Diagnóstico Del Juicio de Amparo

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DIAGNÓSTICO DEL JUICIO DE AMPARO


A CUATRO AÑOS DE VIGENCIA DE LA NUEVA LEY

Joel Carranco Zúñiga*

Sumario: I. Introducción. II. Inercias. III. Avances. IV. Retrocesos.


V. Interpretaciones indebidas o engañosas acerca de la nueva ley.

I. Introducción

Era natural que la nueva Ley de Amparo detonara el ejercicio deliberati-


vo a partir de la comparación, así como las expectativas relativas a superar
obstáculos que ya no respondían a la realidad contemporánea. Sin dejar de
reconocer cuáles son las reglas que reflejan la modernización en beneficio
de los particulares, resulta oportuno determinar todos los rubros en que el le-
gislador reiteró con desacierto los vicios y obsolescencias de la ley abrogada, así
como aquellos que eran indispensables y en qué partes desarrolló normas que
repercuten en forma negativa en la impartición de justicia sobre la materia.
El marco legal que en abril de 2013 entró en vigor, fue identificado por
sus autores formales y materiales como un cambio de paradigma en el juicio
de amparo, en que no cabía la duda, reservas ni oposiciones. Se derrocha-
ron elogios desde la cúpula gubernamental, en que los tres poderes de la
Unión coincidieron en que se trataba de un logro, emblema de la moderni-
dad, en una especie de culto oficial en que casi no hubo opiniones críticas
en contra de su contenido.
Sin embargo, a cuatro años de haber iniciado su vigencia, es momento
de hacer un balance para saber si los resultados en realidad son los espera-
dos. En este ejercicio se detectan aciertos, retrocesos e inercias. Para esto,
es necesario examinarlo desde varias aristas, comenzando con la estructural
del texto, las aportaciones fundamentales, y hasta los vicios y avances en
temas formales.
* Doctor en derecho por la UNAM. Magistrado del Primer Tribunal Colegiado en Ma-
teria Administrativa del Primer Circuito.
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Es obvio que no se trata de un nuevo juicio de amparo, pues la esencia


subsiste, en cuanto a que se consolida como un instrumento idóneo para
controvertir los actos de autoridad. Hubo excesos de la versión del legisla-
dor sobre instituciones que ya estaban operando en la anterior ley.
La columna vertebral permaneció intocada. Los principios que lo rigen
no sufrieron cambios radicales; más bien se reafirmaron. Por otra parte,
también se deben examinar los mitos creados alrededor de esta legislación
para determinar si es que constituye una adaptación de jurisprudencia de
la Suprema Corte, que desapareció el interés jurídico; si fuimos engañados
con que es una novedad la procedencia del juicio contra actos de particula-
res, o que se protegen con mayor intensidad los derechos humanos.
En primer lugar, se abordará lo relativo a todos aquellos aspectos que se
mantuvieron intactos, para después tratar los de total renovación favorable
al sistema, y, finalmente, las situaciones que ahora denotan regresiones en
detrimento de la funcionalidad del amparo.

II. Inercias

1. Reiteración del formato de la ley

El formato de la ley es semejante al de la anterior. En gran parte guarda


semejanza estructural, organizacional y de fondo. Comienza con disposicio-
nes generales, las partes, competencia, impedimentos, para transitar con lo
relativo a la sentencia, recursos, causas de improcedencia y sobreseimiento;
procedimiento de amparo indirecto, suspensión, lo correspondiente al ampa-
ro directo, suspensión, jurisprudencia. Desaparece el libro segundo, relativo
al amparo agrario, aunque su contenido de protección a los núcleos de pobla-
ción, ejidatarios y comuneros se distribuye en el nuevo texto. La comparación
entre ambas no deja dudas de que fue tomada como un formato para adap-
tarla con disposiciones que se incorporaron como novedades a las que se les
trata de resaltar para mostrar que es una institución moderna.

2. Denominación de la ley

El título de la ley es una reproducción exacta de la anterior: Ley de Amparo,


Reglamentaria de los Artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos. Las resoluciones jurisdiccionales, la jurispruden-
cia, las demandas y los escritos de abogados, los académicos e investigadores,
y cualquier otro foro de expresión jurídica, incluso en este trabajo, no em-

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plean el nombre completo de la ley. La razón es entendible, resulta innecesa-


rio, pues toda la producción legislativa del Congreso de la Unión tiene como
sustento un precepto en la Constitución, y, por lo general, no se aclara en
el nombre de la ley cuál es el artículo que desarrolla. Hubiera bastado con
corregir ese desacierto formal para abonar en la sencillez que debería carac-
terizar al juicio y llamarla simplemente “Ley de Amparo”.

3. Principios rectores del juicio de amparo

En este apartado descansa uno de los factores demostrativos de la reite-


ración estructural del amparo. De los cinco ampliamente reconocidos por
el foro, tanto jurisdiccional como doctrinal, no se advierten cambios sustan-
ciales, si acaso algunos matices, como se verá a continuación.

A. Instancia de parte agraviada

Consistente en que se requiere la voluntad de quien resienta en su esfera


de derechos una lesión ocasionada por un acto de autoridad, expresada en
una demanda formulada por escrito (documento impreso o vía electrónica)
o por comparecencia. Por tal motivo, los juzgadores carecen de atribuciones
para iniciar un juicio de amparo sin mediar la solicitud del particular. No
es un medio de defensa oficioso en cuanto a la promoción de la demanda,
aunque sí en el resto de la tramitación hasta la emisión de la resolución. La
parte que lo distingue ahora es el interés legítimo, como una noción más
amplia del interés jurídico, ambos relacionados con el derecho que conside-
re afectado el quejoso. Podría ser una variable de cómo acreditar el derecho
y su lesión, pero lo cierto es que en los dos supuestos coincide la instancia
como presupuesto para tramitar el juicio.

B. Prosecución judicial

Entendido como el escenario gubernamental en que se desarrolla el


juicio de amparo, específicamente en el Poder Judicial de la Federación. Las
reglas son las mismas: el amparo indirecto en primera instancia correspon-
de a los jueces de distrito y, excepcionalmente, a los tribunales unitarios de
circuito, y la segunda instancia, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación
o tribunales colegiados de circuito, acorde con los lineamientos previstos
tanto en la Constitución, en la ley y en acuerdos generales. Mientras que

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el amparo directo es competencia originaria de los tribunales colegiados


de circuito, salvo que la Corte ejerza facultad de atracción o resuelva la
segunda instancia en los tres supuestos en que el juicio no es uniinstancial.
El sistema de competencia permaneció inalterado, incluyendo la facultad
de atracción del máximo tribunal en ambas modalidades. Se destaca que la
jurisdicción concurrente, todavía prevista en la carta magna, ya no la regula
la ley; ésa sería la única novedad.

C. Definitividad

Entendido como la obligación de los gobernados de instar previamente


a la promoción del juicio de amparo los medios de defensa (juicios o recur-
sos) que procedan contra el acto de autoridad, tampoco sufrió modificación
alguna. Sigue siendo una causa de improcedencia que conduce al sobresei-
miento del juicio o desechamiento de la demanda si el quejoso no respeta
esta carga procesal.
Tanto en la Constitución como en la Ley de Amparo se reitera que, pre-
vio a promover el juicio, el gobernado debe cumplir con el deber de agotar
los medios de defensa que la ley que rige el acto reclamado prevé. En la
nueva ley se sistematizaron y reconocieron las excepciones a este principio
que diversos criterios jurisprudenciales habían recogido del quehacer juris-
diccional.

D. Estricto derecho y suplencia de la queja deficiente

Quedó atenuado en la vertiente de la suplencia de la queja deficiente.


Ahora existen más hipótesis en que se admite que el juzgador examine el
acto con una mayor liberalidad, sin sujetarse a los conceptos de violación.
La facultad de otorgar el amparo con base en argumentos no expuestos
por el quejoso tiene cada vez un mayor espectro en comparación con la res-
tricción que se va convirtiendo en la excepción. Sin embargo, en la materia
laboral se mantiene la línea en detrimento del patrón, que por un fin noble
de protección a la clase trabajadora provoca severas injusticias, y que podría
ser uno de los episodios más cuestionables en el ámbito de la equidad real
de las partes.
En materia penal, sin importar la condición económica del inculpado,
el delito del que se le acusa o las circunstancias en que se verificaron los he-
chos, se aplica la suplencia de la queja deficiente.

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Se innova el supuesto para acceder a esta prerrogativa relativa, a que,


en cualquier materia, en favor de quienes, por sus condiciones de pobreza
o marginación, se encuentren en clara desventaja social para su defensa en
el juicio.
La profunda renovación en este sentido, si a transformar significativa-
mente el juicio se refiere, tendría que ver con adaptarlo a tiempos modernos
y permitir que para todos los casos esté dispuesta la suplencia de la queja
deficiente, sea víctima u ofendido, patrón o trabajador, en condiciones de
pobreza o con un mejor estado económico, menor o adulto, sujeto de dere-
cho agrario o de propiedad privada. Así, se despojaría de uno de los rasgos
más polémicos que demeritan la intención de contar con un sistema de
defensa más justo. Después de todo, no está reñido que el juzgador resuel-
va con una integridad de conocimiento, y si advierte que existe una razón
que no forma parte de los conceptos de violación en la demanda o agravios
en los recursos, hacerla valer en la sentencia. En pocas palabras, abolir el
principio de estricto derecho daría un respiro en uno de los tecnicismos del
juicio de amparo.

E. Relatividad de la sentencia

Consagrado en el marco constitucional desde que fue creado este medio


de defensa en el artículo 25 del Acta Constitutiva y de Reformas de 1847,
fue reiterado tanto en el texto constitucional como en la ley de la mate-
ria. La declaratoria general de inconstitucionalidad es un procedimiento
ulterior en los amparos indirectos contra normas generales, con excepción
de los que versen en el ámbito tributario, que una vez resuelta la segunda
instancia en que se conceda el amparo contra esos actos legislativos, existe,
bajo ciertas reglas, la posibilidad de que la Suprema Corte de Justicia las
invalide con efectos para todo el sistema jurídico nacional. No puede consi-
derarse como la supresión a los alcances limitados y particulares de la sen-
tencia de amparo, pues éstas siguen teniendo esa calidad, y aunque derivan
de éstos, los tribunales colegiados de circuito y el máximo tribunal no están
facultados para en los propios juicios decretar una sentencia de amparo con
beneficio para gobernados que no participaron como quejosos.
La “declaratoria general de inconstitucionalidad” está lejos de colmar
los añejos reclamos de los efectos limitados de la sentencia de amparo tra-
tándose de normas generales. Si bien representa un avance poder contar
con un procedimiento por separado que tenga como sustento cinco ejecu-
torias en que se resuelva sobre la inconstitucionalidad de una ley, el proce-

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dimiento es complejo para alcanzar tal propósito. Lo innegable es que las


sentencias de amparo siguen con efectos exclusivos para quienes promovie-
ron y obtuvieron un fallo favorable.

4. Amparo directo e indirecto

Subsiste la doble modalidad del amparo. Atendiendo a la autoridad y


el acto reclamado es que se puede determinar cuál de los dos procede. Se
elevó a rango legal esta nomenclatura, la cual fue paulatinamente incorpo-
rada desde el inicio de la ley anterior, aunque la Constitución siga siendo
imprecisa en este aspecto.
Por meras razones de acomodo del lenguaje que no encuentran un so-
porte teórico, la fuerza del uso reiterado constituyó un factor para continuar
con estas expresiones. Dos vías con distintos órganos judiciales facultados
para resolver, sin cambios en las instancias, procedimientos, suspensión del
acto reclamado, ejecución y efectos de las sentencias, entre otros.
En el siglo XIX tuvo una razón de ser, pues al no ser competencia de los
jueces de distrito por restricción legal, la Suprema Corte de Justicia asumió
el conocimiento de los juicios contra las resoluciones judiciales de legalidad,
cuyo reconocimiento quedó consagrado en el texto original de la Constitu-
ción de 1917, y una vez siendo rebasado el máximo tribunal a mediados del
siglo pasado, transferida la facultad a los tribunales colegiados de circuito en
1951, no fue tema de discusión en la reforma constitucional de 2011 y, por
ende, el legislador ordinario no tuvo otra alternativa que regular dos formas
para un mismo medio de defensa como lo es el juicio de amparo.
En este punto estriba otra de las razones que impide afirmar con serie-
dad que se trató de una gran reforma. Por más esfuerzos que se hagan para
ver un medio de defensa renovado, el resultado es que se trata de modifica-
ciones superficiales que no afectaron la esencia del amparo.
Es urgente reflexionar sobre la idoneidad de que todas las resoluciones
de los tribunales ordinarios de legalidad sean susceptibles de impugnación
en amparo directo. Por lo regular, los congresos locales en las leyes adjeti-
vas restringen la apelación en asuntos de menor cuantía en materia civil o
sanción en materia penal; sin embargo, el amparo está a disposición de las
partes, muchas veces con la convicción de que no les asiste razón y con el
propósito deliberado de retrasar la solución de un asunto.
Aun cuando se llegara a la conclusión de que es necesario que perdure
el amparo contra las resoluciones de tribunales ordinarios, surge otra inte-
rrogante, consistente en si forzosamente deben ser dos tipos de tribunales

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para cada vía, en detrimento de la sencillez que debería caracterizar a este


medio de control de la constitucionalidad. Convendría reflexionar que un
mismo órgano juzgara por igual los actos de autoridades, sin importar si son
tribunales o distintos a éstos.

5. Sistema complejo de recursos

Éste era un tema que formaba parte de las inquietudes para simplificar
formalismos excesivos. Es indispensable que decisiones judiciales que pudie-
ran emitirse en contravención a las reglas procedimentales sean objeto de
examen a través de un recurso efectivo. El problema es que cuatro medios
de impugnación son demasiados. Otros ordenamientos son más breves en
este sentido. No hay riesgo que conduzca a la indefensión si la ley concen-
trara todos los supuestos en que se pueden recurrir resoluciones de tribuna-
les de amparo con un solo medio de defensa, en que se reduzcan los plazos
para resolver, como en la suspensión provisional, pero no para interponer
los recursos.
Es una indebida técnica legislativa el hecho de que los recursos de revi-
sión, queja y reclamación estén agrupados en un capítulo anterior al proce-
dimiento del juicio, y casi cien preceptos más adelante, el de inconformidad.
En cuanto al recurso de reclamación, en que se combaten autos de los
presidentes de los tribunales colegiados de circuito o del Pleno o salas de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, se les debería apartar a los juzga-
dores de que decidan la legalidad de su auto, para no generar conjeturas
infundadas sobre imparcialidad.

6. Aspectos formales

Regular primero los recursos y posteriormente el procedimiento de am-


bas modalidades del juicio delata la reiteración en una técnica legislativa
deficiente. Del mismo modo, no existe explicación lógica para establecer
los lineamientos de improcedencia y el sobreseimiento, y, posteriormente,
la procedencia. Por orden deberían quedar asentadas las hipótesis en que es
viable el juicio para después, a modo de exclusión, las causas en las que no.
En cuanto a los temas importantes de fondo, quedó sin cambios sus-
tanciales la procedencia y el procedimiento del amparo directo e indirecto,
requisitos de la demanda, improcedencia, sobreseimiento, competencia de
los órganos jurisdiccionales para conocer en primera y segunda instancia,

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facultad de atracción de la Suprema Corte, obligatoriedad de la jurispru-


dencia, suspensión del acto reclamado, informe previo y justificado, las par-
tes, personería y representación. La calidad de parte del Ministerio Público,
tan cuestionada por la inutilidad de tenerlo como tal. Principios rectores
del juicio. Aplicación supletoria del Código Federal de Procedimientos Ci-
viles. Plazo genérico para promover amparo y el relativo a la impugnación
de normas con motivo de su vigencia. Impedimentos, excusas y recusacio-
nes, pruebas admisibles y reglas de anuncio, preparación, desahogo y va-
loración, audiencia constitucional en amparo indirecto, objeción de docu-
mentos, presunción de certeza de actos, jurisdicción auxiliar. En amparo
directo: autoridad ante quien se exhibe el escrito de demanda, suspensión
del acto reclamado a cargo del tribunal que emitió la resolución, definición
de sentencia y resolución que pone fin al juicio, obligación de preparar las
violaciones procesales, cómo proponer la inconstitucionalidad de normas
generales, certificación de la autoridad responsable, procedimiento abrevia-
do, sentencia y casos excepcionales en los que admite recurso de revisión.
Temas generales: capítulo de responsabilidades y sanciones.
En la procedencia, respecto de las autoridades responsables, agregaron
“agrarios”, para referirse al tipo de aquéllas. Lo conveniente sería decir
genéricamente “tribunales”, y no “judiciales”, “administrativos” y “del tra-
bajo”.

III. Avances

1. Interés legítimo

Es probable que haya sido la mayor novedad sustancial en este sistema nor-
mativo, en comparación con el anterior. Vino a romper con las barreras le-
gales y jurisprudenciales que impedían la protección de los derechos difusos y
colectivos. El esquema del agravio personal y directo como requisito de pro-
cedencia del juicio fue ampliado, con la salvedad de los actos reclamados pro-
venientes de los tribunales. Ahora se pueden combatir actos asociados con la
protección al ambiente, la seguridad pública, el desarrollo urbano, la salud
en general, entre otros. Subsiste el interés jurídico para aquellos asuntos en
que se lesione la esfera particular de un gobernado. Aunque ambos son in-
compatibles y excluyentes por la naturaleza del derecho que tutelan, en los
dos se debe demostrar, además de la titularidad de estos derechos, la lesión
a quienes lo hacen valer, como un elemento adicional que define la proce-
dencia del juicio.

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2. Amparo directo adhesivo

La incorporación de esta variable en los amparos directos, para que el


tercero interesado pueda acudir ante los tribunales colegiados a exponer, a
manera formal de demanda de amparo, las razones por las que estima debe
negarse el amparo al quejoso principal, o bien alegar violaciones procesales,
respecto de juicios ordinarios, que no le causarían problema si la sentencia
impugnada quedara firme ante la negativa de amparo, representa una car-
ga que enfrenta el quejoso, desde la sensible prolongación en la resolución
del amparo, por esperar a que transcurran los plazos para que el tercero
decida si lo promueve, hasta la decisión final.
En realidad, se privilegia la congruencia del sistema litigioso. Para abre-
viar el trámite ante los tribunales colegiados de circuito, se debió establecer
que a los quince días para hacer valer este derecho comience el cómputo
desde que se le notifica por la autoridad responsable la promoción del am-
paro principal. La revisión adhesiva para el amparo indirecto ya operaba
desde la legislación anterior.

3. Amparo directo cautelar

Esta modalidad del juicio, denominada así para identificar y distinguirlo


del tradicional y del adhesivo, tiene una peculiaridad regulada en el artículo
170, fracción II, de la ley, consistente en que si en los juicios ordinarios en
materia administrativa en que se declara la nulidad del acto impugnado, la
autoridad demandada o quien tenga facultades para representarla, según
sea el caso, se inconforma e interpone un recurso de revisión, del conoci-
miento de los tribunales colegiados de circuito, entonces la parte actora está
legitimada para proponer en amparo directo la inconstitucionalidad de las
normas que se pudieran aplicar al revocar el fallo emitido por el tribunal
ordinario. Las condiciones para resolver el fondo son: 1) que exista una sen-
tencia por un tribunal administrativo favorable al actor; 2) que la autoridad
recurra la sentencia; 3) que el tribunal colegiado de circuito admita el recur-
so, y 4) que lo declare procedente y fundado.
Es cautelar porque el quejoso estará a la expectativa de si su contrapar-
te, la autoridad, interpone el recurso de revisión, y, además, anticipar qué
preceptos legales pueden aplicarle en su contra para especular a combatir-
los en el juicio de amparo. En caso de que se deseche el recurso o se declare
infundado, y en consecuencia, se confirme la declaratoria de nulidad, el
amparo directo cautelar quedará sin materia, pues su pertinencia está supe-
ditada a la suerte de la revisión de la autoridad.

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En la ley abrogada, la parte actora quedaba indefensa ante la revoca-


ción de la sentencia por parte de los tribunales colegiados al conocer del
recurso de la autoridad, pues con el argumento de que eran inatacables las
resoluciones de aquéllos, si se agotaba la jurisdicción, ya no le daban opor-
tunidad al tribunal responsable de emitir otra sentencia para que fuera pro-
puesto el tema de constitucionalidad en un juicio al particular.

4. Multa a las autoridades que incumplan sentencias de amparo injustificadamente

Debido a un criterio jurisprudencial del alto tribunal, durante mucho


tiempo quedó proscrita la facultad de los juzgadores federales de disponer de
medios eficientes para hacer cumplir las ejecutorias de amparo. Resultaba
paradójico que se podían hacer efectivas medidas de apremio por no acatar
proveídos de distinto contenido, que algo más relevante como es el respeto
a la cosa juzgada de una sentencia que concede el amparo. Sin que las otras
desobediencias fueran menores, no hay comparación en la trascendencia de
respetar la decisión final de un tribunal federal en juicios de esta naturaleza.
El formalismo en la interpretación del Código Federal de Procedimientos
Civiles produjo abusos en algunas autoridades, que hacían esperar a los que-
josos hasta que se tramitaba el incidente de inejecución de sentencia ante la
Suprema Corte, para que restituyeran al gobernado en el derecho violado.
Ahora ya es jurídicamente posible que se sancione a las autoridades
ante el incumplimiento injustificado de la sentencia de amparo con multa
que va de los cien a los mil días de unidades de medida y actualización. Se
favorece la agilidad en el trámite de cumplimiento y ejecución de sentencia.

5. Publicación de proyectos de sentencia en amparos contra normas generales


y amparos colectivos

Una modalidad de las reglas de transparencia trascendió al dictado de


las sentencias de amparo. La tradición judicial marcaba que los proyectos
de resolución se mantenían en sigilo, como un secreto, para evitar el uso
inadecuado que dieran los postulantes ante determinado sentido de la pro-
puesta.
Anticipar el sentido de la resolución otorga a las partes la oportunidad
de formular alegatos para desvirtuar las consideraciones en que se apoya
el estudio que será sometido a consideración del resto de los magistrados o
ministros que deberán discutir y adoptar la decisión final. Esta disposición
es exclusiva de los asuntos de amparo que se tramitan en los tribunales co-

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DIAGNÓSTICO DEL JUICIO DE AMPARO... 177

legiados de circuito y en la Suprema Corte. No aplica en amparo indirecto


en primera instancia, pues sólo en los órganos de integración plural se pre-
sentan proyectos para sesión.
La materia está delimitada a los juicios en que se cuestione la constitu-
cionalidad de una norma general o los amparos colectivos. Es el punto de
partida en que el legislador regula la obligación de hacer públicos los pro-
yectos de sentencia. Lo ideal sería que se extendiera a otro tipo de asuntos,
en que no se cuestionen normas, a efecto de que las partes estén en condi-
ciones de aportar a los juzgadores, en una especie de derecho de réplica, los
contraargumentos para dar mayor solidez a la sentencia.
Los temores quedaron disipados. Existía desconcierto entre un sector im-
portante de jueces sobre el impacto que tendría esta medida. Se auguraba
que, revelado el posible sentido de la resolución, quien se viera afectado, bus-
caría la forma de apartar del conocimiento al tribunal respectivo, planteando
impedimentos o promoviendo queja de responsabilidad administrativa.
Afortunadamente, en la mayoría de los casos la práctica demostró bonda-
des de poner a disposición de las partes la propuesta del juzgador que funge
como ponente.
Una vez que se despejó este aspecto, ahora surge la idea de que debe-
ría comprender todas las materias y asuntos para dar lugar a la apertura
absoluta en el desarrollo jurisdiccional, en el entendido de que lo que está
elaborado como proyecto es tan solo una propuesta, supeditada a que sea
autorizada por el resto del órgano colegiado, o bien rechazada, y que el
propio juzgador que lo formula pueda cambiar el criterio al aceptar las ob-
servaciones que al respecto se viertan en la sesión correspondiente.

6. Dar vista al quejoso en segunda instancia con una causa de improcedencia novedosa

El quejoso tiene la oportunidad de conocer con anticipación acerca de


una causa de improcedencia advertida por el órgano que conoce del recurso
de revisión contra la sentencia de primera instancia, que no fue propuesta
por la autoridad responsable, el tercero interesado o el agente del Ministerio
Público, ni el juzgador que emitió la sentencia. Parece que el propósito es
noble, y consiste en que el quejoso esté en condiciones de formular alegatos
sobre el nuevo enfoque vislumbrado por el juzgador que prepara el proyecto
de sentencia en el recurso de revisión, para que, de ser el caso, demuestre
que no se acredita la causa de improcedencia, ya sea con argumentos jurídi-
cos, o bien con pruebas que generalmente obran en el cuaderno de amparo,
a menos que sea una superveniente, atendiendo a la naturaleza del asunto.

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178 JOEL CARRANCO ZÚÑIGA

Opera también para el recurso de queja contra el desechamiento de la de-


manda de amparo indirecto.
Al resolver la contradicción de tesis 426/2013, el Pleno de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación definió que esta medida aplica no sólo en el
amparo indirecto en segunda instancia, sino también en el amparo directo
uniinstancial, por el que el Tribunal Colegiado de Circuito debe dar vista
cuando oficiosamente advierta una causa de improcedencia, para dar opor-
tunidad de defensa al quejoso.

7. Declaratoria general de inconstitucionalidad

Fue un gran acierto implementar un mecanismo para que los crite-


rios emanados de cinco sentencias de amparo indirecto en revisión sobre la
constitucionalidad de leyes, en sentido amplio, no quedara en la protección
exclusiva de quienes promovieron y obtuvieron sentencia favorable en el jui-
cio, sino que en un procedimiento ulterior, la Suprema Corte queda faculta-
da para realizar una declaratoria con efectos similares a la derogación, bajo
ciertas condiciones y con la restricción para la materia tributaria. Debería
incluir la materia tributaria, así como en el amparo directo en revisión,
cuando se otorgue por considerarse inconstitucional la norma aplicada en
la resolución reclamada.

8. Derechos humanos y garantías

En concordancia con el texto constitucional, fue reemplazada la ante-


rior concepción de “garantías individuales” por “derechos humanos y las
garantías otorgadas para su protección”. Más que una sustitución de pala-
bras, constituye la rectificación del objeto de protección en el juicio de am-
paro. El error consistió en confundir los derechos con los medios para lograr
el resarcimiento o las condiciones para afectarlos. El juicio de amparo es la
auténtica garantía tendente a reparar una posible afectación a derechos,
aunque no es considerada así en este contexto.
Es un avance por romper con la incorrecta terminología que resistió
desde el siglo antepasado. No obstante, tiene inconvenientes que no le res-
tan mérito como un legado que servirá de base para futuras discusiones.
El acierto es que por primera vez se escinde el conjunto de normas que
comprenden los derechos constitucionales en dos categorías: los derechos
propiamente dichos de las personas y lo que se denomina garantías otorga-
das para su protección. El inconveniente es que está acompañada del califi-

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DIAGNÓSTICO DEL JUICIO DE AMPARO... 179

cativo “humanos”, ya que requiere de interpretación racional para entender


que también los que no tienen esa calidad, es decir, las personas morales,
son titulares de la mayoría que no se oponga con esa posición en el orden
jurídico. Además, no se concibe con que todos los derechos previstos en la
Constitución y los tratados internacionales sean estrictamente “humanos” si
se refieren a las personas físicas.
Otra inconsistencia se refiere a la limitación de la fuente en que pueden
encontrarse los derechos que serán objeto de tutela mediante el juicio de
amparo. Ambos ordenamientos coinciden en que estén previstos en la carta
magna o en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea
parte. El problema radica en que existen derechos en ordenamientos secun-
darios de carácter civil, laboral, administrativo, agrario, penal y fiscal, que
no encuentran justamente un fundamento en la Constitución, pero que con
frecuencia son sujetos de examen en el juicio de amparo. La redacción es
imprecisa e incompleta.
Ahora los derechos y las garantías son dos categorías que antes no ad-
mitían distinción. Por más que en la realidad lo sea, el juicio de amparo, en
el contexto de los artículos 1o. y 103, fracción I, constitucionales, y 1o. de
la Ley de Amparo, no es precisamente la garantía en la que recae el ámbito
de protección.
Tenemos de nueva cuenta otro desacierto semántico. En primer lugar,
los indebidamente denominados “derechos humanos” se asocian con la no-
ción de los derechos sustantivos, como el derecho a la vida, a la libertad en
sus diferentes modalidades, a la propiedad, a la posesión de bienes, a la salud,
al trabajo, al agua, a la vivienda, a las creencias y al asilo político, entre otros.
Mientras que la voz “garantías para su protección”, son esas reglas para que
se puedan afectar válidamente los derechos, disposiciones que se identifican
con la garantía de seguridad jurídica, de audiencia, debido proceso, irre-
troactividad de la ley, justicia pronta, imparcial y expedita, fundamentación,
motivación, o que provenga de autoridad competente, por citar algunos.
Si se acepta que ésas serían las garantías, como una especie de requisi-
tos formales a efecto de que la autoridad esté en aptitud de emitir actos en
detrimento de los particulares, no resiste el análisis de que tengan esa cuali-
dad, por ejemplo, la fundamentación o la motivación. Así debemos llamar-
los por imposición del legislador, aunque no garanticen algo.

9. Principio de mayor beneficio

Todavía existen tribunales que desatienden al postulado constitucional


de justicia pronta y expedita, que es más reprochable si se trata de un órga-

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no de amparo, pues, al ser los guardianes de la Constitución, no se concibe


cómo puedan deshacerse del asunto por vicios formales que no solamente
no benefician al quejoso, sino muchas veces hasta en contra de su voluntad,
en los casos en que se busca la solución de los temas de fondo.
En el artículo 189 de la Ley de Amparo se incorporó la obligación de
que, al emitir sentencia, los juzgadores estudien los conceptos de violación
atendiendo a su prelación lógica y privilegiando en todo caso el estudio de
aquellos que, de resultar fundados, redunden en el mayor beneficio para
el quejoso. Esta disposición es de las consideradas normas imperfectas, en
virtud de que no existe consecuencia para los titulares de los órganos ju-
risdiccionales que la desacaten. Entrar al fondo por lo regular requiere un
mayor esfuerzo que conceder amparos para que la autoridad responsable
repare vicios procesales que pudieran no influir en la solución integral de
la contienda. Debería incluirse como una causa de responsabilidad cuando
reiteradamente se abuse de los amparos que no respeten esta disposición, y
se advierta que la razón fue la indiferencia o apatía por darle conclusión al
procedimiento del que deriva.

10. Complementación de la fundamentación y motivación

Opera en los actos materialmente administrativos, cuando en la deman-


da se aduzca la falta o insuficiente fundamentación y motivación, en que
la autoridad responsable estará en aptitud de complementar en el informe
justificado en esos aspectos el acto reclamado (artículo 117, último párrafo,
de la Ley de Amparo).
No se debe confundir lo anterior con la prohibición de variar o mejo-
rar la fundamentación y motivación del acto de autoridad, propio de los
reclamos relativos a lo indebido o deficiente en el cumplimiento de esta
formalidad.
Existen detractores sobre esta novedosa disposición, producto de la sim-
ple idea de que con ella se le otorga a la autoridad una oportunidad para
reparar el acto. Detrás de esta medida está evitar la promoción de un nuevo
amparo por ausencia o insuficiente fundamentación y motivación. La in-
tención es simplificar en tiempo y forma una nueva demanda de amparo, y
en lugar de esto, que se haga en la ampliación en el mismo juicio, en que el
quejoso controvierta las disposiciones y razones expuestas por la responsa-
ble al rendir el informe justificado.

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DIAGNÓSTICO DEL JUICIO DE AMPARO... 181

11. Causas de improcedencia constitucionales trasladadas a la ley

En relación con la ley abrogada, las causas de improcedencia se reitera-


ron en la ahora vigente. El incremento en el número de fracciones se debe a
que las consideradas constitucionales, por estar previstas en la ley suprema,
ya forman parte de la legislación secundaria, como es el caso de los actos del
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, del Consejo de la Ju-
dicatura Federal, las resoluciones de los tribunales colegiados de circuito, así
como las decisiones en los juicios políticos y la declaración de procedencia
en que interviene alguna de las cámaras del Congreso de la Unión. Con esto
se le brinda coherencia al catálogo de causas de improcedencia.
Conviene mencionar que también se previó como causa de improce-
dencia el supuesto en que se impugnen normas respecto de las que se haya
emitido la declaratoria general de inconstitucionalidad, lo cual resultaba
innecesario, pues bien podría quedar comprendida en la de cesación de
efectos del acto reclamado.

12. Los particulares como autoridades responsables para efectos del juicio de amparo

Por primera vez, se establece que los particulares pueden tener la cali-
dad de autoridades responsables cuando realicen actos equivalentes a los de
autoridad, que afecten derechos y cuyas funciones estén determinadas por
una norma general. Es apresurado hacer afirmaciones en relación con esta
novedosa disposición. Será tarea de los tribunales de amparo interpretar el
alcance que habrá de darse a una animosa intención de hacer extensiva la
procedencia del juicio. La esencia del juicio de amparo reside en la opor-
tunidad para el gobernado de impugnar actos de la autoridad del Estado,
quienes ostentan un cargo público. Todavía está vigente la idea de que si
una persona es afectada, dependerá de quien provenga el daño para em-
prender la defensa. Si es la autoridad, el juicio de amparo, y en caso de un
particular, la acción civil o penal, según la naturaleza de la ofensa.
Definir qué es un acto equivalente a los de autoridad no es tarea fácil.
En su búsqueda se puede incurrir en errores, inconsistencias e incompren-
siones. Es ambiguo el término “equivalente” que ofrece un campo rico de
intelección. Lo interesante es que los tribunales federales no han emitido
criterios que revelen dichas novedades, pues en términos generales siguen
resolviendo bajo las reglas anteriores.

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13. Amparo electrónico

A más de tres años de vigencia de la ley, nos encontramos en la fase de


implementación de la infraestructura para que opere esta forma de promo-
ver el juicio, en que se aprovecharán los avances de la tecnología a efecto de
que la demanda sea presentada en vía electrónica. Surge como una medida
opcional para el quejoso de emplear este medio en el que seguramente se
economizarán recursos materiales y humanos para poner a disposición de
los tribunales el escrito inicial. Se refrenda la idea general de que el amparo,
salvo que sea por comparecencia, se promueve por escrito, uno, el tradicio-
nal, en forma impresa, y éste, aunque electrónico, no deja de ser por escrito.
Impone la obligación a quien opte por dicho medio, de ingresar al sistema
electrónico todos los días, en un plazo máximo de dos días se entiende por
hecha la notificación.
Todavía quedan puntos por resolver, que corresponderá al Consejo de la
Judicatura Federal determinar. Entre los que destaca, si habrá modo de
que se aplique en el amparo directo, ya que, por disposición constitucio-
nal y legal, la demanda se presenta ante la autoridad responsable; cómo se
acompañarán las copias para emplazar a las partes, en el caso especial del
tercero interesado, del que no se cuenta en principio con un rastro para
hacerle saber que tiene ese carácter en un juicio.

14. Superación de ciertas expresiones inexactas

En este apartado se destacan los avances, que en el ámbito semántico


eran necesarias, y de las cuales se describen las más relevantes: 1) supresión
de la expresión “agraviado”, utilizado indistintamente como sinónimo de
“quejoso”; 2) sustitución de “tercero perjudicado”, por “tercero interesa-
do”; 3) “plazo” para referirse al tiempo para realizar una actuación pro-
cesal, y no el de “término” previsto en la ley abrogada; 4) corrección de la
expresión “tener por no interpuesta” a “por no presentada la demanda”,
en caso de que no se desahogue el requerimiento en tiempo y forma; 5) en
congruencia con la reforma constitucional, modifica la expresión “garantías
individuales”, por “derechos y garantías”; 6) otra adecuación constitucional
consistente en la supresión del sobreseimiento y caducidad del procedimien-
to de ejecución de sentencia por inactividad procesal; 7) tramitar el incidente
“por separado”, ya no es “cuerda separada”.

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DIAGNÓSTICO DEL JUICIO DE AMPARO... 183

IV. Retrocesos

1. Sobreseimiento por no presentar edictos para emplazar al tercero interesado

El artículo 63, fracción II, de la Ley de Amparo, establece como causa de


sobreseimiento que el quejoso no acredite sin causa razonable a juicio del
órgano jurisdiccional de amparo haber entregado los edictos para su publica-
ción en términos del artículo 27 (veinte días siguientes al en que se pongan a
su disposición), una vez que se compruebe que se hizo el requerimiento. La
notificación por edictos debe efectuarse si se han agotado las gestiones para
emplazar al tercero interesado en el juicio.
La razón de ser de esta disposición radica en que para integrar debida-
mente el expediente y estar en aptitud de celebrar la audiencia constitucio-
nal, acto previo a la sentencia, deben estar emplazadas las partes. De existir
tercero interesado deberá señalarse en la demanda de amparo, o bien pue-
de ser declarado por el juzgador, para que el quejoso informe el domicilio
donde pueda practicarse la primera notificación. En caso de desconocer el
domicilio, el tribunal procede a efectuar diversos requerimientos a las au-
toridades que pudieran tener una base de datos que revele el domicilio de
la persona buscada, de ser infructuosa la investigación, procede ordenar la
notificación por edictos.
Es entendible que un requisito para integrar la relación procesal en el
juicio y estar en aptitud para pronunciar sentencia sea el emplazamiento al
tercero interesado. La presentación de la demanda se traduce, entre otros
aspectos, en la necesidad de dar solución a un acto de autoridad que se con-
sidera inconstitucional. Es de dominio público la dificultad que enfrentan
algunos quejosos y también los juzgadores para localizar al tercero. Esto,
sumado al costo económico que representa la publicación en medios de
difusión impresos.
Enterarse de la existencia de un juicio, cualquiera que sea la materia,
mediante la publicación de edictos, es una situación ajena a la realidad en
esta época. Más bien se trata de justificar que hubo intención de hacer de
su conocimiento la tramitación de un procedimiento en que pudo estar in-
teresado y, por tanto, dar por satisfecho un requisito para estar en aptitud
de emitir sentencia.
El alto costo que representa para el quejoso este tipo de emplazamiento
ocasiona que, al realizar un cálculo de lo que está en disputa en relación con
el acto reclamado, abandone la gestión ante el tribunal de amparo.
El impulso de la tecnología, como la Internet, sugiere que se están trans-
formando los mecanismos de lectura de difusión de noticias. Pero algo más

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importante, que se podrían aprovechar estas plataformas de comunicación


para integrar una base de datos confiable, única y permanente, en que se
pueda consultar en cualquier momento con el solo nombre si es que en un
juicio está considerado como parte.

2. Ampliación de recursos que debieron simplificarse

Una de las razones por las que se suele asociar al juicio de amparo con
formalismos excesivos e innecesarios, que redunda en un alto tecnicismo en
su tramitación, descansa en la variedad de recursos, plazos para interponer
y resolver, ante quién llevar el escrito de agravios, entre otros.
Es inconcebible que el artículo 80 de la ley disponga que en el juicio
sólo se admitirán los recursos de revisión, queja, reclamación, y, tratándose
del cumplimiento de sentencia, el de inconformidad. Atenta contra el sen-
tido común la voz “sólo”, ya que no se conocen más leyes que establezcan
cuatro recursos.
Una verdadera reforma en este ámbito sería que fuera uno para todos
los casos en que se impugnara alguna resolución en el juicio de amparo, con
un plazo uniforme, y formas más simples en la tramitación y resolución.

3. Limitación del plazo para promover el juicio en actos sensibles en la materia penal

A diferencia de la ley anterior, en que no existía un plazo para promover


un amparo contra actos y resoluciones en materia penal, quedó reducido
al plazo genérico de quince días para promover la demanda de amparo
indirecto, y de ocho años para el caso de que se combata la sentencia con-
denatoria que afecte la libertad del quejoso. A pesar de que fue declarado
constitucional el precepto que regula este aspecto, no deja de ser un retro-
ceso en la defensa de los inculpados por delitos, pues la improcedencia por
consentimiento tácito, al promover la demanda a destiempo, es un factor
que demerita el acceso efectivo a la justicia.

4. Ampliación del plazo para resolver por parte de los tribunales colegiados de circuito
los amparos directos y recursos de revisión en amparo indirecto

Conforme a la ley abrogada, los tribunales colegiados de circuito dispo-


nían de quince días para resolver en amparo directo o el recurso de revisión
en el indirecto, a partir de que se turnaba el expediente al magistrado que

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DIAGNÓSTICO DEL JUICIO DE AMPARO... 185

había sido designado como ponente. Ahora se extendió a noventa días, que
está sujeto a interpretación si son naturales o hábiles, en cuyo caso será de
casi medio año.
Eran escasos los tribunales que respetaban ese plazo para dar solución
a los juicios. Algunos tardaban más de un año en poner fin a la contienda.
Definitivamente es un retroceso que, ahora con más órganos jurisdicciona-
les creados durante las dos últimas décadas, se haya aumentado el tiempo
de resolución, sin una consecuencia para los juzgadores que incumplan ese
plazo generosamente razonable. La prontitud como un elemento de justi-
cia constitucional fue ignorada por el legislador, mientras que el órgano de
disciplina busca alternativas para abatir el rezago, existen quienes alardean
la conveniencia del prudente rezago, encontrando acomodo en un marco
legal imperfecto.

5. Expresiones desafortunadas e imperfecciones formales menores

Referirse al “órgano jurisdiccional inferior” (artículo 64, párrafo segun-


do, de la ley) es una expresión que denigra al juzgador de primera instancia,
y “superior” (41) distorsiona la idea del revisor. Si bien por tradición así es
identificado contra quien se interpone un recurso, por pulcritud y reivindi-
cación en contra de costumbres que nacieron viciadas hasta institucionali-
zarse, sería pertinente que el legislador fuera cuidadoso en no recoger frases
populares que distorsionan el correcto empleo del lenguaje.
El artículo 87 establece que las autoridades responsables sólo podrán
interponer el recurso de revisión contra “sentencias” que afecten directa-
mente el acto reclamado de cada una de ellas. Aunque esta regla aplica
también para el resto de los recursos, ni siquiera en el de revisión se reduce
a las sentencias, sino a otro tipo de decisiones jurisdiccionales, por lo que
se debe entender en términos más apropiados a “resoluciones”, y no única-
mente las sentencias.
Otras imperfecciones formales menores como: a) que el amparo proce-
de contra actos que violen los derechos y garantías anticipa que en realidad
el acto es cierto y, además, que es inconstitucional; b) subsistencia del inde-
bidamente denominado “amparo soberanía”; c) el recurso de inconformi-
dad se encuentra fuera del capítulo de recursos; d) primero se establece la
denuncia por incumplimiento de la declaratoria general de inconstitucio-
nalidad y más adelante se regula esta institución, cuando debería ser a la
inversa.

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6. Poco interés por disuadir el abuso en el juicio de amparo

Es un tema prácticamente vedado, un tabú que casi no encuentra eco


frente a los señalamientos de los excesos en que con frecuencia las par-
tes convierten al juicio de amparo. Un volumen importante de amparos es
planteado con un fin dilatorio, de mera estrategia con propósitos inconfe-
sables que distan del sano reclamo de reivindicar un derecho transgredido
por la autoridad. Las legislaciones locales rechazan conocer en apelación de
asuntos de poca cuantía e importancia.
A diferencia de la ley abrogada, en la actual desapareció la facultad de
los juzgadores para imponer multas al responsable de haber interpuesto un
recurso de mala fe.

V. Interpretaciones indebidas o engañosas


acerca de la nueva ley

Entre las ideas equivocadas que se expusieron al inicio de vigencia de la ley


están: a) que ahora procede el juicio contra actos de omisión, lo que no es
una novedad, pues está presente desde mucho tiempo atrás; b) subsiste el
principio de relatividad de la sentencia, no se atenuó, los efectos siguen li-
mitados al quejoso, y la declaratoria general de inconstitucionalidad es un
procedimiento que se tramita por separado; c) la transformación del interés
jurídico a interés legítimo; es un error, debido a que son distintos modos de
afectación a derechos y, en consecuencia, su acreditación; d) la nueva ley no es
una compilación o legalización de la jurisprudencia, si bien algunos criterios
fueron incorporados o transformados en preceptos legales, otras disposicio-
nes de la ley establecen lo contrario de las tesis del Poder Judicial Federal
vigentes hasta 2013, como es el caso de las multas a las autoridades en la fase
de cumplimiento de sentencia; e) no protege más derechos que la ley anterior;
si se toma en cuenta que los derechos tienen su fuente en la Constitución y
leyes secundarias, mientras que la Ley de Amparo sólo es instrumento para
restablecer el orden constitucional; f) no desaparece la noción del interés ju-
rídico tradicional, consistente en el agravio personal y directo, sino que se
suma una modalidad, que es el interés legítimo; g) el amparo adhesivo ya
existía en la vía indirecta en segunda instancia, es novedad sólo en la directa;
h) el procedimiento no es más ágil, aumentan los plazos para rendir informe
justificado y para resolver. El amparo adhesivo retrasa por tres semanas el po-
ner a disposición de los magistrados el expediente para preparar el proyecto
de resolución.

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