Ficha de Análisis N°1 - ELOGIO DE LA LECTURA
Ficha de Análisis N°1 - ELOGIO DE LA LECTURA
Ficha de Análisis N°1 - ELOGIO DE LA LECTURA
2. Deduce y opina sobre el tipo de texto, el tema, las relaciones de causa y efecto que
generan las vivencias personales del escritor en su vocación de escritor y los
argumentos en los que sustenta su discurso.
Elementos Señalar quién es:
Emisor
Contexto
Público asistente
Elementos Describe
¿Cómo presenta
el saludo?
¿Cómo inicia el
discurso?
¿Qué argumentos
plantea para
sustentar su
IE con Convenio Nuestra Señora de la Esperanza
Educar con todo detalle y amor en una convivencia democrática y fraterna
“Año del fortalecimiento de la Soberanía Nacional”
discurso?
¿Cómo concluye?
Influencia de la Ficción
NOS EVALUAMOS
GRADO Y
COMUNICACIÓN ACTIVIDAD N° 1 OBSERVACION
SECCIÓN:
ES
EQUIPO N° N° DE ORDEN INTEGRANTES
DOCENTE:
DISCURSO
Elogio de la lectura y la ficción
IE con Convenio Nuestra Señora de la Esperanza
Educar con todo detalle y amor en una convivencia democrática y fraterna
“Año del fortalecimiento de la Soberanía Nacional”
solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso
en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que
hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar
primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca.
Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que
inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización
es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida
con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más
conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera
existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en
la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como
es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que
debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas
que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.
Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida
sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología
o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza
y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes
empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que
establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores
independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación
discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la
libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo
acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias,
propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es
más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la
conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de
quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros
y mejor.La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o
sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que
nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el
corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se
traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julien Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El
Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al
cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro
Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda,
Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La
literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen
entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.
(…)
https://elpais.com/diario/2010/12/08/cultura/1291762802_850215.html