Ratones Campesinos

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= WD. 7 7 Obras de Constancio C. Vigil E] Erial. — 234 edicién en castellano. Las Enseftanzas de Jestis. — Con las debidas licencias. 2 edicién. Reflexiones Cristianas. — 22 edicidn. Las Verdades Ocultas. — 44 edicin. La Edycacién del Hijo. —.6# edicién. Amar es Vivir. — 5 edicién. Vidas que Pasan. — 34 edicién. El Hombre y los Animales. — 3# edicién. EL Maiz, Fabuloso Tesoro. — 24 edicién ilustrada. PARA LOS NINOS jUpa! — Libro con método original del autor para aprender a leer. 154 edicién. La Escuela de la Senorita Susana, — Primer libro de lectura. 124 edicién. Compafiero. — Lecturas para nifios de 8 a 10 aftos. 11? edicién. Mangocho. — Relato de la vida infantil del autor, quien se identifica con los demés nifios. 10? edicién, Marta y Jorge. — 20% edicién. Alma Nueva, — Lecturas adecuadas para la nifiez y la juventud. ~ % edicién. Cartas a Gente Menuda. — Conjunto de cartas muy breves, con bellas ilustraciones en colores, que ningiin nifio, ninguna nifa, deja- rn de leer con encanto y provecho positivo. Vida Espiritual. — Es un manual para la dignificacién del nifio, divi- dido en 5 tomitos independientes entre si, del cual se agotan conti- nuamente copiosas ediciones. Cuentos. — Son 22 los cuentos de Constancio C. Vigil, tan avida- mente lefdos por los nitios de América, y estén editados como el pre- sente en otros tantos volimenes, cuya lista completa se halla en la contratapa de este libro. Lista de precios a disposicién de quien la solicite a: Editorial Atlantida, Florida 643, Buenos Aires. r, z , ALES ute ORATONES CAMPESINOS CONSTANCIO C. VIGIL Ofi1.334 4ta Edicién de 20.000 Ejemplares EDITORIAL ATLANTIDA BUENOS AIRES Ilustraciones de Federico Ribas. ~ Derechos reservados Hecho el depésito que marca la Ley. Printed in Argentina LOS RATONES CAMPESINOS 1. caso fué que una noche del ultimo verano andaba el matrimonio Trotemenudo en procura de un sitio yer- daderamente bueno para vivir. Algunas personas creen que los ratones campesinos pue- den hacer su cueva en cualquier sitio, pero se equivocan. Hay muchos peligros y muchos inconvenientes que es necesa- rio prever. La prueba es que los Trotemenudo buscaban adonde mu-_ darse desde hacia dos semanas. Poca suerte habian tenido en el ultimo domicilio, Junto a él, de la noche a la mafiana, se establecié un hormiguero, y las hormigas no los querian de vecinos. Adrede, para que se fueran de alli, abrian a cada rato nuevos conductos, se les aparecian por todas partes, y los revisaban dormidos y despier- tos, causandoles continuos sobresaltos. No habia més solucién que conseguir otra vivienda. NDANDO, andando en la espesura del bosque, Iegaron al A gtueso tronco de un gran 4rbol caido ha tiempo en el suelo, Lo recorrieron por arriba y por abajo en toda su extensién. El sitio era tranquilo, la vegetacién muy abundan- te; no habia ningtin olor que denunciara peligro. Después de volver a oler durante undés minutos, dijo el ratén: —Mejor que esto no lo hallariamos jams. —Yo creo — dijo la ratona — que seria conveniente no perder tan espléndida oportunidad, Mafana podemos hacer Ja mudanza. —¢Mudanza de qué? — pregunté Trovemenudo. —De todas mis cosas — respondié ella. — La cascara de nuez, el trapillo que guardo para los hijitos, mi limpiatifas. —jSiempre con tus embelecos complicando nuestra vida! — exclamé Trotemenudo. —Si te parece — agregé ella — mafiana traeremos todo. —Bien, bien... — asintié él. — Escarbemos ahora para pro- porcionarnos las debidas comodidades. Pero, aunque dijo “escarbemos”, la ratona tnicamente pusose a la tarea. —Escarba, hija, escarba con brios — decia el raton, — y asi entre el tronco y la tierra quedaremos tan escondidos que Bibs ais oh eels Sie ie a aia), Ra ila ai oe ek ka nadie nos descubriré jams. —Pero, dime, bendito haragan — pregunté la ratona: — épor qué no me ayudas? —Porque yo tengo que vigilar mientras tu trabajas — res- pondié Trotemenudo. —No existe ningtin peligro — observé ella. —Calla y aptrate — dijo él. — Con el tiempo que pierdes en charlar initilmente, ya estaria nuestra casa terminada. Siguié la ratona en silencio la obra, y al rato exclamé me- tiéndose en la cueva: —iYa esta y ya entro! Miré el raton y dijo: pee = —Parece mentira que seas tan infeliz. Se te ve todo el rabo. Volvié la ratona a escarbar cada vez mis ligerito, mas li- gerito, hasta que el ratén dijo: — Basta! No hay que exagerar. Falta saber si la entrada es segura en caso de peligro. ;Voy! — Y al decir “j Voy!” se metié adentro con tanta rapidez que la ratona ni lo vid pasar. Des- pués entraron y salieron uno y otro como cuarenta veces. Al final de tantas pruebas convinieron en que la casa reunia las debidas condiciones y entraron definitivamente en ella para dormir. —No me despiertes hasta que oscurezca — recomendé el — ratén, — porque estoy tan cansado, pero tan cansado, con to- dos estos trabajos, que si no me Ilamaras dormiria una semana. NN la noche siguiente fueron hasta la anterior morada para hacer la mudanza. Era tan temprano que todavia faltaban como tres horas para la salida del sol. Cuando Ilegaron, tomé la ratona con sus dientes la cascara de nuez y le dijo al marido: —Llévame tu el limpiatifias. —jEstas sofando, mujer! — respondié el ratén. — Yo no puedo llevar nada. Ando con un dolor terrible en este diente més largo. Lleva tu algo, que yo quedaré aqui para cuidar lo demas. Partié la ratona arrastrando con muchas dificultades por terrones y zanjas la cascara de nuez y el limpiaufias. A su re- greso vid que el marido estaba sobre una planta. —éQué haces ahi? — preguntd. —Vigilo, mujer — respondié él. — ;No te dije que cui- daria lo que dejaste? Tomé la ratona el trapillo, bajé el ratén y juntos se enca- minaron hacia el nuevo domicilio. ge A distancia a recorrer no llegaba a los cien metros. _ Apenas habian andado un corto trecho cuando notd la ratona la falta de Trotemenudo. Por mas que miré y olié en todas direcciones no descubria su paradero. Muy preocupada se detuvo pensando si alguna lechuza no se lo habria llevado en vilo. De pronto, Trotemenudo salié de un agujerito. Qué manta tienes — exclamé ella festidiada de me- terte en todas partes! —Es que nunca sabe uno — respondié él — lo que se pue- de encontrar. Z —Siempre dices lo mismo y nunca encuentras nada. Y al verlo que trepaba por el tronco de un Arbol, le pre- guntd: —~¢Adénde vas ahora? —Aguarda un momento — replicé él, — que a lo mejor descubro alguna fruta rica. Esperé la ratona, recorrié él las ramas y por fin descendié. La marcha era muy lenta, porque se detenian a oler cuanto encontraban, mientras Trotemenudo repetia: —jDarse prisa! jDarse prisa! Tenemos que llegar cuanto antes. Pasaban en ese momento ante Ja cueva de una ratona muy conversadora que casualmente estaba tomando el fresco. Al verlos venir se adelanté a saludarlos y a preguntarles adénde se dirigian y si habian encontrado algo que comer. Mientras hablaban, los hijos de la charlatana salieron de Ia cueva y. em- 15 — pezaron a roer el trapillo que la sefiora de Trotemenudo habia colocado sobre la hierba. Iban ya a despedirse cuando ella noté la falta de su prenda. — Dénde est4 mi trapillo? — pregunté muy sorprendi- da, y al no hallarlo dijo con tremendo enojo: — {Sepa usted que son sus hijos muy mal educados, porque esto es un robo! —Cada una tiene — respondié la aludida — los hijos que puede, y si usted queria conservar esa basurita no la hubiera dejado por ahi. Bien se sabe lo que son las criaturas. Discutieron acaloradamente. E] matrimonio pretendia que se le entregara otra prenda semejante. Y la charlatana decia: — Creen ustedes que poseo fabrica de trapillos? Lo unico que puedo es prometerles uno igual, o mejor, cuando lo en- cuentre. En lo mas enconado de la discusién Ilegé un vientito con olor a gato y, apenas lo percibieron, dijo Trotemenudo:. —Vamos, vamos, hay peligro. Pero ya volveré yo para ajustarles la cuenta a estos ladrones. —Repare en lo que dice — contesté la otra, — porque si mi marido se entera de este insulto es capaz de hacer una bar- baridad. Quién sabe cémo hubiera terminado aquello si no fuese que seguia el olor a gato, lo que decidié a los Trotemenudo a retirarse, y sin mas ni més se fueron. Aunque con tanto miedo como ellos, la charlatana, antes de entrar en su cueva, les grité: —jOjal4 que por descomedidos y groseros, hoy mismo se les pongan los dientes del.largo de la cola y que tengan un hor- miguero en cada oreja! —jDarse prisa! ;Darse prisal! — decia Trotemenudo, — Tenemos que llegar cuanto antes, Un momento después, olvidado aquel embrollo, Trotemenu- do trepése por un tronco, y tanto demoraba en bajar. que la ra- Seige eS pec errs tona supuso que le habia ocurrido una desgracia. Cuando ba- j6 por fin, le reproché enojada la tardanza. —Es que — explicé é1 — me encontré con un ratén muy flaquito que esta alla arriba, venido de la ciudad. Me pregun- taba dénde hay aqui pan y queso. ¢Qué te parece la pregunta? —Me parece — repuso ella —.que tan bobito o mas que el de la pregunta es el que pierde tiempo en escuchar esas cosas, y después dice’ que es necesario apresurarse. Ello fué que no encontraron arbol al que no subieran uno u otro o los dos juntos, ni agujero en el que no entraran, ni cosa que no oliesen o royeran. Asi, aquel viaje, comenzado tan temprano, terminé a la luz del dia y sin traer la ratona absolutamente nada. Por fin se introdujeron en la vivienda preparada y se acos- taron a dormir, pues se hallaban bastante fatigados. ile igo esaparece el sol en el horizonte cuando el matrimonio se despierta y decide visitar los alrededores de la nueva residencia. Las salidas son tan frecuentes como rapido el regreso. El mas leve ruidito y cualquier olorcillo sospechoso los hace huir despavoridos. Ya es noche oscura. Se oye de pronto un grito de terror y luego vuelve el silencio. Ello significa que algtin bandido noc- turno ha sorprendido en el suelo 0 en un Arbol a su victima. Mamiferos y aves de rapifia se aproximan cautelosamente a la presa y le asestan.una feroz dentellada, o un terrible golpe de pico, o le clavan de pronto las aceradas garras. Nacidos y criados en el bosque, los Trotemenudo estan as 0) acostumbrados a todo eso. Saben que la vida es dura y que para comer hay que matar. Lo corriente es matar hoy y ser mafiana comido. Al escuchar algun grito de muerte se de- tienen azorados un momento y luego continwan su camino con el ojo avizor y el oido atento, procurando evitar el menor ruido que denuncie su presencia. os ratones de campo, mas pobres y flacuchos que los do- mésticos, no disfrutan de cocina ni despensa, soportan los rigores de la intemperie y son por fuerza muy busca- vidas y poco delicados en la eleccién de alimentos. Mientras el ratén que vive en una casa no tiene mas enemigos entre los animales que el perro y el gato, los Trotemenudo son bocado apetecido por numerosos mamiferos, entre ellos el zorro y el zorrino, el hurén y el coati. Entre las aves los buscan para devorarlos todas las de rapifia y numerosas zancudas. Para las viboras son manjar predilecto. Y también, de dia y de no- che, las lechuzas los espian lo mismo que los gatos, y si los des- cubren fuera de la cueva los levantan en vilo y se los llevan para siempre. Tampoco ellos, por su parte, perdonan la vida a nadie y a crueldad no hay quien les gane, aunque como son tan débiles no pueden atacar a quien se defienda. En cambio, durante la noche trepan a los 4rboles y reco- rren las ramas. Cuando descubren un nido se introducen en él, debajo de la madre, que cubre amorosamente a sus hijitos y los oprime con todas sus fuerzas como tinica defensa. Ape- nas alcanzan con el hocico la tierna carne de los polluelos la ae desgarran con sus dientes y hacen crujir los menudos hueseci- llos, mientras devoran a prisa cuanto pueden. Si en vez de pajaritos hallan huevos, los rompen y los comen como a ex- quisito manjar. Terminado el banquete regresan muy oron- dos a su cueva. Cuesta creer que con su apariencia inofensiva sean capaces de accién tan espantosa, pero es preciso recordar que no lo hacen por gusto, sino impulsados por la necesidad de alimentarse. entre hambres y comilonas, disparadas y paseos, sustos y visitas, pues ha de saberse que los ratones se visitan. Re seut convicae aclaar uns noublo diferencia aie axe entre ellos y las ratas. La rata es insociable, discola, penden- ciera y vive solitaria en su cueva, salvo la que tiene hijos y A can tanto pasaba el matrimonio los dias y noches ye en tanto son pequefios. Las del mismo sexo son enemigas y se pelean con ferocidad. Los ratones, en cambio, viven en parejas, Ia cueva es de la familia y son propensos a la amistad entre ellos, Frecuente- mente salen con el unico fin de visitar en su casa a los ratones de la vecindad. Fué en una de estas visitas que los Trotemenudo se entera- ron del acontecimiento que preocupaba a los animales. Se tra- taba nada menos que del cumpleasios del tigre, el mas poderoso, vengativo y sanguinario de todos. Nadie puede menospreciarlo, nadie se siente a salvo de sus despiadadas garras. ie L mismo tigre habia propalado la noticia, pues a todos los animales les hacia esta pregunta: " —

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