Funcion Policial

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FUNCION POLICIAL - SEGURIDAD CIUDADANA-

DERECHOS HUMANOS

Apuntes Varios

“La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano


necesita de una fuerza pública, por lo tanto, esta fuerza ha sido
instituida en beneficio de todos, y no para el provecho particular
de aquellos a quienes ha sido encomendada”. (Asamblea Nacional
Constituyente, Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano,
París, 4 -11 de agosto de 1789))

¿Qué es la policía?
La policía es la institución encargada de velar por el manteni
miento del orden público y la seguridad de los ciudadanos, a las ór
denes de las autoridades políticas del Estado, a través del desarro
llo de un conjunto de labores institucionales que giran en torno del
control del delito mediante su prevención, conjuración e investiga
ción.
Especificidad de la policía

A diferencia de otras instituciones, la labor y competencia exclusi


va de la policía está dada por el uso de la fuerza física, real o potencial,
a los fines de afectar el comportamiento de determinadas personas, limi
tando sus derechos individuales en razón del interés público, dentro de
un contexto social determinado y en ciertas circunstancias específicas.

Características funcionales de la policía

 Autorización social para el ejercicio de sus labores.

 Jurisdicción interna en la aplicación de las normas y el con


trol del delito.

 Eventual uso de la fuerza física como condición


exclusiva y específica para el control del delito.

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Características orgánicas de la policía

 Institución pública organizada, dirigida y financiada por la


comunidad.

 Institución especializada con basamentos doctrinales, or


ganizativos y funcionales estructurados en función del cumplimiento
de su competencia exclusiva referidas al eventual uso real o poten
cial de la fuerza.

 Institución profesional con estructura burocrática y jerár


quica compuesta por funciones y competencias ejercidas por un
funcionario especializado

Funciones básicas de la policía

 Policiamiento Preventivo.
 Policiamiento Complejo.

1- ) Policiamiento preventivo

Conjunto de tareas y actividades policiales tendientes a:

 Evitar u obstaculizar la posibilidad o la decisión de cometer


un delito.
 Identificar o impedir la realización de hechos o actos que,
dadas determinadas circunstancias y elementos objetivos, pudieran re
sultar delictivos o que pudieran configurar actos atentatorios de la
seguridad pública.
 Hacer cesar un delito e impedir sus consecuencias poste
riores.

Acciones básicas del policiamiento preventivo:

 Prevención directa, mediante acciones disuasorias inme


diatas y directas.

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 Prevención indirecta o situacional, mediante acciones
tendientes a neutralizar las condiciones favorables para la comisión de
delitos .
 Prevención conjurativa, mediante acciones tendientes a
inhibir, neutralizar o abortar en forma inmediata un hecho delictivo en
desarrollo, evitando la producción de consecuencias posteriores

2-) Policiamiento complejo

Conjunto de tareas y actividades policiales tendientes a identifi


car, interrumpir y/o conjurar las actividades de grupos delictivos organi
zados, es decir, grupos estructurados durante cierto tiempo y que
actúan concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos
graves con miras a:

 Obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico


u otro beneficio de orden material (criminalidad organizada).
 Intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una
organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo
(terrorismo).
 Atentar contra los poderes público, el orden constitucional
y la vida democrática (criminalidad política).

UN POCO DE HISTORIA.- EL TEMA DE LOS


DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA

Definidos estos conceptos anteriores, que serían los ejes de la


actuación en general de la POLICIA, conviene resumir un poco la histo
ria de porque razón se ha llegado a resumir la función de la Fuerza
Publica en los anteriores y breves conceptos.

Lamentablemente, el proceso de democratización que se inició


en Argentina en 1983, no trajo consigo la conformación de un sistema
de Seguridad Pública, que permitiera identificar, abordar y procesar el
conjunto de los conflictos sociales, relacionados con aquellas conductas
que configuran delitos.

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Por lo tanto, el retorno de la democracia, en el plano de la SEGU
RIDAD PUBLICA, no significó la consolidación del imperio efectivo de la
ley sino que, durante bastante tiempo, consolidó situaciones de violen
tos abusos de los derechos humanos.

En este primer tramo de la historia, EL ESTADO DEMOSTRO


SER INCAPAZ de asegurar la efectividad de sus leyes y de sus políti
cas a lo largo del territorio.

Las causas fueron muchas, pero en general, quedó demostrado


en esta etapa UNA INCAPACIDAD DEL ESTADO, especialmente del
sistema de seguridad policial y judicial, para tener en cuenta DOS
FACTORES:

A-) Identificar, procesar y resolver adecuadamente los nuevos


conflictos,
B-) Darse cuenta del crecimiento del delito y su complejidad, que
difería de lo que se conocía como DELITO TRADICIONAL, y en conse
cuencia no acertar en las soluciones,que deberían ser: PREVENIR, EN-
FRENTAR, CONJURAR Y REPRIMIR TALES CONDUCTAS.

El aumento de la criminalidad en esa etapa histórica, dio lugar a


una PROFUNDA CRISIS DE SEGURIDAD, CRISIS QUE TUVO SU EX
PRESION MAS ELOCUENTE EN EL COLAPSO DEL SISTEMA POLI
CIAL.

Este punto no ha sido siempre apropiadamente analizado, lo que


ha impedido elaborar lineamientos para la modernización del sistema
policial de acuerdo a parámetros de eficiencia y legalidad que debe re
gir su funcionamiento y organización.

Y en ese contexto, por aquella época, se analizaron dos aspec


tos centrales de la cuestión, a saber:

A.-) las formas tradicionales de organización de los sistemas Po


liciales de nuestro país y de las modalidades habituales de prevención
e investigación criminal; y

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B.-) la problemática del delito, su aumento y su complejización y,
en particular, la estructuración de ciertas modalidades particulares de
criminalidad organizada.

Del contraste entre estas dos dimensiones comenzaron a surgir


nuevas formas de encarar la cuestión de Seguridad.

EL MODELO TRADICIONAL DE LA POLICIA

En una democracia, las tres funciones básicas de la instituí


ción policial son las siguientes:

1. La prevención de delitos, acción que tiene el fin de evitar o


abortar la decisión de cometer un delito o impedir la realización de he-
chos o actos que impliquen un delito.

2. La intervención en la represión de delitos a través de su parti


cipación en la investigación criminal, lo que significa búsqueda y reu
nión de los elementos de prueba y la identificación y localización de las
personas sospechadas de ser responsables de los mismos, todo ello
bajo la conducción judicial.

3. El mantenimiento de la situación de seguridad pública, me


diante acciones que apuntan a prevenir, neutralizar y conjurar cualquier
tipo de hecho -violento o no- que obstruya, limite o cercene la paz social
y la libertad personal o vulnere la situación de seguridad de las perso
nas.
En otras palabras: LA FUNCION POLICIAL CONSISTE EN LA
PROTECCION CIUDADANA FRENTE A DETERMINADOS RIESGOS
QUE SUPONEN UNA LESION A LOS DERECHOS Y LIBERTADES DE
LAS PERSONAS.

Esta función implica el EJERCICIO DE UN SERVICIO DE PRO-


TECCION a los derechos y libertades de las personas frente a actos
que los puedan lesionar, actuando siempre en el marco de la legalidad.

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Frente a este cuadro, el sistema de SEGURIDAD, se estructuró
sobre la base de un conjunto de parámetros tradicionales que resulta
ron de un largo proceso histórico.

En su contexto, la institución policial argentina se fue con-


formando básicamente como un organismo al servicio de los go
biernos estatales de turno más que de las comunidades, en el
marco de una concepción de la seguridad asentada en el deber de
protección del Estado y no de los derechos y libertades ciudadana.

Asimismo, esta evolución se realizó bajo la égida de un doble


proceso institucional.

Por un lado, durante los regímenes autoritarios, los gobiernos mili


tares asumieron un férreo control de las policías y posicionaron a éstas
como piezas claves del control represivo interno dirigido por las Fuerzas
Armadas. Ello trajo aparejado una manifiesta militarización organizativa
y funcional de las policías.

Y, por otro lado, durante los períodos democráticos, las sucesi


vas y diversas gestiones gubernamentales delegaron sistemáticamente
en las policías el manejo exclusivo de los asuntos de la seguridad pú
blica, sin que, en general, mediara ningún tipo de reconversión del perfil
militarista que dichas instituciones habían asumido tanto en su interior
como en su relación con el poder político y con la sociedad.

Así, las agencias policiales de nuestro país, lejos de consti-


tuirse como policías civiles y ciudadanas, se fueron conformando
como guardianes del orden político y como policías militarizadas ,
más sensible a las orientaciones e intereses de los gobiernos que
a los dictados de la ley.

En suma, como resultado de este proceso histórico, se conformó


un modelo tradicional de organización de la seguridad pública en nues
tro país, cuyas características más importantes están centradas en : 1-)
el desgobierno político sobre los asuntos de la seguridad pública y
policiales; 2-) el autogobierno policial de la seguridad pública y del

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sistema policial mismo y ,3-) la exclusión comunitaria de los Asun
tos de la Seguridad Pública.

En cuanto al primer punto, el modelo estuvo signado por un RE-


CURRENTE DESGOBIERNO POLITICO sobre los asuntos de seguri-
dad publica. La dirigencia política delego en las agencias de seguridad,
el monopolio de este tema. A su vez, estas agencias de seguridad,
orientaron la solución del problema, sin intervención de otros organis
mos del estado y con un concepto totalmente distinto al de la realidad.

Ello respondió principalmente a la permanente falta de voluntad


y/o capacidad gubernamental para ejercer la conducción del sistema de
seguridad pública y policial, dando lugar a una serie de deficiencias
institucionales significativas tales como

A-) la ausencia de un marco legal y organizacional adecuado


para el diseño y formulación de políticas o programas de seguridad
Pública,

B-) la falta de una burocracia compuesta por funcionarios y


agentes gubernamentales especializados en los asuntos de la Seguir
dad Publica y en las cuestiones policiales; y

C-) la carencia de de instancias u órganos de consulta o aseso


ramiento gubernamental en la materia.

En consecuencia, la dirección, administración y control integral


de los asuntos de la seguridad pública así como la organización y el fun
cionamiento del sistema policial quedaron en manos de las propias
agencias policiales, generando así una suerte de policialización de la
seguridad pública.

Por su parte, esta impronta de desgobierno político y de delega


ción a las agencias policiales del ejercicio de la administración de la se
guiridad pública trajo aparejado un PROCESO DE AUTONOMIA POLITI
CA DE LA PROPIA POLICIA, permitiendo que ésta definiera sus pro
pias funciones, misiones y fines institucionales, se proporcione sus pro
pios criterios y medios para cumplirlos o alcanzarlos y, en ese marco,

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también estableciera los objetivos y orientaciones generales de la segu
ridad pública en su conjunto.

En el interior de las agencias policiales, se apuntaló una marcada


independencia doctrinal,orgánica y funcional en su desarrollo y proye
cción institucional frente al gobierno estatal y frente a la sociedad mis
ma. Ello permitió que estas agencias actuaran con frecuencia co-
mo si estuvieran por encima y más allá de la autoridad constituicio
nal del gobierno, resistiendo con relativo éxito a todo tipo de iniciativa
gubernamental tendiente a erradicar, reducir o cercenar dicha autono-
mía.

También en ciertas situaciones, dentro del modelo tradicional, se


entabló UN PACTO EXPLICITO O TACITO, mediante el cual, el gobier
no delego totalmente la administración de la seguridad pública a la poli
cía y EN ESPECIAL la formulación e implementación de su política
crimi nal, así como también la conducción estratégica y operativa de la
propia institución policial, y aceptó no intervenir en el funcionamiento de
la institución o de hacerlo conforme a los parámetros que se le
indicaron desde dentro de la fuerza misma.

A cambio de ello, la organización policial, garantizo al poder politi


co determinados límites de seguridad publica, que no afectaren profun
damente al conjunto ciudadano.

En segundo término, como consecuencia del desgobierno políti


co, el modelo tradicional ha supuesto el autogobierno policial sobre la
seguridad pública y el sistema policial mismo.

En este marco, las agencias policiales de nuestro país se confor


maron sobre la base de una estructura orgánico-funcional centralista.
Ello implicó un centralismo organizacional basado en la existencia de
una conducción policial ejercida por un “estado mayor” de carácter
castrense, con estructura cerrada, hiperjerarquizada y militarizada.

Además, ello se asentó en un régimen de personal milita-


rista signado por una carrera policial y un sistema de personal,
pases y ascensos de corte netamente castrense.

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Asimismo, en este modelo, se concentró en un mismo departa
mento, las funciones las funciones típicas de la seguridad preventiva
como las funciones atinentes a la investigación criminal. . En la mayoría
de esas instituciones no ha existido una clara diferenciación organizacio
nal interna entre aquellas funciones, y muchas veces éstas han sido di
fusamente atribuidas a diferentes secciones o dependencias generan
do superposiciones, incongruencias y contradicciones organizacional-
les.
A su vez, casi sin excepción, la estructura interna de personal y,
en su marco, el sistema de pases y ascensos policiales de las referidas
agencias han mantenido un trazo militarista, rígido y cerrado, es decir,
una impronta alejada de los necesarios parámetros de profesionalidad
basados en el mérito y el desempeño policial.

Las estructuras jerárquicas internas se compusieron por el


personal superior y personal subalterno, constituyendo compartimentos
estancos que emulaban las estructuras orgánicas castrenses basadas
en la diferenciación entre los miembros de conducción y el resto de la
institución. Lo mismo aconteció con el sistema de incorporación, pases
y ascensos policiales, que no tenían en cuenta el aspecto profesional.

Así, este tipo de estructura sirvió como mecanismo de control po


lítco-institucional interno de parte de la cúpula policial sobre el resto de
la fuerza. Dicho control, además, también abarcó algunas prácticas sub
terráneas o paralelas, desarrolladas al margen de las leyes y las nor
mas, pero que han sido admitidas, impuestas, reguladas, gobernadas y
férreamente controladas por la propia cúpula.

En este marco, el modelo tradicional estuvo orientado al ejercicio


de un control social extra-institucional no encaminadas principalmente a
la seguridad preventiva sino, más bien, a la inspección y represión de
todo tipo de conducta no delictivas -generalmente inscritas en
conceptos amorfos de salubridad y moralidad social- considerada por la
propia policía como vulneratorias de una cierta noción autoimpuesta de
orden público.

Es decir, ANTES QUE PREVENIR DELITOS, LA INSTITUCION


SE PROYECTO COMO UNA INSTANCIA DE RESGUARDO DE UN

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TIPO DE ORDEN PUBLICO, determinando tipos de criminalidad, de
cencia pública y/o seguridad originados en la propia institución.

El uso discrecional de las facultades policiales para detener per


sonas, sin autorización judicial, sirvió como una modalidad de control so
cial subterráneo, cuya máxima expresión en algunos momentos, se iden
tificó con LA MANO DURA o el llamado concepto de TOLERANCIA CE
RO.
Se asimiló el concepto de PREVENCION, con el de DISUASION,
considerándose que la tarea preventiva, requiere exclusivamente un
gran número de personal en las calles. Dicho personal actuaba, más
como una fuerza de choque, que en base información sobre la actividad
delictiva. De ahí, que en el modelo tradicional, la recurrencia siempre se
ría contar con mayor cantidad de efectivos, en vez de estrategias focali
zadas en la prevención.

Todo ello dio lugar a ciertas modalidades del actuar policial, que
han quedado en olvido, pero que han signado su historia, con una pesa-
da mochila que aun hoy cuesta desactivar. Igualmente, aquella sub-cul
tura policial, muchas veces estuvo incentivada por las autoridades publi
cas , al proclamar la necesidad de endurecer el accionar policial. Otros
de los fenómenos que trajo aparejado aquel modelo tradicional, ha sido
la institucionalización de de verdadero sistema penal subterráneo, en el
cual participaron hombres de la fuerza, en acciones delictivas.

En tercer lugar, en este modelo de policía, la relación existente


entre la comunidad y la policía se caracterizó por la ausencia de toda
participación comunitaria en los asuntos de la seguridad pública y, parti
cularmente, en el diseño, implementación y evaluación de las políticas
de seguridad y en el control del desempeño policial.

Frente a la ciudadanía en general, esta situación, es decir, la ma


nifiesta ineficacia policial en la prevención y represión del delito así co
mo el creciente conocimiento público de recurrentes abusos y extralimi-
taciones institucionales cometidas por agentes policiales durante las ulti
mas décadas dieron lugar a una notoria y extendida desconfianza co
munitaria hacia dichas fuerzas.

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En general, la policía no consideró necesaria la participación de
la ciudadanía en el tema de la participación ciudadana en el tema de
Seguridad sino que, además, se posicionó a la misma policía como la
única institución capaz de identificar y accionar sobre esos problemas y
situaciones.

En resumen,en el contexto del modelo tradicional de seguridad


pública,la institución policial se estructuro sobre ciertos parámetros orga
nizativos y funcionales que aparecen desactualizados y anacrónicos
frente a la compleja situación delictiva existente en nuestro país.

En lo relativo a las tareas policiales en materia de seguridad pre


ventiva, las deficiencias de los sistemas policiales tradicionales respon-
dieron en gran medida a la existencia de una inadecuada estructura de
personal policial, con deficiente entrenamiento y poca capacitación.

Asimismo, otro factor estructural que ha cercenado la eficiencia


del sistema de seguridad preventiva ha sido la existencia de un elevado
número de dependencias policiales de carácter administrativo –destaca
mentos, seccionales o comisarías, según los casos-, absorbiendo una
enorme cantidad de recursos humanos en el desenvolvimiento de ta
reas no-policiales así como también el hecho de que numerosos efec
tivos policiales fueron comisionados a diferentes destinos no-policiales
para el cumpliendo de tareas de vigilancia de numerosos organismos
pú blicos y privados y custodias personales a funcionarios públicos y a
la alta concentración de personal y recursos policiales en el marco de
las jefaturas policiales.

Por su parte, en este escenario institucional, se carecía de un


registro, sistematización y análisis actualizado y permanente de la
situación delictiva y de un mecanismo apropiado de recolección de la
información referida a los incidentes y hechos delictivos cometidos y
conocidos en jurisdicción de las diferentes dependencias policiales y su
transmisión a un ámbito abocado al procesamiento y análisis regular y
periódico de aquella información, ha impedido elaborar un mapa del
delito que diera cuenta de la problemática criminal de la jurisdicción
mediante la identificación de zonas,y/o horarios de alto, mediano y bajo
riesgo en los que se concentran determinados tipos, de incidentes, fal

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tas y/o crímenes, y sobre los cuales debería centrarse la actuación poli-
cial preventiva o conjurativa.

A su vez, ha sido habitual que en estas policías no exista un cuer


po doctrinal de inteligencia criminal y, muy especialmente, de una de
pendencia técnico-policial especializada en la producción de inteligencia
criminal conducente a la prevención del delito.

En las modalidades tradicionales de labor policial el núcleo princi


pal de las tareas de inteligencia se restringió a la mera recolección de
información surgida de la investigación de hechos delictivos ya ocurri
dos, del aporte de informantes confidenciales o de ciertas operaciones
encubiertas mayoritariamente informales y hasta ilegales.

Finalmente, la inexistencia de un sistema de policiamiento comu


nitario perfilado a la prevención y conjuración de los delitos leves, los
conflictos sociales menores, los desórdenes y las faltas cercenatorias
del orden público local ha alterado sensiblemente el vínculo articulado
entre la comunidad, la institución policial y el poder político local o mu
nicipal.

La sistemática desatención policial a este tipo de incidentes me


nores deterioró la necesaria relación que debe mantener la policía con
la comunidad, lo que impactó gravemente en la vida colectiva.

LA NUEVA PROBLEMÁTICA DELICTIVA EN LA ARGENTI


NA

No es necesario abundar mucho sobre la nueva problemática de


lictiva en Argentina, que es harto conocida, pero si importante destacar
que Ahora bien, la problemática delictiva en la Argentina está íntima
mente vinculada a las condiciones sociales existente en su territorio,
particularmente, en las grandes ciudades y suburbios que han servido
de escenario destacado al crecimiento delictivo.

El crecimiento de la pobreza y la indigencia no ha sido la causa


del aumento de la violencia y de la delincuencia sino que, para ello,han
convergido una serie de factores sociales, culturales y económicos que

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han favorecido la conformación de situaciones de violencia y, en su
marco, de delincuencia.

Existieron condiciones sociales que dan cuenta del desarrollo de


un profundo proceso de desintegración y diferenciación social signado
por el creciente deterioro de las condiciones de vida de los sectores
medios y bajos, la desagregación de los grupos familiares y vecinales
básicos, la ruptura de los lazos de solidaridad comunitaria tradicionales,
la consolidación de una estructura altamente regresiva de distribución
de los ingresos y las riquezas y la conformación de vastos sectores su
mergidos en una situación de vulnerabilidad y marginación social.

Esta situación, en su conjunto, ha moldeado una estructura social


compleja y heterogénea en cuyo seno se ha producido un significativo
crecimiento del factor estructural determinante de la violencia y la cri
minalidad, es decir, la exclusión y marginación social.

En efecto, bajo estas tendencias, se fue configurando una


dinámica social proclive a la apelación a la violencia o a la delincuencia
como alternativa de adaptación individual y, en ciertos casos, como ins
tancia fundamental de sobrevivencia material y de referencia simbólica
dentro del conjunto social, lo que ciertamente fue apuntalado por la au
sencia de otros poderes u organizaciones sociales con capacidad para
mediar o contener a los excluidos y marginados.

Asimismo, en el marco de este proceso de desintegración social,


las personas están viviendo una situación de inseguridad recurrente y
de incertidumbre permanente, en cuyo contexto se imponen dos tipos
de demandas sociales y políticas predominantes, a saber, una deman
da de estabilidad y una demanda de protección.

La demanda de estabilidad responde a la necesidad de cons


truir un clima social relativamente estable y predecible, es decir
que la estabilidad prevalezca sobre otras demandas o
preferencias, inclusive aquellas de carácter económicas.

A su vez, la demanda de protección deriva de la primera y se


asienta en la necesidad de generar condiciones institucionales que

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permitan neutralizar las amenazas y riesgos recurrentes a la segu-
ridad social y económica, sea individual y/o colectiva.

Por su parte, el crecimiento relativo de las diferentes modalida-


des de criminalidad también está vinculado a la crisis del Estado en su
función de resolución de los conflictos sociales básicos y, a la incapaci
dad de éste para prevenir, enfrentar, conjurar y reprimir exitosamente al
delito en sus diferentes manifestacio nes, cuya cara más visible está da
da por el colapso del sistema judicial-penal, penitenciario y, particular
mente, el sistema policial, cuando no por el ejercicio sistemático y re
currente de la violencia ilegal avalada o llevada a cabo por los poderes
públicos o algunas de sus agencias.

Ello ha dado lugar a un nuevo régimen de marginalidad urbana


en el que, a las situaciones de pobreza y exclusión social, se les ha su
mado la privatización total de los circuitos básicos de socialización indi-
vidual y grupal y de estructuración colectiva.

En este escenario, surge el auge del consumo y venta de drogas,


y también, se acepta como una alternativa de vida para muchos jóvenes
de estas zonas marginalizadas. Se acentúa el DELITO DE CUELLO
BLANCO y la ausencia de la justicia, en fallos razonables y sensatos.

La modernización policial.
Policía y delito: hacia una estrategia acertada.

En este marco, la modernización de los sistemas policiales y su


adecuación a la imperiosa necesidad de llevar a cabo estrategias
eficientes en materia de seguridad preventiva y de investigación crimi
nal, fue requiriendo de la implementación de una serie de políticas y
medidas, con el objeto de construir una policía ciudadana, direccionan
do la labor policial, hacia la prevención o conjuración temprana de
delitos así como al desarrollo de una eficiente investigación criminal de
aquellos ilícitos ya cometidos.

Vale decir, la problemática del delito debe constituir el eje de


funcionamiento y organización de un sistema policial moderna.

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La labor policial debe estar centralmente orientada al trata-
miento y la resolución de aquellos incidentes o eventos criminales
que, en su conjunto, constituyen grupos de “problemas delic-
tivos”, cuyo desarrollo vulneran la situación de seguridad pública.

Un problema delictivo está conformado por un grupo de inciden


tes o eventos criminales de similar naturaleza y modalidad –por ejem-
plo, robos, hurtos, secuestros, asaltos, lesiones, homicidios, etc.- que
concierne e impone la intervención policial a los efectos de su preven
ción, conjuración o investigación.

Por lo tanto, la reformulación de este tipo de policiamiento


deficiente requiere del conocimiento y análisis regular y permanente
mente actualizado de los diferentes tipos de problemas criminales, com
binando factores de prevención, disuasión y reunión de inteligencia
criminal, con un alto grado de profesionalización del personal.

En el afán de encarar esta problemática, algunos han puesto el


acento en que la solución radica en asentarse CASI EXCLUSIVAMEN
TE en el desarrollo de un sistema eficiente de educación de los cua
dros policiales, unido a ello, con un intenso control interno de los abu
sos y corrupción policial.

Otras visiones, dan prioridad a la participación comunitaria en


asuntos de seguridad.

Sin embargo, ambas visiones son parciales y externas al proble


ma de la institución policial y su organización interna.

Mas bien, son un cúmulo de factores los que contribuirán a un


mejoramiento de la profesionalización policial, en donde no están au
sentes las anteriores opiniones, que obviamente tienen su peso.

Ningún desajuste o anacronismo en la función policial, se po


drá mejorar si todo ello no se inscribe en el marco de un proceso
de cambio y modernización de las formas de trabajo policial en las
funciones de prevención delictiva e investigación criminal y en la
vida institucional de la agencia policial.

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El verdadero ámbito de capacitación, entrenamiento y con
trol del desempeño policial es el destacamento, la unidad o la co
misaría en donde los integrantes de la institución llevan a cabo co-
tidianamente y durante décadas sus labores diarias. Esas depen
dencias constituyen las unidades operativas básicas de la policía.

Es allí donde sus miembros se socializan institucionalmente


y adquieren los principales hábitos, prácticas y formas de interpre
tación con relación a su labor, a la sociedad, al crimen y a su
propia institución.

Y es allí donde debe producirse el cambio modernizante. 1

LA SEGURIDAD CIUDADANA COMO POLITICA


DE ESTADO

Como parte de todo este entramado, las modernas teorías han


enfocado el tema de la seguridad en un modo integral, refiriéndose a
una SEGURIDAD HUMANA combinada con un DESARROLLO HUMA
NO, en un ámbito de igualdad y democracia.

El Desarrollo Humano implica para la población, determinados


niveles de educación, salud, distribución del ingreso, condiciones labora
les dignas, calidad ambiental, etc, elementos que sirven para medir la
SEGURIDAD CIUDADANA.

Este enfoque, presenta la particularidad de señalar que los


problemas singulares que definen la SEGURIDAD, deben ser resueltos
en un nivel colectivo, mediante la construcción de instituciones y
compromisos sociales amplios, con un mínimo uso de la fuerza y con
un profundo respecto de la ley y de los derechos fundamentales de las
personas.

Es indudable, que parte importante de las dificultades que pre


senta la solución del problema, proviene de la COMPLEJIDAD TECNI
1
Síntesis del trabajo:Seguridad, Democracia y Reforma de la Organiza-
ción Policial en la Argentina. Marcelo Fabián Saín, Mayo de 2003.

16
CA DE LOS MISMOS y de la URGENCIA SOCIAL QUE EL TEMA AME
RITA.

Existen llamadas teorías progresistas que sostienen que el fon


do de la SEGURIDAD CIUDADANA, es un tema exclusivamente social,
en el cual la dinámica del delito, es un producto de la desigualdad y la
exclusión social, con lo cual superados estos obstáculos,se revertiría la
situación delictual.

Esta concepción, es incompleta, aunque no del todo erronea, pe


ro produce DOS DESVIACIONES de grandes consecuencias prácticas.

La primera seria, QUE LAS ACCIONES DE PREVENCION EN


SEGURIDAD PUBLICA, serían un ESFUERZO INUTIL, en tanto no
se modifiquen las consecuencias estructurales que permiten la de
lincuencia.

La segunda, es la percepción, de que la seguridad es un tema


de clases altas, que ven afectado su patrimonio y seguridad personal,
por clases marginales. De ahí, a pensar que la solución al tema de la
Seguridad se resume en una simple noción de orden mas que al mane
jo del delito, hay un solo paso.

Y ello, PORQUE LA SEGURIDAD ES UN BIEN QUE APUNTA A


LA CALIDAD INTEGRAL DE VIDA DE LOS CIUDADANOS y no solo a
la ausencia del delito, o amenazas a la seguridad personal.

Por eso, si se analiza el ORDEN PUBLICO y la SEGURIDAD


INTERNA, elementos específicos de la SEGURIDAD CIUDADANA,
ellos no dependen de la eficiencia policial ni del sistema penal o peniten
ciario , pues son parte de un marco más amplio de desarrollo cultural de
la sociedad.

De ahí, que tanto, los niveles de participación ciudadana como


los de ordenamiento territorial, son algunos de los aspectos a tener en
cuenta, para explicar y hacer operar una política integral de seguridad.

17
Las formas en que los actores se comporten ante estos fenóme
nos, puede influir de manera determinante en la solución de los proble
mas. De ahí, que siempre se precise un buen diagnóstico sobre la mate
ria, de manera de enfocar adecuadamente las soluciones.

Ante las emergencias, resulta natural recurrir a los recursos mas


abundantes, como ser la policía, el endurecimiento de las penas o las
amenazas de mayores castigos. Ello crea, a través de los medios de co
municación una exagerada confianza en los medios represivos y en
técnicas de disuasión social, antes que métodos de prevención del deli
to.

La consecuencia final, es que se generan faltas expectativas en


la sociedad, mientras la rueda del delito sigue girando sin solución algu
na. De ahí, que una INFORMACION PUBLICA TRANSPARENTE Y
ADECUADA DEL PROBLEMA, es un medio de eficiente como para co
menzar a encontrar soluciones al tema.

Poco sirve demostrar que ciertos delitos han disminuido o que los
es fuerzos de los gobiernos han introducido mejoras sensibles en el con
trol de la delincuencia sin la sociedad continua percibiendo la INSEGU-
RIDAD como AMENAZA y transforma esa demanda, en demanda de
CASTIGO que debe ser satisfecha por las autoridades.

Por ello, la conclusión es que EL PRIMER COMPONENTE DE


UNA POLITICA DE SEGURIDAD CIUDADANA ES LA DEMOSTRA-
CION PRACTICA DE UNA CAPACIDAD DE ACCION POR PARTE
DE LAS AUTORIDADES, cuyo objetivo es infundir un sentimiento
de seguridad en la población, acerca de que la autoridad está en
control de la situación, mediante la aplicación de la ley y las políticas
de prevención.2

2
Síntesis de: SEGURIDAD CIUDADANA.-La Seguridad Ciudadana como
política de Estado. Santiago Escobar y otros.

18
LA SEGURIDAD CIUDADANA PARA LA GA
RANTIA DE DERECHOS HUMANOS: UN DEBER DE
LOS ESTADOS

La garantía del derecho humano a la seguridad ciudadana es


una obligación del Estado sobre la cual se legitima la propia existencia
del Estado de Derecho, el cual, a través de sus diferentes instituciones,
debe brindar seguridad al individuo en sí y como parte de la sociedad a
la que pertenece en el libre goce de sus derechos.

De acuerdo con el paradigma del desarrollo humano, nos refe


rimos a la seguridad ciudadana como aquella situación política y social
en la que las personas tienen legal y efectivamente garantizado el goce
pleno de sus derechos humanos y en la que existen mecanismos institu
cionales eficientes para prevenir y controlar las amenazas o coerciones
ilegítimas que pueden lesionar tales derechos.

Cuando el Estado, ya sea por acción o por omisión -falta de arti


culación de estrategias, planes y políticas adecuadas-, no garantiza la
seguridad de los individuos y los derechos que la misma lleva aparejada
incumple tres tipos de obligaciones estatales al respecto, como lo
son las de respetar, proteger y cumplir, derivando en el fracaso par
cial en garantizar y proteger los derechos humanos de toda la pobla
ción, especialmente de aquella más vulnerable a la violencia.

La seguridad, para su cabal realización, exige el cumplimiento de


TODOS LOS derechos humanos relacionados con ella, como la integri
dad física y la vida en sentido estricto, pero también, y desde un punto
de vista mucho más integral e indivisible, la realización de todos los
derechos FUNDAMENTALES sin distinción, tanto civiles y políticos,
como económicos, sociales y culturales.

En una sociedad democrática el concepto y el alcance de la pala-


bra “seguridad” están vinculados, en primer lugar al derecho humano a
la libertad y seguridad de cada persona; en segundo, a la estabilidad y
correcto funcionamiento de las instituciones públicas que realizan el es
tado democrático de derecho y por último en la seguridad y estabilidad

19
del derecho que vincula y organiza las relaciones entre las personas y
entre estas y los bienes.

Por lo tanto, la seguridad no es la orientación sustantiva del


orden público, sino una cualidad de éste. En la medida que las perso
nas realizan sus derechos fundamentales, las instituciones aseguran
esos derechos y los particulares se someten en sus relaciones a la ley,
la seguridad surge como la consecuencia del orden democrático de
derecho, como una variable dependiente del mismo.

La seguridad es un proceso de construcción permanente entre la


comunidad y el Estado que compromete al conjunto de la sociedad y
que requiere de una comunidad integrada en aras a escoger sus condi
ciones de vida, una ciudadanía activa y comprometida que además va a
cumplir un rol fundamental en las acciones de prevención comunitaria
de la violencia y el delito, en el control de gestión y evaluación de la ac
tividad policial y en la formulación de políticas públicas de seguridad
ciudadana desde lo local.

Ello le impone al Estado el deber de promover la participación


comunitaria en la elaboración, implementación y control de las políticas
de seguridad.

En el marco de un régimen democrático de derecho, la


función por excelencia de la policía es dar eficacia al derecho.

Ello se materializa en funciones esenciales, cuales son: la preven


ción y control del delito, de una parte y, en determinados casos, la
investigación criminal. Para el cumplimiento de su misión – proteger los
derechos y libertades de las personas- mediante las funciones de
prevención e investigación de delitos cometidos o por cometerse, la
institución policial recibe una facultad que es el uso de la fuerza.

Esta atribución no es otra que la que le brinda la propia co


munidad para que actúe en su protección, por lo que el uso de la fuerza
ilegal, que no es otra cosa que violencia y que convierte al policía en un
“delincuente con uniforme”.

20
Para que el accionar policial que conlleva el uso de la fuerza no
suponga extralimitaciones, abusos y violaciones, debe estar regido por
una serie de principios.

El principio superior del que emanan todos los demás es la


pro tección de los derechos y libertades fundamentales y el
principio de le galidad, es decir el sometimiento a la Constitución y
las leyes nacionales, así como las normas derivadas de los
instrumentos interna cionales de protección de los derechos
humanos.

De ellos se derivan el principio de proporcionalidad (oportu-


nidad, congruencia y proporcionalidad en sentido estricto), así
como el principio de necesidad.

El principio de proporcionalidad exige la existencia de un


equi librio entre la magnitud de la situación que genera la
intervención policial y la intensidad o grado de fuerza empleado
para compelerla, que no debe ser desproporcionado al objeto
legítimo que se desea pro teger. (Idoneidad, adecuación de la
medida al fin).

Así pues, el principio de oportunidad implica que se debe


deter- minar cuando la policía debe intervenir a los efectos de
evitar una ame naza o situación concreta, teniendo en cuenta las
personas involucra- das en el hecho y las circunstancias de tiempo
y lugar del mismo.

El uso de la fuerza es el último recurso que pretende impedir


un hecho de mayor gravedad que aquel derivado de su
intervención.

Asimismo, el principio de necesidad o de intervención


mínima im plica que el uso de la fuerza ha de ser excepcional, en la
medida que sea razonablemente necesario según las
circunstancias y sólo con dos propósitos: prevenir un delito y para
efectuar la detención de un delin cuente o presuntos delincuentes
o para ayudar a efectuarla.

21
El uso de la fuerza letal sólo puede ser admisible en defensa
propia o ante amenaza inminente de muerte o lesiones que pongan en
peligro la vida.
Todos estos principios deben ser conjugados con parámetros de
ética que deben permear la actuación policial en toda circunstancia.

En ocasiones, la efectividad policial y el deficiente imperio de la


ley, se manifiesta de los modos más diversos, como la violencia ilegal o
institucional, el abuso de poder y la impunidad de las fuerzas policiales,
que se expresan bajo la forma de detenciones arbitrarias, prácticas
todavía recurrentes de torturas y malos tratos a las personas detenidas,
actos que casi nunca son investigados y sólo excepcionalmente
castigados, probablemente porque van dirigidos contra los no privilegia
dos, aunque en los últimos años la mayor profesionalidad de los efecti
vos, ha hecho que estas actuaciones, se hayan reducido notablemente.

Bajo los parámetros de realidad policial expuestos anteriormente,


antiguamente se estructuraron comportamientos y formas de organiza
ción y funcionamiento que desembocan en violaciones a los derechos
humanos y diversas formas de corrupción, que tal como se manifesto
anteriormente, ahora son cada vez menos.

El alto valor de la función policial en un Estado democrático


es asegurar el respeto y garantía de los derechos humanos de las
personas en un territorio, misión que tiene una incidencia directa
en la calidad de vida de las personas.

Esta misión superior hace a los y las policías sujetos


también de una serie de derechos profesionales correlativos al
peligro y dedicación de su función, más allá de los derechos
fundamentales inherentes a su dignidad humana por su condición
de ser humano.

Entre estos derechos profesionales cabe mencionar:

(1) Derecho del Policía a una remuneración justa, que permita a


él y a su familia un nivel de vida digno, teniendo en cuenta los peligros,

22
responsabilidades y situaciones de estrés a las que se ve enfrentado
por su accionar cotidiano, así como la capacidad profesional que su
profesión le exige;

(2) garantizar los derechos de seguridad e higiene en el trabajo;

(3) derecho al horario y apoyo psicológico y físico necesarios, ré


gimen de descanso y vacaciones proporcionales al desgaste que im
plica su labor en permanente estrés;

(4) derecho a realizar las órdenes superiores sólo si éstas son le


gales y, en caso contrario, tienen derecho a oponerse a ellas, no pu
diéndose aplicar medida penal o disciplinaria alguna al funcionario que
rehúsa una orden ilegal o violatoria de derechos humanos;

(5) derecho a recibir, de modo permanente, la formación adecua


da al cumplimiento de sus funciones, estableciendo una carrera policial
que sea el soporte académico-profesional de la transformación cultural.

Debe recibir una capacitación y formación permanente en


derechos humanos exhaustiva en materia de evaluación táctica del
peligro, de modo que pueda determinar en cada situación si el uso de la
fuerza, incluida la fuerza letal, es proporcionado, necesario y lícito. 3

Mar del Plata,


Carlos A. Bozzi

3
Sintesis del trabajo: La Seguridad Ciudadana para la Garantía de De
rechos Humanos : Un Deber de los Estados. .-Isabel A. Escribano, Junio
2006

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