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Primera infancia frente a las pantallas: de fenómeno social a asunto de Estado

Book · June 2016

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Valeria Kelly
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Junio 2016




PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE

FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO































Valeria Kelly





PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

______________________________________________________________________

© UNESCO
International Institute for Educational Planning
7-9 rue Eugène-Delacroix
75116, París
Francia

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Agüero 2071
C1425EHS, Buenos Aires
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- 2 -


PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO


ÍNDICE

1 Introducción ............................................................................................................................ - 5 -

2 Los niños pequeños como usuarios de las tecnologías digitales: ni tanto ni tan poco .......... - 9 -

Las tecnologías digitales como entorno social ................................................... - 10 -

Líneas y debates sobre los niños nacidos en la era digital y su relación con las
tecnologías ......................................................................................................... - 11 -

1 – TIC y cognición ............................................................................. - 11 -

2 - El lugar de las TIC en los medios masivos infantiles ..................... - 13 -

Producción de contenidos digitales para niños pequeños .................................. - 15 -

Debates sobre el impacto del mercado en la cultura infantil .............................. - 16 -

Regulación del mercado de contenidos digitales infantiles ............................... - 17 -

Certezas y pendientes en la relación de los niños y las pantallas ...................... - 17 -

3 Alfabetización digital temprana: ¿una cuestión de derechos? ............................................. - 19 -

La atención de las necesidades educativas de la primera infancia en América Latina


............................................................................................................................ - 20 -

Fundamentos de la inclusión de TIC en el nivel inicial ....................................... - 20 -

Las tecnologías digitales como objeto de conocimiento o la cuestión de la


alfabetización digital............................................................................................ - 22 -

Las TIC en la construcción de conocimiento ...................................................... - 24 -

Inserción curricular de las TIC en el nivel inicial ................................................. - 25 -

Modelos de integración de TIC en las salas del nivel inicial .............................. - 25 -

Laboratorios de informática ................................................................. - 25 -

Pizarras digitales ................................................................................. - 26 -

Computadora en la sala ...................................................................... - 26 -

Netbooks ............................................................................................. - 26 -

El uso de las tablets en los jardines de infantes ................................................. - 26 -

Contenidos digitales para el nivel inicial ............................................................. - 28 -

Videojuegos y su potencial educativo ................................................................. - 29 -

- 3 -


PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

Formación inicial y desarrollo profesional docente ............................................. - 30 -

Otras políticas públicas que operan sobre la relación entre niños y tecnología digital
............................................................................................................................ - 31 -

El dibujo en el tapiz: la relación primera infancia y TIC a la luz de las políticas


públicas .............................................................................................................. - 33 -

4 Recomendaciones de política educativa ................................................................................ - 36 -

Investigación y desarrollo ................................................................................... - 38 -

Inscripción curricular de las TIC en el nivel inicial y en el desarrollo profesional


docente, tanto a nivel de los contenidos curriculares como del uso pedagógico de
las TIC ................................................................................................................. - 40 -

Fortalecimiento de acciones en el área socioeducativa, que trabaja la atención de la


infancia en el ámbito familiar y sociocomunitario............................................... - 41 -

Referencias ............................................................................................................................... - 43 -

- 4 -


PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

1 Introducción


La relación que los niños y niñas desde muy pequeños pueden establecer con las
tecnologías digitales, así como el efecto que éstas pudieran ejercer sobre el desarrollo de
los infantes, son actualmente temas de debate que atraviesan desde el ámbito de lo
privado hasta las políticas públicas. En ambos extremos de este amplio espectro se
percibe la necesidad, casi urgencia, de tomar decisiones al respecto, en tanto se trata de
uno de los sectores de la población de mayor vulnerabilidad. Este documento propone la
exploración de enfoques teóricos, políticas y experiencias que dan cuenta de la relación
entre la primera infancia y las pantallas, con el objetivo de identificar tendencias, presentar
algunas tensiones y trazar posibles vías de intervención de política educativa orientadas al
desarrollo integral de los niños y niñas.

Dado el escenario contemporáneo, existe el consenso de que uno de los factores que
inciden en el desarrollo de los pequeños es su inscripción, desde que nacen, a la
denominada cultura digital. Tal es así, que esta configuración de prácticas y productos
culturales mediados por las tecnologías digitales hoy marca el paso en gran medida en las
agendas educativas del mundo y de la región en particular. Evidencia de esto son las
diferentes políticas públicas que tienen lugar desde hace diez años en América Latina y el
Caribe, tendientes a intensificar en número y modalidad la presencia de las tecnologías
digitales en las escuelas del continente. (SITEAL, 2014). Estas políticas apuntan en gran
medida a garantizar el acceso de los niños y jóvenes a estas tecnologías, y por extensión,
de sus familias, haciendo foco en fundamentos de justicia social. Asimismo, cada vez más
se vincula la mediación tecnológica en el aprendizaje a cuestiones de calidad educativa.
Ahora bien, estas políticas todavía no alcanzan con la misma fuerza al sector de la
población más joven de todos, es decir, a la primera infancia. Se abre aquí entonces la
pregunta acerca de la relación entre los niños pequeños y la tecnología en términos de
derecho, de pensar en qué medida las tecnologías digitales pueden representar un aporte
importante para el desarrollo integral de los primeros.

Es entonces desde ese marco que se planteará el punto de partida para identificar la
información relevante y articularla para el análisis. Para trabajar en este encuadre, en
principio, es preciso remitirse a la Convención Internacional de los Derechos del Niño
(CIDN), de 1989, primer instrumento específico que instaura a los niños como titulares de
derechos. Firmado por 193 países, entre ellos los 19 latinoamericanos, es el primer tratado
vinculante a nivel internacional que reúne en un único texto los derechos civiles, políticos,
sociales, económicos y culturales de los niños. Este marco normativo no solo les reconoce
todos los derechos de los adultos, sino que hace especial hincapié en aquellos que se
desprenden de su especial condición de seres humanos que requieren de protección
especial por no haber alcanzado el pleno desarrollo físico y mental. (Roger, C.; 2013). Este
espíritu se expresa con claridad en el que se considera el principio por excelencia de la
Convención: el interés superior del niño en todos los asuntos que le conciernan. (Unicef,
2006)

En cuanto a la extensión de esta primera etapa de la niñez, se considera que es el período


que transcurre “desde el nacimiento, el primer año de vida, el período pre-escolar hasta la
transición hacia el período escolar”. En términos operacionales, abarca el tramo que
comienza en el inicio del ciclo vital hasta los 8 años de edad. (López, 2012)

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

Este marco normativo ha abierto la puerta al desarrollo de diversas políticas públicas


dirigidas a atender específicamente las necesidades de los ciudadanos en esta etapa de la
vida. Estas políticas enraízan así en diferentes argumentos. En primer lugar, el de la
justicia social, que asume que el Estado debe operar sobre las desventajas en los puntos
de partida para garantizar la igualdad de oportunidades. En segundo lugar, el del desarrollo
humano, que entiende el papel decisivo del Estado en intervenir sobre los factores que
inciden en el crecimiento físico y desarrollo cerebral de los niños. La atención y cuidado de
la salud, la nutrición, los factores ambientales, el clima afectivo y emocional, entre otras
condiciones, en los que los niños pequeños se desenvuelven son vitales para su desarrollo
y posibilidades de aprendizaje. (Kochen, 2010)

Ambos argumentos permiten concluir en la afirmación de que el Estado, en tanto garante


de estos derechos, debe también velar por las condiciones necesarias para que los adultos
a cargo de la crianza, familiares o no, puedan gozar del cumplimiento de dichos derechos.
Dicho de otro modo, se trata de proteger y favorecer el desarrollo de los niños en el marco
de sus vínculos afectivos y sociales, instaurando a las familias como el entorno privilegiado
de su desarrollo. El artículo 5 de la CIDN da espacio a la noción de corresponsabilidad, por
la cual la sociedad y el Estado asumen una responsabilidad subsidiaria, para que cuando
no se garantice la protección de los niños, se preste asistencia adecuada a los padres para
el desempeño de sus funciones. Se plantea así una dinámica basada en tres ejes: los
deberes del Estado hacia el niño, los deberes de la familia hacia los niños y las
obligaciones del Estado hacia la familia.

En estrecha relación con esto encontramos una fuerte tendencia que presentan las
políticas destinadas a la primera infancia, y a la niñez en general. Se trata del enfoque
integral de protección de derechos, que abarca todas las dimensiones de la vida y
desarrollo de los niños desde su nacimiento: físico, mental, espiritual, moral, psicológico y
social. Este enfoque refleja con precisión el carácter multidimensional del desarrollo infantil.
En ese sentido, la mayoría de los países de la región buscan estrategias transversales a
los diferentes sectores del Estado.

Es posible pensar, además, que las políticas orientadas a la primera infancia han
encontrado también un contexto favorable en el marco de un movimiento generalizado en
América Latina en favor de la ampliación de los derechos ciudadanos hacia sectores de la
sociedad que no habían sido contemplados como sujetos de derecho, así como la
ponderación de nuevas esferas de derecho, como la ecología, la reproducción, la
información. Autores como Becerra consideran que estas iniciativas han sido de algún
modo impulsadas por los cambios provenientes de la sociedad de la información, que
demandan la consideración de nuevas formas de ciudadanía (Becerra, 2015).

En esta línea, y como elemento importante para el análisis de la visión de los niños en su
relación con las tecnologías digitales desde un enfoque de derechos, cabe recordar
además que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha
declarado en 2011 el acceso a Internet como derecho humano altamente protegido, insta a
los países miembros facilitar un servicio accesible y asequible para todos y estima como
una prioridad asegurar a la ciudadanía el acceso a Internet.

En este documento, dentro del marco de la protección integral de los derechos de los
niños, se apuntará a analizar en mayor medida la relación de la primera infancia con las
TIC en el marco del derecho a la educación, el juego y la participación en actividades
culturales. Este grupo de derechos incluye aquellos que promueven la educación de
calidad para el nivel inicial, el apoyo a la familia en la educación para la primera infancia,
el derecho al juego, al ocio y a participar en actividades culturales, el acceso a información
de calidad para el bienestar de los niños (libros infantiles, programas de TV adecuados,
etc.) y medidas de protección en contra de la información perjudicial (Siteal, 2010).

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

Entendemos que en términos de prácticas sociales, la educación y el juego se dan


sumamente entrelazados, aunque en este marco, y en relación con el tema que vamos a
abordar, queremos destacar la centralidad del segundo como actividad nodal para el
desarrollo físico, psicoafectivo y cognitivo de los niños. El juego favorece desde el
desarrollo del lenguaje hasta habilidades psicomotoras, así como habilita la construcción
de vínculos sociales y afectivos, no solo entre pares, sino con niños mayores y adultos de
su entorno familiar.

Ahora bien, no resulta obvio hacer mención a la reciprocidad de los diferentes tipos de
derechos y a la implicancia que tiene la consideración o no de las TIC en otros sectores.
En la medida en que las tecnologías digitales se presentan actualmente como mediadoras
en la gran mayoría de los procesos sociales, es posible identificar su incidencia -mayor o
menor, pero cierta- en el cumplimiento satisfactorio de las políticas que atienden a todo el
conjunto de los derechos. En efecto, es hoy altamente improbable que se pueda intervenir
universalmente sobre la salud, la documentación identitaria, la educación, la asistencia a
grupos vulnerados sin la participación de estas tecnologías. Aunque también algunos
especialistas alertan acerca de que las características de la tecnología y de cómo se la
use, por un lado, y de cómo se distribuyan la riqueza y demás beneficios que ésta genera,
puede ayudar a reducir la desigualdad o puede empeorarla (Thomas Woodson, en Unicef
2015).

Antes de cerrar esta introducción, queremos sumar las siguientes consideraciones, como
parte del marco de trabajo. La entrada de la primera infancia como sujeto de derecho en el
ámbito de las políticas públicas representa un paso fundamental, pero es necesario
subrayar que los derechos de los niños y niñas siguen siendo un pendiente en las agendas
de los gobiernos. El panorama muestra un alto grado de desafío, no solo en la región, sino
a nivel global. En lo referente a los derechos de inicio como la identidad jurídica, el informe
de Infancia de Unicef 2015 consigna que uno de cada tres niños en el mundo no fue
registrado al momento de nacer. Ese mismo informe destaca el dato de que los niños más
pobres se concentran en países de ingresos medios, que es donde se encuentran los
mayores índices de desigualdad.

En el ámbito de América Latina y el Caribe, el derecho a la identidad jurídica ha alcanzado


niveles razonables de cobertura, en tanto en la gran mayoría de los países se encuentra
entre el 90 y 95% de la población, siendo República Dominicana, Paraguay y Venezuela
los más rezagados, según datos de la Unicef (2010 a 2012), con el 81, 80 y 76 %,
respectivamente.

Las asignaturas pendientes en nuestra región radican en primer término en la atención de


la población infantil en el período anterior al ingreso al sistema educativo formal, que es, en
los mejores casos, a los tres años en algunos países y a los cuatro en otros. Desde el
nacimiento hasta ese momento, la mayor parte de la oferta de asistencia se encuentra a
cargo de organismos privados, sindicatos o gremios, por lo que es preciso que los Estados
regulen la provisión de estos servicios (Poggi, 2013).

Incluso en el acceso al sistema educativo formal todavía existe una gran distancia respecto
de los logros obtenidos en la educación primaria, por ejemplo, que crece a medida que
baja la edad de los niños. Así, en Argentina en los últimos años se ha logrado una
cobertura del 96% de los niños en sala de cinco años, y del 81% en las de cuatro
(obligatoria desde 2014). Sin embargo, este último índice varía mucho según la jurisdicción
y la oferta para 3 años es aún muy escasa. Recientes investigaciones han demostrado
que, más allá de la cobertura, las condiciones materiales y las propuestas de enseñanza
en estos niveles no responden aún a los parámetros de calidad que establece la Ley de
Educación Nacional de 2006 (Batiuk, 2015).

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

En este mismo sentido, se expresa el informe del Tercer Estudio Regional Comparativo y
Explicativo (TERCE), de UNESCO OREALC, de 2015, que revela que la cobertura a nivel
regional de la educación inicial es relativamente baja, de entre el 50 y 80%, señalando
además, a partir de los resultados de la evaluación, que

un aumento de la cobertura sin mejora en la calidad no es suficiente, por lo que


es necesario realizar una inversión en personal docente y técnico con
conocimiento específico que promuevan el desarrollo infantil (UNESCO, 2016:22).

Aun teniendo en cuenta su brevedad, este panorama permite abrir una serie de
interrogantes en relación con el lugar que ocupan y podrían ocupar las TIC para favorecer
el desarrollo de la primera infancia. La potencialidad que presenta su integración en los
sistemas educativos es asunto de numerosas investigaciones y fundamento del contenido
de políticas pública de amplio alcance en la región.

Para avanzar entonces en la organización de un relevamiento sobre la relación entre la


primera infancia y las tecnologías digitales, que pueda dar cuenta de la complejidad de la
problemática, e iniciar un análisis de la situación, se desarrollarán dos secciones, que son
descriptas a continuación.

El documento en primer lugar presentará las descripciones y análisis más representativos


acerca de los modos en que los niños pequeños entran en contacto con las tecnologías,
con qué mediaciones, para hacer qué, cuáles les son más accesibles, tanto desde un
punto de vista material como simbólico. Se describen para esto las características
principales que presentan actualmente estas tecnologías.

En este cuadro, será importante poner en consideración el rol del mercado, con su oferta
creciente en variedad y sofisticación de dispositivos y programas destinados a los niños
pequeños. En contextos de políticas TIC como el actual, se trata de un jugador importante
en tanto proveedores del Estado para el equipamiento del sistema educativo.

En segundo lugar, abordaremos las características que asume actualmente la mediación


adulta en esta relación. En otras palabras, intentaremos analizar el concepto de
alfabetización a la luz de estos nuevos objetos de estudio. En este campo se incluye tanto
la alfabetización en los sistemas de educación formal (jardines de infantes, maternales), no
formal (centros de atención de primera infancia) e informal, como la familia y otras
organizaciones sociales.

Se incluyen también en este apartado algunas consideraciones acerca de las acciones que
se desarrollan desde otros sectores, no educativos, que también tienen en cuenta la
relación entre los niños pequeños y las tecnologías, como la salud y la acción social, en
tanto pueden representar insumos valiosos al momento de diseñar políticas que
favorezcan un encuentro productivo entre ambos.

Finalmente, a partir de la consideración de los puntos anteriores, se presenta una serie de


recomendaciones de política que apunten a fortalecer el rol ineludible del Estado como
garante de los derechos de la primera infancia, en este caso, integrando las tecnologías
digitales de un modo genuino y productivo en sus vidas cotidianas y en sus primeros años
de escolarización.

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

2 Los niños pequeños como usuarios de las tecnologías


digitales: ni tanto ni tan poco

La imagen de algún niño o niña muy pequeños interactuando con una tablet, expresando
alegría, sorpresa, agitando sus brazos con entusiasmo, es una de las postales de mayor
circulación como signo de la época contemporánea. Más que una transformación en el
comportamiento de los niños frente a un objeto, la insistencia en esta imagen expresa en
realidad la mirada de los adultos frente al fenómeno, mirada que adquiere múltiples
facetas.

Como veremos aquí, las categorías para analizar y evaluar la interacción entre los niños y
las tecnologías digitales se encuentran aún en construcción. Entretanto, especialistas,
docentes, padres, funcionarios, posicionados en los paradigmas existentes, debaten
acerca de -una vez más- las promesas y los riesgos que encierran estas tecnologías para
el desarrollo de los infantes. Pero, como ya ha sucedido con otras cuestiones relacionadas
con la cultura digital, en los últimos años han aparecido voces que alertan acerca de lo fútil
de la discusión, en tanto nos encontramos frente a un cambio de paradigma que reclama
nuevos puntos de vista. En este caso, se trata de que las nuevas generaciones llegan a un
ecosistema cultural que es en sí mismo un entorno tecnológico, en el que el límite entre el
mundo de los átomos y de los bits es cada vez más difuso. En este contexto, los niños se
apropian de las TIC a partir de un proceso de inmersión cultural (Necuzzi, 2013).

Existen al respecto investigaciones desde diferentes campos: las perspectivas de la


alfabetización en medios, como las de Jenkins (2006) y Buckingham (2002), la tecnología
educativa (Resnick, 2013; Gros Salvat, 2009), la alfabetización digital (Gee, 2007;
Lankshear, y Knobel, 2001; Kress, 2005) y la psicología evolutiva (Coll y Martín 2001), por
mencionar algunos de los de mayor profundidad y circulación.

Por otro lado, un relevamiento sobre el acceso a las tecnologías digitales y sus modos de
apropiación por parte de la primera infancia precisa incluir sin lugar a dudas una serie de
consideraciones acerca del mercado tecnológico y sobre el rol que le cabe al Estado en la
regulación de ese ámbito.

A los fines de organizar la presentación, en este capítulo haremos referencia a los estudios
y debates que tienen por objeto la relación de los niños con las tecnologías, en tanto
usuarios en contextos informales, mayormente dirigidos por la curiosidad y el interés y que
se valen de la intuición para operar con ellas. Es una perspectiva en general sobre el
ámbito doméstico o recreativo, donde la mediación de los adultos consiste mayormente en
facilitar el acceso al dispositivo y los programas, con propósitos lúdicos, de exploración y el
entretenimiento en general. Asimismo, presentaremos las características del mercado
tecnológico, su evolución y el modo en que influye, directa o indirectamente, en las
prácticas que los niños realizan. Se incluyen además los debates que surgen en ámbitos
vinculados con la primera infancia y su desarrollo.

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

Las tecnologías digitales como entorno social


Se hace preciso para comenzar la presentación de un encuadre conceptual que describa el
fenómeno tecnológico al que se viene haciendo referencia, el derivado de las tecnologías
de la información y la comunicación (TIC) o bien, de las tecnologías digitales, término de
mayor difusión en la literatura de los últimos años sobre el tema.

Estas tecnologías, herederas de la ciencia de la computación y la informática, por un lado,


y de los sistemas de conectividad provistos por el desarrollo de las telecomunicaciones,
por el otro, han dado lugar a un proceso de transformación a nivel global que es ya
considerado irreversible. Esta afirmación se debe al hecho de que en los últimos veinte
años se ha acelerado la construcción de prácticas a nivel social que están dado lugar a
una nueva modalidad cultural, la denominada cultura digital. Hasta no hace muchos años
se entendía que las TIC aceleraban y simplificaban la compilación, el procesamiento y la
difusión de grandes volúmenes de información. Asimismo, que las redes de comunicación
cada vez más sofisticadas y menos costosas facilitaban la circulación de dicha información.
Ya avanzada la segunda década del siglo XXI se hace evidente que el fenómeno es mucho
más complejo, profundo y permanente que el que fuera provocado por otros avances
tecnológicos con los que se lo había relacionado en sus inicios, como por ejemplo, la
radiocomunicación, la telefonía y la televisión, por mencionar los más recientes.

En efecto, existe el consenso tanto a nivel académico como social que el cambio cultural
que tiene lugar en esta era es comparable al provocado con la invención de la imprenta,
aunque algunos autores van más allá, y trazan semejanzas con la invención de la escritura
(Kress, 2005; Gubern, 2010); en tanto se dio allí el fuerte viraje de los grupos humanos
hacia las organizaciones sociales y sus modos de regulación.

En este sentido, Doueihi (2010) señala que “la cultura digital y su entorno siempre
fluctuante deben examinarse como un conjunto de prácticas discursivas que tienen sus
propias normas y convenciones, que tienden a perturbar las categorías y los valores
establecidos”. ¿Cuáles son esas categorías y valores que se ven impactados por estas
nuevas prácticas? Este historiador de la cultura identifica particularmente a un conjunto de
nociones vinculadas a la cultura impresa, como la autoría y la propiedad intelectual; la
construcción de la identidad a partir de una pertenencia geográfica y genealógica; y la
divisoria entre los territorios de la vida privada, la vida pública y la intimidad.

Otros autores contemporáneos suman más características al momento presente (Castells,


2002; Bauman, 1999; Levy, 2007). Pero lo que nos interesa aquí es dejar planteada la idea
ya altamente consensuada de que las tecnologías no son algo externo a las personas, con
lo que se puede o no tener contacto y de lo que es posible obtener un beneficio “libre de
todo riesgo”. Actualmente ya no es posible ni productivo pensar en las TIC como
herramientas, sino como verdaderos entornos en los que se desarrollan las más variadas
actividades humanas, entre ellas, las más poderosas en cuanto al impacto que tienen
sobre la ciudadanía (Douhei, 2010). Desde la emisión del voto hasta la educación en línea,
pasando por las operaciones financieras y los intercambios sociales, en gran medida las
interacciones entre las personas, los grupos y los Estados se encuentran mediados por
estas tecnologías.

Desde este enfoque, la pregunta sobre la relación entre la primera infancia y las TIC
también se resignifica. Ya no solo se trataría de investigar en qué medida estas
tecnologías son positivas o negativas para su desarrollo, o de identificar cuáles son los
dispositivos más aptos para iniciarlos en la cultura digital. Por el contrario, tampoco
alcanzaría con la observación y catalogación de las acciones que ellos realizan orientados
por algún tipo de intuición, a fin de construir los fundamentos de una alfabetización digital
más significativa. La mirada ahora requiere de la consideración de que todas estas
prácticas tienen lugar en un entorno en el que, a modo de ecosistema, la mediación

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

tecnológica es cada vez más transparente, más ubicua, más inmersiva. De hecho, tanto
para los niños como para los adultos que viven en áreas con buen acceso a las redes, es
casi imperceptible el pasaje de momentos de conexión a desconexión, o como suele
decirse, de la virtualidad a la realidad. Una experiencia novedosa que da lugar a la
necesidad de pensar nuevas categorías que describan las relaciones tanto con los otros y
con la información.

En relación con esto último, se trata de un obstáculo no menor al momento de estudiar la


interacción de los niños con las TIC. Es posible que aún no tengamos las categorías
necesarias para identificar qué es lo relevante de lo que no lo es en esas interacciones. En
el camino de construirlas, vale mencionar entre otros, del concepto de aprendizaje invisible
planteado por Cristóbal Cobo, que da cuenta, específicamente, de nuestra ceguera
respecto de lo que está sucediendo en las mentes infantiles:

Sin embargo, es posible plantear que lo invisible no es lo que no existe, sino aquello
que no es posible observar. Por tanto, una característica distintiva de lo “invisible”
es la imposibilidad de registrarlo con nuestros ojos. Eso que puede sonar
profundamente metafórico es una de las características más sustantivas del
conocimiento. Es decir, por una parte contamos con el conocimiento explícito, que
es sencillo de codificar o verbalizar, e incluso observar en libros, bases de datos,
manuales de programación, partituras musicales, etc. Y por otra, está ese otro
conocimiento, llamado tácito, que es personal o experiencial y que resulta mucho
más complejo (si no imposible, en algunos casos) de exportar, sistematizar e
incluso verbalizar (Cobo y Moravec, 2011: 25-26).

En síntesis, las tecnologías digitales son parte del entorno del siglo XXI, y son parte de
una cultura que está redefiniendo las identidades y los vínculos sociales, incluyendo las
categorías que nos permiten analizarlos. En ese sentido, se presentan nuevos desafíos
tanto para la investigación como para la toma de decisiones en el terreno que nos ocupa
por parte de los adultos, desde las familias hasta el Estado.

Líneas y debates sobre los niños nacidos en la era digital y su relación con las
tecnologías
Desde fines del siglo pasado, con la difusión de las computadoras a nivel doméstico, se
dieron calurosos debates, especialmente en Estados Unidos, entre quienes veían en la
relación entre los niños y la tecnología algún tipo de amenaza respecto del desarrollo de
los primeros, y aquellos que apostaban a identificar sus potencialidades y observaban
desde un enfoque positivo el modo en el que los niños se relacionan con el mundo digital.
De algún modo, se reeditó la antigua antinomia de apocalípticos e integrados planteada
por U. Eco en relación con los mass media de la década del 70. De hecho, en muchos de
los debates, e incluso en las investigaciones de fines del siglo XX, se asimilaba el uso de
computadoras al de otros medios de comunicación, principalmente la televisión. En
muchos casos, la línea divisoria para hacer el análisis dependía del campo disciplinar
desde el que se enfocara el fenómeno, es decir, si se consideraba el problema desde el
punto de vista del desarrollo cognitivo, la pedagogía y la educación, por un lado, o desde
una perspectiva social y comunicacional, más ligada al área de los medios, por el otro.

1 – TIC y cognición
Entre los pioneros en apostar por las potencialidades del encuentro entre niños
pequeños y computadoras cabe mencionar a Saymour Papert y su equipo en el

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

MIT, creadores del sistema operativo Logo en 1967, diseñado para que niños desde
los 5 o 6 años se iniciaran en la programación. Su gran incentivo para la
investigación y el desarrollo era observar cómo los niños desde muy pequeños se
acercaban a estas tecnologías de forma natural, con entusiasmo y sin temor a ser
sancionados frente al fracaso, con una legalidad similar a la de los juegos.

Por otra parte, la psicología cognitiva, a través de las investigaciones de Gavriel


Salomon, David Perkins y Tamar Globerson, entre otros, hizo foco en la interacción
entre las operaciones cognitivas y las tecnologías, aportando un paradigma de
referencia que ha sido retomado por la mayoría de los especialistas de hoy en día.
Conceptos como el residuo cognitivo, la diferenciación entre los efectos de la
tecnología y con la tecnología y el aprendizaje distribuido, representan un aporte
importante para comprender el impacto de las tecnologías en el desarrollo de la
cognición, incluso más allá del uso directo de las tecnologías mismas.

Del lado más crítico encontramos las posturas de Kirkpatrick y Cuban, quienes en
1998 afirmaban que “en los últimos 30 años los estudios sobre el uso de
ordenadores en el aula han encontrado una evidencia moderada sobre el
rendimiento académico de los estudiantes que los utilizan. Otras veces una
efectividad mínima. Y otras ninguna.” (Kirpatrick & Cuban, 1998).

También Neil Postman, con su planteo de la desaparición de la infancia ante el


mercado de los medios de comunicación y del entretenimiento, advirtió, hace ya
casi veinte años, que los adultos facilitan el acceso de sus hijos a los mensajes
mediados por tecnologías de un modo indiscriminado e incluso, irresponsable. De
esta forma, afirma, estamos volviendo a una época pre-letrada, como en la Edad
Media, en la que no existían los conceptos de infancia ni de educación (Postman,
1982). Si bien este enfoque remite a la perspectiva de los medios masivos más que
a los estudios cognitivos, vale señalar que este autor ve en lo iletrado un retroceso
respecto de un estadio superior, representado por el alfabetismo.

Con un planteo más conciliador Wartella y Jennings, plantearon en 2000, la


necesidad de emprender urgentes acciones de investigación, al tomar en
consideración el hecho de que ya a esa altura del cambio cultural los niños se
encontraban expuestos a las tecnologías desde su nacimiento. Citan los hallazgos
de una investigación de la universidad de Pennsylvania, que sustenta que los
pequeños entre los dos y los cinco años utilizaban, en promedio, la computadora
durante 27 minutos al día. El grupo de niños investigados, además, ya eran
capaces de mostrar sus preferencias con claridad acerca de determinados
programas y contenidos. Las autoras destacan que, si bien era posible aplicar
algunos patrones de análisis provenientes de los estudios de los niños y los medios
de comunicación, la novedad de la interactividad que aportaban las computadoras
cambiaba en gran medida las categorías a utilizar. Por otra parte, señalaban que
este tipo de usos todavía se daban en el contexto familiar, y estaban casi ausentes
en los jardines de infantes.

Puede afirmarse que en los círculos académicos y educativos, los enfoques


actuales trabajan ya sobre el presupuesto antes planteado de que los niños nacen
en un ecosistema de alta dotación tecnológica, y el interés de los investigadores
está dirigido a identificar y analizar el impacto que la interacción con estos nuevos
entornos tecnológicos tiene en el desarrollo de la primera infancia desde una
perspectiva más integral, además del aspecto cognitivo.

Así, en algunos casos, estas investigaciones utilizan sus hallazgos para la


construcción de entornos que presenten las condiciones que favorecen el desarrollo
de funciones psicológicas, emocionales y cognitivas. Por ejemplo, la línea de

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

investigación sobre el desarrollo tecnológico positivo (Positive Technological


Development, or PTD), hace hincapié en la potencialidad de la tecnología digital
para brindar formas de expresar la identidad, comunicarse con pares y
comprometerse en actividades de bien común. En consecuencia, apunta al diseño
de entornos y estrategias de alfabetización tecnológica que aporten al crecimiento y
desarrollo de confianza y otras competencias (Bers, Lynch & Chau, 2012).

La manera en que los niños pequeños se relacionan con la tecnología es también


objeto de indagación para obtener insumos que aporten al diseño de estrategias
que favorezcan el aprendizaje en las generaciones mayores. En el MIT existe el
área de Lifelong Kindergarten (Jardín de infantes a lo largo de la vida), que se
dedica a investigar la relación de los niños y las tecnologías digitales, desarrollar
programas y dispositivos y difundir avances e información sobre el tema. Su misión
es la promoción del pensamiento creativo, por lo que sus acciones apuntan en gran
medida al desarrollo de software de programación para niños. Además favorecen
proyectos creativos relacionados con la actividad artística (cuentos, música,
instrumentos). Sostienen que el modo en que se aprende en el jardín, verdaderos
procesos de diseño, creación, experimentación y exploración, sería útil para
aprender a lo largo de toda la vida.

2 - El lugar de las TIC en los medios masivos infantiles


Desde el punto de vista de los consumos culturales, las tecnologías digitales son
incluidas en muchos estudios dentro del amplio y heterogéneo grupo de los medios
de comunicación. Bajo el común denominador de las pantallas como interfaz
privilegiada, Unicef considera el contacto con los medios como uno de los
indicadores que inciden en el desarrollo de los niños y su calidad de vida, en tanto
“proporcionan información y oportunidades para que los niños y los jóvenes den a
conocer sus ideas y se relacionen con otras personas. Pero también pueden
exponerlos a contenidos inapropiados y a relaciones que no les convienen” (Unicef,
2014: 18). De allí que esta relación sea percibida al tiempo como un beneficio y
también una preocupación.

En este sentido, es posible diferenciar algunas voces que, desde una posición
crítica similar a la Postman (1982), ya mencionada, vienen advirtiendo desde hace
dos décadas acerca de la “muerte de la infancia” en manos del mercado de los
mass media y la consiguiente necesidad de trabajar por una alfabetización en
medios. Entre éstas se destaca particularmente la de D. Buckingham (2012), quien,
al tiempo que admite las transformaciones que las tecnologías digitales han
aportado al modo de producir y consumir los contenidos de los medios por parte de
niños y jóvenes desde la primera infancia, alerta acerca de la permanencia de las
brechas sociales y económicas tanto en la cantidad como en la calidad en que se
dan estos consumos. Dado que estos abordajes hacen foco en el juego entre
mercado, Estado y consumos culturales, volveremos más adelante sobre estas
relaciones.

Centrándonos en las prácticas culturales con las pantallas por parte de los
pequeños, cifras relativamente actuales son aportadas por los relevamientos que
realiza periódicamente en Estados Unidos, a nivel nacional, la organización
Common Sense Media, en la que se encuesta una muestra representativa de casi
mil quinientos padres de todo el país. Entre los principales hallazgos de 2013, la
última realizada, se destacan los siguientes:

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

1) el crecimiento del uso de los dispositivos móviles por parte de los niños
menores de 8 años. Vale la pena destacar que el acceso en las casas pasó en
dos años del 52% al 75%, pero más aun creció la cantidad de niños que poseen
su propio dispositivo móvil, cifra que fue del 8% al 40%;
2) la cantidad de niños que usan dispositivos móviles con diferentes fines se
duplicó, y el promedio de tiempo de uso se triplicó en dos años;
3) en oposición, el tiempo frente a las pantallas tradicionales, como la televisión,
los DVD, los videojuegos y las computadoras, decreció en más de media hora al
día. Aun cuando esta cantidad de tiempo es compensada por el aumento de
tiempo de uso de dispositivos móviles, no deja de sorprender que el tiempo de
exposición de los niños frente a las pantallas bajó en 20 minutos;
4) el televisor sigue dominando frente a las otras pantallas, ya que es el medio que
casi el 60 % de los niños mira todos los días. Aun así, están cambiado la
modalidad de visionado, ya que los canales se alternan con el uso de otros
contenidos (dvd, descargas o streaming);
5) el acceso a los medios de los niños pertenecientes a los sectores menos
favorecidos ha crecido, pero aun la brecha entre ricos y pobres sigue siendo
significativa;
6) la televisión continúa siendo, por lejos, el medio más utilizado para acceder a
contenidos educativos, especialmente en las clases más desfavorecidas.

Estudios similares se han emprendido en la Unión Europea, donde se realizaron


entrevistas en profundidad a niños pequeños y sus padres para indagar acerca de
las preferencias de los primeros, y de los criterios que los segundos ponen en
juego. El informe de la Joint Research Centre, de 2015, aporta una mirada
cualitativa sobre el modo en que las tecnologías digitales van entrando en la vida
cotidiana de los hogares, arrojando luces y sombras a la visión estereotipada que
se difunde a menudo a través de los medios de comunicación. Es interesante el
dato de que los juegos en pantalla conviven, sin dominar, con los con juguetes
tradicionales y las actividades al aire libre y que en general los niños agradecen el
asesoramiento de hermanos mayores y adultos, dado que aprenden mucho
también de la observación de usuarios más expertos. Asimismo, muchos padres
admiten que, al mismo tiempo que son cuidadosos en los contenidos que habilitan
en los dispositivos destinados a los niños, también les facilitan sus propios celulares
o tablets para mantenerlos entretenidos en numerosas situaciones, dejándolos
expuestos a contenidos para adultos. Dentro de las conclusiones más previsibles,
cabe mencionar el hecho de los niños naturalizan el entorno de internet, por lo que
no son en absoluto conscientes de sus características y no comprenden el
significado de “estar en línea”. Del lado de los padres, son muchos los que
reclaman mayor información y asesoramiento para gestionar estos dispositivos de
modo de aprovechar su potencialidad minimizando los riesgos. Finalmente, no
sorprende los datos relacionados con el uso creciente de las tecnologías móviles,
que presentan una serie de cualidades para el uso por parte de los niños pequeños,
respecto de otro tipo de dispositivos, como la pantalla táctil y de buen tamaño y la
portabilidad.

Por el momento, no se cuenta con estudios bajo esta modalidad en la región como
para tener un panorama de la relación que la primera infancia de América Latina y
el Caribe mantiene con estas tecnologías. Asimismo, es necesario señalar que, en
caso de hacerse, los relevamientos deberían contemplar una serie de variables
relacionadas con la heterogeneidad cultural y social de la población de la región. En
este sentido, los reparos que presenta Buckingham hacia las visiones que
presentan conductas homogéneas por parte de los niños con las tecnologías,
pueden aportar algunas pistas para pensar el fenómeno en el contexto de nuestra
región.

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

Producción de contenidos digitales para niños pequeños


Hasta la irrupción de los dispositivos móviles, particularmente las tablets, el mercado de
productos relacionados con la tecnología digital destinado a los niños pequeños estaba
conformado casi mayoritariamente por contenidos en diversos formatos y para diferentes
soportes. Así, la oferta del mercado de contenidos digitales estaba constituida
principalmente por entretenimiento, en gran medida didáctico, juegos, música, series y
películas. Hasta no hace mucho, la presentación se daba en soportes materiales como cd
rom, DVD y casettes para consolas de juegos.

Sin embargo, en la última década, los estudios de tendencias de consumo, así como las
cámaras de empresarios de desarrollo de software coinciden en señalar el impactante
crecimiento de la industria en términos de la producción y el consumo de videojuegos. Este
tipo de contenido digital, todavía no destinado en mayor proporción a la primera infancia,
pero que de a poco la va incorporando, está permeando las prácticas de entretenimiento
doméstico en casi todos los contextos urbanos, e incluso, comienzan a evaluarse sus
potencialidades educativas. Sobre esto último volveremos en el capítulo siguiente, pero
consideramos ilustrativo avanzar aquí con más información sobre el fenómeno.

Según pronósticos del Global Entertainment & Media Outlook 2014-2018, informe editado
por la consultora internacional PwC, se pronostica que el gasto total de entretenimiento y
medios en servicios digitales está creciendo a una tasa anual de 12.2% entre 2013 y 2018,
lo que representa el 65% del crecimiento global del gasto de entretenimiento y medios,
excluyendo el gasto que implica el acceso a Internet.

Cabe señalar el rol que juega Latinoamérica en este escenario. Según el mencionado
informe, de los nueve mercados de alto crecimiento que están impulsando los ingresos
globales en el sector, dos pertenecen a la región, Argentina y México. Consultoras
especializadas en este mercado, como Newzoo, destacan asimismo que el rol de la región
es también el de desarrolladores, y no solo consumidores.

En cifras de la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos Argentina, (ADVA), la


facturación anual de la industria argentina de videojuegos es de AR$ 300 millones, con
más de 50 estudios en el país, en los que trabajan dos mil personas, ellos, diseñadores,
artistas e ilustradores 2D y 3D, programadores, ingenieros, guionistas, testers, productores
y músicos. Situaciones similares se detectan también en Colombia y Ecuador.

Por otra parte, la ADVA, indica también en su sitio web que el mercado latinoamericano,
cuenta con alrededor de 191 millones de jugadores asiduos, conocidos como gamers, y
factura unos 4.000 millones de dólares, con crecimiento anual de cerca del 18%.

Además de la existencia de profesional técnico especializado, otro factor de crecimiento de


la industria en América Latina está representado por la creciente penetración de internet y,
particularmente, de la telefonía móvil en la región (Lugo, T., Brito, A. y otros: 2016).

Es cierto que los principales destinatarios de este tipo de productos van de una franja
etaria de 10 a 35 años, pero los niños pequeños no dejan de ser un nicho apreciado. Por
ejemplo, una búsqueda en el sitio web que califica los videojuegos en Estados Unidos
presenta 27 productos exclusivamente destinados a primera infancia, la gran mayoría
juegos con alguna intención educativa (reconocimiento de números, letras, ambientes
sociales, ecosistemas, cuerpo humano, instrumentos musicales).

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

Por lo demás, lo relevante de estos datos relacionados con la producción de contenidos


digitales y su auge en nuestra región, radica en la potencialidad para contextualizar los
contenidos, de modo de visibilizar las diferencias dialectales y culturales que presentan las
infancias en el continente.

Si tomamos en cuenta, más allá de los videojuegos en particular, a los contenidos


destinados a la primera infancia en la web, puede verse que muchos están asociados a las
grandes corporaciones de medios infantiles de la televisión y el cine (Disney, Pixar,
Nickelodeon, etc.). Es decir, forman parte de la convergencia mediática que atraviesa
diferentes soportes con los mismos contenidos, pensados, por otra parte, con una impronta
global o para amplias regiones. Esta homogeneización de los destinatarios es objeto, entre
otras cuestiones, de los debates que tienen lugar en relación con el mercado y la
construcción de prácticas culturales por parte de los niños pequeños.

Debates sobre el impacto del mercado en la cultura infantil


La incidencia del mercado en la cultura infantil es objeto de análisis, en general crítico,
desde hace treinta años, especialmente con el auge de la televisión con programas y
canales específicamente destinados a los niños. En la mayoría de los casos, estos medios
crecieron al amparo de un mercado creciente de productos infantiles, por un lado y, por el
otro, los mismos programas se convirtieron en productos de mercado, al diversificarse sus
modos de circulación. La extensión de la programación televisiva a formatos
comercializables como videos, dvd, programas de computación, y el merchandising
asociado, ha sido un fenómeno comercial distintivo de los últimos veinte años.

Frente a esto, numerosos autores se han referido a la relación entre los niños y los nuevos
medios en términos de la muerte de la infancia (Postman, 1982; Steinberg y Kinchloe,
2000) o el fin de la infancia (Corea y Lewkowicz, 1999), en tanto se han convertido en un
nicho de mercado, hecho que de algún modo borra el estado de inocencia e imperativo de
protección hacia los niños que parecía primar desde mediados del siglo XX. Una mirada
también crítica pero más cautelosa viene siendo desde entonces la de D. Buckingham,
quien señala que es preciso ponderar otras variables además de la de los medios, al
momento de analizar por qué el ser humano ha comenzado prematuramente a ser un actor
económico en el rol de niño consumidor. Por ejemplo, el traspaso del poder de los Estados
a las corporaciones, el impacto de este cambio en la formación de los modelos culturales y
la infantilización de la cultura adulta como factores políticos, económicos y sociales a
considerar fuertemente.

El entramado mercado – medios - infancia está presente también en lecturas a nivel


regional. En el Encuentro Regional de Políticas Integrales “Crecer Juntos para la Primera
Infancia”, que tuvo lugar en 2012 en Buenos Aires, diversos países coincidieron en la
necesidad de atender esta relación. Szejnblum y Dotro (Canal Pakapaka) señalan allí que
“Existe una fuerte alianza entre medios y mercado. Alianza que se traduce en que el
discurso de la televisión proponga un proceso de homogeneización-heterogeneización de
la infancia. Es decir, en un contexto de heterogeneización social y cultural, frente a
múltiples y diversas experiencias de infancia, el mercado, mediante el discurso mediático,
homogeneiza a los niños y las niñas en tanto sujetos consumidores” (Dotro, 2012).

Por su parte, desde su perspectiva global, en un documento específico sobre derechos en


la infancia, Unicef al tiempo que reconoce el potencial que los materiales de calidad tienen
para el bienestar de la primera infancia, alerta a los Estados miembro a asumir
activamente el rol de protección de los niños pequeños frente a materiales inapropiados y
potencialmente dañinos. Para ello recomienda la regulación de la producción y distribución

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

de contenidos mediáticos y el asesoramiento de padres y adultos a cargo (UNESCO,


2006).

Otro aspecto no menor a considerar es el que plantea Buckingham al señalar también una
problemática de género en el debate sobre los consumos infantiles. Afirma que las
investigaciones mantienen en gran medida un presupuesto social: que la responsabilidad
de los consumos infantiles queda a cargo generalmente de las madres, tanto para los
límites como para la provisión. Como sucede con la mayoría de los aspectos relacionados
con la crianza, en las sociedades capitalistas contemporáneas es ésta también una “tarea
de mujeres”.

Regulación del mercado de contenidos digitales infantiles


En 1994, a partir de la distribución en el mercado de materiales audiovisuales, la
Asociación de software de entretenimiento, de Estados Unidos, creó la Junta de
Clasificación de Software de Entretenimiento (ERBS, en su sigla en inglés), entidad que
elaboró una guía de clasificaciones para brindar información a los consumidores acerca del
contenido de los videojuegos y las aplicaciones. Estas clasificaciones observan tres ítems:
categorías de clasificación por edad; descriptores de contenido, que indican los elementos
que pueden haber motivado la clasificación asignada y/o pueden resultar de interés o
preocupación (lenguaje, escenas con violencia, sexo, adicciones, etc.) y elementos
interactivos, que incluyen la capacidad de los usuarios de interactuar, si se comparte la
ubicación de los usuarios con otros usuarios o si es posible que se comparta información
personal con terceros.

A partir de esta iniciativa, en 2013 se creó un organismo internacional, la IARC (Coalición


Internacional de Calificación por Edad), que además de la cámara de productores
norteamericanos, suma a la organización alemana equivalente; a la PEGI (organización
paneuropea que nuclea a productores de 30 países) y a dos entidades gubernamentales,
la Junta de Clasificación de Australia y el Ministerio de Justicia del gobiernos federal de
Brasil. En estos dos últimos casos, las clasificaciones son obligatorias para ofrecer los
productos en el mercado, tanto en modalidad física como virtual.

A nivel regional no existe un organismo internacional que se dedique a la calificación de los


productos del mercado digital. En muchos casos, los productos llevan la calificación de la
entidad estadounidense mencionada, la ESRB. En el caso particular de Argentina, en 2005
se promulgó la ley 26.043, que obliga a las empresas del sector a calificar los videojuegos
en 3 categorías: aptos para todo público, para mayores de 13 o para 18 años. Sin
embargo, no llegó a reglamentarse. Los organismos encargados de realizar la clasificación
eran el INCAA y el Consejo Nacional del niño y la familia.

Certezas y pendientes en la relación de los niños y las pantallas


Este primer abordaje de la relación entre la primera infancia y las tecnologías digitales, en
contextos de mediación familiar o de otros adultos, sin fines educativos formales, habilita
algunas conclusiones, al tiempo que abre una primera reflexión.

Entre las primeras, es posible afirmar que nos encontramos ante un hecho consumado: los
niños pequeños se llevan bien con las tecnologías digitales, en términos de interés,
curiosidad, interacción, motivación, entretenimiento. Aun teniendo en cuenta el factor –no
menor- del acceso, es posible afirmar que incluso en casos de baja disponibilidad material
de dispositivos, los infantes se ven atraídos por el uso de estos artefactos, tal como

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

demuestran los estudios presentados. En cuanto a la finalidad, el mayor interés radica en


el juego.

Por otra parte, también podemos pensar que, si bien es posible afirmar el impacto de las
TIC en el desarrollo de la cognición, todavía no es posible hacerlo de un modo particular en
relación con la primera infancia, por un lado, y por el otro, de darse ese impacto, no
contamos con precisiones acerca de cuál es su naturaleza. Una de las conclusiones
interesantes –y prometedoras- a la que llegan los especialistas es la necesidad de crear
nuevas conceptualizaciones que puedan dar cuenta de las interacciones entre los
pequeños y los programas.

Otro punto a considerar es el papel del mercado en esta relación, en tanto hasta el
momento se presenta como el mayor proveedor de contenidos digitales destinados al
juego y entretenimiento de los pequeños, por fuera de los portales educativos, tema que
abordaremos en el próximo capítulo. El desarrollo de la industria del software en general, y
de los videojuegos en particular, en la región, abren un panorama que podría ser alentador,
en tanto existan incentivos para la producción de contenidos que enraícen en las culturas y
lenguas en las que los niños están creciendo.

Es en este último punto, particularmente, donde parece emerger con fuerza la necesidad
de la presencia del Estado, tanto para regular la calidad de los contenidos en circulación
como para promover la producción y circulación de contenidos locales de calidad, que
apunten a un uso creativo y no simplemente mecánico y rutinario por parte de los niños.
Sin embargo, no es solo en ese aspecto. A través de los diferentes apartados, puede verse
que, más allá del avance concreto de las políticas centradas en la primera infancia en
América Latina, la cuestión digital es un asunto a ser abordado. En tanto entendemos que
estas tecnologías permean el escenario donde los niños actualmente nacen y comienzan a
crecer, se requiere de políticas que garanticen el acceso y acompañen adecuadamente a
los adultos a cargo en la mediación que necesariamente deben realizar.

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

3 Alfabetización digital temprana: ¿una cuestión de


derechos?

En este capítulo abordaremos la relación que establece la primera infancia con las
tecnologías digitales en contextos educativos formales o familiares con orientación
especializada, y dentro de la problemática de la alfabetización. En términos de sistema
educativo, se enfocará el análisis en el nivel inicial, que abarca, en la gran mayoría de los
países, la cobertura educativa desde los 45 días hasta los 6 años de vida. Asimismo, en
línea con el principio de integralidad de las políticas de infancia, exploraremos la
incorporación de tecnologías en ámbitos educativos no formales y en otros sectores del
quehacer estatal.

Diversos son los motivos que confluyen para que desde las políticas públicas exista
actualmente una tendencia a equipar con tecnologías digitales las salas de nivel inicial. Las
distintas prácticas que los niños pequeños ya se encuentran realizando con los dispositivos
digitales, así como el impacto cognitivo que tendría la interacción con estas herramientas
son los puntos de partida de nuevas demandas a los sistemas educativos en muchos
países. Sea porque la escuela no puede dar la espalda a prácticas culturales que van
permeando a la sociedad contemporánea, sea porque debe velar por la igualdad de
oportunidades en términos de calidad educativa, existen actualmente una serie de
iniciativas, que, no sin tensiones, debates e incluso, resistencias, apuntan a dotar de
dispositivos digitales a las salas de los jardines de infantes. Estas iniciativas se dan en
países centrales, pero también se inician en América Latina.

La discusión más general acerca de la integración de las tecnologías digitales en los


sistemas educativos se encuentra actualmente encauzada en términos de qué fines
priorizar y qué modalidades son las más adecuadas para los diferentes contextos, pero ya
nadie discute la necesidad de su presencia en las instituciones educativas. De hecho,
existe el consenso a nivel de las políticas de Estado en la región de que una educación de
calidad incluye el acceso a estas tecnologías (Lugo y Kelly, 2010). Además, las TIC
representan no solo un nuevo objeto de conocimiento, sino que también son vistas como
una oportunidad para llevar adelantes procesos de innovación pedagógica, en tanto
favorecen la construcción colaborativa del conocimiento, la autonomía en el aprendizaje,
necesaria para llevar adelante el aprendizaje a lo largo de la vida, y el flujo de
conocimientos entre los contextos formales e informales de aprendizaje, por mencionar sus
mayores fortalezas (Martín y Marchesi, 2006).

Ahora bien, es preciso señalar que antes de la implementación de los modelos 1 a 1 (un
dispositivo por alumno), eran contados los casos en que se equipaba a las salas del nivel
inicial. Los proyectos pilotos presentes en algunos países incluían la presencia de una
computadora en salas de cinco años, con finalidades acotadas: recurso para la enseñanza
(ver videos, gestionar información sobre los niños), para jugar y, en algunos casos,
iniciación al conocimiento del alfabeto y el sistema de numeración, a través de software
educativo.

Con la entrada al mercado de los dispositivos móviles, principalmente las tablets, el


escenario ha cambiado. Algunos programas oficiales, así como instituciones educativas del

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

ámbito privado, comienzan a ensayar, en modalidad de experiencia piloto, y en muchos


casos con el apoyo de empresas del sector, el uso de estos dispositivos para diferentes
actividades curriculares. Antes de entrar en la descripción de estas iniciativas, ampliaremos
el cuadro para mirar la situación del nivel inicial en la región.

La atención de las necesidades educativas de la primera infancia en América


Latina
Los fundamentos de la integración de las tecnologías digitales en la educación deben
buscarse en los retos pedagógicos que aún se enfrentan, y en los desafíos de formación
de cara al futuro. Esta afirmación también hace pie en el nivel inicial, que es la modalidad
del sistema educativo que cubre las necesidades de atención y formación de la primera
infancia.

En este nivel, como en otros, la problemática TIC entra en tensión con aspectos todavía no
resueltos. En primer lugar, vale señalar que la situación de la primera infancia todavía
presenta numerosos desafíos en cuanto a cobertura por parte de los sistemas educativos
de la región. Situación que se complejiza aún más por el hecho de que no todos los países
realizan relevamientos sistemáticos acerca de la situación educativa de este sector de la
población. Recién pueden realizarse recorridos horizontales a lo largo de la región en la
escolarización de los niños de 5 años, edad en la que es obligatoria la asistencia a la
escuela en la mayoría de los países (Siteal, 2009). En relación con este grupo, puede
señalarse una gran diferencia entre las subregiones. Mientras que en el Cono Sur el
acceso a la educación a los 5 años es casi universal, en Centroamérica (Guatemala,
Nicaragua, Honduras y El Salvador) solo la mitad de los niños de esa edad accede al jardín
de infantes.

Por otra parte, también se diferencia la modalidad que adquiere la oferta educativa para la
primera infancia. Unicef diferencia dos grandes grupos: los programas formales o
escolarizados, que son aquellos que se desarrollan dentro de los centros educativos
previstos para tal fin, con infraestructura y recursos propios, currículum y docentes a cargo;
y los programas no formales, que llevan adelantes acciones formativas pero en espacios
sociales variados, no incluidos en la infraestructura del sistema educativo. Pueden ser
centros comunitarios, clubes, incluso casas de familia. Presentan un mayor
involucramiento de los padres y la comunidad, no están necesariamente a cargo de
docentes matriculados y tampoco siguen un currículum establecido.

En los apartados siguientes, se hará foco en los fundamentos y características que


adquiere la integración de las TIC en el nivel inicial del sistema educativo formal en la
región. Por otro lado, se describirán algunas políticas no vinculadas al sector educativo que
incorporan las TIC para promover el desarrollo infantil o como ámbito de intervención
estatal. En cuanto al segundo formato identificado por Unicef, los programas no formales,
serán abordados también, aunque más por su potencialidad que por sus acciones al
presente, dado que se cuenta con muy poca información relevada y sistematizada.

Fundamentos de la inclusión de TIC en el nivel inicial


Existe ya un consenso a nivel de las investigaciones así como una tendencia en las
políticas educativas, acerca de que la integración de las tecnologías digitales en el sector
educativo tiene diversos fundamentos, que van más allá de una actualización tecnológica o
una puesta al día con los requerimientos del mundo económico. Por el contrario, se ha
comprobado que la sostienen también motivos sociales y pedagógicos. En los programas

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

de inclusión de TIC de los últimos diez años en América Latina, éstos han sido los
principales motores para dotar a escuelas, estudiantes y docentes de equipamiento y, en
algunos casos, conectividad (SITEAL, 2014).

Sin embargo, como señala Juan Carlos Tedesco en un informe sobre la situación de las
TIC en las escuelas argentinas, en 2015, “este consenso, sin embargo, no suprime la
existencia de un intenso debate acerca del impacto de la utilización de las TIC en los
procesos de socialización de las nuevas generaciones, en el desarrollo cognitivo y más
específicamente, en su utilización por parte de los actores del proceso de enseñanza y
aprendizaje en el ámbito de las instituciones escolares” (Tedesco, Steimberg & Tófalo,
2015: 8).

Esta apreciación coincide con la perspectiva del informe del TERCE 2015, que advierte
que, además del acceso a las tecnologías, para que exista una diferencia cualitativa en los
aprendizajes de los estudiantes se requiere de la contextualización e integración de estas
herramientas en una serie de propuestas pedagógicas, la mayoría las cuales podríamos
considerar válidas para el nivel inicial: desarrollar nuevas experiencias, favorecer la
colaboración entre pares, capitalizar el conocimiento que los niños en el ámbito familiar y
social, fomentar la creación de redes de intercambio de información y alentar los espacios
de innovación(UNESCO, 2016).

En lo que refiere a la integración de las tecnologías digitales en el nivel inicial en la región,


puede decirse que este debate por parte de la comunidad educativa está en sus inicios. A
modo de hipótesis, cabe arriesgar que esto se debe en parte a que recién en la última
década se está resolviendo el problema del acceso al nivel, con los pendientes que ya se
señalaron. Y en parte también, porque los ejes curriculares para la formación de los niños
pequeños priorizan el desarrollo de competencias relacionadas con el lenguaje, las
habilidades motoras, el juego, la socialización y el conocimiento del entorno natural y
social.

En el mismo sentido, los relevamientos realizados por organismos internacionales


(UNESCO, Unicef, OEI), sobre la atención de la educación de la primera infancia, destacan
la información sobre el acceso a la cultura letrada por parte de los niños y el afianzamiento
de su identidad cultural. La UNESCO en el informe 2012, al momento de pensar
estrategias que reviertan la inequidad en esta área, utiliza los siguientes indicadores, que
no incluyen aún el componente digital:

- Disponibilidad de libros infantiles: Porcentaje de niños menores de 5 años que


viven en hogares con tres o más libros infantiles.

- Participación de los adultos: Porcentaje de niños menores de 5 años que viven en


hogares en los que un adulto ha participado en cuatro o más de las siguientes
actividades para promover el aprendizaje y la preparación escolar en los últimos
tres días: a) leer libros al niño; b) contar cuentos al niño; c) cantar canciones al niño;
d) sacar al niño fuera del hogar, e) jugar con el niño, y f) pasar tiempo con el niño
nombrando, contando o dibujando cosas (Unicef, 2012: 16).

En cuanto al contacto de los niños con los medios tecnológicos, hasta no hace mucho,
como se señaló en el apartado anterior, prevalecía la preocupación por los riesgos de
podría acarrear el acceso a contenidos perjudiciales por sobre las potencialidades de su
uso (Unicef, 2006).

Ahora bien, diversos factores han provocado un cambio de perspectiva para evaluar la
necesidad o no de integrar las tecnologías digitales en el sistema educativo desde el nivel
inicial.

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

Por un lado, como ya se señaló, estas tecnologías participan del ecosistema cultural en el
que nacen y se desenvuelven los niños actualmente, una evidencia que no puede dejar de
tener impacto curricular. En efecto, las TIC están mediando en muchas de las
interacciones interpersonales de los adultos, se están modificando muchas prácticas
sociales relacionadas con los usos del lenguaje, tanto oral como escrito, por lo que no es
arriesgado afirmar que el desarrollo de las competencias comunicativas en general estará
ligado de algún modo a estas tecnologías. Por otra parte, como se señaló en la
Introducción, el acceso a la información y la construcción de conocimiento también se
encuentran mediados por las TIC, lo que tiene implicancias pedagógicas, es decir, en la
manera en que los adultos median en el conocimiento del mundo y favorecen la
construcción de sentido por parte de los niños. Y, finalmente, están cobrando mayor
relevancia y difusión los enfoques que investigan la incidencia de los aspectos emotivos en
la construcción de conocimiento. Así, la cuestión de la motivación, ha sido identificada por
Magdalena Claro como “otro aprendizaje” en su estudio acerca del impacto de las TIC en
los aprendizajes, a partir del relevamiento de estudios y experiencias principalmente en el
mundo angloparlante (Claro, 2010).

De estas cuestiones tomaremos dos campos de análisis que se dan actualmente, en


relación con la integración de las TIC en el nivel inicial: su incorporación como contenido
curricular, en tanto competencia a desarrollar, y como innovación pedagógica, en cuanto
mediadoras para la construcción de aprendizajes.

La primera línea es abordada por quienes profundizan en los alcances y límites del
concepto de alfabetización en este campo: alfabetización digital, los nuevos alfabetismos y
la multialfabetización, por mencionar los enfoques de mayor desarrollo. La segunda línea
opera sobre las propuestas de innovación pedagógica que toman de base las
investigaciones sobre el impacto de las TIC en el desarrollo cognitivo y la construcción de
conocimiento y las consecuentes intervenciones didácticas.

Las tecnologías digitales como objeto de conocimiento o la cuestión de la


alfabetización digital
De una manera similar a lo que sucede con las prácticas propias de la cultura letrada,
puede afirmarse que las prácticas digitales cada vez tienen más relación con el capital
cultural del ámbito familiar y escolar que rodea al niño, que con el acceso económico a tal
o cual tecnología (Necuzzi, 2013). Esta afirmación abre un campo de responsabilidad a los
Estados, en tanto garantes de la igualdad de oportunidades.

De allí que los saberes relacionados con el buen desenvolvimiento en la cultura digital han
impactado en el centro del concepto de alfabetización. Varios expertos coinciden en que en
el siglo XXI este término presenta muchas caras (Gee, 2007; Kazakoff, 2012; Lankshear y
Knobel, 2011). Ya desde las últimas décadas del siglo XX esta denominación fue utilizada
para acompañar otros objetos de conocimiento además de la lengua escrita, dando lugar a
lo que B. Braslavsky denominó “las metáforas de la alfabetización”: ‘alfabetización
tecnológica’, ‘alfabetización musical’, ‘alfabetización científica’, ‘ecológica’, ‘informática’,
‘tele-alfabetización’ (Braslavsky, 2003: 3).

A diferencia de estos antecedentes, que precisaban el alcance del objeto a conocer, la


alfabetización digital es hoy un territorio de límites inciertos, que por momentos coloniza
otros, como la alfabetización informática o la alfabetización en medios, y por momentos es
despojado de su objeto de estudio, en tanto podría abarcar todo aspecto relacionado con la
cultura digital. Aun así, ocupa el centro de interés de diferentes campos de investigación: la
lingüística, la semiótica, la psicología cognitiva, la tecnología educativa, los estudios
culturales, la informática, entre otros.

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

Coincidimos entonces, con el planteo general que al respecto formula Brito al presentar las
nuevas coordenadas de la alfabetización:

(…) la cultura digital representa un profundo clivaje en la construcción socio-


histórica de lo que se entiende por alfabetización. En efecto, la emergencia de la
cultura digital supone transformaciones profundas de distinto orden entre las cuales
se incluyen la legitimidad de las jerarquías y la reestructuración de los valores
culturales. Así, la cultura digital viene a desestabilizar las categorías y valores
establecidos alrededor de la cultura a través, entre otros elementos, de las nuevas
dinámicas propuestas para la producción, circulación y apropiación del
conocimiento (Brito, 2015: 5).

Diversos son entonces los enfoques teóricos que intentan dar un marco relativamente
estable y consistente a estas prácticas culturales mediadas por la tecnologías, y por tanto,
al modo o modos en que los seres humanos las estamos aprendiendo y recreando.

Una de las vías de solución para identificar los contenidos que incluiría la alfabetización
digital, se abre a partir del concepto de nuevos alfabetismos, que proviene principalmente
de diversos ámbitos académicos de Estados Unidos y Canadá. Allí encontramos por un
lado a quienes formulan un nuevo paradigma para comprender y llevar adelante los
procesos de alfabetización que contempla, además de los procesos psicolingüísticos, una
dimensión crítica, analizando la incidencia de los discursos sociales en su vinculación con
el poder (Gee, 2007; Greene, 2005). Dentro de esta misma línea, muchos especialistas
ponen el foco en los cambios que están atravesando las prácticas de lectura y escritura en
la sociedad, así como la noción misma de texto, que en su índole digital, admite diversidad
de lenguajes o modos - multimodalidad – así como alteraciones en su linealidad –
hipertextualidad (Lankshear y Knobel, 2011; Kress, 2005).

A modo de aproximación acerca de cuáles podrían ser las competencias relacionadas con
estas últimas propuestas, se presenta una lista a partir de Lankshear y Knobel, 2011:

- utilizar y construir hiperenlaces entre documentos e imágenes, sonidos, películas, etc.;


- enviar mensajes de texto por celular;
- usar lenguajes semióticos digitales como los utilizados por los personajes de los juegos
en línea, o los emoticones utilizados en la mensajería instantánea;
- leer las extensiones de los archivos e identificar el software que “leerá” cada uno;
navegar por mundos tridimensionales en línea;
- descargar imágenes de una cámara o teléfono a la computadora o a internet;
- insertar texto en una imagen o animación digital,
- adjuntar o insertar sonido a una imagen;
- escoger, construir o personalizar la plantilla de un blog, por ejemplo.

En lo que respecta a la alfabetización en el nivel inicial, estas nuevas definiciones impactan


directamente en el desarrollo curricular, en tanto las salas de cinco años y, en algunos
casos, de cuatro, ya se inician en competencias de lectoescritura, a través de la producción
y lectura de mensajes breves, la escucha de textos escritos y la identificación de discursos
propios de la cultura letrada (noticias en los diarios, etiquetas, etc.).

Además, las tecnologías digitales también representan un aporte importante para


enriquecer los procesos de alfabetización en lectoescritura desde un punto de vista
intercultural, en tanto permiten atender la diversidad cultural a través de materiales orales y
escritos en las lenguas aborígenes del continente (Brito, 2015).

Otra tendencia relevante en relación con los posibles contenidos de la alfabetización digital
es la relacionada con el término multialfabetización o también alfabetizaciones múltiples
(Área Moreira,2008); Rodríguez Illera ,2005; Teubal y Guberman,2014). En este campo se

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

ha profundizado mayormente desde las ciencias de la educación, la tecnología educativa y


la psicología cognitiva. También abrevan en esta línea las propuestas surgidas desde
algunos organismos internacionales, como la UNESCO y el Banco Mundial. En general,
esta perspectiva trabaja desde un enfoque de competencias, desagregando el concepto en
diferentes habilidades relacionadas, por ejemplo, con el tratamiento de la información, la
comunicación en diferentes soportes y formatos y los aspectos instrumentales, relativos al
manejo de los dispositivos. Todas coinciden en sumar un eje vinculado al ethos, que puede
referirse al uso crítico o los aspectos axiológicos que comporta el uso de la tecnología
digital. Los aportes al currículum del Nivel inicial de estas líneas de investigaciones suman
de modo transversal, ya que no apuntan al desarrollo de un área en particular, sino que se
trata de competencias que pueden ser abordadas desde diferentes áreas de aprendizaje.
Es interesante tener en cuenta en este caso que la incorporación de estos contenidos en el
currículum no requeriría de la redistribución de la carga horaria de las áreas ya existentes,
sino que se integrarían dentro de ellas.

Finalmente, en los últimos años está cobrando fuerza otra perspectiva que proviene del
campo de las ciencias de la computación. En este caso, los contenidos de la alfabetización
digital están dados por competencias relacionadas con la programación. Autores como
Manovich (2005) y Resnick (2013) señalan que el software es actualmente nuestra interfaz
con el mundo, ya que ha reemplazado un sinnúmero de tecnologías de las que la
humanidad se sirvió a lo largo de la historia. Por tanto, el conocimiento de ese código
subyacente a las prácticas sociales es relevante en dos sentidos. Por un lado, su
desnaturalización, el conocimiento de sus reglas de producción y sus prácticas deberían
ser un derecho de todo ciudadano. Por el otro, sostienen que el desarrollo de la
programación favorece el desarrollo de operaciones cognitivas de orden superior,
indispensables para la construcción del conocimiento en la actualidad.

Esta perspectiva es la que está abriendo el camino al uso de software de programación


especialmente diseñado para niños pequeños, como el Scratch, heredero en sus principios
del sistema Logo, de la década del ‘80. Al mismo tiempo, enlaza la problemática de la
alfabetización digital con el segundo fundamento que se presenta al momento de integrar
las tecnologías digitales en el nivel inicial y que se desarrolla en el siguiente apartado.

Las TIC en la construcción de conocimiento


Además de la incidencia sobre los contenidos de la alfabetización, la otra línea de
investigación que aporta elementos para orientar la integración de las TIC en el nivel inicial
es la que examina el impacto de estas tecnologías en el desarrollo cognitivo.

En el capítulo anterior se presentaron algunos abordajes teóricos que analizan este


fenómeno, algunos de los cuales llevan ya tres décadas, como los iniciados por Jenkins
(2006), Salomon (2001), Gardner (2003), Perkins (2001), y otros representantes de la
psicología constructivista norteamericana. Muchas de esas investigaciones presentan su
correlato en términos de propuestas pedagógicas, dando lugar a modelos de trabajo en el
aula como los entornos personales de aprendizaje, la clase dada vuelta, los proyectos
colaborativos, entre otros.

Asimismo, existe el consenso de que las TIC aumentan, en el sentido de que extienden, la
experiencia humana. De allí las expresiones de inteligencia aumentada, realidad
aumentada, aula aumentada, que aparecen con frecuencia en la literatura relacionada con
las propuestas pedagógicas que integran las tecnologías en las aulas.

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Este tipo de propuestas abre un campo de experimentación en las salas de los jardines de
infantes, a través de propuestas didácticas que, centradas en el juego y la exploración,
potencien el desarrollo de procesos cognitivos relacionados con el desarrollo del lenguaje,
las operaciones matemáticas y el conocimiento del mundo natural y social.

Inserción curricular de las TIC en el nivel inicial


Una revisión de los diseños curriculares para el nivel en varios de los países de la región
permite afirmar que el trabajo con dispositivos digitales no se encuentra aun entre las
prioridades que plantean estos marcos normativos. Sin embargo, es posible plantear
algunos casos particulares, que van resolviendo la integración de las TIC de diferente
manera.

Un primer ejemplo es el de Costa Rica, cuyo Departamento de Educación Preescolar del


Ministerio de Educación Pública señaló en 2010, entre los retos puntuales para el
mejoramiento del currículo en la educación preescolar costarricense, el aprovechamiento
de las TIC para apoyar los contenidos curriculares. Asimismo, la provincia de Córdoba, en
Argentina, incluye en su diseño curricular para el nivel inicial contenidos relacionados con
las tecnologías digitales en el campo de las experiencias con el entorno social, natural y
tecnológico. Por su parte, la provincia de Medellín, Colombia, incorpora el componente TIC
en el Plan de estudios de la educación preescolar, - que se diferencia del nivel inicial,
destinado a niños hasta los 4 años-, en varios puntos de la malla curricular. Se puede
encontrar así contenidos tales como: Exploro y me acerco mediante actividades lúdicas y
creativas a las TIC y al idioma inglés; Plasmo en mis producciones orales, escritas y
gráficas las percepciones y comprensiones acerca de la familia y la comunidad, y hago uso
de las TIC para comunicarlas; Expreso con claridad y coherencia el contenido de
diferentes portadores de texto a través del juego, el arte, la exploración del medio y el uso
de las TIC.

Modelos de integración de TIC en las salas del nivel inicial


Aun cuando no se registran políticas universales, y solo algunas pocas focalizadas que
integren las TIC en las salas de los jardines de infantes de la región, como podrá verse en
el apartado siguiente, sí se han podido detectar en la práctica diferentes configuraciones y
localizaciones de los dispositivos en las instituciones escolares. Como en todos los niveles,
estos diferentes modelos explicitan la concepción que se tienen de las tecnologías y
proponen dinámicas de uso en consecuencia.

Laboratorios de informática
Esta modalidad no representa en sí una política pública, ya que no se encontraron
registros de la implementación de laboratorios de informática destinados
específicamente al nivel inicial. Sin embargo, sí han existido, y existen aún
experiencias en las que los niños pequeños acceden a los gabinetes montados
para el nivel primario en la misma institución, o bien, en instituciones de
financiamiento privado, se destina un espacio específico como gabinete o centro de
recursos tecnológicos.

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Pizarras digitales
Las pizarras digitales interactivas representan un auxiliar a la tarea del docente,
más que un dispositivos con el que los niños interactúan. Se utilizan para la
presentación de contenidos multimediales e interactivos, así como para realizar las
tareas propias de un pizarrón: escribir, organizar los aportes de los niños, realizar
listados, etc.

Computadora en la sala
En este modelo, se equipa la sala con una computadora, que puede estar a
disposición de la docente, quien la utiliza de un modo similar al modelo de la pizarra
digital, o bien, al alcance de los niños, por ejemplo, en uno de los rincones de
actividades. En este segundo caso, puede hablarse de una diferencia pedagógica
importante, en tanto se apunta a la apropiación de la tecnología por parte de los
chicos. Este modelo se ha implementado en jardines públicos del la Ciudad de
Buenos Aires, donde se dotó a las salas de 5 años con una PC con conexión a
internet.

Netbooks
Con la entrada de los modelos 1 a 1 en los niveles primario y secundario en
muchos países de América Latina, se dio lugar a experiencias piloto en jardines de
infantes. También presenta la ventaja de habilitar un uso, si no cotidiano, al menos
frecuente de los dispositivos, así como personalizado. Cabe señalar que este
modelo no incluye la entrega de dispositivos a los niños, sino que se habilita un aula
móvil, o carro con netbooks, que va rotando por las salas del jardín.

El uso de las tablets en los jardines de infantes


Los programas de inclusión de tecnologías en el nivel inicial como política educativa que
comienzan a presentarse a nivel local en algunos países, provincias o municipios de la
región, han optado por las tablets como dispositivo, por delante de las netbooks o las PC.

Esta tecnología se caracteriza por ser portable, contar con una pantalla táctil y con
aplicaciones de alta resolución de imágenes, animaciones y video. De esta manera
presentan rasgos que favorecen el acceso intuitivo a una amplia gama de contenidos y
actividades que revisten gran interés para los niños pequeños. Entre ellas, jugar, ver
videos, escuchar cuentos narrados, leer, por mencionar las de uso más frecuente por parte
de los niños.

Al respecto, desde el portal educativo Relpe, se señala que “las ventajas de la


interactividad táctil con los contenidos de las tablets, permite a la vez ofrecer una
experiencia enriquecida y novedosa para los estudiantes, al momento de acceder a estos
contenidos escolares. Son productos intuitivos, con una muy agradable experiencia de uso,
que no requiere capacitación previa y que se integran naturalmente a las capacidades que
los jóvenes han desarrollado a partir de otros dispositivos que siguen la misma lógica.
Permiten además, explorar instancias de aprendizaje contextual, en la visita a un museo, o
durante el trabajo en laboratorio”. En el caso de los niños pequeños, se destacan sus
potencialidades en cuanto a la motivación y el desarrollo de habilidades cognitivas de
orden superior, particularmente a través de la actividad lúdica.

La portabilidad es, además, una de las principales fortalezas que presenta este tipo de
dispositivo para el denominado “aprendizaje móvil”. Según se señala en el informe de

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PRIMERA INFANCIA FRENTE A LAS PANTALLAS: DE FENÓMENO SOCIAL A ASUNTO DE ESTADO

UNESCO (2016), a la portabilidad se le suma una segunda característica diferencial: “la


ubicuidad, ésta se asocia al rasgo destacado de la portabilidad propia del aprendizaje
móvil. La utilización de dispositivos móviles despliega la noción de aprendizaje ubicuo
como un proceso abierto que puede ser desarrollado en cualquier lugar” (UNESCO, 2016:
7).

En el marco del Plan Ceibal, a partir de 2013 se implementó una experiencia piloto con
tablets, que aporta datos interesantes para este panorama ya que se apuntó a la
exploración de actividades y recursos utilizados por los niños/as y los docentes de los
grupos de 4 y 5 años de educación inicial y primeros años de educación primaria. Como
antecedente, también en el marco del mismo programa, ya se había realizado desde 2010
el Proyecto Flor de Ceibo, de la Universidad de la República de ese país, que buscó
capitalizar la experiencia con los dispositivos XO en primaria para explorar su utilización en
salas de 3 a 5 años.

En un estudio preliminar de la Facultad de Psicología de la Udelar, se pudieron diferenciar


los siguientes tipos de actividades desarrolladas con las tablets:

a) Lenguaje y lecto-escritura

b) Expresividad gráfica y artística.

c) Funciones cognoscitivas: coordinación viso-espacial, memoria visual.

d) Conocimiento de sí mismo y del medio.

En el caso de Chile, desde el Ministerio de Educación se impulsó el Proyecto Tablet para la


Educación inicial, en cooperación con la red Enlaces, en 2014. Esta iniciativa piloto brinda
equipamiento (27 tablets por institución) y orientaciones pedagógicas para la
implementación de estrategias orientadas particularmente al conocimiento matemático. Los
dispositivos se ofrecen dentro de un sistema de recursos que incluyen también otro tipo de
materiales didácticos y documentos destinados a la orientación de docentes y directivos.
En este marco, el uso de las tablets se subordina a la consecución de los objetivos
preexistentes para el nivel y el modelo pedagógico se basa en 7 dispositivos por sala, que
el docente distribuirá según lo requiera la actividad planteada.

En Argentina, la provincia de Misiones a través de un convenio con Intel, ha dotado de


tablets a tres jardines de infantes, cuyos docentes y referentes tecnológicos reciben
capacitación y acompañamiento especializado para la implementación del uso de los
dispositivo en el marco del currículum vigente.

Por último, una investigación reciente que se propuso como objetivo analizar el impacto de
la introducción de las tablets en el nivel inicial en las ciudades de Buenos Aires, Córdoba,
Santa Fe, Mendoza y La Rioja (INTEL, 2015), observó que en todos los casos explorados
la integración digital favoreció sociabilización, el trabajo cooperativo y la autonomía en los
estudiantes de sala de 5 años. Sin embargo, también se identificaron aspectos en tensión:
en el nivel de la evaluación escolar, el problema de determinar niveles de apropiación
digital; en las prácticas docentes, las brechas entre sus saberes digitales y los de los
estudiantes; en la planificación curricular, la fragmentación con la que se incluyen los
contenidos digitales, su asociación con las tecnologías como herramientas meramente
instrumentales y la necesidad de incorporarlas en el ámbito escolar.

A modo de conclusión sobre el tipo de dispositivo ideal para el nivel inicial, cabe pensar
que, ante la falta de evidencia empírica respecto del impacto de un tipo de interfaz u otro
en el logro de aprendizajes, son los objetivos pedagógicos quienes continúan aportando
los criterios más iluminadores para la selección de una u otra tecnología.

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Contenidos digitales para el nivel inicial


Además de la elección de uno u otro tipo de dispositivo para promover la interacción de los
niños con las tecnologías, se hace indispensable tomar en consideración la cuestión de los
contenidos que a través de ellos se ponen a disposición. Así como la incorporación de los
dispositivos digitales en el ámbito escolar suponen una redefinición del aula – o de las
salas- como espacio pedagógico, también implica la introducción de nuevas formas de
producción y circulación de los conocimientos. Es en este marco que se genera el desafío
de incorporar nuevas estrategias didácticas que integren contenidos digitales en el
aprendizaje, en palabras de Inés Dussel: “las formas y los contenidos de las producciones
textuales han cambiado, y la escuela tiene que incorporar en la enseñanza y el aprendizaje
estas transformaciones” (Dussel; 2015: 32).

Al respecto, diversos especialistas coinciden en que las tecnologías digitales permiten un


tipo de producción de contenidos que rompe con la secuencia escolar tradicional debido a
sus características particulares. Éstas podrían ser sintetizadas en tres cualidades: la
hipertextualidad, la multimodalidad y la interactividad. Este tipo de contenidos, así, pueden
facilitar la creación y autoría colectiva, estimular el aprendizaje autonómo en plataformas
colaborativas, permitir la publicación y circulación del trabajo en distintos soportes y
plataformas para distintas audiencia, entre otros (Area Moreira, 2001; Dussel, 2015).

Sin embargo, también se señala que su introducción implica desafíos en diversos


aspectos. En primer lugar, se observa que uno de los retos proviene del propio desarrollo
digital, ya que existe un amplio y creciente repertorio de contenidos disponible (apps,
videos, fotografías, plataformas colaborativas, juegos, etcétera), pero que, sin embargo, no
siempre contienen descripciones sobre quién las ha desarrollado ó si responden a las
necesidades reales de la alfabetización de los niños (Guersney & Levine, 2015). En
consecuencia, adquiere relevancia el rol del docente – y de las políticas educativas- en la
selección de los recursos y en la promoción de un diálogo reflexivo sobre su uso en función
de los objetivos de aprendizaje, y del reconocimiento de los deseos y curiosidades de los
niños (Dussel, 2015; Guersney et al, 2014).

Por otra parte, se indica que un desafío adicional proviene de que la mayor parte de las
aplicaciones existentes no fueron diseñadas con fines educativos (como las que
promueven el desarrollo inicial de habilidades motrices y espaciales, desarrollo del
pensamiento lógico, aprendizaje interactivo e inicial del lenguaje, entre otros; y que
incorporan sistemas de auto-evaluación y diagnóstico de habilidades o conocimientos
específicos) “están diseñadas para contextos que no suponen mediación de un educador,
por lo que su incorporación en situaciones de aula requiere de un diseño y planificación
didáctica adicional” (Marés, 2012: 8). En el caso argentino, donde se generaron distintas
plataformas de recursos digitales (portal Educ.ar, Encuentro, Paka Paka, etc.) se observó
que, en algunos casos, su uso es bastante más pobre que las posibilidades ofrecidas por
la herramienta, o que el criterio de incorporación reforzaba las prácticas de enseñanza
“tradicional”; además, que a los problemas propios de la enseñanza en general (como la
fragmentación y la desigualdad del sistema educativo, la dificultad para enseñar saberes
más complejos, las dificultades para formar lectores críticos, etcétera) se le añade la
necesidad de combinar nuevos lenguajes, pero de los cuales se sabe menos (Dussel,
2015).

En síntesis, la inclusión de contenidos digitales abre nuevas perspectivas para el


aprendizaje, pero al mismo tiempo, supone nuevos desafíos en la dinámica de trabajo de
las salas del nivel, ante las cuales surgen más preguntas que respuestas. Además, como
se describió, distintos puntos de vista señalan la importancia que adquiere el rol docente
en el uso de las TIC, ya que la incorporación de contenidos digitales en el aula no suponen

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por sí mismos el alcance de los objetivos de aprendizaje. En consecuencia, esto refuerza


la idea de que la formación docente en este aspecto es un eje que no es posible descuidar.
Por otra parte, como ya señaló en el capítulo anterior, emerge como necesidad la
presencia de políticas públicas que promuevan la producción de nuevos contenidos
digitales que permitan la evaluación y/o el seguimiento del desarrollo de tareas que puedan
ser incluidas en secuencias didácticas más amplias y complejas (Plaza y Pérez Plaza,
2012).

En relación con esto último, cabe destacar que la gran mayoría de los portales educativos
oficiales de la región ofrecen contenidos digitales destinados al nivel, a través de
desarrollos propios así como de servicios de curaduría y catalogación de materiales
disponibles en la web. En estos desarrollos existe una fuerte tendencia hacia contenidos
relacionados con los siguientes campos: juegos didácticos, iniciación a la lectoescritura y la
numeración, y antologías literarias en diferentes formatos (audios, videos, animaciones,
textos).

Videojuegos y su potencial educativo


Dentro del universo de los contenidos digitales, los videojuegos van ocupando un espacio
creciente en cuanto a su difusión y la variedad de sus propuestas lúdicas. A tal punto se da
este desarrollo que representa actualmente uno de los temas dilectos de las
investigaciones en TIC y educación, por lo que merece mención aparte en este recorrido,
aun cuando ya fueron presentados en el capítulo anterior.

Cabe retomar aquí una de las características mencionadas en la introducción acerca de la


primera infancia. En esta etapa de la vida el juego tiene valor tanto en sí mismo como por
su potencialidad para el aprendizaje. Se trata de una actividad estructurante en el
desarrollo a nivel afectivo, social, emocional y cognitivo. Permite el desarrollo del
pensamiento estratégico, la negociación, la simulación de problemas y su resolución.
Según algunos especialistas, esta potencialidad se traslada a los juegos digitales e
interactivos (Jessen, 2003). Finalmente, se trata incluso de una actividad productiva para la
mirada adulta, no solo sobre los niños sino sobre la cultura en general, en tanto el juego
cristaliza elementos de la cultura y las coordenadas de tiempo y espacio en el que tiene
lugar (Duek, 2012).

Por otro lado, distintos puntos de vista consideran que al aprender a jugar videojuegos, los
niños aprenden un nuevo alfabetismo relacionado con distintos campos semióticos
(Lankshear & Knobel, 2011; Gee, 2007). En este sentido, James Paul Gee observa que los
buenos videojuegos incorporan buenos principios de aprendizaje, como por ejemplo:
disponen al aprendiz a incorporar la mirada y los valores propios de una identidad
específica (biólogo, arquitecto, etcétera); sitúan la acción facilitando la interacción entre el
jugador y el entorno; convierte a los jugadores en productores y no sólo en consumidores;
estimula a explorar a fondo el contexto antes que a moverse rápido, a pensar lateralmente
y no sólo linealmente y, a través de ello, a repensar las propias metas en cada momento;
entre otras cosas. En resumen, facilitan la resolución de problemas, el pensamiento
sistémico, estimulan la inteligencia colectiva y la participación (Gee, 2007).

Así, teniendo en cuenta que los videojuegos crean un entorno de aprendizaje que permite
enfrentarse con un sistema complejo, multidimensional, multimedia e interactivo, Bergoña
Gros Salvat (2009) ha analizado la conexión real entre una amplia tipología de juegos y las
posibilidades formativas de los mismos. A partir de ello, indica que “el uso del videojuego
en la escuela supone un cambio metodológico y, en consecuencia, un cambio también en
el foco de aprendizaje” (Gros, 2009: 9). Su aprovechamiento pedagógico supone
incorporarlo en el aula con la guía de los docentes, quienes deben adoptar el rol de

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transformar la experiencia de juego en una experiencia reflexiva, y realizar una buena


elección del juego en función de los objetivos a alcanzar.

Estas observaciones pueden relacionarse entonces con las dos líneas ya abordadas que
fundamentan la entrada de las TIC en el nivel inicial, y que pueden ser vehiculizadas por
los videojuegos: como un nuevo alfabetismo y como potenciadoras del aprendizaje.

Por último, resulta interesante considerar los resultados recientes de la Encuesta Nacional
sobre Integración de TIC en la Educación Básica Argentina (Costa en UNICEF, 2015), la
cual describe el uso de los videojuegos entre los estudiantes de tercero y cuarto año del
nivel secundario. Si bien se aborda el tema en una franja etaria diferente de la que aquí
nos ocupa, el análisis de los datos relevados permitió identificar las prácticas con el fin de
orientar las posibles decisiones de política pública, además de que aporta algún punto de
referencia para observar el fenómeno en la primera infancia. Específicamente, en la
encuesta se indica que el uso de videojuegos está igualmente extendido en las distintas
capas sociales, aunque se observa que el clima educativo del hogar incide en la elección
del tipo de juego; por otro lado, que el género es el factor de mayor influencia, ya que no
sólo influye en el uso del recurso (el 60% de los jugadores son varones y el 40%, mujeres),
sino que sus elecciones son diferentes: entre los varones prima la elección de juegos
“Visuales 3D” que estimulan involuntariamente habilidades cognitivas vinculadas a tareas
de rotación mental y a tareas motoras dirigidas hacia un objetivo; y entre las mujeres, los
juegos vinculados a la “Resolución de problemas” los cuales estimulan la identificación
rápida de objetos iguales, la motricidad fina y la habilidad en cálculos matemáticos; es
decir, se señala que las elecciones de juego tienden a acentuar los comportamientos
estereotípicos; no obstante, se observa que más mujeres juegan a juegos de varones que
a la inversa.

Si ponemos la información relevada en la perspectiva del nivel inicial, cabe cerrar con una
reflexión en torno a, nuevamente, la centralidad del juego – más allá de su soporte- en el
desarrollo de la primera infancia. En este sentido, las potencialidades educativas no
deberían llevar a perder de vista que el juego, por definición, implica inmersión, pacto y
gratuidad en sus intenciones.

Formación inicial y desarrollo profesional docente


La formación de los docentes, tanto en su fase inicial como en ejercicio, es un punto nodal
para llevar adelante los procesos tanto de innovación pedagógica con TIC, como de las
nuevas alfabetizaciones. En la medida en que se construyan certezas acerca de lo
determinante que las tecnologías digitales puedan ser en el desarrollo cognitivo y en los
procesos de socialización de la primera infancia, será preciso profundizar el modo en el
que se insertan en los diseños curriculares de la formación de los docentes.

Atendiendo a esta necesidad, diversos organismos han elaborado una serie de estándares
para la formación del profesorado en relación con la inclusión de la tecnología. En los
países de la región se presta especial atención a la propuesta de la UNESCO, la ISTE
(Sociedad internacional para la Tecnología en la Educación) y la red Enlaces de Chile, que
datan de casi diez años. Estos estándares proveen indicadores para iniciar y fortalecer la
innovación pedagógica, la inserción en el currículum, la gestión institucional, y, en el caso
de la UNESCO, la creación de conocimiento por parte de los docentes.

Ignacio Jara, en su estudio de 2014, señala que los desafíos de la formación docente en
relación con las TIC requieren prestar especial atención al contexto institucional, que
abarca cuestiones como la infraestructura y la cultura digital de los actores (docentes y
estudiantes); a los docentes, en lo relativo a su actitud y expertise acerca de las

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tecnologías digitales, y al tipo de innovación que se pretende promover, teniendo en cuenta


las particularidades de las disciplinas y sus didácticas(SITEAL, 2014).

Actualmente los profesorados para docentes de nivel inicial en América Latina, incorporan
en su gran mayoría un espacio curricular específico para las TIC, en el que se abordan
contenidos pedagógicos y se presentan criterios de selección de software, aplicaciones y
contenidos digitales destinados al público infantil. En cambio, la presencia de las TIC en las
otras asignaturas a nivel de los diseños curriculares no se encuentra presente. En este
sentido, cada docente decide con qué fines y en qué medida las TIC se integran en el
dictado de su materia.

En cuanto a la provisión de recursos, aquellos países que implementaron políticas de


entrega masiva de computadoras, incluyeron a los profesorados a través de la entrega de
dispositivos a los estudiantes, o bien, de aulas móviles a las instituciones. El informe
elaborado por la Fundación Evolución en 2012, señala que son varios los países de la
región que ya están integrando las TIC en sus profesorados, aportando los casos de
Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. Los estudios,
sin embargo, si bien incluyen los profesorados de nivel inicial, no aportan especificaciones
al respecto.

Otras políticas públicas que operan sobre la relación entre niños y


tecnología digital
Para finalizar este recorrido sobre las acciones de política pública que capitalizan de algún
modo las potencialidades de las tecnologías digitales en favor de la primera infancia, es
importante volver a señalar que en muchos países de la región los Estados no sólo
abordan las necesidades educativas de los niños pequeños a través del sistema educativo
formal, sino que también existen otros formatos. Como ya se señaló, existen los programas
no formales, organizados en torno a centros comunitarios, los que no siempre están
atendidos por personal con formación docente y funcionan en una variedad de
localizaciones. Dados los fundamentos aquí expuestos para que exista una mediación
didáctica entre los niños pequeños y las TIC desde temprana edad, estos ámbitos también
podrían funcionar como entornos alfabetizadores, así como podrían capitalizar la
potencialidad de estas tecnologías para el desarrollo cognitivo de los pequeños. Sin
embargo, en los casos relevados, estos aspectos no aparecen explicitados en los
propósitos de los programas ni en las orientaciones destinadas a los adultos a cargo.

Ahora bien, la relación entre la primera infancia y las tecnologías digitales puede abordarse
también para identificar en qué medida las segundas pueden contribuir al desarrollo y
bienestar de la primera. Esto es, centrados en una perspectiva de derechos y, dada la
reciprocidad entre los diferentes tipos de derechos, también es válido indagar desde qué
otros sectores de las políticas, además del educativo, se implementan acciones en este
sentido en la región.

En primer lugar, existe un ámbito muy ligado al sector educativo, pero que, por un lado, lo
trasciende y por el otro, es más limitado. Nos referimos al área de la acción comunitaria,
muchas veces ligada a las políticas de desarrollo social, desde donde se diseñan,
implementan y evalúan estrategias innovadoras de intervención apoyadas por el uso de las
TIC, con el objetivo de potenciar las prácticas de cuidado e incidir positivamente en el
desarrollo infantil. Programas como “Chile Crece Contigo” en Chile e “Infantia” en
Colombia, son ejemplos de ello.

Concretamente, “Chile Crece contigo” es una plataforma virtual impulsada por el Ministerio
de Desarrollo Social que propone el acceso a servicios y prestaciones que atienden las

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necesidades de niñas y niños, con el objetivo de apoyar su desarrollo en cada etapa de su


crecimiento. Desde ese entorno virtual se ofrece a padres, madres o adultos a cargo,
información actualizada sobre desarrollo infantil, resolver sus inquietudes con el apoyo de
especialistas, actividades para realizar con los niños y niñas (libros de lectura, juegos,
etcétera), y se alienta a compartir sus experiencias o inquietudes en foros. Adicionalmente,
se establecen garantías de acceso a ayudas técnicas, salas maternales, jardines infantiles,
y se establece un acceso preferente de las familias a toda la red de servicios y
prestaciones sociales del Estado.

“Infantia” es un programa se presenta como el “Primer programa de Telecuidado


desarrollado en América Latina”, y tiene como objetivo identificar las prácticas de cuidado
de las familias con niños y niñas entre 0 y 5 años e incidir positivamente en el desarrollo
infantil. Fue desarrollado por la Gobernación de Atlántico, Colombia (con el apoyo de la
Universidad del Norte -Barranquilla, Colombia-, el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar, el Hospital de la Universidad del Norte y la Fundación para el Desarrollo del Niño,
la Familia y la Comunidad), y está destinado a 7000 familias del departamento. Entre las
estrategias de intervención realiza por un lado, talleres vivenciales orientados por un
equipo de profesionales para favorecer el proceso de reflexión sobre el cuidado infantil; y
por otro, introduce el uso de celulares para proveer información y facilitar el contacto entre
los beneficiarios y los especialistas a través de una plataforma de mensajes de texto. El
propósito es disminuir los índices de mortalidad infantil e impactar de forma positiva en la
calidad de vida de la región a mediano y largo plazo.

Por otra parte, también se reconoce el papel decisivo que cumplen las tecnologías digitales
en las políticas de salud destinadas a la primera infancia, en la medida que permiten
nuevos procedimientos para cuidar la salud de los niños y prevenir enfermedades. Desde
dispositivos para medir el grado de salubridad de un pozo de agua hasta la comunicación
con centros de salud para notificar brotes y diseñar estrategias de prevención, hasta la
intervención directa en el tratamiento de enfermedades. El informe de Unicef de 2014,
destaca por ejemplo, el rol fundamental de las tecnologías de telefonía móvil que “están
reduciendo el tiempo que se requiere para evaluar y responder ante situaciones que
afectan a los niños” y “permiten responder con mayor rapidez a los brotes de
enfermedades.”

En este sentido, las TIC están siendo usadas para ampliar la cobertura de información y
seguimiento de madres gestantes, niños y niñas pequeños/as en lugares de difícil acceso.
En Perú, por ejemplo, desde el año 2010, se puso en marcha el programa “Wawared:
Conectándose para una mejor salud materno-infantil en el Perú”, el cual es llevado a cabo
por la Universidad Cayetano Heredia y ha tenido el apoyo del Programa Mobile Citizen de
la División de Ciencia y Tecnología del BID, distintas gobernaciones del interior de Perú,
UNICEF y Telefónica. Esta iniciativa pretende elevar los niveles de acceso a los sistemas
de salud de las mujeres de escasos recursos que están embarazadas, mejorando los
mecanismos de información Materno-Infantil vinculándolas por medio de mensajes de texto
a médicos especialistas. Concretamente, consta de tres componentes: 1) historias clínicas
electrónicas que permiten saber la historia de la paciente sin importar si migra de centro de
salud; 2) mensajes de texto educativos y motivacionales, con información adecuada para
su estado de salud y su avance en la gestación, y 3) un sistema de voz interactiva que
avisa a manera de agenda electrónica cuando la madre tiene que acudir a sus controles.

Además, otras entidades del estado asumen responsabilidad en la alfabetización digital de


la ciudadanía, y apuntan a la construcción de prácticas responsables y críticas en relación
al uso de Internet. En ese marco, brindan asesoramiento a padres y docentes para que
estos acompañen a sus hijos en sus primeras exploraciones por la web. Así, por ejemplo,
“Crianza Tecnológica” es una plataforma de autoformación interactiva realizada a través de
la iniciativa de la Fundación Paniamor y ejecutada con la colaboración técnica y financiera
del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones de Costa Rica. Basada en un

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enfoque de ciudadanía digital, está compuesta de una serie de recursos pedagógicos


multimedia para acompañar padres, docentes y personas con roles de crianza en la
formación de niñas, niños y adolescentes en las tecnologías de información. A través de
los conceptos proteger, orientar, inspirar y empoderar se proponen contenidos puntuales
para comprender de forma general qué significa hacer un uso seguro, responsable,
productivo y participativo de las TIC.

También desde otros ámbitos de la sociedad civil, específicamente, los relacionados con
el cuidado de la salud primaria infantil, se comienza a desarrollar información consistente
para potenciar un uso racional y responsable de las TIC. Así, desde la Asociación
Argentina de Pediatría o la Asociación Colombiana de Pediatría se promueven prácticas
como la exposición cuidada, controlada y adecuada a las pantallas en función a la edad del
niño; se generan una serie de recomendaciones para padres para acompañar a los niños
en su uso y así evitar un uso indebido de las TIC y/o la exposición a riesgos vinculados a
los recursos multimediales; entre otras.

Por último, otra de las líneas de trabajo emergentes es la atención en primera infancia
como víctima de delitos a través de la red. Organizaciones civiles como We protect, una
fundación compuesta por empresas de tecnología como Microsoft y Google, de redes
sociales como Facebook y Twitter, organizaciones de protección a la infancia como Unicef,
Interpol, entre otros; se propone como objetivo hacer frente a la explotación sexual infantil
en línea y a las diversas formas de abuso infantil en la red. Para ello desarrolla actividades
para compartir y conocer las buenas prácticas en la web, así como para capacitar a los
actores claves responsables de la prevención, investigación, persecución penal, atención
integral y enjuiciamiento, exponiendo las diferentes experiencias mundiales en el área de
protección online. En América Latina actúa en conjunto con la Secretaría Nacional de la
Niñez y la Adolescencia de Paraguay, con el Centro Internacional para Niños
Desaparecidos y Explotados (ICMEC) de Colombia (en el marco del cual desarrollaron la
plataforma “Te protejo”, para facilitar un canal de denuncia virtual); y con las oficinas de
UNICEF México, Centroamérica y República Dominicana.

Otra variante relacionada con la atención y cuidado de los niños en contextos de violencia
es el programa “Computadores para la paz” en Colombia. La iniciativa es impulsada por la
fundación de Atención a la Niñez, en conjunto con el Ministerio de Educación Nacional, el
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, el Banco de Desarrollo para América Latina
CAF, la Universidad Escuela de Administración, Finanzas y Tecnología, y otros estamentos
de orden local y nacional. Con ella se espera integrar una estrategia de innovación
educativa para potencializar las capacidades y el desarrollo integral de todos los niños y
las niñas de primera y segunda infancia e inventar nuevas entornos estimulando nuevas
formas de comunicación, sensibilidad y creatividad.

A modo de síntesis, desde distintas organizaciones de la sociedad civil y desde ámbitos del
sector público -no específicamente relacionados con la educación,-las TIC se han ganado
un espacio en la agenda, ya sea como un dispositivo que abre nuevas preguntas para la
intervención y regulación o como una herramienta útil para promover el desarrollo infantil
integral.

El dibujo en el tapiz: la relación primera infancia y TIC a la luz de las políticas


públicas
El recorrido realizado en este capítulo nos permite sumar algunas conclusiones a las
presentadas en la sección anterior, así como dejar abiertos algunos planteos, volviendo a
centrarnos en la relación de la primera infancia con las tecnologías digitales desde un

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enfoque de derechos, y, por tanto, ponderando el lugar del Estado como garante de dichos
derechos.

Corresponde destinar el primer lugar en estas conclusiones, dentro de las políticas


públicas, al sector educativo. Aun cuando las iniciativas por parte de los Estados en la
región son todavía incipientes, existen sobrados fundamentos para afirmar que las
tecnologías digitales entran en las salas del nivel inicial con legalidad propia. Tres son los
principales argumentos que se esgrimen al respecto: 1) la formación de competencias
relacionadas con la alfabetización digital; 2) la potencialidad de la mediación tecnológica
para la construcción de aprendizajes y 3) la motivación.

De los tres, el primero es el que presenta la mayor complejidad actualmente, quizás por la
amplitud de su alcance. En torno a la alfabetización digital, es posible identificar diferentes
enfoques, todos con altos niveles de desarrollo y profundización en el campo académico
internacional y regional. Con la intención de organizar un panorama complejo y cambiante,
y bajo el riesgo que conlleva todo trazo grueso, hemos optado por distinguir en este
capítulo aquellas perspectivas que abonan directamente a la problemática de la primera
infancia. Así, podemos distinguir entre 1) los abordajes que presentan un sesgo
mayormente semiótico, el de los nuevos alfabetismos, que hacen hincapié en las nuevas
prácticas significantes a las que dan lugar los textos digitales – y por tanto, multimodales,
hipertextuales y abiertos; 2) los que despliegan el concepto de alfabetización digital en un
abanico de competencias que van desde lo puramente técnico y operativo a la reflexión
crítica, pasando por los aspectos comunicativos, colaborativos, entre otros y 3) aquellos
que, basados en las ciencias de la computación, abogan por el aprendizaje de la
programación como el núcleo duro de estos nuevos alfabetismos.

Estos abordajes, lejos de competir entre sí, atienden a diferentes cuestiones, y es una
tarea pendiente la de articular los aportes de los distintos encuadres para beneficio de la
formación integral de los niños, desde sus primeros años.

La integración de las TIC en los sistemas educativos incluye un conjunto de medidas para
su implementación, y el caso del nivel inicial no es la excepción, motivo por el cual se
incluyeron en el capítulo consideraciones acerca de la inscripción curricular de las TIC, de
los modelos de implementación vigentes en los jardines de infantes, los tipos de
dispositivos, la provisión de contenidos digitales, la formación y el desarrollo profesional
docente, así como se presentaron algunas de las políticas más representativas que se dan
en la actualidad en el nivel. Esta enumeración no agota ciertamente todos los factores a
considerar para garantizar una integración genuina y productiva de las tecnologías, pero es
indudable que no pueden estar ausentes al momento de pensar decisiones de política para
el nivel.

Apartados específicos merecieron dos desarrollos tecnológicos que vienen despertando el


interés de la comunidad educativa en general, así como el de investigadores y decisores
políticos: las tabletas y los videojuegos. En ambos casos, al tiempo que presentan sólidas
potencialidades para el aprendizaje, abren también todavía numerosos interrogantes,
especialmente en relación a las estrategias didácticas que deberían orientar su entrada en
las salas. La tensión entre el juego como actividad libre, creativa y gratuita, y la búsqueda
de un rédito didáctico en todo momento, también es asunto abierto a la discusión.

Finalmente, la cantidad y diversidad de acciones que se llevan adelante desde otros


sectores de gobierno, así como en forma conjunta entre éstos y la sociedad civil, permiten
afirmar que también en relación con las tecnologías digitales, es válida la tendencia ya
mencionada que plantea las políticas destinadas a la primera infancia con un sentido de
integralidad. En otras palabras, el derecho a la educación, sobre el que se hizo foco en
esta sección, sólo puede ser pensado en relación con la protección del resto de los
derechos de la infancia.

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4– Recomendaciones de política educativa


La información relevada en los capítulos anteriores muestra que la primera infancia


mantiene, desde la mirada de los adultos, una relación compleja con las tecnologías
digitales. Junto a la evidencia de una manipulación exploratoria de ciertos dispositivos, la
interacción fluida e intuitiva con software de entretenimiento y visionado de películas, y del
efecto motivador que estas tecnologías ejercen, puede afirmarse que existen variadas
conjeturas alrededor del vínculo niños pequeños - TIC. En el escenario actual, las
tecnologías digitales configuran el entorno sociocultural en el que los niños nacen y crecen,
por lo que se encuentran mediando gran parte de las interacciones sociales, la producción
cultural y la construcción y producción de mensajes. En otras palabras, los niños
actualmente nacen y crecen en el marco de la cultura digital.

Al mismo tiempo, a lo largo del recorrido realizado puede verse también que las
tecnologías digitales pueden prestar importantes servicios a los adultos que están
dedicados a la crianza y educación de los niños pequeños, sean las familias como los
educadores u otros actores sociales vinculados a los primeros. Tanto en el ámbito
educativo como en otras áreas, como la salud o el desarrollo social, estas tecnologías
median procesos significativos en el desarrollo físico, social, psicológico y cognitivo de los
niños, por lo que se perfilan como importantes aliadas para la atención de los derechos de
la primera infancia.

Por este motivo, este cierre comienza retomando el encuadre señalado en la introducción,
que hace pie en la concepción de la infancia como sujeto de derecho. Como tal, entonces,
la primera mirada para pensar de qué manera las tecnologías pueden aportar al desarrollo
pleno de la infancia, es hacia el Estado, garante de los derechos de sus ciudadanos en
general, y de la infancia en particular.

Como se señaló en la introducción, en América Latina y el Caribe se han impulsado desde


las políticas públicas en las últimas dos décadas una serie de intervenciones, al amparo de
nuevos marcos normativos, que apuntan a la protección y cuidado de la primera infancia, a
través de la garantía de condiciones de bienestar primordiales. Estas políticas se
caracterizan por una búsqueda de integralidad, comprometiendo de modo transversal a
distintos sectores del Estado para la implementación de acciones articuladas.

Además, desde diferentes ámbitos, particularmente los organismos internacionales como


la ONU y sus oficinas especializadas, se hace hincapié en el hecho de que la protección a
la primera infancia incluye las condiciones de bienestar de quienes se ocupan de ella, es
decir, de las familias o entorno socio-afectivo inmediato. Esta afirmación apuntala también
entonces la necesidad de que existan políticas de Estado que abarquen un amplio
espectro de cuestiones como salud, vivienda, educación, trabajo digno, comunicaciones,
etc. Una vez más, entonces, enfatizamos el rol clave de las políticas para la garantía de
estas condiciones, que deberían traducirse en medidas, recursos institucionales a
disposición para que las leyes se hagan efectivas y mecanismos para que los ciudadanos
puedan exigir su cumplimiento.

Siguiendo esta línea de razonamiento, y dadas las potencialidades que presentan las
tecnologías digitales en el desarrollo de los primeros años de vida, es posible concluir que

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los Estados en América Latina aun tienen un largo camino por delante. Esta situación, por
supuesto, no es privativa de la región, ya que la garantía de un acceso productivo a estas
tecnologías se trata de un desafío a nivel global.

En este escenario, la escuela una vez más se postula como la institución social más apta
para favorecer el contacto de los niños pequeños con las prácticas y los productos propios
de la cultura a la que se están integrando. En este sentido, el derecho a la educación del
que gozan todos los niños desde su nacimiento puede vehiculizar el acceso de los niños a
las tecnologías y sus beneficios. Aun cuando todavía no haya totales evidencias de cuáles
son las particularidades del aprendizaje mediado por TIC, sí ya es posible afirmar que
estas tecnologías están modificando la manera de aprender y crear nuevo conocimiento.
Por lo tanto, el ámbito escolar puede hacer grandes diferencias a la hora de democratizar
el desarrollo de las competencias necesarias para participar activa y creativamente en las
sociedades contemporáneas. En este sentido, tal como plantea B. Gros Salvat, la escuela
juega un rol clave para conectar las experiencias informales y el aprendizaje formal (Gros
Salvat, 2009). Para ello, se requiere del trabajo sobre la inscripción curricular de estos
nuevos saberes, no solo con la intención de validarlos sino también de construir un
abordaje pedagógico sobre ellos, específico para el nivel.

En este punto, a partir del panorama regional de la cobertura del nivel, salta la evidencia de
que se requiere aún de fuertes intervenciones de política educativa que realmente
garanticen el derecho a la educación. Como señala la especialista chilena María Victoria
Peralta Espinosa, no solo es importante seguir insistiendo en el alcance de la cobertura,
sino también en su calidad, ya que aun existen fuertes debates acerca de qué se entiende
por educación para la primera infancia, en tanto se la entienda como una preparación para
la escolaridad básica o se la enfoque en el buen desarrollo y disfrute de esa etapa inicial
de la vida (Peralta Espinosa, 2015).

Ahora bien, las cifras oficiales acerca de la situación de la primera infancia, relacionadas
con las tecnologías digitales, necesarias para avanzar en la toma de decisiones, están
pendientes. El desafío actual es la obtención de datos acerca del acceso, las prácticas y
las valoraciones de la población infantil hacia la tecnología digital, así como las de los
mayores a cargo, para lo que será necesaria la identificación de los indicadores que
permitan trazar escenarios nítidos y diseñar las políticas necesarias para atenderlos, tanto
desde el sector educativo como de otros sectores involucrados. Al mismo tiempo, se
requiere la identificación de metas educativas relacionadas con la apropiación genuina de
estas tecnologías, definiendo los alcances del término de alfabetización digital. En este
sentido, resultan orientadoras las líneas vertidas en el documento “Educación 2030. Hacia
una educación inclusiva y equitativa de calidad y un aprendizaje a lo largo de la vida para
todos”, elaborado al cabo del Foro Mundial de la Educación 2015, en Incheon, República
de Corea. Allí se vinculan las tecnologías digitales con el alcance de los objetivos de
calidad, equidad, cobertura universal y aprendizaje a lo largo de la vida.

Asociados a estas iniciativas, existen actualmente sistemas de información que permiten


conocer de un modo más fehaciente las diferentes situaciones que atraviesa la infancia en
la región, caracterizada por una amplia variedad de contextos, pero por sobre todo, de una
gran desigualdad. Los informes anuales de Unicef y el Sistema de información para la
primera Infancia (SIPI) facilitan el acceso a información valiosa para la toma de decisiones.

Otro factor que asienta una fuerte coordenada de análisis es el mercado tecnológico,
particularmente de dispositivos móviles y las aplicaciones destinadas a la infancia. Desde
hace algunas décadas se señala la construcción del nicho de niños consumidores, que
reclaman la posesión o el uso de productos tecnológicos cada vez más sofisticados y
costosos. A los debates en torno a la creación de hábitos de consumo que pueda poseer el
mercado y su dispositivo publicitario, en este caso es preciso sumar la incidencia de la
relación que los adultos mantienen con estas tecnologías. Según los sondeos presentados

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en el trabajo, es en la mezcla de fascinación y alerta de estos últimos donde se origina el


vínculo que los niños establecen con las tecnologías. Aparece entonces aquí también la
necesidad de que los Estados regulen, orienten y promuevan la producción y circulación de
los productos tecnológicos destinados a la primera infancia, tanto a nivel de los dispositivos
como de los programas y aplicaciones.

A partir de esta primera consideración general, e ineludible, del rol central del Estado en su
función de garante, y también de articulador de acciones integrales desde diferentes
sectores de gobierno, es posible formular las siguientes recomendaciones para el diseño y
la implementación de políticas en el sector de educación.

Investigación y desarrollo

• Relevar el estado de situación sobre acceso y uso de tecnologías digitales por parte
de la primera infancia más allá de los contextos escolares, a fin de identificar
tendencias y modos de apropiación particulares al contexto regional.

Los estudios de campo realizados en otras regiones aportan datos reveladores


acerca del modo de apropiación que los niños pequeños hacen de estas
tecnologías, así como de las valoraciones, criterios y dudas de los adultos que las
facilitan. Acciones que potencien el desarrollo psicoafectivo, social y cognitivo de
los niños a través de la tecnología requiere de una mirada despojada de los
estereotipos en circulación. Para esto es necesario realizar relevamientos a nivel
regional que indaguen a nivel del qué, para qué, con quiénes caracterizan el
contacto de los niños pequeños con las tecnologías digitales, discriminando la
información según variables de entorno geográfico, lenguas nativas, género,
condición de migrantes, grado de educación de los adultos, entre otras.

• Innovar en la modalidad de relevamiento de información, capitalizando los aportes


que se pueden obtener de diferentes grupos sociales a través de la creciente
circulación de experiencias a través de las redes digitales.

Dado que se necesitan conocer modos de apropiación que se dan en ámbitos por
fuera de las institucionales formales, sino a nivel doméstico y social, algunos
organismos y asociaciones internacionales (Unicef, por ej.), recomiendan la
capitalización de las innovaciones surgidas en las propias comunidades, y que
están en circulación por la red. Esta iniciativa además apunta a dar visibilidad y voz
a grupos de personas que hasta el momento han sido objeto de investigación pero
eran excluidas en el proceso de creación de conocimiento.

• Favorecer la investigación sobre la apropiación de la cultura digital en el contexto


de los jardines de infantes.

El nivel inicial, en tanto contexto educativo de la primera infancia en los países de


la región, se presenta como un ámbito privilegiado para garantizar el acceso a las
tecnologías digitales de la población infantil. Esto es así tanto en términos de
iniciación en la alfabetización digital como de inclusión en la cultura digital por parte
de los niños y de sus familias.

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Además de este factor, Haugland (2000), realza que la observación, por parte de
sus educadores y padres, de las actividades de los niños con la computadora, es
fundamental para provocar nuevas interacciones, interrogar a los niños, proponer
nuevos problemas para mejorar y expandir las experiencias de los niños con las
tecnologías.

• Indagar acerca de las nuevas formas textuales y cómo se da la construcción de


sentido

Tal como se señaló en el capítulo 3, existen actualmente numerosas


investigaciones acerca de la transformación de las prácticas letradas, tanto a nivel
de la escritura como de la lectura, a partir del pasaje del soporte impreso o
manuscrito al digital. Asimismo, la convergencia de diferentes modos o lenguajes
en la composición y lectura de un mismo mensaje aporta una nueva complejidad a
las modalidades de representación. Esto trae como consecuencia la revisión y
reconfiguración de la alfabetización inicial, proceso que se inicia durante la primera
infancia y que la mayoría de los diseños curriculares en la región ya ha incorporado
en sus contenidos básicos.

• Iniciar o profundizar la identificación y diseminación de buenas prácticas en el


contexto escolar.

La difusión de buenas prácticas demuestra ser una buena estrategia a la hora de


avanzar en el campo de la integración de las TIC al momento de construir
conocimiento acerca ésta y diseñar políticas que favorezcan la inclusión digital y la
calidad educativa. Si bien no es un insumo suficiente, vale aclarar, sí habilita la
sistematización de experiencias por un lado, y visibiliza el trabajo de muchos
docentes, que llevan un rol protagónico en estos procesos de cambio pedagógico y
son un factor clave para el éxito de estas políticas.

• Explorar en profundidad la potencialidad educativa de los videojuegos e elaborar


orientaciones para su utilización en los hogares y jardines de infantes.

Los videojuegos se van posicionando como una práctica cultural que abarca a
sectores crecientes de la población, desde adultos hasta niños pequeños. Tanto los
sondeos provenientes del campo académico relacionados con los usos
tecnológicos en el ámbito familiar como los datos aportados por el estudio de
mercado así lo afirman. Por su parte, las investigaciones sobre el potencial
educativo de los videojuegos destacan el desarrollo de competencias relacionadas,
entre otras, con el pensamiento estratégico, la resolución de problemas, la
construcción de escenarios y el empleo de la probabilidad. Al mismo tiempo, surgen
voces de alerta relacionadas con la disminución de actividad física y de relaciones
interpersonales sin mediación tecnológica, y con la valoración del juego como
actividad enriquecedora per se para el buen desarrollo de los niños. Por tales
motivos, que entran en tensión, también en este terreno se presenta la necesidad
de contar con información precisa que permita construir criterios y de orientación a
padres y educadores acerca del modo de gestionar estos dispositivos lúdicos.

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• Producir contenidos digitales de calidad destinados a la primera infancia y elaborar


criterios de calidad para el sector privado

El pasaje que va de la manipulación de una tecnología digital a la creación y


recreación de una cultura digital radica en gran medida en la potencia de los
contenidos que circulan a través de la primera. Numerosas iniciativas desde los
Estados, a través de los portales educativos y el apoyo a la industria de desarrollo
de software, por un lado, como de las inversiones por parte del sector privado, por
el otro, dan cuenta de que el desarrollo de contenidos digitales multimediales e
interactivos es una de las prioridades a atender por parte de los Estados. A una
profundización de las acciones recién mencionadas, debería sumarse la
construcción de estándares de calidad y la atención a un grupo destinatario
heterogéneo en cuanto a necesidades, intereses y contextos culturales, como es la
primera infancia.

• Buscar la articulación entre la iniciativa privada con las necesidades de política


educativa para la producción y circulación de dispositivos y contenidos digitales a
partir de criterios de calidad.

En estrecha vinculación con el punto anterior, además de la construcción de


estándares de calidad de contenidos, es recomendable que desde los sistemas
educativos se articulen estrategias para la producción de dispositivos y contenidos
adecuados para ser utilizados en el nivel inicial. Actualmente programas como el de
Tabi, de la empresa Intel, implementado en jardines públicos y privados de
Argentina, Uruguay y México, combinan el desarrollo de dispositivos y de
programas especialmente diseñados para el público infantil como un mismo
producto. Cabe señalar que será importante atender a los avances y resultados de
estas experiencias piloto a fin de pensar políticas de mayor cobertura y que
contemplen el desarrollo de aplicaciones en código abierto, que puedan ser
libremente utilizados, mejorados y contextualizados.

Inscripción curricular de las TIC en el nivel inicial y en el desarrollo


profesional docente, tanto a nivel de los contenidos curriculares como
del uso pedagógico de las TIC

• Integrar las tecnologías digitales en el currículum del nivel inicial

Comprobados los logros que la escolaridad tiene sobre los procesos de


alfabetización, y establecido el rol de la institución escolar de favorecer el acceso a
los bienes culturales, existe el consenso de la necesidad de incorporar las
tecnologías digitales en la educación básica en sus dos dimensiones, tanto como
contenido curricular en sí mismo como mediadoras del aprendizaje. Sin embargo,
no es un dato menor el hecho de que las TIC no tengan casi presencia en los
diseños curriculares del nivel inicial. De hecho, la oferta creciente de capacitación
docente en diferentes modalidades para la integración de TIC en el nivel entra en
tensión con la realidad de que no existen espacios institucionales oficiales para el
trabajo sobre y con estas tecnologías. Es posible que la necesidad aun vigente de
profundizar la investigación sobre los modos de apropiación que los niños realizan
con estas tecnologías, sus alcances y límites en términos lúdicos y su potencialidad
formativa sean uno de los motivos de esta ausencia en los diseños curriculares.

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Aun así, se requiere de una toma de decisiones a nivel de los sistemas educativos
en este aspecto, en primer lugar, por el beneficio de los niños, así como también
para dar sentido a la oferta de estrategias de desarrollo profesional en curso y a la
implementación de proyectos piloto que ya tienen lugar en el nivel.

• Dotar de infraestructura tecnológica a la educación inicial

Como puede verse en este relevamiento, en aquellos casos en la región en se ha


dotado al nivel inicial de equipamiento, hay un predominio de una computadora en
la sala que es operada mayormente por la docente y en algunos casos, por los
niños. El modelo 1 a 1 está entrando lentamente a las salas a través proyectos
piloto, mayormente con tablets. Sin embargo, podría afirmarse que la información
disponible es la que presenta por la positiva, es decir, corresponde a aquellas
experiencias o planes que abarcan a algunos grupos dentro del universo escolar.
La ausencia de datos estadísticos acerca del equipamiento del nivel en los países
de la región abre justamente la necesidad de atender este aspecto. Al mismo
tiempo, una sistematización de las experiencias en curso permitirá ponderar las
características de los dispositivos existentes más aptos para el uso en las salas de
jardín de infantes.

• Implementar acciones de desarrollo profesional docente relacionadas con la


alfabetización digital temprana y el uso pedagógico de las TIC.

En consonancia con las recomendaciones para los procesos de integración de TIC


en los sistemas educativos, estas políticas deben estar acompañadas por fuertes
acciones de desarrollo profesional de los docentes en ejercicio. Diversos estudios
sobre este aspecto en la región señalan que muchos países están incorporando
materias sobre el uso pedagógico de las TIC en sus planes de formación docente.
En líneas generales, se apunta a la construcción de competencias
tecnopedagógicas y a la apropiación crítica de las tecnologías en el contexto de la
sociedad contemporánea. Sin embargo, en el caso de los docentes de nivel inicial,
no se aborda todavía el impacto de la digitalización en el proceso de alfabetización
inicial en lectoescritura y de otros modos de representación, como la imagen o los
lenguajes audiovisuales.



Fortalecimiento de acciones en el área socioeducativa, que trabaja la
atención de la infancia en el ámbito familiar y sociocomunitario.
A partir de lo expuesto en el capítulo tres, es posible afirmar que para la atención de las
necesidades de la primera infancia y garantizar sus derechos se necesita de la
articulación de acciones intersectoriales e integrales.

Estudios como el de la Unión Europea reafirman la importancia de la mediación adulta


entre los niños pequeños y su entorno cultural, lo que se extiende actualmente al modo
de apropiación de la tecnología. En este sentido, los Estados pueden actuar, en
articulación con el sistema educativo, desde otros sectores, a través de otros formatos
de cobertura. Por ejemplo, se requiere de la implementación de recursos digitales en
espacios sociocomunitarios para que los niños accedan a las tecnologías en el marco
de una mediación responsable, apoyada por criterios de selección, tanto en relación
con los dispositivos como de los contenidos digitales. Del mismo modo, es posible

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alcanzar el ámbito familiar con orientaciones a través de campañas de comunicación y


actividades culturales y recreativas. A juzgar por los estudios relevados, los adultos se
encuentran ávidos de información y acompañamiento para llevar adelante la educación
de sus hijos en el marco de la cultura digital.

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