Ficha de Análisis N°1 - ELOGIO DE LA LECTURA

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IE con Convenio Nuestra Señora de la Esperanza

Educar con todo detalle y amor en una convivencia democrática y fraterna


“Año del fortalecimiento de la Soberanía Nacional”

Ficha de análisis N°1


Leer y opinar sobre hechos e ideas del discurso elogio de la
lectura y la ficción

1. Lee el texto “Elogio de la lectura y la ficción” de Mario Vargas Llosa .

2. Deduce y opina sobre el tipo de texto, el tema, las relaciones de causa y efecto que
generan las vivencias personales del escritor en su vocación de escritor y los
argumentos en los que sustenta su discurso.
Elementos Señalar quién es:
Emisor

Contexto

Público asistente

A. Sobre la situación de comunicación del Discurso

B. Sobre los elementos del discurso:

Describe y extrae el fragmento donde se muestra los elementos solicitados

Elementos Describe
¿Cómo presenta
el saludo?

¿Cómo inicia el
discurso?
¿Qué argumentos
plantea para
sustentar su
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“Año del fortalecimiento de la Soberanía Nacional”

discurso?

¿Cómo concluye?

C. Sobre el contenido del texto:

Elementos Extrae y sustenta


Hechos relevantes para su gusto por
la lectura en la escuela

Familiares que lo apoyaron y cómo

Menciona cuatro escritores que


influenciaron en su carrera de escritor
y cómo

Influencia de la Ficción

3. Opina sobre el discurso leído


¿Qué les ha parecido más interesante del
discurso de Mario Vargas Llosa? Justifica
¿Qué opinan de las ideas del primer y
segundo párrafo? ¿Es imprescindible el
apoyo de la familia para el éxito de un
escritor?
¿Vargas Llosa consideraba fácil escribir
historias? ¿Qué nos dice esto sobre su
vocación?
En el sexto párrafo del texto Vargas Llosa
menciona algunas características del Perú.
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Educar con todo detalle y amor en una convivencia democrática y fraterna
“Año del fortalecimiento de la Soberanía Nacional”

¿Están de acuerdo con esa descripción?


Fundamenten su respuesta
Según el discurso leído, ¿por qué son
importantes las obras de ficción?

NOS EVALUAMOS

CRITERIOS DE EVALUACIÓN Puntaje


Valoración
obtenido
Identifica la situación comunicativa del discurso:
emisor, contexto y destinatario 4
Reconoce y describe como se presentan los
elementos del discurso: saludo, presentación, el 4
desarrollo de los argumentos y conclusión
Extrae y sustenta el contenido del discurso 6
Establece un juicio crítico sobre las vivencias
personales de MVLL expresadas en el discurso. 6

GRADO Y
COMUNICACIÓN ACTIVIDAD N° 1 OBSERVACION
SECCIÓN:
ES
EQUIPO N° N° DE ORDEN INTEGRANTES

DOCENTE:

DISCURSO
Elogio de la lectura y la ficción
IE con Convenio Nuestra Señora de la Esperanza
Educar con todo detalle y amor en una convivencia democrática y fraterna
“Año del fortalecimiento de la Soberanía Nacional”

Señor secretario perpetuo de la Academia Sueca, señores académicos, señoras, señores,


queridos amigos.
Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en
Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta
años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en
imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome
viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d'Artagnan,
Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso
Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo
inerte de Marius a cuestas.
La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de
hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que
escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o
quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo:
prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi
infancia de exaltación y de aventuras.
Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los
poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva
reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y
alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores.
Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe
cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido
dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida
paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y
extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte
un espectáculo pasajero.
No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y
las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros
para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina
tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma -la escritura y la estructura- lo que
engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad,
Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza
estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra
de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar
el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y
Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los
argonautas, la Odisea y la Ilíada.
Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras
nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de
contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con
sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos
libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir,
aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.
Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres,
analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo
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solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso
en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que
hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar
primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca.
Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que
inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización
es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida
con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más
conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera
existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en
la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como
es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que
debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas
que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.
Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida
sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología
o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza
y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes
empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que
establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores
independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación
discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la
libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo
acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias,
propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es
más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la
conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de
quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros
y mejor.La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o
sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que
nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el
corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se
traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julien Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El
Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al
cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro
Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda,
Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La
literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen
entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.
(…)
https://elpais.com/diario/2010/12/08/cultura/1291762802_850215.html

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