueva prueba (nuevos datos que le permitan cambiar de opinión), salvo en
los casos de actos administrativos emitidos por órganos que constituyen única instancia,
porque no cabe, frente a ellos, la apelación (artículo 208 LPAG).
En el caso de que no haya respuesta de la Administración al recurso contra un acto
expreso, el recurrente tiene varias opciones: 1) acogerse al silencio administrativo e
interponer el recurso de apelación, cuando el órgano tiene superior jerárquico; 2)
interponer la demanda judicial cuando se trate de un órgano que no está sometido a
subordinación jerárquica; o, 3) esperar el pronunciamiento expreso de la
Administración.
En el caso del recurso contra un acto presunto, la LPAG dispone silencio positivo, por
lo que, de no haber respuesta al recurso, se entenderá concedido lo solicitado
inicialmente.
Este recurso es opcional y su no interposición no impide la impugnación del acto
administrativo por medio del recurso de apelación o, en su caso, el acceso directo al
contencioso-administrativo (según su subordinación jerárquica). No es posible la
interposición de los dos recursos de manera simultánea, porque sería absurdo que se
solicitara a la vez la resolución de una misma materia a dos instancias de rango
jerárquico diferente: de hecho, el artículo 214 LPAG prohíbe la interposición simultánea
de varios recursos.
El recurso de reconsideración agota la vía administrativa cuando se plantea frente a
actos que agotan, por sí mismos, la vía administrativa, porque la Ley entiende que se
ésta agota con la resolución del recurso (si el órgano carece de superior jerárquico:
artículo 218.2.a LPAG); si se plantea frente a actos dictados por órgano con superior
jerárquico, la vía se agotará por el recurso de apelación (artículo 218.2.b LPAG).
2. RECURSO DE APELACIÓN
Regulado en el artículo 209 LPAG, se dirige a la misma autoridad que dictó la
resolución impugnada para que ésta lo eleve al superior jerárquico, quien resolverá.
Se puede sustentar en:
a) Diferente interpretación de las pruebas producidas, y/o b) cuestiones de puro
derecho.
Teniendo en cuenta que el sustento de este recurso se encuentra en la interpretación de
pruebas y/o cuestiones de puro derecho, cabría entender, prima facie, que no se pueden
aportar nuevas pruebas. Sin embargo, en la medida en que no se prohíbe, será posible la
presentación de nuevas pruebas, siempre y cuando el recurso se fundamente en lo que
exige la ley.
Los efectos de la resolución o del transcurso del plazo en caso de no haberse expedido
la misma, cuando el recurso se interpuso contra un acto expreso, son: a) esperar, en su
caso, el pronunciamiento de la Administración; b) iniciar la siguiente impugnación
que usualmente será el inicio de la vía jurisdiccional, excepto en los casos en que
esté previsto que se pueda acceder al recurso de revisión. Como en el supuesto anterior,
si el recurso se plantea contra un acto presunto, el silencio tendrá efectos positivos.
Por último, el recurso de apelación significará el final de la vía administrativa cuando la
autoridad que haya resuelto sea de nivel nacional o sea un órgano autónomo.
3. RECURSO DE REVISIÓN
Es un recurso jerárquico y extraordinario. Su interposición sólo procede en el caso de
que ninguna de las instancias anteriores sea de competencia nacional. Se dirige a la
misma autoridad que dictó el acto para que lo eleve al superior jerárquico nacional. La
determinación de quién sea este superior jerárquico nacional corresponde al órgano
administrativo receptor del recurso.
¿Tiene sentido alargar la vía administrativa? Las ventajas prácticas, son evidentes:
ahorro de tiempo —dado que, usualmente, el organo jurisdiccional empleará un mayor
tiempo para resolver— y de dinero, por la gratuidad de la vía administrativa. Pero no
puede olvidarse que el órgano que resuelve pertenece a la misma organización que el
que dictó el acto recurrido, por lo que se sigue manteniendo el hecho de ser juez y parte
a la vez.
4. EL SUPERIOR JERÁRQUICO
Hemos visto que el recurso de apelación debe resolverse por el superior jerárquico.
Además, si la autoridad que resuelve no tiene competencia nacional, el expediente
puede ser revisado ante la autoridad competente (superior jerárquico) de nivel nacional.
La norma en estudio es sumamente clara cuando se trata de instituciones propias o
dependientes del Gobierno Central (Administración Gubernativa Central): pongamos
por caso un recurso que se presenta ante la autoridad regional de trabajo se podrá revisar
por el Ministro de Trabajo.
Los posibles problemas los encontramos cuando se trata de entidades territoriales
constitucionalmente autónomas. Son los casos de las municipalidades distritales,
provinciales y las regiones (no el organismo existente hoy día que, como sabemos, es
solamente un delegado del Gobierno Central), pues estas autoridades, excepto algunos
casos en que las municipalidades provinciales y distritales tienen competencias
compartidas, son autónomas y no tienen superior jerárquico.
¿Quién revisa los recursos de apelación resueltos por estas entidades? Es
importante señalar que dado el carácter autónomo de estas entidades, la vía
administrativa se agota en ellas mismas, es decir, no hay ni puede haber, al menos con
nuestras actuales normas constitucionales, ninguna institución que tenga capacidad
revisora de las resoluciones de estas entidades. Por tanto, una vez resuelta la
reconsideración y/o la apelación, ya sea en primera o en segunda instancia (si fuera
posible), la vía administrativa habrá terminado y se dará paso, si así se desea, a la vía
jurisdiccional.
IV. TÉRMINO DE LOS RECURSOS: LA REFORMATIO IN PEIUS
Como cualquier otro procedimiento administrativo, el recurso puede finalizar de
cualquiera de las formas previstas en el artículo 18 LPAG.
Ahora bien, teniendo en cuenta el artículo 217 LPAG: «La resolución del recurso
estimará en todo o en parte o desestimará las pretensiones formuladas o decidirá su
inadmisión».
¿Es posible una resolución que reforme en peor (reformatio in peius) el acto
administrativo materia del recurso?. No se establece nada de forma expresa en
nuestra legislación ni en nuestra doctrina pero parece conveniente plantearnos el
problema porque: 1) el texto del artículo 217 LPAG da pie para entender prohibida la
reformatio in peius y, 2) la doctrina y jurisprudencia española, cuya ley de
procedimiento ha servido de fuente a nuestra LPAG, se lo plantea5.
Frente a las dudas que suscitaba la regulación de la materia en la vieja Ley de
Procedimientos, hoy en día el panorama es mucho más claro: el hecho de
determinar el contenido posible de la resolución —estimación, mera desestimación
o inadmisión— no da pie a admitir la posibilidad de reformatio in peius, porque no
se puede integrar en ninguna de las tres opciones legales.
El texto legal no puede interpretarse como favorecedor de la reformatio. Tanto la propia
finalidad de los recursos (que están puestos para proteger a los administrados, no para
perjudicarlos) como el propio principio de congruencia (que impide a la Administración
resolver más allá de lo solicitado) como el principio general del Derecho administrativo
«lo odioso debe ser restringido y lo favorable ampliado» (odiosa restringenda sunt,
favoralia amplianda), abonan la solución que entiende que la reformatio in peius no
encuentra acomodo en la Ley peruana. En estos y otros argumentos se apoya la doctrina
para propugnar el reconocimiento de un principio general de non reformatio in peius.
Cabría hablar de otras instituciones similares que plantean el mismo problema. Por
ejemplo el principio solve et repete, las que sancionan al recurrente en el caso de que su
recurso sea desestimado, o aquéllas por las que se condonan parcialmente las deudas o
las multas en el supuesto caso de que no se recurran. La finalidad de estas figuras puede
ser intimidatoria y coactiva presentando el recurso como un riesgo adicional, esto
implica un atentado contra el principio de universalidad de la vía del recurso y una
grave desnaturalización de la esencia garantizadora que da sentido a la institución.
Cualquier institución, por tanto, que para evitar el derecho universal a la vía de recurso
se fundamente en principios intimidatorios y coactivos debe ser desechada.
V. RECLAMACIÓN EN QUEJA.
Se regula en el artículo 158 LPAG. No se trata de un recurso: por su intermedio no se
solicita la nulidad o la modificación de un acto, sino que se trata de una reclamación que
se orienta a corregir los procedimientos de elaboración del acto mismo. La diferencia,
por tanto, está en que mientras el recurso pretende revisar y, en su caso, anular, un acto
ya dictado, la queja busca lograr que se dicte un acto que no esté afectado por
defectos de tramitación.
5
Se puede reclamar en queja en cualquier estado del procedimiento. Especialmente, a
tenor del artículo 158 LPAG, el administrado: «... podrá reclamar en queja contra los
defectos de tramitación y en especial los que supongan paralización o infracción de los
plazos establecidos legalmente...».
La autoridad ante la que se presenta la reclamación y, al mismo tiempo, la obligada a
resolver, es el superior jerárquico del órgano que tiene a su cargo el trámite respectivo.
Es preceptivo para la resolución informe escrito del funcionario quejado. El plazo de
resolución es de tres días, previo informe del quejado, que deberá evacuarlo al día
siguiente de solicitado. Admitida la queja se podrá sancionar al funcionario
correspondiente e, incluso, separarlo del conocimiento del asunto si por razones
fundadas se pudiera prever que no será imparcial.
I. Justificación
El control jurisdiccional de la actuación administrativa tiene por objeto:
1. en el principio de legalidad
Esta diferencia de sistemas origina ,a principios del s. XX, una polémica entre dos tratadistas
europeos:
● DICEY, jurista inglés, defendía las ventajas del rule of law, como sometimiento de la
Administración al Common Law y a la jurisdicción ordinaria;
● HAURIOU, justificaba los grandes avances conseguidos por el sistema del régime
administratif, con un Derecho administrativo específico y el sometimiento de la
legalidad de la actividad administrativa a la JCA
El motivo sociológico real que impulsó a los revolucionarios a eximir al Ejecutivo del control
estrictamente judicial fue el carácter conservador de la judicatura, que se opuso —y que podría
seguir oponiéndose— a la fuerte transformación social que se pretendía promover desde el
Gobierno.
Sólo queda un paso que dar: confiar al Consejo de Estado el poder de decidir por sí mismo los
litigios administrativos.
Este planteamiento, propio de los países influidos por el regime administratif, es coherente con
la existencia de un corpus normativo específico de la Administración: al Derecho específico
(privilegiado, con privilegios en mas y en menos) correspondería una Jurisdicción específica,
administrativa, que conoce cómo funciona la Administración, sus criterios, sus problemas.
Lo característico del sistema inglés —el más perfeccionado de los Estados sin régimen
administrativo, según HAURIOU— es la inexistencia de prerrogativas de la Administración en
cuanto a la sumisión a las Leyes (se somete a ellas como un simple particular) y, el
sometimiento de la actividad administrativa a los jueces ordinarios. No existe una JCA
específica para la Administración, como en Francia (Consejo de Estado).
En la actualidad, en el Reino Unido, el sistema tradicional del rule of law, ha sido
profundamente modificado como consecuencia de la introducción de normas administrativas,
tanto de origen interno como de Derecho comunitario europeo.
En el Perú la Administración pública está sometida a una rama específica del Derecho, el
Derecho Administrativo, que establece una serie de privilegios (la auto tutela —declarativa y
ejecutiva) y limitaciones a la actividad administrativa (la vinculación positiva a la Ley) que
quedan al margen del Derecho común.
En Derecho peruano, la ley que regula el proceso contencioso administrativo es la Ley 27584,
que ha sido objeto de múltiples modificaciones, la última por el D. Leg. 1067, lo que ha llevado
a la aprobación de un texto único ordenado mediante el D. S. Nº. 013-2008-JUS.
Efectivamente, en el tradicional recurso francés de excés du pouvoir el papel del particular era
más parecido al de un denunciante que al de una verdadera parte procesal; el recurso se
configuraba como un sistema de control interno de carácter marcadamente jerárquico.
No obstante, esta apertura no abandona del todo el carácter «revisor» del proceso, porque en un
principio el presupuesto para la admisión de cualquiera de estas pretensiones era la previa
declaración de invalidez del acto administrativo, en relación al cual se planteaban las
pretensiones del particular.
Por tanto, se mantenía el carácter revisor del proceso contencioso-administrativo, sin negar por
esto que en él existían verdaderas pretensiones y no giraba exclusivamente sobre el
procedimiento administrativo previo, de modo que podían presentarse nuevos argumentos o
pruebas no planteadas ante la Administración pública.
Por tanto, el proceso es «revisor» en tanto se requiere una previa actuación administrativa, y
también porque si bien ya no se exige la invalidez de un acto para el reconocimiento de
cualquier pretensión, sí que se requiere que la conducta administrativa sea ilícita (como una
categoría más amplia).
Normalmente este carácter revisor se ha vinculado estrechamente con la exigencia del previo
agotamiento de la vía administrativa previa. No obstante, nos parece que este «privilegio» se
deriva más bien de los privilegios de autotutela de la Administración pública, de modo que si,
como algunos sostienen, se eliminara, no por ello desaparecería el carácter revisor del
contencioso administrativo, pues todavía se exigiría una previa actuación (en este caso, un
previo acto) de la Administración.
Es posible exigir que antes de acudir a contencioso se agote la vía administrativa, pero eso no
significa que sea inconstitucional una ley que no establezca ese requisito. Así, una ley podría, en
beneficio del particular no exigir el agotamiento de la vía administrativa previa sin ser
inconstitucional.
2. Principio de igualdad procesal. Las partes en el proceso deberán ser tratadas con igualdad.
Nada más lejano de la realidad pues el proceso contencioso (a diferencia del civil) parte de una
evidente desigualdad de las partes, que se manifiesta:
-la posibilidad de que continúe el procedimiento sin la previa remisión del expediente
administrativo,
-la carga de la prueba que recae en el demandante, junto con la presunción de legalidad de los
actos administrativos, -el cumplimiento de la sentencia por la propia Administración condenada,
-También los particulares pueden ser parte demandada, bien como codemandados (por
participar en un procedimiento administrativo trilateral o por ser titulares de derechos
declarados por un acto o actuación administrativa) o bien como autores de una actuación en
virtud de delegación, concesión o autorización administrativa.
-Es criticable que, al aludir a los codemandados en el art. 15.5 y 6, la Ley se refiera a la
titularidad de derechos derivados de una actuación administrativa pero no a la de intereses. Esta
ausencia contradice la previsión del artículo 1, que se refiere a la tutela de los derechos e
intereses de los administrados.
-Objeto de crítica es la previsión del artículo 15.7, en la medida en que permite la impugnación
de actuaciones de personas privadas aisladamente. Debe recordarse que los sujetos privados no
pueden ejercer potestades públicas (al menos si no existe una delegación previa), y la mera
existencia de una autorización administrativa no habilita a un sujeto particular para dictar actos
administrativos.
-La legitimidad para obrar activa es entendida como relación del demandante con el fondo del
asunto, y se basa en la existencia de derechos subjetivos o intereses legítimos afectados por la
actuación administrativa, salvo que se trate de una acción pública (que la LPCA califica como
de «tutela de intereses difusos»). Pero presupone la capacidad jurídica —que corresponde a
todas las personas físicas y jurídicas— y la capacidad de obrar.
En este sentido, la LPCA otorga la capacidad de obrar activa a los titulares de la situación
jurídica protegida que se vea vulnerada por la actuación administrativa, así como a la Entidad
administrativa autora del acto, previa declaración de lesividad y una vez transcurrido el plazo
para la revisión de oficio. Con esta redacción quedan incluidos, tanto los titulares de derechos
subjetivos, como de intereses, que reciben un trato semejante.
Ahora bien, la determinación del interés susceptible de tutela contenciosa se apoya, (según
CORDÓN MORENO) en una serie de características: este interés, para ser protegido, debe ser:
De esta forma, cabría distinguir entre un objeto formal, que es la pretensión, y un objeto
material, que es la actuación administrativa (normalmente, un acto administrativo, pero también
la vía de hecho o la inactividad).
a) Los actos administrativos expresos. Aunque la ley añade «y cualquier otra declaración
administrativa», no es concebible una declaración administrativa impugnable (esto es, con
efectos jurídicos) que no sea acto administrativo, salvo que se refiera a los Reglamentos. Pero,
por una parte, éstos disponen de sus propios medios de impugnación, y por otra, la anulación de
reglamentos no aparece entre las pretensiones posibles del recurso contencioso (art. 5).
b) Los actos presuntos y cualquier otra omisión. La Ley incluye el concepto de «inercia», de
difícil interpretación.
En realidad, estos dos últimos supuestos podrían condensarse en el concepto de vía de hecho.
Esta distinción luego genera algunos problemas, pues al momento de regular las pretensiones no
se recoge dicha diferencia.
TIPOS DE PRETENSIONES.
ARTÍCULO 5 TUO-LPCA
Establece una posibilidad múltiple de pretensiones: anulación, plena jurisdicción, cesación y
actuación, que tienen directa relación con el objeto material, esto es, con los tipos de
actuaciones impugnables.
2.6.B.2.A. LA PRETENSIÓN DE ANULACIÓN E INEFICACIA.
2.6.B.2.A.1. EL CARÁCTER «DECLARATIVO» DE LA PRETENSIÓN DE
INVALIDEZ.
Está referida a la “declaración de nulidad, total o parcial o ineficacia de actos administrativos”.
1° CUESTIÓN: sobre la denominación que ha empleado la LPCA: “declaración”.