Delito, Pena y Reconciliación
Delito, Pena y Reconciliación
Delito, Pena y Reconciliación
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La mitología en circulación sobre la filosofía hegeliana es profusa: que sirvió de
inspiración al nacionalismo alemán, que exaltó al Estado prusiano o que su idealismo
objetivo es un oscurantismo de una luminosa ilustración al cuál no vale la pena volver
(Pinkard, 2000, ix). Uno de esos mitos -o eso pretendo demostrar-, es que en materias de
derecho penal Hegel sería un retributivista en el sentido clásico y estricto del término.
Mientras, por un lado, perspectivas consecuencialistas buscan justificarse en el beneficio
social o el poder disuasivo que el castigo pueda o no causar; en contrapartida, el
retributivista, sin importar los posibles beneficios que el castigo o pena pueda provocar,
cree que esta última es legítima en virtud de la misma justicia (Tunick, 1996, 62). Teniendo
en cuenta esta distinción es que la teoría penal de Hegel se circunscribiría en la segunda
tendencia, sobre todo teniendo en consideración lo expuesto en la subsección del Derecho
Abstracto dedicada a la violencia y al delito (FD §90-104). La evidencia textual que
subyacería a esta interpretación es, por ejemplo, la siguiente afirmación de Hegel: “La
eliminación [Aufhebung] del delito es una retribución [Wiedervergeltung] en la medida en
que, pues conceptualmente es lesión de una lesión (…)” (FD §101). En consideración de
esto último y en el entendido de que esta compensación es una restitución de las relaciones
de derecho previas a la comisión del delito, es que la Hegel sería un retributivista, e
inclusive uno de los más genuinos entre ellos (Wood, 1990, 162). 1
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normativo de la eticidad supone. En esta línea es que Thom Brooks (2017, 206) ha hecho
énfasis en la pobreza del derecho abstracto, ya que es fundamentalmente indeterminado,
abstracto y formal y, por lo demás, este se limita solamente al ámbito de la libertad negativa
(Honneth, 2014, 26). Segundo, analizaré cómo es que la pena o coacción que afecta al
delincuente es su propio derecho, específicamente a ser honrado o reconocido como un ser
racional, y, consiguientemente, el sentido de la pena sería más extensivo que constituir un
mero castigo como compensación del retributivismo clásicamente entendido. Finalmente,
veremos cómo es que, en el contexto de la vida ética o eticidad [Sittlichkeit] la pena o
castigo es un derecho del mismo delincuente para que se le reconozca como un sujeto
racional, y, por lo tanto, digno de ser reincorporado a la comunidad de los seres racionales
mediante la peculiar forma del reconocimiento recíproco que es la reconciliación a través
del perdón y la rehabilitación.
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contra lo general (…)” que es la moralidad [Moralität] y; finalmente, la unidad y verdad de
estos dos momentos constitutivos de la razón práctica en la eticidad, que es no es otra cosa
que idea de la libertad como bien viviente (FD §33).
Carla Cordua (1989, 69) sugiere la interesante propuesta de leer los primeros
parágrafos de los Grundlinien como una breve fenomenología de la idea de voluntad. Esto
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En la Fenomenología del Espíritu, particularmente en la sección Autoconciencia, Hegel anuda una
serie de figuras -la dialéctica de señorío y servidumbre, el estoicismo, el escepticismo y, finalmente la
consciencia desdichada- en el principio del reconocimiento (De la Maza, 2003, 105). En la Enciclopedia el
concepto o principio del reconocimiento pierde su centralidad; se reduce a tan solo seis parágrafos (E §430-
435) y es tematizada, nuevamente, en la lucha por el reconocimiento de la ampliamente comentada relación
entre señorío y servidumbre. No obstante, en el sistema de madurez, este principio se reduce al momento de
fundación de las comunidades políticas: “es el comienzo fenoménico o exterior de los estados, no su principio
sustancial” (E §433).
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es una como una ciencia de la experiencia de la libertad, una exposición -asistemática a
juicio de Cordua, con quien coincido- desde su estadio más natural o ingenuo hasta la
existencia ética más realizada. Así pues, en su inmediatez la voluntad libre se manifiesta en
las relaciones contractuales, en la persona, la posesión y la propiedad. Ella es la totalidad de
las relaciones contractuales entre las personas naturales y jurídicas con sus relativas
propiedades y derechos sobre ellas. En esta forma abstracta lo que prima es el arbitrio, que,
por ser la voluntad en su configuración más primigenia o inicial, que en su “representación
más corriente “(FD §15) llega a ser confundida con un equívoco “(…) poder hacer lo que
uno quiera (…)”, lo que “(…) solo revela un pensamiento totalmente inmaduro, en el que
ni siquiera existe la más mínima idea de lo que es la voluntad libre en sí y para sí misma, el
derecho, la eticidad, etc.” (FD §15Obs.). Así pues, dado el carácter abstracto de esta
universalidad que es el yo y la cantidad indeterminada de contenidos que puede darse en el
marco de las relaciones contractuales entre seres racionales, la voluntad se presenta aquí en
la forma de la contingencia.
En este sentido, la voluntad libre se presenta solo en forma de concepto más no como
su realización efectiva en el mundo (FD §34); esto es, se da unilateralmente como objeto en
sí y no teniendo en cuenta el horizonte normativo del reino de la libertad actualizada que
constituye el derecho (FD §4) en su sentido más amplio posible, vale decir, como todas las
determinaciones posibles de la libertad. En esta certidumbre alcanzada por la voluntad: “La
reflexión, la unidad y universalidad formal de la autoconciencia, es la certeza abstracta que
tiene la voluntad de su libertad”, esto es, la infinita capacidad del yo abstractivo, o en
palabras de Carla Cordua (1989), como la capacidad de abstraerse de todos los contenidos
de sí, y a la vez, también la capacidad de poner cualquier contenido determinado en sí (pág.
51). Por lo tanto, la verdad de la voluntad, en este estado de cosas, no “(…) es todavía la
verdad de su libertad, porque esa autoconciencia aún no se tiene a sí misma como
contenido y como fin (…)” (FD §15Obs,). Dicho en otras palabras, en el marco de las
relaciones contractuales en las que se encuentra la voluntad en su configuración más
abstracta, ella se encuentra caracterizada por la existencia de una comunión entre dos
voluntades contingentes que se realizan en las diversidad de las formas contractuales, cuyo
origen está en como “las dos partes se comportan entre sí como personas para sí
[independientes]inmediatas (…)” (FD §75).
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Y es en este marco interpretativo que Hegel tematizará a la injusticia, el delito, la
pena y los derechos del delincuente, esto es, cuál sería su postura respecto al derecho penal
en general, y cuál sería su justificación argumentativa del sentido y objeto del castigo en
particular lo que, en este contexto, se develará a la par con la realización de la voluntad
libre en la forma de derechos subjetivos o abstractos de la persona (FD §82-104). La
injusticia en general es un aparecer para el derecho donde este “(…) avanza hasta una
contraposición entre el derecho en sí mismo y la voluntad particular (…)”, es decir, que la
voluntad individual deviene en un derecho particular, como una contraposición en la que el
derecho se convierte en un derecho particular” (FD §82). Así las cosas, la injusticia se
manifiesta allí donde la voluntad particular busca hacerse pasar por universal, no obstante,
la verdad de esta “(…) manifestación fenoménica [Erscheinung] del derecho (…) es que es
nula y que el derecho se reconstruye negando esta negación de sí mismo (…)” (Ibidem). En
consecuencia, con la injusticia el derecho se enfrenta con algo que le es inescencial y este
se restituye negando esta violencia primera que lo afrenta, no obstante, en esta doble
negación o segunda violencia (FD §93) que corresponde a la restitución de las relaciones
jurídicas, el derecho “se determina como efectivamente real [Wirklichkeit] y válido,
mientras que anteriormente era en sí e inmediato” (§82).
Hasta aquí las cosas, bien podría Hegel ser considerado un retributivista; por lo
demás, añadirá en este momento que la acción de eliminar o superar [Aufhebung] el delito
es una compensación o bien una retribución3 (FD §101). En suma, en el contexto
sistemático de la Enciclopedia, existiría evidencia suficiente para enmarcar a Hegel como
un pensador emblemático del retributivismo, puesto que considera la figura del delito como
un enfrentamiento entre la voluntad particular y el derecho, donde la primera es “la
negación de su reconocimiento o apariencia” (E §499), que se torna en “voluntad maliciosa
que ejerce violencia, [esto es] que comete un delito” (Ibidem). No obstante, la acción de
delito o transgresión “(…) en tanto lesión de derecho [Verletzung des Rechts], es nula en sí
y de por sí” (E §500). Sin perjuicio de lo cual, existe buena evidencia textual para sugerir
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Las traducciones varían ligeramente en este punto que para esta investigación resulta crucial. No
obstante, independientemente de cómo podamos traducir esta palabra en específico, lo que me interesa aquí es
la lógica subyacente a este posicionamiento de Hegel, a saber, si es que considera la restitución de las
relaciones de derecho como un fin por sí mismo deseable o si, visto en un contexto más general, los alcances
de su planteamiento ético son mayores a los pensados.
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que los alcances de la teoría penal hegeliana excederían al retributivismo, o a lo menos tal
como lo hemos entendido aquí, esto es, como una teoría que considera que el castigo estaría
justificado por la misma agresión o violencia que sufre el derecho cuando se comete una
injusticia. En el caso del delito, el derecho es “(…) puesto por el sujeto como lo nulo por
antonomasia (…)” (FD §83); y, por lo demás, este constituye una primera violencia “que
lesiona la existencia de la libertad en su sentido concreto (…)”, es decir, contraviene o
transgrede al “derecho en cuanto derecho” (FD §95).
Lo que distingue al delito de los otros modos de injusticia, que son, la injusticia de
buena fe y el fraude, es la presencia de la fuerza. El razonamiento de Hegel es que, en tanto
que yo “ponga mi voluntad en la propiedad de una cosa exterior implica que la voluntad, a
la vez que se refleja en la cosa, puede asimismo ser capturada en la cosa y sometida a la
necesidad” (FD §90), por lo que en cuanto mi voluntad se exterioriza tanto en el cuerpo
como en la propiedad, esta es susceptible de ser objeto de coacción. En palabras de Hegel la
voluntad “puede sufrir la fuerza como tal, o se le puede coaccionar con la fuerza a
sacrificar algo o hacer alguna acción como condición para tener alguna de sus posesiones o
de su existencia” (ibidem), Ahora bien, hay una interesante precisión que el mismo Hegel
hace a este respecto, y es que considera la distinción entre el humano en tanto ser vivo y, a
la vez, en tanto voluntad libre. Como lo primero, es susceptible de coacción, es decir, su
cuerpo o cualquier otro aspecto externo suyo pueden ser sometidos bajo la fuerza de otros;
en cambio, en tanto lo segundo, como voluntad libre, esta no puede ser objeto de coacción
“en sí y para sí” (FD §91). Solo una voluntad que quiera positivamente ser sujeto de
coacción puede ser objeto de ella, esto es lo que quiere decir Hegel con que “Solo la
voluntad que se deje coaccionar puede ser coaccionada a hacer algo” (ibidem).
El derecho abstracto es, por lo tanto, un derecho eminentemente coactivo que se vale
de ella como respuesta jurídica a la fuerza. A la primera violencia que corresponde al delito
o transgresión, le sigue una segunda violencia coactiva que es el derecho, enfrentamiento
donde “la fuerza y la coacción se destruyen inmediatamente en su propio concepto” (§92).
Entonces, en su forma inicial o abstracta, el derecho está presente de una manera
predominantemente negativa: se restringe al imperativo de ser persona y en tratar a los
demás como tales y, en el contexto de las relaciones penales, el derecho se limita a la
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coacción ante la primera violencia del delincuente. Entendido así el entramado de
relaciones normativas que permean el derecho abstracto, nos encontramos más bien con un
esqueleto jurídico que con un organismo complejo y vivo. En ese estado de cosas no es de
extrañar que la bibliografía ha usado adjetivos como pobre (Brooks, 2017), arbitrario y/o
meramente formal. Antes de pasar a la sección siguiente, revisemos una definición de
retributivismo que esté en armonía con todo lo anteriormente expuesto. Entiendo la noción
de retributivismo tal como la entiende Edgar Maraguat (2006), esto es, como:
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Consiguientemente, el retributivismo estaría estrechamente relacionado con la lex talionis, esta es,
una ley basada en una relación de equivalencia entre dañado y lo reparado. Esta perspectiva teórica penal
estaría relacionada según Hegel con una forma elemental, natural o ingenua de entender el derecho, vale
decir, alejada de la filosofía y de la verdad: “(…) mostraría muy probablemente que el sentimiento general de
los pueblos y de los individuos respecto al delito es, y ha sido, que merece un castigo y que al delincuente
hay que hacerle lo mismo que él ha hecho” (§101Obs).
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A pesar de mostrar una usual simpatía prioritaria por Schopenhauer y, por ende, una aversión visceral
por Hegel, el Nietzsche (2017) de la Genealogía de la Moral no se encuentra teóricamente muy lejos de
Hegel particularmente respecto del carácter precario de esta forma de derecho. El Nietzsche de la Genealogía
considera que “(…) el sentimiento de justicia, (…)”, donde “(…) ‘el reo merece la pena porque habría podido
actuar de otro modo” corresponde a una forma posterior y elaborada de los sistemas jurídicos, que es “de
hecho un forma alcanzada muy tardíamente, más aún, una forma refinada del juzgar y razonar humanos” (pág.
91-92). Por el contrario, en una forma primigenia o inicial del derecho, prima la relación entre acreedor y
deudor, donde el primero “podía irrogar al cuerpo del deudor todo tipo de afrentas y torturas” (pág. 93), lo
que se fundamenta en “la idea de que todo perjuicio tiene en alguna parte su equivalente y puede ser
realmente compensado, aunque sea con el dolor del causante del perjuicio” (pág. 92).
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En el contexto sistemático de la Enciclopedia una acción que se “enfrenta al
derecho-en-sí”, que niega al derecho como tal y al reconocimiento de este en tanto ella
constituye una “(…) voluntad maliciosa que ejerce violencia. [esto es,] que comete un
delito.” Este actuar constituye una “(…) lesión del derecho (…)” que resulta ser “nula en y
de por sí” (E §499). Así las cosas, resulta interesante que Hegel identifique entre las formas
primigenias del desarrollo ético figuras como la venganza, que no es otra cosa que una
“nueva lesión que se perpetúa hacia el infinito. Es con vista de dar cierre a esta dinámica
inacabable que proviene de las acciones motivadas por la sed de venganza que aparece
“(…) un tercer juicio desinteresado: la pena” (E §500). Es la pena la que termina con las
posibilidades inacabables y éticamente cuestionables motivadas por la voluntad o derecho
de venganza ¿Qué es lo que entiende precisamente Hegel con pena? ¿cuáles son sus
supuestos o fundamentos ontológicos y metafísicos? ¿cuáles son sus fines e intereses para
la vida social? Hegel nos ilustrará, quizás contraintuitivamente, en sus Fundamentos de la
Filosofía del derecho que:
se da honra. Con lo que podemos concluir que la idea de la honra o reconocimiento que es el
derecho del delincuente es una idea que se mantiene en su periodo de juventud.
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Y como examinaré en la breve cita que Hegel dedica en su Ciencia de la Lógica que reviso en el
apartado III de este artículo, podríamos hablar inclusive de una función, si se quiere, pedagógica, de
aprendizaje y rehabilitación espiritual respecto de la injusticia cometida.
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En la edición que trabajamos, Joaquín Abellán traduce este concepto como retribución; en cambio, en
la edición de Juan Luis Vermal (1988) este se traduce como compensación. A pesar de ser distintas palabras,
el sentido textual permanece intacto: la lesión de la lesión que es el castigo es la eliminación o superación
[Aufhebung] del delito. Desde esta perspectiva conceptual, lo fundamental de la pena no es el castigo, puesto
que este es por sí mismo nulo, sino que es la superación o eliminación del delito. La fórmula hegeliana de la
negación determinada nos indica que cualquier eliminación u superación no constituye una mera negación
formal de lo anterior, sino que también aprehende el contenido de verdad de las determinaciones anteriores,
conservándolo en una unidad superior.
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cuantitativa y cualitativamente con lo que la negación de esta existencia tiene
una determinación similar. (FD §101)
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También Brooks (2004, 2) toma este punto de partida de Cooper como un paso en falso para entender
el sistema penal hegeliano.
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Debemos al trabajo de Tunick (Tunick en Brooks, 2004, 10) la caracterización de la teoría del
derecho penal hegeliana como un retributivismo modificado.
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“Esta identidad basada en el concepto no es una igualdad entre el carácter
específico del delito y el de la negación [del delito]; por el contrario, las dos
lesiones son iguales en lo que respecta a su carácter intrínseco [en sí], es decir,
en lo que respecta a su valor” (FD§ 101Obs).
Por lo tanto, y como anticipaba en la nota 4 de este ensayo, la ley que proviene del Estado
no puede tener relación alguna con las formas primigenias del derecho11 como lo son la
venganza o la lex talionis. Esta mencionada igualdad se refiere a la restitución del derecho
mediante la pena, más no a que el castigo tenga que ser igual o equivalente al crimen
cometido. Así las cosas, y en conformidad con lo señalado hacia el final de la sección I,
Hegel no podría ser considerado un retributivista, o a lo menos en el sentido que Maraguat
lo entiende, puesto que en ningún caso la justificación o fundamentación del derecho está
dada por una equivalencia absoluta entre el crimen cometido y la pena asociada, sino por
una equivalencia relativa a la función lógica que tiene en sí el castigo como cancelación de
una denegación de un determinado derecho. Consiguientemente, y en virtud de lo expuesto
en I y II, se puede afirmar, por una parte, que, si bien lo particular del castigo es anular una
acción que de por sí es nula, por la otra, existe fuerte evidencia de que Hegel sería lo que
contemporáneamente llamaríamos un garantista, en el preciso entendido de que considera a
la pena como un derecho del delincuente que lo reconoce y eleva a la categoría de ser
racional con capacidad de discernimiento ético, moral y político.
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Un poco más adelante en su Filosofía del Derecho, y en consonancia con la tesis que estoy tratando
de demostrar, en el parágrafo 218 Hegel plantea que “los códigos penales corresponden especialmente a su
propia época y a las circunstancias de la sociedad civil”. En virtud de lo cual, si el derecho abstracto -sea en
su forma penal o civil- es expresión del espíritu objetivo, es entonces una expresión de la racionalidad ética de
una determinada comunidad y, con ello, el derecho ha de actualizarse a las formas y relaciones éticas
operantes y vigentes en la realidad efectiva.
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“la verdad es que el delito y la pena escapan, de varias maneras, a la lógica de la
justicia y su negación que preside sobre todo el capítulo en el que los lectores de
Hegel han solido encontrar una teoría del derecho penal (ibidem)
Lo que nos recuerda que el derecho en esta primigenia forma trata con personas abstractas
relacionadas entre sí por relaciones primordialmente de posesión y propiedad, más no con
ciudadanos concretos, envueltos en una compleja red de relaciones éticas, cívicamente
constituidos en una determinada comunidad política con costumbres y hábitos bien
definidos. Entonces, pareciera ser que, aunque actualmente sea impopular esta posición,
nos vemnos obligados a analizar críticamente los Fundamentos de Filosofía del Derecho en
toda su extensión y exhaustividad conceptual, así como la filosofía del espíritu de la
Enciclopedia y, también, a su Ciencia de la Lógica y a la dialéctica que le da sentido a la
totalidad de los conceptos y realizaciones de la voluntad libre. Cualquier otro camino nos
lleva necesariamente a extravíos y a interpretaciones forzosas o unilaterales de un filósofo
que jamás dejó de insistir en el carácter sistemático de su pensamiento12.
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con la reconciliación, con la reintegración a la comunidad espiritual a través de las figuras
del perdón y la reeducación, que hacen que el marco normativo de su teoría penal no se
circunscriba rígidamente a los pilares del retributivismo.
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Hegel en su periodo como profesor en Jena, trató profundamente el perdón en el célebre pasaje sobre
el alma bella, y el corazón que juzga en la Fenomenología. En este contexto, la dialéctica es puesta en
movimiento por el mutuo reconocimiento del mal tanto del corazón rigorista que juzga como del que confiesa
su maldad y pide perdón. Ello ocurre en la figura de la reconciliación, donde “El Sí que reconcilia, en el que
ambos yoes desasen de su existencia contrapuesta, es la existencia del yo extendido a la duplicidad, (…); - es
el Dios apareciendo en medio de ellos que se sabe cómo el saber puro” (HGW IX, 362).
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que el estudio de este tiene que considerar todas las determinaciones posibles que la
libertad nos ofrece. El derecho del delincuente a ser castigado constituye ciertamente una
superación de lo meramente jurídico, puesto que incluye también lo que se puede llamar
cómo determinaciones negativas de la libertad o bien, como se entienden en la tradición
crítica como enfermedades o patologías sociales tales como el aislamiento, la alienación, el
menosprecio y la violencia física (Honneth, 2009, 23; Jaeggi, 2018, 349). La pregunta por
el destino del delincuente después de la pena es crucial y remite al aislamiento del
individuo del resto de la sociedad. Entonces, y en consideración con lo que planteado en el
apartado II sobre la igualdad de valor que no era estrictamente una igualdad, nace la
pregunta ¿qué acción o conjunto de acciones puede hacer que un ser racional merezca ser
aislado de la sociedad?
“La pena tiene p.e. determinaciones variadas, que hacen que ella sea reparación
y además ejemplo intimidatorio, de modo que sea un castigo previsto por la ley a
efectos intimidatorios, y también un castigo que lleve al criminal a meditación y
mejora.” Hegel (2011, 311).
Así las cosas, entre las variadas posibilidades de las determinaciones justificativas de la
pena, se encuentra la reparación, la intimidación, pero también la posibilidad efectiva de
autorreflexión, meditación, así como la capacidad de realización del progreso espiritual.
Con lo cual, a pesar de lo ligeramente contradictorio 14 de esta cita, podríamos decir que uno
de los sentidos de la pena es también uno pedagógico, de aprendizaje, meditación y mejoría
y no meramente la aplicación del castigo porque el criminal con el castigo “tiene su
merecido” (Maraguat, 285), como podría sostener un retributivista clásico.
Referencias Bibliográficas:
Brooks, T. (2004). Is Hegel a Retributivist? Hegel Bulletin, 25(1-2), 113-126.
Brooks, T., & Stein, S. (Eds.). (2017). Hegel's Political Philosophy: On the
Normative Significance of Method and System. Oxford University Press.
Cordua, C. (1989). El mundo ético: ensayos sobre la esfera del hombre en la filosofía
de Hegel (Vol. 23). Anthropos Editorial.
Cordua, C. (1990). Derecho y coacción, según Hegel. Rev. Jur. UPR, 59, 157.
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De la Maza, L. M. (2003). Lógica, metafísica, fenomenología: la Fenomenología del
Espíritu de Hegel como introducción a la filosofía especulativa. Ediciones
Universidad Católica de Chile.
Honneth, A. (1996). The struggle for recognition: The moral grammar of social
conflicts. Mit Press.
17
Wood, A. W. (1990). Hegel's ethical thought. Cambridge University Press.
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