C-143-15 Delito de Tortura

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Sentencia C-143/15

DELITO DE TORTURA-No configuración en relación con el dolor o


sufrimiento causado por imposición de condenas o sanciones lícitas

DIGNIDAD HUMANA-Fundamento de la prohibición de la tortura,


imposición de penas o tratos crueles, inhumanos y degradantes

DIGNIDAD HUMANA-Pilar determinante del Estado Social de


Derecho y la democracia constitucional

PRINCIPIO DE DIGNIDAD HUMANA-Consagración constitucional

DIGNIDAD HUMANA-Objetos de protección

DIGNIDAD HUMANA-Triple naturaleza constitucional, valor,


principio y derecho fundamental

DIGNIDAD HUMANA-No se pierde cuando persona pierde la libertad


y es recluida en cárcel o recinto penitenciario

PROTECCION DE LA DIGNIDAD HUMANA DEL RECLUSO-


Deber del Estado en razón al estado especial de vulnerabilidad

PRINCIPIO, VALOR Y DERECHO DE LA DIGNIDAD HUMANA-


Deber positivo o mandato de acción

DIGNIDAD HUMANA-Principio fundante del ordenamiento


jurídico/DIGNIDAD HUMANA-Valor absoluto del ordenamiento
jurídico

RESPETO DE LA DIGNIDAD HUMANA-Norma jurídica de carácter


vinculante para todas las autoridades sin excepción

DIGNIDAD HUMANA-Atributo esencial/DIGNIDAD HUMANA-


Derecho que implica al Estado tanto obligaciones de no hacer como de
hacer

IUS PUNIENDI Y PRINCIPIO DE DIGNIDAD HUMANA-


Prohibición para autoridades públicas y carcelarias de realizar
actuaciones que constituyan tortura o aplicar penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes

PROHIBICION DE LA TORTURA, TRATOS O PENAS


CRUELES, INHUMANOS O DEGRADANTES-Instrumentos
internacionales

PROHIBICION DE LA TORTURA, TRATOS O PENAS


CRUELES, INHUMANOS O DEGRADANTES-Protección de
Derechos Humanos y derecho a la integridad personal de todos los
individuos

PROHIBICION DE LA TORTURA, TRATOS O PENAS


CRUELES, INHUMANOS O DEGRADANTES-Garantía particular y
especial para personas objeto del ius puniendi de los Estados

TORTURA, TRATOS O PENAS CRUELES, INHUMANOS O


DEGRADANTES-Prohibición universal

TORTURA-Definiciones relevantes

TRATO CRUEL, INHUMANO O DEGRADANTE-Definiciones


abstractas

TORTURA Y TRATOS CRUELES, INHUMANOS O


DEGRADANTES-Diferencia se puede dar por la severidad e intensidad
de la acción de fuerza que se ejerza contra la víctima de este tipo de
conductas

TORTURA, TRATOS O PENAS CRUELES, INHUMANOS O


DEGRADANTES-Desarrollo de la jurisprudencia constitucional

PROHIBICION ABSOLUTA DE LA TORTURA, TRATOS O


PENAS CRUELES INHUMANOS O DEGRADANTES-Garantía
elevada a derecho fundamental

TORTURA, TRATOS O PENAS CRUELES INHUMANOS O


DEGRADANTES-Prohibición constitucional

TORTURA-Delito que atenta contra la dignidad humana/SANCIONES


LEGITIMAS-Dolores o sufrimientos consecuencia o inherentes a éstas
quedan excluidos del concepto de tortura

TORTURA-Tipificación como delito por declaración de las Naciones


Unidas

TORTURA-Modalidades

PROHIBICION DE LA TORTURA, PENAS, TRATOS CRUELES,


INHUMANOS O DEGRADANTES FRENTE A POBLACION
CARCELARIA-Respeto a la dignidad humana de los reclusos

PROHIBICION DE LA TORTURA, PENAS, TRATOS CRUELES,


INHUMANOS O DEGRADANTES FRENTE A POBLACION
CARCELARIA-Reglas Mínimas para el tratamiento de reclusos

BLOQUE DE CONSTITUCIONALIDAD CON RELACION AL


2
TRATAMIENTO PENITENCIARIO-Obligaciones del Estado para la
protección de derechos fundamentales de los internos/BLOQUE DE
CONSTITUCIONALIDAD CON RELACION AL TRATAMIENTO
PENITENCIARIO-Limitación de derechos restringidos por condición
especial de los internos bajo criterios de razonabilidad y proporcionalidad

ESTADO DE COSAS INCONSTITUCIONAL DEL SISTEMA


CARCELARIO-Situación de vulnerabilidad impone al Estado deberes
especiales para con personas privadas de la libertad

ESTADO SOCIAL DE DERECHO Y LIMITES AL EJERCICIO DE


DERECHOS FUNDAMENTALES DE LOS RECLUSOS-Relación de
sujeción entre individuos y gobierno

PERSONAS PRIVADAS DE LA LIBERTAD-Suspensión y restricción


de derechos fundamentales cuando medie detención preventiva o
sentencia judicial

DERECHOS FUNDAMENTALES DE PERSONAS PRIVADAS DE


LA LIBERTAD-Deber del Estado de garantizar pleno ejercicio de
derechos no restringidos y parcialmente los limitados legalmente

DERECHO A LA DIGNIDAD HUMANA DE LOS INTERNOS-


Trato digno y respetuoso para población carcelaria/TRATO DIGNO
PARA POBLACION CARCELARIA-Dignidad humana como
fundamento constitucional

PENA-Función y finalidad

TORTURA-Ambitos donde se pueden encontrar tratos inhumanos o


degradantes

TORTURA-Tipificación

TORTURA-Configuración y fines

TORTURA-Delito pluriofensivo en el derecho penal colombiano

SANCIONES LICITAS IMPUESTAS POR SERVIDORES


PUBLICOS-No todo dolor o sufrimiento es considerado delito, tortura,
penas o tratos crueles inhumanos o degradantes

PROHIBICION DE LA TORTURA, PENAS, TRATOS CRUELES,


INHUMANOS O DEGRADANTES-Condición de licitud de la medida
implica respeto del principio de legalidad y debido proceso y solo cobija
sanciones establecidas previamente por el legislador

SANCIONES IMPUESTAS A PERSONAS PRIVADAS DE LA


LIBERTAD-Principios rectores y normas determinadas en Estatuto
3
Penitenciario buscan que agentes del Estado no incurran en
arbitrariedades limitando su actuar o función
resocializadora/SANCIONES IMPUESTAS A PERSONAS
PRIVADAS DE LA LIBERTAD-Debe prevalecer el respeto del
principio de legalidad e igualdad y la dignidad humana

Referencia: Expediente D-10400

Demanda de inconstitucionalidad, contra el


artículo 178, inciso final (parcial) de la Ley
599 de 2000 “Por la cual se expide el
Código Penal”.

Actor: Joao Alejandro Saavedra García

Magistrado Ponente:
LUIS ERNESTO VARGAS SILVA

Bogotá D.C., seis (6) de abril de dos mil quince (2015).

La Sala Plena de la Corte Constitucional, en ejercicio de sus atribuciones


constitucionales y en cumplimiento de los requisitos y trámites establecidos en
el Decreto Ley 2067 de 1991, ha proferido la siguiente Sentencia.

I. ANTECEDENTES

En ejercicio de la Acción Pública consagrada en el artículo 241, numeral 4º de


la Constitución Política, los ciudadanos demandantes solicitan a la Corte que
declare la inexequibilidad del artículo 178, inciso final (parcial) de la Ley 599
de 2000 “Por la cual se expide el Código Penal”.

Cumplidos los trámites previstos en el artículo 242 de la Constitución Política


y en el Decreto Ley 2067 de 1991, procede la Corte a resolver sobre la
demanda de la referencia.

II. NORMA DEMANDADA

A continuación se transcribe la norma demandada según publicación en el


Diario Oficial No. 44097 del 24 de julio de 2000:

“LEY 599 DE 2000 (Julio 24)


Por la cual se expide el Código Penal.

Artículo  178. Tortura. El que inflija a una persona dolores o


sufrimientos graves, físicos o psíquicos, con el fin de obtener de ella o de un
tercero información o confesión, de castigarla por un acto por ella cometido o
4
que se sospeche que ha cometido o de intimidarla o coaccionarla por
cualquier razón que comporte algún tipo de discriminación incurrirá en
prisión de ocho a quince años, multa de ochocientos (800) a dos mil (2.000)
salarios mínimos legales vigentes, e inhabilitación para el ejercicio de
derechos y funciones públicas por el mismo término de la pena privativa de la
libertad. El texto subrayado fue declarado INEXEQUIBLE por la Corte
Constitucional mediante Sentencia C-148 de 2005
En la misma pena incurrirá el que cometa la conducta con fines distintos a los
descritos en el inciso anterior.
No se entenderá por tortura el dolor o los sufrimientos que se deriven
únicamente de sanciones lícitas o que sean consecuencia normal o
inherente a ellas.” (Se resalta y subraya la parte demandada)

III. LA DEMANDA

El señor Joao Alejandro Saavedra García considera que el artículo 178, inciso
final (parcial) de la Ley 599 de 2000 “Por la cual se expide el Código Penal”
infringe la Constitución Política, porque en su criterio se vulneran los
mandatos constitucionales en sus artículos 1, 2, 5, 6, 12, 13 y 93 CP. Para
sustentar la demanda expone los siguientes argumentos:

1. El accionante considera que la dignidad humana, entendida como la


posibilidad de vivir sin humillaciones, es lo que más se ve amenazado en la
norma demandada al permitirle a los servidores públicos que hacen cumplir
las sentencias judiciales, que inflijan dolores o sufrimientos a las personas con
el fin de cumplir sus obligaciones o desviándose de éstas, violando así la
filosofía del Estado Social de Derecho que se funda sobre el respeto del
individuo.

Afirma que bajo esta exclusión pueden alegar los agentes del Estado, que han
vulnerado la dignidad humana, que incurrieron en esa conducta por ser algo
inherente a una pena lícita, dejando sin piso al Estado para que se les
investigue y sancione.

Insiste en que el Estado debe proteger a todos los ciudadanos, especialmente a


aquellos que por diferentes circunstancias están en estados particulares de
indefensión y puede sancionar a quienes atenten contra los bienes
jurídicamente tutelados por medio de la ley penal, pero también debe proteger
y respetar los derechos fundamentales de las personas privadas de la libertad,
por eso es indispensable que quienes ejecutan las sanciones impuestas a estos
últimos, respeten sus derechos fundamentales que han sido menguados con la
privación de su libertad, para que se vean menos afectados, y sería además un
exceso que se viera afectada su integridad personal. Con esto se vería afectada
la dignidad humana ya que “los presos podrían ser sometidos a torturas,
tratos crueles, inhumanos o degradantes” y las autoridades podrían ampararse
señalando que estas actuaciones son producto de la normal ejecución de una
sanción lícita.

Por lo expuesto, se evidencia, en criterio del actor, la violación del artículo 1º


5
Superior, por cuanto atenta contra la integridad personal y la dignidad humana
“porque desconoce el principio básico y cosifica a la víctima del delito, al
ejecutar sobre ella todo tipo de tratamientos atentatorios contra los elementos
esenciales del ser humano, con la comisión de este delito se desconoce la
dignidad humana como consecuencia de los derechos que emanan
directamente de ella”. Reitera, que por ningún motivo se puede desconocer la
dignidad humana, ni siquiera para perseguir los más nobles intereses del
Estado.

2. Señala que la violación del art. 5 CP, se presenta porque un reo no puede ser
despojado de su condición humana y por lo mismo no pierde sus derechos
fundamentales, razón por la cual es inaceptable que se le permita al Estado,
por medio de la norma demandada, vulnerar los derechos fundamentales de las
personas en esta situación, ya que los servidores públicos encargados de hacer
cumplir las resoluciones judiciales pueden llegar a usar métodos poco
ortodoxos para controlarlos y escudarse en la norma para justificar la acción
realizada.

3. Indica con relación a la vulneración del artículo 6 Superior que al Estado le


asiste una obligación mayor porque al ser el poseedor del ius punendi no
puede desbordar sus poderes para cumplir este fin deteriorando los derechos
fundamentales de los presos y luego eximirse de su responsabilidad si hay
extralimitación en el trato de la persona privada de su libertad, cobijándose
con el texto denunciado, e indica que en la Sentencia C-587 de 1992 la Corte
señaló con respecto a la responsabilidad del Estado, cuando es éste quien viola
los derechos fundamentales, que cuando “…una violación de derechos
constitucionales fundamentales proveniente del instrumento creado
precisamente para que esas violaciones no ocurran [es decir el Estado],
reviste una gravedad suprema que la hace acreedora de una responsabilidad
mayor”. Por tanto, afirma que no tiene sentido excusar lo inexcusable y eximir
de este modo al Estado de su responsabilidad suprema, cuando es éste quien
vulnera los derechos fundamentales de los ciudadanos que debe proteger.

4. El actor encuentra que, con el inciso demandado se vulnera el art. 12


Constitucional, porque con la norma las conductas como la desaparición
forzada, la tortura o tratos crueles inhumanos o degradantes, se justificarían
legalmente y los presos podrían ver atropellados sus derechos esenciales y no
podrían acudir posteriormente ante la jurisdicción para que se investigue y
sancione a quienes hayan ocasionado estos atentados directos contra la
dignidad humana, porque estarían libres de esa responsabilidad quedando sus
conductas impunes.

5. Adicionalmente, en criterio del actor existe violación del art. 93 de la Carta


Política. Para demostrar esta vulneración hace referencia a los diferentes
instrumentos internacionales suscritos por el Estado colombiano con los que
se pretende resguardar los derechos fundamentales de cualquier individuo,
tales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 5; el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, arts. 7, 10.1; la
Convención Americana de Derechos Humanos, art. 5.2; la Declaración
6
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, art. 5.

Observa que estos instrumentos buscan garantizar los Derechos Humanos


señalando unos derechos negativos al prohibir lesionar la dignidad humana y
los derechos fundamentales que se desprenden de ella. Estos mandatos que
pretenden rechazar los delitos como la tortura y otras actuaciones que
vulneren los Derechos Humanos han convertido estas normas internacionales
en ius cogens, lo que impone una obligación para los Estados “para prevenir,
prohibir y sancionar adecuadamente el delito de tortura”.

6. Por otra parte, el actor hace mención del Conjunto de Principios para la
protección de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o
prisión, que se adoptó en la Asamblea General de la ONU, mediante la
Resolución 43/173 de 1998, especialmente de los principios 1, 6 y 7.1. Con
estos instrumentos internacionales mencionados por el actor, concluye que los
mismos buscan acabar la tortura y los tratos crueles inhumanos o degradantes.
Afirma que Colombia no puede desconocer esto permitiendo que las
autoridades públicas cometan estas conductas atroces, por lo que la Corte
Constitucional debe hacer valer la dignidad humana y evitar que se
desconozcan los derechos inalienables de las personas, y por otro lado debe
hacer que se cumplan las normas internacionales y las obligaciones que
adquirió el Estado para erradicar este tipo de conductas “que por su gravedad
generan afectaciones directas a los seres humanos”.

7. Finalmente hace mención de los arts. 2, 5 y 7 de la Convención


Interamericana para prevenir y sancionar la tortura, señalando que esta
normatividad define la tortura en términos casi idénticos a los que se lee en el
art. 178 de la Ley 599 de 2000, pero este instrumento impone una restricción
mayor para calificar la conducta de una autoridad y así conocer si los dolores
físicos son consecuencia normal o inherente solo de las medidas legales, esta
normatividad es la más garantista ya que impone una obligación “de que las
autoridades no realicen actos o métodos que precisamente se busca prohibir
por medio del delito de tortura”.

Considera que se debe hacer uso del principio pro homine para acoplar este
ordenamiento a las normas internas al ser más benévolo con los derechos
humanos imponiéndoles a las autoridades públicas mayores limitaciones y por
lo tanto se les brinda más garantías a “las personas que tienen una relación de
especial sujeción con el Estado”

8. Por lo expuesto pretende el actor que se declare la inexequibilidad del


inciso final del art. 178 de la Ley 599 de 2000; o en subsidio que se declare la
exequibilidad condicionada del mismo, en el “entendido que Siempre y
cuando no se incurra en las conductas o procedimientos a que hace referencia
la primera parte del artículo demandado.”

IV. INTERVENCIONES

1. Ministerio de Justicia y del Derecho


7
El Ministerio de Justicia y del Derecho intervino a través de apoderado para
solicitar a la Corte declarar la exequibilidad del inciso tercero del artículo 178
de la Ley 599 de 2000, por las siguientes consideraciones:

(i) Sostiene, que para resolver lo planteado en este proceso es necesario


comparar el inciso demandado con el art. 2 inciso 2º de la Convención
Interamericana para prevenir y sancionar la tortura:

Artículo 178, inciso tercero, de la Ley Artículo 2 inciso 2º de la Convención


599 de 2000 Interamericana para prevenir y
sancionar la tortura
“No se entenderá por tortura el dolor “No estarán comprendidos en el
o los sufrimientos que se deriven concepto de tortura las penas o
únicamente de sanciones lícitas o que sufrimientos físicos o mentales que
sean consecuencia normal o sean únicamente consecuencia de
inherente a ellas.” medidas legales o inherentes a éstas,
siempre que no incluyan la
realización de los actos o la
aplicación de los métodos a que se
refiere el presente artículo.”
(subrayas del interviniente)

Teniendo como base esta comparación, el Ministerio considera que ambas


disposiciones tienen el mismo sentido y finalidad, por lo que considera que el
contenido que se acusa debe “leerse de forma sistemática, coherente y
armónica en relación con los principios de interpretación constitucional
obligatorios que se encuentran vertidos en el Bloque de constitucionalidad”
particularmente el inciso 2º del art. 2 de la Convención Interamericana para
prevenir y sancionar la tortura, no se debe interpretar de manera literal y
exegética, sino, como se acabó de mencionar debe ser de manera sistemática y
armónica del ordenamiento jurídico y del bloque de constitucionalidad, así:

““No se entenderá por tortura el dolor o los sufrimientos que se deriven


únicamente de sanciones lícitas o que sean consecuencia normal o inherente a
ellas.” “siempre que no incluyan la realización de los actos o la aplicación de
los métodos a que se refiere” el artículo segundo de la Convención
Interamericana para prevenir y sancionar la tortura”

(ii) Aduce que con base en lo expuesto los cargos del actor no son
procedentes, lo cual implica que se declare la constitucionalidad del inciso 3º
del art. 178 de la Ley 599 de 2000 entendiéndose que su alcance y contenido
real se debe interpretar teniendo en cuenta que lo consagrado en la
Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura son un criterio
de interpretación constitucional obligatorio.

(iii) Señala que el inciso demandado no exonera a los funcionarios públicos de


su responsabilidad cuando su conducta se tipifique como tortura o trato cruel e
inhumano, no vulnera el principio de dignidad humana, tampoco afecta la
8
primacía de los derechos fundamentales ni afecta el régimen constitucional de
responsabilidad de los servidores públicos y menos aún afecta la prohibición
de la tortura.

2. Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario INPEC

El INPEC intervino a través de apoderado para solicitar a la Corte declarar la


constitucionalidad de la norma demandada, con base en las siguientes
consideraciones:

(i) Afirma que se debe hablar de qué es una sanción, la cual es “la aplicación
de un castigo, pena o correctivo sobre un individuo, como consecuencia de
una conducta y comportamiento inapropiado o ilegal”, estas sanciones están
fijadas por la ley la cual identifica el hecho ilegal cometido y le da la pena
acordada en el ordenamiento jurídico al infractor, siendo de menor a mayor
trascendencia según el delito cometido; y la sanción que se le impone atiende
a la “gravedad del delito o la afectación que con este se cause al bien jurídico
tutelado”.

(ii) Argumenta que el actor en su demanda pretende dar un alcance diferente al


que pretendía el legislador porque cuando se refiere la norma pues al hablar de
“dolor o sufrimiento derivado de sanciones licitas o consecuencia normal e
inherente a ellas, nos estamos refiriendo a un tipo dolores, cuyos fines no son
el castigo, la intimidación, la confesión, la coacción, la discriminación u otros
similares, por cuanto se trata de sanciones infligidas bajo el amparo de la
Ley, en las que se proscribe el exceso, pues la sanción solo se impone como
ultima ratio, luego de agotar los medios y mecanismos de disuasión, que en la
mayoría de los casos llevan a rescindir de la facultad de coerción”.

Sintetiza asegurando que no todo dolor o sufrimiento es considerado delito,


cuando se habla de sanciones licitas impuestas por servidores públicos, se
debe tener en cuenta el carácter licito de la sanción, la extralimitación que se
haga de este tipo de actos hace que pase de licito a ilícito, por tanto “el
sufrimiento y/o dolor que en principio resulta inherente a un procedimiento,
pueda mutar a la ilegalidad, e incluso en el peor de los casos, configurar el
tipo penal de tortura”

(iii) Señala que las sanciones que se le imparten a las personas que han sido
condenadas a la privación de su libertad se encuentran taxativamente
determinadas en el Estatuto Penitenciario Ley 65 de 1993 en los arts. 123, 125
y 126.

La finalidad de estas sanciones según el art. 124 del estatuto penitenciario es


la de encauzar y corregir la conducta de los que infrinjan las normas de la
convivencia carcelaria, esto no implica hacer apología dela tortura ni es una
licencia de ley para que los agentes del Estado infrinjan dolor o sufrimiento a
los reos.

(iv) Considera que la Ley 65 de 1993 tiene unos principios rectores y normas
9
que buscan que no se incurra, por parte de los agentes del Estado, en
arbitrariedades limitándoseles su actuar o función resocializadora, e indica que
“prevalecerá el respeto al principio de legalidad e igualdad, y el respeto a la
dignidad humana, a las garantías constitucionales y a los derechos humanos
universalmente reconocidos” , también se prohíbe toda forma de violencia
síquica, física o moral, o la imposición de restricciones que vayan más allá de
criterio de necesidad y proporcionalidad el cual es estricto y es exigido para el
cumplimiento de la finalidad impuesta.

(v) Finaliza argumentando que lo consagrado en el art. 178 de la Ley 599 de


2000 se ajusta a las normas de derecho interno y al bloque de
constitucionalidad, e indica que el INPEC tiene como objeto principal “ejercer
la vigilancia, custodia, atención y tratamiento a las personas privadas de la
libertad; la vigilancia y seguimiento del mecanismo de seguridad electrónica
y de la ejecución del trabajo social no remunerado, labores estas que per se,
involucran la implementación de procedimientos, como por ejemplo la
imposición de restricción (Esposas de pies o de manos), el uso moderado de
la fuerza para reducir a un individuo, el aislamiento por razones de seguridad
y salvaguarda de la integridad, que con la inexequibilidad de la norma
demandada, alcanzarían dimensiones inimaginables bajo la concepción
global del dolor y sufrimiento que pretende configurar el demandante y que a
la postre redundaría en la imposibilidad de imponer la disciplina en los
centros penitenciarios, y así mismo garantizar la seguridad, vida e integridad
de los recursos, así como también cumplir con la función resocializadora, por
cuanto el simple contacto físico ejercido sobre un recurso en rebeldía,
configuraría el tipo penal de tortura bajo esa concepción global de dolor y
sufrimiento.”

3. Comisión Colombiana de Juristas

Interviene en la presente demanda de inconstitucionalidad por intermedio de


los Dres. Gustavo Gallón Giraldo y Mateo Gómez Vásquez, para solicitar a la
Corte declarar la constitucionalidad del art. 178 inciso final, del código penal
colombiano, “bajo el entendido de que se consideraran sanciones licitas
solamente aquellas que se encuentren conforme a los estándares
internacionales de derechos humanos”, con base en las siguientes
consideraciones:

(i) Indican el bloque de constitucionalidad que prevé lo relacionado con la


tortura y la importancia que le ha dado el derecho internacional de DDHH a la
prevención y sanción de la tortura, y evidencia que en cada instrumento
internacional se encuentra un elemento subjetivo para definir a la tortura, por
lo cual en la sentencia C-148 de 1995 la Corte Constitucional “determino que
la tipificación del delito de tortura en el ordenamiento constitucional
colombiano no podía contener una calificación específica, tal como lo es la
gravedad, pues se estaría contraviniendo la Convención Interamericana”

Así las cosas, determinan que el tipo objetivo en este delito consiste en aplicar
sobre el individuo cualquier tipo de sufrimiento o de dolor, ya sea físico o
10
psíquico, con el fin de obtener alguna confesión, castigarla, intimidarla o
presionarla, o con cualquier otra finalidad, igualmente el tipo subjetivo no
observa calificación alguna del sujeto activo del delito, así que cualquier
persona puede ser responsable plenamente por el delito de tortura. El inciso
demandado tiene una excepción a esta conducta cuando dichos dolores sean
derivados de sanciones licitas o que sean consecuencia normal e inherente a
ellas.

(ii) Aducen que la excepción que se encuentra en el inciso final demandado


del art. 178 de la Ley 599 de 2000, se ajusta al ordenamiento jurídico
internacional, pues no es extraña a ninguno de los instrumentos de DDHH, y
su contenido debe ser bien precisado, e indica que la “excepción de sanciones
legítimas” no puede ser interpretado como una forma de legalización y
reconocimiento de conductas constitutivas de tortura; es decir que esta
excepción “debe comprender, en primer lugar, que existen una serie de
sanciones –como la privación de la libertad- que se encuentran aceptadas
internacionalmente y en tal sentido no pueden ser , prima facie, perseguidas
como tortura; pero consecuentemente, en segundo lugar, que la licitud o
legitimidad de las sanciones depende única y exclusivamente de su apego
estricto a los estándares internacionales de DDHH para prevenir que su
imposición y ejecución se configuren como actos de tortura dirigidos por el
poder normativo de los Estados.”

(iii) Consideran que solo queda determinar los estándares internacionales de


DHH que debe atender el Estado colombiano para que las sanciones sean
legítimas y que su aplicación no se derive en la comisión del delito de tortura,
para esto se remite a la Corte Constitucional la cual ha identificado este núcleo
de garantías en las reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos
adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención
del delito y tratamiento del Delincuente en 1955, y la Corte se refirió a ellas
en la sentencia T-851 de 2004, como el “(…) contenido mínimo de las
obligaciones estatales frente a las personas privadas de la libertar que es el
imperativo cumplimiento, independientemente de la gravedad de la conducta
por la cual se ha privado a la persona de la libertad y del nivel de desarrollo
socio económico del estado”, estas reglas establecen los principios básicos
que guían al Estado en el tema penitenciario para que se garantice que la
dignidad de los reos no se vea conculcada.

Así mismo, existen otros instrumentos cuyos esfuerzos están dirigidos al


mismo sentido como los principios básicos para el tratamiento de los
reclusos1, Conjunto de principios para la protección de todas las personas
sometidas a cualquier forma de detención o prisión 2, Reglas para los menores
privados de la libertad3, las Reglas de las Naciones Unidas para el tratamiento
de las reclusas y medidas no privativas de la libertad para las mujeres
delincuentes4 y el Código de conducta para funcionarios encargados de hacer
1
Res. 45/111, Asamblea Gral de la ONU
2
Res. 43/173, Asamblea Gral de la ONU
3
Res. 45/113, Asamblea Gral de la ONU
4
Res. 25/229, Asamblea Gral de la ONU

11
cumplir la ley5, estas normas que contribuyen para que se proteja la dignidad y
derechos de los presos debe ser respetada por los Estados.

(iv) Conceptúan que es necesario que en el ordenamiento jurídico colombiano


tenga en cuenta este tipo de consideraciones para efectos de la tipificación de
la tortura, y esta excepción se debe incluir porque los únicos dolores y
sufrimientos que podrían estar justificados en el ordenamiento jurídico en un
Estado Social de Derecho y una sociedad democrática son los que provienen
de sanciones que tengan una correspondencia con los estándares
internacionales de DDHH, especialmente de las leyes que se dirigen a la
protección de los individuos privados de su libertad.

(v) Incluyen en su intervención el concepto dado por la Red SOS Tortura


OMCT, emitido por su secretario general Gerald Staberock, el cual está de
acuerdo con lo plateado por la CCJ, incluyendo la petición de declarar la
constitucionalidad del art. 178 inciso final, del código penal colombiano,
“bajo el entendido de que se consideraran sanciones licitas solamente
aquellas que se encuentren conforme a los estándares internacionales de
derechos humanos”.

4. Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos CSPP

La abogada del Proyecto Legal a Víctimas de Tortura de Naciones Unidas y la


Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, considera que el
texto demandado debe salir del ordenamiento jurídico interno, al vulnerar el
art. 93 Superior, y presenta los siguientes argumentos para su solicitud ante la
Corte Constitucional:

Como introducción evidencia que el Estado colombiano tiene la


obligatoriedad de vincular las normas del derecho internacional de los DDHH
a su ordenamiento jurídico bajo dos fuentes, el art. 93 CP y de los mismos
principios internacionales arts. 26 y 27 de la Convención de Viena sobre el
derecho de los Tratados; esto se concretiza 1) con la expedición de normas y el
desarrollo de prácticas del derecho interno que garanticen el cumplimiento de
tratados, y 2) a través de la eliminación de cualquier norma o practica estatal
que ponga en riesgo el cumplimiento de las obligaciones internacionales.

(i)Señala que el crimen de tortura se ha definido en tres instrumentos


internacionales en el art. 1 de la Declaración sobre la Protección de Todas las
personas contra la Tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes, 1995; en el art. 1 de la Convención contra la Tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, 1987; y en el art. 2 de la
Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura, 1985.

Indica que entre todas hay diferencias por lo que se han tejido teorías que
autorizan la tortura en determinadas circunstancias: 1. Tortura de rescate, al
ser un método de investigación para salvar a inocentes; 2. Doctrina de la
necesidad, ante el amparo de los DD de los agentes estatales no son
5
Res. 34/169, Asamblea Gral de la ONU

12
penalmente responsables por cometer tortura; 3. Derecho penal del enemigo,
que pone en duda la dignidad humana de quienes delinquen.

Concluye en este punto que “la exclusión de ciertos dolores y sufrimientos so


pretexto que se derivan de una sanción legitima o licita, es una forma de
flexibilizar la prohibición de la tortura, lo que implica un retroceso para las
sociedades democráticas y un grave riesgo para la humanidad. Ninguna
sanción impuesta legalmente por un Estado democrático y de derecho debe
producir dolor, no sufrimiento o ponga en riesgo la dignidad humana, o la
integridad física o mental de las personas”. Por lo tanto considera que la
norma internacional que ofrece mayor garantía es la Convención
Interamericana para prevenir y sancionar la tortura.

(ii) Sostiene que de la lectura de la norma demandada se puede concluir que


Colombia ha cumplido con la obligación de incluir en el derecho interno las
normas internacionales que se han creado para prevenir y sancionar la tortura,
sin embargo, tras el análisis de las normas internacionales y como ya se ha
dicho, el texto que ofrece mayor garantía es la Convención Interamericana
para prevenir y sancionar la tortura ya que elimina la exclusión de daños y
sufrimientos derivados de sanciones que pueden resultar legitimas o licitas,
por lo tanto considera que si bien la norma demandada se encuentra contenida
en el ordenamiento internacional de los DDHH, evidencia que hay
instrumentos que procuran mayor protección del derecho humano tutelado, e
indican que el Estado colombiano está en mora de incorporar el derecho
interno la definición de tortura contenida en la Convención Interamericana
para prevenir y sancionar la tortura.

(iii) Encuentra que el inciso demandado “excluye la responsabilidad penal de


dolores y sufrimientos que se derivan de sanciones licitas, texto que como se
ha analizado constituye un riesgo a la prohibición absoluta de la tortura, en
cuanto trae implícita la relativización de dicha prohibición”. Es decir que la
norma puede legitimizar condiciones de reclusión insuficientes y medidas
como el aislamiento prolongado de un reo que puede afectar la dignidad de las
y los reclusos. Recuerda que el Comité contra la Tortura de las Naciones
Unidas CAT en 2009 dio a conocer al Estado colombiano su preocupación por
la situación de las cárceles en todo sentido incluido las quejas de tortura que
han llegado y que pusieron de manera pronta e imparcial a la justicia penal.

(iv) Finalmente indica que en la historia colombiana muchos gobiernos han


cometido crímenes que violan los derechos humanos aduciendo que se dictan
ciertas normas para combatir la delincuencia, restringiendo los derechos y
garantías universalmente reconocida para la población en general, por lo que
el riesgo no es solamente para las personas privadas de su libertad.

5. Universidad Libre

La universidad Libre envía su concepto dentro del presente proceso para


solicitar se declare la constitucionalidad del aparte demandado, exponiendo
los siguientes argumentos:
13
(i) Inicia recordando la definición de dignidad humana que se encuentra en la
jurisprudencia de la Corte Constitucional, Sentencia T-881 de 2002: “(i) la
dignidad humana entendida como autonomía o como posibilidad de diseñar
un plan vital y de determinarse según sus características (vivir como quiera),
(ii) la dignidad humana entendida como ciertas condiciones materiales
concretas de existencia (vivir bien) y (iii) la dignidad humana entendida como
intangibilidad de los bienes no patrimoniales, integridad física e integridad
moral (vivir sin humillaciones)”; esto implica el deber del Estado de brindar la
protección de la misma y la responsabilidad de cada persona de cumplir con
los deberes que le señala la Ley.

(ii) Evidencia que la tortura en el derecho penal colombiano es un delito


pluriofensivo, o sea una conducta punible la cual va en contra de dos o más
bienes jurídicos que pueden ser tutelados por cuanto atenta contra la libertad
individual, la integridad personal y la dignidad humana como lo ha expresado
la Corte Constitucional en la sentencia C-587 de 1992.

En el mismo sentido el art. 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y


Sancionar la Tortura indica: “Para los efectos de la presente Convención se
entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se
inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de
investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal,
como medida preventiva, como pena o con cualquier otro fin. Se entenderá
también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes
a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o
mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica.
No estarán comprendidos en el concepto de tortura las penas o sufrimientos
físicos o mentales que sean únicamente consecuencia de medidas legales o
inherentes a éstas, siempre que no incluyan la realización de los actos o la
aplicación de los métodos a que se refiere el presente artículo”. (Subrayas de
la Universidad).

(iii) Advierte, con base en lo anterior, que la norma demandada “no considera
que se configure el tipo penal de tortura cuando el dolor o sufrimiento se
derive únicamente de sanciones licitas, consecuencia legal del propio delito,
lo cual ratifica que bajo ningún entendido los tratos crueles, inhumanos y
degradantes, pueden considerarse como consecuencias legales de una
conducta punible”, igualmente no se protege ningún abuso de la fuerza por
parte de las autoridades del Estado, por cuanto eso es motivo de reproche legal
y quien lo haga debe quedar sujeto a las “responsabilidades a que haya
lugar”.

(iv) Afirma, que de este tema en la sentencia C-582 de 2002 se hace referencia
que cuando el Estado es quien viola los derechos fundamentales “Por tanto
una violación de los Derechos Constitucionales proveniente del instrumento
creado precisamente para que esas violaciones no ocurran [es decir el
Estado], reviste una gravedad suprema que a hace acreedora de una
responsabilidad mayor”.
14
(v) Sostiene, que cuando se evidencie del uso arbitrario de la fuerza o
extralimitación realizada por alguna autoridad del Estado, ésta queda sujeta a
las responsabilidades a que haya lugar, lo cual implica que lo que se indica en
el artículo demandado no es una herramienta que facilite el “ejercicio
arbitrario y brutal de la fuerza del Estado por sus agentes”.

Finalmente asegura que el artículo está acorde con las disposiciones


internacionales con relación a este tema, particularmente con el art. 2 de la
Convención Interamericana antes referido.

V. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACIÓN

En cumplimiento a lo dispuesto en los artículos 242-2 y 278-5 de la


Constitución Política, el Señor Procurador General de la Nación, mediante
concepto No. 5837 del 14 de octubre de 2014, solicitó a la Corte declararse
inhibida para decidir de fondo, y subsidiariamente declare la exequibilidad de
la disposición acusada.

El problema jurídico que considera hay que resolver es si la norma acusada


habilita a los agentes estatales para que inflijan tortura a los condenados en el
entendido que “el sometimiento a vejámenes por parte de las autoridades
penitenciales es un sufrimiento”.

Para dar respuesta a este cuestionamiento plantea los siguientes argumentos:

(i) Afirma que lo argumentado por el actor carece de certeza porque expone
solo sus propias especulaciones que no corresponden al auténtico contenido
normativo de la disposición acusada y considera que la demanda sub examine
no formula un cargo verdadero de inconstitucionalidad por lo que la Corte no
puede efectuar su estudio. De esta manera, encuentra que es un yerro del
demandante equiparar “la sanción penal impuesta al sancionado con las
demás actuaciones posteriores llevadas a cabo por las autoridades estatales”.

(ii) Señala que la misma norma trae condicionamientos y limitantes tales


como la licitud de la sanción que se impone como excepción, lo cual implica
que “(i) que la sanción impuesta esté prevista en la Ley, es decir, que se
respete el principio de legalidad; y (ii) que la sanción haya sido impuesta
respetando el principio-derecho al debido proceso”. De esta manera, observa
que la expresión “pena lícita”, implica que se imponga respetando los
postulados del debido proceso. Igualmente, considera que la expresión
“únicamente” le imprime un carácter de interpretación restrictiva a la norma.

(iii) Por tanto, considera que los funcionarios pueden ser investigados en caso
de extralimitación o violación de algún derecho, y determinar si cometió el
delito de tortura, o incurrió en penas o tratos crueles inhumanos o degradantes.

(iv) Para la Vista Fiscal el Estado tiene legitimidad para sancionar mediante
penas y su connatural sufrimiento legítimo, y para ello el Congreso tiene una
15
amplia facultad de imponer penas al ser titular del ius puniendi.

(v) Finalmente el Ministerio Público solicita a la Corte que se inhiba de


pronunciarse de fondo; pero si la Corte considera que los cargos presentados
son suficientes y justifican que se realice el control de constitucionalidad, de
manera subsidiaria solicita que se declare la exequibilidad de la norma
acusada.

VI. FUNDAMENTOS DE LA DECISIÓN

1. Competencia de la Corte

De conformidad con lo dispuesto en el artículo 241, numeral 5o. de la


Constitución Política, la Corte Constitucional es competente para conocer y
decidir definitivamente sobre la demanda de inconstitucionalidad de la
referencia, pues las expresiones acusadas hacen parte de una Ley, en este caso,
de la Ley 599 de 2000.

2. Problema jurídico y esquema de resolución

La Corte debe resolver si el artículo 178 de la Ley 599 de 2000 vulnera los
mandatos constitucionales contenidos en los artículos 1, 2, 5, 6, 12 13 y 93 de
la Carta Política al establecer dicha disposición que no se entenderá por tortura
el dolor o los sufrimientos que se deriven únicamente de sanciones lícitas o
que sean consecuencia normal o inherente a ellas.

Para solucionar este problema jurídico la Sala debe establecer de manera


preliminar si en el presente caso existe aptitud sustantiva de la demanda, de
conformidad con lo establecido por la jurisprudencia de esta Corte. En punto a
este tema y en aplicación del principio pro actione, la Sala colige que en el
libelo el accionante logra conformar verdaderos cargos de inconstitucionalidad
en cuanto los argumentos esbozados consiguen despertar una duda mínima y
razonable en el juez constitucional sobre la eventual inexequibilidad de la
normativa acusada, en relación con las posibles consecuencias jurídicas que se
podrían llegar a desprender de la disposición objetada, respecto de si el dolor o
los sufrimientos que se generen exclusivamente de sanciones lícitas o que
constituyan implicaciones normales o inherentes a dichas sanciones podrían
llegar a constituir formas de tortura, o si del contenido normativo de la
disposición acusada se puede llegar a derivar una hipotética permisión de
tortura, tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Una vez establecida la aptitud sustantiva de la demanda, la Sala pasará a


pronunciarse de mérito sobre el problema constitucional planteado para cuya
resolución adelantará el siguiente esquema de resolución: (i) reiterará la
dignidad humana como fundamento de la prohibición de la tortura o la
imposición de penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes; (ii) analizará
la prohibición de la tortura, tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes
tanto en el derecho internacional, como en la Constitución Política y en el
ordenamiento jurídico legal interno, así como sus desarrollos por parte de la
16
jurisprudencia constitucional;; (iii) se referirá a la prohibición de tortura,
penas y tratos crueles, inhumanos o degradantes especialmente respecto de la
población carcelaria del país; para finalmente (iv) entrar a analizar la
constitucionalidad de la disposición demandada.

3. La dignidad humana como fundamento de la prohibición de la tortura,


o la imposición de penas o tratos crueles, inhumanos y degradantes
El artículo 1 de la Constitución Política dispone: “Colombia es un Estado social
de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con
autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y
pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la
solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés
general”. (Negrillas fuera del texto).

La dignidad humana, según se desprende del art. 1 Superior, es el fundamento


del ordenamiento jurídico, es decir que este concepto es un pilar determinante
en el Estado Social de Derecho y en la democracia constitucional, y por tanto
de los Derechos Humanos y de los derechos fundamentales en general, y
constituye una norma vinculante para toda autoridad.

La consagración constitucional del principio de la dignidad humana, indica que


debe existir un trato especial hacia el individuo, ya que la persona es un fin para
el Estado y por tanto para todos los poderes públicos especialmente para los
jueces, pues este principio debe ser el parámetro interpretativo de todas las
normas del ordenamiento jurídico, este principio impone una carga de acción
positiva de cara a los demás derechos6.

Esta consagración se basa en la teoría iusfilosófica de origen kantiano según la


cual toda persona tiene un valor inherente a su propia condición humana que es
su dignidad, la cual la hace ser no un medio, un instrumento para la consecución
de diversos fines, sino un fin en sí mismo. Así, Kant afirma que un ser humano y
generalmente todo ser racional existe como un fin en sí mismo. De esta máxima
se deriva la primera formulación del Imperativo Categórico, esto es, la Fórmula
de Humanidad que ordena que uses a la humanidad, tanto en tu propia persona o
en la persona de cualquier otro siempre al mismo tiempo como un fin y nunca
solo como un medio. De esta manera, la persona contiene en sí misma un valor
moral que no tiene ninguna equivalencia posible en el mundo material, y que se
deriva de su condición de sujeto moral, libre y autónomo.7

Por su parte, la jurisprudencia de este Tribunal ha encontrado tres lineamientos


claros y diferenciables con relación al objeto de protección del enunciado
normativo “dignidad humana”: (i) entendida como autonomía o como la
posibilidad de diseñar un plan vital y determinarse según sus características, es
decir, vivir como se quiera; (ii) como ciertas condiciones materiales concretas
de existencia, o sea vivir bien; y (iii) entendida como intangibilidad de los

6
Ver Sentencia T-645 de 1996.
7
Consultar Kant Emmanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Traducción de Manuel
García Morente.

17
bienes no patrimoniales, integridad física y moral, en otras palabras vivir sin
humillaciones.8

De otro lado, para esta Corporación la dignidad humana tiene una triple
naturaleza de valor, principio y derecho: (i) como derecho fundamental que
implica la correlatividad entre la facultad de exigir su realización en los
ámbitos a los que atañe y el deber de propiciarlos; (ii) como principio puede
entenderse como una de los fundamentos que dieron origen a la aparición del
Estado colombiano de hoy, así como un mandato de optimización, cuya
realización se debe propender en la mayor medida posible; (iii) como valor, la
dignidad representa un ideal de corrección al que tiende el Estado y que le
corresponde preservar”.9

En consecuencia, la dignidad humana es un derecho de todas las personas que


viven y están en el país, la cual no se pierde cuando, por diferentes motivos,
una persona pierde la libertad y es recluida en una cárcel o en un recinto
penitenciario, y es deber del Estado que ésta sea protegida en razón a que los
reclusos se encuentran en un estado de vulnerabilidad especial.

En otras palabras, el principio, valor y derecho de la dignidad humana es un


deber positivo o un mandato de acción, por consiguiente, todas las autoridades
del Estado deben lograr las condiciones necesarias para que se puedan
desarrollar los ámbitos de la dignidad humana10, la cual, como se mencionó,
tiene diferentes formas de ser entendida.

La dignidad humana es un principio fundante del Estado colombiano, tiene un


valor absoluto en nuestro ordenamiento jurídico, a diferencia de otros sistemas
constitucionales, de manera que no puede ser limitado como otros derechos
relativos bajo ningún argumento, en ninguna circunstancia, con base en la
aplicación de doctrina jurídica o filosófica alguna, como la denominada
“doctrina del mal menor”, o a partir de ninguna aplicación exceptiva, como si lo
pueden ser en forma contraria otros principios o derechos fundamentales que
para su aplicación concreta pueden ser limitados a partir de un ejercicio de
razonabilidad o de proporcionalidad, esto es, de ponderación con otros
principios, cuando entren en colisión con ellos, puesto que no ostentan un
carácter absoluto como la dignidad humana, sino relativo, y pueden ser objeto de
restricciones. Por tanto, el respeto de la dignidad humana es una norma jurídica
de carácter vinculante para todas las autoridades sin excepción, además, es la
razón de ser, el principio y el fin último del Estado constitucional y democrático
de Derecho y de su organización, tal y como lo ha indicado la jurisprudencia de
este Alto Tribunal. 11

8
Ver Sentencias T-881 de 2002 y T-436 de 2012
9
Sentencia T-940 de 2012 y ver Sentencia T-881/02
10
Ver Sentencia T-1134 de 2004.
11
Sentencia T-401 de 1992.

18
En punto al tema de la dignidad humana, tan central para el entendimiento de
nuestro paradigma constitucional, esta Corte ha afirmado que "El hombre es
un fin en sí mismo. Su dignidad depende de la posibilidad de
autodeterminarse (CP art. 16). Las autoridades están precisamente
instituidas para proteger a toda persona en su vida, entendida en un sentido
amplio como "vida plena". La integridad física, psíquica y espiritual, la salud,
el mínimo de condiciones materiales necesarias para la existencia digna, son
elementos constitutivos de una vida íntegra y presupuesto necesario para la
autorrealización individual y social. Una administración burocratizada,
insensible a las necesidades de los ciudadanos, o de sus mismos empleados,
no se compadece con los fines esenciales del Estado, sino que al contrario,
cosifica al individuo y traiciona los valores fundantes del Estado Social de
Derecho (CP art. 1°)”.12 (Negrillas fuera de texto)

La dignidad humana, no es una facultad de la persona para adquirirla o para


que el Estado se la conceda, ésta es un atributo esencial, inherente al
individuo, por lo tanto el derecho fundamental se refiere a que se le dé el trato
a la persona para que se le respete completamente la dignidad de ser humano,
es un derecho en el que implica al Estado tanto obligaciones de no hacer como
de hacer. Por otro lado, la jurisprudencia constitucional ha indicado
claramente que en materia del ius puniendi este principio se da en la
prohibición para las autoridades públicas y carcelarias de realizar actuaciones
que constituyan tortura o de aplicar penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes.13

En resumen, el deber del Estado y sus autoridades es el de adoptar las medidas


necesarias para que se le garantice a cada individuo un trato acorde con su
condición digna de ser humano, como parte y miembro de la sociedad. Así, si
bien los ciudadanos pueden verse restringidos o perder sus derechos y
libertades fundamentales, como el derecho a la libertad, como consecuencia de
penas privativas de la libertad, la dignidad humana no se puede restringir o
perder nunca, de manera que como consecuencia de ello las autoridades
carcelarias tienen la obligación de cumplir el respecto de los derechos
fundamentales e inalienables de todos los ciudadanos, incluyendo la población
carcelaria, y están sujetos de manera categórica a la prohibición de no aplicar
sobre los reos medidas, sanciones que puedan constituir torturas, penas o
tratos crueles, inhumanos o degradantes, como se pasa a exponer con mayor
detalle a continuación.

4. La prohibición de la tortura, tratos o penas crueles, inhumanos o


degradantes

4.1 La prohibición de la tortura, penas o tratos crueles, inhumanos o


degradantes en el Derecho Internacional está desarrollada en declaraciones,

12
Sentencia T-499 de 1992, reiterado en muchas otras.
Ver Sentencia T-702 de 2001.
13
Consultar la Sentencia T-1030 de 2003.

19
pactos y convenciones a nivel internacional, los cuales se encuentran
encaminados a la garantía y protección del derecho a la integridad personal de
los individuos sin diferenciar el origen étnico, de género, cultural o territorial
de los mismos.14 Algunos de los más importantes instrumentos internacionales
que consagran esta garantía son:

(i) Declaración Universal de Derechos Humanos:


"Art. 3.- Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad
de su persona.
Art.5.- Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos
o degradantes" (Resalta la Sala)

(ii) Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre:


"Art. 1.- Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la
seguridad de su persona.
Art. 25 (inciso 3).- Todo individuo que haya sido privado de su libertad tiene
derecho a que el juez verifique sin demora la legalidad de la medida y a ser
juzgado sin dilación injustificada o, de lo contrario, a ser puesto en libertad.
Art. 26 (inciso 2).- Toda persona acusada de delito tiene derecho a ser oída
en forma imparcial y pública, a ser juzgada por tribunales anteriormente
establecidos de acuerdo con leyes pre-existentes y a que no se le imponga
penas crueles, infamantes o inusitadas." (Énfasis de la Corte)

(iii) Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966:


"Art. 7.- Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes. En particular, nadie será sometido sin su libre
consentimiento a experimentos médicos o científicos.
Art. 10.- 1. Toda persona privada de libertad será tratada humanamente y
con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano.
2. a. Los procesados estarán separados de los condenados, salvo en
circunstancias excepcionales, y serán sometidos a un tratamiento distinto,
adecuado a su condición de personas no condenadas;
b. Los menores procesados estarán separados de los adultos y deberán ser
llevados ante los tribunales de justicia con la mayor celeridad posible para su
enjuiciamiento
3. El régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad
esencial será la reforma y la readaptación social de los penados. Los
menores delincuentes estarán separados de los adultos y serán sometidos a un
tratamiento adecuado a su edad y condición jurídica". (Negrillas fuera de
texto)

(iv) Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José):


"1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y
moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos
o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano.

14
Ver Sentencia C-587de 1992.

20
3. La pena no puede trascender de la persona del delincuente.
4. Los procesados deben estar separados de los condenados, salvo en
circunstancias excepcionales, y serán sometidos a un tratamiento adecuado a
su condición de personas no condenadas.
5. Cuando los menores puedan ser procesados, deben ser separados de los
adultos y llevados ante tribunales especializados, con la mayor celeridad
posible, para su tratamiento
6. Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la
reforma y readaptación social de los condenados". (Resaltado de la Corte)

Igualmente algunos intrumentos se han destinado para prohibir estas


arbitrariedades como la Declaración de las Naciones Unidas sobre la
protección de todas las personas frente a la tortura y a otros tratos crueles,
inhumanos o degradantes, adoptada por la Asamblea General el 9 de
diciembre de 1975 (art. 2); la Convención de las Naciones Unidas contra la
Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (Ley 70 de
1986); y la Convención Interameriana para Prevenir y Sancionar la Tortura
(Ley 409 de 1997). Estas normas se reconocen internacionalmente como un
mandato imperativo de derecho internacional que no permite ningún tipo de
acuerdo que esté en contra del mismo, ni tampoco pueden los Estados esgrimir
excepciones o derogaciones, sino que las naciones tienen el deber de hacer
respetar estas garantías de carácter universal.15

Tras la lectura de estos artículos, es evidente que una de las más importantes
preocupaciones de la comunidad internacional para la protección de los
Derechos Humanos ha sido la protección del derecho a la integridad personal
de todos los individuos, consagrando de manera universal el derecho de todas
las personas, sin excepción o acepción alguna, a no ser sometidos a cualquier
clase o tipo de tortura, bien sea física, emocional o psicológica, ni a ser objeto
de tratos o penas crueles inhumanas o degradantes.

La prohibición de la tortura, como la que se encuentra en la Convención contra


la Tortura y otros tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes, aprobada
por Colombia por la Ley 78 del 15 de diciembre de 1986, busca proteger el
derecho a la integridad personal y la integridad de la persona que puede ser
vulnerado por un uso arbitrario de la fuerza, aclarando que no todas las
sanciones que producen sufrimiento alcanza la categoría de tortura. La Corte
Europea de Derechos Humanos en diferentes fallos ha indicado que no todas
las penas constituyen tortura, sino que para que se adquiera ese carácter estos
sufrimientos deben ser graves y crueles. Es decir que la intensidad se analiza
acorde con las circunstancia del caso para definir si es tortura o un
comportamiento inhumano o degradante.16

De esta garantía universal dirigida a todos los seres humanos, se desprende


una garantía particular y especial para aquellas personas que son objeto del ius
puniendi de los Estados, en el sentido de prohibir de manera categórica e
imperativa que puedan ser sometidas a tratos o penas que puedan constituir
15
Sentencia T-741 de 2004
16
Ver Sentencia T-523 de 1997.

21
tortura, o puedan ser calificados de crueles, inhumanos o degradantes frente a
la dignidad del ser humano.

Lo anterior, ya que la prohibición universal de tortura, tratos o penas crueles,


inhumanas o degradantes, puede ser desconocida con una mayor facilidad y
frecuencia por las autoridades públicas frente a personas sancionadas con
penas privativas de la libertad, cuando las procesan o condenan por la
comisión de algún tipo de delito. Por esta razón los instrumentos
internacionales ya reseñados, hacen énfasis en que (i) nadie, esto es, ninguna
persona, puede ser sometida a torturas, ni a penas o tratos crueles, inhumanos
o degradantes (Declaración Universal de Derechos Humanos, Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Convención Americana sobre
Derechos Humanos); (ii) toda persona que sea acusada de delito tiene el
derecho a que no se le impongan penas crueles, infamantes o inusitadas
(Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre); (iii) toda
persona que se encuentre privada de libertad debe ser tratada humanamente y
con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano (Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y Convención Americana sobre
Derechos Humanos); y (iv) el régimen penitenciario debe consistir en un
tratamiento cuya finalidad esencial sea la reforma y la readaptación social de
los penados, esto es, en que las penas privativas de la libertad tendrán como
finalidad esencial la reforma y readaptación social de los condenados (Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y Convención Americana sobre
Derechos Humanos).

Estas normas específicas para los casos relativos a las personas privadas de la
libertad se les otorga una especial relevancia porque es en estas circunstancias
o situaciones fácticas y jurídicas en donde se evidencia más la posibilidad de
que se presente tortura, penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, y
porque estas garantías en el ambiente jurídico de los Derechos Humanos se
han desplegado como un conjunto de limitaciones frente al ius puniendi del
Estado. Por lo tanto, esta prohibición universal constituye una norma de
derecho internacional que todo Estado tiene la obligación de respetar, a pesar
de las circunstancias particulares que se puedan presentar internamente, tales
como el conflicto interno armado y la proliferación de grupos armados al
margen de la ley, como en el caso específico de Colombia. 17 Lo anterior, no
significa que este tipo de delito de tortura, imposición de penas o tratos crueles
inhumanos o degradantes no puedan ser cometidos por otras personas
particulares, verbigracia en el seno de las familias, o como en el caso especial
de Colombia, por los numerosos grupos al margen de la ley.

En relación con la tortura, se pueden citar tres definiciones relevantes:

(i)La definición contenida en el art. 1 de la Declaración sobre la Protección de


Todas las personas contra la Tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes, que dispone: “1. A los efectos de la presente Declaración, se
entenderá por tortura todo acto por el cual un funcionario público, u otra

17Ver Sentencia C-587de 1992.

22
persona a instigación suya, inflija intencionalmente a una persona penas o
sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella
o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que
haya cometido o se sospeche que ha cometido, o de intimidar a esa persona
o a otras. No se considerarán tortura las penas o sufrimientos que sean
consecuencia únicamente de la privación legítima de la libertad, o sean
inherentes o incidentales a ésta, en la medida en que estén en consonancia
con las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos.” (Negrillas de
la Corte)

(ii) La definición contenida en el art. 1 de la Convención contra la Tortura y


otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes, adoptada por la
Asamblea General de la ONU mediante Resolución 39-46 del 10 de diciembre
de 1984, suscrita por el Gobierno Colombiano el 1 de abril de 1985 e
incorporada a nuestro ordenamiento por medio de la Ley 78 de 1986 y
promulgada por Decreto 768 de 1988, que reza: "A los efectos de la presente
Convención, se entenderá por el término "tortura" todo acto por el cual se
inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya
sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o
se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a
otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación,
cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario
público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación
suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas
los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones
legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas". (Resalta la Sala)

(iii)Otro instrumento internacional como la Convención Interamericana para


Prevenir y Sancionar la Tortura, aprobado por la Asamblea General de la OEA
el 9 de diciembre de 1985 tiene su propia definición de la tortura en su art. 2:
" Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo
acto realizado intencionalmente por el cual se inflija a una persona penas o
sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como
medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como
pena, o con cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la
aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental,
aunque no causen dolor físico o angustia física.
No estarán comprendidos en el concepto de tortura las penas o sufrimientos
físicos o mentales que sean únicamente consecuencia de medidas legales o
inherentes a éstas, siempre que no incluyan la realización de los actos o la
aplicación de los métodos a que se refiere el presente artículo" (Énfasis de la
Sala)

4.2 En relación con la definicion de trato cruel, inhumano o degradante, dado


que constituyen definiciones abstractas, existen pronunciamientos que ayudan
a delimitar en forma más certera cómo se entiende y plica esta prohibición:

23
(i) El Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en la
Observación General No. 20 de 1992 establece que “la finalidad de las
disposiciones del artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos es proteger la dignidad y la integridad física y mental de la
persona”18, y que “la prohibición enunciada en el artículo 7 se refiere no
solamente a los actos que causan a la víctima dolor físico, sino tambien a los
que causan sufrimiento moral”19. (Resalta la Corte)

(ii) La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el caso No. 10832


de 1997, recogiendo definiciones adoptadas por los organismos europeos de
Derechos Humanos estableció que “(a) el trato inhumano es aquel que causa
un sufrimiento físico, mental o psicológico severo, por lo cual resulta
injustificable, y (b) el trato degradante es aquel que humilla gravemente al
individuo frente a los demás, o le compele a actuar en contra de su
voluntad”20 (Énfasis de la Sala). Así mismo se estableció que para adquirir el
carácter de inhumano o degradante el trato debe tener un nivel mínimo de
severidad, esto se debe evaluar en cada caso particular. Es decir que para
distinguir la tortura con los tratos crueles depende del grado de severidad y
gravedad de los actos.

(iii) La Corte Interamericana de Derechos Humanos en la Decisión del 17 de


diciembre de 1997 se precisaron otros elementos para delimitar estas
conductas aclarando que “la violación del derecho a la integidad física y
psicológica de las personas es una categoría que abarca tratos con distintos
niveles de severidad, que van desde la tortura, hasta diversos tipos de
humillaciones y tratamientos crueles, inhumanos o degradantes, con
distintos niveles de perturbación física y psicológica para los afectados. Así,
se determinó que incluso en ausencia de lesiones físicas, el sufrimiento
psicológico y moral del afectado, aunado a una perturbación psíquica
generada por las autoridades, puede constituir trato inhumano, mientras
que el trato degradante se caracteriza por los sentimientos de miedo,
ansiedad e inferioridad inducidos a la víctima con el propósito de
humillarla. De esta forma, se caracterizaron como crueles, inhumanos y
degradantes los golpes, el maltrato, y la intimidación con amenazas de más
violencia de los cuales fue objeto la peticionaria”.21 (Énfasis de la Sala)

En conclusión la diferencia entre la tortura y los tratos crueles, inhumanos o


degradantes se puede dar por la severidad e intensidad de la acción de fuerza
que se ejerza contra la víctima de este tipo de conductas.

4.3 Por su parte, la Constitución Política en el artículo 12 Superior consagra


que “Nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes”. Este mandato superior contiene la
prohibición absoluta de la tortura, de los tratos o penas crueles inhumanos o

18
Comité de Derechos Humanos, Observación General No. 20: “La prohibición de la tortura y los tratos o
penas crueles”, 1992.
19
Ibidem.
20
Sentencia T-741 de 2004.
21
Ibídem

24
degradantes, garantía que es elevada a derecho fundamental.

En este orden de ideas, la Carta Política de 1991 prohíbe la tortura, los tratos
crueles, inhumanos o degradantes; los cuales guardan una relación intrínseca
entre sí, y es necesario recordar que las autoridades colombianas se han
instituido para que se protejan a todos los residentes del país en sus vidas,
honra y bienes, así como para que se aseguren del cumplimiento de los
deberes sociales tanto del Estado como de los particulares.22

El artículo 12 CP tuvo la siguiente evolución en la Asamblea Nacional


Constituyente:

(i) El Gobierno presentó un proyecto de artículo que establecía: " La


integridad física y mental de la persona es inviolable. Se prohíbe la tortura y
las penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Será nula toda
declaración obtenida mediante la violación de este derecho".

(ii) Por su parte la Subcomisión Segunda de la Comisión Primera de la


Asamblea propuso el siguiente texto a la Comisión: "El Estado garantiza el
derecho a la vida.
No hay pena de muerte. La tortura en todas sus formas al igual que los tratos
inhumanos y degradantes y la desaparición forzada son delitos".

(iii) De otra parte la Comisión Primera presentó a la Plenaria, para primer


debate presentó: "El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de
muerte.
Nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes"

El texto aprobado finalmente por la Plenaria fue preparado en la Comisión


Codificadora en relación al derecho a la vida y la pena de muerte, y por lo
tanto el art. 12 Superior finalmente quedó así: “Nadie será sometido a
desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes”23

Es decir que con la aprobación del texto del art. 12 Constitucional quedó
plasmada la prohibición categórica, entre otras cosas, de la tortura, y de las
penas y los tratos crueles, inhumanos o degradantes, tanto por parte del Estado
como de los particulares, constituyendo un derecho fundamental de todos los
ciudadanos.

La jurisprudencia de esta Corporación ha sostenido que este mandato Superior


“…es incluso más amplio que los instrumentos internacionales suscritos por
Colombia sobre el tema, pues…, la Carta colombiana prohíbe la tortura
incluso en los casos en que el torturador sea un particular”. 24

22
Ver Sentencia No. C-587 de 1992.
23
Ibídem.
24
Ibídem.

25
Así, la jurisprudencia constitucional ha sostenido que la tortura es un delito
que atenta contra la dignidad humana para obtener resultados variados como
información, castigos o coacciones; usando métodos que producen grave
dolor, sufrimientos o aflicción en las víctimas, sometiendo su voluntad a la
del torturador. No obstante lo anterior, también ha expresado, que los dolores
o sufrimientos que son consecuencia de sanciones legítimas o inherentes a
éstas quedan excluidos del concepto de tortura.25 Esto se debe entender en el
sentido de que las penas, dolores o sufrimientos que sean única y
exclusivamente consecuencia o inherentes por naturaleza a las sanciones
legítimas que están estipuladas por la ley, no se considerarán tortura, siempre
y cuando su aplicación no incluya la realización de los actos o la aplicación de
los métodos considerados como tal. De esta manera, es claro, que las penas,
sufrimientos o dolores que quedan excluidos del concepto de tortura, son
aquellos que no quedan comprendidos dentro de esta definición, tales como
aquellos dolores o sufrimientos naturales que se derivan o son inherentes a las
penas principales o accesorias, relativas a la privación de la libertad del
ciudadano, las multas o las inhabilidades civiles y políticas.

4.4 La tortura en el régimen penal colombiano se introdujo en el año 1980 en


el Código Penal mediante su tipificación como delito por mandato establecido
en la declaración contra la tortura de las Naciones Unidas. En ésta, los Estados
se obligaban a incorporarla en su ordenamiento legal 26, e internamente quedó
plasmado y desarrollado en el art. 279 del Código Penal que consagraba:

"El que someta a otro a tortura física o moral, incurrirá en prisión de uno a
tres años, siempre que el hecho no constituya delito sancionado con pena
mayor"

Esta norma fue reiterada en el Decreto Ley 180 de 1988, art. 24, pero con una
pena mayor y fue adoptada como legislación permanente en el D.E. 2266 de
1991, artículo 4:

“Artículo 24. El artículo 279 del Código Penal quedará así:


Art. 279 El que someta otra persona a tortura física o síquica, incurrirá en
prisión de cinco (5) a diez (10) años, siempre que el hecho no constituya delito
sancionado con pena mayor”.

El delito de tortura se presenta bajo dos modalidades: tortura física o tortura


moral la cual incluye el aspecto sicológico. El sujeto activo puede ser
cualquier persona o funcionario público, por eso es indeterminado. Esto se
encuentra conforme con la Constitución y los instrumentos internacionales que
prohíben la práctica de la tortura.

El artículo 279 del Código Penal fue nuevamente modificado en el año 2000
por la Ley 589 en su art. 6:

“Art. 6o. El artículo 279 del Código Penal quedará así:


25
Ver Sentencia T-045 de 1995.
26 Ver Sentencia C-587 de 1992.

26
ARTICULO 279. Tortura. El que inflija a una persona dolores o sufrimientos
graves, físicos o psíquicos, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o confesión, de castigarla por un acto por ella cometido o que se
sospeche que ha cometido o de intimidarla o coaccionarla por cualquier
razón que comporte algún tipo de discriminación incurrirá en prisión de ocho
a quince años, multa de ochocientos (800) a dos mil (2.000) salarios mínimos
legales vigentes, e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones
públicas por el mismo término de la pena privativa de la libertad.

En la misma pena incurrirá el que ocasione graves sufrimientos físicos con


fines distintos a los descritos en el inciso anterior.

No se entenderá por tortura el dolor o los sufrimientos que se deriven


únicamente de sanciones lícitas o que sean consecuencia normal o fortuita de
ellas.”

Igualmente en la Ley 599 de 2000 que consagra el nuevo Código Penal, se


introdujo el artículo 178:

“ARTICULO 178. TORTURA. El que inflija a una persona dolores o


sufrimientos graves, físicos o psíquicos, con el fin de obtener de ella o de un
tercero información o confesión, de castigarla por un acto por ella cometido o
que se sospeche que ha cometido o de intimidarla o coaccionarla por
cualquier razón que comporte algún tipo de discriminación incurrirá en
prisión de ocho a quince años, multa de ochocientos (800) a dos mil (2.000)
salarios mínimos legales vigentes, e inhabilitación para el ejercicio de
derechos y funciones públicas por el mismo término de la pena privativa de la
libertad.

En la misma pena incurrirá el que cometa la conducta con fines distintos a los
descritos en el inciso anterior.

No se entenderá por tortura el dolor o los sufrimientos que se deriven


únicamente de sanciones lícitas o que sean consecuencia normal o
inherente a ellas.” Este inciso final del artículo 178 es el que se demanda en
esta oportunidad.

En conclusión, la Corte colige que la prohibición de la tortura se encuentra


consagrada de vieja data no solo a nivel internacional, sino en el
ordenamiento constitucional y legal interno. Esta conducta puede ser
cometida tanto por los agentes del Estado, como por los particulares,
recayendo en el Estado la responsabilidad de protección y defensa de los
derechos fundamentales de todos los ciudadanos.

5. La prohibición de la tortura, penas, tratos crueles, inhumanos o


degradantes frente a la población carcelaria

27
En relación con las torturas, penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes
para los reclusos, el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, art. 10, se consagra
el respeto a la dignidad humana de los reclusos: “toda persona privada de la
libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano”. Este principio interpretado en la Observación
General No. 21 del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, es
sintetizado por esta Corporación así: “(i) todas las personas privadas de la
libertad deberán ser tratadas en forma humana y digna, independientemente
del tipo de detención al cual estén sujetas, del tipo de institución en la cual
estén recluidas; (ii) los Estados adquieren obligaciones positivas en virtud del
artículo 10-1 del Pacto, en el sentido de propugnar por que no se someta a
las personas privadas de la libertad a mayores penurias o limitaciones de sus
derechos que las legítimamente derivadas de la medida de detención
correspondiente; y (iii) por tratarse de una “norma fundamental de
aplicación universal”, la obligación de tratar a los detenidos con humanidad
y dignidad no puede estar sujeta, en su cumplimiento, a la disponibilidad de
recursos materiales, ni a distinciones de ningún tipo”.27 (Énfasis de la Sala)

Por lo anterior, las Naciones Unidas ha consagrado “las Reglas Mínimas para
el tratamiento de reclusos28, el Conjunto de Principios para la Protección de
Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión 29, el
Código de Conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley30,
y los Principios de ética médica aplicables a la función del personal de salud,
especialmente los médicos, en la protección de personas presas y detenidas,
contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes 31,
que la Observación General 21 de la Comisión de Derechos Humanos”. 32 Por
estas normas internacionales y las libertades que reconoce la Carta Política a
todos los asociados, la Corte se ha referido a los derechos de los presos.

En cuanto a las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos,


adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención
del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955, y
aprobado por el Consejo Económico y Social en sus resoluciones 663C
(XXIV) de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII) de 13 de mayo de 1977; indica,
con base en las reglas 10, 12, 17, 19 y 20 que los siguientes son los contenidos
que se deben garantizar por los Estados en relación a los reclusos:

“(i) el derecho de los reclusos a ser ubicados en locales higiénicos y dignos,


(ii) el derecho de los reclusos a contar con instalaciones sanitarias
adecuadas a sus necesidades y al decoro mínimo propio de su dignidad
humana, (iii) el derecho de los reclusos a recibir ropa digna para su vestido
personal, (iv) el derecho de los reclusos a tener una cama individual con su
27
Ver Sentencia T-126 de 2009.
28
Adoptado por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del
Delincuente, Ginebra 1955, aprobadas por el Consejo Económico y Social en sus resoluciones 663C (XXIV)
de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII) de 13 de mayo de 1977.
29
Adoptado por la Asamblea General en su resolución 43/173 de 9 de diciembre de 1988.
30
Resolución 34/169 Asamblea General 17 de diciembre de 1979
31
Adoptados por la Asamblea General en su resolución 37/194, de 18 de diciembre de 1982.
32
Sentencia T-690 de 2004

28
ropa de cama correspondiente en condiciones higiénicas 33, y (v) el derecho
de los reclusos a contar con alimentación y agua potable suficientes y
adecuadas.”34 (Resalta la Sala)

En el mismo sentido, esta Corte ha indicado: “la Comisión Interamericana de


Derechos Humanos ha añadido a la anterior enumeración de los mínimos a
satisfacer por los Estados, aquellos contenidos en las reglas Nos. 11, 15, 21,
24, 25, 31, 40 y 41 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas, que se
refieren en su orden a, (vi) la adecuada iluminación y ventilación del sitio de
reclusión, (vii) la provisión de los implementos necesarios para el debido
aseo personal de los presos, (viii) el derecho de los reclusos a practicar,
cuando ello sea posible, un ejercicio diariamente al aire libre, (ix) el derecho
de los reclusos a ser examinados por médicos a su ingreso al establecimiento
y cuando así se requiera, (x) el derecho de los reclusos a recibir atención
médica constante y diligente, (xi) la prohibición de las penas corporales y
demás penas crueles, inhumanas o degradantes, (xii) el derecho de los
reclusos a acceder a material de lectura, y (xiii) los derechos religiosos de
los reclusos.” 35 (Énfasis de la Corte)

Las normas del bloque de constitucionalidad con relación al tratamiento


penitenciario se encaminan hacia las obligaciones del Estado para que se
protejan los derechos fundamentales de los internos y a que la limitación de
algunos derechos restringidos por su condición especial responda a criterios de
razonabilidad y proporcionalidad los cuales deben ser compatibles con los
fines constitucionales de la pena.36 Las obligaciones del Estado como
consecuencia de su legítimo poder punitivo deben estar basadas en el respeto
del principio de dignidad humana, el cual es el pilar fundamental que debe
guiar la relación entre los internos y las autoridades penitenciarias. Esta es una
norma imperativa de derecho internacional, por lo tanto es obligatoria y de
inmediato cumplimiento para todos los Estados.37

Es necesario, a juicio de esta Sala, la jurisprudencia sentada por esta Corte


sobre el estado de cosas inconstitucional que existe en el sistema carcelario del
país38, y que las personas privadas de su libertad se encuentran en una
situación de vulnerabilidad por lo que se le impone al Estado deberes
especiales para con ellos y ellas.39 Este deber nace de la Constitución, la ley y
la jurisprudencia constitucional, al igual que de los sistemas de protección de
derechos humanos internacionalmente decretados. La limitación de algunos
ciudadanos por sus condiciones especiales de su libertad, en el contexto del
33
Reglas mínimas para el tratamiento de los Reclusos, No. 19: “Cada recluso dispondrá, en conformidad con
los usos locales o nacionales, de una cama individual y de ropa de cama individual suficiente, mantenida
convenientemente y mudada con regularidad a fin de asegurar su limpieza.”
34
Sentencia T-851 de 2004.
35
Ibidem.
36
Ver Sentencia T-126 de 2009
37
Ver Sentencia T-857 de 2013
38
Ver Sentencia T-153 de 1998, reiterado en sentencias T-256 de 2000, T-257 de 2000, T-847 de 2000, T-1291
de 2000, T-1077 de 2001, T-157 de 2002, T-1030 de 2003, T-1096 de 2004, entre otras.
39
Constitución Política, artículo 13, inciso tercero: “El Estado protegerá especialmente a aquellas personas
que por su condición económica, física o mental, se encuentren en condiciones de debilidad manifiesta y
sancionará los abusos y maltratos que contra ellas se cometan.”

29
Estado Social de Derecho, le genera al Estado el deber de garantizarle a los
reos condiciones de vida digna, creándose una relación de sujeción entre los
individuos y el gobierno.40

Las consecuencias de esta sujeción son las siguientes: “(i) la posibilidad de


limitar el ejercicio de algunos derechos fundamentales de los reclusos
(intimidad, reunión, trabajo, educación). (ii) La imposibilidad de limitar el
ejercicio de algunos derechos fundamentales (vida, dignidad humana,
libertad de cultos, debido proceso, habeas data, entre otros). (iii) El deber
positivo41 en cabeza del Estado de asegurar el goce efectivo tanto de los
derechos no fundamentales como de los fundamentales, en la parte que no
sea objeto de limitación cuando la misma procede, y en su integridad frente
a los demás, debido a la especial situación de indefensión o de debilidad
manifiesta en la que se encuentran los reclusos. (iv) El deber positivo 42 en
cabeza del Estado de asegurar todas las condiciones necesarias 43 que
permitan a su vez condiciones adecuadas para la efectiva resocialización 44
de los reclusos.”45 (Negrillas fuera de texto)

En el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre


Colombia “Informe Colombia”, 1981, se encuentra la siguiente lista de
posibles conductas que pueden llegar a constituir tortura por parte de los
agentes del Estado:

" "plantones al sol en el día y al sereno en la noche"; "ahogamientos y


sumergimientos en agua"; "aplicación del 'submarino ‘“;”venda en los ojos
hasta por doce, diez y siete y veinte días"; "vendado y amarrado por cuarenta
y siete días en cimitarra"; "sometimiento a golpes en diversas partes del
cuerpo con palos y patadas"; "impedimento para dormir hasta por ocho días y
falta de reposo"; "amenazas de muerte al detenido, a la familia y a amigos";
"colgaduras atado de las manos"; "prohibición de agua y alimento hasta por
cuatro, siete y ocho días seguidos"; "simulacro de dispararles en la cabeza";
"esposados de las manos"; "tortura de otras personas cerca de la celda para
que se escucharan los gritos"; "incomunicación"; "palpitación de energía y
choques eléctricos en diferentes partes del cuerpo"; "ejercicios hasta el
agotamiento"; "permanencia desnudos y de pie"; "provocación de asfixia";
"lavadas"; "caminar de rodillas"; "torturas sicológicas"; "sumergimiento
amarrados en un lago"; quemaduras con cigarrillos"; " sacar al detenido a
los allanamientos y utilizarlos como ´chaleco antibalas´ esposado y vendado";
"simulacros de fusilamientos mientras estaba colgado de un árbol";
"introducción de armas en la boca"; "rotura de nervios como consecuencia de
colgamientos"; "desnudo y sumergido en un rio"; negativa de asistencia
médica para embarazo"; "fractura de costillas"; amarrado, vendado, a veces
permanentemente, golpeado con un leño, patadas"; "herida con arma de

40
Ver Sentencias T-848 y T-1069 de 2005.
41
Ver sentencia T-153 de 1998.
42
Ver Sentencias T-714 de 1996 y T-153 de 1998.
43
Ver Sentencia T-522 de 1992.
44
Ver sentencia T-153 de 1998.
45
Sentencia T-687 de 2003.

30
fuego por la espalda en el sitio de reclusión"; "amenaza de traer a sus
familiares para torturarlos en su presencia"; "contemplación de las torturas a
otra persona"; ..."

En el caso de las personas privadas de su libertad, la Corte Constitucional ha


explicado y justificado la suspensión y restricción de ciertos derechos
fundamentales de estos individuos cuando medie una detención preventiva o
una sentencia judicial. Estos ciudadanos se vinculan con el Estado mediante
una relación de sujeción especial y están sometidos a un régimen jurídico
especial que se caracteriza por regular más estrictamente sus derechos y
obligaciones, lo que implica que las autoridades carcelarias y penitenciarias
tienen el poder de exigirles el sometimiento a un conjunto de condiciones
entre las cuales se indica la suspensión y restricción de algunos de los
derechos fundamentales por causa de su posible o comprobado actuar
delictivo. Así las cosas, es evidente que no se suspenden todos los derechos
fundamentales de estos individuos, por lo tanto es deber del Estado garantizar
a los reos el pleno ejercicio de los derechos fundamentales que no les han sido
restringidos y que puedan ejercer parcialmente los que les han limitado
legalmente.46

A este respecto, la Corte indicó: “Si bien es cierto que la condición de


prisionero determina una drástica limitación de los derechos
fundamentales, dicha limitación debe ser la mínima necesaria para lograr el
fin propuesto. Toda limitación adicional debe ser entendida como un exceso y,
por lo tanto, como una violación de tales derechos. La órbita de los derechos
del preso cuya limitación resulta innecesaria, es tan digna de respeto y su
protección constitucional es tan fuerte y efectiva como la de cualquier
persona no sometida a las condiciones carcelarias. Los derechos no limitados
del sindicado o del condenado, son derechos en el sentido pleno del término,
esto es, son derechos dotados de poder para demandar del Estado su
protección. Del derecho pleno del interno a la vida, la integridad física y a
la salud se derivan importantes consecuencias jurídicas para la
administración penitenciaria que pueden ser descritas como deberes. Entre
ellos se encuentra el deber de trato humano y digno, el deber de
proporcionar alimentación suficiente, agua potable, vestuario, utensilios de
higiene y lugar de habitación en condiciones de higiene y salud adecuadas,
el deber de asistencia médica y el derecho al descanso nocturno, entre
otros” .(Subrayas de la Sala)

Pág. 111, párr. 4.


46
Ver Sentencia T-684 de 2005.
Sentencia T-596 de 1992.

31
Por lo tanto, el Estado puede exigir al detenido que se someta a las
condiciones y reglas de conducta que se direccionen a mantener el orden y la
seguridad de los establecimientos carcelarios, teniendo como base que estas
medidas se ajusten a los principios de proporcionalidad y razonabilidad47;
por su parte, reitera este Tribunal, que el Estado les debe garantizar a las
personas privadas de la libertad el pleno ejercicio de los derechos que no les
han sido suspendidos y parcialmente el disfrute de los que les han
restringido.48

En otras palabras, para el Estado hay una obligación de garantizarle al recluso


unas condiciones dignas en su lugar de reclusión y que estas condiciones sean
reales y no solo sean letra “muerta”. Por lo tanto, debe haber un trato digno y
respetuoso49, y se debe tener como imperante el principio de dignidad
humana.

El trato inhumano o degradante se ha comprobado en las cárceles cuando se


han recibido denuncias de los malos tratos de los guardias del INPEC en
contra de las personas a las que se les aislaban, denuncias que son poco
acusadas por miedo a las represalias y/o a que se prolongue el encierro. Sin
embargo, no solo se presenta este tipo de acciones por parte de los entes
oficiales, especialmente en el sistema penitenciario colombiano50.

Es de reiterar finalmente, que el fundamento constitucional para el trato digno


para la población carcelaria del país es esencialmente la dignidad humana,
como se vio anteriormente, la cual es igualmente una exigencia constitucional
en atención al bloque de constitucionalidad que impone el respeto efectivo de
la dignidad de las personas privadas de la libertad, es decir que esta reclusión
no implica la pérdida de la condición de ser humano, pues la función y
finalidad de la pena debe ser (i) la protección de la sociedad, (ii) la prevención
del delito y (iii) la resocialización del infractor de la ley.51

En este sentido, la Ley 65 de 1993“Por el cual se expide el Código


Penitenciario y Carcelario” establece en su art. 5: “RESPETO A LA
DIGNIDAD HUMANA. En los establecimientos de reclusión prevalecerá el
respeto a la dignidad humana, a las garantías constitucionales y a los
derechos humanos universalmente reconocidos. Se prohíbe toda forma de
violencia síquica, física o moral”. Por lo tanto, la dignidad humana debe ser
protegida por los agentes públicos pues los reos merecen un trato especial por
el simple hecho de ser personas. En consecuencia, las autoridades carcelarias

47
Sentencia T-1030 de 2003.
48
Ver Sentencia T-684 de 2005.
49
Sentencia T-269 de 2002: “(…) el derecho a la dignidad humana de los internos, el cual tiene connotación
de fundamental y por tanto inherente a la persona humana debe ser respetado no sometiéndoseles a
condiciones de hacinamiento y no realizándoseles requisas que por sus características vulneren la dignidad
humana del privado de la libertad y se constituyan a su vez en tratos crueles inhumanos y degradantes,
proscritos por la Carta Política (art. 12 Constitución Política).”
50
Ver Sentencia T-684 de 2005.
51
Ver Sentencia T-857 de 2013.

32
y penitenciarias deben abstenerse de lesionar la dignidad de los internos, pues
esa es la conclusión que se desprende de la lectura del artículo señalado.52

Igualmente, en el Decreto No. 4151 de 2011, Por el cual se modifica la


estructura del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario INPEC y se dictan
otras disposiciones, se consagran el objeto y las funciones del INPEC, entre
otras cosas:

“Artículo 1°. Objeto. El Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario -


INPEC tiene como objeto ejercer la vigilancia, custodia, atención y
tratamiento de las personas privadas de la libertad; la vigilancia y
seguimiento del mecanismo de seguridad electrónica y de la ejecución del
trabajo social no remunerado, impuestas como consecuencia de una
decisión judicial, de conformidad con las políticas establecidas por el
Gobierno Nacional y el ordenamiento jurídico, en el marco de la promoción,
respeto y protección de los derechos humanos.

Artículo 2o. Funciones. El Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario,


INPEC, tendrá las siguientes funciones:

1. Coadyuvar en la formulación de la política criminal, penitenciaria y


carcelaria.
2. Ejecutar la política penitenciaria y carcelaria, en coordinación con las
autoridades competentes, en el marco de los derechos humanos, los
principios del sistema progresivo, a los tratados y pactos suscritos por
Colombia en lo referente a la ejecución de la pena y la privación de la
libertad.
(…)
6. Custodiar y vigilar a las personas privadas de la libertad al interior de los
establecimientos de reclusión para garantizar su integridad, seguridad y el
cumplimiento de las medidas impuestas por autoridad judicial.” (Resalta la
Sala)

Es decir, el Gobierno Nacional -Ministerio de Justicia y del Derecho,


Ministerio de Hacienda, Departamento de Planeación Nacional e Instituto
Nacional Penitenciario y Carcelario INPEC- son los responsables de brindar
las condiciones de vida digna de un recluso en las instalaciones carcelarias
pues la dignidad humana como derecho de estos individuos es intocable y no
está sujeta a limitaciones de ningún orden o circunstancia. 53 La protección de
los derechos de los internos implica una tutela especial por parte del Estado
pues son sujetos en circunstancias de debilidad manifiesta.54

Adicionalmente, es de mencionar que existen otros ambientes en que entre los


particulares se pueden presentar la tortura, tales como la escuela, el trabajo, en
las relaciones contractuales, entre otros. Especialmente en el ámbito familiar
se puede considerar tortura la violencia intrafamiliar, la cual puede ser tortura
52
Ver Sentencias T-1134 de 2004, T-317 de 2006 y T-857 de 2013
53
Ver Sentencia T-857 de 2013.
54
Cfr. Sentencias T-958 de 2002 y T-1168 de 2003.

33
física, la cual se manifiesta en “maltratamientos de obra entre sus miembros,
la privación consciente de alimentos, los abusos sexuales, las constricciones
indebidas, los incumplimientos graves e injustificados de los deberes de
auxilio mutuo, la vida licenciosa, la embriaguez habitual, el uso de sustancias
alucinógenas o estupefacientes o las diversas formas de abandono, siempre
que inflijan un sufrimiento excesivo”55. De otra parte, la tortura a nivel
psicológico se evidencia en los ultrajes, el trato cruel y la manipulación de los
regímenes de visitas a los hijos menores de edad para los cónyuges separados,
entre otros. Es importante mencionar en este aparte que el art. 44 Superior se
indica que la tortura puede darse entre particulares al indicar la protección que
se brinda a los niños contra el abandono en todas sus formas, la violencia
física o moral, el secuestro, el abuso sexual y el trabajo riesgoso.56

También se ha encontrado por parte de la Corte que en el sector de la salud es


uno de los ámbitos donde más se pueden encontrar estos tratos inhumanos o
degradantes los cuales son prohibidos en el art. 7 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos -PIDCP (1966), que como se reseñó consagra que
“nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. En particular, nadie será sometido sin su libre consentimiento a
experimentos médicos o científicos”. Por su parte el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, en la Observación General número 14
señala que “El derecho a la salud no debe entenderse como un derecho a estar
sano. El derecho a la salud entraña libertades y derechos. Entre las libertades
figura el derecho a controlar su salud y su cuerpo, con inclusión de la libertad
sexual y genésica, y el derecho a no padecer injerencias, como el derecho a no
ser sometido a torturas ni a tratamientos y experimentos médicos no
consensuales. En cambio, entre los derechos figura el relativo a un sistema de
protección de la salud que brinde a las personas oportunidades iguales para
disfrutar del más alto nivel posible de salud”.

En síntesis, la tortura, las penas y tratos inhumanos o degradantes están


prohibidos tanto nacional como internacionalmente, y lo que se pretende
proteger para los individuos es su dignidad humana, así como sus derechos
fundamentales e inalienables, cobrando una especial relevancia la protección
de estas garantías frente a la población carcelaria por su circunstancia
particular de encontrarse sometidas a la represión y sanciones del ius puniendi
del Estado.

VII. ANÁLISIS CONSTITUCIONAL DE LA NORMA DEMADADA

1. La demanda

El accionante considera que el inciso final del art. 178 de la Ley 599 de 2000
vulnera los arts. 1, 2, 5, 6, 12, 13 y 93 Superiores, pues la dignidad humana se
ve amenazada para los reclusos, al permitir que se les inflijan dolores o
sufrimientos por parte de los servidores públicos que hacen cumplir las
sentencias judiciales, con lo cual se rompe la filosofía del Estado Social de
55
Sentencia C-587de 1992.
56
Ver Sentencia C-587de 1992.

34
Derecho fundado en el respeto de la dignidad del individuo.

2. Intervenciones

El Ministerio de Justicia y Derecho, el INPEC, la Comisión Colombiana de


Juristas y la Universidad Libre, solicitan a la Corte declarar la
constitucionalidad de la norma.

El Ministerio de Justicia y Derecho hace una comparación del art. 2, inciso 2


de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura con el
inciso demandado y llega a la conclusión que ambas disposiciones tienen un
mismo sentido y finalidad el cual es que las sanciones que sean legalmente
aceptadas no se consideran tortura y que lo anterior no exonera a los
funcionarios públicos de su responsabilidad cuando su actuación se tipifique
como tortura o trato cruel e inhumano.
El INPEC encuentra que las sanciones legales no se pueden considerar tortura
y que éstas se encuentran claramente determinadas en la Ley 65 de 1993 en
los arts. 123, 125 y 126, las cuales tienen la finalidad de encauzar y corregir
las conductas que desconozcan las normas de convivencia.

La Comisión Colombiana de Juristas -CCJ- sostiene que el inciso demandado


se ajusta al ordenamiento jurídico internacional, pero que la jurisprudencia se
debe precisar en cuanto a que las sanciones lícitas deben estar conforme a los
estándares internacionales de Derechos Humanos, sentido en el cual solicita
condicionar la norma objetada.

La Universidad Libre defiende la constitucionalidad de la norma recordando


lo señalado en el art. 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y
Sancionar la Tortura en donde se indica que no es tortura una actuación que
sea consecuencia de medidas legales, que no incluyan actos o aplicación de
métodos a los que se refiere ese mismo artículo, lo cual considera que guarda
relación con lo señalado en el inciso demandado. Por lo tanto, encuentra que
la disposición demandada está ajustada a las disposiciones internacionales con
relación al tema de la tortura.

Finalmente, la inconstitucionalidad de la norma es solicitada por la Fundación


Comité de Solidaridad con los Presos Políticos –CSPP-, al considerar que la
disposición puede legitimar condiciones de reclusión inapropiadas y medidas
como el aislamiento prolongado de un reo, con lo que se le puede afectar la
dignidad de los/as reclusos/as, y asegura que muchos gobiernos han cometido
crímenes violando los DDHH, al señalar que son normas para combatir la
delincuencia restringiendo con ello los derechos y garantías que
internacionalmente se han reconocido para toda la población, por lo que el
riesgo no es solo para los reclusos, sino para todos los ciudadanos en general.

3. Concepto del Procurador General de la Nación

El Señor Procurador General de la Nación solicitó a la Corte que se inhiba en


la presente acción de inconstitucionalidad por considerar que los cargos
35
carecen de certeza y suficiencia. Subsidiariamente, solicita la exequibilidad de
la norma al señalar que el Estado puede sancionar a los infractores con penas
legalmente establecidas, porque tiene la facultad y el deber de reprimir las
conductas que trasgredan los bienes jurídicamente relevantes, para ello el
Congreso tiene una amplia facultad de imponer penas al ser titular del ius
puniendi.

4. Alcance normativo de la disposición demandada

Art. 178 de la ley 599 de 2000 tipifica el delito de tortura estableciendo en su


inciso primero que en esta conducta penal incurrirá el que inflija a una persona
dolores o sufrimientos, físicos o psíquicos, con el fin de obtener de ella o de
un tercero información o confesión, de castigarla por un acto por ella
cometido o que se sospeche que ha cometido, o de intimidarla o coaccionarla
por cualquier razón que comporte algún tipo de discriminación. En este mismo
inciso se consagra la pena a imponer, que consiste en prisión de ocho a quince
años, multa de ochocientos (800) a dos mil (2.000) salarios mínimos legales
vigentes, e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas
por el mismo término de la pena privativa de la libertad. 

De este texto, la expresión “graves” que calificaba los dolores o sufrimientos


infligidos, fue declarado inexequible por esta Corporación mediante
Sentencia C-148 de 2005, mediante la cual este Tribunal determinó que la
tipificación del delito de tortura en el ordenamiento constitucional colombiano
no podía contener una calificación específica, tal como lo es la gravedad, pues
se estaría contraviniendo la Convención Interamericana.

En esta primera parte de la norma se determina claramente qué constituye


tortura, estableciendo que ésta se configura cuando a una persona se le causan
dolores o sufrimientos que pueden ser tanto físicos, como psíquicos, teniendo
como fin obtener (i) algún tipo de información o de confesión; (ii) para
castigarla por un acto que pretenda realizar o que haya realizado; (iii) para
intimidarla por algún motivo discriminatorio.

En el inciso segundo se determina que en la misma pena incurrirá el que


cometa la conducta tipificada como tortura con fines distintos a los descritos
en el primer inciso, esto es, con cualquier finalidad. La segunda parte de la
norma está consagrada la pena que recibirá el torturador cuando se compruebe
que ha realizado este hecho y se divide en: (i) pena de prisión; (ii) multa e (iii)
inhabilitación de derechos y funciones públicas mientras se encuentre privado
de la libertad. Adicionalmente se aclara que cuando se cometa tortura por
razones diferentes a las señaladas en la norma también tendrá la pena
consagrada en el mismo precepto.

El inciso tercero, cuya constitucionalidad se objeta en esta oportunidad,


consagra una precisión o salvedad frente a las conductas tipificadas como
tortura, estableciendo que no se entenderá por tortura el dolor o los
sufrimientos que se deriven únicamente de sanciones lícitas o que sean
consecuencia normal o inherente a ellas. En este sentido, establece tres
36
aspectos fundamentales: Quedan excluidos del concepto de tortura (i) aquellos
dolores o sufrimientos; (ii) originados única o exclusivamente de la aplicación
de sanciones lícitas; (iii) o que sean consecuencia normal o inherente a dichas
sanciones lícitas.

En este sentido, en el inciso objetado se consagra una salvedad frente a la


definición de tortura en aquellos casos en los cuales el dolor o los sufrimientos
que pueda padecer una persona o individuo sean producto o consecuencia
normal o inherente a la imposición de medidas sancionatorias legítimas y
legales, esto es, de lo que la ley permita.

5. Constitucionalidad de la expresión normativa demandada

De conformidad con todo lo expuesto hasta aquí, la Corte constata que a partir
de una interpretación sistemática del enunciado normativo acusado con el
valor, principio y derecho de la dignidad humana como fundamento
iusfilosófico de la prohibición de la tortura, de los tratos crueles, inhumanos o
degradantes, con los instrumentos internacionales que consagran estas
prohibiciones, con los mandatos superiores de la Constitución Política, y con
el propio contenido del precepto demando y demás normas de carácter legal
pertinentes y concordantes, se concluye claramente que el inciso final del
artículo 178 del Código Penal no vulnera los artículos constitucionales 1, 2, 5,
6, 12 13 y 93 de la Carta Política. Lo anterior por las siguientes razones:

5.1 En primer lugar, es de reiterar que el fundamento de la prohibición de la


tortura, así como de las penas y tratos crueles, inhumanos y degradantes se
encuentra en el principio fundamental de dignidad humana, consagrado en el
artículo 1 de la Constitución Política, en el cual se establece que la República
de Colombia se funda en el respeto a la dignidad humana. Como principio
fundante y esencial del Estado constitucional y democrático de Derecho la
dignidad humana exige la existencia de un trato acorde con esta condición y
valor esencial para todas las personas sin excepción y sin acepción alguna, ya
que éstas son un fin en sí mismas, y no un medio para la consecución de
cualquier otro fin, y deben ser tratadas igualmente a nivel social y colectivo
como un fin para el Estado. Por esta razón, la dignidad humana constituye un
valor transversal y un parámetro interpretativo de todas las normas
constitucionales y legales en el ordenamiento jurídico, e impone una carga de
acción positiva frente a los demás derechos constitucionales de los individuos.

En nuestro ordenamiento constitucional el principio de la dignidad humana


ostenta un carácter absoluto, y por lo tanto no se puede limitar bajo ningún
pretexto. En este sentido, el respeto y la garantía de la dignidad humana es una
norma de carácter vinculante para todas las autoridades y es la razón de ser del
Estado constitucional de Derecho y de su organización. Por tanto, el Estado
tiene el deber de adoptar las medidas para garantizar a todos los ciudadanos un
trato digno acorde con su condición de ser humano y como miembro de la
sociedad. En consecuencia, para la Sala es claro que cuando un individuo
pierde la libertad por vulnerar la ley, no pierde por ello su condición humana y
su dignidad, y por consiguiente no puede ser víctima de actos de tortura, de
37
penas o tratos crueles inhumanos o degradantes, tal como lo consagran las
normas internacionales, y la Constitución Política en su artículo 12.

5.2 En segundo lugar, para la Sala es claro que el artículo 178 del Código
Penal se debe interpretar de manera sistemática en consonancia con los
instrumentos internacionales que prohíben de manera universal la práctica de
la tortura, y la imposición de penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes,
tales como la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Americana sobre
Derechos Humanos.

Igualmente, esta norma no desconoce las consagraciones especiales de los


instrumentos internacionales sobre las personas que son procesadas o
condenadas por el aparato penal del Estado y se encuentran sometidas a penas
privativas de la libertad, en cuanto al derecho que les asiste a estos individuos
a que no se les impongan penas crueles, infamantes o inusitadas, tal como lo
consagra la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; a
que deben ser tratados humanamente y con el respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano, como lo determina el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana sobre Derechos
Humanos; y a que la finalidad esencial del régimen penitenciario y de las
penas privativas de la libertad debe ser la reforma y la readaptación social de
los penados, tal como lo exige el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, como quedó
expuesto ampliamente en esta sentencia.

En este sentido, este Tribunal colige que el artículo 178 del Código Penal y
particularmente el inciso final de esta norma, que ahora se analiza, se
encuentra en plena armonía con las definiciones de instrumentos
internacionales más relevantes sobre la tortura.

La primera de estas definiciones se encuentra en el artículo 1 de la


Declaración sobre la Protección de Todas las personas contra la Tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes; la segunda definición está
contenida en la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanas o Degradantes; y la tercera definición de tortura está contenida en
el artículo 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la
Tortura; las cuales fueron citadas in extenso en la parte considerativa de esta
decisión.

De estas definiciones de tortura es de resaltar para lo que interesa al presente


estudio de constitucionalidad, dos aspectos:

(i) Por una parte, estas normas definen la tortura como todo acto realizado
intencionalmente, mediante el cual un funcionario público u otra persona en el
ejercicio de funciones públicas, o por instigación suya, con su consentimiento,
inflija a una persona dolores, sufrimientos o penas de carácter físico o mental,
con fines de investigación criminal o como método para obtener de ella o de
un tercero, información o confesión, o con el objetivo de castigarla por algún
38
acto que haya cometido o que se sospeche que ha cometido, o como medida
preventiva, con el propósito de intimidarla o coaccionarla, o con el fin de
discriminarla, o como pena, o con cualquier otro fin. Se entiende igualmente
como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque
no causen dolor o angustia física.

(ii) De otra parte, las normas plantean una salvedad frente a esta definición de
tortura, consagrando que no se considera como tortura o que no se entenderán
comprendidos en el concepto de tortura, las penas, los dolores, y sufrimientos
físicos o mentales que constituyan única y exclusivamente una consecuencia
de sanciones legítimas, de medidas legales, o que sean inherentes a éstas,
siempre y cuando que no incluyan la realización de los actos o la aplicación de
los métodos descritos por estas mismos preceptos como tortura.

Así las cosas, para la Sala es evidente que el artículo 178 del Código Penal, y
particularmente el inciso final demandado, constituye una reproducción
material prácticamente literal del contenido normativo de las disposiciones de
los instrumentos internacionales mencionados.

El artículo 178 acusado en su inciso primero y segundo define lo que es el


delito de tortura, consagrando que se configura cuando cualquiera inflija a
una persona dolores o sufrimientos  físicos o psíquicos, con el fin de obtener
de ella o de un tercero información o confesión, de castigarla por un acto por
ella cometido o que se sospeche que ha cometido o de intimidarla o
coaccionarla por cualquier razón que comporte algún tipo de discriminación, o
con cualquiera otros fines distintos a los descritos.

En este sentido, la Sala constata que el artículo 178 del Código Penal
colombiano toma y reproduce para la determinación del tipo penal de tortura,
los elementos y aspectos esenciales de las definiciones contenidas tanto en la
Declaración, como en la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanas o Degradantes, como de la Convención Interamericana
para Prevenir y Sancionar la Tortura, en donde se consagra que la tortura
constituye (i) todo acto realizado intencionalmente; (ii) por cualquiera -
funcionario público u otra persona-; (iii) mediante el cual se inflija a una
persona dolores, sufrimientos o penas de carácter físico o mental; (iv) con la
finalidad de: (a) obtener de ella o de un tercero, información o confesión, (b)
castigarla por algún acto que haya cometido o que se sospeche que ha
cometido, (c) con el propósito de intimidarla o coaccionarla, (d) o con el fin de
discriminarla, (d) o con cualquier otro fin.

La tortura en el derecho penal colombiano es un delito pluriofensivo, esto es,


una conducta punible la cual va en contra de dos o más bienes jurídicos que
pueden ser tutelados por cuanto atenta contra la libertad individual, la
integridad personal y la dignidad humana como lo ha expresado la
jurisprudencia de esta Corte.

39
Es de resaltar, que el inciso final del artículo 178 del Código Penal ahora
demandado, constituye una reproducción del contenido material de carácter
prácticamente literal de las definiciones mencionadas. Este inciso prevé que
“No se entenderá por tortura el dolor o los sufrimientos que se deriven
únicamente de sanciones lícitas o que sean consecuencia normal o
inherente a ellas.” (Negrillas fuera de texto)

En el mismo sentido, el inciso final del artículo 1 de la Declaración sobre la


Protección de Todas las personas contra la Tortura y otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes, 1995 establece que “No se considerarán
tortura las penas o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de la
privación legítima de la libertad, o sean inherentes o incidentales a ésta, en
la medida en que estén en consonancia con las Reglas Mínimas para el
Tratamiento de los Reclusos.” (Resalta la Sala)

Igualmente, el inciso final del artículo 1º de la Convención contra la Tortura y


otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes establece que: “No se
considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia
únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a
éstas". (Énfasis de la Corte)

También el inciso final del artículo 2º de la Convención Interamericana para


Prevenir y Sancionar la Tortura establece que: “No estarán comprendidos en
el concepto de tortura las penas o sufrimientos físicos o mentales que sean
únicamente consecuencia de medidas legales o inherentes a éstas, siempre
que no incluyan la realización de los actos o la aplicación de los métodos a
que se refiere el presente artículo" (Negrillas fuera de texto)

A partir de esta comparación, la Sala constata que el inciso final del artículo
178 del Código Penal reproduce los elementos y aspectos esenciales para
determinar las conductas que se entienden excluidas del concepto de tortura,
esto es (i) aquellas penas, dolores o sufrimientos, (ii) que constituyan única y
exclusivamente una consecuencia de sanciones legítimas o legales, o que sean
inherentes o incidentales a éstas, (iii) siempre y cuando no incluyan la
realización de los actos o la aplicación de los métodos comprendidos dentro de
la definición de tortura, que en el artículo 178 del Código Penal, como se
analizó, se encuentra definido en los incisos primero y segundo de dicha
normativa.

Así las cosas, es necesario concluir que el inciso final acusado tiene el mismo
sentido y finalidad de las normas internacionales y debe por tanto interpretarse
de forma sistemática, coherente y armónica con estas normas de carácter
internacional.

5.3 En tercer lugar, la Sala colige que el inciso final del artículo 178 del
Código Penal debe ser interpretado de manera sistemática con el artículo 12 de
la Constitución Política de Colombia, que en su artículo 12 consagra: “Nadie
será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles,

40
inhumanos o degradantes”, así como con los artículos constitucionales 1, 2, 5,
6, 13 y 93 que el actor considera vulnerados.

De esta manera, es claro para este Tribunal que el inciso demandado que se
refiere a los dolores y sufrimientos que quedan excluidos del entendimiento de
tortura, que son aquellos que se derivan únicamente de sanciones lícitas o que
sean consecuencia normal o inherente a ellas, debe interpretarse en el sentido
(i) de excluir de manera absoluta aquellos actos o actuaciones que constituyan
tortura, de conformidad con el artículo 12 CP y de acuerdo con la definición y
tipificación previamente establecida por los incisos 1 y 2 del mismo artículo
178 de la Ley 599 de 2000; (ii) de los principios que fundan el Estado Social
de Derecho, muy especialmente del respeto de la dignidad humana, como lo
establece el artículo 1 CP; (iii) de los fines esenciales del Estado,
particularmente la garantía de la efectividad de los principios, derechos y
deberes consagrados en la Constitución y el aseguramiento de la vigencia de
un orden justo, como lo establece el artículo 2 CP; (iv) de la primacía de los
derechos inalienables de la persona, en armonía con el artículo 5 CP,
particularmente la garantía de la prohibición de no ser objeto de torturas,
penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, en concordancia con el
artículo 12 CP; (v) de la responsabilidad de todas las personas ante las
autoridades por infringir la Constitución Política y las leyes, y de los
servidores públicos por la misma causa y por omisión o extralimitación en el
ejercicio de sus funciones, tal como lo establece el artículo 6 CP, de manera
que es claro que queda incólume la responsabilidad ante las autoridades
competentes por cualquier acto de tortura, imposición de penas crueles,
inhumanas o degradantes; (vi) de la protección especial y medidas afirmativas
respecto de personas que constituyan grupos discriminados o marginados, o
que se encuentren en circunstancias de debilidad o de vulnerabilidad, respecto
de los cuales el Estado sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se
cometan, de conformidad con lo consagrado en el artículo 13 CP,
particularmente en el caso que nos ocupa, contra la población carcelaria del
país; y (vii) del bloque de constitucionalidad del que se deriva que los tratados
y convenios internacionales ratificados por el Congreso, que reconocen los
Derechos Humanos y prohíben su limitación en los estados de excepción,
prevalecen en el orden interno, y de conformidad con el principio de
interpretación conforme con los tratados sobre Derechos Humanos ratificados
por Colombia, como se deriva del artículo 93 CP.

5.4 Adicionalmente, para esta Corporación es necesario que del inciso


demandado se realice una hermenéutica sistemática con la prohibición de la
tortura, penas, tratos crueles, inhumanos o degradantes, particularmente frente
a la población carcelaria, a partir de los instrumentos internacionales como el
artículo 10 del Pacto de Derechos Civiles y Políticas que consagra la dignidad
humana de los reclusos, las Reglas Mínimas para el tratamiento de los
reclusos de las Naciones Unidas, el Conjunto de Principios para la Protección
de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión, el
Código de Conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, y
los Principios de ética médica aplicables a la función del personal de salud,
especialmente los médicos, en la protección de personas presas y detenidas,
41
contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, y la
Observación General 21 de la Comisión de Derechos Humanos. En desarrollo
de estas normas internacionales y las libertades que reconoce la Carta Política
a todos los asociados, la jurisprudencia constitucional se ha referido a los
derechos de los presos.

En este sentido, es de reiterar que las personas privadas de su libertad se


encuentran en una situación de vulnerabilidad por lo que se le imponen al
Estado deberes especiales para con ellos y ellas, como la garantía de
condiciones de vida digna. Así la jurisprudencia de esta Corte ha establecido
(i) la imposibilidad de limitar el ejercicio de algunos derechos fundamentales
(vida, dignidad humana, libertad de cultos, debido proceso, habeas data, entre
otros); (ii) el deber de asegurar el goce efectivo tanto de los derechos no
fundamentales como de los fundamentales, en la parte que no sea objeto de
limitación cuando la misma procede, y (iii) el deber positivo en cabeza del
Estado de asegurar todas las condiciones necesarias que permitan a su vez
condiciones adecuadas para la efectiva resocialización de los reclusos.

Así mismo, los dolores y sufrimientos que sean consecuencia o inherentes a


penas legales y legítimas deben entenderse como excluyendo los dolores y
sufrimientos que se consideran tortura, penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes, tales como aquellas señaladas en el informe de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos sobre Colombia “Informe Colombia”,
reseñados en la parte considerativa de esta providencia.

Reiterando la jurisprudencia sentada por esta Corte sobre el estado de cosas


inconstitucional que existe en el sistema carcelario del país 57, es evidente para
la Sala que constitucionalmente la población carcelaria no puede ser objeto de
conductas que inflijan sufrimientos y dolores que constituyan tortura, tratos
crueles, inhumanos o degradantes, sino que por el contrario es deber del
Estado garantizarles unas condiciones de reclusión que respondan al principio
de dignidad humana, tratarlos digna y respetuosamente, con medidas que se
ajusten a los principios de proporcionalidad y razonabilidad, y garantizándoles
el pleno ejercicio de los derechos fundamentales que no les han sido
restringidos.

Se debe reiterar aquí que es al Gobierno Nacional -Ministerio de Justicia y del


Derecho, Ministerio de Hacienda, Departamento de Planeación Nacional e
Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario INPEC- a los que corresponde
brindar las condiciones de vida digna de un recluso en las instalaciones
carcelarias, pues la dignidad humana como derecho de estos individuos es
intocable y no está sujeta a limitaciones de ningún orden o circunstancia. La
protección de los derechos de los internos implica una tutela especial por parte
del Estado pues son sujetos en circunstancias de debilidad manifiesta.

Lo anterior, significa que en cualquier circunstancia, el inciso demandado no


exonera a los funcionarios públicos de su responsabilidad administrativa,
57
Ver Sentencia T-153 de 1998, reiterado en sentencias T-256 de 2000, T-257 de 2000, T-847 de 2000, T-1291
de 2000, T-1077 de 2001, T-157 de 2002, T-1030 de 2003, T-1096 de 2004, entre otras.

42
disciplinaria y penal que se pueda derivar de conductas que se tipifiquen como
tortura o trato cruel, inhumano o degradante, que vulneren el principio de
dignidad humana, o los derechos fundamentales, de manera que no se afecta el
régimen constitucional de responsabilidad de los servidores públicos y menos
aún se afecta la prohibición categórica de la tortura, de los tratos o penas
crueles, inhumanas o degradantes.

5.5 Finamente, la Sala debe precisar que cuando el inciso demandado se


refiere al dolor o al sufrimiento derivado de sanciones lícitas o consecuencia
normal e inherente a ellas, no se está refiriendo a un tipo dolores o
sufrimientos, cuyos fines son los castigos ilegales, la intimidación, la
confesión, la coacción, la discriminación u otros similares, por cuanto se trata
de sanciones infligidas bajo el amparo de la Ley, en las que se proscribe el
exceso.

A este respecto, es necesario precisar que no todo dolor o sufrimiento es


considerado delito, o tortura, o penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes, ya que cuando se habla de sanciones lícitas impuestas por
servidores públicos, se debe tener en cuenta el carácter lícito de la sanción, así
como la prohibición de toda extralimitación, arbitrariedad o desproporción en
su aplicación.

Se advierte que la norma demandada no permite la configuración del tipo


penal de tortura, pues se trata de los dolores o sufrimientos que se deriven
únicamente de sanciones lícitas, consecuencia legal del propio delito, de
manera que la norma no está protegiendo de ningún modo el abuso de la
fuerza por parte de las autoridades del Estado, por cuanto eso debe dar origen
a las responsabilidades disciplinarias o penales del caso. Así, la norma acusada
en ningún caso legitima o exime de responsabilidad a quienes impongan penas
no establecidas en la ley, sanciones que están prohibidas, castigos crueles
inhumanos y degradantes, o a quienes apliquen las penas o sanciones lícitas y
legítimas de manera arbitraria, irrazonable o desproporcionada.

En este mismo sentido, cuando el inciso demandado establece como condición


la licitud de la medida, ésta implica el respeto del principio de legalidad y del
debido proceso, y solo cobija las sanciones establecidas previamente por el
legislador, y cuya aplicación deba darse dentro de los criterios de
razonabilidad y proporcionalidad, y con respeto de la dignidad humana y de
los derechos fundamentales e inalienables de las personas.

De otra parte, las sanciones que se le impongan a las personas que han sido
condenadas a la privación de su libertad se encuentran taxativamente
determinadas en el Estatuto Penitenciario Ley 65 de 1993 en los arts. 123, 125
y 126. Así las cosas, la Ley 65 de 1993 tiene unos principios rectores y
normas que buscan que no se incurra, por parte de los agentes del Estado, en
arbitrariedades limitándoseles su actuar o función resocializadora, de manera
que debe prevalecer el respeto del principio de legalidad e igualdad, y el
respeto a la dignidad humana, a las garantías constitucionales y a los derechos
humanos universalmente reconocidos, de forma que también se prohíbe toda
43
clase de violencia síquica, física o moral, o la imposición de restricciones que
vayan más allá de criterio de necesidad y proporcionalidad el cual es estricto y
es exigido para el cumplimiento de la finalidad impuesta.

Esto implica, que la excepción prevista por el inciso final del artículo 178 del
Código Penal se debe comprender, en primer lugar, en el sentido de que
existen una serie de sanciones –como la privación de la libertad- que se
encuentran aceptadas internacional e internamente, y que en tal sentido no
pueden ser entendidas como tortura, y de las cuales se deriva un dolor o
sufrimiento que es consecuencia de ellas o inherentes a ellas. No obstante lo
anterior, es de reiterar que la licitud o legitimidad de la aplicación de estas
sanciones depende única y exclusivamente de su estricto apego a los
estándares internacionales de Derechos Humanos, a la Constitución, a la ley, a
la jurisprudencia de esta Corte, con el fin de evitar que su imposición y
ejecución puedan a llegar a configurar actos de tortura, o penas y tratos
crueles, inhumanos o degradantes, como se desprende de la preocupación
planteada por el actor, actuaciones por las que en todo caso deben responder
administrativa, disciplinaria y penalmente los agentes del Estado.

En consecuencia, reitera la Sala que de conformidad con los estándares


internacionales, la Constitución, la ley y la jurisprudencia no son de recibo las
teorías que autorizan la tortura con un carácter excepcional, en situaciones en
las que es ponderada la dignidad humana como derecho relativo frente a otros
derechos fundamentales, o en determinadas circunstancias de seguridad o de
orden público. Estas teorías se derivan en términos generales de la
denominada “doctrina del mal menor”, a partir de la cual se termina
flexibilizando la prohibición de la tortura y el reconocimiento absoluto de la
dignidad humana, bajo los argumentos de que los métodos de tortura sirven o
son necesarios como estrategias de investigación para salvar a inocentes o
evitar males mayores para la sociedad y los individuos; y relativizan la
dignidad humana de quienes se encuentran bajo “sospecha” o son condenados
por la comisión de delitos penales.

En suma, la exclusión de ciertos dolores y sufrimientos derivados de forma


natural de una sanción legítima o lícita, no se puede entender como una forma
de flexibilizar la prohibición absoluta de la tortura, de penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes en el contexto de un Estado democrático y de
Derecho como el colombiano.

6. Conclusión

La Corte debía resolver si el contenido del inciso final del artículo 178 de la
Ley 599 de 2000 vulneraba los mandatos constitucionales contenidos en los
artículos 1, 2, 5, 6, 12, 13 y 93 de la Carta Política al establecer que no se
entenderá por tortura el dolor o los sufrimientos que se deriven únicamente de
sanciones lícitas o que sean consecuencia normal o inherente a ellas. A este
respecto, la Sala Plena de esta Corporación concluyó la constitucionalidad del
inciso demando por los cargos analizados en la presente providencia, por no
desconocer los estándares internacionales en la materia, ni las normas
44
constitucionales que se consideraban vulneradas. Por tal razón, la Sala decidió
la exequibilidad del inciso final del artículo 178 de la Ley 599 de 2000, por los
cargos analizados en el presente estudio de constitucionalidad, y así lo
declarará en la parte resolutiva de esta providencia.

VII. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Sala Plena de la Corte Constitucional de la


República de Colombia, administrando justicia en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,

RESUELVE

DECLARAR EXEQUIBLE el inciso final del artículo 178 de la Ley 599 de


2000, por los cargos analizados en la presente sentencia.

Notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte


Constitucional.

MARÍA VICTORIA CALLE CORREA


Presidenta (E)
Con aclaración de voto

MAURICIO GONZÁLEZ CUERVO


Magistrado

LUIS GUILLERMO GUERRERO PÉREZ


Magistrado

GABRIEL EDUARDO MENDOZA MARTELO


Magistrado
Ausente con excusa

GLORIA STELLA ORTIZ DELGADO


Magistrada
45
JORGE IVÁN PALACIO PALACIO
Magistrado
Con aclaración de voto

JORGE IGNACIO PRETELT CHALJUB


Magistrado

MARTHA VICTORIA SÁCHICA MÉNDEZ


Magistrada (E)

LUIS ERNESTO VARGAS SILVA


Magistrado

ANDRES MUTIS VANEGAS


Secretario General (E)

46
ACLARACIÓN DE VOTO DEL MAGISTRADO
JORGE IVÁN PALACIO PALACIO
A LA SENTENCIA C-143/15

NORMA SOBRE EL DELITO DE TORTURA-Constitucionalidad


condicionada bajo el entendido que se consideren sanciones licitas
aquellas que se encuentren conforme a estándares internacionales
(Aclaración de voto)

BLOQUE DE CONSTITUCIONALIDAD FRENTE A LA


TORTURA-Aplicación de instrumentos internacionales de derechos
humanos (Aclaración de voto)

PERSONAS PRIVATIVAS DE LA LIBERTAD-Instrumentos


internacionales sobre el derecho a que no se les impongan penas crueles,
infamantes o inusitadas (Aclaración de voto)

NORMA SOBRE EL DELITO DE TORTURA FRENTE A LA


EXCEPCION DE SANCIONES LEGITIMAS-Respeto por garantías
internacionales en materia de derechos humanos especialmente de
personas privadas de la libertad (Aclaración de voto)

EXCLUSION DEL TIPO PENAL DE TORTURA DE


ACTUACIONES ESTATALES CIMENTADAS EN SANCIONES
LICITAS-No puede ser interpretada como una forma de legalización y
reconocimiento de conductas que constituyan tratos crueles inhumanos o
degradantes (Aclaración de voto)/EXCLUSION DEL TIPO PENAL
DE TORTURA DE ACTUACIONES ESTATALES CIMENTADAS
EN SANCIONES LICITAS-Debe estar acorde con estándares
internacionales de derechos humanos (Aclaración de voto)

Referencia: Expediente D-10400

Demanda de inconstitucionalidad, contra el


artículo 178, inciso final (parcial) de la Ley
599 de 2000 "Por la cual se expide el
Código Penal".

Actor: Joao Alejandro Saavedra García

Magistrado Ponente:
Luis Ernesto Vargas Silva

47
Con el respeto acostumbrado por las decisiones que toma esta Corporación,
me permito hacer explícitas las consideraciones que me llevaron a aclarar el
voto en la sentencia C-143 de 2015.

En esta oportunidad le correspondió a esta Corporación estudiar la demanda


por inconstitucionalidad interpuesta en contra del artículo 178, inciso final
(parcial) de la Ley 599 de 2000 "Por la cual se expide el Código Penal". En
concreto, el demandante atacó la exclusión comprendida en el tipo penal de
tortura que textualmente señala: "No se entenderá por tortura el dolor o los
sufrimientos que se deriven únicamente de sanciones lícitas o que sean
consecuencia normal o inherente a ellas".

El actor plantea que el inciso final del art. 178 de la Ley 599 de 2000 vulnera
los artículos 1, 2, 5, 6, 12, 13 y 93 Superiores, toda vez que la dignidad
humana se ve amenazada para los reclusos, al permitir que se les inflijan
dolores o sufrimientos por parte de los servidores públicos que hacen cumplir
las sentencias judiciales, con lo cual se rompe la filosofía del Estado Social de
Derecho fundado en el respeto de todos los individuos.

La Corte determinó que el inciso final del artículo 178 no desconocía los
presupuestos constitucionales señalados, en la medida que se encontraba
ajustados a los estándares internacionales en la materia, así como al concepto
de dignidad humana y la Constitución. En este punto se desarrollaron cuatro
aspectos fundamentales, a saber:

(i) Cuando un individuo pierde la libertad por incurrir en una conducta


tipificada como delito, no pierde por ello su condición humana y, en
consecuencia, su dignidad, por lo que no puede ser víctima de actos de tortura,
de penas o tratos crueles inhumanos o degradantes.

(ii) El artículo 178 del Código Penal se debe interpretar en consonancia con
los instrumentos internacionales que prohiben de manera universal la práctica
de la tortura y la imposición de penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes58 y el artículo 12 de la Constitución, que consagra: "Nadie será
sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes ".

(iv) El inciso demandado no exonera a los funcionarios públicos de su


responsabilidad administrativa, disciplinaria y penal que se pueda derivar de
conductas que se tipifiquen como tortura o trato cruel, inhumano o degradante.

(v) Cuando el inciso demandado se refiere al dolor o al sufrimiento derivado


de sanciones lícitas o consecuencia normal e inherente a ellas, no se está

58
La Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.

48
refiriendo a los castigos ilegales, la intimidación, la confesión, la coacción, la
discriminación u otros similares.

Si bien comparto la decisión adoptada por la mayoría, en el sentido de declarar


la exequibilidad del precepto normativo señalado, resulta importante hacer
algunas precisiones en cuanto a los argumentos esbozados por la mayoría de la
Sala Plena. En este contexto y de cara a las precisiones hechas en la sentencia,
la Corte debió declarar la constitucionalidad condicionada de la aludida
norma, bajo el entendido de que se consideren sanciones licitas
exclusivamente aquellas que se encuentren conforme a los estándares
internacionales de derechos humanos, como pasa a explicarse.

Los instrumentos internacionales que hacen parte del bloque de


constitucionalidad y prevén lo relacionado con la tortura, su prevención y
sanción, aportan distintos elementos subjetivos en orden a su definición, fue
por ello que la Corte Constitucional en la sentencia C-148 de 1995 "determino
que la tipificación del delito de tortura en el ordenamiento constitucional
colombiano no podía contener una calificación específica, tal como lo es la
gravedad, pues se estaría contraviniendo la Convención Inter americana ".
En esa medida, le corresponde al Estado adaptarse a los estándares
internacionales para que sus sanciones sean legítimas y su aplicación se
encuentre acorde con dichos lineamientos, en procura de otorgar una efectiva
garantía a los derechos humanos.

Dentro de estos instrumentos59, que se refieren a las personas que son


procesadas o condenadas por el aparato penal del Estado y se encuentran
sometidas a penas privativas de la libertad, en cuanto al derecho que les asiste
a estos individuos a que no se les impongan penas crueles, infamantes o
inusitadas, se destacan aquellos que están dirigidos al tratamiento de los
reclusos60, el conjunto de principios para la protección de todas las personas
sometidas a cualquier forma de detención o prisión 61, la reglas para los
menores privados de la libertad62, las reglas de las Naciones Unidas para el
tratamiento de las reclusas y medidas no privativas de la libertad para las
mujeres delincuentes63 y el Código de conducta para funcionarios encargados
de hacer cumplir la ley64, todas ellas contribuyen a proteger la dignidad y
derechos de los presos.

Por tanto, resulta necesario que en el ordenamiento jurídico colombiano tenga


en cuenta este tipo de consideraciones a efectos de la tipificación del delito de

59
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; a que deben ser tratados humanamente
y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano, como lo determina el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos; y a que la finalidad
esencial del régimen penitenciario y de las penas privativas de la libertad debe ser la reforma y la
readaptación social de los penados, tal como lo exige el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, como quedó expuesto ampliamente en esta sentencia.
60
Res. 45/111, Asamblea Gral de la ONU
61
Res. 43/173, Asamblea Gral de la ONU
62
Res. 45/113, Asamblea Gral de la ONU
63
Res. 25/229, Asamblea Gral de la ONU
64
Res. 34/169, Asamblea Gral de la ONU

49
tortura y su excepción, que debió incluir un condicionamiento expreso que
hiciera referencia al respeto de los derechos humanos, debido a que los únicos
dolores y sufrimientos que podrían estar justificados en el ordenamiento
jurídico en un Estado Social de Derecho y una sociedad democrática, son los
que provienen de sanciones que tengan una correspondencia con los
estándares internacionales de DDHH, especialmente de las leyes que se
dirigen a la protección de los individuos privados de su libertad.

Entonces, al contemplar la disposición constitucional atacada los elementos y


aspectos esenciales para configurar el concepto de tortura, así como la
"excepción de sanciones legítimas", la Corte debió incluir una precisión en su
parte resolutiva, en donde se consignara concretamente el respeto por las
garantías internacionales en materia de derechos humanos y en especial
aquellas disposiciones que hacen alusión a las garantías de las personas
privadas de la libertad.

Lo anterior, debido a que la exclusión del tipo penal de tortura de todas


aquellas actuaciones estatales cimentadas en sanciones lícitas, no puede ser
interpretada como una forma de legalización y reconocimiento de conductas
que constituyan tratos crueles inhumanos o degradantes, por tanto, era
necesario que dicha exclusión se encontrara acorde con los estándares
internacionales de derechos humanos, condición que, además, debió quedar
expresa en la parte resolutiva de la sentencia, advirtiendo que la mencionada
excepción no incluye la realización de los actos o la aplicación de los métodos
a que se refiere la disposición constitucional cuestionada, esto es, que las
sanciones impuestas de manera lícita no acarrear dolores o sufrimientos físicos
o psíquicos a una persona, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o confesión, así como tampoco castigarla por un acto cometido o
que se sospeche que ha cometido o de intimidarla o coaccionarla por cualquier
razón que comporte algún tipo de discriminación.

Esto evitaría excesos por parte de los funcionarios del Estado con ocasión de
la eventual privación de la libertad de cualquiera de sus asociados, situación
que terminaría por desconocer la dignidad humana e inclusive la seguridad y
de orden público. A su vez se evitaría llegar a flexibilizar la prohibición
absoluta de la tortura, de penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes en el
contexto de un Estado democrático y de derecho.

Fecha ut supra,

JORGE IVAN PALACIO PALACIO


Magistrado

50
ACLARACIÓN DE VOTO DE LA MAGISTRADA
MARÍA VICTORIA CALLE CORREA
A LA SENTENCIA C-143/15

Expediente D-10400
 
Demanda de inconstitucionalidad, contra el
artículo 178, inciso final (parcial) de la Ley
599 de 2000

Magistrado Ponente:
LUIS ERNESTO VARGAS SILVA

Aclaro el voto, con el debido respeto por las decisiones de la Corte, toda vez
que en mi concepto debió condicionarse la exequibilidad del inciso final del
artículo 178 de la Ley 599 de 2000 a la incorporación de la previsión prevista
en el inciso 2° del artículo 2° de la Convención Interamericana para prevenir y
sancionar la tortura65. En efecto, tal y como lo afirma la sentencia C-143 de
2015, la norma acusada se ajusta a los estándares internacionales y a las
normas constitucionales que se invocaron como vulneradas, pero si se hubiese
condicionado la disposición, la interpretación resultaría más garantista, en
términos de protección de derechos fundamentales, con base en el principio
pro homine; y, se cumpliría de mejor manera el mandato constitucional de la
exclusión absoluta de la tortura.

Uno de los instrumentos de derechos humanos más relevante en la materia (la


Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura 66), al
consagrar la excepción que acá se cuestiona, añade una salvedad (una
excepción a la excepción) “siempre que [las medidas exceptuadas] no
incluyan la realización de los actos o la aplicación de los métodos a que se
refiere el presente artículo”.

Tanto el demandante como algunos intervinientes llevaron la discusión al


punto de si nuestra regulación es menos garantista que la internacional debido
a que no incorpora esa salvedad a la excepción. Por eso, aunque el proyecto
defiende una interpretación conforme de la norma basada en los estándares
internacionales, hubiera sido necesario un pronunciamiento en torno a si el
principio pro homine exigía en este caso un condicionamiento que llevara a
incorporar la previsión de la norma internacional. Vale la pena observar el
paralelo entre ambos enunciados normativos que se encuentra en la sentencia,
pues el Ministerio de Justicia lo incorporó a su concepto.

Artículo 178, inciso tercero, Código Convención Interamericana para


65
“No estarán comprendidos en el concepto de tortura las penas o sufrimientos físicos o mentales que sean
únicamente consecuencia de medidas legales o inherentes a éstas, siempre que no incluyan la realización de
los actos o la aplicación de los métodos a los que se refiere el presente artículo”. Convención
Interamericana para prevenir y sancionar la tortura, Artículo 2º, inciso 2º.
66
La Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura fue aprobada por la Ley 409 de 1997.

51
Penal (norma demandada) prevenir y sancionar la tortura.
Artículo 2º, inciso 2º.
No se entenderá por tortura el dolor No estarán comprendidos en el
o los sufrimientos que se deriven concepto de tortura las penas o
únicamente de sanciones lícitas o sufrimientos físicos o mentales que
que sean consecuencia normal o sean únicamente consecuencia de
inherente a ellas. medidas legales o inherentes a éstas,
siempre que no incluyan la
realización de los actos o la
aplicación de los métodos a que se
refiere el presente artículo.

El Estado colombiano tiene el deber constitucional e internacional de prevenir


y excluir, de manera definitiva, toda conducta o actuación que constituya
tortura, que implique una ofensa a la dignidad humana por afectar
extremamente la integridad física, moral y psicológica del individuo. Por ello,
sostengo que, aplicando el principio pro homine, la constitucionalidad de la
norma debió condicionarse a la incorporación de la previsión del inciso 2° del
artículo 2° de la Convención Americana para prevenir y sancionar la tortura.
Lo anterior para garantizar el estándar más amplio de protección de los
derechos y cumplir con el mandato consagrado en el artículo 12 de la
Constitución Política.

Dejo en estos términos expresados los motivos por los cuales aclaré el voto.

Fecha ut supra,

MARÍA VICTORIA CALLE CORREA


Magistrada

52

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