Los Actos Humanos

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 9

LOS ACTOS HUMANOS

ACTOS DEL HOMBRE

El hombre es un ser capaz de realizar tres tipos de actos: los actos


meramente naturales, los actos del hombre y los actos humanos.
Llamamos actos meramente naturales a los que proceden de las
potencias vegetativas o sensitivas sobre las que el hombre no tiene control
voluntario, por ejemplo, la circulación de la sangre, los procesos digestivos, la
percepción visual o auditiva, el sentir dolor, respirar, etc.

Los actos del hombre son aquellos en los que falta la advertencia, la
voluntariedad o ambas.
En el primero de los casos, se trata de un acto hecho distraídamente. En
el segundo, cuando existe una coacción física irresistible; y en el último,
las acciones realizadas por un demente profundo.

Ahora bien, acto humano es aquel que procede de la voluntad deliberada


del hombre, es decir, el que es realizado con conocimiento y libre voluntad.
En el acto humano interviene primero el entendimiento, porque no se puede querer
o desear lo que no se conoce. Con el entendimiento, el individuo advierte el objeto
y delibera si es prudente ponerle atención a éste o no. Una vez conocido el
objeto, la voluntad se inclina a él o la rechaza.
Sólo cuando actúa de manera deliberada es el hombre, por así decirlo, padre de
sus actos.

Los actos humanos son los únicos moralmente calificables como buenos o
malos.
Interesa resaltar que la moralidad de un acto empieza en el fondo de la
conciencia del sujeto, en su decisión libre, partiendo de lo íntimo de sí, de su
inteligencia y su voluntad.
Por eso, no es verdad que una acción sea mala sólo si se exterioriza, pues el
juicio moral de un acto está ya constituido en la interioridad.

Los dos elementos constitutivos del acto humano son: la advertencia y


la voluntariedad. Por la advertencia el hombre percibe la acción que va a realizar
o que está ya realizando.
El consentimiento lleva al hombre a querer realizar el acto previamente conocido,
buscando con ello un fin. Los obstáculos al acto humano se dan por parte del
conocimiento y por parte de la voluntad.
Por parte del conocimiento, está presente la ignorancia, que se define como
el “carecer de la ciencia que se debería tener”.
Por parte de la voluntad influyen estos aspectos que hay que tener en cuenta:
el miedo, las pasiones (también llamadas sentimientos), la violencia y los hábitos.

Los hábitos son actos operativos buenos en el caso de las virtudes y


actos operativos malos en el caso de los vicios.

Los actos humanos son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del
hombre, es decir, los que realiza con conocimiento y libre voluntad (cfr. S.Th.,
I-II, q.1, a.1, c.). En ellos, interviene primero el entendimiento o sea la inteligencia,
porque no se puede querer o desear lo que no se conoce: con el entendimiento el
hombre advierte el objeto y delibera si puede y debe tender a él, o no. Una vez
conocido el objeto, la voluntad se inclina hacia él porque lo desea, o se aparta de
él, rechazándolo. Sólo en este caso cuando intervienen inteligencia y voluntad el
hombre es dueño de sus actos, y por tanto, plenamente responsable de ellos. Y sólo
en los actos humanos puede darse valoración moral. No todos los actos que realiza
el hombre son propiamente humanos, ya que como hemos señalado antes, pueden
ser también:

• Meramente naturales: los que proceden de las potencias vegetativas y


sensitivas, sobre las que el hombre no tiene control voluntario alguno, y son
comunes con los animales: por ejemplo, la nutrición, circulación de la sangre,
respiración, la percepción visual o auditiva, el sentir dolor o placer, etc. •
• Actos del hombre: los que proceden del hombre, pero faltando ya la
advertencia (niños pequeños, distracción total), ya la voluntariedad (por
coacción física, por ejemplo), ya ambas (por ejemplo, en el que duerme).

DIVISIÓN DEL ACTO HUMANO

Por su relación con la moralidad, el acto humano puede ser:


• Bueno o lícito, si está conforme con la ley moral (por ejemplo, el dar
limosna).
• Malo o ilícito, si le es contrario (por ejemplo, mentir).
• Indiferente, cuando ni le es contrario ni conforme a la moral (por
ejemplo, el caminar)
Aunque ésta es la división más importante, interesa señalar también que, en razón
de las facultades que lo perfeccionan, el acto puede ser:

• Interno: el realizado a través de las facultades internas del hombre,


inteligencia, memoria, imaginación, por ejemplo, el recuerdo de una
acción pasada, o el deseo de algo futuro.
• Externo: cuando intervienen también los órganos y sentidos del
cuerpo (por ejemplo, comer o leer).

ELEMENTOS DEL ACTO HUMANO: LA ADVERTENCIA Y EL


CONSENTIMIENTO

El acto humano exige la intervención de las potencias racionales, inteligencia y


voluntad, que determinan sus elementos constitutivos: la advertencia en la
inteligencia y el consentimiento en la voluntad.

La advertencia

Por la advertencia, el hombre percibe la acción que va a realizar, o que ya está


realizando. Esta advertencia puede ser plena o semiplena, según se advierta la
acción con toda perfección o sólo imperfectamente (por ejemplo, estando semi-
dormido).

Obviamente, todo acto humano requiere necesariamente de esa advertencia, de tal


modo que un hombre que actúa a tal punto distraído que no advierte de ninguna
manera lo que hace, no realizaría un acto humano.

No basta, sin embargo, que el acto sea advertido para que pueda ser imputado
moralmente: en este caso es necesaria, además, la advertencia de la relación que
tiene el acto con la moralidad (por ejemplo, el que advierte que está conduciendo
un automóvil, pero no se da cuenta que tomo un carril no permitido, realiza un acto
humano que, sin embargo, no es imputable moralmente).

La advertencia, pues, ha de ser doble:

• advertencia del acto en sí y


• advertencia de la moralidad del acto.

El consentimiento

Lleva al hombre a querer realizar ese acto previamente conocido, buscando con ello
un fin. Como señala Santo Tomás (S. Th, I-II, q. 6, a. 1), acto voluntario o consentido
es “el que procede de un principio intrínseco con conocimiento del fin”.

Ese acto voluntario consentido puede ser:

• perfecto o imperfecto: según se realice con pleno o semipleno consentimiento;

emos con más detenimiento lo que se entiende por acto voluntario indirecto y
directo.

EL ACTO VOLUNTARIO INDIRECTO

El acto voluntario indirecto se da cuando al realizar una acción, además del efecto
que se persigue de modo directo con ella, se sigue otro efecto adicional, que no se
pretende sino sólo se tolera por venir unido al primero (por ejemplo, el militar que
bombardea una ciudad enemiga, a sabiendas de que morirán muchos inocentes:
quiere directamente destruir al enemigo -voluntario directo-, y tolera la muerte de
inocentes -voluntario indirecto-).

Es un acto, por tanto, del que se sigue un efecto bueno y otro malo, y por eso se le
llama también voluntario de doble efecto.

Es importante percatarse de que no es un acto hecho con doble fin (por ejemplo,
robar al rico para darle al pobre), sino un acto del que se siguen dos efectos: doble
efecto, no doble fin. Por ejemplo, Robin Hood realiza acciones con doble fin: el fin
inmediato es robar al rico, el fin mediato es darle ese dinero a los pobres. No es una
acción de doble efecto, sino una acción con un fin propio y un fin ulterior.

Hay casos en que es lícito realizar acciones en que, junto a un efecto bueno se
seguirá otro malo. Para que sea lícito realizar una acción de la que se siguen dos
efectos: bueno uno (voluntario directo) y malo el otro (voluntario indirecto), es
necesario que se reúnan determinadas condiciones:
1. Que la acción sea buena en sí misma, o al menos indiferente: Así, nunca
es lícito realizar acciones malas (por ejemplo, mentir, jurar en falso, etc.),
aunque con ellas se alcanzaran óptimos efectos, ya que el fin nunca justifica
los medios, y por tanto no se puede hacer el mal para obtener un bien. Para
saber si la acción es buena o indiferente habrá que atender, como se verá
más adelante, a su objeto, fin y circunstancias.
2. Que el efecto inmediato o primero que se produce sea el bueno, y el
malo sea sólo su consecuencia necesaria: Es un principio que se deriva
del anterior. Es necesario que el buen efecto derive directamente de la
acción, y no del efecto malo (por ejemplo, no sería lícito que por salvar la
fama de una muchacha se procurara el aborto, pues el efecto primero es el
aborto; no sería lícito matar a un inocente para después llegar hasta donde
está el culpable, porque el efecto primero es la muerte del inocente).
3. Que uno se proponga el fin bueno, es decir, el resultado del efecto
bueno, y no el malo, que solamente se tolera: Si se intentara el fin malo,
aunque fuera a través del bueno, la acción sería inmoral, por la perversidad
de la intención. El fin malo sólo se tolera por ser imposible separarlo del
bueno, con disgusto o desagrado.
Ni siquiera es lícito intentar los dos efectos, sino únicamente el bueno,
permitiendo el malo solamente por su absoluta inseparabilidad del primero
(por ejemplo, el empleado que amenazado de muerte da el dinero a los
asaltantes, ha de tener como fin salvar su vida, y no que le roben al patrón).
Aun teniendo los dos fines a la vez, el acto sería inmoral.
4. Que haya un motivo proporcionado para permitir el efecto malo: Porque
el efecto malo, aunque vaya junto con el bueno y se le permita sólo de modo
indirecto, es siempre materialmente malo, por eso, no se puede permitir sin
causa proporcionada. No sería lícito, por ejemplo, que para conseguir un
pequeño arsenal de municiones del ejército enemigo haya que arrasar a todo
un pueblo: el motivo no es proporcionado al efecto malo.

5. OBSTÁCULOS AL ACTO HUMANO

Se trata ahora de analizar algunos factores que afectan a los actos


humanos, ya impidiendo el debido conocimiento de la acción, ya la libre
elección de la voluntad; es decir, las causas que de alguna manera pueden
modificar el acto humano en cuanto a su voluntariedad o a su advertencia y,
por tanto, en relación con su moralidad. Algunas de esas causas afectan al
elemento cognoscitivo del acto humano (la advertencia), y otras al elemento
volitivo (el consentimiento). Estos obstáculos pueden incluso llegar a hacer
que un “acto humano” pase a ser tan sólo “acto del hombre”-
5.1. Obstáculo por parte del conocimiento: la IGNORANCIA

En Ética, definirse como la falta de la debida ciencia moral en un


sujeto capaz; es decir, la ausencia de un conocimiento moral que se
podría y debería tener. De este modo, podemos distinguirla de:
• La nesciencia, o falta de conocimientos no obligatorios (por
ejemplo, de la medicina en quienes no son médicos).
• La inadvertencia, o falta de atención actual a una cosa que se
conoce habitualmente.
• El olvido o privación –actual o habitual- de un conocimiento
que se tuvo anteriormente.
• El error, o juicio equivocado sobre la verdad de una cosa-

La ignorancia puede ser vencible o invencible:

• Ignorancia vencible: es aquella que se podría y debería superar, si se


pusiera un esfuerzo razonable (por ejemplo, consultando, estudiando,
pensando, etc.). Se subdivide en:
✓ Simplemente vencible: si se puso algún esfuerzo para vencerla, pero
insuficiente e incompleto.
✓ Crasa o supina: si no se hizo nada o casi nada por salir de ella y, por
tanto, nace de un grave descuido en aprender las principales verdades la
moral, o los deberes propios del estado y oficio.
✓ Afectada: cuando no se quiere hacer nada para superarla con objeto de
pecar con mayor libertad; es, pues, una ignorancia plenamente voluntaria.

• Ignorancia invencible: es aquella que no puede ser superada por el sujeto


que la padece, ya sea porque de ninguna manera la advierte (por ejemplo,
las personas que no advierte la ilicitud de la venganza), o bien porque ha
intentado en vano de salir de ella (preguntando o estudiando).

En ocasiones puede equipararse a la ignorancia invencible el olvido o la


inadvertencia (por ejemplo, el que obliga a otro a hacer algo sin saber que este
está imposibilitado, cosa que si hubiera sabido no lo exigiría).

Los principios morales sobre la ignorancia son los siguientes:

• La ignorancia invencible quita toda responsabilidad ya que es involuntaria


y por tanto inculpable (por ejemplo, no es inmoral el niño pequeño que sin
saber hace una cosa mala). Es fácil entender este principio moral si se
considera “nada es deseado si antes no es conocido”
• La ignorancia vencible es siempre culpable, en mayor o menor grado según
la negligencia en averiguar la verdad. Así, es mayor la responsabilidad de
una mala acción realizada con ignorancia por negligencia, que con
simplemente vencible. Consecuentemente, puede ser considerarse ilícito un
acto que nace de descuidos graves.
• La ignorancia afectada, lejos de disminuir la responsabilidad, la aumenta,
por la mayor malicia que supone.

El deber de conocer la Ley Moral. Como ya quedó señalado, la ignorancia


puede a veces eximir de culpa y, en consecuencia, de responsabilidad moral.
Sin embargo, es conveniente añadir que existe el deber de conocer la ley
moral, para ir adecuando a ella nuestras acciones. Ese conocimiento no debe
limitarse a una determinada época de la vida, la niñez o la juventud, sino que ha
de desarrollarse a lo largo de toda la existencia humana, haciendo una especial
referencia al trabajo que cada uno desarrolla en la sociedad. De aquí se deriva
el concepto de moral profesional, como una aplicación de los principios
morales generales a las circunstancias concretas de un ambiente determinado.
Por lo tanto, el deber de salir de la ignorancia adquiere especial obligatoriedad
en todo lo que se refiere al campo profesional y a los deberes de estado de
cada persona.

5.2. Obstáculos por parte de la voluntad

Los obstáculos que dificultan la libre elección de la voluntad son: el miedo, las
pasiones, la violencia y los hábitos.

El miedo. Es una vacilación del ánimo ante un mal presente o futuro que nos
amenaza, y que influye en la voluntad del que actúa. En general, el miedo -aunque
sea grande- no destruye el acto voluntario, a menos que su intensidad haga perder
el uso de razón.

El miedo no es razón suficiente para cometer un acto malo, aunque el motivo sea
considerable: salvar la propia vida, o la fama, etc. Sería ilícito, por ejemplo, renegar
de la honestidad por miedo a perder el empleo. Por el contrario, si a pesar del miedo
el sujeto realiza la acción buena, es mayor el valor moral de esa acción.
A veces, sin embargo, el miedo puede excusar del cumplimiento de leyes positivas
que mandan practicar un acto bueno, si causan gran incomodidad, porque en estos
casos se sobreentiende que el legislador no tiene intención de obligar. Sería el caso,
por ejemplo, de la persona que para evitar un grave conflicto familiar guarda una
verdad que podría revelar. Es una aplicación del principio que dice que las leyes
positivas no obligan con grave incomodidad.

Las pasiones. Designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan


a obrar o no obrar. Son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen
el lugar de paso entre la vida sensible y la vida del espíritu. Ejemplos de pasiones
son el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira.

Las pasiones son en sí mismas indiferentes, pero se convierten en buenas o malas


según el objeto al que tiendan. Por eso, deben ser dirigidas por la razón y regidas
por la voluntad, para que no conduzcan al mal. Por ejemplo, la ira es buena cuando
nos lleva a defender los derechos de las familias, el placer es bueno si está regido
por la recta razón. Si los objetos a que tienden las pasiones son malos, nos apartan
del fin último: odio al prójimo, ira por motivos egoístas, placer desordenado, etc.

Si las pasiones se producen antes de que se realice la acción e influyen en ella,


disminuyen la libertad por el ofuscamiento que suponen para la razón; incluso en
arrebatos muy violentos, pueden llegar a destruir esa libertad (por ejemplo, el padre
que llevado por la ira golpea mortalmente a su hijo pequeño).

Si se producen como consecuencia de la acción y son directamente provocadas,


aumentan la voluntariedad (por ejemplo, el que recuerda las ofensas recibidas para
aumentar la ira y el deseo de venganza). Cuando surge un movimiento pasional que
nos inclina al mal, la voluntad puede actuar de dos formas:

• Negativamente, no aceptándolo ni rechazándolo.


• Positivamente, aceptándolo o rechazándolo con un acto formal.
Para luchar eficazmente contra las pasiones desordenadas no basta una
resistencia negativa, puesto que supone quedar expuesto al peligro de
consentir en ellas. Es necesario rechazarlas formalmente llevando el ánimo
a otra cosa: es el medio más fácil y seguro, sobre todo para combatir los
movimientos de ira.
El naturalismo es la falsa doctrina que invita a no poner ninguna traba a
las pasiones humanas, bajo pretextos pseudo-psicológicos (dar origen a
traumas, por ejemplo). Cae en el error base de olvidar que el hombre tienelas
pasiones desordenadas y proclives al mal moral. La recta razón, como
potencia superior, iluminada y fortalecida por la gracia, ha de someter y regir
esos movimientos en el hombre.

La violencia. Es el impulso de un factor exterior que nos lleva a actuar en


contra de nuestra voluntad. Ese factor exterior puede ser físico (golpes, etc.)
o moral (promesas, halagos, ruegos insistentes e inoportunos, etc.), que da
lugar a la violencia física o moral.
La violencia física absoluta -que se da cuando la persona violentada ha
opuesto toda la resistencia posible, sin poder vencerla- destruye la
voluntariedad, con tal de que se resista interiormente para no consentir el
mal.
La violencia moral nunca destruye la voluntariedad pues bajo ella el hombre
permanece en todo momento dueño de su libertad. La violencia física
relativa disminuye la voluntariedad, en proporción a la resistencia que se
opuso.
Los hábitos. Muy relacionados con el consentimiento están los hábitos o
costumbres contraídas por la repetición de actos, y que se definen como
firme y constante tendencia a actuar de una determinada forma. Esos
hábitos pueden ser buenos y en ese caso los llamamos virtudes, o malos,
estos últimos constituyen los vicios.

El hábito de tener un vicio arraigado disminuye la responsabilidad si hay


esfuerzo por combatirlo, pero no de otra manera, ya que quien no lucha por
desarraigar un hábito malo contraído voluntariamente se hace responsable
no sólo de los actos que comete con advertencia, sino también de los
inadvertidos: cuando no se combate la causa, al querer la causa se quiere
el efecto. Por el contrario, quien lucha contra sus vicios es responsable de
los actos que comete con advertencia, pero no de los que comete
inadvertidamente, porque ya no hay voluntario en causa.

También podría gustarte