Articulo Sobre Macro y Micro Fosiles

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República Bolivariana de Venezuela.

Ministerio del Poder Popular para la Educación.

Universidad Politécnica Territorial del Estado Mérida “Klèber Ramírez”(U.P.T.M)

U.C. Geología De Venezuela. Módulo: Paleontología.


Trayecto IV Trimestre I
Mérida estado Mérida.

ARTICULO SOBRE MACROFOSILES Y MICROFOSILES

Autor: T.S.U Gerardo Márquez.

Docente: Ing. Yuleimi Camacho.

Fecha: 30/04/2022
LOS MICROFÓSILES.

Agrupan todos aquellos fósiles para cuyo estudio es necesaria la utilización de


instrumentos que aumenten nuestra visión, como lupas potentes o microscopios. Estos
microfósiles no representan un grupo animal o vegetal determinado, sino un agrupamiento
artificial instituido por su pequeño tamaño. Con el mismo criterio, los fósiles que se pueden
observar a simple vista se denominan macrofósiles. Aquellos microfósiles que por su
tamaño apenas se distinguen en el microscopio óptico, requiriéndose de un microscopio
electrónico de barrido que provea mayores aumentos para su estudio, son llamados
específicamente nanofósiles. La disciplina paleontológica que estudia los microfósiles
(incluyendo los nanofósiles) es denominada micropaleontología, pero dada la diversidad de
grupos que pueden considerarse microfósiles, ningún micropaleontólogo es capaz de
abarcarlos a todos. Esta disciplina se subdivide en varias ramas, según la composición
química de los fósiles. Así, tendremos como microfósiles más importantes los orgánicos,
silíceos, calcáreos y fosfáticos. Dentro de los microfósiles orgánicos, los grupos más
importantes tenemos: acritarcas, quitinozoarios, dinoflagelados, polen y esporas; dentro de
los silíceos: radiolarios, diatomeas, silicoflagelados y silicofitolitos; dentro de los calcáreos:
foraminíferos, nanoplancton calcáreo y ostrácodos, y dentro de los fosfáticos: los
conodontes. Con excepción de los fosfáticos, mencionados aquí por su gran relevancia
bioestratigrafía, en nuestro país existe registro fósil de los restantes grupos
composicionales. Usualmente los investigadores se especializan en microfósiles de
determinada composición, y dentro de éstos, en uno o unos pocos grupos afines, o en una
edad geológica en particular. Existe una tendencia, en los hechos ampliamente aceptada, de
restringir el término micropaleontología al estudio de microfósiles de pared mineralizada, y
distinguirlos así del estudio de los microfósiles de pared orgánica, comúnmente llamado
paleopalinología. En este capítulo no haremos tal distinción. ¿Y qué son, en particular, los
microfósiles? Como se expresara anteriormente, existe una enorme diversidad de grupos
que entran en esta categoría. Y aún más, los microfósiles pueden representar organismos
aislados, colonias de organismos, partes de organismos, o determinados órganos o
estructuras. Algunos de ellos constituyen elementos que están emparentados con plantas,
animales (microinvertebrados, microvertebrados), protistas, 2 hongos, etc. De hecho, cada
uno de los cinco reinos –en los que se reúne a todos los organismos vivos– propuestos en
1969 por el biólogo estadounidense Robert H. Whittaker (1920-1980), tienen representantes
dentro de los microfósiles, y dos de los tres grandes dominios de seres vivos, las bacterias y
arqueobacterias, son exclusivamente organismos unicelulares y por tanto microscópicos.
Mientras tanto, de muchos otros no se sabe siquiera qué representan desde el punto de vista
biológico, ni con qué grupo se relacionarían. El Reino Protistas integra los más primitivos
eucariotas, es decir, los primeros seres vivos con células grandes y complejas cuyo núcleo
está rodeado por una membrana. Se ubican en este reino, las algas eucariotas y los
protozoos o protozoarios. El microbiólogo estadounidense Carl Woese propuso en 1990 la
existencia de tres dominios para el total de las especies biológicas (Bacteria, Archaea y
Eukarya) que agrupan un total de 23 divisiones; provocó una controversia científica en la
que muchos adherentes llegaron a considerar obsoleta la anterior clasificación de
Whittaker. Esta propuesta de Woese está brevemente reseñada en Fernández & Mizraji
1995. Fósiles microscópicos Por ejemplo, podremos encontrar órganos reproductores de
plantas como granos de polen y esporas, algas unicelulares o sus órganos reproductores,
esporas o hifas de hongos, protozoarios que forman esqueleto, inclusiones minerales en
vegetales, esqueletos de pequeños animales, mandíbulas de gusanos marinos, etc. Hay por
lo demás, microfósiles de diferentes ambientes, pudiendo ser de origen marino o
continental (terrestres o de agua dulce). Como su propia definición lo implica, los
microfósiles no pueden ser estudiados (ni siquiera distinguidos, por lo general) a simple
vista, por lo que su colecta en el campo es diferente a la de los fósiles macroscópicos. Para
estudios micropaleontológicos, las muestras de sedimentos se toman “a ciegas”; es decir:
hasta que la muestra no sea inspeccionada en el laboratorio después de ciertos tratamientos
físico-químicos, no se está seguro de que sea fértil. Esto no implica que el muestreo se
realice puramente al azar, sino que el micropaleontólogo utilizará ciertas evidencias
indirectas del sedimento (tamaño del grano, color, su posible origen ambiental, etc.),
vinculadas con el grupo de microfósiles de su interés, para suponer que tendrá éxito en su
búsqueda. Una vez en el laboratorio, la muestra es sometida a tratamientos físicos y
químicos que dependen de la finalidad del estudio, es decir, según la composición del
conjunto de microfósiles que se desea extraer. Estos tratamientos permitirán aislar y
concentrar los microfósiles que nos interesan, utilizando sustancias que disuelvan o separen
diferencialmente todo aquello que tiene una composición diferente a la de los restos que se
desea analizar. Para realizar estos tratamientos es necesario además de productos químicos
y ciertos materiales de laboratorio, contar con un equipamiento esencial que permita
realizar la digestión ácida de la roca sin correr riesgos, como es una campana de gases
como elemento principal. La composición de los diversos grupos de microfósiles es
entonces variable: puede ser de carbonato de calcio (mineral similar al de los caracoles),
fosfato de calcio (mineral similar al de los huesos), sílice (“vidrio”), esporopolenina
(compuesto orgánico vegetal extremadamente resistente), quitina (materia orgánica animal
también muy resistente), u otros menos abundantes. Como sus propiedades físico-químicas
son Términos que se utiliza en la jerga paleontológica para indicar muestras o sedimentos
que contienen fósiles, en contraposición a estériles, los que carecen de ellos. La técnica de
preparación que intente aislar y concentrar uno de estos compuestos, eliminará los otros.
Por ejemplo, para concentrar restos calcáreos (de carbonato de calcio), aplicaremos
sustancias que destruyan todo lo orgánico y lo silíceo, disolviendo así microfósiles con
estas composiciones. Afortunadamente, se necesita muy poca cantidad de muestra para
realizar la mayoría de los estudios micropaleontológicos, por lo que en caso de ser
necesario, se pueden utilizar distintas fracciones de una misma muestra para aplicar las
diferentes técnicas y aislar todos los tipos composicionales. La abundancia y pequeño
tamaño de los microfósiles los hace especialmente aptos para los estudios en perforaciones,
ya que bastan unos pocos gramos de muestra para su estudio. Por esto, y por la información
que pueden brindarnos, son elementos de suma importancia en la prospección de diferentes
recursos naturales como petróleo, gas, carbón, etc. También existen rocas formadas casi
exclusivamente por microfósiles, como las diatomitas (diatomeas), las radiolaritas
(radiolarios) que constituyen importantes fuentes de sílice para uso industrial, o la creta
(cocolitofóridos y foraminíferos). ¿Por qué estudiar los microfósiles? Porque, como para
cualquier grupo de organismos, su estudio permite conocer las variaciones en diversidad y
abundancia de cada uno de los linajes involucrados, y su aporte a la biota en diferentes
momentos de la historia geológica y lugares geográficos. Pero es aún más relevante su
aplicación en diferentes campos de las ciencias de la Tierra, algunos de los cuales ya se han
mencionado. Su gran abundancia, resistencia, carácter cosmopolita y fácil aislamiento,
hacen que los microfósiles estén entre los mejores indicadores estratigráficos con alto
poder de resolución, permitiendo realizar divisiones de intervalos de tiempo relativamente
cortos. A su vez, la sensibilidad de varios grupos de microfósiles a los cambios
ambientales, determina su utilidad en reconstrucciones paleoambientales. Aquellos que
provienen de las plantas permiten, por ejemplo, realizar inferencias sobre climas y
fitogeografía de diferentes épocas geológicas, mientras que los que provienen de ambientes
marinos brindan valiosa información sobre líneas de costa, corrientes, temperatura, y
química de las masas de agua del pasado. Algunos fósiles calcáreos pueden también brindar
información sobre distintos aspectos ambientales del pasado. El análisis de isótopos
estables en el esqueleto de estos microfósiles nos puede informar sobre cambios en los
volúmenes de hielo del planeta, la antigua temperatura y salinidad de los océanos, etc.
Fósiles microscópicos Dentro de los microfósiles encontraremos entonces una gran
variedad de grupos que evolucionaron individualmente. Sus biocrones presentan una
amplia variedad cubriendo toda la columna geológica, y sus diferentes modos de vida todos
los ambientes. La mayor parte de los sedimentos contiene microfósiles. El o los grupos
representados, y la concentración de los mismos, dependerán principalmente de la edad, el
ambiente en el que se originaron y la historia depositacional de esos sedimentos.

Microfósiles orgánicos Los fósiles que se estudian dentro de esta rama de la


micropaleontología, denominada palinología, reciben el nombre específico de
palinomorfos, y comprenden un grupo muy variado de restos que representan órganos,
partes de órganos o tejidos, organismos solitarios, colonias, estructuras de resistencia de
organismos, y aun elementos de los cuales se desconoce qué representaban originalmente.
Por otra parte, dentro de los diferentes tipos de palinomorfos encontraremos fósiles
provenientes de todos los ambientes posibles, ya sea marinos, dulceacuícolas o terrestres, y
de todas las edades geológicas, desde el Precámbrico al presente. Hace algunas décadas,
también se ha incluido dentro de la palinología el estudio de la materia orgánica amorfa y el
querógeno que se encuentran acompañando a los microfósiles orgánicos en los preparados
microscópicos, ya que éstos también pueden brindarnos información relevante.
Por definición, un palinomorfo es cualquier resto orgánico que se encuentre en un
preparado microscópico luego de haber sometido el sedimento a las técnicas de extracción
palinológicas. Es decir, cualquier elemento orgánico que haya resistido las técnicas de
laboratorio utilizadas para el aislamiento de este tipo de microfósiles, que consiste en
concentrar las partículas orgánicas de la muestra de sedimento por medio de la destrucción
de los constituyentes minerales (básicamente, el carbonato se disuelve con ácido clorhídrico
y la sílice con ácido fluorhídrico), es objeto de estudio de la palinología. Estos restos se
clasifican de acuerdo a su afinidad biológica, si ésta se conoce, o de lo contrario se agrupan
en función de su morfología. Pero más allá de sus diferentes orígenes biológicos y
ambientales, lo que da razón de ser y permite agrupar a este conjunto de microfósiles, es su
composición orgánica. La materia orgánica que los compone es variable, pero en todos
ellos son moléculas complejas y extremadamente resistentes. Los palinomorfos marinos
más frecuentes son las acritarcas, los quitinozoarios y los quistes de dinoflagelados, y entre
los continentales, las esporas y los granos de polen. Pero es importante recalcar que
también hay otros elementos menos frecuentes y de variado origen como algas solitarias o
coloniales, elementos reproductores de algas, hifas y esporas de hongos, mandíbulas de
gusanos marinos (escolecodontes), envolturas de ciertos foraminíferos
(microforaminíferos), así como fragmentos de madera y cutículas vegetales que aparecen
en los preparados microscópicos y de los cuales también puede extraerse información
trascendente.

LOS MACROFÓSILES.

Las turberas son ecosistemas de humedal acumuladores de materia orgánica con


inundación permanente lo que los hace una reserva y sumidero de carbono. Las turberas
ubicadas en los páramos ayudan a mantener el balance hídrico de los ecosistemas alrededor
y regulan la distribución del agua usada por comunidades humanas. Actualmente, las
turberas son afectadas por el cambio climático, el cual desequilibra el balance entre la
producción de material vegetal y la descomposición. Las turberas dominadas por Distichia
muscoides son particularmente importantes por su dependencia con la hidrología glaciar. El
presente artículo expone una reconstrucción climática de los últimos 200 años, mediante el
reconocimiento de la sucesión vegetal registrada en dos núcleos de turberas, ubicados en la
Sierra Nevada del Cocuy. La vegetación reconstruida fue comparada con registros
históricos de temperatura y precipitación. Nuestros resultados muestran diferencias en las
trayectorias de la vegetación, con un aumento en la producción vegetal y dominancia
muscoides: en las últimas dos décadas, relacionado con incrementos en temperatura. El
balance hídrico positivo generado por el aumento global en la temperatura trae como
resultado la abundancia de plantas vasculares para la turbera. El efecto del Niño de 1998 se
ve reflejado en un cambio importante en las trayectorias de la vegetación de los dos sitios
hacia turberas dominadas por musgos diferentes a Sphagnum que limitan la capacidad de la
turbera de almacenar materia orgánica. Los efectos del cambio climático se ven
multiplicados por fenómenos como la anomalía del Niño que pueden alterar la evolución de
un ecosistema rápidamente, incluso de aquellos ecosistemas con alta resiliencia como las
turberas.

Predicciones del clima terrestre afirman que la tasa de calentamiento en la troposfera


inferior incrementa con la altitud debido a la doble concentración de dióxido de carbono
preindustrial (CO2) (Bradley et al. 2006). Lo cual causa un incremento más pronunciado en
la temperatura de alta montaña con relación a elevaciones más bajas, convirtiendo así este
fenómeno climático en una amenaza directa para ecosistemas de mayor altitud. Las altas
elevaciones son áreas de interés primario porque proporcionan desde un 90 a 100% de los
recursos de agua potable, riego y suministro industrial en las zonas áridas y semiáridas, y
además porque son focos de biodiversidad (Sánchez et al. 1989, Bradley et al. 2006, Ruiz et
al. 2008).

Uno de los ecosistemas de alta elevación que ha sido alterado en una escala global por
más de 300.000 km2, son las turberas a causa de prácticas agrícolas, alta deforestación
comercial y explotación directa para combustibles o medios horticulturales (Charman
2002). Las turberas son ecosistemas de humedal cargados generalmente por agua y
acumuladores de turba. Estos a su vez son una gran reserva y sumideros de carbono
orgánico. Dichos sistemas naturales cubren más de 4.4 millones de km2 (3%) del área
terrestre y ocurren principalmente en zonas subárticas y boreales (Wieder et al. 2006). El
contenido de carbón de las turbas es aproximadamente 500 Pg lo que corresponde a un
tercio del carbono del suelo del planeta (Gorham 1991). Esta gran cantidad de carbono
almacenado en las turberas indica el gran impacto que tienen estos ecosistemas sobre el
ciclo global del carbono (Yu et al. 2011).

Actualmente se conoce que el 11% de las turberas ocurre en los trópicos y almacenan
allí una gran proporción del carbono en suelos de turba en el mundo (Page et al. 2011). A
pesar de sus tamaños relativamente pequeños, las turberas en los Andes tienen un efecto
desproporcionado en la regulación del agua porque son reservorios de suelos saturados y
liberan agua que se utiliza más adelante en las actividades humanas (Holden 2005,
Jauhiainen et al. 2008). El área global de las turberas se ha visto reducida
significativamente durante los últimos cientos de años, resultando en una degradación
severa de la función de los ecosistemas y en consecuencias ambientales y económicas
adversas (Turetsky et al. 2002).

Las turberas son sistemas sensibles a cambios hidrológicos, climáticos y desequilibrio


de sustratos. Dada una alteración en dichas condiciones ambientales, se transforma este
ecosistema de un sumidero a una fuente de carbono y, posiblemente a uno de los mayores
emisores de metano (CH4) (Jones & Yu 2010). Además, dichas condiciones ambientales
afectan procesos como la distribución, composición y crecimiento de la vegetación en
condiciones específicas a un sitio (Wieder et al. 2006). Las turberas se caracterizan por su
habilidad única de construir y almacenar por milenios los remanentes muertos de plantas
como musgos, juncos, pastos y árboles (Charman 2002), lo que permite observar un
registro histórico de cambios establecidos como sucesiones vegetales. Asimismo, en estos
humedales la producción primaria neta excede la tasa de descomposición durante cientos de
años y como resultado de esto se da una materia orgánica rica en carbono (Clymo 1984).

Con este estudio buscamos entender las respuestas que las turberas de alta elevación
tienen frente a extremos cambios climáticos. Nuestro estudio se basa en los cambios en la
vegetación autóctona de turberas dominadas por Distichia muscoides Nees & Meyen en la
Sierra Nevada del Cocuy (Colombia). Por tanto, queremos relacionar la ocurrencia de dicha
vegetación con la variación climática de temperatura y precipitación durante los últimos
200 años. Nuestro objetivo más amplio es entender los factores climáticos que controlan los
procesos de acumulación o atrición de turba a altas elevaciones para poder predecir los
efectos que el cambio climático global tendrá sobre estos ecosistemas.

MATERIALES Y MÉTODOS

Área de estudio

Los núcleos de turba se extrajeron en el año 2010 en el Parque Nacional Natural El Cocuy,
que protege a la Sierra Nevada del Cocuy, situada al noroeste de los departamentos de
Boyacá y Arauca, en el norte de la Cordillera Oriental de los Andes colombianos,
aproximadamente a los 6° 27' N, 72° 17' O. Específicamente, el núcleo de turbera Cocuy 1
(COCI) fue obtenido en el "Valle de los Cojines" en 6°28'37.79" N, 72°16'42.14" O a 4202
metros de elevación sobre el nivel del mar, tomado del sector centro oriental del humedal el
cual tiene un tamaño aproximado de 80 ha. El núcleo de turbera Cocuy 2 (COC2) se
adquirió a la orilla del lago "Los Patos" a 6°29'52.02" N, 72°17'20.34" O a 4600 m (Fig. 1).
La turbera donde se tomó el núcleo COC2 se encuentra en una terraza glaciar justo encima
del Valle de los Cojines a menos de 1500 m lineales del núcleo COC1. La vegetación
dominante en ambos sitios es Distichia muscoides (Juncaceae) con individuos dispersos de
Senecio formosoides Cuatrec. (Asteraceae) y Werneria pygmaea Gillies ex Hook. & Arn.
En el sitio COCI D. muscoides tiene una cobertura de aproximadamente el 80%, seguida
por Werneria pygmaea con una cobertura del 10%, individuos dispersos de S. formosoides
(<2%) y musgos de los géneros Campylopus y Breutelia (ca 5%). El sitio COC2 está
dominado por D. muscoides (60%) seguido por W. pygmeae (30%), musgos del género
Campylous (ca 5%) y unos pocos individuos de S. formosoides (<1%). El pH de ambos
sitios es levemente ácido con valores por encima de 5 y con una conductividad eléctrica
baja menor a 3 μS cm-1.

Cada núcleo fue extraído utilizando un tubo de PVC con puntas en los bordes, con 60
cm de largo y 10 cm de diámetro. Los núcleos comprenden 50 cm de turba. Al retirar el
tubo se usó una tapa de PVC en la parte inferior ajustada manualmente. Las muestras se
mantuvieron rígidas durante el traslado hasta el laboratorio debido a la dureza muscoides.
Los núcleos se congelaron por 48 horas para evitar la compresión de la turba. Para extraer
los núcleos del molde se descongelaron por algunos minutos y seguidamente se fraccionan
en fragmentos de 2 cm de espesor. Todas las muestras se secaron en el horno a 75°C
durante 48 horas hasta que no hubo cambio en el peso. El extraer un solo núcleo de cada
sitio limita nuestro entendimiento de la variabilidad espacial dentro del humedal pero
estudios en otras turberas han mostrado la representatividad de un solo núcleo es suficiente
para describir los procesos de cambio recientes.

Revisión de las muestras

Para el análisis de los macrofósiles se usó un Estereomicroscopio Zeiss DV4 con un


zoom continuo de 8x a 32x y se examinó una porción de aproximadamente 2 cm de ancho y
2 cm de largo de cada segmento de turba si se podían diferenciar restos, o la muestra
completa si el segmento del núcleo presentaba un alto grado de descomposición. En cada
muestra separamos y medimos el porcentaje de raíces, musgos, juncos y restos no
identificables. La proporción fue establecida bajo criterio del observador.

Usamos dataciones de cronologías continuas con 210Pb. Las cronologías de 210Pb nos
permiten asignar una edad absoluta a las diferentes profundidades del núcleo usando la
proporción de 210Pb activo en la muestra con respecto a la actividad del 210Pb en la
superficie (Appleby et al. 1997). Las raíces de D. muscoides pueden intervenir en la
movilización secundaria de cationes en la turba, sin embargo, evidencia de capas de ceniza
proveniente de erupciones volcánicas ha corroborado de manera independiente las fechas
asignadas por decaimiento radioactivo de 210Pb (Benavides et al. 2013), el cual hace parte
del proceso de decaimiento del 238U. Durante el proceso de decaimiento de 238U que se
encuentra de manera natural en los sustratos, se pasa por un estadio gaseoso en 226Ra el
cual se distribuye en la atmósfera. El proceso de decaimiento radiactivo continua y luego de
varios intermediarios de corta vida, el gas 226Ra pasa a 210Pb que se deposita
inmediatamente y cubre la superficie del suelo. Este exceso de 210Pb con respecto a la
concentración del substrato se denomina el exceso no soportado de 210Pb y la proporción
en la cual este exceso disminuye con el tiempo es el principio de la datación. Uno de los
supuestos principales del modelo es que la cantidad de 210Pb proveniente de la atmósfera
es constante en el tiempo lo que permite realizar las estimaciones de la proporción del
elemento que ha decaído a lo largo de la columna de turba. La concentración de 210Pb se
determina disolviendo el sustrato en concentraciones de ácidos fuertes y luego agregando
una superficie de cobre (2x2 cm) sobre la cual los átomos de 210Pb se adhieren. La placa
de cobre con el recubrimiento de los átomos metálicos extraídos de la turba es llevada a un
espectrómetro de partículas alfa ORTEC 576, el cual detecta las desintegraciones
radioactivas provenientes de átomos de 210Pb en un intervalo de tiempo y con base en esto
se determina la concentración de 210Pb en la muestra (Turetsky et al. 2004).

Usamos un trazador de 208Po para determinar la eficiencia de la extracción agregando


una cantidad conocida de 208Po al inicio del proceso para determinar el porcentaje final de
210Pb extraído de la muestra. Las dataciones de turba usando 210Pb presentan dos fuentes
de error importantes: la primera es la incertidumbre en la detección de los eventos de
desintegración ya que estos ocurren a intervalos no periódicos. La segunda proviene del
ajuste del modelo de entrada constante de 210Pb al sistema. Ambas fuentes de error son
incluidas en el cálculo de la incertidumbre de las fechas estimadas (Appleby et al. 1997,
Turetsky et al. 2004).

Las dataciones se realizaron sobre secciones circulares de 2 cm de espesor y 10 cm de


diámetro. Debido a la compactación de la turba los primeros centímetros del núcleo
representan intervalos de tiempo cortos (meses-años), a mayor profundidad la
descomposición y compactación de la turba hace que cada sección de dos centímetros
represente varias décadas. Así, la compresión de la turba causa una distribución asimétrica
de la representatividad de las diferentes épocas con una alta resolución de los últimos 20
años.

Nosotros tomamos como variables climáticas de interés los registros históricos de


precipitación y temperatura, para esto usamos una combinación de registros históricos de
estaciones nacionales e interpolaciones globales construidas con Modelos de Circulación
Globales (GCM). Tomamos los datos usando el portal de manejo de datos del Panel
Intergubernamental de Cambio Climático (Intergovernmental Panel of Climate Change-
IPCC "http: http://ipcc-data.org/"). Los datos de temperatura promedio anual fueron
obtenidos del Climate Prediction Center (CPC "http:
http://www.cpc.ncep.noaa.gov/products/precip/realtime/GIS/retro.shtml"). Datos de la
precipitación anual para el periodo 1900-2010 se obtuvieron del Earth System Research
Laboratory (http://climate.geog.udel.edu/~climate/html_pages/download.html#P2011rev).
La resolución espacial de los datos usados fue de 0,5° por lo que ambos sitios tienen el
mismo valor de temperatura y precipitación a pesar de estar a más de 500 metros de
distancia horizontal y 300 metros de diferencia en elevación. La resolución temporal que
usamos para los registros climáticos proviene de interpolaciones mensuales de temperatura
global desde enero de 1900 hasta diciembre de 2010. Nosotros usamos datos promediados
de precipitación y temperatura por década de 1900 a 1990. Los últimos 20 años de registros
los analizamos anualmente para que correspondieran de manera más cercana con las
dataciones obtenidas. Nuestro estudio se centra en la variabilidad temporal de la
temperatura y precipitación y se debe reconocer que estos valores son promedios sobre el
área cubierta.

La paleobotánica ha desarrollado diversos marcos analíticos que hacen uso de


macrofósiles de plantas como herramientas en la determinación paleoclimática. Estas
aproximaciones metodológicas pueden dividirse en dos grandes grupos: la Aproximación
Morfológico Estructural (AME) y el Pariente Vivo más Cercano (PVM). El primer método
estudia la variación estructural de órganos vegetativos con respecto al ambiente en
comunidades actuales, y extrapola sus observaciones a comunidades fósiles con el objeto
de hacer inferencias sobre el paleoclima. Por otra parte, el método del PVM se basa en la
identificación taxonómica de especies en paleocomunidades lo que permite asignarles las
tolerancias climáticas de las especies actuales con las que están más cercanamente
emparentadas. Ambas aproximaciones tienen ventajas y desventajas propias de la
naturaleza de los datos analizados y de los métodos utilizados. El objetivo de este artículo
es mencionar la importancia de ambas aproximaciones, pero también señalar que éstas no
siempre proveen evidencia paleoclimática inequívoca y que muchas veces pueden arrojar
datos contradictorios que son resultado de diferencias en escala (geográfica, temporal y
taxonómica) y de diferencias en los procesos tafonómicos. Se ilustran algunas de las
ventajas y desventajas de las dos aproximaciones usando para ello tres casos de estudio de
determinación paleoclimática en México. En este artículo también se hace un breve
recuento de algunas aportaciones importantes en las que se relaciona la variación
estructural en hojas y madera con la variación ambiental, y que han servido como base para
el desarrollo del campo de la inferencia paleoambiental.

Además del reconocimiento de la diversidad vegetal del pasado, el objetivo central de la


paleobotánica es el proveer información sobre el funcionamiento de los organismos en un
contexto paleoecológico. Debido a que el clima ejerce gran influencia en los atributos
estructurales y fisiológicos de las especies, el potencial de las plantas fósiles como clave
para entender los climas del pasado fue reconocido en la historia temprana de la
paleobotánica (Chaloner y Creber, 1990). En la madera, al igual que en las hojas, se
reconoce una estrecha relación entre la expresión de características anatómicas particulares
y diferentes variables climáticas. Desde las primeras décadas del siglo XX, los
investigadores pioneros en el estudio anatómico de la madera (e.g., Starr, 1912) y
fisonomía foliar (e.g., Bailey y Sinnott, 1915, 1916) observaron que ciertas características
morfológicas y anatómicas se distribuían de manera diferencial en distintos sitios y que
estas diferencias eran dictadas por el clima. Basada en esta relación carácter-clima, la
paleobotánica ha desarrollado desde entonces diversos métodos para inferir variables
climáticas empleando para ello distintos marcos analíticos. Además de los métodos
isotópicos, que se basan en el análisis de los componentes químicos de las plantas fósiles
para inferir variables climáticas (e.g., Frielingsdorf, 1992), existen dos aproximaciones
metodológicas que usan la morfología y anatomía de las plantas fósiles para la
determinación de paleoambientes continentales. Los dos métodos yacen sobre principios
distintos. En el primero, llamado Pariente Vivo más Cercano (PVC), se identifican
taxonómicamente a los integrantes de un conjunto fósil y se les asignan las tolerancias
ambientales de sus parientes vivos más cercanos. Este método considera que las tolerancias
climáticas de los fósiles son similares a las de los linajes actuales con los que están
emparentados (Uhl y Mosbrugger, 1999).

El segundo procedimiento, llamado "Aproximación Morfológico Estructural" (AME), o


también conocido como "Taxon Independet Approach", supone que la expresión de
estructuras anatómicas o morfológicas (e.g., anillos de crecimiento, tamaño de vasos en
madera, fisonomía foliar, etc.) responde a las presiones selectivas por parte del ambiente
(e.g., Poole, 1994, 2000; Uhl y Mosbrugger, 1999; Weimann et al., 1999; Francis y Poole,
2002; Bamford et al., 2002). Esta aproximación no precisa la determinación taxonómica de
los organismos bajo estudio (Uhl y Mosbrugger, 1999). Estas dos aproximaciones, PVC y
AME, tienen ventajas y desventajas propias de los datos que usan para hacer sus
inferencias. El objetivo de este trabajo es ilustrar, con casos de estudio de comunidades
fósiles mexicanas, algunas de estas ventajas y desventajas.

Análisis de datos

Los cambios en la proporción de los diferentes tipos de vegetación observados en los


núcleos fueron relacionados con registros históricos de precipitación y temperatura. Los
registros históricos de las variables climáticas son producto de interpolaciones debido a la
ausencia de registros continuos en las estaciones meteorológicas cercanas. Todos los
análisis estadísticos y las figuras fueron llevados a cabo usando R x64 3.1.1 (R Core Team
2016
).

RESULTADOS

Sucesión vegetal en turberas

Las velocidades de acumulación de turba se aceleran notablemente durante los últimos 20


años indicando cambios importantes en los factores que controlan la producción y la
descomposición (Fig. 3). La distribución de los macrofósiles en los dos núcleos estuvo
dominada por D. muscoides durante los últimos 20 años con evidencia de raíces de esta
especie desde el año 1900. Los musgos diferentes a Sphagnum muestran un aumento en su
porcentaje de participación dentro del núcleo durante el periodo 1980 - 2000
aproximadamente, para luego desaparecer casi completamente; aunque en el núcleo COC1
se evidencia un aumento en las tasas de acumulación durante los últimos 10 años (Fig. 3).
Sphagnum fue poco abundante y solo se observaron unos pocos fragmentos de tallo y hojas
de Sphagnum pylaesii Brid. el cual no es formador de turba.
Referencias.

1. http://cuencas.fcien.edu.uy/cursos/materiales/Cap.pdf
2. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-
33222014000100005.
3. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0366-
52322017000100079

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