Taller Sobre Los Postulados de Cesarie Beccaria

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 10

Taller sobre los postulados de Cesarie Beccaria

Camilo Tafur López – Mark Gutiérrez

Partiendo de la lectura del texto de Cesare Beccaria: De los Delitos y las Penas. Realice
un análisis crítico de los siguientes puntos tratados por el autor:

1. La pena de muerte.

Este tema, al igual que todas las proposiciones tratadas por Beccaria en su obra estelar,
tiene un desarrollo dotado de una visión filosófica compuesta por corrientes de carácter
utilitarista que propone que un elemento revestido de utilidad, antepuesto a lo demás, es
considerado justo y bueno; con base en la delimitación anterior se aclara que Beccaria
no contraviene esta pena de cara a su deshumanización como se percibe dicho término
en la arcas de la actualidad, sino, porque para él, la utilidad de la implementación de la
misma es inexistente de cara a la rehabilitación de la salud pública, es decir, de la
recuperación del ánimo público total – una pretensión naturalmente imposible ya que
los delitos, o en este caso, desordenes o turbaciones, no se pueden evitar en su totalidad
ya que esto significaría privar en su totalidad a los hombres de sus sentidos – para
mantener las relaciones de sociabilidad obtenidas en el contrato social por medio de la
prevención del delito como causa del efecto de intimidación que la pena de muerte
debería provocar a los potenciales usurpadores del orden social. La pena de muerte
entonces no es justa, porque ha demostrado que los delitos no se disminuyen ni se
controlan por medio de este mal, lo cual es evidente en el contexto real donde aún se
implementa la pena de muerte, ya que las tasas de criminalidad no han llegado a un
nivel de regresión justificante para enarbolar su efectividad, así, países como estados
unidos donde por su carácter federal algunos estados en sus legislaciones disponen
como consecuencia jurídica a ciertas conductas punibles la mal denominada “inyección
letal” siendo esta una pena de muerte paradójicamente más dignificante, no han logrado
erradicar el delito; el delito como bien se sabe, en un sentido material, es un acto
humano que puede contener distintos fines abstractos y que por ello, es producto de
muchas variables, entre ellas la voluntad y la imprudencia, donde la primera requiere de
los sentidos del ser humano, aspecto que el derecho no puede limitar y que por
consiguiente, siendo el delito un producto de ello, imposible de erradicar en su totalidad.
No obstante, el autor previene unos estadios determinados en los cuales la pena de
muerte sería buena y justa, es decir, que acarrearía una utilidad para el estado; siempre
pensando en la supervivencia del mismo – se aclara, soslayando los excesos que afecten
la porción de libertad que aún disponen los miembros del mismo – Beccaria dirime
necesario extinguir la concurrencia en esta vida a aquellos que representen un verdadero
y sistemático peligro para la seguridad de la nación y que este, aún estando aprehendido
evoque una fuerza que despliegue a los demás contra la estabilidad del estado, sólo ahí,
cuando la institucionalidad sea ineficiente será necesaria la pena de muerte, de resto,
como ya se dijo, inútil. Teniendo en cuenta lo anterior se interpreta que Beccaria es un
respetuoso del status quo siempre y cuando el estado para mantener su estabilidad no
corrompa los acuerdos celebrados en el contrato social, que, como bien se sabe, tiene
como fin la protección de las personas que superaron su estado salvaje y transcendieron
al estado civil para evitar el innecesario estado de guerra, cediendo para lograr este fin,
parte de su libertad.

Al traer a colación la libertad, es de obligatoriedad exponer los fundamentos filosóficos


y metafísicos del ser humano y los límites a su disposición de sí mismo. La presente
reflexión es de aquellas que el autor de este texto encontró en el “tratado de los delitos
y las penas” que no representa el marcado contractualismo de Cesare Beccaria en sus
líneas; es interesante la exposición que enmarca los límites del ser humano a su propia
libertad estando en un estado previo al estado civil, la cual se supone es de total e
inexorable disposición, sin embargo, esta siempre está acotada por la indisposición del
hombre sobre su propia vida, la carencia del hombre para destruirse a si mismo es
absoluta, puesto que, en antonimia su libre albedrío realmente no es ilimitado por lo que
en consecuencia, este, realmente nunca ha sido libre y su organización con otros
hombres sólo ha acotado su idea compacta de libertad a un nivel vicisitud equivoco pero
ello implica también que lo que él cede no puede ser parte de lo que no tiene permitido
disponer y esto es su propia vida, por ende, indispuesta para el estado que por razones
desproporcionadas decide destruir a un miembro de su espacio para subsistir y reordenar
los vínculos. Beccaria expone un tratado filosófico fascinante en este acápite,
demostrando que en un estado que sólo dispone de las libertades que los hombres le
otorgaron para regularlos y protegerlos, este, no puede exceder su competencia hacia
arcas que no dispone, por lo que en un aspecto no utilitarista sino metafísico, la pena de
muerte no es justa.
2.  La prevención de los delitos.

Es mejor evitar los delitos que castigarlos como fin primordial de toda legislación, que
trata de llevar a todos los hombres a un estado de felicidad en el que se debe entender a
la persona o individuo y tener claro que su voluntad la virtud y el vicio lo llevan a
cometer los “errores” que son delitos entendidos como entes jurídicos abstractos,
descritos en una norma creada por los involucrados en el contrato social en el que se
debe entender que las penas deben guardar proporcionalidad con los delitos, si existe
una ley moral que va primero o antes del derecho positivo.

los que aún no entienden que el hombre no se puede desprender de lo que ya


mencionamos anteriormente en cuanto a la “voluntad, la virtud y el vicio” por lo que
genera en el ser impulsos a tal punto que si un delito no existe él es capaz de crearlo este
en el entendido que las personas son capaces de hacer hasta lo inimaginable; y como lo
dice el libro “las leyes no son más que privilegios esto es, un tributo que pagan algunos
para la comodidad de otros.

Si queremos evitar los delitos debemos saber que las leyes deben ser claras, y que toda
la fuerza de la sociedad este empeñada en defenderlas, ninguna parte en destruirlas. Por
lo que el temor a las leyes es favorable pues un pueblo que teme a sus leyes es capaz de
realizar actos dignos de seguir y replicar en cuanto a su comportamiento siempre
respetando la ley y no llegar a algo tan malo como la incertidumbre de la ley, pues daña
la imagen de la sociedad y no la deja prosperar, pero si por el contrario la sociedad es
fuerte y se sacude de aquellos errores puede llegar a ser una nación fuerte.

3. Del origen de las penas y el derecho a castigar.

De acuerdo a lo comentado en el libro y en donde se habla del origen de las penas nos
habla de un continuo estado en guerra en donde cada uno cuida y se aferra a su libertad,
cansado de estar peleando por su libertad por lo que llega un momento en el que decide
ceder parte de su libertad y sacrificarse por mantener el poco de paz que le queda
mediante un acuerdo o lo que llaman contrato social, para conformar una nación en
donde se les protegerá y podrán ser libres en lo poco y a la medida de lo posible pues lo
depositado en un administrador hará que esto sea así.
Teniendo en cuenta lo anterior se llega a determinar que son muchos o lo que ocasiona
los problemas son los decesos de quedarse con lo de los demás pues tiene su depósito y
solo se quiere el de los demás, por esta razón fueron llamados motivos sensibles,
explicados desde el punto de vista donde la sociedad no acoge principios estables de
conducta que dan pie a lo que vamos a conocer hoy día como delito y como lo
describimos anteriormente ente jurídico abstracto.

Por lo que ahora nos referiremos al gran Montesquieu que dice lo siguiente concerniente
al derecho de castigar “que no se deriva de la absoluta necesidad, es tiránica; traducida o
explicada con el siguiente ejemplo así: todo acto de autoridad de hombre a hombre que
no se derive de la absoluta necesidad, es tiránico. Siendo así que se justifique que el
soberano decida penar el delito; cualquier ley que se separe del hombre y de los
sentimientos, pasando así las guerras de los individuos a guerras de las naciones en
donde cada una de ellas protege cree y quiere tener siempre la razón por lo que de esas
pequeñas porciones de libertad nace el derecho de castigar: todo lo demás es abuso o
injusticia, es hecho, no derecho. Y de la justicia nos dice que es el vínculo para tener
unidos los vínculos particulares.

En donde nos da un ejemplo y nos dice que incluso Dios nos habla de las penas y las
recompensas, demostrando así que nuestra imagen o concepto está influenciado incluso
hoy por lo que nuestras religiones nos dicen, aunado a esto el dejar o brindar tanto poder
al juez de interpretar una norma que se dicta ser sencilla y clara.

1. La vigencia de las propuestas y críticas planteadas por Cesar Beccaria hace 200
años.

Para resolver la presente pregunta se tomarán ciertos elementos – desconociendo otros


por la extensión de la discusión – para analizar su vigencia en las arcas del derecho
penal contemporáneo.

Ciertamente, el contexto histórico – temporal que instó a Cesare Beccaria a


manufacturar el “Tratado de los delitos y las penas” dista mucho – por más de dos
siglos – de nuestro acontecer histórico actual, no obstante, sus postulados han
trascendido de diversas maneras en el tiempo sin perder la esencia de su haber, puesto
que, inexorablemente hoy por hoy sigue existiendo la dualidad que conecta al hombre
civilizado con el estado; es una relación de doble vía, que a los ojos de la perspectiva de
beccaria, suple una necesidad que sin importar el transcurso del tiempo tendrá vigencia
siempre y cuando exista el ánimo del ser humano de supervivir, y esa, no es otra que la
necesidad de seguridad.

Teniendo en cuenta lo anterior, cabe preguntarse, ¿la seguridad en qué sentido? Como
bien se sabe, el derecho penal en esencia debe proteger a los miembros de una sociedad,
tanto de los delitos que puedan acontecer de las relaciones entre los hombres, pero
también debe proteger al hombre del ius puniendi, es decir, del estado mismo, y esto, no
cambiara siempre y cuando siga vigente dicha dualidad; aquella que surgió de la
concepción contractualista y que, construyó por medio de sacrificio del hombre de
porciones de sus libertades un acuerdo que, como se planteó antes, es de doble vía,
como diría Beccaria, los miembros están ligados a la sociedad y la sociedad está ligada
a sus miembros. Este pacto como bien se plantea en el tratado ya mencionado, sólo
existe si representa una utilidad (teoría del utilitarismo) de carácter público, la cual, si
llegase representar todo lo contrario, es decir, una carencia de necesidad, sería
improcedente y por último tiránico, puesto que, el hecho de que el hombre al renunciar
a una porción de su libertad lo hizo con un fin, darle al estado la capacidad de protegerlo
y por consiguiente la potestad de castigar, que no es otra cosa que implementar un mal a
los hombres, entonces, ¿cómo un hombre aceptaría otorgar el derecho a ser ofendido en
ciertos casos si ello no representa una utilidad? La interpretación de costo – beneficio
sería inexistente. Por lo anterior, la vigencia de la necesidad de seguridad no prescribirá
y por consiguiente los limites a dicha función tampoco, sin embargo, como se expondrá
más adelante, la esencia de las ideas revestidas del ánimo dignificante del ser humano
no cambió, y otras por su cosmovisión temporal sí.

Nódier Agudelo Betancur en su estudio preliminar y en concordancia con Beccaria nos


introduce al contexto histórico del cual emana “el tratado de los delitos y las penas”
exponiéndonos el autoritarismo y la tiranía de las penas excesivamente
desproporcionadas y revestidas de oscuridad por las pasiones del monarca hacia lo que
se consideraba arbitrariamente como desordenes (delitos) de carácter grave que no
contaban con una previsión expresa, clara, cierta y escrita de sus consecuencias, lo que,
como bien se sabe, disgrega de lo que posteriormente se conocerá como principio de
legalidad, permitiendo escenarios donde las consecuencias no eran previsibles, que,
aunque se conociera determinadamente la pena formalmente, se contaba no más que con
incertidumbre para conocer el grado de brutalidad del estado en imponerlas, verbi
gratia, la pena de muerte por medio de tortura; el acreedor de la pena se representaba a
su delito conociendo la consecuencia, no obstante, carecía de conocimiento de los
métodos utilizados por los agentes del estado para su ejecución, siendo estos, en
últimas, una graduación de la pena -para la concepción de beccaria- inútil e innecesaria
por razón de su proporción y su equivoco revestimiento expiatorio a un “desorden” de
carácter terrenal. Con base en la exposición anterior se expondrá de manera más
detallada cada tópico con el fin de delimitar su vigencia.

Beccaria nos plantea en su acápite de “consecuencias” que, derivado de la perspectiva


contractualista, los “desordenes” o delitos y sus consecuencias sólo los puede decretar
una ley prevista por el legislador que en últimas debe ser aplicada por los jueces, no por
medio de interpretación, sino, de manera literal por medio de una adecuación silogística
del caso en concreto, puesto que, para Beccaria los jueces sólo son la voz de las leyes e
interpretarlas significaría corroer el espíritu verdadero de la ley al punto de generar
incertidumbre en últimas inutilidad pública. Lo anterior son las bases para lo que
posteriormente Paul J. A. Feuerbach consagraría como máxima del principio de
legalidad «nulla poena sine lege, nulla poerna sine crimine, nullum crimen sine poena
legali» (Velasquez, 2017, pág. 77) en razón de como se evidencia, la reserva legal fue
provista a los legisladores por el contrato social, que, para Beccaria representaba la
garantía de los miembros del contrato frente a las posibles arbitrariedades y abusos de
los “magistrados”, jueces, o jefes de estado que pretendieran imponer penas, aun cuando
esta fuera su facultad por ley, más severas que las previstas. Es evidente, que
actualmente el principio de legalidad es un limite formal al ejercicio del ius puniendi del
estado, pues, todo ciudadano puede, si así lo desea, conocer qué es punible y que no, y
tener la certeza de que sólo será acreedor de la consecuencia jurídica prevista en la
norma penal, siendo esta, emanada de una fuente formal (proceso legislativo penal); si
bien, la vigencia de la interpretación del juez en un estado social y democrático de
derecho como el que posee Colombia permite análisis legítimos como el autentico
realizado por el legislador o estrictamente necesarios como el judicial, en el caso del
segundo, correctamente sólo debe realizar en casos de vicios de taxatividad de la ley,
que como bien se planteó, Beccaria lo previene en su acápite “la oscuridad de las leyes”
al plantear el binomio casi dependiente entre los vicios de forma de la ley escrita, cierta
y expresa y la interpretación del juez como medio para contravenir el real espíritu de la
ley, lo que en últimas provocaba su modificación conforme a las variables «pasiones,
voluntad» que concurrieran con la interpretación, lo que en últimas causa una errante
inutilidad pública e innecesarias penas tiránicas; entre otros tipos de interpretación, que
no alteran el tenor de la ley. En conclusión, por lo menos en las proposiciones
planteadas se interpreta una vigencia, modificada en su forma, pero no en su esencia
como la evolución de la interpretación de la ley y una cohesión de otras con los modelos
de estado, pasando de la teoría contractualista que luego se vería en los estados liberales
clásicos a la separación de poderes proveída como bien se sabe en el estado social y
democrático de derecho; por último la necesidad de un juez, un tercer que implemente
las leyes que le son dadas a aplicar dependiendo de los conflictos y casos concretos
(juez natural)

Ahora, Si bien hay proposiciones que aún se mantienen en vigencia por medio de
evoluciones, hay otras que de cara a la construcción dogmática y político criminal actual
no son más que una antonimia; amén de los principios que derivan de la dignidad
humana y de las teorías de las penas que se han implementado en favorabilidad del reo a
los fines de las mismas en modelos de estados como el colombiano, proposiciones
expuestas como en “errores en la graduación de las penas”, ahora son inimaginables.
En principio, por medio de la teoría contractualista y utilitarista Beccaria dirime que la
graduación de la pena no debe tener como referencia la dignidad de la persona ofendida
sino el daño cometido a la nación, a la salud pública, enarbolando como un todo el
estado y sus componentes – por supuesto hay tipos de delitos para el autor del texto que
están dirigidos hacia un bien jurídico u otro y que para él deben ser graduados teniendo
en cuenta la necesidad conforme al grado de ofensa y la igualdad de la misma en casos
similares, lo que si encontraría vigencia con la actualidad con principios como la
igualdad material ante la ley y la idoneidad cuantitativa de la pena – en la búsqueda de
mantener el status quo en contra de los desórdenes despóticos que intentan retroceder a
la insociabilidad; lo anterior choca con algunas partes transcendentales del derecho
penal totalizador en cuanto al titular del bien jurídico, el análisis de la relación social de
ambos en el delito, la lesividad provocada a la victima son necesarios para comprender
el delito y en últimas graduar junto con los demás elementos dogmáticos la culpabilidad
del autor; sin embargo, como bien lo expuso Agudelo Betancur, Beccaria abogaba por
la humanización de las penas y estas, independientemente de los elementos provistos
para su graduación, deben implementarse conforme al pacto social.

Siguiendo la línea argumental ya planteada, cuando se hace alusión a que las penas
deben dirimirse y ejecutarse conforme al pacto social, se alude a la crítica que realiza
Beccaria a la deshumanizante pena de muerte y a la tortura como medio para llegar no
sólo a la muerte, sino como método de prueba en los procesos para llegar a verdades
que atentan, en un contexto actual, como el debido proceso y sus variantes que protegen
la seguridad jurídica y que en la tortura como medio de prueba atentaban contra lo que
después se conocería como la prohibición de declarar contra sí mismo; Ahora, Beccaria
presenta una exposición que alude a que la disposición de los derechos no son absolutas
y que estos tienen un límite claro, siendo para él la indisposición del hombre sobre su
vida por ser esta, una facultad exclusiva de Dios y por ello él no tenía la capacidad de
ofrecerla en su porción de libertad; Si bien la concepción del estado ha evolucionado a
una categoría laica, los fines de la pena que propone Beccaria tampoco se acoplan en
cierta medida al estadio actual en cuanto este, al denigrar de la pena de muerte (aunque
si aceptar la esclavitud como pena) enarboló una dirección de la pena contraria a la
desnaturalización por erradicación del reo y propuso la prevención de los delitos por
medio de la pena de carácter negativo, es decir, prevención general negativa; en
conclusión las proposiciones planteadas tampoco tienen una vigencia, por lo menos, en
la política criminal formal colombiana.

2. La aplicación de las mismas de cara a la realidad jurídico-penal y carcelaria


nacional

Como punto de partida hay que delimitar que se considera como “realidad” puesto que
si se hablara de las arcas del derecho penal objetivo como parcela del derecho en su
conjunto se encontraría con un plexo de principios y normas respetuosos de los
derechos humanos por la construcción de un modelo de estado que gracias al ius cogens
ha adoptado en sus disposiciones fundamentales el producto de los esfuerzos del
hombre a lo largo de la historia que, empezó realmente a materializarse gracias a la
ilustración de hombres como Beccaria, que con diligencia y observación de sus tiempos
lograron dirimir los derechos de los hombres y los límites que el estado debe tener para
su ejercicio de protección hacia la sociedad; se encontraría un derecho penal que por
medio de su política criminal prevé los fines de la pena en dirección a la resocialización
y a la tutela del reo conforme a la dignidad humana , y que por medio de la construcción
lógica de las normas penales prevé una consecuencia que trata de prevenir a los
miembros del estado a adecuarse a lo que la ley penal prevé, magnificando una
prevención general; en este sentido, tal como lo plantearía beccaria en “cómo se evitan
los delitos” cuando expone que los medios utilizados no han sido los idóneos para evitar
los delitos (penas desnaturalizantes, desproporcionadas y desiguales), “es mejor evitar
los delitos que castigarlos” (Beccaria, 2015), como bien sabemos, la prevención de los
delitos por medio de las penas requiere que estas estén previstas en una ley escrita y
sean claras, expresa, ciertas y estrictas para que el miembro de la sociedad próximo a
adecuarse a una conducta penalmente relevante conozca que su potencial voluntad
llevada a la esfera de la realidad es un delito, lo que conforme a las proposiciones de
Beccaria se adecuaría al contexto jurídico penal (formal-objetivo) puesto que él nos
expone una serie de métodos para evitar los delitos y uno de ellos no es más que la
claridad y simplicidad, es decir, la certidumbre de las leyes para que los hombres
perciban por medio del lenguaje su impacto y generar – lo que en esencia es contrario al
tenor de nuestro plexo normativo – intimidación y miedo sobre estas.

No obstante, esa no es la realidad percibida por los sentidos puesto que, como es
evidente, el derecho penal y la fuerza de las penas han sido tajantemente mal utilizados
por los detentadores del proceso legislativo penal para aumentar la brutalidad de las
mismas y así crear una idea de equivocada de prevención para contentar un vulgo que
clama por expiación en tiempos donde la pena busca la prevención de los delitos y
tutela del reo, sin embargo, esta aplicabilidad no está muy lejos de las proposiciones
equivocas por el contexto temporal de Beccaria, ya que, este contravenía la rudeza de
las penas en razón de que para él, una pena de dolor excesivo pero momentáneo no era
suficiente para evitar los delitos en razón de que la diferencia de clases y la miserable
vida de muchos eran motor suficiente para preferir una expiación momentánea de sus
delitos a vivir toda una vida de carencias, por consiguiente, para Beccaria las penas que
realmente disuadirían a los miembros de la sociedad son las extensivas, aquellas que
emanen una vida fatiga perpetua, claramente cuando estas lo ameriten ya que para
Beccaria “para que una pena sea justa, no debe tener más que los grados de intensidad
que bastan para separar a los hombres de los delitos” (Beccaria, 2015, pág. 58),
siguiendo esta línea argumental, la severidad de las penas en sentido cualitativo sólo
provocaría a los hombres un miedo que podrían eludir pero sino, no sería un mal
excesivo para él por su elemento cuantitativo.

Por otro lado, podríamos hablar en un sentido meramente interpretativo del clamor
humano y de sus necesidades, que los centros penitenciarios, locaciones donde se
ejecuta la pena (Sistema carcelario) son en realidad centros de tortura, no directa ni
estrictamente física, sino por la corrupción de la psiquis del reo. Por supuesto que la
concepción de tortura de Beccaria dista con la que intenta describir en este texto, sin
embargo, cuando el autor mencionado habla de la mancha espiritual, el autor del texto
que se está leyendo encuentra una adecuación en la purgación que viven a diario los
reos del país por la falta de una infraestructura optima para la resocialización, que
carece de los medios más básicos para la subsistencia de una vida conforme a la
dignidad inmanente que se ve cercenada por la insolvencia de un sistema penitenciario
fuerte que garantizara un sistema de salubridad y salud consecuente con los derechos
fundamentales de las personas, que aunque privadas de derechos humanos, aún cuentan
con aquellos que enarbolan su condición de ser miembro de la raza humana; y que decir
si en el caso de que el acto legislativo 01 de 2020 se arraigue al derecho penal objetivo
en caso de que la corte constitucional dirima su exequibilidad, no sólo encontraríamos
una tortura indirecta sino también una pena similar a la concepción de esclavitud de
Beccaria – proposición defendida por él – que dirimía necesaria para cosificar al
hombre y exaltarlo como ejemplo para la prevención de las penas por la crudeza
perceptiva de la misma. El mal entonces sería absoluto y la pena, en miras de una
prevención sólo causaría expiación y desnaturalización, lo que, para el autor de este
texto representaría una regresión a tiempos ya superados.

Bibliografía

Beccaria, C. (2015). Tratado de los delitos y las penas. Madrid: Universidad Carlos III de Madrid.

Betancur, N. A. (2014). De los delitos y las penas, edición 250 años. Medellin, Colombia:
Ediciones Nuevo Foro.

Velasquez, F. V. (2017). Fundamentos de Derecho Penal Parte General. Bogotá: Ediciones


Juridicas Andrés Morales.

También podría gustarte